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La regeneración por la palabra.
Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, (I Pedro 1, 22) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 1

Introducción

GRACIA Y CRUZ

1. Juntamente con Silvano concluye san Pedro esta carta pastoral (cf. 5,2-4; 2,25), la más antigua en su género en la historia de la Iglesia, diciendo que ha escrito exhortando y conjurando, para asegurar a sus destinatarios de que, pese a sus tribulaciones, van indudablemente por el recto camino y se mantienen en la gracia de Dios (5,12). ¿Qué quiere decir este mantenerse en gracia de Dios?

En diferentes pasajes habla de ello san Pedro. Por ejemplo, si se mira con los ojos de la fe, se mantiene en gracia de Dios un esclavo que soporta sin odio vejaciones inmerecidas (2,19), que hace el bien y que, aunque tenga que sufrir por ello, sigue impertérrito su camino (2,20). Esta gracia, de la que habían hablado ya anticipadamente los profetas del Antiguo Testamento (1,10), que constituye el último fin de la vida cristiana (1,13; 3,7; 5,10), significa, pues, con frecuencia sufrimientos durante la vida terrena, sufrimientos que Dios no sólo permite, sino que hasta mira con complacencia (3,14). Sufrir conforme a la voluntad de Dios significa mantenerse en gracia de Dios.

La razón más honda de esta concepción de la gracia está en que en el sufrimiento se hace el hombre semejante al Señor que cargó con la cruz, semejante a Jesús que, «cuando lo insultaban no devolvía el insulto; cuando padecía, no amenazaba» (2,23), que nos precedió en el camino del sufrimiento, para dejarnos un «ejemplo» (2,21) conforme al cual podamos imitarle y que nos haga más fácil seguir sus huellas (2,21). Esta vía dolorosa, llena de gracia, de Cristo le llevó a la exaltación a la derecha del Padre (3,18-22). Por esto puede decirnos san Pedro: «A medida que tomáis parte en los padecimientos de Cristo, alegraos, para que también en la revelación de su gloria saltéis de gozo» (4,13).

La imagen de mantenerse en gracia constituye la clave para la inteligencia de la carta. Por lo demás, se trata de una imagen entre muchas, todas las cuales tienen un mismo objeto fundamental: exhortar y consolar a los cristianos en medio de sus sufrimientos.

2. La exhortación a la imitación de Cristo, que recorre toda nuestra carta, forma parte del núcleo de la enseñanza en la Iglesia primitiva. Pero también desde otros puntos de vista, apenas si hay otro escrito del Nuevo Testamento que refleje tan inmediatamente como la primera carta de san Pedro el espíritu de la comunidad primitiva. En esta carta, que sólo contiene los versículos, se descubren todos los puntos esenciales del pensar de la Iglesia primitiva. En una lectura meditada topamos siempre con esos pensamientos con que nos ha familiarizado la oración del Señor y el símbolo de los Apóstoles, es decir con los elementos más antiguos de la teología cristiana.

3. Si pensamos en una carta privada redactada en sentido moderno, con toda seguridad esta carta no provendría del pescador de Galilea. La historia de su origen puede más bien compararse con la de una encíclica pontificia de nuestros días. Se trata de un trabajo comunitario, aunque apoyado en la autoridad viva del apóstol san Pedro.

Tres colaboradores se destacan claramente. En primer lugar el evangelista Marcos, designado en 5,13 como «hijo» de Pedro. La tradición eclesiástica refiere también de él que ejerció en Roma la actividad de intérprete y catequista de san Pedro. Sin embargo, su Evangelio muestra que la forma refinada de la carta, la elección magistral de las palabras griegas y su estilo rítmico no pueden ser obra de Marcos.

Más importante que este colaborador parece, pues, ser Silvano, a quien también se menciona expresamente en la conclusión de la carta (5,12). Este Silvano era una figura destacada en la Iglesia primitiva. Gozaba de gran prestigio en la comunidad judeocristiana de Jerusalén (Act_15:22). Además, dado que gozaba de la ciudadanía romana (Act_16:25.35-39), había seguramente recibido una sólida formación. Había acompañado largo tiempo al apóstol san Pablo (Act_18:5; 1Th_1:1), y en las comunidades cristianas procedentes del paganismo era considerado como «profeta», que poseía el don de exhortar y confirmar a los hermanos (Act_15:32, donde se le llama Silas).

También al tercero y más importante de los colaboradores se cita en la conclusión de la carta: la comunIdad de Roma, «la Iglesia que está en Babilonia, elegida como vosotros» (Act_5:13). En esta comunidad, en la única ciudad de millones de habitantes del mundo de entonces, había un continuo ir y venir, un trasiego de cristianos de toda la cuenca del Mediterráneo. Se había convertido ya en el corazón con que latía la Iglesia universal. Pese a toda la innegable colaboración ajena, quedan todavía en la carta suficientes pasajes, en los que se trasluce el espíritu y la viva personalidad de Cefas. La carta entera se apoya en la firmeza de su fe completamente personal y madurada en la humildad, en su adhesión a Cristo y en su amor a la cruz, en su solicitud pastoral y en su conciencia de su responsabilidad como «presbítero» dirigente (Act_5:1-5).

4. Los destinatarios son los cristianos bautizados de las numerosas comunidades de las provincias de Asia, citadas en 1,2, a los que en consideración de su dignidad se exhorta como bautizados. Aquí y allá se entremezclan exhortaciones particulares dirigidas a determinadas categorías, como los criados (2,18-25), las esposas (3,1-6), los maridos (3,7), los clérigos (5,1-5). En diversas formas se hace alusión a la «vana manera de vivir» anterior (1,18), al tiempo de la «ignorancia» en que anteriormente vivían (1,14), a la idolatría y a los excesos de su vida pasada (4,3). Sin embargo, están ya bastante familiarizados con el Antiguo Testamento (1,16; 2,9; 3,6).

Las comunidades están, por tanto, constituidas, a lo que parece, principalmente por cristianos procedentes del paganismo, que antes de su conversión al cristianismo habían recibido ya la circuncisión o eran por lo menos «temerosos de Dios», que habían entrado ya en contacto con el monoteísmo judío y con las Sagradas Escrituras en la traducción griega de los Setenta 1. A tales cristianos adultos, maduros y probados, que se hallan plenamente en medio de la vida se refiere san Pedro en primera línea cuando los interpela como elegidos y peregrinos en la diáspora (1,1).

5. La carta fue llevada de Roma a Asia Menor por Silvano hacia el año 64, es decir, en vísperas de las persecuciones de Nerón contra los cristianos. Todavía no se ha derramado sangre, pero ya pesa sobre los cristianos la amenaza de crueles persecuciones. Se cuenta ya con interrogatorios oficiales (3,15), con calumnias y difamaciones privadas (2,13; 3,16). La fe de los destinatarios comienza ya a ser probada como oro en el crisol (1,7; 4,12). Con tremendo presentimiento pinta san Pedro el peligro amenazador del Anticristo en la imagen de un león rugiente que «ronda buscando a quién devorar», a quién seducir a la apostasía (5,8).

Así se explica que esta estimulante carta pastoral, que por los años sesenta del siglo X se escribió a cristianos probados por los sufrimientos, viniera a ser la carta consolatoria de la Iglesia perseguida de todos los siglos. En las cartas de despedida escritas en las cárceles y prisiones encontramos constantemente palabras tomadas precisamente de esta carta. Su visión grandiosa, llena de fe y de optimismo, de la historia universal, en la que las pruebas de la tierra duran «un poco» de tiempo (1,6; 5,10), ha logrado también infundir consuelo y fortaleza en los tiempos más difíciles. Así esta carta del vicario de Cristo vino a ser la carta de los mártires, de los mártires por su fe en Cristo (1,8), por su esperanza de la vida eterna (3,15) y por su fidelidad a la comunidad eclesial.

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1. La versión griega de todo el Antiguo Testamento, llamada de los Setenta, por haberse atribuido a la colaboración de setenta traductores, se produjo en Alejandría, entre los judíos de la diáspora, durante el siglo lll a.C. Entre los padres de la Iglesia, esta versión gozaba de gran prestigio: era sencillamente la Biblia de la Iglesia primitiva.

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ENCABEZAMIENTO /1P/01/01-02 1.

REMITENTE (1,1a).

1a Pedro, apóstol de Jesucristo...

Fuera de las palabras del Señor mismo, que nos han sido transmitidas en los Evangelios, ningún texto del Nuevo Testamento nos habla en forma tan autoritativa como aquí, en el comienzo de esta carta. Pedro, quiere decir exactamente lo que significaba originariamente la voz aramea con que Cristo había apellidado a Pedro: Cefas, kefa, la roca. Con esto quería indicar Jesucristo que Simón, conforme al plan salvífico de Dios, participaría en adelante de la firmeza en invencibilidad de Dios. En el Antiguo Testamento, con frecuencia, se designa a Yahveh como la «roca» de Israel, y en el Nuevo es Cristo la roca (1Co_10:4). Este nombre, que expresa una cualidad divina, se aplicó a un hombre débil. Sólo con la fe puede el hombre participar de la firmeza de Dios. Por esta razón el padre de nuestra fe, Abraham, fue ya designado como roca por el profeta Isaías (cf. Isa_51:1s). Había sido llamado por Dios a ser el fundamento de su pueblo elegido. Cefas ocupa este puesto con respecto al nuevo y verdadero Israel.

Pedro se llama a sí mismo apóstol. Apóstol era en aquel tiempo un concepto bien determinado. En él la idea de ser un enviado pasaba a segundo término frente a la de ser un mandatario, lugarteniente o vicario de otro. Naturalmente, lo que importaba saber era de quién era uno apóstol o enviado. En la segunda carta a los Corintios se habla de «enviados de las Iglesias» (Isa_8:23). Aquí en cambio se habla de un «apóstol de Jesucristo». En estas primeras palabras de la carta hay una tensión increíble: Pedro, que por su fe tiene parte en la firmeza de Dios y constituye el fundamento roqueño de la Iglesia, comienza a exhortar y a consolar por encargo de Jesucristo y como mandatario suyo

2. DESTINATARIOS (Isa_1:1b-2a).

1b ...a los elegidos, peregrinos de la diáspora en el Ponto, Galia, Capadocia, Asia y Bitinia...

Aquí se dirige la palabra a elegidos, que al mismo tiempo, o precisamente por ello, son también peregrinos y viven en la diáspora, en la dispersión. El cristianismo primitivo sabía que ser cristiano implica ser elegido, ser uno llamado por la libre y eterna elección de Dios, sin mérito alguno personal, ser un preferido.

Este es el primer apelativo, el fundamento de nuestra vida. ¿Estamos bien convencidos de esto? El que ha sido llamado y elegido ha venido a ser por ello peregrino en su mundo anterior. Llamamiento a la santidad y renuncia son cosas que van de la mano. En estas dos palabras resalta algo fundamental sobre la posición del cristiano en el mundo no cristiano que le rodea. Como en otro tiempo el Israel carnal, así también el verdadero Israel, la Iglesia, vive lejos de la eterna patria, en el exilio, en la dispersión, en la diáspora. Esto resulta a menudo difícil de admitir. Pero, aun con la mejor voluntad del mundo, no cesamos de experimentar este hecho.

En aquel tiempo estaban los cristianos en el Estado romano privados de derechos desde el punto de vista de la práctica religiosa 2. Ahora bien, esos mismos hombres se ven interpelados ahora como «peregrinos elegidos» o también como «elegidos» y «peregrinos»; de esta manera se deja entrever que el remitente está informado de sus múltiples sufrimientos, pero al mismo tiempo se les insinúa cuán positivamente enjuicia tales pruebas.

Los cristianos son elegidos y peregrinos «de la diáspora», literalmente «de la dispersión». Y esto no sólo porque en Asia Menor viven geográficamente en la dispersión, sino porque la situación espiritual de todos los cristianos se asemeja a la del pueblo judío en la cautividad de Babilonia: vivimos lejos de nuestra patria, de la Jerusalén celestial. Pero en la cautividad estaba Israel al mismo tiempo diseminado entre los pueblos. Así la dispersión tiene también su lado y significado positivos. No obstante la segregación, por el hecho de ser llamados y elegidos tenemos una misión en el mundo incrédulo que nos rodea: con una vida de temor de Dios y con buenas obras hemos de ser testigos del Dios invisible...

2a ...según el previo designio de Dios Padre, santificados por el Espíritu para recibir el mensaje de Jesucristo y la aspersión de su sangre.

Antes de pronunciar el saludo propiamente dicho, acompañado del deseo de paz, presenta san Pedro nuestra situación, y también su propio ministerio, sobre un fondo grandioso, todo ello motivado por la acción salvífica del Dios trino.

En primer lugar aparece el Padre. En el bautismo hemos sido llamados y elegidos según la presciencia, la providencia eterna del Padre. Esta es también predestinación amorosa y eficaz a la vida eterna. Lo que se dice de Cristo en términos análogos se aplica también a cada uno de nosotros: Desde la eternidad se ocupó de nosotros el amor de Dios.

Desde el día del bautismo el Espíritu Santo y santificante nos envuelve también a nosotros en su acción poderosa que impulsa hacia adelante. Y en la medida en que vamos desarrollándonos en sentido de esta nueva realidad se nos hace extraño el mundo profano. Con esta santificación por el Espíritu comienza la vida cristiana, que en la virtud santificante de este Espíritu se confirmará en forma de santidad.

Al hablar de nuestra relación con el Hijo de Dios emplea san Pedro palabras que, por primera vez, recuerdan el éxodo de Israel de Egipto, del que tantas veces se hablará todavía en esta carta. Después que el pueblo de Israel había sido elegido por la providencia de Dios, después que, anticipando en figura el bautismo, hubo atravesado el mar Rojo y emprendido la marcha hacia la tierra prometida, profesó en el Sinaí obediencia a todos los mandamientos de Dios. Y esta alianza fue sellada con aspersión de sangre3. Aquella alianza sangrienta fue la imagen de la que se había de consumar mediante la muerte de Jesucristo entre nosotros y el Dios uno y trino.

