La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),
Salmo de David. Este salmo, con ligeras variantes, es el salmo 18 del Salterio. La atribución a David no es segura. La forma es de acción de gracias al Señor recitada en presencia de la comunidad; el contexto litúrgico explica el paso de la segunda a la tercera persona. El favorecido cuenta a los presentes el beneficio insigne recibido de Dios; puede desdoblarlo en una descripción de la situación desesperada, una descripción del acto salvador, y algunas reflexiones. El cantor se hace testigo de Dios ante la comunidad. En algunos versos el favorecido le cuenta al Señor los favores que él mismo le ha hecho. No parece lógico contar al protagonista su proeza, mucho menos si el protagonista es Dios que la conoce mucho mejor; pero semejante modo de orar indica un momento de intimidad y de profundo reconocimiento. No necesita saberlo el Señor, pero quiere escucharlo, plegándose a oyente de lo que sabe. Hablando así al Señor en segunda persona, la sinceridad es absoluta. La primera parte del salmo tiene una construcción muy clara. Después de una invocación, describe el peligro mortal en que se encontraba, la teofanía del Señor y la liberación; después reflexiona sobre el motivo de esa liberación y enuncia un principio general sobre la conducta de Dios. En la segunda parte se repiten los mismos temas de modo irregular. Es posible descubrir un par de veces el siguiente esquema: acción de Dios en segunda persona, efecto en los enemigos, acción del salmista. El final empalma con el comienzo en la invocación, a la vez que repite el tema dominante.
Teología. Supuesta la concepción del universo en tres planos, cielo, tierra, abismo, el salmo se proyecta sobre un eje vertical que domina el plano horizontal. El protagonista, situado en la tierra, se encuentra rodeado, envuelto, sin escapatoria; la invasión del océano abismal cierra definitivamente el cerco. En su dimensión, el hombre es impotente, necesita trascenderla con una tercera dimensión de altura: es la dimensión de Dios. Dios aparece en la altura, cerniéndose sin límites, bajando para auxiliar; y ya la visión empieza a liberar al hombre de su estrechez insuperable. Después viene la acción, que se expresa en dos direcciones: romper el cerco, dar anchura y espacio (20.37); y más aún levantar, poner en lo alto (34.49). Varios títulos divinos expresan directa o indirectamente esa altura: roca, alcázar, baluarte. El mundo de la muerte y del peligro extremo están vistos como elementos profundos: abismo (6), fondo del mar, cimientos del orbe (16). Paralelamente al movimiento en el eje de los elementos, se colocan verticalmente ataque y derrota: los enemigos se levantan, son los que se levantan (40.49), la derrota es caída sin levantarse (39), es curvarse, rebajarse, ponerse bajo los pies (39.40.48). Ahora bien, esta victoria que se canta como don de Dios, ha exigido la lucha humana. Muchos términos hablan de la guerra, pero era Dios quien enseñaba, entrenaba y auxiliaba a David. A este campo pertenecen los motivos de flaqueza y firmeza, y los títulos divinos Refugio, Escudo.