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Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. (I Corintios 4, 1) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 4

5. ADVERTENCIAS (4,1-13).

La sucesión de las ideas no sigue nunca en Pablo el orden de nuestra lógica, según la cual al desarrollar un tema deben tratarse los puntos uno tras otro. Se asemeja más al trabajo textil, en el que aparece un hilo que se sigue durante cierto tiempo y luego súbitamente cede el puesto a otros hilos, aunque sigue deslizándose por debajo, para volver a ser recogido y reanudado más adelante. Esto tiene particular validez en nuestro caso, ya que aquí el elemento objetivo (la sabiduría falsamente valorada o utilizada) se mezcla muchas veces con lo personal (los maestros, unas veces buenos y otras menos buenos). En la sección que sigue aparecen en un primer plano destacado puntos de vista personales. Aparecen preferentemente bajo la forma de avisos o advertencias: advertencia frente a los juicios demasiado precipitados sobre los pastores de almas (4,1-5); advertencia frente a toda vanidad personal (4,6-8); y como contraste, la presentación de sí mismo que hace el Apóstol (4,9-13).

a) No juzgar antes de tiempo (1Co/04/01-05).

1 Que los hombres sólo vean en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 2 Ahora bien, en los administradores lo que se busca es que cada cual sea fiel. 3 A mí poco me importa que me juzguéis vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. 4 Aunque la conciencia de nada me remuerde, no por eso quedo justificado; mi juez es el Señor. 5 Así pues, no juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor. él iluminará lo que esconden las tinieblas, y pondrá al descubierto los designios del corazón. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que merece.

Incluso en las contraposiciones enteramente concretas y en las aclaraciones de tipo personal, el Apóstol no olvida nunca que todos deben sacar provecho de sus palabras, también aquellos que no se ven directamente envueltos en una cuestión crítica. Si hasta ahora su mirada se había extendido hasta un horizonte casi sin fronteras, no debe deducirse ya de aquí la falsa idea de que se haya pasado por alto la situación concreta, que debe ser puesta en orden a la luz de la fe. Por eso vuelve ahora los ojos a esta situación, pero no desde el mismo punto, sino para iluminarla desde una perspectiva nueva. «Todo es vuestro» es tanto como decir: todos son servidores vuestros. En otros pasajes (por ejemplo 2Co_4:5) vemos que no se insiste demasiado en esta idea. En todo caso, tampoco esta verdad debe considerarse aisladamente. Poco antes había tenido la precaución de añadir en la segunda parte: «Vosotros sois de Cristo.» No podéis hacer, pues, el uso que os parezca de estos servidores vuestros. Por mera lógica se deduce de aquí la idea complementaria de que tanto Pablo como sus colaboradores son «servidores de Cristo». El Apóstol amplía y profundiza este título con otro: administradores de los misterios de Dios. En estas dos imágenes paralelas se corresponden entre sí «Cristo» y «Dios», lo mismo que se corresponden «servidor» y «administrador». Acaso no tenga demasiada importancia el hecho de que la palabra aquí empleada «servidor» (hyperetes) designe un estrato social inferior al diakonos, y que el administrador ocupa una posición más elevada. Dado que ambos están referidos a Cristo, se encuentran sustraídos al juicio de los hombres.

Esta sustracción al juicio humano se acentúa aún más en razón de lo que se administra: los misterios. Aquí no se piensa directamente en los sacramentos, tal como se acostumbra en el lenguaje litúrgico, sino a lo sumo de manera implícita, del mismo modo que, por ejemplo, el bautismo entra en la predicación del Evangelio o en la aceptación de la fe, y la eucaristía en la vida de la comunidad en Cristo. Para comprender el alcance de esta palabra podemos tomar como punto de partida el uso que se hace de ella en nuestra carta: «usamos... un lenguaje de sabiduría en el misterio de Dios, que estaba oculta... » (2Co_2:7). El hecho de que se emplee en plural no modifica en esencia su sentido; a lo sumo, se indica con ello la riqueza de este misterio único, en sus muchos grados y tiempos. Ahora bien, ¿responde a esto la imagen de un administrador? La verdad es que tal imagen resulta un tanto difícil para nuestra sensibilidad. Que los sacerdotes administran sacramentos es una cosa que se puede ver, por no decir que se puede contar el número de sacramentos administrados a un determinado número de personas en un día o a lo largo de un año. Pero todo esto carece de sentido cuando lo queremos aplicar a lo que Pablo dice aquí. Casi todo lo que es perceptible a los sentidos desaparece y el servicio mismo de esta administración queda, a su vez, incluido en el misterio, Indudablemente, se piensa en primera linea en la predicación de la palabra de Dios; pero, junto con esta predicación, acontece también la realización del misterio, del mismo modo que en la palabra de Jesús acontecía lo que anunciaba, la venida del reino de Dios. También aquí, en este ir y venir de pensamiento y motivos de la carta, en este multiforme planteamiento y búsqueda con que Pablo intenta poner en su sitio a los corintios en general y a los diversos partidos en particular, también en esta predicación y en estos cuidados pastorales tan concretos, administra el Apóstol los misterios de Dios. Toda época, toda comunidad, todo creyente tiene razones para pensarlo así.

Pablo se detiene aquí algún tiempo sobre la idea del «administrador». No es algo que se le haya ocurrido ocasionalmente o por vez primera. En todo caso, sabe utilizarla con destreza. Todos conocen perfectamente qué cosas se le exigen a un administrador: que sea fiel en el cumplimiento del encargo que se le confió. También el Apóstol se somete a esta ética de la administración. Lo cual no significa que se someta al juicio de la comunidad y menos aún al juicio de los hombres. Lo que ha escrito antes sobre el hombre espiritual, a saber, que no debe ser juzgado por nadie, es válido también, y de manera especial, respecto de un apóstol. El juicio sobre su modo de realizar la tarea que le ha sido encomendada compete sólo y exclusivamente a aquel que se la encomendó. Y aunque visto desde nosotros pueda parecer que muchos servidores del Evangelio realizan unos mismos trabajos, vistos desde Dios pueden ser muy diferentes. Esto mismo ha indicado Jesús en la parábola de los talentos, por ejemplo. A primera vista, la parábola se detiene en lo cuantitativo; pero el misterio radica también en el hecho de que ningún hombre tiene derecho a preguntar: ¿por qué a uno se le dieron cinco talentos, a otro dos y al tercero uno sólo? Y mucho menos aún podemos establecer comparaciones entre las diferencias cualitativas de los comisionados, ¿Puede alguien afirmar quién es más importante, si aquel que enseña a los niños los conocimientos rudimentarios de la fe o el especialista que investiga una cuestión histórica. Y cuando se presenta el caso de aquellos que tienen la sensación de estar desplazados, de tener cualidades que no se realizan en el puesto que ocupan, ¿qué otra cosa se les puede aconsejar mejor sino que desempeñen el servicio que se les pide, no aquel que quisieran, pero que no pueden, sino aquel precisamente que tienen que realizar? El juicio sobre la importancia del servicio y sobre el éxito de este servicio debe dejarse a aquel a cuyo servicio están.

