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Pero el que maltrataba a su compañero le rechazó diciendo: “ ¿Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? (Hechos 7, 27) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 7

E S T E B A N

1 Dijo el sumo sacerdote: «¿Es esto así?» 2a Y él dijo: «Hermanos y padres, oíd!»

Tenemos ante nosotros el discurso exteriormente más extenso de los Hechos de los apóstoles. También por su contenido es el más peculiar de este libro. Por lo que se refiere al contenido le sigue inmediatamente la exposición histórica de la salvación, con la que Pablo empezó su discurso misional en Antioquía de Pisidia (13,16 ss). ¿Cómo hemos de entender el discurso de Esteban? ¿Se acomoda propiamente a la situación, a la que está vinculado? ¿Es una respuesta a la pregunta del sumo sacerdote? Incluso se podría preguntar si propiamente es el discurso de un cristiano o más bien la exposición que un judío presenta de la historia de la salvación. En su contenido se nombra a Jesús una sola vez hacia el fin, aunque sin dar el nombre, cuando se dice: «Incluso dieron muerte a los que preanunciaban la venida del Justo, de quien vosotros ahora os habéis hecho traidores y asesinos» (7,52). Y sin embargo en la base más profunda de los pensamientos todo el discurso se refiere a Jesús.

Se habla detenidamente del camino del judaísmo a través del tiempo pretérito del Antiguo Testamento. Este tema debe hacer que aparezca la constante conducción del pueblo elegido por las órdenes de la voluntad de Dios, como en primer lugar se puede reconocer concretamente en Ahraham. Abraham es la gran figura de la salvación en la antigüedad. Junto a Abraham se coloca Moisés como la segunda gran figura del discurso. Moisés también está delineado de tal forma que en él aparezcan líneas que conducen a la presencia de la salvación en Cristo. Todas las consideraciones históricas, que se sirven del texto del Antiguo Testamento, se pueden compendiar propiamente en las preguntas: ¿Qué hizo Dios? ¿Qué hicieron los hombres?

Con esta exposición Esteban también da respuesta mediata a la acusación que hay contra él, o sea, que profiere «palabras injuriosas contra Moisés y contra Dios». Por eso, Esteban desea aclarar su manera de entender las leyes mosaicas dejando hablar a la misma historia. Igualmente importante es para Esteban dilucidar la cuestión sobre la validez del templo con el testimonio de la revelación del Antiguo Testamento.

Todo el discurso está imbuido del profundo respeto ante la acción de Dios en el hombre, y del conocimiento de que toda la revelación y todas las órdenes de Dios que habían sido dadas hasta entonces, eran hechos preparatorios, referidos a la venida del Justo. Pero junto a esta visión respetuosa se desliza con una gravedad creciente la queja dolorosa por la incomprensión y desacato del pueblo judío ante cualquier dirección y orden de Dios. La respuesta del acusado se convierte así espontáneamente en acusación contra los jueces, a quienes se reprocha la traición y el homicidio del Justo.

Procuremos reflexionar sobre las distintas declaraciones del discurso. No pasemos tampoco por alto el tratamiento con que Esteban por fidelidad y profundo respeto a su pueblo se dirige a sus jueces y acusadores llamándoles hermanos y padres. Esteban también en esta hora conoce la trabazón que tiene con ellos, y que asciende a los patriarcas comunes y tiene marcado el cuño de la común, larga y variable historia de Israel. Este tratamiento pronunciado por labios del acusado suena con un acento más conmovido, porque con el deseo de la común esperanza de la salvación tiene que oponerse dolorosamente a quienes puede llamar «hermanos», y a los respetables personajes que constituyen el sanedrín, a los que todavía contempla ante sí como «padres». «Oíd», les dice. Es un llamamiento que no va dirigido a la salvación del acusado, sino a la salvación del acusador.

2b »El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham, cuando estaba en Mesopotamia, antes de que fijara su residencia en Harán, 3 y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ve a la tierra que yo te mostraré (Gen_12:1). 4 Entonces salió de la tierra de los caldeos y fijó su residencia en Harán. De allí, después de morir su padre, Dios lo trasladó a esta tierra en la cual vosotros habitáis ahora. 5 Y no le dio parte en ella, ni para asentar un pie, sino que le prometió dársela en posesión a él y a su descendencia después de él, siendo así que no tenia hijos. 6 Pero Dios le dijo que su descendencia sería peregrina en tierra extraña, y la someterían a esclavitud y a malos tratos durante cuatrocientos años; 7 pero al pueblo al que servirán lo juzgaré yo, dijo Dios, y después de esto saldrán (Gen_15:13 s) y me darán culto en este lugar (Exo_3:12). 8 Y concertó con él alianza a base de la circuncisión, y así cuando engendró a Isaac, lo circuncidó al octavo día, e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.

Para apreciar el contenido del discurso es recomendable, a veces, abarcar juntamente con la mirada el conjunto de todo un ámbito de ideas. Porque en nuestras consideraciones dentro del marco de los Hechos de los apóstoles no podemos pretender mostrar con el texto del Antiguo Testamento los acontecimientos y palabras de la Biblia que se aducen en la exposición de los Hechos de los apóstoles, sino situarlos a la luz con que se les ve y muestra en el conjunto del discurso de Esteban. Tampoco puede molestarnos que el discurso no siempre se adhiera estricta o inmediatamente a lo que declara el Antiguo Testamento, sino que siga también la tradición que no pertenece a la Biblia, tal como esta tradición puede demostrarse en los escritos judíos.

Al principio se contienen dos ideas importantes en la historia de la salvación: el «Dios de la gloria» y «nuestro padre Abraham». La asociación de estos dos nombres es profundamente significativa. Todo el pensamiento religioso del judaísmo descansa sobre ellos. Las personas piadosas del Antiguo Testamento a su Dios le llaman Dios de la gloria. Con esta expresión se describe la majestad y omnipotencia de Dios, su santidad y sabiduría, su incomparable perfección, ante la cual todos los dioses de los gentiles se hunden en la nada. Con dicha expresión se indica aquel fulgor inasequible, que según nos declara el Antiguo Testamento, pertenece a la naturaleza misteriosa de Dios. Este «Dios de la gloria» está al principio de la historia humana, la soporta y la dirige. él es quien se manifestó de forma especial a su pueblo escogido. Cuando Esteban le coloca al principio de sus palabras, nombra lo más santo que posee el pueblo. En la adhesión a Dios manifiesta la fe en que este Dios siempre es actual y causa determinante, incluso en esta hora, cuando en el sanedrín se trata de una cuestión decisiva. Para comprender el discurso conviene que busquemos entre líneas los pensamientos ocultos, que desde el antiguo caudillaje de Dios en la salvación conducen a la nueva hora de la salvación.

En Abraham empieza la historia de este Dios con su pueblo. ¡Qué testimonio sobre la historia de la salvación resuena la expresión nuestro padre Abraham! El que lee con atención los escritos del Nuevo Testamento, se entera del prestigio incomparable de Abraham en la fe y en el pensamiento judíos, pero también se entera del esfuerzo emocionante por interpretar y sostener con razones la revelación salvífica en Cristo Jesús. ¡Cuán importante es para la genealogía de Jesús en el Evangelio de san Mateo (Mat_1:1 ss) mostrar a Jesucristo como hijo de Abraham! ¡Cómo se afana san Pablo en la epístola a los Romanos (Rom_4:1 ss) y en la epístola a los Gálatas (Gal_3:6 ss; Gal_4:21 ss) por mostrar en Abraham la nueva obra salvífica de Dios en Cristo Jesús y por colocarla en el contexto de la historia de la salvación! Abraham pasa a ser el padre de todos los creyentes.

¿Qué hace resaltar ahora Esteban en la historia de Abraham? Muestra cómo la vida de Abraham fue una constante búsqueda y peregrinación (que él emprendió por encargo de Dios y con dócil obediencia) desde Mesopotamia a Harán, desde Harán a Palestina. Esteban muestra cómo Abraham viviendo en Palestina como un forastero recibió la promesa de Dios sobre su descendencia, que entonces aún no tenía y que ya no podía esperar. Abraham solamente vivía de la promesa y de la fe en ella. Eta es la característica que Esteban querría evocar en la conciencia del sanedrín. Implícitamente se dice -así lo podemos suponer con motivo- que este Dios siempre exige obediencia y fe, cuando se revela al hombre con poder para salvarle. Ha llegado la hora de prestar esta obediencia y de creer en Cristo Jesús, así podríamos completar lo que Esteban quiere decirnos en su discurso.

9 »Los patriarcas, envidiosos de José, lo vendieron a Egipto; pero Dios estaba con él 10 y lo libró de todas sus tribulaciones, dándole gracia y sabiduría ante el faraón, rey de Egipto, que lo constituyó gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa. 11 Sobrevino entonces hambre y una gran penuria sobre toda la tierra de Egipto y de Canaán y nuestros padres no encontraban alimento. 12 Habiendo oído Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres por primera vez 13 y en la segunda se dio a conocer José a sus hermanos, y así se hizo patente al faraón el origen de José. 14 Envió José a llamar a Jacob su padre y a toda su parentela en número de setenta y cinco personas. 15 Y descendió Jacob a Egipto y, cuando murieron él y nuestros padres, 16 fueron trasladados a Siquem y depositados en el sepulcro que había comprado Abraham, a precio de plata, a los hijos de Emor en Siquem.

Empieza otra época de la historia judía, que también es mostrada como historia de Dios. Dios estaba con él: sobre estas palabras recae un acento especial. José, hijo de Jacob, está en el punto central de los acontecimientos. Ya desde los conocimientos de la Biblia adquiridos en la escuela primaria conocemos su ruta particular. Sabemos cómo fue salvado de la propia tribulación y cómo ascendió hasta llegar a ser el salvador no sólo de Egipto, sino también de quienes en otro tiempo quisieron perderlo a él, es decir, de sus propios hermanos. Por un destino especial José se convierte en el fundador del pueblo de Dios, que se congregó en Egipto en torno de Jacob en número de setenta y cinco personas. Sin que se diga nada, se nota la referencia velada al nuevo pueblo de Dios, llamado por Jesús. José fue vendido y entregado por sus hermanos. No obstante Dios lo ha exaltado y ha hecho que viniera a ser el salvador de los que le habían abandonado.

Acuden a nuestra mente los pensamientos contenidos en los discursos del apóstol que se leen en capítulos anteriores y nos ayudan a contemplar e interpretar estos cuadros del Antiguo Testamento con los ojos del discípulo de Cristo. ¿Hay quizás también un rasgo latente en la notificación de que José se dio a conocer en el segundo encuentro con sus hermanos? ¿Debe esto recordar que Jesús se revelará en su gloria en su segunda venida al mundo? O bien ¿nos basta para la intención de este discurso que saquemos de aquí el conocimiento de que en todas las situaciones de la historia que parecen insolubles, y en todas las situaciones de la vida particular de cada uno sólo Dios dirige por los caminos de tal modo que éstos conduzcan a la salvación? ¿Qué es lo que la historia de José debía dar a conocer al sanedrín? Esta historia era conocida del sanedrín desde hacía mucho tiempo. ¿Le debía hacer consciente de que tiene que estar dispuesto a esperar de Dios también ahora un salvador en la angustia del pueblo judío? ¿Podían los jefes judíos entender así las palabras de Esteban? O bien la historia de José ¿tiene en la estructura del discurso sobre todo la tendencia a orientar hacia los sucesos muchos mayores y más importantes que están vinculados a la figura de Moisés?

17 »A medida que se aproximaba el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abraham, fue creciendo y multiplicándose el pueblo en Egipto, 18 hasta que surgió en Egipto otro rey, que no había conocido a José, 19 el cual, con gran astucia, hizo daño a nuestra raza obligando a los padres a que abandonaran a los recién nacidos de manera que no pudieran sobrevivir. 20 En estas circunstancias nació Moisés, sumamente hermoso, el cual se crió por espacio de tres meses en casa de su padre, 21 pero habiendo sido abandonado, lo adoptó y crió como hijo propio la hija del faraón. 22 Y fue educado Moisés en todo el saber de los egipcios y era poderoso en palabras y obras.

Después de Abraham y José entra en escena la figura de Moisés. A él está dedicada la parte del discurso que es con mucha diferencia la más extensa de todas. El que conoce el contenido del libro del éxodo, sabe la gran importancia (para la historia de la salvación) que le reconoce la historia escrita por los judíos. Moisés es considerado por los judíos como el fundador del orden político, social y religioso del pueblo. Puesto que toda la manera de vivir del judaísmo está vinculada al nombre de Moisés, Esteban tenía interés en presentar de la forma más impresionante posible la imagen de este hombre. Sin embargo, a Esteban se le había imputado desacato de la ley y de la tradición mosaica.

¿Qué dice Esteban de Moisés? Sus palabras rezuman admiración y profundo respeto. Las citas textuales del libro del éxodo se enlazan con la tradición que no está contenida en la Sagrada Escritura, formando un interesante relato. También se acomodan rasgos complementarios a la figura del gran jefe y salvador. Pero entre todas las ideas referentes a Moisés sobresalen dos pensamientos: Moisés fue llamado por Dios y a Moisés no le ha comprendido su pueblo. Y en este pensamiento sentimos de nuevo la relación (exteriormente oculta, pero penetrante para los perspicaces) con aquel nuevo Moisés, al que ya se refería Pedro en su discurso al pueblo: Cristo Jesús 60. Apenas habrá necesidad de buscar fundamento más estricto de esta relación.

La manera como se caracteriza el tiempo en que nació Moisés nos hace pensar en alguien que es posterior a Moisés, es decir, en Cristo. «A medida que se aproximaba el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abraham, fue creciendo y multiplicándose el pueblo en Egipto.» Había llegado el tiempo del cumplimiento de la promesa. Este pensamiento también lo encontramos en el Nuevo Testamento. En la «plenitud del tiempo» (Gal_4:4) empezó el nuevo éxodo en Cristo Jesús. El mismo Jesús ha introducido su mensaje con la llamada de salvación, que refiere así san Marcos: «Se ha cumplido ya el tiempo: el reino de Dios está cerca» (Mar_1:15). Y cuando se dice que «se aproximaba el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abraham», resuena aquella teología de la promesa que encontramos de forma especialmente impresionante en san Pablo, cuando ve que la promesa de Dios a Abraham se cumple en Jesús, en contraste con la manera como la teología de los judíos pensaba sobre la salvación 61. La escena del pueblo de Dios esclavizado en Egipto ¿no es también un símbolo de la necesidad de salvarse que tenían los hombres en la venida de Cristo?

