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Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley —aun sin estarlo— para ganar a los que están bajo ella. (I Corintios 9, 20) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 9

2. EL APÓSTOL LIMITA SU PROPIA LIBERTAD (9,1-27).

a) Al parecer, los corintios no entienden la conducta del Apóstol (1Co/09/01-06).

1 ¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús, nuestro Señor? Vosotros mismos ¿no sois hechura mía en el Señor? 2 Si para los otros no soy apóstol, al menos para vosotros lo soy; pues el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor. 3 Contra los que me acusan, ésta es mi defensa. 4 ¿Es que no tenemos derecho a comer y beber? 5 ¿Es que no tenemos derecho a llevar con nosotros a una hermana en la fe, a una mujer, como hacen los demás apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas? 6 ¿O es que yo y Bernabé somos los únicos que no tenemos derecho para dejar el trabajo?

A/LIBERTAD: Aquellos que tanto alardeaban de su «conocimiento» son los mismos que se ufanan de su libertad, como ya hemos visto por las insinuaciones de 6,12-20. Aquí, pues, se analiza ahora este tema con mayor detalle. El concepto «libertad» de 9,1 vuelve a repetirse en 9, 19 y 10,29. Esencialmente, Pablo quiere enseñar que la libertad de los cristianos es un alto bien, pero no el único, ni el más elevado. Hay razones para renunciar al uso de esta libertad. Y esto, en definitiva, no sería contrario a la libertad, sino su expresión más auténtica. Con este tema de la libertad, que el Apóstol quiere ilustrar con su propio ejemplo, entrevera una Apología pro vita sua, una defensa de sí mismo de la que estaba necesitado. Entre los privilegios de su libertad habría entrado el derecho a ser mantenido por las comunidades misionadas. Tenía especiales razones para renunciar a él. Pero había gentes que en esta conducta sólo veían una confirmación de que Pablo no era apóstol de derecho pleno. A lo largo de su vida tuvo que sufrir por el hecho de no haber formado parte del grupo de los primeros apóstoles que estuvieron en contacto personal con el Señor en Galilea y Jerusalén. El problema aparece siempre en sus cartas, y con sumo detalle en la segunda a los Corintios. También en Corinto había algunos círculos que disminuían su autoridad. Por eso ahora marchan de la mano ambas cosas: si quiere que su conducta sea entendida como ejemplo de libertad auténticamente vivida en Cristo, debe asentar de antemano sus derechos como apóstol. ¿En qué se basan estos derechos y su mismo apostolado? En que ha sido llamado personalmente por Jesús. Aconteció esto en el encuentro de Damasco, que Pablo enumera entre las apariciones a los apóstoles, que fundamentan la fe, el testimonio, la predicación y la misma Iglesia (15,1-8). Aquí no dice: Se me apareció también a mí, sino: He visto al Señor. Esta fórmula, en la que Pablo es el sujeto de la afirmación, no sólo se acomodaba mejor a la serie de preguntas en primera persona, sino que quiere equiparar con mayor énfasis aún su visión del Señor con la visión de los primeros apóstoles.

Si su llamada al apostolado le coloca en cierto modo en una posición especial, dado que los doce podían atestiguar mutuamente su llamada, existe para los corintios una prueba adicional: la existencia de su propia comunidad. Nadie podrá discutirle esta fundación, que había adquirido ya una gran importancia. La idea del Apóstol marcha, por así decirlo, en dos direcciones: por un lado se indica el poder supremo de Jesús; por el otro, Pablo es fundador de Iglesias. Ambas cosas se implican mutuamente, pero la una debe manifestarse a través de la otra. La existencia de la comunidad corintia es el sello que el mismo Señor ha impreso en la misión de Pablo. No es el único, pero para los corintios es suficiente. Hasta cierto punto esto era ya una respuesta, una indicación y una justificación frente a ciertos ataques e imputaciones. Pero acaso el versículo tercero deba referirse más bien a las frases siguientes que -formuladas como preguntas retóricas- enumeran con detalle los derechos que, como apóstol, le competían. Desde el punto de vista de la historia de la Iglesia este pasaje nos atestigua una serie de datos muy interesantes, cada uno de los cuales abre la puerta, a su vez, a nuevas interrogaciones.

«¿No tenemos derecho (exousia)?» En este concepto griego entran como elementos constitutivos la libertad, el poder y el derecho. La cuestión se refiere en primer término al derecho a ser mantenido por la comunidad, que compete no sólo al apóstol, sino también a la mujer que le acompaña. Así lo hacían «los demás apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas». Sabemos bien quién era Cefas. No se puede determinar con toda exactitud quiénes eran estos hermanos del Señor. Tuvieron este título honorífico de hermanos del Señor, en la Iglesia primitiva, Santiago y José (Mar_15:40), pero no se puede establecer con seguridad su grado de parentesco. Se encuentran además Simón y Judas (Mar_6:3), que probablemente eran hijos de Clope, uno de los hermanos de José. Es comprensible que cualquiera que pudiera pretender para sí este título de gloria, lo haría gustosamente 21. También nos interesa aquí el problema relativo a las mujeres. Son designadas como «hermanas», lo que significa que, como cristianas, son miembros de la Iglesia. Lo más natural sería suponer que se trataba de las esposas de los apóstoles que estaban casados. Cierto que se les había pedido la renuncia a todo. Pero son muchos los indicios que señalan un período de prórroga de este mandamiento, para aquella primera época, entre los discípulos de Jesús. Por otro lado, también es cierto que no es necesario limitar a la esposa la expresión «mujer». Puede referirse, en sentido amplio, a una cristiana. Podría aducirse en favor de ello la circunstancia de que no se mencionan para nada los hijos. Ya hubo mujeres que siguieron a Jesús para servirle (Luk_8:2). No estamos acostumbrados a la idea de que en las circunstancias que rodearon a las primeras misiones cristianas debía ser necesaria la presencia de una esposa o de una administradora de la casa. Pero ¿por qué no caer en la cuenta de que ya en la primitiva Iglesia existían los problemas concretos y prácticos con que tuvo que enfrentarse la práctica pastoral de los siglos siguientes, y también, de nuevo, en la época actual?

En el versículo 6 se abre una perspectiva que podría referirse muy bien a los sacerdotes obreros. Pablo y Bernabé eran algo parecido a esto. Decimos «algo parecido» porque el trabajo artesano de aquel entonces y la situación laboral de hoy difieren bastante. En todo caso, puede comprobarse que ya en la Iglesia primitiva había diversidad de soluciones para este problema. La regla no venía constituida por los sacerdotes obreros. Pablo valora incluso el hecho de que no estaba obligado a ello, pero reclama también el derecho a ganar su pan con su propio trabajo.

Aunque sea sólo bajo el título de insinuaciones, estos versículos nos permiten una visión muy interesante de las circunstancias jurídicas y prácticas en que se movían los primeros apóstoles de la Iglesia. Según ellas, se habían regulado ya con bastante precisión las cosas a que un apóstol o un pastor de almas tenía derecho.

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21. Más detalles sobre este punto en Verbum Dei III, Herder, Barcelona, 2, 1960, p.314-319; H. HAAG, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona, 4, 1967, col. 829-831; J. SCHMID. El Evangelio según san Marcos, Herder, Barcelona 1967. p. 126-128.

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b) Derechos de un apóstol (1Co/09/07-10).

7 ¿Quién es el que se alista en un ejército a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Qué pastor de un rebaño no toma le leche del rebaño? 8 ¿Acaso digo estas cosas como razones puramente humanas, o no las dice también la ley? 9 Pues en la ley de Moisés está escrito «No pondrás bozal al buey que trilla» (Deu_25:4). ¿Acaso Dios se preocupa por los bueyes? 10 ¿O no lo dice expresamente a causa de nosotros? Por nosotros se escribió aquello. Pues el que ara debe arar con esperanza, y el que trilla, con esperanza de recoger su parte.

Pablo acentúa con tres expresivas comparaciones el derecho vigente en la Iglesia primitiva, en el que podemos ver una primera forma del tributo eclesiástico. La vocación apostólica participa en algo de los tres ejemplos: del servicio militar («como buen soldado de Cristo Jesús», 2Ti_2:3); de los trabajos del viticultor (cf. 3,6; Mat_20:1-6); de los cuidados del pastor (cf. Act_20:28). En las tres profesiones se sobreentiende que el que sirve en ellas de ellas debe vivir. Esto forma parte, si así puede decirse, de un derecho natural, no escrito, pero vigente en todas partes. En una cuestión que ahonda tan profundamente en lo espiritual, Pablo no podía apoyarse únicamente en argumentos de sana razón humana.

