Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
6. Anuncio de la Invasión.
Injusticias Sociales.
Como Jerusalén, por sus pecados, ya está madura para el castigo divino, el profeta centinela de Yahvé anuncia de modo dramático la hora de la invasión, que es inminente. No sabemos en qué circunstancia histórica fue redactado este fragmento, pues como toda la vida de Jeremías está dominada por la obsesión de invasiones extranjeras, la mayor parte de sus oráculos son adaptables a diferentes circunstancias en que se reflejan estas invasiones.
Asedio de Jerusalén (1-5).
1 ¡Huid, hijos de Benjamín, de en medio de Jerusalén! Tocad las trompetas en Tecua y alzad bandera sobre Bet-Akerem, porque es del septentrión de donde amenaza el infortunio y la gran ruina. 2 ¿Es que ha venido a ser semejante a un prado delicioso la hija de Sión? 3 Acuden a ella pastores con sus rebaños, clavan en derredor suyo las tiendas, cada uno apacienta su porción2. 4 Moved guerra contra ella. ¡Arriba, la asaltaremos al mediodía! ¡Ay de nosotros, que ya cae el día, que ya se tienden las sombras de la noche! 5 ¡Arriba, vamos a asaltarla por la noche, asolemos sus palacios! El fragmento es bellísimo y patético. El profeta, en espíritu, ve llegar a los invasores, que caen, ávidos de botín, sobre Jerusalén, y describe sus mutuos coloquios. Ante la perspectiva de la invasión inminente, el profeta invita nervioso a sus compatriotas, habitantes de Jerusalén, a abandonar la ciudad. Y en esos momentos de angustia piensa sobre todo en los pertenecientes a su tribu: los hijos
de Benjamín (v.1), aunque aquí la expresión pudiera entenderse como sinónima de
habitantes de Jerusalén, ya que la capital de Judá estaba enclavada en territorio de Benjamín 3. No obstante, la mayor parte de sus habitantes como capital de la nación eran de la tribu de Judá, cuyos lindes llegaban hasta las mismas murallas de Jerusalén. Por eso es más probable que la invitación del profeta se dirija a sus compañeros de tribu que habitaban en Jerusalén, y quizá, por su carácter provinciano, eran menos corrompidos moralmente y, por tanto, menos responsables de la situación depravada moral y religiosa de la Ciudad Santa. Después de sembrar la alarma entre sus compatriotas de tribu, el profeta pone en guardia a los pueblos que se hallaban fuera de Jerusalén:
Tocad la trompeta en Tecua, localidad a unos 18 kilómetros al sur de Jerusalén (la actual
Kh. Tequ), patria del profeta Amos.
Bet-Akerem es identificada por algunos autores con
Ain Karim, a siete kilómetros al oeste de la Ciudad Santa4. Parece que el profeta, al citar estas dos localidades, distantes entre sí, invita a los benjaminitas a huir hacia el sur y oeste, pues la invasión viene del septentrión (v.1c), por la ruta tradicional de las invasiones ya desde la época asiría, pues los invasores mesopotámicos descendían por Damasco y, bordeando el mar por Fenicia, caían sobre Palestina. Así habían llegado a este país Teglatfalasar III, Senaquerib y después las tropas de Nabucodonosor. La expresión
alzad bandera significa lugar de cita o de concentración para los huidos5.
Después sigue la descripción de la invasión: Sión es como un
prado delicioso (v.3), que excita la avidez de los pastores, y por esto van a concentrar en él sus rebaños. La expresión
hija de Sión es sinónima de ciudad de Sión o Jerusalén, comparada reiteradamente en los escritos profetices a una graciosa doncella atrayente y delicada 6. Los
pastores con sus rebaños (v.3), que buscan ansiosamente participar de los pastos deleitosos de Jerusalén, son los jefes y soldados del ejército babilonio invasor, que
clavan en derredor suyo las tiendas, acampando en torno a la ciudad. Y, en el consejo de guerra tenido antes del ataque, a cada jefe militar se le asigna una parte de la ciudad para ser atacada:
cada uno apacienta su porción. El símil está calcado en la costumbre de distribuirse los pastos por zonas los rabadanes que tienen sus rebaños juntos.
