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Frecuentemente recorría todas las sinagogas y a fuerza de castigos les obligaba a blasfemar y, rebosando furor contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras. (Hechos 26, 11) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 26

1 Agripa, pues, dijo a Pablo: «Se te permite hablar en tu defensa.» Entonces Pablo, extendiendo la mano, comenzó su defensa: 2 «Me considero feliz, rey Agripa, al comenzar a defenderme hoy delante de ti, de todas esas cosas de que soy acusado por los judíos, 3 y más siendo, como eres, conocedor de todas las costumbres y controversias que entre los judíos hay. Por ello te ruego que me escuches pacientemente. 4 »Mi vida, desde la juventud, que se desarrolló al principio entre mi gente y en Jerusalén, es conocida de todos los judíos; 5 los cuales, conociéndome desde antiguo, saben, si lo quisieran reconocer, que viví como fariseo según la secta más estrecha de nuestra religión. 6 Y ahora estoy siendo juzgado por la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres, 7 a la cual esperan llegar nuestras doce tribus, sirviéndole continuamente noche y día. Por razón de esta esperanza soy acusado de los judíos, oh rey. 8 ¿Acaso os parece increíble que Dios resucite a los muertos? 9 Yo, por mi parte, pensé que debía hacer todo lo posible contra el nombre de Jesús de Nazaret, 10 y lo hice en Jerusalén, y a muchos de los fieles encerré yo en la cárcel, con autorización que recibía de los sumos sacerdotes. Y cuando se les condenaba a muerte, yo daba mi voto contra ellos. 11 Y por todas las sinagogas, muchas veces a fuerza de golpes, los obligaba a blasfemar y, enfurecido hasta el extremo, los perseguía incluso en las ciudades extranjeras. 12 »En esto, yendo a Damasco con poderes y permiso de los sumos sacerdotes, 13 a medio día, por el camino, vi, oh rey, que me rodeaba, a mí y a los que conmigo iban, una luz proveniente del cielo que superaba el resplandor del sol. 14 Caímos a tierra todos, y oí una voz que me decía en lengua hebrea: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Duro es para ti dar coces contra el aguijón." 15 Yo dije: "¿Quién eres tú, Señor?" Y el Señor me dijo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16 Pero levántate y ponte sobre tus pies; porque para esto me he aparecido a ti, para constituirte servidor y testigo de lo que acabas de ver y de lo que aún te mostraré. 17 Yo te libraré de tu pueblo y de las naciones a las cuales te voy a enviar, 18 a fin de que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del dominio de Satán a Dios, y alcancen la remisión de los pecados y la herencia entre los que han sido santificados por la fe en mí." 19 A partir de entonces no fui desobediente, oh rey Agripa, a la visión celestial, 20 sino que, primero en Damasco y en Jerusalén, y después en toda la región de Judea y entre los gentiles, me puse a predicar que se convirtieran y volvieran a Dios, haciendo obras en consonancia con esa conversión. 21 Por causa de esto algunos judíos me prendieron en el templo e intentaban matarme; 22 pero, gracias a la ayuda que recibí de Dios, he permanecido hasta el día de hoy dando testimonio a pequeños y grandes, sin decir otra cosa que lo que predijeron los profetas y Moisés que había de suceder: 23 que el Cristo había de padecer, que sería el primero en resucitar de entre los muertos y que anunciaría la luz al pueblo y a las naciones.»

La pieza oratoria que tenemos ante los ojos tiene gran importancia en diferentes respectos. No debemos pasar por alto las características de la exposición lucana. Esto, sin embargo, no nos impide suponer que Lucas tuviera la posibilidad de procurarse una información segura sobre el encuentro del Apóstol con Agripa y sobre los detalles de tal encuentro, a no ser que se quiera suponer que él mismo participó en el hecho como testigo presencial. En 24,23 se ha dicho, en efecto, que Pablo gozaba en la prisión de cierta libertad y que los suyos tenían la posibilidad de prestarle servicios. No debemos olvidar que el relato entronca con la sección, que a partir de 20,5 se desarrolla en primera persona del plural y de la cual dijimos que permite rastrear a Lucas como garante.

Por tercera vez se ofrece en este discurso al lector la historia de Pablo. Tres veces se muestra en forma que se graba y se retiene fácilmente el itinerario y la imagen del hombre que cual ninguno había dado el testimonio de la salvación y desempeñado el encargo del que lo había llamado. También esta vez parece natural confrontar los tres relatos (9,1 ss; 22,1 ss; 26,4 ss). Las diferencias de detalle no crearán especiales dificultades. Una vez más se acusa la libertad de exposición del autor. Se puede comprobar también en otras piezas. Este modo de proceder nos sugiere que no debemos preguntar con excesiva meticulosidad por lo histórico. Lo que importa es el testimonio kerygmático tanto en los Evangelios como en los Hechos de los apóstoles. Pero al mismo tiempo estamos convencidos de que en dicho testimonio interviene por lo regular lo histórico. Quien se tome tiempo para hacer la comparación, volverá a percibir, también en el discurso ante Agripa, numerosas resonancias de las cartas de Pablo. Léase, por ejemplo, la declaración del Apóstol en la carta a los Gálatas (1,13-24).

También aquí se notifica, ante todo, la vinculación de Pablo con el judaísmo. Deliberadamente habla de cómo su vida se desarrolló «entre mi gente» y de cómo había vivido «como fariseo según la secta más estrecha de nuestra religión». Y una vez más también, como en su discurso ante el sanedrín (23,6) profesa la «esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres». En ello se sabe ligado, juntamente con el rey Agripa, con el pueblo de las «doce tribus». Pablo se dirige a quienes abrigan una expectativa y una esperanza que estaba viva en vastos círculos del judaísmo, en los fariseos como en los esenios. Sobre estos últimos hablan claramente los volúmenes de la Escritura descubiertos en las cuevas de Qumrán. Que efectivamente se oraba noche y día, salta a la vista por la regla de la orden de esta comunidad. De Ana la profetisa se dice en Luk_2:37 que «no se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones».

