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La primera comunidad cristiana.
La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían ellos en común. (Hechos 4, 32) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 4

TESTIMONIO ANTE EL SANEDRÍN (4,1-31).

a) Detención de los apóstoles (Hch/04/01-04).

1 Mientras estaban hablando al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, 2 molestos de que enseñaran al pueblo y de que anunciaran la resurrección de entre los muertos en la persona de Jesús. 3 Les echaron mano y los pusieron en la cárcel hasta el amanecer, porque era ya tarde. 4 Pero muchos de los que oyeron el discurso abrazaron la fe, y llegó su número a unos cinco mil.

Por los Evangelios sabemos cómo Jesús encontró, por su mensaje y su actuación, la hostilidad por parte de los jefes judíos, y, sobre todo, por parte de la autoridad sacerdotal. Esta lucha le condujo a la muerte en la cruz. Jesús también predijo a sus discípulos, con claras palabras, que serían objeto de odio y persecución, y procuró prepararlos para ellas. En el discurso de Jesús sobre el tiempo final, según los Evangelios sinópticos, leemos en el Evangelio de san Lucas las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos: «Pero antes de todo esto, se apoderarán de vosotros y os perseguirán: os entregarán a las sinagogas y os meterán en las cárceles; os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre» (Luk_21:12).

El que lee la plática de despedida de Jesús en el Evangelio de san Juan, encuentra la predicción del odio del mundo con unos motivos todavía más profundos, cuando se dice: «Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, porque no sois del mundo, sino que os elegí yo del mundo, por eso el mundo os odia» (Joh_15:18 s). «Os echarán de las sinagogas; más aún, llega la hora en que todo aquel que os mate, creerá dar culto a Dios» (Joh_16:2). Pero, precisamente en los discursos del Evangelio de san Juan encontramos, íntimamente asociada a las palabras sobre la persecución futura, la más vigorosa indicación sobre la asistencia del Paráclito, el Espíritu Santo.

La predicción de Jesús pronto se cumplió. Sería sorprendente que no hubiera sucedido así. El proceso contra Jesús todavía no estaba muy distante. Los mismos hombres que le habían condenado, todavía tenían autoridad como jefes del pueblo. Vemos la misma escena que en los Evangelios. El pueblo llano y sencillo se entregaba con entusiasmo y agradecimiento al mensaje de salvación, mientras no fuera inducido a error por los jefes políticos o religiosos, y contemplaba con respetuoso temor la comunidad de Jesús. Pero los dirigentes se dejaron guiar por el odio y la envidia, antes en la lucha contra Jesús y ahora en la persecución de la Iglesia.

«Se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos.» Eran las autoridades competentes del templo. El partido de los saduceos, que se diferenciaba en muchos respectos del grupo mayor de los fariseos también había tenido un papel influyente y decisivo en el proceso contra Jesús. El sumo sacerdote y sus colegas formaban un grupo estrechamente conjurado. Lo encontraremos de nuevo en el proceso contra Pablo (Joh_23:1 ss). ¿Qué motivo encontraron para lanzarse contra Pedro y Juan? Sin duda se escandalizaron por la gran concurrencia del pueblo. Como atestigua el siguiente relato, el objeto de la indagación fue, en primer lugar, la curación del cojo de nacimiento. Pero el texto también aclara que desde hacía mucho tiempo eran motivo de escándalo la actuación de los apóstoles y su predicación en favor de Jesús. Se dice que estaban molestos, porque los apóstoles anunciaban la resurrección de entre los muertos aludiendo a Jesús. Pero ésta es solamente una particular razón de la hostilidad (Joh_4:2). Sabemos que los saduceos en oposición a la fe que solían tener los judíos, negaban por principio la resurrección del cuerpo47. También en otros respectos representaban una notable ideología liberal.

Los apóstoles por primera vez van a la cárcel. Para su vida ulterior ésta es una característica del camino que sigue su testimonio. Pero la Iglesia crece. En nuestro relato se respira una atmósfera propia, cuando san Lucas inmediatamente después de comunicar la detención de Pedro y Juan da la noticia de que una vez terminada la predicación muchos se marcharon siendo ya creyentes, y el número tres mil de la fiesta de pentecostés asciende a cinco mil miembros de la comunidad de Cristo. Aquí encontramos el peculiar elemento de los Hechos de los apóstoles: a pesar de la resistencia y de la persecución se cumplen el encargo y la promesa del Señor resucitado. La Iglesia naciente experimenta la fuerza del Espíritu.

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47. Así lo atestiguan Luk_20:27 ss y Act_23:8.

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b) Los apóstoles ante el sanedrín (Hch/04/05-12).

5 A la mañana siguiente se congregaron en Jerusalén los jefes, los ancianos y los escribas; 6 Anás, el sumo sacerdote, y Caifás; Juan y Alejandro, y todos los que eran del linaje de los sumos sacerdotes. 7 Y colocándolos delante, trataban de averiguar: ¿Con qué potestad o en nombre de quién habéis hecho esto? 8 Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo: 9 «Jefes del pueblo y ancianos, puesto que hoy somos interrogados judicialmente acerca de la buena acción realizada en un hombre enfermo: en virtud de quién ha sido sanado éste, 10 sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, este hombre se presenta ante vosotros sano. 11 Esta es la piedra despreciada por vosotros, los constructores de la casa, y, no obstante, constituida en clave del arco (Psa_118:22): 12 y no hay salvación en otro alguno, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, por el cual hayamos de ser salvos.»

Es una escena memorable. Los dos apóstoles, cuya sencillez e insuficiencia conocemos por los Evangelios, entran en el tribunal de la suprema autoridad del judaísmo. Se han reunido los jefes del pueblo. No sin razón los Hechos de los apóstoles enumeran los grupos representados e incluso dan los nombres de los competentes jefes de la clase sacerdotal. Anás, que a pesar de haber sido destituido por los romanos aún seguía siendo el hombre más influyente de la estirpe de los sumos sacerdotes48, y su yerno Caifás, el sumo sacerdote oficial, nos son conocidos por el proceso contra Jesús. Aunque las tropas romanas de ocupación estuvieran en el país, el sanedrín siempre era la eficaz representación de todo el judaísmo. Propiedades e inteligencia, formación y poder, se concentraron en esta corporación tradicional, que gracias a estar vinculada al culto y a la religión gozaba de prestigio y autoridad entre todos los judíos.

Pedro y Juan que durante la noche estuvieron bajo custodia, entran en esta asamblea. La escena es un símbolo del camino de la Iglesia. Después de la curación milagrosa es interrogada. ¿Es una interrogación sincera? Si leemos el informe final de este juicio, reconocemos que no solamente se trató de este suceso particular, sino de toda la obra de la Iglesia.

La pregunta acerca del nombre, en que ha tenido lugar la curación, viene a ser para Pedro la deseada ocasión para dar el testimonio que acusa y exhorta a obtener la salvación. Pedro actuó lleno de Espíritu Santo. La comunidad de vida de la Iglesia es eficaz. Se nos hace recordar la promesa de Jesús que cuando se reunió con sus discípulos antes de la pascua, además de vaticinar la persecución les dijo: «Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por consiguiente, fijad bien en vuestro corazón que no debéis prepararos de cómo os podréis defender. Porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros enemigos» ( Luk_21:13 ss). Esta promesa aún se formula más claramente en san Mateo: «Pero, cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de decir, porque se os dará en aquel momento lo que habéis de decir; pues no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros» (Mat_10:19 s).

Pedro conoce la autoridad del sanedrín. En su disertación se revela el profundo respeto del hombre judío ante sus superiores puestos por Dios. Como ya vimos, la naciente Iglesia todavía está estrictamente obligada con la ordenación social y religiosa del judaísmo. Sin embargo la atención externa no impide que el apóstol hable con franqueza. ésta ya se denota en las características del procedimiento expresadas por él. Los apóstoles no son interrogados por causa de una acción sospechosa, sino que les piden cuentas de la «buena acción realizada en un hombre enfermo». Pedro introduce su testimonio solemnemente y en tono de reclamación, haciendo recordar las palabras finales del discurso de pentecostés, cuando anuncia al sanedrín y a «todo el pueblo de Israel» el mensaje de salvación de Jesús de Nazaret, y a él atribuye la curación del inválido. El que ha sido curado está ante la mirada de la suprema autoridad judía. Es una escena memorable. Pedro no sería capaz de cumplir su misión, si no aprovechara la circunstancia para el apremiante mensaje de la salud verdadera y decisiva. Ante esta asamblea, que, no hacía mucho tiempo, había entregado Jesús a la muerte, Pedro habla abiertamente del Salvador y de la culpa de semejante corporación cuando añade al nombre de Jesús: a quien vosotros crucificasteis. Pedro ya en su primer discurso al pueblo pudo hablar así. Esta acusación tiene una resonancia especialmente severa ante los jefes responsables del judaísmo.

