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El tribuno despidió al muchacho dándole esta recomendación: «No digas a nadie que me has denunciado estas cosas.» (Hechos 23, 22) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Pablo ante el sanedrín, 23:1-11.
1 Pablo, puestos los ojos en el sanedrín, dijo: Hermanos, siempre hasta hoy me he conducido delante de Dios con toda rectitud de conciencia 2 El sumo sacerdote Ananías mandó a los que estaban junto a él que le hiriesen en la boca. 3 Entonces Pablo le dijo: Dios te herirá a ti, pared blanqueada. Tú, en virtud de la Ley, te sientas aquí como juez, ¿y contra la Ley mandas herirme? 4 Los que estaban a su lado dijeron: ¿Así injurias al sumo sacerdote de Dios? 5 Contestó Pablo: No sabía, hermanos, que fuese el sumo sacerdote. Escrito está: No injuriarás al príncipe de tu pueblo. 6 Conociendo Pablo que unos eran saduceos y otros fariseos, gritó en el sanedrín: Hermanos, yo soy fariseo e hijo de fariseos. Por nuestra esperanza, la resurrección de los muertos, soy traído a juicio. 7 En cuanto dijo esto, se produjo un alboroto entre fariseos y saduceos y se dividió la asamblea. 8 Porque los saduceos niegan la resurrección y la existencia de ángeles y espíritus, mientras que los fariseos profesan lo uno y lo otro. 9 En medio de un gran griterío, se levantaron algunos doctores de la secta de los fariseos, que disputaban violentamente, diciendo: No hallamos culpa en este hombre. ¿Y qué, si le habló un espíritu o un ángel? 10 El tumulto se agravó, y temiendo el tribuno que Pablo fuese por ellos despedazado, ordenó a los soldados que bajasen, le arrancasen de en medio de ellos y le condujesen al cuartel. 11 Al día siguiente por la noche se le apareció el Señor y le dijo: Ten ánimo, porque como has dado testimonio de mí en Jerusalén, así también has de darlo en Roma.

