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Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos al cabo de quince días a Mira de Licia. (Hechos 27, 5) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Camino de Roma, 27:1-6.
1 Cuando estuvo resuelto que emprendiésemos la navegación a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos en manos de un centurión llamado Julio, de la cohorte Augusta. 2 Embarcados en una nave de Adramicia, que estaba para hacerse a la vela para los puertos de Asia, levamos anclas, llevando en nuestra compañía a Aristarco, macedonio de Te-salónica. 3 Al otro día llegamos a Sidón, y Julio, usando con Pablo de gran humanidad, le permitió ir a visitar a sus amigos y proveer a sus necesidades. 4 De allí levamos anclas, y, a causa de los vientos contrarios, navegamos a lo largo de Chipre, 5 y atravesando los mares de Cilicia y Panfilía, llegamos a Mira de Licia; 6 y como el centurión encontrase allí una nave alejandrina que navegaba a Italia, hizo que nos trasladásemos a ella.

Llegó el momento de ir a Roma, visita con que Pablo había soñado muchas veces (cf. 19:21; Rom_1:13; Rom_15:22). Claro que no va en plan libre de evangelizador, conforme él había pensado, sino en plan de prisionero; con todo, incluso así, tiene la promesa divina de que también en Roma podrá dar testimonio de Jesucristo, al igual que lo había hecho en Jerusalén (cf. 23:11; 27:24).
No sabemos cuánto tiempo pasaría desde la solemne sesión ante el rey Agripa y el embarque para Italia; es probable que muy poco, el suficiente para que el procurador Festo organizase la expedición. Al frente iba el centurión Julio, de la cohorte Augusta (v.1), probablemente una cohorte de puesto permanente en Palestina, igual que la cohorte itálica, de que se habló anteriormente (10:1); también pudiera ser, conforme opinan muchos, que no se trate de una cohorte de puesto en Palestina, sino de un cuerpo de pretorianos de Roma, los augustanos a que aluden Tácito (Ann. 14:19) y Suetonio (Nero 25), que, a menudo, eran enviados desde Roma a provincias para diferentes misiones. El centurión Julio, personaje hoy para nosotros desconocido, habría ido con alguna de estas misiones a Oriente, incluso pudiera ser que de escolta de honor para Festo; y ahora, de vuelta a Italia, habría recibido el encargo de trasladar hasta Roma a Pablo y a algunos otros presos (v.1). No sabemos qué clase de presos eran éstos; es posible que se trate de vulgares criminales condenados a ser expuestos a las fieras en el anfiteatro.
Para el traslado de los presos no disponía Julio de medio especial de transporte, sino que había de aprovechar alguna de las embarcaciones que hacían la travesía hasta Italia. A falta de otra más directa, tomó una nave de Adramicia, puerto no lejos de Tróade, en Misia (cf. 16:8), que zarpaba de Cesárea para su puerto de origen, costeando el Asia Menor; en alguno de estos puertos de Asia pensaba, sin duda, encontrar otras naves que partieran para Italia, como en efecto sucedió (v.6). A Pablo acompañaban Lucas, que vuelve a usar en su narración la primera persona de plural (v.1), interrumpida en 21:18, y Aristarco (v.2), otro de los colaboradores de Pablo (cf. 19:29; 20:4; Gol 4:10). Quizá estos dos compañeros de Pablo figuraban como pasajeros privados, puesto que se trataba de una nave de flete público; o quizá fueron admitidos por Julio, que fingió considerarlos como esclavos de Pablo, a quien, por su condición de ciudadano romano, la ley permitía ser atendido en su prisión por un par de esclavos.
Zarpando de Cesárea, la nave hace su primera escala en Sidón, importante puerto de Fenicia (cf. 12:20), y Julio permite a Pablo que baje a tierra para visitar a los cristianos de aquella comunidad (v.3; cf. 11:19; 21:3). Es curioso el término amigos (v.3) para designar a los cristianos; probablemente es debido a que Lucas, al hablar así, se coloca en el punto de vista de Julio. De Sidón, a causa de los vientos contrarios, no pudieron ir directamente a las costas de Licia, navegando a occidente de Chipre, sino que hubieron de seguir hacia el norte y bordear Cilicia y Panfilia hasta llegar a Mira (v.4-5). Mira era la capital de Licia y el mejor puerto de la región; en él hacían escala con frecuencia las naves que procedían de la costa fenicia o egipcia, buscando refugio contra la tempestad o contra el viento del oeste. Aquí precisamente es donde encuentra Julio una nave alejandrina que iba a zarpar para Italia, y a ella traslada a sus presos (v.6). Esta nave, por lo que luego se dice, era una nave de carga que transportaba trigo (cf. v. 10:38), y debía de ser bastante grande, pues, además de la carga, llevaba 276 personas (v.37).
Comienza así el largo viaje de travesía del Mediterráneo, cuyo relato constituye uno de los documentos más interesantes de que disponemos sobre la navegación en la antigüedad. Expertos marinos modernos lo han sometido a minucioso examen bajo el aspecto histórico y náutico, y lo han encontrado de una exactitud admirable hasta en los detalles más insignificantes, cosa que revela en Lucas no sólo un testigo ocular, sino también un atento observador.

