Ver contexto
dando testimonio tanto a judíos como a griegos para que se convirtieran a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesús. (Hechos 20, 21) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 20

3. REGRESO A JERUSALéN (20,1-21,14).

a) Por Macedonia a Grecia (Hch/20/01-03a).

1 Después de serenado el alboroto, Pablo hizo buscar a los discípulos; les hizo una exhortación, se despidió de ellos y se fue con dirección a Macedonia. 2 De paso por aquellas regiones, los exhortaba con largos discursos, y así llegó a Grecia. 3a Tres meses permaneció allí.

Para dar vida a este relato de viaje, una vez más tan conciso, es conveniente consultar la segunda carta a los Corintios. En ella nos enteramos de que, aparte de otras razones, fue sobre todo la preocupación por la comunidad de Corinto, constantemente inquieta, la que movió al Apóstol a emprender el viaje a Grecia. Como hemos hecho notar anteriormente, es de suponer que ya antes había interrumpido la estancia en éfeso con una visita, probablemente breve, a Corinto. La carta nos informa además de que Pablo había enviado entretanto a Corinto su colaborador Tito con un encargo especial -probablemente con la «carta de las lágrimas» (cf. 2Co_2:4)- y ahora aguardaba con gran inquietud su regreso. «Cuando llegué a Tróade para anunciar el Evangelio de Cristo, aunque se me abrió una puerta en el Señor, no tuve sosiego para mi espíritu, por no haber encontrado a Tito, mi hermano, y entonces, despidiéndome de ellos, salí para Macedonia», leemos en 2Co_2:12. Y en 7,5 se añade: «Pues la verdad es que, cuando llegamos a Macedonia, nuestra carne no tuvo reposo; por el contrario, todo fueron tribulaciones: por fuera, luchas; por dentro, temores. Pero Dios, que consuela a los abatidos, nos trajo el consuelo con la llegada de Tito.»

Lo que anteriormente había tenido que pasar en éfeso, lo insinúa en la misma carta, donde dice (1,8s): «Porque no queremos que ignoréis, hermanos, la tribulación que nos sobrevino en Asia: tan pesadamente y por encima de nuestras fuerzas nos abrumó, que llegamos a perder toda esperanza de vivir. Sin embargo, hemos tenido dentro de nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no estemos confiados en nosotros mismos, sino en el Dios que resucita a los muertos.» La sublevación de los plateros descrita por los Hechos de los Apóstoles, no fue, pues, lo único que Pablo hubo de soportar en éfeso en punto a lucha y persecución. Es ya muy significativa, en efecto, la siguiente frase de la primera carta a los Corintios escrita en Efeso (15,32): «Si sólo por motivos humanos luché en éfeso con fieras, ¿de qué me serviría?»

En Grecia, concretamente en Corinto, adonde se dirigió desde Macedonia después de recibir la buena noticia de Tito (2Co_7:7), permaneció Pablo «tres meses», seguramente el invierno de 57-58 (1Co_16:6). No debemos olvidar que como conclusión de este período escribió una singular carta, en cuya exposición amplia y profunda reunió las ideas fundamentales de su mensaje de salvación: la carta a los Romanos.

b) Regreso por Macedonia a Tróade y Mileto (Hch/20/03b-16).

3b Ante las insidias tramadas por los judíos contra él, cuando se disponía a navegar a Siria, tomó la determinación de volver por Macedonia. 4 Le acompañaba Sópatro de Pirro, natural de Berea; los tesalonicenses Aristarco y Secundo; Gayo, que era de Derbe, y Timoteo, y Tíquico y Trófimo, que eran de Asia. 5 éstos se adelantaron y nos esperaban en Troade. 6 Nosotros embarcamos en Filipos pasadas las fiestas de los ázimos, y sólo cinco días después los alcanzamos en Tróade, donde nos detuvimos siete días. 7 Congregados el primer día de la semana para partir el pan, Pablo, que intentaba marchar al día siguiente, se puso a hablarles, y alargó la plática hasta la medianoche. 8 Había muchas lámparas en la estancia superior donde nos hallábamos reunidos. 9 Y un muchacho, que se llamaba Eutiques y estaba sentado sobre la ventana, presa de un profundo sueño al prolongar excesivamente Pablo su discurso, vencido por el sueño, cayó desde el tercer piso abajo y fue recogido muerto. 10 Bajó Pablo, se echó sobre él y tomándolo en brazos dijo: «No os preocupéis. Su alma alienta dentro de él.» 11 Subió de nuevo, partió el pan, lo comió, continuó platicando bastante más hasta el alba, y por fin se fue. 12 Se llevaron al muchacho vivo y quedaron sumamente consolados.

Sorprende la lista exacta de los siete acompañantes. ¿Fue compuesta de memoria? ¿O está tomada del diario de viaje, del que parecen proceder los apuntes que siguen a continuación? En efecto, en 20,5 empieza a todas luces una sección «nosotros». ¿Por qué se mencionan aquí estos hombres, cuya mayoría aparece también en otros lugares de los Hechos de los apóstoles 24 o en las cartas de Pablo 25? Lo comprendemos si pensamos en la colecta que había llevado a cabo Pablo en Macedonia y en Grecia en favor de la Iglesia de Jerusalén.

Léase 2Cor 8-9, donde con gran reconocimiento se señalan las generosas comunidades de Macedonia y se anima a los corintios a imitarlas. También la carta a los Romanos, escrita en vísperas de la partida de Corinto, da testimonio de esta solicitud del Apóstol por los hermanos, cuando dice: «Pero de momento me encamino a Jerusalén, para realizar un servicio a aquellos hermanos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta en beneficio de los pobres que hay entre los hermanos de Jerusalén... Así pues, en cuanto haya cumplido este encargo y haya consignado en sus manos esta colecta, me encaminaré a España, pasando por vosotros... Os ruego... que luchéis juntamente conmigo, dirigiendo a Dios oraciones por mí, para que me vea libre de los incrédulos que hay en Judea y para que mi servicio en favor de Jerusalén sea bien recibido por los hermanos» ( Rom_15:25 ss).

Una extraña preocupación se siente en estas palabras. Parece que el celo del Apóstol por llevar a cabo la colecta se había mirado con malos ojos y con recelos por parte de algunos círculos de la primitiva Iglesia, y precisamente en Jerusalén. Así se comprende que el Apóstol diga en 1Co_16:3 s: «Y cuando llegue, enviaré a los que vosotros escojáis, con cartas de presentación, para llevar vuestro donativo a Jerusalén. Y si parece conveniente que vaya yo también, irán conmigo.» Todavía más claras son las frases en 2Co_8:18 ss, en las que Pablo presenta a un colaborador innominado, del que dice, hablando de la colecta: «También enviamos con él el hermano que es elogiado en todas las Iglesias a propósito del Evangelio. Y no sólo esto, sino que también fue elegido por votación de las Iglesias como compañero nuestro de viaje en esta obra de la gracia, obra administrada por nosotros para gloria del Señor y en testimonio de nuestra buena voluntad. Así evitamos que nadie nos pueda criticar en esta abundante colecta, administrada por nosotros. Pues procuramos hacer lo que es bueno, no sólo ante el Señor, sino también ante los hombres.»

Quien pondere atentamente estas palabras y establezca una conexión entre ellas, hallará muy comprensible que ahora Pablo, en vistas de su regreso a Jerusalén y de la aportación de la colecta tome sus precauciones y tome consigo en el viaje como acompañante y al mismo tiempo como delegados de las comunidades a los hombres citados en nuestro texto. Entre ellos hay que contar también a Lucas, que aunque no se menciona nominalmente, según todos los indicios asoma en la sección «nosotros», que se inicia en 20,5 y abarca todos los relatos -unas veces más claramente, otras menos- hasta el final del libro. Si Pablo celebró ya como fiesta cristiana «las fiestas de los ázimos» en la comunidad de Filipos, con la que, según el testimonio de la carta a los Filipenses, estaba estrechamente ligado, es cosa que no se puede establecer con seguridad. No están bastante claros los comienzos de la celebración cristiana de la pascua. Es además posible que nuestro pasaje sólo quiera dar un dato cronológico, como sucede con frecuencia en los Hechos de los apóstoles (2,1; 12,3; 27,9).

Con interés leemos el relato de la permanencia en Tróade. Duró siete días. Tróade tenía ya anteriormente especial importancia en el camino del Apóstol. Según 16,8, en Tróade tuvo lugar la visión nocturna en que se le llamaba a misionar en Macedonia. En 2Co_2:12 escribe Pablo que en Tróade «se me abrió una puerta en el Señor», pero, debido a la preocupación por la comunidad corintia y por Tito que había sido enviado a ella, no pudo detenerse aquí más tiempo. Ahora aprovecha la ocasión y presta especial atención a la comunidad de Tróade.

El primer día de la semana se halla reunido con ella. Este «primer día» está, según el modo de hablar del Nuevo Testamento, estrechamente ligado con el mensaje de la resurrección de Jesús26. Sucedió al sábado como día dedicado al culto. Era natural que el día en que tenía lugar la asamblea litúrgica de la comunidad se celebrara como día del Señor. También en 1Co_16:2 y en Rev_1:10 se testimonia el carácter especial de este día. En realidad, poco podemos decir sobre la forma de la celebración litúrgica. El «ministerio de la palabra» (Rev_6:4), lo del mensaje revelado, y el ágape litúrgico forman seguramente parte de la celebración dominical ya desde los principios. «Partir el pan» puede designar el ágape fraterno de los fieles, pero en nuestro pasaje designará de manera especial la celebración de la eucaristía, aunque todavía debían de estar fluctuantes los límites entre este ágape fraterno y la cena eucarística. Sin embargo, de las palabras del Apóstol en 1Co_11:17 ss se echa de ver cuán consciente era la Iglesia primitiva de la peculiaridad del banquete eucarístico.

Lucas menciona la celebración litúrgica en Tróade, sobre todo, para poder referir el pasaje del muchacho. En estas líneas se refleja el vivo recuerdo del testigo ocular. Este sabe el nombre del muchacho, Eutiques, se acuerda de las «muchas lámparas» que alumbraban «la estancia superior», y tampoco parece haber olvidado la duración de la alocución del Apóstol, pues dos veces alude a la prolongación de la plática. No se dice con toda seguridad que hubiese muerto el joven que cayó del tercer piso abajo, pero el relato parece querer testimoniar una resurrección. Esto está caracterizado también por la actitud del Apóstol. Parece obvio ver de nuevo en el relato una pieza paralela de la resurrección de muertos que se atribuye a Pedro en 9,36 ss. Ambos relatos manifiestan también algunos rasgos parecidos. Las palabras que pronuncia Pablo traen a la memoria las que dijo Jesús al resucitar a la hija de Jairo (Mar_5:39).

