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sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un espíritu dulce y sereno: esto es precioso ante Dios. (I Pedro 3, 4) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 3

3. DEBERES DE LAS ESPOSAS (3/01-06).

a) Sumisión (3,1-2).

1 Asimismo vosotras, mujeres, someteos a vuestros maridos, para que si algunos se muestran rebeldes a la palabra, sin palabra alguna sean conquistados por la conducta de las mujeres,

El objetivo principal de la carta es consolar a cristianos probados por los sufrimientos y exhortarlos infundiéndoles ánimos. Así se comprende por qué en este reglamento de vida se dirige ya en segundo lugar la palabra a las mujeres. Cierto que aquí no se trata, como en el caso de los esclavos, de una de las capas más pobres del pueblo. Lo que sigue muestra que Pedro piensa también en mujeres acomodadas que saben vestirse con gusto y adornarse con joyas de oro (3,3). Sin embargo, no están lejos de los esclavos: conforme al orden social de la antigüedad, también las mujeres están sometidas a la autoridad absoluta del cabeza de familia. Esto les origina no pocas molestias, preocupaciones y sufrimientos. Pero por ello están también particularmente próximas a Cristo. Como los esclavos, también las esposas acudían a los sacerdotes de la comunidad para exponerles sus aflicciones interiores, con preguntas que serían más o menos de este tenor: ¿Por qué soy tan desgraciada en mi matrimonio? ¿Por qué tengo que soportar todo esto? ¿Cómo he de conducirme con mi marido?

A esto responde el apóstol con las siguientes palabras de liberación: Todavía más que un apóstol, que anuncia con la boca la buena nueva, la mujer cristiana puede influir con su ejemplo en su marido. Las mujeres cristianas son absolutamente aptas, incluso en forma destacada, para la labor misionera. Más aún: hasta hombres paganos que no oyen predicar pueden dejarse ganar por la vida de una mujer. El cumplimiento callado del deber les hará percibir una palabra, que en el fondo es una parte de esa Palabra eterna del Padre que se hizo carne y vive en estas mujeres cristianas...

2 ... observando vuestra conducta pura en el temor.

Una vez más se concibe la vida del cristiano como una marcha, como una peregrinación (cf. comentario a 1,15). La conducta pura logrará convencer a tales hombres duros. La «conducta pura», significa en nuestro pasaje, ante todo, moralmente irreprochable, íntegra y casta. En este versículo nos parece oír a aquel apóstol dotado de experiencias prácticas, que en su vida conyugal mostraría especial amor y veneración a su esposa 41. Sabe muy bien que no hay nada que tanto atraiga y ennoblezca a un hombre, aun al más ordinario, como una mujer que mira por su propia integridad.

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41. En la visita que hizo el Señor en casa de Simón Pedro se le rogó primero que curara a la suegra de éste, gravemente enferma (Mar_1:30).

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b) El verdadero ornato de la mujer (Mar_3:3-4).

3 Vuestro adorno no sea el exterior, de rizado de cabellos, de atavío de joyas de ora, ni suntuosos vestidos, 4 sino que sea el interior del corazón, lo incorruptible de un espíritu suave y tranquilo. Esto es lo precioso ante Dios.

San Pedro no dice que el adorno sea reprobable sin más. Por su actitud madura y serena se distingue de otras amonestaciones más rigurosas de su época. Su objetivo no es prohibir a las mujeres que se adornen. Lo que le importa es llamar la atención de mujeres que tienen sentido y gusto de la verdadera belleza, y hacerles comprender que hay un ornato mucho más distinguido, que les sienta todavía mucho mejor. Es este un ornato que posee un valor permanente, independiente de la moda, que es precioso incluso a los ojos de Dios. Como cosas preciosas se suelen designar joyas, perlas y preseas. Todos estos objetos de adorno son sólo como una sombra, un barrunto del ornato eterno con el que el día del juicio brillará una mujer cristiana «en alabanza, gloria y honor de Jesucristo» (Mar_1:7). Esta idea del ser humano, verdaderamente valiosa y magnífica, y constantemente atrayente, que se propone a las mujeres, la anunció ya Jesucristo cuando, refiriéndose a sí mismo, dijo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mat_11:29). Pedro no teme que se haga problemático el éxito misionero de una esposa por el hecho de que el interés de una mujer se vea desplazado al «cuidado de la belleza interior»...

c) Motivación: El modelo de grandes mujeres (Mat_3:5-6).

5 Así se ataviaban en otro tiempo incluso las santas mujeres que esperaban en Dios, obedientes a sus maridos.

La humildad, la mansedumbre, la paciencia callada son un ornato precioso, con el que supieron adornarse siempre grandes mujeres. La santidad posee una belleza que le es exclusiva, un encanto con nada comparable. Con tal santidad brillan las mujeres antepasadas de Cristo, aquellas santas mujeres del Antiguo Testamento: Rebeca, que se presta humildemente incluso a sacar agua para los camellos del forastero (Gen_24:18-20), Rut, que con amor sincero permanece al lado de su suegra y va a espigar modestamente en el campo (Rth_1:16s; Rth_2:2-17), Ana, que en su aflicción se dirige calladamente al Señor (lSam 1,10s). «Santa» no quiere decir aquí sencillamente «escogida» o «consagrada a Dios», sino lo que entendemos realmente por «santa» y es distintivo del carácter ejemplar de aquellas mujeres. Las primeras comunidades cristianas admiraban la fortaleza de su fe, su invencible esperanza y humildad. De ello dan para todos los tiempos un testimonio luminoso, pese a tales o cuales imperfecciones.

6 Así Sara obedeció a Abraham, llamándole señor. Vosotras os hacéis hijas suyas, practicando el bien...

En el Antiguo Testamento realmente existe un pasaje en el que Sara habla de Abraham como de su señor, pero apenas si se habla de obediencia: «Rióse, pues, Sara, dentro, diciendo: "¿Cuando estoy ya consumida, voy a remocear, siendo ya también viejo mi señor?"» (Gen_18:12). Quizá piensa Pedro también en otros textos del judaísmo tardío que no han llegado hasta nosotros. Desde los descubrimientos del mar Muerto sabemos que existían tales descripciones detalladas de las excelencias físicas y espirituales de la madre del pueblo elegido. Mujeres cristianas que ya antes de su conversión, en su calidad de «temerosas de Dios», habían entrado en contacto con el judaísmo, tenían el deseo muy comprensible de ser espiritualmente hijas de Sara. Pensaban seguramente en el magnífico texto que dirigió el profeta para consolarlos a los desterrados en Babilonia: «Oídme vosotros, los que seguís la justicia y buscáis a Yahveh: Considerad la roca de que habéis sido tallados, la cantera de que habéis sido sacados. Mirad a Abraham, vuestro padre, y a Sara, que os parió en dolores» (Isa_51:1s). El que es hijo de Sara, es también hijo de Abraham. No palabras vacías, y ni siquiera la circuncisión podía asegurar esta filiación. Un texto judío dice: «El que se compadece de los hombres, es cierto que pertenece a la simiente de nuestro padre Abraham; pero el que no se compadece de los hombres es cierto que no pertenece a la simiente de nuestro padre Abraham.» Única y exclusivamente ese amor que brota de la fe viva y actúa en virtud de esta fe, es capaz de introducir en la comunidad de esos hijos entre los que se cuentan un centurión de Cafarnaún, un Lázaro o un Zaqueo.

6b ... y no teniendo miedo alguno.

Estas últimas palabras son las que dan el necesario complemento a la entera exhortación. Anteriormente se ha insistido desde diferentes puntos de vista en la subordinación de las mujeres. Sólo aquí, al final, se añade a la imagen de la mujer cristiana su fortaleza y firmeza. La mujer puede eventualmente ser de diferente parecer que su marido. Cuando se exhorta a no tener miedo alguno no se piensa necesariamente en el deseo de un marido pagano de hacer algo indebido, o en sus órdenes conminatorias de abandonar la fe cristiana. Basta con pensar en las iras antojadizas, en los arrebatos o en las enfurecidas bravatas del marido que, como es natural, hacen profunda impresión en el alma de la mujer. San Pedro, pensando en tales escenas familiares, muestra comprensión con las mujeres y las invita a pensar en su grandeza fundada en lo divino, en su poder y en su dignidad libre. Su sumisión al marido no debe proceder de timidez y miedo o de subordinación propia de esclavos. Han sido redimidas por la muerte de Cristo y son por tanto verdaderamente libres. Por amor voluntario a Dios reconoce la mujer el orden natural de la creación y se subordina al marido. Ahora bien, esta subordinación como «esclava del Señor» (Luk_1:38) significa en definitiva, elevación. Así, en conclusión, se muestra lo equilibrado de la imagen que en esta sección se ha puesto ante los ojos de las mujeres cristianas. Sus rasgos característicos son: humilde sumisión, amor a la paz, caridad e inmunidad de todo temor humano como fruto del temor de Dios.

4. EXHORTACIÓN A LOS HOMBRES (3/07)

a) Exhortación (Luk_3:7a)

7a De la misma manera vosotros, maridos, compartid vuestra vida con la mujer, reconociendo en ella un ser más débil.

Hasta aquí se ha exhortado a todos los cristianos a someterse al Estado (Luk_2:13), a los criados a sus señores (Luk_2:18), y a las mujeres a sus maridos (Luk_3:1). Ahora, en la exhortación a los maridos se les invita a reconocer el modo de ser de sus mujeres. Deben reconocer el valor que éstas tienen a los ojos de Dios y, en consonancia con esto, honrarlas con la acción. Las esposas y las madres son para san Pedro personas que en muchas cosas se asemejan al Señor en su pasión. Por razón de sus dolores de cuerpo y de alma soportados calladamente, pone el Señor en ellas los ojos con especial complacencia. Están en gracia ante él. Precisamente por su debilidad son grandes a los ojos de la fe 43.

Pedro sabe muy bien que los hombres propenden por lo regular a hacer la corte a mujeres lozanas, jóvenes y llenas de vitalidad. Por esto los invita a abandonar los criterios paganos y a enjuiciar en forma cristiana a la compañera de su vida. También de estos «amos de casa» espera algo de la cristiana locura de la cruz. Es la misma locura que induce a los esclavos a sufrir inmerecidamente y a las esposas a ceder calladamente cuando hay diversidad de pareceres. Pedro espera una actitud de los maridos, que les mueva a mostrarse deferentes y caballerosos con las mujeres precisamente por su debilidad y por la necesidad que tienen de apoyo.

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42. «... pues mi poder se manifiesta en la flaqueza» (2Co_12:9).

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b) Primera motivación: La dignidad de la mujer (2Co_3:7b).

7b Honradlas -pues también ellas son coherederas de la gracia de la vida-, ...

Aquí se pone ante los ojos de los maridos el punto de vista jurídico: Vuestras mujeres serán en la eternidad coherederas de Cristo con igualdad de derechos (Rom_8:17). Ya en 1,4 se pintó con los más espléndidos colores la futura herencia «incorruptible, pura e inmarchitable»: la plenitud de vida de la persona corpórea y espiritual unida con Cristo en la comunidad de los santos. Allí no habrá ya estas diferencias de sexo tan acusadas que tenemos en la tierra. Serán «como ángeles en el cielo» (Mat_22:30). En aquel tiempo era una novedad inaudita esta asignación de una categoría particular a la mujer. En pocas y sencillas palabras se ve aquí expresada la doctrina apostólica sobre la relación entre los esposos definitivamente valedera.

c) Segunda motivación: Peligro de obstaculizar las oraciones (Mat_3:7c).

7c ... para que vuestras oraciones no encuentren impedimento.

