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Así, nadie puede decir que habéis sido bautizados en mi nombre. (I Corintios 1, 15) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 1

Introducción

LA IGLESIA EN FORMACIÓN EN EL VéRTICE DE DOS CULTURAS

Para un ámbito no pequeño de la actual investigación neotestamentaria la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios ha pasado a ser un punto clave. El hecho de que este documento pueda fecharse históricamente con más exactitud que ningún otro escrito del Nuevo Testamento contribuye a que el rico material de esta carta proyecte luz, a partir de este punto bien establecido, sobre la evolución teológica de los primeros y decisivos decenios de la Iglesia, anteriores o posteriores a la redacción de la carta.

Escrita en el año 55/56, en el momento álgido de la actividad misionera de Pablo, después de haber conseguido el Apóstol irrumpir en Europa y en la ecumene marcada por el espíritu griego, aquella comunidad llena de vitalidad, también agitada y turbulenta, le enfrentaba con problemas muy concretos de la vida práctica. Es aquí, también, donde tiene lugar el fundamental encuentro entre el mensaje cristiano y aquellos valores espirituales de los que más tarde -y precisamente en virtud de este mismo encuentro- habría de surgir el futuro Occidente. Sólo Pablo, dotado de la cultura griega helenística de aquel tiempo, contaba con los elementos necesarios para hacer viable este encuentro y para apreciar en su justo valor las aportaciones y los límites del espíritu griego a la luz de la revelación, introduciendo en la Iglesia sus razonables pretensiones, pero afrontando también, al mismO tiempo, un contrapeso frente a sus riesgos.

Entraba dentro de los métodos misionales del Apóstol de las gentes elegir las grandes ciudades y utilizarlas como hogar natural del fuego que venía a encender. Corinto, primer centro misional importante en suelo europeo, era un punto de enlace, gracias a su situación excepcional, entre Oriente y Occidente. La lengua de tierra que une el continente griego y el Peloponeso es allí tan angosta que ya en la antigüedad los barcos hacían la travesía desde el mar Egeo en el Este hasta el itálico mar Jónico en el Oeste -y a la inversa- sobre tierra firme, mediante un sistema de arrastre a base de cables y poleas. Y así, aquella metrópoli, que atravesaba un nuevo período de esplendor, se convirtió no sólo en gigantesco mercado donde se intercambiaban innumerables mercancías materiales, sino también en punto de confluencia de todas las corrientes del espíritu. Allí estaba la residencia del gobernador romano de la provincia de Acaya, la sede de la administración y el emplazamiento de la guarnición militar.

Los habitantes gozaban de mala fama. Pero esto no fue obstáculo para que Pablo echara allí las redes del Evangelio; la abundante pesca le animó a permanecer en la ciudad casi dos años, lapso de tiempo sólo superado por el de su estancia en éfeso, desde donde escribió esta carta. Las dos cartas a los Corintios que han llegado hasta nosotros dan cumplido testimonio de cuán íntimamente vinculado se sentía el Apóstol con aquella comunidad por él fundada. Y añádase que probablemente estas dos cartas no representan todo el intercambio epistolar que sostuvo con aquella Iglesia.

Debemos situar esta estancia de casi un bienio en Corinto en los años 51-53. Así pues, ninguno de los pertenecientes a la joven comunidad llevaba más de cinco años en el cristianismo y la mayoría eran aún más recientes. Este hecho y el ambiente sumamente agitado de la gran urbe, fácil de imaginar, nos permiten comprender los numerosos extravíos que el Apóstol debía reprender y reprimir; pero también el celo, digno de admiración, acorde con aquellos dones tan extraordinarios de la gracia. Dado que el Apóstol aborda punto por punto las circunstancias adversas que se le han comunicado (Cor 1-6) y que responde a la lista de preguntas que se le han dirigido (Cor 7-15), esta pieza de la Escritura ha traído hasta nosotros la imagen más original, más directa y más viva de una primitiva comunidad cristiana. Pero aun teniendo sumo interés este claroscuro sobre detalles concretos de la vida de una primitiva comunidad cristiana, es más importante todavía ver cómo en tales circunstancias, a través de ellas y superándolas, el Apóstol ha estructurado las más decisivas verdades y las más hondas exigencias del cristianismo. No es nada extraño que esta carta contenga una elevada dosis crítica y polémica. Cierto que se va comprobando con creciente seguridad que no existe ni un solo escrito del NT que no sea, a su manera, crítico y polémico, pero esta carta a los Corintios nos ayuda a ver con mejor luz, y desde diversas perspectivas, las azarosas circunstancias de la nueva Iglesia, porque muestra con mayor claridad, con detalles más concretos y, por así decirlo, de manera más palpable que los demás escritos, los hechos, las tendencias y las tensiones con que el Apóstol tuvo que contar y enfrentarse y que le dieron ocasión para exponer una y otra vez, con libertad de espíritu, las líneas auténticas y decisivas de la buena nueva.

Asistimos como testigos al proceso de formación del dogma de la Iglesia apostólica, propuesto con insistencia como columna vertebral de la fe, Pero podemos también llevar a cabo una multiforme reelaboración y valoración teológica y pastoral de los datos de la fe. Contemplamos la vida de una comunidad enriquecida con carismas, pero advertimos también la fuerza ordenadora del ministerio apostólico. Se comprueba y se reconoce el valor de la ciencia y la cultura, que tan importante cometido habían de desempeñar en el proceso evolutivo de la civilización occidental y, en definitiva, también de la mundial; pero es preciso admitir que su brillo palidece ante la comunicación que Dios hace de sí mismo y que son superadas por aquellas tres realidades en las que se lleva a cabo, por parte del hombre, la aceptación de esta comunicación divina: la fe, la esperanza y la caridad. Con estas tres divinas virtudes puede comprenderse el contenido esencial de la doctrina de Jesús; desde ellas puede abrirse camino una y otra vez la fuerza salvífica del Evangelio para todas las culturas. Pero es aquí, en nuestra carta, donde se reconocen y se cohesionan desde esta perspectiva y donde se graban para siempre en la memoria de la Iglesia. En esta carta se acuña la fórmula de todas las posibles aperturas del cristianismo al mundo. Pero mencionando al mismo tiempo su contrapeso, o mejor, indicando el fundamento sobre el que se apoya todo riesgo y osadía «todo es vuestro, y vosotros sois de Cristo» (3,22s).

ENCABEZAMIENTO 1,1-9

1. SALUTACIÓN (1Co/01/01-03).

El género epistolar antiguo incluía tres elementos al comienzo de una carta: destinatario, dirección y saludo. Pablo no tenía ninguna razón para prescindir de ellos, aun cuando su carta no estaba pensada como escrito privado, sino como carta pastoral, es decir, como un escrito dirigido a una comunidad, con poder y responsabilidad emanados de Dios. Estos dos factores originan un estilo sumamente peculiar en que se percibe tanto el elemento acusadamente personal como el emanado del oficio ministerial. Habrían bastado tres palabras: «Pablo saluda a los corintios.» Pero ¡en qué se ha convertido este esquema bajo el impulso del nuevo espíritu -del Espíritu Santo-, qué gran riqueza se acumula y se revela en cada uno de estos tres miembros!

1 Pablo, apóstol por llamamiento de Cristo Jesús, por voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, 2 a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús y pueblo santo por llamamiento, junto con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: 3 gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Las palabras que el Apóstol añade a su nombre recuerdan de entrada y con vigor que él no es para los cristianos un cualquiera. En el calificativo de apóstol -que, a fuerza de repetirlo, ha perdido para nosotros su honda significación-, debemos percibir el sentido primario de un enviado dotado de autoridad. Y no se debe considerar aquí tan sólo el aspecto jurídico de poder o potestad, sino que, de acuerdo con un principio válido en tiempo de Jesús, el enviado por alguien es igual que quien le envía. Pablo reafirma aún más el carácter ministerial con dos adiciones: ha sido llamado por voluntad de Dios. Alude aquí, sin duda, a los acontecimientos de Damasco, pero de tal forma que, a través de Cristo, que se le hizo visible en aquella ocasión, se reconoce al mismo Dios, de quien procede en definitiva la llamada. Así es como entiende Pablo a Cristo: aquel que se le apareció en forma visible es el Dios invisible, tal como lo dice el mismo Cristo en el Evangelio de Juan: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Joh_14:6).

Junto a su nombre, Pablo menciona al hermano Sóstenes. Mencionar a un coapóstol o a un colaborador responde no sólo a una costumbre de sus cartas, sino a la norma de la Iglesia primitiva de enviar los misioneros de dos en dos (p. ej. Bernabé y Pablo, Act_13:2). Podría invocarse en favor de este hecho el mandato misional de Jesús (Luk_10:1). Los destinatarios son los llamados brevemente corintios. Pero en labios del Apóstol la fórmula es mucho más plena y honorífica: «a la Iglesia de Dios que está en Corinto». Indudablemente en Corinto se conocía ya desde antes la palabra ekklesia (Iglesia); en todas las democracias griegas se designaba con este nombre la reunión de los ciudadanos que tenían voz y voto en la ciudad. Pero al dirigirse Pablo a esta reunión, a esta comunidad, como «ekklesia de Dios» hace saber que se reúnen y han sido convocados en nombre de Dios. Aquí, pues, se toma en su sentido propio el significado del «llamamiento» que se cita a continuación. De este Dios que llama en su intimidad proviene asimismo la santidad, sobre la que Pablo volverá a insistir más adelante. Para aquel que sabe oír, todo esto está ya contenido en la construcción en genitivo Iglesia de Dios. Aquel cuyos oídos se han sensibilizado y ejercitado en la lectura del AT percibe aquí una expresión ya acuñada para designar la comunidad del pueblo de Dios reunida para el culto sagrado. Si Pablo escribe en estos término a Corinto, afirma implícitamente que Dios se prepara ahora en todas las partes de la tierra un pueblo elegido al que se extienden los antiguos privilegios del pueblo de Dios. Se extienden, sí, porque sigue habiendo una sola comunidad santa de Dios, aun cuando nunca puedan reunirse todos sus miembros en un mismo lugar, porque habitarán muy pronto en todos los rincones del orbe, como Iglesia católica.

Esta relación entre una comunidad local y la Iglesia, que es única en razón de su misma esencia, se expresa con suma exactitud en la fórmula: la Iglesia de Dios que está en Corinto. Recientemente el concilio Vaticano II ha vuelto a poner de relieve en varios documentos esta relación entre las comunidades locales y la Iglesia universal 2. Sea cual fuere la expresión linguística que se busque, en todo caso la Iglesia local es algo más que una parte de la Iglesia total. La Iglesia local presenta y representa en su lugar a la Iglesia universal, por lo cual le compete también a ella el título de honor de la Iglesia universal: es Iglesia de Dios.

La realidad ya esencialmente contenida en esta locución es expresamente acentuada y reafirmada en la adición siguiente: «santificados en Cristo Jesús y pueblo santo por llamamiento». De acuerdo con nuestro actual modo de entender las cosas, lo primero ocurriría en el bautismo y lo segundo debería entenderse en el sentido de una llamada a la santIdad dirigida a cada cristiano y una vez más afirmada por el Concilio Vaticano II 3. Esto no sería falso. Pero en el sentido del Apóstol Pablo ambas afirmaciones coinciden objetivamente. A través de la llamada a ser en Cristo se es ambas cosas: santificado y santo. El concepto de santidad no está como vinculado -y, en su tanto, reducido- a la perfección moral. Más bien está caracterizado por el hecho objetivo de que Dios ha atraído hacia sí a unos hombres. Y dado que, entonces, éstos pasan a ser posesión divina, son introducidos dentro del ámbito de la santidad de Dios. En el AT una cosa o un hombre eran santos cuando entraban en contacto real con el templo o el altar. Ahora es santo el que entra en contacto con Jesucristo. Este contacto no acontece ya tanto corporalmente sino, en la idea paulina -y de una manera no menos real-, a través del Espíritu Santo.

La adición «junto con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo» indica una notable ampliación de horizontes. Sabemos que había cristianos en el espacio comprendido entre Efeso y Corinto y aun más allá. El Apóstol recuerda con ello a sus destinatarios que ellos no constituyen, por sí solos, la Iglesia del «Señor de ellos y nuestro» 4. Los que «invocan el nombre de nuestro señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro» es la descripción más simple del estado de cristianos. Es la prolongación de la sentencia paleotestamentaria: invocar el nombre de Yahveh. La versión griega, utilizada constantemente por Pablo, traducía siempre: invocar el nombre del Señor. Pablo se creía autorizado a referir siempre a Cristo el calificativo «Señor» dado a la divinidad. Tanto en el AT como en el Nuevo este giro «invocar el nombre del Señor» sirve para diferenciar y rechazar cualquier género de adoración o invocación de los dioses paganos. Aquel, pues, que invoca, en cualquier lugar, el nombre del Señor Jesucristo, éste es miembro de la Iglesia, aunque se encuentre en su lugar o en su casa como perdido y aislado.

El saludo del Apóstol se hace bendición, es decir, promesa eficaz y poderosa de parte de Dios del bien que los hombres sólo alcanzan a desearse unos a otros. Esta forma de bendición se originó a partir de la fórmula de saludo usado en la antigüedad. En la conversación los griegos se saludaban entre sí con la palabra khaire = alégrate; Pablo la transforma en kharis = gracia. Lo primero sigue dentro de la esfera humana; lo segundo abre en cierto modo el cielo y hace bajar de allí la misericordia salvífica de Dios. Los semitas se saludaban (y se saludan todavía hoy) con shalom = paz. Esta palabra, en su sentido bíblico, no indica solamente un sentido general de bienestar, sino todo aquello que forma parte de la realidad salvífica. Es, indudablemente, muy significativo que ya en esta fórmula apostólica de bendición se haya llevado a término la amplitud ecuménica de la salvación y especialmente la unificación de las culturas grecoeuropea y semitaoriental, a partir de las cuales debía formarse en aquel tiempo la Iglesia. El doble bien de la bendición lleva consigo que Pablo mencione dos fuentes (esta vez sólo dos) de esta bendición: Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo.

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2. Por ejemplo en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, n.° 42.

3. Especialmente en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, capítulo v: Universal vocación a la santidad en la Iglesia.

4. La palabra «Señor» ha sido añadida para completar el sentido. El «de ellos y nuestro» podría referirse también al «lugar»; el sentido sería entonces: en ellos y en nosotros (en su lugar y en el nuestro).

