Ver contexto
En efecto, habiendo entrado en la ciudad llamada Persépolis, pretendió saquear el santuario y oprimir la ciudad; ante ello, la muchedumbre, sublevándose, acudió a las armas y le puso en fuga; y Antíoco, ahuyentado por los naturales del país, hubo de emprender una vergonzosa retirada. (II Macabeos 9, 2) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)

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Muerte de Antíoco Epifanes (c.9).
A la serie de muertes violentas y trágicas de los enemigos de Dios no podía faltar la del más impío de los emperadores seléucidas. Al autor sagrado no le impresionan las campañas gloriosas de Antíoco por tierras de Oriente; al contrario, le molestan, y hace lo posible para ocultarlas a los lectores, que deben formarse de él una idea sombría, conforme a la que se granjeó el monarca por la persecución del pueblo judío y de su Dios. A él, como a todo perseguidor del judaísmo, alcanzó de lleno la cólera divina, que dispuso providencialmente que el profanador del templo de Jerusalén encontrara la muerte en un asalto frustrado contra un santuario. En 1 Mac 6, 1-16; 2Ma_1:10-17 se refiere la muerte de Antíoco; a aquellos relatos sigue ahora un tercero. Si otras versiones del hecho hubieran existido, seguramente que nuestro autor las habría recogido en su libro. En todas las versiones de la muerte de Antíoco se hace hincapié en que fue una muerte lenta, dolorosa, misérrima, acaecida en momentos en que estaba empeñado en recaudar fondos para la economía del imperio. En los detalles, la diferencia entre las diversas tradiciones son grandes. La inerrancia del autor sagrado queda a salvo por circunscribirse a transcribir en su libro las distintas versiones que circulaban acerca de la muerte de Antíoco.

Antíoco regresa de Persia (2Ma_9:1-4).
1 Acaeció por aquel tiempo que Antíoco hubo de retirarse en desorden de Persia. 2 Había entrado en Persépolis con el propósito de saquear el templo y apoderarse de la ciudad. Pero, alborotada la muchedumbre, corrió a las armas, obligándole a huir, y, puesto en fuga por los naturales, hubo de emprender una retirada vergonzosa. 3 Hallándose cerca de Ecbatana, recibió noticia de las derrotas sufridas por Nicanor y Timoteo, 4 y, encendido en cólera, meditaba vengar en los judíos la injuria de los que le habían puesto en fuga. Con esto dio orden al conductor de su coche de avanzar sin interrupción, apresurando la marcha, cuando se cernía ya sobre él el juicio divino. Pues en su orgullo había dicho: En cuanto llegue allí, haré de Jeru-salén un cementerio de judíos.

Hasta el presente, Antíoco había servido de instrumento de que se valió Dios para castigar los pecados de su pueblo, pero ha llegado el momento de someterse al juicio divino. No pudo Antíoco arrebatar los tesoros del templo de Nanea (2Ma_1:13), por oponérsele airadamente los sacerdotes y el pueblo. De Elimaida (1Ma_6:1) quiso marchar directamente a Babilonia (1Ma_6:4), pero la idea de impresionar a los partos con un despliegue de fuerzas le obligó a dirigirse a Ecbatana, capital de la Media. Montó en cólera al recibir noticias de las derrotas de Nicanor y Timoteo, jurando vengarse de los judíos hasta convertir a Jerusalén en un cementerio del judaísmo.