ORA/IMPEDIMENTOS: Pedro se representa la oración como algo que debe recorrer su camino antes de llegar a Dios. En este camino se verán como impedidas las oraciones de los maridos -no se habla expresamente de oraciones en común-, si antes se incurre en inconsideraciones con las esposas. Nótese que no se trata sólo de oraciones de petición, en que sería de lo más comprensible el empeño en ser escuchados. Para Pedro es la oración, el trato del hombre con Dios, el quehacer más importante en la vida espiritual de los cristianos. En 4,7 se dirá que la sensatez y la sobriedad son la mejor preparación para la oración. Un cristiano que no es ya capaz de orar eficazmente, descuida su quehacer principal. Así comprendemos por qué la alusión a los impedimentos de las oraciones constituye el argumento final de la exhortación a los maridos. Todo el obrar exterior en la vida de cada día está orientado a la oración. Detalles de la vida cotidiana muy poco tomados en consideración como, por ejemplo, desatenciones o frialdades entre los miembros de la familia, no tardan en convertirse en obstáculos que ponen en crisis lo más importante de todo.

5. COMPENDIO DE LAS NORMAS DE CONDUCTA (3/08-12).

8 En fin, sed todos unánimes, comprensivos, fraternales, misericordiosos y humildes.

MORAL/NIETZSCHE: Maravilloso compendio de todas las cualidades espirituales y éticas que ha de poseer un cristiano como miembro que es de la Iglesia, como piedra de construcción (2,5) que se adapta a la estructura y la sostiene. Todas estas virtudes están ordenadas a la comunidad, sin reducirse, sin embargo, a puros motivos naturales, como sucede hoy con tanta frecuencia. Tener una actitud de servicio es una cosa que sólo se comprende por razón de la fe en Cristo 43. En efecto, en el mundo de entonces -y en gran manera también en el nuestro- la humildad, tener un bajo concepto de sí mismo se consideraba como debilidad. Todavía tenemos en los oídos la fórmula de la «moral de esclavos del cristianismo» (·Nietzsche-F). Parece que lo único que vale es lo fuerte, lo noble, lo vital. Aquí, en cambio, se da una verdadera inversión de los valores si somos «unánimes, comprensivos, fraternales, misericordiosos y humildes».

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43. Cf. Mat_18:3a; Mat_20:28 («el Hijo del hombre vino para servir»); Joh_12:26.

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9 No devolváis mal por mal ni insulto por insulto; sino, al contrario, bendecid, porque para esto habéis sido llamados, para ser herederos de la bendición.

Estas exhortaciones a la bondad y a soportar con buen ánimo los agravios suenan como una aplicación del sermón de la montaña a la vida ordinaria: «Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial» (Mat_5:48). Estos requerimientos de devolver bien por mal obligan a todo cristiano 44. Jesús no predicó un ideal utópico. Según las circunstancias, cada uno de los oyentes o lectores de la carta debe proceder en su ambiente no conforme a la letra, sino conforme al espíritu del sermón de la montaña. En él no se recomienda que se ceda por miedo en cuestiones de principios. Esto ha mostrado claramente repetidas veces en la carta (Mat_2:16; Mat_3:6). Personas que sacan fuerzas de su comunión con Cristo no tienen, a fin de cuentas, necesidad de hacer hincapié en su «honra» personal o en su «buen nombre». Tienen más bien el valor de perdonar incluso a los que les insultan o les critican indebidamente. El colmo de este perdón está en agraciar positivamente con la bendición de Dios conforme al precepto del Señor: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian» (Luk_6:27s).

El término griego traducido por bendecir significa primeramente «decir bien». Un cristiano que así «bendice» ha descubierto en el otro algo bueno y gusta de hablar de ello. Además, le desea el bien, incluso en casos en que no hay razones inmediatamente evidentes de esta benevolencia. La verdadera razón está oculta. Es la palabra de bendición que fue de antemano pronunciada sobre este mismo hombre que bendice y que le confirió esa plenitud de bendición (cf. 1,2b) de la que ahora hace partícipes a otros. A todo hombre regenerado en el bautismo, Dios le llamó «bueno», como en otro tiempo, antes de la caída, dijo de Adán que todo era «muy bueno» (Gen_1:31). Después de la caída cambió la situación. El hombre no era ya sin más agradable a Dios. Sólo después de que el Hijo de Dios se hizo hombre y padeció volvieron a cambiar las cosas. Antes se ha dicho que los cristianos están llamados a padecer (Gen_2:21a), ahora se dice que están llamados a poseer la plenitud de la bendición divina. El que sufre en unión con Cristo es agradable a Dios en manera especial (Gen_4:14), es llamado «bueno» por Dios y posee su gracia y su bendición. Y de tal plenitud de bendición puede también el cristiano mismo, en su contorno, impartir bendición como sacerdote. Si al hacerlo utiliza con preferencia la señal de la cruz, entonces su bendición tiene un sentido profundo.

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44. Cf. también Rom_12:9-21; 1Th_5:13b-22 («Procurad de que nadie devuelva mal por mal...»); Col_3:12-15.

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10 Pues: «El que quiera amar la vida y ver días buenos, guarde su lengua del mal y sus labios de palabras engañosas. 11 Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y corra tras ella.»

Como antes la sección relativa al éxodo de Egipto (,10) se cerró con citas de la Biblia, también aquí concluyen con versículos del Antiguo Testamento las exhortaciones del reglamento de vida. La palabra «pues» sirve de empalme de los versículos del Salmista con el versículo precedente que hablaba de la abundancia de la bendición. Pedro desea de corazón esta bendición a las comunidades cristianas y vuelve a repetir en qué consiste tal bendición: en las virtudes antes descritas, orientadas a la comunidad (Col_3:8). Al hablar de vida y de días buenos se refiere a la única y misma vida, de profundo gozo ya en este mundo (Col_1:6), pero que desembocará en un júbilo eterno (Col_4:13) que constituye la herencia (Col_3:9) de los cristianos. Cuando se habla de guardar la lengua y los labios del mal se entienden sin duda también los pensamientos recónditos y todavía no expresados del corazón. Con frecuencia, tales palabras no expresadas acibaran la vida de los hombres todavía más que los altercados manifiestos y ponen obstáculos a la bendición de Dios.

La imagen de «apartarse» suscita de nuevo la idea de un caminante que se halla en un camino de la vida (Col_1:13.15). Lo nuevo es la imagen del hombre que corre tras la paz. Esta expresión se usa también cuando se habla de dar caza a animales o a enemigos que huyen. Así, todos los que tienen paz deben poner empeño en procurar la unidad y la reconciliación. El que agota hasta la última posibilidad de restablecer la paz incluso con el que está enojado, ese corre tras la paz.

Los cristianos que, deseosos de paz, deben correr tras ella, serán portadores de paz dondequiera que se hallen y a la vez hallarán la vida divina y «días buenos» para sí y para sus semejantes. En las bienaventuranzas del sermón de la montaña dice Jesús: «Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios» (Mat_5:9). Quien corra tras el bien, se acercará cada vez más al Dios absolutamente bueno y será coronado con su filiación...

12 Porque «los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus súplicas. Pero el rostro del Señor se enfrenta con los que hacen el mal.»

Por justos se entiende a los que viven «para la justicia» (Mat_2:24) a ejemplo de Cristo que sufre en lugar de otros. Sobre ellos se posan con complacencia los ojos del Señor. A ellos se dirige su mirada gozosa de aprobación, mientras que su rostro airado se vuelve contra los desobedientes obstinados.

La Sagrada Escritura está llena de antropomorfismos al hablar de Dios. Esto no empequeñece la grandeza de Dios, mientras que el hombre sabe de su incapacidad de comprender el ser de Dios de manera apropiada a éste 45. Desde que el Hijo de Dios se hizo hombre tienen una nueva legitimación las representaciones antropomórficas de Dios. Mediante la encarnación se hizo visible el poder, la misericordia, la bondad y la paciencia de Dios... Cristo, por razón de su naturaleza divina, pero también por ser perfectamente hombre, pudo decir a Felipe: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Joh_14:9). Podemos representarnos más fácilmente los ojos de Dios, al pensar en la mirada de Cristo tantas veces descrita en el Nuevo Testamento. Cuando junto al Jordán fue Andrés con su hermano Simón, por primera vez, al encuentro del Señor, Jesús fijó «en él su mirada» (Joh_1:42). Esta primera mirada fue inolvidable para Pedro, como aquella otra cuando, tras la negación en el atrio del sumo sacerdote, «volviéndose el Señor, dirigió una mirada a Pedro» ( Luk_22:61). Y al joven rico «Jesús le miró y sintió afecto por él» (Mar_10:21).

Cuando un cristiano ha descubierto la complacencia de los «ojos de Dios» se inflama de nuevo su deseo de vivir de forma agradable a Dios. Toda la carta podría concebirse también como una carta sobre el gozo que se cifra en hallar gracia a los ojos de Dios. Gran consuelo entraña la convicción de que los ojos de Dios se posan sobre una persona que le teme, como también la seguridad de que Dios ve incluso todo lo bueno que hace tal persona aunque esté oculto a los ojos de los hombres. ............... 45. Cf. 1Co_13:12 : «Ahora vemos mediante un espejo, borrosamente».



III. LOS CRISTIANOS EN LA PERSECUCIÓN (1Co_3:13-22).

En los versículos citados de los salmos se contraponía a los hombres buenos y a los que «hacen el mal» (1Co_3:12b). San Pedro se interrumpe en medio del salmo y empalma la idea de hacer el mal con la otra afín de hacer daño a alguien ( 1Co_3:13a). Tiene casi por imposible que haya gentes que, por malicia, creen dificultades a cristianos que cumplen con su deber. Todas las citaciones ante el juez y todas las persecuciones vienen, más que de mala voluntad, de desconocimiento del verdadero ser del cristianismo. Por ello se recomienda que, si es necesario, demos razón de nuestra fe cristiana con valor e intrepidez conforme al ejemplo de Cristo y manteniéndonos fieles a las promesas del bautismo.

1. PROCLAMAD VUESTRA ESPERANZA (3/13-17).

a) Objeción fundamental (1Co_3:13).

13 Y ¿quién os hará daño, si os dedicáis al bien?

Una piedad auténtica, que vive de la esperanza, entraña ardiente celo por hacer el bien, un celo por practicar buenas obras, por realizar eso a que se acaba de exhortar (,12). Como siervos diligentes -somos, en efecto, «esclavos de Dios» (1Co_2:16)- debemos «buscar la paz y correr tras ella» (1Co_3:11), debemos esforzarnos «intensamente» por mostrar amor a los otros (1Co_1:22; d. 4,8), practicar la hospitalidad «sin murmuración» (4,9). Tal celo se convertirá en celos, en envidia mortal, si alguien que se esfuerza por caminar por el camino de Dios, olvida que todo obrar que parece ser propio sólo es posible gracias a los dones otorgados por Dios (cf. 4,11), si se olvida de que sólo trabaja con «talentos» que le han sido prestados por Dios (cf. Mat_25:15).

b) Estad dispuestos a mostraros valerosos (Mat_3:14-15).

14 Y si tuvierais que padecer por la justicia, bienaventurados vosotros.

El sufrimiento no es sólo un mal -a veces inevitable-, sino una magnífica oportunidad de vivir cristianamente. Aquí percibimos implícita- mente como una vibración de gozo, aunque sin olvidar que el sufrimiento no deja nunca de ser sufrimiento. Este gozo viene a parar en una sorprendente bienaventuranza. Sólo una vez vuelve a salir ya a plaza en esta carta la palabra «bienaventurados»: «Bienaventurados vosotros si sois ultrajados por el nombre de Cristo» (Mat_4:14). El mismo «bienaventurados» se repite nueve veces en el sermón de la montaña. Allí se concluye con la bienaventuranza de los que son perseguidos por la justicia. También aquí se deja sentir el júbilo de aquellos textos: «Bienaventurados los perseguidos por atenerse a lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos... Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos» (Mat_5:10.12a). Para Pedro es la paz inalterable el fruto más obvio de una vida de justicia (Mat_3:13). Sin embargo, todavía menciona un segundo fruto más valioso, a saber, el padecer persecución. Aquí irrumpe espléndidamente el espíritu de martirio de la carta, alimentado por una ve viva...

14b «No les tengáis ningún miedo, ni os estremezcáis. 15a Antes bien», en vuestro corazón, «tened por santo al Señor», a Cristo, ...