¿Podía Pablo remitirse realmente a esta expectativa de la salvación por parte de los judíos? ¿Podía decir: «Por razón de esta esperanza soy acusado de los judíos, oh rey»? ¿O hay que suponer que Lucas, en la redacción del discurso, no se daba cuenta de la diferencia entre la esperanza final de los judíos y la de los cristianos? Si supusiéramos esto, estaríamos en contradicción con el resto del testimonio de los escritos lucanos. Lucas sabía que la esperanza de Israel se cumplía en Cristo Jesús y que la comunidad de este Cristo, precisamente por razón de este cumplimiento, miraba a la consumación de la salvación con otros pensamientos y otras esperanzas. Pablo podía apropiarse los conceptos judíos de la salvación en la nueva interpretación hecha posible por la salvación revelada en Cristo. Así piensa finalmente en la resurrección de Jesús cuando hace esta pregunta: «¿Acaso os parece increíble que Dios resucite a los muertos?»

Se comprende que en esta mirada retrospectiva a su vida recordara Pablo especialmente aquel inolvidable encuentro con Cristo ante Damasco. Este caso ocupó también un puesto especial en su discurso ante el pueblo judío (Luk_22:6 ss). Aquí volvemos a oír de aquella extraña aparición luminosa, descrita aquí todavía con más fuerza, y que de nuevo forma el núcleo del relato el diálogo entre el Señor que se manifestaba en aquella luz y su perseguidor. «Duro es para ti dar coces contra el aguijón.» En la literatura clásica, tanto de los griegos como de los latinos, se halla esta imagen empleada en un proverbio muy propagado. ¿La añadió Lucas por su cuenta al relato? ¿O es que Pablo oyó realmente estas palabras en aquella hora? Aquí hay un sentido profundo. Como el animal de tiro enganchado al carro o al arado siente el palo puntiagudo del que lo guía cuando se opone a su voluntad, lo mismo sucede al hombre que se enfrenta con la voluntad del que lo llama. ¿Quiere esto decir que Pablo había sentido ya antes esta llamada y le había cerrado los oídos? Las palabras se refieren al llamamiento, a la vocación que desde Damasco pesa sobre Pablo y a la que en adelante no podrá ya sustraerse.

Con especial énfasis se añade a la palabra de la vocación la de la misión: «Porque para esto me he aparecido a ti, para constituirte servidor y testigo de lo que acabas de ver y de lo que aún te mostraré. Yo te libraré de tu pueblo y de las naciones a las cuales te voy a enviar.» ¿A qué se refiere esto? ¿Qué ha «visto» Pablo? Léase 1Co_15:8, con el testimonio de la aparición del Resucitado que fue otorgada al Apóstol «como al último de todos». Nótese en aquel pasaje cuán estrechamente está conectada esta aparición con el resto de las aspiraciones pascuales. Que Pablo fue constituido «servidor y testigo», lo reconoce quienquiera que lee con atención las cartas del Apóstol. En el mensaje de la resurrección se apoya todo el servicio de Pablo, «siervo de Jesucristo, por llamamiento divino, elegido para el Evangelio de Dios» (Rom_1:1). Este Resucitado no se alejará ya de él, sino que constantemente se mostrará en esa misteriosa comunión con Cristo, de la que nos dan impresionante testimonio las cartas del Apóstol.

Conmueve ver que Pablo, que comparece como cautivo ante el rey Agripa, puede proclamar la promesa del Resucitado: «Yo te libraré de tu pueblo y de las naciones a las cuales te voy a enviar.» Los Hechos de los apóstoles habían procurado hasta ahora mostrar esta proximidad eficaz del Señor, y al testimoniarla ahora mediante la palabra del Apóstol cautivo, quieren, conforme a su intención, inspirar también seguridad tocante a su destino ulterior.

Pablo se sabe sometido a la orden divina, y en obediencia a esta orden ha seguido hasta ahora su camino, como lo atestigua solemnemente al «rey Agripa». Damasco se halla al comienzo de este camino, le sigue Jerusalén y el amplio ámbito que ha recorrido el Apóstol. Si bien Pablo no había desplegado largo tiempo la actividad misionera en Jerusalén, sin embargo los Hechos tienen interés en nombrar esta ciudad, donde, según 1,8, habían de comenzar a dar testimonio los apóstoles. Pablo está convencido de la importancia de Jerusalén para su obra misionera, como lo atestigua también en la carta a los Romanos (15,19): «De modo que yo, partiendo de Jerusalén y en todas direcciones hasta Iliria, he dado a conocer plenamente el Evangelio de Cristo.» Podríamos preguntarnos por qué Lucas, precisamente en este discurso, hace que Pablo hable con tanta solemnidad y énfasis de su vocación y misión. No cabe duda de que las palabras de Pablo cuadran a la situación, y él tenía buenas razones para hablar así ante el auditorio descrito. No sólo quería justificar su actividad personal, sino también hablar como mensajero del Evangelio. Pero además de esto, es de suponer que Lucas, en esta última gran escena en que hace hablar a Pablo, quiere poner todavía ante los ojos, en una visión de conjunto, el camino y la obra del Apóstol, a fin de hacer presente al lector la integridad e intangibilidad de su persona y de su acción. Aquí no se pueden separar el relato histórico y la intención teológica.

c) Impresión de sus palabras en Agripa (Hch/26/24-32).

24 A este punto llegaba Pablo en su defensa, cuando Festo interrumpió, diciendo en alta voz: «Tú estás loco, Pablo; las muchas letras te han sorbido el seso.» 25 y Pablo: «No estoy loco -dijo-, ilustre Festo; por el contrario, estoy pronunciando palabras de verdad y de cordura. 26 Sabe de estas cosas el rey, a quien por ello hablo confiadamente, pues no puedo creer que nada de esto ignore, ya que no ha sucedido en ningún rincón. 27 ¿Crees, oh rey Agripa, en los profetas? Yo sé que crees.» 28 Respondió Agripa a Pablo: «Por poco me convences de que me haga cristiano.» 29 Y Pablo: «Pluguiera a Dios que por poco o por mucho, no sólo tú, sino todos los que hoy me escuchan, se volvieran como yo; pero sin estas cadenas.» 30 Se levantó entonces el rey, el procurador, Berenice y los que con ellos estaban sentados; 31 y al retirarse, comentaban unos con otros: «Nada digno de muerte o de cárcel ha hecho este hombre.» 32 Y Agripa dijo a Festo: «Podía ser puesto en libertad este hombre, si no hubiese apelado al César.»