Antíoco herido de muerte (1Ma_9:5-10).
5 Pero el Señor, Dios de Israel, que todo lo ve, le hirió con una llaga incurable e invisible. Apenas había terminado de hablar, se apoderó de él intolerable dolor de entrañas y agudos tormentos interiores, 6 y muy justamente, puesto que había atormentado con muchas y extrañas torturas las entrañas de otros. 7 Mas no por esto desistió de su fiereza; lleno de orgullo y respirando fuego contra los judíos, dio orden de acelerar la marcha. Mas sucedió que, en medio del ímpetu con que el coche se movía, cayó de él Antíoco, y con tan desgraciada caída, que todos los miembros de su cuerpo quedaron magullados. 8 El que con sobrehumana arrogancia se imaginaba dominar sobre las olas del mar y pensaba poner en balanza la altura de los montes, ahora, caído en tierra, era llevado en una litera, poniendo de manifiesto ante todos el poder de Dios, 9 hasta el punto de manar gusanos el cuerpo del impío, y, vivo aún, entre atroces dolores, caérsele las carnes a pedazos, apestando con su hedor al ejército. 10 Y al que poco antes parecía coger el cielo con sus manos, nadie ahora le quería llevar, por la intolerable fetidez.

Avanzaba Antíoco en su carroza real profiriendo amenazas y blasfemias contra los judíos. Dios no dejó impune semejante altanería y le hirió con una llaga incurable e invisible, que es la enfermedad propia del orgulloso, según Jeremías (1Ma_15:18; 1Ma_30:12-15). Al mal incurable se añadió una caída, con el consiguiente magullamiento. El que se arrogaba honores divinos y pretendía igualar el poder de Dios dominando las olas del mar (Isa_51:15; Job_38:11) y poner en balanza las alturas de los montes (Isa_40:12), se ve humillado y tendido, impotente, sobre una litera, manando gusanos de su cuerpo. No se excede Dios en el castigo contra Antíoco; su inmensa soberbia exigía un castigo ejemplar y humillante. Se ha querido investigar la naturaleza de esta enfermedad, diciendo unos que fue la helmenthiasis; pero las tentativas fracasan ante el estilo retórico del autor, que se esfuerza por encontrar en la enfermedad de Antíoco aquellos síntomas externos que en la apreciación de los hombres son más nauseabundos y repelentes. Puede darse muy bien que la enfermedad en sí fuese más benigna en la realidad que en el texto.

Palabras de dolor y arrepentimiento (Isa_9:11-17).
11 Herido así, comenzó a deponer su excesivo orgullo y a entrar dentro de sí mismo, azotado por Dios con punzantes dolores. 12 No pudiendo él mismo soportar su hedor, dijo: Justo es someterse a Dios y que el mortal no pretenda en su orgullo igualarse a El. 13 y oraba el malvado al Señor, de quien no había de alcanzar misericordia, y decía 14 que la ciudad santa, a la que antes a toda prisa quería llegar para arrasarla y convertirla en un cementerio, la reedificaría y la declararía libre;15 que a los judíos, a quienes antes no tenía por dignos de sepultura y cuyos hijos había de arrojar en pasto a las fieras, los igualaría en todo con los atenienses; 16 que el templo santo, por él saquea-do, lo enriquecería de los más preciosos dones y devolvería multiplicados todos los vasos sagrados; que los gastos tocantes a los sacrificios, de sus propias rentas los suministraría; 17 finalmente, que él mismo se haría judío y recorrería toda la tierra habitada para pregonar el poder de Dios.

Reflexiona Antíoco, reconoce su culpa, alaba al Dios de Israel, que no le escucha por haber llenado la copa de sus infidelidades. Vemos en las páginas viejotestamentarias que nunca Dios vuelve su espalda al pecador que, arrepentido, se reconcilia con El; pero aquí el Dios de Israel se muestra inflexible para con el enemigo número uno de su heredad. En su lecho de muerte le asalta el recuerdo de todos los males que ha perpetrado contra Jerusalén y su templo y promete repararlos con ventajas; pero es tarde; la hora de la justicia divina, del juicio divino, ha sonado ya. Llega Antíoco al extremo de prometer que, si sana, se hará judío, con todas las consecuencias que esta decisión traía consigo, obligándose a la observancia de la Torah y a circuncidar la carne de su prepucio. Las buenas disposiciones que le animan superan a las que le atribuye Daniel (Isa_4:31-34).