Pedro expresa sus pensamientos con palabras que le brotan de su familiaridad con el profeta Isaías. Sin embargo, en tres detalles aparentemente pequeños se desvía de su modelo. Estos proyectan luz sobre el modo y manera cómo el cristianismo primitivo leía la Sagrada Escritura meditándola, o sea sobre la lectura de la Escritura en la Iglesia primitiva. Pedro se basaba en un texto en el que el profeta exhorta a no preocuparse por el asalto de las huestes enemigas, sobre todo del rey de Asur: «No le tengáis miedo ni os estremezcáis. A Yahveh Sebaot habéis de temer, a él habéis de tener miedo» (Isa_8:12). En primer lugar san Pedro convierte el singular «le» (el rey de Asur) en plural «les». Con esto se traslada la cita de la Escritura del pasado al presente. Por razón de los versículos siguientes podemos entender que san Pedro se refiere a las instancias oficiales, a los jueces, o también a los sayones que aplicaban el tormento, que tan importante papel desempeñaban en la justicia romana.

En segundo lugar, el «Señor» es aquí Cristo. Todo lo que en el Antiguo Testamento se afirma de Yahveh, Señor de los ejércitos, se entiende como dicho del Dios uno y trino y de Cristo. Finalmente: en el texto del profeta se dice: «A él habéis de santificar, de él habéis de temer.» Mientras que allí aparece Dios como el tres veces santo (Isa_6:3) en una lejanía inaccesible que impone respeto, aquí se aproxima a la humanidad. «Puso su morada entre nosotros» (Joh_1:14). Así este Señor debe ser santificado y hasta adorado en forma completamente personal, en el propio corazón. En él hay que hallar la fuerza de comparecer sin temor, incluso ante los emperadores, como mártires, como testigos de la verdad.

15b ...siempre dispuestos a responder a cualquiera que os pida razón de vuestra esperanza.

En los interrogatorios no ha de ocultarse la fe con temor. Del cristianismo no sólo se puede pedir razón, sino que también se puede dar. Se puede mostrar que es cosa razonable vivir cristianamente. Esto no quiere decir que después de tal explicación también el otro haya de creer. Para esto sería necesaria además la gracia, la «visita» de Dios (2,12). Hay que dar razón, sobre todo, de la esperanza, porque ésta da sentido a la vida entera, a la presente y a la futura.

¿No es la esperanza en una vida eterna lo que las más de las veces se sustrae a toda motivación natural? Los apóstoles eran de otro parecer. Estaban convencidos de que quienquiera que no se deje llevar de prejuicios tiene que reconocer los argumentos que se pueden aducir en favor de la resurrección corporal de Cristo de entre los muertos. Ahora bien, si Cristo resucitó, ¿por qué ha de ser irracional el que sus seguidores vivan también en la esperanza de la resurrección? «Si nuestra esperanza en Cristo sólo es para esta vida, somos los más desgraciados de todos los hombres» (1Co_15:19).

c) Pero sin abandonar una actitud benévola (1Co_3:16).

16 Pero (hacedlo) con mansedumbre y respeto, teniendo buena conciencia. Así, los que difaman vuestra buena conducta en Cristo, quedarán confundidos por lo que hablan mal de vosotros.

También la comparecencia ante el juez es un quehacer misionero. Nunca, en tal circunstancia, se debe perder el respeto debido a los representantes del Estado (1Co_2:17). Más aún, hay que creer en el buen fondo de tales personas y mostrarles benevolencia. En efecto, también Cristo procedió así cuando dialogó con Poncio Pilato y, a pesar de su injusticia y sus respetos humanos, respondió con mansedumbre a sus preguntas y reparos 46. Todo el versículo hace pensar en los acontecimientos del pretorio de Jerusalén: fuera grita el pueblo que Jesús es un alborotador del pueblo y enemigo del emperador. Sin embargo, el sosiego y la soberana paciencia con que el acusado está ante los jueces es un argumento contra todas las mentiras de los acusadores. Los cristianos deben comparecer ante sus acusadores y jueces, en Cristo, es decir, como Cristo y en unión con él. Deben mirar a la vida y muerte de Cristo. Más aún, están incorporados al acontecimiento de Cristo. En ellos está Cristo nuevamente ante el juez.

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46.Cf. Joh_18:34 37; Joh_19:11.

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d) Recapitulación: La voluntad de Dios (Joh_3:17).

17 Pues mejor es padecer haciendo el bien, si así lo quiere la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

El que de veras pone empeño en vivir cristianamente quiere también hacerse semejante a Cristo en dar como él una respuesta afirmativa a la voluntad del Padre. Con gran tacto da Pedro a entender cuánta comprensión tiene de las dificultades y aflicciones que una persecución acarrea a las comunidades cristianas. Se le ve hasta forcejear por hallar una forma apropiada para indicar, con la mayor suavidad posible, esta posibilidad de pruebas enviadas por Dios, con la que hay que contar. Sabe muy bien que este deseo de Dios de que sigamos el camino doloroso de Cristo a la cruz, no es siempre fácil de cumplir. Y sin embargo, precisamente en el hecho de ser esta la voluntad y deseo del Padre se ha de hallar la más profunda consolación de los cristianos afligidos por las pruebas. Sufrir persecución por la justicia conforme a la voluntad de Dios es algo distinto de comparecer en juicio por algún delito. Pedro sabe que con frecuencia la prueba más grave consiste en verse uno equiparado con los criminales en la opinión pública y en ser estigmatizado como enemigo del pueblo. Y con todo, hay que aprovechar también esta situación para predicar a Cristo (Joh_3:15b). Pero el consuelo y la fuerza lo hallarán los cristianos en esta convicción: Nada sucede sin la voluntad del Padre.

2. RAZONES: EL EJEMPLO DE CRISTO Y LAS PROMESAS DEL BAUTISMO (Joh_3:1 8-22).

a) Ejemplo de Cristo, víctima por el pecado (3/18).

18 Porque también Cristo murió una vez para siempre por los pecados, justo por injustos, para llevaros a Dios.

Una vez más (como en 2,21-25) se pinta la imagen del Crucificado con los colores del profeta Isaías. La muerte del Señor en la cruz fue un sacrificio por el pecado: «Es que quiso quebrantarle Yahveh con padecimientos. Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, tendrá descendencia y vivirá largos días» (Isa_53:10).

Como Cristo, también sus discípulos, que quizá en un futuro próximo tengan que comparecer como acusados ante el juez y oír su sentencia de condenación, deben estar dispuesto a poner su vida en la balanza de la justicia divina como víctimas por el pecado, por las injusticias de los otros... Así, también ellos llevarán hombres a Dios o- con las palabras de Isaías- «tendrán descendencia».

18b Entregado a la muerte según la carne, fue vivificado según el espíritu.

Una vez más se muestra un aspecto de la pasión de Cristo, que tiene que decir algo a los cristianos que deben contar con la posibilidad de ser condenados a muerte: precisamente en la muerte comenzó la mayor actividad de Cristo. El cuerpo temblaba, se debilitó y se extinguió.

Sin embargo, en el reino de Dios, este ajusticiado en la tierra comenzó a actuar y a «atraer a todos hacia sí» (Joh_12:32). También los cristianos que en Asia Menor se preocupan pensando quién asumirá sus tareas si por su actitud sin compromiso llegan a ser eliminados, han de saber que entonces actuarán todavía más, que con la muerte comienza para ellos una vida en el espíritu. La Iglesia primitiva sabía por experiencia de ese poder que dimana de los hombres que mueren en Cristo. Personas que murieron de esta manera convirtieron con frecuencia a otros que anteriormente eran completamente inaccesibles.

b) El ejemplo de Cristo predica en el martirio (3/19-20).

19 Y por él fue a predicar a los espíritus que estaban en la cárcel.

La actividad llena de vida de Jesús, que comenzó con su muerte y puede así ser modelo para los mártires, se explica por el anuncio de su muerte victoriosa a los espíritus que estaban en la cárcel. Según la convicción de los primeros cristianos, Cristo, en las horas que transcurrieron desde su muerte hasta su resurrección, ejerció su actividad en el reino de los muertos 47. Lo que sucedió en aquel intervalo de tiempo lo describe san Pedro con imágenes tomadas de las representaciones del judaísmo tardío. La «cárcel» es un lugar que se ha de entender algo así como en el interior de la tierra, donde los espíritus caídos están encadenados: un lugar de castigo y de horror. El libro de Henoc habla también de un encargo que recibió el mismo Henoc: «Henoc, escritor de la justicia, ve, predica a los guardianes (caídos) del cielo...» Cristo descendió a este lugar para dar noticia de sí y de su muerte, sin que de este pasaje resulte claro si para la salvación o para la condenación de sus moradores. Con esta imagen parece expresarse una doble verdad: la acción salvífica del Señor fue un hecho que abarcaba todos los ámbitos del mundo, que realizaba el juicio y la gracia de Dios. Y luego: Cristo es el testigo fiel, el mártir que tras su acción salvífica dio noticia de ella a todos los seres, incluso a los que tenían sentimientos hostiles a Dios. De la misma manera será anunciado por nosotros en todo tiempo y en todo lugar.

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47. Cf. Mat_12:40; Act_2:24-27; Rom_10:7; Eph_4:8s.

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20a éstos en otro tiempo fueron desobedientes, cuando la paciencia de Dios daba largas, mientras en los días de Noé, ...

Todavía se desarrolla más esta idea de la predicación. Pedro pasa de los espíritus en general a determinados hombres desobedientes. Con esto se evocan dos épocas de la historia de la salvación, en las cuales aguarda cada vez la paciencia de Dios ante el juicio: el tiempo que precede al diluvio y los últimos tiempos, los tiempos cristianos. A estos dos períodos corresponden dos grupos de «desobedientes», a los que se predica. A la sazón del diluvio había gentes que comían, bebían y se entregaban a la lascivia, movidas por la maldad del mundo de los espíritus caídos. En los tiempos de los apóstoles son los representantes del Estado, paganos y contrarios a Dios, los que obedecen a las potencias satánicas como a verdaderas fuerzas motrices. Los cristianos tiemblan ante la idea de tener que comparecer ante tales jueces paganos (Eph_3:14bs). Ahora bien, la mirada a la historia pasada proyecta nueva luz sobre su situación. Pero el mundo racional está como entonces ante un juicio inminente (Eph_4:7.17). Todavía tienen muchos la posibilidad de conversión, pero a los temerosos de Dios les incumbe el deber de la predicación. En otro tiempo hizo esto Noé, «predicador de la justicia» (2Pe_2:5), luego Cristo, como verdadero Noé, y también como verdadero Henoc (2Pe_3:19).

También los cristianos tienen la tarea de pregonar la justicia de Dios con su fidelidad hasta la muerte. Aparentemente mira Dios con indiferencia su vida en justicia y en temor de Dios. En realidad, sin embargo, quiere, conforme a su designio inescrutable, dar todavía a más gentes la posibilidad de decidirse expresamente por él o contra él, y hasta casi forzarlos a tomar tal decisión (cf. 4,5).

20b ...se preparaba el arca, en la que pocos, o sea ocho personas, se salvaron a través del agua.

Todavía más claramente salta a la vista la semejanza de la figura con la realidad en que viven las comunidades cristianas. Entonces todo estaba bajo la amenaza de quedar aniquilado por las olas de la cólera divina. Pero también entonces se preparó un medio de salvación, un arca, una caja de madera. Las palabras indican discretamente que se trata de algo más que de referir un acontecimiento pasado. Así preparar significa un obrar conforme a un plan inteligente e ingenioso, y quiere decir algo más que fabricar. El mero carpintear se ha convertido en una preparación espiritual.