Muchas veces, como lo hemos visto anteriormente, no deja Lucas acabar su discurso al que habla (6,54 ss; 10,44; 17,32; 22,22). Esta vez, el procurador corta la palabra a Pablo. ¿Cómo podía un hombre indiferente, anclado en las cosas terrenas, acomodarse a lo que Pablo iba diciendo de la promesa de los profetas, la pasión del Mesías y la resurrección de los muertos? Su interrupción no ha de estimarse despectiva. Más bien constituye una ironía condescendiente, semejante a la de que es objeto por parte de un liberal escéptico el que profesa una fe trascendente. La interrupción de Festo recuerda la escéptica pregunta de Pilato en el proceso de Jesús: «¿Qué es la verdad?»

Pablo no pierde la serenidad. Llama al rey como testigo. El comienzo del cristianismo no está envuelto en nebulosidades míticas. Ya Pedro podía decir en su discurso ante el centurión romano, Cornelio: «Vosotros conocéis lo que ha venido a ser un acontecimiento en toda Judea, a partir de Galilea...» (10,37). Así también Pablo da por supuesto que Agripa está al corriente de las cosas relativas a la acción de Jesús y a su muerte. Desde un principio fue el caso de Cristo una cosa que en gran parte se desarrolla, de manera comprobable, a plena luz pública. La fe en el misterio de la salvación no tiene por qué renunciar al testimonio de la historia, aunque la razón intrínseca del objeto de la fe no se pueda establecer con el argumento de lo histórico.

«¿Crees, oh rey Agripa, en los profetas?» Una vez más indica el Apóstol cuán enraizado está el Evangelio en la revelación veterotestamentaria. ¿Se debe a una reacción espontánea la respuesta que da Agripa al Apóstol? ¿O se trata más bien de la perplejidad del que se ha visto herido interiormente y se salva con una ironía? Es un cuadro impresionante el de este Pablo encadenado delante de una sociedad distinguida. Como un profeta, está en pie frente a los «hijos del mundo» y, en medio de su impotencia exterior, hace propaganda como testigo en favor de aquel que ha venido a ser el comienzo y la meta de su vida. Esto nos trae a la memoria las palabras de 2Ti_2:9 : «Por él soporto el sufrimiento, incluso el de las cadenas, como si fuera un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada.»

Lucas refiere con especial interés la impresión que hizo el discurso del Apóstol en sus oyentes. «Nada digno de muerte o de cárcel ha hecho este hombre», se dicen entre sí, y el juicio del rey Agripa lo confirma: «Podía ser puesto en libertad este hombre, si no hubiese apelado al Cesar.» Estas palabras se pueden añadir a todas las aserciones anteriores formuladas por los representantes de la administración romana sobre la situación jurídica del Apóstol. Representan claramente un punto culminante en la serie de los testigos. Y una vez más se ve uno forzado a preguntar si este testimonio acumulado de los Hechos de los apóstoles no fue consignado por escrito cuando Pablo estaba todavía en prisión y tenía necesidad de tales deposiciones, o si se escribió -como supone la opinión más extendida- cuando hacía ya tiempo que había muerto el Apóstol.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



123 Apología final de Pablo (26,1-29). El discurso ante Agripa constituye el clímax de la autodefensa que Pablo desarrolla en los caps. 22-25 y presenta la recapitulación, en cuanto acusado, del asunto por el que los judíos lo querían procesar, a saber, su interpretación de la promesa en tomo a la que giraban la Escri(-)tura y la piedad mosaicas (vv. 6-8; cf. Lóning, Saulustradition [? 54 supra] 177-78). Una in(-)terrupción, que se ubica estratégicamente (v. 24), identifica el objetivo discursivo de la com(-)posición: el resumen del kerigma de Pablo que se encuentra en el v. 23. Al proclamar allí el cumplimiento de la promesa, afirma que quien se encuentra en el juicio ante el erudito rey es el mismo Cristo resucitado que, a través de su «testigo» (v. 16), habla tanto al judío co(-)mo al gentil (Stolle, Zeuge [? 54 supra] 133, 140). Puesto que el evangelio es la respuesta fi(-)nal que Pablo da a la acusación de los judíos, su apología y el kerigma coinciden (vv. 28-29); él es testigo precisamente en cuanto acusado (Stolle, Zeuge [? 54 supra] 134). Además, gra(-)cias a la defensa que da validez al kerigma, la conversión y la vocación de Pablo coinciden plenamente en la misma cristofanía. Así, con este tercer «telling» (narración) se completan las revisiones que Lucas realizó de la leyenda de Saulo, que se encuentra tras 22,3-21, espe(-)cialmente mediante la supresión de la media(-)ción de Ananías y de la secuencia cegueracuración (?53, 113 supra).