Pero también aquí se enlaza inseparablemente con la referencia a la crucifixión el mensaje de la resurrección de Jesús por obra de Dios. La imagen de la clave del arco -tomada del salmo 117- caracteriza gráficamente la obcecación y tragedia del pueblo escogido por Dios49.

Procúrese comprender la tensión que se produciría, cuando en el ámbito del sanedrín (que ha entregado a Jesús a la muerte de cruz y así ha desechado al que tiene el destino de ser clave del arco) ahora penetra el mensaje, audaz en grado inaudito, de que no hay ningún otro medio de salvarse fuera de Jesucristo. Estas palabras resuenan en el mensaje fundamental de toda la proclamación apostólica. En ellas se resume el deseo de todos los escritos del Nuevo Testamento. Los conceptos de verdad, gracia, luz, vida y todas las declaraciones con las que se describe la redención ofrecida por Dios al mundo en Jesús, subyacen en estas palabras que Pedro dirige a los miembros del sanedrín.

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48. Cf. Luk_3:2; Joh_18:12 ss.

49. Varias veces encontramos esta expresiva imagen en el mensaje del Nuevo Testamento. En Luk_20:17 vemos que es Jesús quien la propone en la controversia con los escribas y sumos sacerdotes, como también nos lo confirman Mat_21:42 y Mar_12:10. También san Pablo alude a esta metáfora en Rom_9:33, y san Pedro trata de ella de una forma especialmente minuciosa en su primera carta (1Pe_2:4 ss).

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c) Impotencia de la autoridad (Hch/04/13-22).

13 Viendo la valentía de Pedro y de Juan, y habiendo comprobado que eran hombres iletrados y del vulgo, se maravillaban. Los reconocían como compañeros de Jesús. 14 Pero viendo de pie, con ellos, al hombre curado, no tenían nada que oponer. 15 Los mandaron, pues, salir fuera del sanedrín y deliberaban entre sí diciendo: 16 «¿Qué haríamos con estos hombres? Porque el notorio milagro obrado por medio de ellos, evidente para todos los habitantes de Jerusalén, no lo podemos negar; 17 pero a fin de que no se divulgue todavía más entre el pueblo, vamos a amenazarlos, para que no hablen más en este nombre a persona alguna.»

Los miembros del sanedrín tuvieron que soportar las audaces palabras. Propiamente se podría esperar que se hubiesen encolerizado, y enardecidos por la pasión hubiesen pronunciado una sentencia de exterminio, como hicieron en el proceso contra Jesús o como sucedió más tarde en el juicio oral de Esteban (1Pe_7:54 ss). ¿Cuál era el motivo que los reprimió? Como dice claramente el versículo 21, seguramente fue decisivo para su modo de proceder el miramiento del pueblo. Ya sabemos por los Evangelios cómo la autoridad judía siempre vacilaba entre proceder o dejar de proceder contra Jesús, porque tenían contra sí la disposición de ánimo del pueblo. La opinión pública con frecuencia encauza la decisión de los dirigentes hacia lo justo o también hacia lo injusto.

Sin embargo también parece que otras razones hayan determinado el procedimiento del sanedrín. El que había sido curado estaba al lado de los apóstoles, como testimonio irrefutable de la realidad de la curación. La actuación de Pedro también desarmó a sus adversarios ante el hecho de que los dos apóstoles eran iletrados y del vulgo, y no habían recibido formación escolar. No tenían nada que oponer, dice el relato en forma muy significativa. En su desconcierto momentáneo recurren a un medio (que también fue utilizado más tarde) de sofocar la moción del Espíritu: prohíben hablar y esperan, contra su propia convicción, que harán enmudecer a los testigos de Jesús. En su resolución no toman el nombre de Jesús en los labios (cf. también 5,28). También en esto parece que se muestra su odio y aversión contra Jesús. Este nombre no debe ser pronunciado.

18 Y llamándolos, les ordenaron que bajo ningún concepto dijeran una palabra ni enseñaran en el nombre de Jesús. 19 Pedro y Juan les respondieron: «Juzgad si sería justo ante Dios obedeceros a vosotros más que a Dios; 20 porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» 21 Ellos, reiterando sus amenazas, los soltaron. No encontraban manera de castigarlos por causa del pueblo, ya que todos glorificaban a Dios por lo sucedido; 22 pues era de más de cuarenta años el hombre en quien se había realizado este milagro de la curación.

El episodio ha pasado a ser el ejemplo del camino que ha de seguir la Iglesia a través de la historia. Lo que entonces sucedió, ilumina una ley que en todas partes exige ser observada cuando una orden humana se pone en contradicción con un mandamiento divino que se conoce claramente. Los apóstoles rechazan con toda firmeza la prohibición de hablar dada por el sanedrín. En el juicio oral que pronto seguirá, los apóstoles lo dirán todavía con mayor decisión (5,29). Recae sobre ellos el encargo del Señor, la irrecusable obligación de dar testimonio. Ya no son libres en su decisión. El mismo Dios ha puesto la mano sobre ellos. Tanto si quieren como si no quieren, tienen que hablar de lo que han «visto y oído». Reconocen la autoridad y el derecho del sanedrín. Se nota este respeto incluso por sus palabras recusadoras, cuando para tranquilidad de su conciencia someten la decisión al juicio del supremo juez del pueblo.

Con todo, los apóstoles ya han decidido. El Espíritu Santo los ilumina y fortalece en su decisión. Pueden compararse las palabras de los apóstoles a muchas otras palabras semejantes que nos transmite la historia profana. Según Platón, Sócrates dijo a sus jueces: «Os honro y os amo, pero antes obedeceré a Dios que a vosotros», y el poeta Sófocles en su tragedia Antígona pone en labios de ésta las siguientes palabras: «No quisiera ser víctima de los castigos de los dioses por haber temido la arrogancia de un hombre.» Las palabras antedichas de los apóstoles se distinguen de estos respetables testimonios de la conciencia por el hecho de que en las palabras de los apóstoles puede denotarse la gran experiencia personal de la salvación en Cristo Jesús.

d) Robustecimiento de la comunidad orante (Hch/04/23-31).

23 Puestos en libertad, vinieron a los suyos y les contaron cuanto los sumos sacerdotes y los ancianos les habían dicho. 24 Al oírlos, alzaron unánimemente su voz a Dios y dijeron: «Señor, tú eres el que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto en ellos hay (Exo_20:11). 25 Tú, el que en el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre y siervo tuyo David, dijiste: ¿Por qué se amotinaron las naciones y los pueblos maquinaron cosas vanas? 26 Se han juntado los reyes de la tierra y los príncipes se han confabulado contra el Señor y contra su Ungido (Psa_2:1-2). 27 Porque en verdad se confabularon en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y tribus de Israel, 28 para hacer lo que tu mano y tu designio tenían predeterminado que sucediera. 29 Ahora, pues, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos anunciar con toda valentía tu palabra, 30 alargando tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús.

Este fragmento todavía pertenece al contexto más inmediato de la historia de la curación del cojo de nacimiento. Pero al mismo tiempo nos facilita una visión profunda de la manera de pensar y de la fe de la comunidad. Es un significativo contraste con la escena precedente de la asamblea del consejo judío. En esta asamblea se mostró la envidia, la inseguridad y el desconcierto de una autoridad que estaba contra el propio pueblo. En estas líneas resplandece la lealtad, la confianza y la concordia de la comunidad cristiana. Todavía está, como volvemos a ver aquí, vinculada a la colectividad judía, todavía ora con las ideas y los modos tradicionales de los textos del Antiguo Testamento, pero lo nuevo y particular de la cristiana experiencia de la salvación siempre empuja a pensamientos y móviles propios. De nuevo es en un texto de los Salmos, en el que la Iglesia al leerlo encuentra su camino y su experiencia como en palabras proféticas, y con el cual expresa la confianza de su fe. De nuevo es un ejemplo muy expresivo de la manera como las palabras del Antiguo Testamento se ven e interpretan a la luz de la experiencia de la salvación del Nuevo Testamento. Como en 1,16 esta interpretación de la Escritura se guía por la convicción de que el Espíritu Santo desprende las palabras bíblicas del significado literal y les da una nueva orientación, si se ven a la luz de la fe.

La oración está formulada como si toda la comunidad orase de acuerdo con la situación que se hallaba. San Lucas le habrá dado la forma bien ponderada teológica y literariamente, así como también en su Evangelio, en particular en la historia de la infancia, hace patente el estado de ánimo de la respectiva situación con himnos deprecatorios, sin que esto traicione la más fidedigna tradición recogida por el evangelista. Sin duda, esta oración está tan subordinada a la realidad histórica, que en ella vemos delineada la situación efectiva de la comunidad. De modo impresionante captamos la profunda unión existente entre los apóstoles y la comunidad, en el texto introductorio y en la oración misma, rasgo que se nos muestra con insistencia en los Hechos de los apóstoles. Piénsese especialmente en la oración de la comunidad por Pedro que estaba encarcelado (12,5). Ya la noticia de que los apóstoles después de su liberación vinieron a los «suyos», nos indica la solidaridad fraternal, que había entre los fieles y sus jefes.