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2. ACCIÓN DE GRACIAS (1Co/01/04-09).

El Apóstol se deja guiar por la acreditada y concreta costumbre epistolar, vigente tanto en la antigüedad como en nuestros días, de no comenzar con temas desagradables -de los que en esta carta hay bastantes ejemplos- sino pensando y agradeciendo asuntos agradables. Pero Pablo no se detiene en los reconocimientos humanos, sino que dirige su acción de gracias a Dios. Un atento análisis de estas palabras nos permite contemplar como testigos el modo personal de orar del apóstol Pablo, pues, indudablemente, estos versículos son un fiel reflejo de su oración. Responde perfectamente al espíritu y al estilo de toda oración -en la que se han ejercitado Pablo y el mismo Jesús- comenzar primero por alabar y glorificar a Dios, es decir, por ser eucaristía, para pasar después a petición. Este orden, ciertamente muy adecuado, es pocas veces mantenido en la oración personal de los cristianos de hoy día, pero sí se observa en nuestra oración más solemne, de la que ha pasado el nombre a la liturgia, es decir, en el canon eucarístico.

4 Doy siempre gracias a mi Dios por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús. 5 Porque por él fuisteis enriquecidos en todo: en toda clase de palabra y de conocimiento, 6 en la medida en que se ha consolidado entre vosotros el testimonio de Cristo. 7 Así pues, no carecéis de ningún don de la gracia vosotros que esperáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; 8 quien también os consolidará hasta el final para que lleguéis sin reproche al día de nuestro Señor Jesucristo. 9 Dios es fiel: por él habéis sido llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro.

Cuando Pablo da gracias a Dios por la gracia, esta expresión abarca toda la salvación, encerrada en Cristo. Pero los elementos que destaca en esta riqueza pueden, en cierto modo, sorprendernos. Mientras que en el encabezamiento de sus cartas se mencionan la fe, la esperanza y la caridad como los fundamentos, actos y fuerzas iniciales de la vida cristiana (cf. 1Th_1:3), Pablo habla aquí de la palabra y del conocimiento. Qué es lo que intenta decir, cuál es su valor real o conjetural, es una pregunta que nos mantendrá en suspenso durante varios capítulos. Pero es bueno que se mencionen ya claramente desde el principio.

La consolidación del testimonio de Cristo puede entenderse de dos maneras: como consolidación íntima de la fe de los corintios o como la confirmación exterior de la predicación apostólica por los milagros que, conforme a la promesa de Jesús (Mar_16:7 s), acompañaban con frecuencia al mensaje apostólico (cf. también 2,4).

Una vez que ha reconocido la riqueza de los dones de la gracia -aquí con la denominación de kharisma, una palabra llamada a recibir, precisamente en nuestra carta, tan especial significado- el Apóstol, convertido en cierto modo en portavoz de la oración de la asamblea, dirige la mirada de los que oran con él a aquel día en que se revelará enteramente y por vez primera lo que ahora es gracia. Podemos observar a lo largo de toda la carta cómo se esfuerza Pablo conscientemente por presentar ante ellos esta meta -todavía no alcanzada-. Evidentemente no adopta aún la posición adecuada frente a la actitud de los corintios ante el mundo. Esta misma ignorancia tenemos que confesar respecto de nosotros mismos, pero por la razón contraria: mientras que nosotros nos sentimos todavía muy alejados de aquella meta, los corintios creían poseerla ya. Y, sin embargo, la auténtica preocupación por la gracia de la perseverancia es importante. Cierto que Cristo quiere dársela a los suyos, pero los llamados no deben olvidar que la irreprochabilidad que deberá ponerse de manifiesto en aquel día es algo que de ninguna manera puede darse por supuesto. Sólo hay, en definitiva, una razón sobre la que apoyar esta esperanza: la fidelidad de Dios, que quiere llevar a término lo que ha comenzado (Phi_1:6) y quiere glorificar a los que ha llamado (Rom_8:28 ss). Lo mismo que en la bendición del saludo (Rom_1:3) son Dios Padre y el señor Jesucristo quienes otorgan la gracia, también aquí la gracia decisiva se espera tanto de Cristo (Rom_1:8) como del Padre (Rom_1:9). El comienzo, el desarrollo y la plenitud de toda gracia estriba en la unión con Cristo, a la que el Apóstol llama aquí koinonia, communio, comunión.

Examinemos una vez más estos nueve primeros versículos con las siguientes observaciones: el nombre de Jesucristo se menciona aquí nueve veces. Lo cual indica, en primer término, que en este nombre se contiene todo aquello que ha convertido al Apóstol en lo que es y a los corintios en lo que son; todo aquello que hace que el Apóstol se preocupe per ellos; lo que constituye su salvación en el presente y su esperanza en el futuro. Exactamente hablando, no se dice siempre «Jesucristo». En tres ocasiones se le llama Cristo Jesús y una vez «el Cristo» simplemente. En este pasaje se debe reconocer que, en su origen, Cristo no es un nombre personal, sino la traducción griega de la designación de la dignidad de Mesías. Pero advertimos asimismo que Pablo no mantiene aquí una norma rígida; la unión de ambos elementos para formar un nombre compuesto alude ya el intento de darle carta de naturaleza.

Encontramos también dos veces la expresión en Cristo Jesús. Es ésta una fórmula muy significativa para Pablo, con la que se expresa la unión más íntima de los creyentes con Cristo 5. éstos han recibido de él, y de Dios a través de él, gracia sobreabundante; pero la suprema gracia es que, de manera casi inefable e incomparable, son uno con Cristo. Y esto es más que una intimidad, pues con esta expresión designamos algo que puede ser percibido. Aquí, en cambio, se trata de un hallarse en Cristo, lo cual poco importa que se perciba o no. Es algo dado y llevado a su plenitud por Dios, algo que sólo puede ser recibido en la fe y experimentado, hasta cierto grado, en la misma fe. Es indudable que todo el sentimiento vital de Pablo quedó transido y penetrado por esta realidad. Y así puede decir: «Ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí.» El Apóstol apoya su vinculación personal a Cristo en la fe, pues en este mismo pasaje añade: «Y respecto del vivir ahora en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal_2:19 s). La realidad objetiva de lo que Pablo entiende por el ser en Cristo es algo que permanece incluso delante de Dios: Dios nos mira desde el bautismo siempre a una con Cristo. Y se mantiene también delante de Cristo: se ha puesto de una vez por siempre a nuestro lado, nos ha tomado en sí, para darnos como cosa propia nuestra todo cuanto él es y cuanto tiene. Nos abraza con su amor personal y con todo su ser actual, en el Espíritu.

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5. La fórmula «en Cristo» se encuentra 176 veces en el conjunto de las cartas paulinas.

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Parte Primera

CONTRA LOS PARTIDISMOS Y SUS CAUSAS 1,10-4,21

1. LOS CUATRO GRUPOS DE CORINTO (1,10-17).

El primer gran tema de nuestra carta, es decir, la tensión que se produjo en aquel entonces en la comunidad de Corinto, dividida en grupos o partidos, se prolonga a lo largo de cuatro capítulos. En su vertiente positiva se examina aquí el problema de la unidad de la Iglesia. Pablo empieza por poner bien en claro la situación de hecho (1,10-12); parece que va a enfrentarse inmediatamente, en su respuesta, con la cuestión de principio (1,13), pero introduce antes una observación personal (1,14-17), cuya última frase le ofrece ocasión para descubrir la raíz más profunda del mal.

a) Situación de hecho (1Co/01/10-12).

10 Hermanos, en el nombre de nuestra Señor Jesucristo os exhorto a que tengáis todos concordia y a que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis unidos en el mismo pensamiento y en el mismo parecer. 11 Porque, hermanos míos, los de Cloe me han informado que entre vosotros hay discordias. 12 Me refiero a que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo»; «Yo de Apolo», «Yo de Cefas»; «Yo de Cristo».

Pablo acostumbra abrir con la palabra ya consagrada -«exhortar»- la segunda parte, pastoral y práctica, de sus grandes cartas. Acomete así aquí inmediatamente el tema que le parece acaso en esta ocasión de más importancia. Pero antes de mencionar el espinoso asunto siguen dos precisiones relacionadas entre sí, que explican a qué nivel y en qué clima quisiera el Apóstol se le escuchase.

Les habla como hermano y en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Una exhortación así, tan llena de amor y tan suplicante, tan llena de autoridad y al mismo tiempo tan compasiva, sólo puede venir de Jesucristo, que es a la vez nuestro Dios y nuestro hermano. Aquellos a quienes Cristo atrajo a sí también los unió entre sí de una manera nueva: les ha dado un nuevo sentimiento de la vida que hace que se conozcan unos a otros como hermanos. El Apóstol usa aquí, por primera vez en nuestra carta, una expresión que refleja -que debía reflejar- a través de la relación de unos con otros, el valor y la dimensión exacta de cuanto dij o antes sobre el llamamiento y la santidad de una comunidad cristiana. Pero la verdad es que incluso aquel nuevo don que se les había concedido y que está contenido en el nombre de Jesucristo queda en entredicho ante la situación de hecho que Pablo debe resolver. Si están tan íntimamente unidos entre sí por Cristo y en Cristo ¿cómo pueden pensar que haya ningún otro nombre tan importante que puedan, por su causa, desunirse?

La frase que Pablo expresa con una fórmula positiva, «tener concordia» -literalmente: «decir lo mismo»- recuerda aquella otra expresión que encontramos ya en el versículo 5 y en la que Pablo mencionaba la riqueza de su palabra o su lenguaje. Hablan bien y aprecian el buen lenguaje, pero han comenzado por enfrentarse unos a otros y por destruir la unidad de la comunidad, es decir, la unidad de Cristo. No son propiamente cismáticos, pero de hecho se menciona la palabra cisma, que significa división, ruptura. Sin sospecharlo, con su conducta frente a la unidad, ponen en peligro todo cuanto tenían en Cristo. Porque «en Cristo» y «en la Iglesia» son, en último término, una misma cosa.

Después de exponer la situación, Pablo menciona el conducto por donde ha llegado a conocerla. Una mujer digna de crédito, movida por un auténtico sentimiento de responsabilidad, ha informado al Apóstol a través de los suyos, parientes o acaso dependientes de su casa. Es interesante ver que Pablo no se apoya en una carta anónima; el nombre mismo de esta mujer, Cloe, ofrece un notable ejemplo de cómo en la naciente Iglesia las mujeres podían tener perfectamente opinión, juicio, influjo y voz.

«Si se toman las palabras del Apóstol al pie de la letra, casi se llegaría a creer que era la comunidad entera la que andaba dividida en grupos, o que amenazaba el riesgo de una disolución en una especie de comunidades de tipo personal. ¿Qué hay, en realidad, detrás de estos cuatro nombres mencionados por Pablo? Tenemos que limitarnos a conjeturas. Acaso podríamos explicárnoslo de la siguiente manera. Los primeros cristianos ganados para la fe sólo conocían a Pablo. Más tarde prosiguió las tareas misionales Apolo, un hombre formado en la universidad de Alejandría y convertido más tarde en orador cristiano; se apoyaban en él aquellos a quienes agradaba especialmente el cristianismo visto bajo la brillante luz de una formación más elevada. Desde fuera habían llegado algunos judeocristianos que atribuían mucha importancia al hecho de conocer al primero de los apóstoles para poder oponerlo a los demás, incluido Pablo. En todo caso, el grupo más obscuro es mencionado en último lugar; su ignorancia llegaba al colmo al abusar del nombre de Cristo para su programa de partido. ¿Es que estos tales querían situarse por encima de toda mediación humana, es decir, también por encima del ministerio apostólico?

Es indudable que el riesgo de una ruptura en el seno de la comunidad se había insinuado ya en un estadio anterior. Pero bastó que apareciera claramente en la superficie, para poner en guardia, de una vez para siempre, y hacer ver que ni las maneras personales de los directores, ni la preferencia por uno u otro de ellos debían perjudicar la unidad y armonía de las comunidades.

Podría parecernos casi inconcebible que una comunidad tan reciente se viera sometida a semejante desgracia. Pero esto era algo inherente al espíritu griego y será un peligro siempre al acecho en cualquier ambiente intelectual. Podríamos acaso pensar que fue designio de la divina Providencia poner remedio salvífico a esta herida, para los siglos venideros, mediante el tratamiento que aquí da el Apóstol. Lo que sucedió entonces en el pequeño marco de una comunidad es ejemplo clásico de la gran tarea con que se enfrenta la cristiandad en nuestros días, a nivel ecuménico y universal.

b) Su nombre ha sido mezclado sin razón con un partido (1Co/01/13-17).

13 ¿Es que Cristo está dividido? ¿Fue Pablo crucificado por vosotros o recibisteis el bautismo en nombre de Pablo? 14 Gracias que no bauticé a ninguno de vosotros, fuera de Crispo y Gayo. 15 Así nadie puede decir que recibisteis el bautismo en mi nombre; 16 aunque sí bauticé también a la familia de Estéfanas. Por lo demás, no sé si bauticé a ningún otro. 17 Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a evangelizar, y no con sabiduría de lenguaje, para no privar de eficacia a la cruz de Cristo.

Pablo alude al partido mencionado en último lugar, aquel que utilizaba erróneamente el nombre de Cristo, para hacer más patente ante todos la evidencia de la sinrazón y el contrasentido de tales partidismos. ¡No es posible colocar al mismo nivel a Cristo y a Pablo (o a Apolo o a Cefas)! Quien destruye la unidad, destruye a Cristo. Se percibe aquí, instantáneamente, cuán honda es para Pablo la unidad de Cristo y de la Iglesia (de la comunidad). Los dos miembros de la pregunta irónica sobre sí mismo han sido elegidos con sumo tacto, evitando mencionar directamente aquellos alrededor de cuyas personas o nombres se habían formado los otros dos grupos. Podía confiar en que no dejarían de aplicarse la lección correspondiente. Pero que nadie piense que Pablo lucha por mantener una posición personal en la comunidad.

Del paralelismo de los dos miembros se puede deducir que la crucifixión de Cristo y el bautismo del cristiano forman una íntima unidad, tal como lo explica con mayor detalle en Rom_6:3 ss. Y precisamente por ello, por formar una unidad tan íntima, no puede haber un tercero (el que bautiza) que desempeñe un papel. Por otra parte, no puede excluirse la idea de que la administración del bautismo establezca una conexión especial entre bautizante y bautizado. Esta opinión no debería ser ni censurada ni rechazada incondicionalmente. Con todo, el distanciamiento expresado por Pablo es tanto más sensible cuanto que el Apóstol da incluso gracias a Dios por no haber bautizado a nadie en Corinto. Aun prescindiendo de la insistencia polémica, puede causar extrañeza el hecho de que Pablo haya bautizado a tan pocos, y esto por principio.