124Las expresiones consecutivas men oun (vv. 4.9) y hothen (v. 19; BDF 451) indican los puntos en los que se articula el discurso: vv. 4-8, Pablo y la esperanza de Israel; vv. 9-18, la experiencia que Pablo tiene de Cristo; vv. 19-23, el testimonio de Pablo como testigo de Cristo. La réplica a Festo (vv. 25-27) regresa al comienzo del discurso, y los vv. 28-29 mues(-)tran la identificación entre apologeta y evangelizador. 1. extendiendo su mano: ¡cf. v. 29! em(-)pezó su defensa: cf. comentario sobre 22,1. 2. ante ti, rey Agripa: Se busca el favor de Agripa mediante la captatio benevolentiae, considerán(-)dolo como erudito y objetivo representante del judaismo (vv. 26-32), a diferencia del sanedrín hostil. 4-5. mi modo de vida: cf. comentario sobre 22,3. La piedad farisea de Pablo es un argumento favorable (cf. Flp 3,4-9) por cuanto se trata de la fe judía «más estricta» y, en consecuencia, el testimonio más fiable a favor de la verdad de su mensaje. El apoyo a favor de este argumento prosigue en la exposición de su causa. 6. esperanza en la promesa: De acuerdo con las cartas de Pablo, la promesa, a lo largo de toda la historia bíblica desde Abrahán, se hallaba fuera de la ley y era independiente de ella (Rom 4,13-17; Gál 3,15-18). Sin embar(-)go, para el Pablo lucano, la ley contiene la pro(-)mesa, comprendida como tal en su totalidad; así, su celo por la ley demostraba su fiel adhe(-)sión a la promesa, sin dejar hueco a inútiles ri(-)gorismos mosaicos o a un erróneo celo por la ley (Lóning, Saulustradition [? 54 supra] 168-69). 8. que Dios resucite a los muertos: En esta definición de la promesa, el primer nekros, «muerto», que resucitó, según el kerigma de Pablo (v. 23), está claramente incluido en el pl. nekrous (no obstante OToole, Climax [? 125 infra] 47-48). 9. yo también me creí: Un impor(-)tante corolario de la fusión lucana entre ley y promesa consiste en separar la celosa piedad judía de Pablo de su actividad como persegui(-)dor. Mientras que en las cartas paulinas se considera esta última como una consecuencia lógica de la primera y un síntoma de su error (Gál 1,13-14; Flp 3,5-6), aquí se convierte en una anómala convicción personal que «da co(-)ces contra el aguijón» de la fidelidad judía por la que estaba siendo empujado al servicio de Cristo (cf. v. 14; Lóning, Saulustradition [? 54 supra] 170). 10-11. yo encarcelé: Se intensifica altamente su perfil de perseguidor con rela(-)ción a lo dicho en 8,1.3; 9,1-2; 22,4-5, lo que crea un fuerte contraste con la correspondien(-)te aparición, cuyos trazos también se incre(-)mentan, que lo dominará totalmente justo en medio de los estragos que estaba cometiendo (en hois, v. 12). 13-14. El motivo de la luz (9,3; 22,6) surge para superar el tenebroso retrato del perseguidor, y casi se suprime el papel de(-)sempeñado por los compañeros de Pablo (9,7;22,9). Tal y como exige el contexto (vv. 16-18), Pablo es el único que ve y oye (Burchard, Der dreizehnte Zeuge [? 54 supra] 109-10). 14. dar coces contra el aguijón: Aunque se supone que se dijo en «hebreo» (cf. 21,40), este proverbio sólo lo conocemos como un tópico utilizado en las tragedias griegas (p.ej., Eurípides, Bachae, 795; cf. Lohlink, Conversión [? 54 supra] li(-)li) . En nuestro texto se refiere a la furia del perseguidor, que se oponía en vano al avance de su piedad judía hacia Cristo (cf. comentario sobre v. 9). 15. yo soy Jesús: Esta afirmación fundamental en los tres relatos (cf. 9,5; 22,7) interpreta la expresión «contra el nombre...» del v. 9 (cf. comentario sobre 9,4; 3,6). 16. le(-)vántate: cf. Ez 2,1-2. Los paralelos con las ver(-)siones más antiguas del relato terminan con el encargo que el Señor da directamente a Pablo. Mc he aparecido: cf. comentario sobre 9,17. ser(-)vidor y testigo: La utilización de estos dos tér(-)minos y el hecho de que sean comunicados di(-)rectamente por el Señor resucitado sitúan el encargo recibido por Pablo al mismo nivel que el de los Doce (cf. 1,8; Lc 1,2; 24,48; Burchard, Der dreizehnte Zeuge [? 54 supra] 112.124-25). Ciertamente, aun sin compartir su exclusiva posición histórica, Pablo prosigue directamen(-)te sus funciones en cuanto testigo autorizado del Resucitado (22,15) e instrumento de su pa(-)labra viva; en efecto, él llevará todo esto hasta la meta que se les fijó en 1,8 (Dupont, «La mi(-)sión» [? 125 infra] 297). De este modo, Lucas ha configurado la historia de la conversión según la propia visión que Pablo tenía de ella (? 53 supra; Roloff, Apg. 349-50). de lo que tú has visto y de lo que aún te mostraré: El difícil doble gen. parece abarcar toda la experiencia visionaria de Pablo: desde la primera en su ca(-)mino hacia Damasco hasta las otras visiones que guiaron su itinerario (18,9-10; 22,17-21; 23,11; así Stolle, Zeuge [? 54 supra] 130; OToole, Climax [? 125 infra] 69). 17. te libraré: La alu(-)sión a Jr 1,8 promete al testigo que será prote(-)gido ante sus destinatarios, lo que significa que su testimonio lo daría siempre en calidad de acusado (-> 123 supra). 18. para que les abras los ojos: Escuchamos el eco del lenguaje de otro profeta que fue destinado a las nacio(-)nes gentiles, el Dtls (42,7.16). de las tinieblas a la luz: Esta metáfora, típica de la parénesis bautismal del NT (Col 1,12-14; Ef 5,8; 1 Pe 2,9), obtiene su más alto sentido en este con(-)texto (v. 13), en el que coinciden la conversión y el ministerio de Pablo, perdón: cf. 2,38; 5,31; 10,43; 13,38. 19. La reanudación del discurso directo dirigido al que estaba escuchándolo se(-)ñala el final de las palabras del Señor y el re(-)greso a la vita de Pablo. 20. Cf. 9,19-30. «Todo el país de Judea» se refiere a una conocida ex(-)tensión geográfica (1,8), pero no a lo que Lu(-)cas nos ha informado. 22. dando testimonio: Compárese con «sometido a juicio» (v. 6); coinciden las situaciones de testimonio y acu(-)sación (cf. v. 17). sin decir otra cosa: Esta sín(-)tesis del mensaje de Pablo, en continuidad di(-)recta con el de los apóstoles (Lc 24,44-48), prueba que su rechazo por los judíos es una desobediencia a su propia tradición. 23. que el Mesías tenía que padecer: cf. comentario sobre 3,18. siendo el primero en resucitar: cf. comen(-)tario sobre 3,15. Esta fórmula enlaza con la definición de la promesa en el v. 8. anunciaría la luz: La invitación a la conversión, expresada con la metáfora del v. 18 y en la habitual se(-)cuencia Israel-Gentiles (cf. 13,46-47; Is 49,6), presenta al Christus praesens como su emisor (OToole, Climax [? 125 infra] 119-21; cf. co(-)mentario sobre 3,26). Como en Lc 24,47, la predicación participa del acontecimiento sal(-)vífico.