DIA-OCTAVO: Además, llama la atención que se cuente el número de los salvados, pues es evidente que el número ocho está lleno de significado. Como consumación de la semana de siete días, vino a ser este número el símbolo de una duración perpetua; en el cristianismo es el día octavo el día en que se recuerda la resurrección del Señor. El día octavo se practicaba la circuncisión, que era el estadio preparatorio del bautismo cristiano; las capillas bautismales del cristianismo primitivo se construían de forma octogonal. ARCA/CRUZ: Las palabras «a través del agua» hacen todavía más clara la alusión al bautismo. Noé se salvó a lo sumo del agua o sobre el agua. Sólo en consideración del bautismo se puede decir con razón que las almas se salvan a través del agua o por medio del agua. El agua es el medio salvador, por el cual se conduce a los cristianos al madero y se les señala el madero. De esta manera volvemos al «arca». Esta es aquí símbolo no sólo de la Iglesia, sino también del madero salvador de la cruz (cf. 2,24). Como Noé en el diluvio obedeciendo a Dios, se confió a aquel leño y se salvó, así también nuestra vida se asocia con el leño salvador de la cruz mediante el agua y la buena voluntad de obedecer...

c) Significado del bautismo (3/21).

21 Con ella se simboliza el bautismo que ahora os salva, el cual no consiste en quitar una impureza corporal, sino en un compromiso con Dios a una buena conciencia; y todo, por la resurrección de Jesucristo.

Lo que hasta aquí sólo se podía deducir de insinuaciones, lo formula Pedro ahora claramente. Lo que le interesa no son precisamente los acontecimientos de los tiempos de Noé, sino el hecho del bautismo. Lo que da la pauta no es la semejanza exterior que hay en el empleo del agua, sino la interior: en ambos casos se sometieron los hombres incondicionalmente a la obediencia a Dios. Se dice que el bautismo es, ante todo, un compromiso, un pacto concluido en presencia de Dios. En la carta a los Romanos se dice que el hombre adquiere una nueva relación de dependencia: Vosotros, «después de haber sido esclavos del pecado, os habéis sometido de corazón a la forma de doctrina a la que fuisteis entregados» (Rom_6:17).

Entre las obligaciones que asumen los cristianos en el bautismo se destaca la que es ahora más oportuna: su promesa de reconocer en todo la santa voluntad de Dios, de entregarse a ella y, consiguientemente, de someterse también a jueces de la tierra (cf. 3,16).

d) El ejemplo de Cristo triunfante (3/22).

22 él está a la diestra de Dios, después de subir al cielo, subordinados a él ángeles, potestades y virtudes.

En un principio se había mostrado a Cristo como aquel que se sometió a los jueces de la tierra, que fue voluntariamente a la muerte y que utilizó su muerte para pregonar la obra salvadora de Dios. Ahora surge su imagen como la del rey que impera, cuyo «escabel» lo forman enemigos sometidos (Sal 110[109],1). Ahora le están totalmente subordinados. Los subordinados se designan más en concreto con tres nombres. Pasajes análogos del Nuevo Testamento 48 muestran que los tres nombres han de entenderse en sentido hostil a Dios. La palabra «potestades» designa además, ante todo, a los representantes del poder político. En efecto, en la Sagrada Escritura se funden con frecuencia en una magnitud única poderes demoníacos invisibles y poderes políticos visibles. Ahora bien, los grandes de la tierra, sostenidos por el poder de Satán, son ante quienes ahora tiemblan los cristianos. Su consuelo consiste en que Cristo, desde su pascua, triunfa sobre estos poderes. Así estos versículos, que muestran al Señor como un modelo tan estimulante, acaban en el tono fundamental que se había dado ya desde un principio: «No les tengáis ningún miedo ni os estremezcáis» (3,14).

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48.Cf. Rom_8:38; 1Co_15:24; Eph_6:12; Col_2:15.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 3.

Deberes Mutuos de los Esposos, 3:1-7.
1 Asimismo, vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que, si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado sin palabras por la conducta de su mujer, 2 considerando vuestro respetuoso y honesto comportamiento. 3 Y vuestro ornato no ha de ser el exterior del rizado de los cabellos, del ataviarse con joyas de oro o el de la compostura de los vestidos, 4 sino el oculto en el corazón, que consiste en la incorrupción de un espíritu manso y tranquilo; ésa es la hermosura en la presencia de Dios. 5 Así es como en otro tiempo se adornaban las santas mujeres que esperaban en Dios, obedientes a sus maridos. 6 Como Sara, cuyas hijas habéis venido a ser vosotras, obedecía a Abraham y le llamaba señor, obrando el bien sin intimidación alguna. 7 Igualmente vosotros, maridos, tratadlas con discreción, como a vaso más frágil, honrándolas como a coherederas de la gracia de vida, para que nada impida vuestras oraciones.

El apóstol se preocupa también de la moral familiar. Quiere que la conducta de los esposos sea irreprensible. De este modo la buena conducta de la esposa podrá ganar al esposo que se muestra rebelde a la predicación evangélica. San Pedro supone que un cierto número de mujeres convertidas tenían maridos que eran todavía paganos y conservaban los prejuicios de los ambientes gentílicos contra el cristianismo. El apóstol quiere que traten de ganarlos a la fe mediante una vida santa y ejemplar! El ejemplo arrastra más que las palabras y las exhortaciones. Recuérdese si no el ejemplo de Santa Mónica, de la cual dice su hijo San Agustín: Sategit eum (maritum) lucrar i tibí loquens te illi moribus suis 2; y de tantas otras esposas cristianas que mediante una vida intachable lograron ganar sus esposos para Dios. La mujer ocupa ya en el cristianismo primitivo un puesto realmente preeminente, como no se conocía hasta entonces 3.
San Pedro recomienda a las esposas cristianas la sujeción amorosa, el espíritu de apostolado, la conducta casta y timorata, trazando de este modo las líneas fundamentales de la moral familiar 4.
También San Pablo inculca, en varias de sus epístolas 5, los deberes de los esposos cristianos. Sin embargo, San Pedro no se plantea el problema de la separación de los esposos en el caso de que constituyan un peligro para la fe del otro cónyuge 6, sino que se fija únicamente en los métodos suaves. Tal vez su propia experiencia7 le había enseñado el peligro de los medios violentos.
Pedro subraya la necesidad de la modestia en los adornos de la mujer cristiana. Con este motivo, el autor sagrado recuerda que las mujeres cristianas no han de complacerse en los refinamientos de la moda de entonces: no han de preocuparse por el rizado de los cabellos, ni por los adornos de oro puestos en la cabeza, en el cuello, en los brazos, en los dedos y hasta en las piernas; ni tampoco por los vestidos elegantes y bien ajustados (v.3). Ya Isaías flagelaba la poca modestia de las mujeres israelitas en la exhibición de sus adornos 8. El adorno que conviene sobre todo a la esposa cristiana es la belleza interior del carácter, que se manifiesta en una disposición no presuntuosa, sino serena (v.4), que agrada a Dios y a los hombres 9. Al adorno exterior y aparente opone San Pedro la hermosura interior, la realidad misma. La dulzura y la modestia son el más bello adorno de la mujer cristiana y contribuyen a la paz y al buen orden de la familia 10. Dios, que ve los corazones H y no juzga según las apariencias 12, considera de gran valor la vida abnegada y callada de la mujer cristiana 13.
El adorno interior es algo incorruptible y de inestimable precio delante de Dios. Con él fueron adornadas muchas mujeres del Antiguo Testamento, que son propuestas por Pedro como ejemplo a las esposas cristianas. Antiguamente, las mujeres santas practicaron la sumisión y la obediencia a sus maridos ayudadas y sostenidas por el pensamiento de agradar a Dios. Así lo hizo Sara, la cual llamaba a Abraham señor 14. Este título con el que la esposa hebrea se dirigía ordinariamente a su marido, en un matrimonio modelo, como el de Abraham y Sara, no era una pura fórmula, sino la expresión de la sumisión al marido, que ha de ser la virtud fundamental de la esposa cristiana.
La verdadera descendencia de Abraham y de Sara son los cristianos 15. Pero éstos no merecerán ser considerados hijos de Sara si no imitan sus virtudes 16, obrando el bien sin intimidación alguna (v.6). El autor sagrado debe de pensar, sin duda, en las amenazas con las que un marido pagano podía intimidar a su mujer 17. En la prueba, la mujer cristiana no ha de inquietarse por nada 18, antes bien ha de conservar la serenidad, preocupándose únicamente por hacer el bien y agradar a Dios.
Por lo que se refiere a los mandos, San Pedro les aconseja que cohabiten con sus esposas sabiamente (êáôÜ ãíþóéí), ï sea según las reglas de la sabiduría, de la prudencia y de la honestidad cristianas. Han de condescender con la natural debilidad física de las mujeres, tratándolas con respeto, con el honor debido a la compañera de la vida, y no como a simple objeto de placer (v.7). Porque también las mujeres son coherederas de la gracia de vida, es decir, del don gratuito de la fe y de la vida de la gracia. Cristo, al llamar a todos los hombres a la vida de la gracia y de la gloria, no ha hecho distinción alguna entre ambos sexos. Por eso, en el orden de la gracia, la mujer es igual, e incluso puede ser superior, al hombre, porque participa de la misma fe, de los mismos sacramentos y tiene derecho a la misma herencia. De este modo, la mujer es ennoblecida, preparando así su justa emancipación en el cuadro respetado de la autoridad marital. Es necesario respetar la paz y la moral familiar para que Dios escuche las oraciones de los esposos. Si falta la cohabitación comprensiva de los casados, faltará la moral familiar; y sin ésta, las oraciones perderán su eficacia 19.
La situación que el autor sagrado tiene ante la vista no es ya la de los maridos paganos (v.1-3), sino la de los esposos cristianos. La exhortación dirigida a éstos parece indicar que normalmente tenían esposas cristianas.
De los deberes de los cónyuges también trata San Pablo en varias de sus cartas 20.



Deberes de caridad fraterna, 3:8-12.
8 Finalmente, todos tengan un mismo sentir, sean compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes, 9 no devolviendo mal por mal, ni ultraje por ultraje; al contrario, bendiciendo, que para esto hemos sido llamados, para ser herederos de la bendición: 10 Pues quien quisiere amar la vida y ver días dichosos, cohiba su lengua del mal y sus labios de haber engañado. 11 Apártese del mal y obre el bien, busque la paz y sígala, 12 que los ojos del Señor miran a los justos, y sus oídos a sus oraciones, pero el rostro del Señor está contra los que obran el mal.

Estas instrucciones van dirigidas a todos los cristianos. Todos deben inspirar su conducta en el Evangelio. Han de tener todos un mismo sentir (Vulgata: unánimes), es decir, un solo corazón y una sola alma, como hacían los primeros cristianos 21. Han de ser compasivos, estando dispuestos a participar de las penas y de las alegrías ajenas 22; fraternales con los miembros de la Iglesia 23, misericordiosos 24 y humildes en sus relaciones con los demás 25.
San Pablo también habla de las características de la caridad en la 1Co_13:4-7. Los cristianos han de practicar la caridad con todos los hombres, incluso con los enemigos y calumniadores. Por eso, en lugar de volver mal por mal, hay que desear el bien a nuestros enemigos. Tal fue la consigna que Jesús dio a sus seguidores: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. 26 Para ejercitar esta caridad heroica fueron llamados los cristianos, a fin que, perdonando y bendiciendo, obtengan como herencia la bendición del Padre celestial. El que ha sido llamado misericordiosamente a recibir una bendición, no debe maldecir, sino hacer bien a los que le maldigan.
En los v.10-12 el autor sagrado aduce el motivo por el cual los cristianos han de llevar a la práctica las recomendaciones de los versículos precedentes. Una cita del Sal_34:13-17 (según los LXX) recuerda a los fieles que una vida santa es el mejor título para que el Señor les escuche y los bendiga. Dios no se olvida del hombre que gobierna su lengua y obra el bien, sino que le concederá una vida pacífica y dichosa, y escuchará sus plegarias. En el salmo 34 se habla de la vida terrena; pero San Pedro aplica las palabras del salmista a la vida eterna, sublimándolas a la esfera de lo celeste.



