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si colaboráis también vosotros con la oración en favor nuestro, para que la gracia obtenida por intervención de muchos sea por muchos agradecida en nuestro nombre. (II Corintios 1, 11) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 1

Introducción

EL APÓSTOL Y SU MINISTERIO

1. En la primavera del año 50 -las fechas de la vida del apóstol Pablo sólo tienen una exactitud aproximada- abandonaba Pablo Jerusalén y emprendía su segundo viaje misional. Recorrió primero el Asia Menor, donde visitó algunas de las comunidades fundadas en su primer viaje. Movido por una visión, en la que un macedonio le pedía que fuera allí, Pablo se decidió a pasar a Europa (,10). Predicó en Filipos y Tesalónica (Act_16:1117, Act_16:9) y luego prosiguió su viaje hasta Atenas y después hasta Corinto (Act_17:10-18, 17). Sobre su viaje a Corinto dice él mismo: «Y me presenté ante vosotros débil, tímido y muy tembloroso» (1Co_2:3).

Pablo llegó debilitado. Era un hombre enfermo, bajo el peso de un agobio corporal. Era pobre y carecía de recursos. Se creía en la obligación de ganar el sustento con sus manos, para no ser gravoso a nadie (1Co_11:7-11). Se alegró, pues, de hallar en Corinto al matrimonio Aquila y Priscila, en cuyo taller se puso a trabajar en la fabricación de tiendas (Act_18:2s). Además de esto, recaía sobre él la preocupación por todas las comunidades que había fundado y que tanto necesitaban todavía de sus cuidados. No podía quedarse personalmente en todas ellas sino, a lo más, procurarles ayuda con mensajes y cartas (Act_11:28). Pablo llegó, además, tímido y muy tembloroso. En Atenas apenas había conseguido nada (Act_17:34). ¿Encontraría el Evangelio oyentes en Corinto? Corinto era la capital de la provincia romana de Acaya, y, por lo mismo, la sede de la administración romana y lugar de guarnición de las tropas de Roma. Corinto era también una gran metrópoli entre Oriente y Occidente. Situada sobre dos mares, el golfo de Corinto al Norte y el Sarónico al Sur, tenía dos puertos que desde luego, aunque no estaban unidos como hoy, por un canal, contaba con un deslizadero para transportar, de uno a otro punto, los barcos, relativamente pequeños. Corinto era, pues, en el mundo antiguo, punto de intercambio entre Oriente y Occidente. Aquí confluían y se acumulaban mercancías, hombres, culturas, ciencias y religiones, pero también vicios y pecados.

En la Acrópolis, sobre la ciudad, se levantaba el templo de Afrodita, con sus numerosas servidoras. Corinto era una ciudad de gran riqueza y opulencia, en sentido espiritual y material. Pero era también una ciudad con mucha miseria, material, espiritual y moral. Las dos cartas de Pablo a los corintios conservadas en el Nuevo Testamento permiten conocer esta situación de la ciudad. Los corintios deseaban que se les predicara el evangelio en una forma sabia y culta (1,12; ; 1Co_3:18-23) y con dominio de la palabra (1Co_10:10; 1Co_11:6). Siguiendo el camino de las antiguas escuelas filosóficas, se formaban también en la Iglesia diferentes partidos, que discutían entre sí. A Pablo le costó mucho esfuerzo restablecer la unidad de la Iglesia (1Co_10:1-18; 1Co_1:10-10-31; 1Co_3:1-23). La cena del Señor, en la que debía anunciarse la muerte de Cristo, corría el riesgo de perder en Corinto su sentido, a causa del lujo y el desenfreno (1Co_11:17-34). Por otra parte, en Corinto tuvo Pablo que enfrentarse con algunos casos de tan crasa inmoralidad como en parte alguna (1Co_12:21; 1Co_5:1-12; 1Co_6:12-20).

Y, a pesar de todo, Pablo consiguió, con gran esfuerzo, a lo largo de un trabajo misional de año y medio, reunir en Corinto una gran comunidad, cuya vida se desplegó con gran riqueza. La comunidad fundada por Pablo en Corinto se mantuvo y se mantiene inquebrantablemente hasta el día de hoy.

En el verano del 53, Pablo abandonó Corinto y se embarcó para éfeso, de donde pasó después a Palestina. En la primavera del 54 partía de Antioquía de Siria para su tercer viaje misional, que le llevó, a través de Asia Menor, hasta éfeso, donde permaneció por espacio de casi tres años (Act_19:1-20, 1), separado de Corinto tan sólo por el mar Egeo. Entre Corinto y ét£eso existía un intercambio activo, a través del no muy ancho mar Egeo. También entre Pablo y la comunidad corintia iban y venían mensajeros y noticias. Un examen de los datos esparcidos acá y acullá demuestra que Pablo escribió en este tiempo, por lo menos, cuatro cartas a los corintios, que suelen designarse con las letras A, B. C, D. De ellas se han perdido la A y la C y han llegado hasta nosotros la B y la D, que aparecen en nuestro Nuevo Testamento como primera y segunda carta a los Corintios. Se discute, con todo, en este punto, la posibilidad de que se hayan insertado en la primera y segunda carta a los corintios algunas secciones de A y C.

Pablo escribió la primera carta a los Corintios para poner orden en una desagradable querella de partidos, suprimir una precaria situación moral y responder a una serie de preguntas que se le habían hecho por carta sobre el matrimonio y el celibato, la carne sacrificada a los ídolos, diversas cuestiones litúrgicas y la resurrección. La carta de Pablo fue llevada a Corinto por unos mensajeros.

Más tarde debieron ocurrir algunos hechos que estuvieron a punto de provocar una ruptura entre el apóstol y la comunidad. Hallamos algunas alusiones a esta situación en la segunda carta a los Corintios que, con todo, tiene puntos no muy claros para nosotros. Pablo podía dar por supuesto que los destinatarios de la carta le comprenderían, porque conocían los detalles particulares. Pero para nosotros algunas cosas son obscuras. A esto se debe que las interpretaciones de los expositores sean parcialmente divergentes. La mayoría admite hoy que Pablo recibió en éfeso noticias alarmantes sobre la llegada a la comunidad de Corinto de falsos misioneros, que querían apartar de su Apóstol fundador la comunidad (10,1-12,13). A consecuencia de ello, Pablo giró una visita, desde éfeso, a Corinto, entre la primera y la segunda carta a los Corintios. Los Hechos no dan cuenta de este viaje (véase sobre esto 2,1; 12,14; 13,1). Con todo, la visita no consiguió ningún resultado positivo. Los corintios no se separaron decididamente de los adversarios de Pablo, sino que siguieron dando oídos a las acusaciones y calumnias contra el Apóstol. Parece ser que en la discusión el mismo Pablo fue personalmente atacado y ofendido, sin que los corintios llamaran al orden y castigaran al culpable (2,5-11).

Pablo regresó a éfeso desalentado, preocupado y triste. Desde allí escribió una carta «en medio de muchas lágrimas» (2,3s) pidiendo enmienda y satisfacción. Envió la carta a Corinto por medio de Tito, quien consiguió reducir la comunidad a examen de conciencia y arrepentimiento (2,12s; 7,5-7). Esta carta (la C a los corintios) no ha llegado hasta nosotros (véase en 2,3).

Mientras tanto, Pablo, que había abandonado éfeso, se encontró con Tito, que regresaba de Corinto, en Macedonia, probablemente en Filipos, donde el apóstol solía detenerse con especial agrado (2,12s). Aquí recibió, pues, finalmente, las deseadas y favorables noticias de Tito, que pudo informarle de que la comunidad, al menos en su gran mayoría, estaba de su lado. Estas noticias llenaron al apóstol de alegría y consuelo (7,6). Pablo respondió a los corintios con una nueva c,arta, la carta D, que es justamente nuestra segunda a los Corintios.

2. Todas y cada una de las cartas del apóstol Pablo llegadas hasta nosotros tienen su propia peculiaridad y, por lo mismo, un valor especial para nosotros, Pablo tuvo que enfrentarse en Corinto con adversarios que desacreditaban tanto su persona como su modo de ejercer el ministerio y que afirmaban, incluso, que Pablo no era en realidad apóstol, porque Jesús no le había llamado, como a los otros doce, mientras vivía sobre la tierra. En su modo de desempeñar el ministerio se notaba, según ellos, falta de consciencia de su propio valer y carencia de vigor. Pablo se ve, pues, en la precisión de defender su ministerio de apóstol, y así lo hace en su segunda carta a los Corintios. Empujado por la necesidad, estructura Pablo toda una teología del ministerio apostólico. Describe tanto el peso como el esplendor, tanto la pobreza como la riqueza de este ministerio. Hace declaraciones vehementes y conmovedoras sobre las contradicciones que este ministerio encierra y que el tiene que soportar (4,1-18; 6,3-10; 11,16-12,10). En una lista casi inacabable enumera Pablo los trabajos de su ministerio. Fue levantado hasta el cielo, pero debe soportar, en un cuerpo enfermo, con la fuerza del Espíritu, el incesante e inaudito peso del sufrimiento (4,11; 12,7).

En ninguna otra carta tiene Pablo ocasión de hablar tanto de sí como en la segunda a los Corintios. Ninguna otra es tan personal y tan apasionada como ésta. Ello hace que este escrito sea para nosotros un testigo de las posibilidades que encerraba aquel hombre absolutamente excepcional. Con preocupación de padre se esfuerza por restablecer la paz con los corintios. El amor es más fuerte que las disensiones y que todos los agravios. Sabe ganarse a los débiles y amedrentados y animarlos con pastoral aliento. Pero también sabe presentar a sus adversarios, con afilada ironía, como apóstoles de la mentira y los derriba con duros golpes. Desde la claridad y profundidad de la fe, desde la comunión con el Señor en el Espíritu, puede juzgarlo todo, ordenarlo todo, estructurarlo y también soportarlo todo. Comprendemos por qué este hombre era tan encarnizado enemigo para sus muchos adversarios y por qué era capaz de agrupar en torno a sí a muchos hombres y a comunidades enteras.

Pablo batalla con extraordinaria energía, en su segunda carta a los Corintios, en pro de una comunidad unida. ¿Qué posee este apátrida, viajero de los anchos países mediterráneos? ¿Qué posee este pobre de solemnidad, fuera de las comunidades de hermanos que había fundado a voleo por doquier con su predicación del Evangelio? Su confianza, su amor, su fidelidad eran todo cuanto poseía en la tierra. En su servicio se había desgastado, entre peligros y fatigas indecibles. Un entorpecimiento a una quiebra en la confianza de sus comunidades debían causarle un vivo sufrimiento. Esto mismo demuestra la auténtica y honda humanidad del apóstol que, como todos los hombres verdaderamente grandes, amaba mucho.

Pero, a pesar de todo, Pablo no pretende vincular una comunidad a su persona. Asegura: «Estoy celoso de vosotros con celo de Dios, porque os desposé con un solo marido para presentaros, como virgen pura, a Cristo. Pero temo que, como la serpiente engañó a Eva con su astucia, también vuestros pensamientos se corrompan apartándose de la sencillez que debéis a Cristo» (11,2-3). Pablo no quiere ganar a la comunidad para sí, sino para Cristo. No la pierde él, sino Cristo. Y la comunidad no pierde a su apóstol Pablo. Pierde a su Señor, Cristo.

La segunda carta a los Corintios permite conjeturar mejor que ninguna otra la grandeza humana y espiritual del apóstol. Esta carta sitúa a su autor entre los más grandes hombres, los más grandes teólogos y los más grandes santos que han existido en la Iglesia.

3. Cada una de las cartas del apóstol Pablo presenta sus especiales dificultades de interpretación. La segunda carta a los Corintios presenta muchos puntos confusos y obscuros, derivados sobre todo del hecho de que Pablo se contenta, muchas veces, con simples alusiones a circunstancias complejas, que los corintios entendían, desde luego, pero que no están claras para nosotros. Así, no vemos bien quiénes eran exactamente los adversarios con los que Pablo contendía en su carta ni sobre qué versaba la vehemente oposición (véanse los capítulos 10-13).

Otro problema, muy discutido, que aquí sólo puede ser insinuado, pero es el referente a la unidad de la carta.

En 2,13 se dice que Pablo espera a Tito en Macedonia. Y en 7,5 prosigue la narración de la llegada de Tito. Se establece así una conexión -no sin algunas suturas- entre 2,13 y 7,5. Esto resulta extraño. Algunos expositores se preguntan si acaso 2,14-7,4 no será una adición posterior. La verdad es que apenas pueden aducirse razones en favor de esta suposición. Nuevos problemas surgen a propósito del carácter peculiar de 6,14-7,1. Los capítulos 8 y 9 tratan el tema de la colecta en favor de Jerusalén y dan la impresión de que no la presentan desde un punto de vista homogéneo y progresivo, sino desde una perspectiva doble, con dos opiniones parecidas entre sí. ¿Se trata de dos perícopas originariamente independientes, que fueron unidas más tarde? El problema más grave y más difícil es el de la conexión original mutua de las dos partes de la carta, capítulos 1-9 y 10-13. En 7,16 la paz entre Pablo y la comunidad de Corinto está ya restablecida. Pero en los capítulos 10-13 reaparecen las aceradas discusiones con los adversarios 2.

