Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Apéndices (c.21-24).
Como conclusion del libro, el autor, o un redactor posterior inspirado, reunió en los cuatro capítulos últimos seis fragmentos, de los cuales dos tienen aspecto de relato (21:1-14; 24:1-7); otros dos se han conservado en forma poética (22:1-51; 23:1-7), y, finalmente, dos en estilo anecdótico (21:15-22; 23:9-39). Estos fragmentos interrumpen el hilo de la historia del capítulo anterior con el primero del libro de los Reyes. La estructura de estos apéndices es artificial, Al c.21, sobre el sacrificio de Gabaón, corresponde el 24, que habla del sacrificio en la era de Orna. Ambos son de inspiración deuteronómica 1. Se desconoce la razón por la cual han sido agrupados al final del libro. Arrancados de su marco histórico, no es fácil determinar a qué época de la vida de David corresponden. Aunque no sean obra del mismo autor del libro y tengan el carácter de suplemento, tienen, sin embargo,
a Dios por autor.
Un pecado de Saúl, causa del hambre (21:1-14).
1
Hubo en tiempo de David un hambre que duró tres años continuos; y David consultó a Yahvé, que le respondió: Es por la casa de Saúl y por la sangre que hay sobre ella, por haber hecho perecer a los gabaonitas. 2
El rey llamó a los gabaonitas y les dijo: Los gabaonitas no eran de los hijos de Israel; eran un resto de los amorreos, con el cual estaban los hijos de Israel ligados con juramento; y, sin embargo, Saúl había procurado extinguirlos, por celo de los hijos de Israel y de Judá. 3
Dijo, pues, David a los gabaonitas: ¿Qué queréis que os haga para expiaros y que bendigáis a la heredad de Yahvé? Los gabaonitas le dijeron: Nuestra querella con Saúl y su casa no es cuestión de plata y oro, ni pretendemos que muera nadie en Israel Y él preguntó: Decid, pues, lo que queréis, para que yo lo haga. 4
Ellos respondieron al rey: Aquel hombre nos destruyó y quería exterminarnos, haciéndonos desaparecer de toda la tierra de Israel; 5
que se nos entreguen siete de sus hijos para que nosotros los colguemos ante Yahvé en Gabaón, en el monte ante Yahvé. El dijo: Os los entregaré. 6
No entregó el rey a Mefibaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el juramento de Yahvé que habían hecho entre sí David y Jonatán, hijo de Saúl. 8
Y tomó el rey a los dos hijos que Risfa, hija de Aya, había dado a Saúl, Armoni y Mefibaal, y a los cinco hijos que Merab, hija de Saúl, había dado a Adriel, hijo de Barzilai, de Abel Me-jola, 9
y se los entregó a los gabaonitas, que los colgaron en el monte ante Yahvé. Todos siete murieron juntos en los primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de las cebadas. 10
Risfa, hija de Aya, tomando un saco, se lo tendió sobre la tierra, y estuvo desde el comienzo de la cosecha de las cebadas hasta que sobre ellos cayeron del cielo las aguas de la lluvia, espantando durante el día a las aves del cielo y durante la noche a las bestias del campo. 11
Dieron noticia a David de lo que había hecho Risfa, hija de Aya, concubina de Saúl; 12
y fue David a recoger los huesos de Saúl y los de Jonatán, su hijo, a la ciudad de Jabes, en Galaad, cuyos habitantes los habían tomado de los muros de Betsán, donde los habían colgado los filisteos después de derrotar a Saúl en Gelboé. 13
Llevó de allí los huesos de Saúl y los de Jonatán, su hijo, y tomo también los de los que habían sido colgados; 14
y fueron enterrados los huesos de Saúl y de su hijo Jonatán y los de los que habían sido colgados, en tierra de Benjamín, en Sela, en el sepulcro de Quis, padre de Saúl, cumpliéndose las órdenes del rey. Después de esto se apiadó Yahvé de la tierra.
El autor coloca este episodio en un tiempo indeterminado de la historia de David. Por las palabras
Deu_9:1 cabe suponer que aconteció antes de lo dicho en el c.9.