¿Se puede seguir todavía explicando la comparación con Cristo? ¿Por qué cuenta Esteban la historia de la infancia de Moisés? Esta historia ciertamente tiene validez por sí misma y es un ejemplo impresionante del decreto salvífico de Dios, que ya desde el nacimiento vigilaba sobre el futuro salvador de Israel, y le preservó de la muerte que amenazaba a los niños de los israelitas. Y lo que deseaba Esteban era señalar esta conducción divina. Con esta historia no solamente se debía recordar a los hombres del sanedrín el tiempo pasado de la historia de la salvación, sino que al mismo tiempo se debía lograr que atendieran en general al misterio de la conducción y de la providencia divinas. ¿Quiere Esteban con esta historia preparar lo que se había de decir sobre Jesús, cuya venida hay que concebir sólo desde el punto de vista del decreto divino? Podría parecer que tal fuera la intención de Esteban.

Pero todo esto lo escuchamos como cristianos en las palabras de Esteban. Esteban, ante todo, se mueve solamente en la dirección visual de la historia judía. Se podría tender con demasiada facilidad a pensar en la conservación de la vida del niño Jesús, cuando se evadió de la intención homicida de Herodes. Este episodio, en todo caso, no lo describe san Lucas en su historia de la infancia, sino san Mateo. ¿Podemos completar el discurso de Esteban con tales pensamientos? Incluso cuando se declara que Moisés «era poderoso en palabras y obras» ¿se tiene derecho a ver una relación con aquellas palabras, con las que los discípulos de Emaús dijeron que Jesús de Nazaret «fue profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo» (Luk_24:19)?

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602Ki_3:22; cf. Deu_18:15.19s.

61. Cf. Rom_4:1 ss; Gal_3:6 ss.

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23 »Cuando iba a cumplir la edad de cuarenta años, le vino a la mente la idea de visitar a sus hermanos los hijos de Israel. 24 Y viendo a uno tratado injustamente, salió en su defensa y vengó al ofendido dando muerte al egipcio. 25 Pensaba que sus hermanos comprenderían que Dios los iba a salvar por medio de él; pero ellos no lo comprendieron. 26 Y así, al día siguiente, se presentó ante unos que se estaban pegando e intentaba poner paz entre ellos, diciéndoles: Sois hermanos. ¿Por qué os hacéis daño el uno al otro? 27 El que estaba golpeando a su compañero lo rechazó contestándole: "¿Quién te ha constituido príncipe y juez sobre nosotros? 28 ¿O quieres quitarme de en medio como lo hiciste ayer con el egipcio?" 29 Huyó, pues, Moisés al oír esto y se avecindó en Madián, donde engendró dos hijos.

Por los textos del libro del éxodo, el sanedrín conocía bien lo que Esteban cuenta de Moisés (Exo_2:12-14). ¿Por qué, pues, Esteban lo explica? Esta explicación ¿tiene algo que ver con la acusación que se hace contra Esteban? No tiene nada que ver de una manera inmediata. Y sin embargo hay algo que tiene que hacer aguzar los oídos de los jueces ante los cuales está Esteban. Hay una frase en el discurso, en torno de la cual gira todo lo demás. Moisés «pensaba que sus hermanos comprenderían que Dios los iba a salvar por medio de él; pero ellos no lo comprendieron». Moisés pensaba que sus hermanos verían en él al salvador de su pueblo. Se tiene cuidado en decir «sus hermanos». Moisés viene a ellos como uno de ellos y procura ayudarles. La incomprensión le impulsa a huir al extranjero.

Estas escenas del tiempo más angustioso de Israel obligaban al sanedrín a reflexionar atentamente. ¿No tenían que reconocer también a este acusado la prerrogativa de ser guiado por un encargo de Dios? ¿No tenían que pensar en el consejo de Gamaliel, que indujo a este mismo sanedrín a renunciar a la persecución de los apóstoles (5 ,3 4)? Pero ¿no percibimos también en esta imagen de Moisés, aunque sea otra vez de una forma velada, el testimonio del otro Salvador del pueblo? Las correspondencias con Jesús casi se imponen. ¿No tenemos que suponer que Esteban quería decir propiamente «Jesús», cuando hablaba de «Moisés»?

Jesús, que había venido a salvar a sus «hermanos», ¿no tenía que sufrir la incomprensión y hostilidad de éstos? Conocemos bastantes escenas del Evangelio. Pensemos en los nazarenos, que, enfurecidos por la predicación salvadora de Jesús, le arrojaron de la ciudad y le quisieron despeñar desde la cima del monte, como lo describe san Lucas (Luk_4:28 s). Se nos recuerda a los escribas y fariseos y a su pregunta maliciosa: «¿Quién es este que está diciendo blasfemias?» (Luk_5:21). ¿Y no tuvo Jesús que sustraerse con bastante frecuencia de las acometidas de sus «hermanos» por medio de la huida, como le pasó a Moisés?

30 »Cumplidos los cuarenta años, se le apareció en el desierto del monte Sinaí un ángel en la llama de una zarza que ardía. 31 Al verlo Moisés, estaba maravillado de aquella visión, y mientras se acercaba para ver mejor, se oyó la voz del Señor: 32 Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Atemorizado Moisés no se atrevía a mirar. 33 Díjole el Señor: "Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es tierra sagrada. 34 He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y escuchado sus lamentos, y he bajado a liberarlos. Ahora, pues, ven acá: te voy a enviar a Egipto" (cf. Exo_3:1-12).

Conocemos la historia de la zarza ardiente. ¿Por qué le cuenta Esteban a este sanedrín, que tan bien la conocía? Así podríamos preguntarnos de nuevo. En estas palabras se patentiza un profundísimo respeto a Moisés. Esteban conoce el misterio divino que salió al encuentro de Moisés. Conoce la misión que se le había encomendado. ¿Seguía entonces en pie la acusación? ¿Cómo podía ser capaz de «proferir palabras injuriosas contra Moisés y contra Dios»? En estos versículos acerca de Moisés ¿podemos ver también latentes referencias a aquel cuya actuación también comenzó en el desierto? ¿No resonó también sobre Jesús la voz del Señor, cuando se preparaba para la obra de la liberación de su pueblo? Jesús pudo percibir la revelación y la elección de Dios: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido» (Luk_3:22). Así pues, tiene lugar un misterioso encuentro con Dios al principio de la actividad de los dos salvadores y parece que el discurso de Esteban haya tenido conscientemente ante su mirada esta semejanza.

35 »A este Moisés a quien habían rechazado diciendo: "¿Quién te ha constituido príncipe y juez?", Dios lo envió como príncipe y libertador, con la ayuda del ángel que se le apareció en la zarza. 36 éste fue quien los sacó, obrando prodigios y señales en la tierra de Egipto y en el mar Rojo y en el desierto, por espacio de cuarenta años. 37 Y fue este mismo Moisés el que dijo a los hijos de Israel: "Un profeta como yo os suscitará Dios de entre vuestros hermanos" (Deu_18:15). 38 Este fue el que, en la asamblea del desierto, estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí y con nuestros padres; el que recibió palabras de vida para comunicároslas a vosotros.

En estos versículos que constituyen el punto culminante del testimonio sobre Moisés, con fundada razón se ha visto un himno, en que, con forma elevada, se declara la grandeza de Moisés. Con estos párrafos Esteban rechaza de una manera muy impresionante la acusación de que él ha blasfemado «contra Moisés y contra Dios». Porque sus palabras son una adhesión emocionada al «príncipe y libertador» del pueblo judío. Esteban ve en Moisés al que fue llamado por Dios mediante un ángel. Conoce el poder milagroso de Moisés en la salida de Israel de Egipto, conoce su don de profecía, con el que contemplando el tiempo futuro habló de aquel otro profeta que Dios haría surgir. Esteban recuerda la mediación de Moisés en los grandes días del Sinaí, y la legislación, que desde entonces quedó vinculada inseparablemente en el judaísmo al nombre de Moisés. Aquel a quien se había acusado como enemigo de las leyes mosaicas (Deu_6:14), tributa a la ley, que tiene su origen en Moisés, el mayor reconocimiento, cuando dice que él «recibió palabras de vida para comunicároslas a vosotros».

Al caracterizar la ley como «palabras de vida», Esteban recurre a lo que leemos en el Levítico como orden del Señor a Moisés: «Guardad mis leyes y mandamientos; porque el hombre que los practique, hallará vida en ellos» (Lev_18:5). Pensamos en las palabras que Jesús dijo al que le preguntó: «¿Qué haría yo de bueno para poseer vida eterna?» ¿Qué le contestó Jesús? «Si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos.» Y Jesús le enumeró los mandamientos, que conocemos por la ley de Moisés (Mat_19:17 ss). Pero en el entretanto podríamos preguntarnos si con esta enumeración no se ha abierto una divergencia con lo que san Pablo dice en las epístolas a los Gálatas y a los Romanos. Conocemos sus vigorosos criterios. «La ley intervino para que se multiplicaran las faltas», escribe san Pablo en la carta a los Romanos (Rom_5:20). Y antes ya ha dicho: «Por las obras de la ley, nadie será justificado ante él» (Rom_3:20). El que lee el cap. 7 de la carta a los Romanos, podría estremecerse por las duras palabras con que el Apóstol habla de la ley. En vano se buscará en san Pablo una declaración que designe la ley como «palabras de vida». Y sin embargo, también san Pablo conoce el valor interno de la ley. En la epístola a los Rom_7:12 leemos la significativa frase: «De modo que la ley es ciertamente santa, y santo, justo y bueno es el mandamiento.» Pero san Pablo también sabe que el hombre necesita la gracia de Dios para que la ley sea fuente de bendiciones (Rom_8:2 ss). Y así llegamos de nuevo a la pregunta que nos acompaña a través de todo el discurso de Esteban. Todo eso ¿lo dice Esteban solamente para enaltecer a Moisés y a su ley? ¿No quiere Esteban también aquí hablar de nuevo de una forma velada de aquel a quien Moisés prefigura en la historia de la salvación, del nuevo Moisés, de Cristo Jesús? En estos versículos notamos la invisible proximidad del verdadero «príncipe y libertador». Los «prodigios y señales» que se atribuyen a Moisés, ¿no significan también los «milagros, prodigios y señales» con que Jesús de Nazaret fue «acreditado por Dios» (Rom_2:22)? Esta salida de Egipto a través del desierto ¿no es un símbolo de cómo Jesús saca del pecado y de la privación de la gracia al nuevo pueblo de Dios y lo conduce a la vida eterna? ¿Y no pueden aplicarse a Jesús las palabras del Deuteronomio, que probablemente constituyen la declaración más importante de Esteban, es decir, que «Un profeta como yo os suscitará Dios de entre vuestros hermanos» ( Deu_18:15)? Los miembros del sanedrín ¿no hubieron de quedar pensativos con estas palabras? Ellos conocían todos los testimonios precedentes en favor de Jesús de Nazaret. Estos testimonios se dieron ante este mismo tribunal del sanedrín. Las palabras de Pedro (Deu_4:9 ss; Deu_5:29 ss) ¿no tuvieron que resonar en sus almas, de tal forma que no pudieran dejar de percibir lo que Esteban quería indicar con estas palabras proféticas de Moisés? Nos acordamos de cómo las mismas palabras sobre el profeta prometido por Moisés ya fueron referidas a Jesús por Pedro, cuando después de la curación del cojo de nacimiento habló así al pueblo: «Dijo en efecto Moisés: Un profeta como yo os suscitará Dios, el Señor, de entre vuestros hermanos; lo escucharéis en todo lo que os hable. Todo el que no escuche a tal profeta será exterminado del pueblo» (Deu_3:22 s). Si recordamos una vez más las palabras que se percibieron en la transfiguración de Jesús en presencia de Moisés (Mar_9:7), tenemos la impresión de que dichas palabras tuvieron especial importancia en la predicación apostólica de Jesús.

Cuando Esteban habla de las «palabras de vida», puede pensar primeramente en la ley judía, pero la expresión de suyo no nos insta a acordarnos de la orden del ángel que liberó a los apóstoles de la cárcel, y les dijo: «Id, presentaos en el templo y hablad al pueblo todas estas palabras de vida» (5,20). ¿Es casual que se mencionen dos veces las «palabras de vida» a tan poca distancia la una de la otra? Es difícil concebir esta proximidad como casual. Estas palabras parece que nos indican que los Hechos de los apóstoles detrás del texto del discurso de Esteban hacen resonar conscientemente el mensaje de Cristo Jesús como el nuevo Moisés, y el sanedrín difícilmente podía haber desatendido esta resonancia.

39 »A éste no quisieron obedecer nuestros padres, sino que lo rechazaron y se volvieron con el corazón a Egipto, 40 diciendo a Aarón: "Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque ese Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué ha sido de él" (Exo_32:1-23). 41 Y fabricaron un becerro en aquellos días y ofrecieron sacrificios al ídolo, y se gozaron en las obras de sus manos.

Esteban presenta ante la mirada de sus jueces una de las escenas más tristes de la historia de Israel. Ellos que habían hecho venir a Esteban ante su tribunal, porque suponían que había blasfemado contra Moisés, tienen que soportar que se les recuerde que antiguamente los «padres» se rebelaron contra su príncipe y libertador, y en la adoración del becerro de Egipto también se desviaron de Dios e incurrieron en el culto idolátrico. ¿Qué se había reprochado a Esteban? «Le hemos oído proferir palabras injuriosas contra Moisés y contra Dios», dijeron los testigos sobornados. ¿Y qué hicieron en otro tiempo los padres de este pueblo? Apostataron de Moisés y de Dios.

Y en el discurso de Esteban de nuevo vemos más de lo que parece decir el texto original. Nos acordamos de todas las palabras que hemos oído hasta ahora en los discursos de los apóstoles. ¿No ha adoptado Israel contra el profeta anunciado por Moisés una actitud tan negativa como la que tomó entonces el pueblo en el desierto? «A éste, entregado según el plan definido y el previo designio de Dios, vosotros, crucificándolo por manos de paganos, lo quitasteis de en medio», tuvo que decir Pedro en el discurso del día de pentecostés (2,23). Y en otro pasaje hemos escuchado la acusación del apóstol: «Vosotros, pues, negasteis al santo y al justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino, al paso que disteis muerte al autor de la vida» (3,14s).

¿No debieron entender la alusión los miembros del sanedrín, cuando pensaron que Esteban hablaba así como discípulo y testigo de Jesús? ¿No se les impuso espontáneamente el sentido oculto de las palabras de Esteban? ¿No sería muy extraño que no se hubiesen dado cuenta de nada? Con estos recuerdos históricos ¿no se percibe ahora ya de una forma encubierta la acusación que al final del discurso se profiere con palabras severas: «¡Gentes de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre estáis resistiendo al Espíritu Santo. Como vuestros padres, igual vosotros» (7,51)?