La comparecencia de Pablo ante el sanedrín no significa que el tribuno hubiese trasladado su causa a este tribunal, el supremo entre los judíos, de cuya composición y atribuciones ya hablamos 1 comentar 4:5. Lo que el tribuno únicamente pretendía era enterarse bien de cuáles eran las acusaciones contra Pablo (cf. 22:30) y quizás, por lo que pudiera ocurrir, enredar también en el asunto a otras autoridades, pues era un caso que le causaba preocupación (cf. 22:29). No envía, pues, simplemente a Pablo al sanedrín, sino que va él acompañándole; y, terminada la sesión, con él vuelve a la fortaleza Antonia (v.10). La sesión del sanedrín no sabemos dónde vendría lugar, aunque no, desde luego, en el recinto sagrado del ejemplo, como parece era lo normal, pues en ese caso no hubiera podido estar presente el tribuno 193.
Pablo, bajo la protección del tribuno, comienza dirigiéndose al sanedrín simplemente con el tratamiento de hermanos (v.1), menos respetuosamente de como lo había hecho Pedro (4:6) y Esteban (7:2) e incluso el mismo Pablo cuando se dirigió al pueblo en general (22:1). Probablemente no se trata de mera coincidencia, sino que es algo intencionado, deseando dar a entender que no consideraba a los sanedritas como jueces ni superiores. Esto no podía agradar a los miembros de aquel tribunal, y menos aún cuando comenzó afirmando solemnemente que siempre se había conducido delante de Dios con toda rectitud de conciencia (v.1). Sin duda era ésa la tesis que Pablo se proponía demostrar: cómo, lo mismo antes que después de su conversión, había procedido siempre con sinceridad delante de Dios (cf. 26:2; Flp_3:6; 1Ti_1:13).
Mas, apenas enunciada la tesis, hubo de interrumpir su discurso, debido a un acto de violencia por parte de Ananías, sumo sacerdote y presidente del tribunal, quien manda golpear a Pablo en la boca (v.2), indignado por aquella actitud y manifestaciones, que eran una clara condena ante el tribuno de la conducta de los judío respecto del preso. Pablo tampoco calla y, llevado de su tempera mentó impulsivo (cf. Gal_1:8; Gal_5:12), responde vivamente al sume sacerdote: Dios te herirá a ti, pared blanqueada (v.3). La expresión recuerda otra parecida de Jesucristo contra los escribas y fariseos, pero dicha en forma general (Mat_23:27), y tiene ya precedentes en Eze_13:10-15. La reacción de Pablo, aun sin querer, nos hace pensar en otra muy distinta de Jesús ante un ultraje parecido (cf. Jua_18:23), comparando las cuales se expresaba ya así San Jerónimo: ¿Dónde está aquella paciencia del Salvador, que, conducido' como un cordero a la muerte, no abrió su boca, sino que respondí con dulzura a la que le pegaba: Si he hablado mal, muéstrame en qué y si bien, ¿por qué me pegas ? No tratamos con esto de denigrar a Apóstol, no, sino de predicar la gloria del Señor, el cual, sufriendo en su carne, supera la injuria y la fragilidad de la carne. 194 Y, en verdad, la explicación no es otra sino que Jesús es Jesús y Pablo no es más que Pablo (cf. 15:37-39). Decir, como es frecuente en muchos comentarios, que no se trata de una respuesta violenta, sino simplemente de una profecía, anunciando el castigo divino que iba a venir sobre Ananías, pues que de hecho murió asesinado por lo zelotas judíos en el año 66 195, nos parece que es andar buscando explicaciones bastante endebles, que, además, no hacen ningún falta. Lo que Pablo añade, de que no sabía que fuese el sumo sacerdote (v.5), causa cierta extrañeza, pues, aun en el caso poco probable de que no le conociera de vista, parece debía distinguirle al menos por la vestimenta, e incluso por el puesto de presidencia que, sin duda, ocuparía. Se han dado a esto varias explicaciones. Lo más probable es que efectivamente, aunque oyó la orden, no vio de quién procedía, estando quizás en ese momento con la vista hacia otra parte del sanedrín; su enérgica respuesta iría dirigida, según eso, no directamente a Ananías, sino al no identificado sanedrita, fuese el que fuese. En realidad, también es posible que su afirmación tenga un sentido irónico, como diciendo: no creía yo que pudiera ser el sumo sacerdote quien usa de estos procedimientos.
Terminado este incidente (v.2-5), es casi seguro que Pablo reanudó su discurso, aunque Lucas nada diga explícitamente de ello. Les hablaría quizás de su vida de ferviente fariseo anterior a la conversión, para detenerse luego en la visión de Damasco, que fue la que orientó sus actividades por nuevos caminos. La hipótesis de los fariseos: ¿Y qué si le habló un espíritu o un ángel? (v.g), parece incluir una alusión a esa visión de Damasco, de la que, por tanto, es de creer que Pablo les había hablado; sin embargo, también podría explicarse esa referencia de los fariseos simplemente con suponer que lo de Damasco era algo ya del dominio público, máxime después del discurso de Pablo al pueblo el día anterior (cf. 22:7-10). En todo caso, reanudado o no el discurso, Pablo se dio cuenta enseguida de que por el camino de una defensa normal allí no se podía conseguir nada; cambia, pues, de táctica y, con extraordinaria habilidad de abogado, lleva la cuestión a un terreno que le iba a favorecer.
En efecto, sabiendo que de los miembros del sanedrín unos eran saduceos y otros fariseos (v.6), decide lanzarlos a la lucha mutua, de modo que, enredados en sus interminables discusiones habituales, pasase a un segundo plano lo que había constituido el objeto principal de la reunión. Ello fue fácil. Bastó con que se proclamara fariseo e hijo de fariseos y afirmara que si sufría persecución era precisamente por defender lo que constituía la esperanza de Israel, la resurrección de los muertos (v.6; cf. 4:2; 24:15; 26, 6-8; 28:20), para que se dividiese la asamblea, produciéndose un gran altercado entre fariseos y saduceos (v.7). Con esa alusión a la resurrección de los muertos había puesto el dedo en la llaga; era algo que los saduceos no admitían, y sobre lo que sostenían interminables discusiones con los fariseos. Ya a Jesús, en son de burla contra la resurrección y como objeción insoluble, le habían propuesto el caso de la mujer que había tenido siete maridos (cf. Mat_22:23-28). Unido a este dogma de la resurrección de los muertos, estaba el de la existencia de ángeles y espíritus, cosa que también negaban los saduceos (v.8); para ellos nada de vida de ultratumba, ni de ángeles buenos o malos, ni de resurrección de muertos. Su proceder podemos verlo inspirado en aquel principio del Eclesiastés en 3:9-22: ante la incertidumbre de cómo Dios dará a cada uno según sus obras, no le queda al ser humano sino gozar de su trabajo.
Los fariseos, al contrario, defendían ardientemente no sólo la existencia de espíritus buenos y malos, sino también la futura resurrección de los muertos; la esperanza mesiánica la concretaban, precisamente, apoyándose en algunos textos bíblicos (Dan_12:1-3; 2Ma_7:9), en esa creencia en la resurrección de los justos, destinados a formar parte del reino venidero 196.
Pablo, pues, al declararse fariseo e hijo de fariseos y decir que está sometido a juicio por defender la esperanza mesiánica, la resurrección de los muertos, une en cierto modo su causa a la de los fariseos, cosa que evidentemente agradó a éstos (v.9), mientras que enfureció todavía más a los saduceos. Cierto que por lo que los judíos se habían levantado contra Pablo no era porque defendiese o no defendiese la resurrección de los muertos, sino por su manera de comportarse respecto de la Ley y del templo (cf. 21:28); con todo, muy bien podía expresarse de la manera que lo hacía, pues, en última instancia, su punto de divergencia con los judíos estaba en si Jesús había o no resucitado de entre los muertos. También para Pablo la esperanza mesiánica estaba concretada en la creencia en la resurrección de los justos (cf. 1Te_4:13-18), y esta esperanza había comenzado a realizarse con la resurrección de Cristo, primicias de nuestra resurrección (cf. 1Co_15:12-22); si los fariseos no cristianos rechazaban a Jesús y esperaban otro Mesías futuro, eso no impedía el que entre él y ellos hubiera un elemento común en el orden ideológico, y ese elemento fue el que trató de aprovechar Pablo para sembrar la discordia entre los jueces. Se ve que, aunque había sido arrebatado hasta el tercer cielo (2Co_12:2), continuaba sabiendo de las cosas de la tierra.
Al darse cuenta el tribuno de que no era posible sacar nada en claro, sino que, al contrario, el tumulto se agravaba, decidió llevar de nuevo a Pablo a la torre Antonia (v.10). Al día siguiente por la noche, Pablo tiene una visión del Señor, animándole, como antes en Corinto (cf. 18:9-10), a que tuviese ánimo, pues lo mismo que en Jerusalén debía dar también testimonio de él en Roma (v.11). Esta orden confirmó a Pablo en sus antiguos deseos de visitar Roma (cf. 19:21), y contribuyó quizás, más tarde, a su decisión de apelar al Cesar (25:11).

Complot de los judíos contra Pablo, 23:12-22.
12 Cuando fue de día tramaron una conspiración los judíos, jurando bajo maldición no comer ni beber hasta matar a Pablo. 13 Eran más de cuarenta los conjurados, 14 y se llegaron a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciéndoles: Bajo anatema nos hemos comprometido a no gustar cosa alguna mientras no matemos a Pablo; 15 vosotros, pues, y el sanedrín rogad al tribuno que le conduzca ante vosotros, alegando que necesitáis averiguar con más exactitud algo acerca de él; nosotros estaremos prontos para matarle antes que se acerque. 16 Habiendo tenido noticia de esta asechanza el hijo de la hermana de Pablo, vino, y entrando en el cuartel se lo comunicó a Pablo. 17 Llamó éste a un centurión y le dijo: Lleva a este joven al tribuno, porque tiene algo que comunicar Lc. 18 El centurión lo llevó al tribuno, y dijo a éste: El preso Pablo me ha llamado y rogado que te trajera a este joven, que tiene algo que decirte. 19 Tomándole el tribuno de la mano, se retiró aparte y le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? 20 El contestó: Que los judíos han concertado pedirte que mañana lleves a Pablo ante el sanedrín, alegando que tienen que averiguar con más exactitud algo acerca de él. 21 No les des crédito, porque se han conjurado contra él más de cuarenta hombres de entre ellos, y se han obligado bajo anatema a no comer ni beber hasta matarle, y ya están preparados, en espera de que les concedas lo que van a pedirte. 22 El tribuno despidió al joven, encargándole no dijese a nadie que le hubiera dado a saber aquello.