Si en la historia de Tróade vemos la relación de un testigo ocular, huelgan todas las tentativas de explicación desmitologizante, teologizante o simbolizante. Nosotros tomamos el relato como confirmación de lo que se lee en Mar_16:20 : «Ellos luego fueron a predicar por todas partes, cooperando el Señor con ellos y confirmando su palabra con las señales que la acompañaban.»

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242Ki_19:22.29; 2Ki_21:29; 2Ki_27:2.

25. Rom_16:21; Col_4:7.10; Eph_6:21; 2Ti_4:12; Tit_3:12.

26. Mar_16:2; Mat_28:1; Lc 24.1.

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13 Nosotros, adelantándonos en barco, navegamos hacia Aso, con intención de recoger allí a Pablo, porque así lo había dispuesto él, que quería hacer el viaje a pie. 14 Cuando nos alcanzó en Aso, lo tomamos a bordo y llegamos a Mitilene. 15 Desde allí, navegando, pasamos al día siguiente frente a Quíos; al otro, cruzamos hasta Samos, y al siguiente arribamos a Mileto. 16 Había decidido Pablo pasar de largo por éfeso para no verse obligado a detenerse en Asia, pues tenía prisa por estar en Jerusalén, si le fuera posible, para el día de pentecostés.

Esta indicación exacta y detallada de las fechas y etapas del viaje sólo pueden explicarse como notas tomadas de un diario de viaje. No conocemos la razón por la cual Pablo, que aparece claramente como el jefe de la expedición, envía a sus compañeros por delante y los deja navegar solos costeando el cabo Lecto, mientras que él recorre a pie el trayecto más breve que lo separaba de Aso. Según el mapa, había una distancia de unos 40 km. Es asombroso que el Apóstol, aquejado de enfermedades, tras los fatigosos días de Tróade y la noche pasada en vela, recorra a pie el largo y probablemente difícil camino por las lomas de la península. ¿Quería estar solo? Sólo podemos admirar tal voluntad y tal hazaña. ¿Por qué le corría tanta prisa de hallarse en Jerusalén por pentecostés? ¿Le interesa la fiesta judía, para la que acudían a Jerusalén innumerables peregrinos de todos los países? Difícilmente se puede pensar en una celebración de la fiesta de pentecostés con nuevo sentido cristiano. Probablemente, la palabra «pentecostés» es también un mero dato cronológico, como en 1Co_16:8. En nuestro contexto, esta indicación de la fecha explicará sobre todo la prisa, que no da a Pablo la oportunidad de volver a visitar en su viaje de regreso el centro misional de éfeso. ¿Fue realmente la premura del tiempo la que le impidió ir a éfeso? Si leemos las frases de la segunda carta a los Corintios antes citada, podemos comprender que Pablo no quisiera exponerse de nuevo al peligro de muerte del que le había librado «Dios, que resucita a los muertos» (2Co_1:9 s). Sin embargo, el relato que sigue da a conocer cuánta era su solicitud por éfeso.



c) Discurso de Pablo en Mileto (Hch/20/17-38).

17 Desde Mileto envió a éfeso a buscar a los presbíteros de la Iglesia. 18 y cuando llegaron a él, les dijo: «Vosotros sabéis muy bien cómo me he portado con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que puse el pie en Asia, 19 sirviendo al Señor con toda humildad, lágrimas y adversidades, ocasionadas por las insidias de los judíos; 20 cómo nada omití que os fuera de provecho ni dejé de predicaros e instruiros públicamente y casa por casa, 21 anunciando solemnemente a judíos y a griegos la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. 22 Y ahora, encadenado por el Espíritu, voy camino de Jerusalén, sin saber lo que en ella me sucederá, 23 fuera de que el Espíritu Santo en cada ciudad me va asegurando que me esperan cadenas y tribulaciones. 24 Pero ya en nada estimo la vida, que sólo me será preciosa cuando termine mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús de anunciar el Evangelio de la gracia de Dios. 25 Ahora bien: yo sé que no veréis más mi rostro, vosotros todos, entre los que pasé predicando el reino. 26 Por ello quiero daros claro testimonio en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos, 27 porque no rehusé anunciaros todo el designio completo de Dios. 28 Mirad por vosotros mismos y por toda la grey, en la cual el Espíritu Santo os ha constituido inspectores para ser pastores de la Iglesia de Dios, que él se adquirió con su propia sangre. 29 Sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles, que no perdonarán al rebaño, 30 y de entre vosotros mismos surgirán hombres que enseñarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos en pos de sí. 31 Así pues, vigilad, recordando que, a lo largo de tres años, ni de noche ni de día cesé de aconsejar con lágrimas a cada uno en particular. 32 Y ahora os dejo encomendados al Señor y a la palabra de su gracia, que tiene poder para edificar y conceder la herencia entre todos los santificados. 33 Plata, ni oro, ni vestidos de nadie codicié. 34 Vosotros mismos sabéis que a mis necesidades y a las de aquellos que estaban conmigo sirvieron estas manos. 35 En todo procuré enseñaros con mi ejemplo que así, con fatigas, hay que socorrer a los necesitados y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Se es más feliz en dar que en recibir".» 36 Y dicho esto, doblando sus rodillas con todos ellos, se puso a orar. 37 Y hubo gran llanto por parte de todos, que, arrojándose a su cuello, lo besaban, 38 sumamente entristecidos, sobre todo por lo que había dicho de que ya no volverían a ver su rostro. Y le iban acompañando hasta el barco.

De intento hemos presentado el texto seguido, formando un todo, sin dividirlo en partes como en otros casos. En efecto, hay que leerlo primero como un todo, antes de pasar a destacar las diferentes frases. Nos hallamos ante uno de los discursos más conmovedores y más llenos de enseñanzas. Aun cuando también en este caso fuera la habilidad literaria del autor la que diera la forma y la impronta al conjunto, tenemos, sin embargo, al mismo tiempo la sensación de que no sólo se describe acertadamente la situación, sino que además en la reproducción del discurso se echa de ver la memoria fiel de quien, por tratarse de una sección «nosotros» (21,1), debió de presenciar la escena entera. Al lector atento llamará también la atención el que en este discurso -único dirigido a cabezas de la Iglesia, referido con tanta prolijidad en todo el libro de los Hechos- se hallan muchos enunciados y motivos que recuerdan vigorosamente las ideas de las cartas de Pablo. También esta observación apoya la conjetura de que aquí nos hallamos, en cuanto a lo esencial, ante un verdadero discurso de Pablo.

En la estructura de los Hechos de los apóstoles ocupa este discurso de despedida un puesto muy destacado. Aunque está dirigido a un círculo determinado, a los hombres de éfeso, sin embargo se lee como un informe conmovedor, en el que no sólo se trata de la actividad misionera en éfeso, sino que en él dirige el Apóstol una mirada a toda su actividad misionera hasta el presente. En efecto, como veremos a continuación, también el relato de los Hechos de los apóstoles se despide aquí de la exposición de la actividad del Apóstol, para ocuparse en lo sucesivo únicamente con los largos años de prisión de Pablo. Mirando a los enviados de éfeso, ve Pablo a todas las personas con las que se había encontrado, desde su llamamiento como «siervo de Jesucristo... elegido para el Evangelio de Dios» (Rom_1:1), para anunciarles la palabra de la salvación.

Si Pablo hace venir a Mileto los presbíteros de éfeso -y según 20,18.25, seguramente también de las zonas colindantes- de una distancia de unos 60 km, esto no es sólo una prueba de su incesante solicitud por su anterior territorio de misión y una señal de la adhesión de los llamados, sino también un acto de ejercicio de su poder, que le hace sentirse como apóstol de los gentiles (Rom l5,15s), dotado de responsabilidad y competencia para con todos. «Me debo tanto a griegos como a bárbaros, a sabios como a ignorantes», escribe a la comunidad de Roma (Rom_1:14). Y en 2Co_11:28 habla de «lo que pesa sobre mí cada día: la solicitud por todas las Iglesias». Y el discurso mismo, pese a todos los motivos de amorosa solicitud, en lo más hondo está penetrado de la conciencia de la autoridad apostólica, y al mismo tiempo también del conocimiento profético de lo que es inminente. Nos encontramos con pensamientos que en su enunciado básico tienen vigencia y significado en toda situación de la actividad pastoral en la Iglesia.

Fijémonos en los motivos del discurso. Es característico de la acción del Apóstol -característico también del interés de los Hechos de los apóstoles- que ya en la primera frase se recuerden las «adversidades» que le fueron «ocasionadas por las insidias de los judíos». Fueron los judíos los que para él, como en las demás etapas de su actividad, precisamente también en Asia, habían sido causa de su constante «tribulación» (2Co_1:8). Hicieron de su ministerio un ministerio entre lágrimas. Al leer esto recordamos todas las declaraciones con que Pablo describe también en las cartas sus esfuerzos por el Evangelio. Como «siervo», sirve él a su Señor, al Kyrios Jesucristo (cf. Rom_1:1; Gal_1:10; Phi_1:1; Phi_2:22), «en toda humildad» (cf. 2Co_10:12; 2Co_11:7; 2Co_12:9 ss, etc.), entre lágrimas y tribulaciones, como se describe en forma conmovedora en 2Co_11:23 ss (cf. 2Co_2:4; Gal_4:19 s).

Pablo transmitió sin disimulo y en toda su integridad el mensaje de salvación. Así lo encarece nuestro discurso en el v. 20 y en el v. 26s es todavía mayor el encarecimiento, que suena casi como una adjuración, cuando dice: «Por ello quiero daros claro testimonio en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos, porque no rehusé anunciaros todo el designio completo de Dios.» ¿Por qué realza el Apóstol con tanto ahínco esta circunstancia? Suena como respuesta a una crítica, como justificación de uno que se ve atacado injustamente. Habla como pastor de almas, que se siente responsable de la salvación de los que le han sido confiados. En efecto, para el Apóstol que se despide -como para todo el que ejerce un ministerio con responsabilidad por otros- es una cuestión que les llega a lo más hondo, la de si ha hecho todo lo que es «de provecho» para estos otros y los conduce a la meta a que han sido llamados. Constantemente surgirá la cuestión que si el mensajero del Evangelio ha defendido y anunciado claramente y sin ambages la voluntad de Dios -incluso la que es molesta y que parece inaceptable-, sin cercenar ni falsear la verdad, sin consideraciones personales consigo mismo y con los otros.

