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Porque si oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto. (I Corintios 14, 14) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 14

3. NORMAS PRACTICAS (14,1-40).

a) Por qué debe preferirse la profecía (14,1-25).

La norma básica es el provecho de la comunidad (1Co/14/01-05).

1 Procurad conseguir el amor; pero aspirad a los dones del Espíritu, sobre todo al de profecía. 2 Pues el que habla lenguas no habla para los hombres, sino para Dios, ya que nadie lo entiende, aunque en Espíritu hable misterios. 3 Por el contrario, el que profetiza habla a los hombres, y edifica, y exhorta, y anima; 4 el que habla lenguas se edifica a sí mismo, mientras que el que profetiza edifica a la Iglesia. 5 Yo quisiera que todos hablaseis lenguas, pero mucho más que profetizarais. El que profetiza es más que el que habla lenguas, a no ser que las interprete para que la Iglesia reciba edificación.

Ni siquiera después de haber expuesto a tan radiante luz la norma y el valor supremo -el amor- se ahorra el Apóstol el examen de los casos particulares. Lo mismo hizo respecto al problema de la carne inmolada a los ídolos. En estos detalles se manifiesta su prudencia y su amor pastoral. Sabía muy bien cuán difícil resulta a los humanos sacar consecuencias claras y lógicas allí donde éstas contradicen a sus inclinaciones. Y así, desea hacer todo lo que está en su mano para inclinar a los corintios hacia aquellas instrucciones prácticas que él estima justas y necesarias. No ahorra reflexiones ni ejemplos que puedan servir a su propósito. De aquí los variados argumentos, que se desenvuelven en diferentes niveles, para convencer al mayor número posible. Afortunadamente, este pasaje nos permite llegar a conocer más datos sobre estos dos dones del Espíritu.

El que habla lenguas habla para Dios, habla misteriosamente, se edifica a sí mismo. Esto no es malo, pero los otros no participan en nada. El que habla por inspiración, habla a los otros, que reciben edificación, aliento y consuelo. Se ve, pues, que este profetizar o hablar por inspiración no se distingue radicalmente de los fines de la predicación o de la exhortación espiritual que, en el caso presente, consigue su eficacia gracias al poder carismático. Para el don de lenguas no nos es tan fácil hallar algo similar en nuestros días. Sirve para expresar el arrobamiento o arrebato extático, alejado de la comprensión de los demás y, por tanto, incapaz de demostrar que es auténtico. Por otra parte, ocurría que el que hablaba lenguas podía decir después, en lenguaje común y comprensible, lo que había dicho antes en el estado de enajenamiento. El Apóstol no opondría ninguna limitación a esto, del mismo modo que tampoco se pronuncia, en principio, en contra del don de lenguas en cuanto tal.

Se explica con algunos ejemplos (1Co/14/06-11).

6 Ahora bien, hermanos, si me presento a vosotros hablando lenguas, ¿qué provecho os aportaría yo, si no os hablara con revelación, o con conocimiento, o con profecía, o con enseñanza? 7 Es lo que pasa con los instrumentos inanimados que producen sonido, por ejemplo, la flauta o la cítara, si no da notas que se distingan; ¿cómo se sabrá lo que la flauta o la cítara toca? 8 Y también, si la trompeta emite un sonido confuso, ¿quién se preparará para la batalla? 9De la misma manera, si vosotros mediante el don de lenguas no proferís discursos inteligibles, ¿cómo se podrá comprender lo que estáis diciendo? Parecerá que estáis hablando al viento. 10 Tal cantidad de idiomas como habrá en el mundo y ninguno es inarticulado. 11 Sin embargo, si no conozco el significado de ese idioma, seré para el que me habla un extraño, y él lo será para mí.

Pablo recurre, una vez más, a su propio ejemplo: si él se presentase en las comunidades por él visitadas dando curso libre a su don de lenguas, ¿de qué les serviría a ellos? Es importante comprobar, por este texto, qué es lo que el Apóstol pretende llevar con sus visitas pastorales: revelación, conocimiento, profecía, doctrina. Se tiene la impresión de que estos cuatro elementos no son citados por orden sistemático, ni abarcan toda la materia. Son ejemplos de la auténtica ganancia que la comunidad tiene derecho a esperar de él. El ejemplo de los instrumentos músicos es rico en consecuencias, debido acaso a que las manifestaciones glossolálicas tienen algo de musical, pero similar a aquellos géneros músicos cuyo contenido no se puede desentrañar. ¿Podrían recordarse aquí las modernas formas musicales, cuya utilización en la celebración litúrgica es afirmada por unos y combatida por otros? Debemos encomendar al futuro la tarea de dilucidar hasta qué punto pueden ser expresión auténtica de una celebración litúrgica. Lo que es seguro es que los cantos de la liturgia son una manifestación procedente muchas veces del entusiasmo que rodeaba la locución de lenguas de aquel tiempo. Lo dicho es válido respecto del canto en general, pero mucho más especialmente del modo cómo se cantaba.

De los ejemplos, Pablo pasa ya a la cosa misma, al lenguaje del que hablaba en lenguas. Dado que hablan una lengua completamente incomprensible, es como si hablaran «al viento», o dicho de una forma menos cruda: se hablan unos a otros sin entenderse, como entre hombres que emplean una lengua extranjera y desconocida. Para este concepto tenía el heleno culto de aquel entonces la expresión «bárbaro», que significaba primariamente no una falta de cultura, sino los sonidos ininteligibles de una lengua extraña. Pablo toca, pues, un poco el orgullo nacional, cuando da a entender a los corintios que, con su don de lenguas, se portan propiamente como bárbaros.

La experiencia litúrgica de la comunidad (1Co/14/12-19).

12 Así también vosotros, ya que aspiráis con ardor a los dones del Espíritu, procurad tenerlos en abundancia para la edificación de la Iglesia. 13 Por eso, el que habla lenguas, ore para que se le conceda la interpretación. 14 Si oro valiéndome del don de lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente se queda sin fruto. 15 Entonces, ¿qué? Oraré con el espíritu y oraré también con la mente; cantaré himnos con el espíritu y los cantaré también con la mente. 16 Pues, si pronuncias alabanzas en espíritu, ¿cómo podrá decir amén a tu acción de gracias el que ocupa el lugar de los no iniciados, si no entiende lo que dices? 17 Tu acción de gracias será excelente, pero al otro no le sirve de edificación. 18 Gracias a Dios, hablo más que todos vosotros en lenguas; 19 pero en una asamblea prefiero hablar cinco palabras inteligibles, para instruir también a los otros, que no diez mil por el don de lenguas.

¿Qué debe hacer entonces aquel que tiene el don de lenguas? No tiene por qué negarlo o despreciarlo. Debe pedir el don de interpretación (¿por sí mismo o por medio de otros?). En el fondo, pues, de todos estos discursos, orientaciones y exhortaciones se encuentra el convencimiento de que tampoco respecto de estos dones extraordinarios del Espíritu se halla el hombre en una situación meramente pasiva o involuntaria. Una y otra vez debe repetirse que los corintios habían aportado estas ideas de los cultos paganos. Pero no responden al modo de actuar el Espíritu Santo en el hombre a quien se le concede la gracia. El Espíritu no quiere desencadenar las fuerzas incontroladas de lo irracional. Cuando, al hablar del don de lenguas, que aquí -y solamente aquí- equipara a la oración, distingue el Apóstol entre «orar con el espíritu» y «orar con la mente»; espíritu significa aquella fuerza o ámbito del hombre que es elevada por encima de sí misma en la inspiración, mientras que la «mente» puede compararse en cierto sentido con la conciencia. Aunque el espíritu (el pneuma) del hombre puede tener posibilidades muy superiores a las de su mente, necesita, con todo, la cooperación de ambos -mente y espíritu- si quiere conseguir frutos auténticos.