42 »Pero Dios se apartó de ellos y los entregó a dar culto al ejército de los cielos, según está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios durante cuarenta años en el desierto, casa de Israel, 43 y no más bien os llevasteis la tienda de Moloc y la estrella del dios Romfá, imágenes que fabricasteis para adorarlas? Pues yo os deportaré más allá de Babilonia (Amo_5:25 ss).

El pueblo recalcitrante experimenta el castigo de Dios. Dios se apartó de ellos. Nos damos cuenta de lo que se quiere decir con esta frase, si reflexionamos en lo que significa la proximidad de Dios en el pensamiento religioso de la antigua alianza. Israel sabía que era hijo predilecto de Dios. Con conciencia de sí mismo contemplaba despectivamente la fe idolátrica de los pueblos circundantes. La pureza y unicidad del concepto de Dios es primacía y distintivo de la historia judía. Pero había una representación confusa de politeísmo, que rodeaba a Israel. Así nos lo atestigua la historia de la religión en la antigüedad. Así nos lo atestiguan también los hombres de Dios de la antigua alianza, cuando en su manera de hablar se expresa, con palabras a menudo estremecedoras y severas, el celo por el único Dios verdadero.

44 »Nuestros padres tenían en el desierto el tabernáculo del testimonio, según lo había dispuesto el que mandó a Moisés hacerlo conforme al modelo que había visto; 45 el cual heredaron nuestros padres e introdujeron con Josué cuando la conquista de la tierra de los gentiles a los que Dios expulsó de la presencia de nuestros padres hasta los días de David. 46 Este halló gracia a los ojos de Dios y solicitó el favor de encontrar morada para la casa de Jacob. 47 Pero fue Salomón quien le edificó una casa. 48 Con todo, no habita el Altísimo en edificios fabricados por mano de hombre, según dice el profeta. 49 El cielo es mi trono, y la tierra, escabel de mis pies. ¿Qué casa me habéis de construir, dice el Señor, o cuál va a ser el lugar de mi reposo? 50 ¿Acaso no hizo mi mano todas estas cosas? (Isa_66:1 s).

De la «tienda de Moloc» (Isa_7:43), Esteban pasa a hablar de la «tienda» que como santuario del culto era el célebre símbolo de la adoración judía de Dios. Por las detalladas instrucciones del libro del éxodo sabemos con qué atención el pueblo equipó este santuario y cuidó de él 62. Una historia llena de vicisitudes le está vinculada. En la tienda de la alianza tuvo su origen el templo, que Salomón edificó con magnificencia. Leyendo los salmos se ve el entusiasmo religioso y la fervorosa piedad con que el judaísmo amaba este santuario.

Esteban había sido acusado de haber dicho que Jesús destruiría este lugar (Isa_6:14). Esta acusación corresponde al reproche que también se procuró hacer contra Jesús. En san Marcos se nos notifica la declaración de los testigos contra Jesús: «Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo hecho por manos humanas y en tres días construiré otro, no hecho por manos humanas» (Mar_14:58). En san Juan estas palabras de Jesús se enlazan con la purificación del templo y están claramente referidas a la resurrección (Joh_2:19). También sabemos que Jesús, de hecho, ha vaticinado la demolición del templo, como nos lo refieren los discursos escatológicos63.

Los judíos velaban celosamente por el carácter sagrado de su templo. Soñaban que el templo duraría eternamente. Cuando regresaron de la cautividad, su primera preocupación consistió en restaurar la casa destruida del Señor. Los Macabeos purificaron el templo profanado y le dieron la nueva consagración, cuya fiesta se celebraba todos los años en el mes de kislev (Joh_10:22). ¿Qué dirá Esteban a propósito de la acusación que se le ha hecho con respecto al templo? Conoce la historia venerable del santuario, el antiguo tabernáculo de la alianza, los planes de David, las inolvidables obras de Salomón. Pero él también conoce la inconcebible grandeza de Dios, de cuyo poder infinito incluso el templo solamente es un símbolo.

Esteban cita al profeta Isaías, las resueltas palabras con las que expresa la limitación de todas las cosas terrenas, incluso de la forma y de la manera de adorar externamente a Dios. Lo que el hombre puede edificar, en último término es obra propia de Dios. Este templo de Jerusalén figuraba entre las grandes maravillas de aquel tiempo, pero ¿qué es el templo en comparación con la grandeza y la omnipotencia divinas que llenan el cielo y la tierra? Con estas palabras del profeta se nos recuerda la conversación que Jesús tuvo con la mujer samaritana en e] pozo de Jacob. Hablaban del lugar de la verdadera adoración de Dios, de Jerusalén y del monte Garizim. ¿Qué dijo Jesús a la mujer que preguntaba? «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, pues la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y es el momento actual, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque tales son, precisamente, los adoradores que el Padre desea. Dios es espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo en espíritu y verdad» (Joh_4:21 ss).

¿Pudo el sanedrín comprender la profundidad y alcance de las palabras de Esteban? ¿No se interpone en su camino la misma estrechez y entumecimiento que también los hizo inaccesibles al mensaje de Jesús? De nuevo notamos el peligro de que están amenazadas todas las relaciones con Dios, si el individuo o una comunidad es absorbido por la valoración de las formas e instituciones externas que la mirada no puede dirigirse al misterio de Dios que todo lo abarca y que nunca se puede comprender.

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62. Cf. Ex 25-30; 36.39. 63. Cf. Mc 13.2; Mat_24:2; Luk_21:6.

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51 »¡Gentes de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre estáis resistiendo al Espíritu Santo. Como vuestros padres, igual vosotros. 52 ¿A quién de entre los profetas no persiguieron vuestros padres? Incluso dieron muerte a los que preanunciaban la venida del justo, de quien vosotros ahora os habéis hecho traidores y asesinos; 53 vosotros que recibisteis la ley por ministerio de los ángeles, y no la habéis observado.»

Con agudeza sorprendente, Esteban pasa de la vista del tiempo pasado a la ofensiva contra sus acusadores y jueces. El ataque empieza de repente y sin auténtica alegación de pruebas. Así lo indican las apariencias. Pero quien -como hemos procurado advertir- en los rasgos precedentes de la visión retrospectiva de la historia notó ya la velada acusación y las relaciones exteriormente ocultas con el tiempo presente, también comprende que ahora tenía que llegar el momento en que el testigo de Cristo soltara la pasión reprimida y quitara del rostro de los jueces la máscara de la aparente piedad de la ley, para descubrir los verdaderos móviles de su acusación.

En los miembros del sanedrín se manifestó aquella misma obstinación y hostilidad que actuaron contra los enviados de Dios del tiempo pasado e hizo fracasar la misión salvadora que éstos tenían que cumplir. Esteban llama a sus jueces gentes de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos. Habla conscientemente con imágenes con las que los profetas de la antigua alianza fustigaban el endurecimiento y la porfía del pueblo. «Circuncidaos por amor del Señor, y separad de vuestro corazón las inmundicias, ¡oh vosotros!, varones de Judá, y moradores de Jerusalén... ¿Y a quién conjuraré para que me escuche, después que tienen tapados sus oídos, y no pueden oír?», leemos en el profeta Jeremías (Jer_4:4; Jer_6:10).

Puede parecer una afirmación muy generalizada decir que todos los profetas del Antiguo Testamento fueron perseguidos. Sin embargo, con esta afirmación se dice una verdad auténtica, que también Jesús testifica, cuando dice en el sermón de la montaña: «Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien y cuando os excluyan, os insulten y proscriban vuestro nombre como maldito por causa del Hijo del hombre... de la misma manera trataban los padres de ellos a los profetas» (Luk_6:22 s; cf. Mt S,12). Esteban ve la persecución de los profetas dirigida contra Cristo Jesús. El ministerio por cuya causa fueron perseguidos, ya iba dirigido a la venida del justo. No se necesita ninguna argumentación para probar que con esta expresión se alude a Cristo. En 3,14 ya se le llama el «santo» y «justo», que los judíos han negado delante de Pilato, y han postergado detrás de un «asesino». Y cuando Pablo está arrestado, declara delante del pueblo: «El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para conocer su voluntad, y ver al justo, y oír la palabra de su boca» (22,14). Tenemos ante nosotros un nombre mesiánico que indica dignidad y que también se testifica en la literatura que no forma parte de la Biblia. Es un nombre lleno de sentido.

A los miembros del sanedrín Esteban los llama «traidores y asesinos» del «justo». Esta acusación acerca de la culpa por la muerte de Jesús en la cruz es la más áspera de todas las acusaciones que hasta ahora hemos encontrado en los Hechos de los apóstoles. Nos acordamos de las palabras que dijo Pedro a este propósito en el discurso del día de pentecostés (2,23.36), de su acusación delante del pueblo judío después de la curación del cojo de nacimiento (3,14s). El sanedrín ya tuvo que soportar dos veces que los apóstoles le reprocharan sin rodeos la culpa por la muerte de Jesús. «Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis», dijo Pedro en el primer juicio oral (4,10). «Jesús, a quien vosotros disteis muerte colgándolo de una cruz», dicen Pedro y los apóstoles en el segundo juicio (5,30). Y ahora Esteban presenta la misma inculpación y echa en cara el peor reproche que se puede hacer a un tribunal, ya que acusa al sanedrín de traición y asesinato del «justo». Esteban había sido acusado de proferir palabras injuriosas contra Moisés y contra Dios, y había sido llevado al tribunal. Esteban responde al reproche haciendo a su vez una acusación inaudita contra este tribunal, cuando dice: «Vosotros que recibisteis la ley por ministerio de los ángeles, y no la habéis observado.» Se alude a la ley mosaica. «Por ministerio de los ángeles» la ley vino al pueblo judío por medio de Moisés. Así interpretaba la tradición rabínica el relato del Antiguo Testamento. Ya antes se habló de un ángel que colaboró a la recepción de la ley en el Sinaí (7,38). En la participación de un ángel los escribas vieron una distinción y un enaltecimiento de esta ley, de forma distinta de Pablo, el cual, con la presencia de los ángeles, procura establecer la posición y categoría subordinadas de la ley (Gal_3:19).

«La ley... no la habéis observado.» ¿Qué quiere decir Esteban con esta impugnación sorprendente lanzada contra la suprema autoridad del judaísmo? ¿No es un agravio mortal? ¿Hasta qué punto no han guardado la ley? ¿Es la misma infracción de la ley de que nos habla san Pablo en la carta a los Romanos, cuando dice al judío: «Tú, que te sientes ufano de la ley, ¿deshonras a Dios violando esa ley?» (Rom_2:23). O bien con la palabra la «ley» ¿podemos entender toda la revelación del Antiguo Testamento, con las predicciones y preparativos orientados hacia Cristo, de los cuales se gloriaba el judaísmo, sin tomarlos en serio? Entonces tendríamos el mismo pensamiento que encontramos en el Evangelio de san Juan, cuando Jesús dijo a los judíos: «¿No os dio Moisés la ley? Sin embargo, ninguno de vosotros cumple la ley» (Joh_7:19). Y también podemos pensar en aquellas otras palabras de Jesús: «Vosotros investigáis las Escrituras, porque en ellas pensáis tener vida eterna. Pues ellas, precisamente, son las que dan testimonio de mí. Sin embargo, no queréis venir a mí para tener vida... No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre. Ya hay quien os acuse: Moisés, en quien vosotros tenéis puesta la esperanza. Porque, si creyerais en Moisés, también creeríais en mí; porque acerca de mí escribió él» (Joh_5:39 s.45s).

c) Testimonio de sangre (Hch/07/54-60).

54 Al oír esto, se les partía el corazón de rabia y rechinaban los dientes contra él. 55 Pero él, lleno de Espíritu Santo, fijó su vista en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús en pie a la diestra de Dios. 56 Y dijo: Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie a la diestra de Dios. 57 Mas ellos, vociferando, se taparon los oídos y se abalanzaron a una contra él; 58a lo arrastraron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo.

Esteban había sido acusado del más grave delito: el desacato de la ley mosaica, la blasfemia contra Dios. Con una audacia inaudita, Esteban rechaza esta acusación lanzándola contra los acusadores. Les recrimina que no han observado la ley. Les hace cargo de traición y asesinato de quien es el significado y contenido de toda la revelación. Comprendemos la ira del sanedrín, que aún era consciente de su poder y responsabilidad. Móviles leales y desleales se mezclan en el arrebato de indignación contra Esteban. La misma escena se presentó en el proceso de este mismo sanedrín contra Jesús. ¡Qué pronto la pasión conmovida encuentra motivo y pretexto, si se trata de hacer callar al odiado enemigo!

Al discípulo amenazado por los hombres se le manifiesta el testimonio de aquel de quien ha hecho profesión de fe en su discurso. Esteban ha hablado del «Dios de la gloria», cuando empezó su profesión acerca de la historia de la salud. Ahora este Dios denota su proximidad. Es una escena conmovedora. Ante las miradas furiosas de los acusadores y jueces, Esteban contempla los cielos abiertos: «Vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba a la diestra de Dios.» El Espíritu Santo se ha adueñado del alma de Esteban, se le abre otro mundo. Por el espacio resuena victoriosa la confesión de Esteban: «Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.»

Si Dios se revela, lo hace para acomodarse a la manera humana de pensar y de saber. Conocemos la antigua manera como la Biblia se representa el mundo. Con un esquema que nos parece ingenuo, ordenaron los hombres de aquel tiempo su concepto del cielo y de la tierra. La evolución de las investigaciones en el universo ha cambiado radicalmente esta representación. ¿Tenemos por eso derecho a considerar como ilusorio lo que declara la Biblia con las ideas de aquel tiempo? ¿Por qué no pudo Dios manifestarse a Esteban según la manera de pensar que era propia de aquel tiempo? En todos los tiempos los hombres se acercarán al misterio de Dios, si pueden encontrarlo, con la posibilidad que les permita la situación espiritual de su ambiente. Esa es una experiencia fundamental de la historia de Dios con los hombres.