¿No debería considerar todo predicador del Evangelio el bautismo de aquellos a quienes ha ganado para la fe como la coronación de todas sus fatigas, dado que precisamente a través del bautismo los lleva a una indisoluble comunión con Cristo? Objetivamente hablando, Pablo puede participar de esta misma opinión. Sólo en cuanto bautizados reciben los corintios todo cuanto Pablo, en el mismo comienzo de la carta, reconoce y alaba respecto de su situación ante Dios. Pero, en sí mismo, el bautismo puede ser considerado como una cosecha relativamente poco fatigosa. De manera algo simplificada se podría expresar así: todos pueden bautizar, pero no todos pueden predicar. Acaso la costumbre de encargar a otros las tareas de bautizar se deba al deseo de Pablo de incluir en su actividad más decididamente, y ya desde el principio, a sus colaboradores, llegando en ocasiones a convertir inmediatamente en compañeros de trabajo a los mismos recién bautizados. De entre ellos tenía que elegir a los hombres que ponía al frente de las nuevas comunidades, antes de proseguir sus viajes misioneros.

Se cita el nombre de Crispo, jefe de la sinagoga (Act_18:8) como uno de los primeros ganados a la fe. Por Rom_16:23 sabemos que Gayo era un hombre tenido en muy buen concepto por toda la comunidad. Estéfanas vuelve a ser citado al final de la carta (Rom_16:15). Por lo que respecta a la «familia de Estéfanas» hallamos aquí un ejemplo de la importancia que tenían en la primitiva Iglesia no sólo los hombres o mujeres individualmente, sino las casas o familias. Algunos han querido ver aquí un argumento en favor del bautismo de los niños. Con todo, en el caso de Estéfanas se trata seguramente de muchachos ya mayores, que se entregaron con ánimo generoso al servicio de los fieles (Rom_16:15). Pero sigue teniendo importancia el hecho de que familias enteras se abrieran al mensaje de Cristo y pusieran su casa y sus bienes a disposición de las necesidades de los misioneros y de las nacientes comunidades.

En la segunda parte de su frase inicia Pablo un análisis que, yendo más allá de los motivos concretos de las banderías de Corinto, proyecta luz sobre las últimas conexiones de salvación y condenación. Tiene interés, por tanto, exponer con más amplitud, en la segunda parte, esta observación, sorprendente en principio.

2. CAUSAS DE PARTIDISMOS (,5).

Al mencionar la sabiduría (sophia) cita Pablo una de las palabras predilectas del vocabulario de la cultura helénica de aquel tiempo. La sophia se había convertido en la vara de medir el valor de los hombres y de las ideas. Si la traducimos por «sabiduría» nos encontraremos no muy alejados de una de las nervaduras de lo que nosotros entendemos por conocimiento propio. Ni la filosofía llegada hasta nosotros -como palabra y contenido- procedente de aquel mismo mundo espiritual, posee enteramente los valores de la sophia que constituye el presupuesto previo de la crítica y explicación aquí emprendida por el Apóstol. La traducción más aproximada vendría expresada mediante el doble concepto de formación cultural y ciencia. En la formación cultural de aquella época se daba un elemento que ha desaparecido entre nosotros, pero que era tan importante para el hombre culto antiguo como para el contexto polémico del Apóstol en estos pasajes: nos referimos al arte acusadamente formal del discurso, a la capacidad de manejar hábilmente la palabra de modo que impresione y recoja aplausos. Hasta el período final de la edad antigua, en la época de los grandes padres de la Iglesia, esta retórica era la cumbre de la cultura y por tanto, también de la formación.

Recurriendo a una paradoja que va ganando en intensidad, el Apóstol contrapone esta sophia a la necedad y flaqueza de la cruz, que son la sabiduría y el poder de Dios (1,18-25); después vuelve la mirada de los corintios hacia su propia comunidad para que vean confirmada, en los elementos de que se compone, esta misma ley de la gracia (1,26-31). A esta prueba experimental añade otra nueva, recordándoles su propio comportamiento y modo de actuar la primera vez que apareció entre ellos, cuando puso los fundamentos de la comunidad (2,1-5). Todo esto demuestra que Dios no concede valor a una sabiduría que se impone humanamente, sino mas bien a aquello que, al superar todas las posibilidades humanas, deja entrever la presencia de la gracia.

a) Contraposición de la «sabiduría» mundana a la «necedad» divina (1Co/01/18-25).

18 Realmente, la palabra de la cruz es una necedad para los que están en vías de perdición; mas para los que están en vías de salvación, para nosotros, es poder de Dios. 19 Porque escrito está: «Destruiré la sabiduría de los sabios, y anularé la inteligencia de los inteligentes» (Isa_29:14). 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el investigador de las cosas de este mundo? ¿No convirtió Dios en necedad la sabiduría del mundo? 21 Y porque el mundo, mediante su sabiduría, no conoció a Dios en la sabiduría de Dios, quiso Dios, por la necedad del mensaje de la predicación, salvar a los que tienen fe.

La nota, sumariamente introducida, del versículo precedente, sobre su modo de predicar -asunto sobre el que volverá más adelante con mayor detenimiento (Isa_2:1-5)- da ocasión al Apóstol para abordar inmediatamente y a modo de tesis el primer gran tema, examinándolo desde su aspecto positivo y negativo, exigiendo y hasta provocando choques, pero no mayores choques y exigencias que las que lleva consigo y llevará siempre la cruz del Hijo de Dios. Mire cada cual qué es lo que esta cruz le exige, porque de ella depende en definitiva la salvación o condenación eterna.

CZ/ESCANDALO: Si para alguien la cruz es algo despreciable e inadmisible, si estorba y se opone a la idea de lo que el hombre necesita para su más alto cultivo y expansión, si esta imagen del nombre le parece demasiado primitiva y esta imagen de Dios demasiado grosera, este aire de superioridad está ya juzgado y condenado por la misma cruz, Pablo ha reflexionado con frecuencia sobre el escandalo de un salvador crucificado. él mismo se había pronunciado durante años en contra de él, hasta que el mismo crucificado se le apareció como resucitado por el poder de Dios y le hizo ver toda la revelación y los caminos salvíficos de Dios a partir precisamente de este punto, primero el más obscuro y luego el más brillante y luminoso. Tras esta afirmación, expuesta a modo de tesis y de una manera al parecer enteramente objetiva, se esconde la más vital y personal de las experiencias. Es preciso leerla desde esta perspectiva. Y leerla con suma atención para ver lo que dice y lo que no dice. No dice, por ejemplo, que haya algunos ya de antemano destinados a la perdición; esto es algo que se dice a posteriori, de acuerdo con una postura negativa ante la cruz. Lo que dice es que el hecho de que se acepte o no se acepte el mensaje del Crucificado, es decisivo para la salvación o la condenación. Pablo ha visto confirmada muchas veces en sus afanes misionales aquella fundamental experiencia por él mismo vivida, y de una manera particularmente expresiva y dolorosa en los lugares próximos a Corinto.

En Atenas acometió el intento de explicar a los sabios, en su propio reducto y, de algún modo, a su propia manera, el mensaje cristiano, pero fracasó en la empresa (Act_17:16-34). Para explicarse esta experiencia ha leído otra vez con nuevos ojos la Escritura y halló en ella copiosa luz. Así, entrelaza en este pasaje una pequeña cadena de citas de la Escritura (Isa_29:14; Isa_19:11; Isa_33:18; Job_12:12) en los que se hace ya visible la excepcional ley de la gracia, según la cual Dios actúa de una manera opuesta a la de la sabiduría mundana. «El sabio, el escriba, el investigador» 6. Es difícil determinar si estas tres expresiones de Pablo se aplican a la situación judía, a la griega o a las dos a la vez. Lo que sí es seguro es que aquí quiere unir y tratar a ambas en bloque, es decir, quiere hablar de todo cuanto se apoya únicamente en la capacidad, en los valores, en las fuerzas humanas. En la creación hay tantas cosas que llevan a la inagotable admiración de la sabiduría divina que el hombre puede hallar en ellas la gloria de Dios (Rom 1,l9 ss). Pero le resulta difícil percibir el lenguaje elemental de Dios en la naturaleza. El progreso de las ciencias debería llevar justamente a buscar y venerar, tras los misterios de la naturaleza, el único e infinito misterio de Dios. Pero Dios ha elegido otro camino para establecer su salvación, que no necesita el entendimiento progresivo y que no se afinca en el equívoco conocimiento de la naturaleza. Esta soberana libertad divina aparece con entera claridad en la enérgica expresión «quiso Dios». Se recurre aquí a una frase ya empleada por Jesús (Mat_11:26).

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6. Algunas versiones prefieren traducir la tercera expresión «investigador» por «orador», «hombre elocuente». En este caso la valoración negativa se acentuaría aún más que en las dos expresiones precedentes. Pero dado que es éste el único lugar en el que aparece la palabra, no puede tomarse una decisión absoluta sobre este punto.

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22 Ahí estan, por una parte, los judíos pidiendo señales, y los griegos, por otra, buscando sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos; necedad para los gentiles; 24 mas, para los que han sido llamados, tanta judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. 25 Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios, más poderoso que los hombres.

La experiencia adversa vivida por Pablo en suelo europeo, primero en Atenas, y que ahora parece prolongarse también en Corinto, es sólo la versión europea (que, en aquel tiempo, equivalía prácticamente al ámbito griego o helenístico) de algo ya dolorosamente conocido en el ámbito semita y que se repetía una y otra vez. En el fondo, los griegos estaban encadenados al mismo modo de pensar que los judíos. Unos y otros buscaban afirmarse a sí mismos ante Dios y su revelación. Todos se sentían autorizados a establecer unas normas y unas condiciones para la revelación de Dios, según las cuales interpretar esta revelación, caso que debieran aceptarla.

«Los judios piden señales; los griegos buscan sabiduria.» No es posible expresar de una manera más sintética y acertada la diferencia entre las posiciones fundamentales de estas dos culturas. En esta contrapuesta característica se reconoce el valor y el riesgo del espíritu griego y del judío, aqui la religión de los profetas, allá la cultura de los filósofos. Estremece pensar que, en ambos casos, es lo mejor lo que cierra el paso a la única fe que hace dichosos. ¿Es que Dios no había acreditado siempre a sus mensajeros con señales? ¿No estaba marcada por señales la historia total de la salvación, el camino salvífico por el que Dios había llevado a su pueblo, la marcha de Egipto al Sinaí, y del Sinaí, a través del desierto, hasta la tierra prometida? ¿No cabía esperar, por tanto, que también anunciara con señales la nueva y definitiva salvación? Pero ya Jesús había salido al paso de los fariseos y de los escribas: «Esta generación perversa y adúltera reclama una señal, pero no se les dará más señal que la del profeta Jonás» (Mat_12:39). El hombre está siempre inclinado a aferrarse de tal modo a lo que tiene por seguro que se resiste a los cambios.

RACIONALISMO/FE «Los griegos buscan sabiduría.» No esperan intervenciones extraordinarias de lo alto. Se enfrentan con lo perceptible, con lo científico, y esperan poder entender aquellos conceptos en los que están encerradas las cosas divinas. Conocen las grandes posibilidades de la razón, los esfuerzos que exige, pero también la satisfacción que experimenta el pensador y conferenciante que conduce a sus oyentes por los altos caminos del pensamiento. Pero lo que Pablo tiene que decir como mensajero del crucificado equivale a una bofetada en el rostro contra estas pretensiones. Y, con todo, se da la maravilla de que algunos, de una y otra cultura, reconocen y experimentan a este Cristo así predicado como la esencia de una revelación mucho más alta del poder y de la sabiduría de Dios. Que este nuevo espacio se abra cuando toda posibilidad humana parece cerrada y sin salida es algo que se debe al «llamamiento de Dios» que por un lado es suave y como solicitadora, pero por otro es victoriosa y soberana. El Dios que llama, que envía a sus mensajeros como desvalidos, está seguro de su causa. Y así, esta teología de la cruz del Apóstol desemboca en una frase triunfal, en la que se sabe sin ningún género de duda que, en definitiva y propiamente, la sabiduría y el poder están de parte de Dios, aunque la conducta divina pueda parecer a los hombres desamparada y necia.

b) Confirmación de esta ley de la gracia en la comunidad de Corinto (1Co/01/26-31).

26 Fijaos, si no, hermanos, quiénes habéis sido llamados: no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos de noble cuna; 27 todo lo contrario: lo que para el mundo es necio, lo escogió Dios para avergonzar a los sabios, y lo que para el mundo es débil, lo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte, 28 y lo plebeyo del mundo y lo despreciable, lo que no cuenta, Dios lo escogió para destruir lo que cuenta. 29 De suerte que ninguna carne se gloríe en la presencia de Dios. 30 De Dios viene el que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual, por iniciativa de Dios, se hizo para nosotros sabiduría, como también justicia, justificación y redención. 31 Y así, según está escrito: «Quien se gloríe, gloríese en el Señor» (Jer_9:22).

Pablo ha dirigido la mirada de la comunidad a las profundidades de los caminos salvíficos de Dios y a su amplitud universal. Ahora súbitamente les deslumbra con algo situado totalmente en primer término, es decir, hace que sus oyentes reflexionen sobre sí mismos: los que aquí están reunidos por la llamada de Dios ¿no responden a este mismo cuadro? La mayoría de sus componentes no proceden de las capas superiores de la intelectualidad, del poder o del linaje. Los pequeños comerciantes, artesanos y trabajadores del puerto abundan más que profesores, directores de banca o armadores de buques. Por otro lado, merece la pena que notemos que tampoco faltaba del todo gente de esta segunda clase. La riqueza, la inteligencia o el poder no son necesariamente obstáculos para la fe y la gracia. Y a la inversa, no todo pobre es admitido, sin más, en el reino de Dios.

