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La palabra de los profetas.
Y tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la cual hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que luce en lugar oscuro, hasta que despunte el día y se levante en vuestros corazones el lucero de la mañana. (II Pedro  1, 19) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 1

Introducción

TENSIONES DE LA VIDA CRISTIANA

1. Conservar y renovar. Nuestro mundo se encuentra en un proceso de evolución. La Iglesia no puede mantenerse al margen de este proceso evolutivo si no quiere perder el contacto con el mundo al que ha sido enviada. ¿Hasta dónde puede la Iglesia someterse a este proceso evolutivo sin ser infiel a su esencia y sin renunciar a su misión en el mundo? Ante este mismo problema se encuentra el pastor de almas que habla en la segunda carta de Pedro. A las comunidades creyentes ha llegado el proceso de refundición de la gnosis. ¿Qué camino seguirá para que no se falsee el depósito recibido de la fe ni se dejen de lado las exigencias que comienzan a surgir?

Se hacen concesiones a lo nuevo. Se introduce toda una serie de palabras que sólo raras veces, o nunca, aparecen en el lenguaje bíblico. Proceden del mundo ideológico y representativo helénico, del anhelo religioso de los hombres a los que hay que dirigirse. En lugar de hablar de fe se habla de conocimiento (gnosis); la plenitud de la vida cristiana al final de los tiempos se llama ahora participación en la naturaleza divina; la actitud moral que corresponde a la voluntad de Dios no se llama justicia, sino virtud.

Con esto no se toca la esencia del mensaje cristiano. La profesión de fe es la norma de juicio. El precepto santo, transmitido por los apóstoles, no puede recibir menoscabo; no se puede quitar nada a la verdad recibida. Esta verdad es la palabra de Cristo, que está en el centro de la revelación; ha sido proclamada por los profetas y transmitida por los apóstoles a las comunidades. Las expresiones nuevas no son más que un nuevo recipiente de la verdad transmitida.

2. Biblia y exégesis bíblica. En la adaptación espiritual de la Iglesia al proceso evolutivo del mundo la Sagrada Escritura tiene un significado especial. No sólo contiene la revelación de Dios, sino que es ella misma palabra revelada; es la primera fuente de fe, aunque no la única. Para el hombre que está tras la segunda carta de Pedro, la Biblia es el libro del que toma sus enseñanzas, sus refutaciones y sus exhortaciones. De él saca el fundamento de las pruebas de las verdades de fe que son atacadas (1,16-21; 3,5-8), toma los hechos de la historia de la salvación que deben hacer reflexionar (2,4-9), coge los motivos de sus exhortaciones. La Biblia es para él palabra inspirada de Dios (1,21) y contiene sabiduría divina (3,15). Su canon de la Sagrada Escritura no contiene sólo los escritos del Antiguo Testamento, sino también los Evangelios y las cartas paulinas.

También de la Escritura saca el error sus pruebas. La Escritura sola no basta; hay que explicarla e interpretarla. Las reglas fundamentales de la exégesis bíblica son las siguientes: la Biblia hay que interpretarla a partir del acontecimiento Cristo, del que los apóstoles fueron testigos oculares y auriculares. Sólo quien tiene el Espíritu Santo la interpreta rectamente (1,21). Pero sólo quien profesa la doctrina católica recibida posee con certeza el Espíritu (cf. 1Jo_4:2). La exégesis debe coincidir con la doctrina recibida; los que no la conocen ni están anclados en ella corren peligra de falsear el sentido de la Biblia (1Jo_3:16).

3. Mito y revelación. ¿Puede aún el hombre moderno, que se ha introducido en el pensamiento científico, creer en la Biblia y, por tanto, ser creyente? Por deseo pastoral de salvar la Biblia para el hombre actual se ha aconsejado «desmitologizar» la Biblia, quitar el mito de la Biblia. ¿Cuáles son los mitos en la Biblia? ¿La imagen del mundo en tres pisos (el cielo como habitación de Dios, la tierra como morada del hombre y los abismos como residencia de los muertos), la intervención de Dios en el mundo con el milagro y la profecía, la encarnación, la resurrección, la ascensión, el retorno de Cristo? ¿Qué queda del cristianismo? ¿Sólo palabra dirigida a los hombres, interpelación desde fuera, conciencia del hombre de su no proceder de sí mismo? ¿Dónde está la frontera entre verdad y mito?

La carta debe entendérselas con gente que explica el retorno de Cristo como una invención y una fábula humanas, como un «mito», usando sus palabras. Para ello, invocan la experiencia, piensan «científicamente». ¿Y la refutación? Ante todo, el pastor de almas, en la segunda carta de Pedro, sale ampliamente al encuentro de las concepciones «científicas»; explica como ellos el fin del mundo por una conflagración cósmica, y el surgir del mundo del agua, pero da también a entender que los problemas científicos son para él de segundo orden. Lo decisivo para el ser y para el perecer del mundo es la palabra de Dios, que llama el mundo a la existencia, lo aniquila y lo construye de nuevo. El dique contra la desmitologización es la historicidad de los acontecimientos, de la que hay testigos oculares y auriculares. Cristo vendrá con poder y gloria. Esta afirmación es creíble, porque el acontecimiento histórico de la transfiguración muestra que Cristo posee poder y gloria. Con la historia en la mano se debe decidir lo que no es más que forma de expresarse de la Biblia, condicionada por la época, y lo que es verdad perenne.

4. Ley y libertad. ¿Cómo se compagina la libertad de los hijos de Dios, tal como Pablo la proclama, con la sumisión a la ley y a los numerosos decretos de la Iglesia? De la vida religiosa no espera el hombre nuevos lazos, sino liberación. La segunda carta de Pedro se encuentra ante un deseo semejante: los espíritus liberales, con los que tiene que entendérselas, están convencidos de que tienen el Espíritu divino, son hijos de Dios y han alcanzado la plenitud por la redención. ¿Para qué, pues, los preceptos?

El problema toca cuestiones profundas de la existencia cristiana. El cristiano ha recibido ya el gran don de la redención, pero debe aún esforzarse por alcanzar la meta final. Es libre, pero necesita aún «el precepto santo». Por el bautismo ha escapado ya al placer, pero debe seguir escapando continuamente mediante el esfuerzo ascético. La ley que liga a los cristianos es «la verdad», en último término Jesucristo, el Señor y Salvador, y el conocimiento del Señor. Conocer es entender y amar. El que conoce y ama al Señor ya no necesita precepto, pues cumple lo que el Señor le hace conocer. Pero el conocimiento pleno del Señor es un bien escatológico.

La vida cristiana se realiza entre la venida de Jesús en debilidad y sencillez, y su venida en poder y gloria. El cristiano vive en el tiempo final y por ello participa ya en la gloria del tiempo final; pero la gloria no se ha manifestado aún por entero. Por eso necesita aún la luz de la Sagrada Escritura, por eso su caminar es un tantear en las tinieblas y su vida moral es esfuerzo y lucha contra las tentaciones importunas. La vida cristiana sólo puede entenderse teniendo en cuenta la tensión entre la primera y la segunda venida de Cristo. Por eso nuestra libertad necesita aún ser guiada por los preceptos.

ENCABEZAMIENTO (1/1-2)

La fórmula de encabezamiento encierra en dos frases el remitente y el destinatario (1Jo_1:1), y una bendición (1Jo_1:2) 2. En cada una de estas frases aparece el don fundamental que se da al cristiano: fe, conocimiento. Con la fe comienza la tarea salvadora, que debemos a nuestro Dios y Salvador, Jesucristo; con el conocimiento llega a la plenitud.

1. FE PRECIOSA (1Jo_1:1)

1 Simeón, Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han obtenido una fe tan preciosa como la nuestra por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo.

Simeón 3 Pedro es el apóstol a quien Jesús ha distinguido sobre todos, le ha puesto como fundamento de la Iglesia y le ha dado las llaves de ella. Se le nombra, solemnemente, con su doble nombre. Simón es su nombre propio; Pedro (piedra) es el nombre ministerial que Jesús le ha puesto (Joh_1:42). A través del autor de la carta, Pedro nos habla con todo el peso de su cargo.

Pedro es siervo y apóstol de Jesucristo. No se pertenece ni actúa por sí mismo. El siervo está totalmente subordinado a su señor; el apóstol no dice lo que quiere, sino lo que le ha confiado el que le ha enviado. A través del siervo y apóstol se ve y se oye a Jesucristo. El ministro de Jesús no quiere ser un muro opaco que impida la visión del Señor, quiere facilitarla.

Ser apóstol lo debe Simón Pedro a la fe. La fe es la doctrina que procede de Jesús, que proclaman los apóstoles y que hace cristianos; es el tesoro precioso. En esta fe coincide Pedro con aquéllos a quienes escribe. Por la fe están los fieles unidos al apóstol. Ambos la aprecian y estiman igualmente. Con ella la vida cristiana se adentra en las latitudes del reino eterno. Cuando la fe está amenazada deja de aparecer como algo natural; sólo entonces se cae plenamente en la cuenta de cuán preciosa es, de cuál es su valor.

El cristianismo, que reposa en la fe, no es resultado del trabajo, de la sabiduría ni del esfuerzo del hombre, sino un regalo. La fe toca en suerte, como un premio en un sorteo. Es don de Dios, que da él voluntariamente. Puesto que la fe descansa en la espontánea benevolencia de Dios, todo lo que sobre ella se construye es también don y gracia. La fe se nos da por la justicia de Jesucristo. ¿Qué significa esta expresión? Incluye todo lo que Jesús ha hecho por nuestra salvación. Fue algo justo, en el sentido más profundo de la palabra, porque cumplió plenamente la voluntad del Padre celestial, sobre todo al dar su vida muriendo en la cruz. Después de pasar la prueba, obrando según justicia, Jesús fue elevado a «Dios y Salvador». El que ya era Dios y descendió a la bajeza de la vida humana se convirtió en Salvador de todos los hombres. Su poder divino lo aprovecha ahora para traer la salvación y la redención a los que han venido a la fe. Por la obediencia de uno estamos salvados...

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2. El estilo es grave, solemne, sacral, de introducción en un ámbito que exige respeto. En pocas lineas aparece Cristo tres veces, adornado con los títulos más excelsos: «Jesucristo, nuestro Dios y Salvador», «Jesucristo», «Jesús, nuestro Señor». Jesús es el Cristo, el Señor. Dios y Redentor.

3. El texto de la epístola da el nombre en su forma semítica: Simeón.

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2. CONOCIMIENTO (1,2).

2 Que abunden en vosotros la gracia y la paz mediante el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor.

Gracia y paz resumen los bienes salvíficos que se dan al cristiano. Se nos desea gracia: la benevolencia de Dios y la consecución de esa benevolencia, que nos hace agradables a Dios. Con la paz se reconstruirá el orden que el hombre había perdido con el pecado. La paz estaba también presente en la alianza de Dios con Israel. Ahora Cristo nos concede, con nueva gloria, que haya orden en nuestro interior y que todos los hombres puedan vivir en una comunidad ordenada por el amor de Dios...

Ambos dones deben multiplicarse; en la tierra no son más que un comienzo de los dones mayores de salvación que nos aguardan. Se multiplican al aumentar nuestro conocimiento del señor Jesucristo. Este conocimiento no se reduce a una percepción fugaz; es más, mucho más: un reconocer en la fe, una afirmación decidida y un empaparse de toda la vida en la convicción de que Jesús es el Señor. Y, ante todo, una experiencia de Cristo que se desarrolla mediante el trato continuo con él. Cristo sale a nuestro encuentro todos los días, en su santo evangelio, en el sacramento del altar, en los hermanos que están a nuestro lado. En todas estas cosas debemos conocerle, con amor y cada vez con mayor profundidad, hasta que vivamos en él, en la fe y en la paz.

TEXTO DE LA CARTA (1,3-3,16)

La segunda carta de Pedro está escrita contra los falsos maestros (2,1) que, aunque no han abandonado la unidad de la Iglesia (2,13), viven según ideas opuestas a la doctrina recibida. Se burlan de los que siguen aún los caminos antiguos (3,3). Su lema es «libertad» (2,19) y, por tanto, no se preocupan por los preceptos morales y dejan libre curso a sus apetitos y pasiones (2,10.14.18). Los vicios paganos que habían abandonado en el bautismo, o que debían haber abandonado, se enseñorean de nuevo de ellos (2,18s). Son libertinos; piensan que el conocimiento los ha hecho perfectos.

No tienen ningún respeto por el «santo precepto» (2,21) de la doctrina recibida; la rechazan o la interpretan según su arbitrio.

Elemento esencial de la doctrina de fe es la verdad de la parusía de Cristo, del juicio futuro y de la salvación escatológica. Niegan esta verdad y recurren a la experiencia: hace ya muchos años que los cristianos esperan estos acontecimientos y piensan que están próximos, pero no ha sucedido aún nada. Su conocimiento les dice claramente que esos acontecimientos ya se han producido y que no hay nada más que esperar.