Este Esteban que contempla la gloria de Dios, nos recuerda a los tres discípulos que Jesús condujo a la soledad del monte para hacerles tener una vista del otro mundo. «Y he aquí que dos hombres conversaban con él; eran Moisés y Elías, que, aparecidos en gloria, hablaban de la muerte que había de sufrir él en Jerusalén», leemos en Luk_9:30 s. Y de «Pedro y sus compañeros» se dice que, «despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que con él estaban». ¿Cuál es esta gloria? Ya en la consideración que hicimos acerca de 7,2 reflexionamos sobre este particular. Con la voz «gloria» se describe el misterio de Dios de un modo humano. En la palabra griega básica, que traducimos por «gloria», ya se contiene algo del fulgor resplandeciente de la luz. «Luz» es el símbolo más expresivo del misterio de Dios. El anhelo humano de claridad y vida se expresa en esta palabra. Se nos recuerdan la luz del primer día de la creación, todas las palabras de la Biblia referentes a la luz hasta la siguiente frase de la primera carta de san Juan: «Este es el mensaje que de él hemos oído y os lo anunciamos: que Dios es luz» (1Jo_1:5).

Esteban pudo contemplar este misterio luminoso de Dios, y en su fulgor se mostró el Hijo del hombre. Aquí hay un profundo sentido. Conocemos este «Hijo del hombre». Los comentaristas de la Sagrada Escritura han reflexionado mucho sobre este nombre extraño, que Jesús se dio a sí mismo. Porque los hombres no le llamaban así, sino que él mismo usó esta palabra, cuando de una manera encubierta hablaba de sí y de su obra. Solamente en nuestro texto se pronuncia esta expresión por labios ajenos. En esta hora Esteban se siente unido con Jesús de una manera única en su género. Las palabras de Esteban recuerdan formalmente aquellas palabras que Jesús dijo cuando estaba como acusado ante este sanedrín: «Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios» (Luk_22:69). Como un testimonio del cumplimiento de este vaticinio de Jesús las palabras de Esteban llegan hasta los jueces del discípulo de Cristo. Y cuando Esteban ve que el Hijo del hombre «en pie» a la diestra de Dios -y no «está sentado», como se dice en los demás testimonios sobre la glorificación de Jesús-, entonces se puede ver en este relato una indicación de que el Señor enaltecido, que ha entrado en su gloria por medio de su pasión, se levanta para saludar a su fiel testigo. Este va a ser el primer discípulo de Jesús que sella el amor a su Maestro con el sacrificio de la vida.

La impotencia interna de la autoridad terrena se denota en la desenfrenada erupción del odio. Estos personajes del sanedrín pierden toda su dignidad y dominio, hacen callar a gritos al acusado, según la costumbre rabínica se tapan los oídos para no tener que oír la blasfemia contra Dios, tal como ellos consideran las palabras de Esteban. En el texto de estos versículos se resume todo lo que aconteció siguiendo un curso precipitado. No se puede decidir si el sanedrín, de acuerdo con las prescripciones jurídicas, condujo el procedimiento iniciado hasta el final o si todo el juicio oral degeneró en un tumulto, que tuvo como desenlace el apedreamiento de Esteban. Las explicaciones sobre este particular discrepan entre sí. Están relacionadas con la cuestión de cuán amplias fueron las atribuciones jurídicas del tribunal judío, cuando éste reconocía que el acusado era reo de muerte. Probablemente sucedió que el sanedrín se esforzó por guardar las apariencias del derecho, como se indica en algunos datos. Sin embargo los acontecimientos estuvieron tan dominados por el arrebato de la pasión, que era difícil distinguir entre la ejecución del derecho y el odio fanático. Sabemos cómo en el proceso contra Jesús también triunfaron los sentimientos hostiles sobre la aplicación del derecho.

Una cosa es cierta: Esteban fue arrastrado a la muerte no tanto por su manera de hablar contra el templo y la ley, cuanto por su clara confesión de Cristo Jesús. Y su testimonio de la visión del Hijo del hombre glorificado (testimonio que recuerda inequívocamente las palabras de Jesús delante del sanedrín) suscitó de nuevo el odio del sanedrín contra aquel a quien habían hecho crucificar por su blasfemia contra Dios. Jesús de Nazaret nuevamente tuvo que sufrir la muerte en Esteban, como en adelante Jesús será presentado ante el tribunal en innumerables confesores de su nombre. Esteban debía morir como mártir de Cristo. Por Esteban, el nombre «mártir», que, por su fundamental significado griego, originariamente sólo significaba «testigo» (martys), adquirió el peculiar sentido del testigo que paga su confesión de Cristo con la sangre y con la vida.

58b Los testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. 59 Y apedreaban a Esteban mientras éste oraba diciendo: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» 60 Y puesto de rodillas, gritó en voz alta: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» Y, dicho esto, durmióse.

La segunda parte del versículo 58 se introduce en el texto de una forma característica. Los testigos que habían inculpado delante del tribunal al acusado, según la costumbre judía tenían que arrojar personalmente las piedras contra el condenado. En el relato de la adúltera Jesús se refiere a esta usanza, cuando dice: «El que entre vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirar una piedra contra ella» (Joh_8:7). Un joven llamado Saulo guardaba los mantos que los testigos habían depositado. ¿Qué particularidad tiene este joven? Lo conocemos. Si no se llamara Saulo, difícilmente Lucas habría hecho mención de él y de su presencia. Pero éste es el hombre que debía tener una importancia decisiva no solamente para san Lucas, sino para toda la Iglesia. Su figura, que en este texto sólo se muestra como de paso, se volverá más clara y viviente, hasta que en último término llene por completo y exclusivamente las páginas de los Hechos de los apóstoles.

Esta lapidación de Esteban fue para Pablo un encuentro memorable con la Iglesia, que se grabó para siempre en su alma. Porque incluso veinte años más tarde confiesa Pablo al Señor, que se le apareció en Jerusalén: «Y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba presente y de acuerdo, mientras custodiaba las vestiduras de los que le mataban» (Joh_22:20). ¿Qué significaba para Saulo este acontecimiento? Probablemente él era uno de los que antes habían disputado apasionadamente con Esteban a causa de la nueva doctrina, todavía se inflamaba su impetuoso corazón con el celo fanático de la ortodoxia judía, como lo confiesa en la epístola a los Gálatas (Gal_1:14). Pero por el testimonio y por la muerte de Esteban, ¿no brilló en el alma de Saulo un tenue resplandor que fue atizado por la gracia de Cristo hasta convertirse en aquel fuego con el que, como «esclavo de Jesucristo» (Rom_1:1), se enardeció hasta conseguir su propio martirio?

Las últimas palabras del mártir recuerdan las palabras de Jesús moribundo. El que lee la historia de la pasión en el Evangelio de san Lucas, encuentra allí las dos oraciones de Jesús en la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Luk_23:34) y «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Luk_23:46). Estas palabras las hallamos también aquí casi al pie de la letra, aunque con otro orden de sucesión. Y sin embargo, no perdemos de vista la diferencia. Jesús oró a su Padre, el discípulo moribundo se dirige al «Señor Jesús» pidiéndole que reciba su espíritu. En esta plegaria vemos el conocimiento respetuoso que la Iglesia primitiva tiene de la «gloria» del Señor enaltecido, de su misterio divino. Jesús, que enseñó a sus discípulos a orar al Padre, se ha colocado junto al Padre, como aquel a quien se dio «poder en el cielo y en la tierra» (Mat_28:18). Jesús, a quien Esteban vio que estaba a la diestra de Dios, se ha levantado de su trono, para recibir a su fiel testigo.

También es una auténtica frase de Cristo la última oración con que fallece Esteban desgarrado con heridas mortales: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» El perdón, que Jesús ha predicado con tanto ahínco y lo ha practicado en su vida mortal, pertenece a la esencia de la actitud cristiana. El mandamiento fundamental del amor tiene validez en las relaciones de hombre a hombre, no solamente entre hermano y hermana, sino también con respecto a aquel que está enfrente de nosotros como enemigo. Una ilustración conmovedora del más grave de todos los mandamientos de Jesús es esta oración de Esteban agonizante, que se postra en el suelo. En el sermón de la montaña esta plegaria ha encontrado su formulación incomparable. No solamente san Mateo la ha incorporado como suprema perfección de la nueva justicia a la contextura de sus seis antítesis (Mat_5:43 ss). También en la manera como san Lucas ha redactado la predicación de Jesús; esta oración constituye la parte esencial de los versículos que tratan del amor perfecto: «Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian... Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tenéis? Porque también los pecadores aman a quienes los aman... Vosotros, en cambio, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada. Entonces será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo; que él es bueno aun con los desagradecidos y malvados. Sed misericordiosos, como misericordioso es vuestro Padre» (Luk_6:27-36). Bajo estos aspectos la oración de Esteban por sus enemigos no es la señal de una debilidad que se resigna, sino la expresión de una fe vigorosa en la proximidad de Dios, es un fruto excelso del Espíritu Santo, que, por sí solo, puede capacitar al hombre a vencerse a sí mismo por amor. Sólo quien conoce el móvil más íntimo del Hijo de Dios moribundo en la cruz por un mundo pecador, puede percibir la verdadera profundidad de la oración del primer mártir.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Discurso de Esteban, 7:1-53.
1 Díjole el sumo sacerdote: ¿Es como éstos dicen? 2 El contestó: Hermanos y padres, escuchad: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham cuando moraba en Mesopotamia, antes que habitase en Jarán, 3 y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y ve a la tierra que yo te mostraré. 4 Entonces salió del país de los caldeos y habitó en Jarán. De allí, después de la muerte de su padre, se trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora; 5 no le dio en ella heredad, ni aun un pie de tierra, mas le prometió dársela en posesión a él, y a su descendencia después de él, cuando no tenía hijos. 6 Pues le habló Dios: Habitará tu descendencia en tierra extranjera y la esclavizarán y maltratarán por espacio de cuatrocientos años; 7 pero al pueblo a quien han de servir le juzgaré yo, dice Dios, y después de esto saldrán y me adorarán en este lugar. 8 Luego le otorgó el pacto de la circuncisión; y así engendró a Isaac, a quien circuncidó el día octavo, e Isaac a Jacob y Jacob a los doce patriarcas. 9 Pero los patriarcas, por envidia de José, vendieron a éste para Egipto; 10 mas Dios estaba con él y le sacó de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante del Faraón, rey de Egipto, que le constituyó gobernador de Egipto y de toda su casa u Entonces vino el hambre sobre toda la tierra de Egipto y de Cañan, y una gran tribulación, de modo que nuestros padres no encontraban provisiones;12 mas oyendo Jacob que había trigo en Egipto, envió primero a nuestros padres, 13 y a la segunda vez José fue reconocido por sus hermanos y su linaje dado a conocer al Faraón. 14 Envió José a buscar a su padre con toda su familia, en número de setenta y cinco personas; 15 y descendió Jacob a Egipto, donde murieron él y nuestros padres. 16 Fueron trasladados a Siquem y depositados en el sepulcro que Abraham había comprado a precio de plata, de los hijos de Emmor en Siquem. 17 Cuando se iba acercando el tiempo de la promesa hecha por Dios a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, 18 hasta que surgió sobre Egipto otro rey que no había conocido a José. 19 Usando de malas artes contra nuestro linaje, afligió a nuestros padres hasta hacerlos exponer a sus hijos para que no viviesen. 20 En aquel tiempo nació Moisés, hermoso a los ojos de Dios, que fue criado por tres meses en casa de su padre; 21 y que, expuesto, fue recogido por la hija del Faraón, que le hizo criar como hijo suyo. 22 Y fue Moisés instruido en toda la sabiduría de los egipcios y era poderoso en palabras y obras. 23 Así que cumplió los cuarenta años sintió deseos de visitar a sus hermanos, los hijos de Israel; 24 y viendo a uno maltratado, le defendió y le vengó, matando al egipcio que le maltrataba. 25 Creía él que entenderían sus hermanos que Dios les daba por su mano la salud, pero ellos no lo entendieron. 26 Al día siguiente vio a otros dos que estaban riñendo, y procuró reconciliarlos, diciendo: ¿Por qué, siendo hermanos, os maltratáis uno a otro? 27 Pero el que maltrataba a su prójimo le rechazó diciendo: ¿Y quién te ha constituido príncipe y juez sobre nosotros? 28 ¿Acaso pretendes matarme, como mataste ayer al egipcio? 29 Al oír esto huyó Moisés, y moró extranjero en la tierra de Madián, en la que engendró dos hijos. 30 Pasados cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del Sinaí, en la llama de una zarza que ardía. 31 Se maravilló Moisés al advertir la visión, y acercándose para examinarla, le fue dirigida la voz del Señor: 32 Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Estremecióse Moisés y no se atrevía a mirar. 33 El Señor le dijo: Desata el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. 34 He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he oído sus gemidos. Por eso he descendido para librarlos; ven, pues, que te envíe a Egipto. 35 Pues a este Moisés, a quien ellos negaron diciendo: ¿Quién te ha constituido príncipe y juez?, a éste le envió Dios por príncipe y redentor por mano del ángel que se le apareció en la zarza.36 El los sacó, haciendo prodigios y milagros en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por espacio de cuarenta años. 37 Ese es el Moisés que dijo a los hijos de Israel: Dios os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta corno yo. 38 Ese es el que estuvo en medio de la asamblea en el desierto con el ángel, que en el monte de Sinaí le hablaba a él, y con nuestros padres; ése es el que recibió la palabra de vida para entregárosla a vosotros, 39 y a quien no quisieron obedecer nuestros padres, antes le rechazaron y con sus corazones se volvieron a Egipto, 40 diciendo a Arón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque ese Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué ha sido de él. 41 Entonces se hicieron un becerro y ofrecieron sacrificios al ídolo, y se regocijaron con las obras de sus manos. 42 Dios se apartó de ellos y los entregó al culto del ejército celeste, según que está escrito en el libro de los profetas. ¿Acaso me habéis ofrecido víctimas y sacrificios | durante cuarenta años en el desierto, casa de Israel? 43 Antes os trajisteis la tienda de Moloc | y el astro del dios Refán, | las imágenes que os hicisteis para adorarlas. | Por eso yo os transportaré al otro lado de Babilonia. 44 Nuestros padres tuvieron en el desierto la tienda del testimonio, según lo había dispuesto el que ordenó a Moisés que la hiciesen, conforme al modelo que había visto. 45 Esta tienda la recibieron nuestros padres, y la introdujeron cuando con Josué ocuparon la tierra de las gentes, que Dios arrojó delante de nuestros padres; y así hasta los días de David, 46 que halló gracia en la presencia de Dios y pidió hallar habitación para el Dios de Jacob. 47 Pero fue Salomón quien le edificó una casa. 48 Sin embargo, no habita el Altísimo en casas hechas por mano de hombre, según dice el profeta: 49 Mi trono es el cielo, | y la tierra el escabel de mis pies; | ¿qué casa me edificaréis a mí, dice el Señor, | o cuál será el lugar de mi descanso? 50 ¿No es mi mano la que ha hecho todas las cosas? 51 Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros siempre habéis resistido al Espíritu Santo. Como vuestros padres, así también vosotros. 52 ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Dieron muerte a los que anunciaban la venida del Justo, a quien vosotros habéis ahora traicionado y crucificado, vosotros, 53 que recibisteis por ministerio de los ángeles la Ley y no la guardasteis.