Añade un argumento de la Escritura que, tomado en su sentido literal, es sólo una comparación (al menos éste primero; en el versículo 14 sigue otro más directo y convincente). ¿Se ha recurrido aquí un poco al humor, cuando Pablo menciona estas razones «humanas» citando al buey que trilla? En todo caso, se trata de un bello gesto de preocupación de la legislación mosaica haber tenido en cuenta la situación de los animales que, durante la trilla, tienen siempre paja y espigas en la boca y las narices. Sería particularmente duro privarles de la posibilidad de tomar de vez en cuando un bocado. Por otra parte, no se puede dar por demostrada la opinión de que Dios no se preocupe para nada de la suerte de los bueyes. Pablo se deja llevar aquí por el convencimiento de que la Escritura (es decir, el Antiguo Testamento) siempre alude a algo situado más allá del sentido literal, y que se debe cumplir en Cristo, es decir, que recibe en él su pleno sentido y realidad. Y así, todo ha sido escrito «por nosotros» (cf. Rom_15:4). «El que ara, debe arar con esperanza...» no es una nueva cita, sino que sintetiza una cita junto con el sentido de otras varias, que Pablo no quiere aducir una por una.

c) Los derechos de un apóstol, acordes con lo espiritual (1Co/09/11-14).

11 Si nosotros hemos sembrado para vosotros lo espiritual, ¿qué de extraño tiene que recojamos nosotros vuestros bienes materiales? 12 Si otros ejercen sobre vosotros este derecho, ¿con cuánta más razón nosotros? Sin embargo, no hemos usado de este derecho, sino que lo sobrellevamos todo, para no poner tropiezo alguno al Evangelio de Cristo. 13 ¿No sabéis que los que se ocupan de las funciones sagradas comen de lo ofrecido en el templo, y que los que sirven en el altar participan de las ofrendas del altar? 14 De la misma manera, el Señor dispuso que quienes anuncian el Evangelio, del Evangelio vivan.

Estaría completamente equivocado quien quisiera objetar que estas reglas no tienen validez en el terreno del espíritu. Pablo halla que se aplican con mayor validez aún, porque lo que una comunidad ofrece a los apóstoles o a sus pastores espirituales siempre será menor que lo que reciben, dado que lo espiritual es, en principio, más que lo material. Pablo llega incluso a decir que «lo carnal». ¡Para sus predilectos, nada les parecía demasiado a los corintios! Se alude aquí a aquellos predicadores que se habían impuesto gracias a su modo de predicar «más culto». La sarcástica nota de 2Co_11:20 expone bajo una luz más cruda su voraz actuación.

Llegado aquí, expone finalmente Pablo la razón de que ni él ni sus colaboradores hayan usado ni querido usar de su derecho, tan expresamente proclamado: quieren evitar hasta la más ligera sombra de que pretendan vivir a costa del Evangelio. Aun así, vuelve a mencionar el derecho que asiste tanto a los sacerdotes paganos como a los judíos a vivir del altar, es decir, del servicio del templo. La cultura de los países mediterráneos era esencialmente agrícola y su comercio se centraba en los productos naturales. Las ofrendas a los templos y a los dioses eran la forma usual de pagar los tributos a la Iglesia y de remunerar a los sacerdotes. Pero lo interesante en este pasaje es que aquí Pablo alude a una expresa instrucción de Jesús como argumento último y definitivo de su exposición. Ciertamente no cita ninguna sentencia del Señor, pero la da por conocida; el texto en que piensa pudiera ser el conservado por la tradición (Mat_10:10; Luk_10:7). Merece consideración por nuestra parte, desde dos puntos de vista. Por un lado, el servicio del Evangelio puede ser comparado con el antiguo culto a Dios o a los dioses. Por otro, el sacerdocio de la nueva alianza no puede ser reducido a la concepción veterotestamentaria, ni a la pagana, del sacerdocio. El concilio Vaticano II, en todos los textos en que se habla del ministerio sacerdotal, antepone expresamente, no sin motivo, el ministerio de la palabra.

d) Pablo no ha hecho uso de sus derechos (1Co/09/15-18).

15 Pero yo no he usado de nada de esto. Y no escribo estas cosas para que así se haga conmigo. Prefiero morir antes que... ¡Nadie me frustrará esta gloria. 16 Pues anunciar el Evangelio no es para mí motivo de gloria; es necesidad que pesa sobre mí. ¡Y ay de mí si no anuncio el Evangelio! 17 Porque si esto lo hago por propia iniciativa, tengo paga; pero si no, no hago más que desempeñar un encargo. 18 ¿Cuál es entonces mi paga? Que al anunciar el Evangelio, lo anuncie gratis para no usar del derecho que por el Evangelio me corresponde.

Es penoso para Pablo exponer a la luz del día su conducta y sus motivos, tanto más cuanto que ahora debe temer que se comience a sentir vergüenza en Corinto por algo que se había admitido como la cosa más natural del mundo, al modo de los niños que aceptan como evidentes los mayores sacrificios de sus padres. Y su orgullo no soportará que el apóstol de una comunidad tan rica no haya sido cuidado y mimado por ella. Y esto es algo a lo que Pablo se opone terminantemente. Obsérvese el acaloramiento en la interrupción de la continuidad de la frase, que en nuestra traducción queda, de propósito, en suspenso. Es en estos pasajes que se interrumpen donde podemos rastrear y hasta oir la vivacidad plena con que el Apóstol dictaba sus cartas.

Pero ¿por qué insiste tanto en esta excepción de su conducta? Ya antes (9,12) ha mencionado un motivo. Ahora deja entrever otro, más personal, porque es evidente que se le ha herido en un punto particularmente sensible, del que brota esta erupción, pues aparece vinculado a su llamamiento personal. Anunciar el Evangelio como los demás es demasiado poco para él, que quiso en otro tiempo destruir la Iglesia. Desde que Cristo, revelándosele personalmente, se apoderó de él, se siente obligado, entregado, hipotecado al Señor, en una forma que supera toda medida. Esto le lleva hasta la palabra «necesidad», aunque, evidentemente, no pretende decir que no lo haga con omnímoda libertad y de todo corazón. Pero lo siente de tal modo justo, que no puede hacer otra cosa sino entregarse a la tarea con libertad total. Desde la libertad, a la que está dedicado todo el capítulo, hasta esta necesidad, se da una íntima conexión. Cualquiera que sea el sentido de este impulso o necesidad, es claro que Pablo no piensa en algo contrario a la libertad, sino en algo en lo que la libertad llega a su plenitud en esta necesidad. El núcleo y el contenido más hondo de la libertad es aquella necesidad con que el hombre ama aquello de lo que llega a conocer plenamente que merece toda la fuerza de su amor y toda su entrega, es decir, en definitiva, Dios.

¿Es que los hombres no experimentan ya en el mismo amor terreno la unidad de libertad y necesidad? También en Cristo se refleja este misterio en la unidad de obediencia y amor del Hijo. Cristo puede hablar de la obligación que le ha sido impuesta; pero la acepta total y plenamente, con la misma certeza con que se sabe Hijo. En la medida en que somos seres humanos -y también Jesús entra en este grupo en virtud de su humanidad creada- nos adviene desde fuera esta obligación, porque el que exige, el que llama, el que envía, el que reclama íntimamente, está frente a nosotros. Pero apenas el hombre acepta plenamente este reclamo interior -lo que en nosotros ocurre en fe y en amor-, deja de ser una necesidad desde fuera. El «¡ay de mí!» no indica una amenaza desde fuera, sino desde dentro y -en realidad- peor. El hombre se desgarraría dentro de sí mismo. Suena casi como cosa insoportable que Pablo afirme que no anuncia el Evangelio voluntariamente. Pero comprendemos bien lo que quiere decir. Y es aún más importante el poder rastrear qué es lo que le obliga a recurrir a una expresión tan osada. Aquí, en efecto, la verdad no se debe pesar en la balanza de los conceptos, sino de acuerdo con el impulso que brota desde lo íntimo y que desborda todos los conceptos, del mismo modo que la medida del amor es ser sin medida.

«¿Cuál es entonces mi paga?», se pregunta Pablo. ¿No despiertan estas palabras, paga y gloria, -que se volverán a repetir más adelante (9,17 y 18,15.16)- una penosa impresión? ¿No aflora aquí de nuevo el egoísmo y el propio provecho? La gloria no era para los hombres de la antigüedad o, digamos mejor, para los hombres bíblicos, y en todo caso para Pablo, algo tan extrínseco como ha llegado a ser para nosotros. La gloria es, en primer término, el testimonio intimo de la buena conciencia. El hecho de anunciar el Evangelio no le da derecho alguno a ufanarse. No hay aquí todavía nada sobre lo que pueda fundamentar la certeza de su obediencia sin reservas y de su entrega sin límites. Y, por tanto, nada tampoco que merezca recompensa. Que Pablo espera una recompensa es algo tan natural y evidente como su esperanza de la vida eterna. Y la recompensa es Dios mismo. Es, pues, una recompensa que está muy alejada de todo cálculo. De lo contrario, la idea de la recompensa sería algo mezquino. Aun concediendo que en ciertos círculos piadosos el motivo de la recompensa ha desempeñado un menguado papel, el cristiano actual no puede caer en el extremo contrario, como si toda idea de recompensa fuera indigna del hombre. Esto sería querer ponerse por encima de todo el Nuevo Testamento, por encima de la predicación de Jesucristo y de los apóstoles. Y no querer saber nada de recompensas sería soberbia, sería anular la relación fundamental del hombre a Dios, seria recusar no sólo la recompensa, sino también la gracia.

e) ...por razones pastorales (1Co/09/19-22).