El «alimento» de Jesús era hacer la voluntad de su Padre celestial (Joh_4:34). Así pues, también nosotros somos elegidos con vistas a la obediencia, somos llamados a obedecer, a prestar oído al llamamiento del Padre y a secundarlo a la manera de Jesús. Para el hombre que va en seguimiento de Cristo, prestar oído a la voluntad de Dios en la vida cotidiana es la confirmación y la realización de su fe, de su humildad y también, y sobre todo, de su amor filial.

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2. Tras la muerte violenta del «hermano del Señor» y obispo de Jerusalén, Santiago, el año 62, fue ya un hecho patente la separación entre el naciente cristianismo y el judaísmo. Un cristiano ya no podía, como tal, invocar los privilegios de los judíos, que, por ejemplo, desde los tiempos de César estaban dispensados oficialmente de la obligación de tributar al emperador honores divinos en el culto público.

3. Cf. Exo_24:3-8.

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3. EL SALUDO (Exo_1:2b) .

2b Que abunden en vosotros la gracia y la paz.

Estos votos del cristianismo primitivo, gracia y paz, se distinguen de los saludos y parabienes que se hallan en el encabezamiento de las cartas no cristianas de todos los tiempos. En éstas se dice con frecuencia únicamente: «¡Salud!», o bien: «Te saludo», o: «¡Que te vaya bien!» ¡Cuánto más profundo es este saludo de la Iglesia primitiva! Además, aquí se añade todavía que esta paz y esta gracia deben desarrollarse y crecer.

Por lo pronto y ante todo debe abundar la gracia, a saber, la clemencia y condescendencia de Dios. Esto quiere decir que nos sea propicia la voluntad de Dios, libre y eterna, esa amorosa condescendencia con que Dios pensó especialmente en nosotros desde la eternidad y nos eligió para la santidad, para la obediencia y para una nueva alianza, sellada con la sangre del Hijo único. Esta clemencia de Dios hará además que nosotros mismos le seamos agradables. Al decir «gracia» pensamos sobre todo en la complacencia divina. ésta es la bondad y clemencia de Dios que se inclina hacia nosotros, que se nos da, y también el resultado de este don, a saber, la complacencia que halla Dios en un hombre dotado de su gracia. A lo largo de la carta se hablará con frecuencia de las cosas que son especialmente agradables a Dios: ante todo los sufrimientos inmerecidos y aceptados voluntariamente (Exo_2:19s) y la sumisión humilde (Exo_5:5). Más aún: en este tema de la gracia ve san Pedro el asunto principal de toda su carta y lo compendia diciendo que los cristianos en sus sufrimientos y dificultades se hallan en el verdadero camino, que precisamente así se mantienen en la gracia y en el beneplácito de Dios. La gracia de Dios adopta no pocas veces la forma de la cruz de Cristo...

Como en el saludo de los ángeles a los pastores de los alrededores de Belén se anunciaba la paz, también cn la Iglesia primitiva formó en todo tiempo parte del saludo el deseo y la certidumbre de la paz. Esta paz bíblica no consiste en una tranquilidad imperturbada. Según la Sagrada Escritura sólo reina la paz allí donde domina plenamente el Dios de la paz. Así la liberación de la servidumbre del pecado viene a ser el presupuesto de esta paz, que no se logra nunca con fuerzas humanas. Sólo cuando Dios reina soberanamente en nuestras almas tenemos participación en la paz victoriosa de Cristo.

Parte primera

GRANDEZA DE LA VOCACIÓN CRISTIANA 1,3-2,10

Una vez san Pedro ha formulado en el encabezamiento de la carta el deseo de gracia y de paz, luego, en el texto propiamente dicho, pasa a hacer presente a los destinatarios el gran misterio de la regeneración. Un consuelo y un estímulo se encierra para ellos en el hecho de haber sido llamados a formar el santo pueblo de Dios.

I. ACCIÓN DE GRACIAS (1,3-12).

1. ACCIÓN DE GRACIAS AL PADRE (1/03-05).

3 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien, según su misericordia, nos reengendró a una esperanza viviente por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.

En primer lugar hallamos un homenaje al Padre, un agradecido grito de júbilo: Bendito sea, alabado y glorificado, pero el Padre es ya bendito por toda la eternidad gracias a su creación. La palabra «bendito» es reminiscencia del hebreo barukh 4. Un barukh es para el oriental uno a quien se rinde homenaje como de rodillas y haciendo votos por su prosperidad, uno a quien se glorifica de palabra y de obra. En el judaísmo tardío el título «el Bendito» había venido a ser sencillamente un nombre divino, el nombre de aquel cuya glorificación es el sentido de toda la creación y la meta y el honor supremo del hombre. El punto de vista especial desde el que aquí se bendice y se alaba a Dios como Padre de nuestro Señor Jesucristo es su paternidad para con nosotros. Dios es nuestro Padre. No sólo por razón de nuestra concepción natural en el seno materno, la cual hubiera sido imposible sin su voluntad, sino quizá todavía más porque él es quien engendró nuestra nueva vida, por ser la causa de nuestra regeneración. «Su gran misericordia» fue la que realmente le impulsó a este acto de darnos vida. Con el término «misericordia» no se entiende precisamente su compasión con los miserables y los pobres, sino más bien su íntima unión con la humanidad desde los tiempos del paraíso.

Más adelante vemos más claramente cómo se ha de entender esta «regeneración», este nuevo nacimiento. En efecto, «habéis sido reengendrados, no de una semilla corruptible, sino incorruptible, mediante la palabra viva y eterna de Dios» (1,23). Los cristianos deben recordar el día en que por primera vez tuvieron noticia de la muerte y sobre todo de la resurrección de Cristo, el día en que por primera vez cayó esta semilla del cielo en sus corazones y comenzó a germinar y a desarrollarse. Esta nueva vida con Cristo alcanzó su expresión visible, su obligación y vigencia externa por razón de la fe, en el bautismo, sacramento de la regeneración.

Esta admirable semilla que depositó Dios en nuestro corazón es la esperanza cristiana. Un tono fundamental de esperanza resuena a lo largo de toda la carta 5. La esperanza de que aquí se trata no es un deseo devoto, sino una realidad viviente y vital, más que nada comparable con un niño que lleva su madre en el seno en espera del acontecimiento feliz. La verdadera esperanza cristiana tiene puesta la mira en la segunda venida de Cristo y en la soberanía regia de Dios, pero con todo quiere ya comenzar a vivir y a crecer aquí en la tierra; esperanzadamente se interesa por el desamparo de los que carecen de esperanza; quiere contribuir al triunfo del bien y de la verdad ya en esta vida de todos los días en la medida de lo posible. De la esperanza se puede decir lo que se dice del reino de los cielos: Comienza ya en la tierra, aunque su fin último está situado más allá de la vida de la tierra. El hombre en quien se ha animado la esperanza con el mensaje de la resurrección de Cristo, mira anticipadamente al día de su muerte, como la madre que aguarda los dolores de parto, pero también las alegrías del nacimiento de su primer hijo.

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4. Cf. por ejemplo, una de estas fórmulas de barukh en Gen_9:26.

5. Cf.1,7.13; 5,4.10.

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4 ...para una herencia incorruptible, pura e inmarchitable, reservada en el cielo para vosotros...

La nueva vida de hijos de Dios nos ha sido otorgada con vistas a una herencia que hemos de recibir. Debe de tratarse de una herencia maravillosa, pues se califica con adjetivos tan poco corrientes. En el Antiguo Testamento cada tribu israelita recibió su parte en herencia en la tierra prometida, el suelo y el terreno que le tocó en suerte. También a nosotros nos aguarda al final de nuestro camino, de nuestra vida, una «tierra» santa y gloriosa que hemos de recibir como recompensa. Si al hablar de esta tierra pensamos en el cuerpo del Resucitado, comprenderemos por qué se trata de algo incorruptible, puro e inmarchitable, algo que nos aguarda y nos está reservado, no en graneros o en arcas, sino en el corazón amoroso de Dios. Debido a su incorruptibilidad será algo semejante a Dios y libre de toda corrupción del pecado 6. Resplandecerá limpio, inmaculado y puro como nieve, puesto que está exento de toda suciedad de la tierra, y este don de Dios brillará lozano e inmarchitable con la belleza de una eterna juventud 7.

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6. En 1Co_15:52 emplea san Pablo la misma palabra («incorruptible») para calificar el cuerpo resucitado de los cristianos.

7. Los tres adjetivos se hallan en el libro de la Sabiduría (y el tercero exclusivamente allí). Los pasajes de Sb ilustran bien las tres aserciones formuladas aquí: Wis_12:1; Wis_18:4; Wis_3:13; 4 2; Wis_8:20; Wis_6:12.

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5 ...que por el poder de Dios habéis sido custodiados mediante la fe, para la salvación, dispuesta a manifestarse en el último tiempo.

Lo peligroso de la vida cristiana está en las infinitas posibilidades de perder el camino emprendido y de no alcanzar ya la meta. San Pedro sabe de esta preocupación de los cristianos. Por esto, al mismo tiempo que mira a la meta resplandeciente, añade el consuelo de la asistencia divina en este intervalo transitorio de tiempo. Por el poder de Dios somos guardados y custodiados . La palabra «custodiados» que aquí se utiliza, aparece también en otros pasajes en que se trata de la protección y custodia de una ciudad. No sólo la entera Iglesia de Cristo, sino cada familia, cada comunidad, cada alma en particular es una ciudad, un baluarte, contra cuyos muros las huestes enemigas de Dios constantemente nos combaten y embisten, y con frecuencia insidiosamente (cf. 2,11). Pero en la poderosa custodia de Dios posee esta ciudad su firme protección, algo así como sus murallas de defensa. La unión de fe con Dios constituye estos muros sólidos e inexpugnables que nos han de resguardar a lo largo de nuestra vida.

Pero san Pedro no se detiene en la idea de los peligros del camino. Inmediatamente se levanta su mirada a la meta final, a la salvación que Dios nos tiene preparada. La salvación no es nunca asunto privado de los particulares. En la salvación se trata siempre de la consumación de la comunidad en que está integrado el cristiano; más aún, de la consumación de la entera Iglesia de Cristo. La salvación ha alboreado ya... En el futuro nos aguarda todavía su consumación y su gozosa manifestación. Desde el día que recibimos el bautismo poseemos la salud cultamente y en forma todavía invisible a nuestros semejantes. Todavía debe crecer y aguardar que se manifieste; debe aguardar el postrer día en que se descorrerá el velo.

2. ACCIÓN DE GRACIAS POR LA SALVACIÓN EN CRISTO (1/06-09).

6 Por ello vibráis de jubilo, aunque tengáis que sufrir por ahora un poco en diversas pruebas. 7 Así la calidad de vuestra fe, de más valor que el oro, que aun después de acrisolado por el fuego perece se convertirá en alabanza, gloria y honor en la manifestación de Jesucristo.

Por esta salvación (1,5) pueden y deben saltar de júbilo los cristianos, aunque este júbilo y este gozo está todavía turbado en la vida de la tierra, hallándose todavía los cristianos en diversas pruebas. Todavía no ha estallado la persecución de los cristianos decretada por el emperador Nerón, pero ya comienzan a mostrarse sus indicios. Pedro quiere decir a las nuevas comunidades cristianas que en el futuro tendrán probablemente que soportar cosas más duras, pero su gozo por la salvación es tan profundo, que la tribulación sólo los afligirá por poco tiempo. Todavía no se habla de persecuciones sangrientas de cristianos o de mártires gloriosos; solamente se trata de las dificultades cotidianas de los cristianos en su ambiente pagano, en el puesto de trabajo y también en las familias. Entonces exasperaban y escandalizaban gentes que tomaban en serio la obediencia humilde, el arrepentimiento de pecados humanos, la renuncia a la injusticia, la práctica de la castidad y privaciones voluntarias. Las pullas, las habladurías y los postergamientos personales son precisamente las «diversas pruebas» que a menudo nos afectan de manera tan dolorosa.

El sufrimiento que aflige al cristiano es en realidad una purificación un acrisolamiento de su verdadera y auténtica fe (cf. 4.12). Es sabido que ya en la antigüedad se ponían en circulación monedas que en realidad sólo estaban doradas. El plomo, debido a su elevado peso, se prestaba especialmente a semejantes adulteraciones. Pero en la prueba del fuego se veía muy pronto si en la pieza que se presentaba como de oro se había mezclado algún metal vulgar. Además, en el Antiguo Testamento nos encontramos con frecuencia con la imagen del hombre que ha sido probado y purificado en el crisol de Dios, para que gracias a esta prueba adquiera su pleno valor para la eternidad 8. El libro de la Sabiduría dice de tales personas: «Las almas de los justos están en las manos de Dios... Dios los probó y los halló dignos de sí, como oro en el crisol los probó» (Cf. Wis_3:1-7).

Con frecuencia son sólo las tentaciones al pecado las que se convierten en prueba para el hombre y en posibilidad de dar buena prueba de sí.

Hemos hablado ya de que la salvación de los cristianos se manifestará en el futuro (Wis_1:5). En último término se trata de una manifestación de Jesucristo mismo. Los cristianos -con frecuencia purificados tan dolorosamente- han de constituir un día el ornato de Cristo cuando, en el último día, se manifieste al mundo entero en su gloria. El pasaje que estamos comentando muestra de qué manera tan profunda y vital está Pedro penetrado de la verdad de la íntima unión de los cristianos con Cristo: estos son purificados, son educados por el Padre celestial, en último término a causa de la solicitud del Padre por la gloria de su Unigénito. Dios cuida de la gloria de Cristo cuando asaltan a los cristianos sufrimientos purificadores.

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8. Cf. Isa_1:25; Isa_48:10; Eze_22:17, Eze_22:22; Deu_4:20.

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8 Sin haberlo visto lo amáis, y sin verlo por ahora pero creyendo en él, vibrando de júbilo con gozo inefable y glorioso 9 al lograr la finalidad de la fe: la salvación de vuestras almas.

San Pedro traza un cuadro magnífico y espléndido del Señor en su segunda venida gloriosa 9. Sin embargo, su amor entrañable, completamente personal, tiene ante todo por objeto al hombre terreno de Nazaret, a ese Cristo cuyas pisadas se pueden seguir (2,21), que arrastró al Calvario la carga de nuestros pecados (2,25), por cuyas heridas sangrientas hemos sido curados (2,25). Aquí habla un amigo y testigo ocular apremiado por su amor a Cristo 10. Esto comunica calor a sus palabras. En ellas resuena todo lo que sabe Pedro acerca de cuán digno de nuestro amor es aquel hombre. Aquí nos parece ver alborear de nuevo la clara mañana a la orilla del lago de Tiberíades, en la que un pescador aún tosco y nada sentimental aseguró tres veces: «Señor, tú sabes que te amo» (Joh_21:15-17).