No debe desmoralizarse, ni disminuir con recriminaciones, la propia capacidad de servicio. Nunca podrá juzgar acertadamente cuánta culpa le cabe en aquellos casos de los que piensa -acaso con razón- que se ha portado mal. Si es un consuelo no estar sometido al juicio de los hombres, es también una severa exigencia para el servidor de Cristo renunciar a juzgarse a sí mismo, mantener la conciencia auténtica de estar excluido de su propio juicio.

Dice Pablo: no me juzgo a mí mismo. Esto no significa, por supuesto, que no haga análisis de conciencia, que no practique la crítica de sí mismo. Pero es consciente de los límites de su propio análisis, no por falta de luz sobre sí mismo, sino por razones más esenciales.

Se puede plantear de nuevo la pregunta de si Pablo sigue hablando de sí mismo desde su ministerio especial de Apóstol o si lo dicho puede aplicarse a todos los creyentes, y hasta a todos los hombres. En razón de la cosa misma, habría que inclinarse por lo segundo. Para la convivencia humana habría que distinguir, en una especie de regla fáustica, entre el cargo y la persona, entre lo que puede exigírsele a un hombre en su actividad pública y lo que es en su intimidad y en su ser propio. Ante Dios desaparece esta distinción. Aquí no puede nadie apoyarse en su excelente manera de desempeñar su cargo, prescindiendo de lo personal. Y tampoco es lícito proceder a la inversa: poner por delante su moralidad y religiosidad personal, y prescindir de su puesto en el mundo, de sus tareas con sus semejantes. Dios valora la entrega personal al servicio, el cumplimiento del deber poniendo en el empeño toda la persona. Lo antedicho es indudablemente válido respecto de todos aquellos que desempeñan un servicio en la Iglesia. Y más adelante (cap. 12) sabremos que no hay nadie en la Iglesia que no tenga algún servicio. Sabremos además que la diferencia entre el servicio eclesial y los restantes servicios es imprecisa y que, en última instancia, todos debemos considerarnos como servidores.

b) Frente a la vanidad (1Co/04/06-08).

6 En atención a vosotros, hermanos, he aplicado estas cosas como ejemplo a mi propio caso y al de Apolo, para que en nosotros aprendáis [lo de: «No más de lo que está escrito»], a fin de que no os infléis de vanidad, tomando partido por uno contra otro. 7 Pues ¿quién te distingue de los demás? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido? 8 Ya os sentís saciados. Ya os habéis hecho ricos. Ya habéis logrado el reino sin nosotros. ¡Ojalá fuera verdad que hubierais logrado el reino, para que también nosotros lo compartiéramos con vosotros!

Al emprender en esta sección el análisis de la razón de ser de los partidos y banderías de Corinto se mencionaron cuatro partidos (1,12) y después se volvió sobre tres de ellos (3,22); el largo espacio intermedio entre estos dos pasajes se ha dedicado a la discusión con los adictos de Apolo. Todo el segundo capítulo, consagrado a la «sabiduría», está escrito pensando en aquellos que daban a la «sabiduría» un papel tan importante y tan capcioso. Por cuanto nosotros sabemos, en este punto Apolo merecía tan poca reprensión como la que puede merecer la sabiduría auténtica. Sólo que dada su formación y su manera de predicar, existía en él más riesgo que en los demás de provocar un entusiasmo discutible. Pero la intención de Pablo no era cargar sobre él las culpas. Si ha mencionado el nombre de Apolo -junto con el suyo propio- más frecuentemente que el de los otros esto debía servir a los corintios como modelo de lo que cada cual debe reconocer y admitir respecto de sí mismo. Pablo utiliza este procedimiento de múltiples maneras, muchas veces ejemplificando en sí mismo lo que los otros deben aprender. Encontraremos en nuestra misma carta, en el elogio de la caridad (13,1 ss) el ejemplo más notable.

Dejemos aquí de lado, por ahora, la primera de las dos oraciones subordinadas con valor final y detengámonos en la segunda: «A fin de que no os infléis de vanidad tomando partido por uno contra otro.» Lo que significa: no deben invocar a Pablo contra Apolo ni a Apolo contra Pablo. He aquí una afirmación clara y comprensible 11.

«¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?» ¡Cuántas veces ha citado Agustín este versículo! También el concilio de Orange del año 529 lo citó como prueba de que, sin la ayuda divina, no somos capaces de ninguna obra salvífica. Del «vosotros» pasa Pablo al «tú», dando así al versículo un carácter universal: todos pueden, todos deben aplicarse a sí mismos lo anteriormente afirmado. No se aplica, pues, sólo a aquellos que como Apolo o Pablo han recibido gracias especiales de servicio y ministerio, sino que se aplica a toda gracia. ¿No es válido también respecto de cuanto tenemos o somos «por la naturaleza»? Aun en el caso de que hayamos conseguido algo mediante el estudio o una actividad diligente, sólo podemos conseguirlo con las fuerzas o talentos que nos fueron dados de antemano. No se rechaza, por lo demás, que nos gocemos de ello, o que incluso nos gloriemos por ello, pero nunca debemos olvidar que no lo debemos agradecer a nosotros mismos. Por muy bien que hayamos hecho fructificar los talentos o las gracias que se nos han prestado, debemos reconocer el préstamo. El mismo Pablo lo hace así, dándonos un bello ejemplo (3,10). AL llegar aquí, cambia el tono. Pablo se hace irónico. Si los corintios se sienten tan seguros de sí mismos como si ya hubieran conseguido la meta, como si ya no tuvieran que anhelar la justicia y el reino de Dios, en cuyo dominio tomarán parte los santos, él, el Apóstol, se sabe todavía fuera, en camino y al descubierto y con mucho gusto desearía que los corintios le admitieran en su compañía.

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11. De más difícil interpretación es la subordinada «para que...». Muchos comentaristas han consagrado sus esfuerzos a explicarla. Un gran número de ellos admite que Pablo aludiría a una frase hecha, conocida por los corintios, pero que ya no está suficientemente clara para nosotros. En este caso quería decir: los corintios deben tener bien en cuenta que no hay sabiduría superior a la revelación de Dios. Según otros, la frase que en nuestra traducción hemos puesto entre corchetes [ ] sería originariamente una nota marginal de un copista (L. ALONSO SCHOKEL).

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c) Presentación de sí mismo que hace el Apóstol (1Co/04/09-13).

9 Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos señaló el último lugar, como a condenados a muerte, porque hemos venido a ser espectáculo para el mundo y para los ángeles y hombres. 10 Nosotros, insensatos por Cristo; vosotros, sensatos en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros estimados, nosotros despreciados. 11 Hasta el momento presente pasamos hambre y sed y desnudez, recibimos bofetadas y andamos errantes sin hogar; 12 nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; si nos insultan, bendecimos; si nos persiguen, lo soportamos; 13 si nos calumnian, respondemos con bondad. Hemos venido a ser hasta ahora como basura del mundo, como desecho de todos.