La carta se define contra la doctrina falsa de la libertad moral (libertinaje) y contra la negación de los acontecimientos escatológicos. Lo hace en dos partes. Exhorta primero a mantenerse firmes en la doctrina transmitida (1,3-21) y refuta después las ideas falsas (2,1-3,16).

Parte primera

MANTENEOS FIRMES EN LA DOCTRINA TRANSMITIDA (1,3-21a)

I. ESFUERZO MORAL (1,3-11).

Los dones recibidos de Dios en el bautismo ofrecen el comienzo de la salvación, pero no representan aún la posesión plena de ésta (1,3-4). Exigen esfuerzo moral (1,5-7) para alcanzar la plenitud de la salvación (1,8-11).

1. LA SALVACIÓN Y EL CAMINO DE LA SALVACIÓN (1/3-4) 4.

3 Su divino poder nos ha concedido graciosamente todo lo referente a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud.

El poder divino de Jesucristo, Dios y Señor, nos ha concedido todo lo referente a la salvación: fe, remisión de los pecados, gracia, fuerza divina, comunión con Dios, el Espíritu Santo. Cristo nos ha dado y sellado, en el bautismo, este poderoso don. Lo que entonces nos ha dado no nos lo quita, en cuanto depende de él. No ha hecho algo incompleto; nos lo ha dado todo, de forma que no nos falte nada.

Con referencia a nuestra salvación habla de vida y de piedad. La vida que Jesús da se manifiesta en piedad, en respeto a Dios, en ofrecimiento de la vida a Dios, en cumplimiento de su voluntad y en actos de culto. La vida que ya tenemos lleva en sí la promesa del futuro, pues esperamos «la misericordia de nuestro señor Jesucristo para la vida eterna» (Jud_1:21).

Llegamos a la salvación mediante el conocimiento de aquél que nos ha llamado. Mirando desde nosotros, al comienzo del camino de la salvación está la fe, el conocimiento de Jesucristo. Sin este conocimiento de fe nadie puede alcanzar la salvación. Pero mirando desde Dios, que obra por Jesucristo, somos llamados. Sólo cuando él llama se nos abre el camino al conocimiento. Dios produce también aquello a lo que nos llama...

Jesús nos llama por su gloria y virtud. Cristo posee la gloria de Dios, el esplendor divino y el poder divino. Tiene también virtud, porque cumple en todo la voluntad de Dios. «¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos; enseña templanza y prudencia, justicia y valor, y no hay en la vida nada más útil a los hombres» (Wis_8:7). Jesús nos llama y nos hace partícipes de su gloria y de su virtud.

Lo que acabamos de llamar vida y piedad se llama ahora gloria y virtud. La salvación que Cristo realiza en nosotros se nos presenta en visiones diversas. Tanto en una como en otra ocupa el primer lugar la palabra que pone en primer plano el don divino: vida y gloria de Dios.

¿Quién no ve que ambas cosas no son sino un puro don? La otra palabra atiende más a la actividad humana: piedad y virtud. Ambas realidades actúan unidas: el don de Dios y el esfuerzo humano. Pero quien, en último término, lo hace todo en todos es el Dios viviente.

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4. En pocas palabras hay un contenido muy denso. La elección de las palabras, la unión de las frases y la hermosa distribución de la perícopa (abcba) son fruto de reflexión. Ya en esta distribución se muestra la tensión entre el principio actual de la salvación y la plenitud futura; aparece igualmente que esta sólo puede conseguirse con esfuerzo moral. El principio y el fin están en oposición (a-a): todo se da para vida, pero nosotros debemos escapar a la perdición. Los tres miembros centrales (bcb) muestran el punto de partida, el camino y la meta. En el centro (c) se halla el fundamento mas profundo de la necesidad del esfuerzo moral incansable: la promesa divina.

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4 Por ellas nos hizo merced de preciosas y magníficas promesas, para haceros participantes de la naturaleza divina, y para que huyáis de la corrupción existente en el mundo por la concupiscencia.

Todo lo que nos ha sido ya dado tiende a la salvación definitiva. Con todo lo que se nos ha dado en el bautismo y constituye el sello de nuestra vida cristiana hemos recibido además las preciosas y magníficas promesas. Lo que Dios ha comenzado, lo llevará a su plenitud. La vida que Cristo nos da contiene ya una promesa de algo mayor y más valioso que nos aguarda.

Consiste esto en participar en la naturaleza divina. ¡Dios quiere hacernos participantes de su gloria divina! La revelación neotestamentaria intenta describir lo indecible que aguarda a los que alcancen la salvación definitiva con toda una serie de expresiones e imágenes. La segunda carta de Pedro usa una expresión familiar a la filosofía griega. Es tal vez menos expresiva, pero refleja lo esencial: participación en la esencia divina y, por tanto, participación en la vida propia de Dios. Es más de lo que podemos pensar; nuestras ansias más profundas por el todo, la plenitud, la felicidad, quedan apaciguadas. ¡Quién puede imaginar lo que esto significa!

Quien no ha escapado a la corrupción existente en el mundo, quien vive en concupiscencia, no alcanzará la promesa. La participación futura en la naturaleza divina se opone a la corrupción, como la vida eterna a la muerte eterna, que es la corrupción. Quien quiera participar en la vida divina, debe evitar la corrupción. ¿Cómo? A la corrupción llega quien sigue sus apetitos. Es el «mundo» quien excita los apetitos. éste es, en el Nuevo Testamento y también aquí, el mundo del mal, del pecado, que se opone a Dios. Así puede decir Juan de este mundo: «Todo lo que hay en el mundo: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no proviene del Padre, sino que procede del mundo» (1Jo_2:16). Excita el instinto sexual, la codicia y el orgullo del hombre, que quiere bastarse a sí mismo y ser independiente de Dios. Quien sigue siempre sus apetitos y nunca se prohíbe nada de lo que éstos le proponen, transgredirá la voluntad de Dios, incurrirá en el pecado y marchará hacia la perdición. «La amistad del mundo es enemiga de Dios» (Jam_4:4).

Dios ha puesto los comienzos de nuestra salvación, pero la plenitud no ha llegado aún. La tensión entre lo que ya poseemos y lo que aún no poseemos exige imperiosamente pasar la prueba moral. Es necesaria para adquirir la plenitud de la salvación. Dios quiere que nos esforcemos; sólo si lo hacemos pasa lo ya recibido a ser posesión duradera. Esta tensión nos sirve también de aliento, porque lo que tenemos que realizar nos lo ha dado ya Cristo de antemano con su poder divino. Nuestra «piedad» brota de la vida que él nos da, nuestra «virtud», de la gloria divina que nos comunica. Así, la esperanza bienaventurada, que es la estrella de nuestra vida, nos mantiene despiertos y nos espolea.

2. REALIZACIÓN DE LA VIDA MORAL (1/5-7).

El hombre, con su obrar, debe dar una respuesta a la actividad divina. Siguiendo una forma literaria entonces en boga se expone una «cadena de virtudes». Una virtud tiene su raíz en otra, como un anillo de la cadena pende del anterior. La fe y la caridad forman el marco de esta cadena de virtudes. Además de éstas, se nombran otras seis. Se las puede agrupar de dos en dos: virtud y conocimiento, templanza y constancia, piedad y amor fraterno. El primer par da impulso a nuestro esfuerzo personal, el segundo supera los impedimentos del obrar moral, el tercero pone orden en nuestras relaciones con Dios y con los hombres. Así, entre la fe y la caridad, nuestra vida puede estar ordenada en todos sus aspectos, en «paz» con Dios, con los hombres y consigo misma.

5 Por esto poned todo vuestro esfuerzo en unir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, 6 al conocimiento la templanza, a la templanza la constancia, a la constancia la piedad, 7 a la piedad el amor fraterno, y al amor fraterno la caridad.

«Poned todo vuestro esfuerzo en unir.» La frase bíblica quiere decir «desembolsando» algo vuestro, procuraos, en la fe, la virtud. En la ciudad antigua se reunían los ciudadanos para grandes manifestaciones de tipo militar, artístico y deportivo. Cada uno debía contribuir con lo suyo, y con no poco. También el cristiano tiene que «desembolsar» algo por la salvación. Cristo en su predicación ha manifestado bien claro que la entrada en el reino de los cielos exige un esfuerzo sumo, con todas las fuerzas.

Al principio de la cadena está la fe, al final, la caridad. El comienzo es la fe, la meta, la caridad. Sobre el fundamento de la fe debe brotar la caridad y elevarse, como un árbol se eleva desde las raíces. Nuestra fe produce continuamente nuevas ramas, hojas y botones, para que puedan madurar los frutos de la caridad. Al final está la fe totalmente impregnada y saturada por la caridad. O, usando la metáfora de un puente: la fe y la caridad son los pilares que lo soportan en medio de la corriente. Gracias a ellas todo el edificio de las demás virtudes es auténticamente cristiano. Todo individuo debe partir de esta base y tender a este objetivo. La fe y la caridad son las piedras angulares que soportan todo el edificio de las virtudes. Ni la fe sin caridad ni la caridad sin fe agradan a Dios.

A la fe la virtud. La fe es la raíz de la vida cristiana. De ella brota la virtud. Para nosotros es ésta una palabra pálida, que nos hace pensar en una moral sutil y en una probidad insulsa. En el texto está llena de fuerza: virtuoso es, según el Nuevo Testamento, quien cumple en todo la voluntad de Dios. La fe plena es, pues, entrega a la palabra y a la voluntad de Dios. Quien crea que la fe no consiste más que en el asentimiento del entendimiento a las verdades reveladas, apenas podrá entender esto. Quien, al contrario, entiende la fe en sentido bíblico, viendo en ella el asentimiento a la verdad y la entrega a Dios que se revela, la ha entendido bien.

A la virtud el conocimiento. Ya vimos que el conocimiento no es sólo un aprehender intelectual, sino un sumergirse amoroso. El esfuerzo moral engendra una sensibilidad especial para percibir lo que Dios es y lo que quiere de nosotros. «Que vuestra caridad aumente cada vez más en conocimiento perfecto y en sensibilidad» (Phi_1:9s). Obrando rectamente, aumenta siempre nuestro conocimiento. A la luz de Dios vemos en forma diversa las cosas que nos rodean, nuestro trabajo y los demás hombres. Esta luz nos iluminará para que lleguemos a entender cada vez con mayor claridad nuestra realidad cotidiana.

Al conocimiento la templanza. Quien avanza por el camino del conocimiento aprende a dominarse cada vez más, porque sabe cuáles son los verdaderos bienes, de qué se trata en primer lugar; sabe, sobre todo, en cuántas cosas sin importancia gastamos nuestro tiempo. El que se contiene, sabe dominar sus pasiones y apetitos, es señor de sí mismo. Esta virtud no es debilidad, sino fuerza contenida, porque nuestras tendencias y pasiones salen a flote fácilmente. Se menciona también la templanza junto a la justicia (Act_24:25), porque es necesaria para poder cumplir la voluntad de Dios. La necesitan todos los que quieren alcanzar la salvación.

A la templanza la constancia. Quien ha aprendido a dominarse es también capaz de resistir; sabe que los grandes bienes sólo se ganan en batallas costosas y duraderas. Experimentamos la constancia como una capacidad de aguantar, que fortalece y anima. Quien puede dominar sus apetitos y tiene poder sobre ellos puede también resistir en las dificultades y trabajos que proceden de fuera. Quien está acostumbrado a satisfacer todos sus apetitos no tendrá fuerza para resistir en los momentos duros. Estas dos virtudes, templanza y constancia, ocupan el centro de la cadena, entre la fe y la caridad. Para que la fe llegue a la plenitud del amor, para avanzar desde los comienzos de la salvación hasta la plenitud de ésta, se requiere dominio de sí mismo y constancia, porque nuestra vida está siempre amenazada por todas partes 6. «Os es necesaria la constancia, para que, habiendo cumplido la voluntad de Dios, obtengáis lo prometido» (Heb_10:36). «Así pues, también nosotros... corramos con constancia la carrera que se nos propone» (Heb_12:1). A la constancia la piedad. Sólo quien resiste en la batalla contra la concupiscencia indómita y contra los poderes hostiles a Dios puede honrar realmente a Dios. Su culto ya no será una mera confesión oral, un discurso vacío, sino una piedad probada, depurada. Ha asumido en sí toda la vida: las experiencias y las pruebas, la alegría y el dolor; ha crecido como el árbol, bajo la luz del sol y el chaparrón de la tormenta.

A la piedad el amor fraterno. El respeto auténtico a Dios se manifestará siempre en amor activo, ésta es su medida y su meta. Se refiere, en primer lugar, al brotar del amor en el seno de la comunidad, al preocuparse unos por otros, al ayudarse personalmente, al cuidado por los hermanos y hermanas que están en apuros. «La religión pura y sin mancha ante Dios... es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación» (Jam_1:27). «Si alguno dice: "yo amo a Dios" y odia a su hermano, es mentiroso» (1Jo_4:20). Ver y amar a Dios en los hombres es prueba de respeto a Dios, porque Dios ha creado los hombres a imagen suya. Lo que hemos hecho o dejado de hacer al más pequeño de nuestros hermanos se lo hemos hecho o negado a Jesús 7.

