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Entonces el tribuno se acercó, le prendió y mandó que le atasen con dos cadenas; y empezó a preguntar quién era y qué había hecho. (Hechos 21, 33) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



De Mileto a Jerusalén, 21:1-16.
1 Así que, separándonos de ellos, nos embarcamos, fuimos derechos a Cos, y al siguiente día a Rodas, y de allí a Petara, 2 donde, habiendo hallado una nave que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y nos dimos a la mar. 3 Luego dimos vista a Chipre, que dejamos a la izquierda, navegamos hasta Siria y desembarcamos en Tiro, porque allí había de dejar su carga la nave. 4 En Tiro encontramos discípulos, con los cuales permanecimos siete días. Ellos, movidos del Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén. 5 Pasados aquellos días, salimos, e iban acompañándonos todos con su mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad. Allí, puestos de rodillas en la playa, oramos, 6 nos despedimos y subimos a la nave, volviéndose ellos a su casa. 7 Nosotros, yendo de Tiro a Tolemaida, acabamos nuestra navegación, y saludados los hermanos, nos quedamos un día con ellos. 8 Al día siguiente salimos; llegamos a Cesárea, y entrando en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, nos quedamos con él. 9 Tenía éste cuatro hijas vírgenes que profetizaban. 10 Habiéndonos quedado allí varios días, bajó de Judea un profeta llamado Agabo, 11 el cual, llegándose a nosotros, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos con él, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón cuyo es este cinto, y le entregarán en poder de los gentiles. 12 Cuando oímos esto, tanto nosotros como los del lugar le instamos a que no subiese a Jerusalén. 13 Pablo entonces respondió: ¿Qué hacéis con llorar y quebrantar mi corazón? Pues pronto estoy, no sólo a ser atado, sino a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. 14 No pudiendo disuadirle, guardamos silencio, diciendo: Hágase la voluntad del Señor. 15 Después de estos días, hechos los preparativos necesarios, subimos a Jerusalén. 16 Iban con nosotros algunos discípulos de Cesárea, que nos condujeron a casa de un tal Mnasón, chipriota, antiguo discípulo, en la cual nos hospedamos.

Al dejar Mileto y volver de nuevo a coger la nave, parece que el grupo que acompañaba a Pablo (cf. 20:4) se restringió bastante; al menos eso insinúa el hecho de que no vuelvan a ser mencionados sino Trófimo (21:19) y Aristarco (27:2), además de Lucas implícitamente, en cuanto que la narración continúa en primera persona de plural. Hay quienes creen que Timoteo partió de Mileto para Efeso, donde lo encontramos más tarde (cf. 1Ti_1:3); sin embargo, téngase en cuenta que Timoteo ciertamente estuvo con Pablo en Roma (cf. Gol 1:1; Flp_1:1; Flm i), y lo mismo hay que decir de Tíquico (Efe_6:21; Col_4:7).
La descripción de la ruta seguida por Pablo sigue siendo muy detallada. De Mileto navegan rumbo a la isla de Cos, célebre por su templo de Esculapio y la aneja escuela de medicina; al día siguiente llegan a Rodas, otra hermosa isla más al sur, célebre por su Coloso, una de las siete maravillas del mundo; de allí a Pátara 185, ciudad de Licia, en la costa asiática, frente a Rodas (v.1). En Pátara dejan la navegación de cabotaje y embarcan en una nave que salía para Fenicia (v.2), con rumbo a Tiro, donde la nave había de dejar su carga (v.3).
Es en Tiro donde se van a detener siete días (v.4), debido seguramente a exigencias del servicio de la nave, tiempo que Pablo aprovecha para ponerse en contacto con aquella iglesia. Había sido fundada por los helenistas dispersos con ocasión de la muerte de Esteban (cf. 11:19), y probablemente había sido ya visitada por Pablo en otras ocasiones (cf. 15:3). Algunos de los fieles movidos del Espíritu (v.4), es decir, iluminados por el Espíritu Santo sobre los sufrimientos y las privaciones que esperaban a Pablo en Jerusalén, y de alli es que intentan disuadirlo de ese viaje, llevados sin duda de su afecto que sentían hacia él. Pablo no les hace caso y, después de una despedida afectiva, vuelve a subir a la nave, navegando hasta Tolerada (v.7), la actual Acre, en la bahía situada al pie del monte Carmelo. En Tolemaida se detienen solamente un día, dejando ya la nave que los había traído desde Pátara (v.7), saliendo a continuación para Cesárea (v.8). No está claro si este viaje hasta Cesárea lo hicieron ya por tierra o continuaron todavía por mar en otra nave. Los preparativos, de que se habla en el v. 15, parecen suponer que fue en Cesárea cuando acabó el viaje por mar.
La estancia en Cesárea duró varios días (v.10), hospedándose Pablo y los suyos en casa de Felipe, el evangelista (v.8). De este Felipe, que era uno de los siete, se ha hablado ya anteriormente (cf. 6:5; 8:5-40). No es fácil precisar qué incluye ese término evangelista con que lo designa San Lucas; probablemente se trata del carisma de evangelista, de que Pablo habla en sus cartas (cf. Efe_4:11; 2Ti_4:5). La misión de estos evangelistas debía de ser la de propagadores ambulantes de la buena nueva o evangelio, ocupando junto con los apóstoles el puesto de vanguardia de la predicación cristiana 186. Vemos que Felipe estaba casado y tenía cuatro hijas vírgenes que profetizaban (v.9); es de los pocos casos (cf. Luc_1:41-55Luc_2:36en que el Nuevo Testamento habla del carisma de profecía concedido a mujeres. Parece que Lucas, al hacer notar que eran vírgenes, relaciona estrechamente este carisma con su virginidad, que habrían escogido con deliberado propósito como estado permanente, para vivir más íntegramente consagradas al Señor (cf. 1Co_7:34-35
En cuanto a la profecía simbólica de Agabo, atándose los pies y las manos con el cinto de Pablo (v.11), su anuncio concordaba en sustancia con el de los carismáticos de Tiro (cf. v.4) y con lo que el mismo Pablo había dicho ya en su discurso de Mileto (cf. 20:23). Esta clase de profecías, acompañando las palabras con gestos y acciones simbólicas, habían sido muy frecuentes en los antiguos profetas judíos (cf. 1Sa_15:27-28; Isa_20:2-4; Jer_13:1-11; Eze_4:1-17). Parece que este Agabo es el mismo de quien ya se habló en 11:28; si San Lucas lo presenta de manera indeterminada (ôéä..ðñïöÞôçò ïíüìáôé áãáâïò) debe ser debido a que toma esta narración de alguna parte, quizá de su mismo Diario de viaje, en que se hablaba de Agabo por primera vez, y San Lucas olvidó que ya había hablado de él. La contestación de Pablo a los que, después de la profecía de Agabo, intentaban disuadirle de su viaje a Jerusalén, es digna de quien, como él, está entregado totalmente a Jesucristo, pero que tiene también un corazón sensible; por eso, al mismo tiempo que se declara dispuesto no sólo a ser atado, sino a morir por el nombre de Jesús, les ruega que no lloren ni le supliquen que deje el viaje, pues con ello no hacen más que quebrantar su corazón (v.13).
Desde Cesárea, Pablo y los suyos van a comenzar la última etapa del viaje, que les llevará hasta Jerusalén. La distancia era de 102 kilómetros, y podía hacerse perfectamente en dos jornadas. Los preparativos de que se habla (v.1s) implicaban el hallar acémilas para los del grupo y las ofrendas, que probablemente eran voluminosas, pues no serían sólo en dinero, sino también en objetos de diversa índole. Quizá a eso sea debido también, por razones de mayor seguridad, el que vayan con ellos algunos discípulos de Cesárea, quienes, además, se preocupan de buscarles alojamiento en casa de Mnasón 187, un antiguo discípulo, originario de Chipre (cf. 4:36; 11:20), cuyas ideas de judío-cristiano helenista eran sin duda más abiertas que las de los judío-Cristian os palestinenses, quienes difícilmente hubieran admitido en su casa cristianos no circuncidados (cf. 11:2-3), como ciertamente lo eran algunos del grupo de Pablo (cf. 21:19).




El Prisionero de Cristo, 21:17-28:31.