En neta oposición a la seguridad que siente en sí misma la comunidad corintia, se presenta aquí la experiencia personal del Apóstol y, en el fondo, su persona misma. Está de acuerdo en que, visto desde Dios, más bien parece, o incluso es, todo lo contrario: que está en el último puesto en la escala de los valores normales, e incluso muy distanciado y hasta marginado, como quien está condenado a muerte. Así estuvo Jesús y en esta misma situación se ha visto Pablo varias veces, de una manera más o menos formal. Pero, por amor de Jesús, abraza voluntariamente esta existencia.

Las sentencias condenatorias y su ejecución constituían un espectáculo para las muchedumbres de entonces. ¿No fue así en la muerte de Jesús? Pero ¿también un espectáculo para los ángeles? Sí; forman parte de aquella publicidad expresamente querida por Dios en este caso. Así como la muerte de Jesús encerraba un significado para los espíritus, así también lo encierra la muerte de sus miembros, pues soportan algo que produce en aquéllos admiración profunda, ya que unos hombres de naturaleza inferior a la suya alcanzan al morir con Cristo una gloria muy superior a la que ellos tienen. Se toca así un tema que el Apóstol describirá luego con más colorido y profundidad. Pero ¿sigue el tono irónico del versículo 8 cuando contrapone a los corintios consigo mismo, como sensatos, fuertes y estimados? No; no habla aquí en son de mofa, porque de alguna manera viene a ser razonable y está bien así. A través de su camino de la cruz proporciona a los creyentes esta posibilidad de ser más libres y más redimidos. En tono más sosegado y objetivo continúa describiendo -otra vez en tres afirmaciones dobles- el género de existencia que, como Apóstol, le compete y que él acepta. Y luego, vuelve a cambiar el tono y el ritmo (3,12). «Si nos insultan bendecimos...» Tenemos aquí de nuevo tres breves frases, pero ahora no van enderezadas contra nadie, sino que están llenas de tensión interior, para llegar finalmente, en una doble afirmación construida en paralelismo linguístico, a una cierta meta de máxima humillación.

¿Se han recargado demasiado las tintas? ¿Se ha dejado arrastrar por la polémica apasionada? Indudablemente estas líneas están impregnadas de un gran patetismo, provocado precisamente por la desagradecida volubilidad e inseguridad de los corintios respecto de Pablo. Pero en modo alguno es una mera reprensión o resignación, una queja o una acusación. Hay demasiada intensidad vital en estas líneas agolpadas y, sobre todo, demasiada verdad. El cuadro se completará con más prolijos detalles en la segunda carta a los corintios (6,1-10).

6. CONCLUSIÓN RECONCILIADORA (4,14-21).

a) El amor paternal del Apóstol a la comunidad (1Co/04/14-16).

14 No para avergonzaros os escribo esto, sino para haceros una advertencia como a hijos míos queridos. 15 Pues aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, padres no tenéis muchos: porque yo os engendré en Cristo Jesús por el Evangelio. 16 Por lo tanto, os ruego que sigáis mi ejemplo.

Como en la segunda carta a los Corintios, también aquí hace a continuación el Apóstol una presentación de sí mismo que no deja de ser un reproche, al que se habían hecho en realidad acreedores. Se advierte un cambio patético hacia una intimidad llena de amor, que debe llevar al convencimiento de que aquí habla un corazón doliente, que busca, por todos los medios, el corazón de sus hijos amados. Tuvo que avergonzarles, y él lo sabe, pero no quisiera que durase su vergüenza más que hasta que volvieran a mejor acuerdo. En las palabras que siguen, este tono paternal le permite alcanzar una mayor fuerza expresiva, a favor de la cual llega inmediatamente a una comparación con aquellos frente a los cuales siempre puede afirmar que su postura es incomparable. ¿Qué puede significar, en efecto, una docena de ayos frente a aquel que es padre? Y Pablo habla de ¡diez mil! maestros o preceptores. Se advierte la costumbre antigua de poner esclavos al cuidado de los niños para vigilar sus estudios.

El cálido discurso acaba con la exhortación que une las esperanzas del padre con las exigencias del Apóstol: seguid mi ejemplo. En qué deben imitarle? No en este rasgo individualizado o en aquél, sino en adoptar respecto de él la postura fundamental de hijos. Los hijos pueden olvidar a veces, pueden estar sometidos a ciertos influjos extraños, pero su propio modo de ser, oculto en ellos, despierta siempre de nuevo. Cuando se encuentran ante una disyuntiva total, los hijos no niegan a los suyos, especialmente a su padre. éste es el punto de conexión humano de esta corta exhortación paulina. La idea de la imitación no desempeña en Pablo un papel accidental. La idea fundamental de la imitación se halla formulada con más exactitud en otro pasaje: «Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo» (1Co_11:1) 12.

La imagen de Cristo debe ser repetidamente reproducida en la multiforme realidad terrena, para que los fieles puedan percibir con mayor facilidad las posibilidades de imitación puestas a su alcance. Esta tarea de copiar a Cristo -no con palabras, sino con la propia existencia- obliga propiamente a aquellos que, por encargo del mismo Cristo, anuncian su palabra, ya que palabra y vida forman una unidad indisoluble. Toda palabra tiene en esta unidad su norma suprema. Y dado que no todos los que ejercen el ministerio de la palabra alcanzan esta alta medida, procura Dios que la posibilidad de imitación sea vivida por otros, por los santos, que siempre suscita en la Iglesia. Cuando Pablo alude a su propio ejemplo y obliga a él, cumple este doble servicio que, en su unidad, es lo más precioso que puede dársele a la comunidad de los creyentes.

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12. Cf. Gal_4:12; Phi_3:17; 2Th_3:7.9

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b) Les envía un visitador apostólico (1Co/04/17).

17 Por esto mismo os envío a Timoteo, hijo mío querido y fiel en el Señor: él os recordará mis caminos en Cristo Jesús, cómo por todas partes enseño en todas las Iglesias.

Un poco sorprendentemente anuncia ahora la visita de un legatus a latere. Pablo no juzga suficiente su carta pastoral, aunque tan personal y tan apremiante. Envía a un hombre de su confianza, en quien delega su poder. Dentro del contexto precedente, Pablo no destaca tanto la autoridad cuanto la auténtica relación filial de aquel que también ha demostrado fidelidad en las cosas del Señor. La expresión que emplea para describir su misión no es tan genérica como pudiera parecernos. Mis caminos significa, en sentido semítico, no un destino personal, sino una doctrina, es decir, que su contenido objetivo coincide con el de la exhortación a seguir su ejemplo. En este punto insiste en el hecho de que su doctrina no es sólo personal, sino que es católica. él, el Apóstol, enseña lo mismo por doquier, en todas las comunidades. Una vez más recuerda a los corintios que no están solos en el mundo, sino que están incluidos en un orden eclesial y deben someterse a la disciplina de la Iglesia.

c) Les anuncia su visita personal (1Co/04/18-21).