Observemos en el versículo siguiente no sólo la inversión de todas las normas humanas, sino también el hecho de que el conocimiento del Apóstol está enteramente guiado por motivos bíblicos, que aquí equivale a decir veterotestamentarios. ¡Con cuánta frecuencia hallamos en los Salmos o en el Magnificat la paradoja: «A los potentados derribó del trono y elevó a los humildes»! (Luk_1:52). La idea global se concentra y alcanza aquí su cumbre por dos veces, primero negativamente (Luk_1:29) y luego en forma positiva (Luk_1:31) en el «gloriarse» que fue ya orgullo de la pasión de Jeremías; sólo que en Pablo este gloriarse «en el Señor» recibe una intimidad y proximidad enteramente nuevas.

Y esto es lo totalmente positivo, lo que ocupa el centro de esta pasión divina que lucha contra toda suficiencia humana: las cuatro afirmaciones sustantivadas sobre lo que nosotros realmente somos o tenemos por Cristo, y que es capaz de mantenerse incluso ante Dios, porque de él procede total y absolutamente: sabiduría, justicia, salvación, redención. Las cuatro palabras dicen lo mismo, pero cada una expresa un aspecto diferente. Y así se revela la riqueza de lo que Cristo es para nosotros y de lo que nosotros somos en Cristo.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Introducción, 1:1-9.

Saludo Epistolar, 1:1-3.
1 Pablo, por la voluntad de Dios llamado a ser apóstol de Cristo Jesús, y Sostenes, hermano, 2 a la iglesia de Dios en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar, suyo y nuestro: 3 La gracia y la paz de parte de nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Es el saludo habitual con que San Pablo suele comenzar sus cartas (cf. Rom_1:1-7), aunque matizándolo de diversa manera, según las circunstancias, como es obvio. Aquí, en esta carta a los Corintios, recalca su condición de apóstol (v.1; cf. 9:1; 15:5-11), lo mismo que hará, y más enérgicamente todavía, en Gal_1:1, pues en una y otra ocasión sus enemigos querían despojarle de ese título. A su nombre une el de Sostenes (v.1), personaje de quien no tenemos más noticias. Creen muchos que se trata del archisinagogo de Corinto, a que se alude en Hec_18:17, y que, convertido a la fe, se habría unido al Apóstol como colaborador. Ello es posible, pero nada puede asegurarse con certeza, tanto más que el nombre de Sostenes era bastante corriente.
La carta va dirigida a la iglesia de Dios en Corinto (v.2), expresión favorita de San Pablo cuando habla de la comunidad cristiana, como ya hicimos notar al comentar Hec_20:28. En oposición con iglesia de Dios van otras dos expresiones, santificados en Cristo Jesús (??????????? ?? ?????? ????? ) y llamados santos (?????? ocyíois, v.2). Evidentemente el Apóstol está refiriéndose a los cristianos de Corinto, en general, de quienes dice santificados en Cristo Jesús en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, con lo que, muertos al pecado, entran a participar de la vida y santidad de Cristo (cf. Rom_6:2-11). Lo de llamados santos, expresión usada también en Rom_1:7, no indica simplemente que eran así designados los cristianos (cf. 6:1; 16:1; Hec_11:26), sino que equivale a santos por vocación, o lo que es lo mismo, llamados a ser santos, con todo lo que ese término santos lleva consigo (cf. Hec_9:13).
Más difícil de explicar resulta la expresión: . con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar, suyo y nuestro (v.2). Hay quienes (Cornely, Bover) consideran esta frase como paralela a la de 2Co_1:1 : . con todos los santos de toda la Acaya, y el Apóstol no haría sino incluir en el saludo también a los cristianos de Acaya, aunque no perteneciesen a Corinto, la capital. El que a la región toda de Acaya llame suya y nuestra (de los los corintios y de Pablo) podría explicarse en el sentido de que eran tierras dependientes de Corinto, la capital, y, por tanto, los corintos podían considerarlas como suyas en cierto sentido; y, de otra parte, Pablo tendría interés en recalcar que también él podía considerar esa región como suya, pues se trataba de comunidades cristianas fundadas por él, donde trabajó cerca de dos años. No cabe duda, sin embargo, que, si tal era la intención de San Pablo, la expresión que empleó no tiene nada de clara. Por eso otros muchos autores (Alio, Huby, Ricciotti) juzgan más probable que el Apóstol esté refiriéndose, no específicamente a los fieles de Acaya, sino a los fieles cristianos en general, en cualquier lugar que se encuentren. Su intención sería la de recalcar la universalidad de la Iglesia, asociando con los corintios a los fieles todos de cualquier lugar del mundo. Lo de suyo y nuestro aludiría no a lugar, sino a nuestro Señor Jesucristo, como corrigiéndose de la expresión: he dicho muestro Señor Jesucristo, pero en realidad no he dicho bien, pues es suyo y nuestro. Esta interpretación, que juzgamos la más fundada, estaría muy en consonancia con el tema de los partidos, preocupación que bullía en la mente de Pablo ya desde las primeras líneas (cf. 1:12). Era como un echar en cara a los corintios su falta de consistencia para las divisiones y partidos, apuntando, quizá, sobre todo al partido de Cristo, como diciendo: ¡qué absurdo!, ¿es que no somos todos de Cristo?

Acción de gracias a Dios, 1:4-9.
4 Doy continuamente gracias a Dios por la gracia que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, 5 porque en El habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo conocimiento, 6 en la medida en que el testimonio de Cristo se consolidó entre vosotros, 7 de modo que no escaseéis en don alguno, mientras llega para vosotros la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, 8 que a su vez os confirmará plenamente, para que seáis hallados irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. 9 Pues fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a participar con su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro.

Después del saludo epistolar, la acción de gracias a Dios por los beneficios concedidos a los destinatarios. Es el modo como San Pablo suele proceder en sus cartas, y que era como una especie de captatio benevolentiae para entrar en materia (cf. Rom_1:8). Aquí, en la presente carta, da gracias a Dios por la riqueza de dones con que ha favorecido a los corintios (v.4-6), dones que deben a la benevolencia de Dios, sobre cuya fidelidad hay que contar para conseguir la salud en el gran día del retorno glorioso de Jesucristo (v.7-9). Se ve que desde el principio orienta San Pablo su exposición a hacer ver a los corintios que no es en la suficiencia o industria humana, sino en la gracia o favor divino, donde debemos poner nuestra ilusión y confianza.
Habla primero de la gracia (? ????? ??? ???? ) que os ha sido otorgada en Cristo Jesús (v.4). Evidentemente, bajo la expresión gracia de Dios incluye San Pablo todo el conjunto de dones sobrenaturales que los corintios han recibido al convertirse, dones que les han sido otorgados en Cristo Jesús, es decir, por su incorporación a Jesucristo (cf. Rom_6:2-11), que es, además, quien se los ha merecido (cf. Rom_3:24-25). Luego (v.5) concreta esos dones particularmente en dos: palabra y conocimiento (Aóyos ??? ?????? ). No es fácil determinar qué quiera incluir el Apóstol bajo esos dos términos. Hay autores (Cornely, Fillión, M. Sales) que interpretan el término palabra, al igual que en otros pasajes paulinos (cf. Gal_6:6; Efe_1:13; 1Te_1:6), como equivalente de doctrina evangélica; y en cuanto al término conocimiento, no haría sino recalcar la misma idea, aludiendo a que los corintios (no necesariamente cada individuo, sino la iglesia de Corinto en general) habían sido enriquecidos con un conocimiento hondo de esa doctrina, dado que (v.6) la predicación evangélica o testimonio de Cristo había sido firmemente consolidado entre ellos. Sin embargo, otros autores (Alio, Spicq, Bover), y creemos que con fundamento, juzgan más probable que San Pablo esté refiriéndose a los carismas de carácter literario y de carácter intelectual (cf. 12:8) con que los corintios habían sido favorecidos (cf. 14:26), y que sustituían con ventaja a las glorias literarias y filosóficas, que tanto entusiasmaban a algunos (cf. 3:4). Esos carismas, añadirá el Apóstol en una especie de paréntesis explicativo, han sido otorgados a los corintios en la medida en que el testimonio de Cristo había arraigado entre ellos, es decir, en proporción a su fe o entrega al Evangelio (v.6). También escribiendo a los gálatas Pablo les dice que han sido favorecidos por Dios con dones extraordinarios (Gal_3:2-5).
El que San Pablo conmemore de modo particular los carismas de palabra y de inteligencia no quiere decir que su perspectiva no sea mucho más general, como lo indican las expresiones habéis sido enriquecidos en iodo., de modo que no escaseéis en don alguno (v-5-?)· Supuesta esta riqueza de dones con que los corintios han sido favorecidos, el Apóstol hace una alusión al juicio final o victoria definitiva de los buenos, momento que los corintios deben esperar confiados, pues Dios es fiel, y si es El quien los ha llamado a la fe y favorecido con tantos dones, ciertamente no dejará de completar su obra, llevándolos hasta la glorificación final (v.7-9). Este recordar la parusía en sus exhortaciones es frecuente en San Pablo (cf. 13, 11-12), y lo mismo su insistencia en pedir que seamos hallados irreprensibles (cf. Flp_1:1? ; 1Te_3:13; 1Te_5:23) y en advertir que Dios es fiel (cf. 10:13; 1Te_5:24; 2Te_3:3). En cuanto a la expresión llamados a participar con su Hijo (. ??? ????????? ??? ???? ????? ), ninguna definición mejor de lo que es el cristiano: el llamado a participar de la filiación del Hijo, en íntima comunión de vida con El (cf. Rom_6:3-11; Rom_8:17; Gal_3:26-28).