En los versículos 6-8 se habla dos veces del gozo jubiloso de los cristianos, pese a que antes deben mostrar todavía «un poco» su constancia en las pruebas. Con esto no se entiende, como pudiera parecer obvio, un gozo futuro en la gloria eterna, sino una alegría radiante realizada ya aquí en la tierra 11. Este saltar de júbilo se debe en primer lugar al conocimiento que se tiene de la salvación, la cual, aunque oculta, está ya a nuestra disposición, y también el gozo anticipado por el encuentro con Cristo, al que ahora ya vemos en cierta manera, aunque solamente con los ojos de la fe. Este gozo que se da ya en la tierra se puede comparar en cierta manera con la felicidad eterna como la alegría anticipada de los niños el 24 de diciembre con el júbilo de la nochebuena. Como esa alegría anticipada es ya una alegría real, así también para nosotros se da en esta tierra verdadera y auténtica alegría. Es un júbilo indescriptible, misterioso, que, a lo más, sólo se puede leer en el brillo de los ojos.

La misma palabra «vibrar de júbilo» usó María cuando pisó el umbral de la casa de Isabel (Luk_1:47), y saltando de júbilo se reunían también los cristianos de la lglesia primitiva en Jerusalén para celebrar la fracción del pan (Act_2:46). En ambos casos había a la vez preocupaciones, desconocimientos y calumnias por parte del mundo ambiente. Pero parece ser que la alegría irradia con mayor pureza precisamente cuando se ve purificada por la aflicción y las pruebas. La radiante alegría cristiana la vemos reflejada constantemente desde los primeros siglos en los rostros de los santos de todas las épocas. En este pasaje toca san Pedro un punto crucial del cristianismo: la alegría cristiana en medio de la misma adversidad. La imagen del hombre que aquí se nos muestra es ya la realización de lo que Jesús anunció en las bienaventuranzas en el sermón de la Montaña (Mat_5:3-12).

El anuncio anterior de una «herencia incorruptible» (Mat_1:4) parece quedar un tanto desvirtuado por la circunstancia de que aquí sólo se habla de la salvación de las almas. Pero la Sagrada Escritura no entiende por alma, como nosotros, algo puramente espiritual, incorpóreo, sino que para ella es el alma el «yo», la persona entera. Esta «alma» quiere, por ejemplo, san Pedro «entregar» por Cristo (Joh_13:37 *). Se trata por tanto de la realización y satisfacción de la persona entera, de su vivificación, de su salvación y conservación eterna por Dios. Pero no se trata de la salvación del alma, sino de la «salvación de vuestras almas» (plural), puesto que la gloria eterna de los elegidos de Dios sólo es posible en unión con Cristo y en la comunión de sus santos.

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9. Cf. 3,22; 4,11; 5,4.

10. Cf. también 5,1.

11. Cf. la oración sobre las ofrendas en la octava de Pascua: «Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exul- tante de gozo, y pues nos diste motivos de tanta alegría, concédenos también la felicidad eterna.

* En el texto original griego psykhe, que en este pasaje de Jn suele traducirse por «vida». Nota del traductor.

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3. ACCIÓN DE GRACIAS POR LA COOPERACIÓN DEL ESPÍRITU (1/10-12).

10 Acerca de esta salvación indagaron y escudriñaron profetas que predicaron la gracia a vosotros destinada. 11 Ellos investigaban a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo que estaba en ellos y que testificaba de antemano los padecimientos reservados a Cristo y la gloria que a éstos seguiría. 12a y les fue revelado que, no a sí mismos, sino a vosotros servían con este mensaje que ahora os anuncian los que os evangelizan por medio del Espíritu Santo enviado del cielo.

Aquí se eligieron dos verbos casi de idéntico contenido para describir el laborioso y anheloso meditar durante noches enteras, de los hombres de Dios del Antiguo Testamento, aquel escudriñar en oración las Sagradas Escrituras. Tenían puestos los ojos en el tiempo de la salvación mesiánica, en eso que en el pasaje precedente se ha descrito como la salvación cristiana.

Merece notarse que la palabra «profetas» no va precedida de artículo. El autor no piensa únicamente en algunos profetas determinados y conocidos por sus nombres, sino también en otros muchos santos varones que «día y noche» (Psa_1:2) meditaban la ley del Señor 12. Precisamente porque en el Antiguo Testamento se había revelado desde un principio un tiempo venidero de gracia, se procuraba una y otra vez escudriñar el misterioso cuándo. Cuanto más se acercaba la plenitud de los tiempos, tanto más insaciable era el deseo de ver con claridad. Y se tenía la convicción de que la investigación de las Sagradas Escrituras proféticas era un «preparar» espiritualmente «los caminos del Señor» a quien se aguardaba. Las palabras del libro de Henoc del siglo II a.C. pudieron incluso servir de esquema para nuestro texto: «Yo he meditado no sólo para generaciones presentes, sino para la venidera. Yo hablo acerca de los elegidos y he comenzado sobre ellos mi discurso figurado. El gran Santo dejará su residencia... y aparecerá venido del cielo... Hará paz con los justos y guardará a los elegidos. Gracia reinará sobre ellos y todos ellos pertenecerán a Dios. Gozarán de su complacencia y serán benditos...» (Henoc 1,2-8). Otros muchos textos se podrían citar, que sin excepción documentarían la meditación investigadora de la Sagrada Escritura y el anhelo del Redentor precisamente en los últimos decenios que precedieron a la venida de Cristo. Sólo sobre este fondo vivo, tan próximo a san Pedro, se hace comprensible por qué la referencia al ansia espiritual de los hombres de Dios de otro tiempo y a la realización presente constituye el punto culminante de toda la doxología que sirve de introducción a la carta.

Dos veces se habla del Espíritu en este pasaje y las dos veces resuena todo el misterioso soplo y aliento del hálito de vida de Dios. El Espíritu de Dios que actuaba en los profetas del Antiguo Testamento es el Espíritu de Cristo, y la actividad cristiana de predicación de los apóstoles se efectúa en el Espíritu del Señor, enviado del cielo y conocido por el Antiguo Testamento. Para san Pedro no comenzó la acción de Cristo cuando éste apareció en Galilea 13. En tal visión aparece el Antiguo Testamento ligado con el Nuevo como con un arco de puente de gran envergadura. Cristo fue quien envió aquel Espíritu que habló en los profetas, y él es también ahora aquel en cuyo nombre derramó el Padre su Espíritu sobre la Iglesia primitiva el día de pentecostés. Entonces, la primera mañana de pentecostés, fue también san Pedro quien anunció a la multitud: El Espíritu de Dios profetizado por Joel es el Espíritu Santo, al que Cristo había prometido enviar (Act_2:33).

En estas palabras se destacan dos verdades del símbolo de fe de los apóstoles: en primer lugar, la creencia de que el Espíritu Santo había hablado al mundo por los profetas desde los tiempos más remotos, pero luego también la creencia de que este Espíritu no es sólo el hálito del Padre, sino también el del Hijo. La vida de los cristianos se ve a la vez incorporada a esta corriente del Espíritu de Dios que obra misteriosamente.

En el camino de Emaús habla Cristo de los padecimientos y de la gloria del Mesías que se podían reconocer en los escritos de los profetas (Luk_24:26). El caso más claro de esto es sin duda el capítulo 53 del profeta Isaías. Allí se pinta en primer lugar claramente la pasión del servidor de Dios, cómo es maltratado, cómo entrega su vida como víctima expiatoria por las culpas (Isa_53:1-11). Pero luego se habla inmediatamente de su glorificación: «Por eso le entregaré yo las muchedumbres, y se repartirá el botín con los poderosos, por haberse entregado él mismo a la muerte» (Isa_53:12). La muerte y la glorificación son inseparables en la imagen del servidor de Dios.

Lo que subyuga en esta visión es la asociación de la imagen del Señor glorificado y del Señor que sufre 14. Nosotros debemos tener parte en sus padecimientos para tener también participación en su gloria (Isa_4:13). En conocer y reconocer el sufrimiento se funda el carácter realista de la carta, la cual descubre, en la vida del cristiano, la cruz con toda sobriedad, sin ningún género de ilusiones. Ahora bien, precisamente en el hecho de no separar nunca la cruz de la gloria del Resucitado se muestra su gozoso optimismo, sus elevados sentimientos cristianos...

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13. Entre los monjes veterotestamentarios del mar Muerto se dice explícitamente que por lo menos uno de ellos debe ocuparse constantemente, día y noche, en la lectura espiritual de la Escritura: IQS VI, 6-8. 13. También en otros pasajes del Nuevo Testamento se habla de la existencia y acción de Cristo ya en el antiguo Israel: 1Co_10:4 (como roca); Hab_11:26 (los vituperios de Cristo); Joh_12:41 (la gloria de Cristo).

14. Cf. 2,21-25; 3,18-22.

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12b Y aun los ángeles se inclinan con anhelo por contemplar este mensaje.

A Pedro, dominado por la grandiosidad de los designios redentores que hay en el Dios uno y trino, le aparece todo este acontecer de salvación como un espectáculo para el cielo. Así cierra su himno de acción de gracias que había comenzado en 1, 3 del texto de la carta, con esta afirmación: Hasta los ángeles ansían contemplar esta admirable etapa de la historia salvífica de Dios. En la primera carta a los Corintios nos encontramos con un cuadro parecido. Allí habla san Pablo de las fatigas y luchas de la vida apostólica, que vienen a ser como una representación en el anfiteatro romano, en la que los ángeles están sentados en el gran círculo de los espectadores (1Co_4:9). Aquí no se concibe a los ángeles como espectadores en las filas de un teatro, sino que se los describe como mirando del cielo a la tierra. La celestial superioridad de los ángeles y la distancia entre nuestro mundo y el suyo aparece mayor en esta imagen; pero al mismo tiempo es más viva la sensación de su constante interés incluso en la vida de todos los días. El objeto al que dirigen los ángeles su mirada desde lo alto no es una injusticia sangrienta «que clama al cielo», ni tampoco exclusivamente el servicio litúrgico, sino la entera vida cristiana, oculta o incomprensible al mundo pagano circundante, o, para decirlo con más profundidad y verdad: «los sufrimientos y la gloria» de Cristo, que pervive en su Iglesia...

II. LA VIDA DE LOS CRISTIANOS. VERDADERO éXODO DE ISRAEL (,10).

Del gozo agradecido por nuestra redención se desprenden exigencias morales. éstas se exponen en las imágenes del éxodo de Israel de Egipto en estrecha conexión con la instrucción bautismal de la primitiva Iglesia.

1. PRIMERA RECOMENDACIÓN: ARMAOS DE ESPERANZA (1/13).

13 Por lo cual, ceñíos los lomos de vuestra mente; sed sobrios y poned toda vuestra esperanza en la gracia que os llegará cuando Cristo se manifieste.

Tras el júbilo y el entusiasmo domina de repente un tono muy distinto. Precisamente por razón de la salud que se nos ha otorgado debemos ser sobrios. En el cristianismo deber ir de la mano el júbilo y la sobriedad. El gozo del Espíritu Santo es una «ebriedad sobria», que se distingue esencialmente de todo entusiasmo de religiones y cultos no cristianos. El gozo supraterreno, reposado, del Espíritu Santo hace al hombre interiormente fuerte para que pueda emprender un gran quehacer de la vida. Por esta razón la primera exhortación enlaza mediante «por lo cual» con el versículo precedente: Ya que vosotros ahora sois fuertes en este gozo, ceñíos, poned haldas en cinta. Y a la vez sed sobrios. Esta última palabra subraya todavía la idea del fortalecimiento y de la preparación para luchar y dar buena prueba de sí...

En la imagen de ceñirse, surge ante nuestros ojos aquella noche sagrada, en la que una comunidad se aprestó por primera vez para una gran expedición: «Habéis de comerlo así: ceñidos los lomos, calzados los pies...» (Exo_12:11). Con esta imagen se da enérgicamente ese tono fundamental que había sonado ya suavemente en 1,2 y que de aquí en adelante dominará toda la sección que se extiende hasta 2,10: el motivo del éxodo del pueblo de Israel de Egipto. Pero la imagen tiene sentido no sólo con vistas a una expedición. También para el trabajo se alzaba la ropa en la antigüedad, como lo muestran numerosas representaciones romanas de esclavos que trabajan. También Cristo, como pastor que trabaja, fue representado desde los primeros tiempos con la túnica remangada. A él debemos mirar, cada día y en nuestro ajetreo anormal».

Se trata, naturalmente, de una lucha, de un trabajo y de una marcha espiritual. Por ello san Pedro habla, con una imagen atrevida, de un ceñirse «la mente». Se refiere al entero querer del hombre, a sus más profundas fuerzas motrices. Estas deben movilizarse para un camino de la vida en el que el caminante se ve movido por la esperanza que tiene puesta en la meta, a saber, la segunda venida del Señor.

2. SEGUNDA RECOMENDACIÓN: SED SANTOS (1/14-16)

14 Como hijos obedientes, no os amoldéis a las pasiones que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia; 15 sino, como es santo el que os llamó, sed también santos en toda vuestra conducta; 15 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.

A la imagen de ceñirse se añade ahora, en el texto original, la del camino de vuelta. Porque el concepto griego que hemos traducido por «conducta» dice más que los nuestros. Abarca además de lo que nosotros expresamos con este término «conducta» o modo de proceder en la vida, la idea de «marcha atrás», de «retroceso» o de «regreso». Así en la Escritura dice siempre a la vez algo de esa marcha atrás, que es un regreso a Dios de tierra extranjera. Una imagen de nuestro regreso a la casa paterna procedentes de la tierra del pecado, una imagen de nuestro esfuerzo moral, era la vuelta del pueblo de Israel de Egipto a la tierra prometida.