E1 salmo, cuyas palabras se toman por base de la oración interpretativa, ya fue interpretado por los escribas judíos en sentido mesiánico. La comunidad orante refiere el salmo en primer lugar a la pasión de Jesús, en la que los enemigos se conjuraron contra Jesús, y los judíos y los paganos cooperaron para proceder contra él. El relato de los Evangelios sobre la pasión y el proceso hace el comentario concreto de esta conducta de los enemigos. De nuevo es significativa la declaración sobre Jesús, que es nombrado dos veces como santo siervo de Dios -otra vez con la profundidad de sentido de lo que dice Isaías sobre el siervo de Dios (3,13)- y de quien se dice adrede, apoyándose en las palabras del salmo: A quien ungiste. Sin duda con esta expresión, como lo pone en claro la raíz griega, se indica el nombre de Khristos ( = ungido) y la dignidad mesiánica de Jesús descrita en este nombre.

Se patentiza también en esta oración el deseo especial de la proclamación de la Iglesia primitiva cuando se hace resaltar, a propósito, que los enemigos confabulados nada pudieron hacer contra la intención de Dios, sino que en su manera de proceder contra Jesús contribuyeron a la realización de la divina voluntad de salvar a los hombres. Este pensamiento, que siempre encontramos en el mensaje de los Hechos de los apóstoles, y cuyo problema teológico apenas puede comprenderse con los conceptos de nuestra mente, no solamente procura precaver el obstáculo de la pasión, sino que también significa el aliento de la comunidad en vista del antagonismo de la autoridad judía. Dios que permitió la conjuración de los enemigos contra Jesús y la ordenó a la ejecución de su plan salvífico, también puede mantener su mano sobre sus mensajeros de la fe, que aquí se tiene cuidado en llamar «siervos» de Dios, y conducirlos contra toda resistencia al cumplimiento efectivo de su testimonio.

Es característico del modo de pensar de esta primera comunidad la gran importancia que atribuye a las señales y sobre todo a la curación obrada por Dios. No sin motivo san Lucas ha referido la curación milagrosa del inválido como ejemplo de la actuación carismática de los apóstoles. Los Hechos de los apóstoles presentan muchas otras veces testimonio de esta clase. La curación de los enfermos, como ya vimos, está confiada (como encargo especial) a los discípulos enviados por Jesús antes de la pascua (Luk_9:2; Luk_10:9), y en san Marcos se nombra como especial promesa de Jesús resucitado (Mar_16:18). Pablo habla expresamente de los «dones de curación» como uno de los dones del Espíritu, que han sido ofrecidos a la Iglesia (1Co_12:9).

31 Mientras así oraban, se conmovió el lugar donde estaban congregados y, llenos todos del Espíritu Santo, proclamaban la palabra de Dios con valentía.

Tres veces se emplea en el texto griego la palabra valentía (1Co_4:13.29.31). Como un acento alborozado pasa por el relato y resuena vigoroso en la última palabra, para hacer así expresiva con la mayor claridad posible la actitud fundamental de la Iglesia sobre el fondo de la persecución. En la palabra «valentía» se patentiza la conciencia contenta de la Iglesia incipiente (conciencia que procede de la experiencia viviente de la gracia de la salvación), el conocimiento optimista de la cercanía del Señor, que se muestra presente en el testimonio del Espíritu Santo. Es significativo para representar a la Iglesia en proceso de formación que este misterio del Espíritu se haga perceptible como en un pentecostés que sigue influyendo a la vista del peligro que amenaza, y así fortalece siempre la «valentía» de los creyentes. Cuando se dice que estaban «llenos todos del Espíritu Santo», también se declara que esta plenitud se dio a conocer exteriormente, y es muy natural pensar otra vez en aquella misteriosa manera de hablar de que se nos ha informado en el relato de pentecostés, y que después se testifica expresamente como señal del Espíritu Santo (1Co_10:44 ss; 1Co_19:6).

¿No nos parece esta noticia una fábula remota, extraña? ¿Fue todo eso una realidad fidedigna? ¿Y forma parte en serio de lo que representa a la Iglesia? ¿O quizás esta Iglesia se ha envejecido y se ha vuelto rígida, según nuestra mentalidad, en ella sólo puede dar señales de vida una pequeña parte de lo que la hizo atractiva y vigorosa en su juventud? Estos dones extraordinarios del Espíritu Santo, que llamamos carismas, ¿deben realmente haber tenido importancia sólo para el tiempo inicial, para la partida de la fe por el camino que conduce al mundo que se ha de ganar para Cristo? En nuestros días la Iglesia ¿no podría también lograr una mayor entereza y eficacia, si tuviera la viva experiencia del Espíritu?

3. NUEVO ASPECTO DE LA COMUNIDAD (4,32-5,16).

a) «Uno era el corazón y una el alma» (Hch/04/32-37).

Un nuevo «relato sumario» -como lo llaman los exegetas- se interpone otra vez entre las narraciones particulares. Ya en 2,42-47 tuvimos una visión de conjunto semejante. Los dos fragmentos encajan bien entre sí en su contenido, y con el fragmento 5,12-16 forman una tríada, que en el fondo nos presenta una misma imagen, aunque en cada caso puedan aparecer con más fuerza algunos rasgos. Es como si el autor siempre quisiera mostrarnos la visión dichosa de la obra del Espíritu Santo en la comunidad del Señor.

32 Uno era el corazón y una el alma de la muchedumbre de los que habían creído, y nadie consideraba propio nada de lo que poseía, sino que todo lo tenían en común. 33 Y, con gran fortaleza, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y gozaban todos ellos de gran estimación. 34 No había pobre alguno entre ellos; porque todos cuantos poseían tierras o casas las vendían, aportaban el precio de lo vendido, 35 y lo ponían a los pies de los apóstoles. Luego se distribuían a cada uno según las necesidades que tuviera.

El heroico servicio fraterno de los fieles se coloca esta vez en el proscenio con más fuerza que en el primer relato. El modismo que ha venido a ser proverbial, «un mismo corazón y una misma alma», tiene su origen al pie de la letra en el texto bíblico, como tantas otras locuciones y metáforas en nuestro lenguaje de la vida cotidiana. Esta concordia de corazón y de alma encontró su expresión en la renuncia desinteresada a toda propiedad personal, cuando la necesidad del prójimo lo reclamaba. Como ya lo dijimos antes (al hablar de 2,44s), era un comienzo voluntario (que no estaba prescrito por ninguna ley y ni se exigía por coacción alguna) de un amor fraterno suscitado por la experiencia de la salvación y por el ejemplo de Cristo. Pocas líneas más abajo vemos claramente en las palabras de Pedro a Ananías (5,4) que todos eran libres para hacer con su propiedad lo que quisieran. Pero también se tiene cuidado en decir que «nadie consideraba propio nada de lo que poseía, sino que todo lo tenían en común». Seguía existiendo el derecho de la propiedad privada, y era posible ejercer este derecho, pero más fuerte que todos los derechos y leyes era la disposición a renunciar a este derecho. Y esta renuncia fluía de estar impresionado por el altísimo bien de la fe y de la esperanza en el Señor.

Así tenemos que entenderlo cuando de un modo sorprendente -según parece- se interpone en las declaraciones sobre la comunidad de bienes lo que se dice en el versículo 33: «Con gran fortaleza los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y abundante gracia había en todos ellos.» Con estas palabras se indica lo que interiormente los movía a entregar lo que poseían y vender tierras y casas. De nuevo las palabras referentes a la resurrección de Jesús están en el texto como tema fundamental de la proclamación apostólica. Los Hechos de los apóstoles nunca se cansan de hablar de ella. Los que llegamos a conocer la verdad de la salvación como desde una remota lejanía en forma de doctrina externa ¿somos en general capaces de sumergirnos en la fe viviente de los primeros días? Realmente tiene que haber sido una impresión emotiva que los apóstoles como testigos de la resurrección comparecieran ante los hombres y su testimonio fuera corroborado por Dios con señales y prodigios. Los hombres tuvieron la experiencia de una nueva mañana de la creación. Entonces los valores externos palidecieron, y del conocimiento de la actualidad del Señor creció el amor dispuesto a la renuncia para dedicarse al servicio del prójimo. Se podría hacer alusión a esto, cuando se dice que «abundante gracia había en todos ellos». También podría entenderse que los apóstoles experimentaban el afecto del pueblo, como se dice expresamente en 2,47 y en 5,13. Y así se traduce en la Versión ecuménica (Herder): «...y gozaban todos ellos de gran estimación.» Sin embargo también en esta interpretación se trata en último lugar de la eficacia de la gracia de Dios y del Señor glorificado.

36 Así José, llamado por los apóstoles Bernabé, que significa hijo de la consolación, levita, natural de Chipre, 37 que era dueño de un campo, lo vendió, llevó el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.

