Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
50. Consolación de Sión. El Siervo de Yahvé.
Continuación lógica del tema del capítulo anterior: la confirmación de la promesa de la restauración ofrecida a Sión. Los que sentían dudas sobre la realización de la misma no tienen en cuenta que el amor de Yahvé para con su pueblo es más fuerte que el de una madre para con sus hijos.
La omnipotencia de Yahvé, prenda de salvación (1.-3)
1 Así dice Yahvé: ¿Dónde está el libelo de repudio de vuestra madre, por el cual la he repudiado yo? ¿O cuál es aquel de mis acreedores a quien os haya vendido yo? He aquí que por vuestros crímenes fuisteis vendidos, y por vuestros pecados fue repudiada vuestra madre. 2 ¿Por qué, cuando yo venía, no hallaba a nadie, y, cuando llamaba, nadie me respondía? ¿Habráse acortado mi mano para redimir o no tendré ya fuerza para librar? He aquí que con mi amenaza seco el mar y torno en desierto los ríos, hasta pudrirse sus peces por falta de agua y morir de sed sus vivientes. 3 Yo revisto los cielos de negrura y los cubro como de saco. Los israelitas se consideraban como repudiados por Yahvé. Ya desde Oseas era tradicional el símil del matrimonio para expresar las relaciones amorosas entre Dios e Israel. Pero la tragedia del exilio ha demostrado que Yahvé los ha abandonado. De ahí el ambiente de decaimiento y de desconfianza de los exilados en un próximo día de liberación. Pero Yahvé se encara con ellos y les invita a que le presenten el
libelo de repudio (v.1) que les haya podido entregar para justificar esta situación de separación. Para repudiar una mujer, el marido tenía que escribir un libelo de repudio, en el que expresaba su decisión, y la esposa quedaba libre para casarse de nuevo con otro, si bien no podía volver al marido anterior (
Deu_24:1-4). Si no le había expedido el libelo, podía tomarla de nuevo. Es el caso de Israel: ha sido echada de su hogar patrio, separándose así de Yahvé, que tenía su templo en Jerusalén. Pero Yahvé, en su misericordia, no le dio el definitivo
libelo de repudio, y, por tanto, Israel podía volver a tener relaciones con Yahvé, reintegrándose a su primera condición de desposada. Así, pues, Yahvé, al decir a Israel que le presente el
libelo de repudio, la invita a la reconciliación. Y pasa a otro símil jurídico, el de la venta de los hijos. Un padre insolvente podía vender a un hijo suyo, quedando siempre con la posibilidad de rescatarlo cuando tuviera medios de fortuna *. Yahvé, como omnipotente, no puede tener
acreedores (v.2); y si vendió a los israelitas, no fue por necesidad, sino como castigo (
por vuestros crímenes fuisteis vendidos, v.2), como Israel había sido repudiada por sus pecados
(por vuestros pecados fue repudiada vuestra madre, v.2). El exilio ha sido un traspaso temporal para castigarlos. Pero, una vez expiada la culpa, ha llegado la hora de la reconciliación, y Yahvé se sorprende de que el pueblo israelita no responda a sus llamadas. ¿Por
qué, cuando yo venia, no hallaba a nadie., y nadie me respondía? v.2). Los exilados se muestran escépticos respecto del poder de Yahvé, como si se hubiera
acortado su mano (v.2) y fuera impotente para liberarlos. En realidad, pudiera hacer ahora algunos portentos que demostraran su omnipotencia:
con mi amenaza seco el mar y torno en desierto los ríos (v.2). Yahvé es quien hace que el horizonte se oscurezca, dando al cielo un aire de duelo y de penitencia:
los cubro de saco (v.3). Yahvé es Señor de todas las fuerzas de la naturaleza.
El Siervo de Yahvé; su resignación (4-6).
4 El Señor, Yahvé, me ha dado lengua de discípulo 2 para saber sostener con palabras al cansado 3. Cada mañana despierta mis oídos para que oiga como discípulo; 5 el Señor, Yahvé, me ha abierto los oídos, y yo no me resisto, no me echo atrás. 6 He dado mis espaldas a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. Y no escondí mi rostro ante las injurias y los esputos. De nuevo se describe otra fase de la misión del misterioso Sierro
de Yahvé, que ya hemos encontrado en 42:1-7 y 49:1-8. En este nuevo fragmento errático se ensalza sobre todo la docilidad y mansedumbre del
Siervo de Yahvé, juntamente con su perseverancia, a pesar de todos los malos tratos que le acarrea su ardua misión de pregonar la ley de Dios en medio de su pueblo y entre las gentes. En 52-13-53:14, esta obra culminará en los sufrimientos expiatorios y redentores en beneficio de otros.
El
Siervo se ha entregado de lleno a la obra que le ha encomendado el Señor, y por eso repite dócilmente lo que se le ha revelado, pues Yahvé le
ha dado una lengua de discípulo (v.4), e.d., dócil, entrenada y experta para transmitir el mensaje que Dios le comunicara a su pueblo. Y su labor en esta fase se va a concretar sobre todo en
sostener con palabras al cansado, e.d., al descorazonado y fatigado en la senda de la ley de Dios ante las dificultades y contrariedades de la vida. La misión del
Siervo, pues, es confortar al pusilánime, al débil, al que desconfía de las promesas del Señor, a aquellos que en 42:3 llamaba caña cascada y mecha humeante, porque todavía tienen un rescoldo de fe y de esperanza. La expresión
me ha abierto los oídos (v.6)
en la Biblia equivale a recibir una
revelación (cf.
