Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
El arca hiere a los filisteos (5:1-6).
1
Tomaron, pues, los filisteos el arca de Dios y la llevaron de Eben-Ezer a Azoto, 2
y la metieron en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón, 3
Al día siguiente, levantándose de mañana, vieron los filisteos a Dagón tendido en tierra y con la cara contra ella, delante del arca de Yahvé. Lo tomaron y volvieron a ponerle en su sitio; 4
pero al otro día, cuando se levantaron, encontraron a Dagón tendido en tierra boca abajo y cortadas la cabeza y las manos, que yacían en el umbral, sin quedar de Dagón más que el tronco. 5
Por esto los sacerdotes de Dagón, y cuantos entran en el templo de Dagón en Azoto, no pisan todavía el umbral del templo. 6
La mano de Yahvé pesó grandemente sobre los de Azoto y los desoló e hirió con tumores a Azoto y su territorio.
Parecía que Yahvé había sido vencido por Dagón; Israel quedaba sin Dios ni jefe que les guiara en las guerras.
En señal de sumisión, el arca, símbolo de la presencia de Yahvé, es colocada junto al dios Dagón, en condiciones de inferioridad. Era Dagón (
dag = pez; dagan = trigo) un dios del Próximo Oriente venerado en todo el territorio de Mesopotamia, Siria, con un templo en Rash Shamrah, del siglo XIV, Ante él se postró en oración el famoso Sargón, rey de Kis (c.2200 a.C.); de este dios procedía Ham-murabi (Pritchard, 165). En Palestina estaba difundido su culto; algunas ciudades llevan su nombre (
Jos_15:41;
Jos_19:27). Era el dios principal de los filisteos (
Jue_16:23), con su famoso templo en Azoto (
1Sa_5:1), destruido por Jonatán (
1Ma_10:83). Se le representaba como mitad hombre y mitad pez; originariamente era el dios de la tempestad l.
Pero no es Yahvé un Dios al que se le puede inmovilizar fuera de su propio territorio, porque suyos son los confines de la tierra. De ello se convencieron los filisteos cuando, al levantarse de madrugada, vieron a su dios tendido en tierra, besando el polvo del suelo. Al día siguiente, de Dagón no quedaba más que el tronco. En recuerdo de esta
profanación, los devotos del dios, dice el texto griego, saltaban por encima delumbral cuando entraban en el templo
para no pisar la tierra santificada por la cabeza y manos de su dios. La misma costumbre existía en otros sitios, por haberse divulgado la creencia de que los espíritus habitaban en el umbral.
La acción de Dios alcanzó también a los hombres. Unos tumores (
tehorim)
que propagaban los ratones (
1Ma_6:11-18), especie de peste bubónica, invadieron la ciudad de Azoto. Con la experiencia de lo de Dagón, sospecharon inmediatamente que aquellas protuberancias eran castigo de Dios. En lugar de
tumores, que se lee en el
qere, el texto lleva el término
ofelim = hemorroides. Escribe Gemayel: El texto hebreo habla de hemorroides y no de simples tumores. Juntamente con esta enfermedad hubo una epidemia propagada por ratones, que causó gran mortandad 2. Pero, a pesar del eufemismo ideado por los masoretas, creemos que el autor sagrado habló de hemorroides y que, al estampar en su libro este dato, no pudo reprimir una sonrisa sarcástica, no tanto por la enfermedad en sí cuanto por retransmitir a los lectores de su tiempo y del futuro el recuerdo de las
pupas en las posaderas de los de Azoto. Así, a su manera, se vengaba del pueblo filisteo, enemigo de Israel.
Reunión del consejo (5:7-12).
7
Viendo los de Azoto lo que pasaba, dijeron: Que no quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano pesa mucho sobre nosotros y sobre Dagón, nuestro dios. 8
Y convocando a todos los príncipes de los filisteos para que vinieran, se preguntaron: ¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel? Ellos contestaron: Que lleven el arca del Dios de Israel a Gat. 9
La llevaron, y la mano de Yahvé se dejó sentir sobre la ciudad, y hubo en ella gran espanto, pues hirió a las gentes de la ciudad, pequeños y grandes. 10
Entonces mandaron el arca de Dios a Acarón. Pero, en cuanto entró el arca de Dios en Acarón, los acaronitas se pusieron a gritar: Han traído aquí el arca del Dios de Israel para que nos mate a todos, a nosotros y a nuestro pueblo. 11
Y convocaron a todos los príncipes de los filisteos, que dijeron: Devolved el arca del Dios de Israel; que vuelva a su sitio, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo; pues había en toda la ciudad un terror mortal, y la mano de Dios pesaba sobre ella muy fuertemente. 12
Los que no morían eran heridos de hemorroides, y los desesperados gritos de la ciudad subían hasta el cielo.
Los de Azoto se cansaron pronto del arca de Yahvé; el consejo de la pentápolis filistea determinó descargar a los de Azoto y llevar el arca a Gat, quizá el actual
tell es-Safiye, o
Araq el-Menshiye, a diecinueve y veintidós kilómetros, respectivamente, al sudoeste de Azoto (
Jos_11:22;
Jos_13:3). Para designar a los cinco príncipes (
same)
de las ciudades emplea la Biblia una palabra filistea emparentada con un vocablo minoico que pasó al griego:
tyrannos (De Vaux). También hirió Dios a los de Gat, que enviaron el arca a Acarón (el actual
Aqir, a diez kilómetros al oeste de Gezer). La peste se enseñoreó de la ciudad, que a grandes gritos exigió que se devolviera el arca a Israel.