La trama está perfectamente urdida: conseguir del tribuno que vuelva a llevar a Pablo al sanedrín con pretexto de examinar más a fondo el caso, y en el camino darle muerte (v.15). Para ello se juramentan más de cuarenta hombres, añadiendo toda una serie de maldiciones de Dios sobre sus cabezas, si no cumplían el juramento, e incluso comprometiéndose a no comer ni beber hasta haberlo matado (v.12). Claro que este voto imprecatorio de no comer ni beber era de un rigor más aparente que real, pues, caso de no poder llegar a realizar sus propósitos, no era difícil desligarse de tales juramentos 197.
Los conjurados acuden con su propuesta a los sumos sacerdotes y a los ancianos (v.14), es decir, a dos de los tres grupos que formaban el sanedrín (cf. 4:5); y es que el tercer grupo, el de los escribas, estaba compuesto en su mayor parte de fariseos, y éstos ya se habían mostrado favorables a Pablo (cf. v.9). Con todo, al hablar al tribuno, deberían hablar en nombre del sanedrín (v.16), que es como se daba más peso a la petición.
Todo hacía presagiar que la conjura iba a tener éxito; pero se ve que no todos los conjurados guardaron debidamente el secreto, y la noticia llegó a oídos de un sobrino de Pablo que estaba en Jerusalén, el cual la comunicó a su tío, y éste la hizo llegar al tribuno (v.16-21). No sabemos qué hacía este sobrino de Pablo en Jerusalén, y si su estancia en la ciudad santa era sólo de paso o de modo permanente, donde se habría establecido quizás la hermana del Apóstol con ocasión de los estudios de éste en su juventud (cf. 22:3); tampoco se dice si era o no cristiano, aunque de creer es que sí. Lo cierto es que este sobrino de Pablo, del que no tenemos ninguna otra noticia, descubre la conjura de los judíos contra su tío, evitando así una muerte que parecía segura. El tribuno, dándose cuenta de la situación, ordena al joven que no diga nada de lo que le ha comunicado a él (v.22) y determina quitarse de encima aquella enojosa cuestión, descargando sobre otros la responsabilidad.

Pablo es conducido a Cesárea, 23:23-35.
23 Y llamando a dos centuriones les dijo: Preparad doscientos infantes para que vayan hasta Cesárea, setenta jinetes y doscientos lanceros para la tercera vigilia de la noche. 24 Asimismo preparad cabalgaduras a Pablo, para que sea llevado en seguridad al procurador Félix. 25 Y escribió una carta del tenor siguiente:26 Claudio Lisias al muy excelente procurador Félix, salud:27 Estando el hombre que te envío a punto de ser muerto por los judíos, llegué con la tropa y le arranqué de sus manos, habiendo sabido que era un ciudadano romano;28 y para conocer el crimen de que le acusaban, le conduje ante su sanedrín, 29 y hallé que era acusado de cuestiones de su Ley, pero que no había cometido delito digno de muerte o prisión; 30 y habiéndome sido revelado que se habían conjurado para matarle, al instante resolví enviártelo a ti, comunicando también a los acusadores que expongan ante tu tribunal lo que tengan contra él. Pásalo bien. 31 Los soldados, según la orden que se les había dado, tomaron a Pablo y de noche le llevaron hasta Antípatris; 32 y al día siguiente, dejando con él a los jinetes, se volvieron al cuartel. 33 Así que llegaron a Cesárea, entregaron la epístola al procurador y le presentaron a Pablo. 34 El procurador, leída la epístola, preguntó a Pablo de qué provincia era, y al saber que era de Cilicia: 35 Te oiré, dijo, cuando lleguen tus acusadores; y dio orden de que fuese guardado en el pretorio de Heredes.

Llama la atención la fuerte escolta, nada menos que 470 soldados, con que el tribuno hace acompañar a Pablo (v.25). Parece demasiada escolta para un preso. Pero téngase en cuenta que el caso de Pablo, después que averiguó que era ciudadano romano, traía preocupado al tribuno (cf. 22:29); Y más todavía al ver el encono de los judíos contra él, de que era testimonio fehaciente la conjura que acababa de descubrir. Es lógico, pues, que tomase todas las precauciones, máxime que la comitiva había de atravesar por lugares despoblados y entre montañas, donde eran muy fáciles las emboscadas 198.
La hora de partida quedó determinada para la tercera vigilia de la noche (v.23), es decir, tres horas después de puesto el sol, teóricamente las nueve, pues, en la manera de contar de entonces en Palestina, el sol se ponía siempre a las seis de la tarde, siendo las horas más o menos largas, según la estación del año en que nos encontrásemos. En atención al preso, para él y sus soldados de guardia personal, mandó también el tribuno preparar cabalgaduras (v.24). Hecho eso, redacta la carta de presentación o, como se decía entonces, el elogium, que, según la ley romana, había que enviar al magistrado superior cuando otro inferior le remitía algún acusado. Es lo que habrá de hacer también el procurador Festo cuando remita a Pablo a Roma (cf. 25:26). Con ese escrito el superior quedaba ya enterado, a grandes líneas, del caso. El redactado en esta ocasión por el tribuno Lisias nos lo conserva literalmente San Lucas (v.26-30), y es sustancioso y conciso, cual corresponde al estilo militar. En líneas generales responde bien a la realidad, aunque se ocultan hábilmente algunos pormenores que podían perjudicar al tribuno, como es el encadenamiento de Pablo para someterlo a los azotes, y el haber descubierto, únicamente entonces y no antes, como deja entrever la carta (v.27), que era romano.
La comitiva hace la primera parada en Antípatris (v.31), a 63 kilómetros de Jerusalén, en las estribaciones de la cadena montañosa de Judea, donde comenzaba ya la llanura abierta hasta el mar. La ciudad había sido reconstruida totalmente por Herodes el Grande, y la había llamado así en honor de su padre Antípatro. La mayor parte del trayecto lo harían seguramente de noche (v.31), pero es de creer, dada la distancia, que a esta ciudad llegaron bien avanzado ya el día. Desde aquí regresaron a Jerusalén los 400 soldados de a pie, pues había desaparecido el peligro de emboscadas, y siguen sólo los 70 de caballería (v.32). La distancia hasta Cesárea era de 39 kilómetros.
Llegados a Cesárea, el acusado y su elogium son presentados al procurador Félix, quien quiere enterarse de qué provincia era, cosa que no se decía en el elogium, ordenando a continuación que el preso fuese custodiado en el pretorio de Herodes hasta que fuese examinada su causa, una vez que llegasen los acusadores (v.33-35). Este pretorio de Herodes era el mismo palacio en que habitaba y administraba justicia el procurador, de ahí su denominación de pretorio, mansión regia erigida por Herodes el Grande cuando reconstruyó la ciudad de Cesárea, y que contaba también con dependencias para guardar presos, en una de las cuales fue metido Pablo en espera de la solución de su causa.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 23