Pablo en Jerusalén, 21:17-26.
17 Llegados a Jerusalén, fuimos recibidos por los hermanos con alegría. 18 Al día siguiente, Pablo, acompañado de nosotros, visitó a Santiago, reuniéndose allí todos los presbíteros. 19 Después de saludarlos, contó una por una las cosas que Dios había obrado entre los gentiles por su mano. 20 Ellos, oyéndole, glorificaban a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de creyentes hay entre los judíos, y que todos son celadores de la Ley. 21 Pero han oído de ti que enseñas a los judíos de la dispersión que hay que renunciar a Moisés y les dices que no circunciden a sus hijos ni sigan costumbres mosaicas. 22 ¿Qué hacer, pues? Seguro que sabrán que has llegado. 23 Haz lo que vamos a decirte: Tenemos cuatro varones que han hecho voto; 24 tómalos, purifícate con ellos y págales los gastos para que se rasuren la cabeza, y así todos conocerán que no hay nada de cuanto oyeron sobre ti, sino que sigues en la observancia de la Ley. 25 Cuanto a los gentiles que han creído, ya les hemos escrito nuestra sentencia de que se abstengan de las carnes sacrificadas a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la fornicación. 26 Entonces Pablo, tomando consigo a los varones, purificado con ellos al día siguiente, entró en el templo, anunciando el cumplimiento de los días de la consagración, en espera de que fuese presentada la ofrenda por cada uno de ellos.

Es ésta la quinta vez, después de su conversión, que Pablo visita Jerusalén (cf. 9:26; 11:30; 15:4; 18:22). Pronto, aquí en Jerusalén, va a comenzar su largo cautiverio, de algo más de cuatro años, que le obligará a interrumpir esa prodigiosa actividad que ha venido desarrollando desde que, junto con Bernabé, comenzó su primer gran viaje misional, partiendo de Antioquía para Chipre (cf. 13:3-4).
El primer encuentro de Pablo con los cristianos de Jerusalén fue cordial y plenamente amistoso (v.17). Era, sin embargo, un recibimiento privado, en el que no faltaría un buen grupo de cristianos helenistas, como Mnasón, que, enterados de la llegada de los misioneros, acudieron presurosos a saludarles, alegrándose con ellos de los grandes éxitos de la predicación entre los gentiles. El encuentro oficial tuvo lugar al día siguiente, cuando Pablo y los suyos visitan a Santiago, reuniéndose allí todos los presbíteros (v.18). Era éste un momento sumamente importante, que ya de tiempo traía preocupado a San Pablo, pensando en el cual había escrito a los ' Romanos: Os exhorto.. a que me ayudéis con vuestras oraciones a Dios para que me libre de los incrédulos en Judea y que el servido que me lleva a Jerusalén sea grato a los santos (Rom_15:31). Es probable que fuera en esta entrevista cuando entregó las colectas, que habían sido la ocasión del viaje. No sabemos cómo serían recibidas; es de creer que bien (cf. 24:17), aunque quizá el gesto no resultó tan eficaz como se hubiera podido esperar. Lo cierto es que los reunidos, aunque, alegres, glorifican a Dios ante las noticias que cuenta Pablo sobre la expansión de la Iglesia entre los gentiles (v.20), allí mismo muestran cierto desacuerdo con su manera de proceder respecto al modo de hablar de la Ley, solicitando de él una deferencia hacia los ritos judíos (v.24). Ni parece ser sólo para evitar complicaciones a causa de algunos judío-cristianos más exaltados, como en 15:5, pues hablan de manera general: todos son celadores de la Ley (v.20); y los mismos reunidos muestran compartir, más o menos, la misma opinión, de ahí aquellas palabras finales: Cuanto a los gentiles.. ya hemos escrito.. (v.25), como quien dice: ésos que sigan con la libertad otorgada en el concilio de Jerusalén (15:28-29), pero los judío-cristianos que no dejen el mosaísmo.
No era verdad que Pablo, como se decía en Jerusalén, exigiese a los judíos convertidos que renunciasen a Moisés y que no circuncidasen a sus hijos (v.21); pero no cabe duda que su predicación, enseñando que la única fuente de justificación es la fe y que la circuncisión y ley mosaica no conferían al judío ninguna ventaja sobre el gentil (cf. Rom_1:16; Rom_3:22; Rom_4:9-12; 1Co_7:17-20; Gal_5:6), llevaba claramente a esas conclusiones. Pablo no insistía en esos principios precisamente para que los judíos dejasen las observancias mosaicas, pues incluso él mismo parece que, en general, siguió observándolas (cf. 16:3; 18:18; 23:6; 24:11-14; 25:8; 26:4-5; 28:17), sino para asegurar la libertad de los convertidos de la gentilidad, que difícilmente hubieran admitido esas prácticas y que, además, no tenían por qué admitirlas (cf. Gal_2:11-16).
No había, desde luego, diferencia alguna sustancial entre Pablo y la iglesia de Jerusalén, a cuya cabeza estaba Santiago; pero había bastante diferencia de matices, debido, sin duda, a las diversas circunstancias de la iglesia de Jerusalén y aquellas en que Pablo venía actuando. Para ambas partes era verdad inconcusa que la salud había de buscarse no en la observancia del mosaísmo, sino en la fe en Jesucristo, y esto lo mismo gentiles que judíos (cf. 15:11); también era admitido por todos que la observancia de las prácticas mosaicas no estaba prohibida a los judíos que se convertían, siendo sólo bastante más tarde, probablemente después del 70, cuando dicha práctica comenzó a considerarse como ilícita. Pero, supuesta esa identidad en lo fundamental, no cabe duda que Pablo mostraba más libertad que la iglesia de Jerusalén respecto de la observancia de la Ley; y mientras él hacía resaltar a cada paso la idea universalista donde no había judío ni griego (Gal_3:28) y donde Cristo, derribado el muro de separación, de dos pueblos había hecho uno (Efe_2:14), los fieles de Jerusalén, con Santiago a la cabeza, seguían estrechamente apegados al mosaísmo y celosos observadores de sus prescripciones. ¿Sería porque consideraban esas prácticas mosaicas, en un judío, como condición necesaria de mayor perfección, o sería simplemente, sin precisar tanto, por cierto atavismo venerable que no había por qué abandonar? La respuesta es difícil, dada la escasez de datos; pero del hecho no puede dudarse (cf. 11:1-18; Gal_2:12).
Pues bien, lo que Santiago y los presbíteros de la iglesia de Jerusalén (?. 18) piden a Pablo es que aparezca ante el pueblo como fiel observador de la Ley (v.24), dando a entender, además, a través del conjunto de la narración (v.20-25), que nada ven de criticable en esa exigencia del pueblo. El voto de los cuatro varones a los que Pablo ha de asociarse, purificándose con ellos y pagándoles los gastos que el cumplimiento del voto llevaba consigo (v.23-24), era, sin duda alguna, el voto del nazireato, de que ya hablamos al comentar 18:18. Probablemente, debido a lo de las colectas, Pablo disponía en esa ocasión de relativamente abundantes fondos, por lo que le era fácil tomar sobre sí ese padrinazgo. De hecho, puesto que lo que se le pide en nada contradecía sus principios doctrinales, Pablo acepta la proposición (v.26), cumpliendo aquello de hacerse judío con los judíos.. y todo para todos, a fin de salvarlos a todos (1Co_9:20-22).
No está claro cuál era concretamente el papel de Pablo, además de lo de pagar los gastos. Lo que se dice, de que se purificó con ellos y luego entró en el templo (v.26), no exige necesariamente que también él hiciese voto de nazireato, cuya duración mínima parece que era de treinta días 188, basta que, como padrino que pagaba los gastos, se asociase con los cuatro que tenían el voto, sometiéndose por devoción personal a alguno de los ritos secundarios en conexión con ese voto, máxime que, viniendo de países paganos, necesitaba también de ciertas purificaciones antes de entrar en el templo. Parece que, debido a la gran afluencia de peregrinos, sobre todo en tiempos de fiestas, era costumbre notificar de antemano en el templo la terminación del voto, a fin de fijar, de acuerdo con los sacerdotes, el día en que debían ofrecerse los sacrificios prescritos; esto es lo que habría hecho Pablo en nombre de sus cuatro patrocinados (v.26). Si luego se habla de siete días (v.27), parece es debido a que, de hecho, ése debió ser el plazo para la terminación total de las obligaciones del voto.