Comportamiento del cristiano en el sufrimiento,Sal_3:13-17.
13 ¿Y quién os hará mal si fuereis celosos promovedores del bien? l4 Y si, con todo, padeciereis por la justicia, bienaventurados vosotros. No los temáis ni os turbéis, 15 antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; 16 pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; 17 que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

Los que obran el bien pueden contar con la protección divina y todo lo que sufran por la fe les será recompensado con creces 27. De ahí que los promotores del bien no deben temer a nadie: ni a Dios ni a los hombres. Porque para quien ama a Dios todo coopera al bien. 28 Õ si los cristianos tienen que sufrir persecución por la virtud o por la religión que han abrazado, han de considerarse dichosos, porque entonces entran a formar parte de aquellos a los cuales pertenece el reino de los cielos. 29 Así lo ha prometido Jesús en el sermón de la Montaña y lo han repetido los apóstoles 30.
Aunque los destinatarios de la 1 Pe viven en medio de un mundo pagano y están expuestos a las calumnias 31, nada hay en la epístola que indique que ya nos encontramos en la época de las persecuciones.
San Pedro exhorta a los fieles a no temer a los perseguidores con los mismos términos que Yahvé dirigiera al profeta Isaías para animarlo a no temer las amenazas del rey Ajaz y del pueblo israelita 32. También Jesucristo recomendaba a sus discípulos: No se turbe vuestro corazón ni se intimide 33. El cristiano no ha de temer, sino más bien santificar y glorificar en su corazón a Cristo Señor (v.15), tributándole un culto interno y sincero. Esto nos recuerda la primera petición del Padrenuestro: santificado sea tu nombre. 34 En la cita que hace San Pedro de Isa_8:7-13 se atribuye a Cristo el título de Señor (êýñéïò en los LXX), que es dado en el texto del profeta a Yahvé. De este modo, el apóstol sitúa en el mismo plano de la divinidad a Yahvé y a Jesucristo, reconociendo claramente la divinidad de este último.
A continuación, Pedro exhorta a los fieles al estudio de la doctrina cristiana para que puedan defenderla tanto ante oyentes benévolos como ante adversarios. La mejor manera de estar prontos para justificar su fe es viviendo esa fe. Porque los fieles que viven su fe están siempre dispuestos a defenderla en todas partes, incluso ante los tribunales 35, y, si es necesario, con su propia sangre. San Pedro gusta hablar de la esperanza cristiana, caracterizando la fe o la religión como esperanza 36. Jesucristo había prometido a sus discípulos una asistencia especial del Espíritu Santo para que pudieran responder como convenía ante los tribunales 37. Sostenidos por la gracia del Espíritu Santo, los cristianos han de estar siempre prontos a comparecer ante los jueces e incluso a dar razón de su fe ante cualquiera que les pida razón de ella. Pero a condición de que se comporten en su defensa con mansedumbre y respeto, sin altanería y autosuficiencia 38. Sin embargo, han de hacerlo con plena conciencia de que dicen la verdad. De este modo, su conducta recta y su perfecta inocencia constituirán la respuesta victoriosa a las calumnias formuladas contra los cristianos (v.16). Llegarán a convencerse de que eran mentiras las calumnias lanzadas contra los fieles.
Las Actas de los mártires están llenas de respuestas sencillas y conmovedoras, pero francas y categóricas, hechas por personas sin ninguna instrucción pero firmemente persuadidas de su fe 39.
El sufrimiento tiene en el cristiano un valor y un sentido que no tiene en el impío. La justicia divina y humana exigen que el delito sea expiado. Pero los cristianos deben estar dispuestos a sufrir incluso sin culpa (v.17), imitando a Jesús, nuestro modelo (v. 18-22). Porque la resignación a la voluntad divina hacen fácil y meritorio el sufrimiento soportado, incluso injustamente, por amor de Dios.




La Resurrección de Cristo y su Descenso a los Infiernos, 3:18-4:6.
S an Pedro continúa exponiendo la idea del sufrimiento y de su sentido salvador en Jesucristo. La mención que hace de la muerte y resurrección de Cristo le lleva a una digresión dogmática sobre el descenso de Jesús a los infiernos (v.18), sobre el sentido típico del diluvio (v.20), sobre la ascensión de Cristo y la subordinación a El de todos los espíritus, tanto buenos como malos (v.22). Esta digresión dogmática dará motivo al apóstol para una nueva exhortación a la imitación de Jesucristo (4:1).

18 Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu 19 y en él fue a pregonar a los espíritus que estaban en la prisión, 20 incrédulos en otro tiempo, cuando en los días de Noé los esperaba la paciencia de Dios, mientras se fabricaba el arca, en la cual pocos, esto es, ocho personas, se salvaron por el agua. 21 Esta os salva ahora a vosotros, como antitipo, en el bautismo, no quitando la suciedad de la carne, sino demandando a Dios una buena conciencia por la resurrección de Jesucristo, 22 que, una vez sometidos a El los ángeles, las potestades y las virtudes, subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios. 21 Puesto que Cristo padeció en la carne, armaos también del mismo pensamiento de que quien padeció en la carne ha roto con el pecado, 2 para vivir el resto del tiempo no en codicias humanas, sino en la voluntad de Dios. 3 Basta ya de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles, viviendo en desenfreno, en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías. 4 Ahora, extrañados de que no concurráis a su desenfrenada liviandad, os insultan; 5 pero tendrán que dar cuenta al que está pronto para juzgar a vivos y a muertos. 6 Que por esto fue anunciado el Evangelio a los muertos, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en el espíritu según Dios.

En los í.18-22 aduce el autor sagrado el ejemplo de Cristo, el cual, siendo inocente, ha padecido y ha muerto para expiar por nuestros pecados40. La pasión y muerte de Cristo han de servir de estímulo a los cristianos cuando sean perseguidos injustamente. Jesucristo murió una vez por los pecados (v.18) de los hombres, para dar a Dios, ofendido, la satisfacción conveniente. El sacrificio de Jesucristo es único, porque es perfecto y de valor infinito, a diferencia de los sacrificios antiguos, que por su imperfección debían ser repetidos. El Nuevo Testamento insiste en esta unicidad de la muerte y de la resurrección de Cristo41. La razón de esta insistencia se ha de buscar en la idea de que el sacrificio de Cristo era absolutamente suficiente, en oposición a la insuficiencia de los sacrificios del Antiguo Testamento, que necesitaban repetirse continuamente.
San Pedro llama a Jesús el justo. Es una apelación que los cristianos adoptaron probablemente bajo la influencia de Isa_53:11 ya desde los primeros años de la Iglesia42.
El efecto de la muerte redentora del Señor fue el llevarnos a Dios (Vulgata: ut nos offerret Deo), es decir, acercarnos a Dios, del cual nos habíamos alejado por el pecado43. Cristo murió en su carne mortal sobre el madero de la cruz, pero resucitó glorioso cuando su alma glorificada se unió a su cuerpo, al cual comunicó la gloria de que ella estaba inundada44. En esa misma alma45 humana, ya gloriosa, unida a la divinidad, pero separada del cuerpo muerto, que todavía seguía en el sepulcro, Cristo descendió a los infiernos a predicar la buena nueva de su resurrección.
El texto griego, en lugar de infierno, tiene öõëáêÞ = cárcel. Esta cárcel era llamada seol por los hebreos, es decir, un lugar tenebroso adonde iban las almas de todos, buenos y malos, después de la muerte. Posteriormente, la teología rabínica distinguió en el seol dos partes: una estaba reservada a los condenados, para los cuales no había esperanza de redención; la otra estaba destinada a los justos que esperaban la venida del Redentor, y era llamada limbo o seno de Abraham. Sería a esta segunda parte a la que descendió Cristo inmediatamente después de su muerte y antes de su resurrección para anunciar a los justos la liberación (v.19)·
El sentido del verbo griego êçñýóóåé í = predicar, es indicado por el contexto general, que trata de la misericordia de Dios y de los efectos de la redención. La predicación tuvo que ser, por lo tanto, el anuncio de una buena nueva. La hipótesis de una predicación condenatoria estaría en contra del espíritu del pasaje. Además, êçñýóóåév, en el Nuevo Testamento, se emplea siempre para designar la predicación de una buena nueva. Es aquí, por consiguiente, el equivalente de åýáããåëßæåó3áé46.
Los espíritus que estaban en la prisión son las almas de los justos, muertos antes de la venida de Cristo al mundo. Hay bastantes autores, sobre todo de tendencia racionalista47, que ven en esos espíritus a los ángeles caídos, que el Libro de Henoc identifica con los hijos de Dios de que nos habla el libro del Génesis48. Sin embargo, parece mucho más probable que aquí se trata de las almas separadas de los difuntos y no de los ángeles caídos, pues en el v.20 se dice que esos espíritus son los incrédulos cuando se fabricaba el arca en tiempo de Noé. Ahora bien, a los ángeles caídos no se predicó 49, pues su caída es anterior a la fabricación del arca.
Entre los habitantes del seno de Abraham, a los cuales también Cristo predicó la buena nueva, el apóstol distingue especialmente a los contemporáneos de Noé (v.20), no para excluir a los demás, sino para mejor hacer resaltar la eficacia de la muerte redentora de Jesús, que alcanzó incluso a aquellos que en otro tiempo fueron considerados como grandes pecadores y provocaron la mayor catástrofe, o sea el mayor castigo de Dios sobre el mundo. Se trata de los contemporáneos de Noé, que primeramente, es decir, cuando Noé fabricaba el arca, habían sido incrédulos a sus exhortaciones al arrepentimiento y a la penitencia cuando la paciencia de Dios esperaba su conversión (v.20) Pero después, cuando se desencadenó el diluvio que confirmaba las palabras de Noé, al ver que no tenían ninguna posibilidad de librarse, se arrepintieron, y antes de morir pidieron a Dios perdón, y lo obtuvieron, aceptando la muerte como expiación por sus pecados 50.
La imagen del arca transportada por las aguas, en la cual se salvó Noé y su familia, sugiere a San Pedro un paralelismo con el bautismo cristiano, que salva al neófito pasando por el agua. El agua que fue motivo de ruina para muchos, fue al mismo tiempo el medio que Dios empleó para salvar a Noé y a los suyos. En el agua del diluvio ve el apóstol un tipo del agua del bautismo, que salva a los que la reciben. El pensamiento del autor sagrado se precisará más en el v.21.