De las costas de Asia a la isla de Malta, 27:7-44.
7 Navegando durante varios días lentamente y con dificultad, llegamos frente a Gnido; luego, por sernos contrario el viento, bajamos a Creta junto a Salmón; 8 y costeando penosamente la isla, llegamos a cierto lugar llamado Puerto Bueno, cerca del cual está la ciudad de Lasca. 9 Transcurrido bastante tiempo y siendo peligrosa la navegación por ser ya pasado el ayuno, les advirtió Pablo, 10 diciendo: Veo, amigos, que la navegación va a ser con peligro y mucho daño, no sólo para la carga y la nave, sino también para nuestras personas. 11 Pero el centurión dio más crédito al piloto y al patrón del barco que a Pablo; 12 y por ser el puerto poco a propósito para invernar en él, la mayor parte fue de parecer que partiésemos de allí, a ver si podríamos alcanzar Fenice e invernar allí, por ser un puerto de Creta que mira contra el nordeste y sudeste. 13 Comenzó a soplar el solano, y creyendo que se lograría su propósito, levaron anclas y fueron costeando más de cerca la isla de Creta; 14 mas de pronto se desencadenó sobre ella un viento impetuoso llamado euraquilón, 15 que arrastraba la nave, sin que pudiera resistir, y nos dejamos ir a merced del viento. 16 Pasando por debajo de una islita llamada Cauda, a duras penas pudimos recoger el esquife. 17 Una vez que lograron izarlo, ciñeron por debajo la nave con cables, y luego, temiendo no fuesen a dar en la Sirte, plegaron las velas y se dejaron ir. 18 Al día siguiente, fuertemente combatidos por la tempestad, aligeraron, 19 y al tercer día arrojaron por sus propias manos los aparejos. 20 En varios días no aparecieron el sol ni las estrellas, y continuando con fuerza la tempestad, perdimos al fin toda esperanza de salvación. 21 Habíamos pasado largo tiempo sin comer, cuando Pablo se levantó y dijo: Mejor os hubiera sido, amigos, atender a mis consejos: no hubiéramos partido de Creta, y nos hubiéramos ahorrado estos peligros y daños. 22 Pero levanten los animocos, porque sólo la nave, ninguno de nosotros perecerá. 23 Esta noche se me ha aparecido un ángel de Dios, cuyo soy y a quien sirvo, 24 que me dijo: No temas, Pablo; comparecerás ante el César, y Dios te ha hecho gracia de todos los que navegan contigo. 25 Por lo cual, arriba los ánimos, amigos, que yo confío en Dios que así sucederá como se me ha dicho. 26 Sin duda, daremos con una isla. 27 Llegada la decimocuarta noche en que así éramos llevados de una a otra parte por el mar Adriático, hacia la mitad de la noche, sospecharon los marineros que se hallaban cerca de tierra, 28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y luego de adelantar un poco, de nuevo echaron la sonda y hallaron quince brazas. 29 Ante el temor de dar en algún bajío, echaron a popa cuatro áncoras y esperaron a que se hiciese de día. 30 Los marineros, buscando huir de la nave, trataban de echar al agua el esquife con el pretexto de echar las áncoras de proa. 31 Pablo advirtió al centurión y a los soldados: Si éstos no se quedan en la nave, vosotros no podréis salvaros. 32 Entonces cortaron los soldados los cables del esquife y lo dejaron caer. 33 Mientras llegaba el día, Pablo exhortó a todos a tomar alimento, diciendo: Catorce días hace hoy que estamos ayunos y sin haber tomado cosa alguna. 34 Os exhorto a tomar alimento, que nos es necesario para nuestra salud, pues estad seguros de que ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. 35 Diciendo esto, dio gracias a Dios delante de todos, y partiendo el pan comenzó a comer. 36 Animados ya todos, tomaron alimento. 37 Eramos los que en la nave estábamos doscientos setenta y seis. 38 Cuando estuvieron satisfechos aligeraron la nave arrojando el trigo al mar. 39 Llegado el día, no conocieron la tierra, pero vieron una, ensenada que tenía playa, en la cual acordaron encallar la nave, si podían. 40 Soltando las anclas, las abandonaron al mar, y desatadas las amarras de los timones e izado el artimón, iban con rumbo a la playa. 41 Llegados a un sitio que daba a dos mares, encalló la nave, e hincada la proa en la arena, quedó inmóvil, mientras que la popa era quebrantada por la violencia de las olas. 42 Propusieron los soldados matar a los presos, para que ninguno escapase a nado; 43 pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, se opuso a tal propósito y ordenó que quienes supiesen nadar se arrojasen los primeros y saliesen a tierra, 44 y los demás saliesen, bien sobre tablas, bien sobre los despojos de la nave. Y así todos llegaron a tierra.

Desde la salida misma del puerto de Mira, la navegación comenzó a ser difícil. Debido a ser el viento contrario, la nave hubo de emplear varios días (v.7), hasta llegar a la altura de Gnido, en la punta sudoccidental del Asia Menor, distancia que normalmente podía ser salvada en un día o poco más. La dificultad se hizo todavía mayor al dejar las costas de Asia y entrar en mar abierto, por lo que los marineros determinaron bajar Lcicia el sur, doblando Creta por su extremo oriental, constituido por el promontorio de Salmón, y navegando luego a lo largo de la costa meridional de la isla hasta llegar a la bahía llamada Puerto Bueno, no lejos de la ciudad de Lasea (v.7-8). En todo esto transcurrió bastante tiempo (v.g), mucho más del que habían previsto al comenzar el viaje, de modo que, al anclar la nave en Puerto Bueno, había pasado ya el Ayuno, es decir, el día del Kippur o Expiación (Lcv 16:29-31), que se celebraba el día 10 del mes Tishri (fines de septiembre-principios de octubre), por lo que la travesía hasta Italia resultaba ya muy peligrosa. Lo más prudente era invernar en algún puerto de Creta, y luego, al comenzar la primavera, reemprender el viaje. Tal fue la determinación general, como claramente se desprende del v.1a. Pero ¿cuál iba a ser ese puerto?
Pablo, a quien, no obstante su condición de prisionero, el centurión tenía en gran estima (cf. v.3.31.43), opinaba que no se debía salir de Puerto Bueno, que era donde se encontraban (v.10); en cambio, los técnicos y la mayoría de los tripulantes eran de parecer que se llegase hasta Fenice, un poco más a occidente, en la misma costa meridional de Creta, puerto mucho más cómodo y más adecuado para invernar (v.10-11). Es probable que Pablo, al obrar así, se dejase guiar no sólo de su experiencia personal en peligros de mar (cf. 2Co_11:25-26), sino también de alguna iluminación especial sobrenatural, anticipo de la visión con que mego le favorecerá el Señor (v.21-26). Pero el centurión, que, por ser allí el oficial de mayor graduación y pertenecer la nave a la flota mercante imperial, era a quien, en última instancia, tocaba decidir, dio más crédito a los técnicos que a Pablo (v.11), y ordenó levar anclas. Al principio todo iba bien, pues soplaba viento del sur, que les hacía muy fácil mantenerse próximos a la costa (v.1s); pero de pronto, como es frecuente en aquellas zonas del Mediterráneo, la escena cambió radicalmente, desencadenándose un viento huracanado procedente del nordeste (el euroaquilón) que les separaba de la isla y al que no pudieron resistir (v.14). La nave quedó a merced del viento, arrastrada cada vez más hacia el sur, con peligro de ir a encallar directamente en la gran Sirte líbica (v.17), enorme ensenada entre Tripolitania y Cirenaica, llena de bancos de arena movediza, terror de los antiguos navegantes, pues caer dentro de ella era perder la nave y la vida 207.
Así estuvieron durante varios días (v.20.27), con la nave a merced de la furia de los elementos por el mar Adriático 208, y sin que aparecieran el sol ni las estrellas (v.2o). Era ésta una de las cosas que más temían los navegantes de entonces, y por la que se consideraba tan peligrosa la navegación durante el invierno; pues, desprovistos como estaban de brújula, una vez que perdían de vista la costa, solamente las referencias astronómicas podían servirles de orientación. Para defenderse en la medida de lo posible, fueron usando de todos los medios a su alcance, como recoger a bordo el esquife para que no chocara contra la nave (v.16), ceñir el casco de ésta, plegar las velas, aligerar la carga (v.17-18); pero, en realidad, habían perdido ya toda esperanza de salvación (v.20).
Solamente Pablo, afianzado en su mundo espiritual, parecía estar tranquilo, sin dejarse abatir por la situación. Recuerda a sus compañeros de barco que mejor hubiera sido no salir de Puerto Bueno, en Creta, como él aconsejaba (v.21); pero, con todo, que no teman, pues el Señor le ha prometido en una visión que ninguno perecerá (v.32-36). Parece que esta exhortación de Pablo debió de tener lugar el día 13, a contar desde la salida de Puerto Bueno, pues a continuación se habla de la decimocuarta noche (v.27), que fue cuando comenzaron a descubrir señales de tierra (v.27-29). El peligro, sin embargo, no había acabado, pues no era fácil que la nave pudiese resistir los embates de las olas durante toda la noche; es por eso por lo que los marineros tratan de huir (v.30), cosa que evita Pablo, denunciándolo al centurión y a los soldados ^.31-32). Su serenidad, en aquellos momentos de excitación e incertidumbre, tiene todavía un gesto admirable: mientras esperaban la luz del día y con ella la posibilidad de salvación, recomienda a todos que tomen alimento, con lo que estarán en mejores condiciones para las fatigas del desembarco, pues llevaban ya catorce días sin comer (v-33-34)·Claro que esto de sin comer (v.21·33) no ha de tomarse en sentido estricto, cosa muy difícil de explicar, máxime teniendo que luchar continuamente contra el temporal; se debe tratar más bien de que en todo aquel tiempo no habían hecho ninguna comida formal y en reposo, como entonces la podían hacer. Y, en efecto, animados con el ejemplo de Pablo, todos tomaron alimento (í·35-38). En la acción de Pablo, dadas las expresiones empleadas: dar gracias.., partir el pan, han visto algunos el rito de la eucaristía (cf. 2:42), que Pablo habría celebrado para confortamiento suyo y de sus compañeros cristianos; con todo, dado el contexto, más bien parece que se alude simplemente al piadoso uso ceremonial de todo buen israelita antes de las comidas (cf. Mat_14:19; Mar_8:6).
Llegado el día, comenzaron enseguida los preparativos para el desembarco (v.39-40); pero, al tratar de acercarse a la playa, la nave encalló de proa en la arena, mientras a popa era destrozada por los golpes de las olas (v.41). Esto significaba el naufragio, aunque a pocos pasos ya de tierra. Los soldados, para evitar responsabilidades si se les escapaban los presos (cf. 12:19; 16:27), decidieron matar a éstos; pero el centurión, que quería salvar a Pablo, les prohibió que lo hicieran, con lo que, aunque con dificultad, todos pudieron llegar a tierra (v.42-44).