«Ni dejé de predicaros e instruiros públicamente y casa por casa, anunciando solemnemente a judíos y a griegos la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús.» En estas palabras se encierra una plétora de medios y fines pastorales. Pablo es un enviado y un llamado. Como tal no aguarda cómodamente a que vengan las gentes, sino que él va tras ellas, las busca y las apremia para que se pongan en íntimo contacto con el Evangelio de la salvación (Rom_1:16). El relato de misión que ha precedido lo ha mostrado a ojos vistas. En el ágora de Atenas fue Pablo a los helenos, en las sinagogas habló a los judíos, y su mensaje era testimonio, no teoría sutil ni sabiduría presuntuosa, era testimonio de aquello de que él mismo, en su calidad de pregonero, estaba penetrado y movido en lo más hondo, testimonio de la experiencia del Espíritu y de la gracia. Quería convertir a Dios los hombres que estaban presos en el pecado y en el error, los helenos y también los judíos. Porque todos ellos «están privados de la gloria de Dios» (Rom_3:23) y están necesitados de la «fe en nuestro Señor Jesucristo» que opera la salvación. Para Pablo sólo hay un camino que lleva a Dios, el camino por Cristo Jesús, nuestro Señor. Quien está sólo algo versado en las cartas del Apóstol, sobre todo en la carta a los Romanos, percibe en este discurso de despedida el auténtico objetivo paulino.

La mirada del Apóstol se vuelve del pasado al futuro. Su meta es Jerusalén. No sabe lo que allí le aguarda. Un barrunto profético le dice que le «esperan cadenas y tribulaciones». El Espíritu Santo se lo va asegurando en cada ciudad. Aunque hasta ahora no se nos ha dicho nada de tales revelaciones, como las que hallamos en 21,4.11, esto no excluye, sin embargo, que hubieran tenido lugar. Las «cadenas y tribulaciones» forman parte del camino de aquel de quien se dijo en el momento de su vocación: «Yo le mostraré cuántas cosas deberá padecer por mi nombre» (2Ki_9:16). Y una vez más hay que leer sus cartas, sobre todo la segunda a los Corintios, para comprender el misterio de la pasión, bajo cuyo signo estuvo puesta su vida desde Damasco.

Pablo sabe el sentido de su camino. No la «vida» terrena como tal es «preciosa» para él, sino que lo decisivo es que, como corredor en el estadio, «termine mi carrera y el misterio que recibí del Señor Jesús», que consiste en «anunciar el Evangelio de la gracia de Dios». En tales palabras se expresa la meta y la profunda emoción de la teología paulina. Quien conozca sus cartas, no tiene necesidad de que se le exponga esto en detalle.

Con razón se ha reconocido hasta qué punto los motivos de estas palabras están en consonancia con los pensamientos con que en los Evangelios se presenta el camino de Jesús a la pasión. Pensemos en la triple predicción de la pasión y en la interpretación de esta pasión por Jesús 27.

Pablo sigue su camino como «encadenado por el Espíritu». Se sabe atado, no es dueño de sí mismo, sino que se ha entregado a aquel que lo tomó para sí desde Damasco y desde Antioquía, el Espíritu Santo, que es efectivamente el «Espíritu de Dios» y el «Espíritu de Cristo» (Rom_8:9 s). Según 13,2, este Espíritu lo separó para la obra que lo tenía destinado. Enviado por este Espíritu inició su misión (13,4), y este Espíritu estuvo con él hasta el momento presente. Como está un preso atado a su guardián, así Pablo se reconoce prisionero del Espíritu. En la previsión de lo que le espera, sabe que sus oyentes, los presbíteros de Efeso, y con ellos otros muchos que oyen estas palabras, no verán ya su rostro, y precisamente estas palabras hicieron que todos rompieran en llanto y quedaran consternados, como se dice en 20,37s (28).

El versículo 28 contiene una frase significativa para la teología de la Iglesia. Pablo diseña la posición y responsabilidad de aquellos sobre quienes pesa la solicitud por la «Iglesia de Dios». Aquí se expresa marcadamente la esencia divina y humana de la Iglesia. Esto se hace con la imagen del rebaño y del pastor, tan empleada en la Biblia. Los presbíteros se llaman aquí «obispos». En esta palabra no se hacía todavía entonces rigurosa distinción de ministerios eclesiásticos. Tomada a la letra significa: «inspectores», «guardianes», «vigilantes». La razón intrínseca de su designación no es su propia decisión, ni la voluntad de la comunidad -aunque ambos motivos influyen también-, sino que «el Espíritu Santo os ha constituido obispos», con lo cual su ministerio adquiere una calificación especial. Tampoco la Iglesia de Dios surgió por mera decisión y acuerdo humano, sino que fue «él se la adquirió» a un precio divino, con «su propia sangre». Sabemos a qué sangre se refiere, a la sangre de Jesús, al que «Dios públicamente presentó como medio de expiación por su propia sangre, para que mediante la fe» experimentáramos nosotros la «justicia» de Dios (Rom_3:25). Aquí se perciben los pensamientos fundamentales de la soteriología paulina. Por la acción misericordiosa de Dios con los hombres en su Hijo, por la prontitud de fe para aceptar la oferta de Dios surge la «Iglesia de Dios» y así recibe su dignidad y el fundamento de su vida. ¿Se nos ha dado a nosotros esta penetración en el verdadero ser de la Iglesia? ¿Nos hacemos cargo, en toda su profundidad, del ministerio de «ser pastores de la Iglesia de Dios»?

Pablo ve cómo lobos crueles asaltan el rebaño. La imagen es corriente en el Nuevo Testamento. Está tomada de las experiencias de la vida pastoril. El sermón de la montaña (Mat_7:15) pone en guardia contra los que, «vestidos con piel de oveja, por dentro son lobos rapaces». En la parábola del buen pastor (Joh_10:12) se nos presenta al «lobo», al que ve acercarse el asalariado para arrebatar y dispersar las ovejas. Pablo hace alusión a las persecuciones que atribularán a las comunidades desde fuera. Es posible que piense principalmente en los judíos. Sin embargo, más grave es el peligro que surge de la Iglesia misma y, con falsas doctrinas, introduce disensiones y divisiones en la Iglesia de Dios. La historia de la Iglesia ha escrito a lo largo de los siglos un triste comentario de esta predicción, de la que habla ya una dolorosísima experiencia de la Iglesia primitiva. «Así pues, vigilad», exhorta en su despedida el Apóstol a todos aquellos en cuyas manos deja su obra. La llamada a la vigilancia recorre todos los escritos del Nuevo Testamento. Es la llamada dirigida a todos los hombres que se hallan en el tiempo final. «Velad, pues, porque no sabéis cuándo va a venir el señor de la casa... Lo que a vosotros estoy diciendo, a todos lo digo: Velad.» Así exhorta Jesús en el discurso escatológico de Mar_13:35 ss. Y en las cartas del Apóstol recurre constantemente la exhortación a la vigilancia. «Velemos y seamos sobrios», escribe en la primera carta a los Tesalonicenses (Mar_5:6). Si esta exhortación se aplica a todo el que, habiendo sido llamado, va al encuentro del Señor, afecta sobre todo a aquel que ha sido confiada, no sólo su propia salvación, sino también la de los otros. En la carta a los Hebreos se dice de los superiores: «Están velando por vuestras almas como quienes tienen que rendir cuentas» (Heb_13:17).

Pablo pone ante los ojos de los presbíteros su propio ejemplo. Los tres años que actuó en éfeso fueron una vigilancia ininterrumpida. «Ni de noche ni de día cesé de aconsejar con lágrimas a cada uno en particular.» En 2Co_11:27 habla de frecuentes noches pasadas en vela, «sin poder muchas veces dormir», y en 1Th_2:9 leemos: «Recordad, si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas: día y noche trabajando para no ser una carga para nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.» El Apóstol se ganaba el sustento -para sí y para sus compañeros- con el trabajo de sus manos, y así debió de ser un cuadro conmovedor, cuando ahora, en Mileto, mostraba sus manos, que estaban marcadas con las huellas de un duro trabajo. Aquellas manos debían ser testigos de su desinterés y probidad, de su renuncia al dinero, a los bienes y a toda ventaja material. Aquí cita una sentencia del Señor, que no se halla en los Evangelios, con el que motiva su renuncia y propone un principio que, por lo menos en cuanto al espíritu, debería servir de norma y motivo a todo ministerio en la Iglesia.

Por razón de la síntesis, hemos saltado antes una frase, que ahora queremos resaltar debidamente, pues de lo contrario pasaríamos por alto algo fundamental en la pastoral paulina. La frase reza así: «Y ahora os dejo encomendados al Señor y a la palabra de su gracia, que tiene poder para edificar y conceder la herencia entre todos los santificados.» Toda exhortación e instrucción, todos los motivos de obrar procedentes de reflexión y experiencia humana son infructuosos e ineficaces si el poder de Dios, que todo lo penetra, no se posesiona del hombre vacilante y extraviado y lo introduce en el misterioso círculo vital de la gracia. Pablo habla de la palabra de la gracia. La expresión puede entenderse a varios niveles, pero en último término se refiere al «Evangelio de la gracia de Dios» (v. 24), al Evangelio en el sentido más amplio y pleno. El Evangelio es «palabra de la gracia» porque da noticia de la gracia salvadora del Dios misericordioso, pero al mismo tiempo es también gracia y da gracia al que con fe confiada se abre a la revelación de la salvación, que nos viene a nosotros en Jesucristo y en su palabra portadora de vida.

Esta palabra de salvación «tiene poder para edificar». De este «edificar» dice Pablo en 2Co_5:17 : «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Lo viejo pasó. Ha empezado lo nuevo.» En Cristo estamos situados sobre una nueva base de vida, acogidos en el misterioso círculo vital de Dios. Pertenecemos a los santificados, porque «él nos libertó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor» (Col_1:13). Y así se nos ha otorgado una espléndida herencia. En efecto, este Hijo es según Rom_8:29 «el primogénito entre muchos hermanos», y nosotros estamos unidos a él, y por él a Dios. Así, en estas palabras de despedida deja Pablo asomar la entera riqueza del cristianismo, para con ello proporcionar a sus comunidades seguridad y apoyo para los días en que no haya de estar ya con ellas.

El Apóstol cae de rodillas, y ora, ora «con todos ellos». Un cuadro emocionante. Esto no tiene nada de conmoción sentimental, aun cuando seguramente el clamoroso llanto de sus oyentes lo conmueve hasta las entrañas. Pablo sabe del poder y del consuelo de la oración. Quien conoce sus cartas, sabe que constantemente asegura que ora por las comunidades. Les ruega también que oren por él. En la carta a los Efesios (6,18) leemos: «Con toda clase de oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu y velad unánimemente en toda reunión y súplica por todos los santos, y también por mí, para que Dios ponga su palabra sobre mis labios y me conceda anunciar con valentía el misterio del Evangelio.» Al despedirnos con tales pensamientos de esta conmovedora escena de Mileto quisiéramos preguntarnos si a nosotros se nos ha dado como a Pablo conocer el sentido y el quehacer de nuestra condición de cristianos y comprender a partir del misterio de Cristo nuestra vocación en el pueblo de Dios.