19 Y siendo libre respecto de todo, me hice esclavo de todos para ganar al mayor número posible. 20 Con los judíos me hice como judío, para ganar judíos; con los súbditos de la ley me hice como súbdito de la ley -yo que no lo soy-, para ganar a las súbditos de la ley. 21 Con los que están sin la ley, me hice como el que está sin la ley -yo que no estoy sin la ley de Dios, sino que estoy con la ley de Cristo-, para ganar a los que están sin la ley. 22 Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para salvar a algunos a toda costa.

La línea de pensamiento de estos tres capítulos tiene una gran amplitud, pero todos los hilos convergen en una espesa red. Pablo no ha olvidado que ha sido llamado a regular la conducta práctica frente a las carnes sacrificadas a los ídolos, en el ámbito de una concepción cristiana de la libertad. Para defender esta libertad frente a las erróneas interpretaciones de los que se consideraban a sí mismos como fuertes, continúa exponiendo su propia conducta bajo esta luz. Que renuncie al derecho a la paga es sólo una parte de su comportamiento total. Establece una contraposición llena de fuerza expresiva: libre de todo, esclavo de todos. Esta es su norma de vida, libremente elegida. ¿No tiene aquí en la mente la sentencia de Jesús: «El que quiera ser grande entre vosotros, sea servidor vuestro»? (Mar_10:43 ss). En todo caso, sabe que éste es el sentido del Evangelio, la esencia de todo cuanto significa ser cristiano en sentido auténtico y original, llámese amor, pobreza, seguimiento o como se quiera. El, como Apóstol, tiene además un especial motivo: así, y sólo así, puede esperar ganar a muchos para Cristo. En estos versículos se menciona no menos de cinco veces la palabra ganar; y a esto hay que añadir el «salvar» del versículo final, cuyo significado es parecido. Se trata de aquella misma ganancia que conocemos por la parábola de Jesús, en la que los buenos siervos ganaron: uno, cinco talentos, y el otro, dos. A partir de aquí, la palabra, tomada del mundo de los negocios, se ha convertido en expresión consagrada del lenguaje misional. Todo el celo por el reino de Dios que Jesús pretendía despertar con sus parábolas florece en este vocablo; el dinamismo específico paulino se manifiesta en aquel «el mayor número posible». El corazón del Apóstol abarca todo el universo.

En estas frases se puede percibir algo de esto. Pablo resume el concreto mundo misional con el que entonces tenía que enfrentarse, en dos expresiones opuestas: «judíos» y «paganos». No era tarea fácil para él compaginar ambas cosas. Pero el principio era claro. El Evangelio del Salvador, que ha venido para salvar a todos los hombres, no podía estar limitado por fronteras culturales, nacionales o religiosas de ninguna especie. Pablo ha reconocido para sí y para la Iglesia la liberación fundamental respecto de la legislación mosaica; pero no sólo le es posible, sino bajo determinadas circunstancias preceptivo, cumplir un voto mosaico (Act_19:18; Act_21:24) y hasta practicar la circuncisión (Act_16:3). Por otro lado, no quiere en ningún caso hacer de los paganos judíos, en vez de cristianos. Emplea como la cosa más natural la lengua griega, y se acomoda, en buena parte, al género de vida de los griegos, que, desde la perspectiva judía, era considerado y condenado como impiedad.

Hacia este programa misional debe orientarse siempre y sin cesar la Iglesia. No siempre le ha sido posible. Pero el principio se estructura con suficiente elasticidad, lo que permite llegar a la soluci6n de los problemas prácticos y concretos. Pablo no adoptó en su norma de conducta algunas cosas que para los griegos pasaban por evidentes. En conjunto, podemos alegrarnos hoy ante la resuelta decisión y el ejemplar valor con que, la Iglesia procura llevar a las antiguas culturas y a los nuevos pueblos la esencia del cristianismo y del Evangelio sin las trabas de la cultura europea y de la teología occidental.

El hecho de que Pablo unas veces observe el sábado y otras no, aquí acepte la circuncisión y allí la prohíba, podría parecer a los aficionados a la crítica, o a los malévolos, ausencia de principios, postura acomodaticia y falta de carácter. Pero sería injustificada semejante opinión. En nada de esto hay capricho o gusto personal. Se sabe emplazado ante una ley invisible, que no podría nombrar con menos palabras ni determinar con mayor amplitud que recurriendo a la expresión que el Apóstol emplea aquí, cuando la llama la ley de Cristo. Lo que Pablo sintetiza en esta densísima expresión contiene tanto el ejemplo de Cristo -que era superior al sábado, y, sin embargo, se sometía a esta ley- como también, y sobre todo, el espíritu de Cristo, que permite reinterpretar y aplicar a cada nueva situación concreta la palabra y el ejemplo del Señor. Quien no entienda la libertad en Cristo como ley de Cristo, no ha entendido la libertad. La carta de Santiago (Jam_1:25; Jam_2:17) podría ser adjetivada paradójicamente como «ley de la libertad».

¿No se pensaba en toda la humanidad al mencionar a los judíos y paganos? ¿En qué nuevo grupo se pensaba al añadir los débiles? No existen nuevos grupos. Los débiles aquí mencionados se hallan diseminados entre paganos y judíos. En ellos se advierte claramente a propósito de quien ha expuesto Pablo su conducta misional. Se refiere a los fuertes, que abusan desconsideradamente de su conocimiento y libertad. Estos tales deben reconocer lo que los fuertes deben a los débiles, si es que tienen realmente parte, y desean conservarla, en Cristo y en el Evangelio.

Todo para todos: he aquí una de las más osadas afirmaciones del Apóstol. Podía atreverse a ella. Pero ¿quién, fuera de los santos de primera magnitud, puede reclamarla para sí, cuando se toma en serio, aunque sólo sea como intento? Con ella Pablo no trata de justificar una actividad externa ininterrumpida. No puede olvidarse en ningún momento la perspectiva en torno a la cual gira todo el pasaje: la circunspección ante los débiles, que tanto les cuesta a los fuertes. Por muy débiles que sean -en todo caso a los ojos de los hombres- tienen su derecho ante Dios y también, por tanto, ante la Iglesia, en la medida en que el Hijo de Dios eligió a los pequeños y proclamó bienaventurados a los pobres. «...para salvar a algunos a toda costa». Dada la pendiente del universalista «todo para todos» se hubiera esperado propiamente un «para salvar a todos». Podría acaso haberlo dicho con idéntica razón. Pero no ha querido hacerlo. Sólo se permite decir: «a algunos a toda costa», o bien -con otra traducción perfectamente posible- «en todo caso a algunos». Sabe bien que no serán todos; también la Iglesia debe saber que no alcanzará a todos, por no hablar de ganar o salvar a todos. Cuestión aparte es que la asamblea de los pocos encierre algún significado para los demás, en virtud de la ley primaria de la economía salvífica de la representación de unos por otros. El concilio Vaticano II ha expresado esta ley en la sentencia fundamental de que la Iglesia es «el sacramento de la salvación para la humanidad», nada más, pero nada menos.



f) ...para no perjudicar su propia salvación (1Co/09/23-27).

23 Y toda esto lo hago por el Evangelio, para tener parte en él. 24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de modo que lo ganéis. 25 Todo atleta se domina en todo: ellos, para llevarse una corona que se marchita; nosotros, una que no se marchita. 26 En consecuencia, así es como corro yo, no como a la buena de Dios; así es también como haga pugilato, no como dando golpes al aire; 27 al contrario, doy puñetazos a mi cuerpo y lo arrastro como a vencido, no sea que después de proclamar a otros, quede yo eliminado.