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

CAPÍTULO 27

VII. EL VIAJE A ROMA (27,1-28,31).

1. DE CESAREA A MALTA (27,1-28,10).

a) Primera etapa: hasta Creta (Hch/27/01-08).

1 Cuando se decidió que nos embarcáramos para Italia, encomendaron a Pablo y a otros cuantos presos a un centurión, por nombre Julio, de la cohorte Augusta. 2 Subidos a bordo de un barco en Adramicio, que se disponía a navegar hacia las costas de Asia, levamos anclas, acompañados de Aristarco, un macedonio de Tesalónica. 3 Al día siguiente, tocamos tierra en Sidón, y Julio se portó amablemente con Pablo, permitiéndole visitar a los amigos y recibir sus buenos oficios. 4 De allí nos hicimos a la mar, y navegamos al abrigo de Chipre, porque los vientos eran contrarios: 5 atravesamos el mar junto a las costas de Cilicia y Panfilia y llegamos a Mira de Licia. 6 Allí encontró el centurión un barco alejandrino que navegaba hacia Italia y nos hizo subir a él. 7 Durante bastantes días hicimos la travesía lentamente, y nos acercamos a Cnido con dificultad, porque nos lo impedía el viento. Seguimos al abrigo de Creta junto a Salmona, 8 y costeándola con dificultad, llegamos a cierto lugar llamado Puertos Hermosos, en cuyas proximidades se encuentra la ciudad de Lasea.

Este relato, y el siguiente, de la travesía a Roma es una aportación muy apreciada a la historia de la navegación en la antigüedad. El relato revela conocimientos técnicos y experiencia náutica. En sus detalles precisos se advierte que procede de un testigo presencial. Suponemos que, como parte de una sección «nosotros» (que se inicia en 20,5), sería redactado a base de apuntes personales de Lucas. El lector interesado en la historia notará especialmente las numerosas informaciones sobre el desarrollo exterior de la travesía, aunque también ofrece el relato valiosas ideas y convicciones para quien busque el mensaje espiritual del escrito.

Un oficial romano, por nombre Julio, dirige el transporte de prisioneros. Pablo es uno de éstos. Precisamente a él le manifiesta Julio la mayor amabilidad y simpatía. Así también él se añade a la serie de los representantes de Roma hasta aquí mencionados, cuyo correcto y benévolo tratamiento -en contraste con la hostilidad de los judíos- hubo de experimentar Pablo. El macedonio Aristarco, que ya en 20,5 aparece como acompañante del Apóstol, participa en la solicitud por el preso, juntamente con Lucas, que, aunque no se menciona nominalmente, se adivina en el relato de la sección «nosotros». Quien lea la carta a los Colosenses, escrita probablemente durante la prisión romana, hallará los nombres de los dos cuando se dice: «Os saluda Aristarco, mi compañero de prisión» (Col_4:10) y: «Os saludan Lucas, el médico querido...» (Col_4:14).

b) Tempestad en el mar (Hch/27/09-26).

9 Transcurrido mucho tiempo y resultando ya peligrosa la navegación por haber pasado ya el ayuno, Pablo les aconsejaba, 10 diciendo: «Señores, veo que la navegación va a ser con daño y perjuicio grave, no solo para la carga y para el barco, sino también para nuestras personas.» 11 Pero el centurión se fiaba más del piloto y del patrón de la nave que de las advertencias de Pablo. 12 Y no siendo aquel puerto a propósito para invernar, decidieron los más que se debía despegar de allí, por ver si conseguían llegar a pasar el invierno en Fenice, puerto de Creta orientado a Suroeste y Noroeste. 13 Comenzaba a soplar viento Sur, y pensando que tenían conseguido su intento, levaron anclas y navegaban costeando la isla de Creta. 14 Pero muy pronto se desencadenó contra ella un viento huracanado que se llamaba Euraquilón. 15 Arrastrada la nave y no pudiendo ponernos de cara al viento, nos dejábamos ir a la deriva. 16 Avanzando, protegidos por una pequeña isla llamada Cauda, logramos a duras penas hacernos con el esquife. 17 Izado éste, recurrieron a reforzar la nave atándola con maromas, y por miedo de encallar en la Sirte, echaron el áncora flotante, y se dejaban ir así a la deriva. 18 Al día siguiente, como siguiera arrastrándonos fuertemente la tempestad, comenzaron a echar lastre; 19 y al tercer día, arrojaron por su propia mano los aparejos de la nave. 20 A medida que pasaban más y más días sin que aparecieran el sol ni las estrellas y sin que la tempestad amainara, se iba perdiendo toda esperanza de salvarnos. 21 Como llevábamos tanto tiempo sin comer, Pablo, de pie en medio de ellos, dijo: «Mejor hubiera sido, señores, que, haciéndome caso, no hubiéramos zarpado de Creta, y nos habríamos ahorrado este daño y perjuicio. 22 Y ahora os aconsejo que tengáis buen ánimo; porque no perecerá ninguno de vosotros, sino sólo el barco. 23 Pues esta noche se me ha aparecido un ángel del Dios a quien pertenezco y doy culto, 24 y me ha dicho: "No tengas miedo, Pablo; tú has de comparecer ante el César; y en vista de ello, Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo." 25 ¡Animo, pues, amigos! Porque yo confío en Dios que sucederá tal como se me ha dicho. 26 Pero tendremos que encallar en una isla.»