Advertimos, pues, con creciente claridad, que la glossolalia puede tener el sentido de una oración de súplica, de un salmo de alabanza, de una bendición o de una acción de gracias. Son, pues, formas litúrgicas pronunciadas en voz alta, que no sólo acontecen externamente en presencia de la comunidad, sino en las que la comunidad debía tomar parte, tal y como se hace en nuestra liturgia actual con el «amén». Naturalmente, no quiere afirmarse aquí que la comunidad diga «amén» solamente cuando y porque aquel que ora en espíritu ha terminado. Un formalismo de este género es algo inconcebible para el Apóstol, quien considera que el amén de la comunidad viene causado por aquella misma fuerza de verdad y plenitud que tiene la palabra de Dios a la Iglesia, una palabra que se apoya en Cristo (cf. 2Co_1:20-21).

Pablo cierra esta mención litúrgica con el acento personal más fuerte que pueda imaginarse: en la asamblea prefiere pronunciar cinco palabras que digan algo a los demás que diez mil en el éxtasis de la glossolalia.

Concordancia con la experiencia misional (1Co/14/20-25).

20 Hermanos, no seáis niños en la inteligencia; sedlo, sí en la malicia; pero en la inteligencia sed adultos. 21 En la ley está escrito que «con hombres de lenguas extrañas y con labios extranjeros hablaré a este pueblo, y ni aun así me escucharán, dice el Señor» (Isa_28:11 s). 22 Por lo tanto, el don de lenguas es un signo, no para los creyentes, sino para los infieles; mientras que la profecía lo es, no para los infieles, sino para los creyentes. 23 Si, pues, la Iglesia entera se congrega en asamblea y todos hablan con el don de lenguas, y entonces entran no iniciados o infieles, ¿no dirán que estáis locos? 24 Si, por el contrario, todos profetizan y entra un infiel o un no iniciado, es acusado por todos, es juzgado por todos; 25 los sentimientos ocultos de su corazón se hacen manifiestos, y entonces, postrándose, adorará a Dios, exclamando: Verdaderamente, está Dios entre vosotros.

Por tercera vez en esta carta se dice a los corintios que con su conducta están dando aún los primeros pasos infantiles. Hay una infancia espiritual que es auténtica, una infancia que equivale a la perfección exigida por Jesús (Mat_18:3) y que Pedro alaba (1Pe_2:2). Pero estos pasajes no se refieren a una falta de juicio, necesaria en un hombre ya maduro. Pablo saca un nuevo ejemplo de Isaías. Hay en este profeta un pasaje en el que Dios amenaza a su pueblo con hombres de lengua desconocida (dado que este versículo se corresponde con otro de Deu_28:49 puede decir el Apóstol que se afirma «en la ley»). El texto quería dar a entender que los asirios se apoderarían del país. Pablo recurre a esta sentencia para subrayar, frente a los corintios, que las «lenguas extrañas» no son siempre signo de la benevolencia o de la proximidad de Dios. En todo caso, lo cierto es que los creyentes reciben más inspiración de un lenguaje inteligible, aunque hablar lenguas extrañas puede impresionar más a los no iniciados.

Merece la pena notar que, de acuerdo con todo esto, también se admitía a los no cristianos en las reuniones de la comunidad; se trataba probablemente de aquellos que habían mostrado algún interés y querían comprobar lo que ocurría. En ningún caso les perjudicará a estos tales el que en la asamblea todos hablen por inspiración del Espíritu, pues de este modo la conciencia de los no iniciados afectada y estremecida, se abrirá y quedará libre, para su propia salvación.

b) Consecuencias para la conducta (Deu_14:26-40).

Sólo deben hablar dos o tres (1Co/14/26-33a).

26 En definitiva, ¿qué, hermanos? Cuando os congregáis, cada uno puede tener un himno, una enseñanza, una revelación, un lenguaje, una interpretación: Que todo sirva para edificación. 27 Si se habla en don de lenguas, que hablen dos o a lo sumo tres, y por turno, y que haya uno que interprete, 28 si no hay intérprete, haya silencio en la asamblea y que cada uno hable consigo mismo y con Dios. 29 En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y los demás juzguen. 30 Pero si otro que está sentado recibe una revelación, que se calle el primero. 31 Pues podéis profetizar todos por turnos para que todos reciban instrucción y consuelo, 32 y los espíritus de los profetas a los profetas están sometidos; 33a pues Dios no es Dios de desorden, sino de paz.

Con el último ejemplo alude ya Pablo a una situación que pedía la intervención de alguien que pusiera orden. La riqueza espiritual de la comunidad (Deu_1:5) debe manifestarse también y sobre todo en la asamblea litúrgica. Todos pueden usar su derecho, pero sólo dentro de aquellos límites y con aquel orden que aseguran la consecución del fin, que es la edificación de la comunidad, y no lo contrario. ¡Qué imagen de una comunidad viviente y de su liturgia! Todos sus miembros tienen una u otra cualidad. Naturalmente, se presupone una comunidad pequeña, pues de otra suerte las reuniones se prolongarían indefinidamente. Una vez más, la enumeración está muy lejos de parecer algo sistemático, menos aún que la de los carismas, algunos de los cuales muestran aquí su eficacia práctica. Es indudable que se ha vuelto a situar aquí el don de lenguas al final con toda intención, y debido también a su propósito de añadir algunas cosas sobre este punto. Se menciona en primer lugar el «himno». Al pie de la letra se dice «salmo». Probablemente no se piensa en los ciento cincuenta salmos del Antiguo Testamento, sino en composiciones poéticas libres, de estructura similar a la de los salmos 34. No nos engañaremos mucho si consideramos el benedictus (Luk_1:68 ss), el magnificat (Luk_1:46 ss) y los cantos del Apocalipsis 35 como ejemplos de estas composiciones. También el posterior Te Deum puede ofrecernos una idea de estos salmos o cantos de alabanza.

De clase muy distinta es la aportación de la «enseñanza», mencionada en segundo lugar. Podemos advertir la alta estima en que la tiene Pablo. No se había reservado aún a maestros especiales de tipo oficial, sino que era un don libre del Espíritu. Consistía, en buena parte, en la exposición de las Escrituras, y se enfrentaba con la tarea de interpretar cristianamente todo el Antiguo Testamento.

«Revelación» quiere decir apertura, descubrimiento de interconexiones ocultas que, probablemente, no se quedaban en la región de los principios, como la enseñanza, sino que descendía a las situaciones concretas.

Se citan a continuación el don de lenguas y el de interpretación, para colocarlos bajo la regla suprema: que todo sirva para edificación. Aquí edificación no tiene el sentido restringido de intimidad, sino que se refiere a la cohesión y fortalecimiento de la comunidad en la fe. Detrás de esta frase se encuentra la imagen del edificio de la Iglesia, construida por Dios, pero destinada también a ser edificada mediante la colaboración de sus propios miembros (cf. 1Pe_2:5 ss).

Siguen a continuación las normas concretas: que hablen dos, o a lo sumo tres, de los que poseen el don de lenguas, y esto sólo en el caso de que esté presente un intérprete. Pablo no admite, pues, el principio de que alguien sea de tal modo arrebatado por el Espíritu que no pueda hacer otra cosa. Presupone, más bien, que en este sometimiento al orden es donde se manifiesta el verdadero espíritu. También a los profetas se les somete a una limitación similar. En este punto hay que distinguir entre aquellos miembros de la comunidad que hablan por inspiración, en ocasiones excepcionales, y aquellos otros que forman, junto con los apóstoles y los doctores, la estructura ministerial básica. Respecto de los primeros, la comunidad puede, e incluso debe, someterlos a prueba, para ver si sus palabras proceden del Espíritu divino.

«Los espíritus de los profetas a los profetas están sometidos»: bajo la pluralidad de los espíritus no es preciso entender aquí naturalezas independientes, ni al Espíritu Santo, ni a otros espíritus; se refiere más bien a los órganos del hombre que, bajo aquel influjo, entran en acción. Tales «espíritus» pueden oponerse entre sí y alzarse unos contra otros, no porque la palabra de Dios llegue inmediatamente hasta ellos, sino porque el elemento humano desempeña aquí un gran papel. Lo que procede de Dios sólo puede proporcionar unidad, paz y orden.

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34. De acuerdo con esto, Col 3.16 y Eph_5:19 se han llamado siempre himnos y cantos.