124 Hay autores (Hópfl-Gut, Ricciotti) que ordenan las cosas de otra manera. Dicen que el viaje de Timoteo aludido en 1Co_4:17 y 16:10 no es el de Hec_19:22. sino otro anterior, realizado expresamente para reforzar la carta e informar luego al Apóstol del resultado de la misma. Vuelto Timoteo a Efeso con la consiguiente información (cf. 1Co_16:11), el Apóstol habría cambiado sus planes, anteriormente manifestados, de ir en seguida a Corinto a través de Macedonia (1Co_16:5), haciendo un rápido viaje por mar a Corinto y volviendo luego a Efeso, donde aún se detuvo bastante tiempo, enviando por delante a Macedonia dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto, conforme se indica en Hec_19:22. Ello lleva consigo, claro está, que la carta primera a los Corintios no puede estar escrita el año 57, sino al menos un año antes.
Creemos que son demasiadas conjeturas, muchas de ellas sin necesidad. Lo del viaje rápido del Apóstol a Corinto después de esta primera carta, también lo admitimos nosotros, conforme indicaremos a su tiempo; pero ello es independiente de la cuestión de identificar o no identificar el viaje de Timoteo en 1Co_4:17 y Hec_19:22.
125 Cf. L. cerfaux, El cristiano en San Pablo (Madrid 1965) p.13.
126 Hay autores, como W. Schmithals y U. Wilckens, que ven ya un verdadero gnosticismo en estos corintios con quienes se enfrenta San Pablo. Ese desprecio de la cruz, de la resurrección corporal, de la debilidad carnal de Pablo. serían típicas concepciones gnósticas. Igualmente la sabiduría del mundo, aludida por Pablo en los c.i-2 de su carta, no sería simplemente la sabiduría racional de la filosofía griega, sino la sabiduría de los gnósticos, especie de emanación del pleroma divino, que desciende sobre la tierra para salvar a los hombres de la dominación de los archontes o potestades extramundanas. Sin embargo, en todas estas conclusiones parece haber mucho de artificial. De hecho, la gran mayoría de los exegetas, más que de gnosticismo prefieren hablar de pregnosti-cismo, reservando el término gnosticismo para esos sistemas gnósticos ya perfilados del siglo ii. En este sentido, escribe Cerfaux: Los corintios, dígase hoy día lo que se quiera, no eran gnósticos; sin embargo, sus tendencias dejan ya presentir los sistemas posteriores de gnosis (L. Cerfaux, Itinerario espiritual de San Pablo, Barcelona 1968, p.92).
127 Eso no quiere decir que San Pablo lance anatema general contra la razón humana. Cuando habla de que la sabiduría humana no ha llegado a conocer a Dios y lo único que ha engendrado es la idolatría y el pecado (1:21; cf Rom_1:18-32), se trata evidentemente de generalización literaria, que no impide que el mismo Pablo deje entender que hay excepciones (cf. Rom_2:7-16). Además, en Rom_1:20-21 expresamente está suponiendo que el hombre tiene capacidad para llegar al conocimiento de Dios; de ahí que lo haga responsable de haber caído en la idolatría y el pecado. Lo que Pablo trata de acentuar es que la actividad de la inteligencia no puede situarse en el mismo plano que la revelación y el mensaje de Dios, e insiste en que de hecho lo que ha engendrado es la idolatría. Pero sería llevar las cosas demasiado lejos afirmar que, para Pablo, la filosofía en sí, como expresión de las verdades naturales, es algo que los cristianos debemos evitar.
128 En las cartas Pastorales se hablará de depósito que hay que custodiar (cf. 1Ti_6:20; 2Ti_1:14), doctrina que coincide plenamente con lo que aquí expone San Pablo, y que está ya apuntada en sus primeros escritos (cf. 1Te_2:13; 1Te_4:15; 2Te_2:15).
129 Dejamos de lado la cuestión de terminología: Como es sabido, Pablo no usa nunca el término de eucaristía, sino el de cena del Señor (cf. 11:20). Parece que, en los primeros años cristianos, la expresión más corriente para designar la eucaristía fue la de fracción del pan, como da a entender el libro de los Hechos (cf. Hec_2:42; Hec_20:7), y también la Didaché (cf. 14:1) y San Ignacio de Antioquía (Ad, Eph. 202). Sin embargo, pronto comenzó a usarse también el nombre de eucaristía (cf. Didaché, 9:1-5); ign. ant., Ad Philad. 4), expresión derivada de ese dar gracias (??????????? ) que precedía a la fracción y que luego se generalizó, prevaleciendo la idea de alabanza y agradecimiento (eucaristía) sobre la de convite (fracción del pan).
130 por citar sólo un ejemplo, mientras en Gal_1:1 dice que es apóstol no de hombres (???? ), en Gal_1:12 dice que su evangelio no lo.recibió de hombres (???? ).
131 Cf. T. De Orbiso, La eucaristía en San Pablo: Est. Bibl. 5 (1946) 189-210; E. B. Allo, La synthése du dogme eucharistique chez S. Paul: Rev. Bibl. 30 (1921) 321-343; ? . ??????, Les récits de l'Institution et leur portee: Lum. et Vie, 31 (1957) 49-76; M. E. Boismard, L'Eucharistie selon S. Paul: Lum. et Vie, 31 (1957) 93-106; G. Da Cruz Fernandes, Calicis eucharistici formula paulina: Verb. Dom. 47 (1959) 232-236; G. S. Slogan, Primitiue und Pauh'ne Concepts of the Eucharistie: Cath. Bibl. Quart. 23 (1961) 1-13.
132 Cf. Cañones HippoL can. 164-185; Tert., Apol. 39: Mal_1:468; San Agustín, Con/2Cr_6:2 y Eptsí. 22: Mal_32:719 Y 33:90.
133 Gf. P. Batiffol, art. ágapes: Dict. Theol. Cath., I, 001.551-556; P. Ladeuze, Pus d'ágape dans la premiére építre aux Corinthiens: Rev. Bibl. (1904) 78-81; J. Coppens, art. eucha-ristie: Dict. Bibl. Supl., II, col.1174.
134 Cf. J. Brosch, Charismen und Amter in der Urkirche (Bonn 1951); K. Wennemer, Die charismatische Begabung der Kirche nach dem heilige Paulus: Scholastik, 34 (1959) 503-525; L. Cerfaux, El cristiano en San Pablo (Madrid 1965) p.202-217; K. Rahner, Lo dinámico en la Iglesia (Barcelona 1964).
135 Esta distinción entre la terminología tradicional y la de Pablo está señalada expresamente en el Concilio Vaticano II, el cual sigue con la terminología tradicional. Basten estas dos citas de la Const. Lumen gentium: El Espíritu. guía a la Iglesia., la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos (n.4); y, de modo aún más explícito, algo más adelante: El Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al pueblo de Dios mediante los sacramentos y los ministerios., sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición.; los cuales carismas. (n.12). Y es de notar que el Concilio recoge esa noción tradicional de carisma, y no la de Pablo, a fin de evitar ambigüedades sobre el carácter jerárquico de la Iglesia. Así se deduce claramente de las respuestas del Relator a algunos Padres conciliares, que pedían se delimitase el significado del término carisma con más claridad de lo que se hacía en el texto primitivo. Dice el Relator, de parte de la Comisión doctrinal: Commissio statuit charisma pressius definiré per verba non tantum per sacramenta et ministeria. sed. gratiae speciales. Charisma apud Paulum est appellatio latissima, quae etiam vel immo praecipue ministeria comprehendit; cf. Rom_12:6-13; 1 Cor 12, 7-ii et 28-31; Efe_4:11-12. (Cf. Sacrosanctum Oecumenicum Concilium Vaticanum II. Schema Constitutionis De Edesia. Typis polygl. Vaticanis, 1964, p.47).
136 Cf. J. Héring, La premiare építre de S. Paulaux Corinthiens (Neuchatel 1959) p.132.
137 Cf. E. Rohde, Psyché. Le cuite de I'ame chez les grecs et la croyance a iinmortalité (París 1928); A. J. Festugiére, L'ideal religieux des Grecs et l'Evangile (París 1932); B. Allo, Sí. Paul et la double resurrection corporelle: Rev. Bibl. 41 (1932) 188-209; A. Feuillet, Le mystére pascal et la resurrection des chrétiens d'aprés les építres pauliniennes: Nouv. Rev. Theol. 79 (1957) 337-354; J. Daniélou, La Resurrection (París 1969); P. De Surgy-P. Grelot., La resurrection du Christ et l'exégése moderne (París 1969); J. kremer, La resurrección de Jesús, fundamento y modelo de nuestra resurrección según San Pablo: Concil. 1970, IV, p.7ó-87; F. Mussner, La resurrección de Jesús (Santander 1971); X. Lépn-Dupour, Resurrection de Jesús et message pascal (París 1971); B. Rigaux, Dieu ?? ressuscité (Gembloux 1973).
138 Cf. O. Cullmann, Inmortalité de I'ame ou Resurrection des morts? (Neuchatel 1956).
139 Este proceder de Pablo, apoyando nuestra resurrección en el hecho de nuestra incorporación a Cristo y en la voluntad todopoderosa de Dios (cf. 1Co_15:12-23.38; 1Ts_4:13-14; Rom_8:11; Flp_3:21), está totalmente dentro de la línea bíblica, tan distinta en este punto de la filosofía griega. Mientras para los filósofos griegos la supervivencia* después de la muerte surge como una necesidad del hombre, para los autores bíblicos surge como una necesidad divina, es decir, no porque el hombre es hombre, dotado de alma espiritual, sino porque Dios es Dios y no puede permitir que los justos, a quienes ama, se separen de El. Un reflejo bien claro de esta concepción lo tenemos en el modo de hablar de Cristo, al argüir a los saduceos de lo equivocados que andaban negando la resurrección: Por lo que toca a la resurrección , no es Dios de muertos, sino de vivos (Mar_12:26-27). Que es lo mismo que decir: Dios es inseparable de los patriarcas a causa de su fidelidad hacia ellos; ahora bien, Dios es viviente y fuente de vida, luego los Patriarcas están vivos.
140 Cf. R. Bultmann, Kerygma und Mythos. Das Problem der Entmythologisierung der neutestamentlichen Verkündigung (Hamburg 1960).
141 Gf. W. Marxsen, Die Auferstehung Jesu von Nazareth (Gütersloh 1968).
142 Para una exposición más amplia, con referencia también a las teorías de Bultmann y de Marxsen, cf. G. de rossa, U cristiano di oggi di fronte alia risurrezione di Cristo: Ciy. Catt. 121 (1970, III) 365-377 y 122 (1971, II) 3-17. En este artículo se da una copiosa bibliografía de las últimas publicaciones sobre el tema (p.36s), y se recogen las principales conclusiones del Symposium internacional sobre la Resurrección, celebrado en Roma, del 31 de marzo al 6 de abril de 1970. Según el articulista, los participantes al Symposium (Coppens, Vógtle, Dupont, Mollat, Jeremías.) han estado de acuerdo en que 'la Resurrección es un hecho objetivo, real, independiente de la fe de los discípulos y que precede a ella. La Resurrección significa que el Padre ha glorificado la entera humanidad santa de Jesús, comunicándole una vida nueva y trascendente* (p.369).
143 F. godet, Commentaire sur la i et 2 Epítre aux Corinthiens (Neuchátel
144 Gf. J. Héring, La premiére épitre de S. Paul aux Corinthiens (Neuchátel 1959) p.140-141.
145 Cf. R. Bultmann, art. ?????? s: Theol. Wórt. zum N. T., III, p.17.




I. Corrección de Abusos, 1:10-6:20.

Los bandos o partidos entre los fieles, 1:10-16.
10 Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos habléis igualmente, y no haya entre vosotros cismas, antes seáis concordes en el mismo pensar y en el mismo sentir, 11 Esto, hermanos, os lo digo porque he sabido por los de Cloe que hay entre vosotros discordias, 12 y cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo. 13 ¿Está dividido Cristo? ¿O ha sido Pablo crucificado por vosotros, o habéis sido bautizados en su nombre? 14 Doy gracias a Dios de no haber bautizado a ninguno de vosotros, si no es a Crispo y a Gayo, 15 para que nadie pueda decir que habéis sido bautizados en mi nombre. 16 También bauticé a la casa de Estéfanas, mas fuera de éstos no sé de ningún otro.

Después del saludo y acción de gracias, San Pablo entra ya en materia. Lo primero que va a tratar es la cuestión de los bandos o partidos en que se hallaba dividida la comunidad de Corinto, vicio el más visible, y uno de los más peligrosos para la comunidad. Ese espíritu de partido era el que había llevado a la ruina a las pequeñas repúblicas de la antigua Grecia, y parece que seguía aún vivo en Corinto. No se trataba propiamente de cismas o diferencias en la fe, no obstante el término empleado (???????? , ? .10), sino de simples partidos o grupos rivales, formados según las preferencias por este o aquel predicador. El hecho de que San Pablo dirija su carta a la iglesia de Dios en Corinto (v.2), prueba que la unidad de fe no estaba rota. Parece que los corintios, con ideas poco claras aún sobre la naturaleza de la nueva religión, consideraban a los predicadores evangélicos algo así como jefes de escuelas filosóficas, con derecho a agrupar seguidores en torno a sí. San Pablo reprueba enérgicamente esa manera de ver las cosas, exponiendo cuál es la verdadera naturaleza del Evangelio y del ministerio apostólico.
Los principales partidos o bandos parece ser que eran cuatro: de Pablo, de Apolo, de Cefas, de Cristo (v.12). De ello había sido informado Pablo por los de Cloe (v.11), mujer conocida en Corinto, sobre la que no tenemos más datos, y ni siquiera sabemos con seguridad si era cristiana, pero que debía de tener relaciones comerciales con Efeso, a cuya ciudad acudían con frecuencia sus empleados. La existencia de los partidos de Pablo y de Apolo se explica fácilmente, pues ambos personajes habían predicado en Corinto (cf. Hec_18:1; Hec_19:1), y, dado el espíritu pendenciero de los corintios, era fácil que hubieran surgido grupos rivales, atendiendo más a la persona que a las ideas del predicador. Parece que los del partido de Apolo, el orador elocuente y perito en las Escrituras (Hec_18:24), se consideraban con cierta superioridad cultural sobre los del partido de Pablo, quien se había presentado en Corinto no con sublimidad de elocuencia o de sabiduría., sino en debilidad, temor y mucho temblor (Hec_2:1-3). Tampoco es difícil de explicar la existencia del partido de Cefas. Este Cefas es evidentemente el apóstol Pedro (cf. 15, 5; Mat_16:17-18; Jua_1:42). Desde luego, ello está completamente en el terreno de lo posible; tenemos, además, la afirmación explícita en este sentido de San Dionisio, obispo de Corinto, hacia el año 170 146. Difícil de explicar resulta la existencia del partido de Cristo. Hay autores (Cornely, M. Sales, Leal) que niegan que se trate de un verdadero partido, y suponen que el Apóstol alude más bien a todos aquellos fieles que, disgustados de las divisiones y ajenos a toda disputa sobre personas, decían con toda razón que pertenecían a Jesucristo. Incluso hay quien supone que las palabras yo de Cristo están dichas por Pablo en nombre propio contra los tres partidos precedentes. Sin embargo, la manera de expresarse del Apóstol, hablando de los que son de Cristo en la misma forma con que habla de los partidos anteriores: yo de Pablo., yo de Cristo, da la impresión de que se trata de un verdadero partido y que también a ellos los consideraba reprensibles. De hecho, ésta es la opinión que cada día se va haciendo más general entre los exegetas. Probablemente se trata o de cristianos que se decían iluminados directamente por Cristo y no querían saber nada de intermediarios humanos (cf. 14:37); o quizás mejor de judaizantes, llegados muchos de ellos de Palestina, que habían conocido a Cristo personalmente (cf. 2Co_5:16) y se preciaban de conocer mejor que nadie su auténtico pensamiento. Es probable que estos judaizantes, más extremistas que los del partido de Cefas, sean los mismos con que luego se encarará directamente San Pablo en su segunda carta a los Corintios (cf. 10:7; 11:13.22-23; 12:11).
La condena de Pablo contra todas esas divisiones es tajante: ¿Es que está dividido Cristo ? ¿O ha sido Pablo crucificado por vosotros, o habéis sido bautizados en su nombre? (v.13). Es decir, es absurdo andar con divisiones y banderías, cuando no hay más que un Jesucristo, que nos redimió con su pasión y muerte, y en cuyo nombre hemos sido bautizados; somos todos pertenencia de Cristo (cf. 3:23), y querer sustituir a Cristo por Pablo, Cefas o Apolo equivaldría a admitir muchos salvadores y muchos bautismos. Sobre esta incorporación a Cristo, con quien nos unimos por medio del bautismo, entrando a formar parte de su haber o propiedad, habla con frecuencia San Pablo (cf. Rom_6:3-11; 1Co_12:13; Gal_3:26-28; Efe_5:25-27; Col_2:12). Con singular delicadeza, sin mencionar a los partidarios de Apolo o de Cefas, el Apóstol habla sólo de los de su partido y dice que no es Pablo el que ha sido crucificado por ellos o en cuyo nombre han sido bautizados (v.13). A él, pues, nada le deben. Lo mismo podía haber dicho de Apolo o de Cefas, pero era más noble callar esos respetables nombres, que no tenían culpa ni responsabilidad alguna en que hubieran surgido partidos, y concretar todo en sí mismo. Y aún añade, como recalcando ante sus partidarios la falta de fundamento para que se llamen de Pablo, que en Corinto no ha bautizado sino a Crispo (cf. Hec_18:8) y a Gayo (cf. Rom_16:23), con lo Que se quita toda base, aun la más remota, para que puedan decir que han sido bautizados en su nombre y mantengan esa especie de superstición hacia su persona (v.14-15). Escrito lo anterior, se acuerda, advertido quizás por el mismo Estéfanas, allí presente (cf. 16:17), que también había bautizado a la familia de Estéfanas, y así lo consigna (v.16). Es interesante esta rectificación del Apóstol. Ella nos revela que San Pablo no solía borrar lo escrito, aunque sí rectificaba cuando era necesario.

La sabiduría del mundo y la de Dios, 1:17-31.
17 Que no me envió Cristo a bautizar, sino a evangelizar, y no con sabiduría de lenguaje, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo; 18 porque la doctrina de la cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero es poder de Dios para los que se salvan. 19 Según que está escrito: Perderé la sabiduría de los sabios y reprobaré la prudencia de los prudentes. 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el disputador de las cosas de este mundo? ¿No ha hecho Dios necedad la sabiduría de este mundo? 21 Pues por no haber conocido el mundo a Dios en la sabiduría de Dios por la humana sabiduría, plugo a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22 Porque los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, 23 mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, 24 mas poder y sabiduría de Dios para los llamados, ya judíos, ya griegos. 25 Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la flaqueza de Dios más poderosa que los hombres. 26 Y si no, mirad, hermanos, vuestra vocación; pues no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. 27 Antes eligió Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; 28 y lo plebeyo, el desecho del mundo, lo que no es nada, lo eligió Dios para destruir lo que es, 29 para que nadie pueda gloriarse ante Dios. 30 Por El sois en Cristo Jesús, que ha venido a seros, de parte de Dios, sabiduría, justicia y santificación, y redención, 31 para que, según está escrito, el que se gloríe, se gloríe en el Señor.