La descripción, hasta en los mínimos detalles, de esta memorable travesía expresa la vivencia de un hombre familiarizado con la mar y con la navegación. Pero en la forma de la exposición se revela también el atento amigo del Apóstol y el cristiano que cree en la proximidad de Dios. En la advertencia del Apóstol que trata de retraer de proseguir la travesía, contra todas las experiencias, en esta época tardía del año, se nos manifiesta una persona no sólo familiarizada con estas cosas, sino que además se siente responsable y goza de prestigio, no obstante sus cadenas. También en el ulterior transcurso de la travesía se mantiene erguida y señera la figura del Apóstol en medio de los acontecimientos. Con consejos y amonestaciones de apoyo y seguridad a la tripulación desalentada, siendo así precisamente testigo de la verdad de su mensaje y de la protección que Dios le dispensa. En forma plástica se describen los esfuerzos impotentes de la gente de mar, que todo lo intenta para salvar la nave en medio de la tempestad. Es un símbolo emocionante de lo desesperado de una vida que busca salvación con un empeño meramente externo. Esto hace pensar en la Iglesia que está expuesta a los embates de las marejadas externas e internas y corre peligro de estrellarse si se fía únicamente de fuerzas humanas y de planes humanos y deja de vivir en la convicción de la necesidad que tiene de la constante proximidad del Señor.

Este Señor está cerca en Pablo, que, cautivo y todo, es libertador y salvador. Cuadro impresionante y conmovedor: Pablo, en el barco desprovisto de aparejos y bienes en medio de la furiosa tempestad, se presenta en medio de las gentes y, como mensajero del «Dios a quien pertenece», les anuncia segura salvación. Es una imagen característica de la fe, que se muestra eficaz precisamente cuando el hombre -y también la Iglesia- se halla abandonado en el mayor desamparo. Y una vez más volvemos a experimentar cuán concretamente el poder divino asume la dirección de las cosas y las conduce a buen término.

«Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo.» Aquí se insinúa un misterio, una profunda conexión entre hombre y hombre. Cuando Dios se apiada de uno, su misericordia se extiende a los que están unidos con él en la misma suerte. Es ocioso preguntar qué habría sido de las gentes en aquel barco si no hubiesen tenido en su compañía a Pablo. Con tal pregunta no descubriríamos mejor el sentido de lo que aquí se refiere. Deberíamos alegrarnos de la luminosa verdad de que una persona colmada de bendiciones bendice también nuestro camino. Pablo era persona de tal clase. Los Hechos de los apóstoles tienen la especial intención de poner esto de relieve, cada vez en nuevos aspectos.

c) Naufragio y salvación (Hch/27/27-44).

27 Y cuando llegó la noche decimocuarta desde que íbamos a la deriva por el Adriático 31, hacia la medianoche, comenzaron a barruntar los marineros que estaban próximos a alguna costa. 28 Lanzaron una sonda y encontraron fondo a veinte brazas; un poco más adelante volvieron a lanzarla, y lo encontraron a quince brazas 32; 29 y temiendo no fuéramos a dar contra alguna escollera, arrojaron desde la popa cuatro anclas y ansiaban que se hiciera de día. 30 Ante el intento de los marineros por escapar de la nave lanzando al mar el esquife, con el pretexto de que iban a echar lejos el ancla de proa, 31 dijo Pablo al centurión y a los soldados: «Si no permanecen éstos en la nave, vosotros no podréis salvaros.» 32 Al punto los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron caer. 33 En tanto que amanecía, Pablo rogaba a todos que tomaran algo de comer, diciéndoles: «Catorce días con hoy lleváis en tensión, sin comer y sin probar bocado. 34 Os ruego, pues, que toméis algo de comer, porque os es necesario para sobrevivir, ya que ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá.» 35 Dicho esto, tomó un pan, pronunció la acción de gracias a Dios delante de todos, lo partió y empezó a comer. 36 Animáronse todos y tomaron también alimento. 37 éramos en total doscientas sesenta y seis personas en la nave. 38 Una vez saciados, comenzaron a aligerar el barco, arrojando el trigo al mar. 39 Cuando, por fin, se hizo de día, no reconocían la tierra; pero advirtieron una ensenada que tenía playa, en la cual decidieron encallar la nave, si podían. 40 Y soltando las anclas por uno y otro lado, las arrojaban al mar, al mismo tiempo que desataban las amarras de los timones; luego izaron el artimón al viento y se mantenían en dirección a la playa. 41 Toparon con un lugar que daba a dos mares y lanzaron la nave, cuya proa quedó encallada e inmóvil, mientras la popa se deshacía por la violencia del oleaje. 42 La opinión de los soldados era que se debía dar muerte a los presos, no fuera que alguno se escapara a nado. 43 Pero el centurión, deseando salvar a Pablo, impidió su propósito y ordenó a los que sabían nadar que se tiraran los primeros y salieran a tierra; 44 y que los demás lo hicieran unos sobre tablas y otros sobre los restos de la nave. Y así fue como todos llegaron salvos a tierra.

A la experta exposición de hechos náuticos se asocia en este texto insistentemente el interés por la suerte personal del Apóstol y por la manifestación del poder de lo alto que se revela acerca de él y por medio de él. La escena está llena de dramática tensión en el fondo de la noche tempestuosa. El que la tripulación barrunte la proximidad de tierra puede explicarse por su instinto profesional en la observación de la marcha del oleaje. Sus mediciones confirman sus conjeturas. Echan áncoras y aguardan en tensión que llegue la mañana. Sin embargo, Pablo, el prisionero, dirige con su palabra y con el prestigio de su persona la suerte ulterior de las personas que viajan en el barco.

Pablo impide la fuga de los marineros. Los soldados se ponen de su lado. ¿Cuánta tensión y cuánta lucha puede ocultarse en la breve información sobre este hecho? Con autoridad profética se presenta el Apóstol, a la tenue luz del crepúsculo matutino, en medio de las gentes atemorizadas y les intima que tomen alimento. «Os es necesario para sobrevivir, ya que ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá», puede asegurarles movido por el Espíritu de Dios. Pablo es esperanza y seguridad para toda la embarcación. Cuando resultan problemáticas todas las seguridades humanas y técnicas, la única seguridad viene de la fe en el poder de lo alto.