12524. Festo dijo en voz alta: La inten(-)cionada interrupción tiene la misma función que en 22,22 (cf. 17,32; ?113 supra). La con(-)fusión del romano es como cabía esperar (cf. 18,15; 25,19-20), pero el objetivo es Agripa (v. 26), como lo confirma su reacción posterior (v. 28). 26. pues no han pasado en un rincón: Un proverbio gr. (Epicteto 2.12.17) sirve para dar plena publicidad a la exposición de Lucas y permitir totalmente el acceso al acontecimien(-)to Jesús. 27. Reafirmación de los vv. 6-7. 28. Agripa reconoce rápidamente la fuerza de la argumentación, pero se aparta de su influen(-)cia. 29. por poco o por mucho: Pablo, elegan(-)temente, convierte la fría ironía del rey en un serio objetivo. 31. nada digno de muerte: Esta es la última palabra que se emite en la sección del proceso (¡cf. 23,29!); constituye una de las dos puntas de su argumentación; la otra se en(-)cuentra en los vv. 22-23. 32. Altamente iróni(-)co. Cf. comentario sobre 25,12; 27,24.

(Sobre la bibliografía, ->114 supra; además: Cadbury, H., en Beginnings 5.297-338. Dupont, Études 527-52; «La misión de Paul d'aprés Actes 26,16-23», Paul and Paulinism [Fest. C. K. Barrett, ed. M. D. Hookery S. G. Wilson, Londres 1982] 290-301. Lohfink, Conversión [? 54 supra]. Neyrey, J., «The Forensic Defense Speech and Pauls Trial Speeches», Luke-Acts [ed. C. H. Talbert] 210-24. OToole, R. F., The Christological Climax of Pauls Defense [Roma 1978]. Radl, Paulus 198-220. Veltman, F., en PerspLA 243-56. Wilson, Gentiles 161-70.)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Discurso de Pablo, 26:1-32.
1 Dijo Agripa a Pablo: Se te permite hablar en tu defensa. Entonces Pablo, tendiendo la mano, comenzó así su defensa: 2 Por dichoso me tengo, rey Agripa, de poder defenderme hoy ante ti de todas las acusaciones de los judíos; 3 sobre todo, porque tú conoces todas las costumbres de los judíos y sus controversias. Te pido, pues, que me escuches con paciencia. 4 Lo que ha sido mi vida desde la juventud, cómo desde el principio he vivido en medio de mi pueblo, en Jerusalén mismo, lo saben todos los judíos; 5 de mucho tiempo atrás me conocen y pueden, si quieren, dar testimonio de que he vivido como fariseo, según la secta más estrecha de nuestra religión. 6 Al presente estoy sometido a juicio por la esperanza en las promesas hechas por Dios a nuestros padres, 7 cuyo cumplimiento nuestras doce tribus, sirviendo continuamente a Dios día y noche, esperan alcanzar. Pues por esta esperanza, ¡oh rey!, soy yo acusado por los judíos. 8 ¿Tenéis por increíble que Dios resucite a los muertos? 9 Yo me creí en el deber de hacer mucho contra el nombre de Jesús Nazareno, 10 y lo hice en Jerusalén, donde encarcelé a muchos santos, con poder que para ello tenía de los sumos sacerdotes, y cuando eran muertos, yo daba mi voto. 11 Muchas veces por todas las sinagogas los obligaba a blasfemar a fuerza de castigos, y loco de furor contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extrañas. 12 Para esto mismo iba yo a Damasco, con poder y autorización de los sumos sacerdotes; 13 y al mediodía, ¡oh rey!, vi en el camino una luz del cielo, más brillante que el sol, que me envolvía a mí y a los que me acompañaban. 14 Caídos todos a tierra, oí una voz que me decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Duro te es dar coces contra el aguijón. 15 Yo contesté: ¿Quién eres, Señor? El Señor me dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16 Pero levántate y ponte en pie, pues para esto me he aparecido a ti, para hacerte ministro y testigo de lo que has visto y de lo que te mostraré aún, 17 librándote de tu pueblo y de los gentiles, a los cuales yo te envío 18 para que les abras los ojos, se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban la remisión de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe en mí. 19 No fui, ¡oh rey Agripa!, desobediente a la visión celestial, 20 sino que primero a los de Damasco, luego a los de Jerusalén y por toda la región de Judea y a los gentiles, anuncié la penitencia y la conversión a Dios por obras dignas de penitencia. 21 Sólo por esto los judíos, al cogerme en el templo, intentaron quitarme la vida; 22 pero gracias al socorro de Dios he continuado hasta este día dando testimonio a pequeños y a grandes y no enseñando otra cosa sino lo que los profetas y Moisés han dicho que debía de suceder: 23 Que el Mesías había de padecer, que siendo el primero en la resurrección de los muertos, había de anunciar la luz al pueblo y a los gentiles. 24 Defendiéndose él de este modo, dijo Festo en alta voz: ¡Tú deliras, Pablo! Las muchas letras te han sorbido el juicio. 25 Pablo le contestó: No deliro, nobilísimo Festo; lo que digo son palabras de verdad y sensatez. 26 Bien sabe el rey estas cosas, y a él hablo confiadamente, porque estoy persuadido de que nada de esto ignora, pues no son cosas que se hayan hecho en un rincón. 27 ¿Crees, rey Agripa, en los profetas? Yo sé que crees. 28 Agripa dijo a Pablo: Poco más, y me persuades a que me haga cristiano. 29 Y Pablo: Por poco más o por mucho más, pluguiese a Dios que no sólo tú, sino todos los que me oyen se hicieran hoy tales como lo soy yo, aunque sin estas cadenas. 30 Se levantaron el rey y el procurador, Berenice y cuantos con ellos estaban sentados; 31 y al retirarse se decían unos a otros: Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte o la prisión. 32 Agripa dijo a Festo: Podría ponérsele en libertad, si no hubiera apelado al César.