Todavía dentro de la cadencia del «todo», el versículo nos introduce en otro difícil punto. «Todo esto lo hago por el Evangelio» podría ser una síntesis de las ideas precedentes. Pero ahora ya no se dice: «para ganar a los otros», sino «para tener (yo) parte en él (en el Evangelio)». ¡Qué cambio tan sorprendente! El, el Apóstol, no debe preocuparse tan sólo por la salvación de las almas de los demás, sino también por la suya propia. Aquí queda implícito el punto verdaderamente punzante del pensamiento: si yo ¡cuánto más vosotros! Nunca ocurre que nadie, ni siquiera un apóstol, esté tan seguro de su salvación que, partiendo de esta seguridad, puede dedicarse a los otros. La propia elección es presupuesto del servicio a los hermanos, pero este servicio, a su vez, es presupuesto de aquella elección. Aquí radica la solidaridad última de todos en la Iglesia, que vincula profundamente a los que enseñan y administran con los que oyen y reciben. Esta diferencia tiene amplia aplicación, pero no se prolonga hasta lo profundo del misterio de la santidad y de la gracia. Aquí la diferencia desaparece; administrar y recibir son cosas permutables. La preocupación que le trabaja, y que podría trasladar muy bien a los demasiado seguros, a los satisfechos de sí mismos, le lleva a la comparación, tomada del deporte y de todos conocida por las lecturas de las páginas deportivas de la prensa. El mundo de los deportes era más familiar a los habitantes de las grandes ciudades del mundo antiguo que al término medio de los cristianos de hoy. Pablo se refiere expresamente a dos especialidades deportivas: las carreras y el pugilato. En las carreras sólo uno consigue el premio, pero todos se esfuerzan por lograrlo. Aquí, en la arena del cristianismo, todos pueden obtener el premio, pero también deben esforzarse todos por conseguirlo. El premio es la vida eterna. Aquí cada cual corre por su propia vida.

Para disputar una carrera no cuenta sólo el esfuerzo del momento, en el que se decide el premio. Quien aspira seriamente a la victoria sabe que debe preceder una preparación exhaustiva y prolongada, y que debe renunciar a todo lo que perjudique su buena forma, de manera especial las bebidas alcohólicas y los placeres sexuales. ¡Qué severa disciplina la de los auténticos deportistas! Y el premio que se puede conseguir es hoy, en el fondo, tan perecedero como entonces. En la antigua Hélade consistía en una verde corona de laurel. Hoy es acaso un récord que el próximo año será superado. La imagen de la corona desempeñó un papel importante en la primitiva cristiandad. Al finalizar el mundo antiguo y pasar de la lengua griega a la latina, el stephanos se convirtió en corona 22.

Por un instante parece haber torturado de alguna manera al Apóstol la idea de las vanas metas por las que los hombres se afanan: como cuando se corre de acá para allá sin objetivo o bien -y ahora pasa al otro deporte- como un púgil que yerra el golpe. Pero ¿quién es el enemigo que Pablo quiere derribar? ¡Su propio cuerpo! ¿Es, pues, el cristianismo enemigo del cuerpo? Debe ponerse en claro que aquí se está hablando en imágenes y desde una doble perspectiva. Pablo ve el peligro interno y externo de los corintios de hacer fácil su cristianismo, olvidando que el seguimiento de Jesús exige luchar con el mundo y con el propio yo. Y como ha elegido la imagen del pugilato, debe presentar también, en su imagen, al adversario. Indudablemente, con la dura expresión, que en el lenguaje del boxeo actual debería traducirse por «gancho a la mandíbula», no piensa en ejercicios o mortificaciones ascéticas, sino en las asperezas y fatigas que le causa su vida apostólica y que él mismo se exige sin contemplaciones. Objetivamente, aquí se dice lo mismo que en el versículo 19: me hice esclavo de todos. Que la nota sea aquí más acusada se debe a que quiere hacer recordar a los corintios, de la manera más apremiante, su peligroso juego. Si él, siendo apóstol, puede llegar a temer que se le encuentre indigno del premio y sea descalificado, muchos más motivos tendrán ellos para permanecer en vela contra sí mismos.

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22. Cf. 2Ti_4:8; 1Pe_5:4; Act_2:10; Act_3:11.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



El ejemplo de Pablo, 9:1-27.
1 ¿No soy yo libre? ¿No soy apóstol ¿No he visto a Jesús nuestro Señor? ? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? 2 Si para otros no soy apóstol, a lo menos para vosotros lo soy, pues sois el sello de mi apostolado en el Señor. 3 Y he aquí mi defensa contra todos cuando me discuten: 4 ¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber? 5 ¿No tenemos derecho a llevar en nuestras peregrinaciones una mujer hermana, igual que los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas? 6 ¿O acaso solamente yo y Bernabé estamos obligados a vivir de nuestro trabajo? 7 ¿Quién jamás milita a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién apacienta un rebaño y no come de su leche? 8 Y esto, no sólo según el común sentir de los hombres, la misma Ley dice también esto, 9 Porque en la Ley de Moisés está escrito: No pongáis bozal al buey que trilla. ¿Es que Dios se ocupa de los bueyes? 10 ¿No es más bien por nosotros por quienes lo dice? Por nosotros, sin duda, se escribió. Que esperando los frutos ara el que ara y trilla el que trilla. 1J Si sembramos en vosotros bienes espirituales, ¿qué mucho que recojamos bienes materiales? 12 Si otros tienen derecho a participar en vuestros bienes, ¿no lo tendremos más nosotros? Pero no hemos hecho uso de este nuestro derecho, antes hemos soportado todo género de privaciones para no poner obstáculo alguno al Evangelio de Cristo. 13 ¿No sabéis que los que ejercen las funciones sagradas viven del santuario, y los que sirven al altar, del altar participan? 14 Pues así ha ordenado el Señor a los que anuncian el Evangelio que vivan del Evangelio. 15 Pero yo no hago uso de este derecho. Ni escribo esto ahora para hacerlo valer. Prefiero morir antes que privarme de esta mi gloria. 16 Porque evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara! 17 Si de mi voluntad lo hiciera, tendría recompensa; pero si lo hago por fuerza, es como si ejerciera una administración que me ha sido confiada. 18 ¿En qué está, pues, mi mérito? En que al evangelizar lo hago gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización. 19 En que siendo libre con relación a todos, me hago siervo de todos para ganar el mayor número, 20 y me hago judío con los judíos para ganar a los judíos. Con los que viven bajo la Ley, me hago como si yo estuviera sometido a ella, no estándolo, para ganar a los que bajo ella están. 21 Con los que están fuera de la Ley, me hago como si estuviera fuera de la Ley, para ganarlos a ellos, no estando yo fuera de la Ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo. 22 Me hago con los flacos flaco, para ganar a los flacos; me hago todo para todos, para a toda costa salvar a algunos. 23 Todo lo hago por el Evangelio, para participar en él. 24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno sólo alcanza el premio? Corred, pues, de modo que lo alcancéis. 25 Y quien se prepara para la lucha, de todo se abstiene, y eso para alcanzar una corona corruptible; mas nosotros para alcanzar una incorruptible. 26 Y yo corro, no como a la ventura; así lucho, no como quien azota al aire, 27 sino que castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo sido heraldo para los otros, resulte yo descalificado.