Las palabras con que Lucas describe la comida en común suenan a algo solemne, hasta litúrgico. «Dicho esto, tomó un pan, pronunció la acción de gracias a Dios delante de todos, lo partió y empezó a comer.» Uno se cree trasladado al comedor de una casa judía, se olvida que Pablo se hallaba en una nave sacudida por la tempestad, cuando, imitando al padre de familia judío, comenzó a comer y dio a los otros la señal de comer también como él. Esta descripción solemne de la fracción del pan nos es conocida por el relato de la multiplicación de los panes (cf. Lev_9:16). El texto adquirió un significado especial por aquella fracción del pan con la que Jesús, en su despedida, dejó a los suyos el legado de la eucaristía. ¿Quiere Lucas dar a entender con su formulación solemne que Pablo celebró con su fracción del pan la cena del Señor? Aunque las otras personas que iban en el barco no estuvieran preparadas para comprender este misterio, la manera como comía Pablo no podría menos de impresionarles, y así con su propia comida no sólo cobrarían fuerzas corporales, sino que al mismo tiempo adquirirían seguridad interior. Cuando Lucas indica el número de ¡personas, puede deberse a su interés patente también en otros casos, por los datos estadísticos. ¿0 quiere quizá con esta indicación insinuar una misteriosa conexión con la fracción del pan? Sabemos del simbolismo de los números en el judaísmo y en su literatura. De ello sabe también el Nuevo Testamento. Nosotros hemos perdido en gran manera el sentido para el lenguaje de los números.

En la descripción del naufragio, en la que una vez más se revela la experiencia de las cosas de la mar, pasa exteriormente a segundo término la persona del Apóstol. Y sin embargo, todo se narra por razón de él. Si bien se trata de la salvación de todos, sin embargo esta salvación depende de la vida de ese por quien vela la mano de Dios precisamente en el momento del naufragio. Los soldados quieren matar a los presos para quitarles la posibilidad de fugarse. El centurión Julio desbarata el plan. «Deseando salvar a Pablo», dice con notable llaneza el texto. Ya en 27,3 se había dicho que «se portó amablemente con Pablo». Así Lucas halla en este naufragio la oportunidad de mostrar cómo el representante de Roma tiene las mayores atenciones con el Apóstol.

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31. Por «Adriático» habrá que entender aquí, según los antiguos geógrafos, la parte del mar Mediterráneo situada entre Creta y Sicilia, que comunica por el Norte con el Adriático propiamente dicho (entre Italia y los Balcanes).

32. Los marineros sondearon, pues, primero unos 36 metros, y luego 27, con lo que comprobaron la proximidad de la costa.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



126(C) Último viaje de Pablo y minis(-)terio en Roma (27,1-28,31).
(a) El viaje a Roma (27,1-28,16).
(i) Travesía, naufragio y salvación (27,1-44). Todos los especialistas están de acuerdo en que el cap. 27 fue compuesto según un modelo lite(-)rario popular grecorromano, concretamente, los viajes de aventuras marítimas, que debían su popularidad a los relatos clásicos de la Odi(-)sea y la Eneida (cf. Robbins, en PerspLA 217-28). La forma narrativa en Io pers. del pl. se hi(-)zo convencional en la literatura sobre viajes marítimos, tal y como exponían sus prototipos, la Iliada y la Eneida, y, en coherencia con ello, en el v. 1 (cf. 21,18) reaparece el narrador «no(-)sotros», que hablará hasta 28,16, es decir, has(-)ta la llegada a Roma. Los exegetas no se ponen de acuerdo sobre cuál sería el relato original que está en su trasfondo, si realmente se trata de un cuento náutico ya existente que Lucas asumió, con inserciones, para presentar a su héroe (Dibelius, Studies 204-06; Weiser, Apg. 391), o bien relata las memorias auténticas de un compañero de Pablo, tal vez Aristarco (v. 2), cuya voz transmitiría Lucas en el «nosotros» (E. Haenchen, en StLA 276; Roloff, Apg. 359). A favor de la primera opinión podemos aducir la intrusión de las inserciones sobre Pablo, en particular los w. 9-11 y la descolgada oración del v. 43 (cf. también vv. 21-26.31.33-36). Ade(-)más, la impresionante serie de termini technici marinos que se utilizan para describir las com(-)plicaciones del viaje indican que tuvo su origen en el ámbito literario más que en la historia real (como reconoce Haenchen, «Acta 27» [-. 127 infra] 250). También percibimos la improbalidad histórica de la presentación que se hace de Pablo como un personaje que da consejos a la tripulación y capitanea a los otros pasajeros, cuando, como prisionero, tendría que ir bajo cubierta y encadenado. La finalidad de Lucas al «paulinizar» un cuento marítimo se percibe claramente en los vv. 22-25: Pablo tiene que al(-)canzar el destino (el mismo destino del libro) de la capital del mundo, y el mar y los elemen(-)tos terriblemente contrarios sólo intensifican el carácter invencible del plan divino que diri(-)ge su viaje (Schneider, Apg. 2.382).

1271. cuando se decidió que nos embarcá(-)ramos: La utilización del «nosotros» resulta problemática: al tiempo que parece distinguir(-)se de «otros presos», se convierte en parte de ellos en el v. 6. Lo que sugiere que se trata de un rasgo literario propio del género de viajes marítimos (V. Robbins, en PerspLA 229), aun(-)que otros detalles de los w. 1-8 puedan proce(-)der de un informe histórico del traslado de Pa(-)blo a Roma. 2. Adramitio: El puerto del que procedía el barco se encontraba al noroeste de Asia Menor, concretamente, al este de Tróade. Aristarco: cf. comentario sobre 19,19; 20,4. 3. Julio fue amable con Pablo: cf. v. 43. 4-5. El pa(-)norama formado por una sucesión de puertos e islas es propio del género; el v. 4 introduce el motivo de los elementos adversos que ocasio(-)narán el drama de este viaje (V. Robbins, en PerspLA 233). Los vientos contrarios de otoño (v. 9; ? Pablo, 79:48) procederían del noroeste, así que el «sotavento», o lado protegido, de Chipre quedaría a su estribor. Mira de Licia: En la costa sur de Asia Menor, al este de Pátara (21,1). 6. un barco alejandrino: Este barco, car(-)gado de trigo (v. 38), venía del puerto egipcio en dirección al sur de Mira. 7. Gnido: La difi(-)cultad de atracar en este puerto podría deber(-)se a su posición sobre una de las puntas roco(-)sas del sudoeste de Asia Menor. Salmón: Ciudad situada en el cabo nororiental de Cre(-)ta. 8. Buenos Puertos: El nombre antiguo se ha mantenido en el moderno Kali Limenes, en la costa sur cretense. 9. ya había pasado el ayuno: El dato cronológico judío se refiere a la cele(-)bración del Día de la Expiación (Lv 16,29-31; ? Instituciones, 76:147-50), por tanto, hacia fi(-)nales de septiembre o comienzos de octubre. El problema era que había un verdadero peli(-)gro al aproximarse la temporada (de noviem(-)bre a marzo) en la que, a causa de las tormen(-)tas invernales, se suspendían los viajes por mar. 9(b)-11. Primera inserción sobre Pablo. En calidad de hombre de Dios anuncia el peli(-)gro que acecha al viaje (cf. Filostrato, Vida de Apolonio de Llana 5.18), que, posteriormente, se verificará. No hay siquiera que comentar que esta intervención de Pablo es inconcebible en el caso de un prisionero. El patrón y el ca(-)pitán del barco aparecen solamente en esta es(-)cena; en el resto del relato sólo aparecerán los «marineros». 12. Fenice: Identificada con la moderna Phineka, un puerto orientado hacia el norte-sur del lado occidental.