Descenso de Cristo a los Infiernos.
El hecho del descenso de Cristo a los infiernos es un dogma de fe que se encuentra en los símbolos 51 y es enseñado por la Iglesia Ortodoxa.
La tradición eclesiástica ha visto siempre en el texto de la 1Pe_3:19-20 la enseñanza de este dogma. Cristo habría descendido al infierno en el triduo posterior a su muerte y antes de resucitar. Los intérpretes cristianos más antiguos entienden por infierno (öõëáêÞ = cárcel) aquella parte del seol en donde se encontraban las almas de los justos del Antiguo Testamento, llamada en el Nuevo Testamento seno de Abraham53 y, posteriormente, limbo de los santos padres 54. San Agustín, sin embargo, dio una explicación más bien espiritual del descenso de Cristo a los infiernos. Según este Padre, Cristo preexistente in spiritu habría intervenido por intermedio de Noé para predicar a los contemporáneos del diluvio la verdad que los había de librar de la prisión, o sea de las tinieblas de la ignorancia y del pecado 55. Esta opinión de San Agustín influyó de manera decisiva sobre los escritores de la Iglesia latina. La Iglesia oriental, por el contrario, continuó viendo en el texto de la 1 Pe la enseñanza del descenso de Cristo al infierno 57. El cardenal Cayetano fue el primero en oponerse a la opinión de San Agustín, enseñando que Cristo, con su alma separada del cuerpo, descendió a los infiernos, en el triduo anterior a su resurrección, para anunciar a las almas de los contemporáneos de Noé, arrepentidos antes de morir, el mensaje de su liberación. Esta explicación fue adoptada y divulgada por San Roberto Belarmino, convirtiéndose en la sentencia común entre los teólogos católicos modernos 58. Por eso, dice G. Philips: De todas las disertaciones de la teología católica, se deduce claramente que el alma de Cristo, separada de su cuerpo, pero siempre unida a su persona divina, descendió a los infiernos como verdadero triunfador, no para predicar una salud tardía y suprema, sino para abrir a los justos reunidos en el seno de Abraham el acceso a la felicidad del cielo. De este modo, el descenso al reino de los muertos constituye un complemento real de la redención. Es la aplicación de los méritos del sacrificio expiatorio a todos aquellos que ya se encontraban preparados para gozar de ellos inmediatamente, es decir, todos los elegidos del Antiguo Testamento.59
Toda la tradición cristiana pone de relieve, de un modo muy especial, el carácter salvífico y misericordioso del descenso de Cristo a los infiernos. No descendió para intimar a los malvados la condenación eterna, sino más bien para anunciar a los justos del Antiguo Testamento la buena nueva de la liberación. No fue a llevarles, como piensan algunos (Petavio, Tobac), los dones del Espíritu Santo, que dan acceso al cielo y que no poseían los justos del Antiguo Testamento. Porque, según la opinión más común entre los teólogos, los justos del Antiguo Testamento eran ya hijos adoptivos de Dios y poseían la gracia santificante, aunque en modo menos abundante que en el Nuevo Testamento60. Tampoco es admisible la opinión de algunos autores, que ven en la expresión åí ö êáé el nombre de ¸íþ÷ (J. Cramer, Rendel-Harris); y atribuyen a Henoc el descenso a los infiernos. Por todo el contexto se ve claramente que el sujeto es Cristo y no Henoc61. Para otros autores, Cristo habría ido al infierno a predicar la conversión a los condenados. Con este motivo, Jesucristo habría cumplido la apocatastasis, o sea la restauración de todo, llevando consigo al cielo a todos, buenos y malos. En el infierno sólo habrían quedado los demonios 62. Esta teoría antigua está condenada.
En el v.21 de la 1 Pe el autor sagrado precisa más su pensamiento. Las ocho personas que fueron salvadas por medio del agua del diluvio son una figura de los que son salvados por medio del agua del bautismo. Como en tiempo de Noé no hubo salvación fuera del arca, así fuera de la Iglesia tampoco hay salvación. Pero en el caso del diluvio se trata de la salvación de la vida física; en el bautismo se trata de la vida sobrenatural de la gracia. El agua del diluvio, que permitió a algunas personas salvarse, simboliza la economía de la Antigua Ley, cuyas prescripciones rituales sólo conferían una purificación puramente exterior y carnal. El bautismo cristiano, en cambio, obtiene la regeneración del alma. El rito mismo del bautismo es una petición el mismo neófito la formulaba en el momento de bautizarse hecha a Dios para obtener una buena conciencia, libre de todo pecado 63. Su eficacia proviene de la resurrección de Jesucristo, con quien los cristianos fueron sepultados en el bautismo y han resucitado a una nueva vida 64. Cristo resucitó dice San Pablo para nuestra justificación.65 Además, la vida que recibe el cristiano en el bautismo es una participación de aquella vida que tuvo Cristo después de su resurrección.
El bautismo cristiano es el antitipo del agua del diluvio, que era el túttos imperfecto en el Antiguo Testamento de la nueva realidad del bautismo de Cristo. El agua del diluvio prefiguraba de una manera imperfecta el bautismo en la economía actual de la salvación 66.
El apóstol, después de haber hablado de los diversos aspectos de la redención de Cristo (v. 18.19.21), termina describiendo su glorificación definitiva, que comprende la ascensión, la sesión a la diestra de Dios y la sujeción de los espíritus celestes. San Pablo, en su epístola a los Efesios 67, tiene un texto paralelo, que algunos autores consideran como la fuente del pasaje de San Pedro. Sin embargo, la dependencia es muy dudosa. Es mejor pensar que ambos apóstoles se inspiran en la catequesis primitiva y en el símbolo de la fe cristiana, en donde se encuentran frecuentemente las mismas alusiones68. San Pedro enseña que Cristo glorificado es superior a todas las jerarquías angélicas, comprendidas incluso las de los ángeles caídos. El es Señor universal de todas las criaturas 69.

1 Cf. 1Co_7:135. 2 Cf. San Agustín, Confesiones 9:9:19: PL 32:772. 3 Cf. F. Blanke-f. J. Leenhardt, Die Stellung der Frau im í. T. und in der alten Kir-che (Zürich 1949); P. Ketter, Cristo y la Mujer (Madrid 1945). 4 De Ambroggi, o.c. p.126. 5 Cf. Efe_5:22-24; 1Ti_2:9-15; Tit_2:4-5. 6 1Co_7:12-17. 7 Mat_26:3335.518. 8 Isa_3:18-24; cf. 1Ti_2:9-10. Véase también Testamento de los XII Patriarcas: Rubén 5:5; Juvenal, Sátiras 6:487-507. 9 El griego del comienzo del v.4, dice (lit): el hombre oculto del corazón, es decir, la vida interior que adorna la virtud. La expresión hombre oculto del corazón corresponde a la frase paulina hombre interior (Rom_7:22s). 10 M. Sales, o.c. p-543. 11 Rom 8:27; 1Co_4:5. 12 1Sa_16:7. 13 Me 14:3. 14 Gen_18:12 : 'adonai = señor mío. 15 Gáls,7ss. 16 Jn8:39- 17 Cf. San Justino, Apología II 2; Tertuliano, Ad uxorem 2:5. 18 Cf. Pro_3:25. 19 1Co_7:5. 20 Rom_7:2-3; 1Co_7:1-15; Efe_5:22-33; Col_3:18-19; 1Ti_2:9-12; Tit_2:3-5. 21 Hec_4:32; cf. Jua_17:21-23; Rom_12:16. 22 Rom 12:15; 1Co_12:26. 23 1Pe_1:22; cf. Jua_13:34; Rom_13:8. 24 La expresión griega significa tener buen corazón; cf. Efe_4:32. La Vulgata añade: modesti, que no se encuentra en el griego. 25 Humilde, en el griego literario, tiene ordinariamente el sentido peyorativo de abyecto, despreciable, etc. En cambio, San Pedro da a estos términos un sentido mucho más elevado, les da un sentido cristiano. 26 Mat_5:44; Lev_6:28; cf. Rom_12:14; 1Co_4:125. 27 Mat_5:10-12. 28 Rom g,28. 29 Mat_5:10. A propósito de ésta y otras bienaventuranzas que se encuentran en el í. Ô., cf. S. Bartina, Los macarismos del Nuevo Testamento: EstEcl 34 (1960) 57-88. 30 Mat_5:10-12; Rom_8:18; Stg_1:12. 31 1Pe_2:12.15. 32 is 8,12s. 33Jn_1:14 :27; cf. Mat_10:28; Rom_8:18. En la Patrología orientalis (Rom_19:5755) se cita cierto Agraphon, en el cual dice Jesús a Juan: Si de crimine aliquo quispiam homo te arguat falso, magis etiam magisque Deo gratias age; in libro enim vitae tuae calumnia eius adiungetur meritis tuis teipso ne cogitante quidem. 34 Mat_6:9; Lev_11:2. 35 Las expresiones áðïëïãßá = respuesta, justificación, y áßôåÀí ëüãïí = pedir razón, se emplean principalmente tratándose de procesos ante tribunales. 36 1Pe_1:3.13.21; 1Pe_3:5.15. 37 Mat_10:19; Le 12,lis. 38 San Pedro sabía, por la experiencia amarga de su negación de Cristo (Mar_14:29-31. 66-72), a dónde puede llevar la presunción. Por eso exhorta a dar razón de su fe con dulzura y temor. 39 De Ambroggi, o.c. p.131; F. Ogara: 40 17 (1937) 161-165. 41 Pe 2:21; cf. Ley 5:7; 6:23; 14:19. 42 Cf. Hec_3:14; Hec_7:52; 43 22:14. 44 Rom_1:4; 1Ti_3:16; Heb_9:14. Pero parece más probable entenderlo en el sentido de alma. En este caso se explicará más fácilmente el pasaje en el que se habla del descenso de Cristo a los infiernos (v.19-20). 45 La expresión åí ö es entendida por algunos autores en sentido adverbial, y traducida: porque (Boatti), o bien en efecto, por consiguiente (cf. 1Pe_4:4). Sin embargo, el contexto y el sentido obvio exige que sea unida con el ðíåøìáôé que precede. Cf. De Ambroggi, o.c. p.133. 46 A propósito del descenso de Cristo a los infiernos, véanse Tomás, Suma Teológica 3 q.52; K. Gachwind, Ole Niederfahrt Christi in die Unterwelt: Ntl. Abh. (Münster in W. 1911); A. Vitti, Descensus Christi ad inferos: VD 7 (1927) 111-118.138-144.171-181; J. chaine, Deséente du Christ dans l'enfer (1Pe_3:19)'· DBS 2 (1934) 418-428; Tricot." DTC 12 (1935) 1767-71- 47 F. Spitta, Christi Predigt an die Geister (Gottingen 1890) y otros, como R. Knopf, F. Hauck, B. Reicke, K. Gachwind, J. Jeremías, E. G. Selwyn. 48 Gen 6:2s. 49 El Libro de Henoc 13,iss, dice que a los ángeles caídos se les conminó únicamente la sentencia condenatoria. En cambio, por la 2Pe_2:5 vemos que existía la tradición de una predicación de Noé a sus contemporáneos. 50 El adverbio ðüôå, que la Vulgata traduce por aliquando, podría también traducirse por prius ( == primeramente), contrapuesto a un postea (= más tarde) sobrentendido. Els entido ería: primeramente fueron incrédulos; más tarde, poco antes de morir, creyeron y se arrepintieron. Cf. De Ambroggi, o.c. p.134. 51 D6. 52 0429. 53 Lev_16:22-23. 54 Así lo entienden.el Pastor de Hermas, Sim. 9:16; Clem. Alej. Strom. 5:1:5: PL 9:268; San Atanasio, Ad Epictetum; PG 26:1050; San Hilario, In Psalmum 118: PL 9:5725; San Epifanio, Haer. 20: PG 41:275; Rufino, Comment. in Symbol 28: PL 21:364; San Jerónimo, In Isaiam 54:9:10: PL 24:540. 55 Epist. 164 ad Evodiwn: PL 33:709-713. 56 Cf. San Beda Ven.: PL 93:58; Glossa: PL 114:686; Tomás, Suma Teol 3 q.52 a.2 ad 3. 57 Cf. San J. Damasceno, Deflde orthodoxa 3:29: PG 94:1101; Ecumenio: PG 119:557; Teofilacto: PG 125:1232. 58 Baste con ver J. Chaine, Descente du Christ dans l'enfer: DBS 2:415-423; A. M. vit-ti, Descensus Christi ad inferas: VD 7 (1927) p.n6; De Ambroggi, o.c. ñ.é 59 La deséente du Christ aux enfers: Rev. Eccl. de Liége (1932-1933) 286. 60 Cf. P. Bonnetain, Grdce: DBS 2:701-1319; G. Philips sigue la opinión de Petavio V Tobac: ver G. philips, La gráce des justes dans l'A. T.: EThL 24 (1948) 23-58. 61 Cf. A. M. Vitti, Descensus Christi ad inferas iuxta apocryphos: VD 7 (1927) 138-144. 62 Así San Cirilo Alej., Hom. Pasch. 7: PG 72:552. 63 Cf. E. M. Boismard, Une liturgie baptismale dans la i Pe: RB 63 (1956) 182-208. 64 Rom_6:3-11. 65 Rom_4:25. 66 Rom_5:14; 1Co_10:6. El descenso de Cristo a los infiernos tiene una gran importancia en la tipología bautismal, pues la tradición cristiana posterior ve en el bautismo una prefiguración de la bajada de Cristo a los infiernos. Cf. P. Lundberg, La typologie baptismale dans l'ancienne église (Upsala 1942) p.64-74; O. rouseau, La deséente aux enfers fondement soté-riologique du baptéme chrétien: RSR 40 (1951-52) 273-297. 67 Efe_1:20-22. 68 Cf. Col_1:18; Col_2:10. 69 Flp_2:10. Respecto de la ascensión, véase V. Larrañaga, La ascensión de N. Señor en el í, Ô. (Roma 1938). La frase de la Vulgata: Deglutiens mortem ut vitae aeternae heredes efficeremur, falta en los cód. griegos y en algunos latinos. Se lee en San Agustín y en Dídimo. Es una glosa de origen latino.


Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



16 3,1 algunos que no creen en la palabra: Las mujeres cristianas todavía pueden alber(-)gar la esperanza de ganarse a sus maridos pa(-)ganos, no mediante la predicación, sino me(-)diante el buen ejemplo. 2. conducta casta y respetuosa: Lit., «conducta casta con temor (de Dios)». 3. vuestro adorno: cf. 1 Tim 2,9. 4. la persona oculta del corazón: «Persona» tradu(-)ce anthrópos, «ser humano». (Cf. el «hombre interior» en Rom 7,22; 2 Cor 4,16; Ef 3,16). 6. Sara: La madre de Israel (cf. Is 51,2). llamán(-)dole señor: En Gn 18,12, el título «señor» es meramente convencional, pero la tradición ju(-)día lo interpretó como una indicación de la obediencia de Sara a Abrahán. 7. en la vida co(-)mún sed considerados: El marido no ha de ejercer los derechos absolutos que le concedía la sociedad pagana, sino actuar con amor comprensivo (cf. 1 Tes 4,4-5; Ef 5,25). tributad honor a la mujer, que es el sexo débil: Esta acti(-)tud es fiel reflejo del sistema patriarcal del mundo antiguo, según el cual a las mujeres, por el hecho de ser débiles, se les otorgaba un honor especial (cf. 1 Cor 12,22-23). coherede(-)ras de la gracia de vida: Este concepto contri(-)buyó a transformar el matrimonio dentro de la sociedad cristiana (cf. Gál 3,28). vuestras oraciones no encuentren obstáculo: Las rela(-)ciones maritales propiamente dichas no se pueden separar de la relación con Dios expre(-)sada en la oración.

17 (C) Sobre todo, amor y humildad (3,8-12). 8. unánimes...: En el texto gr., cinco adj. sintetizan el ideal tradicional de la vida co(-)munitaria cristiana. 9. no devolváis mal por mal: cf. Rom 12,17; 1 Tes 5,15; 1 Cor 4,12. ben(-)decid: El vb. significa en este caso «invocad la bendición de Dios», pues habéis sido llamados a heredar la bendición: Los cristianos son los he(-)rederos de las bendiciones del AT (cf. Gn 27,29;49,25-26).
10-12. Sal 34,13-17 (LXX, con lige(-)ros cambios). Los términos «paz», «vida», «días felices», reciben un significado más profundo en cuanto realidades de la existencia cristiana.

18 (IV) Tercera parte: el cristiano y la persecución (3,13-5,11). Tras algunas vagas referencias iniciales a la persecución (1,6-7;2,12.15.19-20; 3,9), el autor pasa ahora a tratar explícitamente el tema.

(A) El enfoque cristiano de la persecu(-)ción (3,13-4,11).
(a) Confianza en medio de la persecución (3,13-17). 13. ¿quién os hará mal?: El «mal» en este caso es el debilitamiento o pérdida de la fe cristiana. 14. si tuviérais que sufrir: El «si» no da a entender que la posibilidad de sufrir sea remota; es más bien una introducción suave a un tema doloroso, dichosos: cf. Mt 5,10-11. 15. reverenciad a Cristo como Señor: El «Señor» de Is 8,13 es Dios; en este caso el título se aplica a Cristo, una defensa: Esto no supone un tri(-)bunal. la esperanza que hay en vosotros: cf. Col1,27. 16. queden confundidos: El acusador pa(-)gano, al «quedar confundido», desistirá de acosar a los cristianos. 17. mejor es padecer por obrar el bien... que por obrar el mal: En este tex(-)to, «mejor» significa «más conveniente», no «moralmente mejor». El autor es consciente del hecho de que algunos cristianos pueden, con su mala conducta, dar pie a la hostilidad pagana.
19 (b) Cristo es la base de la confianza (3,18-4,6).
(i) La victoria de Cristo sobre el pecado, apli(-)cada a los cristianos por el bautismo (3,18-22).
El contexto es una exhortación a los cristianos a que permanezca fieles ante el peligro deriva(-)do de su marginación social. En la interpreta(-)ción aquí ofrecida, los espíritus a los que Cris(-)to hizo la proclamación son los pecadores angélicos arquetípicos que, según la tradición judía, instigaron en tiempos del diluvio el «pe(-)cado original» de los seres humanos y conti(-)núan induciendo a éstos a hacer el mal. La proclamación de Cristo a estos pecadores, con motivo de su ascensión, es una manera mítica de decir que, mediante su muerte y resurrec(-)ción, ha vencido todo mal: se proclamó a sí mismo el Resucitado. La vinculación de estos espíritus con el diluvio da al autor la oportu(-)nidad de hacer una elaboración tipológica (3,20-22): lo mismo que Noé fue salvado del mundo malvado de su tiempo por el agua, también los cristianos son salvados mediante el agua del bautismo. En la nueva alianza, los cristianos prometen vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Tal promesa sólo es eficaz en virtud del poder de Cristo resucitado y triunfante (3,21-22).
20 En el credo de los apóstoles leemos: «Descendió a los infiernos». Este es un modo de decir que Jesús murió realmente, que fue a la morada de los muertos (cf. Rom 10,6-7; Heb 13,20; Hch 2,24.31; Mt 12,40). La especulación posterior se interesó por la actividad de Cristo en la morada de los muertos. Según la interpretación aquí expuesta, 1 Pe 3,19 nada tiene que ver con ese descenso de Cristo.
Lo que sigue es un esbozo de la historia de la interpretación del texto. (1) Hasta la época de Clemente de Alejandría (150-215 d.C.) no existe un vínculo claro entre 1 Pe 3,19 y el des(-)censo de Cristo. (2) Clemente entendió el texto como una predicación del evangelio realizada por el alma de Cristo en el mundo de los muer(-)tos a las almas de los pecadores del diluvio (Strom. 6,6; GCS 15.454-55). Esta opinión, en forma modificada, la proponen algunos es(-)tudiosos modernos (Goppelt, Vogels). (3) Se(-)gún Agustín, Cristo, en su preexistencia divina, predicó a través de Noé a los pecadores del di(-)luvio (Ep. 164; CSEL 44.521-41). (4) Roberto Bellarmino supuso que los pecadores del dilu(-)vio se habían arrepentido de sus pecados antes de morir. El alma de Cristo, con ocasión del descenso, anunció su liberación del limbo. (5) Una opinión posterior, propuesta por F. Spitta (Christi Predigt an die Geister [Gotinga, 1890]), sostenía que los espíritus desobedientes no eran almas de seres humanos, sino los ángeles rebeldes que, según la tradición judía, instiga(-)ron el pecado humano que provocó el diluvio. Algunos autores sitúan la proclamación de Cristo durante su descenso (Selwyn, Reicke); otros (Gschwind, Dalton), en el momento de su ascensión. Esta última explicación es la que adoptamos aquí. Los w. 18-22 probablemente son la combinación de una declaración confe(-)sional o himno (3,18.22) y una sección catequética sobre el bautismo (3,19-21).
21 18. también Cristo sufrió: La lectura apethanen, «murió», mejor testimoniada, pro(-)bablemente se debe a una armonización con la habitual declaración confesional del NT: «Cristo murió por nuestros pecados» (cf. Rom 5,6; 6,10). El vocabulario de 1 Pe y el contexto requieren la lectura «sufrió» (cf. 3,14.17; 4,1). en la carne... en el espíritu: Esta distinción no es la de «cuerpo» y «alma» tal como se en(-)cuentra en la filosofía gr. Así, 3,19 no se refie(-)re a la actividad del «alma» de Cristo. El texto alude a las dos esferas de la existencia de Cris(-)to, la de su vida terrena y la de su estado como Señor resucitado transformado por el Espíritu (cf. Rom 1,3; 1 Cor 15,45; 1 Tim 3,16). 19. en el cual: Algunos traducen en hó kai como «en esta ocasión», pero todo aconseja tomar «en el cual» como equivalente a «y en este espíritu»; la proximidad del pron. rel. al sustantivo «espíritu», la frecuentísima expresión neotestamentaria «en el espíritu» y la interpretación universal de los comentaristas antiguos de ha(-)bla griega. Cristo hizo su proclamación como Señor resucitado, a los espíritus encarcelados: En el uso del NT, «espíritus», sin otra preci(-)sión (cf. Heb 12,23), signiñca «seres sobrena(-)turales», no «almas humanas». En 1 Hen, libro muy popular en los primeros tiempos cristia(-)nos, Henoc, encargado por Dios de una mi(-)sión, fue a anunciar a los ángeles rebeldes (cf. Gn 6,1-2) que estaban condenados a prisión (véase 1 Hen 6-11; 12-16; cf. OTP 1.15-22). En esta tradición, la rebelión de los ángeles está expresamente vinculada con el diluvio (TestXIINef 3,5 [OTP 1.812]). En un desarrollo pos(-)terior, Henoc atraviesa los cielos y se encuen(-)tra con los ángeles rebeldes encarcelados en el segundo cielo (2 Hen 7,1-3; 18,3-6 [OTP 1.113-14.131-32]). La historia de Henoc se aplica en 1 Pe 3,19 a Cristo resucitado, que en su ascen(-)sión atravesó «todos los cielos» (véanse Ef 4,8-10; Heb 4,14; cf. 1 Tim 3,16; Flp 2,9; Ef 1,20; 6,12; Heb 7,26). Todos los espíritus hostiles quedaron sometidos a él (cf. Ef 1,20-22; 4,8; 1 Pe 3,22). fue: Esto hace referencia a la activi(-)dad de Cristo tras su resurrección corporal. Ese «ir» se entiende de manera espontánea co(-)mo su ascensión al cielo (cf. 3,22; Hch 1,10-11) . proclamó: El vb. ekéryxen significa «actuar como heraldo» (kéryx). Normalmente, en el NT se aplica a la proclamación del evangelio. En este caso, Cristo se proclama a sí mismo como «Señor» (cf. Flp 2,11). Como en 3,22, se declara que el poder de los espíritus hostiles ha llegado a su fin. Tanto en 3,19 como en 3,22, lo que al autor le interesa no es la reac(-)ción psicológica de los espíritus, sino única(-)mente la liberación de los seres humanos res(-)pecto a su poder.
22 20. que desobedecieron: En una tradi(-)ción judía posterior, el oscuro texto de Gn 6,1-2 se convierte en un relato detallado. Los «hi(-)jos de Dios» eran ángeles que pecaron con mujeres y fueron responsables de la corrup(-)ción moral de los seres humanos que provocó el diluvio. Es ésta una versión del pecado pri(-)migenio u «original»: «Se ha corrompido toda la tierra por la enseñanza de las obras de Azazel» (1 Hen 10,8 [OTP 1.18]; cf. Josefo, Ant.1.3.1 §73; 1 Hen 15,1-11; Jub 5). La palabra apeithein, «desobedecer», se aplica en otros lu(-)gares de 1 Pe (2,8; 3,1) al rechazo del evange(-)lio. cuando les esperaba la paciencia de Dios: Según una tardía tradición judía, «Dios con(-)denó a los vigilantes (ángeles) a la maldición del diluvio» (TestXHNef 3,5). La historia de és(-)tos y la de los pecadores humanos están inex(-)tricablemente unidas. Noé (véase 2 Pe 2,5) advirtió a sus pecadores contemporáneos del castigo venidero, con la esperanza de que se arrepintieran, ocho personas: El número ocho (cf. 2 Pe 2,5) es símbolo de la resurrección (cf. Justino, Dial. 138.1-2). fueron llevadas sin per(-)cance al arca a través del agua: La imagen que se sugiere es la de Noé y su familia atravesan(-)do las aguas que crecían (cf. 1 Cor 10,1-2; Midr. Gen. Rab. 7,7). 21. bautismo: Los cristia(-)nos son salvados por «atravesar» las aguas del bautismo. En este sentido, el agua bautismal es un equivalente, «antitipo», del agua del di(-)luvio. no en quitar la suciedad del cuerpo: Lit., «no en eliminar la suciedad de la carne». Este sería un modo extraño de referirse al mero ac(-)to de lavarse. El lenguaje se ajusta mejor al ri(-)to judío de la circuncisión. Como la Iglesia de Roma probablemente fue fundada desde Jeru(-)salén, esta comparación podría formar parte habitual de su catequesis (cf. Col 2,11; 3,8-9; Ef 4,22; Dalton, Christ's Proclamation 215-24). promesa de mantener una actitud correcta: El gr. eperótima significa «pregunta», pero se convirtió en un término técnico para designar la realización de un contrato. El gr. syneidésis, a menudo traducido «conciencia», no se refie(-)re en este caso a un estado subjetivo, sino a una disposición objetiva o actitud, resurrec(-)ción: Véanse 1,3; 3,18; cf. Rom 6,3-9. 22. ido al cielo: Se utiliza aquí, como en 3,19, el vb. gr. poreutheis. diestra de Dios: Aplicación a Cristo de Sal 110,1 (cf. Mt 22,24; Hch 2,33-35; Rom 8,34; Heb 9,1). le están sometidos los ángeles...: Tema parecido al de la «proclamación a los es(-)píritus» de 3,19. Por el bautismo, los cristia(-)nos comparten la victoria de Cristo sobre los espíritus hostiles (cf. Flp 2,10; 1 Cor 15,24.27; Ef 1,21; 6,2; Col 2,10.15).
(Dalton, Christs Proclamation. Gsehwind, K., Die Niedeifahrt Christi in die Unterwelt [NTAbh 2/3-5, Münster 1911]. Reicke, B., The Disobedient Spirits and Christian Baptism [Copenhague 19461. Vogels, H.-J., Christi Abstieg ins Totenreich und das Lauterungsgericht an den Toten [FTS 102, Friburgo de Brisgovia 1976]. Perrot, C., «La descente aux enfers et la prédication aux morts», Études 231-46. Brox, Der erste Petrusbrief 182-89.)