Entiende San Pablo que la última raíz de las divisiones y partidos entre los corintios está en que no atienden como es debido a cuál sea la verdadera naturaleza del mensaje evangélico. Por eso, a lo largo de toda esta sección (1:17-4:21), evitando descender a crítica menuda y de detalle, cosa siempre enojosa y no propia de espíritus elevados, va hasta la raíz, haciéndoles ver que el Evangelio recibe su fuerza, no de la cultura y artificios retóricos del predicador, que a Dios no interesan, sino única y exclusivamente de la cruz de Cristo. De ahí la contraposición entre sabiduría humana y sabiduría divina, que aflora constantemente en todos sus razonamientos (cf. 1:17.19.20.21.22.24.26.27.30; 2:1.4.5.6.7.13; 3, 18, 19; 4,10). Por sabiduría humana entiende el Apóstol, como se deduce del cotejo de los textos, todo ese conjunto de conocimientos en ciencias o letras, que hace podamos decir de uno que es sabio o letrado o disputador (cf. v.20). Dado su modo de predicación entre los corintios (cf. 2:1-4), éstos juzgaban que Pablo no tenía derecho a tal título, ni como filósofo ni como retórico, siendo esto causa de que muchos le tuvieran en poco aprecio. Bastante distinta debía de ser la situación de Apolo (cf. Hec_18:24). Parece que en un principio también San Pablo había ido algo por ese camino, y así en Listra lo toman por Hermes, el gran mensajero de los dioses (cf. Hec_14:12), y en Atenas pronuncia un hermoso discurso, al que nada falta bajo el aspecto filosófico ni literario (cf. Hec_17:22-31); pero, después del fracaso de Atenas, vio claro que Dios no quería salvar al mundo por ese camino. En ningún otro lugar de las cartas de Pablo encontramos una repulsa tan tajante e incluso burlona (cf. 4:8-13) de la filosofía y retórica griegas, como aquí. Por sabiduría divina entiende, según se desprende de esos mismos textos, el modo inefable como Dios llevó a cabo nuestra redención, incorporándonos a Cristo su Hijo, cabeza de la humanidad regenerada y fuente única de salud. Prácticamente viene a equivaler al término misterio, de que habla en Colosenses y Efesios (cf. Col_1:26; Col_2:2; Col_4:3; Efe_1:9; Efe_3:3; Efe_6:19).
En el v.17, que sirve como de transición, al mismo tiempo que indica la causa de por qué ha bautizado a tan pocos en Corinto, dado que su misión era la de evangelizar, no la de bautizar, deja ya entrever claramente la tesis fundamental de toda la perícopa: el Evangelio no necesita de la sabiduría humana; es más, Dios ha querido prescindir de ella, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo. Lo de que no ha sido enviado a bautizar, sino a evangelizar, no significa, ni mucho menos, que el Apóstol tenga en poco aprecio el bautismo (cf. Rom_6:3-4; Efe_5:26; Col_2:12; Tit_3:5), sino que indica simplemente cuál era su misión primordial, lo mismo que la de los Doce (cf. Mar_3:14; Hec_1:22; Hec_6:4). Para el bautismo y catequesis aneja preparatoria, fácilmente podían servirse de auxiliares; no así para evangelizar o roturación primera del terreno. En cuanto a la contraposición entre Evangelio y sabiduría humana (lit. = sabiduría en el hablar), notemos la razón alegada: para que no se desvirtúe la cruz de Cristo. Dicho de otra manera: para que quede bien claro que la cruz de Cristo es verdaderamente poder de Dios (v.18.24; cf. Rom_1:16), pues sin necesidad de tales recursos ha vencido al mundo. Y, desde luego, si Dios hubiera elegido para difundir el Evangelio a grandes filósofos y literatos, fácilmente se hubiera podido creer que la cruz sola no bastaba o, al menos, se le hubiera impedido que demostrara toda su eficacia.
En los v.18-19 no hace sino recalcar y declarar más la idea anterior. Insiste en que la cruz es poder de Dios, aunque añadiendo que lo es sólo para los que se salvan (tois ?????????? ), no para los que se pierden (tois ????????????? ); para éstos, la doctrina de un Dios que se hace hombre y muere en un patíbulo para salvar a los hombres es más bien necedad (????? ). Conviene advertir que los participios oí ????????? (los que se salvan) y oí ??????????? (los que se pierden) tienen sentido ingresivo, no necesariamente de consumación, y vienen a equivaler prácticamente a creyentes e incrédulos, como aparece claramente en los v.23-24. Supone San Pablo que la salvación o perdición comienza ya aquí abajo en la tierra, según que se acepte o se rechace la cruz de Cristo, que Dios puso como medio único de salud. En confirmación de su doctrina aduce el texto de Isa_29:14, cuyo sentido literal alude a la liberación de Jerusalén en tiempo de Senaquerib. Dios había prometido ayuda a la ciudad cercada, pero los políticos y directores de la nación confiaban más en el auxilio de Egipto que en esas promesas, y Dios manda decirles por medio de su profeta que librará a Jerusalén prescindiendo de esos medios sugeridos por la prudencia humana. ¿En qué sentido aplica San Pablo la cita? ¿Es mera acomodación? Parece que ese según que está escrito exige algo más. Probablemente San Pablo trae aquí a colación el texto de Isaías en cuanto que ve claramente anunciada en él una de las reglas constantes de la providencia divina, que, con frecuencia, realiza sus planes al margen completamente de los medios humanos.
Todo lo que sigue (v.20-31) no es sino aplicación de lo dicho. Primeramente (v.20-25), por lo que se refiere a los predicadores del Evangelio, que Dios no eligió de entre los sabios y letrados 147, sino de entre gentes sencillas e incultas; ello equivalía a rechazar como necia la sabiduría de este mundo, de la que no quiso servirse para la propagación del Evangelio (v.20). La razón la indica el Apóstol en el v.21, y es una especie de castigo al mundo por no haber éste llegado por los medios naturales (por la humana sabiduría) hasta el conocimiento y glorificación de Dios, manifestado en las maravillas de la creación (en la sabiduría de Dios); es decir, no han sabido leer en el libro de la naturaleza. Es la misma idea que desarrolla en Rom_1:19-32. Ante ese absurdo proceder de la sabiduría humana, Dios elige un nuevo camino para salvar al hombre, y es la predicación de la cruz: a la inútil sabiduría humana sustituye la sencillez de la fe evangélica. Esa doctrina de la cruz es escándalo para los judíos, locura para los gentiles, mas poder y sabiduría de Dios para los creyentes (v.23-24). Notemos el realismo de esas tres expresiones, escándalo-locura-poder y sabiduría de Dios, con que San Pablo caracteriza los sentimientos diferentes que tienen respecto de la cruz las tres categorías de hombres en que divide a la humanidad: judíos, gentiles, cristianos. Para los judíos, en efecto, que esperaban un Mesías que hiciese ruidosos milagros y acabase con el dominio extranjero, la cruz de Cristo era ante todo un escándalo, un insulto a sus esperanzas mesiánicas, algo con que necesariamente tropezaban y que no podían aceptar (cf. Gal_5:11); para los gentiles, que buscaban una doctrina que satisficiese por completo las ansias de luz del entendimiento, la cruz era más bien una locura, algo fuera de camino, que ni siquiera merecía ser considerado (cf. Hec_17:32); para los cristianos, en cambio, fuesen judíos o griegos, la cruz de Cristo no era escándalo ni locura, sino poder y sabiduría de Dios, pues ella sola había tenido fuerza para librar al mundo de la esclavitud y llevar a efecto el plan sapientísimo de Dios en el negocio de la salud. Ni debe extrañar, añade el Apóstol, que una cosa tan débil y absurda en apariencia como es la muerte en una cruz, realice efectos tan sorprendentes, pues es cosa de Dios, y lo que es de Dios, aunque al hombre aparezca como locura, supera con mucho la sabiduría de todos los hombres, y aunque aparezca como flaco, supera toda su fortaleza (v.25).
Ni es sólo para la predicación del Evangelio; también en la elección de llamados a la fe prescinde Dios de los valores humanos. Es lo que el Apóstol hace resaltar en los v.26-31, concretándolo en el caso de la comunidad de Corinto. No hay entre vosotros, les dice, muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles (v.26), tres cosas (ciencia, poder, nobleza) que tanto estima el mundo; sino que, al contrario, Dios ha elegido lo necio del mundo para confundir a los sabios, y lo flaco del mundo para confundir a los fuertes, y lo plebeyo y tenido en nada para anular a los que se tienen en algo (v.27-28). ¡Qué lección maravillosa de modestia, no sin cierto tinte de ironía, da aquí el Apóstol a los infatuados corintios, al mismo tiempo que les descubre los planes divinos de elección! Dios quiere hacer ver que todos esos bienes humanos, que tanto ansian y de que tanto se enorgullecen los hombres, no valen nada para el negocio de la salud, sino que todo es obra de su poder y de su gracia 148. Esta última idea la recalca el Apóstol sobre todo en los V.29-31, declarando expresamente a los corintios que, de nada que eran, han venido a ser algo en Cristo (v.30), es decir, mediante su incorporación a Cristo, pues, al participar de su vida misma divina (cf. Rom_6:3-10), participan también de los bienes que de ahí derivan, y Cristo viene a serles sabiduría (pues ilumina su inteligencia), justicia y santificación (pues les limpia del pecado y les enriquece de gracia), redención (pues les libra de la esclavitud del pecado y de la Ley, pasando a la libertad de hijos: cf. Rom_8:1-2; Gal_4:3-7).
Tales son los frutos de la cruz de Cristo, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, mas poder y sabiduría de Dios para los cristianos. La conclusión final de toda la perícopa es la plena gratuidad de nuestra salvación. De nada valen los valores humanos; todo es obra de Dios en Cristo. Claro es que eso no excluye el que en la propagación y defensa del Evangelio debamos usar de todos los recursos a nuestro alcance; pero no confiemos demasiado en ellos, como si de ahí dependiera totalmente el éxito, pues cuando menos lo esperemos, Dios hará el milagro por el otro lado. Y todo esto, concluye el Apóstol, para que nadie pueda gloriarse ante Dios (v.29), o dicho de modo positivo, citando a Jer_9:24, para que el que se gloríe, se gloríe en el Señor (v.31; cf. Rom_4:2-4) 149.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 2: 1Co 1,10-17
La diversidad de ministros del Bautismo había llevado a los Corintios a pleitos y contiendas, y el Apóstol se esfuerza por avenirlos, exhortandolos a la concordia.10. Mas os ruego encarecidamente, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos tengáis un mismo lenguaje, y que no haya entre vosotros divisiones; antes bien viváis perfectamente unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir.11. Porque he llegado a entender, hermanos mios, por los de la familia de Cloe, que hay entre vosotros contiendas;12. quiero decir que cada uno de vosotros toma partido* diciendo: yo soy de Pablo; yo de Apolo; yo de Cefas; yo de Cristo.13. Pues qué, ¿Cristo se ha dividido? Y por ventura ¿Pablo ha sido crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?14. Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado por mi mismo, sino a Crispo y a Cayo,15. para que no pueda decir nadie que habéis sido bautizados en mi nombre.16. Verdad es que bauticé también a la familia de Estéfanas; en lo demás, no me acuerdo haber bautizado a otro alguno, que yo sepa.17. Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio.Luego de haberlos saludado y concluida su acción de gracias, de aquí empieza a instruirlos, y primero con una instrucción general, es a saber, de lo tocante a loa sacramentos. En segundo lugar, con una particular a cierto género de personas.Ahora bien,3 cosas son de considerar en los sacramentos: la. el sacramento mismo, como el Bautismo. 2a. lo significado y contenido en él, es a saber, la gracia. 3a. lo significado y no contenido, esto es, la gloria de la resurrección (1Co 15). Así que primero trata de los sacramentos, luego de las gracias; en pos, de la gloria de la resurrección.Cuanto a lo primero,3 cosas: la. determina lo que pertenece al sacramento del Bautismo. 2a. lo que al sacramento del Matrimonio. 3a. lo que a la Eucaristia. Pero el Señor habiales mandado a los discipulos que enseñarán y juntamente bautizarán (Mt 28); por cuya razón el Apóstol en esta Primera Parte de su Carta hace lo mismo. Mas es de saber que entre los fieles de Corinto había cierta contienda con eso de bautistas y doctores; pues los instruidos, como si hubiesen recibido mejor doctrina y mejor bautismo, menospreciaban a los que no lo eran. De donde, cuanto a lo primero, a dar de mano a los pleitos y a quitar su causa, que provenía de vanagloriarse en ciertas cosas y en menospreciar a los otros ministros de Cristo (1Co 3).Acerca de las contiendas,3 cosas: la amonestación, su necesidad, el porqué. Respecto de la amonestación, muévelos a guardarla y darle oídos, de un modo, con la propia humildad, al decir: "os ruego... " (Pr 18); de otro, con la fraterna caridad, diciendo: hermanos, pues con afecto de fraterna caridad decia esto (Pr 18); ultimamente por reverencia a Cristo: "por el nombre de nuestro Señor Jesucristo", que todos han de honrar, y a quien sometidos conviene estar (Fil 2).Muévelos, en segundo lugar, a 3 cosas: a la concordia, al decir: "que todos tengáis un mismo lenguaje", esto es, que la fe que profesáis sea la misma, y el parecer que deis, acerca de las cosas que en comun habéis de hacer, sea el mismo Rm 15). 