Estos dos versículos son un suplemento a todo el precedente cuadro de conjunto. Dan un ejemplo del servicio fraterno descrito en dicho cuadro y al mismo tiempo indican que la afirmación de que «todos» vendían sus tierras o casas, se puede considerar como una generalización exagerada de un modo popular. Si todos ellos lo hubiesen realmente vendido todo, sería infundado hacer destacar la conducta de José Bernabé como algo particular. Tampoco serían comprensibles las palabras de Pedro (en 5,4) o el hecho de que en el posterior relato de los Hechos de los apóstoles siempre se supone la propiedad privada, por ejemplo cuando se habla de la casa de María, la madre de Marcos (12,12). Se hace destacar a José Bernabé, lo cual también tiene su especial motivo en que éste debió desempeñar una importante tarea en la ulterior evolución de la Iglesia. Como nos enteramos por 11,22 ss, a Bernabé le encargó la comunidad de Jerusalén que cuidara de la primera comunidad paganocristiana que se formaba en Antioquía, porque «era un hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe» (11,24). Fue él quien hizo venir a Saulo de Tarso para esta misión, y desde entonces en adelante fue decisivo para la ruta que Pablo más tarde siguió.

Ya hablamos en la introducción de que Lucas, que según una tradición fidedigna descendía de Antioquía, en este tiempo inicial de la comunidad antioquena conoció a Pablo y a Bernabé, y desde entonces quedó vinculado a ellos durante su vida. ¿No pudo ser Bernabé, de quien Lucas adquirió su remoto conocimiento de la situación de la comunidad de Jerusalén por el descrita? Los datos esmerados que se dan en este texto acerca del nombre y la ascendencia de Bernabé ¿no indican que para Lucas Bernabé tenia una particular autoridad personal?



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Pedro y Juan ante el sanedrín, 4:1-22.
1 Mientras ellos hablaban al pueblo, sobrevinieron los sacerdotes, el oficial del templo y los saduceos. 2 Indignados de que enseñasen al pueblo y anunciasen cumplida en Jesús la resurrección de los muertos, 3 les echaron mano y los metieron en prisión hasta la mañana, porque era ya tarde. 4 Pero muchos de los que habían oído la palabra creyeron, hasta un número de unos cinco mil. 5 A la mañana se juntaron todos los príncipes, los ancianos y los escribas en Jerusalén, 6 y Anas, el sumo sacerdote, y Caifas, y Juan, y Alejandro, y cuantos eran del linaje pontifical; 7 y poniéndolos en medio, les preguntaron: ¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho esto vosotros? 8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Príncipes del pueblo y ancianos: 9 Ya que somos hoy interrogados sobre la curación de este inválido, por quién haya sido curado, 10 sea manifiesto a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros habéis crucificado, a quien Dios resucitó de entre los muertos, por El, éste se halla sano ante vosotros. 11 El es la piedra rechazada por vosotros los constructores, que ha venido a ser piedra angular.12 En ningún otro hay salud, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos. 13 Viendo la libertad de Pedro y Juan, y considerando que eran hombres sin letras y plebeyos, se maravillaban, pues los habían conocido de que estaban con Jesús; 14 y viendo presente al lado de ellos al hombre curado, no sabían qué replicar; 15 y mandándoles salir fuera del Sanedrín, conferían entre sí, 16 diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque el milagro hecho por ellos es manifiesto, notorio a todos los habitantes de Jerusalén y no podemos negarlo. 17 Pero para que no se difunda más el suceso en el pueblo, conminémosles que no hablen a nadie en este nombre. 18 Y llamándolos, les intimaron no hablar absolutamente ni enseñar en el nombre de Jesús. 19 Pero Pedro y Juan respondieron y dijéronles: Juzgad por vosotros mismos si es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a El; 20 porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. 21 Pero ellos les despidieron con amenazas, no hallando motivo para castigarlos, y por causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por el suceso. 22 El hombre en quien se había realizado el milagro de la curación pasaba de los cuarenta años.

El milagro del rengo de nacimiento, magníficamente aprovechado por Pedro en su discurso (cf. 3:16), estaba dando mucho que hacer a las autoridades religiosas judías, que, de una parte, no podían negar el hecho (v. 14-16), y, de otra, se obstinaban en no creer, metiéndose por el único camino que parecía quedarles abierto: tapándolo con tierra y que nadie vuelva a hablar del asunto (v.17-18)47.
A esta solución, que tratan de imponer por la fuerza, responden Pedro y Juan con admirable valentía, diciendo que hay que obedecer a Dios antes que a los seres humanos, y que ellos no callarán (v. 19-20). La misma respuesta darán más tarde, cuando vuelvan a urgirles el mandato (cf. 5:29). Y es que, aunque hay que obedecer a las autoridades legítimas (cf. 1Pe_2:13-14; Rom_13:1-17; Tit_3:1), tenían orden de predicar el Evangelio (cf. 1:8; Mat_28:19-20; Luc_24:47), y contra un mandato divino no pueden alegarse leyes humanas. Esa misma valentía habían demostrado antes, cuando les preguntaban con qué poder y en nombre de quién habían hecho el milagro (cf. v.7). Es admirable la respuesta de Pedro, diciendo que en nombre de Jesucristo Nazareno, a quien ellos crucificaron, y que no hay otro nombre por el cual podamos ser salvos (v.9-12). Palabras de enorme alcance, en que se omite toda mención de la Ley, en la que no se puede ya confiar para conseguir la salud. Es el mismo principio que se aplicará en el concilio de Jerusalén para resolver la grave cuestión allí planteada (cf. 15:10-11), y el que luego desarrollará San Pablo al insistir sobre la universalidad de la salud cristiana, sin barreras de razas ni de clases sociales (cf. Rom_10:11-12; Gál_3:26-28). San Pedro aplica aquí a Jesucristo una cita de Sal_118:22, que ya el mismo Jesús se había aplicado a sí mismo (cf. Mar_12:10), diciendo que, aunque rechazados por los judíos, él es la piedra angular de la nueva casa de Israel (v.1,1). Es muy de notar la expresión ningún otro nombre nos ha sido dado.., haciendo resaltar la excelsa dignidad de Jesucristo. En la misma línea de pensamiento hemos de interpretar las expresiones de bautizar o predicar en su nombre (cf. 2:38; 3:6; 5:40; 8:16; 9:16.34; 10:48; 16:18; 19:5; 26, 17-18), invocar su nombre (cf. 2:21; 10:43; 22:16), padecer por su nombre (cf. 5:41; 9:16; 15:26; 21:13; 23:11), etc. Y es que para la mentalidad de los antiguos, sobre todo entre los semitas, el nombre era como la exteriorizaron de la realidad profunda del ser al que afectaba (cf. Mat_1:21; Hec_19:13), y no simplemente una etiqueta exterior, como acontece actualmente entre nosotros. Late en esos textos la que pudiéramos llamar teología del nombre, y ellos son quizá la prueba más clara de que desde el principio la comunidad cristiana reconocía como Dios al Cristo exaltado a la derecha del Padre.
Interesante hacer notar que San Lucas, antes de darnos estas magníficas respuestas de Pedro, dice que éste responde lleno del Espíritu Santo (v.8). Se cumple así lo que el Señor había prometido para después de su muerte (cf. Mat_10:19; Luc_12:11-12; Jua_16:7-15), y en que se viene haciendo hincapié desde el comienzo del libro de los Hechos (cf. 1:5-8; 2:4.38). Con razón se ha llamado a este libro, ya desde antiguo, el evangelio del Espíritu Santo.
Acerca de los personajes que intervienen en estos interrogatorios a los dos apóstoles, conviene que hagamos algunas aclaraciones. Se habla primeramente de sacerdotes, oficial del templo y saduceos (v.1) que, indignados de su predicación al pueblo, les meten en la cárcel hasta el día siguiente, pues era ya tarde (v.2-3).
Se trataba evidentemente de un arresto preventivo, en espera de las decisiones definitivas que habría de tomar el sanedrín al día siguiente. Los sacerdotes a que ahí se alude, eran, sin duda, los que estaban entonces de turno, conforme a la costumbre introducida ya en tiempo de David de atender el servicio del templo por semanas (cf. 1Cr_24:1-19; Luc_1:5). El oficial (óôñáôçãüò) del templo, del que se vuelve a hablar en 5:24-26, era un sacerdote encargado de vigilar el buen orden del culto, turnos de guardia, manifestaciones populares, etc., cargo de gran importancia en esos tiempos de tanta efervescencia religiosa y política. En cuanto a los saduceos, no se ve claro por qué se mencionen al lado de los sacerdotes y del oficial del templo, pues, en cuanto tales, no tenían función alguna en el mismo. Es probable que entre los oyentes de Pedro hubiera saduceos y, dada su odiosidad contra el dogma de la resurrección (cf. 23:6-9), fuesen ellos, al oír hablar a Pedro de la resurrección de Jesús, quienes interviniesen cerca de los encargados del orden en el templo para que arrestasen a los apóstoles. Tanto más que en esta época su influencia era extraordinaria, pues todas las grandes familias sacerdotales, a las que estaba prácticamente reservado el cargo de sumo sacerdote, pertenecían al partido de los saduceos, siendo por tanto árbitros de cuanto al templo concernía. Por lo demás, los saduceos aparecen siempre en los Hechos como enemigos encarnizados de los cristianos, al contrario de los fariseos, que, en general, se muestran bastante más favorables (cf. 5:17.34; 15:5; 23:7-10). Claro que también entre los fariseos había encarnizados enemigos del nombre cristiano, como prueba el caso de Pablo (confróntese 26:5-11).
Los que al día siguiente se reúnen para decidir qué solución había de tomarse, quedan enumerados en el v.5: príncipes (Üñ÷ïíôåò equivalente a áñ÷éåñåßò de otros lugares), ancianos y escribas, es decir, los tres grupos o clases de miembros que constituían el sanedrín, consejo supremo de Israel, compuesto de 71 miembros en recuerdo de Moisés y los 70 ancianos (cf. Num_11:16-17), con potestad no sólo religiosa, sino también civil, hasta donde se lo permitían las autoridades romanas. El grupo de los príncipes o sumos sacerdotes (áñ÷éåñåßò) comprendía ora los que ya habían estado investidos de tal dignidad, ora los miembros principales de las familias de entre las que solía ser elegido el sumo sacerdote; era, pues, el grupo representativo de la aristocracia sacerdotal. El segundo grupo, o de los ancianos (ðñåóâýôåñïé), representaba la aristocracia laica, y se componía de ciudadanos que, por su prestigio o influencia, podían aportar una eficaz contribución a la dirección de los asuntos públicos. El tercer grupo era el de los escribas o doctores de la Ley, pertenecientes en su gran mayoría a los fariseos, aunque había también algunos de tendencia saducea. Del sanedrín se habla también en los Evangelios cuando la pasión de Jesucristo (Mar_15:1; Jua_11:47), y los judíos expresamente reconocen que Roma no les había dejado el derecho a imponer la pena de muerte (Jua_18:31).
El presidente nato de este tribunal era el sumo sacerdote, que a la sazón era Caifas (v.6), el mismo que cuando la pasión de Cristo (cf. Jua_18:13). Fue sumo sacerdote del año 18 al 36 de nuestra era, depuesto por el legado de Siria L. Vitelio, quien puso en su lugar a Jonatán, hijo de Anas. Sin embargo, este título es aplicado aquí a Anas (v.6), sin duda por la excepcional autoridad que Anas conservó después de su deposición por Valerio Grato el año 15 de nuestra era. También en los Evangelios se le da ese título, aunque allí juntamente con Caifas (cf. Luc_3:2). Había sido nombrado sumo sacerdote por P. Sulpicio Quirino el año 6, permaneciendo nueve años en el cargo. Josefo dice de él que era considerado, en su tiempo, como el más feliz de su nación48. Poseía inmensas riquezas, gracias sobre todo al establecimiento de tiendas o puestos con monopolio de venta de ciertos artículos requeridos para los sacrificios, e incluso después de su deposición seguía siendo el verdadero amo del sanedrín a través de Caifas, su yerno, y de los cinco hijos que le sucedieron en el sumo pontificado.
De los otros dos personajes nombrados, Juan y Alejandro (v.6), no tenemos noticias. Quizás haya que leer Jonatán y Eleazar, como tienen algunos códices, en cuyo caso se trataría de dos hijos de Anas, que sabemos fueron también sumos sacerdotes. Desde luego eran del linaje de jefe de los sacerdotes (áñ÷éåñáôéêïý), es decir, de aquellas familias de entre las cuales solía elegirse el sumo sacerdote.

