Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
64. Ansias de la manifestación de Yahve.
Yahvé, obrador de prodigios (1-5).
1(19) ¡Oh si rasgaras los cielos y bajaras, de suerte que los montes se estremecieran ante ti, 2/1 como fuego abrasador que quema la leña seca, como fuego que hace hervir el agua! Para dar a conocer a tus enemigos tu nombre y hacer temblar a los pueblos gentiles ante ti 3/2 al hacer tus inesperados prodigios. (Descendiste y ante ti se tambalearon las montañas) 4/3 de que no se oyó jamás. Ni oyeron oídos, ni ojos vieron Dios, fuera de ti, que (así) obrara con los que en él confían. 5/4 Tú te adelantas a los que obran justicia 2 y se acuerdan de tus caminos. Esa situación de abandono en que está el pueblo hace que el profeta sienta hasta ansias de que se rasguen los
cielos (v.19/1), el único obstáculo físico que parece oponerse a sus relaciones con Yahvé. Para Yahvé es tan fácil
rasgar los cielos como para el
fuego quemar la
leña seca (v.2/1), y hacer temblar los
montes como al
fuego hacer
hervir el agua. El profeta quiere
dar a conocer a los enemigos de Yahvé su
nombre, su manifestación gloriosa, para que se extendiera su renombre entre los
pueblos gentiles (v.2/1). Y todo ello con
inesperados prodigios (v.3/2), como en el pasado contra los egipcios. Sería el mejor modo de fortalecer a los que en
El confían (v. 4;3). Pues es un hecho
que Dios es el primero en proteger a los que son justos: Tú te adelantas a los que obran justicia (v.5/4), saliéndoles al paso para acoger sus ansias y oraciones.
Confesión de los pecados del pueblo (5b-7 ).
5b/4 He aquí que te irritaste, pues hemos pecado, por nuestra infidelidad y nuestra defección 3. 6/5 Todos nosotros fuimos impuros, y toda nuestra justicia es como vestido inmundo, y nos marchitamos como hojas todos nosotros, y nuestras iniquidades como viento nos arrastran. 7/6 Y nadie invoca tu nombre ni despierta para unirse a ti. Porque has ocultado tu rostro de nosotros y nos has entregado a nuestras iniquidades. Yahvé es bueno para los que
obran justicia (v.5a/4), pero castiga a los pecadores. Si se irritó con Israel, es porque ha pecado (v.5b/4). El profeta confiesa ese estado de transgresión general: los israelitas son
impuros (v.6/5), contaminados con muchos pecados 4. Son como un
vestido inmundo, en el sentido levítico, 5 sus justicias o actos de virtud, pues iban acompañadas de miras materiales. Consecuencia de ello es una languidez espiritual: nos
marchitamos como hojas (v.6/5), siendo arrastrados por sus
iniquidades, como llevados de un fuerte
viento. La situación pecaminosa es tal, que han caído en una especie de letargo espiritual
y no hay nadie que se preocupe de invocar su nombre (v.7/6), ni
despierta para unirse a Yahvé. Es el peor síntoma, la atonía religiosa total. Y esto es consecuencia del abandono de Yahvé: has
ocultado tu rostro de nosotros.
Paternidad de Yahvé sobre Israel (8/7-12/11).
8/7 Mas ahora, ¡oh Yahvé! tú eres nuestro Padre; nosotros somos la arcilla, y tú nuestro alfarero, todos somos obra de tus manos. 9/8 ¡Oh Yahvé! no te irrites demasiado, no estés siempre acordándote de la iniquidad. Ve, mira que todos nosotros somos tu pueblo. 10/9 Tus ciudades santas están hechas un desierto, Sión es una estepa, Jerusalén un lugar asolado. 11/10 Nuestro santo y magnífico templo, donde te alababan nuestros padres, ha sido presa del fuego. Todas nuestras cosas queridas están en ruinas. 12/11 Y ante todo esto, ¿vas a contenerte, ¡oh Yahvé! vas a callarte para humillarnos del todo? Después de reconocer los pecados del pueblo, el profeta vuelve a Yahvé, apelando a su misericordia:
Israel es su pueblo, y Yahvé no puede ser indiferente a sus calamidades. Yahvé es el
alfarero de Israel, que es a su vez la arcilla (v.8/7), porque históricamente han sido elegidos y constituidos gratuitamente en pueblo por Yahvé:
obra de sus manos. Israel históricamente no tuvo otra razón de ser que la elección de Yahvé6. No debe pensar Yahvé tanto en la
iniquidad de Israel cuanto en sus designios misericordiosos, ya que Israel al fin es su
pueblo. Los efectos de la ira divina han sido terribles:
las ciudades santas hechas un desierto (v.10/9).
Las ciudades de Israel son santas porque están en la tierra santa, elegida y santificada por la presencia de Yahvé. Hasta la residencia personal de Yahvé (
donde te alababan nuestros padres)
es presa
del fuego. El profeta alude a la destrucción del templo por los soldados de Nabucodonosor; con él se arruinaron todas las cosas
queridas.1 La tragedia nacional no pudo ser mayor. Y ante este espectáculo, ¿va a quedar Yahvé indiferente?: ante
todo esto, ¿vas a contenerte, oh Yahvé? La elocuencia del profeta no puede ser más insinuante. Dios no puede abandonar al pueblo por más tiempo. La medida de los sufrimientos nacionales ha llegado a su colmo, y la intervención de Yahvé no puede tardar.