2o. a evitar el vicio contrario, prohibiéndolo: "no haya entre vosotros divisiones", ya que la unidad eclesiastica no debe dividirse, en señal de lo cual de la tunica inconsútil dijeron los soldados: "no la dividamos, mas echemos suertes para ver de quién sera" (Jn 19,24). Ahora bien, cismas o divisiones los hay cuando los hombres de una comunidad echan cada uno por su lado, o por no estar de acuerdo en la confesión de la fe, o por tener diversos pareceres en las cosas agibles (Is 22). 3o. a la perfección, por cuyo medio puedan evitar las divisiones; pues las divisiones tienen por causa el buscar cada uno su propio bien, bien parcial, dando de mano al perfecto bien, qué es el de todos. Por eso dice: "antes bien, viváis perfectamente unidos en un mismo pensar, con el que se juzga dé las cosas conocibles, y en un mismo sentir", con el que se juzga de las agibles; como si dijera: con esto tenéis para ser perfectos, mientras permanezcáis unidos (Col 3 Mt 5).Muestra luego la necesidad de la antedicha admonición, al decir: "porque he llegado a entender, es a saber, porque cojeaban de ese pie de ser porfiados y altercadores, como si dijera: me veo obligado a induciros a esto, hermanos mios, porque he llegado a entender "por los de Cloe - esto es, una aldea sujeta a la jurisdicción de los Corintios, o el nombre de una matrona, en cuya casa estaban juntos muchos fieles- que hay entre vosotros contiendas", contra lo que se dice en los Proverbios: "loable es para un hombre huir de contiendas" (20,2). Y en qué consistian éstas lo explica anadiendo: "quiero decir, esto es, entiendo por altercado, que cada uno de vosotros toma partido por quien fue bautizado e instruido, diciendo: yo soy de Pablo", porque Pablo lo había bautizado e instruido. Otro: yo, en cambio, de Apolo, que había sido predicador de los Corintios (Hch 19); un tercero: pero yo de Cefas, es a saber, de Pedro, a qu;en se dijo: "te llamaras Cefas". Y el decir esto era porque se imaginaban que a mejor bautista mejor bautismo, como si la eficacia del bautismo dependiese del bautizante; vanidad en que ponian su gloria los seudoapostoles, según aquello del Salmo: "llamaron de su nombre a las tierras" (48,12). Otro, oor fin, dice: "mas yo de Cristo", el unico que dio su bendición, pues solo el poder de Cristo da virtud al bautismo de Cristo (Jn 1). De ahí que los bautizados por solo.Cristo denominense de Cristo cristianos, no de Paulo paulinos (Is 4).Para evitar este error dicese que los Griegos emplean esta forma para bautizar: sea bautizado el siervo de Cristo Nicolas, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, para dar a entender que el hombre no bautiza por dentro, sino Cristo; mas porque también el hombre bautiza como miembro y ministro de Cristo, ministerialmente, por eso al bautizar usa la Iglesia esta forma: yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, que esta mas de acuerdo con la forma enseñada por Cristo, que dijo a sus discipulos: "enseñad a todas las gentes, bautizandolas en el nombre del Padre... ", donde dice que los Apostoles son los que bautizan, a cuyo tenor el ministro del sacramento dice: yo te bautizo.-"¿Pues qué, Cristo se ha dividido?" Al decir esto, explica el porqué de la antedicha admonición: que entre ellos no debiera de haber bandos ni contiendas, primero de parte del bautismo; segundo, de parte de la doctrina. Acerca de lo primero,3 cosas: 1*, el inconveniente que de dicha contienda se sigue. 2* por qué se sigue. 3* da de mano a cierta falsa sospecha. Así pues, lo primero: dije lo que cada uno de vosotros: yo sov de Pablo, yo de Apolo; de donde se sigue que Cristo esta dividido. Ni hace al caso que en forma interrogativa o remisiva se lea.Y esto puede entenderse de una manera, como si dijera: por andar a mia sobre tuya, dáis a entender que Cristo esta dividido, lo cual no es cierto, porque, según el Salmo, la paz es el lugar de su morada (75; Is 56). Pero es mejor este otro sentido: por creer que a mejor bautista mejor bautismo, siguese que Cristo, que bautiza principalmente y por dentro, esta dividido, a saber, es diferente en su virtud y efecto, según la diferencia de los ministros; lo cual consta que es falso por lo que se dice en los Efesios: "un Señor, una Fe, un Bautismo".Mas un sentido mas claro se deduce de lo que dice el Apóstol: por atribuir a otros lo que es propio de Cristo, en cierta manera dividis a Cristo, haciendo muchos Cristos, contra aquello que dice: "vuestro Maestro es uno, Cristo" (Mt 23); "Yo soy el Señor, y no hay otro" (Is 45).Pero es de saber que Cristo en el sacramento del bautismo tiene una doble prerrogativa o virtud propia suya: una divina, por la que funto con el Padre y el Espíritu Santo limpia por dentro del pecado; prerrogativa que no pudo comunicarse a ninguna criatura. Otra es conforme a la naturaleza humana, que es la potestad de excelencia en los sacramentos y consiste en 4 cosas: l? que El mismo instituyo los sacramentos. 2* que pudo conferir sin el sacramento el efecto de los sacramentos. 3? que en el bautismo y los otros sacramentos hace su efecto el mérito de su pasión. 4* que los sacramentos se confieren invocando su nombre.Esta potestad de excelencia, mayormente en lo ultimo, pudo darsela a los ministros del bautismo, es a saber, que el bautismo quedase consagrado con sus nombres respectivos, pero no lo quiso: no fuese que por este motivo la 1glesia se dividiese, pensando que había tantos bautismos cuantos bautistas. Y esto es, como explica San Agustín, lo que Juan Bautista confeso no saber de Cristo, es a saber, si se reservaba esta potestad.-"¿Y por ventura Pablo ha sido crucificado por vosotros?" Muestra que el antedicho inconveniente se sigue de su error, de pensar que era diferente el bautismo según la diferencia de los bautistas; lo cual seria así si el bautismo tuviera su eficacia de los bautizantes; pero ésa es prerrogativa de Cristo; y lo demuestra de dos maneras: 1* de parte de la pasión de Cristo, por cuya virtud hace su efecto el bautismo, según aquello: "¿No sabéis que cuantos hemos sido bautizados en Jesucristo lo hemos sido con la representación y en virtud de su muerte?" (Rm 6,3). Por eso dice: "¿y por ventura Pablo ha sido crucificado por vosotros?", como si dijera: ¿por ventura la pasión de Pablo es causa de nuestra salud, para que por él tenga el bautismo la virtud de salvar? Como si dijera: No. Que el haber obrado nuestra salvación, con su pasión y muerte, es propiedad exclusiva de Cristo (Jn 1 Jn 1 2Co 5). Pero el Apóstol parece decir lo contrario: "ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la 1glesia" (Col 1,24). Mas a esto hay que responder que la pasión de Cristo nos fue saludable, no solo a modo de ejemplo (1Pe 2), sino de mérito, y también de eficacia, en cuanto que por su sangre hemos sido redimidos y justificados, según aquello: "para santificar al pueblo con su sangre, padecio fuera de la puerta de la ciudad" (He 13,12). En cambio, la pasión de los otros nos es saludable solo a modo de ejemplo, a tenor de 2Co 1: "si somos atribulados, lo somos para vuestra edificación y salud".Demuestra lo mismo, en segundo lugar, por la virtud del nombre de Cristo, que es invocado en el bautismo. De ahí que anada: "¿o habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?"; como si dijera: No; porque, como se dice en los Hechos: "debajo del cielo no se ha dado a los hombres otro nombre, por el cual debamos ser salvos" (4,12). De donde Is : "todo el deseo de nuestra oima se cifra en traer a la memoria tu nombre" (26,8).Mas parece que el bautismo no se confiere en el nombre de Cristo; pues dice el mismo Cristo: "bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28). A esto se responde que, porque en la primitiva 1glesia el nombre de Cristo era muy odioso, para hacerlo digno de veneración los Apostoles, por especial ordenación del Espíritu Santo, bautizaban en el nombre de Cristo, como se dice en los Hechos 7 que hombres y mujeres se bautizaron en el nombre de Cristo. Con todo eso, según San Ambrosio, por nombre de Cristo se entiende toda la Trinidad; ya que Cristo se interpreta ungido; y por tal nombre se entiende no solo el ungido, que es el Hijo de Dios, sino también la.unción misma, que es el Espíritu Santo, y el que unge, que es el Padre, a tenor del Salmo 44: "te ungio Dios, tu Dios, con oleo de alegria, sobre tus coparticipes". Pero ahora que el nombre de Cristo, desde levante hasta poniente, se ha hecho grande entre las naciones (Ml 1,2), usa la 1glesia la forma primitivamente instituida por Cristo, bautizando "en el nombre del Padre, y del Hilo, y del Espíritu Santo"; no obstante lo cual, quienes se bautizan de esta manera bautizanse en el nombre del que es verdaderamente el Hijo de Dios, según aquello de San Juan: "para estar en su Hijo verdadero, Jesucristo" (I,20). Bautizanse también todos los fieles en el nombre de Cristo, esto es, por creer y confesar el nombre de Cristo, según Joel: "quienquiera que invocare el nombre del Señor se salvara". De ahí que los bautizados se llamen cristianos del nombre de Cristo, porque, como se dice en Galatas: "todos los que habéis sido bautizados en Cristo estáis revestidos de Cristo" (3,27).Así que, si sola la pasión de Cristo, si solo el nombre de Cristo, confiere al bautismo virtud para salvar, es cierto que es propio de Cristo conferir al bautismo virtud de santificar; de donde quien atribuye a otros lo que es propio de Cristo divide a Cristo en muchos Cristos.Al decir luego: "doy gracias a mi Dios... ", ya que antes había dicho: "¿pues, por ventura Pablo fue crucificado por vosotros?", corta de raiz la sospecha que pudiera caer en algunos para creer que, si no por su autoridad, por su ministerio hubiese bautizado a muchos; acerca de lo cual 3 cosas: hacimiento de gracias por haber bautizado a pocos, a quienes, después de nombrados, añade otros, y por qué no bautizo a muchos.Así que primero dice: "gracias doy a mi Dios de no haber bautizado a ninguno de vosotros sino a Crispo (Hch 1 Hch 8), y a Cayo", a quien escribe su tercera canonica San Juan. Y, porque el hacimiento de gracias no tiene lugar sino en los beneficios recibidos, muestra, por tanto, el Apóstol de qué modo da gracias sobre este particular, al anadir: "para que no pueda decir nadie que habéis sido bautizados en mi nombre"; pues preferible es a los santos varones que de sus buenas acciones no den ocasión de equivocación o pecado. Y, por haber los Corintios en este error venido a parar de nombrarse en el bautismo de quienes los bautizaron, diciendo: yo soy de Pablo y de Apolo, como si hubiesen sido bautizados en nombre de ellos, por tal razón da gracias de que semejante error no se haya seguido de su ministerio y, por consiguiente, de modo particular dice que si bautizo fue a aquellos que no estaban tocados de este error.Mas, al decir: "verdad es que bauticé también... ", enlista a otros que bautizo, porque no parezca que en lo que dice falta a la verdad. De allí que diga: "bauticé también la casa", esto es, la familia, de Estéfanas", una matrona. Y, porque en lo tocante a hechos particulares, la memoria del hombre es deleznable, añade: "en lo demás no sé, esto es, no recuerdo, haber bautizado a otro alguno, que yo sepa", en propia persona."Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar". Explica por qué bautizo a pocos; contra lo cual parece estar lo que dice San Mateo: "id y enseñad a todas las gentes bautizandolas en el nombre... " (28). A esto se responde que Cristo envió a sus apostoles con ese doble encargo, pero con tal condición que lo de la predicación, como ellos mismos decian, corriese de cuenta suya: "no es justo que nosotros descuidemos la predicación de la palabra de Dios por cuidar de las mesas". El bautismo, en cambio, lo conferiria por ministros inferiores, y esto precisamente porque en el bautismo de nada sirve la industria o la virtud del bautizante; porque es indiferente que lo confiera un ministro inferior o mayor; mas en la predicación del Evangelio pesa mucho la sabiduría y la virtud del predicador, por cuya razón el oficio de la predicación, como ministros mayores, ejercianlo por si mismos los Apostoles, así como de Cristo mismo se dice que El por si no bautizaba, sino sus discipulos, y, con todo, de Si dice: "es necesario que Yo predique también a otras ciudades el Evangelio del reino de Dios, pues para eso he sido enviado" (Lc 4 Is 61).