35. Rev_4:8 ss; Rev_5:9 s; Rev_7:10 ss; Rev_11:15 ss; Rev_12:10.

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Las mujeres deben callar (1Co/14/33b-35).

33b Como en todas las Iglesias de los santos, 34 las mujeres callen en las asambleas, pues no les está permitido hablar, sino que se muestren sumisas, como manda la ley. 35 Y si quieren aprender algo, que lo pregunten a sus propios maridos en casa; pues no está bien visto que una mujer hable en una asamblea.

Como si mantuviera una vinculación directa con 11,5; y como si con este fuerte argumento quisiera prevenir toda resistencia, pide el Apóstol, remitiéndose al uso general de la Iglesia (es sumamente rara la expresión «Iglesias de los santos») que las mujeres guarden silencio en las asambleas de la comunidad. Pero ¿no tuvimos que admitir en aquel pasaje que el Apóstol les concede sin traba alguna el derecho a orar en la asamblea y a hablar bajo la inspiración del Espíritu, con la única condición de que no lo hicieran con la cabeza descubierta? Puede mantenerse esta opinión. Si analizamos más en detalle sus palabras, vemos que lo que se prohíbe a las mujeres no es que comuniquen a los demás una inspiración que se les haya participado -de lo que tenemos ejemplos, como el de las cuatro hijas del diácono Felipe (Act_21:9)-, sino que discutan sobre lo dicho. La razón de esta limitación es que la sociedad de aquel tiempo, tanto judía como griega, lo tenía por inconveniente. Si Pablo invoca, además, en su apoyo, la ley, la Escritura, porque la situación no era tan clara para los nacidos en el helenismo como para los nacidos en el judaísmo, para los cristianos se trata ya de algo indiscutible y definitivo. En nuestras asambleas litúrgicas hemos ido de hecho mucho más allá: en ningún caso parece bien interrumpir al predicador para preguntarle algo. Se podría, pues, prescindir de la palabra «mujeres» en este versículo o remplazarla por «los laicos» o por un «todos», aunque ciertamente para esto no pueda recurrirse a la Escritura. La verdad es que las cosas no pueden ser de otra manera, tal como se celebran nuestras asambleas litúrgicas actuales, Razón de más para urgir otras reuniones en las que se trate de la palabra de Dios, de la cosa de Dios en el mundo, y en las que los laicos no sólo escuchen, sino que mantengan un diálogo auténtico, para el que deben hacerse aptos.

Todos deben atenerse a las costumbres en uso y al orden apostólico (1Co/14/36-40).

36 ¿O es que la palabra de Dios salió de vosotros o a vosotros solos llegó? 37 Si alguno cree ser profeta o estar inspirado, reconozca que lo que escribo es una orden del Señor; 38 y si no lo reconoce, tampoco él será reconocido. 39 Así que, hermanos míos, aspirad a la profecía y no impidáis el hablar en lenguas; 40 pero todo esto hacedlo con decoro y con orden.

Pablo podía haber puesto aquí el punto final de su tema. Por sus frases se percibe cuán profunda era la inclinación que los corintios sentían a juzgarlo todo desde su propio punto de vista y a someterlo todo a discusión. En contra de esto se pronuncia Pablo con determinación: nadie es cristiano sólo para sí mismo, de modo que cada cual pueda juzgar de acuerdo exclusivamente con sus opiniones personales. Ser cristiano sólo es posible como miembro del cuerpo de Cristo, es decir, dentro de un orden y de una subordinación. Y aunque pudiera ocurrir que «de suyo» siempre se encontraran argumentos que esgrimir en contra, tal cosa no puede proceder de un buen espíritu. Pablo lanza aquí todo el peso de su autoridad apostólica. Por eso no hay razón para discutir el problema del origen de este mandamiento que el Apóstol asegura ser del Señor. Sabe que ésta, y sólo ésta, es la mente de Cristo y así se la ha transmitido a la Iglesia. Quien no quiera saber nada de esto, de este tal no quiere saber nada Dios.

El Apóstol no podía consentir que su última palabra fuera esta acerada sentencia, que tiene mucho, parecido con la amenaza de una tácita excomunión. Vuelve a dirigirse de nuevo a los corintios como a hermanos y sintetiza de una manera concisa el contenido esencial y la meta de todo el capítulo.

A modo de epílogo:

Sentido de las posibilidades carismáticas

del pueblo de Dios en la

Iglesia actual.

No podemos tampoco nosotros dar por concluido este amplio tema sin intentar dar una respuesta a la pregunta del interés que todo esto puede tener hoy para nosotros. ¿No han desaparecido hace ya mucho tiempo todos estos fenómenos? ¿No es, por tanto, algo sin importancia pretender saber si eran, en concreto, y bajo qué forma, testimonios admirables del Espíritu Santo, o más bien discutibles productos de las fuerzas del espíritu humano? Frente a esto, quisiéramos afirmar que para nuestra actual situación cristiana y eclesial tiene este capítulo muchas enseñanzas. Expongamos una vez más, brevemente, el contenido permanente de estas páginas.

1º. El carisma no significa necesariamente un fenómeno milagroso. Tales fenómenos milagrosos eran muy raros, incluso entre los carismáticos corintios. El aspecto decisivo de lo carismático es su carácter de servicio. El modo con que Pablo trata los carismas existentes en Corinto manifiesta que procura recortar lo espectacular en beneficio de lo más sencillo. «Carisma, en su sentido más lato, es el llamamiento de Dios, dirigido a un particular, para determinado servicio de la comunidad, y que capacita, a par, para ese servicio» 36.

2º. Por otra parte, es indudable que la ausencia casi total de carismas significa no sólo una falta deplorable, sino una auténtica culpa de la Iglesia, considerada como un todo. Podemos y debemos partir de la afirmación de que el Espíritu Santo quiere suscitar en la Iglesia, en todas las épocas, aquellos dones que ésta necesita. La casi total y absoluta clericalización de la Iglesia, el hecho de que sólo puedan ejercer funciones eclesiales los ministros oficialmente consagrados, no es conciliable con la imagen de la Iglesia del Nuevo Testamento, sino que puede y debe ser considerado como una limitación, un empobrecimiento. ¿Deberíamos ver aquí la razón profunda de la creciente ausencia -que puede comprobarse hoy en todos los países- de vocaciones sacerdotales? ¿De qué otra manera puede dar a entender el Espíritu Santo que la vida de la Iglesia no debe discurrir por el camino de un estrechamiento clerical? Es absolutamente incuestionable que el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sepa hacer frente a las tareas -actualmente mucho mayores y más numerosas- de dar testimonio del Evangelio y de introducir en el mundo las fuerzas liberadoras. Pero esto no significa que desee que se aumente el número de sacerdotes (en el sentido preferentemente cúltico en que se les ha entendido hasta ahora), sino más bien que se reconozca a todos los miembros de la Iglesia su participación en el ministerio profético y sacerdotal.

3º. A esta luz entendemos nosotros la importancia transcendental de las enseñanzas del concilio Vaticano II sobre el pueblo mesiánico de Dios y sobre su caudal carismático 37. Por vez primera en la historia universal de la Iglesia, el magisterio oficial ha vuelto a percibir y recoger los temas, ya básicamente abordados y delimitados por Pablo en su carta a los corintios. ¿No podemos echar aquí los cimientos de nuestra esperanza de que irrumpirá una nueva primavera en la Iglesia? ¿O, para decirlo con la expresión empleada por el papa Juan XXIll, un nuevo pentecostés? Esto sucede en el mismo instante y dentro de aquel contexto en que el ministerio apostólico ha comenzado, por su parte, a despojarse de toda exigencia de mando o dominio, para entenderse como servicio. En este carácter de servicio volverán a reunirse con fraterno espíritu el ministerio y el carisma, tan frecuentemente contrapuestos hasta ahora por propios y extraños. No deben reducirse el uno al otro, ni disolverse el uno en el otro. La Iglesia no es una sociedad ni meramente carismática ni meramente jerárquica; no se debe entender ni como un vivir puramente espiritual ni como una realidad exclusivamente jurídica.