Dado que todo pecado es en definitiva desobediencia, la vuelta de la tierra del pecado al Dios santo sólo puede efectuarse con la obediencia, con el prestar oído a la voz del Padre que llama. Los caminantes que se han puesto en marcha son interpelados como hijos obedientes. Este obedecer comienza para los cristianos el día mismo de su bautismo. Ahora deben ya seguir el llamamiento de Dios y marchar por sus caminos aun en el caso en que según su propio modo de pensar o por temores humanos preferirían elegir otros derroteros.

Cada cual quiere significar algo en el mundo, por lo cual en su modo de vida, en sus diversiones, en sus gastos de lujo y de pasatiempos se amolda al espíritu de la época. Esta forma anterior de vida, en la que lo que importaba en primer lugar era representar algún papel ante los demás, deben abandonarla los destinatarios directos de la carta, que del paganismo habían venido a Cristo, pero también nosotros, que distamos bastante de vivir realmente como cristianos. La carta no permite la menor duda de que nosotros, a pesar de nuestra buena voluntad de colaborar en el sector social y político del ambiente en que vivimos (cf. 2,13-17), debemos distinguirnos de nuestro ambiente en muchas cosas, incluso en algunas que parecen puramente externas. El tema de la condición de peregrinos, que se dejaba oír ya en el encabezamiento (1,1), se percibe aquí con toda claridad 15.

La vida anterior de los cristianos en la incredulidad la concibe aquí san Pedro como tiempo de la ignorancia. Está convencido de que todo el que quiera conocer el verdadero ser de Dios, debe modificar su forma de vida, su conducta. El conocimiento de Dios significa con frecuencia en la Escritura lo mismo que la adoración de Dios, la cual halla su expresión no sólo en el culto, sino ante todo en la santificación de la vida.

Con esto hemos llegado al tema capital: Sed santos. Los cristianos de las más variadas condiciones, esos hombres a los que Dios ha llamado a un gran camino, deben santificarse en esta marcha y mediante esta marcha, mediante esta forma de vida. El llamado debe mostrarse digno del que lo llama. Los santos, miembros del pueblo de Dios, fueron los que huyeron de Egipto para estar cerca de Dios. Dios es el santo por antonomasia, el inaccesible, el segregado, el puro que irradia pureza, cuyo símbolo son la luz y el fuego. Está segregado de todo lo no divino e impuro. El empeño del judaísmo tardío, sobre todo en los círculos sacerdotales, expresado en sus prescripciones de segregación y de pureza legal, sólo se comprende en este marco: el pueblo debe estar en consonancia con el Dios completamente otro, completamente puro, completamente segregado, y hacerse digno de servirle en su presencia.

La carta del apóstol cita literalmente el comienzo de la ley de santidad en el capítulo 19 del Levítico. Aquí vuelve a ponerse en vigor para los creyentes de la nueva alianza. Una vez que Israel, al tercer mes de su salida de Egipto, hubo alcanzado el desierto del Sinaí, acampó al pie de la montaña de Dios. Moisés, en cambio, subió al monte y Dios le habló: «Habla a toda la asamblea de los hijos de Israel y diles: Sed santos, porque santo soy yo, Yahveh, vuestro Dios» (Lev_19:2). Una explicación rabínica pone de manifiesto el sentido más profundo de este precepto: «Cuando os santificáis os lo tomo en cuenta como si me santificarais a mí, y cuando no os santificáis os lo tomo en cuenta como si no me santificarais a mí.» Así esta exhortación responde a la gran petición que Jesús nos recomienda en primer lugar: «Santificado sea el tu nombre» (Mat_6:9).

En una mirada retrospectiva a estos versículos (Mat_1:14-16) podemos hacer la siguiente recapitulación: A los peregrinos elegidos, a los que Pedro exhortó a ceñirse llenos de esperanza para la marcha (Mat_1:13), se les propone la meta de la marcha: ese santuario que representa la propia santidad. Este santificarse es por parte del hombre una manera agradecida de asimilarse filialmente a Dios después de desprenderse de la impiedad, por lo cual representa la mayor alabanza que tributamos a Dios no sólo con palabras, sino también con obras. Es el más bello quehacer de nuestra vida. Lo especial está en el camino que indica Pedro para llegar a esta meta: desprenderse de los viejos apetitos, incluso de los propios deseos, y seguir obedientes los caminos de Dios: Como hijos obedientes, sed santos.

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15.Cf. también 2,11s; 4,2-4.

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3. TERCERA RECOMENDACIÓN: VIVID PRONTOS A OBEDECER (1/17-21).

17 Y si invocáis como Padre al que, sin acepción de personas, juzga a cada uno según su obra, conducíos con temor en el tiempo de vuestra peregrinación...

De las seis recomendaciones que contiene la sección, sólo esta tercera está estrechamente ligada con la precedente mediante la conjunción «y». En ella se reasumen también, en cuanto al contenido, y se profundizan tres de las ideas allí expuestas: de nuevo se hace presente la relación de filiación, de nuevo se pone todo bajo el signo de la marcha y de la peregrinación, y una vez más se inculca el espíritu de obediencia, pues esto es lo que en el fondo se expresa con el conducirse con temor.

El Antiguo Testamento no posee ningún término especial para expresar la obediencia, sino que menciona esta virtud fundamental 16 con diferentes perífrasis, las más de las veces con la expresión «temor de Dios». Como en el caso del conocimiento de Dios, en el del temor de Dios tampoco se trata ya con frecuencia del comportamiento formulado directamente, o sea del conocer y temer respectivamente, sino de las consecuencias que de ello resultan cuando hay fe viva: de la veneración de Dios, de la voluntad de prestar obediencia a Dios sin la menor resistencia, del deseo de cumplir plenamente la voluntad de Dios.

Hemos visto anteriormente que el precepto de la santificación traía a la memoria las palabras del Señor: «Santificado sea el tu nombre.» Aquí, en cambio, la recomendación de conducirse con temor hace pensar espontáneamente en la tercera petición del Señor: «Hágase tu voluntad.»

No hay nada de arbitrario en poner nuestro texto en conexión con el padrenuestro. No sólo una vez, digamos en el momento del bautismo, deben los cristianos invocar solemnemente a Dios como «Padre», sino que una y otra vez, hasta a diario, deben llamar a Dios su Padre en la oración 17. Aquí no se pone precisamente ante los ojos la imagen del Padre celestial que Jesús trazó al pueblo en las parábolas en el lago de Tiberíades, sino más bien la imagen veterotestamentaria del Padre. Allí es el padre de familia la autoridad que da órdenes y que enseña a los hijos la ley de Dios. Ya al comienzo mismo de la carta (1,2) se había hecho visible esta gran imagen de un Padre omnisciente y omnipotente, que se mantiene por tanto en vigor también en el cristianismo. Es éste el Padre al que la Iglesia tiene presente en la mayoría de sus oraciones litúrgicas...

El deseo de cumplir cada día, mediante las obras, la voluntad de Dios se hace especialmente comprensible por el hecho de que Dios no mira lo exterior, las bellas palabras, sino el cumplimiento callado -con frecuencia ignorado incluso por los otros- del deber en la vida de todos los días. No puede caber la menor duda de que para Pedro sólo cuentan ante Dios los creyentes cuya fe se muestra en las obras 18. Téngase a la vez en cuenta que en el texto no se usa el plural: no se dice que Dios juzga a cada uno «según sus obras» (en plural), sino «según su obra» (en singular). La vida entera es una gran obra, y el trabajo sobre uno mismo no constituye la parte más pequeña de esta obra.

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16. Cf. el relato del paraíso y la vocación de Abraham (,24; Gen_12:1-9).

17. A más tardar a comienzos del siglo II está ya documentada por escrito la costumbre de la primitiva Iglesia de recitar tres veces al día la oración dominical: Didakhe 8,3.

18. Cf. por ejemplo, Mat_16:27; 2Co_5:10; 2Co_11:15; Gal_5:6; Rev_2:23.

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18...sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana manera de vivir, recibida de vuestros padres, no con cosas corruptibles, plata u oro, 19 sino con sangre preciosa, como de cordero sin defecto ni tacha, la de Cristo,...

Durante el tiempo en que nos hallamos en país extraño y sin patria, en la gran peregrinación de la vida, debe por una parte elevarse nuestra mirada al Padre eterno y justo (de ahí toda nuestra voluntaria y filial sumisión), pero por otra parte debemos también volver nuestro pensamiento al pasado, a la sangre de Cristo que fue derramada por nuestra redención. La especial belleza de este pasaje reside en la palabra sabiendo. La carta no expone prolijamente que de este pensar en la sangre de Cristo ha de resultar un entrañable amor y agradecimiento. Se limita a mencionar los hechos. Tácitamente nos deja que saquemos nosotros las consecuencias. ¿Cuáles son estos hechos?

En primer lugar debemos tener muy presente que hemos sido rescatados de la vana manera de vida recibida de los antepasados. El verbo «rescatar» hace pensar no sólo en la paga del precio de una compra, sino también en la liberación de la miseria y de la ignominia, y ello a costa de la propia persona y de la sangre misma. Como una pobre sirvienta, a la que un señor poderoso ha escogido por esposa, así -con una imagen aplicable a nosotros- fue rescatado Israel de Egipto. En segundo lugar hemos de recordar la sangre del cordero. Israel había gemido en la esclavitud de Egipto, y los destinatarios de la carta bajo la férula del pecado. En otro tiempo, en ocasión de la de las diez últimas plagas, todo Egipto hubo de ser castigado por Dios en sus primogénitos. Para ser perdonado no podía Israel ofrecer a Dios oro o plata. Gratis, no por bienes o dinero, quería Dios liberarlo. El cordero pascual tomó sobre sí el derramamiento de sangre en su lugar para aplacar al Señor: es decir, en lugar de los primogénitos de Israel 19. El ángel pasó por alto las casas en las jambas de cuyas puertas goteaba la sangre del cordero pascual. También nosotros hemos sido rescatados a gran precio.

El cordero sacrificado es para nosotros Cristo. Se hizo semejante al cordero pascual en Egipto 20. Este cordero es sin defecto ni tacha: «sin defecto» se dice de víctima material irreprochable; «sin tacha» se refiere a una cualidad espiritual y moral del hombre. Así la imagen del «cordero sin defecto ni tacha» aparece bajo una doble luz: hace pensar en la figura, el cordero pascual, y también en la calidad espiritual y moral del Crucificado. Irradia toda la belleza corporal y espiritual del Hijo del hombre. Lo que sigue a la palabra «sabiendo» viene a ser cada vez más la razón más profunda del comportamiento en temor de Dios; cada vez, en efecto, se hace visible con más claridad la tremenda prueba de amor por parte de Dios.

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19. Cf. Ex 13,1s.15; Exo_4:22; Hab_11:28.

20. Cf. Joh_19:33-36; Exo_12:46

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20 ...reconocido desde antes de la creación del mundo y manifestado en estos últimos tiempos en atención a vosotros, 21 los que por él creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio la gloria, de modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.

Cristo viene a centrarse todavía más en el campo de nuestras meditaciones. Después de haber hablado de la pasión sangrienta le urge a Pedro hablar también de la resurrección. Cristo en su pasión, y a través de este su sufrimiento expiatorio vicario vino a ser el primero en la resurrección, el que precede victoriosamente a los libertados. En él se cifra la esperanza y la firme seguridad de todos. Bajo la triunfante frase final late la convicción del valor del sufrimiento vicario reconocido por primera vez por Isaías. Sólo puede conducir realmente a la esperanza, a la victoria y a la vida eterna en unión con Dios aquel que tomó sobre sí el pecado que separaba de Dios y despejó el obstáculo constituido por el pecado. Como tal, precisamente en calidad de cordero de Dios, había sido previsto, «reconocido» de antemano Cristo desde toda la eternidad, y manifestado al cumplirse los tiempos, cuando el Bautista dijo de él: «éste es el cordero de Dios» (Joh_1:29.36).

Dios se manifestó en atención a vosotros. Las comunidades cristianas entendían entonces exactamente este «en atención a vosotros», y todavía hoy confiesa la Iglesia apostólica: «Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo... y por nuestra causa fue crucificado...» Cristo vino a ser para el hombre la posibilidad de llegar a la unión con Dios. «Por él» se realizó la salvación: aquí «por» indica tanto el camino del Padre y al Padre (como una puerta), como también la cooperación activa de Cristo. La historia entera de la salvación es referida a Cristo. La posición singular del Padre que «resucitó» y «dio gloria», tan enérgicamente subrayada en esta carta, no merma la posición central y regia de Cristo, del Cordero «degollado», al que rinden homenaje las multitudes (Rev_5:12).

4. CUARTA RECOMENDACIÓN: AMAOS UNOS A OTROS (1/22-25).

22 Después que os habéis purificado con la obediencia a la verdad ordenada a un sincero amor fraterno, amaos de corazón unos a otros intensamente.

La idea de la obediencia, tan decisiva para Pedro, vuelve a aparecer aquí, descrita más en concreto como obediencia a la verdad. El sentido de esta frase es sencillo: en verdadera obediencia 21. Con esto se da a entender un obedecer y un prestar oído a Dios, auténtico y sincero, una vida en que se toman en serio los mandamientos de Dios. La profesión de obediencia en el bautismo no era sino la expresión exterior de esta actitud interior, fundamental que se manifestaba en las obras.

Anteriormente se recomendó la obediencia en la vida cotidiana como el camino mejor y más sencillo para la santificación (Rev_1:14-16). Aquí se dan ya por supuestas estas fatigas de la propia santificación. Pedro escribe: Después que os habéis purificado (de modo que ahora estáis ya purificados). Sigue manteniéndose en el marco de su gran comparación, en la que se contempla la vida de los cristianos como el verdadero éxodo de Egipto. Aquí la palabra «purificar» hace pensar en la purificación ritual del pueblo de Dios antes de su gran hora decisiva junto al Sinaí. De él se refiere que al pie del monte de Dios se purificó, se santificó y se preparó para el encuentro con Yahveh.

La vida conforme al modelo de Cristo, que ve y afronta las dificultades precisamente como voluntad de Dios, es para el cristiano esa purificación y santificación que el Israel del Antiguo Testamento procuraba lograr en el Sinaí con lavatorios y privaciones. Esto significa con frecuencia renuncia y abnegación...