Prisión de Pablo,1Co_21:27-40.
27 Cuando estaban para acabarse los siete días, judíos de Asia, que le vieron en el templo, alborotaron a la muchedumbre y pusieron las manos sobre él, 28 gritando: Israelitas, ayudadnos; éste es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra el pueblo, contra la Ley y contra este lugar, y como si fuera poco, ha introducido a los gentiles en el templo y ha profanado este lugar santo. 29 Era que habían visto con él en la ciudad a Trófimo, efesio, y creyeron que Pablo le había introducido en el templo. 30 Toda la ciudad se conmovió y se agolpó en el templo, y tomando a Pablo, le arrastraron fuera de él, cerrando enseguida las puertas. 31Mientras trataban de matarle, llegó noticia al tribuno de la cohorte de que toda Jerusalén estaba amotinada; 32 y tomando al instante los soldados y los centuriones, corrió hacia ellos. En cuanto vieron al tribuno y a los soldados, cesaron de golpear a Pablo. 33 Acercóse entonces el tribuno, y cogiéndole, ordenó que le echasen dos cadenas y le preguntó quién era y qué había hecho. 34 Los de la turba decían cada uno una cosa, y no pudiendo sacar nada en claro a causa del alboroto, ordenó llevarle al cuartel. 35 Al llegar a las escaleras, en vista de la violencia de la multitud, Pablo fue llevado por los soldados, 36 pues la muchedumbre seguía gritando: ¡Quítalo! 37 A la entrada del cuartel, dijo Pablo al tribuno: ¿Me permites decirte una cosa? El le contestó: ¿Hablas griego? 38 ¿Pero no eres tú el egipcio que hace algunos días promovió una sedición y llevó al desierto cuatro mil sicarios? 39 Respondió Pablo: Yo soy judío, originario de Tarso, ciudad ilustre de la Cilicia; te suplico que me permitas hablar al pueblo. 40 Permitiéndoselo él, Pablo, puesto de pie en lo alto de las escaleras, hizo señal al pueblo con la mano. Luego se hizo un gran silencio, y Pablo les dirigió la palabra en hebreo.

Lucas cuenta la prisión de Pablo con todo género de detalles. No sabemos si sería testigo ocular, pues la narración en primera persona de plural desaparece poco después de la llegada a Jerusalén (1Co_21:18) y no reaparece hasta el momento de embarcar para Roma en Cesárea (1Co_27:1). Mas sea de eso lo que fuere, pudo muy bien recibir la información de testigos inmediatos, como, sin duda, lo fueron muchos de entre los fieles.
Eran días en que Jerusalén rebosaba de peregrinos, debido a ser las fiestas de Pentecostés (cf. 20:1.6). Entre ellos había también de la provincia romana de Asia (v.27), particularmente de Efeso (cf. v.29), que conocían perfectamente las actividades misionales de Pablo en aquellas regiones, y a quien consideraban como apóstata del judaísmo, al que era necesario eliminar (cf. 19:9; 20:19). La ocasión no podía ser más propicia. En Jerusalén, y más concretamente en los atrios del templo, rebosantes de peregrinos enfervorizados, iba a ser muy fácil acabar con él. Bastaría con dar la voz de alarma, cosa que hicieron ellos, lanzándose sobre Pablo y acusándole a gritos de que por todas partes iba hablando contra el pueblo, contra la ley y contra el templo e incluso se había atrevido a introducir en él a los gentiles (v.28). Este último extremo no parece que fuese cierto; pero, con pretexto de que habían visto a Pablo acompañado del ex pagano Trófimo por la ciudad (v.29), se imaginaron que también lo había introducido en el templo, con lo que se proponían excitar mucho más las iras de la multitud. Las otras acusaciones, en sustancia, son las mismas que habían lanzado ya contra Esteban (6:11-14) y antes contra Jesucristo (Mat_26:61).
Las acusaciones surtieron un efecto fulminante. Y no ya sólo los que entonces estaban en los atrios del templo, sino que muy pronto se propagó fuera la noticia, y se agolpó allí toda la ciudad (v.30), arrastrando a Pablo fuera del templo, es decir, fuera del atrio interior, para poder obrar más libremente contra él. Su intención era matarle (v.âÀ); por eso no es extraño que los levitas de servicio se apresurasen a cerrar las puertas de dicho atrio interior (v.30), a fin de que con el derramamiento de sangre y consiguientes tumultos no quedase profanado ese lugar. La cosa, sin embargo, no pudo llevarse a efecto, pues, enterado del tumulto el tribuno o jefe de la guarnición romana en Jerusalén, cuya residencia estaba en la torre Antonia, se personó enseguida allí con sus tropas (v.31-32), quitándoles a Pablo de entre las manos 189.
La primera disposición del tribuno es ordenar a sus soldados que amarren a Pablo (v.33), a quien, sin duda, consideró como autor o causa del tumulto, queriendo ante todo enterarse de qué se trataba. Como no pudo sacar nada en claro a causa del alboroto, ordena llevarlo a la fortaleza o torre Antonia (v.34), para allí más tranquilamente examinar el caso. Antes de entrar en la fortaleza, precisamente al subir las escaleras de entrada, Pablo pide al tribuno que le deje hablar al pueblo, cosa que éste le concede, no sin antes mostrar su admiración porque le hablase en griego (v.35-40). Parece que el tribuno tenía fuertes sospechas de que se trataba de un famoso revolucionario, de origen egipcio, que poco antes había soñado con apoderarse de Jerusalén, a cuyo efecto había reunido en el desierto una gran multitud de sicarios, para lanzarse luego sobre la ciudad 190; de este egipcio debía de constarle al tribuno que no sabía griego, de ahí su extrañeza al oír hablar en esa lengua a Pablo.
Obtenido el permiso, Pablo hace señal al pueblo de que quiere hablar, produciéndose un gran silencio (v.40), que todavía fue mayor cuando oyeron que les hablaba en lengua hebrea (Mat_22:2).
La expresión lengua hebrea, al igual que en otros pasajes del Nuevo Testamento (cf. Jua_5:2; Jua_19:17), ha de entenderse arameo, que era el idioma usual en Palestina a, partir de la vuelta de la cautividad.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 21

d) Por Cesarea a Jerusalén (Hch/21/01-14).

1 Cuando logramos arrancarnos de ellos y nos hicimos a la mar, fuimos derechos a Cos, y al siguiente día, a Rodas, y de allí, a Pátara. 2 Encontramos una nave que hacía la travesía a Fenicia y, subimos en ella y nos hicimos a la mar. 3 Avistamos Chipre y, dejándola a la izquierda, navegamos hacia Siria, hasta que llegamos a Tiro, donde la nave tenía que descargar su mercancia. 4 Habiendo hallado a los discípulos, permanecimos allí siete días. Ellos decían a Pablo, por inspiración del Espíritu, que no subiera a Jerusalén. 5 Pero, cuando se nos acabaron los días, emprendimos la marcha, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad, y, de rodillas sobre la playa, oramos, 6 y nos despedimos unos de otros: nosotros subimos a bordo y ellos regresaron a casa.

Este texto no necesita gran explicación. Lo que también aquí nos impresiona es la exactitud con que Lucas anotó en su diario las etapas del viaje. A quien con tanto cuidado retuvo las cosas, también en los casos en que no habla como testigo ocular habrá que reconocerle una información concienzuda. En Pátara trasbordaron a otra embarcación. Según otra tradición del texto, quizá incluso más acertada, el cambio de nave tuvo lugar más al Este, hacia Mira, en la costa meridional de Asia Menor. Probablemente hacía falta un barco más pesado para la travesía por alta mar.