A consecuencia de una sequía pertinaz produjese un hambre de tres años (1 Re I7:1ss), que el pueblo atribuyó a un castigo de Dios. Este presentimiento confirmó la una respuesta de Yahvé. La respuesta de Yahvé, dice Rehm, no es propiamente una revelación sobrenatural. Ya el reconocimiento de la culpa puede interpretarse en el modo de hablar del libro como una respuesta de Yahvé (
1Sa_24:5-11;
2Sa_16:10;
2Sa_17:14)· El oráculo sanciona el derecho semítico según el cual el derramamiento de sangre que no se expiaba manchaba el suelo de la heredad de Yahvé, provocando su cólera contra todo el pueblo (
Num_35:33-34;
Deu_21:7-9). El crimen lo había cometido Saúl, no se sabe cuándo, al matar a los gabaonitas, oponiéndose con ello al juramento de Josué (
Jos_9:355), que, sorprendido por una artimaña que le prepararon, les perdonó la vida, pero obligándolos a trabajar al servicio de Israel. Cree Calmet que el texto se refiere a la matanza de sacerdotes de Nob (
1Sa_22:18-19). David quiere reparar la falta cometida, y les sugiere qué quieren que haga por ellos. Responden que no les interesa el oro ni plata ni quieren que haya gran matanza en Israel. Lo que ellos exigen es el cumplimiento de la ley de sangre, derramándose la del culpable, o, en su defecto, la de sus hijos y parientes. Los gabaonitas se dan por satisfechos con la muerte de siete (
Gen_4:15) de los hijos de Saúl, que sacrificarán, en concepto de venganza de sangre, en un lugar público, a la faz de Yahvé, es decir, a la luz del sol (
Num_25:4), sobre el monte conocido hoy con el nombre de
Neby Semuil, a unos dos kilómetros al sur de Gabaón. Había allí un santuario de Yahvé muy célebre en tiempos de Salomón (
1Re_3:455).
* Nehv Str. 352-353 * Los designados para ser muertos fueron los dos hijos de Risfa (
1Re_3:7), concubina de Saúl y amante de Abner, Armoni y Mefibaal.
Mi escudo, el cuerno de mi salvación, mi inaccesible asilo, mi salvador de la violencia. 4
Yo invoqué, alabándole, a Yahvé y quedé a salvo de mis enemigos. 5 Ya me rodeaban con estrépito las olas de la muerte, ya me aterrorizaban los torrentes del averno, 6
ya me aprisionaban las ataduras del sepulcro, ya me habían cogido los lazos de la muerte, 7
y en mi angustia invocaba a Yahvé, imploraba el auxilio de mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, mi clamor llegó a sus oídos. 8
Conmovióse y tembló la tierra, vacilaron los fundamentos de los montes y se estremecieron, porque se airó contra ellos. 9
Subía de sus narices el humo de su ira, y de su boca fuego abrasador, carbones encendidos por él. 10
Y abajó los cielos y descendió, negra obscuridad tenía bajo sus pies.11
Subió sobre los querubines y voló, voló sobre las alas de los vientos.12
Puso en derredor suyo tinieblas por velo. Se cubrió con calígine acuosa y densas nubes.13
Ante su resplandor se deshicieron sus nubes. En granizo y centellas de fuego. 14
Tronó Yahvé desde los cielos, el Altísimo hizo resonar su voz, 15
lanzó sus saetas y los desbarató, fulminó sus muchos rayos y los consternó. 16
Y aparecieron arroyos de aguas, y quedaron al descubierto los fundamentos del orbe ante la increpadora ira de Yahvé, al resoplido del huracán de su furor. 17
Extendió su mano desde lo alto y me tomo, me sacó de la muchedumbre de las aguas, 18
me arrancó de mi feroz enemigo, de los que me aborrecían y eran más fuertes que yo. 19
Querían asaltarme en día fatal para mí. Pero fue Yahvé mi fortaleza, 20
y me puso en seguro,salvándome, porque se agradó de mí. 21
Remunerábame Yahvé conforme a mi justicia, según la pureza de mis manos me pagaba, 22
pues yo había seguido los caminos de Yahvé y no me había impíamente apartado de mi Dios. 23
Tenía ante mis ojos todos sus mandatos y no rehuía sus leyes, 24
sino que fui íntegro con él y me guardé de la iniquidad. 25
Y me retribuyó Yahvé conforme a mi justicia y según la limpieza de mis manos ante sus ojos. 26
Con el piadoso muéstrase piadoso, íntegro con el íntegro; 26
muéstrase limpio con el limpio y sagaz con el astuto. 28
Tú salvas al humilde, pero humillas al soberbio. 29
Tú haces lucir mi lámpara, ¡oh Yahvé!; mi Dios, ilumina mis tinieblas. 30
Ciertamente, fiado en ti, soy capaz de romper ejércitos; fiado en mi Dios asalto murallas. 31
Es perfecto el camino de Dios, la palabra de Yahvé es acrisolada. Es el escudo de cuantos a él se acogen.