1Sa_9:15), una comunicación profética.
Cada mañana despierta mis oídos (v.4) es una locución enfática para mostrar que la asistencia de Dios con sus revelaciones es constante y reiterada, y, por otra parte, insinúa la docilidad del
Siervo en prestarse desde la mañana a continuar su ardua misión de adoctrinamiento:
yo no me resisto (v.6),
e.d., no elude el mandato que se le confía, sabiendo que las dificultades serán muchas y grandes, como especifica a continuación:
he dado mis espaldas a los que me herían (v.5). Sufrirá toda clase de afrentas. La
barba (v.6)
era símbolo de dignidad social, y por eso se consideraba como la máxima humillación arrancarla. El
Siervo no aparta su rostro
ante las injurias y esputos (v.6),
lo que literalmente se cumplió en la escena del pretorio de Pilatos con Jesucristo, de quien ciertamente se habla en este poema4.
Confianza del Siervo en Yahvé (7-9).
7 Pero el Señor, Yahvé, me socorre, y por eso no fui confundido, por eso hice mi rostro como de pedernal,sabiendo que no sería confundido. 8 Cerca está mi Justificador; ¿quién contenderá conmigo? Comparezcamos juntos; ¿quién es mi demandante? 5 Que se acerque a mí. 9 He aquí que el Señor, Yahvé, me asiste; ¿quién me condenará? He aquí que todos ellos se gastarán como un vestido, la polilla los consumirá. Por grave que sea la situación y grandes las dificultades y contradicciones, el
Siervo se mantendrá en su puesto, porque sabe que tiene al Señor a su lado. Es consciente de su misión divina, y, por tanto, sabe que al fin ha de triunfar totalmente en su cometido y que nunca será
confundido (v.7), ya que Dios no defrauda a sus fieles en sus promesas. Esta seguridad de tener al Señor a su lado le ha dado una fortaleza extrema:
hice mi rostro como de pedernal (v.7); e.d., los malos tratos e injurias nada podrán hacer en su temple curtido, como el duro pedernal (cf.
Eze_3:9). Allí está
cerca su Justificador, e.d., el que le da la razón en todo, y tan seguro se siente, que emplaza a sus litigantes ante el tribunal de Dios:
Comparezcamos juntos (v.8).
Está seguro de que, teniendo a Yahvé a su lado, nadie podrá dar un veredicto en contra:
¿quién me condenará? (v.9). Si Yahvé es su
Justificador, que de antemano le da la razón, es inútil todo juicio ulterior, porque sabe que saldrá triunfante. Los enemigos desaparecerán sin consistencia alguna, como se
gasta un vestido carcomido por la
polilla (v.8)
6.
Israel debe confiar en Yahvé (10-11).
10 ¿Quién de vosotros terne a Yahvé, escucha la voz de su Siervo? 7El que ande en tinieblas, privado de resplandor, que confíe en el nombre de Yahvé y se apoye en su Dios. 11He aquí que todos vosotros encendéis fuego, encendéis saetas8; caminad a la luz de vuestro fuego y entre las saetas que habéis encendido. Por mi mano os sucederá esto, en tormento yaceréis. El profeta exhorta a la confianza en Dios, transmitida por su Siervo. El v.10 puede entenderse en sentido interrogativo, como hemos traducido, o en sentido llano, sin interrogación: quien tema a Yahvé, escuche la voz de su Siervo 9. En todo caso, el sentido es el mismo. Temer a Dios en el Antiguo Testamento equivale a cumplir puntualmente su ley con espíritu de piedad y de entrega a Dios. Se invita a que se imite
la confianza del Siervo de Yahvé en Dios:
El que ande en tinieblas, privado de resplandor, es decir, que no tiene esperanza, apesadumbrado por las contrariedades (cf. 26:4;
Hab_2:4).
Después el profeta se dirige a los impíos israelitas que se dedican a encender la discordia entre sus compatriotas: nosotros
encendéis fuego., saetas (v.11), aludiendo con estas últimas probablemente a las calumnias, fuente de discordia. Yahvé hará que sean víctimas de sus mismas maquinaciones y discordias:
caminad a la luz de vuestro fuego y entre las saetas que habéis encendido (v. 11). Recibirán el castigo de Dios
(por mi mano os sucederá esto, v.11), y de un modo duradero:
yaceréis en el tormento. Algunos ven aquí una alusión al tormento después de la muerte en la gehenna, pero esta noción es posterior en la literatura bíblica (
Isa_66:24).
1 Cf.
Exo_21:7;
2Re_4:1; Neh
?,?. 2 Otros traducen: lengua apta para enseñar (Cantera). 3 La palabra que traducimos por sostener es de sentido incierto en hebreo; seguimos la versión de la Vg., que se adapta bien al contexto. 4 Cf.
Num_12:14;
Deu_25:9;
Mat_26:67;
Mat_27:30;
Mat_26:6-7. 5 Literalmente, lo que traducimos por
demandante, en hebreo es señor de mi pleito. 6 Cf. 51:6;
Sal_102:27;
Job_13:28. 7 Muchos entienden esto sin interrogación. 8 Otros traducen: vosotros los que encendéis fuego.. Así los LXX.