Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Capitulo 5.
Advertencias a los Diversos Miembros de la Comunidad, 5:1-11.
San Pedro, después de haber exhortado a todos los fieles que sufren por el hecho de ser cristianos, se dirige especialmente a los pastores de la comunidad cristiana. Inculca a los pastores el deber de apacentar el rebaño con celo y buen ejemplo (v.1-4), y a continuación habla de los deberes comunes a los jóvenes y a todos los cristianos, recomendando la humildad, la sobriedad, la vigilancia y la confianza en Dios (v.5-11).
Advertencias dirigidas a los presbíteros, 5:1-4.
1
A los presbíteros que hay entre vosotros los exhorto yo, copresbítero, testigo de los sufrimientos de Cristo y participante de la gloria que ha de revelarse: 2
Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado, no por fuerza, sino con blandura, según Dios; ni por sórdido lucro, sino con prontitud de ánimo; 3
no como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo al rebaño. 4
Así, al aparecer el Pastor soberano, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria. El apóstol, tomando pie de lo que acaba de enseñar en la sección anterior 1, recuerda a los
presbíteros cómo el pensamiento del juicio ha de incitarlos a cumplir con la mayor exactitud sus deberes pastorales. En cuanto al término ðñåóâýôåñïé podemos observar que no designa la edad en oposición a los jóvenes, sino el oficio. Aquí, además, parece tener el mismo sentido que åðßóêïðïé. Ambos términos pueden considerarse en muchos lugares del Nuevo Testamento como sinónimos. La razón de esto debe de ser que ambos términos están tomados en el sentido etimológico de
inspectores, vigilantes, y no según el significado jerárquico de
obispos. La terminología de la jerarquía eclesiástica es todavía imprecisa. Pero la organización eclesiástica que presupone aquí San Pedro es semejante a la de los Hechos de los Apóstoles 2 y de las epístolas pastorales 3. En estas epístolas los
presbíteros son identificados con los
obispos 4. Por los Hechos de los Apóstoles sabemos que San Pablo y San Bernabé habían constituido en las Iglesias del Asia Menor jefes jerárquicos llamados ðñåóâýôåñïé 5. Durante el tercer viaje apostólico de San Pablo, éste reunió en Mileto a los presbíteros de Efeso, y en su exhortación les decía: Mirad por vosotros y por todo el rebaño, sobre el cual el Espíritu Santo os ha constituido obispos (åðßóêïðïõò), para apacentar la Iglesia de Dios.6 Tanto en este discurso de San Pablo como en nuestra epístola, los presbíteros y obispos son identificados. En los tiempos apostólicos parece que todavía no existía distinción entre
obispo y presbítero, aunque había jerarcas de orden superior, que correspondían a nuestros obispos como Tito, Timoteo , y jerarcas de orden inferior, que debían de asemejarse a nuestros simples sacerdotes7.
San Pedro quiere exhortar a esos presbíteros, y con afectuosa delicadeza les recuerda los títulos que le dan derecho a intervenir para amonestarles (v.1). En primer lugar, les dice con gran humildad que es su
copresbítero; es decir, su compañero y hermano en el sacerdocio. En segundo lugar, que ha sido testigo
de los sufrimientos de Cristo desde Getsemaní hasta que murió en la cruz. Y, finalmente, que ha sido llamado a
participar de la gloria de Jesucristo, que se manifestará en el día de la parusía; pero que ya se refleja, desde este mundo, sobre los que sufren por el nombre de Cristo. Tal vez San Pedro aluda al hecho de haber participado como testigo en la transfiguración de Jesucristo en el Tabor 8.