Oración de los apóstoles,Luc_4:23-31.
23 Los apóstoles, despedidos, se fueron a los suyos y les comunicaron cuanto les habían dicho los jefes de los sacerdotes y los ancianos. 24 Ellos, en oyéndolos, a una levantaron la voz a Dios y dijeron: Señor, tú que hiciste el cielo y la tierra, y el mar y cuanto en ellos hay, 25 que por boca de nuestro padre David tu siervo dijiste: ¿Por qué protestan las gentes y los pueblos meditan cosas vanas ? 26 Los reyes de la tierra han conspirado y los príncipes se han unido contra el Señor y contra su Cristo. 27 En efecto, se unieron en esta ciudad contra tu santo Siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, 28 para ejecutar cuanto tu mano y tu consejo habían decretado de antemano que sucediese. 29 Ahora, Señor, mira sus amenazas, y da a tus siervos hablar con toda libertad tu palabra, 30 extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo Siervo Jesús. 31 Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con libertad.

Esta hermosa oración, la primera que conocemos de la Iglesia cristiana, si exceptuamos aquella brevísima de cuando la elección de Matías (cf. 1:24-25), expresa, después de una invocación general a Dios (v.24), dos ideas principales: que la muerte de Jesús, al mismo tiempo que es prueba de la hostilidad del mundo, es cumplimiento de lo decretado de antemano por Dios (v.25-28), y que necesitan el auxilio divino para anunciar libremente el Evangelio y para poder hacer milagros que atestigüen la verdad de su predicación (v.29-30; cf. 18:9-10; 28:31; 1Te_2:2; Efe_6:18-20). Por vez primera los apóstoles experimentan el cumplimiento de las repetidas predicciones del Señor sobre las persecuciones que debían sufrir (cf. Mar_13:9; Jua_16:1-4), Y se dirigen a Dios Padre en nombre de su Hijo, pidiendo su protección y fortaleza para proseguir en el cumplimiento de la misión que tenían encomendada (cf. 1:8).
No está del todo claro en boca de quién hayamos de poner esta oración. El texto dice que Pedro y Juan, conminados por el sanedrín a que no siguiesen hablando en nombre de Jesús, vinieron a los suyos, que, en oyéndolos, a una levantaron la voz a Dios, prorrumpiendo en esa oración (v.23-24). El término los suyos puede muy bien indicar la comunidad cristiana en general, apóstoles y fieles, reunidos en el lugar de costumbre (cf. 1:13; 2:1), posiblemente en casa de María, la madre de Juan Marcos (cf. 12:12). Sin embargo, las peticiones que en la oración se hacen a Dios (v.29-30), más que a los fieles en general, parecen mirar a los apóstoles, pues a ellos pertenece, no a los fieles, la misión de predicar y hacer milagros que confirmen esa predicación. Por eso, no sin fundamento, opinan muchos que ese los suyos, a los que se juntan Pedro y Juan, aluda no a los cristianos en general, sino a los apóstoles, en boca de los cuales habría que poner esta oración. Habían sido conminados por las autoridades judías a no hablar más en nombre de Jesús, y querían asegurarse de seguir contando con la aprobación de Dios, a quien debían obedecer antes que a los humanos. La respuesta de Dios no se hizo esperar, produciéndose un fenómeno, no igual pero sí análogo al de Pentecostés (cf. 2:1-4), con una energia del Espíritu, que los impulsó a predicar el Evangelio con mayor fuerza y empuje (v.31; cf. 1:8; 6:10).
Desde luego, hay que reconocer que las peticiones de la oración (v.29-30) apuntan claramente a los apóstoles, pero nada hay en el texto que nos impida admitir la presencia también de otros fieles durante aquella oración. Algunos hablan de que fue una oración carismática, bajo el influjo colectivo del Espíritu Santo (cf. 1Co_12:3-11; 14:2), pues pronuncian todos a una (ïìïèõìáäüí) las mismas palabras (v.24). Creemos, sin embargo, que muy bien puede tomarse la expresión en sentido un poco amplio, significando simplemente que todos los asistentes eran de los mismos sentimientos, y se asociaban, repitiendo incluso las mismas palabras, a la oración que en voz alta dirigía a Dios alguno de los apóstoles, probablemente Pedro.
La oración comienza aludiendo al Sal_2:1-2, cuyas predicciones ven cumplidas en Jesucristo (v.25-28). El salmo es, en efecto, mesiánico, aludiendo a la conspiración de los poderes mundanos contra la soberanía de Dios y de su Cristo 49. Esa conspiración la había experimentado Jesús y la estaban experimentando ahora sus apóstoles.

Unión fraterna de los fieles,Sal_4:32-37.
32 La muchedumbre de los que habían creído tenía un corazón y un alma sola, y ninguno tenía por propia cosa alguna, antes todo lo tenían en común. 33 Los apóstoles atestiguaban con gran poder la resurrección del Señor Jesús, y todos los fieles gozaban de gran estima. 34 No había entre ellos indigentes, pues cuantos eran dueños de haciendas o casas las vendían y llevaban el precio de lo vendido, 35 y lo depositaban a los pies de los apóstoles y a cada uno se le repartía según su necesidad. 36 José, el llamado por los apóstoles Bernabé, que significa hijo de la consolación, levita, chipriota de naturaleza, 37 que poseía un campo, lo vendió y llevó el precio, y lo depositó a les pies de los apóstoles.