Todo cuanto aquí dice el Apóstol está relacionado con la cuestión de los idolotitos, de que habló en el capítulo anterior, aunque expresamente nunca los mencione. Su intención es la de recalcar que la candad debe prevalecer sobre la libertad del propio juicio, o dicho de otra manera, sobre aquello a que tendríamos derecho, miradas las cosas desde un punto de vista puramente especulativo, Es por esa candad, tal es la idea base de todo el capítulo, por la que él ha renunciado a ciertos derechos que le confería su título de apóstol; igual deben hacer los corintios (conclusión implícita), renunciando a la libertad de comer ciertos manjares, aunque de suyo sean lícitos, para no escandalizar a los débiles en la fe.
Comienza afirmando calurosamente, valiéndose de frases interrogativas para más viveza, su condición de hombre libre y su título de apóstol de Jesucristo (v.1-2). Es probable que con lo de libre aluda, no sin cierto parangón irónico con los infatuados corintios, a que también él está provisto de ciencia y no tiene los escrúpulos de los débiles en la fe (cf. 8:1). En cuanto a su título de apóstol, remitimos a lo dicho al comentar Gal_1:11-24. Al afirmar que los corintios son el sello de su apostolado (v.2), algo así como lo que en nuestra vida social acredita la autenticidad de un documento o de una mercancía, parece dar a entender que su labor apostólica en Corinto fue obra extraordinaria de la gracia, un milagro viviente en tantos fieles convertidos (cf. 2:4-5; 2Co_3:2-3); de ahí que podrán otros contradecir su título de apóstol (cf. 2 Cor 11 5-17; Gal_2:6), pero no los corintios, testigos de lo que Dios había hecho allí por su medio, señal evidente de que había sido El quien le había llamado al apostolado.
Puesto esto por delante, viene luego la argumentación propiamente dicha, en que el Apóstol desarrolla dos puntos: sus derechos como apóstol (v.3-14), y su renuncia a esos derechos por motivos de caridad y bien de las almas (v. 15-27). En cuanto a sus derechos, enumera concretamente el de poder vivir a expensas de los fieles a los que dedica su labor apostólica (v.4), y el de poder llevar consigo una mujer cristiana que le preste los servicios necesarios, como lo hacían otros predicadores (v.5-6). La presente referencia a los hermanos (primos) del Señor (v.5; cf. Hec_1:14; Gal_1:19) es un dato histórico precioso, pues parece ser indicio claro de que también ellos salieron a predicar fuera de Palestina, y se valían, a imitación de Jesús (cf. Mar_15:41; Luc_8:1-3), de los servicios de alguna mujer piadosa. No tiene fundamento alguno, ni en el contexto ni en la tradición representada por los antiguos expositores, la opinión de algunos críticos que suponen tratarse de las esposas de los apóstoles 170. En cuanto a Bernabé, separado de Pablo hacía ya seis o siete años y del que apenas volvemos a tener noticias concretas (cf. Hec_15:39), se ve que era también conocido en Corinto (v.6).
Con algunos ejemplos tomados de la vida humana (del soldado, del agricultor, del pastor.) demuestra el Apóstol el derecho natural del trabajador a vivir de su trabajo (v.7); lo demuestra también por la Ley mosaica (Deu_25:4), en cuyo precepto referente a los bueyes que trabajan ve la expresión de un sentimiento de equidad natural que tiene mayores y más importantes consecuencias que la señalada por el sentido simplemente literal de la Ley (v.8-10). Insiste en la misma idea en el v.1 i, diciendo que esa ayuda de los fieles con bienes materiales no es sino una pequeña compensación por los bienes espirituales que el predicador de Cristo les proporciona (cf. Rom_15:27; 2Co_9:11-14). En el v.12 anticipa ya la afirmación de su renuncia a esos derechos (cf. v.6), idea que luego desarrollará en la segunda parte (v.15-27), para de nuevo, en los v.13-14, seguir enumerando razones del derecho del predicador a ser mantenido por los fieles: la práctica corriente, sea en la religión judía (cf. Lev_6:16-26; Num_18:8), sea en las de los gentiles (v.13), y, como colofón, el precepto mismo del Señor (v.14; cf. Mat_10:10; Luc_10:7).
Por lo que toca a la segunda parte, o renuncia a esos derechos, San Pablo comienza con la afirmación tajante: yo no hago uso de este derecho (v.15). Sabemos, en efecto, que se ganaba el sustento con el trabajo de sus manos (cf. 4:12; 2Co_11:7; 1Te_2:9; 2Te_3:8; Hec_18:3; Hec_20:34), y que sólo en muy raras ocasiones aceptó la ayuda material de sus fieles (cf. 2Co_11:9; Flp_4:15-16; Hec_16:15). Y A que nadie, añade, vea aquí segundas intenciones, como si yo hubiera insistido en demostrar mis derechos por considerar que era la forma más hábil y diplomática de reclamarlos (v.15b); pues prefiero morir antes que nadie me prive de esta gloria de predicar gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización (v. 150-18). Son admirables, por su energía y sentido de entrega al Señor, las frases con que se expresa San Pablo. Su gloria personal no la pone en el hecho de predicar, pues dice que con ello no hace sino cumplir un deber (cf. Hec_26:16-18; Luc_17:10), sino en renunciar a algo a lo que podría no renunciar, desempeñando con absoluto desinterés su oficio de predicador del Evangelio 171. En la lista de renuncias, ampliando más el campo, enumera la de hacerse siervo de todos, adaptándose a todos, a fin de allanar el camino al Evangelio y conseguir el mayor número posible 172 de adeptos (v. 19-22; cf. Rom_14:15; Gal_2:14; Hec_21:23-26). Es así como espera también él, juntamente con aquellos por quienes trabaja, participar de los bienes futuros prometidos en el Evangelio (v.23; cf. 15:19; Rom_8:17-18).
A fin de ilustrar mejor esa idea de renunciamiento por la esperanza del premio futuro, se vale de una imagen en extremo viva y realista, máxime para los corintios, espectadores entusiastas de las grandes competiciones deportivas: los famosos juegos ístmicos, que cada dos años tenían lugar en su ciudad. Calurosamente les exhorta a que, a imitación de los atletas, no teman hacer esfuerzos y soportar toda clase de sacrificios para conseguir el premio final; ellos luchan por una corona perecedera y corruptible, mientras que la nuestra es inmortal y nunca perderá su frescura (v.24-25). Y en cuanto a él, Pablo, puede afirmar que, cual corredor que va con los ojos fijos en la meta y cual púgil que pega golpes eficaces, busca ansiosamente conseguir la corona del premio, esclavizando su cuerpo con privaciones y renuncias, a fin de no correr el peligro de ser descalificado, él, que está, como heraldo, dirigiendo la carrera (v.26-27). Los términos heraldo y descalificado eran técnicos en el lenguaje deportivo, y de suyo no se aplicaban a la misma persona; el heraldo era el que anunciaba el comienzo de los juegos, daba la señal de la lucha, proclamaba los vencedores., mientras que descalificado* se aplicaba únicamente a los concursantes que por una u otra razón eran excluidos del combate y, consiguientemente, del premio. San Pablo funde aquí las dos imágenes en una, de modo que el heraldo pueda ser también concursante.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)