Al amor fraterno la caridad. Si amamos a los hermanos con el espíritu de Cristo, este amor brota de aquel amor supraterreno (ágape) que Dios comunica y que es la última realización del amor que Dios tiene. El amor fraterno cristiano no es un mero sentimiento humanitario, como el que se expresa en las palabras de Schiller: «recibid, gentes, este beso de todo el mundo», sino expresión del amor que se da por entero, del existir para otro. Es imagen de aquél de quien Juan dice: «Dios es amor» (1Jo_4:16). La ágape es el coronamiento del edificio de las virtudes, el último anillo de la cadena. Quien tiene caridad cumple la ley y los profetas 8. Todo está subordinado a ella y ella lo reúne todo: es el «vínculo de la perfección» (Col_3:14). ¡Esforcémonos por esta caridad en todos nuestros pensamientos y obras!

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5. Cf. Rom_5:3; Jam_1:2s; Wis_6:17-19.

6. Cf. Luk_8:15; Luk_21:19.

7. Cf. Mat_25:35-46.

8. Cf. Rom_13:9; Gal_5:14.

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3. VIRTUD Y PLENITUD (1/8-11).

Sólo el cultivo de las virtudes conduce al conocimiento de Cristo (Gal_1:8-9) Y prepara la entrada en el reino de Cristo (Gal_1:10-11). A esta meta está destinado el cristiano y con vistas a ella debe vivir.

a) Conocimiento de Cristo (Gal_1:8-9).

8 Estas virtudes, si se encuentran y abundan entre vosotros, no os dejarán sin obra ni sin fruto en el conocimiento de nuestro señor Jesucristo. 9 Quien de ellas carece es ciego y miope que echa en olvido la purificación de sus antiguos pecados.

La meta de la vida cristiana es el conocimiento de nuestro señor Jesucristo, el conocimiento perfecto de Cristo y la comunión duradera con él. «Y la vida eterna consiste en conocerte a ti, único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien tú enviaste» (Joh_1 7:3). Esta meta sólo se alcanza si la vida no queda sin obra y sin fruto. El conocimiento de Cristo, la participación en su gloria divina, dependen de la vida que llevemos; son fruto de ella. Hemos de desarrollar todas las posibilidades que Dios ha puesto en nosotros. Dios ha sembrado la semilla en nuestros corazones; a nosotros nos toca, como al labrador, contribuir con nuestro esfuerzo para dar fruto. A pesar de todo, sigue siendo cierto que el crecer y el desarrollarse no está en nuestra mano...

El que no se esfuerza por alcanzar la virtud demuestra ser ciego y miope, pues no ve lo que Jesucristo espera de su vida. Le falta luz en los ojos; no tiene la vista sana y no cae en la cuenta de cuál es la verdadera meta de la vida. Ha olvidado que en el bautismo fue purificado de los pecados que había cometido en su vida pagana. El recuerdo de aquella purificación debía hacerle ver que se espera de él una vida sin pecado. La vida cristiana es vida entre el bautismo y la plenitud de la salvación. Construimos sobre una base que Dios ha puesto. Dios completará el edificio, pero no sin nosotros. En los sacramentos Dios produce lo que los sacramentos significan; el baño purificador del bautismo produce la purificación de los pecados. Pero el que ha recibido el sacramento debe acordarse de esta purificación; no puede ser ciego ni miope frente a lo que ha sucedido. Debemos traer a menudo ante nuestros ojos la idea de lo que somos realmente y de cuál es el fundamento de nuestra vida.

b) Entrada en el reino de Cristo (Joh_1:10-11).

10 Por eso, hermanos, esforzaos todavía en consolidar vuestra vocación y elección; obrando así, jamás tropezaréis.

La vocación y la elección de Dios constituyen el comienzo de la salvación. Ambas son anteriores al bautismo 9. Sin ser llamado y elegido, nadie puede entrar en el reino eterno. Pero hay que consolidar la elección, hacerla vida, definitiva. Lo hacemos con nuestro esfuerzo. Dios ha puesto el fundamento de la salvación sin nosotros, ha dirigido hacia nosotros su amor electivo, pero la salud eterna quiere dárnosla sólo con nuestra colaboración. Quien se esfuerza no perderá la salvación. Pero también para los llamados y elegidos a la gracia hay posibilidad de perdición eterna. Para entrar en el reino de Dios hay que cumplir las condiciones de admisión. Jesús las expone en las ocho bienaventuranzas 10; la segunda carta de Pedro cita ocho virtudes como condiciones para ser admitido en el reino de Cristo. La bienaventuranza eterna a que estamos llamados no se nos dará, a los adultos, si no cumplimos realmente la voluntad de Dios.

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9. Cf. Rom_8:29s.

10. Mat_5:3-10.

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11 Y se os concederá amplia entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo».

Si ponemos empeño, Dios nos permitirá entrar en el reino eterno. Pide obras 11. También la salvación definitiva es don de Dios, pero sólo la concede si hacemos obras que le sean agradables. La da ampliamente 12. Lo que da supera con mucho aquello que el hombre puede hacer; sus dones rebosan riqueza.

Dios concede la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Jesús predica el reino y el poder de Dios; la segunda carta de Pedro, el reino y el poder de Cristo, Señor y Salvador. Dios ha dado su poder al Hijo y por medio de él quiere darnos su reino divino, si reconocemos a Cristo como Señor y ponemos nuestra esperanza en su acción salvadora. Conocimiento pleno de Cristo y reino de Cristo designan la misma salvación gloriosa que Dios quiere darnos por medio de su Hijo. La primera expresión atiende más a la bienaventuranza del individuo, la segunda, a la salvación de la comunidad. Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, es la plenitud de lo que esperamos. En él quiere Dios darnos toda su riqueza...

Al final de esta perícopa ya sabemos por qué la fe es preciosa (Mat_1:1). Todo lo que nos trae es grande: participación en la naturaleza divina, vocación y elección, rico fruto, el conocimiento de Cristo y el reino de Cristo, gloria y poder. Todo lo «referente a la vida» (Mat_1:3). Si no la aceptamos ni vivimos conforme a su ley, se apodera de nosotros la ceguera y vamos a la perdición.

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11. Cf. Mat_7:21; Rom_2:13; 1Jo_3:7; Jam_1:22.25.

12. Cf. Rom_10:12; Rom_11:33; Eph_1:7

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II. FE EN LA PARUSIA DE CRISTO (Eph_1:12-21).

Los mismos falsos maestros que niegan que a los bautizados les sea necesario el esfuerzo moral, no quieren tampoco admitir la doctrina recibida relativa a la parusía de Jesús. Después de exponer brevemente los motivos que le impulsan a escribir (1,12-15), proclama la certeza de la parusía de Cristo; está revelada en las palabras dichas por Dios en el momento de la transfiguración de Cristo (1,16-18) y en las profecías del Antiguo Testamento que deben cumplirse (1,19-21) 13.

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13. La palabra parusia (1.16; 3,4-12) la introduce Pablo en el cristianismo primitivo para designar la venida de Cristo en su gloria mesiánica (1Co_1:8; 1Co_15:23; 1Th_2:19; 1Th_3:13; 1Th_4:15; 1Th_5:23; 2Th_2:1; 2Th_2:8). Puesto que en el medio ambiente que rodeaba al cristianismo primitivo se usaba esta palabra para designar la visita de los dioses y en la época imperial romana se usaba para designar la visita del rey dios, dignidad con que se honraba al emperador, fue fácil aplicar esta palabra a la venida del Kyrios Jesús (Rey y Dios). Todo el Nuevo Testamento esta impregnado de la conciencia de que Cristo vendrá. Igualmente existe en el Nuevo Testamento la convicción de que Cristo ha venido ya en Jesús de Nazaret y de que con su venida ha empezado ya el fin de los tiempos. La escatología neotestamentaria es unánime en afirmar que los acontecimientos escatológicos esperados han sido ya puestos en marcha y caminan hacia nosotros por la obra de Cristo. El Nuevo Testamento no habla de «retorno» de Cristo. Esta palabra pertenece a un periodo posterior (siglo II), aunque ya en las cartas pastorales (2Ti_1:10) y en la carta a los Hebreos (2Ti_9:28 : «por segunda vez se manifestará [Cristo], sin pecado, a los que le esperan para salvarlos») se encuentra un fundamento.

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I . CELO POR LAS ALMAS (1/12-15).

Tras la segunda carta de Pedro está un hombre hondamente preocupado por la salvación de los hombres. Como pastor, se siente responsable de la salvación de los fieles (2Ti_1:12), tanto más cuanto que sabe que su muerte está próxima (2Ti_1:13s); la carta que escribe quiere ser un testamento (2Ti_1:15).

a) Quiero traeros a la memoria (2Ti_1:12).

12 Por eso quiero traeros siempre a la memoria estas cosas, aunque ya las sabéis y estáis afianzados en la verdad que al presente poseéis.

Su actividad pastoral quiere traer a la memoria, hacer actual la verdad. Así actúa también la preocupación pastoral de los profetas: «Acordaos y reflexionad; volved a vosotros, renegados; acordaos de los siglos antiguos, porque yo soy Dios y no hay otro Dios ni nadie que a mí sea semejante» (Isa_46:8s) 14.

En el libro del Deuteronomio se alude con harta frecuencia a este continuo traer a la memoria y recordar. La exhortación a ser fieles a la ley se funda en el recuerdo de las acciones salvadoras obradas por Dios en favor de su pueblo: «recuerda que también tú fuiste esclavo en Egipto y que el Señor, tu Dios, te sacó de allí con mano poderosa y brazo levantado. Por eso el Señor, tu Dios, te ha ordenado guardar el día de sábado» (Deu_5:15)15.

La predicación neotestamentaria es un recuerdo de las palabras y obras de Jesús. El Espíritu Santo trae a la memoria todo lo que Jesús ha dicho (Joh_14:26). Conserva, confirma y explica la palabra y la obra de Cristo: la mantiene viva en el mundo y convence de su verdad 16. Recuerdo es también el culto de la Iglesia. La eucaristía constituye el centro, y es memorial y recuerdo. La antigua fiesta pascual, cuya plenitud es la eucaristía, tenía carácter conmemorativo: «Hizo un memorial de sus portentos» (Psa_111:4). Cuando comemos el pan eucarístico y bebemos el cáliz realizamos activamente el memorial de la muerte del Señor (1Co_11:26).

El pastor de almas está convencido de que los fieles suben lo que les dice, pero sabe también que hay que repetirles continuamente la verdad. La verdad es el evangelio y éste es virtud de Dios 17. ¡En él está presente el poder de Dios! Por eso, recordar no significa sólo traer a la memoria lo que sucedió en la historia. La fuerza que está encadenada dentro de las palabras debe desencadenarse y dirigirse a la Iglesia actual.

Si el pastor de almas o el confesor nos recuerda qué es lo que importa, lo hace preocupado por nuestra salvación. Olvidamos fácilmente y es necesario despertarnos y sacudirnos, aunque el que nos exhorte nos parezca cargante. También los padres deben recordárselo a los hijos, cada cristiano a sus hermanos dormidos.

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14. Cf. Mic_6:5; Isa_43:36; Isa_44:2; Isa_46:8s; Ecc_7:16.28; Ecc_14:12; Ecc_18:24s y passim.

15. Cf. Deu_7:18; Deu_8:2.18; Deu_9:7; Deu_15:15; Deu_16:3.12; Deu_24:18.20.22; Deu_32:7.

16. Cf. Joh_16:5 ss. La predicación apostólica es un traer a la memoria. Timoteo recibe el encargo de recordar a las comunidades los principios fundamentales, tal como Pablo los enseña (1Co_4:17). El recuerdo de las palabras de Jesús guía las decisiones de la Iglesia (Act_11:16). La base de los escritos eclesiásticos, con su preocupación pastoral, la constituye el recuerdo de las palabras y de los hechos de Cristo (2Pe_3:1; Luk_1:1-3). Cuando se trata de los falsos maestros y los herejes es cuando conviene, sobre todo, acudir a este recuerdo, pues es necesario comparar su doctrina con la doctrina recibida (Jud_5:17; 2Ti_2:14; Tit_3:1.

17. Cf. Rom_1:16.

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b) Una obligación urgente (1/13-14).

13 Considera justo, mientras vivo en esta tienda, teneros alerta con el recuerdo, 14 sabiendo que está cercano el desmoronamiento de mi tienda, según me lo ha dado a conocer nuestro Señor Jesucristo.