5. PABLO ANTE EL SANEDRIN (Hch/22/30-23/11)

30 Al día siguiente, deseando cerciorarse de por qué lo acusaban los judíos, lo desató y mandó reunir a los sumos sacerdotes y a todo el sanedrín, y condujo a Pablo y lo presentó ante ellos.

1 Fija su vista en el sanedrín, Pablo dijo: «Hermanos; yo he vivido con plena rectitud de conciencia ante Dios hasta este día.» 2 Pero el sumo sacerdote Ananías ordenó a los que estaban junto a él que le pegaran en la boca. 3 Entonces Pablo le dijo: «Dios te va a pegar a ti, pared blanqueada. Estás sentado para juzgarme según la ley, ¿y contra toda ley ordenas abofetearme?» 4 Los asistentes dijeron: «¿Al sumo sacerdote de Dios te atreves a injuriar?» 5 Dijo Pablo: «No sabía, hermanos, que fuera el sumo sacerdote; porque escrito está: Al príncipe de tu pueblo no maldecirás.» 6 Sabiendo Pablo que una parte era de saduceos y la otra de fariseos, gritó en medio del sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Por la esperanza en la resurrección de los muertos soy juzgado.» 7 Al decir esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos y se dividió la asamblea. 8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritu, mientras que los fariseos creen en todo eso. 9 Se armó, pues, un griterío inmenso. Y levantándose algunos escribas del partido de los fariseos, arremetían diciendo: «No encontramos nada malo en este hombre. ¿Y si le hubiera hablado un espíritu o un ángel?» 10 Ante el gran alboroto producido, temeroso el tribuno de que Pablo fuera linchado por ellos, ordenó a la tropa bajar a rescatarlo y conducirlo de nuevo al cuartel. 11 A la noche siguiente, presentándose el Señor le dijo: «¡Animo! Como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es preciso que lo des también en Roma.»

Pablo ante el sanedrín. Una vez había gozado del favor de las autoridades superiores, cuando con su aprobación y apoyo combatía a la Iglesia e, incluso con cartas de presentación del sumo sacerdote, había intentado emprender su acción contra los cristianos de Damasco. Ahora comparece ante este tribunal como detenido y acusado. Podemos preguntarnos si los datos responden exactamente a la situación jurídica, si el romano podía ordenar la convocatoria del sanedrín e incluso hallarse presente en las deliberaciones, o si Pablo podía sin más tomar la palabra. A esto hay que responder que aquí no se trata de protocolo judicial -y lo mismo se aplica a los relatos posteriores- y que Lucas se restringe sencillamente a lo que concierne a Pablo. Si podemos suponer que estaba en Jerusalén en la proximidad del Apóstol, podemos también creer que estaría bien informado sobre los hechos.

Pablo se confronta con los judíos. Sabe los vínculos que aun en su calidad de cristiano lo unen con ellos y sobre todo con el grupo de los fariseos. Tales vínculos comunes están constituidos por la «esperanza» de Israel y por la «resurrección de los muertos». Cierto que Pablo, debido a su contacto de salvación con Cristo, había dado a estas representaciones un contenido substancialmente nuevo, pero en el diálogo con el judaísmo puede utilizarlas como medio de entablarlo, de la misma manera que en el discurso del Areópago se había situado en el terreno del pensar griego.

Al presentarnos Lucas -de manera gráfica, pero también creíble- el inteligente comportamiento del Apóstol, ofrece al mismo tiempo un cuadro animado de las tensiones de fe interiores al judaísmo, sobre todo entre los fariseos y los saduceos. También por los Evangelios sabemos que los saduceos negaban la realidad de un mundo espiritual y por consiguiente también la supervivencia después de la muerte corporal29. Esto lo testimonia también Flavio Josefo. La negación de un mundo de espíritus creado, va en esta dirección, aunque no tengamos de ello testimonios extrabíblicos.

Pablo formula la divisa que separa a los dos partidos. Esto basta para que surja una acalorada discusión entre ellos. Pablo tiene en su favor a los fariseos. Su odio contra los saduceos es en este momento más fuerte que su aversión contra el Apóstol. Los soldados lo conducen de nuevo al cuartel. El tribuno vela por su vida. En su carta al procurador Félix reproduce la impresión que produjo este proceso cuando escribe: «Deseando averiguar la culpa de que le acusaban, lo hice comparecer ante su sanedrín. Hallé que era acusado por cuestiones de su ley, pero que no tenía delito alguno digno de muerte o cárcel» (23,28s). Al invocar Pablo su fariseismo ¿había de hecho querido desde un principio provocar la desavenencia entre los miembros del sanedrín? Después de todo, lo que le interesaba era ganarse la benevolencia de los fariseos. Sin embargo, con gran inquietud y preocupación se llevó consigo a la prisión la impresión de este cuadro perturbador. No sin razón añade Lucas a este relato el de la aparición nocturna del «Señor». Como promesa de liberación del peligro judío suenan estas palabras: «¡Animo! Como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es preciso que lo des también en Roma.» Espontáneamente pensamos en 19,21, donde dice Pablo: «Después de estar allí, conviene que yo visite tambien Roma.»

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29. Mar_12:18 ss; Mat_22:23 ss; Luk_20:27. Se trata de la disputa de los saduceos con Jesús, en la que querían poner en aprieto a Jesús con el ejemplo supuesto de una mujer que, según la ley del levirato, había tomado por esposos sucesivamente a siete hermanos. Su pregunta de a cuál de ellos pertenecerá la mujer en la resurrección, es rechazada por Jesús mediante corrección de su falsa idea de Dios y de la resurrección.