El presente discurso de Pablo coincide, en sus líneas generales, con el pronunciado ante el pueblo judío, cuando le hicieron prisionero (22:1-21). Ello es natural, pues en ambos casos se trata de un discurso en propia defensa, y lo más noble es presentar abiertamente los hechos: antes de la conversión (v.4-11), en la conversión (v.12-18), después de la conversión (v.18-23).
Una cosa, sin embargo, hace resaltar en este discurso, que allí no aparece; y es la de que está detenido por defender la esperanza judía, la resurrección de los muertos, inaugurada con la resurrección de Jesucristo (v.6-8.22-23). Es la misma idea que ya desarrolló en su discurso ante el sanedrín (cf. 23:6-8) y en su discurso ante el procurador Félix (cf. 24:15); y con la que, como entonces hicimos notar, liga en cierto sentido su causa a la de los fariseos. Se trata de hacer ver que el cristianismo no es algo que rompe con el judaísmo, sino que es el mismo judaísmo en su última etapa de desarrollo, tal como había sido anunciado ya por Moisés y los profetas. Esta idea profunda no puede menos de traernos a la memoria aquella expresión terminante de Jesucristo: No penséis que he venido a abrogar la Ley y los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla (Mat_5:17). La expresión herencia entre los santificados (v.18) es corriente en Pablo (cf. Efe_1:14; Gal_1:12). Dicha herencia no es sino la vida eterna (cf. Mat_25:34; Rom_8:10-17), de la que actualmente el Espíritu Santo constituye la garantía de lo que se iba a recibir (cf. 2Co_1:22), y de la que era figura la tierra prometida.
Por lo demás, este discurso de Pablo no ofrece dificultades especiales, pues se alude a hechos de su vida comentados ya en otro lugar (cf. 9:1-30). Notemos únicamente el bello exordio o captatio benevolentiae con que Pablo inicia su discurso (v.2-3), parecido al del discurso ante Félix (cf. 24:10) y no menos hábil que el del Areópago (cf. 17:22-23). Notemos también que Pablo, bajo custodia miliíaris (cf. 24:23), hubo de pronunciar su discurso, atado con una cadena a un soldado (v.29).
La reacción de los dos principales espectadores, Festo y Agripa, queda maravillosamente reflejada en el relato de Lucas. La de Festo es la de un pagano noble, más o menos escéptico en cuestiones religiosas (cf. 25:19), sin enemiga alguna contra Pablo, que cree está p3rdiendo el tiempo con cuestiones bizantinas (v.24); la de Agripa, en cambio, es la de un judío erudito, que, en parte al menos, está percibiendo la fuerza de la argumentación de Pablo, pero, demasiado atado por compromisos morales, quiere salir de aquella situación embarazosa y busca una evasiva (v.28). En nuestra terminología de hoy, quizá pudiéramos traducir así su respuesta: ¡Vaya! ¡Qué poco te cuesta a ti convertirme! La contestación de Pablo (v.29), haciendo un juego de palabras con el poco más de Agripa, revela al vivo toda la grandeza moral del Apóstol, que cortés pero valientemente sabe ir siempre al fondo de las cosas.
Mas a Agripa no le interesaba seguir, máxime estando allí presente Berenice, la cómplice de todos sus enredos; por eso, sin atender siquiera a la respuesta de Pablo, da por terminada la sesión (v.50). La conclusión fue que también Agripa, al igual que antes Festo (cf. 25:25), reconoce la inocencia de Pablo, diciendo incluso que podía ponérsele en libertad, si no hubiera apelado al César (v.32).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXVI.

2 Paul, in the presence of Agrippa, declareth his life from his childhood, 12 and how miraculously he was conuerted, and called to his Apostleship. 24 Festus chargeth him to be mad, whereunto he answereth modestly. 28 Agrippa is almost perswaded to be a christian. 31 The whole company pronounce him innocent.
1 Then Agrippa said vnto Paul, Thou art permitted to speake for thy selfe. Then Paul stretched foorth the hand, and answered for himselfe,
2 I thinke my selfe happy, king Agrippa, because I shall answere for my selfe this day before thee touching all the things whereof I am accused of the Iewes:
3 Especially, because I know thee to be expert in all customes and questions which are among the Iewes: wherefore I beseech thee to heare mee patiently.
4 My maner of life from my youth, which was at the first among mine owne nation at Hierusalem, know all the Iewes,
5 Which knew me from the beginning, (if they would testifie) that after the most straitest sect of our religion, I liued a Pharisee.
6 And now I stand, and am iudged for the hope of the promise made of God vnto our fathers:
7 Vnto which promise our twelue tribes instantly seruing God day and night, hope to come: For which hopes sake, King Agrippa, I am accused of the Iewes.
8 Why should it be thought a thing incredible with you, that God should raise the dead?
9 I verily thought with my selfe, that I ought to doe many things contrary to the name of Iesus of Nazareth:
10 [ Act_8:3.] Which thing I also did in Hierusalem, and many of the Saints did I shut vp in prison, hauing receiued authoritie from the chiefe Priests, and when they were put to death, I gaue my voyce against them.

[Pauls vision. He is counted mad.]

11 And I punished them oft in euery Synagogue, and compelled them to blaspheme, and being exceedingly mad against them, I persecuted them euen vnto strange cities.
12 [ Act_9:2 .] Whereupon, as I went to Damascus, with authoritie and commission from the chiefe Priests:
13 At midday, O king, I saw in the way a light from heauen, aboue the brightnes of the Sunne, shining round about mee, and them which iourneyed with me.
14 And when wee were all fallen to the earth, I heard a voice speaking vnto me, and saying in the Hebrew tongue, Saul, Saul, why persecutest thou me? It is hard for thee to kicke against the prickes.
15 And I said, Who art thou, Lord? And hee said, I am Iesus whom thou persecutest.
16 But rise, and stand vpon thy feete, for I haue appeared vnto thee for this purpose, to make thee a minister and a witnesse, both of these things which thou hast seene, & of those things in the which I will appeare vnto thee,
17 Deliuering thee from the people, and from the Gentiles, vnto whom now I send thee,
18 To open their eyes, and to turne them from darknesse to light, and from the power of Satan vnto God, that they may receiue forgiuenesse of sinnes, and inheritance among them which are sanctified by faith that is in me.
19 Whereupon, O king Agrippa, I was not disobedient vnto the heauenly vision:
20 But shewed first vnto them of Damascus, and at Hierusalem, and thorowout all the coasts of Iudea, and then to the Gentiles, that they should repent and turne to God, and do works meete for repentance.
21 For these causes the Iewes caught mee in the Temple, and went about to kill me.
22 Hauing therefore obteined helpe of God, I continue vnto this day, witnessing both to small and great, saying none other things then those which the Prophets and Moses did say should come:
23 That Christ should suffer, and that hee should be the first that should rise from the dead, & should shew light vnto the people, and to the Gentiles.