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27. Mar_8:35 ss; Luk_9:24 ss; Joh_12:23 ss.

28. ¿Realmente no volvió ya Pablo a Asia? No nos es posible responder con certeza a esta pregunta. El relato de los Hechos de los apóstoles sólo llega hasta la prisión preventiva del Apóstol, durante dos años, en Roma. Cierto que las cartas pastorales presuponen una acción del Apóstol, fuera del marco de los Hechos de los apóstoles, en regiones orientales y también en éfeso (1Ti_1:3). Sin embargo, no ignoramos el carácter deuteropaulino de estas cartas, por lo cual no podemos aducir sin más su testimonio. Es verdad que si se hubiese cumplido la esperanza expresada por el Apóstol en la carta a Filemón (v. 22), habría que suponer que fue dejado en libertad y que efectivamente tendría ocasión de volver a ir a Colosas y por tanto también a éfeso. A lo que parece, en el momento de la redacción de los Hechos de los apóstoles, el autor no tenía noticia de un segundo encuentro de Pablo con los presbíteros de éfeso. Si la fecha de esta redacción hubiera de fijarse, según la tradición más antigua, en el año 63, esta ignorancia se podría en todo caso explicar, puesto que Pablo sólo habría podido ir a Asia después de esta fecha. En cambio, si se sostiene la opinión, muy propagada hoy, del origen más tardío de este libro, huelgan todas estas consideraciones.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Pablo deja Efeso, recorriendo Macedonia y Grecia, 20:1-5.
1 Luego que cesó el alboroto, hizo Pablo llamar a los discípulos, y exhortándolos, se despidió de ellos y partió camino de Macedonia; 2 y atravesando aquellas regiones los exhortaba con largos discursos, y así llegó a Grecia, 3 donde estuvo por tres meses; y en vista de las asechanzas de los judíos contra él cuando supieron que se proponía embarcarse para Siria, resolvió volver por Macedonia. 4 Le acompañaban Sópatros de Pirro, originario de Berea; los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe, Timoteo y los asíanos Tíquico y Trófimo. 5 Estos se adelantaron y nos esperaron en Tróade.

Cuando, gracias a la prudente intervención del secretario de la ciudad, cesó el tumulto de los plateros, Pablo hizo reunir a los fieles y, despidiéndose de ellos, partió para Macedonia (v.1), pasando por Tróade (cf. 2Co_2:12). Era el itinerario que había proyectado con antelación (cf. 19:21).
No sabemos cuánto tiempo se detuvo en Macedonia ni qué ciudades visitó; San Lucas se contenta con decir que, atravesando aquellas regiones, los exhortaba con largos discursos (v.2). Desde luego, fue aquí, en Macedonia, donde se encontró con Tito, que le informó acerca del estado de la comunidad de Corinto, con cuya ocasión Pablo escribió la actual segunda carta a los Corintios (cf. 2Co_2:12-13; 2Co_7:5-9; 2Co_9:2-4). Es de creer que visitaría al menos las iglesias de Filipos, Tesalónica y Berea, fundadas en el anterior viaje apostólico (cf. 16:12-17:14); también es probable que fuera en esta ocasión cuando llegó hasta la Iliria o Dalmacia y el Epiro, viajes que parecen suponer sus cartas (cf. Rom_15:19; 2Ti_4:10; Tit_3:12).
Recorridas esas regiones, Pablo bajó a Grecia, donde se detuvo tres meses (v.3). Tampoco aquí Lucas nos da detalles del apostolado de Pablo durante estos tres meses, ni si visitó Atenas, de tan poco gratos recuerdos para él (cf. 17:32-33). Desde luego, no cabe duda que visitó Corinto, conforme había prometido varias veces (cf. 1Co_16:5-7; 2Co_9:4; 2Co_12:14), hospedándose en casa de un tal Gayo, a quien había convertido y bautizado (cf. Rom_16:23; 1Co_1:14). Fue estando en Corinto cuando escribió la carta a los Romanos (cf. 19:21; Rom_15:25-28; Rom_16:1), y probablemente también la carta a los Galatas.
Estos tres meses pasados en Corinto parece corresponden al invierno (cf. 1Co_16:5-6), disponiéndose luego a embarcar para Siria (v.3), a comienzos de la primavera (cf. v.6), a fin de llevar a Jerusalén las colectas que, en favor de los pobres de la iglesia madre, iba recogiendo desde hacía tiempo en Galacia, Macedonia y Acaya (cf. 1Co_16:1; 2Co_8:1-7; Rom_15:25-26).
Enterado, sin embargo, quizás por algún amigo, que los judíos tramaban asechanzas contra él·), decidió hacer el viaje por tierra, inmensamente más largo, pues le forzaba a volver a pasar por Macedonia (v.3). La conjura de los judíos consistiría, sin duda, en que pensaban acabar de una vez con él, asestándole un golpe bien dado en algún rincón oscuro de la nave, arrojando luego su cuerpo al mar. La ocasión no podía ser más propicia; pues, como era inminente la Pascua (cf. v.6), las naves que marchaban hacia Siria y Palestina de los diversos puertos del Mediterráneo iban llenas de peregrinos judíos, y hubiera sido fácil encontrar cómplices y encubridores. En su viaje por tierra, la cosa era más difícil. Pablo, pues, decide hacer el viaje por tierra, aunque renunciando a poder estar en Jerusalén para la Pascua. Le acompañan siete de sus colaboradores (v.4), algunos de cuyos nombres vuelven a aparecer en sus cartas (cf. Rom_16:21; Efe_6:21; Gol 4:7; 2Ti_4:12.20; Tit_3:12), y que, sin duda, habían sido elegidos por las diversas iglesias, secundando los deseos de Pablo de no querer administrar por sí solo dineros ofrecidos para beneficencia (cf. 1Co_16:3-4; 2Co_8:20-21). En un momento del viaje, que no podemos precisar, se dividió el grupo, acelerando algunos de ellos la marcha y esperando a los demás en Tróade (v.5). Tampoco se ve claro quiénes son los que se adelantan: si solamente Tíquico y Trófimo, o todos los siete antes mencionados, quedando atrás únicamente Pablo y Lucas, que se le habría juntado en Filipos.

La
fracción del pan en Tróade,2Co_20:6-12.
6 Nosotros, después de los días de los ázimos, partimos de Filipos, y a los cinco días nos reunimos con ellos en Tróade, donde nos detuvimos siete días. 7 El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para partir el pan, platicando con ellos Pablo, que debía partir al día siguiente, prolongó su discurso hasta la medianoche. 8 Había muchas lámparas en la sala donde estábamos reunidos· 9 Un joven llamado Eutico, que estaba sentado en una ventana, abrumado por el sueño, porque la plática de Pablo se alargaba mucho, se cayó del tercer piso abajo, de donde lo levantaron muerto. 10 Bajó Pablo, se echó sobre él y, abrazándole, dijo: No os turbéis, porque está vivo. n Luego subió, partió el pan, lo comió y prosiguió la plática hasta el amanecer, y luego partió. 12 Le trajeron vivo al muchacho, con gran consuelo de todos.

El presente relato de Lucas es de importancia extraordinaria en orden a la historia de la iglesia primitiva. Lo mismo que en Jerusalén (cf. 2:42-46), también aquí, en Tróade, se reúnen los fieles para partir el pan (v.7.n); expresión, como ya explicamos entonces, con la que claramente se alude al rito eucarístico. Este es el hecho realmente importante, que conviene destacar; lo demás, incluso la resurrección de un muerto, como Eutico (v.g-12; cf. 1 Reg 17:21-23; 2 Reg 4:34-36), ya no son sino datos episódicos.
Pablo, a quien desde Filipos acompaña Lucas, que de nuevo vuelve a usar en la narración la primera persona de plural (v.5-6; cf. 16:10-40), pasa en esta ciudad las fiestas pascuales o de los ázimos (cf. Exo_12:15), dirigiéndose luego a Tróade, en cuyo viaje emplean cinco días (v.6). Son de notar estos cinco días para un recorrido en el que sólo se habían empleado dos en una ocasión anterior (cf. 16:11); quizás se deba a que los vientos eran contrarios, o quizás también a que se detuvieron algún tiempo en Neápolis, ciudad que servía de puerto a Filipos, antes de coger la nave. En Tróade, ciudad que Pablo había visitado ya por lo menos dos veces (cf. 16:8; 2Co_2:12), se detienen siete días (v.6), y es en esta ciudad donde tiene lugar la reunión para partir el pan, a que aludimos antes.
La reunión se celebra el primer día de la semana (v.7), es decir, el día siguiente al sábado, correspondiente a nuestro domingo (dies dominica, señorial o del Señor), nombre que no tardará en aparecer en los documentos cristianos (cf. Rev_1:10) y que parece debe su origen a ser el gran día en que resucitó el Señor. El modo como se expresa San Lucas: El domingo, estando nosotros reunidos para partir el pan.., da la impresión de que no fue por mera coincidencia el que la reunión tuviera lugar en domingo, sino que era normal el tenerla cada domingo. Desde luego, para tiempos algo posteriores tenemos de ello testimonios explícitos 179, y es obvio suponer que también lo fuera ya así en la época apostólica. San Pablo mismo, recomendando a los Corintios la colecta para los pobres de Jerusalén (1Co_16:2), da claramente a entender que también en Corinto había cada domingo reunión de los fieles, reunión de cuya naturaleza o finalidad nada se dice, pero que, sin duda, sería para la fracción del pan, igual que la de Tróade. Si en la iglesia de Jerusalén esta, fracción del pan se hacía diariamente (cf. 2:46), eso debió de ser sólo en un principio, cuando los cristianos, pocos aún en número, renunciando a la propiedad de sus bienes, hacían sus comidas en común con alegría y sencillez de corazón, siendo natural que, unida a esa comida ordinaria, hicieran también la fracción del pan. No consta que en tiempos posteriores, cambiadas las circunstancias, continuara esa reunión diaria para la fracción del pan; más probable parece que, al igual que en otras iglesias, también en Jerusalén hubiera una reunión dominical para partir el pan.
Otro dato interesante es que esa reunión tenía lugar por la' tarde 180, pues Pablo prolongó su discurso hasta la medianoche (v.7)y , después de partir el pan, todavía prosiguió la plática hasta el amanecer (v.11). No está claro si se trata de la noche del sábado al domingo o de la del domingo al lunes. Si contamos a la manera greco-romana, es evidente que se trataría de la noche del domingo al lunes, pues de una reunión que comenzaba el sábado por la tarde no podría decirse: el domingo, estando nosotros reunidos... (v.7); sin embargo, es muy posible que San Lucas, acomodándose al cómputo judío, comenzase a contar el nuevo día, no desde la medianoche, como los griegos o romanos, sino desde la puesta del sol del día anterior; en cuyo caso, la noche de referencia habrá de ser la del sábado al domingo. Con ello tendremos, además, mayor conformidad con el tiempo en que resucitó el Señor, que fue también en la noche de un sábado a un domingo. Ni es obstáculo contra esta interpretación el que, como Pablo había de partir al día siguiente (v.7), si contamos a la manera judía, el día siguiente a la noche del sábado al domingo seria el lunes y, por tanto, Pablo habría permanecido en Tróade, una vez terminada la reunión eucarística, durante todo el domingo, cosa que parece contraria al conjunto de la narración (cf. v.7.11). Y digo que no es obstáculo, pues ese al día siguiente puede muy bien significar, incluso para un judío, el tiempo siguiente a la noche, prescindiendo de todo método de computación en los días (cf. 23:31-32).