El profeta deja la metáfora de los pastores para hablar claramente de la preparación bélica:
moved guerra contra ella (v.4). La expresión exacta hebrea es
santificad la guerra sobre (o contra) ella, aludiendo a los ritos religiosos que acompañaban a la iniciación de los combates. Con ellos la guerra tenía un carácter sagrado 7,
ya que era la voluntad de Dios que se emprendiera para manifestar su justicia punitiva sobre los pecadores. En este sentido, los guerreros son como los santificados o cruzados de Dios. El profeta, después de proclamar la guerra santa, finge un vivido coloquio entre los mismos asaltantes de Jerusalén:
¡Arriba! ¡La asaltaremos al mediodía! (v.4). La hora del
mediodía es escogida por inesperada para los defensores, pues los ataques se solían hacer entre dos luces. El profeta, con esta exclamación, quiere resaltar el ardor combativo de los atacantes, que no tienen paciencia para esperar a que se echen las sombras del atardecer. Pero la hora del
mediodía ha pasado, y los invasores ven con pena que se acerca la puesta del sol, lo que supone perder un día de ataque:
¡Ay de nosotros, que ya cae el día! (v.4b). Es como una expresión de rabia por no haber sido tomada todavía la ciudad. Por ello surge un sentimiento unánime de ataque:
¡Arriba, vamos a asaltarla por la noche! (v.5). No quieren esperar otra jornada y deciden arriesgarse a un ataque nocturno; consideran la presa al alcance de la mano, y no es cosa de paralizar la maniobra para comenzar de nuevo al día siguiente. Con este coloquio entre los asaltantes, fingido por el profeta, se quiere destacar que los invasores son guerreros avezados al combate, y, por tanto, temibles como milites profesionales.
Las injusticias sociales (6-8).
6 Porque así dice Yahvé de los ejércitos: Cortad sus árboles y haced de ellos empalizadas contra Jerusalén; es la ciudad castigada 8. Dentro de ella todo es injusticia. 7 Como mana el agua en los pozos 9, así mana en ella la iniquidad; no se oye en ella sino injusticia y violencia; a mi vista hay siempre dolencias y heridas. 8 Déjate amonestar, Jerusalén, no sea que mi alma se aparte de ti y te convierta en desierto, en tierra inhabitada. Sigue la descripción detallada del ataque a la ciudad asediada. Los asirios talaban sistemáticamente los países invadidos para utilizar los árboles para el asedio y para sembrar la ruina total en el país vencido. Es lo que aquí sugiere el texto:
cortad los arboles (v.6). Jerusalén es
la ciudad castigada, o visitada por la ira de Yahvé, por razón de su
injusticia. Su
iniquidad es tan inagotable y, por otra parte, tan connatural como el
agua que mana de los
pozos (v.7). Consecuencia de su
injusticia y violencia son las
dolencias y
heridas de los oprimidos, que están clamando ante la
vista de Yahvé por el castigo. A pesar de su malicia, Dios les invita de nuevo a entrar por las vías de la conversión:
déjate amonestar, Jerusalén (v.8). Yahvé no quiere abandonar a su pueblo, por las consecuencias devastadoras que esto implica:
no sea que te convierta en desierto (v.8). Es la amenaza de la invasión de los caldeos.
La cólera de Yahvé (9-15).