18 Hay algunos que se han inflado como si yo no hubiera de ir a vosotros. 19 Pero iré muy pronto, si el Señor quiere, y conoceré, no la palabra, sino el poder de esos orgullosos; 20 porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. 21 ¿Qué queréis? ¿Que vaya yo a vosotros vara en mano, o con amor y espíritu de mansedumbre?

Los últimos versículos de esta parte de la carta no dejan lugar a dudas. Después de haber tocado todos los registros de la exhortación personal, está dispuesto a hablar y actuar también en virtud de su cargo ministerial. Para algunos de ellos el anuncio de su visita supone una amenaza. Pero quiere saber qué es lo que se oculta realmente tras estos hombres que se consideran tan importantes. Repite dos veces su pensamiento: el orgullo que se fundamenta sólo en grandilocuentes palabras. Pero a él no le van a intimidar. él no va a recurrir a grandes ni bellas palabras. ¿Qué son las palabras? Las palabras pueden ser graves o ligeras. Pero su peso específico reside en la verdad y en la fuerza de la existencia que encierran en sí. Son papel moneda; su valor depende, por así decirlo, de su respaldo en oro, un respaldo cuya presencia o ausencia no siempre se percibe. Con todo, las más de las veces puede colegirse, a través de las palabras, lo que hay realmente tras ellas. El valor de las palabras de un hombre se manifiesta en sus obras y acciones. En principio, esta contraposición entre hechos y palabras es bien conocida, como lo atestiguan viejos refranes. Esta tensión crítica tiene plena vigencia también ante Dios y en el ámbito de la gracia. Jesús lo expuso ya en el sermón de la montaña (Mat_7:21). También nuestro Apóstol lo expone en forma de sentencia: el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. Los corintios estaban ahora suficientemente informados del espíritu con que Pablo desearía visitarlos. Pero, si es preciso, puede ir vara en mano. ¿Estaba pensando, al escribir esto, en los preceptores que, evidentemente, podían recurrir a la vara? Esta pregunta no debía parecerles a los corintios tan importante como la instancia, expresada en lenguaje algo dolorido, a tomar una decisión.



Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 1: 1Co 4,1-5
Reprende la temeridad de los Corintios, que juzgan inconsideradamente y sin fundamento a los ministros, no siendo mas que Dios su juez, que escudrina los corazónes e ilumina las tinieblas.1. A nosotros, pues, nos ha de considerar el hombre como unos ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios.2. Esto supuesto, entre los dispensadores lo que se requiere es que sean hallados fieles.3. Por lo que a mi toca, muy poco se me da el ser juzgado por vosotros o en cualquier juicio humano, pues ni aun yo me atrevo a juzgar de mi.4. Porque, si bien no me remuerde la conciencia de cosa alguna, no por eso me tengo por justificado, pues el que me juzga és el Señor.5. Por tanto, no queráis sentenciar antes de tiempo, hasta tanto que venga el Señor; el cual sacara a plena luz lo que esta en los escondrijos de las tinieblas, y descubrira las intenciones de los corazónes, y entonces cada cual sera de Dios alabado.Si en el capitulo anterior censura el Apóstol a los Corintios por gloriarse de algunos ministros, aquí al contrario los reprende por despreciar a otros; acerca de lo cual, les da en rostro con su culpa y los apremia a corregirse: "no os escribo estas cosas porque quiera sonrojaros". Así que, cuanto a lo primero, reprende dos cosas: su temeridad en juzgar mal de los ministros, y su soberbia en despreciarlos. Por consiguiente, les enseña lo que hay que pensar, como firme verdad, de los ministros de Cristo, y que no se metan temerariamente a juzgarlos.Dice, pues, lo primero: ya dije que ninguno de vosotros debe gloriarse en los hombres; lo cual no obstante, debe también conocer la autoridad de nuestro oficio, de ser medianeros entre Cristo, a quien servimos, y sus miembros, que son los fieles, a quienes dispensan los dones de Cristo. "A nosotros, pues, nos ha de considerar el hombre como unos ministros de Cristo (vosotros, empero, seréis llamados sacerdotes del Señor; a vosotros se os dara el nombre de ministros de Dios (Is 61,6) y dispensadores de los misterios de Dios", esto es, de sus secretos, que o son sus enseñanzas espirituales (1Co 14), o los sacramentos de la 1glesia, en donde el poder divino obra secretamente la salud. De ahí que en la forma de la consagración de la Eucaristia se diga: Misterio de fe. Toca, pues, al oficio de los prelados el deseo de servir, en el gobierno de sus subditos, solo a Cristo, por cuyo amor apacientan sus ovejas, según aquello: "si me amas, apacienta mis ovejas".Tocales también de oficio dispensar al pueblo las cosas divinas, sequn aquello: "tengo de encargo la dispensacion". Conforme a esto, son medianeros entre Cristo y el pueblo (Dt 5). Y esta estimación de los Prelados es a los fieles necesaria para salvarse; que, a no reconocerlos por ministros de Cristo, no los obedecerian como a Cristo, según dice a los Galatas: "como a un angel de Dios me habéis recibido, como a Jesucristo" (IV). Aun mas, si no les reconocierán su cargo de dispensadores, se rehusarian a recibir sus dones, contra lo que el Apóstol mismo dice: "lo que vosotros le concediereis por indulgencia, yo se lo concedo también, porque si yo mismo uso de indulgencia, uso de ella por amor vuestro, en persona de Jesucristo" (2Co 2,10).Al decir luego: "esto supuesto, entre los dispensadores lo que se requiere es que sean hallados fieles", les enseña a no hacer juicios temerarios de los ministros de Cristo; acerca de lo cual, toca primero un punto, por el que se dan traza, como por norte, para juzgar de la fidelidad de los ministros; muestra, en segundo lugar, que a él no se le da nada de esa especie de juicios, que a Dios reserva, y concluye prohibiendo los juicio? temerarios.Cuanto a lo primero hay que considerar que de los ministros y dispensadores de Cristo unos son fieles, otros infieles. 1nfieles son los que al dispensar los ministerios divinos no buscan el provecho del pueblo, la honra de Cristo y la útilidad de sus miembros (Lc 16). Fieles, por el contrario, los que buscan en todo la honra de Dios y la útilidad de sus miembros (Lc 12), que el dia del juicio se darán a conocer. Pero los Corintios, con loca temeridad, querian poner a discusión qué dispensadores fuesen fieles y cuales infieles; que es lo que aquí dice: "aquí, esto es, entre vosotros, ya, al presente, se busca, se averigua, si quién, si alguno, entre los dispensadores se halla fiel"; pues pensaban que entre tantos infieles con dificultad hallarian a uno fiel, según aquello: "muchos son los hombres llamados misericordiosos; mas un hombre fiel, ¿quién le hallara?" (Pr 20,6).-"Por lo que a mi toca, muy poco se me da el ser juzgado por vosotros". 1ndica, al decir esto, que tal juicio le importa un comino; acerca de lo cual les da a entender que no le quita el sueno que otros le juzguen en este punto, diciendo: "en lo que a mi toca, que soy el menor entre los dispensadores, muy poco se me da, esto es, lo pongo a cuenta de bienes minimos, el ser juzgado por vosotros", esto es, que me tengan por fief o por infiel. Y, porque no pensasen que el Apóstol decia esto por menosprecio, como si tuviese en nada su juicio, igual que si se tratase de viles personas, añade: "o por cualquier juicio humano", que es el dia del hombre, según aquello de Juan: "el que camina de dia no tropieza, porque ve la luz de este mundo"; o a la letra: "o por el dia humano", esto es, por el entendimiento de los que juzgan en este tiempo; como si dijera: muy poco me importa lo que penséis vosotros o quienquiera que sea (Jr 17).Pero es de advertir que hemos de tener cuenta con lo que piensen los hombres de dos maneras: de una, respecto de los otros que, de lo que ven, o se edifican o se escandalizan, y en tal caso los santos no tienen en poco, sino en mucho, que el hombre los juzgue, ya que dice el Señor: "vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre... ".De otra manera por lo que toca a ellos, y entonces no se apurán gran cosa, pues ni ambicionan la gloria humana (1Th 2), ni temen los oprobios y afrentas (Is 51). De ahí que el Apóstol señaladamente diga: "pero a mi... ", esto es, en lo que a mi toca, no digo que nada se me da el ser juzgado, sino poquisimo, porque los bienes temporales, entre los cuales se cuenta la buena fama, no son ningunos bienes, sino los minimos, como dice San Agustín. "En su comparación tuve por nada las riquezas... porque todo el oro, respecto de ella, no es mas que menuda arena, y a su vista la plata sera tenida por lodo" (Sg 7,9).Muestra, en segúndq lugar, que ni a si mismo se atreve a juzgar, diciendo: "pues ni aun yo me atrevo a juzgar de mi mismo". Pero esto parece contrario a lo que abajo dice: "que si nosotros entrasemos en cuentas con nosotros mismos, ciertamente no seriamos así juzgados" (1Co XI). Debe, por tanto, cada uno juzgarse a si mismo, pero con juicio de discusión, o de escrutinio y registro, a que se refiere aquí el Apóstol y según el Salmo 76; asimismo con juicio de condenación y de reprensión en lo que es manifiestamente malo (Job 13); mas nadie presumia, con juicio de absolución, darse por libre de culpa, porque tendré contra si a Job, que dice: "si yo quisiera justificarme, me condenara mi propia boca; si yo me quisiera manifestar inocente, El me convencera de reo" (9) y da la razón diciendo: "porque si bien no me remuerde la conciencia", esto es, no tengo conciencia de algún pecado mortal (Job 27), no por eso me tengo por justificado, quiere decir, no es suficiente para tenerme por justo, pues pecados, cuya existencia ignoro, pueden hallarse tras siete llaves en ser ocultos, según aquello del Salmo: "¿hay quién d l dl?" l d b "mi entienda lo que son delitos?", y lo de Job: "aun cuando yo fuese inocente, eso mismo lo ignorara mi alma" (9,21).A quién le esté reservado este juicio es lo que concluye diciendo, en tercer lugar: "pues el que me juzga es el Señor", esto es, a quien toca juzgar si soy ministro fiel, o no lo soy, es solamente a Dios, porque éste es un asunto intimo dentro del circulo de la intención del corazón, que solo Dios puede pesar dandole su justo valor y estimación, según dicen los Proverbios: "el Señor pesa los, espiritus o juzga los 1nteriores" (16,2); y Jeremias: "perverso es el corazón de todos los hombres e impenetrable; ¿quién podra conocerlo? Yo, el Señor, soy el que escudrina los corazónes, y el que examina los afectos de ellos, y doy a cada uno la paga según su proceder. . " (17,9).Concluye prohibiendo el juicio temerario, al decir: "por tanto, no queráis sentenciar antes de tiempo"; acerca de lo cual, prohibe, lo primero, adelantarse al juicio divino, diciendo: así que, a ejemplo mio, que ni a mi me juzgo, ni me importa que los otros me juzguen, sino que mi juicio lo reservo a Dios, "no queráis sentenciar antes de tiempo", pues "todo negocio tiene su tiempo y coyuntura" (Eccl. 8,6), "hasta tanto que venga el Señor", es a saber, a juzgar (Is 3,14).De ahí que diga: "no queráis juzgar" (Mt 7), aunque esto hay que entenderlo de las cosas ocultas; que, de las manifiestas, hombres hay con encargo de Dios para juzgarlas, según aquello: "oidlos y haced justicia" (Dt 1, !6); porque hay cosas manifiestas, no solo por la evidencia del hecho, como las notorias, sino también por la confesión de los culpables o probación de los testigos. En cambio, las cosas ocultas Dios se las reserva a su juicio; y para nosotros son ocultas las escondidas en el corazón o perpetradas en lugares secretos (Sal 4). De arte que un hombre que quiera hacerla de juez en terreno para si vedado, entrométese temerariamente, como el juez delegado, que se excede en la forma de su mandado, al juzgar una causa que no le fue encomendada. Por tanto, es juicio temerario ponerse a juzgar de cosas dudosas. Perverso, cuando se externa un falso juicio, que, aunque no sea sobre personas, como juzgar malo a un hombre que es bueno, pero es mucho mas grave tratandose de las cosas mismas, como si, por ejemplo, se dijese que la virginidad es mala y buena la fornicación, contra lo cual dice Is : "¡Ay de los que llamáis mal al bien, y bien al mal!" (5,20).Describe, en segundo lugar, la perfección del futuro juicio divino, diciendo: "el cual, es a saber, el Señor que viene a juzgar, sacara a plena luz lo que esta en los escondrijos de las tinieblas, quiere decir que las cosas que erán ocultas y tenebrosas, hará patentes y luminosas; y descubrira las intenciones de los corazones", esto es, todos los secretos del interior, según aquello de Job: "El descubre lo que esta en lo mas profundo de las tinieblas, y saca a luz la sombra misma de la muerte" (12,22); y lo de Sofonias: "Yo iré con una antorcha en la mano registrando a Jerusalén" (I,12); lo cual ha de entenderse, así en los buenos como en los malos, de los pecados que no fueron borrados por la penitencia (Sal 31).Pone, en tercer lugar, el fruto que reportarán los buenos del juicio divino, diciendo: "y entonces cada cual será de Dios alabado", ya se deja entender que cada uno de los buenos; y esa alabanza será verdadera, porque Dios ni puede engañar ni ser engañando (Rm 2 2Co X).