En Tiro aprovecha Pablo la interrupción del viaje para visitar la comunidad local. No tenemos noticias sobre el origen de ésta. Sin embargo, se puede suponer que se inició cuando los judeocristianos helenistas tuvieron que huir de Jerusalén. En efecto, en 11,19 se nos dice: «Los que se dispersaron... habían llegado hasta Fenicia.» Y Pablo y Bernabe, yendo de Antioquía al concilio de Jerusalén, pasaron también por Fenicia, «refiriendo la conversión de los gentiles y proporcionando una gran alegría a todos los hermanos». Así no era Pablo un desconocido cuando saludó en Tiro a los «discípulos» y permaneció con ellos siete días. Como en Tróade (20,6 ss), se reuniría con la comunidad para la celebración de la asamblea litúrgica.

En una de estas reuniones sería cuando algunos discípulos dotados del don de profecía le predecirían que en Jerusalén le aguardaba algo grave y tratarían de impedir a Pablo que fuese allá. La reacción de Pablo la conocemos por la escena análoga descrita en 21,11. Precisamente en la convicción de lo que aguardaba a Pablo fue la despedida en Tiro, como antes en Mileto, tan dolorosa y conmovedora, que todos, con sus mujeres e hijos, se arrodillaron en la playa y oraron. Este cuadro revela de nuevo la íntima unión de aquellas Iglesias, que vivían en un ambiente contrario y hostil; en él se muestra también, de manera conmovedora, el prestigio y veneración de aquel que se cuida de sus «hijitos» como un padre y como una madre, que constantemente sufre por ellos «dolores de parto» hasta que Cristo «sea formado» en ellos (Gal_4:19). ¿Estaríamos nosotros dispuestos interna y externamente a obrar así? ¿O estaría esto en contradicción con nuestro modo de sentir, con nuestra ilustración, con nuestra teología?

7 Nosotros, completando la travesía, desde Tiro llegamos a Tolemaida, donde saludamos a los hermanos y permanecimos un día con ellos. 8 Salimos al día siguiente y llegamos a Cesarea; entramos en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, nos quedamos con él. 9 Tenía éste cuatro hijas vírgenes y profetisas. 10 Como nos demorásemos bastantes días, bajó de Judea un profeta llamado Agabo, 11 que se llegó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: «Esto dice el Espíritu Santo: Al hombre a quien pertenece este cinturón lo atarán así en Jerusalén los judíos y lo entregarán en manos de los gentiles.» 12 Al oír esto, le aconsejábamos, tanto nosotros como los habitantes del lugar, que no subiera a Jerusalén. 13 Respondió entonces Pablo: «¿Qué hacéis llorando y partiéndome el corazón? Dispuesto estoy no sólo a dejarme atar, sino a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.» 14 No pudiendo persuadirlo, desistimos diciendo: «Hágase la voluntad del Señor.»

Aquí volvemos a encontrar una figura que nos es ya conocida por el relato sobre aquellos «siete» que en los comienzos fueron designados por los apóstoles como colaboradores (6-8). Allí, junto a Esteban, aparecía, en primer término, Felipe. Tenemos noticia de su fructuosa acción en Samaría y de la memorable conversión y bautismo del etíope (Gal_8:3-40). Y en la última frase se dice que Felipe «de paso iba evangelizando todas las ciudades hasta llegar a Cesarea». Aquí se le llama «el evangelista». La palabra tiene todavía su sentido original y general y designa al pregonero y mensajero de la salvación. En este sentido se mencionan los «evangelistas» en Eph_4:11, además de los «apóstoles», «profetas», «pastores» y «maestros». «Cumple la tarea de evangelista», se dice a Timoteo en 2Ti_4:5.

Pablo y Felipe... ¿Se encuentran por primera vez después de los días de Esteban? Entonces era Saulo un «joven», que entre los más encarnizados enemigos de los «siete» desempeñó un papel especial en la lapidación de Esteban (2Ti_7:58; 2Ti_8:1 ss) y «respiraba amenazas y muerte contra los discípulos del Señor» (2Ti_9:1). Por razón de aquella persecución debieron de huir de Jerusalén los judeocristianos helenistas. Para la Iglesia fue esto un estímulo para una nueva misión. Para Saulo fue el camino en el que el Señor lo derribó al suelo para hacer que se levantase como llamado. Todo esto pudo pasarles por la mente y llegarles al alma a los dos hombres, cuando Pablo pisó el umbral de la casa de Felipe. Ahora eran ya los dos hermanos en Cristo, mensajeros y «evangelistas».

Se nos habla de cuatro hijas de Felipe. Vivían en estado de virginidad y poseían el don carismático de profecía. Es de creer que estaban consagradas a Dios. Realizaban lo que significa Pablo cuando dice en 1Co_7:34; «La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se cuida de las cosas del Señor, para ser santa en cuerpo y alma.» Parece haber interna conexión entre la consagración a Dios y el don de profecía. Pensamos en Ana la profetisa (Luk_2:36 ss), de la que se dice que tras breve vida matrimonial, «era una viuda que llegaba ya a los ochenta y cuatro. No se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones». La virginidad y el ministerio carismático tienen relación mutua, como resulta también de la palabra del Señor: «Hay incapacitados (para el matrimonio) que ellos mismos se hicieron así por el reino de los cielos» (Mat_19:12). Las palabras de Pablo en 1Co_11:5 : «Toda mujer que ora o habla en nombre de Dios con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza» hace suponer que en la Iglesia primitiva también mujeres actuaban como profetisas, probablemente incluso en la asamblea comunitaria.

La casa de Felipe parece haber sido un punto de cita de carismáticos. El profeta Agabo viene de Judea y con un gesto simbólico predice al Apóstol el destino que le amenaza en Jerusalén. Ya en 11,27 habíamos oído hablar de él y de su don profético, entonces en Antioquía. Es posible que esta vez fuera expresamente a Cesarea, al encuentro de Pablo, para prevenirlo del peligro que le amenazaba. Esto sería una señal de cómo se había agudizado la situación en Jerusalén y de cuán comprensible es que Pablo, barruntando esto, escribiese en la carta a los Romanos: «Os ruego... que luchéis juntamente conmigo, dirigiendo a Dios oraciones por mí, para que me vea libre de los incrédulos que hay en Judea, y para que mi servicio en favor de Jerusalén sea bien recibido por los hermanos» (Rom lS,30s).

Pablo, sabiendo de las «cadenas y tribulaciones» (20,23) -imitando al Señor, que se dirige a la pasión- va a Jerusalén, sin tener en cuenta las voces proféticas, sin tomar en consideración los apremiantes ruegos de sus compañeros y amigos, totalmente dispuesto no sólo a dejarse atar, sino a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Lucas, que según podemos suponer, se hallaba presente en esta hora, muestra de manera impresionante la imagen de aquel al que se habían dirigido las palabras del Señor glorificado: «Yo le mostraré cuántas cosas deberá padecer por mi nombre» (9,16). Cuando los que estaban reunidos con Pablo dijeron, como haciendo eco a las palabras de Jesús: «Hágase la voluntad del Señor», nos viene a la memoria la escena de Getsemaní.

V. ARRESTO Y PRISION PREVENTIVA (21,15-23,22).

1. LLEGADA A JERUSALéN (Hch/21/15-26).

15 Pasados estos días y hechos los preparativos, emprendimos la subida a Jerusalén. 16 Vinieron también con nosotros, de Cesarea, algunos discípulos para presentarnos a un tal Nasón, de Chipre, antiguo discípulo, en cuya casa nos hospedabamos. 17 LIegados a Jerusalén, nos recibieron con gozo los hermanos. 18 Al día siguiente, fue Pablo con nosotros a ver a Santiago, y todos los presbíteros se habían congregado. 19 Después de saludarlos, les fue exponiendo una por una las cosas que Dios había obrado entre los gentiles por ministerio de él. 20 Ellos, al oírle, glorificaban a Dios, y le dijeron: «Ya ves, hermano, cuántos miles de creyentes hay entre los judíos, y todos ellos se muestran celosos de cumplir la ley. 21 Han oído decir de ti que enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles a apartarse de Moisés, diciéndoles que no tienen que circuncidar a sus hijos ni vivir según lo establecido. 22 ¿Qué hay de esto? Porque, de todas formas, tendrán noticias de que has venido. 23 Haz, pues, lo que te vamos a decir: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen hecho un voto. 24 Tómalos contigo y purifícate con ellos, y paga por ellos la ofrenda, para que se corten el pelo, y así conocerán todos que no hay nada de lo que han oído decir de ti, sino que tú también caminas observando rectamente la ley. 25 Por lo que se refiere a los gentiles que han abrazado la fe, nosotros les escribimos ordenándoles que se abstengan de lo inmolado a los ídolos, de la sangre, de lo estrangulado y de la fornicación.» 26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, una vez que fue ofrecida por cada uno de ellos la correspondiente ofrenda.