9 Así dice Yahvé de los ejércitos: Haz cuidadoso rebusco, como en las viñas, de los restos de Israel; vuelve tu mano, como vendimiador, entre los sarmientos, 10 ¿A quién hablaré? ¿A quién amonestaré que me oiga? He aquí que tienen oídos incircuncisos, no pueden oír nada, La palabra de Yahvé es para ellos objeto de escarnio, no gustan de ella. 11 Yo estoy lleno de la cólera de Yahvé, estoy cansado de contenerla Derrámala sobre los niños de la calle y sobre los jóvenes congregados a un tiempo. Porque serán tomados marido y mujer, viejos y adultos10. 12Sus casas pasarán a manos de extraños, los campos y también las mujeres, pues extenderé mi mano sobre los moradores de la tierra, oráculo de Yahvé. 13 Porque, desde el pequeño al grande, todos están ávidos de rapiña; desde el profeta al sacerdote, todos cometen fraude. 14 Pretenden curar la desgracia de mi pueblo como cosa leve, diciendo: ¡Paz, paz! cuando no hay paz. 15 Serán confundidos por haber obrado abominablemente. Y no se avergüenzan. Por eso caerán entre los que caigan. Al tiempo de la cuenta resbalarán, oráculo de Yahvé 11. Yahvé invita al profeta a inquirir cuidadosamente en la sociedad corrompida israelita para ver si queda aún algo bueno, en gracia de lo cual pueda otorgarla el perdón. El símil es el del
vendimiador que hace
un cuidadoso rebusco. entre los sarmientos (v.9a) para ver de encontrar algún racimo aprovechable. Israel es la
viña de Yahvé 12. El profeta debe buscar un resto de fieles yahvistas que justifique la paralización de la cólera divina, pues Dios quiere perdonar a su pueblo en el supuesto de que haya algo aprovechable en él13. Pero el profeta se siente descorazonado ante esta invitación de su Dios:
¿A quién hablaré? (v.10). Conoce la realidad de la sociedad, y por eso duda que pueda encontrar alguno que le
oiga. Siente la indiferencia y escepticismo general. No hacen caso a sus amenazas de castigo de parte de Yahvé, porque tienen
oídos incircuncisos (v.10b), son insensibles a la palabra de Dios 14. En efecto, los contemporáneos de Jeremías se burlaban de la
palabra de Yahvé (v.10c) al no creer en sus amenazas y promesas 15. Esta actitud de resistencia crea un drama en el alma del profeta, pues no quiere anunciar cosas desagradables a sus compatriotas, porque ama profundamente a su pueblo y no desea aparecer como traidor a sus intereses; no obstante, la
cólera de Yahvé (v.11a) está a punto de estallar y devorará a todos. Con sus súplicas procura
contenerla, pero ya está
cansado de esa actitud ingrata, y por eso, en un momento de íntimo despecho, pide a Dios que la derrame como fuego devorador sobre aquella sociedad incrédula, aunque tengan que caer inocentes:
Derrámala sobre los niños de la calle. (v.11b). Es un desahogo oratorio que no ha de tomarse al pie de la letra. El profeta contempla el espectáculo de una juventud que alegremente se entrega a los juegos en la calle, inconsciente de la gravedad de la hora de su pueblo 16, y, poseído de la inminencia del castigo que él con sus súplicas está deteniendo, desahoga su ánimo, dando paso a sus sentimientos íntimos.
La matanza va a ser general, pues afectará no sólo a la juventud, sino a todos:
marido y mujer, viejos y adultos (v.11d). Y los
extraños o enemigos invasores se apoderarán de todos sus bienes, quedando todo el país devastado. Y todo ello es efecto de la intervención de Yahvé, que
extendió su mano punitiva sobre los
moradores de la tierra (v.12b). Entre las causas de la catástrofe está la excesiva avaricia (v.13a), pues en todos los estratos sociales prevalecía el ansia de lucro desmedido. Sobre todo, los más responsables:
el profeta y el sacerdote (v.13b), que estaban obligados a dar ejemplo y abrir los ojos al pueblo sobre los peligros que se cernían, los hipnotizaban por afán de lucro diciendo que habría
paz (v.14) y prosperidad, halagándoles así en sus intereses materiales. No creen en
la desgracia o desventura que se avecina8 sobre el
pueblo, y así crean un falso clima de confianza, prometiendo la
paz, cuando en realidad no
hay paz (v.44), sino un estado realmente prebélico. Pero la hora de la verdad llegará inexorablemente, y entonces
serán confundidos (v.15a), y
caerán entre los que caigan víctimas del juicio purificador que Yahvé va a ejercer. Todos los principales responsables de la catástrofe no formarán parte del resto de restauración, sino que
resbalarán al tiempo de la cuenta (v.15b), e.d., no podrán permanecer firmes ante la manifestación judiciaria de Dios.