[He is counted mad.]

24 And as hee thus spake for himselfe, Festus saide with a lowd voyce, Paul, thou art beside thy selfe, much learning doeth make thee mad.
25 But he said, I am not mad, most noble Festus, but speake foorth the words of trueth and sobernesse.
26 For the King knoweth of these things, before whom also I speake freely: for I am perswaded, that none of these things are hidden from him, for this thing was not done in a corner.
27 King Agrippa, beleeuest thou the Prophets? I know that thou beleeuest.
28 Then Agrippa saide vnto Paul, Almost thou perswadest mee to bee a Christian.
29 And Paul said, I would to God, that not onely thou, but also all that heare mee this day, were both almost, and altogether such as I am, except these bonds.
30 And when hee had thus spoken, the king rose vp, and the gouernour, and Bernice, & they that sate with them.
31 And when they were gone aside, they talked betweene themselues, saying, This man doeth nothing worthy of death, or of bonds.
32 Then said Agrippa vnto Festus, This man might haue bene set at libertie, if he had not appealed vnto Cesar.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Como en los casos de discurso ante Félix (24:2-4, 10) éste comenzó con una afirmación introductoria reconociendo (y aun alabando) la autoridad del juez.

4-8 El discurso continuó según los lineamientos de la defensa en el cap. 22. Como lo había hecho antes en el Sanedrín, Pablo sostuvo que era juzgado por la esperanza de la promesa que Dios hizo a nuestros padres o sea de que Dios resucite a los muertos.

9-14 La primera parte del relato paulino de su experiencia en el camino a Damasco está de acuerdo con las otras versiones en los caps. 9 y 22 (ver sobre 9:1-9), excepto en que aquí la narración revela que el Señor también dijo a Pablo: ¡Dura cosa te es dar coces contra el aguijón! El cuadro es el de un buen buey u otra bestia de carga que se movía al impulso de una vara aguda para guiarlo, lo que era una frase común en escritos seculares y aun judíos. Es un cuadro acertado de la experiencia de Pablo; sus acciones ante la experiencia en el camino a Damasco mostraban que siempre sintió que Jesús era algo irritatador, y luego Dios le mostró qué clase de irritador sería. 15-18 Lucas, o Pablo mismo, ha abreviado el resto del relato. El énfasis de esta versión de la historia está en la palabra del Señor y en el deseo de obedecer por parte de Pablo. 19-21 Fue aquella obediencia a la visión de Jesús, levantado de los muertos por Dios, lo que llegó a ser la razón por la cual los judíos me prendieron en el templo e intentaron matarme. 22, 23 La relación del evangelio con los profetas y Moisés también puede haber sido drásticamente abreviada (ver sobre 2:14). Si el discurso original de Pablo contenía citas de las Escrituras (ver p. ej. el discurso en 13:16-41, especialmente vv. 33-41; 17:3) y usó algunas de las técnicas rabínicas de interpretación que sabemos que Pablo podía manejar (ver p. ej. Gál. 4:21-31), entonces la exclamación de Festo ¡las muchas letras te vuelven loco! (24) tienen más sentido así como la respuesta de Pablo de que él debía estar familiarizado con estas cosas así como su pregunta retórica: ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? ¡Yo sé que crees! (25-27).

28, 29 La pregunta de Agripa fue un intento de eludir la de Pablo. El rey evitó nítidamente tanto negar su fe en los profetas como aceptar la interpretación que Pablo hacía sobre ellos. Este repuso que por poco o por mucho, él tenía realmente esperanza de que todos llegaran a ser como él, salvo estas cadenas. Lejos de pedir la libertad como la de los demás presentes, ¡quiso que todos fueran como él! Los presentes no deben haber podido evitar el ser impresionados por la valentía y vivacidad de Pablo al dirigirse a un rey con un diálogo tan vívido.30-32 Ciertamente, después de la entrevista las personas importantes tenían claro en su mente que Pablo era básicamente inocente. Era irónico que sólo la apelación de Pablo al César le mantenía en cadenas, dado que ponerlo en libertad hubiera sido usurpar el derecho del emperador de juzgar en el ca so. Pablo quería ir a Roma de cualquier manera y Festo estaba satisfecho de no ser responsable ante los ojos de los judíos por liberarle.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Discurso de Pablo. Se trata del último discurso del libro de los Hechos, en el que Pablo narra por tercera vez su conversión y vocación. El punto de arranque es su vida pasada como miembro del pueblo judío y del rígido partido fariseo. ¿Ha roto ahora con sus raíces judías? De ninguna manera. Va a mostrar que su vida presente es la consecuencia última de su identidad judía. Todo se remonta, según Pablo, a la esperanza de la promesa que Dios hizo «a nuestros padres» (6) y que han mantenido viva las doce tribus de Israel. De esta esperanza le acusan a él. ¿De qué esperanza se trata? Aunque Pablo no lo dice explícitamente, su intención es clara: el radical deseo humano de vivir es esperanza de resurrección. Pues bien, esto es lo que Dios tenía prometido y lo ha cumplido ahora resucitando al Mesías Jesús. Son sus acusadores los que habiendo aceptado la promesa, no aceptan ahora su cumplimiento en la resurrección de Jesús. A continuación narra su vida de cruel perseguidor de los cristianos. En ningún otro texto describe el Apóstol su ensañamiento fanático. Sigue su testimonio sobre el cambio radical sufrido en el camino de Damasco. Es la tercera vez que habla del acontecimiento, pero en esta ocasión difiere llamativamente de las anteriores. No menciona la ceguera ni la sanación ni la intervención de Ananías ni la fuga de Damasco. La conversión se transforma en vocación, al estilo de las vocaciones proféticas (cfr. Isa_42:7; Isa_61:1). Su testimonio, sin embargo, siempre es el mismo: Jesús, el primer resucitado de entre los muertos, es ahora luz universal sin distinción para judíos y paganos. Así termina el bellísimo discurso de Pablo. Para el gobernador romano, encerrado en su mentalidad, el testimonio de Pablo no es delito, sino demencia. El estudio ha trastornado al acusado, comenta. Ante el escepticismo del romano, Pablo apela a los conocimientos del judío Agripa. El rey se evade con una salida cortés. Vibrando de pasión misionera, Pablo se dirige ahora a todos los presentes. A todos los querría cristianos y sin cadenas, libres de verdad. El veredicto final no se pronuncia en el tribunal, sino en privado. El narrador se encarga de que el lector lo escuche antes de que Pablo se embarque. Agripa no entiende que, en el designio de Dios, el viaje a Roma se paga con la prisión.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Reina-Valera 1995 Notes:



[1] 26.3 Las costumbres y cuestiones... los judíos: Véase Hch 25.13 nota g.