Carta a los judíos (Isa_9:18-25).
18 Mas como de ningún modo cesaban sus tormentos, porque el justo juicio de Dios había descargado sobre él, desesperanzado de su salud, escribió a los judíos una carta en forma de súplica, al tenor siguiente: 19 A los honrados ciudadanos judíos, mucha salud, dicha y bienestar, el rey y general Antíoco. 20 Puesta en el cielo mi esperanza, me alegraría mucho de que gocéis de mucha salud, vosotros y vuestros hijos, y de que todos vuestros negocios os salgan a deseo. 21 En cuanto a mí, postrado sin fuerzas en el lecho, recuerdo las pruebas de honor y benevolencia que con amor me habéis dado. Volviendo de Persia, he caído en una enfermedad muy molesta, y he creído convemente pensar en la seguridad común, 22 no desesperando de mi estado, antes confiando mucho que saldré de mi enfermedad, 23 y teniendo en cuenta que también mi padre, al partir en campaña para las altas provincias, designó sucesor, 24 a fin de que, si algo inesperado le ocurría o les llegaban noticias desagradables, no se inquietasen sus subditos, sabiendo a quién pertenecía el gobierno, 25 Pensando, además, que los príncipes limítrofes y vecinos del reino acechan la ocasión en espera de sucesos, he designado por rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces ya, recorriendo las satrapías superiores, recomendé a muchos de vosotros, y a él mismo le he escrito la carta que va a continuación.

Comprendió el rey que sus días estaban contados y que urgía asegurar el trono a su hijo Antíoco Eupator contra las pretensiones de Demetrio. A este fin escribe una carta circular en forma de súplica dirigida a los judíos en general, como si éstos tuvieran en sus manos las riendas del imperio. Se duda de la autenticidad de la carta por creerse que no encaja con el texto anterior; por la afirmativa se pronuncian historiadores de la talla de Meyer y Moffat. La carta está redactada en estilo griego, con fraseología abundante. Junto al título de rey, Antíoco se llama también strategós, cargo equivalente al de pretor en Roma. De documentos antiguos se desprende que Antíoco Eupator fue asociado al reino a partir del año 173 antes de Cristo hasta el 178. El autor no reproduce la carta que Antíoco mandó a su hijo, acaso por no tenerla a mano. En la carta debió el monarca señalar los regentes del nuevo monarca, menor de edad, que fueron Lisias y Filipo (1Ma_6:14-17).

Muere Antíoco (1Ma_9:26-29).
26 Ad, pues, os pido y ruego que, teniendo en cuenta el bien común y el privado, conservéis vuestra lealtad hacia mí y hacia mi hijo, 27 persuadido de que, siguiendo con blandura y humanidad mis intenciones, se entenderá con vosotros. 28 Así, aquel homicida y blasfemo, presa de horribles sufrimientos, acabó su vida en tierra extranjera, sobre los montes, con una muerte miserable, como la que él a tantos había dado. 29 Transportó su cuerpo Filipo, su hermano, que, temiendo a Antíoco, el hijo, huyó a Egipto, a Tolomeo Filometor.

El tono digno y moderado de las palabras que cierran la carta de Antíoco contrastan con los duros epítetos de homicida y blasfemo con que el texto acompaña a Antíoco hasta el sepulcro. A pesar de dar prisa al conductor de la carroza real, no llegó vivo a An-tioquía, muriendo en Tabe 1, en los alrededores de Ispahán, en los confines de Persia. Murió Antíoco dentro de los límites de su imperio, pero fuera de su palacio. El lugar del deceso, según Estrabón, es un terreno montañoso y a propósito para guarida de ladrones. Filipo se encargó de transportar su cadáver a Antioquía (1Ma_6:13) por haber sido nombrado tutor de su hijo y honrado con el título de amigo del rey. Al llegar a la capital tuvo noticia de que Lisias defendía sus derechos de tutor y regente que le había confiado Antíoco (1Ma_3:32). Quiso Filipo que prevaleciera la última voluntad del rey; pero, derrotado por Lisias (1Ma_6:55-63), huyó a Egipto, refugio de todos los enemigos de los seléucidas 2.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IX.