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Los apóstoles son responsables sólo ante Dios, 4:1-5.
1 Es preciso que los hombres vean en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. 2 Por lo demás, lo que en los dispensadores se busca es que sean fíeles. 3 Cuanto a mí, muy poco se me da de ser juzgado por vosotros o de cualquier tribunal humano, que ni aun a mí mismo me juzgo. 4 Cierto que de nada me arguye la conciencia, mas no por eso me creo justificado; quien me juzga es el Señor. 5 Tampoco, pues, juzguéis vosotros antes de tiempo, mientras no venga el Señor, que iluminará los escondrijos de las tinieblas y hará manifiestos los propósitos de los corazones, y entonces cada uno tendrá la alabanza de Dios.

La idea general de esta perícopa es clara. Lo que en resumen viene a decir el Apóstol es que los corintios no deben meterse a juzgar a los predicadores evangélicos, pues ya lo hará el Señor a su debido tiempo, el único a quien deberán dar cuenta de su actuación.
Comienza por establecer que su misión es la de ser ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios (v.1). Es la misma idea que había desarrollado ya anteriormente (cf. 3:5-9). No administran bienes propios, sino de Dios, y lo único que se les pide es que sean fieles (v.2) a la misión que se les encomienda. El término misterios de Dios parece incluye todo el conjunto de bienes mesiánicos, doctrina y sacramentos, que integran la obra de la redención, y que el Apóstol denominaría misterios quizás por haber estado tanto tiempo ocultos en la mente divina (cf. 3:7)·
A continuación (v.3-5) San Pablo niega a los corintios, y a cualquier tribunal humano, todo derecho a juzgar a los predicadores evangélicos, y añade que tampoco él se atreve a juzgar de sí mismo (v.7), pues, aunque no tenga conciencia de infidelidad a la misión encomendada, sólo al Señor le toca juzgar de ello (v.4), que es quien conoce las interioridades del corazón y único que puede hacer una declaración definitiva (v.5; cf. 1:8; 3:13).

Pablo y Apolo, ejemplo para los corintios, 4:6-13.
6 Esto, hermanos, lo he dicho por vía de ejemplo de mí y de Apolo por causa vuestra, para que en nosotros aprendáis lo de no ir más allá de lo que está escrito y que nadie por amor de alguno se infle en perjuicio de otro. 7 Porque ¿quién es el que a ti te hace preferible? ¿ Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías, como si no lo hubieras recibido? 8 ¿Ya estáis llenos? ¿Ya estáis ricos? ¿Sin nosotros habéis logrado el reino? Ojalá que lo hubierais logrado, para que también nosotros con vosotros reináramos. 9 Porque, a lo que pienso, Dios a nosotros, los apóstoles, nos ha asignado el último lugar, como a condenados a muerte, pues hemos venido a ser espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres. 10 Hemos venido a ser necios por amor de Cristo; vosotros sabios en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros ilustres, nosotros viles. 11 Hasta el presente pasamos hambre, sed y desnudez, somos abofeteados y andamos vagabundos, 12 y penamos trabajando con nuestras manos; afrentados, bendecimos, y perseguidos, lo soportamos; 13 difamados, consolamos; hemos venido a ser hasta ahora como desecho del mundo, como estropajo de todos.

Trata el Apóstol de dar una lección de humildad a los infatuados corintios, convencido como estaba de que la verdadera causa de los partidos y divisiones entre ellos era su idea de autosuficiencia y estima exagerada de sí mismos, muy en la línea de los criterios de la sabiduría humana.
Primeramente les pone delante todo cuanto, concretado en Pablo y en Apolo, ha venido diciendo sobre la naturaleza del ministerio apostólico (cf. 3:5-4:5) y que ellos deben tener muy en cuenta, con lo que aprenderán a no andar distinguiendo entre predicador y predicador, levantando a unos y rebajando a otros, dado que se trata simplemente de ministros o cooperadores de Dios, cuya única obligación es la de ser fieles a la misión que se les encomienda (v.6). Lo de no ir más allá de lo que está escrito parece ser una expresión proverbial para indicar que en nuestras apreciaciones no se debe ir más allá de la norma objetiva, y, en este caso, de lo que exige la naturaleza del ministerio apostólico. Algunos autores, sin embargo, creen que se trata de una cita bíblica, bien aludiendo a toda la Escritura en general, bien a alguno de los textos citados anteriormente (cf. 1:19.31; 3:19). Creemos más probable la primera explicación.
Como nueva justificación de que los corintios no deben andar distinguiendo entre unos predicadores y otros, añade el Apóstol, en forma verbal de segunda persona indeterminada, que nada tenemos unos que nos haga superiores a los otros, y si algo tenemos, sea en el orden de la naturaleza, sea en el de la gracia, eso no es producción nuestra, sino don de Dios (v.7). Sigue luego (v.8-13), en amarga mezcla de ironías y de realidades, el duro contraste entre lo que piensan de sí mismos los corintios y lo que piensan los apóstoles: vosotros os consideráis ya llenos., ricos., logrado el reino. 156; pues bien, parece que deberíais hacer partícipes de tanta felicidad a vuestros maestros en la fe, y, sin embargo, la realidad es muy otra, pues nosotros, como los condenados a muerte en el anfiteatro, estamos en la actualidad sirviendo de espectáculo al mundo, que nos tiene por necios y despreciables, haciéndonos sufrir continuas afrentas y persecuciones, cual si fuéramos el desecho del mundo, el estropajo de todos. 157 Así se expresa el Apóstol. Desde luego, es impresionante este recuento de penalidades del ministerio apostólico, muy parecido al que hace también en otros lugares (cf. 2Co_4:8-11; 2Co_6:3-10). Pero la realidad es ésa; y es que, al contrario de lo que parecían suponer los corintios, el cristiano sólo tiene en esperanza la plena participación de los bienes mesiánicos (cf. Rom_8:18; 2Ti_2:12; Jua_16:20). Tal es la verdadera sabiduría cristiana centrada en el misterio de la cruz 158.

Paternas amonestaciones de Pablo,Jua_4:14-21.
14 No escribo esto para confundiros, sino para amonestaros, como a hijos míos carísimos. 15 Porque aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, pero no muchos padres, que quien os engendró en Cristo por el Evangelio fui yo. 16 Os exhorto, pues, a ser imitadores míos. 17 Por esto os envié a Timoteo, que es mi hijo muy amado y fiel en el Señor, que os traerá a la memoria mis caminos en Cristo Jesús y cuál es mi enseñanza por doquier en todas las iglesias. 18 Como si yo no hubiese ya de ir a vosotros, así se han hinchado algunos. 19 Pues iré, y pronto, si el Señor quisiere, y entonces conoceré, no las palabras de los que se hinchan, sino lo que hacen, 20 que no está en palabras el reino de Dios, sino en realidades. 21 ¿Qué preferís? ¿Que vaya a vosotros con la vara o que vaya con amor y espíritu de mansedumbre?