Este largo discurso de Esteban, el más extenso de los conservados en el libro de los Hechos, es un recuento sumario de la historia de Israel, particularmente de sus dos primeras épocas, la patriarcal (v.1-ió) y la mosaica (v. 17-43). De los tiempos posteriores apenas se recoge otra cosa que lo relativo a la construcción del templo, para tener ocasión de recalcar precisamente que Dios no habita en casas hechas por mano de hombre (v.44-50). A estas tres fases o partes, en que queda dividida la historia de Israel, sigue la parte de argumentación propiamente dicha, haciendo resaltar que, al igual que sus padres, también ahora los judíos se han mostrado rebeldes a Dios, dando muerte a Jesucristo (v.51-53).
A primera vista extraña un poco la orientación y estructura de este discurso, que parece no tener nada que ver con el caso presenté. Se había acusado a Esteban de proferir palabras contra Dios, contra la Ley y contra el templo (cf. 6:11-13), Y a esto es a lo que debe responder ante el sanedrín (cf. 7:1). Pues bien, todos esperaríamos un discurso de circunstancias, en que fuera respondiendo a esas acusaciones; y, sin embargo, no parece hacer la menor alusión a dichas acusaciones, quedando incluso en penumbra cuál pueda ser el fin concreto a que apunta en su discurso.
La mayoría de los críticos dicen no tratarse de un discurso auténtico de Esteban, sino que es obra del autor de los Hechos, exponiendo ahí, por boca de Esteban, sus puntos de vista teológicos. Sin embargo, no vemos por qué esos puntos de vista, que se suponen de Lucas, no pueden ser ya de Esteban; ni vemos razón para negar que, en lo sustancial, el discurso sea de Esteban. Ciertamente, no se hace la defensa de una manera directa y basándose en razonamientos, como esperaríamos nosotros, sino indirectamente, a base de una exposición de hechos y citas de la Biblia. Era un procedimiento muy en uso entre los doctores judíos, y vemos que es el mismo que usa San Pablo en su discurso de Antioquía de Pisidia (cf. 13:16-41), aunque con la diferencia de que San Pablo pudo terminar el discurso y Esteban hubo de interrumpirlo. En esa exposición de hechos se trasluce ya desde un principio la tesis, con más o menos claridad, pero es sólo al final cuando debe quedar del todo patente. En el caso de Esteban nos falta precisamente ese final, en el que a buen seguro pensaba aludir directamente a las acusaciones; con todo, la tesis se ve ya desde un principio. Se le había acusado de proferir palabras contra Dios, contra Moisés y contra el templo, y probablemente eso es lo que le induce a comenzar con la llamada de Dios a Abraham y seguir con la historia de Moisés y la del templo, hablando de cada uno de los tres puntos con la más profunda reverencia. La consecuencia era clara: sus acusadores no estaban en lo cierto. Pero al mismo tiempo va preparando otra consecuencia: la de que es posible una ley más universal y un templo más espiritual, tal como se presentan en la nueva obra establecida por Jesucristo. A ese fin apunta cuando recuerda a sus oyentes que los beneficios de Dios en favor de Israel son ya anteriores a la Ley de Moisés y que también fuera del templo puede Dios ser adorado (cf. v.2-16.48-49); y cuando insiste en la rebeldía de Israel contra todos los que Dios le ha ido enviando como salvadores (cf. v.g. 25.39.52), al igual que han hecho ahora con Jesucristo (v.52). Estas ideas, verdaderamente revolucionarias para la mentalidad judía de entonces, serán luego más ampliamente desarrolladas por San Pablo (cf. Rom_2:17-29; Rom_4:10-19; Gal_3:16-29; Heb_3:1-6; Heb_3:9, 23-28), que es casi seguro estuvo presente al discurso de Esteban (cf. v.60), y que bien pudo ser de quien recibió la información San Lucas.
Son de notar, en la parte del discurso relativa a Moisés ^.17-43), algunas expresiones que más bien parecen recordarnos a Jesucristo, tales como le negaron o el término redentor (v.35), expresiones que nunca se aplican a Moisés en ningún otro libro de la Biblia.
Ello parece tener su explicación en que Esteban, al narrar los hechos de la vida de Moisés, proyecta sobre él la imagen de Jesucristo, del que Moisés sería tipo o figura. Por eso, le viene muy bien el texto de Deu_18:15, citado en sentido mesiánico, que atribuye al Mesías un papel análogo al de Moisés (v.37). Por lo demás, este texto había sido citado ya también por San Pedro y aplicado a Jesucristo (cf. 3:22).
Otra cosa digna de notar en este discurso de Esteban son las divergencias entre algunas de sus afirmaciones y la narración bíblica correspondiente. Algunas son tan acentuadas, que en los tratados sobre inspiración bíblica, al hablar de la inerrancia, no puede faltar nunca alguna alusión a este discurso de Esteban y a sus, al menos aparentes, inexactitudes históricas. Primeramente, enumeraremos estas inexactitudes, y luego trataremos de dar la explicación.
Quizás la más llamativa sea su afirmación de que Jacob fue sepultado en Siquem en un sepulcro que Abraham había comprado a los hijos de Emmor (v.16). Pues bien, según la narración bíblica, quien fue sepultado en ese lugar no fue Jacob, sino José, y el campo no había sido comprado por Abraham, sino por Jacob (cf. Gen_33:19; Jos_24:32); de Jacob se dice expresamente que fue sepultado en la gruta de Macpela, junto a Hebrón, donde ya lo habían sido también Abraham e Isaac (cf. Gen_49:29-32; Gen_50:13). Otra diferencia es la relativa a la muerte de Teraj, padre de Abraham; según la afirmación de Esteban, Abraham salió de Jarán después de morir su padre (v.4), mientras que, a juzgar por los datos del Génesis, éste debió de vivir todavía bastante tiempo después de partir Abraham para Palestina, pues muere a los doscientos cinco años (Gen_11:32), y cuando Abraham sale para Palestina debía de tener sólo ciento cuarenta y cinco (cf. Gen_11:26; Gen_12:4). Igualmente hay divergencia entre la cifra de cuatrocientos años de estancia en Egipto, señalada por Esteban (v.6), y la de cuatrocientos treinta indicada en el éxodo (Exo_12:40), así como en el número de personas que acompañaban a Jacob cuando bajó a Egipto: setenta y cinco según Esteban (v.14), y setenta según la narración bíblica (cf. Gen_46:27; Exo_1:5). La hay también al decirnos que Dios aparece a Abraham estando todavía en Mesopotamia (v.2), contra lo que expresamente se dice en el Génesis de que la aparición tuvo lugar cuando Abraham estaba ya en Jarán (Gen 11:31-12:4). Añadamos que, según Esteban, es un ángel quien aparece a Moisés y le da la Ley (v.30. 38.53), mientras que en el éxodo es Yahvé mismo quien habla a Moisés (cf. Exo_19:3.9.21; Exo_24:18; Exo_34:34-35). Ni debemos omitir la mención que se hace de Babilonia (v.43) en la cita de un texto de Amos, el cual, sin embargo, no habla de Babilonia, sino de Damasco (cf. Amo_5:27).
La explicación de todas estas divergencias no es cosa fácil. Hay autores que tratan de armonizarlas a todo trance, aunque sus explicaciones, a veces, parecen tener bastante de artificial y apriorístico. Así, por ejemplo, hablan de que, aunque los restos de Jacob fueran depositados en la cueva de Macpela junto a Hebrón, bien pudo ser que, con ocasión del traslado de los restos de José a Siquem, fueran también trasladados allí los de Jacob; y que, además del campo comprado junto a Hebrón, Abraham hubiese comprado anteriormente otro campo junto a Siquem, como parece dar a entender el hecho de que allí edificó un altar al Señor (cf. Gen_12:6-7), lo que supone que tenía en aquel lugar terrenos de su propiedad. En cuanto a la cifra de doscientos cinco años para la muerte de Teraj, nótese que el Pentateuco samaritano dice que Teraj murió de ciento cuarenta y cinco años, en perfecta armonía con lo afirmado por Esteban; y es que en la cuestión de números, el texto hebreo, particularmente en el Pentateuco, ha sufrido muchas alteraciones y no es fácil saber a qué atenernos. Lo mismo se diga del número cuatrocientos treinta para los años de estancia de los israelitas en Egipto, y del número 70 al computar las personas que bajaron a ese país con Jacob; de hecho, en Gen_15:30, se da también el número cuatrocientos como años de estancia en Egipto, que, por lo demás, es número redondo, y, en cuanto al número de los que acompañaban a Jacob, los Setenta ponen 75, igual que Esteban. Menor dificultad ofrecería aún lo de la aparición en Mesopotamia, pues probablemente Abraham recibió órdenes de Dios dos veces (cf. Gen_15:7). Y por lo que respecta a que sea un ángel y no Yahvé quien aparece a Moisés, dicen que tampoco debe urgirse demasiado la divergencia, pues es opinión común de los teólogos, defendida ya por Santo Tomás, que en las apariciones de Dios referidas en el Pentateuco era un ángel el que se aparecía, el cual representaba a Yahvé y hablaba en su nombre. Y, en fin, el poner Babilonia en vez de Damasco no era sino interpretar la profecía a la luz de la historia, como era costumbre entre los rabinos. Por lo demás, el sentido no cambia en nada, pues para ir a Babilonia desde Palestina había que atravesar Siria y el territorio de Damasco 63.
Tal es, a grandes líneas, la explicación que de estas divergencias suelen dar muchos de nuestros comentaristas bíblicos, particularmente los antiguos. No cabe duda que en estas explicaciones hay mucho de verdad, como es lo que se dice referente a alteraciones del texto bíblico en la cuestión de números y a la sustitución de Damasco por Babilonia; pero, a veces, como al querer explicar la compra del campo en Siquem por Abraham, creemos que hay mucho de apriorístico. Todo induce a creer que, en los puntos divergentes, Esteban no depende del texto bíblico, sino de tradiciones judías entonces corrientes, escritas u orales, que circulaban paralelas a las narraciones bíblicas, y que sus mismos oyentes aceptaban prácticamente en calidad de sustitución de la Biblia. Así, por ejemplo, por lo que se refiere a la duración de la estancia de los israelitas en Egipto, parece que circulaban dos corrientes, la de cuatrocientos y la de cuatrocientos treinta años; de hecho, Filón, al igual que Esteban, pone la cifra de cuatrocientos, el libro de los Jubileos la de 430, y Josefo unas veces va con los de cuatrocientos y otras con los de cuatrocientos treinta.
Por lo que se refiere a esa manera de hablar de Esteban, como si no hubiera sido Yahvé mismo, sino un ángel, quien se presentaba a Moisés, quizás mejor que la explicación antes dada, sea preferible explicarlo, atendiendo a que en las tradiciones judías de entonces, a fin de que resaltase la trascendencia divina, no se admitía comunicación directa entre Dios y Moisés, sino sólo a través de los ángeles. Vestigios de esta concepción los tenemos también en otros lugares del Nuevo Testamento (cf. Gal_3:19; Heb_2:2).

Martirio de Esteban,Heb_7:54-60.
54 Al oír estas cosas se llenaron de rabia sus corazones y rechinaban los dientes contra él. 55 El, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús en pie a la diestra de Dios, 56 y dijo: Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie, a la diestra de Dios. 57 Ellos, gritando a grandes voces, tapáronse los oídos y se arrojaron a una sobre él. 58 Sacándole fuera de la ciudad le apedreaban. Los testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo; 59 y mientras le apedreaban, Esteban oraba, diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. 60 Puesto de rodillas, gritó con fuerte voz: Señor, no les imputes este pecado. Y diciendo esto se durmió. Saulo aprobaba su muerte.

