Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)
El llamado de Samuel. El lector cuidadoso de 2:27-35 puede haberse sentido desconcertado por el hecho de que esta profecía sobre el sacerdocio nada decía del futuro de Samuel. La predicción de un sacerdote fiel en 2:35 no se cumplió en Samuel, y sus descendientes no fueron firmemente establecidos en el sacerdocio. El cap. 3 da la respuesta: El papel futuro de Samuel no sería co mo cabeza de una familia sacerdotal. En cambio, sería el gran profeta de su generación. Los sacerdotes no necesitaban un llamado divino para su oficio, porque nacían dentro de familias sacerdotales. Pero los profetas, en cambio, recibían un llamado individual, una experiencia directa con Dios; y el cap. 3 registra el llamado profético de Samuel.
La palabra de Jehovah y las
visiones (1) eran dos tipos de dones divinos dados a los profetas. Por dos razones se nos dice que ambos escaseaban (lit. precioso) en aquel tiempo. Primera, la afirmación enfoca la atención en la seria necesidad de Israel de contar con dirección profética. Segunda, explica de antemano por qué el hecho de que
Jehovah llamara en voz alta
a Samuel (4) los tomó de sorpresa tanto a Samuel como a Elí.
El v. 3 menciona dos características del templo:
la lámpara de Dios y
el arca del pacto. Ambos eran símbolos de la presencia de Dios. Lev. 24:1-4 da instrucciones cuidadosas a los sacerdotes para que mantengan las lámparas encendidas en el santuario todas las noches. Cuando Samuel oyó la voz de Dios la lámpara todavía estaba encendida, por lo tanto, no había amanecido. Si Dios hablara sería en el santuario donde su voz esperaba oírse; por eso Samuel estaba
acostado cerca del arca. El llamado se repitió tres veces, confimándoles tanto a Samuel como a Elí que era realmente un mensaje de Dios.
En los vv. 11-14 el mensaje de Dios a Samuel confirmaba la profecía de 2:27-36. No se vuelven a repetir todos los detalles de lo que había de suceder, pero el sentido de culpa de Elí mismo recibe un nuevo énfasis. Elí no había sido un sacerdote malo ni había
blasfemado como sus hijos, pero, al fin y al cabo, él estaba a cargo del santuario y no les había
reprochado. Samuel al principio naturalmente vaciló en decirle a Elí lo que había escuchado. (La palabra
visión sencillamente se refiere a toda esta experiencia profética.) Al escuchar las palabras severas del Señor, Elí no se quejó. Su reacción demuestra su resignada aceptación del juicio de Dios, demostrando claramente que el cambio en el liderazgo sacerdotal era aceptado por Elí. (En exactamente la misma forma, el rey Saúl más adelante reconoció que Dios estaba transfiriendo el liderazgo real de él a David; ver 24:20.)
Los vv. 19-21 dan un breve resumen de los años siguientes, durante los cuales
Samuel crecía. Por el momento, Elí seguía como sacerdote en
Silo, al igual que sus malvados hijos; pero era Samuel quien captaba la atención popular. El santuario mismo pasó a ser de menos importancia que el hombre de Dios, ya que la presencia de Dios estaba indudablemente con él. Todo lo que Samuel predecía se cumplía (19). La palabra o visión profética dejó de ser una rareza, y
todo Israel llegó a entender esto.
Dan era la ciudad más importante en el norte de Israel, y
Beerseba quedaba al extremo sur del país; por lo tanto, la fama de Samuel se extendió por toda la nación. Dios daba su palabra regularmente a Samuel, y de Samuel pasaba a los ciudadanos de Israel (4:1).