De nuevo presenta aquí San Lucas una descripción sumaria de la vida de la comunidad cristiana, muy semejante a la que ya nos ofreció en 2:42-47. Vuelve a insistir, con expresiones realmente encantadoras, en la unión fraternal de todos los fieles, que les llevaba incluso a poner sus bienes en común (v.32). La consecuencia era 50 que no había ningún necesitado entre ellos, pues los que tenían posesiones las vendían, y ponían el precio a los pies de los apóstoles, para que repartieran a cada uno según sus necesidades (v.34-35). Si aquí San Lucas vuelve a repetir casi el mismo relato, parece ser preparando lo que va a decir de Bernabé (v.36-37) y de Ananías y Safira (5:1-11), pues antes de hablar de las luces y sombras de un cuadro, conviene presentar el conjunto del cuadro.
Acerca de esta comunidad de bienes y cómo no debe entenderse en sentido absoluto, ya hablamos al comentar 2:42-47, a cuyo lugar remitimos. Por lo que toca a Bernabé, se hace mención especial no sólo por su acto de generosidad, desprendiéndose de sus bienes (V-37) como, sin duda, habían hecho también otros (v.34), sino por ser personaje que desempeñará un papel importante en esos primeros tiempos de la Iglesia. Era de la tribu de Leví, y natural de la isla de Chipre (v.36). Su nombre aparecerá varias veces en los siguientes capítulos de los Hechos (cf. 11:22; 12:25; 13:1-2; 15:2.39), y San Pablo elogiará su desinterés al predicar el Evangelio, viviendo de su trabajo para no ser gravoso a los fieles (cf. 1Co_9:6).
Su verdadero nombre era José (v.36), e ignoramos con qué ocasión le pusieron los apóstoles el sobrenombre de Bernabé (ÂáñíÜâáò), con el que aparecerá ya únicamente en adelante. La etimología que se nos da, hijo de la consolación (v.36), ha sido muy discutida. Fijándonos en la palabra consolación, parecería habría que derivarlo de la forma aramea bar-nahmá (= hijo de consolación), pero falta la letra b, que se halla en âáñ-íÜâá5. Quizás, como quieren algunos, al pasar al griego la forma aramea, la m se convertía en b; o quizás, como dicen otros, hay que derivarlo no de barnahmá, sino de bar-nebuah ( = hijo de profecía), y si se dice hijo de consolación es porque en el Nuevo Testamento el profeta tiene como misión la de exhortar y consolar (cf. 1Co_14:3). Eso había de hacer Bernabé (cf. 11:23), que ciertamente es contado entre los profetas (cf. 13:1).

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



33(B) Vida y pruebas de la Iglesia apostólica (4,1-5,42).
(a) Pedro y Juan ante el sanedrín (4,1-22). El arresto de los apóstoles en el momento en el que llaman a Israel a la conversión inicia la co(-)rriente de oposición que culminará en la dis(-)persión de la comunidad (8,1), y, finalmente, en la proclamación del mensaje a los gentiles (caps. 10-28). Este relato contiene datos pro(-)blemáticamente inverosímiles (v. 4) e inconsis(-)tencias, entre las que encontramos la causa del arresto (w. 2.7) y la liberación de los invenci(-)bles predicadores (w. 18-20), que hacen difícil que lo podamos entender como un informe es(-)trictamente histórico. Tampoco el análisis de fuentes (Bauemfeind, Jeremías) ha producido ningún resultado definitivo (Haenchen, Acts 222; Weiser, Apg. 123-24). Lucas, claramente, lo elabora, según su estilo, como «episodio dra(-)mático», aunque el recuerdo de las auténticas y amargas represiones de la misión naciente por la aristocracia religiosa de Jerusalén puede dar a nuestro pasaje un respetable fundamen(-)to histórico. 1. hablando al pueblo: Se presenta, de nuevo, al «pueblo» (laos) y sus dirigentes de forma independiente (cf. 3,17), y se contrastan, con toda claridad, sus diferentes reacciones al mensaje sobre Jesús (w. 2.4). saduceos: Es per(-)fectamente plausible que el kerigma pascual de los apóstoles echase leña a la disputa sobre la hermenéutica de la Torá que se había desen(-)cadenado durante generaciones entre las prin(-)cipales facciones judías (23,6-7; ? Historia, 75:149-50); de aquí que Lucas pueda ser digno de todo crédito al presentar a los saduceos, los literalistas que se oponían a toda doctrina «no escrita», como era el caso de la resurrección (cf. 23,8; Lc 20,27-40), como los más severos represores de la Iglesia apostólica (5,17-18; 23,6-10; Hengel, Acts 96). Es extraño, sin em(-)bargo, que no se mencione a los fariseos, aun(-)que, con toda seguridad, eran los miembros que poseían la mayor influencia en el sanedrín en los tiempos apostólicos (E. Schürer, HJPAJC 2.213.401-03). Aunque los fariseos hubieran simpatizado más con el fervor escatológico de los primeros cristianos, la defensa sistemática de los misioneros (5,34-40; 23,9), considerada desde su posición de una observancia judía «más exacta» (26,5), forma parte, sin duda al(-)guna, de una cierta esquematización de la his(-)toria a favor de la tesis lucana de la «continui(-)dad» (? 5 supra). 2. la resurrección de los muertos en Jesús: Esta vocabulario explica la oposición de los saduceos; su contenido se elu(-)cidará más específicamente en 26,23 (cf. 3,15). 4. cinco mil: Este número tan excesivo magni(-)fica el contraste entre los dirigentes persegui(-)dores y el pueblo llano creyente (cf. comenta(-)rio a 2,41). 5-6. Sobre la composición del sanedrín, cf. Lc 3,2 (? Lucas, 43:42). Juan y Alejandro: Excepto en este texto, no volverán a aparecer en ningún otro documento. 7. con qué poder o en nombre de quién: La pregunta se realiza como una precisa introducción al dis(-)curso que sigue. Parece que ha cambiado la causa del arresto (v. 2), pero no es así, pues la actividad de los apóstoles en el «nombre» de Jesús pone de manifiesto el poder activo del Señor resucitado (cf. comentario a 3,6). Las cuestiones sobre el poder judicial del sanedrín, o si la fe en la resurrección justificaba el arres(-)to, están fuera del alcance de nuestro texto.

34 8-12. El primer discurso de Pedro ante el sanedrín, como también el segundo (5,29-32), es más una apología que un discurso; aun así, el esquema de los discursos de misión diri(-)gidos a los judíos resulta inconfundible (? 7 su(-)pra), pero como un ajuste contextual de la ha(-)bitual llamada al arrepentimiento del v. 12 (Wilckens, Missionsreden 44-45). En su conjun(-)to, el breve discurso da una respuesta precisa a la pregunta realizada por quienes les habían interrogado (v. 7). 8. lleno del Espíritu Santo: Se remite al lector a Lc 12,11-12 (cf. Mt 10,19), es decir, a la promesa de la «enseñanza» del Espí(-)ritu in statu confessionis. 10. a quien vosotros crucificasteis, a quien Dios resucitó: En estas dos proposiciones, que condensan 3,12-15, en(-)contramos la formulación más concisa del ke(-)rigma cristológico de los discursos destinados a los judíos (L. Schenke, BZ 26 [1982] 11). Pe(-)ro, ¿puede retrotraerse a su uso cristiano más primitivo (así Schenke, Roloff; ?7 supra)? Existe, por supuesto, una conexión necesaria entre la frase «a quien Dios resucitó» y en toutQ, «mediante este hombre», que identifica al agente de la curación. Como respuesta al v. 7, en toutQ (=houtos, v. 11) muestra que son in(-)tercambiables el nombre y la persona del Re(-)sucitado (no obstante Conzelmann, Apg. 43). 11. El Sal 118,22, que expresa el triunfo del Resucitado sobre sus enemigos, se citó en Lc 20,17, y se ajusta perfectamente al esquema de oposición que se encuentra en el kerigma de Hechos. El término «rechazada» (exouthenei liéis: cf. Mc 9,12) cambia la frase de los LXX; tal vez, fue introducido por la exégesis que los primeros cristianos realizaron del versículo de este salmo (Holtz, Untersuchungen 162). Una aplicación eclesiológica, que aquí está sola(-)mente implicada (v. 12), se encuentra explíci(-)tamente afirmada en 1 Pe 2,4-5 (cf. Mt 21,42-43). 13. valentía: El término gr. parrhésia connota la libertad y la confianza que el Espí(-)ritu divino da a sus portavoces a pesar de to(-)dos los peligros. Es una característica de la predicación de los apóstoles (2,29; 4,29.31) y de Pablo (9,27-28; 13,46), hasta el punto de que se convierte, prácticamente, en la última palabra de la historia lucana (28,31). hombres del pueblo v sin cultura: Se trata de un contra(-)punto literario al poder del discurso, lleno de Espíritu, realizado por Pedro, no de un dato histórico (Schneider, Apg. 1.349). 16-17. La deliberación de los dirigentes ilustra efectiva(-)mente la finalidad de su incredulidad, en opo(-)sición, incluso, a la aclamación general del milagro de curación realizada por la gente más diversa (v. 21). 20. lo que hemos visto y oí(-)do: El testimonio apostólico de cuanto Jesús «hizo y enseñó» (1,1; 10,39) es una exigencia de la obediencia a Dios (5,29), lo que, sor(-)prendentemente, invalida el proceso contra ellos (v. 21).