Frente a estos numerosos interrogantes, no pocos exegetas (tanto católicos como protestantes) admiten la posibilidad de que nuestra segunda carta a los Corintios haya adquirido su unidad actual sólo en una fecha posterior, por obra de los redactores de las cartas paulinas. Desde luego, Pablo no redactó sus cartas en forma de colección. Esto aconteció después, y fue obra de otras manos. Es evidente que, al principio, las Iglesias a que escribió Pablo conservaban las cartas recibidas. Después de la muerte del apóstol, se coleccionaron sus cartas, en la medida en que se pudieron tener a mano, porque se reconocía su valor imperecedero. Un cristiano, a quien se dio este encargo, publicó también las cartas conservadas en el archivo de la Iglesia de Corinto. Ahora bien, las cartas estaban escritas en rollos de papiro no muy largos, de modo que una carta ocupaba varios rollos. En algunos casos, el rollo se deterioraba, bien al principio, bien al fin. El editor tenía que reunir, uno tras otro, todos los rollos pertenecientes a una misma carta, pero a veces la adscripción era dudosa. Es posible que en nuestra actual segunda carta a los Corintios haya reunido -consciente o inconscientemente, por error o apoyado en algún motivo- varias cartas de Pablo de origen diverso, o varias secciones de diversas cartas.

Un comentario que se orienta hacia la lectura espiritual de la Escritura, puede prescindir, por lo demás, de estos problemas. La segunda carta a los Corintios ha sido escrita por Pablo, de una u otra forma. Y la Iglesia la ha conservado, porque reconoció que es, para siempre, una carta a la Iglesia. Así debemos interpretarla nosotros.

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2. Para cada tema concreto, cf. los comentarios a 6,14; 7,9; 9,1; 10,1.

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ENCABEZAMIENTO (1/01-02)

En todos los pueblos y en todos los tiempos se escriben cartas, que ofrecen siempre unas determinadas formas y fórmulas También por la época en que se escribieron las cartas del Nuevo Testamento poseía la antigüedad, desde hacia tiempo, unas determinadas fórmulas epistolares de uso general. De acuerdo con esta fórmula, en el encabezamiento se nombraba al remitente con sus títulos y luego a los destinatarios, con indicación del lugar donde se encontraban. Seguían unas palabras de saludo, que expresaban los buenos deseos del remitente a los destinatarios. Las introducciones de las cartas de Pablo son muy parecidas entre sí, debido a esta fórmula obligada. A veces son breves y concisas, a veces tienen mayor amplitud.

1. REMITENTES Y DESTINATARIOS (1,1).

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, y a todos los santos que están en Acaya entera.

Pablo se nombra a sí mismo como remitente de la carta, acentuando ya desde el principio -de completo acuerdo con el objetivo global de la epístola- su cargo y su misión de apóstol. No actúa por elección propia, sino como apóstol, es decir, como mensajero de Cristo, que fue en otro tiempo el hombre Jesús y ahora es el Señor resucitado. Como enviado de un tercero, el apóstol no debe anunciarse a sí mismo, sino a aquel otro. Debe anunciar el mensaje de su Señor, se le quiera escuchar o no. «Como enviados de Dios, hablamos ante Dios en Cristo» (2,17). Y para cumplirlo, Pablo puede verse obligado, como ocurre en esta misma carta, a discutir y batallar. De su misión se derivan tanto las limitaciones como la fuerza y el poder del apóstol.

Junto a sí, menciona Pablo, en unión cordial, y como hermano en el ministerio, a Timoteo, colaborador suyo, a quien conocemos tanto por los Hechos de los Apóstoles como por las cartas. Con todo, la carta no es una especie de trabajo en común de Pablo y Timoteo; es, con toda seguridad, desde el principia al fin, obra de Pablo. De hecho, a partir de aquí eI Apóstol habla siempre en primera persona. Es un acto de cortesía fraternal que Pablo mencione al principio, junto al suyo, el nombre de Timoteo.

La carta va destinada, en primer término, a la Iglesia de Dios que está en Corinto. Hay una sola Iglesia universal de Dios, que se manifiesta y se realiza en cada una de las diferentes comunidades. La Iglesia no es aquí la autoridad o el sacerdocio, sino toda la comunidad. Desbordando la ciudad de Corinto, la carta va enderezada a todos los fieles que están en Acaya entera. Acaya es el nombre de la provincia romana de aquel entonces. Comprendía el territorio de la actual Grecia central y la península del Peloponeso. Pablo había predicado ya en esta región, en Atenas, aunque sólo consiguió unas pocas conversiones (Act_17:34). Con todo, había ciertamente otras comunidades, porque la fe y la Iglesia se difundían rápidamente, con su propia fuerza interna, como nos hacen saber numerosos ejemplos deI Nuevo Testamento. Todo cristiano era, a la vez, misionero. Cuando en la carta a los Romanos se cita, junto a la de Corinto, a la comunidad de Céncreas (Rom_16:1), debe tratarse de una comunidad ya crecida.

SANTO/QUIéN-ES: A todos los cristianos se les llama, en conjunto, santos. ¿Qué significa esta palabra? En los libros del Antiguo Testamento y del Nuevo, Dios es llamado desde el principio, siempre y originalmente, santo. En este caso, la voz significa propiamente (según el hebreo) que Dios está, en razón de su misma esencia, separado del mundo, que se distingue del mundo creado por él. Dios es el «enteramente otro». Así, el profeta Isaías ha contemplado a Dios como el único santo. Vio a Dios en un trono elevado, en torno al cual los serafines, cubriendo su rostro y toda su figura con alas, se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria» (Isa_6:1-4). Todo lo que el Dios eternamente santo llama y acepta dentro de sus dominios y llena con su presencia, se hace también, por lo mismo, santo: los santos ángeles, la ciudad santa de Jerusalén, el pueblo elegido de Dios de la antigua alianza, la comunidad elegida de la nueva alianza, la Iglesia. Si a la Iglesia -y por tanto también a los cristianos- se la llama santa, esto no significa, originalmente, una especial preservación moral o una perfección rayana en la santidad, conseguida mediante el cumplimiento de los mandamientos de Dios. El título significa el llamamiento de los cristianos a la comunidad y a la propiedad de Dios. Esto incluye, desde luego, y exige el apartamiento del pecado, pues el pecado contradice la comunidad con el Dios santo. La conducta moral del hombre es una consecuencia del don de Dios, que es lo primero. Porque Dios ha santificado al hombre, puede el hombre esforzarse por llevar una vida santa.

Pablo tiene que reprender, a veces, con dureza, a sus comunidades a causa de sus flaquezas y sus pecados. Pero, al mismo tiempo, llama a sus miembros santos. La Iglesia es siempre Iglesia de los pecadores y, a la vez, también Iglesia de los santos. En la actualidad, el título de santo se reserva para unos pocos. En la Iglesia romana se le aplica al papa -santo padre- y, desde otra perspectiva, a los hombres perfectos canonizados por la Iglesia. En el Nuevo Testamento todos los cristianos son santos. A todos se atribuye el don de la santidad y a todos se impone también la obligación de desarrollarlo.

2. SALUDO (Isa_1:2).

2 Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

En el saludo se le desea a la Iglesia gracia y paz. El inventor de esta fórmula de saludo, muy utilizada en el Nuevo Testamento, y más tarde en la Iglesia, ha sido, indudablemente, Pablo. Ningún apóstol ha reflexionado ni hablado tan profundamente como Pablo sobre la gracia como entrega de amor, de perdón y de nueva creación de Dios al hombre. Pablo incluye, por tanto, en su saludo, los consuelos y el aliento de la gracia.

El deseo: «la paz sea contigo» es, ya desde los tiempos de los patriarcas, el saludo del pueblo de Israel y sigue siendo, hasta hoy, la fórmula de saludo en Oriente. La palabra «paz» no significa sólo una disposición de ánimo tranquila y serena, sino paz y reconciliación con Dios y, por lo mismo, salvación y santificación del hombre. La paz es, para el hombre, un don de Dios, transmitido a los cristianos por Jesucristo, salvador y Señor. Consiguientemente, Pablo menciona a los dos, al Padre, como origen de la paz, y a Cristo, como dador y mediador de la paz y de la gracia.

Al Dios donador se le llama Padre. Esta expresión es conocida no sólo en el Nuevo Testamento y en la fe cristiana, sino también en el Antiguo Testamento. Hay asimismo algunas otras religiones que, ocasionalmente, llaman a Dios Padre. Con todo, en las fórmulas de oración judías a Dios se le llama, generalmente, rey y Señor, y muy raras veces Padre. Además, en ninguna religión se llama a Dios «Padre nuestro» con la seguridad e intimidad del Nuevo Testamento. Así, Jesús enseñó a sus discípulos a conocer y a poder invocar al Dios todopoderoso como Padre amado. La oración del padrenuestro es, pues, en realidad la señal distintiva de los discípulos y como la carta constitucional de la Iglesia de Jesucristo.

Parte primera

ACCIÓN DE GRACIAS (Isa_1:3-11)

El antiguo estilo epistolar pedía que el remitente añadiera al saludo una acción de gracias a la divinidad por la protección y bendiciones dispensadas al remitente o al destinatario 3. Pablo sigue con frecuencia esta costumbre en sus cartas, pero introduce en la fórmula tradicional la carga de sus verdaderos, auténticos y plenos sentimientos. En otras cartas, Pablo da gracias a Dios por los favores concedidos a la comunidad a la que escribe 4. Aquí la oración se demora primero en un sentimiento personal. Este hecho es característico en una carta cuyo contenido total gira casi íntegramente en torno a las profundas vivencias del Apóstol, con un sello personal que no se encuentra en ninguna de las restantes cartas de Pablo. Contra la normal costumbre de tomar pie de la historia y de la situación de la comunidad, aquí ocupa el primer término de la oración una emotiva experiencia personal.

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3. Las cartas que nos han llegado de la antigüedad ofrecen algunos ejemplos de ello. Así, una carta del marinero Apión a su padre, del siglo II después de Cristo. Obedeciendo una orden de movilización, Apión había partido, en barco, desde su patria, Egipto, al puerto militar de Miseno, cerca de Nápoles. Durante el viaje fue sorprendido por una tempestad. Después escribió una carta que empezaba así: «Doy gracias a mi divino Señor Serapis, que acaba de librarme». De parecida manera da gracias Pablo en 1,3-11 por haber sido salvado de un peligro mortal.

4. Así Rom_1:8; 1Co_1:4; Phi_1:3; 1Th_1:2; 2Th_1:3.

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1. EL CONSUELO DE DlOS (1/03-04).

3 ¡Bendito sea Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo!

Se alaba a Dios como Dios y Padre de Jesucristo. Es el Dios que ha enviado a Jesucristo y se ha revelado en él, el Dios que Jesús anunció y al que se dirigió en sus oraciones. Es el Padre de quien Jesús se supo y se reconoció Hijo y del cual hizo saber a los hombres que era su Padre. Dios es también Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo. Esta es la esencia de Dios, ser el consolador, no el juez y condenador, sino el compasivo. Más aún, él es el creador y la fuente misma de toda misericordia, de la que brota todo consuelo. Toda la compasión, todo el consuelo que los hombres sienten, tiene su origen último en Dios, pues al recibir en sí mismos la compasión de Dios, pueden compadecerse de los otros.

4 él nos consuela en toda tribulación hasta el punto de que, mediante esa consolación con la que a nosotros mismos nos consuela Dios, podamos consolar a los que están en toda clase de tribulación.

De Dios, como fuente de consolación, brota el consuelo en la Iglesia. Dios consuela al apóstol, que puede ser, a su vez, portador de consuelo para toda la Iglesia. Desde luego, el apóstol es el servidor de todos, pero aquí aparece otro contenido esencial del ministerio apostólico: el apóstol es mediador entre Dios y la Iglesia, Dios consuela por medio del apóstol.

El consuelo ayuda de diversas maneras en la tribulación. La Biblia habla con frecuencia de muchas necesidades y apuros, tanto del pueblo de Dios, como del hombre justo y piadoso. Según el Nuevo Testamento, esto es algo inherente a la existencia cristiana en este tiempo y en este mundo. Los perfectos de Dios son siempre los que vienen de la gran tribulación (Rev_7:14). Todo se reduce, en definitiva, a la única gran necesidad del tiempo final, que ya ha comenzado y de la que nacerá la salvación definitiva de Dios. También el apóstol, y especialmente el apóstol, debe participar de la tribulación. En todas las necesidades que le sobrevienen se le muestra la necesidad final, la de la muerte 5. Pero esta necesidad es superada por el consuelo que Dios da (1,4) en la superabundante alegría del Espíritu Santo (8,2) y en la perspectiva de la gloria futura (4,17s).

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5. Cf. 1,8; 11,23.

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2. COMUNIÓN DE SUFRIMIENTOS Y DE SALVACIÓN CON CRISTO (1/05-07).

5 Porque, así como los padecimientos de Cristo rebosan en nosotros, así también, mediante Cristo, rebosa nuestra consolación.

En la comunión de la fe nadie está solo en la necesidad y, similarmente, nadie recibe consuelo sólo para sí. Todas las cosas acontecen tanto en la comunión con Cristo (1,5), como en la comunión con la Iglesia (1,6).

El Nuevo Testamento afirma repetidas veces la idea expresada aquí por el apóstol, a saber, que los su£rimientos del cristiano forman unidad con los sufrimientos de Cristo, que son una parte de ellos, que son, incluso, su complemento. Esta unidad de los sufrimientos de Cristo y de los cristianos se deduce de tres motivos, que van de fuera a dentro.

Las persecuciones, dolores y necesidades del discípulo de Cristo son, a su manera y modo visible, similares, iguales incluso, a los que Cristo hubo de soportar. Ya el mismo Cristo anunció a los discípulos que deberían beber el cáliz de dolor que él mismo tuvo que beber y que tendrían que ser bautizados con el bautismo de sufrimientos con que él fue bautizado (Mar_10:38s). También, en lo referente a dar testimonio con la propia sangre, tiene validez su palabra de que el discípulo debe experimentar las mismas cosas que su Maestro y Señor: «Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán» (Joh_15:20). De su cuerpo, marcado por Ios sufrimientos, y de su vida dice Pablo que lleva en su cuerpo «las marcas de Jesús» (Gal_6:17) y que lleva «siempre y por todas partes, en el cuerpo, el estado de muerte que llevó Jesús» (2Co_4:10).