De Tróade a Mileto, 20:13-16.
13 Nosotros, adelantándonos a tomar la nave, zarpamos rumbo a Assos, donde habíamos de recoger a Pablo, porque él había dispuesto hacer hasta allí el viaje por tierra. 14 Cuando se nos unió en Assos, lo tomamos en la nave, y llegamos hasta Mitilene. 15 De aquí, hechos a la vela, pasamos al día siguiente en frente de Quío; al tercer día navegamos hasta Samos, y al otro día llegamos a Mileto. 16 Había resuelto Pablo, en efecto, pasar de largo por Efeso, a fin de no retardarse en Asia, pues quería, a ser posible, estar en Jerusalén el día de Pentecostés.

Descripción minuciosa, la que aquí hace Lucas, de la ruta seguida por Pablo al dejar Tróade. Parece incluso que la nave, una simple nave de cabotaje, que luego dejarán cuando hayan de internarse en el mar (21:2), estaba más o menos a disposición del grupo de Pablo, pues es éste quien parece fijar las escalas del navio (cf. v.13.16).
Al salir de Tróade, la comitiva se divide en dos grupos, y mientras unos hacen el viaje hasta Assos por mar, Pablo con otros lo hace por tierra (v.13), habiendo de recorrer a pie o en cabalgadura unos 40 kilómetros. Ignoramos las razones que indujeron a Pablo a escoger el camino por tierra, después de haber hecho embarcar a sus compañeros y haberse citado con ellos en Assos. Quizá fue para seguir más tiempo con los hermanos de Tróade, que así podían acompañarle en el camino, o quizá por otras razones. Sólo podemos hacer conjeturas. Una vez en Assos, juntos ya todos los del grupo, navegan hacia Mitilene, capital de la isla de Lesbos, situada en su costa oriental. De Mitilene siguen navegando hacia el sur, pasando al día siguiente frente a la isla de Quío, y, al siguiente, frente a la de Samos (v.15), dejando a su izquierda a Efeso, en la costa asiática, donde Pablo no quería detenerse (v.16). Siguiendo hacia el sur, se detienen en Mileto (v.1s), a unos 50 kilómetros de Efeso, donde la estancia se prolongó algunos días 181.
La razón de por qué Pablo no quería tocar el puerto de Efeso era, nos dice Lucas, porque deseaba estar en Jerusalén para Pentecostés (v.16), y una escala en aquella ciudad, de tantos conocidos para él (cf. 19:10), inevitablemente se habría trocado en una estancia larga. Poco después, dirá el mismo Pablo que va a Jerusalén como empujado por una fuerza irresistible de su espíritu, aunque previendo las graves tribulaciones que allí le esperan (cf. 20:22-23).

Discurso de Pablo en Mileto, 20:17-38.
17 Desde Mileto mandó a Efeso a llamar a los presbíteros de la iglesia. 18 Guando llegaron a él, les dijo: Vosotros sabéis bien cómo me conduje con vosotros todo el tiempo desde que llegué a Asia, 19 sirviendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y en tentaciones que me venían de las asechanzas de los judíos; 20 cómo no omití nada de cuanto os fuera de provecho, predicándoos y enseñándoos en público y en privado, 21 dando testimonio a judíos y a griegos sobre la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. 22 Ahora, encadenado por el Espíritu, voy hacia Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá, 23 sino que en todas las ciudades el Espíritu Santo me advierte, diciendo que me esperan cadenas y tribulaciones. 24 Pero yo no hago ninguna estima de mi vida, con tal de acabar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, de anunciar el evangelio de la gracia de Dios. 25 Sé que no veréis más mi rostro, vosotros todos por quienes he pasado predicando el reino de Dios; 26 por lo cual en este día os testifico que estoy limpio de la sangre de todos, 27 pues os he anunciado plenamente el consejo de Dios. 28 Mirad por vosotros y por todo el rebaño, sobre el cual el Espíritu Santo os ha constituido obispos, para apacentar la Iglesia de Dios, que El adquirió con su sangre. 29 Yo sé que después de mi partida vendrán a vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño, 30 y que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que enseñen doctrinas perversas para arrastrar a los discípulos en su seguimiento. 31 Velad, pues, acordándoos de que por tres años, noche y día, no cesé de exhortaros a cada uno con lágrimas. 32 Yo os encomiendo al Señor y a la palabra de su gracia; al que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados. 33 No he codiciado plata, oro o vestidos de nadie. 34 Vosotros sabéis que a mis necesidades y a las de los que me acompañan han suministrado estas manos. 35 En todo os he dado ejemplo, mostrándoos cómo, trabajando así, socorráis a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús, que El mismo dijo: Mejor es dar que recibir. 36 En diciendo esto, se puso de rodillas con todos y oró; 37 y se levantó un gran llanto de todos, que, echándose al cuello de Pablo, le besaban, 38 afligidos sobre todo por lo que les había dicho de que no volverían a ver su rostro. Y le acompañaron hasta la nave.

Este discurso de Pablo en Mileto es de tonos realmente conmovedores, pudiéndose decir que ocupa entre sus discursos el mismo lugar que el de la cena entre los de Jesucristo. Todo él rezuma celo, ternura, desinterés, amor entrañable a las almas, siendo una de las páginas que más al vivo nos dan a conocer la grandeza del corazón de Pablo 182. Si hubiéramos de reducirlo a esquema, podríamos distinguir tres partes: Evocación de sus tres años de apostolado en Efeso (v. 18-21); presentimiento de separación definitiva, quizá la de la muerte (v.22-27); exhortación a la vigilancia y al trabajo apostólico desinteresado (v.28-3 5).
Pablo, aunque no había querido detenerse en Efeso (v.16), no quiso alejarse de aquellas regiones sin despedirse de la comunidad efesina. Para ello manda llamar a los presbíteros de aquella iglesia (v.17), que puntualmente acuden a la llamada (v.18).
Estos presbíteros (ðñåóâýôåñïé) son los mismos que luego, en el v.28, serán llamados obispos (åðßóêïðïé), y se trata, como ya explicamos al comentar 11:30, de simples sacerdotes, no de obispos en el sentido actual de la palabra. San Pablo les dice que han sido puestos en su cargo por el Espíritu Santo (v.28), con lo que da a entender que los apóstoles, al constituir superiores jerárquicos en las comunidades cristianas, obraban como mandatarios de Cristo y transmisores de la voluntad divina (cf. 15:28); les dice, además, que han sido puestos para apacentar la Iglesia de Dios, que él adquirió con su sangre (v.28). Este término apacentar (ðïéìáßíåéí) es el mismo que había empleado también el Señor (cf. Jua_21:16), e indica que la misión de estos presbíteros-obispos era, dentro de su campo: velar por los intereses espirituales de los fieles.
En cuanto a la expresión Iglesia de Dios, que él adquirió con su sangre, (..ðåñéåðïéÞóáôï äéá ôïõ áßìáôïò ôïõ éäßïõ), notemos que es una clara afirmación de la divinidad de Jesucristo, pues es únicamente Jesucristo, no el Padre ni el Espíritu Santo, quien ha derramado su sangre por los seres humanos (cf. Mat_26:28; Efe_1:7; 1Pe_1:19). La expresión tiene gran parecido con Tit_2:13-14 : del gran Dios y Salvador nuestro, Cristo Jesús, que se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y adquirirse un pueblo propio. 183
Los lobos rapaces que entrarán en el rebaño confiado a estos presbíteros-obispos (v.29; cf. Mat_7:15), y los seress humanos perversos que se levantarán de aquella misma comunidad (v.âï), parece ser una alusión profética a las sectas judaizantes y gnósticas que pulularán en aquellas regiones y de que son claro testimonio las cartas pastorales (cf. 1Ti_1:3-4; 1Ti_4:1-3; 1Ti_6:20-21; 2Ti_2:16-19; Tit_3:9) y otros escritos neotestamentarios (cf. 2Pe_2:17-19; Jud_1:4-19 Rev_2:12-25). También en las cartas a los Efesios y a los Colosenses denuncia Pablo tales gérmenes (cf. Efe_5:6-7; Col_2:8.16). Deben, pues, los presbíteros-obispos vigilar atentamente contra estos peligros, a imitación de Pablo, que día y noche, de manera totalmente desinteresada, no ha cesado de exhortarles (v.31-34). E insistiendo en lo del desinterés, añade una sentencia o logion de Jesucristo: Mejor es dar que recibir (v.35), que no encontramos en los Evangelios, y que quizá Pablo sacó de la catequesis apostólica común, que ciertamente no fue recogida íntegramente en los Evangelios escritos. Otras sentencias o máximas parecidas (agrafa), de mayor o menor autoridad histórica, se encuentran en las obras de los primeros escritores cristianos y en los papiros.
Pablo, al pronunciar este discurso, lo hace con el presentimiento de que no volverá a pasar por Efeso (v.25); y así lo entienden sus oyentes, siendo esto precisamente lo que más motivó el profundo llanto de éstos (v.37-38). El presentimiento, sin embargo, no se cumplió; pues Pablo, como sabemos por las epístolas pastorales, volvió a pasar por Efeso (cf. 1Ti_1:3; 2Ti_4:20). Aunque sus palabras sé que no veréis.. (v.25) parecen ser claramente una rotunda afirmación, no son, en ese contexto, sino una simple conjetura, fundada probablemente en el odio que cada vez más le iban mostrando los judíos (cf. v.3-19) y en las predicciones de cadenas y tribulaciones que repetidamente le hacía el Espíritu (v.23), como luego le seguirá haciendo en el resto del viaje hacia Jerusalén (cf. 21:10-11), y que parecían ser indicio de que no lograría escapar con vida. Eso, sin embargo, no le daba seguridad, pues poco antes ha dicho que va a Jerusalén encadenado por el Espíritu 184, sin saber lo que allí le sucederá (v.22). Además, caso de salir con vida, sabemos que tenía plan de marchar a la evangelización de España (cf. Rom_15:19-24). El que San Lucas recoja, sin explicaciones de ningún género, estos presentimientos del Apóstol, que luego, al menos en parte, resultaron fallidos, demuestra que escribía en fecha anterior a las mencionadas epístolas pastorales y antes que San Pablo volviese a Oriente después de su prisión romana.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