12814. viento del nordeste: En griego eurakylón, formado por el término gr. euros, «viento del este», y el latín aqtdlo, «viento del norte». Sobre los términos utilizados en estos versículos para designar el viento, cf. Begin(-)nings 5.338-44; PW 20.431-35. 16-17. A la al(-)tura de la isla de Cauda, a 40,2 km al sur de Creta, la situación se hace muy peligrosa. El bote salvavidas, remolcado hasta este momen(-)to, es asegurado en cubierta, el casco es «ama(-)rrado» (Beginnings 5.345-54), y el temor a los bancos de arena procedentes de África los lle(-)va a lanzar el ancla de arrastre para controlar la deriva (Haenchen, «Acta 27» [? 129 infra] 245). 18-20. La frenética liberación de carga y enseres, en medio de un extenso período de tiempo sin sol ni estrellas que ayudasen, ame(-)nazan la travesía, llevando al relato a su pun(-)to más bajo, a la pérdida de toda esperanza. Todo está preparado para la segunda interven(-)ción del hombre de Dios. 21-26. Segunda in(-)serción sobre Pablo. A diferencia de Jon 1,9, la salvación está garantizada porque el profeta está a bordo (Kratz, Rettungswunder [? 91 su(-)pra] 328). 21. mucho tiempo sin comer nada: Debido al mareo, no por falta de alimentos. Pablo se puso de pie: En medio de una tempes(-)tad y con una nave escorada, ¡vaya ocasión pa(-)ra un discurso! La argumentación se mueve desde el reproche a la promesa tranquilizado(-)ra, centrada en el «no temas» del ángel (v. 24), que es el lema del viaje de Pablo a Roma, des(-)de el comienzo (23,11) hasta el ñnal (28,15). 23. un ángel de Dios a quien... sirvo: Expresa(-)do de forma comprensible para los compañe(-)ros paganos, que de otro modo no entenderían la cristofanía (23,11). La liberación de los pe(-)ligros del mar por la intervención de un dios era un cliché de los misterios griegos (Isis, Serapis, los Dióscuros; cf. PWSup 4.295-97). 24. tienes que comparecer ante el César: Mediante la típica fórmula de la promesa tranquilizado(-)ra de los visitantes celestiales, se asegura la conclusión «necesaria» (dei) de los azarosos viajes de Pablo (cf. 19,21; 23,11; P. Pokorny, ZNW 64 [1973] 240-41). En el contexto de los caps. 27-28, la finalización del viaje será tam(-)bién una confirmación de la inocencia de Pa(-)blo (26,31-32). y mira: Con expresión propia de los LXX, el ángel promete la salvación de todos gracias a Pablo, anunciando su función en el gran plan de Dios. 26. a dar en alguna is(-)la: Expresado con la presciencia profética de los vv. 41-44.

12927. Este versículo es consecuencia del v. 20. el Adriático: En tiempos de Lucas se aplicaba también a las aguas entre Creta y Si(-)cilia. la proximidad de la tierra: ¿Sugerida, tal vez, por el sonido de las olas? 30-31. Con su intervención para evitar la huida de los mari(-)neros, Pablo aparece de nuevo como instru(-)mento de «salvación» para sus compañeros de travesía. 31. Tercera inserción sobre Pablo. 33-36. Cuarta inserción sobre Pablo. 34. Esto os ayudara a salvaros: El tema fundamental de este pasaje es la «salvación» (cf. v. 31), así que el efecto físico del alimento puede perfecta(-)mente aludir a algo más profundo, ni un solo cabello de su cabeza: Expresión del AT (1 Sm 14,45; 2 Sm 14,11) evocada en Lc 21,18. 35. to(-)mó pan: Es difícil negar el carácter eucarístico de esta comida, dado el anuncio de «salva(-)ción», el eco preciso de Lc 22,19 y el desarro(-)llo lucano de la «fracción del pan» (cf. comen(-)tario sobre 2,42; así Schneider, Weiser, contra Haenchen, Conzelmann, Roloff). La separa(-)ción entre los vv. 35 y 36 nos da la impresión de una communio infidelium; Lucas sólo pre(-)tende decir que todos participaron del poder salvífico del Señor resucitado, que se hizo presente en la comida eucarística (cf. Kratz, Rettungswunder [->91 supra] 331). 37. dos(-)cientas setenta y seis personas: Esta informa(-)ción puede haber continuado el relato original (a partir del v. 32). 38. Cf. v. 18. 39. ensenada: Aún hoy encontramos una «ensenada de San Pablo» en la costa nororiental de la isla de Malta (28,1), que es la desconocida tierra que descubre la luz del alba. 40. soltaron las an(-)clas: Mediante estas maniobras con anclas, cuerdas de timones y pequeños trinquetes, tra(-)taban de conducir la embarcación por las aguas poco profundas de la ensenada hasta la ribera. 41. un banco de arena: Lit., «un lugar con mar por ambos lados» (topos díthalassos), un banco de arena con aguas profundas a am(-)bos lados. Ahora les pesa la pérdida del bote salvavidas (v. 32), pues éste podía haber lleva(-)do a los pasajeros a través de las aguas de la ensenada sin encallar, como ocurre con la em(-)barcación. 42. matar a los presos: Reacción de pánico de los soldados (cf. v. 32) por ser res(-)ponsables de la huida de sus prisioneros. 43. tratando de salvar a Pablo: Se pone totalmente de manifiesto la contribución anterior de Pa(-)blo a la salvación de sus compañeros de em(-)barcación. La interpolación lucana de esta oración en un relato anterior queda clara por el hecho de que nunca llegamos a saber cuál de las opciones ordenadas, nadar o flotar so(-)bre los restos de la embarcación, tomó Pablo. 44. todos llegamos a tierra sanos y salvos: De este modo, la fe de Pablo es finalmente vindi(-)cada (v. 25).
(Haenchen, E., «Acta 27», Zeit und Geschichte [Fest. R. Bultmann, ed. E. Dinkler, Tubinga 1964] 235-54. Kratz, Rettungswunder [91 supra] 320-50. Ladouceur, D., «Hellenistic Preconceptions of Shipwreck and Pollution as a Context for Acts 27-28», HTR 73 [1980] 435-49. Miles, G. y G. Trompf, «Luke and Antiphon», HTR 69 [1976] 259-67. Pokorny, P., «Die Romfahrt des Paulus und der antike Román», ZNW 64 [1973] 233-44. Radl, Paulus 222-51.)

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXVII.