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6. CONJURACIÓN DE LOS JUDÍOS (Hch/23/12-22).

12 Al ser de día, tuvieron los judíos una reunión y se juramentaron, prometiendo no comer ni beber hasta que hubieran dado muerte a Pablo. 13 Eran más de cuarenta los que hicieron esta conjuración. 14 Y dirigiéndose a los sumos sacerdotes y a los ancianos, les dijeron. «Nos hemos juramentado solemnemente a no probar bocado hasta que hayamos dado muerte a Pablo. 15 Ahora, pues, vosotros con el sanedrín tenéis que convencer al tribuno, para que os lo haga comparecer, bajo el prerexto de que deseáis examinar con más detalle su causa. Nosotros, antes de su llegada, estaremos preparados para quitarlo de en medio.» 16 Acertó a oír la conjuración el hijo de la hermana de Pablo, y presentándose en el cuartel, entró a avisar a Pablo. 17 éste llamó a uno de los centuriones y le dijo: «Lleva a este muchacho al tribuno, porque tiene algo que comunicarle.» 18 él, tomándolo consigo, lo condujo hasta el tribuno y dijo: «El preso Pablo me llamó y me ha rogado que introduzca hasta ti a este muchacho, porque tiene algo que decirte.» 19 Tomándolo de la mano el tribuno y retirándose aparte, le preguntó: «¿Qué es lo que tienes que comunicarme?» 20 Y él dijo: «Los judíos se han puesto de acuerdo para rogarte que mañana hagas comparecer a Pablo ante el sanedrín, con el pretexto de que desean una más detallada información sobre él. 21 Pero tú no les hagas caso; porque preparan contra él una emboscada más de cuarenta hombres de entre ellos, que se han juramentado a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte, y ahora están preparados en espera de tu asentimiento.» 22 El tribuno despidió al muchacho y le mandó: «No digas a nadie que has descubierto estas cosas.»

Esta historia muestra cuán desesperada era la situación para Pablo en Jerusalén y qué odio tan fanático le profesaban los judíos. La situación era efectivamente peligrosa. Los conjurados, que en la forma más rigurosa de voto se habían empeñado en eliminar a Pablo, contaban probablemente con que el tribuno conduciría al preso sólo con un pequeño piquete de guardia ante el sanedrín para una nueva deliberación. Así parece, en efecto, haberse hecho en el interrogatorio precedente. El hecho de que los conjurados, que querían dar lugar a una investigación simulada, pudieran iniciar en su plan incluso a altos jerarcas judíos, muestran el gran peligro en que se hallaba la vida del Apóstol.

Y una vez más se muestra palmariamente la presencia poderosa del Señor que velaba por su mensajero. Por los Hechos de los apóstoles nos enteramos de la manera tan concreta como el Señor presta ayuda, utilizando todas las circunstancias y posibilidades. También aquí lo vemos en la intervención del sobrino, del que, por lo demás, no tenemos otra noticia. El Espíritu, que dirige los pasos del Apóstol, conduce al muchacho al cuartel. ¿Cómo estaba enterado de la conjuración? Es posible que alguien del sanedrín, alguno del grupo de los fariseos bien dispuesto con respecto a Pablo, pusiera al corriente a la hermana de Pablo. De todos modos, huelga seguir preguntando. Cuando Dios quiere, no le faltan posibilidades.

Una vez más vemos aquí en el comportamiento del tribuno romano el reverso de la medalla de los judíos. El hecho de que permita al muchacho ver al preso, de que lo reciba con buenas disposiciones y tome en serio su información, todo esto muestra la objetividad y benevolencia del funcionario romano. Al mismo tiempo se echa de ver la discreción del oficial, que manda al muchacho guardar silencio a fin de que no surjan nuevos peligros para Pablo. Decide aprovecharse de la noche, para, a su abrigo, enviar al preso a un lugar más seguro.

VI. EN CESAREA (23,23-26,32).

1. TRASLADO DE PABLO POR LOS SOLDADOS ROMANOS (Hch/23/23-35).

23 Luego llamó a dos de los centuriones y les dijo: «Preparad doscientos soldados, para que vayan a Cesarea, y setenta de a caballo y doscientos lanceros, a partir de la hora tercera de la noche», 24 y, además, que se dispusieran caballerías para montar a Pablo y llevarlo sano y salvo al procurador Félix, 25 con una carta del tenor siguiente: 26 «Claudio Lisias al ilustrísimo procurador Félix: Salud. 27 A este hombre, apresado por los judíos y a punto de ser asesinado por ellos, conseguí liberarlo interviniendo con la tropa, sabedor de que es romano. 28 Y deseando averiguar la culpa de que le acusaban, lo hice comparecer ante su sanedrín. 29 Hallé que era acusado por cuestiones de su ley, pero que no tenía delito alguno digno de muerte o de cárcel. 30 Habiéndoseme denunciado que se tramaba una emboscada contra este hombre, te lo envío con urgencia, al mismo tiempo que aviso a sus acusadores para que digan delante de ti sus querellas contra él.» 31 Los soldados, pues, siguiendo las instrucciones que se les dieron, tomaron a Pablo y lo condujeron de noche a Antipátride. 32 Al día siguiente, regresaron al cuartel, dejando a los de a caballo seguir viaje con él; 33 los cuales, llegados a Cesarea y entregada la carta al procurador, le presentaron también a Pablo. 34 Leída la carta y después de preguntarle de qué provincia era y averiguar que era de Cilicia, 35 «Te oiré en juicio -le dijo- cuando hayan llegado también tus acusadores.» Y ordenó que siguiera bajo custodia en el pretorio de Herodes.

El tribuno reaccionó con resolución ante la denuncia del joven. Leyendo los libros de Flavio Josefo, se comprende su comportamiento. La guarnición romana tenía que estar constantemente alerta contra los movimientos clandestinos de los judíos. Se comprende también que el tribuno apronte tan gran escolta de soldados para conducir seguro por la noche al detenido a Cesarea, al distrito de inmediata competencia del procurador. Desde luego, habría sido para el oficial sumamente desagradable que Pablo, ciudadano romano, hubiera perdido la vida en una emboscada en Jerusalén o en el camino de Cesarea. Demos que fuera también simpatía hacia Pablo o antipatía contra los judíos lo que influyó en parte en su proceder. En todo caso, también aquí interviene la mano de quien desde arriba guia y vigila los caminos de Pablo.