Dios ha encargado al pastor de almas tener alerta a los fieles con el recuerdo. Velar es la actitud que Jesús ha puesto en relación con el anuncio de los acontecimientos escatológicos 18. El recuerdo de los acontecimientos últimos, sobre todo de la parusía de Cristo, debe ayudarnos a estar continuamente en vela. Sólo teniendo en cuenta esos acontecimientos podemos juzgar con exactitud todo lo que nos sucede en la vida. Queda ya poco tiempo disponible para llevar a cabo la tarea. La vida humana se parece a la vida de los nómadas, que no se establecen en ningún lugar. Apenas han instalado su tienda cuando deben deshacerla. La muerte es el desmoronamiento de la tienda; la vida es estar en la tienda terrena del cuerpo. «El alma vive en una tienda mortal» 19. Debemos obrar mientras estamos en la vida. Jesús dice: «Mientras es de día, tenemos que trabajar en las obras de aquel que me ha enviado; llegará la noche, cuando nadie puede trabajar» (Joh_9:4). Los «últimos acontecimientos» del individuo, vistos cristianamente, no deben acobardar, sino empujar a la acción. A base de esperar la venida de Cristo nuestra vista se ha dirigido excesivamente al destino del individuo, a la muerte, al juicio personal, a la bienaventuranza o condenación eternas. Cuando hablamos de los últimos acontecimientos pensamos sobre todo en esto. Pero a todo hombre se le guarda para los acontecimientos finales, que afectan a toda la humanidad y al mundo.

Pedro conoce el momento de su muerte. Jesucristo le ha dicho que en su ancianidad sufrirá el martirio ( Joh_21:18s). Probablemente la segunda carta de Pedro conoce una tradición según la cual Pedro tuvo una revelación sobre el momento exacto de su muerte 20. Vemos aquí claramente que la conciencia de la proximidad de la muerte no debe acobardar, debe mover todas las fuerzas para hacer lo que es justo delante de Dios.

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18. Cf. Mat_24:42s; Mat_25:1-12; Mar_13:34s; Luk_12:35-38.

19. Carta a Diogneto 6,8.

20. Las Actas apócrifas de Pedro (35) hablan de esto.

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c) También después de la muerte (1,15).

15 Y me esforzaré en que, en todo tiempo, después de mi partida, recordéis estas cosas.

El comienzo de la salvación, la elección y la vocación no son dones en los que podamos descansar. Exigen esfuerzo hasta llegar a la meta 21. Al apóstol no le basta haber predicado una vez el mensaje de la salvación. Incluso cuando a la predicación ha seguido la fe, la conversión y el bautismo, queda en él el anhelo constante de mantener vivo el recuerdo de los hechos salvadores. La imagen del pastor de almas que se esfuerza es conmovedora: su esfuerzo perdura por encima de la muerte. EL celo de tal pastor de almas, ¿no debe ser un estímulo para aquél por quien se esfuerza?

¿Cómo quiere Pedro mantener vivo el recuerdo? ¿Qué quiere dejar detrás de sí para que aún después de su muerte el recuerdo permanezca vivo en los fieles? Piensa ante todo en la carta que leemos, en la que nos deja un testamento de su celo por la salvación de todos 22. Lo que aparece como última voluntad lleva un carácter de urgencia, de importancia, de responsabilidad. ¿Quién quiere ser un charlatán en su última hora? Mediante un documento escrito la voz del apóstol será audible incluso después de su muerte. La palabra es fugaz; lo escrito es duradero y conserva algo. El apóstol quiere que su palabra sea escuchada siempre.

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21. ESFUERZO: «Esforzaos» es una expresión que gusta al autor de nuestra carta (1,10.15; 3,14).

22. La carta está en la línea de los testamentos de los padres; cf. por ejemplo, los testamentos de los doce patriarcas.

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2. TRANSFIGURACIÓN Y PARUSIA DE CRISTO (1/16-18).

Los fieles conocen la doctrina de la parusía de Cristo, pero no debe parecerles mal que se les recuerde de nuevo esta verdad. La preocupación urge. La parusía de Cristo en gloria no es una verdad inventada por el ingenio humano, sino fundada en la revelación de la gloria de Cristo en la transfiguración (1,16). La palabra de Dios definió allí a Jesús como Mesías y portador de salvación. Si lo es, vendrá con poder y con gloria y erigirá el reino eterno (1,17s).

a) El fundamento que garantiza (1,16).

16 No os dimos a conocer el poder y la parusía de nuestro Señor Jesucristo siguiendo ingeniosas fábulas, sino porque fuimos testigos de la majestad suya.

Os hemos dado a conocer el poder y la parusía de nuestro Señor. La parusía de nuestro Señor con poder es un elemento esencial de la predicación cristiana. Cristo vendrá. Su venida se llevará a cabo con gran poder y gloria (Mar_13:27). Según la imagen de la predicación escatológica, estará rodeado de ángeles y aparecerá sobre las nubes del cielo (Mar_13:26). Será vencedor de todos los poderes que se le oponen (2Th_2:8). Su aparición llena de poder conmoverá el mundo (Mar_13:25s). Esta predicación de los apóstoles no se funda en fábulas ingeniosas (mitos). Los que niegan la parusía de Cristo califican la predicación de la parusía de «sofisma», invención conscientemente fraudulenta. La llaman, despectivamente, narración mítica, fábula. En esto se distinguen de los que niegan modernamente la parusía, aunque también ellos llaman «mito» a tal doctrina. Los falsos maestros de la segunda carta de Pedro acusan a los predicadores de la parusía de fraude consciente; los que la niegan modernamente consideran esta doctrina como un producto del anhelo humano, al que no corresponde nada en la realidad.

Los apóstoles no son inventores de fábulas. Hablan como testigos oculares del poder y de la gloria de Cristo. Es cierto que ninguno de los apóstoles pudo ver la parusía de Cristo, pero, por un momento, Dios les mostró lo que sucedería en el futuro: la aparición de Cristo con poder y gloria. Los apóstoles -Pedro se incluye con los demás- fueron testigos oculares de la gloria de Cristo en la transfiguración. Según los evangelios, tres apóstoles fueron elegidos como testigos: Pedro, Juan y Santiago (Mat_17:1-8). Todo el peso radica en que estos tres fueron testigos oculares; no han, pues, inventado nada; han informado de lo que han visto. Las afirmación es sobre Cristo se fundan en su vida histórica.

b) La explicación divina (Mat_1:17-18).

17 él recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando de la sublime gloria se le dirigió aquella voz que decía «éste es mi Hijo amado, en el cual me he complacido.»

La gloria de Dios circunda a Jesús. El signo visible de ella es la luz. «Sus vestidos se han vuelto extraordinariamente resplandecientes por su blancura, como nadie en el mundo podría blanquearlos así» (Mar_9:3). «Su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz» (Mat_17:2). El honor que Jesús recibe es un honor divino.

La voz que habló sobre Jesús provenía de la gloria sublime, que es Dios. La voz de Dios sobre el transfigurado revela el fundamento de su gloria y de su poder. Es el Hijo de Dios, el amado, el unigénito en quien Dios se complace. A Dios se le llama Padre. Así se explican y fundamentan los títulos que Jesús tiene: Dios y Salvador (Mat_1:1), Dios y Señor (Mat_1:2). Sólo ahora entendemos esto exactamente: ¡La gloria de Dios es también la gloria de Jesús! En ella está incluido el poder con que esperamos que Cristo venga en su parusía. Dios le ha revestido de poder. Sólo gracias a las palabras del Padre pudieron entender los discípulos en el monte el misterioso acontecimiento. Fue la llave que les abrió su sentido. Son muchas las cosas, del sentido de la historia y del de nuestra propia vida, que sólo entendemos gracias a la palabra de Dios. La palabra reveladora pone de manifiesto qué es lo que se quiere decir y de qué se trata.

18 Y nosotros oímos esta voz dirigida del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.

Los apóstoles son también testigos auriculares. Oyeron la voz de Dios. El monte en que esto aconteció es un monte santo, pues fue testigo de la manifestación gloriosa de Dios en Cristo. Ver y oír son las dos formas en que los discípulos conocen experimentalmente a su Señor. «Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen» (Mat_13:16). Creemos este doble testimonio con certeza también doble. Es cierto que nosotros ya no vemos ni oímos inmediatamente, pero en lo que Dios nos permite ver y oír experimentamos mediatamente su presencia y su poder. En la palabra del evangelio que la Iglesia nos predica, oímos su palabra poderosa. En los actos del culto, en la comunidad de la Iglesia, en el rostro de cada hermano vemos algo de su gloria. Hay que aguzar los sentidos...

La transfiguración es la primicia de la parusía gloriosa del Señor, una anticipación de la parusía. Su historicidad garantiza la realidad de la parusía gloriosa de Jesús. Habiéndose producido la primera glorificación de Cristo se producirá también la segunda. El amor que Dios tiene a su Hijo le dará la glorificación final, hacia la que nosotros, fieles servidores, tendemos nuestra vista.

3. PROFECÍAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y PARUSIA (1/19-21).

Dos tipos de pruebas se aducen en pro de la parusía de Cristo: la transfiguración como acontecimiento salvador prefigurativo y la palabra profética (1,19). Dios habla por los acontecimientos de la historia y con su palabra. Es mucho más seguro que posea la palabra profética quien, como los apóstoles, fue testigo ocular de la transfiguración de Jesús, que los falsos maestros. La tradición de los testigos oculares apostólicos tiene más motivos de autenticidad que la opinión de un falso maestro que no fue testigo ocular. Sólo a la luz de la redención llevada a cabo por Cristo se puede interpretar rectamente la Escritura del Antiguo Testamento. La palabra profética necesita una interpretación competente para que no conduzca al error (1,20s).

a) El testimonio de la palabra profética (1,19).

19 Y tenemos algo más firme, la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro hasta que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana en vuestros corazones.

La palabra profética, conservada en la Sagrada Escritura, habla a menudo del «día del Señor», en el que el Señor viene para celebrar el juicio. Todos los profetas han anunciado el día de la restauración definitiva de todas las cosas (Act_3:20s). No permiten dudar de la parusía gloriosa del Señor. Toda la revelación de la Biblia se proyecta, en último termino, hacia la revelación total de la gloria de Dios al fin de los tiempos. La Sagrada Escritura semeja una lámpara que brilla en lugar oscuro. Este lugar es el mundo en que vivimos. Para que nos orientemos, para que no salgamos del camino querido por Dios, no tropecemos ni caigamos, la palabra de Dios de la Biblia nos da luz. Necesitamos esa luz de la palabra profética para que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana en los corazones. El alborear del día (Rom_13:12) y el despuntar del lucero de la mañana es la parusía de Cristo. Cuando llegue el Señor, la gloria de Cristo penetrará hasta lo más íntimo de nuestro ser; su gloria luminosa nos iluminará y transfigurará 23. Entonces será el fin de las tinieblas; no habrá ya error ni caída. Cuando la luz que está encendida en la Sagrada Escritura brille con todo su esplendor, ya no será necesaria la Sagrada Escritura, pero, ¿hasta entonces...?

b) La recta interpretación de la palabra profética (Rom_1:20-21).

20 Ante todo habéis de saber que nadie puede interpretar por sí mismo ninguna profecía de la Escritura.

También los falsos maestros invocan la palabra profética de la Sagrada Escritura (Rom_3:16). Quien quiera entender rectamente la Escritura debe pensar ante todo que las profecías de un escrito no pueden interpretarse siguiendo el propio arbitrio. Un escrito que contiene una profecía es siempre enigmático. También la Sagrada Escritura, con sus profecías, encierra enigmas que piden una solución. Lo advertimos claramente cuando leemos el Antiguo Testamento e intentamos entenderlo solos. ¡Qué difícil es a menudo! Con cuánto agradecimiento utilizamos pequeñas ayudas, explicaciones, que nos muestren el camino. Y cuán a menudo no hemos entendido nada o hemos caído en error. Poder desentrañar la Escritura es un don especial de Dios.

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23. Cf. Rev_21:23; Rev_22:5; 1Co_13:22.

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21 Pues nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, impulsados por el Espíritu Santo hablaron los hombres de parte de Dios.

BI/INTERPRETACION:¿Quién da la solución y la recta interpretación del sentido de la Escritura? El principio fundamental de la búsqueda del sentido de la Escritura suena así: las profecías de la Escritura no pueden interpretarse según el propio arbitrio. Así interpretan los falsos maestros la Escritura (1Co_3:16) y corrompen su sentido. La profecía no es producto de la voluntad humana, sino obra del Espíritu Santo. Los hombres que profetizaron obraban impulsados y dirigidos por él. él les inspiró lo que habían de decir y escribir. «La Escritura está inspirada por Dios» 24.

Los verdaderos profetas hablaron impulsados por Dios. Los falsos profetas «anuncian las visiones de su corazón, no lo que ha dicho el Señor» (Jer_23:16). Aquellos profetas no hablaron por invención propia, sino movidos por Dios. Son santos porque Dios los ha tomado a su servicio y habla por medio de ellos. Veamos la repercusión que esto tiene en la exégesis y, por tanto, en la misma Sagrada Escritura: puesto que la Sagrada Escritura no es invención ni producto del espíritu humano, su interpretación e inteligencia no hay que esperarla sólo del hombre, sino de Dios y de los hombres que Dios ha tomado a su servicio y ha capacitado para ello. La interpretación de la Escritura debe correr pareja con el origen de ésta.