Obstinación equivocada de Israel (16-21).
16 Así dice Yahvé: Haced alto en los camino y ved, preguntad por las sendas antiguas: ¿Es ésta la senda buena? Pues seguidla y hallaréis reposo para vuestras almas. Pero dijeron: No la seguiremos. 17 Yo os había dado atalayadores: Atención a la voz de la trompeta! Pero ellos dijeron: ¡No queremos oírla! 18 Por eso oíd, pueblos; entiende, congregación, 17 lo que les acaecerá. 19 Oye tú, tierra: He aquí que yo traeré una desventura sobre este pueblo; éste es el fruto de sus malos designios 18, porque no atendieron a mis palabras y despreciaron mi ley. 20 ¿A mí qué el incienso de Sabá y las cañas aromáticas de tierras lejanas? Vuestros holocaustos no me son gratos, vuestros sacrificios no me deleitan. 21 Por eso así dice Yahvé: He aquí que yo pondré tropiezos a este pueblo, y en ellos tropezarán padres e hijos; vecinos y prójimos perecerán juntamente. Dios hace una invitación final a los israelitas para rectificar su conducta descarriada. Son como viajeros que van fuera de camino y están buscando vacilantes nuevas sendas. En ese caso, lo primero que deben hacer es detenerse antes de proseguir:
Haced alto en los caminos y ved (v.16a). La frase tiene un sentido moral; si quieren caminar seguros, deben preguntar por
las sendas antiguas, e.d., los preceptos de la ley de Dios, por los que caminaron los antepasados de Israel. Sobre todo deben pensar en los tiempos dichosos de la alianza en el Sinaí bajo Moisés, cuando Israel era como la esposa enamorada de Yahvé 19, Los israelitas deben ante todo buscar
la senda buena (v.16), la de la fidelidad a la Ley del Señor. Seguirla supone encontrar
reposo para sus almas, porque es volver a vivir bajo la protección segura de Yahvé, participando de sus bendiciones.
Pero la respuesta a la invitación paternal es categórica:
¡No la seguiremos! (v.16c). Para dirigirlos por la
senda buena, Yahvé había puesto
atalayadores (v.17) que dieran el toque de alerta con la
voz de la trompeta. Son los profetas llamados frecuentemente
centinelas en la literatura profética. Su oficio era advertir al pueblo los peligros que se cernían sobre sus intereses espirituales. Pero la respuesta del pueblo israelita fue negativa: No
queremos oírla (v.17b). Ante esta obstinada y reiterada negativa, Dios anuncia solemnemente ante los
pueblos y la
tierra el castigo que va a enviar. La palabra
congregación parece referirse a la reunión de esos
pueblos paganos a los que idealmente se dirige Yahvé. Dios quiere que quede claro que esa
desventura que va a enviar es
fruto de sus malos designios (v.16b). La conducta de Israel ha sido contraria a la
Ley de Yahvé, pues no ha tenido otros designios que apartarse de su Dios. Ante esta actitud espiritual de rebeldía, de nada sirven los ritos externos en el templo:
el incienso de Sabá. (v.20). La región de Sabá, al sudoeste de la península arábiga, era famosa por el incienso y demás especias aromáticas que se utilizaban en el culto 20. El profeta no condena aquí las manifestaciones de culto externo como tales, sino en la medida en que no van acompañadas de la entrega del corazón 21. Esta conducta hipócrita de los judíos no hará sino acelerar la venida del castigo de Yahvé (v.21). La apostasía ha sido general, y por ello la desventura alcanzará a todos.