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter III.

1 Hee teacheth the duetie of wiues and husbands to each other, 8 exhorting all men to vnitie, and loue, 14 and to suffer persecution. 19 Hee declareth also the benefits of Christ toward the old world.
1 Likewise, ye wiues, be in subiection to your owne husbands, that if any obey not the word, they also may without the word be wonne by the conuersation of the wiues:
2 While they beholde your chaste conuersation coupled with feare:
3 Whose adorning, let it not bee that outward adorning, of plaiting the haire, and of wearing of gold, or of putting on of apparell.
4 But let it bee the hidden man of the heart, in that which is not corruptible, euen the ornament of a meeke and quiet spirit, which is in the sight of God of great price.
5 For after this manner in the olde time, the holy women also who trusted in God adorned themselues, beeing in subiection vnto their owne husbands.
6 Euen as Sara obeyed Abraham, calling him Lord, whose [ Greek: children.] daughters ye are as long as ye doe well, and are not afraid with any amazement.
7 Likewise ye husbands, dwel with them according to knowledge, giuing honour vnto the wife as vnto the weaker vessel, and as being heires together of the grace of life, that your prayers be not hindered.
8 Finally be ye all of one minde, hauing compassion one of another, [ Or, louing to the brethren.] loue as brethren, be pitifull, be courteous,
9 Not rendring euill for euill, or railing for railing: but contrarywise blessing, knowing that yee are thereunto called, that ye should inherite a blessing.
10 For hee that will loue life, and see good dayes, let him refraine his tongue from euil, and his [ Psa_34:13.] lips that they speake no guile:
11 Let him eschew euil and do good, let him seeke peace and ensue it.

[How to suffer.]

12 For the eyes of the Lord are ouer the righteous, and his eares are open vnto their prayers: but the face of the Lord is [ Greek: vpon.] against them that doe euill.
13 And who is hee that will harme you, if ye bee followers of that which is good?
14 But and if ye suffer for righteousnes sake, happy are ye, and be not [ Isa_8:12-13 .] afraid of their terrour, neither be troubled:
15 But sanctifie the Lord God in your hearts, & be ready alwayes to giue an answere to euery man that asketh you a reason of the hope that is in you, with meekenesse and [ Or, reuerence.] feare:
16 Hauing a good conscience, that whereas they speake euill of you, as of euill doers, they may bee ashamed that falsly accuse your good conuersation in Christ.
17 For it is better, if the will of God be so, that yee suffer for well doing, then for euill doing.
18 For Christ also hath once suffered for sinnes, the iust for the vniust, that he might bring vs to God, being put to death in the flesh, but quickened by the Spirit.
19 By which also he went and preached vnto the spirits in prison,
20 Which sometime were disobedient, when once the long-suffering of God waited in the dayes of Noah, while the Arke was a preparing: wherein few, that is, eight soules were saued by water.
21 The like figure whereunto, euen Baptisme, doth also now saue vs, (not the putting away of the filth of the flesh, but the answere of a good conscience toward God,) by the resurrection of Iesus Christ.
22 Who is gone into heauen, and is on the right hand of God, Angels, and authorities, and powers being made subiect vnto him.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Actitudes hacia la familia. A las mujeres (DHH, esposas) se les manda estar sujetas de la misma manera, porque el mundo antiguo ponía a las mujeres y los esclavos juntos como seres inferiores. El cristianismo dio dignidad a la posición de ambos y Pedro subraya la igualdad espiritual del hombre y su esposa como coherederos. Es interesante que Pablo exhorta a los matrimonios a la sumisión mutua, donde la sumisión de la esposa debe ser igualada por el amor de entrega del esposo (Ef. 5:21-28). La Escritura enseña que los hombres y las mujeres se complementan en la relación matrimonial. Como en general los hombres son físicamente más fuertes que las mujeres, deben usar esa característica para atender a sus esposas (con comprensión). En un mundo donde la economía doméstica dependía de lo que ganaba el esposo para la familia, era natural que la esposa lo dejara libre para tomar las decisiones en cuanto a dónde debían vivir etc. La prontitud de Sara de ir con Abraham en obediencia al llamado de Dios es un ejemplo de este tipo de relación. Hoy nuestra tarea es la de interpretar los principios establecidos en la Escritura para los tiempos en que vivimos. Con frecuencia las mujeres cristianas a menudo estaban casadas con maridos incrédulos, y Pedro subraya la importancia de una conducta como la de Cristo para ganarlos. De ese modo el matrimonio se eleva a su plano más alto por el llamado a los esposos a tratar a sus esposas con consideración y respeto. Esto es porque tienen una fe compartida y son compañeros en la oración, de modo que ninguna incomprensión o mala conducta debe perturbar su eficacia. Esta instrucción se aplica, por supuesto, a las parejas cristianas, que aquí se describen gráficamente como quienes comparten la herencia del don de la gracia de Dios que es la vida eterna.

Notas. 3 La referencia al adorno ... exterior no significa que las mujeres cristianas no deben vestir bien o usar elementos de belleza. El sustantivo que sigue contrasta agudamente con la actitud del v. 2 ya que todos eran activos y destacan el tiempo y la energía gastados en tal adorno personal. Dios prefiere ver la belleza en el carácter, que nunca se marchita. 4 Un espíritu tierno y tranquilo es el que soporta las demandas de otros sin plantear las pro pias. Hay buenos ejemplos de tales caracteres en el pueblo de Dios (Sara, Rebeca, Rut, Ana) y esas mujeres son las verdaderas hijas de Sara, por descendencia y semejanzas espirituales.6 Llamándole señor puede referirse a Gén. 18:12 donde la palabra esposo (DHH) se puede traducir señor (RVA). 7 De la misma manera puede referirse a 2:17 y la instrucción general de mostrar adecuado respeto a todos puede referirse a la conducta de la esposa y urgir a los esposos a responder con mutuo amor y comprensión. Sobre vaso más frágil ver Gén. 2:18; 3:16.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-7. Ver Efe_5:22-33; Col_3:18-19. "La Palabra" ( Col_5:1): ver nota Mat_13:20.

6. Gen_18:12 (texto griego).

10-12. Sal_34:13-17.

14-15. Isa_8:12-13 (texto griego). Ver Mat_5:10.

19. El texto no explicita el contenido de este "anuncio" hecho por Cristo, pero se trata probablemente de una proclamación de su victoria sobre el poder de la muerte. Algunos Padres de la Iglesia encuentran en este pasaje una afirmación de la universalidad de la salvación: Cristo murió por todos los hombres, por los que vivieron antes que él y por los que han vivido y vivirán después. Ver nota Efe_4:9.

20. Ver Gn. 6. 13 - 7. 16.

21. Ver Rom_6:3-5; Col_2:12.

22. Ver Efe_1:20-21; Col_2:15.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Matrimonios. El más importante testimonio cristiano es el dado en el seno de la familia. Dirige primero una larga exhortación a la esposa, pensando seguramente en las mujeres cristianas casadas con paganos. Después se dirigirá brevemente a los maridos cristianos. A éstas les exige la castidad conyugal, el «sometimiento» al marido y la modestia y serenidad interiores que pueden mantener el matrimonio unido en convivencia pacífica, e incluso atraer al esposo a la fe. En la exhortación a los maridos cristianos afirma la mayor debilidad corporal de la mujer y la igualdad espiritual en compartir la herencia del cielo.
El discípulo de Pedro es hijo de la cultura de su tiempo y, aunque el Evangelio trajo la igualdad de todos ante Dios (cfr. Gál_3:28), todavía se regía por los prejuicios machistas de la sociedad patriarcal en que vivía. En este sentido hay que tomar también el recelo del discípulo respecto a los adornos de la mujer. Sobre el exagerado ornato de éstas pronuncia Isaías una sátira divertida (cfr. Isa_3:18-23).

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 3.1 1 Co 11.3; Ef 5.22; Col 3.18; Tit 2.5.

[2] 3.3-4 1 Ti 2.9-10.

[3] 3.6 Gn 18.12.

[4] 3.7 Ef 5.25; Col 3.19.

[5] 3.10-12 Sal 34.12-16(13-17).

[6] 3.19 El sentido más probable de este v. es que Jesús resucitado proclamó a los ángeles rebeldes su victoria sobre el mal y sobre la muerte.

[7] 3.20 Una tradición judía refería el texto de Gn 6.1-4 a los ángeles que se pervirtieron desobedeciendo a Dios.

[8] 3.20 Gn 6.1--7.24.

[9] 3.21 Cf. Mc 16.16; Hch 2.38; Ef 5.26; Tit 3.5.

[10] 3.21 Ro 6.3-4.

[11] 3.22 Seres espirituales: Véase Ef 1.21 n.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Las advertencias y consejos del Apóstol pretenden orientar el amor entre los esposos a la búsqueda del mayor bien para el otro cónyuge: la conversión. Ante las costumbres de la época, exhorta a los esposos a comportarse cristianamente, dando algunos consejos prácticos, fundados en su igual dignidad (v. 7).


Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

πραέως καὶ ἡσυχίου Treg NA28 RP] ἡσυχίου καὶ πραέως WH

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Rom 7:22

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

3:4 Lit.: «el hombre oculto del corazón».

Nuevo Testamento México (Centro Bíblico Hispano Americano, 1992)

La vida interior adornada con toda clase de virtudes, tesoro incorruptible del cristiano.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

3:4 Lit.: «el hombre oculto del corazón».

Jünemann (1992)


4 b. Sea su cuidado el hombre oculto del corazón: lo oculto del hombre interior.


Torres Amat (1825)



[3] 1 Tim 2, 9.

[10] Sal 34 (33), 13.