¿Quiénes son estos hombres que pueden interpretar rectamente la Escritura? No hay duda de que no puede hacerlo todo aquél que lee la Escritura, sino sólo aquéllos a quienes Dios ha capacitado e iluminado mediante su Santo Espíritu. El Espíritu Santo puede descender sobre muchos que no tienen «cargo» en la Iglesia e inspirarles la interpretación recta. Así ha sucedido a menudo en la historia de la Iglesia. Pero sólo podemos estar seguros de tal interpretación si esos hombres «iluminados» están de acuerdo con toda la doctrina tradicional y se someten, en obediencia, a la autoridad de la Iglesia. Nuestra carta piensa especialmente en los ministros que Dios ha constituido y a quienes, junto con la gracia propia de su cargo, se les ha concedido el don de interpretar rectamente. Así, la Escritura sirve al «hombre de Dios» en la labor pastoral de la Iglesia (2Ti_3:17). El hombre de Dios es responsable de la Iglesia. Dios guía a los responsables de la Iglesia para que entiendan el sentido exacto de la Sagrada Escritura. Así llegamos a la certeza de lo que buscábamos, en medio de la maraña de opiniones e interpretaciones.

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24. 2Ti_3:13 ss; cf. Mar_12:36; Act_3:21 : Za 7,12.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 1.

Saludos, 1:1-2.
El saludo adopta la forma que era común en aquel tiempo y que encontramos en otros escritos del Nuevo Testamento. Los destinatarios son designados de una manera muy general. A la gracia y la paz se añade el conocimiento de Cristo, que es uno de los temas favoritos de nuestra epístola.

1 Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado la misma preciosa fe por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: 2 Que la gracia y la paz se os multipliquen mediante el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.

El autor de la epístola se presenta bajo el nombre de Simeón Pedro. Simeón corresponde a la forma hebrea Shime'on, que es más antigua. Esta forma hebraica se emplea pocas veces en el Nuevo Testamento 1. El Nuevo Testamento emplea más bien la forma helenizada Simón. San Pedro es llamado siempre en el Nuevo Testamento si exceptuamos 2 Pe y Hec_15:14 Simón. Esto explica la lección de Simón en B. La forma semítica Simeón, que casi había desaparecido, tal vez sea aquí un arcaísmo intencional.
Al doble nombre añade un doble epíteto: siervo o ministro y apóstol de Jesucristo, por haber sido llamado por El al apostolado para convertir al mundo.
El autor de la 2 Pe, preocupado por los peligros que amenazan la fe de los cristianos, pasa inmediatamente a hablar de ella. Afirma que la fe concedida como don a los paganos convertidos es del mismo precio que la que recibieron los mismos apóstoles. El que Dios los haya llamado a la misma fe de los apóstoles fue un favor puramente gratuito, concedido por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, es decir, imparcialmente a todos los que la deseaban, fueran judíos o paganos. Para la justicia de Dios no hay acepción de personas ni de naciones, sino que derrama su gracia sobre todos sin distinción 2. La fe de que nos habla el autor sagrado se refiere al depósito de las verdades reveladas 3. Este depósito lo poseen por un don gratuito de Dios.
La expresión nuestro Dios y Salvador Jesucristo, ¿designa una sola persona divina o más bien dos? Los autores se dividen. Pero la ausencia del artículo delante de Sajador, la comparación con fórmulas similares de esta misma epístola 4 y los paralelos paulinos 5 y los joánicos 6, creemos que prueban suficientemente que el nombre de Dios es aplicado aquí a Jesucristo. La divinidad de Cristo era bien conocida y proclamada por los apóstoles desde los comienzos de la Iglesia7.
El apóstol desea a sus lectores abundancia de gracia y de paz. Estos dones sólo se obtendrán por el único medio eficaz, que es un conocimiento cada día más pleno de Dios y de nuestro Señor Jesús. Cuanto más se avanza en el conocimiento práctico de Dios y de Jesucristo, tanta mayor gracia se obtiene de Dios y tanta mayor felicidad se goza, porque el conocimiento de Dios es la base y el fundamento de todo el edificio de nuestra salvación. Por eso decía Jesús: Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo. 8 Y en la 2 Pe, Cristo es presentado siempre como el objeto del conocimiento de los fieles 9.




Exhortación a la Santidad,Hec_1:3-21.

La liberalidad divina,Hec_1:3-11.
3 Pues por el divino poder nos han sido otorgadas todas las cosas que tocan a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud, 4 y nos hizo merced de preciosas y ricas promesas para hacernos así partícipes de la divina naturaleza, huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo; 5 habéis de poner todo empeño por mostrar en vuestra fe virtud, en la virtud ciencia, 6 en la ciencia templanza, en la templanza paciencia, en la paciencia piedad, 7 en la piedad fraternidad y en la fraternidad caridad. 8 Si éstas tenéis y en ellas abundáis, no os dejarán ellas ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Mas el que de ellas carece es de muy corta vista, es un ciego que ha dado al olvido la purificación de sus antiguos pecados. 10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad asegurar vuestra vocación y elección cuanto que, haciendo así, jamás tropezaréis, 11 y tendréis ancha entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Al recordarles las extraordinarias bendiciones que recibieron por la fe, les muestra cuan ventajoso sea cooperar seriamente a la obra de Dios en nosotros. El poder divino 10 de Jesús ha dado a los cristianos todo lo necesario para la vida sobrenatural y para la auténtica piedad n. Jesucristo ha sido el que nos ha hecho conocer íntimamente al Padre, al cual se atribuye el don de nuestra vocación a la fe. Cristo, al manifestar en su propia persona los atributos divinos por medio de sus milagros y de su incomparable santidad, logró atraerlos a la fe.
Por medio de estos mismos atributos (5Ã ùí = per quae; no per quem, Vgta), es decir, por la gloria y la virtud de Jesucristo, Dios nos ha dado, por puro acto de su bondad, las preciosas y ricas promesas (v.4), que ya habían sido hechas en el Antiguo Testamento y se realizaron en Cristo. Los bienes mesiánicos prometidos se concretizan especialmente en la justificación, o sea en la gracia, que nos hace hijos de Dios y en cierto sentido semejantes a Dios. La regeneración del cristiano es efecto de la gracia santificante, la cual es la participación de la vida divina: divinae consortes naturae = ·9åßáâ êïéíùíïß öýóåùò. La expresión ·åßá öýóéò es griega, y aparece con frecuencia en los filósofos y en los escritores griegos, los cuales hablan de la physis divina (Platón, Aristóteles, Jenofonte, Epicuro, Dio-doro Sículo, Josefo Flavio, Filón) 12. La fórmula physis divina designa al Ser divino, a la misma divinidad. Es la misma naturaleza divina como opuesta a todo lo que no es Dios. La fórmula lapidaria de San Pedro es audaz al mismo tiempo que clara, ya que esclarece el más espléndido efecto de la gracia santificante. ¿Cómo se ha de entender ese consorcio con la naturaleza divina? San Pedro, en la 1Pe_5:1, se presenta como participante (êïéíùíüò) de la gloria que ha de revelarse. Aquí precisa más el sentido de esa gloria, llamándola naturaleza divina. Esta comunión no indica una simple relación, sino una verdadera participación o comunión de Dios con el hombre, que no se puede reducir únicamente a una semblanza moral. El cristianopar-ticipa de la misma naturaleza divina, es decir, de todo el cúmulo de perfecciones contenidas de una manera formal-eminente en la esencia divina. De Cristo surge una fuerza nueva, sobrenatural, de la que participan todos los que están unidos con El por la fe y el amor. Cuando San Pablo habla de nuestra comunión con Cristo o con el Espíritu Santo, se refiere a una comunión con las fuerzas sobrenaturales que emanan de Jesucristo y del Espíritu Santo, y que nos constituyen hijos adoptivos de Dios y herederos de su gloria 13. Para San Juan, la vida que nos viene de Cristo es la vida común al Padre y al Hijo 14.
El cristiano participa, por lo tanto, de la naturaleza divina. Pero no se debe extender esta participación hasta sostener que sea una identidad sustancial con la naturaleza divina en sentido panteístico; o bien concebirla como una conversión de nuestra naturaleza en la divina, como entendieron ciertos racionalistas y ciertos místicos quietistas. La teología católica ve en esta comunión un efecto de la gracia santificante, que hace al alma verdadera y realmente partícipe de la naturaleza divina, aunque se trata de una participación analógica y accidental. Dios nos hace participantes de su naturaleza divina mediante la gracia, con la cual nos asemejamos más y más a El 16.
Esta participación de la naturaleza divina comienza ya en este mundo, como parecen insinuarlo las palabras que siguen en la 2 Pe: huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo (v.4).
Para tener parte en el extraordinario favor de la participación de la naturaleza divina es necesario evitar la corrupción moral que reina en el mundo. La eficacia de la obra divina en el cristiano depende de su cooperación, porque hay oposición entre la naturaleza divina y la corrupción moral. El que ama al mundo con sus concupiscencias no puede tener la vida divina en él 17.
El proceso descrito por el autor sagrado en los v.3-4 es el siguiente: primero, la vocación a la fe, que es el fundamento de todos los demás dones divinos; después, el conocimiento de Dios. Y, finalmente, por medio de este conocimiento llegamos a la participación de la naturaleza divina y a la huida de la corrupción moral.
El hombre debe responder a estos dones divinos con la práctica de las virtudes. El autor sagrado, con una construcción concatenada en forma gradual (climax), inculca la práctica de ocho virtudes. De esta manera quiere significar que las virtudes nacen unas de las otras y se completan mutuamente. Al don de la fe, que es principio de toda justificación, el cristiano ha de unir la energía moral, la fuerza y el vigor de animo (áñåôÞ) para obrar el bien. A la energía moral ha de juntarse la ciencia (ãíþóéâ) práctica, que hace conocer el bien que ha de hacerse y el mal que ha de evitarse. Energía moral y ciencia práctica son correlativas: ésta da las directrices y aquélla las ejecuta. A la ciencia va unida la templanza (åãêñÜôåéá, í. 6), por medio de la cual el hombre se domina a sí mismo y a sus pasiones. La templanza es necesaria para que la ciencia o el conocimiento no sea turbado por la pasión o los excesos. A la templanza se ha de unir la paciencia (õðïìïíÞ) en las aflicciones, mediante la cual perseverarán en el bien a pesar de las dificultades y no sentirán desaliento en la espera de la parusía 18. A la paciencia ha de ir unida la piedad (åõóÝâåéá) para con Dios, que le confiere todo el valor religioso que puede poseer la paciencia.
La verdadera piedad que Dios espera de nosotros es el que amemos a nuestros hermanos (öéëáäåëößá, í.7) 19, como miembros que son de una sola familia. Pero el amor fraterno no basta, es necesario amar a todos los hombres amando primero a Dios. La caridad (áãÜðç) para con Dios y para con el prójimo es lo que realmente ha de distinguir al verdadero cristiano. Esto es lo que nos enseña el sermón de la Montaña 20. El amor fraterno tiene su perfección en el amor del prójimo 21. La caridad constituye la coronación y la plenitud de todas las virtudes 22 y es el lazo que las une entre sí 23. Por eso dice muy bien San Ignacio Mártir 24: La fe es el principio, la caridad es el término de la vida cristiana; y el concilio Tridentino habla de la fe perfecta, que se manifiesta en la caridad 25.
La práctica de las virtudes tendrá como efecto la fertilidad, el adelantamiento espiritual, es decir, el progreso religioso del alma. El crecimiento en las virtudes llevará al conocimiento (Ýðßãíùóéí) de nuestro Señor Jesucristo (v.8). Es necesario santificarse para comprender mejor a Cristo. El conocimiento de Jesús es el punto de partida de la vida cristiana (cf. v.3) y es también su término y coronamiento. Este conocimiento de Jesucristo es uno de los temas en torno al cual gira la presente epístola 26. Para el autor sagrado el mejor remedio contra las falsas doctrinas es el conocimiento de Jesucristo. Este conocimiento es algo dinámico, por eso puede ser causa y objeto de la virtud.
El que no practique las virtudes carecerá de conocimiento verdadero de Jesucristo y será semejante a un miope, a un ciego (v.9), porque no ve o ve imperfectamente las cosas celestiales. La gnosis del Señor permanece oculta para él. En lugar de adelantar en el conocimiento de Cristo, llega hasta olvidar su bautismo, que le había purificado de sus antiguos pecados, y a vivir como si nunca hubiera sido regenerado 27. Por eso es necesario cooperar a la gracia divina recibida en el bautismo practicando las virtudes. De esta manera asegurarán la vocación y elección que han recibido (v.10). Vocación y elección en este pasaje son sinónimos. No se trata directamente de la elección a la gloria, sino de la vocación a la fe y a la gracia obtenida por medio del bautismo. El esfuerzo puesto en la práctica de las virtudes les ayudará a preservarse de cometer pecados y los capacitará para entrar en el reino eterno de nuestro Señor, en donde recibirán las magníficas promesas de que nos habla el v.4 (v.11).
La expresión haciendo así jamas tropezaréis (v.10) no significa que el autor sagrado piense en una impecabilidad absoluta de los elegidos. únicamente viene como a garantizar la perseverancia en la medida en que se guarde fidelidad a las directrices formuladas.
El concilio Tridentino 28 cita este versículo de San Pedro como prueba de la necesidad y de la posibilidad de practicar los mandamientos.