1 Paul shipping toward Rome, 10 foretelleth of the danger of the voyage, 11 but is not beleeued. 14 They are tossed to and fro with tempest, 41 and suffer shipwracke, 22 34.44 yet all come safe to land.
1 And when it was determined, that wee should saile into Italy, they deliuered Paul, & certaine other prisoners, vnto one named Iulius, a centurion of Augustus band.
2 And entring into a ship of Adramyttium, wee lanched, meaning to saile by the coasts of Asia, one Aristarchus a Macedonian, of Thessalonica, beeing with vs.
3 And the next day wee touched at Sidon: And Iulius courteously entreated Paul, and gaue him libertie to goe vnto his friends to refresh himselfe.
4 And when we had lanched from thence, we sailed vnder Cyprus, because the winds were contrary.
5 And when we had sailed ouer the

[Pauls dangerous voyage to Rome.]

sea of Cilicia and Pamphylia, wee came to Myra a citie of Lysia.
6 And there the Centurion found a ship of Alexandria sailing into Italy, and he put vs therein.
7 And when wee had sailed slowly many dayes, and scarse were come ouer against Gnidus, the wind not suffering vs, wee sailed vnder [ Or, Candy.] Creete, ouer against Salmone,
8 And hardly passing it, came vnto a place which is called the Faire hauens, nigh whereunto was the citie of Lasea.
9 Now when much time was spent, and when sailing was now dangerous, because the Fast was now alreadie past, Paul admonished them,
10 And said vnto them, Sirs, I perceiue that this voyage will be with [ Or, inuirie.] hurt and much damage, not onely of the lading & ship, but also of our liues.
11 Neuerthelesse, the Centurion beleeued the master and the owner of the shippe, more then those things which were spoken by Paul.
12 And because the hauen was not commodious to winter in, the more part aduised to depart thence also, if by any meanes they might attaine to Phenice, and there to winter; which is an hauen of Creete, and lieth toward the Southwest, and Northwest.
13 And when the South wind blew softly, supposing that they had obtained their purpose, loosing thence, they sailed close by Creete.
14 But not long after, there [ Or, beat.] arose against it a tempestuous winde, called Euroclydon.
15 And when the ship was caught, and could not beare vp into the winde, we let her driue.
16 And running vnder a certaine yland, which is called Clauda, wee had much worke to come by the boate:
17 Which when they had taken vp, they vsed helps, vnder-girding the ship; and fearing lest they should fall into the quicke-sands, strake saile, and so were driuen.
18 And being exceedingly tossed with a tempest the next day, they lightened the ship:
19 And the third day we cast out with our owne handes the tackling of the shippe.
20 And when neither Sunne nor starres in many dayes appeared, and

[Pauls dangerous voyage to Rome.]

no small tempest lay on vs; all hope that wee should be saued, was then taken away.
21 But after long abstinence, Paul stood foorth in the middes of them, and said, Sirs, yee should haue hearkened vnto mee, and not haue loosed from Creete, and to haue gained this harme and losse.
22 And now I exhort you to be of good cheere: for there shall be no losse of any mans life among you, but of the shippe.
23 For there stood by me this night the Angel of God, whose I am, and whom I serue,
24 Saying, Feare not Paul, thou must be brought before Cesar, and loe, God hath giuen thee all them that saile with thee.
25 Wherefore, sirs, be of good cheere: for I beleeue God, that it shall be euen as it was tolde me.
26 Howbeit, we must be cast vpon a certaine Iland.
27 But when the fourteenth night was come, as wee were driuen vp and downe in Adria about midnight, the shipmen deemed that they drew neere to some countrey:
28 And sounded, and found it twentie fathoms: and when they had gone a little further, they sounded againe, and found it fifteene fathoms.
29 Then fearing lest we should haue fallen vpon rockes, they cast foure ancres out of the sterne, and wished for the day.
30 And as the shipmen were about to flee out of the ship, when they had let downe the boat into the sea, vnder colour as though they would haue cast ancres out of the fore-ship,
31 Paul said to the Centurion, and to the souldiers, Except these abide in the ship, ye cannot be saued.
32 Then the souldiers cut off the ropes of the boat, and let her fall off.
33 And while the day was comming on, Paul besought them all to take meat, saying, This day is the fourteenth day that ye haue taried, and continued fasting, hauing taken nothing.
34 Wherefore, I pray you to take some meat, for this is for your health: for there shall not an haire fall from the head of any of you.
35 And when hee had thus spoken, hee tooke bread, and gaue thankes to

[Shipwracke.]

God in presence of them all, and when he had broken it, he began to eate.
36 Then were they all of good cheere, and they also tooke some meat.
37 And we were in all, in the ship, two hundred, threescore and sixteene soules.
38 And when they had eaten enough, they lightened the ship, and cast out the wheat into the sea.
39 And when it was day, they knew not the land: but they discouered a certaine creek, with a shore, into the which they were minded, if it were possible, to thrust in the ship.
40 And when they had [ Or, cut the ankers, they left them in the sea, etc.] taken vp the ankers, they committed themselues vnto the sea, & loosed the rudder bands, and hoised vp the maine saile to the winde, and made toward shore.
41 And falling into a place where two seas met, they ranne the shippe a ground, and the forepart stucke fast, and remained vnmoueable, but the hinder part was broken with the violence of the waues.
42 And the souldiers counsel was to kil the prisoners, lest any of them should swimme out, and escape.
43 But the Centurion, willing to saue Paul, kept them from their purpose, and commanded that they which could swimme, should cast themselues first into the sea, and get to land:
44 And the rest, some on boords, and some on broken pieces of the ship: and so it came to passe that they escaped all safe to land.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Reina-Valera 1995 Notes:



[1] 27.2 De aquí hasta Hch 28.16, se usa nuevamente el término "nosotros" (véase Hch 20.5 n.).

[2] 27.2 Adramitena: es decir, de Adramitio, puerto de Asia Menor, cerca de Troas. El viaje se hacía por etapas, según hubiera embarcaciones disponibles. Como los vientos del Mediterráneo soplan generalmente del noroeste, el viaje de Palestina a Italia en barcos de vela no se hacía con rumbo directo, sino yendo primero al norte, luego por la costa de Asia Menor y las islas aprovechando los vientos que vienen de tierra adentro y, finalmente, por mar abierto desde la isla de Creta.

[3] 27.2 Aristarco: Hch 19.29; 20.4; Col 4.10; Flm 24.

[4] 27.4 Esto es, pasando al oriente y norte de la isla, protegidos de los vientos del mar abierto.

[5] 27.6 Una nave Alejandrina: uno de los barcos cargueros de Egipto que llevaban trigo a Roma (v. 38).

[6] 27.7-8 Buenos Puertos: bahía en el sur de la isla de Creta.

[7] 27.9 Por haber pasado ya el ayuno: es decir, porque ya había pasado el invierno. El ayuno es el del Día del Perdón (Lv 16), que en el calendario judío corresponde al día diez del mes Tishri (septiembre-octubre). Desde esa fecha hasta febrero o marzo era peligrosa la navegación.

[8] 27.11 Por la forma del texto griego, es posible que el dueño y el capitán de la nave fueran la misma persona. Si el barco había sido contratado por el gobierno, el centurión, como oficial militar, también tendría autoridad sobre la navegación.

[9] 27.12 Al sudoeste y noroeste: otra posible traducción: al sudeste y nordeste.