Terrorífica invasión militar (22-26).
22 Así dice Yahvé: Mira, viene de la tierra del septentrión un pueblo, una gran nación surge de los confines de la tierra. 23 Empuña el arco y el venablo, es cruel y despiadado; su estrépito es como el del mar enfurecido, y cabalga sobre caballos; está aparejado como hombre de guerra contra ti, hija de Sión. 24 Ya oímos su noticia; desfallecieron nuestros brazos, nos oprime la angustia, dolores como mujer de parto. 25 No salgáis al campo, no andéis por los caminos, porque la espada del enemigo, el terror, nos rodea. 26 Vístete de saco, hija de mi pueblo; revuélcate en la ceniza. Llora como se llora por el primogénito, llora amargamente, porque de repente vendrá sobre nosotros el invasor. Con lirismo dramático describe el profeta la llegada del invasor, que viene del
septentrión (v.22). El profeta alude a la llegada del ejército de Nabucodonosor, que cae sobre Palestina después de haber ocupado Siria y Fenicia 22. Avanza armado de arcos y es
cruel y despiadado. En efecto, la crueldad es la característica de los ejércitos de Asiría y de Babilonia. En los textos cuneiformes vemos que los conquistadores se complacen en detallar cómo empalaban a los vencidos a las puertas de las ciudades. Los
caballos montados por guerreros eran el terror y la admiración de los pueblos pequeños 23. El profeta nombra aquí la
caballería del ejército invasor para aterrar más a sus oyentes. Los invasores caerán con el aparato de guerra más moderno sobre la desfallecida
hija de Sión (v.23), expresión de ternura y compasión para indicar la capital de Judá, Jerusalén.
A continuación, el profeta, con nerviosismo, anuncia las primeras noticias de la invasión, que sobrecogen a los habitantes de la Ciudad Santa:
Ya oímos su noticia (v.24); a la vista de aquel ejército, cuyo
estrépito es como el mar enfurecido, a los judíos les faltan las fuerzas (v.24a) 24. El profeta les invita, pues, a mantenerse encerrados en la ciudad: no
salgáis al campo (v.25) para no caer bajo la
espada del enemigo, que siembra el
terror por doquier.
Ante esta perspectiva de angustia y de tragedia general surge de nuevo la voz misericordiosa de Yahvé
llamando al arrepentimiento: Vístete de saco, hija de mi pueblo (v.26a). Es preciso que Sión, la
hija del pueblo de Yahvé, reconozca sus pecados y dé muestras de penitencia. La descripción es conforme a las costumbres de la época; el vestirse de saco y echar
ceniza sobre la cabeza eran ritos de penitencia y de duelo corrientes en la antigüedad 25. El símil del llanto
por el primogénito, como máxima expresión de duelo, es corriente en la literatura profética 26.
Jeremías, examinador de su pueblo (27-30).
27 Te he puesto por explorador de mi pueblo, cual fortaleza 27, para conocer y examinar su conducta. 28 Todos son sumamente rebeldes, andan sembrando calumnias, son bronce y hierro 28, todos ellos son corrompidos. 29 Se infla el fuelle, por el fuego es consumido el plomo 29. En vano fundió el orífice, pues las escorias no se desprendieron. 30 Serán llamados plata de desecho, porque Yahvé los ha desechado. La misión de Jeremías en los planes de Dios es precisamente la de
examinar la conducta de Judá (v.27), aquilatar su sinceridad. El resultado de su labor ha sido negativo, pues todos son
rebeldes (v.28). El profeta ha hecho las veces del
orífice (v.29), el cual por el fuego contrasta y aquilata el valor de los metales. En efecto, los habitantes de Judá han resultado ser viles metales:
bronce y hierro (v.28), por estar
corrompidos. Por eso, a pesar de que el
fuelle ha encendido el fuego para consumir el
plomo (v.29),
Las escorias no se desprendieron (v.26b). El profeta no ha logrado separar la plata de los metales inferiores 30. En consecuencia, serán rechazados como
plata de desecho (v.30) ï inservible.