4º. Los nuevos conocimientos adquiridos en materia bíblica en nuestros días comienzan a darse la mano con otra serie de conocimientos nacidos del planteamiento de los problemas a escala ecuménica. Es indudable que la Iglesia católica debe agradecer a su jerarquía la decisión y la fidelidad con que ha custodiado la herencia apostólica. Si las comunidades separadas han conservado también, por su parte, de manera indiscutible, la sustancia apostólica, debemos atribuirlo a su riqueza carismática. Con todo, los bienes carismáticos sólo parcialmente pueden sustituir al ministerio jerárquico y éste, a su vez, no hace superfluos los carismas. La Iglesia vive de ambos y de ambos necesita para lograr su plenitud. Por un lado se deberá prestar mayor atención a aquello que la Iglesia católica debe reconocer a las Iglesias protestantes y por el otro cabe esperar que las Iglesias protestantes lleguen a conocer y reconocer el ministerio apostólico. Los estudios bíblicos, por una parte, la acción ecuménica, por otra, y el replanteamiento de la historia de la Iglesia a partir de las distintas confesiones cristianas contribuirán, sin duda, a una abertura creciente frente a la gran tarea de la renovación de la Iglesia, cuyas primeras etapas, ciertamente fecundas, estamos viviendo.

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36. H.KUNG. La Iglesia, Herder. Barcelona 2. 1969, p. 227.

37. En la Constitución dogmática sobre la Iglesia, en el capitulo II, artículos 12 y 13, y en el capítulo IV, artículos 32 y 33.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Superioridad del carisma de profecía sobre el de lenguas, 14:1-25.
1 Esforzaos por alcanzar la caridad, aspirad a los dones espirituales, sobre todo al de profecía; 2 porque el que habla en lengua habla a Dios, no a los hombres, pues nadie le entiende, diciendo su espíritu cosas misteriosas; 3 mas el que profetiza habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación. 4 El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; el que profetiza edifica a la Iglesia. 5 Yo veo muy bien que todos vosotros habléis en lenguas, pero mejor que profeticéis; pues mejor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a menos que también interprete para que la Iglesia reciba edificación. 6 Ahora bien, hermanos, si yo fuere a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovecharía, si no os hablase con revelación o con ciencia o con profecía o con doctrina? 7 Las cosas inanimadas, por ejemplo, la flauta o la cítara, que producen también sonidos, si no los producen con distinción, ¿cómo se conocerá lo que con la flauta o la cítara se toca? 8 Como también, si la corneta diera un toque indefinido, ¿quién se prepararía para la lucha? 9 Así también vosotros, si con el don de lenguas no proferís un discurso inteligible, ¿cómo se sabrá lo que decís? Seríais como quien habla al aire. 10 Tantas hablas como hay en el mundo y no hay quien no tenga la suya. 11 Pero si no conozco la significación de las voces, seré para quien me habla un bárbaro, y el que me habla será para mí un bárbaro. 12 Ya, pues, que sois amantes de los carismas, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia. 13 Por eso, el que habla en lenguas, ore para poder interpretar. 14 Porque si oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto. 15 ¿Qué hacer, pues? Oraré con el espíritu y oraré también con la mente; salmodiaré con el espíritu, pero salmodiaré también con la mente. 16 Pues si tú das gracias a Dios en espíritu, ¿cómo podrá decir amén a tu acción de gracias el simple asistente? Porque no sabe lo que dices. l? Tú muy bien darás gracias, pero el otro no se edifica. 18 Doy gracias a Dios de que hablo en lenguas más que todos vosotros; 19 pero en la iglesia prefiero hablar diez palabras con sentido para instruir a otros, a decir diez mil palabras en lenguas. 20 Hermanos, no seáis niños en el juicio, sed párvulos sólo en la malicia, pero adultos en el juicio. 21 Está escrito en la Ley: En lenguas extrañas y con labios de extranjeros hablaré a este pueblo, y ni así me entenderán, dice el Señor. 22 De suerte que las lenguas son señal no para los creyentes, sino para los incrédulos, mientras que la profecía no es para los infieles, sino para los creyentes. 23 Supongamos, pues, que la iglesia toda se halla reunida en un lugar y que todos hablan en lenguas: si entraren no iniciados o infieles, ¿no dirían que estáis locos? 24 Pero si profetizando todos entrare algún infiel o no iniciado, se sentirá argüido de todos, juzgado por todos, 25 los secretos de su corazón quedarán de manifiesto, y cayendo de hinojos, adorará a Dios, confesando que realmente está Dios en medio de vosotros.

Terminada la digresión sobre la caridad, vuelve San Pablo al tema de los carismas. Y aunque, al principio, se expresa de modo general: aspirad a los dones espirituales (v.1), de hecho, luego no habla sino de dos de ellos, la profecía y el don de lenguas o glosolalia, como hoy suele denominarse. Es precisamente este pasaje el que más datos positivos ofrece para conocer la naturaleza de estos dos carismas, que ya habían sido mencionados en las listas anteriores (cf. 12:8-10.28-30). Como se deduce de todo el conjunto, la diferencia esencial consiste en que la profecía es útil en el plano comunitario (v.3~4.24-25), mientras que la glosolalia es útil, sí, al glosólalo (v.4. 14.17), pero no a los demás (v.2.6.9.16), a no ser que vaya acompañada del carisma de interpretación, sea por el mismo glosólalo (v.5. 13), sea por otro cualquiera de los presentes (v.27-28).
Comienza el Apóstol comparando entre sí los dos carismas y recomendando la preferencia por el de profecía, que sirve para edificación de la Iglesia, mientras que el de glosolalia sólo edifica al glosólalo si no hay quien interprete (v.1-5). Se ve claro que el don de glosolalia, como ya explicamos al comentar Hec_2:4, más que destinado a la instrucción de los fieles, estaba destinado a la oración o trato con Dios, y ni el mismo glosólalo, que permanecía en una especie de éxtasis o exaltación psíquica, entendía el significado preciso y concreto de sus palabras. Eso deja entender la expresión diciendo su espíritu cosas misteriosas (v.2), como quedará claro con lo que el Apóstol dice luego más adelante (v. 13-17). De poco valdría añade que yo fuera a vosotros hablando en lenguas, si no os hablase con revelación o con ciencia o con profecía o con doctrina (v.6), es decir, de una manera inteligible. No está claro si el Apóstol alude aquí a cuatro carismas diferentes, o más bien a dos tan sólo, los de profeta y doctor (profecía y doctrina), que tienen como objeto propio comunicar la revelación (el profeta) y la ciencia (el doctor). Más probable parece esto último.
A fin de hacer ver mejor la inutilidad del don de lenguas en orden al bien de la comunidad, propone el Apóstol dos comparaciones: una sacada de la música y otra del uso ordinario de las lenguas. Un instrumento musical, dice, que emitiese sonidos confusos, sin atender a observar el tono y los debidos intervalos, ¿a qué valdría?; igual sucede con el glosólalo (v.7-9). Y entre tanta abundancia de lenguas como hay en el mundo, si me encuentro con otros cuya lengua desconozco, y ellos la mía 186, ¿qué provecho vamos a sacar? Pues ya que tanto gustáis de los carismas, buscad aquellos que sean de utilidad a la Iglesia (v. 10-12).
De todo esto saca el Apóstol la siguiente conclusión: quien tenga don de lenguas ore para que se le conceda también el de interpretar, pues únicamente así podrá comunicar a los demás las inspiraciones recibidas del Espíritu Santo y ser útil a la comunidad ^.13-19). Es muy discutida la interpretación de las palabras espíritu (?????? ) y mente (voüg), que en estos versículos se repiten varias veces. Prefieren algunos entender por espíritu la parte afectiva del ser, y por mente la parte intelectiva. Otros, y a esta sentencia nos inclinamos, creen que lo mismo espíritu que mente se refieren a la parte intelectiva o superior del alma, pero el término espíritu alude a lo más íntimo y elevado de esa facultad intelectiva, en cuya intimidad siente el glosólalo su especial contacto con Dios, mientras que el término mente designa más bien la facultad lógica y discursiva, que saca de una instrucción dada conceptos precisos y determinados (cf. Rom_7:23; Rom_8:2-8). La alusión a la respuesta amén que deben dar los fieles (v.16), prueba que ya entonces, a imitación de los israelitas (cf. Deu_27:15; 1Cr_16:36; Sal_106:48), había tal uso en la Iglesia.
Como recomendación general, el Apóstol dice a los corintios, demasiado entusiasmados por la glosolalia, que no sean niños que se dejan guiar únicamente por las apariencias externas; que sean niños en la sencillez, pero hombres maduros en el juicio (v.20). Y valiéndose de un texto de Isaías (v.21; cf. Isa_28:11-12), les vuelve a insistir en que la glosolalia debe ser pospuesta a la profecía, pues, en los planes de Dios, más que a los creyentes, se dirige a los incrédulos, al contrario que la profecía (v.22). El texto de Isaías alude en sentido literal a aquellos judíos contemporáneos del profeta que se niegan a escucharle, a los cuales Dios amenaza con la invasión de los asirios, pueblo cuya lengua desconocen, y que serán instrumento en sus manos para hacerles comprender lo que Isaías, cuya lengua conocían, no les pudo enseñar. Es el caso del glosólalo, lenguaje también incomprensible, como entonces el de los asirios, y que más bien es señal para los incrédulos, a fin de llamarles la atención e inducirles a que busquen el buen camino. Y San Pablo da todavía un paso más, afirmando que, incluso respecto de los infieles, el don de profecía es más útil que el de glosolalia; pues si entrasen infieles en nuestras asambleas y vieran a muchos hablando en lenguas, más bien los tendrán por locos, mientras que si se trata de profetas y ven que penetran en los secretos de su corazón, no podrán menos de confesar que Dios está realmente entre los cristianos (v.23-25).