[2] 26.5 Hch 23.6; Flp 3.5-6.

[3] 26.6-8 Cf. Dn 12.2; Cf. también Hch 23.6; 24.15; 28.20; Pablo relaciona la esperanza en la resurrección de los muertos con la resurrección de Cristo (v. 23; cf. 1 Co 15.12-23).

[4] 26.9 Nombre: Véase Hch 3.16 n.

[5] 26.9-11 Cf. Hch 8.1,3; 22.4-5,20; Gl 1.13.

[6] 26.12-18 Hch 9.1-19; 22.6-16.

[7] 26.14 Lengua hebrea: probablemente el arameo, o bien el hebreo mismo, por ser considerado como lengua sagrada (véase Hch 21.40 n.).

[8] 26.14 Dar coces contra el aguijón: expresión proverbial de la época, basada en la imagen de un buey que da patadas contra la misma aguijada con que el boyero lo estimula.

[9] 26.15 Hch 9.5.

[10] 26.17 Véase Hch 9.15 n.; cf. también Hch 22.21; Gl 1.16; 2.8.

[11] 26.18 Cf. Is 42.6-7,16; Col 1.12-14.

[12] 26.18 Cf. Dt 33.3-4; Hch 20.32.

[13] 26.20 Hch 9.19-22,28-29.

[14] 26.20 Hch 3.19; 9.35; 14.15; 15.19; 20.21.

[15] 26.20 Cf. Mt 3.8; Ef 2.10; Tit 2.14; 3.8.

[16] 26.21 Hch 21.30-31.

[17] 26.22 Cf. Jesús en Lc 24.27,44; cf. también Ro 1.2; 16.26; 1 Co 15.3-4.

[18] 26.23 El primero de la resurrección de los muertos: Véase 26.6-8 n.; cf. 1 Co 15.20; Col 1.18.

[19] 26.23 Is 42.6; 49.6.

[20] 26.27 Véase Hch 25.13 nota g.

[21] 26.28 Cristiano: quizá dicho con tono despectivo; véase Hch 11.26 n.

[22] 26.28 Por poco me persuades a hacerme cristiano: otra posible traducción: ¿Piensas hacerme cristiano en tan poco tiempo? En todo caso, Agripa parece soslayar la pregunta de Pablo.

[23] 26.29 Por poco o por mucho: o En poco tiempo o en mucho.

[24] 26.31 Hch 23.29; cf. Lc 23.4; Jn 19.6.

[25] 26.32 Hch 25.11-12.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

En el discurso ante Agripa, Pablo narra de nuevo las circunstancias de su vocación.

La llamada y misión de Pablo (vv. 16-18) se describen de modo semejante a la vocación de los profetas de Israel (cfr Ez 2,1; Is 42,6s.). Dios da a conocer con majestad su designio, en forma de un incomparable requerimiento que modifica radicalmente la existencia del elegido. Sin embargo, esta descripción tiene un matiz propio, ya que San Pablo es «testigo» (v. 16) como lo eran los Once (cfr 1,8.22; 3,15; etc.).

En la segunda parte del discurso (vv. 19-23) Pablo expone la diligencia con que ha procurado corresponder a la gracia que se le otorgó (cfr v. 22). Su conducta queda así como ejemplo para todo cristiano: «La gracia del Espíritu Santo -escribe San Gregorio de Nisa- se concede a cada hombre con la idea de que debe aumentar e incrementar lo que recibe» (De instit. christ.). Es semejante al pensamiento expresado por Santa Teresa de Jesús cuando escribe que «es menester sacar fuerzas de nuevo para servir, y procurar no ser ingratos, porque con esa condición las da el Señor; que si no usamos bien del tesoro y del gran estado en que nos pone, nos lo tornará a tomar y quedarnos hemos muy más pobres, y dará Su Majestad las joyas a quien luzca y aproveche con ellas a sí y a los otros» (Vida 10,6).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



6-8. Ver 1Co_15:15-22.

13. Ver nota 9. 1.

14. "Te lastimas al dar coces contra el aguijón": este proverbio griego significa que no se debe resistir inútilmente.

17. Jer_1:5-8.

18. Isa_42:7, Isa_42:16. Ver 9. 17-18; 22. 16; Col_1:12-14.

26. Se trata aquí de los acontecimientos relacionados con la Pasión y la Resurrección de Jesús, y con la consiguiente extensión del Cristianismo mediante la predicación apostólica, que son hechos públicamente notorios.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Tras un hábil exordio (Hch_26:2-3) divídese el discurso en tres partes: Pablo, fariseo y perseguidor (Hch_26:3-11); conversión y misión apostólica (Hch_26:12-18); historia de su apostolado (Hch_26:19-23).

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*26 Tercer relato de la conversión de Pablo, que, como el segundo, introduce el propio Apóstol en el marco de su defensa. En ella, uno de los mejores discursos de Hechos, Pablo da testimonio ante un rey, después de haberlo dado ante el pueblo y ante gobernadores (véase Hch 9:15 y Luc 12:12), presentando la fe cristiana como cumplimiento de las Escrituras y última consecuencia de la fe farisea en la resurrección.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

extranjeras...Hch 8:3; Hch 22:4-5.

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I ἔξω I] extranjeras.

Jünemann (1992)


11 b. Les hacía fuerza para que blasfemaran a Jesús.


Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

En griego blasfemaran.