Pedro recuerda a los presbíteros que su misión es, ante todo, pastoral y está ordenada al bien del
rebaño que les ha sido confiado (v.2). La imagen de pastor es aplicada frecuentemente a Yahvé en el Antiguo Testamento: Yahvé va delante del rebaño 9, lo conduce a los buenos pastos 10, lo defiende con el cayado 11, reúne a las ovejas extraviadas 12 y
lleva en su seno a las débiles 13. También es aplicada dicha imagen a los jefes del pueblo israelita, y especialmente al Mesías 14. En el Evangelio es el mismo Cristo el que se da a sí mismo el título de
Buen Pastor 15. Y San Pedro les exhorta a ser buenos pastores y no mercenarios. Han de apacentar el rebaño de Dios que les ha sido confiado,
vigilándolo 17
no por fuerza, como mercenarios que esperan recibir un salario, sino
de buen grado por amor de Dios. Ni tampoco con fines
lucrativos, sino con
amorosa abnegación y con intención sobrenatural. No con el fin de
ejercer dominio sobre los demás, sino para
darles ejemplo de caridad y abnegación (v.3). Por eso, Jesús enseñó a sus discípulos a no imitar a los príncipes de la tierra que tiranizan a los subditos 18. La exhortación que hace San Pedro a no tiranizar parece suponer que los presbíteros ejercían autoridad sobre la comunidad y que podían abusar de ella.
San Pablo también recomienda con frecuencia el buen ejemplo 19 como el mejor medio de exhortar a los fieles a la virtud y al bien. El término êëÞñïò heredad (Vulgata: dominantes in cleris) no designa al clero propiamente dicho, como afirman algunos autores antiguos, sino que significa
suerte, porción que le cae en suerte a uno,
heredad. En nuestro texto designa la porción de fieles que había sido confiada al cuidado de cada pastor, es decir, lo equivalente hoy a
parroquias. El premio que aguarda a los pastores fieles en el día de la parusía, cuando aparezca el
Pastor soberano para juzgar a los vivos y a los muertos, será
la corona inmarcesible de la gloria (v.4), es decir, la vida eterna en la gloria del cielo 20. La corona simboliza aquí el premio eterno por los méritos adquiridos en este mundo. Como el griego lleva el artículo, indica que la promesa de una tal corona era conocida de los destinatarios de la epístola 21. El título de
Pastor soberano tal vez haya sido sugerido por
Jua_10:14 22.
Advertencias dirigidas a los fieles,Jua_5:5-11.
5
Igualmente vosotros, los jóvenes, vivid sumisos a los presbíteros, y todos ceñidos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, y a los humildes da su gracia. 6
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os ensalce. 7
Echad sobre El todos vuestros cuidados, puesto que tiene providencia de vosotros. 8
Estad alerta y velad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar, 9
al cual resistiréis firmes en la fe, considerando que los mismos padecimientos soportan vuestros hermanos dispersos por el mundo. 10
Y el Dios de toda gracia que os llamó en Cristo a su gloria eterna, después de un breve padecer, os perfeccionará y afirmará, os fortalecerá y consolidará. 11
A El la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. La perspectiva del juicio divino motiva (ïìïßùò = igualmente) las advertencias que siguen. Los
jóvenes, a los que el apóstol recomienda estar sometidos a los presbíteros, serían, según varios autores (De Ambroggi, Felten, etc.), los ministros de grado inferior en la jerarquía de la Iglesia. Sin embargo, a nuestro parecer, indicarían más bien los simples oficios, por oposición a los pastores, llamados
ancianos (
presbíteros)
23; o también la gente joven, por oposición a los cristianos adultos. Sabido es que los jóvenes siempre han sido más inclinados a la independencia, y por eso necesitan que se les exhorte a la sumisión. Sin embargo, es preciso reconocer que aquí no se trata de adolescentes contrapuestos a adultos, como en
Tit_2:6.