Duras eran las acusaciones que Esteban había lanzado contra los judíos en su discurso (cf. v.25.39-43.51), pero quizás ninguna hiriera tanto su sensibilidad como la de que no observaban la Ley (v.53). Eso no lo podían tolerar quienes hacían gala de ser fieles observadores de la misma; por eso, llenos de rabia, interrumpen el discurso (v.54), y Esteban puede hablar ya sólo a intervalos, y esto sin seguir el hilo de su razonamiento (v.56.59-60).
La afirmación de que estaba viendo a Jesucristo en pie 64, a la derecha de Dios (v.56), les acabó de enfurecer, provocando un verdadero tumulto (v.57). Esa afirmación era como decir que Jesús de Nazaret, a quien ellos habían crucificado, participaba de la soberanía divina, lo cual constituía una blasfemia inaudita para los oídos judíos. Si hasta ahora el proceso había seguido una marcha más o menos regular: conducción ante el sanedrín (Heb_6:12), acusación de los testigos (Heb_6:13-14), defensa del acusado (Heb_7:1-53), a partir de este momento la cosa degenera en motín popular. No consta que el Sumo Sacerdote, como presidente del sanedrín, pronunciara sentencia formal de condenación; es probable que no, y que el proceso quedara ahí interrumpido ante la actitud tumultuaria de los asistentes que, sin esperar a más, se arrojan sobre Esteban y, sacándole de la ciudad, le apedrearon (v.57-58). De otra parte, el sanedrín a buen seguro que veía todo eso con buenos ojos, pues con ello evitaba su responsabilidad ante la autoridad romana, que no permitía llevar a cabo la ejecución de una sentencia capital sin su aprobación (cf. Jua_18:31).
Hay autores, sin embargo, que creen que hubo verdadera sentencia condenatoria del sanedrín, aunque sin la normal votación, pues la manifestación tumultuaria de los jueces contra el acusado (v.57) valía más que una votación. De hecho, la lapidación se lleva a cabo, no de modo anormal, sino conforme a las prescripciones de la Ley contra los blasfemos, sacándole de la ciudad (cf. Lev_24:14-16) y comenzando los testigos a arrojar las primeras piedras (cf. Deu_17:6-7). Probablemente esos testigos (v.58) son los mismos que presentaron la acusación contra Esteban en el sanedrín (cf. 6, 13-14) Y ahora, conforme era costumbre, se despojan de sus mantos (v.58) para tener más libertad de movimientos al arrojar las piedras. Incluso se ha querido ver en Saulo, a cuyos pies depositan sus mantos los testigos (v.58) y del que se hace notar expresamente que aprobaba la muerte de Esteban (v.6o), un representante oficial del sanedrín para la ejecución de la sentencia. El mismo Saulo, ya convertido, dirá más tarde ante Agripa que él daba su voto cuando se condenaba a muerte a los cristianos (cf. 26:10). ¿No habrá aquí una alusión a su papel oficial cuando la sentencia y lapidación de Esteban?
Todo esto es posible, pues la narración de Lucas es demasiado concisa. Pero, desde luego, por ninguna parte encontramos indicios, ni en el texto bíblico ni en la tradición, de que Saulo formase parte o tuviese cargo alguno en el sanedrín. En cuanto a la frase daba su voto, aun suponiendo que se refiera a la condena de Esteban, puede entenderse en sentido metafórico, significando simplemente que Saulo era uno de los instigadores de esa persecución contra los cristianos. Y si los testigos depositan sus mantos a los pies de Saulo 65, ello no prueba que éste tuviese en aquel acto una representación oficial, sino que puede ser simplemente porque destacaba ya entre sus coetáneos como enemigo encarnizado de los cristianos (cf. 22:19-20; Gal_1:13-14). Mas, sea lo que fuere de Saulo y de la representación que allí pudiera tener, la narración de
Lucas no excluye que para la lapidación de Esteban hubiera una sentencia formal del sanedrín. En ese caso, surge enseguida la dificultad de cómo se iba a atrever el sanedrín a ejecutar una sentencia de muerte sin haber sido confirmada por el procurador romano. Sería el mismo caso que el de Jesucristo (cf. Mar_14:64; Jua_18:31), y aquí por ninguna parte aparece la intervención del procurador. Quizás la explicación pudiera estar en que se hallase entonces vacante el cargo de procurador, como lo sería, por ejemplo, durante el tiempo comprendido entre la destitución de Pilato, a principios del año 36, y la llegada de su sucesor Marcelo. En efecto, sabemos que en el año 62, durante una vacancia semejante, en el intervalo entre la muerte del procurador Festo y la llegada de su sucesor Albino, el sanedrín ordenó la lapidación de Santiago, obispo de Jerusalén 66.
La muerte de Esteban, encomendando su alma al Señor (v.59) y rogando por sus perseguidores (v.6o), ofrece un sorprendente paralelo con la de Jesucristo en la primera y séptima de sus palabras desde la cruz, conservadas únicamente por San Lucas (cf. Luc_23:34.46). Extraordinaria grandeza de ánimo la de este primer mártir del cristianismo, que, como su Maestro, muere rogando por los que estaban quitándole la vida. Su oración iba a ser eficaz. Hermosamente dice San Agustín: Si Stephanus non orasset, Ecclesia Paulum non haberet 67.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



(i) Misión y proceso (6,8-7,1). 8. lleno de gra(-)cia y de poder: La presentación de este modéli(-)co portador del Espíritu (cf. v. 5), acreditado por sus milagros (2,22.43) y la posesión del ca(-)risma de la predicación persuasiva (v. 10), es un punto en el que la fuente de Lucas irrumpe con una importante información sobre Esteban y su movimiento. La combinación entre el entu(-)siasmo del Espíritu en que vivían y la influencia de las enseñanzas de Jesús explican la dura crí(-)tica contra las instituciones judías que citan aquellos que acusan a Esteban (vv. 11.13). «El factor decisivo es la interpretación, inspirada por el Espíritu, del mensaje de Jesús en el nue(-)vo contexto de lengua griega» (Hengel, Between Jesús 24). 9. Sobre las sinagogas helenistas de Jerusalén (también 24,12), cf. comentario a 6,1. 12-14. A diferencia de las genéricas acusacio(-)nes que los judíos lanzaban contra Pablo (21,21.28), las dirigidas contra Esteban inclu(-)yen puntos específicos que, sin duda, su grupo enseñaba. Lucas, protector de su tesis de la continuidad, califica a sus acusadores de «testi(-)gos falsos», pero lo sustancial del v. 14 (cf. Mc 14,58; Hch 7,48) no tiene por qué ser solamen(-)te el resultado de su configuración con el rela(-)to de la pasión, pues también puede confirmar la recepción del logion sobre el templo por es(-)píritus similares dispuestos a poner en cuestión la centralización del culto judío (cf. 7,48; 17,24; Roloff, Apg. 113; y en contra, G. Schneider, en Les Actes [ed. J. Kremer] 239-40). 15. como el rostro de un ángel: La «transfiguración» de Es(-)teban (cf. Lc 9,29) es un preludio de su visión (7,55-56); su discurso rompe estratégicamente la integridad formal de la secuencia (cf. Ri(-)chard, Acts 6,1-8,4 [? 43 supra] 298-99).

45 (ii) El discurso de Esteban (7,2-53). Las opiniones sobre el más largo y extenso de los discursos de Hechos recorren la gama com(-)pleta desde quienes lo consideran un produc(-)to totalmente tradicional (M. Simón) hasta quienes lo ven como una composición lucana (J. Bihler). La verdad se encontraría, por su(-)puesto, en un punto intermedio. Se trata del primero de los dos discursos (el otro se en(-)cuentra en 13,16-41) que presentan una reca(-)pitulación general de la historia judía, un gé(-)nero cuyos ejemplos abundan en el AT y en el judaismo (cf. Richard, Acts 6,1-8,4 [?43 su(-)pra] 141-45). En particular, encontramos inte(-)resantes analogías de este texto en Jdt 6,6-18; Neh 9,6-31; Sal 105, pero no depende directa(-)mente de ninguno de ellos. El agudo clímax polémico del argumento de Esteban se inspira en un esquema histórico desarrollado por los historiadores deuteronomistas (cf. O. Steck, U. Wilckens), en cuya insistente contraposi(-)ción entre el favor de Dios y la resistencia obstinada de su pueblo (Neh 9,6-31; cf. 2 Re 17,7-18) se encuentra el motivo del rechazo homicida de Israel contra sus profetas (Neh 9,26; Josefo, Ant. 9.13.2 § 265), que resuena en la incendiaria conclusión de Esteban (w. 51-53). M. Dibelius pensaba que la sinopsis histó(-)rica y la conclusión polémica del discurso re(-)presentaban niveles literarios independientes, el primero prelucano y básicamente irrelevan(-)te en el caso de Esteban (vv. 2-34), y el segun(-)do elaborado por Lucas para dirigir la historia hacia la controversia (vv. 35-53; cf. Studies 167-69; de igual modo, Haenchen, Conzelmann, Holtz). Sin embargo, es mucho más probable que el sumario histórico llegase a Lucas ya au(-)mentado con los temas de la predicación peni(-)tencial que se inspiraban en la tradición deuteronómica y su dogma del homicidio de los profetas (Steck, Israel [50 infra] 266; Wilckens, Missionsreden 216-19). Las claves del desarro(-)llo de los niveles del texto se hallan en las dife(-)rentes formas, perfectamente visibles, en que se utiliza el AT (LXX): elaboración narrativa li(-)bre, cita al pie de la letra (vv. 3.5.6-7.27.32.33-34.35.37.40), cita formal (vv. 42-43, 48-50) y elaboración tipológica (vv. 22.25.35.37; cf. Wei(-)ser, Apg. 179-80; no obstante Richard, Acts 6,1-8,4 [? 43 supra] 253). De todas ellas, especial(-)mente la última muestra referencias cruzadas a pasajes semejantes de otras partes del con(-)junto Lc-Hch, y, por tanto, manifiesta clara(-)mente la actividad redaccional de Lucas. Des(-)de esta situación de ventaja, podemos sugerir los siguientes estadios del desarrollo: (1) el su(-)mario histórico se inspira en un modelo utili(-)zado en las sinagogas helenistas; (2) la adición de los reproches penitenciales, concentrados en los w. 39-42a y 51-53, procede de exegetas cristianos prelucanos que trabajaron a partir de una tradición parenética deuteronómica evocada en palabras conocidas de Jesús (Lc 11,47-51; 13,34-35); (3) la tipología de Moisés y el profeta, y quizá las citas formales del AT (w. 42b-43, 48b-50), fueron introducidas por Lucas, conduciendo, así, a la armonización te(-)mática global de su relato. Los intentos por encontrar el argumento de Escritura en la tra(-)dición palestinense, bien samaritana (M. Si(-)món, M. Scharlemann, C. Scobie) o esenia (O. Cullman), han fracasado por la inadecuada va(-)loración de la amplitud de las corrientes de la tradición que se hallan en el discurso (G. Sch(-)neider, en Les Actes [ed. J. Kremer] 225-37).

46 La argumentación de Esteban puede dividirse como sigue: (1) el camino de Dios con Abrahán, vv. 2-8; (2) el camino de Dios con José, w. 9-16; (3) el camino de Dios con Moi(-)sés, vv. 17-43; (4) la morada de Dios entre su pueblo infiel, vv. 44-50; (5) conclusión: Cons(-)tante resistencia de Israel al Espíritu Santo y sus mensajeros, w. 50-53. El informe histórico comienza con la llamada de Abrahán, sigue con la historia de José y Moisés, que vieron crecer la resistencia de Israel al designio divi(-)no hasta un contrapunto sostenido, y conclu(-)ye con la construcción del templo, que se con(-)sidera como el clímax de las infidelidades de las generaciones anteriores. La invectiva de los w. 51-53 desarrolla una mordaz perora(-)ción contra los destinatarios presentes, ilus(-)trando la pertinaz desobediencia de la nación en la violencia ejercida contra todos los profe(-)tas, y mostrando su lógica conclusión en el asesinato del profeta «mosaico» (v. 37), el Me(-)sías, cometido por quienes escuchaban. 2-8. El camino de Dios con Abrahán. La sinopsis bíblica contiene interesantes divergencias con los relatos del Pentateuco y las tradiciones tex(-)tuales del TM y los LXX. Estas incluyen la lo(-)calización de la llamada de Abrahán en «Mesopotamia» (cf. Gn 11,31; 12,1; pero cf. Filón, De Abr. 62), la duración de su emigración a Canaán (cf. Gn 11,26.32; 12,4; pero cf. Filón, De migr. Abr. 177), la palabra «heredad» en el v. 5 (Dt 2,5) y la adaptación de Éx 3,12 según Gn 15,14.16 en el v. 7 («este lugar»), 4. lo trasladó: Con la emigración de Abrahán a Canaán, Dios se convierte en actor, y toda la historia de la promesa cabalgará sólo sobre su acción. Para subrayar esta idea, el v. 5 nos informa que Abrahán no tenía tierra ni descendencia cuan(-)do le fue dada la promesa (cf. Heb 11,8-12). 6-7. La cita de Gn 15,13-14, con palabras de Éx 3,12, crea una profecía sobre los aconteci(-)mientos futuros en el sumario histórico de Es(-)teban (N. Dahl, en StLA 143-44): la historia de José mostrará cómo la descendencia abrahámica se hizo extraña en un país extranjero, donde fue esclavizada y maltratada (vv. 18-19); la historia de Moisés (vv. 20-36) nos contará cómo fueron liberados cuando Dios juzgó a sus opresores; y, finalmente, los vv. 44-47 com(-)pletarán el relato con el culto a Dios en la tie(-)rra prometida, bajo los reinados de David y Salomón. 7. en este lugar: Éx 3,12 dice «esta montaña» (Horeb); cf. Gn 15,16; «y ellos vol(-)verán a aquí». La promesa a Abrahán incluía el culto a Dios en la tierra, pero ésta no se cumpliría con la construcción del templo (w. 47-48), al que parece referirse Lucas en el con(-)texto de su discurso con la expresión «este lu(-)gar» (6,13-14; pero cf. vv. 33.49d; Richard, Acts 6,1-8,4 [? 43 supra] 326).

47 9-16. El camino de Dios con José. Jo(-)sé inició el asentamiento en una tierra que pertenecía a otros (v. 6), una situación que presagiaba la gran diáspora (v. 43d). Sin em(-)bargo, su importancia va más allá de esto, tal como muestra inmediatamente el v. 9: él es el principal centro de atención del contrapunto temático del sumario, pues, al mismo tiempo que era envidiado y fue vendido por sus her(-)manos, «Dios estaba con él» (cf. 10,38). 10. El contraste entre el rescate divino y las extraor(-)dinarias capacidades de José, por una parte, y las «aflicciones» provocadas por los seres hu(-)manos, por otra, evoca el conocido esquema kerigmático (cf. 2,22-24; 10,38-40), como tam(-)bién la circunstancia en la que se encontraba el igualmente capacitado Esteban (6,8-10). 14. setenta y cinco personas: cf. Gn 46,27; Ex 1,5 LXX, diferente del TM (también Dt 10,22). 16. fueron trasladados a Siquenr. Esta tradición procede de una mezcla entre la compra que Abrahán hizo en Hebrón (Gn 23, 17-20; cf. 50,13) y la que Jacob realizó en Siquem (Gn 33,19-19; cf. Jos 24,32). Extrañamente, no existe ningún testimonio samaritano que con(-)firme la tradición del enterramiento en Si(-)quem en lugar de Hebrón (G. Schneider, en Les Actes [ed. J. Kremer] 451).