Los sufrimientos sobrevinieron a los discípulos por el amor de Cristo. Son sufrimientos por causa de Cristo, y por fidelidad a Cristo son soportados. Por amor a Cristo, el apóstol pasa por nada a los ojos del mundo (1Co_4:10). Por amor a Jesús es entregado a la muerte (2Cbr 4,11). En calidad de testigos de la palabra de Dios y de Jesucristo los mártires entregan su vida (Rev_6:9; Rev_20:4).

Pero el discípulo tiene una razón aún más profunda para sufrir en comunión con Cristo y en cuanto miembro de Cristo. Cristo sufre en el cristiano y el cristiano sufre en Cristo. En la aparición de Damasco dice Cristo a Pablo, perseguidor de la Iglesia, que en la Iglesia persigue al mismo Señor, Cristo (Act_9:4s). En la carta a los Romanos el apostó considera que la inmersión en el agua bautismal y la posterior emersión es una imagen del hundimiento de Jesús en la muerte y su posterior resurrección (Rom_6:3-11). En el bautismo se hacen presentes y se extienden al creyente, de misteriosa manera, la muerte y la resurrección. Los sufrimientos de Cristo y del cristiano forman una unidad tan íntima que Pablo puede llegar a decir que, según el plan salvífico de Dios, se ha determinado de antemano una medida de sufrimiento que es preciso llenar. Cristo ha aportado una parte; la otra deben aportarla los discípulos. «Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia», (/Col/01/24).

En esta comunidad de sufrimientos se lleva a cabo el consuelo del sufrimiento. Esta comunión lleva a cabo también, finalmente, la comunión de la glorificación. «Es cierto que fue crucificado en razón de la debilidad; pero vive por el poder de Dios. Y así también nosotros participamos de su debilidad, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros» (2Co_13:4). Viviendo en comunión de sufrimientos con Cristo, se tiene la garantía de poder experimentar también la fuerza de su resurrección. Configurarse con su muerte significa experimentar también, con el, la resurrección de la muerte. Esta resurrección acontece ya ahora en la nueva vida de la fe y llegará a su plena realización en la resurrección del final de los tiempos. Y así, en la comunión de sufrimientos se realiza la comunión de vida con Cristo. «Vivo, pero no yo; es Cristo quien vive en mí. Y respecto del vivir ahora en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal_2:20).

6 Y si pasamos tribulación, es por vuestro consuelo y salvación; si recibimos consuelo, es para vuestra consolación, la cual actúa eficazmente al hacernos soportar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros.

Cuanto Pablo experimenta y sufre, es en favor de la Iglesia. La comunión con el único Cristo significa y realiza la comunión de los cristianos entre sí. Así, el apóstol soporta sus sufrimientos para el bien de la Iglesia. Y si recibe consuelos, es, asimismo, para que él -mediante la predicación, las cartas y el ejemplo de su vida- los transmita, de suerte que también los demás reciban consuelo y aquella salvación que es el término final del consuelo.

Los sufrimientos acompañan siempre tanto al apóstol como a la Iglesia. Son los mismos para ambos, son generales y son necesarios. Pero en medio de ellos da Dios su consuelo y la fuerza para soportarlos con paciencia. Al enumerar los sufrimientos Pablo piensa, por supuesto, en los ataques y amenazas procedentes de los enemigos de la fe, que han alcanzado a los cristianos de Corinto, lo mismo que han alcanzado a Pablo doquier ha ido (1Th_2:14). Puede pensar, también, en la insuficiencia, humana y espiritual, que él especialmente, como hombre enfermo, tiene que arrastrar (12,7.9), y contra cuyas limitaciones chocan también los demás hombres todos los días (Rom_8:38). Detrás de todo esto se ocultan los ataques del enemigo maligno, que lo mismo sale al encuentro del apóstol (Rom_2:11; 1Th_2:18) que tienta a todos los cristianos (1Co_10:13; Eph_6:11s). «Sin embargo, en todas estas cosas vencemos plenamente» (Rom_8:37).

7 Y nuestra esperanza respecto de vosotros está sólidamente fundada, pues sabemos que de la misma manera que tenéis parte en los padecimientos, así la tenéis también en el consuelo.

A través del consuelo consigue el cristiano la fortaleza de la paciencia, y de la paciencia pasa a la confianza de la esperanza inconmovible. Pablo lo ha experimentado en sí mismo y sabe, con certeza, que también lo experimentan los corintios. Sabe que los cristianos toman parte en su tribulación, tal como, por ejemplo, le ha contado Tito (Rom_7:6-7). Pero también podría haberle contado que la Iglesia no había vacilado. Saber lo que ahora ocurre encierra la seguridad de lo que siempre ocurrirá: que el sufrimiento y la tribulación alcanzan siempre consuelo y liberación, tal como se promete en las bienaventuranzas del Señor en el sermón de la montaña (Mat_5:3-12).

3. EL APÓSTOL HA SIDO SALVADO DE UN PELIGRO DE MUERTE (1/08-11)

8 Porque no queremos que ignoréis, hermanos, la tribulación que nos sobrevino en Asia: tan pesadamente y por encima de nuestras fuerzas nos abrumó, que llegamos a perder toda esperanza de vivir.

A las consideraciones generales sobre la influencia mutua entre tribulación y consuelo añade Pablo algunas alusiones a una experiencia personal concreta. Sabe bien que las experiencias de los corintios responden al principio general. Ahora bien, les corintios deben saber que el principio es verdadero también en la vida de Pablo. El apóstol tuvo una experiencia en este sentido no mucho tiempo antes, y de una manera especial, al ser liberado de un peligro de muerte. Pablo se limita a aludir al hecho, que no podemos aclarar y determinar con mayor precisión. Sólo sabemos que corrió un peligro amenazador y grave. No se ve claro si al emplear el nosotros habla sólo de sí mismo o, lo que parece más probable, habla también de otro u otros compañeros. Más que en el peligro, acusado pero breve, de un viaje, por ejemplo la travesía de un río o un naufragio, peligros que, por otra parte, Pablo experimentó con bastante frecuencia (11,25s), la indicación parece aludir, más bien, a un peligro grave y de larga duración. Probablemente, Pablo y su acompañante o acompañantes habían caído en poder de una chusma hostil y habían recibido malos tratos; o acaso habían sido encarcelados por una grave acusación.

En todo caso, la situación en que se encontraban los misioneros los abrumó «pesadamente y por encima de sus fuerzas». No veían ninguna solución y daban ya la vida por perdida.

Pablo llama a los cristianos hermanos, de acuerdo con todo el Nuevo Testamento, en que los cristianos se saben y se designan como hermanos. El Nuevo Testamento recoge así el uso lingüístico del pueblo judío, que se sentía a sí mismo como una gran familia, dentro de la unidad de sangre de sus padres. Jesús empleó esta palabra para referirse a la comunidad de sus discípulos. Sus discípulos debían saberse una hermandad (Mat_23:8). El mismo Jesús llamó a sus discípulos sus hermanos y hermanas (Mar_3:35). El Padre celestial es el Padre único de todos. «Porque todo eI que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mat_12:50).

Reunidos en una nueva comunidad de fe, la hermandad cristiana no era ya, como la de antes, la comunidad natural de sangre, sino una nueva creación.

El hombre y la expresión «hermano» y «hermana» llegó a desaparecer en la conversación normal de los cristianos, pero se ha conservado en las familias religiosas. También sigue en vigor la costumbre de llamar hermanos y hermanas a los miembros de estas familias incluso fuera de la vida del claustro. El hecho de que podamos llamar a unos extraños hermanos y hermanas es una resonancia lejana del lenguaje bíblico y del espíritu del Nuevo Testamento. Cuando hoy se da este título a las religiosas, se proclama algo que la historia sabe bien: que el humanitarismo de este mundo es hijo de la caridad cristiana.

9 Sin embargo, hemos tenido dentro de nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no estemos confiados en nosotros mismos, sino en el Dios que resucita a los muertos. 10 El nos libró de una muerte tan segura y nos librará. En él hemos puesto nuestra esperanza y nos librará todavía.

La fe de Israel, y la de la Iglesia, conoce y confiesa a Dios como a aquel que resucita los muertos. En otro lugar, Pablo dice de Dios que «da vida a los muertos» (Rom_4:17). Parece ser que el apóstol emplea una antigua fórmula de oración judía. En la oración de las 18 peticiones, recitada todavía hoy en la sinagoga, se alaba a Dios: «Tú vives eternamente, resucitas a los muertos. Tienes cuidado de los vivientes y haces vivir a los muertos.» Así pues, al emplear esta fórmula, Pablo no estaría pensando en la resurrección de Jesús de entre los muertos, como podrá creerse a primera vista, sino en la resurrección universal que Dios llevará a cabo al final de los tiempos. Este Dios, vencedor de la muerte, ha salvado al apóstol de un peligro mortal.

San Pablo ha experimentado que allí donde, según los cálculos humanos, sólo había una amenaza extrema, era Dios quien lo disponía y dirigía todo. Pablo pudo reconocer en aquella ocasión, y de una vez para siempre, que Dios es siempre aquel que lleva desde la situación aparentemente insoluble a la libertad, de la muerte a la vida. Por eso a Dios se le llama el Salvador por antonomasia (Psa_18:3; Psa_70:6).

En realidad, todos los hombres estamos destinados a la muerte y a la ruina, junto con todo nuestro mundo. Cuando toda esperanza está perdida, la palabra de Dios nos llama a esperar en el milagro de Dios, por quien, mediante la vida, la muerte es y será vencida.

11 Ayudadnos vosotros también con la oración a favor nuestro, de suerte que el don concedido a nosotros en atención a muchas personas, sea agradecido por muchas en nombre nuestro.

Pablo se verá envuelto en nuevos peligros, de los que sólo la salvación de Dios podrá librarle. Por eso pide la ayuda de la oración de los cristianos. El apóstol sabe, con toda certeza, que la oración hecha en favor de una persona puede proporcionarle ayuda y protección. Aunque aquí Pablo habla sobre todo de la oración de súplica, vale también, y con mayor razón, de la oración de acción de gracias. En realidad, para el creyente toda oración es acción de gracias, porque siempre experimenta la gracia de Dios. Todo se convierte para él en «eucaristía». Por eso, la Iglesia, como una gran comunidad orante, o mejor, como un grandioso coro de acción de gracias, debe llevar ante Dios las preocupaciones del ministerio apostólico y de la misión.

Parte segunda

MISIÓN Y ORDEN EN LA IGLESIA (,13)

En la parte que sigue de la carta, Pablo somete a discusión algunas diferencias que habían surgido entre él y la Iglesia de Corinto que, ciertamente, arrancan de cuestiones personales, pero que, rebasándolas, afectan a la misión y al orden de la Iglesia. Esto nos permite lanzar una ojeada sobre el origen y la evolución de una comunidad apostó1ica y sobre la primitiva historia de la Iglesia, en general.

1. SERVICIO DESINTERESADO DE PABLO (1/12-14).

Después de una serie de afirmaciones sobre la unión entrañable, en las que se proclama la comunión de oración y de consuelo entre el apóstol y su comunidad, pasa Pablo a una discusión, ya inevitable, con los corintios, que reaparecerá una y otra vez a lo largo de toda la carta y que alcanzará finalmente, en los capítulos últimos (Psa_10:1-13, 10), una extremada vehemencia. Pablo comienza por defenderse de la acusación de que procede con astucia humana (Psa_1:12) y de que sus cartas son de mala fe (Psa_1:131) y afirma, por el contrario, el total desinterés de sus intenciones

a) La conducta de Pablo (Psa_1:12).

12 Porque ésta es nuestra gloria: el testimonio de nuestra conciencia de que hemos procedido en el mundo, y especialmente con vosotros, con la santidad y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal sino en gracia de Dios.

Pablo ha pedido a la Iglesia que ore y dé gracias con él y por él. Merece preces y gratitud, porque sus obras son desinteresadas. Puede incluso gloriarse de ello. Pablo lo declara así, aunque sabe y dice repetidas veces en sus cartas que es muy discutible que al hombre le esté permitido gloriarse. Pero es que hay una gloria falsa y otra auténtica. Es falsa aquella gloria que se apoya en sí misma y quiere gloriarse, frente a Dios, en la capacidad humana. De una gloria así declara Pablo categóricamente que queda «eliminada» (Rom_3:27). «No hay lugar para eI orgullo humano en la presencia de Dios» (1Co_1:29). Sólo es lícito gloriarse «en el Señor» (1Co_1:31) y «en la cruz de nuestro Señor» (Gal_6:14), gloriarse porque Dios ha salvado al hombre de la pérdida de su obra y de su vida, del mismo modo que ha llevado a Cristo a la vida a través de la muerte en la cruz. Esta es aquella gloria por la que el hombre prescinde de sí mismo, para contemplar el futuro que viene de Dios. En esta tensión entre la falsa y la auténtica gloria personal se hace posible aquella glorificación propia a la que Pablo se ve empujado, una y otra vez, en la carta a los Corintios, frente a la hostilidad de sus enemigos. Se gloría, como dice al fin, no de su fuerza, sino de su debilidad, a través de la cual actúa la fuerza de Dios 6, Pablo puede gloriarse, según el testimonio de su conciencia, de santidad y sinceridad; pero no de la suya propia, sino de la santidad y sinceridad de Dios. Pablo no ha conseguido estas virtudes con su propia industria, sino que las ha producido en él la gracia de Dios. La santidad del apóstol no es otra cosa que el amor con que Dios llama y obliga y es, por tanto, prerrogativa de todos los cristianos (véase en 1,1). Al igual que la santidad, también la sinceridad es, ante todo, una cualidad divina, pues sólo Dios es enteramente puro y recto.