Todos los cristianos, tanto los pastores como el rebaño, han de practicar
la humildad en el ejercicio de la mutua caridad, porque, como dice el libro de los Proverbios, Dios resiste a los soberbios, y a los humildes da su gracia 24. Este texto es citado también por Santiago25 en un contexto que tiene interesantes paralelos con el nuestro. La idea de la exaltación del humilde y de la humillación del soberbio es muy frecuente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento 26. Han de
revestirse, de
ceñirse con la humildad. El verbo Ýãêïìâïàó3ïá significa envolverse en el Ýãêüìâùìá, que era un vestido corto propio de los esclavos, el cual se ceñía a los costados mediante un nudo (êüìâïò). Es posible que San Pedro aluda aquí al gesto de Jesús en la última cena, que, ciñéndose una toalla, se puso a lavar los pies de los discípulos 27.
El apóstol, apoyándose en el texto citado de los Proverbios, concluye de esta manera:
Humillaos bajo la poderosa mano de Dios, aceptando con resignación y paciencia las tribulaciones que os quiera mandar,
para que a su tiempo os ensalce (v.6).
Humillarse, en nuestro texto, es aceptar humildemente los padecimientos inmerecidos, viendo en ellos la voluntad de Dios que así lo dispone. Todo está controlado por
la poderosa mano de Dios, el cual hará cesar a su tiempo los sufrimientos que afligen a los cristianos. La verdadera exaltación de los humildes tendrá lugar en el día del juicio final, cuando el Señor dará a cada uno según los méritos adquiridos. Mientras tanto, San Pedro recomienda a los fieles que pongan toda su esperanza en Dios, abandonándose en sus manos (v.7). Este versículo está formado por una cita tomada del
Sal_55:23, el cual dice: Echa sobre Yahvé el cuidado de ti, porque El se preocupa de los hombres 28. Los salmos invitan con frecuencia a confiar en Dios en medio de las tribulaciones. La doctrina del abandono en la Providencia divina es inculcada con fuerza por Jesús en el sermón de la Montaña 29.
Pero esta confianza constituiría una falsa seguridad si el cristiano no se mantiene vigilante. La vida austera y
sobria 30 contribuirá a que el fiel no pierda el control sobre sí mismo. Para el cristiano no hay un solo momento que no sea de peligro, pues el
adversario no duerme. Y si el centinela no está
alerta, podrá ser sorprendido fácilmente por el enemigo, que se lanzará sobre él como león rugiente. También Jesucristo recomienda con insistencia la vigilancia 31, y otro tanto hace San Pablo 32. El enemigo del cristiano es el
diablo 33, que,
como león, anda rondando, buscando a quién devorar (v.8) 34. En el Apocalipsis, el demonio es presentado como el grande dragón, la antigua serpiente, llamada diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra., el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y de noche. 35 En la parábola de la cizaña 36, el demonio se identifica con el enemigo, que de noche siembra la mala hierba entre el trigo bueno 37. Ante estos peligros, el cristiano ha de resistir al demonio armado con la fortaleza de la fe, que, como escudo invencible, le defenderá contra los más violentos asaltos 38. La virtud de la fe activada por la caridad 39, o sea la plena adhesión a Cristo por la fe viva, echará por tierra todos los planes del demonio.
La comparación del enemigo con un león es una imagen que ya se encuentra en el Antiguo Testamento40.
La mejor defensa contra este león rugiente, o diablo, es el resistirle
permaneciendo firmes en la fe (v.9). San Pedro sabía por propia experiencia la debilidad del hombre ante los asaltos del enemigo. Por eso, recordando la exhortación que Cristo le dirigió de confirmar en la fe a sus hermanos41, y, al mismo tiempo, para infundir ánimo y confortar a los cristianos, les recuerda que los mismos padecimientos que ellos soportan los tienen que soportar sus
hermanos (lit.: su
fraternidad = la
Iglesia)
esparcidos por el mundo. El saber que todos los miembros de la Iglesia deben sufrir, lejos de ser un motivo de desaliento, constituía un motivo más para afianzarse en la fe 42. Las tribulaciones constituyen la suerte inseparable y común de todos los cristianos. Así lo han enseñado Jesús y los apóstoles en diversas ocasiones 43.