Como lo habíamos observado ya en nuestra sinopsis al principio, el relato sobre Pablo (13,1-28,31) se puede dividir claramente en dos partes casi de la misma longitud, la primera de las cuales (13,1-21,14) muestra a Pablo en su actividad misionera, mientras que la segunda (21,15-28,31) nos pone ante los ojos las etapas de su pasión, es decir, de su prisión. Si se cuenta ya en esta segunda parte 21,1-14, por cuanto que en este pasaje resuena ya el motivo de su pasión, todavía aparecerá más clara la igual extensión de las dos partes resultantes ¿Tuvo Lucas la intención deliberada de recordar con esta disposición el plan de su evangelio, dividido también en dos partes: vida pública de Jesús - pasión de Jesús?

Pablo entra con sus compañeros en Jerusalén. A pie, o quizá también con cabalgaduras, habían recorrido el largo camino de unos 100 km. La recepción «con gozo» por los «hermanos» se refiere probablemente, en prima lugar, a la cordial acogida en casa de Nasón, que era uno de los judeocristianos helenistas de los primeros tiempos. No precisamente tan natural fue el encuentro con Santiago, el «hermano del Señor» (Gal_1:19), que desde la partida de Pedro (Gal_12:17) tenía la dirección de la comunidad de Jerusalén y que, por todo lo que sabemos, aun en su calidad de cristiano estaba totalmente ligado a la ley judaica. Ya conocemos su actitud en el concilio de los apóstoles (Gal_15:13-21). Es verdad que aprobó por principio la misión a los gentiles exenta de la ley, pero, al mismo tiempo, quiso satisfacer los sentimientos de los judíos, proponiendo las llamadas cláusulas jacobeas. En esta misma actitud lo hallamos también ahora. Es verdad que «glorificaban» a Dios él y los presbíteros reunidos con él, «por las cosas que había obrado Dios entre los gentiles», pero por su boca se expresa ya la gran preocupación, pues él hace alusión a la tensión que reina contra Pablo, el apóstol de los gentiles, en los círculos de los judíos. Si suponemos que en aquellos días se celebraba la fiesta de pentecostés, en cuya fecha quería hallarse Pablo en Jerusalén según 20,16, todavía se comprende mejor la preocupación de Santiago. Está enterado de lo que se dice de Pablo entre los judíos de la diáspora. No quiere esto decir que también Santiago comparta sus críticas. Lo que le importa es calmar la situación. Propone un gesto público con el que Pablo pueda dar prueba de su respeto de la ley y al mismo tiempo demostrar lo infundado de las acusaciones que circulan contra él.

¿Sería fácil a Pablo aceptar esta propuesta? Conocemos su entereza, sin compromisos, en la cuestión de la exención de la ley. Recordemos el concilio de los apóstoles (cap. 15), y sobre todo sus palabras en Gal_2:1-10. Cierto que no habría sacrificado nada de su principio. Sin embargo, en el caso de la circuncisión de Timoteo (Gal_16:1 ss) vimos ya cómo Pablo sabía tener consideraciones a su debido tiempo si se trataba de evitar dificultades innecesarias.

Podemos recordar también que él mismo se había impuesto el voto del nazireato cuando, según 18,18, se había «rapado la cabeza» en Céncreas. En este estado de cosas, el siempre prudente Santiago no exigía a Pablo nada irrealizable cuando le proponía asociarse a los «cuatro hombres» que tenían hecho un voto y pagar por ellos la ofrenda con que poner término a los «días de la purificación». El fanatismo rígido, de cualquier clase que sea, no responde al sentido del Evangelio, sino que todo celo debe ir guiado por prudente reflexión y por las debidas considaraciones, por el amor.

2. PRISION DE PABLO (Hch/21/27-39).

27 Y cuando estaban a punto de cumplirse los siete días, los judíos de Asia, que lo habían visto en el templo, comenzaron a alborotar al pueblo todo, y le echaron mano, gritando: 28 «Hombres de Israel, ayudadnos. Este es el hombre que anda enseñando a todos y en todas partes contra el pueblo, la ley y este lugar, hasta el extremo de haber introducido griegos en el templo y profanado este lugar santo», 29 porque habían visto en la ciudad, con él, a Trófimo de éfeso, y pensaban que Pablo lo había introducido en el templo. 30 Se alborotó la ciudad entera y se produjo una manifestación popular que, apoderándose de Pablo, lo arrastraba fuera del templo». En seguida fueron cerradas las puertas. 31 Ya se disponían a darle muerte, cuando llegó al tribuno de la cohorte la noticia de que toda Jerusalén estaba amotinada. 32 Este movilizó al instante soldados y centuriones y bajó corriendo hacia ellos. Al ver al tribuno y a los soldados, cesaron de golpear a Pablo. 33 Se acercó entonces el tribuno y, apoderándose de él, mandó sujetarle con dos cadenas, al tiempo trataba de averiguar quién era y qué había hecho. 34 De entre la turba cada cual gritaba una cosa distinta. Y ante la imposibilidad de llegar a nada cierto por el tumulto, mandó que fuera conducido al cuartel. 35 Cuando llegó a la escalinata, fue preciso que los soldados lo llevaran en vilo, por el ímpetu de la turba, 36 porque la seguía una gran muchedumbre de pueblo gritando: «¡Quítalo de en medio!» 37 A punto ya de entrar en el cuartel, dice Pablo al tribuno: «¿Puedo decirte una cosa?» él le dijo: «¿Pero tú sabes griego? 38 ¿Pues no eres tú el egipcio que hace unos días suscitó una rebelión y condujo al desierto cuatro mil sicarios?» 39 Pablo le dijo: «Yo soy judío, ciudadano de Tarso, que es una ciudad no despreciable de Cilicia. Permíteme, te suplico, hablar al pueblo.»

El sacrificio que, incluso interiormente, había ofrecido Pablo por los cuatro hombres en el templo, había sido en vano. El ciego fanatismo de los judíos de la diáspora vio llegada la ocasión -precisamente en el suelo de Jerusalén y del templo- para apoderarse del odiado Pablo, que era difícil de alcanzar en el ámbito de la diáspora fuera de Palestina. Eran «judíos de Asia», por tanto de la región de éfeso, los que «lo habían visto en el templo». Parece que habían llegado a Jerusalén como peregrinos de pentecostés. Recordamos la actitud hostil de los judíos en éfeso (19,9) y las palabras de Pablo a los presbíteros de allí, cuando les hablaba de las «adversidades» que le habían ocasionado «las insidias de los judíos» (20,19).

En medio de la aglomeración de los peregrinos no era difícil asaltar a Pablo y, como a profanador del templo, entregarlo a la pasión religiosa y a la excitabilidad ortodoxa. Sabemos con qué severidad impedían los judíos el acceso al templo a los no judíos. Había en el templo unos carteles de avisos escritos en griego y en latín que indicaban la separación del recinto interior del templo y del atrio de los gentiles, en los que se leía: «Que ningún extranjero traspase los límites de la terraza que rodea al templo. Quien fuere sorprendido, cúlpese a sí mismo de la muerte que le siga.» El historiador judío Flavio Josefo atestigua esta disposición reconocida también por la administración romana, y en el museo de Estambul se conserva uno de estos carteles descubierto en excavaciones. Así pues, si Pablo hubiese realmente introducido en el patio interior del templo a Trófimo de éfeso (20,5), cristiano venido de la gentilidad, según el derecho judío se habría hecho reo de profanación del templo. Ahora bien, nuestro texto dice expresamente que sólo se pensaba que Trófimo había estado en el templo porque lo habían visto en la ciudad con Pablo. Cierto que el reproche de profanación del templo sólo era un pretexto para proceder contra el «hombre que anda enseñando a todos y en todas partes contra el pueblo, la ley y este lugar». En definitiva era un golpe de la fanática ortodoxia judía contra la Iglesia que se desentendía de la ley judía, como cuyo decidido paladín actuaba Pablo.