Dios liberó al salmista de todos los males; es Dios su roca (1 Sam 2; 1
Deu_32:4;
Sal_31:4, etc.), el cuerno de su salvación (
1Sa_2:1). Estaba en trance de perecer, envuelto en el oleaje de la muerte (
Sal_116:3;
Jon_2:4-6), aprisionado en los torrentes de Belial (
1Sa_2:12;
1Sa_10:27), que simbolizan la muerte y el
sheol. Más tarde Belial pasó a significar el príncipe de los demonios (
1Co_6:15). En esta situación llamó al Señor, que le escuchó desde el interior de su templo. Supone el autor la existencia del templo de Jerusalén. Describe a continuación, mediante una grandiosa teofanía, la intervención de Dios. La conmoción del universo presagiaba el desplazamiento de Dios al mundo. Las nubes eran el humo de la ira que despedían sus narices; de su boca salían los relámpagos como fuego abrasador. Llegó a la altura donde estaba el salmista y descendió hacia él. Negra oscuridad bajo sus pies; al lomo de un querubín cabalgó y voló.
Los querubines son el pedestal de Dios en el arca de la alianza (
1Sa_4:3-4); tiran de la carroza de Dios (
Eze_1:1ss). Dios planea sobre las alas del viento (
Sal_104:3;
Ose_4:19). Entre tanto, arrecia la tempestad. Los truenos, que son la voz de Dios (
1Sa_7:10;
Job_37:2-5;
Sal_28:1ss), retumban en el firmamento; lanza El los relámpagos, considerados como sus saetas (
Hab_3:2;
Sal_144:6), que desbaratan a los enemigos. Una lluvia torrencial se levantó de los mares, dejó al descubierto los fundamentos del orbe y cayó en forma diluvial sobre la tierra, acompañada del huracán, el resoplido del furor divino. Para que no fuera envuelto en la furiosa tempestad, Dios, desde lo alto, extendió su mano y agarró al justo, salvándole de los peligros (
Isa_24:18). Reconoce el salmista que su salvación se debe a una gracia especialísima de Dios.
Acción de gracias por las victorias alcanzadas (Isa_22:32-51).
32
¿Qué Dios hay fuera de Yahvé? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios? 33
El Dios fuerte que me ciñó de fortaleza y prosperó mis caminos, 34
que me dio pies como de ciervo y me puso sobre las alturas, 35
que adiestró mis manos para la lucha y mis brazos para tender el arco. 36
Me entregaste tu escudo salvador, tu diestra me fortalecía 37
me hacías correr a largos pasos, sin que se cansaran mis pies. 38
Perseguía a mis enemigos y los alcanzaba, y no me volvía sin haberlos desbaratado. 39
Los machacaba, sin que pudieran levantarse; caían bajo mis pies. 40
Me ceñiste de fortaleza para la guerra, sometiste a los que se alzaban contra mí, 41
obligaste a mis enemigos a darme las espaldas y reducías al silencio a los que me odiaban. 42
Vociferaban, pero no había quien los socorriese; a Yahvé, pero El no los oía.43
Y los dispersaba como el polvo lo dispersa el viento, y como al lodo de las plazas los pulverizaba. 44
Me libraste de las sediciones del pueblo, me pusiste por cabeza de gentes. Pueblos que no conocía me servían.45
Los extraños me halagaban, obedécenme con diligente oído; 46
los extraños desfallecieron y salen temblando de sus refugios. 47
Viva Yahvé y bendito sea su nombre! Ensalzado sea el Dios, mi salvador. 48
El es el Dios que me otorga la venganza, el que me somete los pueblos, 49
el que me libra de mis enemigos, el que me hace superar a los que se alzan contra mí, el que me libra del hombre violento; 50
por eso le daré gracias, ¡oh Yahvé! ante las gentes y cantaré yo salmos en tu honor. 51
El que da grandes victorias a su rey, el que hace misericordia a su ungido, David, y a su descendencia por la eternidad. Con la ayuda eficaz de Yahvé, Dios único, la Roca por excelencia (
Deu_32:4), que le ciñó de fuerza (
Sal_18:33), tuvo el salmista en el camino expedito para vencer. Veloz para acudir al combate, diestro en el manejo de las armas, en el lanzamiento de las flechas. En todo momento fue Yahvé su escudo protector, el que le fortalecía, sin vacilar jamás. Fue al combate, de donde volvió siempre victorioso; los enemigos, o bien caían bajo sus pies o volvían las espaldas, huyendo. Gritaban, vociferaban, pero no llegaba al cielo su voz. Victorioso el salmista, extiende su dominio sobre propios y extraños (v.44-46).
Los que antes le odiaban buscan ahora su amistad. El v.51 tiene carácter mesiánico; pudo añadirse al texto en tiempos más recientes.