San Pedro añade todavía un motivo más para confortar a los fieles que sufren: Dios,
que los llamó en Cristo a la gloria eterna, después de un breve padecer, los perfeccionara y afirmará, los fortalecerá y consolidará (v.10)44. Aunque en esta vida tengamos que sufrir siempre algo, hemos de tener confianza en que la fuerza de la gracia suplirá nuestra debilidad. Y a través de los breves padecimientos de la vida presente, llegaremos a la vida eterna 45. Además, los padecimientos de este mundo, por graves y prolongados que sean, serán bien poca cosa ante la gloria que nos espera.
El apóstol termina la epístola con una breve doxología (v.11), como en el capítulo 4:11, de entonación litúrgica, colocada antes de los saludos finales. Esta doxología va dirigida a Dios Padre, al cual pertenece la
gloria y el
imperio por los siglos 46.
últimos avisos y saludos, 5:12-14.
12
Por Silvano, a quien tengo por hermano fiel para con vosotros, os escribo brevemente, amonestándoos y testificándoos ser la verdadera gracia de Dios esa en que vosotros os mantenéis firmes. 13
Os saluda la Iglesia de Babilonia, partícipe de vuestra elección, y Marcos, mi hijo. 14
Saludaos mutuamente en el ósculo de la caridad. La paz a todos vosotros los que estáis en Cristo. Terminada la carta, San Pedro dirige los saludos finales a sus lectores, deseándoles la paz en la caridad.
Silvano 47, probablemente, es el mismo que Silas, compañero de San Pablo en su segundo viaje apostólico, cuando fueron fundadas varias Iglesias del Asia Menor 48. Colaboró de una manera especial con San Pablo en la evangelización de Corinto 49. Es recordado también en las epístolas a los Tesalonicenses 50, escritas desde Corinto en el segundo viaje misionero. Después ya no vuelve a ser mencionado en la historia de San Pablo. Pudo entonces unirse a San Pedro. Probablemente Silvano no sólo fue el portador de la epístola, sino el amanuense de ella. Así lo han entendido los mejores comentaristas.
Silvano es presentado como el
hermano fiel, al cual conocen perfectamente los lectores. Es el hermano de confianza, por ser bien conocido y estimado en las comunidades cristianas del Asia Menor, a cuya fundación había contribuido. El autor sagrado afirma que su carta es
breve. Y lo es, en efecto, si se considera la importancia de los temas tratados. Sin embargo, esta frase tal vez sea pura fórmula, sin referencia alguna a la extensión verdadera de la carta 51.
Les ha escrito para exhortarlos y recordarles la gracia de Dios, es decir, la fe cristiana, que nos obtendrá la gloria del cielo y la esperanza, que ya nos da en este mundo un gozo anticipado del cielo por medio de la fe. El contenido de la epístola de San Pedro se puede resumir en dos ideas: exhortación a permanecer en la fe y consolación en medio de las tribulaciones de la vida presente.
La misión principal del apóstol es la de ser testigo de Jesucristo 52. Y aquí San Pedro les asegura y garantiza que la fe cristiana, en la cual permanecen firmes y que han recibido en el bautismo, es la que les asegurará el cielo.
El saludo final es dado en nombre de la
Iglesia de Babilonia 53,
elegida con vosotros (v.13). La
elegida es la Iglesia particular desde la cual escribe Pedro, y que, según la costumbre, saluda a las otras Iglesias 54. Algunos autores, sobre todo protestantes, ven en esta
elegida a la mujer de San Pedro. Si bien San Pedro estaba casado 55, no es probable que aquí aluda a su esposa. La verdadera interpretación de la epístola se opone a este modo de ver. Al comienzo de la epístola, San Pedro llamaba a los cristianos
elegidos. Aquí, siguiendo la misma idea, llama
elegida a la fraternidad, es decir, al conjunto de los cristianos, a la Iglesia. San Juan también llama
elegida a la Iglesia a la cual se dirige 56. Además, casi todos los autores antiguos y la mayor parte de los modernos ven designada en esta expresión a la Iglesia de Roma, elegida como las Iglesias de los destinatarios. El nombre de
Babilonia era de uso corriente entre los judíos cristianos para designar la Roma pagana. Así es llamada en el Apocalipsis 57, en los libros apócrifos 58 y en la literatura rabínica 59. La Babilonia del Eufrates, que en tiempo de San Pedro era un montón de ruinas. La Babilonia de Egipto es otra posibilidad.