Pero esta purificación se efectúa en «sincero amor fraterno». éste es, en efecto, como la primera voluntad de Dios. El que se ha hecho obediente y avanza por el camino de la santificación, reconoce que todo obrar desemboca en el amor. Cuanto más se vacía uno de sí mismo en la renuncia y la privación, tanto más libre se hace para el amor fraterno. Por eso se dice aquí: los cristianos deben amarse unos a otros intensamente, entrañablemente, amarse con un amor intenso y constante, que esté fundado en el amor de Dios. Tan infatigable y tan poco sujeto a desilusiones como nuestra oración debe ser también nuestro amor.

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21. Cf. 2Pe_2:2; «El camino de la verdad» = el verdadero camino = la verdadera practica de la religión.

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23 Habéis sido reengendrados, no de una semilla corruptible, sino incorruptible, mediante la palabra viva y eterna de Dios. 24 Porque: «Toda carne es como heno y toda gloria como flor de heno. Secóse el heno y se cayó la flor, 25 mas la palabra del Señor permanece siempre.» Esta es la palabra evangelizada a vosotros.

El presupuesto para la incorporación a la nueva familia como hermanos o hermanas es un renovado nacimiento espiritual, un nuevo empezar a vivir. Una vez se aludió ya en nuestra carta (1,3) a esta hora tan decisiva del nuevo comienzo. También el Israel veterotestamentario había pasado por tal hora, en la que le fue otorgada nueva vida por la palabra del Señor, en el Sinaí. Los antiguos comentaristas entendieron esta hora, no sólo en el sentido de gracia, en cuanto que Israel se mantuvo en vida en cada encuentro con Dios y no fue pulverizado por la fuerza y poder de Dios, sino ante todo en el sentido de que, mediante la alianza con Dios y la ley, le fue otorgada nueva vida.

La situación de los cristianos es comparable con esto. También a ellos los había interpelado Dios poderosamente, también a ellos les alcanzó su palabra cuando entraron por primera vez en contacto con Jesucristo, «palabra viva de Dios» (Heb_4:12). El encuentro del hombre con Cristo es asunto de vida y muerte, como para Israel en el Sinaí. Al que cree y se somete a la ley de Cristo se le otorga por segunda vez la vida.

Muchos textos del cristianismo primitivo muestran que no precisamente el bautismo, sino ya la primera vez que conscientemente oyeron el Evangelio, la buena nueva de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, fue concebida como regeneración o nuevo nacimiento. Aquí deben los lectores recordar la hora en que por primera vez prestaron atención a la predicación de los mensajeros de la fe y sintieron que la palabra de Dios hería su corazón. Algo de esto se verifica cada vez que prestamos atención a la palabra de salvación y la aceptamos.

El curso de las ideas en esta sección es el siguiente: Cuando oísteis hablar de Jesucristo comenzasteis a ser hombres nuevos. Entonces os esforzasteis también por llevar una vida verdaderamente cristiana y por despojaros de vuestros vicios paganos. Ahora coronad este proceso con un crecimiento en el amor cristiano. La vivencia individual del primer sí y el trabajo, distinto para cada uno, sobre su propio yo deben tener por meta la comunión en el amor, es decir, en definitiva la Iglesia.

La exhortación pasa a un anuncio jubiloso de la amplitud y profundidad de la vida con Cristo, un anuncio que nos habla de la buena nueva. La palabra de Dios procede del libro de la consolación del profeta Isaías (Isa_40:6-8). Toda carne es, en verdad, una pobre hierba flaca, pero Dios es constante y firme. Estas palabras se concluyen con una orden de Dios: Ve a la montaña y alegra a esa carne, anuncia a esa carne, anuncia a esa hierba perecedera la buena nueva. «Ahí está vuestro Dios.» Mirad, el Señor viene con poder. Pero no sólo con poder; viene también como pastor que lleva en sus propios brazos a los débiles corderos (cf. Is 40.9-11).

Y de esta palabra eterna de Dios, de esta promesa de Dios, de venir a los hombres como rey y pastor, dice nuestro versículo final: Esto se ha cumplido en vosotros. Esta es la palabra de Dios que da vida, esta es la palabra que se os ha evangelizado como buena nueva.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 1.

Encabezamiento, 1:1-2.
1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos extranjeros de la dispersión del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, 2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en la santificación del espíritu para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo: la gracia y la paz os sean multiplicadas.

En este prólogo, el autor sagrado indica su nombre, su categoría dentro de la Iglesia y los destinatarios. Entre todas las epístolas católicas es aquí el único lugar donde el autor hace uso de su título apostólico. Pedro = Pétros es la forma griega del arameo Kefas-(= roca), nombre impuesto por Jesucristo a Simón.
Y puesto que sus lectores probablemente no le conocían personalmente, hace mención de su categoría de apóstol de Jesucristo 3, a fin de que le obedezcan y acepten sus enseñanzas.
Los destinatarios de la epístola son los elegidos extranjeros de la dispersión (v.1). Todos los cristianos son elegidos a la fe y a la gracia, porque han sido objeto de una elección especial y gratuita por parte de Dios. Pero esta elección no es una predestinación definitiva, sino inicial, pues ha de ser consumada en el cielo 4. Por este motivo, los destinatarios son considerados por el apóstol como peregrinos, como extranjeros en este mundo. El término griego ðáñåðßäçìïò se dice propiamente de los que habitan en un país extranjero temporalmente, sin convertirlo en su residencia continua, fija. Pero aquí tiene un sentido místico y espiritual. El autor sagrado ve en la vida terrena una morada provisoria, una especie de peregrinación hacia la vida eterna 5. Los cristianos, a los cuales se dirige el apóstol, son considerados como ciudadanos de la Jerusalén celestial 6. La idea de que la vida del hombre en este mundo es como un continuo peregrinar se encuentra ya en el Antiguo Testamento 7.
El término dispersión o diáspora designa ordinariamente todas las regiones en que vivían los judíos fuera de Palestina 8. En este sentido emplea diáspora Santiago en su epístola 9. Sin embargo, San Pedro aplica este término a los cristianos que, como desterrados en medio de un mundo hostil, vivían dispersos entre los paganos. Las cinco provincias romanas enumeradas: Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, representan toda el Asia Menor, excepto la Cilicia. Todas ellas estaban situadas en la zona central y septentrional de la Anatolia actual. Algunas de las regiones que nombra San Pedro fueron evangelizadas por San Pablo y por sus discípulos 10. En otras, el cristianismo debió de ser predicado por los judíos y prosélitos convertidos por San Pedro el día de Pentecostés n. Por una carta de Plinio el Joven al emperador Trajano, sabemos que el cristianismo estaba muy floreciente en Bitinia hacia el año 111. El procónsul se muestra preocupado propter periclitantium numerum. Multi enim omnis aetatis, omnis ordinis. vocantur in periculum. Ñeque civitates tantum, sed vicos etiam atque agros superstitionis istius contagio pervagata est.12
Los cristianos han sido elegidos y llamados a la fe según la presciencia 13 de Dios Padre (v.2). La vocación o elección de los cristianos tiene por principio la previsión de Dios Padre, el cual, en virtud de un decreto eterno, providencial y misericordioso, nos eligió gratuitamente ab aeterno 14. San Pablo insiste sobre esta misma idea en la epístola a los Romanos 15 y a los Efesios 16. Dios Padre es, pues, la causa eficiente de nuestra elección. La ejecución en el tiempo de la elección hecha ab aeterno por el Padre se cumple por medio de la santificación (causa formal) 17, que obra en nosotros el Espíritu Santo 18 infundiendo en nuestra alma la gracia santificante. San Pedro atribuye, por apropiación, la santificación a la tercera persona de la Santísima Trinidad. Esta santificación se opera inicialmente en el bautismo, se va desarrollando en la vida cristiana y terminará en la gloria del cielo.
El efecto o el fin inmediato de la elección del cristiano es doble: los cristianos son elegidos para que obedezcan a la fe en Jesucristo, es decir, para que le estén sometidos y practiquen sus preceptos. El cristiano muestra su obediencia a Dios al abrazar el Evangelio. Al mismo tiempo, los cristianos son elegidos para recibir la aspersión de la sangre de Jesucristo, o sea para obtener la remisión de los pecados, participando de los frutos de la muerte salvadora de Cristo. La aspersión de la sangre de Jesucristo, que constituyó la sanción oficial de la Nueva Alianza 19, recuerda la aspersión de la sangre de las víctimas hecha por Moisés para renovar la alianza en el Sinaí 20. La idea de muerte expiatoria de Cristo y de la alianza son familiares a la 1 Pe 21. Por eso parece natural ver aquí una alusión esa muerte expiatoria, y no una simple alusión como creen bastantes autores a las abluciones del templo de Jerusalén y al agua de la aspersión 22.
Es digno de notarse que en este v.2 son mencionadas las tres divinas personas. Al Padre se atribuye la predestinación, al Espíritu Santo, la santificación, y al Hijo, la redención 23. Una fórmula trinitaria análoga la encontramos en la 1Co_13:13.
San Pedro termina el saludo deseando a sus lectores que la gracia y Ia Paz les sean multiplicadas. Gracia incluye todo favor y todo don divino que nos puede ayudar a conseguir la salvación. La paz es un efecto del amor de Dios por las criaturas 24. San Pedro desea que estos bienes y dones divinos se acrecienten cada día más en los fieles 25.




Acción de Gracias por la Regeneración, Bautismal,1Co_1:3-12.
Después de saludar a los cristianos, San Pedro comienza dando gracias a Dios por el beneficio de la salvación concedido a los cristianos. Y lo hace con una especie de doxología rica en conceptos dogmáticos, que recuerda el exordio de la epístola a los Efesios 26.



La salad de los cristianos,1Co_1:3-9.
3 Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos reengendró a una viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, que os está reservada en los cielos 5 a los que por el poder de Dios habéis sido guardados mediante la fe para la salud que está dispuesta a manifestarse en el tiempo último. 6 Por lo cual exultáis, aunque ahora tengáis que entristeceros un poco en las diversas tentaciones, 7 para que vuestra fe probada, más preciosa que el oro, que se corrompe aunque acrisolado por el fuego, aparezca digna de alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo, 8 a quien amáis sin haberlo visto, en quien ahora creéis sin verle, y os regocijáis con un gozo inefable y glorioso, 9 recibiendo el fruto de vuestra fe, la salud de las almas.

Gracias a la inmensa misericordia de Dios, los cristianos han sido hechos participantes de los méritos de la pasión y de los frutos £ la resurrección de Cristo. Han sido reengendrados 27 por medio del bautismo, que les ha comunicado una nueva vida 28, constituyéndolos hijos adoptivos suyos. Esta nueva vida ha infundido en el corazón de los cristianos una viva esperanza de la vida eterna. El fundamento de esta esperanza es la resurrección de Jesucristo, la cual es el modelo y causa de nuestra resurrección, porque del mismo modo que Jesús resucitó, así resucitaremos nosotros 29. La nueva vida conseguida en el bautismo obtendrá a los fieles la salvación definitiva, que todavía es considerada como futura. Pero la esperanza de conseguirla es una esperanza viva, que no engaña, sino que sostiene y conduce a la vida eterna 30.
La regeneración divina, que ha producido en los cristianos una nueva vida, confirió a éstos una esperanza viva de conseguir una herencia imperecedera y segura (v./j.). He aquí el objeto principal de nuestra esperanza. Por el hecho de ser hijos de Dios tenemos derecho a la herencia, que consiste en el reino de los cielos; pues, como dice San Pablo, si somos hijos, también seremos herederos, herederos de Dios, coherederos de Cristo. 31 Pedro describe con tres epítetos la excelencia de esta herencia: es incorruptible, incontaminada e inmarcesible, en cuanto que está libre de toda corrupción, de toda mancha, de toda marchitez. Siempre está llena de suavidad inefable y como reservada en los cielos, esperando el tiempo oportuno para ser revelada. Este tiempo es el día de la manifestación de Jesucristo, es decir, el día del juicio 32.
La herencia que está reservada a los cristianos difiere totalmente de la herencia terrena, que se puede perder y fácilmente se mancha con pecados cometidos en su adquisición o en su uso. Por eso, no es raro que produzca tedio y aborrecimiento por parte de los que la poseen 33. Dios ha preparado para los cristianos esa herencia desde el principio del mundo 34, y, además, la ha preparado en el cielo, es decir, en un lugar seguro, en donde ni la polilla ni el orín la corroen y donde los ladrones no horadan ni roban. 35
Dios tiene gran cuidado de los cristianos, y los defiende, como en una fortaleza, de todo peligro mediante la fe (í.5), por la cual el fiel puede superar las insidias del diablo. Gracias a la fe, los cristianos escapan a los peligros que amenazan su salvación y logran llegar a las realidades invisibles de la esperanza cristiana 36. Por el hecho de que Dios defiende poderosamente a los cristianos, éstos deben tener una esperanza ciertísima y viva de que llegarán a poseer la herencia que les tiene reservada en el cielo, pues nadie podrá arrebatar de la mano de Dios lo que él tiene.
La fe y la esperanza de la gloria futura anima y alegra, al presente, a los cristianos (v.6) en medio de las dificultades y tentacioes de la vida terrena. Porque saben que Dios se sirve de las aflic para instruir a sus verdaderos hijos 37 y se dan cuenta que la tribulación será breve; en cambio, el fruto será abundantísimo y terno .38 Jesucristo, en el sermón de la Montaña 39, también habla ¿e la alegría de aquellos que son insultados y perseguidos, porque saben que su recompensa será grande en los cielos. Santiago también tiene expresiones parecidas sobre la alegría en el dolor40. El sentirse alegre en medio del dolor y de las persecuciones ha de ser una de las características del verdadero cristiano41. La 1 Pe habla con frecuencia del tema del dolor42, sin que parezca aludir a una persecución, sino a las pruebas comunes a todos los cristianos.
Las pruebas y tentaciones de la vida presente servirán para perfeccionar nuestra fe; porque, saliendo victoriosa de la lucha, será purificada y aparecerá incomparablemente más preciosa que el oro perecedero que ha pasado por el crisol (v.7) 43. Una tal fe purificada y perfeccionada por el sufrimiento será nuestro título de gloria en el día de la manifestación del Señor 44.
El triunfo de los fieles sobre las pruebas de esta vida supone un gran mérito, porque aman al Señor sin haberle visto45 nunca y creen 46 en El sin haberle contemplado 47. Esta fe les hace sentir un gusto anticipado del gozo inenarrable que experimentan los bienaventurados en el cielo. Y, al mismo tiempo, les hace saber que conquistan, mediante su fidelidad, el fin mismo de la fe, que es su propia salvación (v.8-9). La fe se ordena a la salvación del alma, que ya es iniciada en este mundo por la gracia y será consumada en la gloria. Por eso, los cristianos pueden alegrarse ya al presente, porque poseen en germen lo que esperan alcanzar en el cielo.