(Barret, C. K., «Salvation Proclaimed: Acts iv. 8-12», ExpTim 94 [1982] 68-71. Dupont, Sources 33-50. Jeremías, J., Abba [Gotinga 1966] 241-47. Schen(-)ke, L., «Die Kontrastformel Apg. 4,10b», BZ 26 [1982] 1-20.)
35 (b) La oración de los apóstoles (4,23-31). La comunidad (hoi idioi) apostólica reagrupada eleva una oración que se ajusta con precisión (vv. 29-30) a la secuencia formada por el milagro y el proceso que se desarrolla en 3,1-4,22, y que muestra la mano de Lucas prácticamente en casi todas sus expresiones. No obstante, su centro lo constituye una exé(-)gesis intrigante del Sal 2,1-2, y el hecho de que se aplique a la acción de Herodes y Pilato con(-)tra Jesús, en analogía con el peligro actual de los apóstoles, choca con la declaración de ino(-)cencia que el relato lucano de la pasión atri(-)buye a los dos gobernantes (23,14-25). Esto puede deberse a la utilización de una interpre(-)tación cristiana prelucana del salmo, que ca(-)rece de eco alguno en todo el NT (así Dibelius, Haenchen; cf. Rese, Motive 95-97), o, menos convincentemente, a una accidental referencia a Lc 23,12 en medio de toda una composición lucana que imita modelos del AT como Is 37,16-20 (2 Re 19,16-19; así Dómer, Heil 63-66). 24. Soberano Señor: La invocación de Dios como despota es un modismo helenista (judío y cristiano) que se empleaba en la ora(-)ción especialmente cuando se quería hacer una referencia a su dominio sobre el cosmos (cf. Jdt 9,12; 3 Mac 2,2; 1 Clem 59,4; 60,3; 61,1-2; Did 10,3). La sobrecargada construcción del v. 25 (cf. variantes en los mss.) quita efectivi(-)dad a la yuxtaposición de predicaciones de ptc. en los vv. 24-25, ho poiésas, «que hizo», y ho eipon, «que habló». 25. Cf. las introduccio(-)nes al texto de los salmos en 1,16; 2,25; Lc 20,42. 27. al que ungiste: cf., también, la eti(-)mología del título Cristo (v. 26) en 10,38; Lc 4,18. «Santo siervo» evoca 3,13-14 (y v. 25). Herodes y Pondo Pilato: El salmo se aplica di(-)rectamente al rey y al gobernador (v. 26), jun(-)to con las «naciones y los pueblos» (v. 25), que, obviamente, actúan siguiendo su dictado. 28. para hacer: El infinitivo aor. puede referirse únicamente a la crucifixión de Jesús (cf. 2,23; Kránkl, Jesús 110), de la que, en otra parte, se culpa al pueblo, que la llevó a cabo sin el con(-)sentimiento de Pilato (3,13). 29. y ahora, Se(-)ñor: Esta expresión se ajusta al gozne wé'attá de las oraciones del AT (2 Re 19,19), pero la si(-)metría entre la situación de Jesús y la de los apóstoles no es exacta. 31. La asociación del terremoto, indicando la respuesta a la oración, con la valiente proclamación de la Palabra ar(-)moniza artísticamente las dos funciones divi(-)nas, como creador y hablante, que se invoca(-)ron al comienzo de la oración (vv. 24-25; Schneider, Apg. 1.357).

36 (c) Segundo sumario principal (4,32-35). Este pasaje nos ayuda a comprender me(-)jor la composición de los «sumarios» (? 9 su(-)pra), pues en él se unen dos casos individuales, procedentes de la tradición de Lucas, que ge(-)neralizan un ideal de renuncia aplicándolo a toda la comunidad (vv. 36-37; 5,1-4; cf. 2,44-45). La relación literaria entre los casos indivi(-)duales y el sumario es patente, y la generaliza(-)ción del último sobre las donaciones volunta(-)rías nutre la impresión de «edad de oro» de la era apostólica, no alejada de las visiones hele(-)nistas de los tiempos antiguos o de las utopías políticas (Conzelmann, Apg. 37; Plümacher, Lukas 16-18). Sin embargo, dado que este ideal refleja ciertamente el fuerte énfasis que Lucas da en su evangelio al mandato jesuano de la re(-)nuncia a los bienes (12,33; 14,33; 18,22), nues(-)tro autor difícilmente podría evitar su carácter ejemplar para la Iglesia de su tiempo (Schnei(-)der, Apg. 1.294; a pesar de Conzelmann, TSL 233). todas las cosas en común: El lenguaje evoca el proverbio gr. sobre los amigos (Platón, Rep. 4.424a; 5,449c), que Lucas interpretará tipoló(-)gicamente mediante la idea bíblica de la elimi(-)nación de toda pobreza en Israel (v. 34a = Dt 15,4). 33. con gran poder: El hecho de que las acciones portentosas de los apóstoles sean su «testimonio de la resurrección» (cf. 3,12-16) confirma nuestra interpretación de la función apostólica como acción continuada del Resuci(-)tado (cf. comentario a 1,22). 35. a cada uno se(-)gún su necesidad: Esta observación (2,45) pone de manifiesto una cierta ambigüedad con rela(-)ción a la llamada de Jesús a favor de la renun(-)cia total (Lc 14,33; Schneider, Apg. 1.293). Lu(-)cas entiende la renuncia a los bienes como algo voluntario (5,4) relacionado con la necesidad, no como una obligación sistemática.

37
(d) Casos individuales (4,36-5,11). 36. José... Bernabé: Su origen chipriota parece su(-)gerir que pertenecería al grupo de los «hele(-)nistas» (6,1); pero cf. Hengel, Acts 101-02. Lu(-)cas, en todo caso, cuenta con su pertenencia a la comunidad primitiva para establecer en és(-)ta la dependencia de Pablo (9,27; 11,25-26). 37. vendió un campo: Difícilmente se recorda(-)ría este hecho si todos hubieran estado obliga(-)dos a hacer lo mismo.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IIII.

[The examination of the Apostles.]

1 The rulers of the Iewes offended with Peters Sermon, 4 (though thousands of the people were conuerted that heard the word) imprison him, and Iohn. 5 After, vpon examination Peter boldly auouching the lame man to be healed by the Name of Iesus, and that by the same Iesus onely we must bee eternally saued, 13 They command him and Iohn to preach no more in that Name, adding also threatning, 23 Whereupon the Church fleeeth to prayer. 31 And God by mouing the place where they were assembled, testified that he heard their prayer: confirming the Church with the gift of the holy Ghost, and with mutuall loue and charitie.
1 And as they spake vnto the people, the Priests and the [ Or, ruler.] captaine of the Temple, and the Sadduces came vpon them,
2 Being grieued that they taught the people, and preached through Iesus the resurrection from the dead.
3 And they laid hands on them, and put them in hold vnto the next day: for it was now euentide.
4 Howbeit, many of them which heard the word, beleeued, and the number of the men was about fiue thousand.
5 And it came to passe on the morow, that their rulers, and Elders, and Scribes,
6 And Annas the high Priest, and Caiphas, and Iohn, and Alexander, and as many as were of the kinred of the high Priest, were gathered together at Hierusalem.
7 And when they had set them in the middest, they asked, By what power, or by what name haue ye done this?
8 Then Peter filled with the holy Ghost, said vnto them, Ye rulers of the people, and Elders of Israel,
9 If we this day be examined of the good deed done to the impotent man, by what meanes he is made whole,
10 Be it knowen vnto you all, and to all the people of Israel, that by the Name of Iesus Christ of Nazareth, whom ye crucified, whome God raised from the dead, euen by him, doeth this man stand here before you, whole.
11 [ Psa_118:22 ; Mat_21:42 .] This is the stone which was set at nought of you builders, which is become the head of the corner.
12 Neither is there saluation in any

[The examination of the Apostles.]