44 (b) Pablo renuncia a sus derechos (9,1-27). Con el fin de hacer entender la idea del último versículo, Pablo destaca otros ám(-)bitos de su vida en los cuales ha aceptado li(-)mitaciones a su libertad por el bien de otros. Los temas se introducen con las dos preguntas iniciales, que el apóstol aborda en orden in(-)verso. Analiza su ministerio apostólico en los vv. 1c-18 y su libertad en los vv. 19-27.
45 1-2. Pablo es apóstol porque ha visto al Señor resucitado (15,8) y ha sido facultado por él (Gál 1,15-16). Los corintios debían ha(-)berlo deducido, pues él fue el cauce de la fuer(-)za divina (2,4; 2 Cor 4,7) que hizo nacer la co(-)munidad. 3. mi defensa: La condición personal de Pablo como apóstol se ha visto atacada. 4. derecho: Puesto que Pablo no había hecho uso del derecho que un apóstol tenía a ser mante(-)nido por la comunidad, algunos llegaron a la conclusión de que no poseía dicho derecho y, en consecuencia, no era apóstol. 5. Fuera de lugar parece la mención de la mujer; se debió a la anterior referencia a comer y beber. «Co(-)me, bebe y pásalo bien» (Lc 12,19) era una tríada corriente, en la cual el último elemento era un eufemismo para referirse al coito (2 Sm 11, 11; Tob 7,10; véase el comentario a 1 Cor 10,6; véase J. B. Bauer, BZ 3 [1959] 94-102). Las personas que se toman como término de comparación indican que la oposición a Pablo tenía su origen en Jerusalén. los hermanos del Señor: El único al que Pablo llama por su nombre es Santiago (Gál 1,19; cf. Mc 3,31; 6,3; Hch 1,14). Cefas: Véase el comentario a 1,12. 6. Bernabé: Véase Gál 2,1.13. Puesto que el monos («único») inicial es sg., Pablo debió de recordar de repente a otro apóstol cuyo modo de actuar reflejaba el suyo propio, el derecho de no trabajar: Pablo emplea cuatro argumen(-)tos (vv. 7.8.13.14) para justificar el derecho al apoyo económico. 7. El argumento tomado del sentido común se utiliza también en 2 Tim 2,3-6. 8. al modo humano: Esto califica el ar(-)gumento del v. 7 de opinión común (véase el comentario a 3,3; cf. C. J. Bjerkelund, ST 26 [1972] 63-100; D. Daube, The New Testament and Rabbinic Judaism [Londres 1956] 394-400). 9-10. La cita de Dt 25,4 se interpreta si(-)guiendo el principio de que, si Dios cuida de los animales, aún más cuida de los seres hu(-)manos (Mt 6,26). 11. La conclusión de los dos primeros argumentos se formula como un quid pro quo (Gál 6,6). 12a. La reciprocidad de la que se acaba de hablar ha sido aceptada de hecho por los corintios. Otros misioneros dis(-)tintos de Pablo, y opuestos a él (véase el co(-)mentario a los vv. 4-5), habían pasado, al me(-)nos, por Corinto. 12b. Con el fin de dar valor de testimonio a su entrega y de distinguirse de los charlatanes, que se ganaban bien la vida aprovechándose de la credulidad de los inge(-)nuos (véase A. D. Nock, Conversión [Oxford 1933] 77-98), Pablo se sustentaba trabajando con sus manos (4,12; cf. 1 Tes 2,9).
46 13-15. La estructura es idéntica a la de los vv. 7-12. 13. Argumento basado en la prác(-)tica cultural de la antigüedad, tanto judía como pagana. 14. vivan del evangelio: El mandato, que va dirigido a los predicadores y no a sus oyentes, compendia una directriz dada para la misión palestinense (Mc 6,8-9 par.; cf. 1 Tim 5,18). En él encontramos otro indicio del ori(-)gen de los adversarios de Pablo. 15. no he he(-)cho uso de ninguno de esos derechos: Los argu(-)mentos de los vv. 7, 8 y 13 daban a Pablo un privilegio al que él era libre de renunciar, pero la directriz del Señor imponía una obligación. El hecho de que él no la obedeciera indica que, para él, ni siquiera los mandatos del Señor eran preceptos vinculantes (véase el comenta(-)rio a 7,15). 16. predico: Predicar es la expre(-)sión del ser de Pablo como cristiano; no mere(-)ce, pues, que se le reconozca ningún mérito especial por ello. 17-18a. si predicara por pro(-)pia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado. ¿Qué recompen(-)sa puede haber en este caso? La idea del v. 16 se expone de nuevo de una manera complicada que ha dado lugar a un amplio debate. 18b. gratuitamente: Pablo contesta a la pregunta con un chiste malo. ¡El salario de quien no tie(-)ne derecho a salario alguno es trabajar por na(-)da! no haciendo pleno uso: El vb. compuesto katachraomai (BAGD 420) se utiliza delibera(-)damente para ocultar una reserva mental, por(-)que mientras Pablo residió en Corinto estuvo recibiendo ayuda económica de Macedonia (2 Cor 11,7-9).
(Dautzenberg, G., «Der Verzicht auf das apostolische Unterhaltsrecht: Eine exegetische Unter.suchung zu 1 Kor 9», Bib 50 [1969] 212-32. Dungan, D. , Sayings of Jesús 3-80. Kasemann, E., NTQT 217-35. Lüdemann, G., Paulus, der Heidenapostel: II. Antipaulinismus im frühen Christentum [FRLANT 130, Gotinga 1983] 105-15. Pesch, W., «Der Sonderlohn für die Verkündiger des Evangeliums», Neutestamentliche Aufsatze [Fest. J. Schmid, ed. J. Blinzler el al., Ratisbona 1963] 199-206. Theissen, G., Social Setting 27-67.)
47 19. Pablo pasa en este momento al te(-)ma de la libertad anunciado en el v. 1. libre de todos: No está sometido a las restricciones propias del que depende económicamente de otros, porque él se asegura su propio sustento. 20. como un judío: Cuando se encontraba en(-)tre quienes se creían bajo la ley, Pablo se com(-)portaba como un judío, tanto social como re(-)ligiosamente. Su principio aparece formulado en Gál 4,12. aun no estando bajo la ley: La ley de Moisés no era aplicable a los cristianos. 21. los que están sin ley: La referencia principal apunta a los gentiles, pero el versículo si(-)guiente demuestra que hay también una alu(-)sión a los fuertes «sin ley» de Corinto, que pro(-)clamaban panta exestin (6,12; 10,23). bajo la ley de Cristo: No se alude con ello a un nuevo código de preceptos (por el contrario, C. H. Dodd, More New Testament Studies [Grand Rapids 1968] 134-48), sino a la ley del amor ejemplificada por Cristo (Gál 6,2). Christou es un gen. objetivo (BDF 167). 22. Me he hecho débil: En 8,13 Pablo se somete a la conciencia de los débiles, para ganar a los débiles: Como se pondrá de manifiesto en 10,23-11,1, tam(-)bién los corazones de los débiles tienen que cambiar, todo a todos: La base de la integridad de Pablo es el amor a las personas concretas, sea cual sea su situación religiosa o social. 23. para ser partícipe del evangelio: Puesto que su ser consiste en ser apóstol (9,16), Pablo sólo puede tener parte en los frutos del evangelio llevándolo a otros. 24-27. Además de subordi(-)narse a las necesidades de los otros, la libertad de Pablo queda restringida por la necesidad de disciplina personal. La conversión no es sino el comienzo de un proceso, proceso que puede quedar interrumpido por el pecado (véase el comentario a 10,1-22). 27. golpeo mi cuerpo: La metáfora boxística no se debe forzar hasta el punto de hacer de Pablo un defensor de las prácticas penitenciales. Para él, el cuerpo no era malo, sino vehículo del compromiso e ins(-)trumento del amor. Se debía entrenar para ha(-)cerlo más receptivo a las necesidades de los demás que a las propias.
(Bomkamm, G., en StLA 194-207. Broneer, O., «The Apostle Paul and the Isthmian Games», BA 25 [1962] 1-31. Chadwick, H., «"All Things to All Men (1 Cor ix.22)», NTS 1 [1954-55] 261-75. Pfitzner, V. C,, Paul and the Agón Motif [NovTSup 16, Leiden 1967], Richardson, R, «Pauline Inconsistency: 1 Cor 9:19-23 and Gal 2:11-14», NTS 26 [1979-80] 347-62.)

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 4: 1Co 9,19-23
En tan alto concepto tuvo al Evangelio que, por su respeto, ni quiso recibir dinero, y a todo se sometio.19. En verdad que estando libre de todos, de todos me he hecho siervo para ganar mas almas.20. Y así, con los judíos he vivido como judio, para ganar o convertir a los judíos;21. con los sujetos a la ley o prosélitos, he vivido como si yo estuviese sujeto a la ley (no estando yo sujeto a ella), solo por ganar a los que a la Ley vivían sujetos; así como con los que no estaban sujetos a la Ley de Moisés, he vivido como si yo tampoco lo estuviese (aunque tenía yo una ley con respecto a Dios, teniendo la de Jesucristo), a trueque de ganar a los que vivian sin ley.22. Híceme flaco con los flacos, por ganar a los flacos. Híceme todo para todos, por salvar a todos.23. Todo lo cual hago por amor del Evangelio, a fin de participar de sus promesas.Lo mismo que mostró arriba, que no quiere recibir dinero, por tener su interés en el premio, lo muestra aquí, por amor al Evangelio; donde, lo primero que dice es que se hizo siervo de todos; lo segundo, que procuro hacerse todo a todos; lo tercero, por qué causa lo hizo. El servicio lleva anejas tres cualidades que lo hacen recomendable: la generalidad, la liberalidad, la útilidad. Así es que sirve gratuita o iiberalmente: "porque estando libre..."; como si dijera: sin ocasionar gastos predicaré el Evangelio, pues mayores cosas tengo en mi haber, es a saber, "que estando libre de todos... ", esto es, a nadie sujeto por su bella cara, "de todos me he hecho siervo, haciéndome todo a todo, como si fuese el ser mas despreciable y como si les debiese algo (2Co 4); y esto para ganar mas almas", o en otras palabras, para que fuesen el logro de mi predicación y servidumbre; ya que lo que buscaba no eran las cosas, sino las almas (2Co 12). Porque si es cosa loable por ganancia temporal servir en lo temporal, ¿cuanto mas en lo espiritual por ganancia espiritual?-"Y así, con los judíos he vivido como judio... ".Aquí les muestra que procuro hacerse todo a todos; y primero a los no todavía convertidos, y también a los convertidos, y en1 general a todos: esto es, a los judíos, a los samaritanos, a los gentiles. Habla de esa atemperación y de por qué procedió así.Dice, pues: "y así, con los judíos he vivido como judio", esto es, observando algunas de sus ceremonias legales, como en el discernimiento de los manjares, como en la circuncisión de Timoteo (Hch XV), como en la purificación legal (Hch 21); lo cual puede entenderse de dos maneras: de una -según San Jeronimo- "con los judíos he vivido como judio", de manera simulada, pues fingia observar algunas ceremonias legales, que en verdad no observaba. De otro modo -según San Agustín- que por compadecerlos piadosamente, condescendia de veras en observar algunas ceremonias legales, a fin de ganarselos para Cristo, esto es, a fin de convertirlos a la fe de Cristo.-"con los sujetos a la Ley... ", los Samaritanos, contemporizaba también; donde hay que notar en él su sagacidad en acomodarse al tiempo y humor de cada uno; su libertad, por no estar sujeto a la ley; su útilidad en él provecho que sacaba.Dice, pues: "con los sujetos a la Ley de Moisés, esto es, los Samaritanos, que no son judíos, sino asirios, que fueron llevados a poblar la tierra de 1srael (IV Reyes 17). Estos estaban también sujetos a la Ley de Moisés, pues solo admitían el Pentateuco. Así que con los sujetos a la Ley he vivido como si yo estuviese sujeto a la Ley, es a saber, aprobando su ley, y por ella enseñando a Cristo, no estando yo sujeto a ella, para observarla al pie de la letra, o servilmente, siendo así que no se puso la Ley para el justo (1Tim 1). Y todo eso lo hice solo por ganar, convirtiéndolos a la fe de Cristo, a los que a la Ley vivían sujetos", es a saber, a esos mismos Samaritanos.-"así como con los que no estaban sujetos a la Ley... ", esto es, los Gentiles, se hizo también a su modo; donde se refiere a su conformidad a la verdad de su fe, a su rectitud de intención. Que esto quiere decir: "así como con los que no estaban sujetos a la Ley, esto es, los Gentiles (Rm 2), he vivido como si yo tampoco lo estuviese, es a saber, asintiendo a sus razónes y al sensato parecer de sus filósofos, como parece por Hechos 17, aunque tenía yo una ley con respecto a Dios (Rm 7), no la judaica, sino la de Cristo, que es Dios, no así Moisés (Ga 6). Y esto lo hice, a trueque de ganar a los que vivian sin ley", convirtiéndolos a la fe. los dichoso celador! pues no hay sacrificio -exclama San Gregorio- que pueda compararse al celo de las almas.-"Híceme flaco con los flacos... ", donde, al decir esto, indica ell buen modo y el debido fin con que se hizo a su condición.Dice, pues: "híceme también con los flacos, en la fe, flaco, absteniéndome de cosas licitas (2Co XI), como lo hace el buen médico, que para provocar al enfermo a comer, y así sanarlo, come él primero del manjar que le da. Y esto lo hice, por ganar a los flacos, robusteciendo su fe. En breves palabras, híceme todo a todos, como si perteneciese a todas las sectas y, como dice también abajo (10,33), "al modo que yo también en todo procuro complacer a todos"; y esto, "por salvarlos a todos". En la vestidura talar, que llevaba Aaron, estaba simbolizado todo el mundo (Sg 18,24); y Eliseo contrajo su cuerpo al tamano del cuerpo del niño, y así lo resucito. Y porque, según Boecio, por ser de genio discorde lo que dice alteridad, hay que buscar la igualdad o si no la semejanza; por tal razón los varones en verdad espirituales, puesta en salvo la observancia de su vida y religión, han de conformarse a todos, buscando, de todos modos, de alguna manera, ser iguales.Por fin, al decir: "todo lo cual hago por amor al Evangelio", da a entender que se esforzó por acomodarse a todos; aquí añade la razón de por qué lo hizo así: de parte del Evangelio, para tener la carrera expedita y sin estorbos; de parte de su persona, para alcanzar la promesa del galardon suspirado; que es lo que dice aquí: "todo lo cual hago por amor del Evangelio, de modo que lo predique sin ningun impedimento, a fin de participar de las promesas" que en él se hallan contenidas (Mt 5).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IX.