Veracidad del Testimonio Apostólico,1Pe_1:12-18.
El autor sagrado manifiesta en estos versículos el objeto de su carta. Quiere confirmar una vez más la veracidad de su predicación sobre la venida de Cristo.

12 Por eso no cesaré de traeros a la memoria estas cosas, por más que las sepáis y estéis afianzados en la verdad que al presente poseéis, 13 pues tengo por deber, mientras habito en esta tienda, estimularos con mis amonestaciones, 14 considerando que pronto veré abatida mi tienda, según nos lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. 15 Quiero, pues, que, después de mi partida, en todo tiempo recordéis esto. 16 Porque no fue siguiendo artificiosas fábulas como os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino como quienes han sido testigos oculares de su majestad. 17 El recibió de Dios Padre el honor y la gloria cuando de la magnífica gloria se hizo oír aquella voz que decía: Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias.18 Y esta voz bajada del cielo la oímos los que con El estábamos en el monte santo.

La importancia vital de las verdades ya expuestas incita al autor sagrado a volver de nuevo sobre ellas. Les explica los motivos por los cuales les escribe estas cosas. Estos motivos son el celo apostólico (v.13) y la persuasión de que su muerte está próxima (v.14). Sabedor de la responsabilidad que pesa sobre sus espaldas, sobre todo ahora que nuestro Señor le ha revelado la proximidad de su muerte, quiere recordarles la obligación que tienen de practicar la virtud. La revelación de la que habla nuestro autor tal vez haga referencia a Jua_21:18s, en donde Jesús anuncia a Pedro su martirio. Otros autores, como, por ejemplo, De Ambroggi 30, piensan que aquí se trataría más bien de una revelación ulterior de Cristo como aquella del Quo vadis? 31.
El autor sagrado, sabiendo que el tiempo de abandonar su tienda terrena está ya cercano (v.14), piensa en el modo de conservar entre ellos viva su enseñanza incluso después de su muerte (v.15). El modo de recordarles sus amonestaciones será mediante la lectura de su carta en las asambleas cristianas. Este tal vez sea el sentido de la vaga declaración del apóstol. Muchos autores (Camerlynck, Bigg.) piensan que este versículo ha dado origen a los numerosos apócrifos atribuidos a San Pedro: Evangelio de Pedro, Apocalipsis de Pedro, Kerigma o predicación de Pedro, etc.
En el í. 16 el hagiógrafo pasa de la primera persona del singular a la del plural. Con lo cual parece querer indicar que el autor sagrado se incluía a sí mismo entre aquellos que colaboraron en la evangelización de los lectores. En el nosotros de estos v.16-18 sin duda que el autor sagrado habla de sí mismo y de los demás apóstoles que fueron testigos de la transfiguración de Cristo. El objeto de la predicación de Pedro, lo mismo que la de los otros apóstoles, versaba principalmente sobre el poder divino y la venida o parusía de nuestro Señor Jesucristo (v.16). San Pedro en su predicación, que nos ha sido conservada en el evangelio de Marcos 32, acentúa la venida del Hijo del hombre en el esplendor de su poder.
La enseñanza cristiana acerca de la parusía no está entretejida con fábulas hábilmente inventadas, como pensaban y enseñaban los falsos doctores 33. El autor sagrado invoca dos testimonios en favor de la esperanza cristiana enseñada por los apóstoles. El primero es el del Padre celestial en la transfiguración de Jesucristo 34. Los apóstoles contemplaron entonces el deslumbrante resplandor de Cristo, que manifestaba su dignidad íntima. La transfiguración había venido, pues, a ser una prueba del poder divino del Salvador y una garantía de su retorno glorioso.
Nuestro autor emplea el término Ýôôüôôôçæ (= testigo, espectador), que era usado en el lenguaje de los misterios paganos para designar al fiel iniciado en los más altos grados de los arcanos divinos. Aquí el hagiógrafo da a este término un sentido cristiano, designando con él a los apóstoles que fueron espectadores privilegiados de las manifestaciones más grandiosas de la gloria de Cristo: transfiguración y resurrección.
La gloria divina de Jesucristo procede de la magnifica gloria (í. 17), que es el Padre. La nube luminosa, de que nos hablan los sinópticos 35, era lo que llamaban los judíos sekhina, es decir, la gloria divina manifestada por una actividad sensible o mediante la nube de las teofanías de Yahvé. El resplandor de Cristo en la transfiguración 36 es ya un testimonio divino; pero la voz celeste precisa la revelación divina. La descripción que nos ofrece la 2 Pe se acerca más a la de Mat_17:5 que a la de Mar_9:7 y Lev_9:35. Tal vez fuera utilizado el evangelio de San Mateo en la comunidad a la que pertenecía el autor de 2 Pe.
El autor se presenta como testigo de la transfiguración (v.18) de Cristo, que tuvo lugar sobre el monte santo 37. Se ve que la catequesis daba ya este nombre al monte donde se transfiguró Jesús, que muy probablemente se ha de identificar con el Tabor.



La palabra profética,Lev_1:19-21.
19 Y tenernos aún algo más firme, a saber: la palabra profética, a la cual muy bien hacéis en atender, como a lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que luzca el día y el lucero se levante en vuestros corazones. 20 Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la Escritura es de privada interpretación, 21 porque la profecía no ha sido en los tiempos pasados proferida por humana voluntad, antes bien, movidos del Espíritu Santo, hablaron los hombres de Dios.

El segundo argumento lo constituyen las antiguas profecías. ¿Qué profecías son éstas? Deben de ser las profecías referentes a la parusía. El autor sagrado quiere demostrar que su enseñanza sobre la parusía es verdadera. La palabra profética (v.19) probablemente no se refiera a un oráculo particular, sino a un anuncio que se desprende de los textos del Antiguo Testamento que tratan de la gloria del Mesías (Camerlynck, Mayor, Bigg, Chaine) 38. San Pedro, en un discurso de Hec_3:20-21, habla de la restauración de todas las cosas, según Dios había anunciado por boca de sus santos profetas, refiriéndose sin duda a los tiempos de la parusía.
¿En qué sentido la palabra profética es mas firme, âåâáéüôåñïò? Muchos exegetas creen que el autor sagrado aduce un nuevo argumento que considera superior al precedente, no considerado en absoluto, porque ambos provienen de Dios, sino en relación con los destinatarios a los cuales se dirigía San Pedro, y que serían de origen judío. Otros, en cambio, piensan de modo diverso, porque los lectores de la epístola no eran judíos, sino en gran parte paganos convertidos. Además, la construcción de la frase griega êáé å÷ïìåí no es equivalente a Ý'÷ïìåí äå; sugiere más bien la idea de consecuencia que la de progresión. Por lo cual se podría traducir toda la frase: Y tenemos así mejor confirmada la palabra profética. Con lo cual querría decir: hemos asistido en la transfiguración de Cristo a una realización parcial de tales profecías, lo cual hace más sólida en nosotros la esperanza de llegar a ver el cumplimiento definitivo 39.
Para el autor sagrado, después de haber sido testigo de la transfiguración, los oráculos referentes a la parusía de Jesús adquieren un significado más pleno y claro. Y por eso exhorta a sus lectores a prestarles gran atención, porque son como una lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que luzca el día (v.19). Las profecías mesiánicas son una luz provisoria, si bien sumamente preciosa, en espera de la aurora de la perfecta luz que será la parusía del Señor 40. Pero para obtener provecho de esta luz que es el Antiguo Testamento 41, hay que emplearla como conviene. Toda profecía tiene a Dios por autor, y sólo El puede explicar el sentido preciso de ella. Por eso, las Sagradas Escrituras no pueden ser interpretadas ni explicadas según el parecer privado de cada uno. Sólo Cristo y aquellos a los que eligió para enseñar en su nombre tienen autoridad para interpretar la Sagrada Escritura (v.20). Es a saber, los apóstoles, la tradición y, en definitiva, la Iglesia. La llave de toda la Escritura es la Iglesia, a la cual parece referirse implícitamente el autor sagrado. Por eso, dice el concilio Tridentino42, y lo repetirá más tarde el concilio Vaticano43: Nemo suae prudentiae innixus, in rebus fidei et morum. Sacram Scripturam ad suos sensus contorquens, contra eum sensum quem tenuit et tenet sancta mater Ecclesia, cuius est iudicare de vero sensu et ínterpretatione Scripturarum sancta -rum, aut etiam contra unanimem consensum Patrum, ipsam Scripturam sacram interpretar! Audeat.44
Las palabras de la 2 Pe van dirigidas contra los falsos doctores, que interpretaban la palabra profética a su modo. Al mismo tiempo condenan directamente las teorías del libre examen de los protestantes.
La razón de que la Sagrada Escritura no puede ser interpretada según la voluntad de cada hombre es que se trata no de una obra humana, sino de una obra divina. El Espíritu Santo es el autor principal de la Sagrada Escritura, porque los profetas hablaron movidos, impulsados, llevados (öåñüìåíïé) por este Espíritu divino45 para que dijeran aquello y sólo aquello que él quería comunicar a los demás hombres. El profeta es el intérprete de Dios, habla en su nombre, o bien escribe, es como un instrumento en manos de Dios. La metáfora, sin embargo, no autoriza a privar al profeta de su libertad y de su actividad propia. El hagiógrafo, cuando escribe bajo la moción del Espíritu Santo, conserva su libertad y su inteligencia propias. Dios puede regir las facultades humanas sin destruirlas. Este texto de la 2Pe_1:21 nos descubre algo de lo que es la naturaleza de la inspiración escrituraria al poner de relieve la colaboración divino-humana en la composición de la Sagrada Escritura. Esta inefable colaboración hace que la obra, que es totalmente de Dios, sea, al mismo tiempo, totalmente del hombre 46. Es uno de los textos del Nuevo Testamento que más claramente nos habla de la naturaleza y del hecho de la inspiración bíblica.