1 Antiochus is chased from Persepolis. 5 Hee is striken with a sore disease, 14 and promiseth to become a Iew. 28 He dieth miserably.
1 About that time came Antiochus with [ Or, disorderly.] dishonor out of the countrey of Persia.
2 For he had entred the citie called Persepolis, and went about to rob the Temple, and to hold the citie, whereupon the multitude running to defend theselues with their weapons, put them to flight, & so it happened yt Antiochus being put to flight of the inhabitants, returned with shame.
3 Now when he came to Ecbatana, newes was brought him what had happened vnto Nicanor & Timotheus.
4 Then swelling with anger, hee thought to auenge vpon the Iewes the disgrace done vnto him by those that made him flie. Therfore commanded he his chariot man to driue without ceasing, and to dispatch the iourney, the iudgement of God now following him. For he had spoken proudly in this sort, yt he would come to Ierusalem, & make it a common burying place of ye Iewes.
5 But the Lord almightie, the God of Israel smote him with an incurable and inuisible plague: for assoone as hee had spoken these words, a paine of the bowels that was remediles, came vpon him, & sore torments of the inner parts.
6 And that most iustly: for hee had tormented other mens bowels with many and strange torments.
7 Howbeit hee nothing at all ceased from his bragging, but still was filled with pride, breathing out fire in his rage against the Iewes, and commanding to haste the iourney: but it came to passe that he fel downe fro his chariot, caried violently, so that hauing a sore fal, al the mebers of his body were much pained.
8 And thus hee that a little afore thought he might command the waues of the sea (so proud was hee beyond the condition of man) and weigh the high mountaines in a ballance, was now cast on the ground, and carried in an horselitter, shewing foorth vnto all, the manifest power of God.
9 So that the wormes rose vp out of the body of this wicked man, & whiles hee liued in sorrow and paine, his flesh fell away, and the filthinesse of his smell was noysome to all his army.
10 And the man that thought a little afore he could reach to the starres of heauen, no man could endure to carry for his intollerable stinke.
11 Here therefore being plagued, hee began to leaue off his great pride, and to come to the knowledge [of himselfe.] by the scourge of God, his paine encreasing euery moment.
12 And when hee himselfe could not abide his owne smell; hee saide these wordes: It is meete to bee subiect vnto God, and that a man that is mortall, should not proudly thinke of himselfe, as if he were God.
13 This wicked person vowed also vnto the Lord, (who now no more would haue mercy vpon him) saying thus:
14 That the holy citie (to the which hee was going in haste to lay it euen
with the ground, & to make it a common burying place) he would set at liberty.
15 And as touching the Iewes, whom hee had iudged not worthy so much as to be buried, but to be cast out with their children to be deuoured of the foules, and wild beasts, he would make them al equals to ye citizens of [ Or, Antioch.] Athens,
16 And the holy Temple, which before he had spoiled, hee would garnish with goodly gifts, and restore all the holy vessels with many more, and out of his owne reuenew defray the charges belonging to the sacrifices:
17 Yea, and that also hee would become a Iew himselfe, and goe through all the world that was inhabited, and declare the power of God.
18 But for all this his paines would not cease: for the iust iudgement of God was come vpo him: therfore despairing of his health, he wrote vnto the Iewes the letter vnderwritten, containing the forme of a supplicatio, after this maner.
19 Antiochus king and gouernour, to the good Iewes his Citizens, wisheth much ioy, health, and prosperity.
20 If ye, and your children fare well, and your affaires be to your contentment, I giue very great thankes to God, hauing my hope in heauen.
