Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Se levanta el cerco de Samaría (7:1-20).
1
Entonces dijo Elíseo: Oíd la palabra de Yahvé: Así dice Yahvé: Mañana a estas horas estará en las puertas de Samaría el sea de flor de harina a un siclo, y dos seas de harina de cebada a un siclo. 2
El oficial sobre cuyo brazo se apoyaba el rey respondió al hombre de Dios: Cuando Yahvé abra ventanas en los cielos, sucederá eso. Y él le dijo: Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás. 3
Había en la entrada de la puerta cuatro leprosos, que se decían unos a otros: ¿Por qué nos vamos a estar aquí hasta morirnos? 4
Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos por el hambre que en ella hay, y si nos quedarnos aquí, moriremos igualmente. Vamos a pasarnos al campamento de los sirios, y si nos dejan vivir, viviremos, y si nos matan, moriremos. 5
Partieron, pues, al anochecer para el campamento de los sirios; y cuando llegaron a la entrada del campamento, no había en él nadie. 6
El Señor había hecho oír en el campamento de los sirios estrépito de carros y estrépito de caballos, el estrépito de un gran ejército, y se habían dicho unos a otros: Es el rey de Israel, que ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los jéteos y a los reyes de los egipcios y viene a atacarnos. 7
Y se levantaron, y al anochecer se pusieron en fuga, abandonando sus tiendas, sus caballos y sus asnos, el campamento tal cual estaba, y huyeron para salvar la vida. 8
Los leprosos, llegados al campamento, penetraron en una tienda, comieron y bebieron y se llevaron de allí plata, oro y vestidos, que fueron a esconder. Volvieron y penetraron en otra tienda y se llevaron cosas, que fueron a esconder. 9
Después se dijeron uno a otro: No está bien lo que hacemos. Este día es un día de buena nueva, y si nosotros nos estamos callados y esperamos la luz del día, nos sucederá mal. Venid, pues, y vayamos a dar cuenta a la casa del rey. 10
Partieron, dieron voces a los centinelas de la ciudad e hicieron este relato: Hemos entrado en el campamento de los sirios y allí no había nadie ni se oye voz alguna de hombre; no hay más que caballos atados, asnos atados y las tiendas intactas. 11
Los centinelas de la puerta dieron voces y transmitieron esta noticia a la casa del rey. 12
El rey se levantó de noche y dijo a sus servidores: Voy a deciros lo que pretenden los sirios: Como saben que estamos hambrientos, se han salido del campamento para esconderse en los campos, diciéndose: Cuando salgan de la ciudad, los cogeremos vivos y entraremos en la ciudad. 13
Uno de los servidores del rey dijo: Que cojan cinco de los caballos que todavía quedan en la ciudad porque también a ellos les sucede lo que a la muchedumbre, que han perecido y mandemos a ver.14
Cogiere pues, dos carros con sus caballos, y el rey mandó gente que siguiera tras los sirios, diciendo: Id y ved. 15
Fueron tras ellos hasta el Jordán, y todo el camino estaba sembrado de vestidos y objetos que en su precipitación habían tirado los sirios. Volvieron los mensajeros y dieron cuenta al rey. 16
Salió el pueblo y saqueó el campamento de los sirios, y se puso el sea de flor de harina a un siclo, y a un siclo los dos seas de harina de ce da, según lo que había dicho Yahvé. 17
El rey había entregado custodia de la puerta al oficial sobre cuyo brazo se apoyaba e día antes, pero éste fue atropellado por el pueblo a la puerta, y murió, según la palabra que había pronunciado el hombre de Dios cuando el rey bajó a él. 18
El hombre de Dios había dicho al rey: Mañana a estas horas estarán a siclo los dos seas de harina de cebada, y a siclo el sea de flor de harina; 19
y el oficial había respondido al hombre de Dios: Cuando Yahvé abra ventanas en los cielos, veremos eso. Y Elíseo le había dicho: Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás. 20
Fue en verdad lo que sucedió, pues el pueblo le atropello a la puerta y murió.
Reconoció el rey que el mal venía del cielo. Ahora bien, si Dios no remedia la situación, ¿tendré yo todavía que esperar más de Yahvé? (6:33). Elíseo, al ver logrado su intento, profetiza gran abundancia para la mañana siguiente. Algo más de trece litros (
Gen_18:6;
1Sa_25:18; 1 Re 18.32) de flor de harina se adquirirán por un siclo de plata, y dos
seas, es decir, veintiséis litros de harina de cebada, valdrán un siclo. El mercado tenía lugar junto a las puertas de la ciudad. El oficial que acompañaba al rey burlóse de las palabras del profeta, diciéndole que su oráculo se cumpliría cuando Yahvé abra ventanas en los cielos, refiriéndose a las ventanas o compuertas de los cielos por donde cae el agua sobre la tierra en forma de lluvia (
Gen_7:11;
Gen_8:2;
Isa_24:28;
Mal_3:10). O acaso el incrédulo escudero (
shalish)
quiso decir que sucedería esto cuando de las ventanas del cielo lloviera trigo, como en otro tiempo maná. Según la profecía de Elíseo, al día siguiente murió el oficial burlón pisoteado por el pueblo (
Mal_7:17-19).
Cuatro leprosos fueron los primeros en comprobar que los sirios habían abandonado el cerco. Obligados por su enfermedad a permanecer alejados de la sociedad (
Lev_13:28-46;
Num_5:1-4), se refugiaron a la puerta de Samaría, confiando en la caridad de los transeúntes. Como las puertas permanecieran cerradas por razón del cerco y nadie transitara por ellas, llegaron los leprosos a una penuria extrema. En un trance desesperado, tramaron un proyecto audaz. Era inútil entrar en la ciudad hambrienta en busca de alimentos; quedarse en su lugar equivalía a condenarse a muerte. Quizá entre los sirios hallarían algo. Si la hazaña les salía bien, seguirían viviendo; si los matan, mala suerte. ¡Cuál no fue su sorpresa al no encontrar nadie en el campamento I ¿Qué había pasado?.
Un rumor cundió entre el ejército de que los reyes de los hititas Y de Musri, con otros aliados, amenazaban lanzarse sobre Damasco. El rey y los suyos, temiendo la acción conjunta de los invasores y la Persecución por parte de los israelitas, huyeron precipitadamente aprovechando la oscuridad de la noche. Los cuatro leprosos penetraron en una tienda, donde comieron y bebieron hasta saciarse; Después entregáronse a la rapiña. De pronto les asaltó el temor de que les castigaría el rey en caso de no informarle de la situación. A
este fin decidieron presentarse ante los muros de la ciudad, llamar a los centinelas y contarles lo que pasaba. Los centinelas informaron al rey, quien, levantándose de noche, puso a sus servidores en estado de alerta a fin de que su pueblo no cayera en alguna trampa ideada por los sirios. Un oficial propuso que se enviara una patrulla que inspeccionara los alrededores de la ciudad. Aparejáronse dos carros con otros tantos caballos cada uno (
1Sa_21:3;
Isa_19:18) y salieron a explorar el terreno en dirección hacia el nordeste, llegando al río Jordán en las proximidades de Betsán. Tras un reconocimiento de unos sesenta kilómetros de terreno regresaron los exploradores a la ciudad para anunciarles la buena nueva (v.9). Tan pronto la supo el pueblo, salió en tromba hacia el campamento sirio en busca de alimentos y otro botín. El oficial incrédulo, que por orden del rey custodiaba las puertas, fue desbordado, arrastrado y pisoteado por la avalancha del pueblo hambriento, cumpliéndose la profecía de Elíseo.