1 Los traductores no concuerdan al reflejar el sentido del versículo. Así la Bib.
de Jér.: ¿Sería comparable a un tierno lugar de pastos la hija de Sión? 2 Lit. el TM dice: apacienta su mano. 3 Cf.
Jos_15:8;
Jos_18:16;
1Cr_9:2. 4 Así Abel,
Géog. t.2 p.295. 5 Cf.
Isa_10:28-32. 6 Cf.
Isa_37:22;
Isa_52:2;
Jer_49:4;
Lam_2:13;
Lam_4:22;
Zac_2:10;
Zac_9:9;
Jua_12:15. 7 Cf.
2Sa_13:9;
1Sa_7:9;
Isa_13:3;
Joe_3:9;
Sof_1:7;
Eze_21:2.26;
Jer_22:7. 8 Los LXX traducen: ¡Oh ciudad de la mentira!; Vg.: ésta es la ciudad visitada;
Bib. de Jer.: Esta es la ciudad de la mentira. 9 LXX y Vg.: Como una cisterna conserva fresca su agua, así ella (la ciudad) conserva fresca su malicia. 10 Lit. el TM: el viejo con el colmado de días. 11 Lit. el TM: al tiempo de la visita. 12 Cf.
Jer_2:21;
Jer_5:10; Is
0.5. 13 Cf. la conversación de Dios con Abraharn sobre los justos de Sodoma (
Gen_18:235). 14 Para esta expresión de incircuncisos de oídos véase
Lev_26:4;
Eze_44:7;
Eze_44:6.12. 15 Cf.
Isa_28:7-13. 16 Cf.
Jer_15:17;
Isa_22:2;
Isa_24:8. 17 Los LXX: Escuchad, pueblos, y vosotros, pastores de la grey. 18 Los LXX: fruto de la rebelión. 19 Cf.
Jer_2:12;
Isa_1:2. 20 Cf.
Lev_1:1;
Lev_6:15;
Lev_24:7;
éxo_30:75;
1Re_10:2s;
Isa_60:6;
Eze_27:2; Plinto, Ht'sí. Nat. 6:32; Virgil.
Eneida 1:417; véase la nota de Van Hoonacker sobre el uso antiquísimo de estas especias (RB 1914 161-187). 21 Cf.
1Sa_15:22;
Miq_6:6-8;
Jer_7:21. 22 Cf.
Jer_1:15;
Jer_4:6.16;
Jer_5:15;
Isa_6:26. 23 Cf.
Jer_4:13;
Abd_1:1 :8. 24 Los v.22-24 aparecen repetidos en 50:41-43. 25 Cf.
Jer_4:8;
1Sa_13:19;
Eze_27:30;
Miq_1:10. 26 Cf.
Amo_8:10;
Zac_12:10. 27
Cual fortaleza falta en los LXX,
y parece glosa que oscurece el sentido. 28 Así según el TM; algunos autores, sin motivo, quieren eliminar estas palabras como glosa. En el texto griego se lee
rebeldes en
vez de
sembradores de calumnias. 29
Así según la lectura del
Qeré, los LXX y Vg. El TM parece ininteligible. 30 Se funde el plomo en el crisol, y, cuando está derretido, se echa la plata. Bajo la influencia del calor, al contacto con el aire, el plomo se transforma en litargirio, y la plata se separa de las otras sustancias y se deposita en el fondo del crisol (Lesétre, en DBV vol.5 col.469).