La carta que el tribuno envía a su superior testimonia la aplicación del funcionario a su oficio y su solicitud por Pablo. No habrá que tomar a mal al tribuno el que al escribir su carta describa en su favor los detalles del arresto, presentándolos como si él, desde un principio, hubiera tratado de proteger al ciudadano romano. En cambio, es importante- y, una vez más, interesa al objetivo de los Hechos de los apóstoles- el testimonio de la carta, según el cual Pablo no había cometido nada digno de castigo, debiéndose todo únicamente a la hostilidad de los judíos, que lo perseguían por cuestiones religiosas internas. Vuelve a repetirse el juicio del procónsul Galión (18,15), y también el procurador Festo (25,18s) adoptará el mismo punto de vista. A lo largo de todo el relato asoma la idea de que desde el punto de vista del derecho romano no había ningún precedente para condenar al Apóstol. También el procurador Félix, que guarda en custodia en Cesarea, su residencia oficial, al prisionero que se le había enviado, se comporta lealmente con él y, según 24,23, ordena expresamente que se le deje «cierta libertad» y le da la posibilidad de ser asistido por sus amigos.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



115(iv) Pablo ante el sanedrín (22,30-23,11). En medio de un «haz de improbabili(-)dades históricas sin paralelos en el resto de la obra de Lucas» (Roloff, Apg. 326), se nos exige aquí un gran esfuerzo para poder entender el recurso del tribuno al sanedrín, su improbable competencia para convocarlo y determinar su orden del día, el carácter de la asamblea (reu(-)nión o proceso, w. 30.6), el ataque de Pablo y su maldición, y, posteriormente, su increíble protesta de no haber reconocido al sumo sacer(-)dote y su manipulación del odium theologicum de las distintas facciones para su propio bene(-)ficio. Cualquiera que sea su fundamento histó(-)rico, este texto es una clara referencia a los procesos ante el sanedrín que sufrieron Jesús (Lc 22,63-71), Pedro y Juan (4,5-22), los após(-)toles (5,26-40) y Esteban (6,12-7,60), y forma un continuum histórico con ellos. De este mo(-)do, el proceso judicial contra el Jesús terreno se prolonga a través de cuatro procesos en He(-)chos, en los que el acusado es el Cristo del ke(-)rigma (Stolle, Zeuge [? 54 supra] 234). 30. a todo el sanedrín: ? Lucas, 43:167. 23,1. una buena conciencia: cf. 24,16; 2 Cor 1,12. he vivi(-)do: El vb. gr. politeuesthai significa «cumplir el propio papel en la sociedad» (cf. Flp 1,27). has(-)ta el día de hoy: Abarca la vida de Pablo como judío y como cristiano, implicando que no hay ruptura entre las dos fases (v. 6; 26,4-7). 2. sumo sacerdote Ananías: Hijo de Nadabeo, de(-)sempeñó el cargo entre el 47 y el 59 d.C. (Jose(-)fo, Ant. 20.5.2 § 103; 20.9.2-3 § 204-08; His(-)toria, 75:155). 3. Dios te va a golpear a ti: ¿Se escribió esta maldición a posteriori tras el ase(-)sinato de Ananías a comienzos de la primera rebelión judía (De Bell. 2.17.6 § 429; 2.17.9 § 441)? violando la ley: cf. Lv 19,15. 5. no sabía: Esta respuesta, altamente improbable, con su cita de Éx 22,27, mantiene al héroe lucano en fidelidad a la ley incluso en su enfrentamiento contra la más alta autoridad judía. 6. saduceos y... fariseos: cf. comentario sobre 4,1 .yo soy fa(-)riseo: Que era judío, el mismo Pablo lo dice (Flp 3,5); pero que sea ya un cristiano es una expresión lucana, que, en beneficio del argu(-)mento, llegará a su culmen en 26,5-8 (cf. J. Ziesler, NTS 25 [1978-79] 146-48). la esperanza y la resurrección: Es una endíadis; significa que la esperanza de Pablo es la resurrección (24,15; 26,6-8). Vuelve a ilustrar de nuevo la identifi(-)cación de ley y promesa que Lucas ha realiza(-)do, y que es contraria a la estricta separación paulina de estos dos conceptos (cf. comentario a 22,3; 24,14-25). 8. no hay resurrección, ni án(-)geles, ni espíritus: Unicamente la primera nega(-)ción tiene un fundamento en las fuentes judías (Ant. 18,1.4 § 16; Bell. 2.8.14 § 165); los otros elementos completan el contrapunto al argu(-)mento de los fariseos a favor de Pablo (v. 9). Puesto que Lucas no explica el fundamento del punto de vista de los saduceos sobre su con(-)cepción rigorista de la Torá, quedan caracteri(-)zados como unos racionalistas burlones (cf. Lc 20,27-33). 9. un espíritu o un ángel: Quienes apoyan a Pablo remiten a su visión de Damas(-)co (22,6-10); el reconocimiento de su realidad está en perfecto acuerdo con su teología (v. 8). 11. el Señor se le apareció: Esta consoladora vi(-)sión (cf. 18,9; 27,24) erige un mojón funda(-)mental en el relato lucano: Ha terminado el testimonio de Pablo en Jerusalén, y se deja en(-)trever la meta de su misión en Roma, contem(-)pladas ambas bajo la «necesidad» (dei) del ver(-)dadero plan de Dios (cf. 19,21).
116 (c) Pablo ante el gobernador y el rey en Cesarea (23,12-26,32).
(i) Traslado a Cesarea (23,12-35). La conjura(-)ción de los judíos contra Pablo y su rápida transferencia a Cesarea dan ocasión a una am(-)plia descripción, que, tal vez, procede de una anécdota independiente que Lucas amplió con la carta del tribuno (vv. 25-30) para adaptarla a su secuencia literaria. 12. se confabularon: El malestar que suscita este relato, como consecuencia de la frustrada audiencia ante el sane(-)drín, se siente cuando vemos que el complot se centra en una simulación del mismo tipo de indagación (vv. 15.20), aun cuando el tribuno no estuviera dispuesto a repetir el fiasco (v. 21). Sin embargo, la situación descrita es perfecta(-)mente plausible, dada la frecuencia de los lin(-)chamientos de los traidores a la causa judía en los años previos a las guerras judías, se com(-)prometieron con juramento: Lit., «se pusieron bajo anatema». Quedamos perplejos ante el destino de los frustrados conspiradores (v. 21). 16. el hijo de la hermana de Pablo: La presencia de la familia de Pablo en Jerusalén se funda(-)menta, al parecer, en la tradición local (cf. 22,3). La piedad rigorista de la familia indica que el sobrino tenía relaciones con los zelotas, por lo que pudo enterarse del complot (Roloff, Apg. 331). 23. doscientos soldados: Esta excesi(-)va cantidad hubiera requerido la intervención de la mitad de la tropa asignada a la fortaleza Antonia (cf. 21,31). a Cesarea: Sede del gober(-)nador, a 96,5 km en dirección noroeste; cf. co(-)mentario sobre 10,1. tercera hora de la noche: Sobre las 21,00 h. 24. gobernador Félix: Este ciudadano de honor de Roma, con amigos cer(-)canos a Claudio y Nerón, consiguió este cargo a pesar de su historial (cf. Suetonio, Claudius 28; Tácito, Hist. 5.9; Ann. 12.54; Conzelmann, Apg. 139). Ejerció su mandato aproximada(-)mente entre los años 52 y 59/60 d.C. (? Histo(-)ria, 75:179), y estuvo marcado por la crueldad y la codicia (cap. 24,26). 25-26. Todos los espe(-)cialistas están de acuerdo en que la carta es una composición redaccional. Se utiliza el sa(-)ludo helenista estándar (cf. 15,23; ? Cartas del NT, 45:6), y por primera vez nos enteramos del nombre del tribuno. 27-30. El corpus de la car(-)ta presenta un informe de la situación del pri(-)sionero desde el punto de vista romano: no es judicialmente culpable, y su caso es asunto de disputas religiosas que caen fuera de la com(-)petencia de la autoridad imperial. Es el mismo punto de vista que ofrece Galión (18,15; cf. 25,18-19), y, por supuesto, es el principal argu(-)mento de Lucas con respecto al tema de la re(-)lación entre la autoridad pública y el evangelio: los misioneros son siempre víctimas de la conspiración, pero son inocentes de todo plan conspiratorio (Maddox, Parpóse 95-96). 30. informando a sus acusadores: No podría habérse(-)les comunicado antes de la redacción de la car(-)ta; pero el auténtico destinatario de la carta es el lector de Lucas. 31. Antípatris: ? Geografía bíblica, 73:76. 34. Cilicia: cf. 21,39; 22,3. 35. pretorio de Herodes: El gobernador de la pro(-)vincia residía en el antiguo palacio de Herodes el Grande (37-4 a.C.) desde el año 6 d.C.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXIII.