Los cargos que en aquella ocasión se formularon contra Pablo le recordarían los tiempos en que él, como enemigo encarnizado de la Iglesia naciente, se contaba entre los que habían reprochado a Esteban aquello mismo que ahora se decía contra él. Entonces se trataba también de gentes «de Cilicia y Asia», de quienes se dice en 6,12 ss: «Excitaron, pues, al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y echándose sobre él, lo prendieron y lo condujeron al sanedrín. Presentaron testigos falsos para decir: "Este hombre no cesa de proferir dicterios contra este lugar santo y contra la ley; porque le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos transmitió Moisés."»

Ejemplo del cambio que se había operado en Saulo. Nos vienen a la memoria aquellas palabras: «Pero todas estas cosas, que eran para mí ganancias, las he estimado como pérdidas a causa del Cristo. Pero aún más: incluso todas las demás cosas las considero como pérdida a causa de la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien me dejé despojar de todo, y todo lo tengo por basura, a fin de ganar a Cristo... para conocer a él, la fuerza de su resurrección y la comunión con sus padecimientos, hasta configurarme con su muerte, por si de alguna manera consigo llegar a la resurrección de entre los muertos» (Phi_3:7 ss).

La comunión con sus padecimientos, que Pablo ya había experimentado, es ahora realidad en toda su extensión. Años enteros seguirá como prisionero el camino de los padecimientos, pues la mano de Jesús, su Señor, se ha posado sobre él. Cogido por el tumulto que se había extendido por la ciudad, fue arrastrado fuera del templo y entregado a la multitud excitada. Si no hubiese intervenido la guarnición romana que ocupaba en la torre Antonia, junto al templo, y que en las fiestas judías se hallaba en estado permanente de alerta, habrían dado muerte a Pablo. Lucas, al que podemos considerar como testigo presencial, hace una viva descripción del arresto de Pablo por los romanos. El tribuno romano creía haber capturado al jefe de una sedición. En efecto, el movimiento activo de liberación que actuaba en la sombra desencadenaba continuamente tentativas de rebelión contra el poder ocupante. En 5,36 ss se hablaba ya de esta clase de rebeldes. La rebelión de «sicarios» a que se alude en nuestro texto se puede comprobar por la historia de Flavio Josefo, aunque presentada de otra manera.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



109(B) Pablo, detenido y acusado en Palestina (21,1-26,32).
(a) Regreso a Cesarea (21,1-14). Tras el in(-)terludio de Mileto (cf. 20,15), vuelve a aparecer el «nosotros». Los w. 1-10 constituyen un ejem(-)plo del tejido de hechos no estructurados que Lucas encontró en la crónica que certifica me(-)diante el «nosotros» (cf. G. Lohfink, The Bible [Nueva York 1979] 107-09). 2. Fenicia: cf. 11,19. 4. movidos por el Espíritu: cf. 20,22-24. La ad(-)vertencia no prohíbe el viaje, sino que prosigue la profecía de lo que presagia (cf. v. 12). En este versículo, como en los vv. 5.10-14, Lucas hace una introducción a su relato sobre los pro(-)cesos de Pablo en Jerusalén y Cesarea, constru(-)yendo, hábilmente, una tensa expectación para que lo que sigue (Stolle, Zeuge [? 54 supra] 72-74). 7. Tolemaida: - Geografía bíblica, 73:80. 8. Cesarea: Se refiere a Cesarea Marítima, cf. 8,40; comentario sobre 10,1. Filipo: cf. 6,5; ? 51 su(-)pra. 9. hijas con el don de profecía: cf. 2,17. 10. Agabo: El mismo personaje que aparece en 11, 28. 11. Como algunos de los profetas del AT, escenifica su mensaje (cf. Is 20,2; Ez 4,1; Jr 13,1). en manos de los paganos: Claro eco de la predicción de la pasión de Jesús (Lc 18,32), en cuyo caso se aplica mucho mejor que en el de Pablo (w. 30-33; cf. Radl, Paulus 155-56). 12. que no subiera: cf. comentario sobre v. 4; 20,22-24. 13. por el nombre: cf. 9,16;5,41. 14. hágase la voluntad del Señor: cf. Lc 22,42; completa la cla(-)ra referencia a la disposición de Jesús ante su inevitable destino (Radl).

110(b) Prisión y testimonio de Pablo en Jerusalén (21,15-23,11).
(i) Acogida de Pablo por la Iglesia (21,15-26). J. Roloff compara este relato con una inter(-)pretación musical en la que el instrumento que ejecuta la línea melódica permanece en si(-)lencio (Apg. 312). Lucas omite importantes elementos de esta última visita a Jerusalén, es(-)pecialmente la entrega de la colecta y las razo(-)nes que tenía Pablo para sentir el temor a ser rechazado (Rom 15,31). El incremento de la fiebre nacionalista judía a mediados de los años 50 d.C. presionaba a la vulnerable comu(-)nidad cristiana, cuyas relaciones con los com(-)patriotas difícilmente se mejorarían con la lle(-)gada de Pablo y con la colecta de los góyím. Este es el marco en el que obtienen su sentido la acusación del v. 21 y el signo de la fidelidad de Pablo a la ley (vv. 23-24). La mención pos(-)terior de Lucas a esta misión pacífica en 24,17 muestra que conocía el objetivo del regreso de Pablo a Jerusalén; el hecho de que guarde si(-)lencio en este punto puede deberse al motivo del «viaje-pasión» (Weiser, Apg. 597), o bien a su deseo de ocultar que este gesto de comu(-)nión con la Iglesia madre no consiguió, des(-)pués de todo, que lo aceptara (P. Achtemeier, CBQ 48 [1986] 25). En cualquier caso, lo que interesa a Lucas no es tanto la crisis que la provoca, cuanto la prueba de la devoción mo(-)saica de Pablo (cf. 23,2; 24,13-15; 25,8; 26,4-5). 15-18. La secuencia de los viajes tras los caps. 20-21 (? 102 supra) termina con estos versícu(-)los, manteniéndose el «nosotros» hasta la rea(-)nudación del viaje en 27,1. La información que se nos da es históricamente sólida. La Iglesia de Jerusalén estaba en esta época bajo el gobierno postapostólico de Santiago y los presbíteros (ca. 58 d.C.; -«Pablo, 79:47), y San(-)tiago, que antes había sido un rigorista judío (Gál 2,12), aparece en este momento como la voz de la moderación en medio del fundamentalismo judío emergente (v. 20). 19. Cf. 15,4.12. Un típico cuadro lucano de la armo(-)nía y del extraordinario crecimiento de la Igle(-)sia (v. 20), introduce el problema que tiene que resolverse. 21. abandonar la ley de Moisés: Al igual que en las acusaciones contra Esteban (6,11-14), Lucas los considera sin fundamen(-)to, y así lo manifiesta en su redacción (cf. 16,3; 18.18). Es posible que la acusación se funda(-)mentara en la actitud de Pablo sobre «Moisés» como camino de salvación (Gál 3,10-15; 5,6; 6,15; Rom 3,20-21); véase su recomendación a los judíos en 1 Cor 7,18-20. 22-24. Solución: la purificación nazirea (cf. comentario sobre 18.18). La participación de Pablo en este ritual privado para tranquilizar a sus críticos se ba(-)sa en el relato de una fuente; es perfectamente creíble (cf. 1 Cor 9,20), aunque difícilmente puede atribuírsele toda la importancia que Lu(-)cas hace recaer sobre él (v. 24; cf. G. Bornkamm, en StLA 204-05). Cf. las exigencias pa(-)ra la finalización del voto en Nm 6,14-15. 25. hemos enviado: Con esta mención del decreto (15,20.29), Lucas puede estar tácimante admi(-)tiendo que éste se impuso tras el acuerdo en el que Pablo tuvo parte (Hengel, Acts 117; ? 80 supra). Dirigido al lector, esta nueva mención reitera el fundamento de iure de la unidad de judíos y gentiles en la única Iglesia. 26. al día siguiente: La temporalización es, al parecer, la que se encuentra en Nm 6,13, pero es impro(-)bable que Pablo tomase parte en la separación nazirea. Los «siete días» (v. 27) es un período demasiado breve para su realización (Nm 6,5), una brevedad que sí regía otros tipos de puri(-)ficaciones (p.ej., Nm 19,12), tal como el que podría haberse exigido a un judío que regresa(-)ra de territorio gentil (Str-B 2.759; Haenchen, Acts 612).