102 (f) Últimos viajes entre Asia y Gre(-)cia (20,1-16).
(i)
Hacia Grecia y de regreso a Tróade (20,1-6). 1. para Macedonia: La partida de Éfeso se produjo según lo previsto (19,21), no como consecuencia de la presión, hacia mediados del 57 d.C. (? Pablo, 79:43). Prosigue el relato con un sumario de viajes, resumido en los vv. 13-16 y 21,1-18, que se ve interrumpido por la inserción de la anécdota sobre Eutiquio (vv. 7-12) y el discurso de despedida en Mileto (vv. 17-38). El diario de viaje (? 10 supra) sumi(-)nistró, probablemente, los detalles fundamen(-)tales, que han sido altamente simplificados y expurgados de los reveses y conflictos que aparecen en 1 Cor 16,1-9; 2 Cor 2,12-13; 7,5-7. El carácter de testimonio ocular del material queda garantizado por la reaparición del na(-)rrador «nosotros» en el v. 5. 2. Grecia: Éste es el único pasaje del NT en el que aparece el nombre clásico Helias. Coloquialmente se apli(-)caba a la provincia de Acaya, especialmente a Corinto y sus alrededores, donde Pablo pasó los tres meses de invierno (57-58 d.C.) y escri(-)bió su Carta a los Romanos con la mente pues(-)ta en su inminente visita a Jerusalén (Rom 15,25; ? Pablo, 79:43-44). 4. La lista de los sie(-)te compañeros con sus respectivas proceden(-)cias nos indica que eran los que llevaban la co(-)lecta para Jerusalén (Rom 15,26-27; 2 Cor 8-9) y que se habían reunido en Corinto con sus re(-)caudaciones. La breve y tardía atención que Lucas presta a la colecta (24,17) nos explica por qué no mencionó en ningún momento su encargo. 6. El narrador «nosotros» se integra dentro del séquito de Pablo que se quedó en Filipo, es decir, en el lugar donde se nos dejó en 16,17. Acimos: cf. v. 16.

103 (ii) Resurrección de Eutiquio (20,7-12). Este milagro, que la tradición local habría elaborado a partir de un restablecimiento mi(-)lagroso (Roloff), relaciona a Pablo con una tradición en la que se incluía a Elías, Elíseo, Jesús y Pedro (9,36-43). Se encuentra, inade(-)cuadamente, en el marco del culto dominical prolongado hasta la noche que precede a la partida de Pablo para un viaje sin retorno (vv. 22-23.38). Puesto que tanto la pomposa parti(-)da como la fracción del pan están confinadas a los vv. 7 y 11, y representan claros intereses lucanos, pueden ser una adición suya a un re(-)lato más antiguo, mediante la que intentó adaptarlo, con poco éxito, al itinerario en mar(-)cha (así Conzelmann, Schneider, Weiser). 7. primer día de la semana: Según el cálculo ju(-)dío, se trata del domingo, «el día del Señor» (Ap 1,10; Did 14,1); la celebración eucarística por la tarde (no la víspera) refleja, probable(-)mente, una costumbre de la época de Lucas (W. Rordorf, ZNW 68 [1977] 138-41). Compá(-)rese Lc 24,29-30 con 24,1. para la fracción del pan: cf. comentario sobre 2,42. Puesto que es(-)te gesto estaba unido a la explicación que Je(-)sús dio sobre su destino que también compar(-)tirían sus seguidores (Lc 9,12-27; 22,19-38;24, 25-35), tenemos la impresión de que con es(-)ta acción, realizada en este punto crucial de la trayectoria de Pablo, se pretendía fomentar la asimilación de los dos personajes (cf. 19,21). 10. se echó sobre él: cf. 1 Re 17,21 (Élías); 2 Re 4,34-35 (Elíseo); Lc 8,52 (la confianza). 12. Es(-)ta conclusión debería seguir, lógicamente, al v. 10; el v. 11 es una intrusión redaccional.

104(iii) De Tróade a Mileto (20,13-16). El itinerario se dirige ahora hacia el sur, a lo lar(-)go de la costa occidental de Asia Menor y las islas costeras (Lesbos, Quío, Samos). Es histó(-)ricamente probable que se desplazara una reu(-)nión que debía tener en Éfeso a Mileto (v. 16), pero, de nuevo, evita Lucas comentar los pro(-)blemas reales que pusieron a la gran ciudad fuera del alcance de Pablo (cf. comentario so(-)bre 19,23). La fecha tope de «pentecostés» no aparece posteriormente.

105(g) Pablo se despide de sus misiones (20,17-38). En claro constraste con los otros discursos de Hechos, el que Pablo pronuncia en Mileto pertenece a un nuevo género litera(-)rio, concretamente, al de los discursos de des(-)pedida (Michel, Abschiedsrede [? 108 infra] 68-72; Prast, Presbyter [? 108 infra] 36-38), que tiene abundantes analogías en toda la Biblia y la literatura intertestamentaria (NT: Jn 13-17; Mt 28,16-20; Lc 24,44-52). Este «testamento», destinado a todas las Iglesias que dejaba tras de sí (v. 25), es el único discurso dirigido a los cris(-)tianos que Lucas pone en boca de Pablo. Anun(-)cia tanto el fin de su actividad misionera como el inicio de sus procesos y encarcelamientos (w. 22-24), sirviéndonos así como «bisagra» en(-)tre los dos segmentos, la misión y la pasión, con los que la trayectoria de Pablo corre para(-)lela a la del Señor (Prast, Presbyter [? 108 infra] 21). La voz que oímos es la de Lucas (Dibelius, Studies 158), pero algunos elementos de una tradición paulina extensamente atestiguada (vv. 24.28.34) tienen el aspecto de ser auténti(-)cos (J. Lambrecht, en Les Actes [ed. J. Kremer] 319-23). Lucas utiliza esta cesura biográfica pa(-)ra marcar el final de la primera generación de la Iglesia, la de los testigos fundadores, y docu(-)mentar la transición ordenada desde su minis(-)terio a la vida posterior de la Iglesia (Michel, Abschiedsrede [? 108 infra] 76).

106No resulta clara la articulación del texto (J. Dupont, Discours [? 108 infra] 21-22), pero la repetición de kai (ta) nyn, «y ahora», nos sugiere la siguiente estructura: una mirada hacia atrás (vv. 18b-21); una mirada hacia de(-)lante (vv. 22-24); un testamento (vv. 25-31); re(-)comendación final (vv. 32-35). 17. presbíteros: cf. comentario sobre 14,23. Este gobierno cole(-)gial está casualmente relacionado con la fun(-)ción de episkopos, «vigilante», en el v. 28. 19. he servido al Señor: El Kyrios, a lo largo de todo el discurso, es Jesús, y el vb. «he servido» (douleuón) evoca la presentación que hacía Pablo de sí mismo como doulos de Cristo (Rom 1,1; Gál 1,10; Flp 1,1). las asechanzas de los judíos: La completa y total publicidad (demosia) de la pre(-)dicación de Pablo descalifica, por adelantado, todas las doctrinas heréticas y secretas que pos(-)teriormente se presentaban en su nombre (cf. v. 30). Esta afirmación se dirige, claramente, con(-)tra los movimientos del tiempo de Lucas. 22-24. Ampliando el contenido de 19,21 nos en(-)contramos con el anuncio de la pasión que Pablo está destinado a sufrir en Jerusalén. 22. encadenado por el Espíritu: El dativo es instru(-)mental, que es el caso que habitualmente rige el vb. deó, «atar». El lector de Lucas recuerda el viaje «obligatorio» que tuvo que hacer el Hijo del hombre antes de llegar a escuchar el similar discurso final que Jesús hizo antes de su muer(-)te (Lc 22,22-38). Los testimonios concretos del Espíritu relativos al destino de Pablo en Jeru(-)salén aparecen en las profecías de 21,4.10-11. 24. que termine mi carrera: En este contexto se trata de un circunloquio que alude a su muerte (cf. v. 25; 21,13; Radl, Paulus 147-48). El cami(-)no de sufrimiento completa el «servicio» (cf. Lc 22,27) de la predicación del Evangelio.

10725. y ahora: Esta nueva sección está escrita en el estilo de los LXX, que resulta ade(-)cuado para describir una era «clásica» que lle(-)ga a su fin. el reino: En cuanto contenido del mensaje se trata de un continuum fundamental entre Jesús y la Iglesia postapostólica (cf. co(-)mentario a 1,3). 26. soy inocente: La fórmula de autoexculpación pertenece al género de los dis(-)cursos de despedida (Michel, Abschiedsrede [? 108 infra] 51-52), y subraya la responsabili(-)dad de los destinatarios con respecto a su adhe(-)sión al «plan» salvífico de Dios (v. 27). 28. cui(-)dad: Esta fervorosa exhortación (5,35; Lc 12,1; 17,3; 21,34) constituye el clímax del discurso, en el que los vv. 28-31 desarrollan un argumen(-)to propio mediante la metáfora del «rebaño» (1 Pe 5,1-3; Mc 6,34). vigilantes: Éste es el único lu(-)gar donde Lucas utiliza el término episkopoi, combinando esta categoría instituida en algu(-)nas Iglesias paulinas (Flp 1,1; 1 Tim 3,1-6) con la de los «presbíteros», que era mucho más co(-)nocida en el Asia de la época de Lucas (cf. Tito 1,5-9; J. A. Fitzmyer, en StLA 247-48). Esta pro(-)visión de «oficios eclesiásticos» no se identifica todavía con la institución de la sucesión apos(-)tólica de la Iglesia católica (Prast, Presbyter [? 108 infra] 199-211). la Iglesia de Dios: Esta lectura (ms. B) es preferible a la «del Señor» (mss. A, D), aunque nos veamos forzados a tra(-)ducir la última frase del versículo como «la san(-)gre de su propio» (Hijo; cf. Rom 8,32). La in(-)serción mecánica de frases paulinas que se consideraban ya sagradas puede explicar el pro(-)blema de la extraña aparición de la teología de la expiación en el documento lucano (J. Lam(-)brecht, en Les Actes [ed. J. Kremer] 322; cf. co(-)mentario sobre 2,23; 8,32-33). 29-30. Con pre(-)visión pneumática, Pablo predice la herejía que aparecerá en el período posterior a su partida (¿muerte?) con la imagen de los «lobos», que el cristianismo primitivo aplicó a los herejes (Con(-)zelmann, Pag. 129), que surgían tanto fuera co(-)mo dentro de las Iglesias paulinas. Los felices días de armonía bajo el único evangelio (2,44;4,32) acabarán al partir él. 31. estad alerta: Ante la perspectiva de las herejías, Pablo ofrece el an(-)tídoto de un oficio eclesiástico de vigilancia, fundado en la tradición de su propio ministerio.