También San Pedro envía los saludos a su
hijo Marcos. Nadie hoy sostiene que se trate de un hijo físico de San Pedro, sino de un hijo espiritual62, por haber sido regenerado por el apóstol a la vida sobrenatural mediante el bautismo. Parece que se trata de Marcos el evangelista. La casa de su madre en Jerusalén fue donde se refugió San Pedro al ser liberado por un ángel de la cárcel63.
Acompañó a San Pablo y a San Bernabé, del cual era primo64; pero los abandonó pronto 65. Alrededor del año 6o se encontraba en Roma con San Pablo66. Papías nos dice que acompañó a San Pedro y que fue su intérprete 67.
El
beso de caridad (v.14) era el símbolo del amor sobrenatural que debía unir a los cristianos. Es mencionado por San Pablo en cuatro de sus epístolas 68. Este beso de caridad es puesto en conexión con las oraciones de la liturgia cristiana por los autores antiguos 69. Por eso, este final de las epístolas de San Pablo y de San Pedro insinúa que las cartas de los apóstoles eran leídas durante una función litúrgica70.
Y, finalmente, el apóstol les desea
la paz, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas de Cristo71. La paz que desea San Pedro es el complejo de todos los bienes mesiánicos. Los judíos también solían saludar deseando la paz =
salom.
1 La partícula griega ïýí == por lo tanto, une la advertencia que sigue con lo que precede. 2
Hec_14:23;
Hec_20:17. 3 Tit 1:5. 4
1Ti_3:1-7;
1Ti_3:5J7-19;
Tit_1:5-7. 5
Hec_14:22-23. 6
Hec_20:28. 7 De Ambroggi, o.c. p.149s; L. Marchal,
Evéques: DBS 2:1297-1333; E. Ruffini,
La gerarchia della Chiesa negli Atti degli Apostoli e nelle lettere di S.
Paolo (Roma 1921). 8
Mat_17:1-9;
2Pe_1:16ss. 9
Sal_68:8. 10
Sal_23:15. 11 Sal 23:4. 12 Is 56:8;
Zac_10:8. 13
Isa_40:11. 14
Eze_34:12-31. 15
Jua_10:155. 16
Jua_21:1555;
Mat_16:16ss. 17 ¸ôðóêïôôïûíôåò, que falta en los códices BS, 33, 323; pero se lee en los demás. Generalmente es considerado por los críticos como una adición posterior. Sin embargo, Beare y otros la consideran como auténtica. 18 Me 10:42-45;
Mat_20:25;
Lev_22:25. 19
1Co_4:16;
Flp_3:17;
1Ti_4:12;
Tit_2:7. 20 Cf.
1Co_9:25;
2Ti_4:8;
Stg_1:12. 21
Stg_1:12;
2Ti_4:8. 22 Gf.
1Pe_2:25;
Heb_13:20. 23 Cf.
1Jn_2:12-14. 24
Pro_3:34 según los LXX, cambiando Señor por Dios, como en
Stg_4:6. 25
Stg_4:6-7. 26
2Sa_22:28;
Job_5:11;
Eco_10:17;
Luc_1:51s;
1Co_3:19. 27
Jua_13:43. 28 Cf.
Sab_12:13;
Mat_6:32. 29
Mat_6:25-34; cf.