1 Cf. Luc_2:25.34; Hec_13:1; Hec_15:14. 2 Cf. Rom_1:17. 3 Cf. 1Ti_4:1.6. 4 1:11; 2:2ï; 3:2.18. 5 Rom_9:5; Tit_2:13; 3:4- 6 Jua_1:1ss; Jua_20:28. 7 Cf. ZNTW (1904) p.335ss. 8 Jua_17:3 9 1:3.8; 2:20; 3:18. 10 Esta expresión, propia de la filosofía griega, es empleada por el autor sagrado para designar la realidad de la divinidad de Cristo. 11 Aquí piedad (åõóÝâåéá) parece significar la buena conducta moral de los cristianos. 12 Según H.Windisch (Excursus sobre Hellenistische Fromigkeit im 2 Pe, en Handbuch zum N.T.3, Tubinga 1951), la espiritualidad helenista hablaba de la participación de la naturaleza divina concedida a los hombres por la äýíáìç de Dios, y del conocimiento de Dios. Cf. también A. J. Festugiére, L'ideal religieux des Crees et l'évangile (París 1936) p. 4735. 13 Gal_4:4-7; Rom_8:14-24; Cf. 1:5. 14 Jua_5:26; Jua_14:20-23; Jua_17:20-26; 1 Jn 1:2s. El N.T., en diversos lugares, también nos dice que nacemos de Dios (Jua_1:13); que somos hijos de Dios, engendrados por El (Jua_3:5; Gal_4:6s), partícipes de su vida (Jua_5:21). 15 Suma Teológica 3 q.2 a.io ad i. 16 Cf. A. Charue, Les építres catholiques, en La Sainte Bible de Pirot, vol.12 P-484J P· De Ambroggi, Le Epistole cattoliche 2.a ed. (Turín-Roma 1949) p.17is; Dom R. M. Díaz, Epís-toles catoliques, en La Biblia de Montserrat vol.22 (Montserrat 1958) p.122s. 17 Cf. 1Jn_2:15ss. 18 Cf. 2Pe_3:4. 19 Gf. 1Jn_4:7. Otras enumeraciones de virtudes: Gal_5:22-23; 2Co_6:4-5. 20 Mat_5:43-48. 21 Cf. Jua_13:345; Jua_15:12.17; 1Jn_2:10; 1Jn_3:14. 22 Rom 13:10. 23 Gol 3:14; cf. 1Co_13:15. 24 Ad Ephesios 14:1. 25 Ses.6 c.7 y c.10. 26 Cf. 1:2.3.5; 2:20; 3:18. 27 Cf. Tit_3:5; Epíst. de Bernabé é1:1é; San Justino, Apol. I 61. 28 Ses.6 c.11i. 29 D 804.830.La idea de incertidumbre acerca de la salvación definitiva aparece con frecuencia en los escritos del Nuevo Testamento (1Co_10:12; Flp_2:12; 1Pe_1:17; Rev_3:11). 30 O.c. p.176. 31 Cf. Actas de Pedro c.35, edición de L. Vonaux (París 1922) p-426; Hegesipo, Histp-ñae 3:2: Csel 66:186; Orígenes, In lo. 20:12: PG 14:600; C. Fouard, S. Paul, ses dernié-res années, ed. 10 (París 1918) p.30i. La imagen de la tienda, empleada en el v.13, trat su origen de la vida nómada (Isa_38:12), y quiere significar que la vida humana es efímera, como lo es la morada del nómada. Hoy está aquí, mañana en otro lado. 32 9:1; 13:26. 33 Las fábulas en el í. Ô. están tomadas siempre en sentido peyorativo (cf. 1Ti_1:4; 2Ti_4:4; Tit_1:14). Son producto de la imaginación, y, en cuanto tales, se oponen a la verdadera historia evangélica. Los gnósticos interpretaban la historia evangélica como si fuera un mito. 34 Mar_9:2ss; Mat_17:1-9. 35 Cf. Mt 17:5- 36 Cf. Mat_17:2. 37 Cf. Luc_9:28. 38 La expresión palabra profética es empleada a veces para designar a la Sagrada Escritura en general (cf. Filón, Leg. Alleg. 3:43). 39 De Ambroggi, o.c. p.175s. 40 Cf. Isa_60:1-2; Luc_1:78. 41 En el í. Ô. ãñáöÞ se emplea siempre como una designación de A. T. La profecía de a Escritura era, pues, la del A. T., la profecía por excelencia. 42 Ses.4, De edit, et usu Sacr. Libr.: EB 62. 43 De Revelat. c.2: EB 78. 44 Gf. D 786.1788. 45 La lección de la Vulgata: locuti sunt sancti Dei nomines, se encuentra en varios códices griegos: S(A)KL. Otros códices (BP), en lugar de Üãéïé, tienen orno 3åïû= a Deo. Y una tercera serie de códices (C, etc.) presentan la lección áðü 3åïÏ Üãéïé = a Deo sancti. Tischendorf, Westcott-Hort, Nestle, aceptan la lección del cód. B: coro 3eoO Üíèñùðïé, que parece ser la más probable, aunque es la más difícil. El sentido sería: Locuti sunt a Deo homines, i.e., movidos por Dios hablaron los hombres, o sea, los profetas. 46 Cf. A. Âåá, De Sacrae Scripturae inspiratione (Romae IQ35) P-36. Véanse también Tomás, Suma Teológica 2-2 q.171-174; P. Svnave-P. Benoit, La Prophetie dans S. Thomas d Aquin (Somme Théologique, edic. Rev. des Jeunes, París 1947); G. M. Perrella, Introducción general a la Sagrada Escritura (Edit. El Perpetuo Socorro, Madrid 1954); H. Hopfl-L. Leloir, Introductio generalis in Sacram Scripturam (Romae 1958); G. Courtade, Inspiration: DBS IV (París 1949) col.482-559; J. M. Vosté, De divina inspiratione et veritate S. Scripturae (Romae 1932); P. De Ambroggi: ScuolCat 71 (1943) 349-63.


Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



7 (I) Introducción de la carta (1,1-11).
(A)Encabezamiento de la carta (1,1-2).
El remitente se presenta como Simón Pedro, uniendo el nombre viejo, Simeón (Hch 15,14), con el nuevo, Pedro, nombre asociado con su je(-)fatura e impuesto por Jesús (Mt 16,18). siervo... apóstol: En la tradición heb., «siervo» designa a un representante legítimo y obediente de Dios, como Moisés (Dt 34,5) o David (2 Sm 7,5-29); él es además el principal «apóstol» de Jesucristo en virtud de su cometido especial (Mt 16,16-19; Jn 21,15-19). No se identifica a los destinatarios expresamente, rasgo insólito entre las cartas del NT, lo cual da un tono de universalidad e insi(-)núa que los contenidos de la carta van dirigidos a todos los cristianos que poseen la fe normal. 2. gracia y paz: Este saludo típico (? Cartas del NT, 45:8A) está adaptado a la ocasión, pues el autor ora pidiendo que sus oyentes crezcan hacia la plenitud del conocimiento sobre Dios, lo cual alude al objetivo fundamental de la carta: una exposición definitiva de la doctrina cristiana so(-)bre la justicia divina, el justo juicio de Dios. Dios v salvador: El fundamento de nuestra con(-)dición de miembros descansa sobre la justicia de Dios y sobre Jesús como salvador, lo cual en el contexto de la carta implica el justo juicio de Dios (véase Rom 1,17-3,20) y el papel de Jesús como salvador, no sólo de los pecados pasados (Rom 3,21-26), sino especialmente de la futura ira divina (Rom 5,9-11; 1 Tes 1,10).
8 (B) Las obras de Dios (1,3-4). Las car(-)tas corrientes contienen una oración de acción de gracias (cf. 1 Pe 1,3-9; ? Cartas del NT, 45:6.8B) en la cual se establecen el tono y los te(-)mas principales de la carta. Aunque la oración formal está ausente en 1,3-4, el autor enumera los beneficios concedidos por Dios (véase F. Danker, CBQ 40 [1978] 64-82). 3. todas las co(-)sas: El principal beneficio es el complejo don de la pertenencia a la alianza de Dios en la cual ca(-)be encontrar todas las cosas necesarias para la vida y la santidad. Dicho don es un llamamien(-)to a un mundo nuevo y especial, la esfera de gloria y perfección propia de Dios, un don que traslada a los cristianos de un mundo corrupto y transitorio a un mundo santo y permanente, de una esfera de pasión a otra de santidad. 4. sublimes promesas: ¿Qué es lo que constituye a quien es verdaderamente «de dentro»? Un co(-)nocimiento correcto de aquel que nos llamó, conocimiento que en esta carta se centra en las preciosas y sublimes promesas relacionadas con la doctrina correcta acerca del justo juicio de Dios y la parusía de Jesús. Los verdade(-)ramente de dentro son, pues, quienes tienen ideas detalladas y correctas acerca de Dios.
9 (C) Escatología y ética (1,5-11).
(a) Una buena teología lleva a una buena conducta (1,5-7). El autor exhorta a quienes son verdaderamente de dentro a ser lo que de hecho son, instándoles a dejar que su fe verda(-)dera en Dios se reproduzca exactamente cada vez más en el ejercicio de actos virtuosos. En un llamamiento en nada diferente de Sant 2,17-26, sostiene que la doctrina correcta y la fe verdadera se demuestran en la rectitud moral (una buena «teología» conducirá a una buena «ética»).Así la perfección interior debe expresarse en una conducta exterior correcta, argumento habitual en el NT (1 Tes 2,12). fe, esperanza y caridad: La fe, es decir, la verdadera doctrina, debe conducir a la virtud, esp. a la templanza, la perseverancia (esperanza), la piedad y la ca(-)ridad. Sin embargo, incluso en esta cadena de actos buenos se percibe una sutil insistencia en la lealtad a la doctrina del justo juicio de Dios: la templanza para ser intachables ante Dios, la perseverancia en esperar la venida de Cristo, y piedad o santidad de vida.
10 (b) Dos caminos (1,8-11). Pedro con(-)trapone a quienes actúan de acuerdo con la verdadera fe y a quienes no. 8-9. estériles... cie(-)go: Quienes son verdaderamente de dentro no serán ineficaces ni estériles, mientras que los de fe deficiente son ciegos y olvidan fácilmen(-)te (véase 3,3.8) aquel momento inicial en el que pasaron de ser de fuera a ser de dentro, de ser pecadores a hacerse partícipes de la natu(-)raleza divina. 11. reino eterno: La exhortación concluye con un llamamiento a ser verdadera(-)mente de dentro confirmando la llamada de Dios a la santidad con una vida santa (véase 1 Tes 4,3-7). No basta con empezar bien; sólo la perseverancia llevará a ser plena y permanen(-)temente de dentro, mientras que la fe correcta y la conducta auténtica asegurarán la entrada definitiva en el reino celestial (véase Mt 25,31-46). Jesús habla del reino de Dios (véanse Mc 10,15; Jn 3,3), pero en este caso el autor se re(-)fiere al reino de nuestro Señor y Salvador Je(-)sucristo.
11 (II) Marco ficticio de la carta: el tes(-)tamento de Pedro (1,12-15). Tanto judíos co(-)mo griegos conocían un género literario deno(-)minado testamento, los últimos comentarios de un jefe o un patriarca moribundo (p.ej. el testamento de Sócrates en la Apología de Pla(-)tón, los testamentos de Jacob [Gn 49], de los doce hijos de Jacob [TestXII], de Moisés [Dt 32-34], de Josué [Jos 24] e incluso de Jesús (Jn13-17; Lc 22,14-36] y Pablo [Hch 20,17-35]). Esta carta constituye el testamento de Pedro, entregado ante la inminencia de su muerte; deja a la Iglesia un legado de recuerdo exacto de la doctrina del juicio de Dios y de la parusía de Jesús. 14. dejar: El autor alude a una tradición en la cual Jesús predecía la muerte de Pedro (Jn 21,18-19), que se expresa convencionalmente como un dejar esta «tien(-)da» terrena (véase 2 Cor 5,1.4). 15. renovar el recuerdo: La etiqueta de «recordatorio» aplica(-)da a este legado es otra convención (véase 1 Tes 2,9) que sirve para legitimar una afirma(-)ción apelando a su antigüedad, cualidad que en una sociedad regida por la tradición consti(-)tuía un valor (véase 3,1-2).
12 (III) Primera apología: profecía de la parusía (1,16-21).
(A) Creación de mitos (1,16a). Algunos re(-)chazan las profecías tradicionales de la futura parusía de Jesús como mitos inventados por seres humanos para controlar las vidas de los demás, en nada diferentes a los relatos greco(-)rromanos de premios y castigos en el mundo inferior (Lucrecio, R. N. 3.830-1094). Al atacar la fuente de dichas profecías, los burlones so(-)cavaban también su contenido (véase 3,3-4). Este argumento polémico común (mito frente a verdad) es tratado habitualmente por los apolo(-)gistas judíos (Filón, De fuga et inv. 121; De Abr. 243), griegos (Plutarco, De Pyth. orac. 398D) y cristianos (1 Tim 1,4; 4,7; Tit 1,14); como este autor es acusado de crear mitos, hace la misma acusación contra sus adversarios en 2,3.
13 (B) Transfiguración y parusía (1,16b-18). 16b. testigos oculares: Como respuesta Pe(-)dro ofrece la mejor prueba forense, su propia experiencia de la comunicación de la profecía acerca de la parusía, la transfiguración de Je(-)sús (véase Neyrey, «Apologetic Use» 509-14).
17 gloria: Como los relatos sinópticos de la transfiguración, Pedro habla de: un monte san(-)to, testigos oculares apostólicos (en particular Pedro), la aparición gloriosa de Jesús, la pre(-)sencia numinosa de Dios y la proclamación he(-)cha por Dios, «Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco». Tradicionalmente, a Pe(-)dro se le atribuyen revelaciones especiales (Mt 16.17), visiones especiales (Mt 28,16-20), profe(-)cías especiales (Mc 13,1-33; 14,27-31) y una presencia especial en el ejercicio que Jesús ha(-)ce del poder (Mc 5,37-43). Es, pues, una fuente especialmente bien informada y fidedigna de tradiciones acerca de Jesús.

14 (C) La transfiguración como profecía
(1,19). En los evangelios, la transfiguración se vincula con una venida futura del reino de Dios (Mc 9,1). Según los Padres de la Iglesia, la pre(-)dicción de Jesús de que algunos no experimen(-)tarían la muerte antes de ver la venida del reino de Dios se cumplió con la visión del poder y la gloria de Jesús en la transfiguración. Pero en escritos como el ApPe (HSNTA 2.663-83), la transfiguración como tal era una profecía de la parusía de Jesús, no cumplimiento de una profecía anterior. Lleno de reminiscencias de las predicciones de Jesús en Mc 13, este texto contiene la respuesta de Jesús a preguntas rela(-)tivas a su parusía y al fin del mundo; su contes(-)tación es un pastiche de afirmaciones evangéli(-)cas que describen la parusía y el regreso del Hi(-)jo del hombre, pero especialmente los futuros castigos y premios. El apocalipsis termina con la glorificación de Jesús en presencia de Moisés y Elías, cuadro final en el que Jesús instruye de manera especial a Pedro. El relato concluye con la ascensión gloriosa de Jesús al cielo, que sirve para describir su regreso futuro. Según esto, la transfiguración no sólo hace las veces de oca(-)sión en la cual Pedro recibió instrucción acerca de la parusía de Jesús y el juicio futuro, sino también de predicción de dicho acontecimiento futuro. Es a este sentido de la transfiguración como profecía de la parusía al que el autor re(-)curre en el argumento de 1,17-18. profecía más segura todavía: Esta frase se entiende mejor co(-)mo «tenemos una palabra profética muy con(-)firmada». Aunque bebaioteros es un adj. com(-)parativo, se puede traducir como superlativo (ZBG § 148), con lo cual resulta que el material de 1,17-18 sobre la transfiguración no se com(-)para con otras profecías (3,3-4), sino que repre(-)senta la mejor profecía de la parusía. La con(-)firmación de promesas y profecías es un tema recurrente en los escritos judíos; las promesas de Dios a Abrahán (Gn 22,16-17) quedan «con(-)firmadas» por un juramento (véase Filón, Leg. alleg. 3.203-08); esta misma promesa queda confirmada simplemente por el hecho de que la pronunció el Dios veraz y fiel (De Sacr. Ab. 93). Pablo habla de una promesa confirmada de Dios en Rom 4,16, con lo que ofrece un parale(-)lo directo a 1,19. lucero del alba: La profecía que la transfiguración hace de la parusía queda con(-)firmada porque la pronuncia Dios, de manera que puede hacer las veces de luz en la oscuridad para quienes aguardan que la luz definitiva, «el lucero del alba» (véase Ap 2,28), salga con la pa(-)rusía de Cristo (véase 1 Tes 5,4).