48 17-43. El camino de Dios con Moisés. En cierto modo, la sección de Moisés es el cen(-)tro y el fulcro del discurso. Los w. 17b-19 reco(-)gen fielmente el contenido de Ex 1,7-10 (LXX); también encontramos resúmenes más libres del texto de los LXX, Éx 2,2-10 (vv. 20-22); Éx 2,11-22 (w. 23-29); y Éx 3,1-10 (vv. 30-34). El comentario de estilo deuteronómico de los w. 39-43 aumenta el lado oscuro de la historia, ya indicado en los w. 27-29.35. La intervención redaccional de Lucas puede verse en la introduc(-)ción (v. 17) y en la elaboración de la importan(-)te tipología Moisés-Cristo (vv. 22.25.35.37; cf. Weiser, Apg. 182.85). 22. poderoso en palabras y obras: La presentación carismática de Moisés prosigue la analogía con Esteban (6,8.10), pero entra en contradicción con Éx 4,10 (!). Estas palabras son una copia casi exacta de Lc 24,19, cuando los caminantes de Emaús describen, por inferencia, al profeta «mosaico» en su mis(-)ma presencia, que no llegan a advertir. 23. la edad de cuarenta años: Los 120 años de vida de Moisés (Dt 34,7) se dividen en períodos de 40 años (vv. 30.36), como símbolo de que era Dios quien dirigía cada una de las fases de su exis(-)tencia (v. 30). 25. no lo comprendieron: El rela(-)to se interrumpe con la reflexión sobre un te(-)ma apreciado por Lucas: comprensión (Lc 24,45) vs. incomprensión (Lc 2,50; 8,10; 18,34; Hch 28,26.27) del mensaje de la salvación. Cf. también 3,17-18; 13,27. 29. Moisés huyó: El contrapunto temático del sumario indica que la huida es provocada por la oposición de sus compatriotas, no por la amenaza del faraón (como Éx 2,15). 32. el Dios de vuestros padres: La variación del singular «padre» (TM, LXX) tiene cierto apoyo en la tradición textual (E. Richard, CBQ 39 [1977] 200-02), y, en todo ca(-)so, es más útil para la coherencia del sumario. 35. ¿Quién podría obviar la conformidad es(-)tructural de esta oración con la afirmación central del kerigma de Hechos (2,36; 3,13-15; 5,30-31)? Notemos el cambio de estilo: «el plá(-)cido desarrollo del relato histórico da paso a la apasionada y retóricamente intensificada acu(-)sación» (Haenchen, Acts 282). 36. prodigios y señales: Se completa el ciclo histórico de estas características de la profecía «mosaica» con la referencia al momento de su comienzo (cf. 2,19.22.43; 6,8). 37. Cf. 3,22-26, donde Dt 18,15 alcanza su completa función discursiva. Se tra(-)ta de una inserción, bien lucana (A. Weiser) o prelucana (G. Schneider), que tiene el objetivo de intensificar la tipología mosaica como pre(-)paración al v. 52. 39-41. no quisieron obedecer(-)le: El pron. relativo hg acentúa el rechazo personal del pueblo desobediente a Moisés, y apósanto, «rechazar», repetición del v. 27, mues(-)tra la continuidad de su resistencia. La expan(-)sión de esta sección sobre el sumario original de estilo deuteronómico desarrolla la analogía entre Moisés y Jesús en cuanto que ambos fue(-)ron rechazados por los israelitas; dirige así la historia que se nos ha contado hasta ahora ha(-)cia el clímax polémico de los w. 51-53 (Sch(-)neider, Apg. 1.464). 42-43. Sobre la «ley del talión» aplicada a la relación entre la idolatría y su castigo, cf. Sab 11,16; también el término paredóken, «entregó», en Rom 1,24-28. La cita de Amos 2,25-27 (LXX) sustituye «Babilonia» por Damasco, anunciando así el cumplimiento final del oráculo de maldición.

49 44-46. Dios quiso, expresamente, mo(-)rar, durante el período del desierto y, después, en Canaán, en la «tienda del testimonio», que se construyó de acuerdo con el «modelo» que le había mostrado a Moisés (Éx 25,9.40). Ésta se mantuvo hasta que David, a quien Dios fa(-)voreció, pidió construir un «lugar» (para Dios) en el que su pueblo pudiera darle culto (Sal 132,5) , según la promesa divina mencionada en el v. 7. 47. pero fue Salomón quien constru(-)yó: El término adversativo de suscita ya el con(-)trapunto: el templo de Salomón no fue el cum(-)plimiento de la promesa hecha a Abrahán o de la oración de David (N. Dahl, en StLA 146). 48. En la conclusión de este sumario de historia antigua, el judaismo de la diáspora hallaba la razón por la que no tenía que regresar a Jeru(-)salén para encontrarse con un Dios que no ha(-)bitaba en santuarios hechos por manos huma(-)nas (Schneider, Apg. 1.467). 49-50. Is 66,1-2 apoya este juicio con la palabra propia de Dios, que concluye la cuestión principal en forma de pregunta retórica (cf. 17,24).
51-53. La polémica peroración de Esteban sigue un tipo «clásico» de parénesis deuteronómica sobre el asesinato de los profetas (Wilckens, Missionsreden 215-16; Steck, Israel [? 50 infra] 265-69): (1) se acusa a todo Israel, tanto a la generación coetánea como a las ge(-)neraciones del pasado, de oponerse obstinada(-)mente a la palabra de Dios; (2) Dios envió constantemente profetas para corregir su pro(-)ceder; (3) ellos rechazaron, persiguieron (y asesinaron) a los profetas; (4) Dios hizo caer sobre ellos su terrible juicio destruyendo los reinos de Israel (2 Re 17,18) y Judá (Neh 9,27). Este último elemento no aparece aquí, pero fue anticipado en el v. 43 (cf. Dillon, From -Eye-Witnesses [?17 supra] 257-60). 52. el Jus(-)to: cf. 3,14; 22,14; Lc 23,47. 53. no la habéis cumplido: En esta tradición se asocia constan(-)temente la generación presente con los peca(-)dos de sus padres (2 Re 17,14; Neh 9,32-35; Lc 11, 50-51; 6,22-23). El asesinato del Mesías cul(-)minaba la permanente desobediencia a la ley (15,10).

50
(iii) El martirio de Esteban (7,54-8,3). La conclusión del protomartirio, reanudando el hilo narrativo de 6,15, nos cuenta el dato del linchamiento, que nosotros suponemos que pertenecía al estrato prelucano (? 44 supra). La mano de Lucas se observa en dos series de complementos: los paralelos del proceso de Je(-)sús ante el sanedrín (w. 55.56.58b) y de las pa(-)labras finales (vv. 59-60), y la notable presen(-)cia de Saulo, a quien se anticipa en su papel de perseguidor (v. 58b; 8,la.3). 55. mirando fija(-)mente al cielo: En continuidad con 6,15, esta afirmación lucana interpreta el semblante an(-)gélico de Esteban como una visión celestial; y al colocarla justamente después del discurso, la visión ratifica lo que previamente se ha di(-)cho: acusación de los que escuchan y la locali(-)zación de la «gloria» de Dios en el cielo, con Cristo resucitado, antes que en el templo he(-)cho por seres humanos (Mussner, «Wohnung Gottes» 286). 56. al Hijo del hombre de pie: No(-)table tanto por la posición «de pie» como por la colocación del dicho del Hijo del hombre en otros labios diferentes de los de Jesús, esta expresión del mártir es probablemente una variación que hace Lucas de Lc 22,69 como elaboración complementaria del v. 55 (así Conzelmann, Schneider, Weiser, Sabbe, Muss(-)ner). «De pie» puede indicar la bienvenida que el Señor da a su mártir en una parusía indivi(-)dual (Barrett), la intercesión por su confesor de acuerdo con Lc 12,8 (Schneider), su sen(-)tencia contra el judaismo recusante (Pesch), o, con menos plausibilidad, una variación «ca(-)rente de sentido» del Resucitado sentado a la derecha de Dios (2,33-35; Mussner, Sabbe). 58. y se pusieron a apedrearlo: La lapidación «fuera de la ciudad» (Lv 24,14; Nm 15,35-36; San. 6,1) pertenece a la tradición sobre el ase(-)sinato de los profetas que Lucas había recibi(-)do (cf. Lc 4,29; 13,34; 20,15). Difícilmente se habrían citado a unos «testigos» para llevar a cabo un linchamiento, por lo que este dato po(-)ne de manifiesto la intervención redaccional de Lucas en el v. 58b para presentar al joven «Saulo» (llamado 15 veces con este nombre en 7,58-13,9). Es dudoso que el nexo EstebanSaulo provenga de la tradición prelucana (no obstante Burchard, Der Dreizehnte Zeuge 28-30); deberíamos más bien atribuirlo a la ex(-)quisita disposición literaria que hace aparecer por primera vez al gran misionero de los gen(-)tiles justo cuando comienza el movimiento misionero fuera de Jerusalén. Cf. la posterior conexión de los dos «testigos» en 22,15-20. 8,1. todos se dispersaron: Tras esta esquemáti(-)ca presentación lucana se encuentra la perse(-)cución que condujo a los cristianos helenistas a partir de Jerusalén y adentrarse en los pri(-)meros caminos de la misión a los gentiles (cf. 11,19-20; Hengel, Acts 73-75). La mención de las regiones de «Judea y Samaría» pone de manifiesto cómo esta vuelta de los aconteci(-)mientos cumplía la orden del Señor resucita(-)do en 1,8. El lector de Lucas sabe muy bien por qué «los apóstoles» no se encontraban en(-)tre los dispersados (cf. comentario sobre 1,4); sin duda, tampoco se incluiría el autóctono contingente «hebreo». 3. Saulo se ensañaba contra la Iglesia: cf. 9,21; Gál 1,13.23. ¿Signifi(-)ca que tomaba parte en la extinción de la Igle(-)sia de los helenistas en Jerusalén (Hengel, Acts 74)? ¿Qué podemos decir sobre Gál 1,22?

(Barrett, C. K., «Stephen and the Son of Man», Apophoreta [Fest. E. Haenchen, ed. W. Eltester y F. H. Kettler, BZNW 30, Berlín 1964] 32-38. Bihler, J,, Die Stephanusgeschichte [? 43 supra], Burchard, C., Dre Dreizehnte Zeuge [FRLANT 103, Gotinga 1970] 26-31.40-42. Dahl, N. A., en StLA 139-58. Grasser, E,, TRu 42 [1977] 35-42. Holtz, Untersuchungen 85-127. Kilgallen, J., The Stephen Speech [AnBib 67, Roma 1976]. Kliesch, K., Das heilgeschichtliche Credo in den Reden der Apostelgeschichte [Bonn 1975] 5-38.110-25. Mussner, F., «Wohnung Gottes und Menschensohn nach der Stephanusperikope», Jesús und der Menschensohn [Fest. A. Vógtle, ed. R. Pesch et. al., Friburgo 1975] 283-99. Pesch, R., Die Vision des Stephanus [SBS 12, Stuttgart 1966). Richard, Acts 6,1-8,4 [? 43 supra]; «Acts 7», CBQ 39 [1977] 190-208. Sabbe, M., en Les Actes [ed. J. Kremer] 241-79. Scharlemann, M., Stephen, A Singular Saint [An(-)Bib 34, Roma 1968], Scobie, C., «The Use of Source Material in the Speeches of Acts III and Acts VII», NTS 25 [1978-79] 399-421. Steck, O., Israel und das gewaltsame Geschick der Propheten [WMANT 23, Neukirchen 1967], Stemberger, G., «Die Stephanus-rede». Jesús in der Verkündigung der Kirche [ed. A. Fuchs, SNTU A/l, Linz 1976] 154-74. Wilckens, Mis(-)sionsreden 200-24.)

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VII.

1 Steuen permitted to answere to the accusation of blasphemie, 2 Sheweth that Abraham worshipped God rightly, and how God chose the Fathers 20 before Moses was borne, and before the Tabernacle and Temple were built: 37 that Moses himselfe witnessed of Christ: 44 and that all outward Ceremonies were ordeined according to the heauenly paterne, to last but for a time: 51 reprehending their rebellion, and murthering of Christ, the Iust One, whome the Prophets foretold should come into the world. 54 Whereupon they stone him to death, who commendeth his soule to Iesus, and humbly prayeth for them.
1 Then said the high Priest, Are these things so?
2 And hee said, Men, brethren, and fathers, hearken: The God of glory appeared vnto our father Abraham, when he was in Mesopotamia, before he dwelt in Charran,
3 And said vnto him, [ Gen_12:1.] Get thee out of thy countrey, and from thy kinred, and come into the land which I shall shew thee.
4 Then came he out of the land of the Chaldeans, and dwelt in Charran: and from thence, when his father was dead, he remoued him into this lande wherein ye now dwell.
5 And he gaue him none inheritance in it, no not so much as to set his foote on: yet he promised that he would giue it to him for a possession, and to his seed after him, when as yet he had no child.
6 And God spake on this wise, that his seede should soiourne in a strange land, and that they should bring them into bondage, and intreate them euill foure hundreth yeeres.
7 And the nation to whom they shal bee in bondage, will I iudge, saide

[Steuen repeateth the historie of Israel, reproueth them, and is stoned to death.]

God: And after that shall they come forth, and serue me in this place.
8 [ Gen_17:9 .] And he gaue him the couenant of Circumcision: [ Gen_21:3 .] and so Abraham begate Isaac, and circumcised him the eight day: [ Gen_25:26 .] and Isaac begate Iacob, [ Gen_29:31 .] and Iacob begate the twelue Patriarchs.
9 [ Gen_37:28 .] And the Patriarchs moued with enuie, sold Ioseph into Egypt: but God was with him,
10 And deliuered him out of all his afflictions, [ Gen_41:37 .] and gaue him fauour and wisedome in the sight of Pharao king of Egypt: and he made him gouernour ouer Egypt and all his house.
11 Now there came a dearth ouer all the land of Egypt, and Chanaan, and great affliction, and our fathers found no sustenance.
12 [ Gen_42:1 .] But when Iacob heard that there was corne in Egypt, he sent out our fathers first.
13 [ Gen_45:4 .] And at the second time Ioseph was made knowen to his brethren, and Iosephs kinred was made knowen vnto Pharao.
14 Then sent Ioseph, and called his father Iacob to him, and all his kinred, threescore and fifteeene soules.
15 [ Gen_46:5 .] So Iacob went downe into Egypt, [ Gen_49:33 .] and died, he and our fathers,
16 And were caried ouer into Sichem, and laid in the sepulchre that Abraham bought for a summe of money of the sonnes of Emor the father of Sichem.
17 But when the time of the promise drew nigh, which God had sworne to Abraham, the people grew and multiplied in Egypt,
18 Till another king arose, which knew not Ioseph.
19 The same dealt subtilly with our kinred, and euill intreated our fathers, so that they cast out their yong children, to the end they might not liue.
20 [ Exo_2:2 .] In which time Moses was borne, and [ Heb_11:23 .] was [ Or, faire to God.] exceeding faire, and nourished vp in his fathers house three moneths:
21 And when he was cast out, Pharaohs daughter tooke him vp, and nourished him for her owne sonne.
22 And Moses was learned in all the wisedome of the Egyptians, and was mightie in words and in deeds.
23 And when he was full forty yeres old, it came into his heart to visit his brethren the children of Israel.
24 [ Exo_2:11 .] And seeing one of them suffer

[Steuen repeateth the historie of Israel, reproueth them, and is stoned to death.]