Normas prácticas para el aso de los carismas,Isa_14:26-40.
26 ¿Qué, pues, decir, hermanos? Que cuando os juntéis, tenga cada uno su salmo, tenga su instrucción, tenga su revelación, tenga su discurso en lenguas, tenga su interpretación, pero que todo sea para edificación. 27 Si algunos han de hablar en lenguas, sean dos o a lo más tres, por turno, y uno interprete. 28 Si no hubiere intérprete, cállese y hable para sí mismo y para Dios. 29 Cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y los otros juzguen. 3° Y si hablando uno, otro que está sentado tuviere una revelación, cállese el primero, 31 porque uno a uno podéis profetizar todos, a fin de que todos aprendan y todos sean exhortados. 32 El espíritu de los profetas está sometido a los profetas, 33 porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos, 34 las mujeres cállense en las asambleas, porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, como dice la Ley. 35 Si quieren aprender algo, que en casa pregunten a sus maridos, porque no es decoroso para la mujer hablar en la iglesia. 36 ¿Acaso creéis que la palabra del Señor ha tenido origen en vosotros o que sólo a vosotros ha sido comunicada? 37 Si alguno cree ser profeta o estar dotado de algún carisma, reconocerá que esto que os escribo es precepto del Señor. 38 Si alguno lo desconoce, será él desconocido. 39 Así que, hermanos míos, aspirad al don de profecía y no estorbéis hablar en lenguas; 40 pero hágase todo con decoro y orden.

Después de todo cuanto el Apóstol ha venido diciendo sobre los carismas, establece aquí algunas normas prácticas que deben observarse en las reuniones litúrgicas, a fin de que todo proceda con orden y decoro. En visión de conjunto, podemos reducirlas a cuatro: que no hablen muchos en cada reunión, que no hablen varios a la vez, que los glosólalos no hable ninguno si no hay quien interprete, que las mujeres se callen.
Comienza proponiéndoles la norma general de que en el uso de los carismas han de proceder de modo que todo sea para edificación (v.26). En la lista sumaria de carismas que ofrece: salmo-instrucción (= doctor) -revelación (= profeta) -discurso en lenguas-interpretación, sólo encontramos nuevo el salmo, no mencionado en las anteriores listas del c.12. Parece que se trataba de un carisma, en virtud del cual, el fiel así favorecido prorrumpía en cánticos improvisados destinados a alabar a Dios (cf. v.15; Efe_5:18-19; Col_3:16), como habían hecho Zacarías y la Virgen Santísima (cf. 16 1:46.67).
Respecto de los favorecidos con el don de lenguas, que lo empleen sólo en privado, si es que no hay intérprete; y en caso de que haya intérprete, que hablen sólo dos o tres y por turno (v.ay-aS). En cuanto a los profetas, que tampoco hablen más de dos o tres, y que no se interrumpan (v.29 -33). No está claro quiénes sean esos otros, que deben juzgar de lo que hablen los profetas (v.29). No parece necesario que hayan de ser también ellos profetas; de suyo habría que pensar en los favorecidos con el carisma de discreción de espíritus, cuya finalidad es precisamente la de distinguir si las inspiraciones proceden o no del Espíritu (cf. 12:10), pero es posible que San Pablo aluda a toda la asamblea cristiana en general, que debe juzgar según la analogía de la fe (cf. 12:3; Gal_1:8; Tes 5, 21). La recomendación a los profetas a que tengan calma, pues uno a uno podrán profetizar todos (v.31), no debe entenderse de la misma asamblea, sino de reuniones sucesivas, ya que antes ha dicho que no hablen sino dos o tres. Y que no le arguyan de que no pueden resistir al Espíritu y cumplir esa norma, pues la libertad del profeta siempre está a salvo (v.32; cf. Jon_1:3), y Dios, que les inspira, es Dios de paz, que no puede querer ese desorden que resultaría de profetizar todos juntos (v.33).
Por lo que toca a las mujeres, que no hablen en las asambleas; y, sobre lo que les interese saber, que pregunten a los maridos en casa (v.34~35; cf. 1Ti_2:12). San Pablo recalca mucho esta sujeción de la mujer al hombre (cf. 11:7-9; Efe_5:22-24; Col_3:18), cosa muy inculcada en el Antiguo Testamento ya desde las primeras páginas del Génesis (cf. Gen_3:16). Ni se opone lo que aquí dice con lo que había dicho antes en 11:5, donde habla de mujeres que oran y profetizan; pues lo que aquí prohibe no es el que profeticen, si es que están adornadas de ese carisma (cf. Hec_2:17; Hec_21:9), sino el que tomen parte, como los hombres, en la liturgia e instrucciones a la asamblea.
Como previendo posibles objetantes contra estas normas, San Pablo vuelve a repetir, igual que había hecho cuando la cuestión del velo en la cabeza (cf. 11:16), que tal es la costumbre de las otras iglesias v.33), y los corintios no tienen por qué introducir novedades (v.36). Los que de verdad sean profetas o estén dotados de otro cualquier carisma reconocerán que ésa es la voluntad de Dios, en cuyo nombre y con cuya autoridad habla él (v.37; 11Te_4:8); los que eso no reconozcan, tampoco el Señor los reconocerá a ellos por suyos (v.38; cf. 8:3).
En resumen, que aspiren al don de profecía, de tanta utilidad para la Iglesia; y en cuanto al de glosolalia, que no lo estorben, con tal de que los glosólalos se mantengan dentro de los límites indicados (v.39). Y que todo se haga con decoro y orden (v40),