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)


63 (f) La profecía es más importante que las lenguas (14,1-25). La crítica que hace Pa(-)blo de las lenguas indica que los corintios con(-)cedían una importancia indebida a este don. El misterioso balbuceo de sonidos ininteligi(-)bles se veía como el signo más claro de pose(-)sión por parte del Espíritu, de ahí que ofrecie(-)ra un mayor prestigio social. El individualismo latente queda manifiesto con la valoración he(-)cha por Pablo desde el punto de vista de la uti(-)lidad a la comunidad, que él pone de relieve comparando las lenguas con la profecía. 1. an(-)helad: Existe cierto realismo en la insinuación de que los creyentes suelen obtener el don que desean. 2. lenguas: Aunque audible, la glosolalia sólo es inteligible para Dios, el autor del don, y por tanto es totalmente diferente de las lenguas extranjeras de Hch 2,4-11 (por el con(-)trario, R. H. Gundry, JTS 17 [1966] 299-307). 3. profetiza: La profecía se define por su efecto en la comunidad. La revelación, entendida co(-)mo una comprensión nueva y más profunda del misterio de la salvación, se actualiza en la guía e instrucción pastorales; véase el comen(-)tario a 1 Tes 5,19-21; Rom 12,6. 5. a no ser que éste puede expresarlo con palabras: En este ca(-)so no hay diferencia entre glosolalia y profe(-)cía; véase el comentario al v. 13 y a los vv. 27-28. 6-12. Pablo utiliza tres argumentos para demostrar que un sonido sin inteligibilidad no aporta nada: su propio ministerio (v. 6), los instrumentos musicales (vv. 7-8) y las lenguas extranjeras (vv. 10-11). 11. seré un extranjero para el que me habla: Sin embargo, en la co(-)munidad de fe ¡el otro debe ser un hermano (8,11-12)! La glosolalia rompe la unidad de la comunidad. «Extranjero» traduce barbaros, «bárbaro»; ® Romanos, 51:18. 13-19. Las len(-)guas pueden hacer una aportación a la comu(-)nidad siempre y cuando vayan acompañadas por el ejercicio de la mente, que las hace inte(-)ligibles. 13. el que habla en lenguas pida la fa(-)cultad de producir lenguaje articulado: No hay un don de «interpretación» dado a otros dis(-)tintos del que habla en lenguas. Este debe as(-)pirar a otro don más, que haga inteligible su incipiente experiencia de Dios (véase A. C. Thiselton, JTS 30 [1979] 15-36). 14. mi espíritu: El Espíritu Santo activo en la persona como don y que actúa mediante cauces psicológicos dis(-)tintos de la mente racional. 15. La actividad inarticulada del Espíritu debe extenderse a la mente y hacerse inteligible, también cantaré con la mente: Véase Col 3,16. 16. si bendices: Dios es alabado con «acción de gracias» (eucharistia) por su gracia, p.ej., 2 Cor 1,3-4; 2,14. el que tiene la condición de los de fuera: Un cre(-)yente confuso acerca de lo que pasa o un no cristiano, dirá «amén»: El cristianismo heredó del judaísmo la costumbre de asentir a la ora(-)ción respondiendo «amén» (Dt 27,14-26; 1 Cr 16,7-36; Neh 5,13; 8,6). «Se subraya la respon(-)sabilidad que la Iglesia como un todo tiene de oír, entender, examinar y controlar» (Barrett). 20-25. Tras haber abordado la dimensión intracomunitaria de la glosolalia, Pablo cen(-)tra ahora su atención en la relación de ésta con el apostolado de la comunidad. 21. Pablo cita Is 28,11-12 en una trad. cercana a la de Aquila. Puesto que los israelitas no quieren es(-)cuchar al profeta, éste les amenaza con «el te(-)rrible galimatías de los invasores extranjeros» (Robertson-Plummer), a los que son incapa(-)ces de entender. 22. En el estilo de la diatriba (® Teología paulina, 82:12), Pablo pone una deducción sacada de la cita en boca de un ad(-)versario imaginario, el cual afirma que, si la glosolalia (a diferencia de la profecía) es ine(-)ficaz dentro de la Iglesia, su finalidad debe ser servir como signo apologético ante los de fuera (véase B. C. Johanson, NTS 25 [1978-79] 180-203). 23. Pablo reanuda su argumento (para este sentido de oun, véase BDF 451.1) y contradice a su interlocutor, gente de fuera o no creyentes: Los dos términos hacen referencia a los aspectos objetivo (gente de fuera) y subjeti(-)vo (no creyentes) del mismo grupo; el orden se invierte en el versículo siguiente, que estáis de(-)lirando: Un juicio que pondría el cristianismo en el mismo plano que los cultos mistéricos paganos con sus éxtasis. 24-25. Resulta tan claro que el interés mutuo expresado en la edi(-)ficación, el ánimo y el consuelo (14,3) es bue(-)no, y tan evidente su discrepancia respecto al egocentrismo del «mundo», que el de fuera se ve eficazmente apremiado a percibir la presen(-)cia activa de Dios en la comunidad.
64 (g) Orden en el uso de los dones espi(-)rituales (14,26-40). Las asambleas litúrgicas desordenadas o demasiado largas no edifica(-)ban la comunidad. Pablo, en consecuencia, tie(-)ne que descartar la idea de que la posesión de un don le diera a uno el derecho a abusar de una asamblea. 26. un himno: No un salmo del AT, sino una composición espontánea, como quizá Flp 2,6-11 ó 1 Tim 3,16. una revelación: La base del discurso profético. 27b-28. que uno de ellos lo exprese en palabras. Pero si no puede expresarlo en palabras, que permanezca callado en la asamblea: Véase el comentario a 14,13. 29. los demás juzguen: Pablo tiene presentes a todos (14,16; 1 Tes 5,19-22) y no simplemente a los demás profetas (por el contrario, D. E. Au(-)né, Prophecy 219-22). El criterio es ciertamente la armonía entre lo que se dice y la fe de la co(-)munidad. 34-35. Estos versículos no son un le(-)ma corintio, como sostienen algunos (N. Flanagan y E. H. Snyder, BTB 11 [1981] 10-11; D. W. Odell-Scott, BTB 13 [1983] 90-93), sino una interpolación pospaulina (G. Fitzer, Das Weib schweige in der Gemeinde [TEH 110, Múnich 1963]). No sólo es no paulino el recurso a la ley (posiblemente Gn 3,16), sino que estos versícu(-)los contradicen 11,5. Los mandatos reflejan la misoginia de 1 Tim 2,11-14, y probablemente proceden del mismo círculo. Algunos mss. po(-)nen estos versículos tras el v. 40. 36. ¡qué!: Las preguntas retóricas, intensificadas por la partí(-)cula disyuntiva é, son una reacción negativa ante la situación insinuada en los vv. 26-33. 37. es del Señor: Pablo tenía la autoridad de su misión (15,8-11) y la mente de Cristo (2,16). Aunque testimoniado por P46, entolé, «man(-)dato», no es auténtico (véase G. Zuntz, The Text of the Epistles [Londres 1953] 139-40). 38. tampoco él es reconocido: Pablo se niega a ad(-)mitir que esté inspirado (cf. v. 29).
(Auné, D. E., Prophecy in Early Christianity and the Ancient Mediterranean World [Grand Rapids 1983]. Cothenet, E., DBSup 8.1222-337. Grudem, W. A., The Gift of Prophecy in 1 Cor [Washington 1982], Hill, D., New Testament Prophecy [Atlanta 1979].)

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter I.

After his salutation, and thankesgiuing, 10 he exhorteth them to vnitie, and 12 reprooueth their dissentions. 18 God destroyeth the wisedome of the wise, 21 by the foolishnesse of preaching, and 26 calleth not the wise, mighty, and noble, but 27.28 the foolish, weake, and men of no accompt.
1 Paul called to be an Apostle of Iesus Christ, through the will of God, and Sosthenes our brother,
2 Unto the Church of God which is at Corinth, to them that [ Act_15:9.] are sanctified in Christ Iesus, called to be Saints, [ Rom_1:7.] with all that in euery place call vpon the Name of Iesus Christ our Lord, both theirs and ours.
3 Grace be vnto you, and peace from God our Father, and from the Lord Iesus Christ.
4 I thanke my God alwayes on your behalfe, for the grace of God which is giuen you by Iesus Christ,
5 That in euery thing yee are enriched by him, in all vtterance, and in all knowledge:
6 Euen as the Testimony of Christ was confirmed in you.
7 So that yee come behinde in no gift; wayting for the [ Greek: Reuelation.] comming of our Lord Iesus Christ,
8 Who shall also confirme you vnto

[Against contentions.]

the end, that yee may be blamelesse in the day of our Lord Iesus Christ.
9 [ 1Th_5:24 .] God is faithful by whom ye were called vnto the felowship of his Sonne Iesus Christ our Lord.
10 Now I beseech you brethren by the Name of our Lord Iesus Christ, that yee all speake the same thing, and that there be no [ Greek: schismes.] diuisions among you: but that ye be perfectly ioyned together in the same minde, and in the same iudgement.
11 For it hath bene declared vnto me of you, my brethren, by them which are of the house of Cloe, that there are contentions among you.
12 Now this I say, that euery one of you saith, I am of Paul, and I of [ Act_18:24 .] Apollo, and I of Cephas, and I of Christ.
13 Is Christ diuided? was Paul crucified for you? or were yee baptized in the name of Paul?
14 I thanke God that I baptized none of you, but [ Act_18:8 .] Crispus and Gaius:
15 Lest any should say, that I had baptized in mine owne name.
16 And I baptized also the household of Stephanas: besides, I know not whether I baptized any other.
17 For Christ sent me not to baptize, but to preach the Gospel: [ 2Pe_1:16 .] not with wisedome of [ Or, speech.] words, lest the Crosse of Christ should be made of none effect.
18 For the preaching of the Crosse is to them that perish, foolishnesse: but vnto vs which are saued, it is the [ Rom_1:16 .] power of God.

[Wherin to glory.]

19 For it is written, I will destroy the wisedome of the wise, and wil bring to nothing the [ Isa_29:14 .] vnderstanding of the prudent.
20 [ Isa_33:18 .] Where is the wise? where is the Scribe? where is the disputer of this world? Hath not God made foolish the wisedome of this world?
21 [ Rom_1:20 .] For after that, in the wisedom of God, the world by wisedome knew not God, it pleased God by the foolishnesse of preaching, to saue them that beleeue.
22 For the [ Mat_12:38 .] Iewes require a signe, and the Greekes seeke after wisedome.
23 But wee preach Christ crucified, vnto the Iewes a stumbling block, and vnto the Greekes, foolishnesse:
24 But vnto them which are called, both Iewes and Greekes, Christ, the power of God, & the wisedome of God.
25 Because the foolishnesse of God is wiser then men: and the weakenesse of God is stronger then men.
26 For ye see your calling, brethren, how that not many wise men after the flesh, not many mighty, not many noble are called.
27 But God hath chosen the foolish things of the world, to confound the wise: and God hath chosen the weake things of the world, to confound the things which are mighty:
28 And base things of the world, and things which are despised, hath God chosen, yea and things which are not, to bring to nought things that are,
29 That no flesh should glory in his presence.
30 But of him are ye in Christ Iesus, who of God is made vnto vs wisedome, and righteousnesse, and sanctification, and redemption:
31 That according as it is written, [ Jer_9:23 .] He that glorieth, let him glory in the Lord.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Idolatrar a los maestros cristianos es causa de divisiones

Los alumnos o discípulos de un maestro secular debían lealtad exclusiva a éste. Era común que pelearan con los alumnos de maestros rivales sobre los méritos de sus mentores, quienes también por tradición rivalizaban unos con otros. Los corintios que se convirtieron y bautizaron a través del ministerio de Pablo, Apolos y Pedro, también se conside raban, como en el mundo secular, como sus seguidores exclusivos, y de la misma manera discutían sobre los méritos de los maestros cristianos. Pablo declara que esa lealtad es idolátrica. El quiere que los corintios sigan al Mesías, no a sus siervos. Convertir a los maestros u oradores carismáticos en ídolos que buscan la lealtad de sus miembros siempre ha sido causa de divisiones y desastroso para la comunidad cristiana.

El llamado a la unidad que hace Pablo frente a su percepción del papel del maestro cristiano -el Apóstol jamás utiliza el término secular líderes que siempre implica una condición superior- se basa en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a quien habían invocado para ser salvos (1:2). No es un llamado a buscar la unidad a partir de un mínimo denominador común, sino una convocatoria urgente a que os pongáis de acuerdo (10). La prohibición de la división y la demanda de que los cristianos estén completamente unidos en la misma mente y el mismo parecer los instan a comprender qué es lo que Dios piensa sobre este tema. Pablo lo discute detalladamente en 1:10-4:21.

12 Pablo pone bien en claro el cambio: Me refiero a que ... lit., uno de vosotros está diciendo: Yo soy de ... es decir, Yo pertenezco a ... Después que algunos declararan su lealtad a prominentes maestros de la iglesia, otros, aparentemente, formaron el grupo de Cristo. 13 Cristo jamás puede ser la propiedad exclusiva de un grupo en una iglesia (cf. 1:2), de ahí la pregunta: ¿Está dividido Cristo? Como cuerpo de Cristo, la iglesia no puede estar dividida. Estas expresiones de lealtad a Pablo y otros son consideradas por el Apóstol como usurpaciones del lugar de Cristo. Así como los objetos religiosos que se encontraban en Corinto llevaban la inscripción: Yo pertenezco a Afrodita, yo pertenezco a Deméter, así estas erróneas expresiones de lealtad exclusiva son idolátricas; implican que Pablo fue el mediador de su salvación. Su entrada al reino de Dios, expresada por medio del bautismo, no fue en el nombre del evangelista que les predicó. Sus expresiones de lealtad a los maestros reemplazaban el compromiso y la lealtad que los cristianos deben dar sólo a Cristo. No podía decirse que el bautismo cristiano estableciera la membresía en el grupo de Pablo ni indicara ninguna relación especial con él, porque había bautizado a muy pocos de ellos (14-16). 17a Pablo explica que su llamado apostólico no fue a bautizar sino a predicar, y en la sección siguiente continúa dando razones por las que renunció al uso de los métodos de los oradores públicos profesionales.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Discordias en Corinto. Después de esta introducción densa y programática, Pablo va enseguida al grano, es decir, al problema fundamental de la comunidad de Corinto: las divisiones y las rivalidades, pecados constantes de la Iglesia de Dios de todos los tiempos. La exhortación a la unidad es solemne y enérgica, hecha en nombre de Jesús y apelando a sus títulos de Cristo y Señor. Pablo no entra ahora en detalles sobre las divisiones y rivalidades pero, por el tenor de toda la carta, la alusión es clara: la discriminación y las diferencias entre cristianos ricos -algunos- y pobres -la mayoría-; esclavos y libres; mujeres y hombres; cultos -algunos- y sin estudios -la mayoría-; carismáticos y conservadores; judíos y griegos; pecadores públicos y personas honestas.
De todo esto había en aquella comunidad cristiana tan compleja, conflictiva, cosmopolita y pluralista de Corinto, reflejo casi exacto de muchas de nuestras comunidades de hoy. Es posible que cada grupo se identificara con un personaje de la Iglesia como Pablo, Cefas o Apolo sin que estos personajes fueran en realidad los jefes de fila de los diversos bandos. Ante situación tan compleja, el Apóstol lanza, de momento, una poderosa llamada de atención a la conciencia de todos en favor de la concordia, que termina con preguntas tan incisivas como éstas: «¿Está dividido Cristo? ¿Ha sido crucificado Pablo por ustedes?» (13). Cristo y la Iglesia se identifican de tal modo (cfr. 12,27) que las divisiones en la Iglesia son tan absurdas como si Cristo estuviese dividido.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



7. La "Revelación" de nuestro Señor Jesucristo es aquí su Manifestación gloriosa al fin de los tiempos, el objeto por excelencia de la esperanza cristiana.

19-20. Isa_29:14; Isa_19:12; Isa_33:18.

23. El "escándalo" de los judíos se fundaba, sobre todo, en el hecho de que la Escritura declaraba "maldito de Dios" al que era crucificado ( Deu_21:23). Ver Gal_3:13.

31. Jer_9:23.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

De la explicación del Apóstol se deduce que entre los cristianos de Corinto se habían formado algunos grupos alrededor de personajes importantes. Son causa de división, y pueden poner en peligro la unidad de la fe, Ésta -señala el Apóstol- no está en función de los predicadores ni de quienes bautizan, sino que se fundamenta en Cristo.


Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 1.4 Por medio de Cristo Jesús: lit. en Cristo Jesús. Véase Ro 6.11 n.

[2] 1.9 En unión con... Jesucristo: Véase Ro 6.11 n.

[3] 1.12 Apolo: Cf. Hch 18.24--19.1.

[4] 1.12 Cefas: forma aramea del nombre Pedro.

[5] 1.16 1 Co 16.15.

[6] 1.19 Is 29.14.

[7] 1.31 Jer 9.23-24.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_18:8; Rom_16:23

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Hch_18:8; Rom_16:23

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἐβαπτίσθητε WH Treg NA28 ] ἐβάπτισα RP

Torres Amat (1825)



[17] Y evitar que se atribuyera a la elocuencia la conversión del mundo, que es obra de la cruz.

[19] Is 29, 14.

[20] Con su desprecio de ella.

[31] Jer 9, 23; Rom 3, 27.

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I μή τις I] ninguno.