Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Guerra con los filisteos (4:1-2).
1
Sucedió por entonces que los filisteos se reunieron para hacer la guerra a Israel. Israel salió al encuentro de los filisteos para combatir. Acamparon cerca de Eben-Ezer, y los filisteos estaban acampados en Afee. 2
Habiendo presentado batalla los filisteos contra Israel, se empeñó el combate, e Israel fue derrotado por los filisteos, que mataron en el combate, en el campo, unos cuatro mil hombres.
Como es sabido (Jue c.13-16), formaban los filisteos una pentar-quía en el límite sudoeste de Canaán, junto al mar Mediterráneo. Sus principales ciudades eran cinco: Azoto, Gaza, Ascalón, Gad, Acarón. Por verse ellos acosados en su frontera meridional y por crecer el número de sus habitantes, se apoderaban insensiblemente de las tierras colindantes con la frontera de Israel, penetrando hacia Sarón y la región montañosa, amenazando cortar a, Israel su comunicación con el mar.
Son los filisteos los que declaran la guerra a los israelitas. Aquéllos acampan en Afee, que se identifica con la torre de Afee (
Bell, lúa. 2:19; 1), o Ras
el-Ain, a quince kilómetros al norte de Jafa (29:1). El ejército israelita acampó en las inmediaciones de Eben-Ezer, en la región de
Jirbet Diferin, a unos cuatro kilómetros del ejército filisteo. Debe notarse el hecho de que Samuel desaparece en los c.4-6, para reaparecer en el 7. Dice De Vaux que, por su contenido, marco geográfico y humor, el presente episodio presenta analogías con los de Sansón (Jue c.13-16).
El arca en el campo de batalla (4:3-9).
3
El pueblo se recogió en el campamento,, y los ancianos se preguntaron: ¿Por qué nos ha derrotado Yahvé hoy ante los filisteos ? Vamos a traer de Silo el arca de la alianza de Yahvé, para que esté entre nosotros y nos salve de la mano de nuestros enemigos. 4
Mandaron a Silo, y se trajo de allí el arca de la alianza de Yahvé Sebaot, que se sienta sobare los querubines, y con ella fueron los dos hijos de Helí, Ofni y Finés. 5
Cuando el arca de la alianza de Yahvé entró en el campamento, todo Israel lanzó tan grandes gritos de júbilo, que hacían retemblar la tierra. 6
Oyeron los filisteos el vocerío y dijeron: ¿Qué vocerío es éste tan grande que se oye hoy en el campamento de los hebreos? Y supieron que había sido traída al campamento el arca de Yahvé. 7
Atemorizáronse los filisteos, y decían: Ha venido Dios al campamento. ¡Desgraciados de nosotros! Cosa tal no había sucedido hasta ahora. 8
¡Desgraciados de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de esos dioses poderosos? ¿Acaso no son éstos los que castigaron a Egipto con toda suerte de plagas y con peste en el desierto? 9
Esforzaos y sed hombres, filisteos; no tengamos que servirles nosotros a ellos, como os sirven ellos a vosotros. Sed hombres, luchad.
La derrota humilló a Israel. Un consejo de guerra formado por los ancianos, al que no asistió quizá Helí por su avanzada edad, determinó que se trajera de Silo el arca de la alianza, creyendo que la presencia de Dios en el campamento aseguraría la victoria (
Num_10:35-36;
2Sa_11:11). Con el arca fueron los dos hijos de Helí, Ofni y Finés. La presencia del arca fue saludada con entusiasmo tal, que los filisteos se enteraron de la noticia, cundiendo el pánico entre sus filas. Creen ellos que Israel tiene sus dioses tutelares, como los filisteos tienen los suyos; pero los dioses de los israelitas, según consta de la historia, se muestran muy activos contra sus enemigos. Este temor no paraliza sus actividades,
Muerte de Helí (2Sa_4:10-18).
10
Combatieron, pues, los filisteos y fue derrotado Israel, huyendo cada uno a sus tiendas. Fue una gran derrota, en la que cayeron de Israel treinta mil peones, 11
y fue tomada el arca de Dios, y murieron los dos hijos de Helí, Ofni y Finés. 12
Un hombre de Benjamín, de los huidos del campo de batalla, vino corriendo a Silo aquel mismo día, con los vestidos desgarrados y la cabeza cubierta de polvo. 13
Cuando llegó, estaba Helí sentado en una silla, a la vera del camino, cerca de la puerta, esperando, pues su corazón temblaba por el arca de Dios. Entró el hombre en la ciudad para informarla, y toda ella fue un grito. 14
Al oírlo Helí, preguntó: ¿Qué ruido, qué tumulto es ése? Entonces vino el hombre para darle la noticia. 15
Helí tenía noventa y ocho años; sus ojos se habían quedado rígidos y no veía. 16
El hombre dijo a Helí: Vengo del campo de batalla, de donde he huido hoy. Helí le preguntó: ¿Y qué ha pasado, hijo mío? 17
El le contestó: Israel ha huido ante los filisteos; ha habido muchos muertos del pueblo; también tus dos hijos, Ofni y Finés, han sido muertos, y el arca de Dios ha sido tomada. 18
Apenas hubo mentado el arca de Dios, cayó Helí de su silla hacia atrás, junto a la puerta, y se desnucó y murió, pues era ya muy anciano y estaba muy pesado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años.