1 He sheweth his libertie, 7 and that the minister ought to liue by the Gospel: 15 yet that himselfe hath of his owne accord abstained, 18 to be either chargeable vnto them: 22 or offensiue vnto any, in matters indifferent. 24 Our life is like vnto a race.
1 Am I not an Apostle? am I not free? haue I not seene Iesus Christ our Lord? Are not you my worke in the Lord?
2 If I bee not an Apostle vnto others, yet doubtlesse I am to you: for the seale of mine Apostleship are yee in the Lord.
3 Mine answere to them that doe examine me, is this:
4 Haue wee not power to eate and to drinke?
5 Haue we not power to lead about a sister a [ Or, woman.] wife aswel as other Apostles, and as the brethren of the Lord, and Cephas?
6 Or I onely and Barnabas, haue not we power to forbeare working?
7 Who goeth a warfare any time at his owne charges? who planteth a vineyard, and eateth not of the fruite thereof? or who feedeth a flocke, and eateth not of the milke of the flocke?
8 Say I these things as a man? or saith not the Law the same also?

[True Ministers.]

9 For it is written in the Law of Moyses, [ Deu_25:4 .] Thou shalt not muzzell the mouth of the oxe that treadeth out the corne: doth God take care for oxen?
10 Or saith hee it altogether for our sakes? for our sakes, no doubt, this is written: that hee that ploweth, should plow in hope: and that hee that thresheth in hope, should bee partaker of his hope.
11 [ Rom_15:27 .] If we haue sowen vnto you spirituall things, is it a great thing if wee shall reape your carnall things?
12 If others bee partakers of this power ouer you, are not we rather? Neuerthelesse, we haue not vsed this power: but suffer all things, lest wee should hinder the Gospel of Christ.
13 [ Deu_18:1 .] Do ye not know that they which minister about holy things, [ Or, feed.] liue of the things of the Temple? and they which wait at the altar, are partakers with the altar?
14 Euen so hath the Lord ordeined, that they which preach the Gospel, should liue of the Gospel.
15 But I haue vsed none of these things. Neither haue I written these things, that it should bee so done vnto me: for it were better for me to die, then that any man should make my glorying voyd.
16 For though I preach the Gospel, I haue nothing to glorie of: for necessitie is laid vpon mee, yea, woe is vnto me, if I preach not the Gospel.
17 For if I doe this thing willingly, I haue a reward: but if against my will, a dispensation of the Gospel is committed vnto me.
18 What is my reward then? verily that when I preach the Gospel, I may make the Gospel of Christ without charge, that I abuse not my power in the Gospel.
19 For though I bee free from all men, yet haue I made my selfe seruant vnto all, that I might gaine the more.
20 And vnto the Iewes, I became as a Iew, that I might gaine the Iewes: to them that are vnder the Law, as vnder the Law, that I might gaine them that are vnder the Law:
21 To them that are without Law, as without Law (being not without Law to God, but vnder the Law to Christ,) that I might gaine them that are without Law.
22 To the weake became I as

[Runne, to obteine.]

weake, that I might gaine the weake: I am made all things to all men, that I might by all meanes saue some.
23 And this I doe for the Gospels sake, that I might be partaker thereof with you.
24 Know yee not that they which runne in a race, runne all, but one receiueth the price? So runne, that yee may obtaine.
25 And euery man that striueth for the masterie, is temperate in all things: Now they doe it to obtaine a corruptible crowne, but we an incorruptible.
26 I therefore so runne, not as vncertainely: so fight I, not as one that beateth the ayre:
27 But I keepe vnder my body, and bring it into subiection: lest that by any meanes when I haue preached to others, I my selfe should be a castaway.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El ejemplo de Pablo. Es justamente la defensa de esta libertad que él ejerce lo que hace a Pablo lanzarse a este discurso polémico, apasionado y vehemente. En él se recogen algunas de las expresiones más memorables que hayan salido de la literatura paulina. Comienza diciendo que es libre y Apóstol como el que más, pues, «¿no he visto a Jesús Señor nuestro?» (1). Prueba de ello: «el sello de mi apostolado para el Señor son ustedes» (2). Enumera después los derechos de los que podría estar disfrutando en su calidad de apóstol y a los que ha renunciado libremente por el bien de la comunidad como comer y beber (4) a expensas de la misma comunidad o ser acompañado en sus correrías apostólicas por «una esposa cristiana como los demás apóstoles» (5), etc.
A Pablo le indigna, sobre todo, que le critiquen el derecho y la libertad de trabajar con sus manos para su propio sustento y no ser gravoso a nadie. Esto del trabajo manual de Pablo, humilde tejedor de tiendas y toldos, no iba muy de acuerdo con la cultura greco-romana que consideraba todo trabajo manual como quehacer de esclavos y por tanto, en este caso, indigno de un Apóstol y fundador de comunidades cristianas.
Pablo es reiterativo, repite una y otra vez con toda una serie de comparaciones y referencias bíblicas que el Apóstol como el soldado, el labrador o el pastor tiene derecho a gozar de los frutos de su trabajo, para terminar enfáticamente: «Pero yo no he usado ninguno de esos derechos» (15). ¿Está pidiendo Pablo el reconocimiento o la admiración de los Corintios? «¡Más me valdría morir!» (15), exclama con orgullo.
A partir de aquí, el Apóstol se remonta a describir el sentido de su misión de anunciar la Buena Noticia con una de las expresiones más fascinantes que han salido de su boca: «¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia!» (16). Se siente como un profeta, forzado a predicar. Nos recuerda el ejemplo de Jeremías (Jer_15:17); arrollado por el fuego interior del mensaje, «hacía esfuerzos por contenerla y no podía» (Jer_20:9).
Sólo fuertes contrastes de palabras como éstos pueden expresar la nueva realidad existencial con que fue agraciado Pablo en su encuentro con el resucitado en el camino de Damasco, que hizo de él un hombre libre y gozosamente encadenado por Jesús (cfr. Hch 9). Esa fuerza que le encadena desde dentro es el amor, expresión suprema de la libertad.
La «memoria» de este Jesús, grabada en lo más profundo de su ser, le llevará a elegir e identificarse con los débiles y marginados en una vida de continuo riesgo evangélico. En Antioquía (cfr. Gál_2:11-15) se puso de parte de los pagano-cristianos, cuya causa vio amenazada. Ahora en Corinto sale en defensa de los «débiles» judeocristianos. Se siente judío con los judíos, sin ley con los sin ley, débil con los débiles. En una palabra: «Me hice todo a todos para salvar por lo menos a algunos» (22). ¿Qué paga espera Pablo? No otra que participar en la misma Buena Noticia que anuncia.
Termina con una imagen deportiva de carrera y pugilato, sugerida por los «juegos ítsmicos» que se celebraban en Corinto, para ilustrar el modo de ser libre que él ha escogido: entrenamiento, disciplina y renuncia para conseguir el premio. Si en el estadio uno solo consigue la medalla deportiva, en el terreno cristiano todos y todas conseguirán el premio con tal de que corran y se esfuercen con perseverancia y tesón.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El evangelio gratuito de Pablo