Son las últimas palabras que tiene San Pablo sobre la cuestión de los partidos,de afecto paternal. Sin duda ha querido suavizar la impresión amarga que pudieran haber dejado en los corintios las ironías precedentes.
Expresamente les dice que no ha obrado así para humillarles, sino por el deseo que tiene de que se corrijan (v.14). También les dice que pueden haber tenido y tener muchos pedagogos, que les instruyan y vigilen en la fe; pero padre en esa fe sólo tienen uno, y ése es él, que fue quien fundó la iglesia de Corinto, engendrándoles a la nueva vida de la gracia en el Señor (v.15; cf. Gal_3:24; Gal_6:15). Por eso les pide, como puede hacerlo un padre, que sean imitadores suyos (v.16; cf. 11,1), con alusión especial sin duda, dado el contexto, a la humildad y olvido de sí mismo de que antes ha hablado. Ninguna cosa mejor para acabar de raíz con el problema de los partidos.
A continuación, el Apóstol les habla de la visita de Timoteo (v.17), bien conocido en Corinto (cf. Hec_18:5; 2Co_1:1), aunque calculaba que tal vez no hubiese llegado aún (cf. 16:10). Parece ser que los agitadores de Corinto habían corrido la voz de que, un poco acobardado ante la elocuencia de Apolo y de otros predicadores, Pablo ya no se atrevería a volver a la ciudad (v.18; cf. 2Co_10:10); por eso, para que con el envío de Timoteo no se afianzase esa opinión, les anuncia que también irá él, y pronto, pero el que vaya con una actitud u otra, de severidad o de mansedumbre, depende de ellos (v. 19-21). Una vez en Corinto, comprobará si en la obra de esos agitadores hay hechos o hay sólo palabrería, pues el reino de Dios no está en palabras, sino en realidades (v.20; cf. Rom_14:17). De poco valen los perfilados discursos de sabiduría humana, si no hay incremento del reino de Dios sobre las almas.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IIII.

1 In what account the Ministers ought to bee had. 7 We haue nothing which wee haue not receiued. 9 The Apostles spectacles to the world, Angels and men, 13 The filth and off-scouring of the worlde: 15 Yet our fathers in Christ, 16 Whome wee ought to followe.
1 Let a man so account of vs, as of the ministers of Christ, and stewards of the mysteries of God.
2 Moreouer, it is required in stewards, that a man be found faithfull.
3 But with mee it is a very small thing that I should bee iudged of you, or of mans [ Greek: day.] iudgement: yea, I iudge not mine owne selfe.
4 For I know nothing by my selfe, yet am I not hereby iustified: but hee that iudgeth me is the Lord.
5 [ Mat_7:1 Rom_2:1.] Therefore iudge nothing before

[Fooles for Christ.]

the time, vntill the Lord come, who both will bring to light the hidden things of darkenesse, and will make manifest the counsels of the hearts: and then shall euery man haue prayse of God.
6 And these things, brethren, I haue in a figure transferred to my selfe, and to Apollo, for your sakes: that ye might learne in vs not to thinke of men, aboue that which is written, that no one of you bee puffed vp for one against another.
7 For who [ Greek: distinguisheth thee?] maketh thee to differ from another? And what hast thou that thou didst not receiue? Now if thou didst receiue it, why doest thou glory as if thou hadst not receiued it?
8 Now ye are full, now ye are rich, ye haue reigned as kings without vs, and I would to God ye did reigne, that we also might reigne with you.
9 For I thinke that God hath set forth vs the Apostles last, as it were approued to death. For wee are made a [ Greek: theater.] spectacle vnto the world, and to Angels, and to men.
10 We are fooles for Christs sake, but ye are wise in Christ. We are weake, but ye are strong: yee are honourable, but we are despised.
11 Euen vnto this present houre we both hunger and thirst, and are naked, and are buffeted, and haue no certaine dwelling place,
12 [ Act_20:34 ; 1 Thess.2.9; 2 Thess.3.8.] And labour, working with our owne hands: being reuiled, wee blesse: being persecuted, we suffer it:
13 [ Mat_5:44 .] Being defamed, we intreate: we are made as the filth of the world, and are the off-scouring of all things vnto this day.
14 I write not these things to shame you, but as my beloued sonnes I warne you.
15 For though you haue ten thousand instructors in Christ, yet haue yee not many fathers: For in Christ Iesus I haue begotten you through the Gospel.
16 Wherefore I beseech you, be yee followers of me.
17 For this cause haue I sent vnto you Timotheus, who is my beloued sonne, and faithfull in the Lord, who shal bring you into remembrance of my wayes which be in Christ, as I teach euery where in euery Church.
18 Nowe some are puffed vp as

[Old leauen.]

though I would not come to you.
19 [ Act_19:21 .iam 4.15.] But I wil come to you shortly, if the Lord will, and will knowe, not the speach of them which are puffed vp, but the power.
20 For the kingdome of God is not in word, but in power.
21 What will ye? Shall I come vnto you with a rod, or in loue, and in the spirit of meekenesse?

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)


25 4, 1. En conclusión, Pablo declara ca(-)tegóricamente cómo conviene que los corin(-)tios consideren a sus pastores, servidores: Hypéretes tiene con frecuencia la connotación de «testigo oficial» (véase Murphy-OConnor, Paul on Preaching 60-64). administradores: Es(-)te término se aplicaba también a funcionarios religiosos (véanse H. Cadbury, JBL 50 [1931] 47-51; J. Reumann, JBL 77 [1958] 339-49). 2-3. Puesto que Pablo no se designó a sí mismo para el cargo, y los corintios no lo nombraron, los juicios de éstos carecen de valor. 4. mi con(-)ciencia nada me reprocha: Pablo no experi(-)menta el dolor de la transgresión (véase C. A. Pierce, Conscience in the NT [SBT 15, Londres 1955] 21.28), pero esto no garantiza que el único juez de verdad coincida con ese dicta(-)men. 5. el tiempo: Este momento queda deter(-)minado por la referencia siguiente a la paru(-)sía. «A la vista de este juicio último, todos los veredictos humanos no pueden sino ser pre(-)juicios» (Barrett, First Epistle 103). Resulta evidente la presencia de algo de hipérbole.
26 (F) Aplicación a los corintios (4,6-13). 6. Con la aplicación de metáforas a sí mismo y a Apolo, Pablo pretendía aclarar el papel de ambos (véase M. Hooker, NTS 10 [1963-64] 131). el «no» está antes de lo escrito: J. Strugnell ha demostrado (CBQ 36 [1974] 555-58) que to mé hyper ha gegraptai es el co(-)mentario marginal de un copista cuyo ejem(-)plar carecía de un mi, «no», que él insertó de(-)lante de heis. 7. Por sí mismos, los corintios nada tienen que los recomiende a un jefe de partido. 8-13. Del sarcasmo, Pablo pasa a la ironía amarga. En contraste con los predicado(-)res, conscientes sólo de sufrimientos y luchas, los corintios creían encontrarse en posesión del reino escatológico de Dios. Su defectuosa escatología (véase A. C. Thiselton, NTS 24 [1977-78] 510-26) estaba reforzada por la idea estoica de que los sabios son reyes (Weiss).
27 (G) La visita de Timoteo (4,14-21). 14. Tras la severidad, la dulzura. 15. paidagógos: Lit., «el que conduce al niño», habi(-)tualmente un esclavo que vigilaba la conducta del joven, pero no era su maestro (véase el co(-)mentario a Gál 3,24). os engendré: El efecto de la fuerza de Cristo (1,24) mediada por el evan(-)gelio de Pablo (1,17) es una vida nueva (1,30; véase P. Gutiérrez, La patemité spirituelle selon saint Paul [Ebib, París 1968]). 16. Véase el co(-)mentario a 11,1. 17. he enviado a Timoteo: El aor. no es epistolar, como demuestran 1,1 y 16,11. Timoteo era conocido en Corinto (1 Tes 3,2) . Su envío en mayo del 54 d.C. probable(-)mente fue la reacción inicial de Pablo ante los comentarios que le hicieron los de Cloe (1,11). mis caminos en Cristo: Mi manera de vivir como cristiano. 18. El temor por Timoteo indigna de nuevo a Pablo. 19. iré pronto: Esta acalorada declaración no está en contradicción con el de(-)tallado plan de viaje que Pablo expone en 16,5-9. 20. La realidad del reino de Dios consiste en su fuerza transformadora, no en especulaciones (Rom 14,17-18). 21. El amor paternal se puede expresar en forma de ternura o de castigo (Job 37,13; véase C. Spicq, RB 60 [1953] 509-12).