10832. os encomiendo: Notemos que la Iglesia es confiada a la Palabra, no al revés, re(-)chazando así una interpretación de catolicismo primitivo. El ministerio está al servicio de la Pa(-)labra y no es su propietaria (Weiser, Apg. 583-85). 33-34. Cf. 18,3; 1 Tes 2,9; 1 Cor 4,12; 9,3-18. 35. palabras del Señor: Probablemente, atribu(-)ción de un proverbio popular a Jesús (Prast, Presbyter 155-56). El ideal del desprendimiento es, ciertamente, un motivo típicamente lucano. 36-38. Todos estos elementos pertenecen al gé(-)nero de las escenas de despedida. El hecho de que ya no volverían a ver a Pablo confirma que su discurso ha sido su último testamento.
(Barrett, C. K., «Pauls Address to the Ephesian Elders», God's Christ and His People [Fest. N. A. Dahl, ed. J. Jervell y W. A. Meeks, Oslo 1977] 107-21. Domer, Heil 188-202. Dupont, J., Lc discours de Milet [París 1962]. Lambrecht, J., en Les Actes [ed. J. Kremer] 307-37. Michel, H., Die Abschiedsrede des Paulus an die Kirche [Múnich 1973]. Prast, F., Presbyter und Evangelium in nachapostolischer Zeit [Stuttgart 1979], Radl, W., Paulus 127-68.)

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XX.

1 Paul goeth to Macedonia. 7 He celebrateth the Lords Supper, and preacheth. 9 Eutychus hauing fallen downe dead, 10 is raised to life. 17 At Miletum he calleth the Elders together, telleth them what shall befall to himselfe, 28 committeth Gods flocke to them, 29 warneth them of false teachers, 32 commendeth them to God, 36 prayeth with them, and goeth his way.
1 And after the vprore was ceased, Paul called vnto him the disciples, and imbraced them, & departed, for to go into Macedonia.
2 And when he had gone ouer those parts, and had giuen them much exhortation, he came into Greece,
3 And there abode three moneths: and when the Iewes layed waite for him, as hee was about to saile into Syria, hee purposed to returne thorow Macedonia.
4 And there accompanied him into Asia, Sopater of Berea: and of the Thessalonians, Aristarchus, and Secundus, and Gaius of Derbe, and Timotheus: and of Asia Tychicus and Trophimus.
5 These going before, taried for vs at Troas:
6 And wee sailed away from Philippi, after the dayes of vnleauened bread, and came vnto them to Troas in fiue dayes, where we abode seuen daies.
7 And vpon the first day of the weeke, when the disciples came together [ Act_2:46.] to breake bread, Paul preached vnto them, ready to depart on the morrow,

[Eutychus raised.]

and continued his speach vntill midnight.
8 And there were many lights in the vpper chamber where they were gathered together.
9 And there sate in a window a certaine yong man named Eutychus, being fallen into a deepe sleepe, and as Paul was long preaching, hee sunke downe with sleepe, and fel downe from the third loft, and was taken vp dead.
10 And Paul went downe, and fell on him, and embracing him, saide, Trouble not your selues, for his life is in him.
11 When hee therefore was come vp againe, & had broken bread, and eaten, and talked a long while, euen till breake of day, so he departed.
12 And they brought the yong man aliue, and were not a little comforted.
13 And wee went before to ship, and sailed vnto Assos, there intending to take in Paul: for so had hee appointed, minding himselfe to goe afoote.
14 And when he met with vs at Assos, wee tooke him in, and came to Mitylene.
15 And wee sailed thence, and came the next day ouer against Chios, and the next day we arriued at Samos, and taried at Trogyllium: and the next day we came to Miletus.
16 For Paul had determined to saile by Ephesus, because he would not spend the time in Asia: for he hasted, if it were possible for him, to be at Hierusalem the day of Pentecost.
17 And from Miletus hee sent to Ephesus, and called the Elders of the Church.
18 And when they were come to him, he said vnto them, Ye know from the first day that I came into Asia, after what maner I haue bene with you at all seasons,
19 Seruing the Lord with all humilitie of minde, and with many teares, and temptations, which befell me by the lying in wait of the Iewes:
20 And how I kept backe nothing that was profitable vnto you, but haue shewed you, and haue taught you publikely, and from house to house,
21 Testifying both to the Iewes and also to the Greekes, repentance toward God, and faith toward our Lord Iesus Christ.
22 And now behold, I goe bound

[Pauls integritie.]

in the spirit vnto Hierusalem, not knowing the things that shal befall me there:
23 Saue that the holy Ghost witnesseth in euery city, saying that bonds and afflictions [ Or, waite for me.] abide me.
24 But none of these things mooue me, neither count I my life deare vnto my self, so that I might finish my course with ioy, & the ministery which I haue receiued of the Lord Iesus, to testifie the Gospel of the grace of God.
25 And now behold, I know that ye all, among whom I haue gone preaching the kingdom of God, shall see my face no more.
26 Wherefore I take you to record this day, that I am pure from the blood of all men.
27 For I haue not shunned to declare vnto you all the counsell of God.
28 Take heed therefore vnto your selues, & to all the flocke, ouer the which the holy Ghost hath made you ouerseers, to feed the Church of God, which he hath purchased with his own blood.
29 For I know this, that after my departing shall grieuous wolues enter in among you, not sparing the flocke.
30 Also of your owne selues shal men arise, speaking peruerse things, to draw away disciples after them.
31 Therefore watch, and remember that by the space of three yeeres, I ceased not to warne euery one night and day with teares.
32 And now brethren, I commend you to God, and to the word of his grace, which is able to build you vp, and to giue you an inheritance among all them which are sanctified.
33 I haue coueted no mans siluer, or golde, or apparell.
34 Yea, you your selues know, [ 1Co_4:12 ; 1Th_2:9 ; 2Th_3:8 .] that these handes haue ministred vnto my necessities, and to them that were with me.
35 I haue shewed you all things, how that so labouring, yee ought to support the weake, and to remember the words of the Lord Iesus, how he said, It is more blessed to giue, then to receiue.
36 And when he had thus spoken, he kneeled downe, & prayed with them all.
37 And they all wept sore, and fell on Pauls necke, and kissed him,
38 Sorrowing most of all for the words which he spake, that they should see his face no more. And they accompanied him vnto the ship.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Despedida de los efesios. Al llegar a Mileto, lugar muy cercano a Éfeso, Pablo convoca a los presbíteros -responsables- de las comunidades cristianas de Éfeso y zonas limítrofes. Una vez reunidos les dirige un discurso. Se trata del único discurso de todo el libro de los Hechos dirigido exclusivamente a cristianos y en concreto a los líderes de las comunidades. Todos los demás, van dirigidos a personas o grupos fuera de la comunidad cristiana.
Aunque Pablo no está en trance de muerte, se despide definitivamente de una comunidad querida a la que ha dedicado más de dos años de su actividad. Por eso su discurso es «testamentario» y sigue las líneas de este «género literario», tan común en la Biblia, como el testamento de Moisés (cfr. Deu_33:3s), o el de Jesús (cfr. Luc_22:25-30; Jn 13-16). Ordinariamente estos testamentos eran redactados por los discípulos, quienes aprovechaban la ocasión de la despedida del maestro, para hacer una síntesis de su vida y su trabajo con la mirada puesta en el futuro. Así pues, sobre la base histórica de las palabras de despedida de Pablo, Lucas construye este discurso en que nos da la interpretación de la persona y misión del Apóstol, tal y como se mantenían vivas en las comunidades cristianas fundadas por él. Resume su trayectoria misionera y mira hacia el futuro. Este «futuro» -Lucas narra el emotivo adiós de Pablo muchos años después de su muerte- era ya una realidad en las numerosas comunidades cristianas extendidas por todo el imperio romano. Es, pues, a los dirigentes de estas comunidades a los que el narrador se dirige a través de las palabras de Pablo.
En la primera parte del discurso (18-21), el Apóstol hace una evaluación de su misión en Asia. Es una misión recibida de Jesús, el Señor, y guiada por el Espíritu que consiste en servir, anunciar, enseñar, testimoniar en medio de pruebas y tribulaciones a judíos y griegos, tanto en público como en casas particulares.
En la segunda parte (22-24), Lucas pone en boca de Pablo la realidad fundamental que recorre todo el libro de los Hechos: el Espíritu Santo es el verdadero protagonista de la misión. El Apóstol, a la hora del adiós, se ve a sí mismo como prisionero del Espíritu, quien le llevará de ciudad en ciudad, a través de cadenas y persecuciones, hacia Jerusalén para completar la tarea encomendada dando su vida por el Evangelio, como Jesús el Señor. Para el narrador, la palabra «Jerusalén» esta llena de simbolismo. Más que la destinación del viaje físico que Pablo está a punto de emprender, significa, más bien, el destino de otro viaje de sufrimiento y muerte que llevará al Apóstol a identificarse total y definitivamente con su Señor. Aunque Pablo no murió en la ciudad santa sino en Roma -Lucas no lo menciona-, será la capital del imperio la «simbólica Jerusalén» de Pablo. (cfr. Luc_9:51).
En la tercera parte (25-31), el Apóstol se dirige a los dirigentes de las comunidades. Traspasa a ellos la responsabilidad de predicar el Evangelio y de cuidar del rebaño que el Espíritu les encomendó, tal y como él mismo, Pablo, lo ha venido haciendo por tres años, amonestándoles con lágrimas día y noche. Una vez hecho el «traspaso de la responsabilidad apostólica», les previene de los peligros que acechan a la comunidad con la metáfora de lobos rapaces que no respetarán al rebaño.
En la cuarta parte (32-35), Pablo encomienda los responsables de las comunidades a la «Palabra de Dios». La Palabra aparece aquí personificada, como la única fuerza y dinamismo que puede construir la Iglesia de Dios. Concluye con una advertencia a los responsables contra la ambición del dinero y olvido de los pobres. El desinterés fue siempre la señal por excelencia de la autenticidad de todo ministerio apostólico (cfr. Gál_4:17; 2Co_11:8s; 2Ti_3:2.6-8; 2Pe_2:3). Pablo se pone como ejemplo al haber trabajado con sus manos para su sustento y para socorrer a los pobres.
Al final, la emoción embarga a todos. Entre rezos, lágrimas y abrazos Pablo fue acompañado al barco. Ya no volverían a verle más. Su discurso de despedida, sin embargo, conserva la actualidad y frescura de un testamento que sigue cuestionando a nuestros líderes y comunidades cristianas de hoy.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Despedida de Pablo en Mileto: el fin de una era

Este es el único registro que tenemos en Hech. de un discurso de Pablo a gente que ya era cristiana. Pero no es algo habitual por ser un discurso de despedida en una forma más o menos estereotipada, completa en cuanto a las esperables, aunque innecesarias, afirmaciones de autodefensa. (Para un paralelo ver 1 Sam. 12:2-5; ¡no es probable que se le hubiera acusado de robar un asno!) Sobre los discursos en general, ver sobre 2:14.