111(ii) Tumulto y encarcelamiento (21, 27-36). 28. Cf. 6,13; í8, 13. Se expresa aquí todo el contenido de la sección del proceso (Conzelmann, Apg. 132). ha metido griegos en el templo: Inscripciones en piedra, escritas en latín y griego, delimitaban el patio de los gen(-)tiles, advirtiéndoles, bajo pena de muerte, con(-)tra la violación del espacio sagrado (De Bell. 5.5.2 § 194; Ant. 15.11.5 § 417; NTB § 47,205). 29. Trófimo: cf. 20, 4; 2 Tim 4,20. Lucas excul(-)pa a Pablo, de acuerdo con la declaración de 25,8. 30-36. La escena del tumulto se elabora según el modelo que encontramos en 19,28-32. 31. tribuno de la guarnición: Refleja el da(-)to de la asignación de un contingente de 1.000 soldados en la fortaleza Antonia, que estaba si(-)tuada en el ángulo noroccidental del área del templo, con el objetivo de sofocar los distur(-)bios que se producían en aquella área tan ines(-)table. En 23,26 se nos dice cómo se llamaba el tribuno. 36. quítalo de en medio: cf. Lc 23,18.

112(iii) Defensa de Pablo y apelación a la ley romana (21,37-22,29). La primera de las tres apologiae de Pablo, que aparecen en los ca(-)pítulos sobre los procesos judiciales (22,3-21; 24,10-21; 26,2-23), está enmarcada por un rela(-)to introductorio y otro conclusivo que forman una unidad literaria con ella; la mayor parte de su contenido es una creación propia del autor (Weiser, Apg. 606-07). Una serie de revelacio(-)nes responde inicialmente a la pregunta por la identidad, al igual que el discurso responderá a la otra pregunta sobre su actividad, que el tri(-)buno ya le había hecho en el v. 33. La unión del discurso y la narración sitúan a Pablo en pie de igualdad con sus acusadores; en esta perspec(-)tiva encontramos las observaciones sobre su lengua (v. 40), el saludo «hermanos y padres» (22,1) y la afirmación tópica «yo soy judío» (22,3). Pablo afirma que pertenece plenamente a la comunidad sagrada del pueblo elegido, precisamente en este lugar, en el centro histó(-)rico del judaismo. Más aún, en cuanto judío ri(-)gorista, Pablo habla a sus iguales, y el peso de su argumentación, desarrollada en tomo al te(-)ma de la solidaridad, recae en que el aconteci(-)miento de Damasco, que se repite una segunda vez en 22,6-16, les habría llevado a la misma conclusión que a él, es decir, a la conversión y a la misión cristiana (Lóning, Saulustradition [? 54 supra] 174-75). 38. el egipcio: La conclu(-)sión a la que llega el tribuno a propósito del griego utilizado por Pablo suena a una estrata(-)gema del autor. ¿Recuerda Lucas con ello otros levantamientos judíos contemporáneos para distanciarlos del cristianismo (Conzelmann)? Cf. Ant. 20,8.6 § 169-70; De Bell. 2,13.5 § 254-55; ? Historia, 75:179. 39. Tarso: Una ciudad de una provincia romana que tenía el derecho de ciudadanía (? Pablo, 79:16-17). Por ahora, la ciudadanía romana de Pablo queda sin es(-)pecificar, para revelarse como clímax al final de la secuencia (22,25). 40. en hebreo: Es decir, en ar., la lengua que se hablaba en la Palestina de esta época (cf. J. A. Fitzmyer, WA 38-43). 22,1. mi defensa: El término apología (vb. apologeisthai en 24,10; 26,1) define el género de los w. 3-21. Cf. Stolle, Zeuge [? 54 supra] 237-41; F. Veltman, en PerspLA 243-56.


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXI.

[His bonds foretold.]

Paul will not by any meanes be disswaded from going to Ierusalem. 9 Philips daughters Prophetesses. 17 Paul commeth to Ierusalem: 27 where he is apprehended, & in great danger, 31 but by the chiefe captaine is rescued, and permitted to speake to the people.
1 And it came to passe, that after wee were gotten fro them, and had lanched, wee came with a straight course vnto Choos, and the day following vnto Rhodes, and from thence vnto Patara.
2 And finding a ship sailing ouer vnto Phenicea, wee went abroad, and set foorth.
3 Now when wee had discouered Cyprus, we left it on the left hand, and sailed into Syria, and landed at Tyre: for there the shippe was to vnlade her burden.
4 And finding disciples, wee taried there seuen dayes: who said to Paul through the Spirit, that hee should not goe vp to Hierusalem.
5 And when we had accomplished those dayes, we departed, and went our way, and they all brought vs on our way, with wiues and children, till wee were out of the citie: and wee kneeled downe on the shore, and prayed.
6 And when we had taken our leaue one of another, we tooke ship, and they returned home againe.
7 And when wee had finished our course from Tyre, wee came to Ptolemais, and saluted the brethren, and abode with them one day.
8 And the next day we that were of Pauls company, departed, and came vnto Cesarea, and wee entred into the house of Philip the Euangelist ( [ Act_6:5 .] which was one of the seuen) & abode with him.
9 And ye same man had foure daughters, virgins, which did prophesie.
10 And as wee taried there many dayes, there came downe from Iudea a certaine Prophet, named Agabus.
11 And when he was come vnto vs, he tooke Pauls girdle, and bound his owne hands and feete, and said, Thus sayth the holy Ghost, So shall the Iewes at Hierusalem binde the man that oweth this girdle, and shall deliuer him into the hands of the Gentiles.
12 And when we heard these things, both we and they of that place, besought

[Pauls constancie. He is taken and bound.]

him not to goe vp to Hierusalem.
13 Then Paul answered, What meane ye to weepe and to breake mine heart? for I am ready, not to bee bound onely, but also to die at Hierusalem for the Name of the Lord Iesus.
14 And when he would not bee perswaded, we ceased, saying, The will of the Lord be done.
15 And after those dayes we tooke vp our cariages, & went vp to Hierusalem.
16 There went with vs also certaine of the disciples of Cesarea, and brought with them one Mnason of Cyprus, an old disciple, with who we should lodge.
17 And when we were come to Hierusalem, the brethren receiued vs gladly
18 And the day following Paul went in with vs vnto Iames, and all the Elders were present.
19 And when hee had saluted them, hee declared particularly what things God had wrought among the Gentiles by his ministerie.
20 And when they heard it, they glorified the Lord, & said vnto him, Thou seest, brother, how many thousands of Iewes there are which beleeue, and they are all zealous of the Law.
21 And they are informed of thee, that thou teachest all the Iewes which are among the Gentiles, to forsake Moses, saying, that they ought not to circumcise their children, neither to walke after the customes.
22 What is it therefore? the multitude must needs come together: for they will heare that thou art come.
23 Doe therefore this that we say to thee: Wee haue foure men which haue a vow on them,
24 Then take, and purifie thy selfe with them, & bee at charges with them, that they may [ Num_6:18 ; Act_18:18 .] shaue their heads: and all may know that those things wherof they were informed concerning thee, are nothing, but that thou thy selfe also walkest orderly, and keepest the Law.
25 As touching the Gentiles which beleeue, [ Act_15:20 .] wee haue written and concluded, that they obserue no such thing, saue onely that they keepe themselues from things offered to idoles, and from blood, and from strangled, and from fornication.
26 Then Paul tooke the men, and the next day purifying himselfe with them, entred into the Temple, [ Num_6:13 .] to signifie the accomplishment of the dayes

[Pauls constancie. He is taken and bound.]