15 Hablar de dinero en el mundo secular significaba que lo estaba pidiendo, por lo que Pablo aclara que él no está pidiendo ningún pago retroactivo. Preferiría morir antes que le privaran de su orgullo por ofrecer un evangelio gratuito. 16 Se apresura a aclararlo, revelando la presión divina bajo la cual él funciona (2 Cor. 5:14), y hasta pronuncia condenación contra sí mismo, en caso de que dejara de cumplir con su comisión. 17 Si predica el evangelio porque desea hacerlo, tiene recompensa. Si lo hace porque es su deber, simplemente está cumpliendo con su papel como administrador del evangelio (cf. 4:1). 18 ¿Cuál es la recompensa de Pablo por querer predicar el evangelio? La satisfacción de poder ofrecerlo gratuitamente. En una sociedad donde el beneficio personal, aun cuando se hacían obras de caridad, era siempre aceptado como factor motivador, el beneficio de Pablo era ver que el evangelio único de la gracia gratuita de Dios se ofrecía sin costo para quienes lo escuchaban. Sus acciones demostraban el carácter propio del mensaje. No podía reclamar sus derechos.

19 Quienes empleaban maestros seculares creían que eran dueños de ellos, especialmente si aquellos actuaban como tutores privados en las casas. Aunque parte de la obra de Pablo fue hecha en el contexto de grandes hogares y las iglesias que se reunían en ellos, él da testimonio del hecho de que lo hacía libremente. Pero aun cuando tiene esta libertad (cf. 9:1, la pregunta con que abre el capítulo) no la utiliza. Como su Señor (Fil. 2:7, 8), prefirió ser esclavo para todos a fin de ganar a algunos para Cristo. Pablo es el misionero transcultural por excelencia y no es esclavo de ninguna conveniencia evangelística. Su capacidad de adaptación se ve en su sensibilidad al predicarles a los judíos, aunque él no está bajo la ley (20); a los no judíos, al hacer las adaptaciones culturales necesarias en su tarea misionera, tanto en la predicación (cf. Hech. 17:22-31) como en sus contactos evangelísticos (21; ver 10:30); y a los supersticiosos, al igual que su Señor, sin apagar el pábilo que humea (22).

Pablo ahora expone su tercer principio: sensibilidad al contexto cultural. Me hice indica que en un momento determinado el tomó esa decisión como estratega misionero. Sería transcultural en su presentación del evangelio y en su estilo de vida, y de todos modos sería innovador en la manera de llevar a cabo la misión. 23 Todo su accionar giraba exclusivamente en torno a la predicación del evangelio, y su motivación era participar de sus bendiciones. Pablo era, sin duda, un apóstol libre. Quienes habitualmente orientan su vida para compartir el evangelio son quienes más experimentan su refrescante libertad al verlo liberar a los demás.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Reina-Valera 1995 Notes:



[1] 9.1-27 Pablo pone su propio caso como ejemplo de lo dicho en el cap. 8, ya que él no siempre ha insistido en sus derechos como apóstol.

[2] 9.1 ¿No soy apóstol?: 1 Co 1.1; véase Gl 1.1 n. Algunos ponían en duda la autoridad apostólica de Pablo, autoridad que él se veía obligado a defender (v. 1-23; cf. también 1 Co 4.15-21; 2 Co 3.1-3; 10--11).

[3] 9.1 Hch 9.3-7,17; 1 Co 15.8.

[4] 9.1 Mi obra en el Señor: Pablo había fundado la iglesia de Corinto. Cf. 1 Co 3.6.

[5] 9.4 Cf. Lc 10.7. A comer y beber: es decir, a costa de las iglesias. En todo este cap., Pablo afirma su derecho a disfrutar de los privilegios de un apóstol; sin embargo, él ha renunciado a ellos en beneficio del evangelio (v. 12,15,18; 2 Co 11.9; 1 Ts 2.6).

[6] 9.5 Como apóstol, Pablo tendría derecho también al mantenimiento de su esposa, si hubiera estado casado (véase 1 Co 7.7 nota d ).

[7] 9.5 Los hermanos del Señor: Véase Mt 12.46 n.; Santiago sería uno de ellos (Mt 13.55; Mc 6.3; Gl 1.19).

[8] 9.5 Cefas: 1 Co 1.12 nota p.

[9] 9.6 Bernabé: Cf. Hch 4.36-37; 13--15.

[10] 9.6 Pregunta irónica. Pablo, en realidad, se sostenía trabajando (Hch 18.2-3; 20.34; 1 Co 4.12; 2 Co 11.7).

[11] 9.9 Dt 25.4, citado también en 1 Ti 5.18.

[12] 9.11 Ro 15.27.

[13] 9.13 Lv 6.16,26; Dt 18.1-3.

[14] 9.14 Mt 10.10; Lc 10.7.

[15] 9.16 Cf. Jer 20.9; Am 3.8.

[16] 9.19 Mt 20.26-27.

[17] 9.24-27 Se usa el lenguaje deportivo; los griegos y los romanos daban mucha importancia al atletismo. Cada cuatro años se celebraban los Juegos Olímpicos, y cada tres, se celebraban en la propia ciudad de Corinto los Juegos Ístmicos. Cf. Flp 3.14; 2 Ti 4.7.

[18] 9.25 2 Ti 2.5. Antes de competir, los atletas griegos se sometían a un período de diez meses de riguroso entrenamiento.

[19] 9.25 Una corona corruptible: o que se marchita: El premio era una corona de laurel. Cf. 2 Ti 4.8; Stg 1.12; 1 P 5.4; Ap 2.10.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



5. Se trata de una mujer que se ocupaba de las necesidades materiales de los Apóstoles.

9. Deu_25:4. Ver 1Ti_5:18.

12-15. Pablo prefirió siempre vivir de su propio trabajo, antes que ser una carga para sus hermanos y poner un posible obstáculo a su obra evangelizadora. Al obrar de este modo, renunciaba a un derecho, que le confería su condición de Apóstol. Ver v. 6; Hec_18:3; Hec_20:34-35; 2Co_11:9; 1Te_2:9; 2Te_3:7-9.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El Apóstol, por amor a la vocación recibida de Dios y a todas las almas, ha preferido predicar el Evangelio sin recibir nada a cambio. «El carácter de servicio del ministerio eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza sacramental. En efecto, enteramente dependiente de Cristo que da misión y autoridad, los ministros son verdaderamente esclavos de Cristo (Rm 1,1), a imagen de Cristo que libremente ha tomado por nosotros la forma de esclavo (Flp 2,7). Como la palabra y la gracia de la cual son ministros no son de ellos, sino de Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán libremente esclavos de todos» (CCE 876).


Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— como judío: En varios pasajes del libro de los Hechos aparece Pablo cumpliendo la ley de Moisés: por ejemplo, hace que se circuncide Timoteo (Hch 16:3) y participa en un rito judío relacionado con el cumplimiento de un voto (Hch 21:26). Además, como judío, siempre que llegaba a un nuevo lugar iba a la sinagoga.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Elocuentísimo alegato, en que San Pablo pone de relieve sus derechos de apóstol, para decir luego que a todos ellos ha renunciado en bien de sus hermanos. Lo mismo deben hacer los corintios «ilustrados», renunciando a la libertad de comer cualquiera clase de manjares para no escandalizar a los DÉBILES.

Torres Amat (1825)



[2] Porque vuestra conversión y los dones que habéis recibido del Espíritu Santo prueban mi apostolado.

[6] ¿Ganaremos el alimento con nuestras manos y cuidaremos nosotros mismos de nuestra asistencia?

[9] Deut 25, 4.

[25] Privándose de cuanto puede disminuir la agilidad de su cuerpo.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gál_4:4-5

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gál_4:4-5

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*8:1-11:1 Nueva sección dedicada al problema de la carne de animales sacrificados a las divinidades paganas y de los banquetes sagrados celebrados en sus templos.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

μὴ ὢν αὐτὸς ὑπὸ νόμον WH Treg NA28 ] – RP

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Hab 16:3 *Hab 21:23