Por la gracia de Dios puede Pablo afirmar que él no actúa según los principios de la sabiduría carnal, es decir, mundana. Ante todo el mundo, doquier ha trabajado, tiene Pablo conciencia de esta realidad. Pero son los corintios los que mejor deberían saberlo. Pablo estuvo en Corinto un año y medio, de tal suerte que tuvieron tiempo de conocerle a fondo. En las circunstancias particularmente difíciles de Corinto, de las que nos dan pruebas las dos cartas a los corintios llegadas hasta nosotros, el apóstol demostró y acreditó su resto proceder mejor que en parte alguna. También aquí puede pensar Pablo en algo que recuerda con frecuencia a los corintios (11,7; 1Co_9:6): a lo largo de toda su permanencia en la ciudad se ha ganado el sustento con sus propias manos, renunciando al derecho de todo misionero a ser mantenido por la comunidad. Era, pues, bien patente que, como misionero, no pretendía ganar nada para sí, sino sólo servir a la comunidad.

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6. Cf. 3,2s; 7,4; 9,2s; 10,18.

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b) Las cartas de Pablo (1,13-14).

13 Porque no os escribimos sino lo que leéis o incluso comprendéis, y espero que lo comprenderéis plenamente, 14 lo mismo que comprendisteis, en parte, que somos vuestro orgullo, como vosotros sois también el nuestro en el día del Señor Jesús.

Pablo fue acusado de sabiduría mundana precisamente a causa de sus cartas. Ya en la carta anterior tuvo que defenderse de las malas interpretaciones o tergiversaciones de sus misivas 7. Por el tenor de su defensa sabemos que se le reprochaba que sus cartas no eran sinceras, que lo que pensaba era distinto de lo que escribía y decía.

Pero Pablo sabe también que, a pesar de todo, los corintios le han comprendido bien, al menos en parte, y está convencido de que, al final, llegarán a comprenderle del todo. Y esto ocurrirá no sólo porque su conocimiento humano sea más perfecto. El apóstol piensa, más bien, en el cercano último día, en el que el Señor volverá de nuevo 8. A la clara luz del día del juicio aparecerá todo al descubierto. Entonces verá todo el mundo que la Iglesia de Corinto, que Pablo ha fundado con tanto esfuerzo y ha cuidado con tanto amor, es el título de gloria del apóstol. Y, a la inversa, que también Pablo será, aquel día, la gloria de la Iglesia de Corinto, que se sentirá orgullosa de su fundamento apostólico 9.

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7. Cf. 1Co_4:14; 1Co_5:9s; 1Co_14:37,

8. La alusión de Pablo al último día, en el que todo quedará al descubierto, tiene pleno sentido si se trata no de un día lejano, al final de los siglos, sino de un día próximo, que él mismo vivirá, junto con la comunidad ante la que se defiende. Como otras cartas (Rom_13:11s; 1Th_4:15), también la segunda a los Corintios permite deducir que Pablo esperaba y aguardaba la venida del Señor para dentro de poco. Véase el comentario a 11,2.

9. Pablo expresa esta seguridad de que sus comunidades serán su gloria en la venida de Cristo también respecto de las iglesias de Tesalónica (1Th_2:19) y Filipos (Phi_2:16).

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2. UNA VISITA PROYECTADA, PERO NO REALIZADA (,2).

Pablo tuvo que oír reprensiones y recriminaciones debido también a que había prometido una visita y no la cumplió, ya que tuvo que modificar más tarde sus planes de viaje. Cierto que modificó sus proyectos originales de hacer una segunda visita a Corinto. Pero nadie debe concluir de ahí una falta de formalidad. él sabe bien que, en Cristo, Dios ha pronunciado su claro «sí». Por lo mismo, también el apóstol, como mensajero de Dios, debe ser veraz y digno de fe (1,18s). Pablo suspendió en aquella ocasión la visita sólo por consideración a los corintios (1,23).

a) Plan del viaje (1/15-16).

15 Y con esta confianza quería ir primeramente a vosotros, para que tuvierais una segunda gracia 16 y pasar por vosotros a Macedonia, y de Macedonia regresar de nuevo a vosotros, para ser encaminado por vosotros a Judea.

Pablo había hecho sus planes de viaje dando por seguro que su persona y su obra hallarían comprensión y confianza. Así pues, su proyecto era hacer una segunda visita a Corinto, partir de allí para Macedonia, volver de nuevo a Corinto y, finalmente, acompañado de algunos corintios, marchar a Judea. En la primera carta a los Corintios expone Pablo sus proyectos de una manera algo diferente. En ella prometía, en concreto, a los corintios una estancia más prolongada entre ellos (lCo 16,5-9). De hecho, Pablo modificó sus planes, lo que provocó el disgusto de la comunidad.

Esta segunda visita debía haber sido una segunda gracia para los corintios. Pablo no habla de una gracia en el sentido en que suele llamarse muestra de gracia o benevolencia la visita de un gran señor. La visita del apóstol transmite a la Iglesia la gracia divina. El apóstol no es sólo maestro y predicador, es transmisor de la gracia y mediador entre Dios y los hombres. Su presencia en la comunidad abre las puertas a la acción de la gracia divina. Pablo testifica repetidas veces que tiene conciencia de esta faceta de su ministerio sacerdotal. Así, dice: «Y sé que, yendo a vosotros, iré con la plena bendición de Cristo» (Rom_15:29).

b) La veracidad del apóstol (1/17-18).

17 Al pretender, pues, esto, ¿procedí con ligereza? ¿O mis proyectos son puramente humanos, de suerte que en mí haya el «sí, sí» y el «no, no»? 18 Pero -Dios es fiel- nuestra palabra dirigida a vosotros no es «sí y no».

Pablo ha modificado sus proyectos de viaje. Esto motivó que en Corinto se le echara en cara que trazaba sus planes con ligereza y de un modo carnal (es decir, puramente humano y buscándose a sí mismo). Pablo diría sí y no con caprichosa veleidad.

¿Es que resultaba tan difícil comprender que Pablo hubiera podido tener alguna causa o precisión de modificar sus planes? A nosotros esto nos parece muy natural. Entonces, ¿están girando los reproches sobre nimiedades? ¿No se exterioriza en este escándalo de los corintios su mala voluntad y su afán de contradicción, al menos en aquello que recriminan a Pablo? Y, con todo, Pablo se muestra muy sensible a este reproche. Acomete con toda seriedad el tema de la obligación de ser veraces. Es extremadamente delicioso ver cómo, tomando pie de cuestiones al parecer triviales, sabe acudir, aquí y en otros muchos casos parecidos, a los principios fundamentales de la fe cristiana, para dar una respuesta desde ellos. Siguiendo el hilo de su pensamiento adquiriremos ciencia y conciencia de cuán profundo es el deber que tienen de ser veraces el predicador del Evangelio y todo cristiano.

Pablo no niega haber modificado sus planes y sus promesas; lo que niega con toda decisión es haber actuado con ligereza. Y pone a Dios por testigo. Dios es fiel. Por esta fidelidad divina, y por ser fiel a ella, se afana y se fatiga el apóstol, como siervo de Dios.

c) La veracidad de Dios, manifestada en Cristo (1/19-20).

19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, proclamado entre vosotros por nosotros, por mí, por Silvano y por Timoteo, no fue «si y no», sino que en él se realizó el «sí».

Los apóstoles están obligados a ser veraces y sinceros también por razón de la figura y la obra del Hijo de Dios, en el cual el «sí» de Dios se manifestó a la historia y al mundo (1,20). Los apóstoles 10 continúan este «sí» mediante su predicación. Su palabra personal y su vida deben estar acordes con el Evangelio que predican. Y, lo mismo que la vida del Apóstol, también la vida de los cristianos está sometida al ejemplo obligatorio de Cristo Señor. La vida del discípulo debe ser imitación de Cristo. Y esto vige desde el momento en que Jesús ha llamado a sus discípulos para que vayan «en pos de él» (Mar_1:20).

20 Pues todas las promesas de Dios, en él se hicieron «sí». Por eso también, cuando damos gloria a Dios, decimos por medio de él nuestro «amén».

Cristo es la gran respuesta afirmativa de Dios, en este Cristo se han confirmado y cumplido maravillosamente todas las promesas de Dios. Es indudable que Pablo piensa, ante todo, en las promesas de salvación que Dios ha dado al pueblo de Israel, su pueblo elegido desde el principio. Las promesas de Dios afirman que él traerá, sobre su pueblo, y sobre todos los pueblos, su salvación y su magnífico reino; que suscitará en Israel el gran Maestro y Salvador, el Mesías; que Israel conseguirá aquello por lo que se ha fatigado a lo largo de muchas generaciones, cuando se esforzaba por cumplir la ley: la liberación de los pecados y la justificación ante Dios.

Las grandes promesas salvíficas de Dios han llegado a su plenitud en Cristo. Pero Dios considera cumplidos también muchos detalles concretos de la historia de la salvación. Así, él cree que los dos grandes sacramentos de la Iglesia, el bautismo y la eucaristía, estuvieron representados ya anticipadamente en la travesía del mar Rojo por Israel y en el sustento del maná en el desierto (1Co_10:1-4). La predicación del evangelio en todo el mundo la encuentra Pablo preanunciaba ya en el salmo: «Por toda la tierra se difundió su voz, y hasta los confines del mundo llegaron sus palabras» (Psa_19:5; véase Rom_10:18). Así, el Nuevo Testamento refiere el Antiguo a Cristo y a la Iglesia, en los que se han cumplido todas las promesas de Dios.

Con todo, Pablo está convencido de que tampoco en los tiempos pasados dejó Dios a los gentiles en tinieblas absolutas. También ante ellos dio testimonio de sí, tanto en la creación -que permite deducir la existencia del Creador (Rom_1:18-23)- como en la conciencia, ya que la ley de Dios está escrita en los corazones de los hombres (Rom_2:14s). También las esperanzas de salvación de los paganos se han cumplido en Cristo.

AMEN: La gran respuesta de Dios al mundo ha sido recibida por la Iglesia. Al igual que la Iglesia de hoy, también la comunidad de Pablo respondía a las súplicas y cantos de la asamblea con el sonoro amén de aquiescencia, que significa: «Sí, así es» 11. En su amén expresa la Iglesia su respuesta creyente y su convencimiento de que las palabras de Dios son verdaderas y se cumplen siempre. Es un sí al sí de Dios. También en Pablo, como miembro de la Iglesia, debe tener validez y eficacia el gran «sí» de Dios. No puede simultanear el «sí» y el «no». Y esta obligación se aplica a todos los que están en la lglesia

Este «sí» de la Iglesia resuena a través de Cristo, pues la oración es eficaz por Cristo. La oración auténtica no es nunca sólo mera actividad humana, sino que el Espíritu de Cristo, enviado al creyente y viviente en él, se expresa delante de Dios en la oración. Sólo en este Espíritu podemos clamar: «Abba!, ¡Padre!» (Rom_8:15). Y es Cristo mismo quien transmite al Padre la oración de la comunidad, como sumo y eterno sacerdote de su Iglesia (Heb_2:17). Por eso, hoy, como siempre, la Iglesia ora «por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios par los siglos de los siglos. Amén» (cf. Rom_1:18; 1Pe_4:11; Jud_1:25).

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10. Silvano (llamado también, en forma abreviada, Silas) y Timoteo fueron los dos colaboradores de Pablo en la fundación de la comunidad de Corinto (Act_18:5).

11. La liturgia de la Iglesia (cf. también 1Co_14:16; Rev_1:7; Rev_5:14; Rev_22:20) ha tomado el amén de la sinagoga; cf. 1Ki_1:36; 1Ch_16:36; Sal 41-14; 1Ch_72:19; 1Ch_89:53; 1Ch_106:48. En la sinagoga, la comunidad respondía con su amén a la oración y bendición del sacerdote.

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d) Dios, fundamento de la verdad en la Iglesia (1/21-22).

21 Y es Dios quien a nosotros, junto con vosotros, nos asegura en Cristo y nos ungió...

El fundamento más profundo de la verdad en la Iglesia es el Dios único y verdadero, en quien todos, tanto el apóstol como los corintios, están y viven. Dios da a su comunidad firmeza, consistencia y unidad. Pablo habla de cómo Dios ha fundado y creado la Iglesia, describiendo, evidentemente, la realidad bautismal. El bautismo nos otorga el Espíritu; se explica gráficamente este hecho como una unción con el Espíritu 12. Aquí se encuentra el temprano origen de la unción con aceite consagrado, que tiene lugar en la ceremonia de la administración del bautismo, tal como se sigue practicando todavía actualmente.

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12. Cf. Act_10:28; 1Jo_2:20.

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22 ...y también nos marcó con su sello y puso en nuestros corazones la fianza del Espíritu.

BAU/SELLO: También se acude a una metáfora cuando se describe el bautismo como una sigilación. Un sello es una señal de reconocimiento, de propiedad y protección, todo a la vez. Por el bautismo el hombre es arrancado de la zona de dominio del Malo, pasa a ser propiedad de Dios y es puesto bajo la protección divina 13. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo describen con poderosas imágenes la salvación y la perfección de los elegidos y santos de Dios cuando son marcados con el sello de la salvación (Eze_9:4-6; Rev_7:2-8; Rev_14:1).

El bautismo transmite el Espíritu de Dios. Para el presente, la sigilación y la donación del Espíritu es prenda de Ia verdad y veracidad en la comunión de la Iglesia. Para el futuro, este Espíritu es la fianza, es decir, anticipo del don máximo y definitivo que Dios nos otorgará junto con la plenitud total. Esta fianza es una garantía de que la voluntad de Dios es dar, al fin, la plenitud. El Espíritu es una fianza porque ha sido depositado en el corazón del creyente, le permite ya desde ahora experimentar el mundo futuro y le abre al conocimiento de este mundo que ha de venir.