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 3: 1Co 14,13-17
Tanto en la oración privada como en la publica se ve que la profecia es mas excelente que las lenguas.13. Por tanto, el que habla én lenguas pida el don de interpretar.14. Porque si oro en lenguas, mi respiración ora, pero mi mente queda sin fruto.15. Entonces ¿qué hacer? Oraré con la boca, pero oraré también con la mente. Salmodiaré con la boca, pero salmodiaré también con la mente.16. Porque si no alabas sino con palabras que exhalas, ¿quién suplira a los sencillos? ¿Como dirán amén a tu alabanza si no saben lo que dices?17. Porque tu, ciertamente, bien que das gracias, pero el otro no se edifica.Ya mostro arriba el Apóstol la excelencia del don de profecia sobre el don de lenguas, con razónes tomadas de parte de la exhortación, y ahora demuestra lo mismo con razónes tomadas de parte de la oración, pues, en efecto, estas dos cosas, la oración y la exhortación, las ejercitamos con la lengua.Para esto procede de dos maneras. Primeramente prueba con razónes la excelencia de la profecia sobre el don de lenguas; y en segundo lugar con ejemplos, por lo cual dice: Doy gracias a mi Dios, etc.Y en cuanto a lo primero procede también de dos modos. En primer término pone la necesidad de la oración; y luego hace ver que en la oración vale mas el don de profecia que el don de lenguas. Porque si oro en lenguas, etc.Así es que primero dice: Dije que el don de lenguas sin el don de profecia carece de valor, y por lo mismo, como el interpretar es lo propio de la profecia, que es mas excelente que aquél, el que habla en lenguas desconocida o extrana, o de ocultos misterios, pida, es claro que a Dios, el don de interpretar, o sea, que se le dé la gracia de interpretarse. Orad para que Dios nos abra una puerta (Colos. 4,3).La Glosa explica el pida de otra manera. En efecto, orar o pedir se entiende de dos maneras: o como suplicarle a Dios, o como persuadir, como si dijera: E! que habla en lenguas, pida, ore, o sea, de tal manera persuada que interprete, y en este sentido toma aquí la Glosa el orar, en todo el capitulo.Pero no es esta la intención del Apóstol, sino que sea una insistente suplica a Dios. Porque si oro, etc. Aquí muestra que al orar mas vale la profecia que el don de lenguas, y esto de dos maneras. Primeramente por razón tomada de parte del mismo que ora; en segundo lugar, por razón tomada de parte del que oye: Porque si no bendices, etc.En cuanto a lo primero, a la vez, procede doblemsn-te. Primeramente da la razón de lo que quiere demostrar; y luego rechaza la objeción: Entonces ¿qué hacer? Sobre lo primero es de saberse que de dos maneras es la oración. Tenemos la oración privada cuando uno ora. dentro de si mismo y por si mismo. Y la oración publica cuando se ora ante el pueblo y por los demás; y en ambas oraciones puede usarse del don de lenguas y del don de profecia. Y se trata de demostrar que en una y otra oración vale mas el don de profecia que el don de lenguas.Y primeramente en la oración privada diciendo que si hay allí un sencillo o profano, quien haga su oración salmodiando o diciendo Pater noster pero no se entienda lo que dice, ese tal ora en lenguas y lo mismo le da orar con palabras que el Espíritu Santo le conceda a ét que con palabras de otros; pero si es otro el que ora y entiende lo que dice, éste ora y profetiza. Y es claro que mas gana el que ora y entiende que el que solo con la lengua ora, o sea, el que no entiende lo que dice.Porque quien entiende se renueva en su mente y en su afecto; y en cambio la mente del que no entiende se queda sin fruto de renovación. De aquí que como es mejor el renovarse en mente y afecto que tan solo en el afecto, resulta claro que en la oración vale mas el don de profecia que el solo don de lenguas. Esto lo expresa diciendo: Digo que pida el don de interpretar. Porque si oro en lenguas, o sea, si para orar uso el don de lenguas, de modo que digo algo que no entiendo, entonces mi espiritu, esto es, el Espíritu Santo que se me da, pide que me incline y mueva a pedir. Y con tal oración no dejo de ganar, porque el hecho mismo de que me mueva por el Espíritu Santo es meritorio para mi. Pues nosotros no sabemos pedir lo que conviene; pero el propio Espíritu Santo nos hace suplicar (Rm 8,26). O también: Spiritus meus, mi espiritu, esto es, mi razón, me indica que hable cosas que son para bien, o con palabras propias mias, o de los otros santos. O también: Spiritus meus, mi espiritu, esto es, la facultad imaginativa, pide, en cuanto voces o semejanzas de las cosas corporales son tan solo en la imaginación sin aquello por lo que se entiendan por el entendimiento; y por eso añade: pero mi mente, esto es, mi entendimiento, queda sin fruto, porque no entiende. Por lo que en la oración es mejor la profecia o interpretación que el don de lenguas. Pero ¿es que cuando alguien ora y no entiende lo que dice se queda sin el fruto de la oracion?Debemos decir que es doble el fruto de la oracion-Un fruto es el mérito que le resulta al hombre; el otro fruto es la espiritual consolación y la devoción que se alcanza por la oración. Ahora bien, en cuanto al fruto de la espiritual devoción se priva quien no atiende a lo que ora o que no lo entiende; mas en cuanto al fruto del mérito no se puede decir que se prive, porque si así fuera muchas oraciones quedarian sin mérito, pues con dificultad puede decir el hombre un Pater noster sin que sea reclamada la mente por las demás cosas. Por lo cual debemos decir que cuando el que ora se distrae a veces de lo que dice, o cuando alguien en una obra meritoria no piensa de continuo en cada uno de sus actos que la hace por Dios, no pierde la razón del mérito. Y así es porque en todos los actos meritorios que se ordenan a un fin recto no se requiere que la intención del agente se una al fin en cada acto, sino que la primera energia que mueve la intención permanezca en la obra entera aun cuando a veces en algo particular se distraiga; y esa primera energia hace meritoria toda la obra a no ser que se interrumpa por una afección contraria que del fin predicho lleve a un fin contrario.Pero la atención es triple. Una es respecto de las palabras que dice el hombre, y ésta a veces dana en cuanto impide la devoción; otra es con relación al sentido de las palabras, y ésta dana, aunque no es muy nociva; y la tercera es con relación al fin, y ésta es la mejor y cuasi necesaria.Sin embargo, estas palabras del Apóstol: la mente se queda sin fruto se entienden del fruto de renovación. Entonces ¿qué hacer?, etc. Porque puede alguien decir: Si orar con la lengua es algo sin fruto de la mente y sin embargo la boca ora, ¿por qué, en consecuencia, no hay que orar con la boca?El Apóstol lo resuelve diciendo que se debe orar de las dos maneras, verbal y mentalmente, porque el hombre debe servir a Dios con todo lo que de Dios tiene; y como de Dios tiene respiración y mente, por lo mismo de una y otra manera debe orar. Con todo su corazón alabo al Señor, etc. (Si 47,10). Por lo cual dice: Oraré con la boca, pero oraré también con la mente; salmodiaré con la boca, pero, etc.Y dice oraré y salmodiaré, porque la oración o es una deprecación, y a esto se refiere el oraré, o es para alabar a Dios, y a esto se refiere el salmodiaré. Sobre estas dos cosas dice Santiago (5,13): ¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Esta alguno alegre? Que cante salmos. Y en el Salmo 91,2: Bueno es salmodiar, etc. Así es que oraré verbalmente, esto es, con la imaginación, y con Sa mente, esto es, con la voluntad. Porque si no alabas sino con la respiración, etc. Esto muestra en segundo lugar que el don de profecia vale mas que el don de lenguas, aun en la oración publica, la cual se da cuando el sacerdote ora publicamente, y a veces dice cosas que no entiende, y a veces cosas que entiende. Y sobre esto procede el Apóstol de tres maneras.Primeramente da la razón; luego ia pone a la vista: ¿Como dirán amén?, etc.; y por ultimo prueba lo que había supuesto: Si no saben lo que dices.En efecto, dice así: Dije que el don de profecia en. la oración privada vale mas, porque si no alabas, etc., y también en la publica, porque si no alabas sino con la respiración, esto es, en una lengua que no se entienda, o con la imaginación, y movido por el Espíritu Santo, ¿quién suplira a los sencillos? Sencillo es propiamente aquel que no conoce sino la lengua materna: como si dijera: ¿quién dira aquello que debe decir allí el sencillo?, o sea: Amén. Y por eso dice: ¿como dira amén a tu alabanza?, lo que la Glosa explica así: ¿como se pondra en armonía con la alabanza hecha por ti en representación de la 1glesia? Quien sea bendecido en la tierra sera bendecido en Dios. Amén (Is 65,16). Amén es lo mismo que hagase, o así es; como si dijera: Si no entiende lo que dices, ¿como asentira a lo que dices? Puede alguien asentir, aun sin entender, pero tan solo en general, no en concreto o en especial, porque no puede entender qué cosas buenas dices ni qué es lo que tan solo bendices. Pero ¿por qué no se han de dar las bendiciones en lengua vulgar para que se entiendan por el pueblo y se adecue éste mejor a ellas?Debemos decir que esto así fue felizmente en la 1glesia primitiva, pero estando ya instruidos los fieles y sabiendo qué es lo que oyen en el oficio comun, se dicen las alabanzas en latin.Consiguientemente, prueba el Apóstol por qué no se puede decir Amén cuando dice: Porque, ciertamente, bien que tu das gracias, esto es, aunque tu des bien gracias a Dios en cuanto entiendes; pero otros, que oyen y no entienden, no se edifican, en cuanto no entienden en especia!, aunque en general entiendan y se edifiquen. No saiga de vuestra boca palabra danosa, sino la que sea conveniente para la edificación de la fe (Efes. 4,29). Y por lo mismo es mejor que no solo con la lengua se alabe, sino que también se interprete y se ponga a la vista, aunque tu que das gracias, bien lo hagas.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XIIII.