1 As Paul pleadeth his cause, 2 Ananias commandeth them to smite him. 7 Dissension among his accusers. 11 God encourageth him. 14 The Iewes laying waite for Paul, 20 is declared vnto the chiefe captaine. 27 He sendeth him to Felix the gouernour.
1 And Paul earnestly beholding the council, said, Men and brethren, I haue liued in all good conscience before God vntill this day.
2 And the high Priest Ananias commanded them that stood by him, to smite him on the mouth.
3 Then saith Paul vnto him, God shall smite thee, thou whited wall: for sittest thou to iudge mee after the Law, and commandest mee to be smitten contrary to the Law?
4 And they that stood by, said, Reuilest thou Gods high Priest?
5 Then said Paul, I wist not, brethren, that hee was the high Prist: For it is written, [ Exo_22:27.] Thou shalt not speake euill of the ruler of thy people.
6 But when Paul perceiued that the one part were Sadducees, and the other Pharisees, hee cryed out in the Councill, Men and brethren, [ Phi_3:5.] I am a Pharisee, the sonne of a Pharisee: [ Act_24:21.] of the hope and resurrection of the dead, I am called in question.
7 And when hee had so said, there arose a dissension betweene the Pharisees and the Sadducees: and the multitude was diuided.
8 [ Mat_22:23.] For the Sadducees say that there is no resurrection, neither Angel, nor spirit: but the Pharisees confesse both.
9 And there arose a great cry: and the Scribes that were of the Pharisees part arose, and stroue, saying, Wee finde

[A rash vow.]

no euill in this man: but if a spirit or an Angel hath spoken to him, let vs not fight against God.
10 And when there arose a great dissension, the chiefe captaine fearing lest Paul should haue bene pulled in pieces of them, commanded the souldiers to goe downe, and to take him by force from among them, and to bring him into the castle.
11 And the night folowing, the Lord stood by him, and saide, Bee of good cheere, Paul: for as thou hast testified of mee in Hierusalem, so must thou beare witnesse also at Rome.
12 And when it was day, certaine of the Iewes banded together, and bound themselues vnder [ Or, with an oath of execration.] a curse, saying, that they would neither eate nor drinke till they had killed Paul.
13 And they were more then fourtie which had made this conspiracie.
14 And they came to the chiefe Priests and Elders, and said, Wee haue bound our selues vnder a great curse, that wee will eate nothing vntill wee haue slaine Paul.
15 Now therefore ye with the Councill, signifie to the chiefe captaine that he bring him downe vnto you to morrow, as though yee would enquire something more perfectly concerning him: and we, or euer he come neere, are ready to kill him.
16 And when Pauls sisters sonne heard of their laying in wait, hee went and entred into the castle, & told Paul.
17 Then Paul called one of the Centurions vnto him, and said, Bring this yong man vnto the chiefe captaine: for he hath a certaine thing to tell him.
18 So he took him, and brought him to the chiefe captaine, and said, Paul the prisoner called me vnto him, and praied mee to bring this yong man vnto thee, who hath something to say vnto thee.
19 Then the chiefe captaine tooke him by the hand, and went with him aside priuately, and asked him, What is that thou hast to tell me?
20 And he said, The Iewes haue agreed to desire thee, that thou wouldest bring downe Paul to morrow into the Council, as though they would enquire somewhat of him more perfectly.
21 But do not thou yeeld vnto them: for there lie in wait for him of them moe then fourtie men, which haue bound themselues with an othe, that they will