La esperanza de los profetas,1Co_1:10-12.
10 Acerca de la cual inquirieron e investigaron los profetas que vaticinaron la gracia a vosotros destinada, 11 escudriñando qué y cuál tiempo indicaba el Espíritu de Cristo, que en ellos moraba y de antemano testificaba los padecimientos de Cristo y las glorias que habían de seguirlos. 12 A ellos fue revelado que no a sí mismo, sino a vosotros, servían con esto, que os ha sido anunciado ahora por los que os evangelizaron, movidos del Espíritu Santo, enviado del cielo, y que los mismos ángeles desean contemplar.

En estos versículos muestra el apóstol la excelencia del misterio de nuestra redención, que llevó a cabo Cristo, por el hecho de que ya en el Antiguo Testamento fue el objeto principal de todos los oráculos y profecías. Y hasta los mismos ángeles lo deseaban contemplar 48. Los profetas se mostraban particularmente ansiosos por conocer el tiempo y las diversas circunstancias en que tendría lugar la pasión y glorificación del Mesías49. Este celo por penetrar el misterio de Cristo pone de relieve la ventaja de los cristianos, que son los beneficiarios inmediatos. A éstos ha sido revelado de una manera especial el misterio de Jesucristo, que permaneció, en cierto sentido, oculto a los justos del Antiguo Testamento.
Los profetas no veían claro la sucesión de los tiempos sus visiones suelen ser cuadros sin perspectiva ni conocían las circunstancias en que habían de suceder aquellas cosas que les revelaba el Espíritu de Cristo (v.10-11)50. Este Espíritu divino, que guiará e iluminará a los apóstoles en el Nuevo Testamento 51, moraba ya en los antiguos profetas y los dirigía hacia el conocimiento de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, que les era revelada de un modo misterioso 52. Los sufrimientos y triunfos del Mesías habían sido predichos en el Antiguo Testamento 53; pero sólo se comprendieron plenamente cuando Jesús cumplió en su persona aquellos oráculos 54. El Espíritu de Cristo testificaba a los profetas los padecimientos de Cristo y la gloria que les seguiría (v.11). Con esto quiere San Pedro consolar a los cristianos que se encontraban en la tribulación: lo mismo que Cristo, serán ahora atribulados, pero después serán, como El, glorificados 55.
El recurso al Antiguo Testamento para probar que Jesús debía sufrir, morir y resucitar es frecuente en los primeros discursos de San Pedro 56 y manifiesta la preocupación por evitar el escándalo de la cruz. Para los apóstoles, ambos Testamentos están en perfecta continuidad y Jesucristo es su más auténtica explicación 57.
A los profetas les fue revelado que ellos no serían los testigos de las maravillas que anunciaban 58. La teología judía enseñaba que la venida del Mesías era el secreto de Dios y que sería cosa vana el querer computar rigurosamente el tiempo59. La misión de los profetas era preparar la obra de Cristo y trabajar en beneficio de los cristianos. Los destinatarios de la epístola son los beneficiarios del don que deseaban los profetas 60.
La revelación que recibieron los profetas había de servir principalmente a los cristianos, que fueron evangelizados por hombres movidos por el Espíritu Santo (v.12). La evangelización del mundo fue obra del Espíritu Santo, que se derramó abundantemente sobre los apóstoles y sobre toda la Iglesia primitiva 61. Los apóstoles, impulsados por el Espíritu Santo 62, predicaron la buena nueva y revelaron al mundo las maravillas del misterio cristiano, cuya 63 contemplación extasía a los mismo ángeles. San Pablo dice que la contemplación de los misterios de la redención manifiesta a los ángeles la multiforme sabiduría de Dios 64 y constituye una gracia 65 que acrecienta la bienaventuranza angélica66. Lo mismo que los profetas deseaban saber el tiempo en que debía empezar la obra mesiánica, así los ángeles desean conocer el tiempo de su consumación.
La inspiración profética es atribuida (cf. v.11) a Cristo preexistente, que ya en la antigua economía, antes incluso de la encarnación, desempeñó un papel de suma importancia. Esta idea se encuentra ya en los apologistas cristianos67, que se esfuerzan por dar realce a la perfecta armonía y continuidad de ambos Testamentos con el fin de oponerse a los primeros ataques de la gnosis.



Exhortación a la Santidad, 1:13-2:10.
Después de una introducción de carácter más bien dogmático, el autor sagrado pasa a exhortar y a inculcar la práctica de las virtudes cristianas.



Exhortación a la vigilancia, 1:13-21.
13 Por lo cual, ceñidos los lomos de vuestra mente y apercibidos, tened vuestra esperanza completamente puesta en la gracia que os ha traído la revelación de Jesucristo.14 Como hijos de obediencia, no os conforméis a las concupiscencias que primero teníais en vuestra ignorancia, 15 antes, conforme a la santidad del que os llamó, sed santos en todo, 16 porque escrito está: Sed santos, porque santo soy yo. 17 Y si llamáis Padre al que sin acepción de personas juzga a cada cual según sus obras, vivid con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, 18 considerando que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de vuestros padres, no con plata y oro, corruptibles, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha, 20 ya conocido antes de la creación del mundo y manifestado al fin de los tiempos por amor vuestro; 21 los que por El creéis en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le dio la gloria de manera que en Dios tengamos nuestra fe y nuestra esperanza.

Por el hecho de ser tan grande la excelencia de la herencia, qué está reservada a los cristianos, San Pedro les exhorta a hacerse dignos de ella. Para progresar en la vida cristiana es necesario trabajar en la perfección, disciplinando nuestros pensamientos y sentimientos para que no nos impidan servir a Dios libremente. El autor sagrado se sirve de una metáfora tomada de las costumbres orientales: cuando un oriental se dispone a un viaje o a un trabajo fatigoso, se levanta un tanto la amplia túnica y la ciñe a la cintura con el fin de que los movimientos sean más fáciles 68.
San Pedro aplica la imagen al cristiano: la santificación es una labor ardua que exige que el espíritu esté libre de las preocupaciones terrenas y preparado para emprender el largo camino hacia el cielo. Con este mismo fin no han de preocuparse de los intereses y placeres de este mundo, sino poner toda su esperanza en la gracia que ha traído la revelación de Jesucristo (v.13). La gracia (÷Üñéâ) de que habla aquí la epístola es la gloria, la entrada definitiva en la herencia celestial. En esta primera epístola de San Pedro, ÷Üñéâ significa todo favor divino o el título que se tiene a los beneficios divinos. San Pablo y San Juan, en cambio, emplean ÷Üñéò para designar la gracia santificante.
Un motivo que debe impulsar a los cristianos a la santidad es el hecho de ser Dios santo (v. 15-16). Como hijos que en todo se muestran obedientes a la voluntad del Padre, los fieles se han de mostrar ajenos a las concupiscencias y malos deseos que habían tenido antes de convertirse, cuando se encontraban en las tinieblas del paganismo y desconocían a Dios, para tributarle el honor debido (v.14). Esto presupone que los destinatarios de la 1 Pe procedían del paganismo al menos en su mayoría. San Pablo también recuerda la ignorancia y las pasiones desenfrenadas de los paganos 69.
Los cristianos han de imitar la santidad de Dios70 porque tal es su voluntad 71. El ideal supremo de la vida cristiana es la santidad misma de Dios, el cual es, por esencia, todo bondad y justicia. A los cristianos se impone, más todavía que a los israelitas, la máxima del Levítico: Sed santos, porque santo soy yo, Yahvé, vuestro Dios 72. San Pedro había insistido ya en varias ocasiones en proclamar a Jesús el Santo de Dios73, el santo y justo Siervo del Señor, del que nos habla Isaías 74. La santidad implica la separación de las pasiones y de todo elemento profano e impuro. Esta separación se inicia por la vocación a la fe 75 y por la incorporación a Cristo mediante el bautismo. Pero la santidad exige un esfuerzo continuado durante toda la vida del cristiano. Por eso, los cristianos han de esforzarse por imitar la santidad de Cristo, ya que es su más perfecto modelo. Si la imitación de Cristo ha de ser la norma suprema de la moral cristiana, es porque la vida de Jesús es la manifestación humana más perfecta de la santidad de Dios 76.
También el santo temor del Dios-Juez (v.17) ha de ser un es eficaz para trabajar por adquirir la santidad 77. Aunque los cristianos invoquen a Dios como a su Padre, según la enseñanza del mismo Cristo 78, han de mantenerse siempre en una actitud de temor reverencial. Al mismo tiempo, no han de olvidar que es un Dios justo, que dará a cada uno según sus obras 79, sin hacer distinción ¿e personas 80. Por eso hay que vivir cristianamente, según el ideal de la santidad divina, manteniéndose ajenos a todo lo que pudiera desagradar al Padre celestial. Hay que tener confianza en la providencia paternal de Dios; pero, al mismo tiempo, hay que temer al Juez que puede precipitar el alma en la gehenna, como decía el mis-mo Jesús 81. Entre los antiguos la idea de paternidad evocaba no sólo el amor, sino también el temor reverencial que se debía tributar a los padres 82.
La verdadera patria del cristiano está en el cielo. Por eso, ha de trabajar por librarse de todo lo que le pudiera apartar de la meta durante su peregrinación por este mundo 83.
El apóstol recuerda un tercer motivo que ha de incitar a los fieles a la santidad: han sido rescatados con un altísimo precio, con la sangre preciosa de Cristo (v. 18-19). La sangre de Cristo es llamada justamente preciosa dice San Ambrosio porque es sangre de un cuerpo inmaculado, porque es sangre del Hijo de Dios, que nos ha rescatado no sólo de la maldición de la Ley, sino también de la muerte perpetua 84. Por eso, los cristianos han de recordar que fueron rescatados 85 del vano vivir que les habían transmitido sus padres. El autor sagrado se refiere evidentemente al culto de los ídolos 86, supremas vanidades de los paganos. Durante siglos y siglos sus padres fueron esclavos de la idolatría y de los vicios que llevaba consigo. Pero ahora Dios los ha rescatado no con plata y oro, sino con la sangre del cordero sin mancha. Es un precio infinito, divino87. San Pedro tal vez aluda al cordero pascual, que debía ser sin defecto, y cuya perfección física era figura de la perfección moral de Cristo y de la inmunidad de todo pecado 88. La representación de Cristo como cordero pascual era cosa conocida y corriente entre los primeros cristianos 89. De igual modo, el valor expiatorio de la sangre de Cristo formaba parte de la tradición primitiva cristiana.
El plan de la redención del mundo había sido decretado antes de la creación del mundo, desde la eternidad. Pero el cumplimiento estaba reservado al fin de los tiempos, es decir, a los tiempos mesiánicos (v.20), que eran considerados como la última etapa de la historia, como la plenitud de los tiempos 90. Semejante manifestación y redención de Cristo ha de excitar a los cristianos a la confianza y moverlos a la santidad, ya que Dios llevó a cabo la obra de la redención por amor de ellos 91. Los primeros cristianos tenían conciencia de esta predilección y se sentían objeto y centro de toda la historia de la redención 92.
La fe que poseen los fieles es obra también del Cordero inmaculado 93. Dios Padre, después de aceptar el sacrificio de su Hijo, inmolado por los cristianos, le resucitó de entre los muerto y le dio la gloria (v.21) para sostener la fe y la esperanza de esos fieles. Porque creyendo que Dios resucitó y glorificó a Jesús, también esperarán resucitar y ser glorificados, pues por su conversión han venido a ser miembros del Cuerpo de Cristo. Pedro presenta la resurrección de Cristo como fundamento de nuestra fe 94. La resurrección es el objeto principal de la fe cristiana en la primitiva Iglesia, porque mostraba a Cristo en su gloria más plena 95.



Exhortación a la caridad, 1:22-25.
22 Pues por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para una sincera caridad, amaos entrañablemente unos a otros, 23 como quienes han sido engendrados no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios, 24 porque toda carne es como heno, y toda su gloria, como flor de heno. Secóse el heno y se cayó la flor, 25 mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta palabra es la que os ha sido anunciada.

Después de hablar de los motivos de nuestra santificación, el autor sagrado pasa a tratar de la caridad fraterna. Supone que la fe ha obrado tan eficazmente sobre sus lectores, que ha purificado sus almas de motivos egoístas por la obediencia a la verdad 96 y ha dado origen en ellos a un sincero amor para con sus hermanos. La santidad del cristiano presupone como postulado fundamental el amor fraterno. El amor fraterno debe constituir el distintivo del cristiano 97. Por eso, San Pablo afirma que la caridad fraterna ha de ser preferida a todos los carismas 98. San Juan también habla de la unión en la caridad como señal de la santidad cristiana.
Por la obediencia a la verdad, es decir, al Evangelio 100, han purificado sus almas. Esta purificación tiene aquí sentido moral y ritual: por el bautismo han sido limpiados de sus pecados y han iniciado, de este modo, la vida de la santidad. Esta santificación se ordena no solamente a una perfección meramente personal, sino que también se ordena al amor fraterno. La idea de santidad como dice el P Spicq es, pues, fundamentalmente comunitaria, eclesiástica101
La razón por la cual han de amarse tan íntimamente es la de haber sido engendrados sobrenaturalmente a una nueva vida (v.23). Son hermanos en Cristo; y como hermanos, engendrados por un mismo Padre, han de quererse sinceramente. La vida sobrenatural la han recibido no de un padre terreno, sino del mismo Dios 102, mediante un semen incorruptible e inmortal, que es su palabra divina, es decir, el Evangelio. Esta palabra de Dios es viva, en cuanto comunica la vida sobrenatural103, y permanente, porque es eternamente eficaz 104. Tiene un poder divino, creador y eterno. Sólo esta virtud divina es capaz de fecundar el alma humana y hacer florecer el germen divino de la vida de la gracia 105. Algunos autores 106 prefieren ver en el semen de que habla la epístola una alusión al Espíritu Santo, considerado como fuente inmediata de nuestra divinización.
San Pedro pone de relieve en los v.24-25 el valor eterno y la eficacia inexhaurible de la palabra de Dios, contraponiéndola a la caducidad e inestabilidad de las cosas de este mundo. La cita con la que ilustra este pensamiento está tomada de Isa_40:6-8, según los LXX. Santiago en su epístola 107 aduce también este texto de Isaías.