[10] 27.14 Dio contra la nave: También puede traducirse se desencadenó del lado de la isla. El viento arrastraba al barco mar adentro y en dirección a la costa de África.

[11] 27.16 El viento, que los alejaba de Fenice, donde habrían encontrado un puerto seguro (v. 12), los llevó al sur de Clauda , isla pequeña al sur de Creta.

[12] 27.16 El esquife: o bote salvavidas, es decir, un pequeño bote de servicio que normalmente iba remolcado.

[13] 27.17 Reforzaban la embarcación con sogas, posiblemente pasándolas por debajo del casco, para evitar que el barco se deshiciera.

[14] 27.17 La Sirte: zona cercana a la costa africana, peligrosa por sus bancos de arena.

[15] 27.17 Arriaron las velas: o las bajaron, quedando a la deriva. Otra posible traducción: Echaron el ancla flotante, es decir, echaron una especie de balsa que, arrastrada, frenaba la velocidad del barco.

[16] 27.20 Como no había entonces brújulas ni otros instrumentos de navegación, habían perdido el rumbo.

[17] 27.27 Mar Adriático: Este nombre se daba no solo al que hoy lleva ese nombre, sino también a todo el mar abierto entre Grecia y Sicilia.

[18] 27.34 Ni aun un cabello de la cabeza: expresión proverbial (cf. Lc 21.18).

[19] 27.42 Cf. Hch 12.19; 16.27. Los soldados respondían con su vida de la seguridad de los presos.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El relato del viaje marítimo de San Pablo (27,1-28,16) ha sido juzgado, por la precisión de su lenguaje, como un documento de primer orden para conocer la náutica antigua. Es exacto y detallado en sus pormenores. La expresiva narración -en primera persona del plural hasta el final del libro- recoge los recuerdos, y quizás las anotaciones, de un testigo presencial que acompañó al Apóstol en la singladura.

El relato resalta la especial providencia de Dios con Pablo (vv. 24-44) y la solícita preocupación del Apóstol por sus compañeros de viaje (vv. 34-36), no siempre correspondida por ellos (v.42). Todas estas circunstancias han sido leídas en la Tradición de la Iglesia con una aplicación espiritual en la vida de los fieles: «¿Por qué Dios no salvó el navío del naufragio? Para que los ocupantes entendieran mejor la gravedad del peligro y que su salvación no era consecuencia de un auxilio humano sino del brazo de Dios, que les conservaba la vida después del hundimiento del barco. Así, los justos se encuentran bien en las tormentas y tempestades, en alta mar o en un golfo revuelto, porque están al abrigo de todo, y son incluso los salvadores de los demás. Sobre un navío en peligro de ser engullido por las aguas, los prisioneros encadenados y toda la tripulación deben su salvación a la presencia de Pablo. Aprende la ventaja de vivir en compañía de una persona piadosa y santa. Tempestades interiores más frecuentes y funestas nos baten en la brecha. Dios nos puede librar si somos tan inteligentes como los marineros y hacemos caso del consejo de los santos (...). Aunque estemos en medio de tempestades seremos librados de los peligros; aunque hubiéramos permanecido catorce días ayunos, permaneceremos con vida; aunque caigamos en tinieblas y oscuridad, si creemos en Él seremos liberados» (S. Juan Crisóstomo, Hom. in Act. 53,4-5).


Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Pablo zarpa hacia Roma. Se ha estudiado mucho el tema de los viajes marítimos en el mundo antiguo así como la terminología y toponimia de este capítulo en particular. 1, 2 Una vez más el narrador usa la primera persona plural (ver sobre 16:10; 21:8) para indicar su propia presencia en el viaje. Los otros personajes notables de la historia incluyen a un centurión llamado Julio, algunos otros presos que estaban a su cargo y al cristiano Aristarco. Sin embargo, sobre éste último Hech. no registra más detalles (pero ver Col. 4:10 y Film. 24, quizá escritas durante la cautividad de Pablo en Roma).

3-8 Desde el momento de zarpar, los vientos nos eran contrarios y por eso navegaron despacio y fueron costeando con dificultad. El viaje aún estaba en progreso a fines de verano (el ayuno a que se hace referencia era el del día de la expiación en septiembre-octubre). Fue en ese tiempo que la navegación se detuvo hasta la primavera, pues las naves hacían invernada en cualquier puerto seguro. 10-12 Leyendo sus cartas, sabemos que Pablo tenía alguna experiencia previa en navegación y aun en naufragios (ver 2 Cor. 11:25). Aun así, es difícil sorprenderse (como parece ser el caso de Lucas) de que el centurión fue persuadido más por el piloto y el capitán (DHH, dueño) del barco y no seguir el consejo de uno de sus presos. Por eso tomó la decisión de navegar unos 60 km. en busca de un puerto adecuado para encontrar refugio de los vientos invernales.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*27-28 El viaje de Pablo a Roma como prisionero, narrado con todo detalle, es el viaje triunfal de quien va a cumplir el mandato del Señor resucitado (Hch 1:8) dando testimonio en el confín de la tierra, según había planeado el propio Pablo (Hch 19:21) y le había confirmado el mismo Señor (Hch 23:11; Hch 27:24). Con todo, el triunfo del Apóstol se reviste de la manera del Siervo del Señor.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. Este relato de la navegación desde Cesarea hasta Pozzuoli -cerca de Nápoles- ha sido escrito con mucha precisión técnica en materia de navegación.

9. "Ayuno solemne": así se llamaba a la fiesta judía de la Expiación, que caía alrededor del 24 de septiembre. En esta época se suspendía la navegación hasta los primeros días de marzo.

24. "Ante el Emperador", es decir, ante el tribunal imperial. Ver 25. 10-12.

27. El mar "Adriático" designaba antiguamente la parte del Mediterráneo comprendida entre Grecia y Sicilia.

35. Todo judío pronunciaba una bendición antes de sus comidas, pero la expresión "lo partió" evoca la celebración eucarística. Ver nota 2. 42.



La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Navegando hacia Roma. La travesía marítima, con la tempestad y el naufragio, son una pieza de lucimiento del narrador. Es un relato rico de datos precisos, dignos de un buen conocedor de la navegación de entonces. En un contexto realista, de dimensiones humanas, empequeñecidas por el vasto mar, Pablo es una figura sobrehumana: sabe y aconseja, prevé y predice, no desfallece y anima, es el director de la navegación. Al gran viajero, al náufrago salvado (cfr. 1Co_11:25), Lucas dedica este homenaje marítimo.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— Cilicia y Panfilia: Ver notas a Hch 14:24 y Hch 15:23.

— Mira: Ciudad situada en la costa sur de Asia Menor, no lejos de Patara (ver tercera nota a Hch 21:1).

Torres Amat (1825)



[13] Ciudad de la isla de Creta oCandia.

[34] Dios había prometido a Pablo la vida de quienes navegaban con él. La confianza en Dios no impide usar los medios que dicta la prudencia humana para conseguir el fin deseado.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

27:5 «al cabo de quince días» texto occ.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

27:5 «al cabo de quince días» texto occ.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

Mira de... M↓ añaden ciudad.