Nuestro texto menciona, en íntima conexión, a Cristo, a Dios Padre y al Espíritu, es decir, aquellos nombres que se contienen en la actual fórmula de confesión de la santísima Trinidad. No dice exactamente nuestras palabras: Padre, Hijo, Espíritu Santo, ni las enumera necesariamente según el orden acostumbrado entre nosotros. Pero Dios actúa sobre el mundo y en él como el Dios eterno que se revela en el Hijo y que está presente en el mundo en la fuerza del Espíritu 14.

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13. También en Eph_1:13 y 4,30 se alude al bautismo cuando se habla del sello con el Espíritu Santo.

14. Así pues, la posterior doctrina de la lglesia sobre la Santísima Trinidad se fundamenta en las enseñanzas de Pablo. El pasaje neotestamentario más claro sobre este tema es Mar_28:19. Para Pablo, cf. 3,3; 13,13; véase allí.

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e) Los apóstoles, colaboradores de Dios (1/23-24).

23 Y yo pongo a Dios por testigo -por mi vida- de que precisamente en consideración a vosotros no he ido todavía a Corinto.

Tras las solemnes afirmaciones y las aclaraciones fundamentales, Pablo menciona ahora la razón concreta que le movió a suspender su viaje a Corinto. Ante todo, invoca una vez más (1,18) a Dios como testigo, por su propia vida. El que así se expresa está pronto a perder la vida si no dice la verdad 15.

La razón, pues, de que Pablo -contra su promesa anterior- no fuera a Corinto, es que no quería herir a los corintios. De haber efectuado la visita, se hubiera visto obligado a impartir severas reprensiones.

24 No es que intentemos dominar con imperio en vuestra fe, sino que colaboramos con vuestra alegría, pues estáis cimentados en la fe.

Pablo hablaba consciente de su derecho a exigir y también a castigar. Pero temía que alguno pudiera interpretar mal o tergiversar sus palabras. De hecho, ya habían llegado a sus oídos algunas manifestaciones en este sentido (10,8; 13,10; 1Co_7:35). Pero aunque Pablo conocía su derecho, no podía recrearse, ni por un momento, en la posesión de este poder. Con una afirmación fundamental declara, acerca de su ministerio, que no es señor, sino servidor de la comunidad. Igualmente, en otro lugar: «Siendo libre respecto de todos, me hice esclavo de todos para ganar al mayor número posible» (1Co_9:19). Ya el mismo Señor había dicho a sus discípulos: «El que quiera ser grande entre vosotros, sea servidor vuestro, y el que quiera ser entre vosotros el primero, sea esclavo de todos» (Mar_10:43-44).

Por eso Pablo es servidor de la alegría de la comunidad. La alegría es un distintivo de los cristianos: «Gozaos siempre en el Señor; os lo repito: gozaos» (Phi_4:4). La alegría puede ser, incluso, una señal característica del estado cristiano, que es «justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo» (Rom_14:17). Pablo colabora en esta alegría. Pero quien la causa realmente es otro, Dios. La soberanía de Dios está sobre todo. Pero que Pablo puede decir del apóstol que colabora en la obra de Dios es una afirmación realmente notabIe. Y Pablo lo afirma repetidamente: «Somos colaboradores con Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios» (1Co_3:9). Pablo llama a Timoteo «colaborador de Dios en el Evangelio» (1Th_3:2). Es Dios mismo quien ha fundado la comunidad de Corinto en su fe. Y porque cree, permanece firme la Iglesia. En la fe, la Iglesia se halla inmediatamente ante Dios. En esta inmediatez no puede interponerse ninguna criatura. La fe no admite como Señor a ningún hombre.

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15. En Pablo existen varias fórmulas de juramento. En el sermón de la montaña el Señor prohíbe terminantemente los juramentos, también el juramento sobre la propia cabeza, porque es algo de lo que el hombre no dispone (Mat_5:34-37). Evidentemente, Pablo no conocía la prohibición de este sermón de la montaña. Se atiene aquí, todavía, a una conducta paleotestamentaria, en la que los juramentos estaban permitidos.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Introducción, 1:1-1:1.

Salado epistolar, 1:1-2.
1 Pablo, por la voluntad de Dios apóstol de Jesucristo, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios en Corinto, con todos los santos de toda la Acaya: 2 sea con vosotros la gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Es el saludo corriente en las cartas de San Pablo, cuyas expresiones más características ya examinamos al comentar Rom y 1 Cor.
El nombre de Timoteo, unido al de Pablo, era bien conocido en Corinto. Era uno de los más íntimos colaboradores del Apóstol, y le había acompañado en la evangelización de la ciudad (cf. 1:19; Hec_18:5). No hacía aún mucho había visitado Corinto (cf. 1Co_4:17; Hec_16:10); pero se ve que ahora se encontraba en Macedonia, que es desde donde San Pablo escribe la carta.
La carta va dirigida no sólo a la iglesia de Corinto, sino también a los fieles de toda la Acaya, es decir, a los grupos cristianos que, con centro en Corinto, la capital, se habían ido formando en toda la provincia. Indirectamente al menos, todos esos grupos eran también fundación de Pablo.

Acción de gracias,Hec_1:3-11.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, 4 que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar nosotros a todos los atribulados con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. 5 Porque, así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así por Cristo abunda nuestra consolación. 6 Pues si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salud; si somos consolados, es por vuestro consuelo, que se muestra eficaz en la tolerancia de los mismos trabajos que nosotros padecemos; 7 y es firme nuestra esperanza en vosotros, sabiendo que así como participáis en nuestros padecimientos, así también participaréis en los consuelos. 8 No queremos, hermanos, que ignoréis la tribulación que nos sobrevino en Asia, pues fue muy sobre nuestras fuerzas, tanto que desesperábamos ya de salir con vida. 9 Aún más, temimos como cierta la sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos, 10 que nos sacó de tan mortal peligro y nos sacará. En El tenemos puesta la esperanza de que seguirá sacándonos, n cooperando vosotros con la oración a favor nuestro, a fin de que la gracia que por las plegarias de muchos se nos concedió sea de muchos agradecida por nosotros.

San Pablo, antes de entrar en materia, antepone la acostumbrada acción de gracias a Dios. El motivo, más que los beneficios concedidos a los destinatarios, que es el habitual de otras cartas (cf. Rom_1:8; 1Co_1:4; Flp_1:3; Col_1:3; 1Te_1:2), son aquí los consuelos con que Dios le favorece en medio de tantas tribulaciones, para que él a su vez pueda consolar a los corintios (v.3-7). A su mente acude sobre todo la idea de una gravísima tribulación reciente, de la que le libró el Señor y confía que le seguirá librando, para lo que pide la ayuda de las oraciones de los corintios (v.8-11).
La fórmula bendito sea el Dios. (v.3; cf. Efe_1:3), distinta de la que el Apóstol suele emplear en otras cartas (cf. Rom_1:8; 1Co_1:4), es muy corriente en el Antiguo Testamento (cf. Gen_9:26; Gen_24:27; 1Sa_25:39; 1Re_1:48). Ni debe extrañarnos la expresión Dios. de Jesucristo (v.3), pues el mismo Salvador llamó al Padre con ese nombre (Jua_20:17; cf. 1Co_8:6). Es en Dios Padre, primera persona de la Santísima Trinidad, donde el Apóstol coloca el origen o raíz de toda consolación, la cual debemos a su misericordia: Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo (v.3).
Cuando el Apóstol habla de que Dios nos consuela. (v.4), ese pronombre nos, aunque es plural, está refiriéndose, en este contexto, directamente a él, Pablo, cuyos padecimientos y cuyos consuelos quiere hacer resaltar. Claro que sus afirmaciones (v.4-7) valdrían igual respecto de los padecimientos y consuelos de los otros predicadores evangélicos. La idea que aquí quiere inculcar, en sustancia, es la misma que había expresado ya en 1Co_3:22, es, a saber, que todo cuanto sucede a los apóstoles o en torno a ellos, de triste o de alegre, está ordenado al bien de los fieles. A esas tribulaciones, soportadas por motivos de apostolado (cf. 4:8-18), llama San Pablo padecimientos de Cristo (v.5), bien porque se sufren a imitación de Cristo, bien porque son como continuación de los que Cristo, nuestra cabeza, comenzó a sufrir en el desempeño de su función redentora (cf. Gal_6:17; Flp_3:10; Col_1:24). El cristiano entra por el bautismo en las dos fases de la vida de Cristo, vida de sufrimiento y vida de gloria, como luego dirá el mismo San Pablo (Col_4:10; cf. Rom_6:3-11). Los apóstoles son como intermediarios, a través de los cuales Dios ha determinado consolar y salvar a los fieles (v.6). San Pablo no explica en qué forma se realiza ese influjo consolatorio del Apóstol en los fieles; pero se ve claro, atendido el conjunto del pasaje, que, aparte el influjo externo con el ejemplo y con la predicación, en el fondo del pensamiento paulino late la doctrina de la comunión de los santos, que es la que hace posible el intercambio de bienes entre uno y otros. De ahí que pida a los corintios que le ayuden con sus oraciones (v.11); mientras que él, a su vez, hace llegar a ellos la fuerza divina para soportar con constancia los mismos trabajos que él padece (v.6). No creemos que haya aquí alusión a pruebas particulares de la comunidad de Corinto, sino simplemente a las generales inherentes a la vida cristiana (cf. 1Co_15:19; 1Te_3:3; 2Ti_3:12; Hec_14:22; Jua_15:20). San Pablo manifiesta su firme esperanza en los corintios, sabiendo que, al igual que participan de sus trabajos, participarán también de sus consuelos (v.7). Son las dos fases de la vida del cristiano, ambas esenciales, que fueron también de la de Cristo: vida de sufrimiento y vida de gloria. Sin unirnos a Cristo paciente, no podremos unirnos a Cristo glorioso (cf. Rom_6:3-11).
A continuación, el Apóstol alude a una gravísima tribulación () que le sobrevino en Asia, tan grave que daba ya por cierta su muerte; cosa, dice, que Dios permitió para que no confiase en mí mismo, sino en El, cuyo poder es capaz incluso de resucitar de la muerte (v.8-9). No sabemos cuál fuera esa tribulación tan grave de la que el Apóstol manifiesta a los corintios que Dios le libró y confía que le seguirá librando en adelante, cooperando ellos con sus oraciones (v.10-11). La opinión más corriente entre los expositores es la de que se trata de las graves persecuciones que hubo de sufrir en Efeso y que culminaron en el alboroto promovido por el platero Demetrio (cf. Hec_19:23-31). Sin embargo, otros autores, como el P. Alio, creen que el Apóstol alude a algún recrudecimiento de la enfermedad crónica a que se referirá luego en 12:7-9, y que, probablemente, es la misma de que habla en Gal_4:13-14. Las palabras del Apóstol, cuando dice que confía en que Dios le seguirá librando de tan mortal peligro (v.10), parecen favorecer esta última interpretación; con todo, pueden también entenderse de los peligros inherentes, en general, al ministerio apostólico. Creemos que no es posible, por falta de datos, responder taxativamente a esta cuestión.
Es muy digna de notarse la importancia que San Pablo concede a la oración de unos por otros, que solicita de los corintios: las oraciones de muchos, al ser escuchadas, aunque sean sólo a favor de uno, terminan en abundancia de acciones de gracias (v.11).




I. Apología de Pablo y de su Apostolado, 1:12-7:16.

No hay doblez en lo que enseña, 1:12-14.
12 Pues ésta es nuestra gloria, el testimonio de nuestra conciencia. Que no en sabiduría carnal, sino en la santidad y sinceridad de Dios, en la gracia de Dios, hemos vivido en el mundo, y más especialmente entre vosotros. 13 No os escribimos sino lo que leéis y conocéis, y espero que hasta el fin lo conoceréis, 14 así como nos habéis ya en parte conocido que somos vuestra gloria, como sois vosotros la nuestra, en el día de nuestro Señor Jesucristo.

Después del saludo y acción de gracias (1:1-11), San Pablo entra en materia. La primera parte de su carta (1:12-7:16) estará dedicada a justificar su conducta respecto de la iglesia de Corinto, deshaciendo las calumnias que contra él habían propalado sus adversarios.
En la presente narración (1:12-14), que sirve como de pórtico a su defensa, asegura a los corintios la absoluta lealtad con que siempre ha procedido, sin disimulo ni doblez de ninguna clase, lo mismo en su actuación (v.12) que cuando escribe (v.13). Los autores antiguos solían interpretar ese escribimos (???????? ) del v.13, como alusivo a la presente carta; sin embargo, parece claro, dado el contexto, que San Pablo está refiriéndose a cartas anteriores a la presente, que algunos debían comentar desfavorablemente cual si contuviesen no sé qué ideas recónditas o insinuaciones entre líneas. Añade el Apóstol que esa su lealtad era ya reconocida por los corintios en parte (???? ?????? ), confiando en que lo fuese hasta el fin (??? ?????? ) en el futuro (v.13-14). No está claro qué quiera significar con las expresiones en parte y hasta el fin, que ciertamente parecen estar en contraposición. Lo más probable es que se refiera, no a que entre los corintios han reconocido su recto modo de proceder solamente algunos, no todos, sino a que ese conocimiento que tienen de él, del que le ha informado Tito (cf. 7:7), todavía no es total, y conviene que lo lleven hasta el fin, como espera que sucederá pronto (cf. 6:11-13).
La alusión a la parusía o día del Señor (v.14) es corriente en las cartas del Apóstol (cf. 1Co_1:7-8; Rom_13:11-14). Es entonces cuando todo quedará al descubierto, y los corintios podrán gloriarse de Pablo como de su genuino maestro y predicador, y Pablo a su vez podrá gloriarse de los corintios.