1 Prophecie is commended, 2.3.4 and preferred before speaking with tongues, 6 by a comparison drawen from musicall instruments. 12 Both must bee referred to edification, 22 as to their true and proper end. 26 The true vse of each is taught, 27 and the abuse taxed. 34 Women are forbidden to speake in the Church.
1 Follow after charitie, and desire spirituall giftes, but rather that yee may prophesie.
2 For he that speaketh in an vnknowen tongue, speaketh not vnto men, but vnto God: for no man [ Greek: heareth.] vnderstandeth him: howbeit in the spirit he speaketh mysteries.
3 But he that prophesieth, speaketh vnto men to edification, and exhortation, and comfort.
4 He that speaketh in an vnknowen tongue, edifieth himselfe: but hee that prophesieth, edifieth the Church.
5 I would that yee all spake with tongues, but rather that ye prophesied: for greater is hee that prophesieth, then hee that speaketh with tongues, except hee interprete, that the Church may receiue edifying.
6 Now brethren, if I come vnto you speaking with tongues, what shall I profit you, except I shall speake to you either by reuelation, or by knowledge, or by prophesying, or by doctrine?

[Of prophecying, strange tongues, and interpretation.]

7 And euen things without life giuing sound, whether pipe or harpe, except they giue a distinction in the [ Or, tunes.] sounds, how shall it be knowen what is piped or harped?
8 For if the trumpet giue an vncertaine sound, who shall prepare himselfe to the battell?
9 So likewise you, except ye vtter by the tongue words [ Greek: significant.] easie to be vnderstood, how shall it be knowen what is spoken? for ye shall speake into the aire.
10 There are, it may bee, so many kindes of voices in the world, and none of them are without signification.
11 Therefore if I know not the meaning of the voyce, I shall bee vnto him that speaketh, a Barbarian, and he that speaketh shall be a Barbarian vnto mee.
12 Euen so ye, forasmuch as yee are zealous [ Greek: of spirite.] of spirituall gifts, seeke that yee may excell to the edifying of the Church.
13 Wherefore let him that speaketh in an vnknowen tongue, pray that he may interprete.
14 For if I pray in an vnknowen tongue, my spirit prayeth, but my vnderstanding is vnfruitfull.
15 What is it then? I will pray with the spirit, and wil pray with vnderstanding also: I will sing with the spirit, and I will sing with the vnderstanding also.
16 Else, when thou shalt blesse with the spirit, how shall hee that occupieth the roome of the vnlearned, say Amen at thy giuing of thankes, seeing he vnderstandeth not what thou sayest?
17 For thou verily giuest thankes well: but the other is not edified.
18 I thanke my God, I speake with tongues more then you all.
19 Yet in the Church I had rather speake fiue words with my vnderstanding, that by my voyce I might teach others also, then ten thousand words in an vnknowen tongue.
20 Brethren, bee not children in vnderstanding: how be it, in malice be yee children, but in vnderstanding be [ Greek: perfect or of a ripe age.] men.
21 In the Law it is [ Isa_28:11 .] written, With men of other tongues, and other lippes will I speake vnto this people: and yet for all that will they not heare me, saith the Lord.
22 Wherfore tongues are for a signe, not to them that beleeue, but to them that beleeue not: But prophesying serueth

[Of prophecying, strange tongues, and interpretation.]

not for them that beleeue not, but for them which beleeue.
23 If therefore the whole Church be come together into some place, and all speake with tongues, & there come in those that are vnlearned, or vnbeleeuers, will they not say that ye are mad?
24 But if all prophesie, and there come in one that beleeueth not, or one vnlearned: he is conuinced of all, he is iudged of all.
25 And thus are the secrets of his heart made manifest, and so falling downe on his face, hee will worship God, and report that God is in you of a trueth.
26 How is it then brethren? when ye come together, euery one of you hath a Psalme, hath a doctrine, hath a tongue, hath a reuelatio, hath an interpretatio: Let all things be done vnto edifying.
27 If any man speake in an vnknowen tongue, let it be by two, or at the most by three, and that by course, and let one interprete.
28 But if there be no interpreter, let him keepe silence in the Church, and let him speake to himselfe, and to God.
29 Let the Prophets speake two or three, and let the other iudge.
30 If any thing be reueiled to another that sitteth by, let the first hold his peace.
31 For yee may all prophesie one by one, that all may learne, and all may be comforted.
32 And the spirits of the Prophets are subiect to the Prophets.
33 For God is not the authour of [ Greek: tumult, or vnquietnesse.] confusion, but of peace, as in all Churches of the Saints.
34 Let your women keepe silence in the Churches, for it is not permitted vnto them to speake; but they are commanded to bee vnder obedience: as also saith the [ Gen_3:16 .] Law.
35 And if they will learne any thing, let them aske their husbands at home: for it is a shame for women to speake in the Church.
36 What? came the word of God out from you? or came it vnto you onely?
37 If any man thinke himselfe to be a Prophet, or spiritual, let him acknowledge, that the things that I write vnto you, are the commandements of the Lord.
38 But if any man bee ignorant, let him be ignorant.
39 Wherefore brethren, couet to prophesie,

[Christ is risen.]