13-17 Las etapas del viaje de Troas a Mileto son recalcadas con el uso de la primera persona plural (ver la Introducción y el comentario sobre 16:10), incluyendo información típicamente detallada sobre rutas y detenciones. Hay una aparente contradicción entre la decisión de Pablo de pasar de largo a Efeso porque se apresuraba a seguir y haber tomado tiempo para hacer llamar a los ancianos de la iglesia de Efeso a Mileto. Probablemente esto tenía que ver, sea con las escalas programadas, sea con un deseo de evitar algún problema previsto en Efeso o en Asia que pudiera haberle hecho retardar más tiempo.

18-21 El discurso se extiende para ser un resumen de los casi tres años que Pablo había pasado en Efeso. El nunca había rehuido el anunciaros nada que os fuese útil y lo había hecho públicamente y de casa en casa, tanto a judíos como a griegos.

22-27 La decisión de ir a Jerusalén (19-21) no era simplemente del mismo Pablo o que el Espíritu Santo la hubiera confirmado de alguna manera, porque con los ancianos empleó un lenguaje fuerte: Obligado por el Espíritu (DHH, a diferencia de con el espíritu encadenado de la RVA y otras versiones) yo voy a Jerusalén, aunque el mismo Espíritu le había advertido que le esperaban prisiones y tribulaciones, quizá por medio de los profetas en una ciudad tras otra (ver 21:4, 11). Había cierta ambigüedad en estas advertencias, porque, aunque Pablo dijo que sabía que ninguno de sus oyentes volvería a verlo, también dijo que iba a Jerusalén sin saber lo que le ocurriría allí. La guía divina no era clara como el cristal ni siquiera para el apóstol Pablo. Sea lo que fuere que le aguardaba, eso no incluía más trabajos en esta parte del mundo (Rom. 15:23, 31, 32). Esta sección del discurso se cierra con algo más del lenguaje defensivo del discurso de despedida: soy limpio de la sangre de todos.

28-31 Dejando su propia historia y futuro, Pablo pasó a discutir el papel de los líderes de la iglesia, aunque continuó usando su propia conducta como ejemplo. Primero, se refirió al tema de los falsos maes tros. Si la iglesia era un rebaño y los líderes eran sus obispos (DHH pastores) entonces los falsos maestros serían como lobos rapaces. Pablo advirtió que estos falsos maestros entrarían a la igle sia, pero también que algunos surgirían de entre vosotros mismos. Aunque Pablo dijo que sabía que eso había de ocurrir después de su partida, también había ocurrido durante su vida y quizá incluso en Efeso. Así por tres años (contando un tercer año parcial) les había advertido con lágrimas.

La palabra que se traduce a veces como obispos probablemente no deba ser tomada como si ya fuera un término técnico, dado que en otras partes estas personas son llamadas ancianos. En el tiempo en que fue dado este discurso, probablemente los términos eran intercambiables.

32-35 El Señor había dejado en claro que a sus testigos se les permitiría recibir un ingreso (Luc. 10:7; ver también 1 Cor. 9:4-14). Sin embargo, generalmente Pablo no se permitía el uso de ese derecho, ya que no quería ser una carga para las iglesias. Junto con las típicas protestas de inocencia de un discurso de despedida (no he codiciado ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie) se ve la clara implicación de que le agradaría que los ancianos de Efeso hicieran otro tanto en cuanto al sostén financiero, quizá porque otros miembros de la iglesia no estaban en buenas condiciones: trabajando así es necesario apoyar a los débiles.

Estas palabras del Señor Jesús no están registradas específicamente en los Evangelios, pero como señala uno de sus autores, todos los libros del mundo no podrían contener los relatos de todo cuanto Jesús hizo y dijo (Juan 21:25). Por supuesto, eso no significa que haya algo malo en recibir ofrendas y aun muestras de caridad, ya que si las ofrendas son una bendición, como ciertamente lo pueden ser, el acto de ofrendar es una bendición en sí mismo.

36-38 El relato de la visita de los ancianos se cierra con una escena muy emotiva, pues la oración en conjunto fue seguida por lágrimas, abrazos y be sos. Aun la perspectiva de una eternidad compartida no impide, sin duda, que las despedidas en la tierra sean algo difíciles.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La exhortación a los presbíteros de Éfeso es el tercer gran discurso del Apóstol en el libro de los Hechos, junto a los que dirige a judíos y paganos en Antioquía de Pisidia (13,16ss.) y Atenas (17,22ss.), respectivamente. Constituye una despedida emocionada en la que Pablo parece decir adiós a todas las iglesias que ha fundado.

El discurso se divide en dos partes. La primera (vv. 18-27) contiene el breve resumen que Pablo hace de su abnegada vida en Éfeso al frente de la iglesia que había establecido, así como los difíciles acontecimientos que barrunta para el tiempo inmediato. Dos secciones paralelas (vv. 18-21 y 26-27) encuadran un pasaje central (vv. 22-25). En la segunda parte, el Apóstol habla encendidamente sobre la misión y tarea de los presbíteros. Dos series de recomendaciones (vv. 28-31 y 33-35) se agrupan también en torno a un versículo eje (v. 32). Las recomendaciones que hace aquí son muy semejantes a las que encontramos en las cartas pastorales a Timoteo y Tito.

Todo el discurso del Apóstol pone de manifiesto que su ministerio ha ido siempre acompañado de la abnegación y puede, por eso, servirles de ejemplo: «Es necesario que quienes gobiernan la comunidad ejerciten dignamente las actividades de dirección (...). Existe el peligro de que algunos que se ocupan de otros y les dirigen hacia la vida eterna puedan destruirse a sí mismos sin notarlo. Es necesario que quienes supervisan trabajen más que el resto, sean más humildes que quienes están bajo ellos, les ofrezcan su propia vida como un ejemplo de servicio, y consideren a los súbditos como un depósito que Dios les ha confiado» (S. Gregorio de Nisa, De instit. christ.).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



5. El relato prosigue (vs. 5-15) en primera persona del plural. Ver notas 16. 10; 21. 1.

6. Ver 2Co_2:12.

7. "El primer día de la semana": ver nota Mat_28:1. La asamblea dominical comenzaba al atardecer del día anterior, según la costumbre judía. "Partir el pan": ver nota 2. 42.

17. En el v. 28, estos mismos "presbíteros" son llamados "guardianes" o "inspectores", en griego "epíscopos", de donde deriva la palabra "obispo". De hecho, en el Nuevo Testamento los términos "presbítero" y "obispo" son intercambiables, y no hay que ver en ellos la diferencia que llegaron a tener más tarde, cuando la palabra "obispo" se empleó para designar al responsable de una iglesia local. Ver notas 11. 30; 14. 23.

35. Esta expresión de Jesús, aunque no está registrada en ningún Evangelio, había sido transmitida oralmente.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_13:5+

NOTAS

20:21 Resumen de la predicación paulina, que ha de compararse con Hch_17:30-31; Hch_26:20; 1Ts_1:9-10; 1Co_8:4-6. Fe y conversión deben ir juntas, ver Mar_1:15.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_13:5+

NOTAS

20:21 Resumen de la predicación paulina, que ha de compararse con Hch_17:30-31; Hch_26:20; 1Ts_1:9-10; 1Co_8:4-6. Fe y conversión deben ir juntas, ver Mar_1:15.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*20:17-38 El discurso pertenece al género de los testamentos y consta de dos partes: Pablo recuerda ante todo (Hch 20:18-27) su obra pasada y presente, dejando claro que ha realizado plenamente su misión; él es, pues, inocente de los males que puedan sobrevenir a la comunidad por no haber cumplido su obligación. Luego (Hch 20:28-35) exhorta a los responsables a seguir la misma línea, cuidando con todo interés del rebaño que Dios les ha encomendado, pues sobrevendrán herejes, incluso de entre los mismos responsables.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 20.7 El primer día de la semana: recordado por ser el de la resurrección de Jesús (Lc 24.1).

[2] 20.7 Partir el pan: Véase 2.43 n.

[3] 20.10 Cf. 1 R 17.17-22; 2 R 4.32-35.

[4] 20.28 Pastores: esto es, dirigentes o supervisores; la palabra griega (episkopos ) dio origen a nuestra palabra obispo. Para referirse a estas mismas personas se usa el término ancianos (gr. presbyteroi ) en el v. 17. Cf. también Flp 1.1, y véase Tit 1.6-7 n.

[5] 20.28 Con su propia sangre: otra posible traducción: Con la sangre de su propio (Hijo).

[6] 20.34 Hch 18.3.

[7] 20.35 Ef 4.28.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Este discurso se divide en dos partes principales. Primera parte, referente a Pablo: recuerdos y temores (Hch_20:18-24). Transición (Hch_20:25-27). Segunda parte, referente a los obispos: exhortación a la vigilancia y desinterés (Hch_20:28-36).

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Hch 3:16; Hch 3:19; Hch 10:43.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Hch 24:24; Hch 26:18; Efe 1:15

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

εἰς WH Treg NA28 ] + τὸν RP
  • πίστιν WH Treg NA28 ] + τὴν RP
  • Ἰησοῦν WH NA28 RP ] + χριστόν Treg

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

JESÚS... No existe ninguna buena razón por la cual, de haber estado presente originalmente, Cristo hubiera sido omitido, mientras que las expansiones del Señor ocurren frecuentemente.