wrong, he defended him, and auenged him that was oppressed, and smote the Egyptian:
25 For he supposed his brethren would haue vnderstood, how that God by his hand would deliuer them, but they vnderstood not.
26 [ Exo_2:13 .] And the next day he shewed himselfe vnto them as they stroue, and would haue set them at one againe, saying, Sirs, ye are brethren, Why doe yee wrong one to another?
27 But hee that did his neighbour wrong, thrust him away, saying, Who made thee a ruler and a Iudge ouer vs?
28 Wilt thou kill me, as thou diddest the Egyptian yesterday?
29 Then fled Moses at this saying, and was a stranger in the land of Madian, where he begate two sonnes.
30 [ Exo_3:2 .] And when fourtie yeeres were expired, there appeared to him in the wildernes of mount Sina, an Angel of the Lord in a flame of fire in a bush.
31 When Moses saw it, he wondred at the sight: and as he drew neere to behold it, the voyce of the Lord came vnto him,
32 Saying, I am the God of thy fathers, the God of Abraham, and the God of Isaac, and the God of Iacob. Then Moses trembled, and durst not behold.
33 Then said the Lord to him, Put off thy shooes from thy feet: for the place where thou standest, is holy ground.
34 I haue seene, I haue seene the affliction of my people which is in Egypt, and I haue heard their groning, & am come downe to deliuer them: And now come, I will send thee into Egypt.
35 This Moses whom they refused, saying, Who made thee a ruler and a Iudge? the same did God send to bee a ruler and a deliuerer, by the handes of the Angel which appeared to him in the bush.
36 [ Exo_7:9 .] He brought them out, after that he had shewed wonders and signes in the land of Egypt, and in the red Sea, [ Exo_16:1 .] and in the wildernesse fortie yeeres.
37 This is that Moses which said vnto the children of Israel, [ Deu_18:15 .] A Prophet shall the Lord your God raise vp vnto you of your brethren, [ Or, as my selfe.] like vnto mee: him shall ye heare.
38 [ Exo_19:3 .] This is he that was in ye Church in the wildernesse with the Angel, which spake to him in the mount Sina,

[Steuen repeateth the historie of Israel, reproueth them, and is stoned to death.]

and with our fathers: who receiued the liuely oracles, to giue vnto vs.
39 To whom our fathers would not obey, but thrust him from them, and in their hearts turned backe againe into Egypt,
40 [ Exo_32:1 .] Saying vnto Aaron, Make vs gods to goe before vs. For as for this Moses, which brought vs out of the land of Egypt, we wote not what is become of him.
41 And they made a calfe in those dayes, and offered sacrifice vnto the idole, and reioyced in the workes of their owne hands.
42 Then God turned, and gaue them vp to worship the hoste of heauen, [ Amo_5:25 .] as it is written in the booke of the Prophets, O ye house of Israel, haue ye offered to me slaine beasts, and sacrifices, by the space of fourty yeeres in the wildernesse?
43 Yea, ye tooke vp the Tabernacle of Moloch, and the starre of your God Remphan, figures which ye made, to worship them: and I will carie you away beyond Babylon.
44 Our fathers had the Tabernacle of witnesse in the wildernesse, as hee had appointed, speaking vnto Moses, [ Exo_25:40 .] that he should make it according to the fashion that he had seene.
45 Which also our fathers that came after, brought in with Iesus into the possession of the Gentiles, whom God draue out before the face of our fathers, vnto the dayes of Dauid,
46 Who found fauour before God, and desired to find a Tabernacle for the God of Iacob.
47 [ 1Ch_17:12 .] But Solomon built him an house.
48 [ Act_17:24 .] Howbeit the most high dwelleth not in temples made with hands, as saith the Prophet,
49 Heauen is my throne, and earth is my footestoole: What house will ye build me, saith the Lord? Or what is the place of my rest?
50 Hath not my hand made all these things?
51 Ye stifnecked and vncircumcised in heart, and eares, ye doe alwayes resist the holy Ghost? as your fathers did, so doe ye.
52 Which of the Prophets haue not your fathers persecuted? And they haue slaine them which shewed before of the comming of the Iust one, of

[Steuen repeateth the historie of Israel, reproueth them, and is stoned to death.]

whom ye haue bene now the betrayers and murderers:
53 Who haue receiued the Lawe by the disposition of Angels, and haue not kept it.
54 When they heard these things, they were cut to the heart, and they gnashed on him with their teeth.
55 But hee being full of the holy Ghost, looked vp stedfastly into heauen, and saw the glory of God, and Iesus standing on the right hand of God,
56 And said, Behold, I see the heauens opened, and the Sonne of man standing on the right hand of God.
57 Then they cried out with a loud voice, and stopped their eares, and ran vpon him with one accord,
58 And cast him out of the citie, and stoned him: and the witnesses layd downe their clothes at a yong mans feete, whose name was Saul.
59 And they stoned Steuen, calling vpon God, and saying, Lord Iesus receiue my spirit.
60 And he kneeled downe, and cried with a loud voice, Lord lay not this sinne to their charge. And when he had said this, he fell asleepe.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



3. Gen_12:1.

5. Gen_15:2.

6-7. Gen_15:13-14; Exo_3:12.

8. Gen_21:4.

9. Gen_37:11, Gen_37:28.

10. Gen_41:40-41.

11. Gen_41:54-55.

12. Gen_42:2.

13. Gen_45:1.

14. Gen_46:27.

15. Gen_46:6; Gen_49:33.

16. Gen_50:13; Jos_24:32.

17-19. Exo_1:7-8, Exo_1:10-11.

20. Exo_2:2.

21. Exo_2:5, Exo_2:10.

23-24. Exo_2:11-12.

27-29. Exo_2:13-15.

30-34. Exo_3:1-10.

35-36. Exo_2:14; Exo_7:3.

37. Deu_18:15.

39-41. Exo_32:1, Exo_32:23.

42-43. Amo_5:25-27 (texto griego).

44. Exo_25:40.

46. Sal_132:5.

47. 1Re_6:2.

49-50. Isa_66:1-2.

52. El "Justo" es Cristo. Ver 3. 14; 22. 14.

53. Según una tradición rabínica, la Ley fue promulgada por medio de los ángeles. Ver Gal_3:19; Heb_2:2.

58. "Saulo" es el nombre hebreo de Pablo, el Apóstol de los paganos. Ver 13. 9.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Discurso de Esteban. Esteban es llevado al Gran Consejo. La acusación es gravísima: «Lo hemos oído afirmar que Jesús el Nazareno destruirá este lugar -el templo- y cambiará las costumbres que nos dio Moisés» (6,14). La respuesta de Esteban es de momento un rostro angélico y radiante, como el de Moisés después de hablar con Dios (cfr. Éxo_34:29-35). Cuando el Sumo sacerdote lo interpela, Esteban responde con un discurso. Se trata del discurso más extenso y elaborado que encontramos en el libro de los Hechos. Esteban no responde directamente a los cargos en su contra, sino que se lanza a una interpretación crítica de la «Historia Sagrada de Israel». Comenzando por la Alianza de Dios con Abrahán, cuyo signo es la circuncisión, recorre la historia de los Patriarcas hasta llegar a la figura central de su exposición, Moisés, escogido y enviado por Dios como «liberador». Moisés da a los Israelitas leyes, «palabras de vida» que ellos no cumplen. Les anuncia también profetas, sucesores suyos, que ellos mataron. Moisés también les enseña el culto auténtico, ellos se fabrican un ídolo y lo adoran. Les da una tienda copiada del modelo divino, ellos la llenaron de divinidades extranjeras. Cielo y tierra son el trono de Dios, ellos se empeñan en confinarlo en un templo.
Recorriendo, pues, una historia de persecuciones contra los enviados de Dios, Esteban llega al punto culminante, al Justo anunciado, «al que ahora han entregado y asesinado» (52). El orador se vuelve contra sus acusadores y sus palabras proféticas son durísimas. Les llama tercos, incircuncisos de corazón, resistentes al Espíritu, iguales que sus padres. No menciona de momento la resurrección y exaltación del Justo. Lo difiere para un final de gran efecto: la exaltación de Jesús no será la última pieza de un relato, sino algo que Esteban contempla y atestigua: «Estoy viendo el cielo abierto y al Hijo del Hombre en pie a la derecha de Dios» (56).
¿Cómo tenemos que leer los cristianos de hoy este discurso durísimo de Esteban? ¿Tenemos entre las manos el primer discurso antijudío en boca de este primer cristiano masacrado por motivos religiosos? Nada más lejos de la realidad y de lo que Lucas quiere trasmitirnos. Al narrar la persecución y el consiguiente discurso de Esteban, Lucas tiene presente, con toda probabilidad, lo que estaba ocurriendo en su tiempo, es decir, 45 ó 50 años después del martirio de Esteban. Los judíos perseguían a los cristianos de ciudad en ciudad. Habían reprobado oficialmente al cristianismo. Rechazaban la predicación del Evangelio que les ofrecía Pablo. Los cristianos eran, pues, víctimas de la intransigencia y fanatismo judío. Pero ésta es sólo una parte de la historia. Nosotros podríamos añadir que la persecución religiosa no ha sido unilateral. Los perseguidos cristianos se convirtieron, con el correr de nuestra conflictiva historia, en perseguidores de los judíos. Discriminaron, expulsaron y persiguieron a los judíos a lo largo de casi dos mil años, hasta culminar en la gran persecución del Holocausto, en la Segunda Guerra Mundial, donde fueron masacrados casi seis millones de judíos inocentes a manos de los Nazis, la mayoría de ellos cristianos.
Éste es el contexto en el que debemos leer, hoy, el discurso que Lucas pone en boca de Esteban y que responde tanto a la persecución perpetrada por los judíos de su tiempo contra los cristianos como la perpetrada, después, por los cristianos contra los judíos. La respuesta evangélica que nos da Lucas por boca de Esteban es válida, por tanto, para unos y para otros: los judíos perseguidores y los miembros del tribunal que le estaban juzgando, no son «verdaderos judíos». Son infieles a la verdadera tradición de Israel. Son los sucesores de los que ya persiguieron a los Patriarcas y Profetas. Indirectamente, las palabras de Esteban son también palabras de condena para los perseguidores cristianos: los que mataron, persiguieron y discriminaron, los que callaron y no denunciaron son desenmascarados por Esteban como lo que fueron y son: cristianos infieles al Evangelio, traidores a la causa de Jesús. Lucas quiere enseñarnos a través del discurso de Esteban que «del verdadero Israel y del verdadero cristianismo» no pueden salir perseguidores, discriminadores y asesinos.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 7.2-4 Gn 11.31--12.5.

[2] 7.5 Gn 12.7; 13.15; 15.18; 17.8.

[3] 7.6 Cuatrocientos años: según Gn 15.13; Ex 12.40 habla de 430 años.

[4] 7.6-7 Gn 15.13-14.

[5] 7.8 Gn 17.10-14.

[6] 7.8 Gn 21.3-4.

[7] 7.9 Gn 37.11,28.

[8] 7.9 Gn 39.2-3,21.

[9] 7.10 Gn 41.37-41.

[10] 7.11 Gn 41.54-57.

[11] 7.12 Gn 42.1-3.

[12] 7.13 Gn 45.1-16.

[13] 7.14 Setenta y cinco: Así, según la versión griega (LXX) de Gn 46.27 y Ex 1.5; el texto hebreo de estos pasajes dice setenta.

[14] 7.14 Gn 45.9--47.12.

[15] 7.15 Gn 49.33.

[16] 7.16 Gn 49.29-32; 50.7-13.

[17] 7.17-18 Ex 1.7-9.

[18] 7.19 Ex 1.10-11,22.

[19] 7.20-21 Ex 2.1-10.

[20] 7.23-29 Ex 2.11-15; 18.3-4.

[21] 7.30-34 Ex 3.1-10.

[22] 7.36 Ex 7.3.

[23] 7.36 Ex 14.21.

[24] 7.36 Nm 14.32-33.

[25] 7.38 Ex 19.1--20.17; Dt 5.1-21.

[26] 7.39 Nm 14.3-4.

[27] 7.40-41 Ex 32.1-6.

[28] 7.42 Cf. Jer 8.2; 19.13.

[29] 7.42-43 El libro de los profetas: es decir, los doce profetas llamados Menores. Cf. Am 5.25-27 (gr.).

[30] 7.43 Moloc: dios de los amonitas.

[31] 7.43 Refán: dios egipcio correspondiente al planeta Saturno.

[32] 7.44 Ex 25.9,40.

[33] 7.45 Jos 3.14-17.

[34] 7.46 2 S 7.1-16; 1 Cr 17.1-14.

[35] 7.47 1 R 6.1-38; 2 Cr 3.1-14.

[36] 7.49-50 Is 66.1-2.

[37] 7.53 Gl 3.19; Heb 2.2.

[38] 7.55 Hch 6.5.

[39] 7.58 Saulo: Véase 13.9 n.

[40] 7.60 Cf. Lc 23.34.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

6 Permanecer fiel a Cristo significa ser fiel a su Persona y a su doctrina, a lo que Cristo enseñó.

El v. 2 alude a episodios de la vida de Abrahán y Sara (cfr Gn 17), Lot (cfr Gn 19), Manóaj (cfr Jc 13,3-22) o Tobías (cfr Tb 12,1-20), que pensando que acogían a simples viajeros hospedaron a ángeles.

El autor sagrado recurre a unas palabras de Moisés (cfr Dt 31,6), ratificadas por el Salmo 118,6, para recordar que es Dios mismo quien ha dicho al hombre que no le dejará ni le abandonará. «Pon en Dios tu confianza y sea Él el objeto de tu veneración y de tu amor. Él responderá por ti y todo lo hará bien, como mejor convenga. (Tomás de Kempis, Imit. Crist.

2,1,2-3).


Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_2:14

NOTAS

7:27 Dios, resucitando a Jesús, le ha constituido «jefe», ver Hch_5:31, y «juez», ver Hch_10:42; Hch_17:31.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_2:14

NOTAS

7:27 Dios, resucitando a Jesús, le ha constituido «jefe», ver Hch_5:31, y «juez», ver Hch_10:42; Hch_17:31.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Se detiene Esteban especialmente en la historia de Moisés, tipo de Cristo Salvador y Redentor y profeta suyo, por haber sido repudiado por los israelitas antes (Hch_7:25-35) y después (Hch_7:39-40) de ser enviado por Dios a libertar a Israel.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*6-7 Capítulos dedicados a los judeocristianos helenistas, un grupo oriundo de la diáspora, misionero y simpatizante del mundo de los gentiles. Serán ellos los que comiencen la evangelización de estos últimos.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

¿Quién...Éxo 2:14.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Éxo 2:14

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I ἀδικῶν I] que cometía la injusticia.

Torres Amat (1825)



[42] Am 5, 25.

[44] Ex 25, 40.

[45] Jos 3, 14; Hebr 8, 9.

[47] Sal 132 (131), 5.

[49] 1 Cro 17, 12-24; Is 66, 1.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

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