1 Cf. Jua_1:42; ver Me 3:16; J. M. Bover, El nombre de Simón Pedro: EstEcl 24 (1950) 2 Mat_16:16-18. 3 El término apóstol fue sustituyendo paulatinamente al más primitivo de ios Doce. Cf. Erfaux, Pour l'histoire du títre Apostóles dans le T.N. 4 RSR 48 (1960) 76-92. 5 4.15-19; cf. 2Pe_1:10. 6 2:11. 7 Jua_3:20; Heb_12:228.cf· 2 Cor 5.6; Efe_2:19; Heb_11:13. Filón (De agricultura kpatr Çí' 2'108) Va decía que toda alma sapiente considera realmente el cielo como Por esrf' tler.ra como un destierro, y que posee la morada del cuerpo como una cosa extraña. se considera peregrina (ðáñåðéäçìåÀí) sobre la tierra. 8 Mac 1:27; Jua_7:35. 9 Stg_1:1. 10 Hec_16:7; Hec_18:2; Hec_19:1-10. 12 Epist. ßï ad Traianum 96:95.6. 11 Act 2:9- 13 El término ðñüãíïïóéò es una expresión petrina, que se encuentra sólo aquí y en Hec_2:24. Esta presciencia no implica únicamente un mero acto intelectual, sino que también supone el decreto y la intención divinas en orden a la elección y a la salud eterna de los cristianos. 14 Gf. Hec_2:23. 15 8:28-30. 16 1:4s. 17 Según el texto griego, åí Üãéáóìþ sería in sanctificatione, noín sanctificationem de la Vulgata, e indicaría el medio o el instrumento por medio del cual se ejecuta una acción. 18 Efe_1:3-4; 2Te_2:135. 19 Mat_26:28; Heb_12:24. 20 Exo_24:1-8. 21 lPe 2:9-10; 22 Num_19:9.13.20. 23 propósito de estas fórmulas trinitarias se puede consultar J. Lebreton, Histoire du ne de la Trinité (París 1927) vol.1 P-353S, y E. G. Selwyn, The First Epistle ofSt. Peter. monal Notes: The Trinitarian formula in 1:2 p.247-250. 24 3:18. 25 Tn 14:27' 26 U- Holzmeister, Exordium prioris Epistolae Sti Petri: VD 2 (1922) 209-12. 27 13:15·Sa ( áÕåííÞóáâ) término propio de San Pedro (1:23), pero que expresa la misma idea que Juan cuando habla del nuevo nacimiento del cristiano: Jua_3:3-5; 1Jn_2:29; 1Jn_3:9. 28 Cf. Gal_6:15; Tit 3:5- 29 Rom_6:3-4; Rom_8:11; 1Co_15:16-19; 1Te_4:13. Véase S. Lyonnet, La valeur sotériolo-gique de la résurrection: Gregorianum 39 (1958) 295-318; J. M. González Ruiz, Muerto po* nuestros pecados y resucitado por nuestra justificación: Bi 40 (1959) 837-858. 30 Rom_5:51 Tit_1:2; 3:7- 31 Rom 8:17; Gal 4:7- 32 Cf. Jua_6:39. 33 Teófilo García De Orbiso, Praelectiones exegeticae de Novo Testamento (Roma 1958) p. 696. é 34 Mat_5:34. l! 35 Mat_6:20. 36 Cf. Heb_11:1. 37 Heb_12:6-8. 38 2Co_4:17. 39 Mat_5:11-12. 40 Stg_1:2-3. 41 Cf. Hec_5:41; Rom_5:35; 2Co_6:10. 42 1Pe_1:6-9; 1Pe_2:20; 1Pe_3:13-17; 1Pe_4:12-19; 1Pe_4:5.9. 43 Cf. Sal_66:10; Pro_17:3; 1Co_3:13; Rev_3:18. 44 Mat_25:21.34; 1Co_4:5. 45 El códice B, las versiones Peshitta, Sahídica, Vetus Latina, Vulgata, Armena y los Padres San Policarpo y San Ireneo tienen el partic. aoristo éäüíôåò; en cambio, APL(K) y otros teñen el perfecto åúäüôåò. 47 Cf. Jua_20:29 48 M. Sales, o.c. p. 535. 49 Cf. Mt 13:17- 50 Lo que aquí llama el autor sagrado el Espíritu de Cristo es llamado en el v.12 Espíritu Sanio. Es llamado Espíritu de Cristo porque procede de El y es enviado por El. Este texto vale, por lo tanto, para demostrar que el Espíritu Santo procede también del Hijo. 51 Cf. Jua_14:16-18; Jua_16:13. 52 Cf. Epíst. de Bernabé 5:6; San Ignacio Mártir, Ad Magn. 8:2; Ad Philad. 5:2. 53 Is 52:13-53:12; Sal 22. 54 Luc_24:26-27. Cf. A. M. Vitti, La conoscenza del vero messianesimo dei vaticini presso é Profeti: Gregorianum 18 (1937) 30-51. 55 Cf. 2 Txim 2:5.ns. 56 Hec_2:23-36; Hec_3:18. 57 A. Charue, o.c. p. 446. 58 Cf. Num_24:17; Deu_18:15. 59 J. Bonsirven, Le Judaisme. I p.386s. 60 Mat_13:16-17; Luc_10:24. 61 Cf. G. Kittel, Theol. Wórterbuch G. í.Ô. 62 p.401-413. 63 Cf. 2Pe_1:20. 64 La Vulgata supone la lección åéò ä = in quem, que está poco atestiguada. Es más segunda Acción åéò Ü = in quae, es decir, en aquellos bienes anunciados por los profetas, que los anseles desean ver. 65 1Co_2:7-11. 66 cf. Tomás, Suma Teol i q.57 3.5. 67 Epíst. de Bernabé 5:6; el Pastor de Hermas, Sim. 9:12:1-3; San Ignacio Mártir, Ad n. 8:2; Ad Philad. 5:2; San Justino, Apoí. I 31-36. 68 Exo_12:11; Tob_5:5; Efe_6:145. 69 Hec_17:30; Rom_1:18.243; Efe_4:18. 70 Mat_5:48. 71 1Te_4:3. 72 Lev_19:2s; cf. 11:443; 20:7-8. 73Jn_1:6 :x69. 74 Hec_3:14; Hec_4:27-30; cf. Is 52:13-53:12. 75 Efe_4:1. 76 A. Gharue, o.c. p-447. 77 Cf. 1Co_9:27; 2Co_5:10; Flp_2:12; Heb_12:28. 78 Mt 6:x9;cf. Dídaje'Mat_8:3. 79 1Co_4:45; 2 Cor 5,ios. 80 San Pedro emplea aquí el término raro ïðôñïóùôôïëÞìôùâ = sine acceptatione perso-narum, que ya había sido usado por él mismo en el discurso al centurión Cornelio (Hec_10:34; cf. Stg_2:1). 81 Mt 10:28; Luc_12:4-5. 82 Cf. Lev_19:3; Eco_3:1-16. 83 Cf. 1Pe_1:1. 84 Lib. VII in Lucam c.12. 85 El término Ýëõôñþ·9çôå, de ëõôñïþ, significa redimir dando un precio, dejar en libertad a un esclavo, o a un prisionero, después de pagar el precio del rescate. 86 El vano vivir = ìïôôáßáâ es una expresión que se aplica en los LXX y en el Nuevo Testamento al culto de los ídolos: Lev_17:7; Jer_8:19; Jer_10:14; Sab_13:1ss; Hec_14:15; 1 Tes 87 Cf. 1Co_6:20. Si ením homo dice Pelagio (In 1 Cor 6:20: PL 30:734) a servo para la Pecunia comparato continuam exigit servitutem, quanto magis ille, qui nos sua morte re- 88 Exo_12:5; cf. Lev_14:10; Lev_22:18; Is 53; Jua_1:29.36. Cf. de Ambroggi, La salvezza nelle Were di S. Pietro: Scuol. Catt. 61 (1933) I 431-446. 89 1Co_5:7; Jua_19:36. 90 Gal_4:4. 91 Cf. Lev_22:20; Gal_2:20. 92 Cf. 1 Cor io,n. 93 En v.21, BA y Vg leen ðéóôïýò = fideles; SCTR y sir. = ðéóôåýïíôáò: creyentes; el cod.33 = ðéóôåýóáíôáò. * 94 Hec_2:32-36; Hec_2:3,15-17; Hec_4:10. 95 Flp_2:9-11. 96 La Vulgata, la Siríaca y la Bohaírica leen: oboedientia caritatis. Sin embargo, todos los códices griegos tienen oboedientia veritatis, que ha de ser preferido. En la segunda parte del v.22 leen con BA, Vg y algunos minúsculos: åê êáñäßáò = entrañablemente. 97 Jua_13:345; 1Jn_3:14. 98 1 Cor 13. 99 1Jn_4:16s; 1Jn_5:1. 100 2Te_2:13.14. 101 G. Spicq., ágape vol.2 (París 1959) p.315 nota 3. 102 Jua_1:13. 103 Cf. 1Pe_1:3. 104 Cf. Santi.15. 105 Bonnetain, Gráce: DBS III 1097; J- Starcky, Logos: DBS V 49?ss. 106 Así G. Thils, L'ensegnement de S. Fierre (París 1944) P-77- 107 Stg_1:1ï-éé.


Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)


7 (I) Introducción: dirección y saludos (1,1-2). Nos encontramos aquí con un tipo de fórmula inicial corriente en la corresponden(-)cia oficial judía (Cartas del NT, 45:6-8A). 1. Pedro: Versión gr. del ar. Képa, «roca» (véase Mt 16,17-18). Su posición central en la Iglesia primitiva queda reflejada en los evangelios (p.ej., Mt 16,16-19; Lc 22,32; Jn 21,15-19). Es el jefe de los primeros apóstoles (Mc 3,16 par.; Gál 1,18). a los elegidos extranjeros: Este últi(-)mo término significa, más técnicamente, «ex(-)tranjeros que están de paso». Esto, junto con los «forasteros y extranjeros» de 2,11, designa a los cristianos como una clase social inferior sin derechos ciudadanos, de la Diáspora: Tér(-)mino técnico que denota a los judíos que en la época helenística vivían en grupos fuera de la tierra santa (Dt 28,25 LXX; 30,4); se aplicaba a los cristianos (Sant 1,1) y en este caso a comu(-)nidades cristianas mayoritariamente gentiles. Ponto, Galacia, Capadocia, Asia, Bitinia: O provincias romanas (Ponto y Bitinia constituían una sola provincia), o nombres de regiones an(-)teriores. 2. según el previo conocimiento de Dios Padre, con la acción santificadora del Es(-)píritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre: La elección del cristiano para la nueva alianza (cf. Éx 24,8) entraña la cooperación de Padre, Espíritu e Hijo. Esta referencia trinitaria se amplía en 1,3-12. gracia y paz: Al saludo normal se le añade la expresión típica(-)mente judía «se os acrecienten» (véanse Dn 4,1; 6,25).