15 (D) Interpretación inspirada (1,20-21). 20. ninguna profecía de la Escritura: En el AT, las profecías verdaderas, cuando se enten(-)dían correctamente, eran molestas, incluso amenazantes (véanse Jr 6,14; Ez 13,10), una tradición repetida por Pablo a propósito de las profecías sobre la parusía. Cuando la gente dice «paz y seguridad», llega Jesús como el la(-)drón por la noche (1 Tes 5,2-4). Los falsos maestros a los que censura el autor son como los falsos profetas de Israel (2,1): no han reci(-)bido la ardua palabra de Dios ni la han enten(-)dido; por ejemplo, tergiversan las palabras de Pablo sobre el tema en cuestión (3,16). 21. de parte de Dios: A diferencia de ellos, el autor afirma contar con la inspiración divina tanto en su recepción de la profecía de la parusía, como en su exposición de ella, afirmación que resulta comparable con la tradición de la re(-)cepción por parte de Pedro de una revelación acerca de Jesús como «Cristo, Hijo de Dios» (Mt 16,17). Su profecía no está sujeta a nuevas interpretaciones carismáticas, proceso adver(-)tido en la reinterpretación de algunos de los dichos y hechos de Jesús (véanse Jn 14,26; 14), sino que es la misma profecía para cuya recepción e interpretación recibió él siempre inspiración (véase Hch 3,18-26). Ade(-)más, es apto para la tarea porque es un testigo ocular inspirado para entender lo que perci(-)bió. Esto sirve para contrarrestar insinuacio(-)nes de la tradición según las cuales Pedro no entendió lo que vio u oyó (véase Lc 9,32-33).
16 (IV) Invectiva contra los herejes (2,1-22). El cap. 2, que incorpora la mayor parte de la polémica generalizada de Jds, con(-)tiene los ataques tradicionales de este autor contra sus adversarios, no un examen y refu(-)tación detallados de sus ideas.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter I.

[Precious faith.]

1 Confirming them in hope of the increase of Gods graces, 5 he exhorteth them by faith, and good workes, to make their calling sure: 12 Whereof hee is carefull to remember them, knowing that his death is at hand: 16 And warneth them to be constant in the faith of Christ, who is the true Sonne of God, by the eye witnesse of the Apostles beholding his Maiestie, and by the testimonie of the Father, and the Prophets.
1 Simon Peter, a seruant & an Apostle of Iesus Christ, to them that haue obtained like precious Faith with vs, through the righteousnes of God, and our Sauiour Iesus Christ.
2 Grace and peace be multiplied vnto you through the knowledge of God, and of Iesus our Lord,
3 According as his diuine power hath giuen vnto vs all things that pertain vnto life and godlines, through the knowledge of him that hath called vs [ Or, by.] to glory and vertue.
4 Whereby are giuen vnto vs exceeding great and precious promises, that by these you might bee partakers of the diuine nature, hauing escaped the corruption that is in the world through lust.
5 And besides this, giuing all diligence, adde to your faith, vertue; and to vertue knowledge;
6 And to knowledge, temperance; and to temperance, patience; and to patience, godlinesse;

[Who are blinde.]

7 And to godlinesse, brotherly kindnesse; and to brotherly kindnesse, charitie.
8 For if these things be in you, and abound, they make you that yee shall neither be barren, nor vnfruitfull in the knowledge of our Lord Iesus Christ.
9 But hee that lacketh these things, is blind, and cannot see farre off, and hath forgotten that hee was purged from his old sinnes.
10 Wherefore, the rather, brethren, giue diligence to make your calling and election sure: for if ye doe these things, ye shall neuer fall.
11 For so an entrance shall be ministred vnto you abundantly, into the euerlasting kingdome of our Lord and Sauiour Iesus Christ.
12 Wherefore I wil not be negligent to put you alwayes in remembrance of these things, though yee know them, and be stablished in the present trueth.
13 Yea, I thinke it meete, as long as I am in this tabernacle, to stirre you vp, by putting you in remembrance:
14 Knowing that shortly I must put off this my Tabernacle, euen as [ Joh_21:17 .] our Lord Iesus Christ hath shewed mee.
15 Moreouer, I will endeuour, that you may bee able after my decease, to haue these things alwayes in remembrance.
16 For wee haue not followed cunningly deuised fables, when wee made knowen vnto you the power and comming of our Lord Iesus Christ, but were eye witnesses of his Maiestie.
17 For hee receiued from God the Father, honour and glory, when there came such a voice to him from the excellent

[False teachers.]

glory, This is my beloued Sonne in whom I am well pleased.
18 And this voice which came from heauen wee heard, when we were with him in the holy mount.
19 We haue also a more sure word of prophecie, whereunto yee doe well that ye take heede, as vnto a light that shineth in a darke place, vntill the day dawne, and the day starre arise in your hearts:
20 Knowing this first, that no prophecy of the Scripture is of any priuate Interpretation:
21 For the prophecie came not [ Or, at any time.] in olde time by the will of man: but holy men of God spake as they were moued by the holy Ghost.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Estos hechos confirman las palabras de los profetas

Los hechos a que se refiere Pedro fueron vistos por los apóstoles como un notable cumplimiento del AT (p. ej. Mat. 2:11; 2:5, 6). Jesús mismo lo había señalado a ellos (Luc. 22:37; 24:26, 27, 44; Juan 5:39) y Pedro lo había notado en su predicación (p. ej. Hech. 2:25-36; 3:22-24). Dado que tanto de la profecía se había cumplido en la primera venida de Jesús, los cristianos debían poner más atención en lo que aún falta para ser cumplido en su segunda venida. Es así en especial porque estas profecías no eran el resultado del pensamiento especulativo hu mano (como los mitos indicados en el v. 16) sino de la revelación de Dios por su Espíritu.

19 Las interpretaciones de aun más firme son diversas . Algunos piensan que está argumentando que la palabra de la profecía es más segura que la voz del cielo. Otros lo toman como lo expresó antes, que el cumplimiento de las profecías sobre la primera venida hace más fácil creer aquellas que aún deben ser cumplidas en la segunda. Antorcha es una bien conocida figura de las Escrituras (Sal. 119:105, 130), y este mundo como un lugar oscuro sin que esté presente la verdadera luz (Juan 8:12). El día se refiere al día del regreso de Cristo (3:10; Rom. 13:12). El lucero de la mañana (gr. phosphoros) es la estrella que brilla al alba y era usada en la antigüedad para referirse al planeta Venus. Aquí su uso retoma el simbolismo estelar refiriéndose a Jesús (Núm. 24:17; Luc. 1:78; Apoc. 22:16; cf. Mal. 4:2). En vuestros corazones es una frase difícil por el hecho de que la venida de Cristo será objetiva y visible. Se trata de que el regreso de Cristo traerá luz y gozo a los corazones de los suyos. Es posible, pero menos probable, que esta frase se relacione con lo que sigue; hay que tener muy en cuenta, antes que nada.

20, 21 Estos dos versículos son de gran importancia para nuestra comprensión de cómo la Escritura llegó a nosotros. Si bien Dios usó hombres, con todos sus diferentes fondos, intereses y temperamentos (véase p. ej. Jer. 1:6, 7; Amós 7:14, 15; Luc. 1:1-4) para transmitir su palabra, al mismo tiempo los guió al hablar y al escribir para nosotros (véase p. ej. Jer. 1:7; Amós 7:14-16; Mar. 12:36).

Hay que tener en cuenta, antes que nada es la misma frase que aparece en 3:3. La profecía de la Escritura es distinta de las falsas profecías a las que se alude en 2:1. Interpretación es un sustantivo que no se usa en otra parte del NT aunque sí aparece el verbo en Mar. 4:34 en cuanto a la explicación de las parábolas. A veces se considera que esta afirmación declara que la profecía puede ser entendida por un individuo sólo si es guiado por el Espíritu (algunos dirán que por la iglesia llena del Espíritu) que guió a los escritores. Esto requiere un significado antinatural para el verbo fue traída y parece mejor entender que la referencia es al origen más bien que a la comprensión de la Escritura. Esto es apoyado por varias traducciones; ninguna profecía de las Escrituras surge de la propia interpretación del profeta de eventos en el pasado, presente o futuro.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

La gloria de Cristo. El autor defiende la parusía de Cristo (16) como fruto, no de leyendas, sino de experiencias vividas. Y aparece entonces el recuerdo de la transfiguración como mensaje profético (18; cfr. Mat_17:3s), que como lámpara (19b) nos permite ver a Jesús en su doble dimensión de glorificado (17; cfr. Mat_17:1s) e «Hijo querido y predilecto» de Dios (17; cfr. Mat_17:5). La parusía, más que preocupación por lo que viene, es un ejercicio profético del presente que hace memoria comunitaria de Jesús para vivirlo como sol de la mañana y vencer así los problemas de la oscuridad llenando de luz el día por venir.
El contenido de los versículos 20s ha sido fundamental en la definición de los principios de inspiración e interpretación bíblica en la tradición de la Iglesia. La Escritura requiere del Espíritu para su interpretación. Esto no excluye la razón, lenguaje humano a través del cual actúa el Espíritu, ni la comunidad eclesial, lugar privilegiado donde actúa el Espíritu.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El testimonio de los profetas es también garantía de la verdad de la Parusía, porque es palabra de Dios. El v. 21 pone de manifiesto el hecho y la naturaleza de la inspiración bíblica. La Sagrada Escritura ha sido redactada bajo la inspiración del Espíritu Santo; en la composición de los libros sagrados intervienen Dios y el autor humano de tal manera que el escrito resultante es -a la vez- todo de Dios y todo del hombre. Sin embargo, como añade el escritor sagrado, la interpretación de la Sagrada Escritura no puede ser arbitraria: «El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo» (C. Vat. II, Dei Verb. 10).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



3. Sobre la "gloria" de Dios, ver nota Luc_2:9.

13. "Tienda de campaña": ver nota 2Co_5:1.

18. La "montaña santa" es el lugar de la transfiguración. Ver Mat_17:5.

20-21. En ningún otro escrito del Nuevo Testamento se afirma tan explícitamente el carácter inspirado de la Sagrada Escritura y la necesidad de interpretarla de acuerdo con la tradición apostólica.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a 1Pe 1:10;b Sal 119:105; Jua 5:35;c Mal 4:2

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_2:28+; Luc_1:78

NOTAS

1:19 Las Escrituras anunciaban ya la gloria del Mesías. La manifestación gloriosa de Cristo en la Transfiguración permitió ya ver su realización.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Apo_2:28+; Luc_1:78

NOTAS

1:19 Las Escrituras anunciaban ya la gloria del Mesías. La manifestación gloriosa de Cristo en la Transfiguración permitió ya ver su realización.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 1.17 Mi Hijo amado, a quien he elegido: Mc 1.11.

[2] 1.17-18 Mc 9.2-13 y paralelos.

[3] 1.21 Cf. 2 Ti 3.16; 1 P 1.11.

Torres Amat (1825)



[16] En su transfiguración gloriosa.

[20] 2 Tim 3, 16.

[21] Y así es que a la Iglesia, dirigida por él, pertenece la interpretación de las Escrituras Divinas.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

1Pe 1:10-11.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



TENEMOS POR MÁS FIRME LA PALABRA PROFÉTICA: significa que la profecía se hace MÁS FIRME con el cumplimiento, con que se comprueba su verdad.

Nuevo Testamento México (Centro Bíblico Hispano Americano, 1992)

Jesucristo es como una aurora esplendorosa en nuestros corazones.

Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[e] Esto … palabra. Lit. También tenemos la muy segura palabra.

Jünemann (1992)


19 f. Aún más firme que nuestra propia visión.


Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

O salga.