Flp_4:6. 30 Nácar-Colunga, en lugar de
sed sobrios, traduce:
estad alerta. Las versiones siríacas y latinas, con algunos Mss griegos, añaden üôé = quia, después de ãñçãïñÞóáôå. 31
Mat_24:42; 25:13- 32
1Te_5:6;
1Co_16:13;
2Ti_4:5. 33
Adversario (áíôßäéêïò) ï diablo, en hebreo Satán, que primeramente significó acusador en un juicio (
Job_1:6;
Sal_109:6; Zac 3,is), pero que después pasó a designar al acusador por excelencia, al diablo (
1Cr_21:1). Cf. R. scharf,
Die Gestalt des Satán im AT (Zü-nch 1948). 34 San Cipriano
(De zelo et livore 2: PL 4:639b) dice: Circuit ille nos singulos et tam-iam hostis clausos obsidens muros explorat et tentat, an sit pars aliqua membrorum (mu- rorum) minus stabilis., cuius aditu ad interiora penetratur. 35
Rev_12:9-10; cf.
Job_1:7;
Job_2:2. 36
Mat_13:24-30. 37 Cf.
Mat_13:1-9.13-23. 38 Cf.
Efe_6:16;
2Co_1:24. 39
Gal_5:6. 40
Sal_22:14;
Sal_17:12;
Job_10:16. 41 Lc22 : 31ss . 4
2Jn_1:16 :33;
Flp_1:295;
2Ti_3:12. 43 Mt 10:22;
Jua_15:19;
Hec_14:22;
2Ti_3:12. 44 Estos cuatro verbos implican la idea de solidez contra los peligros de todas clases. El último èåìåëéþóåé = consolidará, falta en los cód. Âá ø, en algunos minúsculos, en algunos Mss de la Vetus latina, en la Vulgata y en la versión etiópica. 45 Cf.
1Pe_1:6s;
1Pe_4:13;
1Pe_5:1-4. 46 La Vulgata, con varios códices griegos SL, 33, añade: «gloria et» ante «imperium». Sin embargo, falta en los códices BA, 2298, y es omitido por Nestle í otros críticos. 47 Silvanas es la forma latinizada de la helenística Silas, que correspondería al hebreo Sa'uí í al arampo Se'iía. 48
Hec_15:22.32.40. 49
Hec_18:5;
2Co_1:18. 50
1Te_1:1;
2Te_1:1. 51 Gf. San Ignacio Mártir,
Ad Polyc. 7:3; San Epifanio,
Haer. 33:7.10 52
Hec_1:8. 53 La Vulgata añade
ecclesia, lo mismo que algunos códices antiguos, como S, y las versiones Vetus latina, Pesitta y Armena. Sin embargo, parece ser una glosa que interpreta rectamente y precisa más el sentido. 54 Gf.
2Jn_1:1.13;
1Co_16:19. Cf. San Ignacio Mártir, Ad
Magn. 15;
Ad Trall. 13:1;
AdPhil. ii,2. 55
Mat_8:14. 56
2Jn_1:1 :13. 57
Rev_14:8;
Rev_16:19;
Rev_17:5;
Rev_18:2.10. 58
Oráculos sibilinos 5:143.159-160; 4
Esd_3:1;
Ap. de Baruc (siríaco) n,i. 59 Cf. Strack-Billerbeck, o.c. 3 p.516. 60
Isa_47:1.5.8;
Jer_51:13; cf.
Rev_17:1.15.18. 61 Jer 50:29. 62 Cf.
Hec_12:12. 63
Hec_12:12-13. 64
Hec_13:5; Gol 4:10. 65
Hec_13:13. 66 Gol 4:10;
Flm_1:24; cf.
2Ti_4:11. 67 En Eusebio,
Hist. Eccl 3:39:15. 68 Rom, 1 Cor, 2 Cor, 1 Tes. 69 Cf. San Justino,
Apol. I 65:2. Lo asocia con la liturgia eucarística. Cf. J. A. Jungmann,
El sacrificio de la misa (BAC, Madrid 1959) 101955. 70 A. Charue, o.c. p.474. 71 Mt 5:9;
Luc_10:5;
Luc_24:36;
Jua_20:19-21.