8 (II) Primera parte: la dignidad de la vocación cristiana y sus responsabilidades (1,3-2,10).
(A) La vocación cristiana (1,3-25).
(a) La salvación realizada por el Padre, me(-)diante el Hijo, revelada por el Espíritu (1,3-12). 3. bendito sea el Dios y Padre de nuestro Se(-)ñor Jesucristo quien... nos ha hecho nacer de nuevo: La iniciativa del Padre en la elección del cristiano es celebrada con una forma de bendi(-)ción que es común dentro de la tradición judía
(véanse Gn 9,26; Sal 66,20; 68,20; 72,18; 1 Re 1,48; 2 Mac 15,34). Él se revela y hace todas las cosas mediante su Hijo. Los cristianos entran en la nueva vida divina por medio de «la pala(-)bra de Dios viva y permanente» (1,23), «la pa(-)labra que les fue anunciada» (1,25). a una espe(-)ranza viva: Tema dominante de 1 Pe, en una medida mucho mayor de lo que un simple cómputo de palabras haría pensar (1,3.13.21;
3,5.15) . mediante la resurrección: Esto no se re(-)fiere sólo a «viva», sino también a «nos ha he(-)cho nacer de nuevo». 4. a una herencia inco(-)rruptible: Las promesas hechas a Israel se ven también cumplidas en la Iglesia cristiana. En el AT, la herencia es principalmente la tierra de Is(-)rael (Dt 15,4). En contraste con la tierra, la he(-)rencia cristiana es «incorruptible», reservada en los cielos para vosotros: cf. Col 1,5; Flp 3,20; Gál 4,26.
5. por medio de la fe: «Fe» posee en 1 Pe una amplia gama de significados (1,5.7.9.21; cf.1, 8.21; 2,6.7). En este caso hace referencia a la confianza en Dios que es esencial para la salva(-)ción. Salvación dispuesta ya a ser revelada: La salvación escatológica (véanse 1,9.10; 3,21) es inminente (véanse 1,20; 4,5.13.17; 5,10). 6. por lo cual rebosáis de alegría: «Lo cual» hace refe(-)rencia al pensamiento entero de 1,3-5. «Rebo(-)sáis de alegría» expresa el gozo religioso esca(-)tológico (véanse 4,13; Mt 5,12; Jds 24; Ap 19,7). Nótese la inclusión formada por este versículo y 4,12-13. pruebas: En 1 Pe, la experiencia cris(-)tiana de dislocación social en medio de un mundo pagano se denomina normalmente «sufrimiento» (tanto con formas nominales co(-)mo verbales): 1,11; 4,13; 5,9; 2,19.20; 3,14.17; 4,1.15.19; 5,10. Esto se vincula con los «sufri(-)mientos» de Cristo (5,1; 2,21.23; 3,18; 4,1). 8. sin haberle visto: El autor de 1 Pe se presenta en 1,1 como uno de los apóstoles primeros que habían «visto» a Jesús (cf. Hch 1,21-22). 9. al(-)canzáis la meta de vuestra fe, la salvación de vuestras almas: Las realidades escatológicas se inauguran hoy en la Iglesia por la fe. En 1 Pe, «alma» (1,9.22; 2,11.25; 3,20; 4,19) tiene el sig(-)nificado de «yo» o «persona» (? Teología pau(-)lina, 82:104). 10. sobre esta salvación: La pala(-)bra gancho «salvación» indica un tema nuevo, el papel del Espíritu (1,10-12; cf. 1,2). profetas: No los profetas cristianos, sino los del AT (véa(-)se Mt 1,22-23; Rom 1,2; 4,23; Hch 3,18). 11. el Espíritu de Cristo: Lo más probable es que se refiera al Espíritu Santo (véanse 1,12; Rom 8,9; Flp 1,19; Hch 16,7). los sufrimientos destinados a Cristo y las glorias que les seguirían: La pasión de Cristo y las etapas de su glorificación tienen que ver con el mensaje de 1 Pe (véanse 1,6-7; 4,13; 5,1-10). 12. les fue revelado: Los profetas habían de servir a aquellos a los que «ahora», en el tiempo de la Iglesia, se ha proclamado el evangelio, cosas que los ángeles ansian contem(-)plar: La imagen es la de atisbar por una venta(-)na (cf. 1 Hen 9,1 gr.).
9 (b) Exhortación a la santidad (1,13-25). 13. ceñios los lomos de vuestro espíritu: La imagen de un hombre que remete su larga tú(-)nica en su cinturón y se prepara para actuar (véanse 1 Re 18,46; Jr 1,17; Lc 17,8) se aplica en este texto a la preparación para la parusía (véase Lc 12,35). 14. obediencia: El cristiano ha de obedecer la ley de santidad de la nueva alianza (cf. 1,2). de antes, del tiempo de vuestra ignorancia: La mayoría de los destinatarios de la carta habían sido paganos (véanse 1,18; 4,3-4). 15. santo: El significado básico es «separa(-)do», «consagrado», lo contrario de «profano». La relación de alianza con Dios no sólo ponía aparte a Israel, sino que además exigía el cum(-)plimiento de normas éticas. 16. Véanse Lv11, 44; 19,2; 20,7.26. 17. llamáis Padre: La inti(-)midad de los cristianos con Dios como Padre no es excusa para una conducta irreflexiva (cf. 4,17; Heb 12,5-11; Hch 10,34; Rom 2,10-11). el tiempo de vuestro destierro: Esto no hace refe(-)rencia a un «exilio del cielo», sino a la disloca(-)ción social que los cristianos experimentan en medio de un mundo pagano. 18. rescatados... no con... plata: Alusión a Is 52,3 (véase el co(-)mentario a Rom 3,24). 19. sangre preciosa... de... Cristo: Según la concepción judía del sa(-)crificio, la sangre representaba la vida (véase Lv 17,14). En este caso se hace referencia a la sangre del cordero pascual (véanse Ex 12,7.13; Ap 5,9; Ef 1,7; Heb 9,12; cf. 1 Cor 5,7; Jn 1,29;19,36) . como... cordero sin tacha: Este requisi(-)to debía cumplirlo toda víctima (véase Lv22,19-25) y particularmente el cordero pascual (véase Éx 12,5). 20. predestinado... manifesta(-)do: Probablemente esto es un fragmento de un antiguo credo o himno (cf. 2 Tim 1,9-10; véase M.-É. Boismard, Quatre hymnes 57-109). El designio eterno de Dios (cf. Rom 16,25-26; 1 Cor 2,7; Col 1,26; Ef 3,9-10; Tit 1,2-3) se «da a conocer» con la encarnación en la inaugura(-)ción de los «últimos tiempos» (véase el co(-)mentario a Rom 5,14; 1 Cor 10,11). 21. de mo(-)do que vuestra fe pueda ser también vuestra esperanza en Dios: O, «de modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén en Dios» (véase W. J. Dalton, «So that Your Faith May Also Be Your Hope», Reconciliation and Hope [Fest. L. L. Morris, ed. R. J. Banks, Exeter 1974] 262-74).1,22-25 está añadido para completar la tríada de fe, esperanza y amor. 23. habéis nacido de nuevo: La recepción del evangelio por la fe (cf.1,24) produce el nuevo nacimiento (cf. 1,3). vi(-)va y permanente: Estos epítetos se deben en(-)tender referidos a «palabra» y no a «Dios». 24. Is 40,6-8 LXX.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter I.

[Triall of faith.]

Hee blesseth God for his manifold spirituall graces: 10 shewing that the saluation in Christ is no newes, but a thing prophesied of olde: 13 And exhorteth them accordingly to a godly conuersation, forasmuch as they are now borne anew by the word of God.
1 Peter an Apostle of Iesus Christ, to the strangers scattred thorowout Pontus, Galatia, Cappadocia, Asia, and Bithynia,
2 Elect, according to the foreknowledge of God the Father, through sanctification of the Spirit vnto obedience, and sprinkling of the blood of Iesus Christ: Grace vnto you and peace be multiplied.
3 Blessed be the God and Father of our Lord Iesus Christ, which according to his [ Greek: much.] abundant mercy, hath begotten vs againe vnto a liuely hope, by the resurrection of Iesus Christ from the dead,
4 To an inheritance incorruptible, and vndefiled, and that fadeth not away, reserued in heauen [ Or, for vs.] for you,
5 Who are kept by the power of God through faith vnto saluation, ready to be reuealed in the last time.
6 Wherin ye greatly reioyce, though now for a season (if neede bee) yee are in heauinesse through manifolde temptations:
7 That the triall of your faith, being much more precious then of golde that perisheth, though it bee tryed with fire, might be found vnto praise, and honor, and glory, at the appearing of Iesus Christ:
8 Whom hauing not seene, yee loue, in whom though now ye see him not, yet beleeuing, ye reioyce with ioy vnspeakeable, and full of glory,

[Our price.]

9 Receiuing the ende of your faith, euen the saluation of your soules:
10 Of which saluation the Prophets haue inquired, and searched diligently, who prophesied of the grace that should come vnto you,
11 Searching what, or what maner of time the Spirit of Christ which was in them did signifie, when it testified beforehand the suffrings of Christ, and the glory that should follow.
12 Unto whome it was reuealed, that not vnto themselues, but vnto vs, they did minister the things which are now reported vnto you, by them that haue preached the Gospel vnto you, with the holy Ghost sent downe from heauen, which things the Angels desire to looke into.
13 Wherefore gird vp the loynes of your minde, bee sober, and hope [ Greek: perfectly.] to the end, for the grace that is to bee brought vnto you at the reuelation of Iesus Christ:
14 As obedient children, not fashioning your selues according to the former lusts, in your ignorance:
15 But as hee which hath called you is holy, so be ye holy in all maner of conuersation;
16 Because it is written, [ Lev_11:44 ; Lev_19:2 ; Lev_20:7 .] Be ye holy, for I am holy.
17 And if ye call on the Father, who without respect of persons iudgeth according to euery mans worke, passe the time of your soiourning here in feare:
18 For as much as ye know that yee were not redeemed with corruptible things, as siluer and golde, from your vaine conuersation receiued by tradition from your fathers;
19 But with the precious blood of Christ, as of a Lambe without blemish and without spot,
20 Who verily was foreordeined before the foundation of the world, but was manifest in these last times for you.
21 Who by him do beleeue in God that

[The corner Stone.]

raised him vp from the dead, and gaue him glorie, that your faith and hope might be in God.
22 Seeing yee haue purified your soules in obeying the truth through the Spirit, vnto vnfained loue of the brethren: see that ye loue one another with a pure heart feruently,
23 Being borne againe, not of corruptible seed, but of incorruptible, by the word of God which liueth and abideth for euer.
24 [ Or, for that.] For all flesh is as grasse, and all the glory of man as the flowre of grasse: the grasse withereth, and the flowre thereof falleth away.
25 But the word of the Lord endureth for euer: & this is the word which by the Gospel is preached vnto you.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Conducta cristiana. La seguridad del bien prometido hace que el cristiano viva el tiempo de la espera como tiempo ya de salvación y, por tanto, tiempo de alegría, de «sentirse uno ya como en la gloria», como se dice en nuestro lenguaje popular. Y esto no sólo a pesar de los sufrimientos presentes, sino justamente a causa de ellos. Es la paradójica alegría de los perseguidos de que hablan las Bienaventuranzas (cfr. Mat_5:12).
«Vivan sobriamente» (13), así ve el discípulo la conducta de sus oyentes para este tiempo de espera. Los caminantes son ya hijos de Dios por el bautismo, por eso apela a la obediencia filial (cfr. Isa_63:8) que no es otra cosa que una llamada a asemejarse a Dios, según el mandato de Lev_11:44 : «sean santos, porque yo soy santo». El Dios que exigía la santidad en el Antiguo Testamento se ha revelado en Jesucristo como Padre y un día se revelará como Juez, por lo cual es necesario proceder siempre con «respeto durante su permanencia en la tierra» (17). Hay que tomarse la vida cristiana en serio, como seria fue la prueba del amor que nos trajo la salvación.
La pasión y la gloria de Cristo es «la Buena Noticia que se les ha anunciado» (25), de la que el discípulo de Pedro afirma que es «palabra incorruptible y permanente del Dios vivo» (23), la que purifica las conciencias abriéndolas a la verdad, la que produce el amor mutuo entre los hermanos, un amor intenso y sin fingimientos. La Palabra de Dios, en definitiva, regenera y da nueva vida al que la escucha y obedece, construyendo así la comunidad.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Amar a otros cristianos

En los vv. 2 y 14 Pedro ya ha hablado del lugar de la obediencia en la vida cristiana. Como una respuesta a la proclamación y el oír de la verdad, tiene un doble efecto: purifica el alma de los pecados del pasado y desarrolla un amor genuino por otros creyentes, amor que no es un mero papel a jugarse. La realidad de este amor se debe ver en toda su intensi dad y profundidad. Tal amor es provocado por el hecho de que los cristianos comparten un nuevo nacimiento hecho accesible por medio de la palabra de Dios que vive y permanece. Esta palabra re generadora se declara cuando se predica el evangelio.

Notas. 22 Ardientemente (BJ intensamente; BA, entrañablemente) se refiere aquí y en 4:8 al amor y en Luc. 22:44 y Hech. 12:5 a la oración. Denota un esfuerzo supremo, lit. con cada músculo en tensión. La palabra puro figura al margen en algunas versiones, ya que está sólo en algunos mss. Es una lectura totalmente posible; como las pala bras gr. para puro y corazón comienzan con las mismas dos letras es probable que los primeros copistas se saltearan una de las dos. 23 El gr. no es claro sobre si es Dios o su palabra lo que vive y permanece. En un sentido, ambas cosas son verdad, ya que la palabra proviene de Dios. 24, 25 La cita de Isa. 40:6-8 subraya la cualidad perdurable y dinámica de la palabra de Dios.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



7. "El día de la Revelación de Jesucristo": ver notas Hec_2:17-21; 1Co_1:7.

11. Cristo ha inspirado también a los profetas del Antiguo Testamento; lo cual pone en evidencia el íntimo vínculo que existe entre la Antigua y la Nueva Alianza. Ver Heb_1:1-2.

16. Lev_19:2. Ver Mat_5:48.

18. Isa_52:3.

24-25. Isa_40:6-8.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rom_1:5+

[2] Jua_17:17

[3] 1Jn_3:9; 1Jn_5:1; 1Pe_1:3; Stg_1:18

NOTAS

1:22 Var.: «de corazón».

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rom_1:5+

[2] Jua_17:17

[3] 1Jn_3:9; 1Jn_5:1; 1Pe_1:3; Stg_1:18

NOTAS

1:22 Var.: «de corazón».

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Jua 13:34; Rom 12:10; Heb 13:1; 1Pe 2:17; 1Pe 3:8

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— la verdad: Bastantes manuscritos, aunque no los más antiguos y mejores, añaden: por medio del Espíritu.

— eliminado cuanto impide: Lit. han purificado sus almas (o su conciencia).

— entrañablemente: Según variante de bastantes mss., entre ellos alguno de los más antiguos y mejores, habría que traducir: Ámense, pues, intensamente y con un corazón limpio.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 1.1 Provincias romanas de Asia Menor (parte de la actual Turquía).

[2] 1.2 Purificados: Cf. Ex 24.6-8; Heb 9.12-14; 12.24.

[3] 1.6-7 Cf. Ro 5.3-5; Stg 1.2-3; 1 P 4.12.

[4] 1.11 Cf. Is 53; Lc 24.26-27.

[5] 1.16 Lv 11.45; 19.2.

[6] 1.19 Cordero: Véase Jn 1.29 n.

[7] 1.24-25 Is 40.6-8.

Torres Amat (1825)



[2] Al Padre se le atribuye la predestinación, al Espíritu Santo la santificación, y al Hijo de Dios la redención.

[16] Lev 11, 44; 19, 2.

[21] Que os promete resucitaros algún día a vosotros, como a vuestra cabeza, Jesucristo.

[25] Palabra vivificante, que os ha engendrado en Jesucristo cuando recibisteis el bautismo.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἀληθείας WH Treg NA28] + διὰ πνεύματος RP
  • ἐκ WH Treg NIV] + καθαρᾶς RP NA28

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La caridad fraterna es una de las manifestaciones fundamentales de la santidad. La validez de este precepto queda confirmada con la imagen de la flor del heno, tomada de Is 40,6-8 (cfr St 1,9-11), que subraya el contraste entre la fugacidad de lo terreno y la perenne validez de la palabra de Dios.


Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

obediencia a la Verdad... Esto es, a Jesús. M↓ añaden mediante el Espíritu.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



LA OBEDÍENCIA A LA VERDAD del Evangelio purificando el alma la dispone para la caridad fraterna .

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

En griego deben tener amor fraternal.

Algunos manuscritos dicen con un corazón puro.

Nuevo Testamento México (Centro Bíblico Hispano Americano, 1992)

Obediencia a la fe, que nos da a conocer la verdad.

Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[e] de todo corazón. Var. con corazón puro.