Por qué no ha ido a Corinto,Rom_1:15-24.
15 En esta confianza quise ir primero a veros, para que tuvieseis una segunda gracia, 16 y pasando por vosotros ir a Macedonia, y de nuevo desde Macedonia volver por ahí y ser por vosotros encaminado hacia Judea. 17 Al proponerme esto, ¿obré a la ligera? O lo que yo me he propuesto, ¿me lo propuse llevado de sentimientos humanos, de manera que haya en mí sí y no? 18 Dios me es fiel testigo de que nuestra palabra con vosotros no es sí y no.19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, que os hemos predicado, yo, Silvano y Timoteo, no ha sido sí y no, antes ha sido sí. 2° Cuantas promesas hay de Dios, son en El sí; y por El decimos amén para gloria de Dios en nosotros. 21 Es Dios quien a nosotros y a vosotros nos confirma en Cristo, nos ha ungido, 22 nos ha sellado y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones. 23 Pongo a Dios por testigo sobre mi alma de que por amor vuestro no he ido todavía a Corinto. 24 No porque pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino porque queremos contribuir a vuestro gozo, pues en la fe os mantenéis firmes.

Alude aquí el Apóstol a un proyectado viaje a Corinto que luego no realizó, siendo ello causa de que algunos le acusaran de hombre inconstante y falto de palabra, un juguete del sí y del no. El Apóstol trata de defenderse, y da la razón de por qué no realizó ese viaje.
El viaje proyectado (v. 15-16) presenta un itinerario distinto del de 1Co_16:5-6, donde se preveía la visita primero a Macedonia y luego a Corinto, mientras que aquí se prevé primero la visita a Corinto y luego a Macedonia, volviendo de allí a Corinto, para, finalmente, dirigirse a Judea. ¿Cuándo había prometido el Apóstol a los corintios hacer ese viaje? Tenemos que movernos entre conjeturas. Lo más probable es que fuera a raíz de la rápida visita que les hizo entre la primera y la segunda carta, como ya explicamos poco ha en la introducción a esta segunda. El Apóstol habla de segunda gracia (v.15), pues con ese nuevo viaje repetía la prueba de estima y afecto hacia los corintios, con la consiguiente efusión de gracias divinas que sus visitas apostólicas llevaban consigo.
El que prometiera esa visita y luego no la realizara, no es, dice el Apóstol, porque obrara a la ligera o se dejara llevar de sentimientos humanos, mirando a la propia comodidad (v.17). Y con una especie de juramento, invocando la fidelidad de Dios, protesta de haber siempre obrado con constancia y lealtad (? . 18); cosa, añade, que es simple consecuencia de que predicamos a Cristo, y Cristo no ha sido sí y no, sino que en El todo es sí (v. 19-20). Esas promesas divinas de que habla el Apóstol (v.20), son las promesas mesiánicas, que se han cumplido en Cristo y deben hacer felices a los hombres (cf. 7:1; Rom_9:4; Rom_15:8; Gal_3:16; Heb_6:12); gracias a El, estamos seguros de haberse ya cumplido y pronunciamos el litúrgico amén (=asi es) al final de las oraciones públicas (cf. 1Co_14:16), adhiriéndonos a ellas firmemente por la fe, para gloria de Dios. El Silvano aludido en el v.19 es el Silas de los Hechos, que había acompañado al Apóstol en la evangelización de Corinto (cf. Hec_18:5).
Todavía no se contenta San Pablo con lo dicho. Recalcando la misma idea de constancia y lealtad, afirma que es Dios mismo quien a él y a los corintios los mantiene firmes en Cristo (v.21). ¿Cómo y cuándo les ha concedido Dios esa firmeza en la fe? El Apóstol responde con tres imágenes, hoy familiares en el vocabulario cristiano: nos ha ungido., sellado., dado las arras del Espíritu (v.22). Parece claro que alude aquí el Apóstol, no precisamente a la vocación al apostolado, como fue opinión común entre los expositores antiguos, sino más bien al sacramento del bautismo, y probablemente también al de la confirmación, dos sacramentos íntimamente relacionados (cf. Hec_2:38; Hec_8:17-18). Lo de ungidos sería un eco del nombre mismo de Cristo, palabra griega que equivale a Ungido (cf. Hec_4:26-27), y significaría la unción espiritual que recibimos en el bautismo mediante la gracia, quedando incorporados a Cristo y constituidos hijos de Dios y herederos del cielo (cf. Rom_6:4; Rom_8:17). Por esa nuestra incorporación a Cristo quedamos como sellados, es decir, marcados con el distintivo de que somos propiedad de otro y ya no nos pertenecemos (cf. 1Co_1:13; 1Co_3:23). En cuanto a las arras del Espíritu que Dios pone en nuestros corazones, podría ser también una alusión al bautismo, donde ciertamente se nos concede el Espíritu; pero juzgamos más probable que haya una alusión a la confirmación (cf. 1Co_12:13), que incluso quizás late ya antes en la palabra sellados (cf. Efe_1:13-14). El término arras (??????? ) indica que la presencia del Espíritu en los cristianos es como un anticipo o primera entrega de la vida bienaventurada futura.
Por fin, San Pablo da la razón de por qué abandonó su proyectada visita a los corintios. Dice, y lo afirma con juramento, que fue por miramiento a ellos (v.23); o, como declara más poco después, para no tener que volver en tristeza (Efe_2:1). Alude aquí el Apóstol a su rápida y todavía reciente visita, llena de tan amargos recuerdos. Por misericordia hacia ellos no quiso hacer otra igual, pues se habría visto obligado a tener que tomar severas medidas. Y que sepan que no pretende dominar sobre su fe, imponiéndola por la fuerza, como tratan de hacer algunos pseudoapóstoles (cf. 11:20), sino sólo y únicamente ayudarles a conseguir esa alegría que es consecuencia de la fe, en la que ellos se mantienen firmes (v.24; cf. Rom_15:13; Gal_5:22; Flp_1:25).

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 3: 2 Corintios 1,6-11Dice que los padecimientos de los Apóstoles son para si bien de los Corintios, y les propone como ejemplo la paciencia con que son soportados.
6.Si sufrimos es para vuestra exhortación y salud; si somos consolados, es para vuestra consolación y salud; si somos exhortados es por vuestra exhortación y salud, que es eficaz por la paciencia con que sufrís los mismos padecimientos que sufrimos nosotros.
7.De suerte que nuestra esperanza es ¡irme por lo tocante a vosotros, sabiendo que así como sois compañeros en los padecimientos, así Lo seréis también en la consolación.
8.Pues no queremos que ignoréis, hermanos, nuestra aflicción que nos sobrevino en Asia, porque de manera excesiva fuimos abrumados sobre nuestras fuerzas, tanto que se nos hacía pesada la misma vida.
9.Pero si tuvimos en nuestro interior esa respuesta de la muerte fue para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en el Dios que resucita a los muertos.
10.El cual de tantos peligros nos libró y nos libra; en quien confiamos que todavía nos ha de librar.
11.Ayudándonos vosotros también con vuestras oraciones, para que vuestro don que nos fue concedido por intervención de muchas maneras de personas sea ocasión para que muchos agradezcan en nuestro nombre.
Habiendo mostrado el Apóstol que Dios consuela a sus siervos en las tribulaciones, o sea, a los ministros de Ja fe y predicadores, aquí consecuentemente enseña que su consolación es para el bien de otros. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero manifiesta de qué clase es la consolación de ellos para el provecho y salud de los demás; luego, indica el orden de tal consolación y salud: que es eficaz por la paciencia, etc.
Acerca de lo primero se debe advertir que son tres las cosas que dice el Apóstol haber recibido: tribulación, diciendo: en todas nuestras tribulaciones; consolación, diciendo: El cual nos consuela; exhortación, al agregar: para que podamos también nosotros, etc. Así es que recibiendo pasivamente estas tres cosas, decimos que los Apóstoles son consolados, atribulados y exhortados. Por lo cual muestra el Apóstol también que estas tres cosas son para la consolación de los demás, y esto dentro de cierto orden. Y primero es la tribulación de ellos, diciendo: Si sufrimos, etc. Como si dijera: verdaderamente cuanto recibimos es para vuestro bien. Porque si sufrimos es para vuestra exhortación y salud, porque con nuestro ejemplo os exhorta Dios a la aceptación de los padecimientos, de lo cual proviene para vosotros la salvación eterna. Por lo cual se lee en ! Macab. 6,34 que mostraron a los elefantes vino tinto y zumo de moras a fin de incitarlos a la batalla. Lo cual ocurre cuando a los indolentes y perezosos se les presentan como ejemplo los sufrimientos de los santos. Lo segundo que enseña es que la consolación de ellos es para provecho de los demás, diciendo: si somos consolados. Como si dijera: Nuestra propia consolación, con la que nos consolamos por la esperanza del premio, es para vuestra consolación, por cuanto con nuestro ejemplo también vosotros con la misma esperanza del premio os alegráis. Lo tercero que muestra es que la exhortación pasiva de ellos es para el bien de los demás, diciendo: Si somos exhortados, mediante una interna inspiración o por azotes, esto ocurre por vuestra exhortación, esto es, para que os animéis para cosas mayores y esperéis la salvación. Por lo cual se dice en 2 (viacabeos 15,7-11, que exhortados con los discursos de Judas, se inflamaron los ánimos de sus oyentes. Ayudándoos vosotros también, etc. Y el orden de tal consolación y salud lo indica diciendo: que es eficaz por la paciencia con que sufrís, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero muestra la paciencia tenida en las adversidades; segundo, indica el fruto que de la paciencia proviene: De suerte que nuestra esperanza es firme. Así es que dice: Digo que estas cosas son para vuestra salud, porque la salvación para vosotros está en esto, por cuanto con nuestro ejemplo os fortalecéis para soportar los padecimientos, y para que pacientemente soportéis las mismas pruebas que nosotros padecemos. En vuestra paciencia salvaréis vuestras almas (Luc. 21, i 9). Tomad ejemplo, hermanos, en las pruebas (Sant. 5, !). De la cual paciencia proviene para vosotros el fruto, porque es firme nuestra esperanza de que así os hagáis herederos de la vida eterna. La tribulación obra la paciencia; y la paciencia, esperanza (Rm 5,3). Dice Gregorio: Tanto más sólida surge la esperanza en Dios cuanto mas abrumador sea lo que se soporte en su nombre. Porque de los padecimientos que ios santos de Dios soportan por Cristo brota para ellos la esperanza de la vida eterna. Y la causa de tal esperanza es que sabemos que en cuanto seáis compañeros nuestros en los sufrimientos, seréis también compañeros en la consolación, esto es, en la vida eterna. Fiel es esta palabra: Si hemos muerto con El, también con El viviremos (2Tm 2,2). Alegraos en cuanto sois participantes de los padecimientos en Cristo (1Pe 4,13).
Consiguientemente cuando dice: Pues no queremos que ignoréis, obtiene la benevolencia de ellos diciéndoles algo en especial. Y acerca de esto hace tres cosas. Porque primero habla de la persecución que sufrió en Asia; luego, de la especial consolación que le resultó: Ei cual de tantos peligros, etc.; tercero, de la causa de la consolación: Porque nuestra gloria es, etc. (2Co 1,12). Así es que primero dice: No sólo es bueno que sepáis lo que se ha dicho de las tribulaciones en general, sino que no queremos que ignoréis, porque os es útil el saberlo, cuanto por nuestro ejemplo seáis más pacientes. Pues no queremos, digo, que ignoréis nuestra aflicción, etc. (Acuérdate de mi miseria, etc.: Trenos 3,19). Esta es la persecución aquella de la que se lee en Hechos 19,24-39 que contra Pablo promovió cierto platero en Asia concitando a la plebe, persecución que el Apóstol hace resaltar por tres cosas. Por el lugar, pues fue en Asia, lo que expresa así: que nos sobrevino en Asia, esto es, en Efeso, que está en Asia, donde más se le debería honrar y consolar. Por su acerbidad, porque fue algo por encima de lo ordinario de las pasiones humanas, por lo cual dice: porque de manera excesiva. También sobre lo llevadero, por lo cual dice: sobre nuestras fuerzas.
Objeción. Pero en contra está 1Co 10,13: Dios es fiel y no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas.
Respuesta. Débese decir que padecer por encima de las fuerzas se puede entender de dos maneras.
O bien por encima de las fuerzas naturales, y de éstas se había aquí, por encima de las cuales permite a veces Dios que sean tentados los santos; o bien por encima de la fuerza de la gracia, a lo cual se refiere el texto de 1Co 10,13: Dios es fiel, etc., sobre la cual no permite Dios que alguien sea tentado. Y que el Apóstol habla aquí de las fuerzas naturales se ve claro por esto que dice: tanto que se nos hacía pesada la misma vida. Porque es indudable que lo que más se desea es vivir. Así es que cuando tan grave es la persecución que la misma vida se vuelve pesada, es innegable que excede a las fuerzas naturales. Y esto lo dice así: tanto que se nos hacía pesada, etc.; como si dijera: tan dura era la persecución, que la vida se nos hacía pesada. Tedio me causa ya el vivir (Jb 10,1).
Objeción. En contra tenemos lo que dice Santiago 1,2: Tenedlo, hermanos míos, por sumo gozo, cuando cayereis en pruebas de todo género.
Respuesta. Débese decir que la tribulación se puede considerar de dos maneras. O bien en sí misma, y así es para lamentarse, o bien por comparación al fin, y así es para gozarse, en cuanto se soporta por Dios y por la esperanza de la vida eterna. Y no sólo era para nosotros tediosa la vida -dice el Apóstol-, sino que estábamos ciertos de la muerte. Por lo cual dice: Pero si tuvimos en nuestro interior esa respuesta de la muerte, esto es, la certeza de la muerte; como si dijera: Mi pensamiento me decía que debía morir. O de otra manera, respuesta de la muerte, o sea, la razón misma pronunciaría y elegiría el morir en virtud del tedio de la vida. Hace resaltar la tribulación también por su causa. Por lo cual dice: para que no confiásemos en nosotros mismos, etc., es claro que para reprimir la soberbia humana. ¡Oh, Señor! fortaleza mía y el sostén mío, etc. (Jerem. 16,19). En cambio, en todas las cosas debemos confiar en Dios. Bienaventurado el varón que tiene puesta en el Señor su confianza (Jerem. 17,7). Por lo cual dice: Sino en el Dios que resucita, etc. (El Señor es el que da la muerte y da la vida: 1 Reyes 2,6.) Pero como el Señor no abandona a los que en El esperan, habla también el Apóstol de la consolación que Dios le dio, diciendo: El cual de tantos peligros nos libró y nos libra. Y acerca de esto hace tres cosas.
Primero habla de la consolación presente respecto de los males pretéritos; segundo, de la consolación futura; tercero, de la causa de la esperanza. Así es que dice: Somos consolados por Dios, El cual nos libró en pretérito de tantos peligros, y nos libra en el presente, porque no cesa de librarnos (Cuando pasares por en medio de las aguas, estaré Yo contigo: Is 43,2.) En quien confiamos que todavía nos ha de librar agrega todavía en futuro (Los que teméis al Señor esperad en El: Eccli 2,9). Ahora bien, vuestras oraciones nos suministran la causa de tal esperanza. Por lo cual dice: Ayudándonos vosotros también con vuestras oraciones que por nosotros hacéis. El hermano que es ayudado por el hermano es como una plaza fuerte (Pr 18,19). Os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu que luchéis conmigo orando a Dios por mí (Rm 15,30). Las cuales oraciones son necesarias porque Dios concede muchos bienes a uno solo por las preces de muchos, siendo la razón de esto que por los bienes que concede quiere Dios que se le den gracias, siendo muchos los que de esta manera están obligados a dar gracias: y esto ocurre cuando por lo que le da a uno por las preces de muchos obliga consigo mismo a todos aquellos por cuyas preces otorga algún bien, para que no sea sólo aquel a quien se lo da sino también los mismos que lo han pedido los que le den gracias a Dios. Y esto lo dice así: Para que la gracia obtenida por la intervención de muchos, etc. Y dice que por intervención de muchas maneras de personas, ya en cuanto a la edad, ya en cuanto a la condición, ya en cuanto a la diversidad de naciones o de costumbres. Para que la gracia obtenida para mí, la gracia de la fe que hay en mí, sea por muchos
agradecida en nuestro nombre (Dando gracias al Dios y Padre: Ep 5,20). O de otra manera: Para que lo hecho por muchas maneras de personas, esto es, de condiciones de personas. Digo que vuestro don que nos fue concedido, esto es, el don de vosotros, que tenéis el mismo don, es claro que el de la fe o la caridad: por parte de muchas personas de aquellas que están en la fe de Cristo.
Agradezcan, etc. Y así según esta exposición por la expresión de muchas maneras de personas se entienden diversas virtudes, de modo que la manera o aspecto de uno signifique la virtud en la cual sobresale: y así, la manera o rostro de Job es la paciencia; la manera o rostro de David, la humildad, y por el estilo de otros.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