of purification, vntill that an offering should be offered for euery one of them:
27 And when the seuen dayes were almost ended, the Iewes which were of Asia, when they saw him in the Temple, stirred vp all the people, and laide hands on him,
28 Crying out, Men of Israel, helpe: this is ye man that teacheth al men euery where against the people, and the law, and this place: and farther brought Greeks also into the Temple, and hath polluted this holy place.
29 (For they had seene before with him in the citie, Trophimus an Ephesian, whome they supposed that Paul had brought into the Temple.)
30 And all the citie was moued, and the people ran together: and they tooke Paul, and drew him out of the Temple: and forthwith the doores were shut.
31 And as they went about to kil him, tidings came vnto the chiefe captaine of the band, that all Hierusalem was in an vprore.
32 Who immediatly tooke souldiers, and Centurions, and ran downe vnto them: and when they saw the chiefe captaine and the souldiers, they left beating of Paul.
33 Then the chiefe captain came neere, and tooke him, & commanded him to be bound with two chains, and demanded who he was, and what hee had done.
34 And some cried one thing, some another, among the multitude: and when he could not know the certaintie for the tumult, he commanded him to be caried into the castle.
35 And when he came vpon ye staires, so it was that he was borne of the souldiers, for the violence of the people.
36 For the multitude of the people followed after, crying, Away with him.
37 And as Paul was to bee led into the castle, hee saide vnto the chiefe captaine, May I speake vnto thee? Who saide, Canst thou speake Greeke?
38 [ Act_5:36 .] Art not thou that Egyptian which before these daies madest an vprore, and leddest out into the wildernesse foure thousand men that were murtherers?
39 But Paul said, I am a man which am a Iew of Tarsus, a citie in Cilicia, a citizen of no meane citie: & I beseech thee suffer me to speake vnto the people.
40 And when he had giuen him licence, Paul stood on the staires, and beckened with the hand vnto the people:

[Paul answereth for himselfe.]

and when there was made a great silence, he spake vnto them in the Hebrew tongue, saying.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. Continúa la narración en primera persona del plural (vs. 1-18). Ver notas 16. 10; 20. 5.

8. "Felipe": ver nota 8. 5.

10. Sobre "Agabo", ver 11. 27-28.

11. Esta es una acción simbólica, al estilo de las que realizaban los profetas del Antiguo Testamento. Ver 1Re_11:30; Isa_20:1-2; Jer_13:1-7; Jer_19:1-2, Jer_19:10; Jer_27:1-2; Eze_4:1-12, Eze_4:15; Eze_5:1-4; Ose_1:2; Ose_3:1.

21. En realidad, tales rumores tenían cierto fundamento, porque el tema de la justificación por la fe sin necesidad de cumplir con los preceptos de la Ley de Moisés, es una de las características principales del pensamiento de Pablo. Ver Rom_3:27-30.

27. El texto parece indicar que antes de ofrecer un sacrificio en cumplimiento de un voto (v. 23), era necesario someterse durante "siete días" a diversos ritos de purificación. Ver nota 18. 18.

33. Ver 20. 23; 21. 11.

38. Esta rebelión, de carácter extremista y nacionalista, es mencionada por el historiador judío Flavio Josefo.

40. En realidad, Pablo se expresó en arameo, el idioma que hablaba el pueblo.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Pablo arrestado en el templo. Sin embargo, tal como ocurrieron las cosas, no hubo tiempo para que el plan se completara. 27 La perturbación no vino de los judíos cristianos sino de algunos judíos de Asia (DHH la provincia de Asia) que posiblemente habían ido en peregrinación. En su camino a Jerusalén, Pablo evitó deliberadamente la provincia de Asia, quizá porque esperaba que surgirían esos problemas allí (ver sobre 20:16, 17).28, 29 Como habían temido Jacobo y los líderes de la iglesia, esos judíos declararon falsamente que Pablo enseñaba a todos contra nuestro pueblo, la ley y este lugar. Para ilustrar este último punto, acusaron erróneamente a Pablo de haber llevado a Trófimo, un efesio, más allá de donde estaba permitido que un gentil tuviera acceso, lo que era una ofensa muy seria. 30 Las acusaciones provocaron una conmoción entre la población de la ciudad, donde probablemente el cristianismo era mal visto después del episodio de Esteban (8:1). Las puertas fueron cerradas para evitar que hu biera violencia en los patios interiores del templo, pues la turba trataba de matarle. Semejante tumulto atrajo la atención de las autoridades romanas, que estaban muy alertas en los tiempos de fiestas en todo momento. El gobierno de Félix, que entonces era procurador de Judea (23:24, 26) es conocido por su estricta supresión de los insurgentes (ver 37, 38). 33 Aunque el tribuno intentó conocer la identidad de Pablo, no le interrogó él mismo o no pudo oír sus respuestas, dado que el v. 37 muestra su sorpresa de que Pablo hablara en gr. 34 El desordenado griterío de la multitud judía recuerda las muchedumbres paganas de Efeso donde también unos gritaban una cosa y otros otra (ver 19:32). Pero mientras que la violencia de aquella turba había sido motivada por orgullo personal, este ultraje público parece haber sido un genuino, aunque equivocado, celo por la religión judía.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Arrestado en el templo. El plan juicioso de Santiago fracasa justo cuando iba a ponerse en práctica. Al relato anterior, comedido y conciliador, sigue la detallada narración del arresto de Pablo, a través de la cual Lucas nos da su interpretación sistemática de los hechos: el poder romano interviene para defender a Pablo contra las agresiones de los judíos. Todo comienza con un pretexto malicioso. Estaba prohibido a los paganos, bajo pena de muerte, traspasar la barrera del atrio exterior del templo porque su presencia podía contaminar el lugar sagrado. Corrió la voz de que Pablo había introducido allí a unos griegos. Suena la alarma, cierran las puertas del templo para que Pablo no pueda acogerse al derecho de asilo y lo sacan fuera para no matarlo en terreno sagrado. Se disponen a lincharlo cuando interviene la autoridad militar romana y Pablo es salvado en el último momento.
A través de esta escena dramática Lucas quiere dirigir la atención del lector a otro drama de mayor alcance: Jerusalén rechaza la última oferta del Evangelio. Pablo, como Jesús, le traía la paz (cfr. Luc_19:42) y le responden con la guerra (cfr. Sal_120:7). Cuando se lleven a Pablo, Jerusalén quedará atrás y ya no volverá a aparecer en el resto del libro de los Hechos. El comandante romano salvará a Pablo de la muerte encadenándolo y así, hasta el final del libro, Pablo será un prisionero traído y llevado de un lugar a otro, hasta llegar a Roma.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Unos judíos venidos de Asia (v. 27) para la fiesta de Pentecostés (cfr 20,16) soliviantan a la multitud contra Pablo. Las acusaciones que vierten contra él (v. 28) son muy semejantes a las lanzadas en su día contra el Señor (cfr Mt 26,61; 27,40) y contra Esteban (cfr 6,11-14).

Con el arresto de Pablo por parte del tribuno (v. 33) se inicia un nuevo tema que Lucas describirá con detalle: la prisión del Apóstol (21,33-22,29), su procesamiento en Jerusalén y Cesarea (caps. 23-26), y el viaje a Roma (27,1-28,16) para comparecer ante el tribunal imperial. A partir de este momento Pablo no será tanto el misionero y fundador infatigable de iglesias como el testigo encadenado del Evangelio. Pero también en las nuevas circunstancias continuará su tarea de anunciar a Cristo.


Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_20:23; Hch_21:11

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_20:23; Hch_21:11

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Hch 26:29; 2Ti 1:16

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

τότε ἐγγίσας WH Treg NA28 ] ἐγγίσας δὲ RP
  • τίς WH Treg NA28 ] + ἂν RP

Torres Amat (1825)



[8] Predicador del Evangelio.

[37] Torre llamada Antonia, contigua al templo donde estaban las tropas acantonadas en Jerusalén.

[38] Llamados en latín sicarios, porque llevaban un puñal, sica, debajo del vestido.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 21.8 Felipe: Hch 6.5.

[2] 21.9-10 Agabo: Hch 11.28.

[3] 21.18 Santiago: Hch 12.17 n.

[4] 21.23-24 Hch 18.3.

[5] 21.25 Hch 15.28-29; véase 15.20 n.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*21:27-23:11 Esta unidad narra la detención de Pablo y su testimonio ante el pueblo judío, y especialmente ante el Sanedrín, máximo tribunal judío.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

(Ver Hch 21:11).

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I εἴη I] era.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

había hecho... Lit. ha estado haciendo.