and forbid not to speake with tongues.
40 Let all things be done decently, and in order.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Profecía y lenguas arcanas. A juzgar por la extensión del capítulo, o Pablo pretendía dejar bien claras las cosas o los corintios eran duros de cabeza y reacios a entender. La conclusión (37) delata un tono ligeramente irritado. En aquellas asambleas comunitarias no sólo había marginación y división, sino también confusión y desorden, quizás lo uno provocado por lo otro. Por lo visto, un grupo de fervorosos carismáticos, tal vez un poco exaltados, traía de cabeza a todos con sus largas intervenciones de sonidos inarticulados e ininteligibles a las que Pablo se refiere como «lenguas arcanas».
Es sorprendente el espacio y la minuciosidad con que el Apóstol trata el tema. Se ve que no era un episodio marginal y esporádico. Es probable que este grupo tratara de monopolizar el desarrollo de las asambleas con su excesivo protagonismo por considerar ese don como superior a los otros. Pablo hace una llamada a la madurez y sentido común que debe reinar en las reuniones. No condena de entrada este «don de lenguas», sino que lo pone en su justa perspectiva. El objetivo de todo carisma o don del Espíritu es la «edificación de la Iglesia» (12). Éste es el criterio que debe presidir el orden de las asambleas y el protagonismo de los dones y carismas al servicio de la comunidad. Cada cosa a su tiempo. Como ejemplo, aduce que aunque él mismo posee ese don de hablar en lenguas arcanas, incluso «más que todos ustedes» (18), pero «para instruir a los demás, prefiero decir cinco palabras inteligibles a pronunciar diez mil desconocidas» (19). Además, hay que mirar el bien de los que no comparten aún nuestra fe. Si entra un no cristiano en la asamblea y se encuentra con que todos y todas están emitiendo al mismo tiempo sonidos inarticulados, «¿no dirá que están todos locos?» (23). Por el contrario, «si todos profetizan» (24), se sentirá interpelado y juzgado y terminará cayendo de rodillas y reconociendo que «realmente Dios está con ustedes» (25). Pero aun este carisma de la profecía o enseñanza hay que ejercerlo con orden y concierto.
De pronto, como un exabrupto, Pablo parece ordenar a las mujeres que se callen en las asambleas (34), en aparente contradicción con lo dicho anteriormente (11,5), donde reconoce el derecho de la mujer a profetizar y dirigir la oración en público. Estas palabras del Apóstol han levantado considerable polémica, hasta tal punto que muchos expertos piensan que han sido introducidas en el texto después de su muerte, cuando el anti-feminismo cobraba fuerza en las comunidades cristianas post-apostólicas (cfr. 1Ti_2:12). Si son palabras del mismo Pablo, el contexto está pidiendo otra interpretación más matizada, es decir, el Apóstol no estaría dando una norma general sino corrigiendo el abuso concreto de ciertas mujeres que interrumpían continuamente con sus preguntas con el afán de aprender, poniendo a prueba la paciencia del grupo y contribuyendo al desorden de la asamblea. Ésta es la interpretación más lógica que pide el texto y el contexto.
Hayan salido o no dichas palabras de Pablo, el hecho es que están ahí como reflejo de los prejuicios anti-feministas de entonces. ¿Qué decir, pues? Sencillamente, que esas palabras no son palabras que tocan a la fe cristiana, sino a la organización de la Iglesia, respecto a la cual ni Pablo ni nadie puede fijar normas irrevocables, menos aún basadas en prejuicios machistas.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Profecías, lenguas y la iglesia

Procurar el amor debe ser la prioridad en la asamblea cristiana. Repitiendo su afirmación de 12:31 y retomando la instrucción de anhelar los dones mejores, Pablo revela que tiene en mente el don de la profecía. 2 El Apóstol indica por qué esto es así. Las lenguas no se dirigen a los hombres, sino a Dios. 3 La profecía, por otra parte, se dirige al pueblo de Dios y satisface tres necesidades del corazón humano: edificación, exhortación y consolación. La fe cristiana es única porque ha utilizado palabras que hablan de edificación al querer fortalecer, exhortar y consolar a sus miembros. 5 El deseo de Pablo es que todos hablen en lenguas, pero, agrega, dada la posibilidad de elegir, él preferiría que profetizaran. El profeta es mayor que el que habla en lenguas, a menos que éste interprete para que la iglesia pueda ser edificada. Nuevamente se repite la intención edificadora de la reunión de los cristianos.

6 Pablo discute con aquellos que aparentemente ponían tanto énfasis en las lenguas, poniéndose a sí mismo como ejemplo. A menos que él traiga alguna revelación ... conocimiento ... profecía ... o enseñanza, ¿de qué servirá su ministerio? Presenta dos ejemplos. 7 En la música, es vital que pueda ser entendido el sonido de la flauta o del arpa (esta última gozaba de gran aprecio en el siglo I, y sus ejecutantes deleitaban a multitudes que llenaban los teatros para escuchar sus extensos repertorios). 8 La trompeta debe dar las señales correctas para que las tropas se alisten para la batalla. 9 Pablo aplica las ilustraciones: Así también vosotros. Nadie puede discernir cuál es la melodía, ni reconocer la señal, si el lenguaje es incomprensible. 10-12 Desde la torre de Babel es incontable el número de idiomas existentes, y los idiomas no reconocidos convierten en extranjeros tanto a quienes los pronuncian como a los que los escuchan. Así también vosotros, repite Pablo (12). Elogia el profundo deseo que hay en ellos de poseer dones espirituales y los anima a buscar aquellos que edifican.

En los vv. 1-19 Pablo ha argumentado sobre por qué debe anhelarse más profetizar que hablar en lenguas. Edificar o fortalecer, exhortar y consolar a la iglesia, son aspectos cruciales del reunirse como pueblo de Dios, y esto se produce por medio del don de profecía.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



2. "Un lenguaje incomprensible" es "el don de lenguas": ver nota 12. 10.

21. Isa_28:11-12.

25. Zac_8:23.

33. "Santos": ver nota Hec_9:13.

34. Al establecer esta prohibición -que se vuelve a encontrar más acentuada en 1Ti_2:11-15- Pablo se atiene a la manera de obrar propia de su época, ya que tanto los judíos como los griegos excluían a las mujeres de los asuntos y los debates públicos. Esta costumbre, si bien presenta algunas excepciones, refleja una actitud de subestimación hacia la mujer, de la que el Apóstol se hace eco. Aquí se advierte claramente la oposición entre su pensamiento, que niega la inferioridad de la mujer respecto del hombre ( Gal_3:28), y la práctica que surge de la mentalidad de su tiempo.

35. Pablo prohíbe que las mujeres enseñen, hagan preguntas o pidan aclaraciones en las asambleas litúrgicas. Sin embargo, considera normal que ellas oren o profeticen públicamente, si están inspiradas por el Espíritu Santo. Ver 11. 5.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*14:1-19 El discurso vuelve al tema del legítimo deseo de experiencias carismáticas, aunque inmediatamente se presentará la profecía como preferible al don de lenguas. En 1Co 14:4; 1Co 14:13 vuelve a evocarse uno de los principios de la actuación carismática enunciado en 1Co 12:7: los dones espirituales existen para el bien común.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

San Pablo enseña el valor de los distintos dones del Espíritu Santo. El don de profecía hace referencia en este caso a la facultad de hablar por impulso y en nombre de Dios para consuelo y edificación de los oyentes, sin incluir necesariamente el anuncio de cosas futuras u ocultas. El don de lenguas entre los cristianos era considerado como la facultad sobrenatural de orar o de cantar las alabanzas de Dios con gran entusiasmo, mediante palabras desconocidas: con frecuencia un intérprete -que gozaba del don de interpretar aquellas palabras- explicaba el sentido de lo que decía el poseedor de este don. Aunque parece ser que los paganos quedaban impresionados y se admiraban ante ese don, San Pablo le concede un valor relativo.


Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 14.1 El don de profecía, semejante al que tuvieron muchas personas del AT, lleva a la persona a comunicar, por inspiración de Dios, mensajes dirigidos a otros. De ordinario, el mensaje se refiere a la situación presente, aunque algunas veces, como en Hch 11.28; 21.22, se trata de anunciar acontecimientos futuros. El NT también habla de falsos profetas que se atribuyen abusivamente el privilegio de hablar en nombre de Dios (cf. 1 Jn 4.1).Véase Profecía, profeta en el Índice temático.

[2] 14.21 Is 28.11-12.

[3] 14.34 Como manda la ley: posible alusión a Gn 3.16.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



No es fácil determinar qué diferencia exista aquí entre ESPÍRITU y MENTE. Según algunos, MENTE es la inteligencia; ESPÍRITU, el sentimiento. Más exacto parece decir que ambos significan la misma inteligencia según dos tendencias radicalmente diversas. MENTE es la inteligencia en cuanto forma conceptos precisos y determinados; ESPÍRITU, en cuanto aprehende con vislumbres imprecisas.

Torres Amat (1825)



[15] De una manera que no sólo yo, sino todos los fieles entiendan lo que digo en la oración pública.

[20] No seáis como los niños, que admiran todo lo que les parece extraordinario, aunque nada entienden.

[22] Is 28, 11.

[29] Juzguen si es el Espíritu de Dios el que inspira a los otros.

[30] Recibiere de Dios algún conocimiento sobre la materia de que se trata.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

14:14 En la oración del glosólalo, fuera de sí en el espíritu , no hay nada aprovechable para la mente.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

14:14 En la oración del glosólalo, fuera de sí en el espíritu , no hay nada aprovechable para la mente.

Jünemann (1992)


14 d. El espíritu que me agita; pero el alma, si ella no ora con el afecto, nada aprovecha.


Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

lenguas... M↓ lengua desconocida.