7 (I) Introducción: Saludo y bendición (1,1-11). 1-2. La dirección es estereotipada (Cartas del NT, 45:8A). Timoteo: Véase el comentario a 1 Cor 4,17. santos: Véase el comentario a 1 Cor 1,2. Acaya: Véase el comentario a 1 Cor 16,15. Nada se sabe de otras comunidades fuera de la de Corinto. 3-11. El uso de una bendición en lugar de la acción de gracias habitual (? Cartas del NT, 45:8B) permite ver el reconocimiento por parte de Pablo de la bondad de Dios al salvarlo de un peligro mortal en Asia. 3. consuelo: Este nombre y su correspondiente vb. aparecen 25 veces en la Carta A. No supone consolación comprensiva, sino fortalecimiento activo para soportar la «tribulación», que se menciona 12 veces en la Carta A. 4. Pablo puede fortalecer a otros porque él mismo ha sido fortalecido. 5. los sufrimientos de Cristo: Los sufrimientos de la comunidad (Flp 3,10-11; Col 1,24), que es «Cristo» (véase el comentario a 1 Cor 6,15; 12,12) , reflejan los del Jesús histórico (véanse B. Ahern, CBQ 22 [1960] 1-32; C. M. Proudfoot, Int 17 [1963] 140-60). nuestro consuelo también abunda: Dios fortalece a Pablo en proporción a sus sufrimientos, los cuales dieron a luz a la comunidad y forman parte de ella. La tribulación no supone ignominia ni fracaso. 7. Quienes han compartido el dolor y el consuelo pueden afrontar el futuro con confianza pese a los problemas corrientes. 8-11. Pablo hace más concreto el tema de la fortaleza en la tribulación evocando una terrible experiencia personal en Asia. 8. no queremos que ignoréis: Esta fórmula de revelación (véase T. Y. Mullins, NovT 7 [1964] 44-50) introduce información nueva, tribulación sufrida en Asia: No se dan pormenores porque lo importante para Pablo era el significado. La formulación excluye una enfermedad seria (como en Gál 4,13) . Pablo había estado encarcelado en Éfeso (? Filipenses, 48:5-6), capital de la provincia romana de Asia (actual Turquía occidental), pero esto es menos probable que un incidente violento como la revuelta de los plateros (Hch 19,23-20,1). hasta perdimos la esperanza de seguir viviendo: Parecía que la difícil situación no tenía salida. 9. sentencia de muerte: La formulación no alude tanto a una condena jurídica, cuanto a la convicción de Pablo de que sus días estaban contados, aprendimos a no confiar en nosotros mismos: La confianza en Dios se basa en la experiencia de su poder. 10. de tan mortales peligros: El incidente de Éfeso fue la última de las muchas amenazas que Pablo recibió contra su vida (4,11; 11,23).
La lectura pl. de P46 preferible al sg., comúnmente aceptado. 11. Hasta el momento, nadie ha conseguido desenmarañar la sintaxis de este versículo. Pablo tiene la esperanza de que la oración de intercesión de los corintios y la suya propia pidiendo una liberación futura se transformen en acción de gracias en virtud de un rescate consumado.
(Hofius, O., «Der Gott alien Trostes: Paraklésis und parakalein in 2 Kor 1:3-7», TBei 14 [1983] 217-27. Watson, N. M., «...to Make Us Rely not on Ourselves but on God Who Raises the Dead: 2 Cor 1:9b as the Heart of Pauls Theology», Die Mitte des Neuen Testaments [Fest. E. Schweizer, ed. U. Luz et al., Gotinga 1983] 384-98.)
8 (II) Parte primera: Una visita cancelada a Corinto (1,12-2,13). Los problemas de Pablo con la comunidad corintia se habían visto exacerbados por una promesa incumplida de visitarlos; sus enemigos habían distorsionado el hecho hasta convertirlo en prueba de que Pablo no merecía confianza.
(A) El plan de Pablo (1,12-22). 12-14. Pablo introduce el delicado tema haciendo un llamamiento a una lectura atenta y receptiva de esta carta. 12. el testimonio de nuestra conciencia: Pablo no tiene nada que reprocharse (véase el comentario a 1 Cor 4,4). con la sencillez y sinceridad que vienen de Dios: Pese a M. R. Thrall (Studies in NT Language and Text [Fest. G. D. Kilpatrick, ed. J. K. Elliott, NovTSup 44, Leiden 1976] 366-72), el contexto exige la lectura haplotéti (8,2; 9,11.13; cf. J. Amstutz, Haplotés [Theophaneia 19, Bonn 1968]). Pablo había sido acusado de falsedad, no con sabiduría camal, sino por gracia: Sus decisiones están enraizadas en su sentido de la misión, no en cálculos propios de la humanidad caída, en el mundo: Respecto a los no creyentes, como indica el contraste con «vosotros». 13. Los corintios deben prestar atención a lo que Pablo dice realmente y no leerlo mal (p.ej., 1 Cor 5,9-11) o encontrar ofensas donde no había intención alguna de ofender (p.ej., 1 Cor 4,14). 14. somos orgullo vuestro, lo mismo que vosotros nuestro: Sin Pablo, la Iglesia no habría nacido (1 Cor 3,5; 4,15); la existencia de ésta autentifica su ministerio (1 Cor 9,2; 2 Cor 3,2-3).
9 15. gracia: Charis significa en este caso el beneficio espiritual y humano de la presencia de Pablo, como en Flp 1,25-26 y Rom 1,11; 15,29. 16. que es: El kai inicial es explicativo (véase BDF 442.9), pues este versículo explica los crípticos «primero» y «segunda» del v. 15. Se alude a la visita intermedia (12,14; 13,1-2). Pablo había ido a Corinto por mar desde Éfeso y, durante su estancia allí, había informado a la comunidad de este plan de volver tras una visita a Macedonia (provincia romana del norte de Grecia), donde había Iglesias en Tesalónica (la capital) y Filipos. No llevó a cabo este proyecto (v. 23), que era ya una modificación del plan anunciado en 1 Cor 16,5-6. 17. Las preguntas retóricas expresan la reacción de los corintios ante tal supresión y cambio de planes; dicha reacción debió de ser comunicada a Pablo por Tito (7,7). sí, sí y no, no: Aunque recuerda Mt 5,37 y Sant 5,12, el significado es diferente. Pablo no decía «sí, sí» con entusiasmo cuando creía que sus lectores esperaban conformidad o «no, no» cuando éstos querían una respuesta negativa. Lo que decía lo decía sinceramente. 18-22. Digresión teológica. El Dios fiel, revelado en un Cristo totalmente entregado y en un evangelio inequívoco, no habría encomendado la misión a Pablo si éste no fuera completamente digno de confianza. 18. nuestra palabra; Alude principalmente a la predicación de Pablo (v. 19), pero en este contexto también a sus planes de viaje al servicio de ese evangelio. Lo primero participaba de la fiabilidad de lo segundo. 19. Hijo de Dios: Éste es el único lugar donde este título tradicional (Rom 1,4; Gál 2,20) se combina con el nombre de Jesucristo, que facilita la transición del v. 18 al v. 21. Silvano: Forma latinizada de Silas. Su presencia en Corinto está testimoniada por 1 Tes 1,1 y Hch 18,5; cf. Hch 15-17. Timoteo: Véase el comentario a 1 Cor 4,17. un sí permanente: El adj. saca su fuerza del perfecto gegonen. Cristo no vaciló en su entrega. El evangelio es igualmente inequívoco.
20. todas las promesas de Dios han tenido su sí en él: Cristo hizo realidad en la historia todas las diversas formas en que Dios había prometido la salvación. Él es la descendencia de Abrahán (Gál 3,16), el mesías davídico (Rom 1,4) , el último Adán (1 Cor 15,45), vida, sabiduría, justicia y santificación (1 Cor 1,30). el amén tradicional: El asentimiento litúrgico de la comunidad (1 Cor 14,16; cf. G. Delling, Worship in the New Testament [Filadelfia 1962] 71-75) prolonga el asentimiento del Hijo que proclama la fidelidad del Padre. 21. el que nos confirma juntamente con vosotros para Cristo: La constante comunicación que Dios realiza de su fidelidad hace a Pablo y a los corintios conformarse con Cristo, el fiel, nos ungió: Para poner de manifiesto el juego de palabras (chriein/Christos) habría que traducir «nos cristo». Los creyentes son otros cristos (4,10; Rom 8,29). Están ungidos por la fe. 22. nos marcó con su sello y nos dio la primera entrega: Se usa el lenguaje comercial para expresar el efecto del bautismo (Ef 1,13-14), que marca públicamente a los creyentes como pertenecientes a Cristo (1 Cor 3,23; 6,19) y les da el Espíritu (5,5) como promesa de cumplimiento futuro.
(Fee, G. D., «Charis in II Corinthians 1:15: Apostolic Parousia and Paul-Corinth Chronology», NTS 24 [1977-78] 533-38. Dinkler, E,, «Die Taufterminologie in 2 Kor l:21f.», Neotestamentica et patrística [Fest. O. Cullman, ed. W. C. van Unnik, NovTSup 6, Leiden 1962] 173-91. Hahn, F., «Das Ja des Paulus und das Ja Gottes», Neues Testament und christliche Existenz [Fest. H. Braun, ed. H. D. Betz et al., Tu(-)binga 1973] 229-39. Lampe, G. W. H., The Seal of the Spirit [Londres 1951]. Potterie, I. de la, «LOnction du chrétien par la foi», Bib 40 [1959] 12-69. Unnik, W. C. van, «Reisepláne und Amen-sagen», Studia paulina [Fest. J. de Zwaan, ed. J. N. Sevenster et al., Haarlem 1953] 215-34.)
10 (B) Las consecuencias de un cambio de plan (1,23-2,13). Tras la digresión de 1,18-22, Pablo tiene que explicar por qué sustituyó la visita prevista por una carta. Es claro en lo que respecta a su reacción subjetiva, pero lo que realmente sucedió durante la visita intermedia (v. 16) se ha de deducir de las escasas alusiones presentes en 2,5-11 y 7,8-12. Al parecer fue insultado por un cristiano que estaba de visita, y los corintios no acudieron en su defensa, sino que adoptaron una postura neutral. Véase C. K. Barrett, «Ho Adikésas (2 Cor 7,12)», Verborum Ventas (Fest. G. Stahlín, ed. O. Bócher et al., Wuppertal 1970) 149-57. 23. La razón se da en 2,1. 24. Pablo entra en una nueva digresión por temor a ser mal entendido. «El poder de perdonar implica el poder de castigar, y esto parece implicar una pretensión de controlarlo todo. Él se apresura a asegurarles que no tiene semejante pretensión» (Plummer).