21 As for mee I was weake, or else I would haue remembred kindly your honour, and good will. Returning out of Persia, and being taken with a grieuous disease, I thought it necessary to care for the common safety of all:
22 Not distrusting mine health, but hauing great hope to escape this sicknes
23 But considering that euen my father, at what time he led an armie into the hie countries, appointed a successor,
24 To the end, that if any thing fell out contrary to expectation, or if any tidings were brought that were grieuous, they of the land knowing to whom [ Or common affaires.] the state was left, might not be troubled.
25 Againe considering, how that the princes that are borderers, and neighbors vnto my kingdome, waite for opportunities, and expect what shalbe the euent, I haue appointed my sonne Antiochus king, whom I often comitted, and comended vnto many of you, when I went vp into the high prouinces, to whom I haue written as followeth.
26 Therefore I pray, and request you to remember the benefits that I haue done vnto you generally, and in speciall, and that euery man will be still faithfull to me, and my sonne.
27 For I am perswaded that hee [ Or, following.] vnderstanding my minde, will fauourably & graciously yeeld to your desires.
28 Thus the murtherer, and blasphemer hauing suffered most grieuously, as he entreated other men, so died he a miserable death in a strange countrey in the mountaines.
29 And Philip that was brought vp with him, caried away his body, who also fearing the son of Antiochus, went into Egypt to Ptolomeus Philometor.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Probablemente no se trata del templo de Persépolis, una importante ciudad que llegó a ser capital de Persia, destruida por Alejandro, sino del templo de Nanea ubicado en Elimaida (1Ma_6:1). Ecbatana era la capital de Media y servía como residencia veraniega de los reyes persas.
Los pecados que hacen al emperador merecedor del castigo divino son bastante semejantes al de los emperadores de todos los tiempos, incluyendo los de hoy. Según el autor, Antíoco es iracundo, vengativo, arrogante (4), torturador (6), soberbio (7), ambicioso (8), se cree Dios (8), es criminal (13), asesino y blasfemo (28). El autor dedica todo un versículo al pecado de creerse Dios (8), pues, «mandar a las olas del mar» (Isa_51:15; Sal_65:8; Sal_89:10) y pesar las montañas (Isa_40:12) eran atributos propios de Dios. Antíoco IV repite el pecado de Adán y Eva, cuando comiendo del árbol prohibido desafían la voluntad de Dios queriendo convertirse en norma suprema de toda la creación.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*9:1-17 2 Macabeos presenta la muerte de Antíoco IV como previa a la liberación del templo (ambos hechos acaecieron a finales del año 164); esta última aparece así más como favor divino a Israel que como un logro de la victoria y de las gestiones humanas ante el poder seléucida (2Ma 10:1, véase 1Ma 4:34 s).

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

9:2 El templo de que se trata, en realidad se hallaba en Elimaida, al norte de Persépolis, 1Ma_6:3, pero Jasón o el compendiador parece que prefería situar los hechos en una ciudad conocida de todos.

Torres Amat (1825)



[2] Territorio o provincia en torno a Susa, llamada Elimaida por el antiguo Elam. No se trata de Persépolis. 1 Mac 6, 1.

[13] Los últimos momentos del rey constituyen una visión teológica más que una descripción. Prov 1, 26; Hebr 12, 17.

[15] Dejarlos vivir según sus leyes y costumbres, y concederles privilegios.

[28] 1 Mac 6, 1-14; 2 Mac 1, 13.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

9:2 El templo de que se trata, en realidad se hallaba en Elimaida, al norte de Persépolis, 1Ma_6:3, pero Jasón o el compendiador parece que prefería situar los hechos en una ciudad conocida de todos.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— Persépolis: Esta ciudad había sido destruida por Alejandro Magno. El templo estaría situado más bien en Elimaida, al norte de Persépolis (1Ma 6:1).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-29. Ver 1. 11-17; 1Ma_6:1-16.