other: for there is none other name vnder heauen giuen among men whereby we must be saued.
13 Now when they sawe the boldnesse of Peter and Iohn, and perceiued that they were vnlearned and ignorant men, they marueiled, and they tooke knowledge of them, that they had bene with Iesus.
14 And beholding the man which was healed, standing with them, they could say nothing against it.
15 But when they had commanded them to go aside out of the Council, they conferred among themselues,
16 Saying, What shall we do to these men? for that indeed a notable miracle hath bene done by them, is manifest to all them that dwell in Hierusalem, and we cannot denie it.
17 But that it spread no farther among the people, let vs straitly threaten them, that they speake henceforth to no man in this Name.
18 And they called them, and commanded them, not to speake at all, nor teach in the Name of Iesus.
19 But Peter and Iohn answered, and said vnto them, Whether it be right in the sight of God, to hearken vnto you more then vnto God, iudge ye.
20 For wee cannot but speake the things which we haue seene and heard.
21 So when they had further threatned them, they let them goe, finding nothing how they might punish them, because of the people: for all men glorified God for that which was done.
22 For the man was aboue fourtie yeeres olde, on whome this miracle of healing was shewed.
23 And being let goe, they went to their owne company, and reported all that the chiefe Priests and Elders had said vnto them.
24 And when they heard that, they lift vp their voyce to God with one accord, & said, Lord, thou art God which hast made heauen and earth, and the sea, and all that in them is,
25 [ Psa_2:1 .] Who by the mouth of thy seruant Dauid hast saide, Why did the heathen rage, and the people imagine vaine things?
26 The Kings of the earth stood vp, and the rulers were gathered together against the Lord, & against his Christ.
27 For of a trueth against thy holy child Iesus, whom thou hast anointed,

[All things common.]

both Herod, and Pontius Pilate, with the Gentiles, and the people of Israel were gathered together,
28 For to doe whatsoeuer thy hand and thy counsell determined before to be done.
29 And now Lord, behold their threatnings, and graunt vnto thy seruants, that with all boldnesse they may speake thy word,
30 By stretching foorth thine hand to heale: and that signes and wonders may be done by the Name of thy holy child Iesus.
31 And when they had prayed, the place was shaken where they were assembled together, and they were all filled with the holy Ghost, and they spake the word of God with boldnesse.
32 And the multitude of them that beleeued, were of one heart, and of one soule: Neither said any of them, that ought of the things which he possessed, was his owne, but they had all things common.
33 And with great power gaue the Apostles witnesse of the resurrection of the Lord Iesus, and great grace was vpon them all.
34 Neither was there any among them that lacked: For as many as were possessors of lands, or houses, sold them, and brought the prices of the things that were solde,
35 And laide them downe at the Apostles feete: And distribution was made vnto euery man according as hee had neede.
36 And Ioses, who by the Apostles was surnamed Barnabas (which is, being interpreted, The sonne of consolation) a Leuite, and of the Countrey of Cyprus,
37 Hauing land, sold it, and brought the money, & laid it at the Apostles feet.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Comunidad de bienes. Este nuevo sumario amplía la información sobre la comunidad, esta vez centrado en la comunicación de bienes. Las tres afirmaciones con que nos describe Lucas la comunidad de Jerusalén nos dejan sin saber qué pensar: «tenía una sola alma y un solo corazón. Nadie consideraba sus bienes como propios» (32) y «no había entre ellos ningún necesitado» (34). ¿Se puede ser más utópico e idealista? Sin embargo, Lucas era un hombre realista y con los pies en la tierra. Él mismo recoge en su evangelio las palabras de Jesús de que los pobres estarán siempre con nosotros. Cometeríamos, sin embargo, un gran error si no tomáramos en serio su testimonio sobre aquellos primeros cristianos. Lucas no pretende ofrecernos un sistema evangélico de reforma social; presenta una exigencia radical del mismo Evangelio que comenzó a hacerse ya realidad entre los primeros creyentes aunque fuera de un modo limitado, tímido, que no funcionaría por mucho tiempo y quizás no muy de acuerdo con las leyes de la economía. En la comunidad había un problema serio de pobreza y la comunidad respondió a las necesidades de los pobres de un modo heroico. Su ejemplo está ahí cuestionando y apelando a los creyentes de hoy para que construyamos otro tipo de sociedad más justa y equitativa. Es la fuerza de la utopía iluminando y empujando cada momento histórico. Hay que tomar las palabras de Lucas como lo que son: ejemplo, llamamiento, denuncia, aguijón y condena evangélica.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_2:42-47; Hch_5:12-16; Flp_1:27; Jua_17:11, Jua_17:21

[2] = Hch_2:44-45

NOTAS

4:32 Resumen análogo al de Hch_2:42-47. Aquí el tema es el de la comunidad de bienes; sirve de introducción a los dos ejemplos que siguen: el de Bernabé, y el de Ananías y Safira. La insistencia en la renuncia efectiva de las riquezas caracteriza la religión de Lucas, ver Luc_12:33+.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_2:42-47; Hch_5:12-16; Flp_1:27; Jua_17:11, Jua_17:21

[2] = Hch_2:44-45

NOTAS

4:32 Resumen análogo al de Hch_2:42-47. Aquí el tema es el de la comunidad de bienes; sirve de introducción a los dos ejemplos que siguen: el de Bernabé, y el de Ananías y Safira. La insistencia en la renuncia efectiva de las riquezas caracteriza la religión de Lucas, ver Luc_12:33+.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. "Saduceos": ver nota Mat_3:7.

4. "La Palabra": ver nota Mat_13:20.

11. Sal_118:22. "Piedra angular": ver nota Mat_21:42.

13. "Sanedrín": ver nota Mat_16:21.

25-26. Sal_2:1-2.

33. "Con mucho poder": se refiere a los milagros que confirman el testimonio de los Apóstoles. Ver 3. 12; 5. 12.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[.] Comparar con 5,4. Los versículos 32-37 parecieran indicar que la puesta en común de los bienes era una regla en la primera comunidad cristiana, mientras que 5,4 nos dice, por boca del mismo Pedro, que Ananías y Safira eran libres de guardarse sus bienes. Aunque Jesús no había pedido esa puesta en común, muchos creyentes, sin embargo, la practicaban, inspirados por el deseo de suprimir cualquier barrera entre los hermanos, y en particular las que crea el dinero. A lo largo de su historia la Iglesia conocerá tales intentos de pobreza voluntaria y de compartir. Es posible que esta puesta en común no haya favorecido el ardor para el trabajo y que se hayan comido tranquilamente el capital sin pensar en ganar lo que era necesario para la comunidad. Pablo deberá, más de una vez, organizar colectas en las otras Iglesias para ir en auxilio de (Gal 2,10; Rom 15,25; 2 Cor 8).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Hipocresía en la iglesia primitiva

Después de describir cómo la iglesia comenzó a estar bajo fuego exterior, Lucas cuenta que no todo era perfecto dentro de la comunidad. Esta sección comienza con un breve resumen parecido a 2:43-47, pero esta vez lleva a un incidente menos jugoso dentro de la comunidad cristiana, o sea la historia de Ananías y Safira.

32 Como en el cap. 2, lo que es importante aquí no es a quién pertenecían realmente las posesiones, sino más bien la actitud de los creyentes hacia ellas. Una vez más, es claro que la venta de los bienes tenía que ver con la necesidad y no era una cuestión formal para ser miembro (34).

36, 37 Un ejemplo particular de esa actitud fue el de Bernabé de Chipre, quien llegaría a ser un personaje muy importante luego en el libro.

Nuevo Testamento México (Centro Bíblico Hispano Americano, 1992)

 

En cuanto a la multitud de los creyentes, tenía un solo corazón y una sola alma, y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseía, sino que tenían en común todas las cosas. Y con gran energía testificaban los Apóstoles la resurrección del Señor, Jesús... (Hch 4:32-33).

 

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*4:32-37 El segundo sumario mayor de Hechos resume el testimonio de la vida de la comunidad mediante la proclamación de la resurrección por parte de los apóstoles y la vida de unión. Se presentan dos formas visibles de comunión: una, más helenista, es la disponibilidad de los bienes (ninguno decía que lo que tenía en propiedad era suyo); otra, más acorde con la tradición hebrea, es el vender y compartir.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

καρδία WH Treg NA28 ] ἡ καρδία RP
  • ψυχὴ WH Treg NA28 ] ἡ ψυχὴ RP
  • αὐτῷ WH Treg NA28 ] αὐτῶν RP
  • πάντα WH ] ἅπαντα Treg NA28 RP

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Hch 2:42-47; ver Luc 12:33; Luc 18:22.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

En el primer sumario (cfr 2,42-47 y nota) Lucas recordaba principalmente la oración de la primera iglesia; ahora insiste en la comunión de bienes, y después (cfr 5,12-16) lo hará en los prodigios de los Apóstoles. El autor es consciente de la importancia que tiene el efectivo desprendimiento de los bienes y por eso presenta un ejemplo, Bernabé (vv. 36-37), y un contraejemplo: Ananías y Safira (5,1-11).


Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.f

f Hch 2:44-45.

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I πιστευσάντων I] que creyeron

[I ἴδιον I] suyo

[I ἦν I] eran

[I κοινά I] en común.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

creyeron... Lit. han creído;
poseía... Lit. posee;
comunes...Hch 2:44-45.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



UN SOLO CORAZÓN: hermosa expresión de la comunión de los santos. Y, más que entre sí mismos, forman los fieles con Cristo «un solo corazón».

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 4.5 Mt 5.22; 26.59; Mc 15.1; Jn 11.47; Hch 5.21; 22.30--23.10.

[2] 4.11 Cf. Sal 118.22; Lc 20.17.

[3] 4.25-26 Sal 2.1-2.