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rom_15:30+

[2] 2Co_4:15

[3] 2Co_9:12

NOTAS

1:11 (a) La acción de gracias juega un papel muy importante en San Pablo, ver el comienzo de las epístolas donde muestra a Dios su gratitud por la fe de aquellos a quienes escribe, Rom_1:8; 1Co_1:4; 1Ts_1:2; 2Ts_1:3; Flp_1:3; Col_1:3; Flm_1:4. No se trata de una fórmula vacía: su ausencia en Ga es significativa, Gál_1:1+. La acción de gracias debe animar todas las acciones del cristiano realizadas en nombre de Cristo y asumidas por él en su acción de gracias al Padre, Col_3:17; Efe_5:20. Es un deber conforme a la voluntad de Dios, no sólo para los cristianos, 1Ts_5:18, sino también para los gentiles, Rom_1:21. Porque la acción de gracias «retorna», aunque imperfectamente, la gracia a Dios (1Ts_3:9, trad. lit. ). E incluso es el fin último al que se dirigen la oración que pide la gracia, 2Co_1:11; 2Co_4:15, y las manifestaciones de caridad fraterna, 2Co_9:11-15. De ahí su importancia en el culto, 1Co_14:16; Col_3:16; Efe_5:19, y en la oración personal, 1Ts_5:18; Flp_4:6.

1:11 (b) Var. «vuestro».

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rom_15:30+

[2] 2Co_4:15

[3] 2Co_9:12

NOTAS

1:11 (a) La acción de gracias juega un papel muy importante en San Pablo, ver el comienzo de las epístolas donde muestra a Dios su gratitud por la fe de aquellos a quienes escribe, Rom_1:8; 1Co_1:4; 1Ts_1:2; 2Ts_1:3; Flp_1:3; Col_1:3; Flm_1:4. No se trata de una fórmula vacía: su ausencia en Ga es significativa, Gál_1:1+. La acción de gracias debe animar todas las acciones del cristiano realizadas en nombre de Cristo y asumidas por él en su acción de gracias al Padre, Col_3:17; Efe_5:20. Es un deber conforme a la voluntad de Dios, no sólo para los cristianos, 1Ts_5:18, sino también para los gentiles, Rom_1:21. Porque la acción de gracias «retorna», aunque imperfectamente, la gracia a Dios (1Ts_3:9, trad. lit. ). E incluso es el fin último al que se dirigen la oración que pide la gracia, 2Co_1:11; 2Co_4:15, y las manifestaciones de caridad fraterna, 2Co_9:11-15. De ahí su importancia en el culto, 1Co_14:16; Col_3:16; Efe_5:19, y en la oración personal, 1Ts_5:18; Flp_4:6.

1:11 (b) Var. «vuestro».

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter I.

[The profit of afflictions.]

3 The Apostle incourageth them against troubles, by the comforts and deliuerances which God had giuen him, as in all his afflictions, 8 so particularly in his late danger in Asia. 12 And calling both his owne conscience, and theirs to witnesse, of his sincere maner of preaching the immutable trueth of the Gospel, 15 Hee excuseth his not comming to them, as proceeding not of lightnesse, but of his lenitie towards them.
1 Paul an Apostle of Iesus Christ by the will of God, and Timothie our brother, vnto the Church of God, which is at Corinth, with all the Saints, which are in all Achaia:
2 Grace bee to you and peace, from God our Father, and from the Lord Iesus Christ.
3 Blessed be God, euen the Father of our Lord Iesus Christ, the Father of mercies, and the God of all comfort,
4 Who comforteth vs in all our tribulation, that we may be able to comfort them which are in any trouble, by the comfort, wherewith we our selues are comforted of God.
5 For as the sufferings of Christ abound in vs, so our consolation also aboundeth by Christ.
6 And whether we be afflicted, it is for your consolation and saluation, which is [ Or, is wrought.] effectuall in the enduring of the same sufferings, which wee also suffer: or whether we be comforted, it is for your consolation, and saluation.
7 And our hope of you is stedfast, knowing, that as you are partakers of the sufferings, so shall yee be also of the consolatiou.

[The profit of afflictions.]

8 For we would not, brethren, haue you ignorant of our trouble which came to vs in Asia, that we were pressed out of measure, aboue strength, in so much that we dispaired euen of life.
9 But we had the [ Or, answere.] sentence of death in our selues, that we should not trust in our selues, but in God which raiseth the dead.
10 Who deliuered vs from so great a death, and doeth deliuer: in whom we trust that he will yet deliuer vs:
11 You also helping together by prayer for vs, that for the gift bestowed vpon vs by the meanes of many persons, thankes may bee giuen by many on our behalfe.
12 For our reioycing is this, the testimony of our conscience, that in simplicitie and godly sinceritie, not with fleshly wisedome, but by the grace of God, wee haue had our conuersation in the world, and more aboundantly to youwards.
13 For we write none other things vnto you, then what you reade or acknowledge, and I trust you shall acknowledge euen to the end.
14 As also you haue acknowledged vs in part, that we are your reioycing, euen as ye also are ours, in the day of the Lord Iesus.
15 And in this confidence I was minded to come vnto you before, that you might haue a second [ Or, grace.] benefit:
16 And to passe by you into Macedonia, and to come againe out of Macedonia vnto you, and of you to bee brought on my way toward Iudea.
17 When I therefore was thus minded, did I vse lightnesse? or the things that I purpose, doe I purpose according to the flesh, that with mee there should be yea yea, and nay nay?
18 But as God is true, our [ Or, preaching.] word toward you, was not yea and nay.

[Not yea and nay.]

19 For the Sonne of God Iesus Christ, who was preached among you by vs, euen by me, and Syluanus and Timotheus, was not Yea, and Nay, but in him, was yea.
20 For all the promises of God in him are Yea, and in him Amen, vnto the glory of God by vs.
21 Now hee which stablisheth vs with you, in Christ, and hath anoynted vs, is God,
22 Who hath also sealed vs, and giuen the earnest of the Spirit in our hearts.
23 Moreouer, I call God for a record vpo my soule, that to spare you I came not as yet vnto Corinth.
24 Not for that we haue dominion ouer your faith, but are helpers of your ioy: for by faith ye stand.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



8. No se puede determinar con certeza cuál fue la "tribulación" que puso a Pablo al borde de la muerte. Sin duda se trata de una persecución sufrida a causa de Jesucristo. Ver Hec_19:23-40.

14. Ver 1Co_1:8; 1Te_2:19-20.

19. "Silvano" es el Silas que se menciona en Hec_15:22; Hec_18:5.

20. En el Antiguo Testamento, el término "Amén" equivale a un "sí" pronunciado solemnemente, y atestigua el asentimiento dado a la palabra de otra persona, sea que se trate de una orden, un juramento, una bendición o una promesa. En la liturgia, es la aclamación de la asamblea, que expresa su entrega confiada al poder y a la bondad de Dios, o se une a la alabanza y a la súplica del que ora en su nombre. Pablo se apoya en estos usos para afirmar que Jesucristo es el "sí" de Dios, ya que en él se cumplen plenamente las promesas divinas de salvación. Ver Apo_3:14.

21. La unción no es aquí un rito externo, sino la acción de Dios que suscita la fe en el corazón de los que han escuchado la palabra del Evangelio. Esta acción divina precede al bautismo y lo prepara. Después sigue el rito bautismal, que marca al creyente con el sello del Espíritu (v. 22) y lo agrega al Pueblo de Dios. Ver Efe_1:13; 1Jn_2:20, 1Jn_2:27.

22. "Primicias": este término -tomado de Rom. 8. 23- traduce adecuadamente el sentido de la palabra "arras", utilizada en el texto original y que actualmente resulta poco comprensible. "Arras" es una expresión técnica del lenguaje jurídico, y designa la suma entregada anticipadamente como parte y garantía del pago total. Pablo la aplica a la presencia del Espíritu en los creyentes, para indicar que Dios, al darnos su Espíritu, nos concede el anticipo y las "primicias" de todos los bienes celestiales que nos ha prometido. Ver 5. 5; Efe_1:14.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Consuelo en la tribulación. Terminados los saludos, no se encuentra la habitual «acción de gracias» que encontramos en otras cartas (cfr. 1Ts_1:2s; 1Co_1:4; Rom_1:8) y que sirve tanto para marcar el objetivo de las mismas, como para alabar algún aspecto positivo de las comunidades cristianas y así captarse su benevolencia. Aquí aparece, en cambio, un himno de alabanza u oración de bendición solemne, casi litúrgica, que nos introduce de lleno en el contexto de la misma carta: el sufrimiento apostólico de Pablo y la consolación que proviene del «Padre compasivo y Dios de todo consuelo» (3). Los términos «tribulación», «sufrimiento» y «consuelo» son constantes.
¿A qué tribulación y sufrimiento está aludiendo Pablo? Sin duda, al producido por sus relaciones tormentosas con la misma comunidad de Corinto que tanto afectaron al Apóstol, y quizás, más en concreto, a una situación desesperada, un trance de vida o muerte por el que atravesó en la ciudad de Éfeso y del que se libró en el último momento. ¿Se trató de una gravísima enfermedad? No lo sabemos, pero debió ser una experiencia traumática de la «que no esperábamos salir con vida» (8).
De todo ello ofrece su testimonio personal a los corintios, un testimonio que el Apóstol transforma en mensaje evangélico. Los sufrimientos de Cristo son la clave de interpretación de todo sufrimiento humano, el de Pablo, el de los corintios, los nuestros. Compartir solidariamente la cruz de Cristo nos llevará también a compartir su resurrección, una victoria que ya experimentamos aquí y ahora en ese consuelo que va más allá del sentimiento y que es la fuerza que hace enderezar al que está a punto de doblarse. Además del vínculo del sufrimiento, el Apóstol menciona otro vínculo que le une a los corintios: la oración por el que sufre o está en peligro, y la acción de gracias por su liberación. Los sufrimientos de Pablo, tanto los personales como los ocasionados por la comunidad de Corinto, parecen haber pasado por ahora. Es el momento de la acción de gracias.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Acción de gracias

3 Siguiendo la costumbre de su época, Pablo incluye una acción de gracias luego de su saludo inicial. En forma no acostumbrada, su agradecimiento se concentra no en alguna característica de los lectores que sea digna de ser destacada, sino en el Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien había consolado a Pablo en todas sus tribulaciones (incluyendo sufrimientos físicos, pe ligros, persecuciones y ansiedad; cf. 1:8-10; 4:7-12; 11:23-29). La consolación recibida fue algunas veces la liberación de las tribulaciones o de la ansiedad, y otras veces el aliento en medio de ellas. 4-7 Aquí Pablo habla de consolación como aliento y gracia fortalecedora en medio de los problemas. Dice que al ser consolados de esta manera por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación. Un ser humano no puede traer liberación divina de la tribulación a otro, pero es posible compartir con el otro el aliento recibido en medio de los problemas que uno mismo ha sufrido. (Cuando Pablo habla de las tri bulaciones de los creyentes como las aflicciones de Cristo que abundan a favor nuestro, probablemente se refiere a los sufrimientos soportados en nombre de Cristo y experimentados como parte de lo que los judíos llamaban los dolores de parto del Mesías, es decir, el período de tribulación que se esperaba que introdujera la era mesiánica.) Pablo alienta a sus lectores señalando que, aunque su ministerio puede haber sufrido muchos problemas, esto hizo posible que ellos compartieran la consolación de Dios. 8-11 Aquí Pablo habla de consolación como liberación de problemas. Durante su ministerio en Asia llegó a perder aun la esperanza de vivir. Algunas veces Dios permite que esto suceda para que no confiemos en nosotros mismos sino en él. Depen der de Dios en lugar de depender de la habilidad natural propia es de fundamental importancia para la vida cristiana, pero tal actitud no surge naturalmente. Muchas veces es preciso sufrir para que lleguemos a descansar en Dios. Pablo testifica que aunque Dios utilizó el sufrimiento para enseñarle esta lección, en esa ocasión él fue librado de tan terrible muerte.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La acción de gracias tiene en este caso un carácter distinto al de la mayoría de las cartas del Apóstol. En ellas suele agradecer a Dios los favores obrados en los cristianos a quienes escribe, que se sienten así animados en su vocación. Aquí, en cambio, manifiesta su agradecimiento a Dios por el consuelo que él mismo recibe en medio de sus tribulaciones. Pero piensa a la vez en el beneficio de los destinatarios. Se pone de manifiesto la profunda unión entre los miembros del Cuerpo místico de Cristo, entre sí y con su Cabeza. Por esta íntima comunión e intercomunicación el Apóstol puede decir que sus sufrimientos son «de Cristo», y hablar de la estrecha relación entre sus dolores y consuelos y los de los cristianos de Corinto.


Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

2Co 4:15; 2Co 9:11-12.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Rom 15:30

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 1.5 Col 1.24.

[2] 1.22 Garantía: Cf. Ro 8.23; 2 Co 5.5; Ef 1.14.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἡμῶν WH Treg NA28 ] ὑμῶν RP

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

petición... Es decir, oración;.
concedido.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *2Cor 4:15 *2Cor 9:12

Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[a] nosotros. Var. ustedes.

Torres Amat (1825)



[8] Hech 19, 24.

Jünemann (1992)


11 e. Dado.