[Paul sent to Felix.]

neither eate nor drinke, till they haue killed him: and now are they ready, looking for a promise from thee.
22 So the chiefe captaine then let the yong man depart, and charged him, See thou tell no man, that thou hast shewed these things to me.
23 And he called vnto him two Centurions, saying, Make ready two hundred souldiers to goe to Cesarea, and horsemen threescore and ten, and spearemen two hundred, at the third houre of the night.
24 And prouide them beasts, that they may set Paul on, and bring him safe vnto Felix the gouernour.
25 And hee wrote a letter after this manner:
26 Claudius Lysias, vnto the most excellent Gouernour Felix, sendeth greeting.
27 This man was taken of the Iewes and should haue beene killed of them: Then came I with an armie, and rescued him, hauing vnderstood that he was a Romane.
28 And when I would haue knowen the cause wherefore they accused him, I brought him foorth into their Council.
29 Whom I perceiued to be accused of questions of their lawe, but to haue nothing laide to his charge worthy of death or of bonds.
30 And when it was tolde me, how that the Iewes laid waite for the man, I sent straightway to thee, and gaue commandement to his accusers also, to say before thee what they had against him. Farewell.
31 Then the souldiers, as it was commaunded them, tooke Paul, and brought him by night to Antipatris.
32 On the morow, they left the horsemen to goe with him, and returned to the castle.
33 Who when they came to Cesarea, and deliuered the Epistle to the gouernour, presented Paul also before him.
34 And when the gouernour had read the letter, he asked of what prouince he was. And when he vnderstood that he was of Cilicia:
35 I will heare thee, said hee, when thine accusers are also come. And hee commanded him to be kept in Herods iudgement hall.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Traslado debido a un complot. Hay una ironía en el mensaje del Espíritu Santo por medio de Agabo en 21:10, 11, de que los judíos de Jerusalén sujetarían al dueño del cinto y lo entregarían a los gentiles. De hecho, fueron los gentiles los que salvaron a Pablo de dos violentos incidentes e impidieron dos intentos de los judíos para asesinarlo. 12-14 Había más de cuarenta hombres directamente envueltos en la conjuración y el hecho de que se juraron bajo maldición demuestra el grado de seriedad con que tomaban el tema. 15 Aunque no todos, varios de los miembros del Sanedrín estaban en la conspiración. El resto habría de ser engañado junto con el tribuno romano en base al pretexto de que se debía investigar el caso con más exactitud. La sentencia sería definida y ejecutada mientras Pablo estaba en camino a la audiencia.

16-22 Es algo sorprendente que Lucas nos dé tan poca información sobre Pablo, pues ¡ni siquiera sabemos su nombre romano completo, que debía te ner tres elementos! Es hasta aquí que sabemos que tenía parientes en Jerusalén. Las especulaciones de cómo el sobrino obtuvo la información difícilmente son productivas.

23, 24 La descripción de la escolta de Pablo parece ser excesiva, ya que según algunas estimaciones, era casi la mitad de la guarnición de Jerusalén. El tamaño de la guardia militar probablemente era determinado por la misma amenaza real de una revuelta masiva abierta, que estaba claramente en la idea de las autoridades desde el principio (ver sobre 21:30-32, 37, 38). La preocupación del tribu no era antes que nada la paz en Jerusalén; el grueso de la fuerza volvió allí rápidamente (31, 32).

25-30 Ni Lucas ni Pablo podrían haber tenido acceso a la correspondencia del gobernador y la introducción (escribió una carta en estos términos) quizá indique que Lucas nos está dando la idea ge neral de lo que se suponía que debía haber estado en la carta. Por el otro lado, es posible que la carta llegara más tarde a formar parte del papeleo conectado con el juicio de Pablo y aun quizá leída en el tribunal. Tal como la tenemos, la carta es del tipo que se podría esperar en una situación así, llena de todas las sutilezas políticas, enfatizando la pro pia iniciativa del tribuno y las acciones responsables, incluyendo una ligera adaptación de las verdades: Yo le rescaté acudiendo con la tropa, habiendo entendido que era romano (cf. 21:33; 22:29).

31-35 El detalle de que Pablo era de Cilicia fue solicitado por Félix en un intento de determinar bajo qué jurisdicción debía tratarse el caso. En este evento, Félix acordó asumir la responsabilidad.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*19:23-28:31 La tercera sección de la segunda parte de Hechos narra el viaje de Pablo a Jerusalén y a Roma, como prisionero y testigo de Cristo; consta de cuatro bloques: viaje a Jerusalén por Macedonia y Acaya (Hch 19:23-41; Hch 20:1-38; Hch 21:1-26); prisión y testimonio en Jerusalén ante los judíos (Hch 21:27-40; Hch 22:1-30; Hch 23:1-35; Hch 24:1-27); prisión y testimonio en Cesarea ante gobernadores y reyes (Hch 25:1-27; Hch 26:1-32); viaje a Roma y testimonio en dicha ciudad (Hch 27:1-44; Hch 28:1-31).

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Complot contra Pablo. Se trama una conjura para eliminar a Pablo. Los cuarenta conjurados se comprometen a un ayuno, pues calculan despachar el asunto rápidamente. Lo importante es sacar a Pablo de la custodia de los romanos y para esto se confabulan con los miembros sacerdotes y civiles del Consejo. Del resto se ocuparán ellos sin comprometer públicamente a los líderes. Un sobrino del Apóstol se entera, avisa al comandante y éste salva de nuevo al preso, llevándolo bajo fuerte custodia militar a Cesarea. Este viaje significa para Pablo su salida definitiva de Jerusalén, que ya no volverá a ser mencionada en el libro de los Hechos.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Lucas narra escuetamente de qué manera Pablo pasa a ser juzgado según las leyes del Imperio romano. Las noticias que recoge tanto del proceso judicial como de los personajes que intervienen en él -Félix, Festo, etc.- coinciden con lo que sabemos de la época a través de los documentos profanos.


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



5. Exo_22:27.

8. Ver Mat_22:23.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

νεανίσκον WH Treg NA28 ] νεανίαν RP
  • ἐμέ WH Treg ] με NA28 RP

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



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Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

informado... Lit. informaste.

Torres Amat (1825)



[3] Lev 19, 15.

[5] Ex 22, 28.