Se reanudó el combate y fue derrotado Israel, que huyó a la desbandada, después de abandonar en el campo treinta mil peones. Es posible que este número sea hiperbólico, queriendo significar que Israel fue derrotado de modo estrepitoso a causa de los pecados de la casa de Helí. Pero las dos noticias sensacionales fueron la muerte de los dos hijos de Helí y la captura del arca de Dios. Un mensajero de la tribu de Benjamín fue corriendo para comunicárselo a Helí, al que encontró sentado en una silla (
2Sa_1:9), al lado (
yad)
de la puerta del santuario (
2Sa_1:9), desde donde se dominaba el camino. Nada veía Helí, pero era tal su tensión de ánimo, que dirigía ansiosamente sus apagados ojos en dirección al camino por donde tenían que llegar noticias de la batalla. Su ceguera le impidió ver los vestidos desgarrados del mensajero, su cabeza desgreñada, cubierta de ceniza en señal de duelo nacional (
Gen_37:29;
Gen_37:34;
Gen_44:13;
Jos_7:6;
2Sa_1:2;
2Sa_15:32). Debía el cuerpo asociarse al dolor que desgarraba el alma de todo israelita. Toda la verdad le fue comunicada a Helí de forma escalonada y con palabras que fluían a borbotones de labios del mensajero. El corazón de Helí soportó la noticia de la muerte de sus dos hijos, cuya suerte le había sido profetizada (
2Sa_2:34), pero sucumbió ante el anuncio de la captura del arca de Dios.
Pocas son las noticias que ofrece la Biblia sobre este juez y sacerdote, que entra ya anciano en los anales de la historia. Por lo poco que se sabe, cabe inferir que era un hombre probo, acogedor, devoto, bondadoso, como suelen ser aquellos con los cuales la naturaleza se ha mostrado pródiga, como en Helí (v.18). Su piedad e interés por el arca de la alianza queda patente ante la ansiedad con que esperaba noticias sobre su suerte y el caer muerto al enterarse de que había sido capturada por los filisteos. Pero en medio de tantas virtudes le afeaba un lunar: la excesiva blandura para con sus dos hijos. Era Helí un hombre de reacciones lentas, algo fatalista (
2Sa_3:18). Pero aun en este aspecto no cabe recargar las tintas y presentarlo como un reprobo. En primer lugar, su labor como juez de hecho, no de derecho y pontífice le absorbían el tiempo que debía dedicar al control de sus hijos. El hecho de que Helí aparezca a menudo (
2Sa_1:9;
2Sa_4:13) sentado en una silla o acostado (
2Sa_3:2), puede sugerir la sospecha de que era hidrópico, entrado en años tenía al morir noventa y ocho-, lo que disminuye su responsabilidad moral ante la conducta de sus hijos, ya mayores de edad. Acaso no fue así en sus años en los que era joven.
Helí desaparece del escenario de la historia de Israel dejando en el corazón del lector un sentimiento de conmiseración y de simpatía a la vez. Cuarenta años, cifra simbólica en la historia de los jueces (Que 3:11; 13:1), había estado al frente de la nación israelita, no como juez propiamente dicho, sino en calidad de sumo pontífice, a quien acudía el pueblo para dirimir sus cuestiones.
Muere la nuera de Helí (4:19-22).
19
Su nuera, la mujer de Finés, estaba encinta, ya para dar a luz. Al saber la noticia de la toma del arca de Dios, de la muerte de su suegro y de su marido, se doblegó y parió, pues le sobrevinieron los dolores del parto. 20
Como se veía morir, las mujeres que estaban junto a ella le decían: Animo, que has parido un hijo; pero ella ni respondía ni entendía. 21
Llamó al hijo Icabod, 22
diciendo: Ha pasado de Israel la gloria, por haber sido tomada el arca de Dios y por la muerte de su suegro y de su marido. Ella dijo: Ha pasado la gloria de Israel, porque ha sido tomada el arca de Dios.
El desastre tomó proporciones más grandes de las que deja traslucir el texto, pues es probable que los filisteos llegaran también a Silo, destruyendo y saqueando su santuario. Los profetas presentan este hecho como castigo de Dios (
Jer_7:12;
Jer_26:9; Sal 78; 60-65). Desde estos acontecimientos de Silo queda únicamente el recuerdo de una gloria pasada.