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Ministros de Cristo. Pablo entra ahora en el terreno personal. Responde a las críticas de los corintios con toda la riqueza de su carácter fuerte y pasional. He aquí a un Pablo duro y a la vez afectivo, irónico y mordaz, herido pero sin rencor y, sobre todo, sincero. ¿Era considerado por la pequeña élite sofisticada de los corintios como un judeo-cristiano muy por debajo del prestigio intelectual de Apolo? ¿Existían otros rumores o críticas? El Apóstol, se defiende, por supuesto. Conoce la mediocridad y la falta de inteligencia de sus adversarios, pero acepta que se burlen de él.
Comienza diciendo que lo importante es que la gente lo considere a él y a sus compañeros como «servidores de Cristo y administradores de los secretos de Dios» (1), y que lo principal para un administrador es que sea fiel (2). Ni más ni menos. Añade a continuación que le importan muy poco las críticas y que ni él se juzga a sí mismo. El juicio lo deja para Dios. Por otra parte, nada le reprocha la conciencia, aunque está dispuesto a admitir sus fallos.
Se lanza después a una larga y apasionada confesión de lo que ha significado y significa ser servidores de Dios y fieles a la misión encomendada: ser exhibidos como los últimos, como condenados a muerte, como espectáculo de burla, como locos; padecer hambre y sed; ir medio desnudos; ser despreciados; vagar a la aventura; recibir golpes; fatigas; trabajo físico; calumnias; insultos; persecuciones. El final es conmovedor: «somos la basura del mundo, el desecho de todos hasta ahora» (13). A todo esto, los misioneros del Evangelio responden con la actitud de Cristo: «bendecimos... resistimos... consolamos» (12s).
El contrapunto de esta letanía de sufrimientos lo pone la actitud autosuficiente de los corintios a la que alude Pablo con mordacidad e ironía: se creen prudentes, fuertes, estimados. Ya antes les había reprochado su complejo de superioridad, estar saciados de vanagloria como si fuera suyo lo recibido gratuitamente de Dios, como si estuvieran ya reinando y no caminando todavía bajo el signo de la cruz de Cristo.
Al final reaparece el Pablo afectuoso, el padre que amonesta a sus hijos queridos a los que ha engendrado para Cristo. Les promete una visita y esta vez se presentará a ellos, no temblando y lleno de miedo como en la primera vez, sino con el ejemplo de su vida que procede de la fuerza del Evangelio.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Ministerio y críticas

1 Pablo utiliza dos palabras muy apropiadas para describir la función de los maestros en la iglesia: servidores, lit. ayudantes, o colaboradores, y mayordomos. La primera conlleva el sentido de rendir personalmente cuentas a Cristo en cuyo servicio uno se ocupa. La segunda se refiere a la actividad clave de ese siervo especial en la casa cuya tarea era transferir los recursos del dueño a los miembros de su casa según sus necesidades. Lo que se le ha confiado a Pablo son los misterios de Dios, esto es, la sabiduría de Dios de la que habla en el capítulo anterior. Es un transmisor de la verdad. 2 Los mayordomos seculares debían poseer ciertas cualidades. En el contexto cristiano lo que se exige es confiabilidad; los antecedentes de falta de confiabilidad en el mundo secular están profusamente documentados. 3a Pablo se preocupa muy poco por el juicio de los demás, venga éste de la comunidad cristiana o de cualquier tribunal humano (cf. 2:1-5 y Hech. 17:19-34, donde se juzgaba a oradores públicos). 3b-5 Aunque no sabe de conducta incorrecta alguna en su ministerio cristiano, Pablo subraya que el Señor es su juez, y concluye con la orden de que no deben juzgar nada antes de tiempo, es decir, del día del Señor. Es Cristo el que expondrá los intentos de cubrir las malas obras y no juzgará meramente las acciones, sino las motivaciones. Será en ese momento que cada uno recibirá su alabanza, es decir el elogio, de parte Dios. Como lo muestra 2 Cor. 10:10-13, los corintios tardaron mucho en aprender esta lección; y aun después de ellos, la iglesia no se ha desempeñado mejor.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



6. "No vayamos más allá de lo que está escrito": Pablo cita un refrán conocido de todos, para exhortar a proceder con moderación, no gloriándose más de lo justo, ni falseando el sentido de los hechos o de las palabras en beneficio de intereses personales.

19-20. Pablo contrapone las "palabras", fruto de la sabiduría humana (2. 1), al "poder" que procede del Espíritu Santo. Sólo este "poder" garantiza la autenticidad del ministerio apostólico y le confiere verdadera eficacia. Ver 1Te_1:5.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Los creyentes no son los jueces de los ministros, es Dios quien los juzga. El Magisterio de la Iglesia ha aplicado con frecuencia las palabras del v. 1 al sacerdocio cristiano. La característica fundamental que se desea de los ministros es la fidelidad: «Son fieles los que en todo buscan el honor de Dios y la utilidad de sus miembros» (S. Tomás de Aquino, Sup, epist, ad 1 Cor. in loc.).


Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Rom 11:25; Efe 3:3.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Rom 16:24;b Luc 1:2

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*4:1 El servicio de los predicadores (1Co 3:5) se define desde Cristo y se concreta en ser administradores de los misterios de Dios.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



MISTERIOS DE DIOS: son las enseñanzas e instituciones que integran la economía de la redención; el depósito de la revelación divina bajo todos sus aspectos, así doctrinal como práctico.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Luc_12:42-44

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Luc_12:42-44

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 4.12 Hch 18.2-3; 20.34; 2 Co 11.7.

Torres Amat (1825)



[4] Sólo el Señor puede juzgar la fidelidad de Pablo en su ministerio.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *2Cor 5:19 *Tit 1:7