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Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?» (Juan  11, 56) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 11

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO (11,1-57)

Con el relato de la resurrección de Lázaro (11,1-44) empieza el preludio a la historia de la pasión, porque esa «señal», en la historia joánica de Jesús, es el motivo directo de la condena a muerte de Jesús, decretada por el sanedrín o gran consejo (11,45-53). Es éste un punto que Bultmann ha destacado atinadamente: «Se da el giro; se acerca la hora de la pasión. El motivo externo del cambio fatídico es la resurrección de Lázaro, y el evangelista ha puesto bien en claro esa su importancia». Por ello hemos de intentar hacernos una idea lo más clara posible de la óptica joánica. En el Evangelio según Juan la resurrección de Lázaro constituye, a no dudarlo, la más alta e insuperable de las «señales». Aquí no se trata de la curación de un enfermo, ¡sino de la resurrección de un muerto, que lleva cuatro días en la tumba! A ello se suma la especial significación teológica de la «señal», que se deja sentir, una y otra vez, en diferentes planos y que en su punto culminante apunta al propio Jesús como «la resurrección y la vida» (11,18-27). La narración es, pues, el verdadero preludio a la pasión de Jesús, y el lector debe saber, ya desde ahora, que el camino de Jesús no es en definitiva un camino hacia la muerte, sino un camino que, a través de la muerte, conduce a la glorificación, a la resurrección y a la vida. Así, en la visión joánica la luz de pascua brilla ya desde el comienzo sobre el camino de Jesús, que en su realidad histórica pasa ciertamente de primero por la oscuridad incomprensible del sufrimiento humano.

El motivo teológico de esos relatos de resurrección de muertos es evidentemente el de señalar a Jesús como vencedor del poder de la muerte. La fe atribuye ese poder a Jesús. Están, pues, fuera de duda el carácter y el contenido kerigmáticos de ese género literario, por lo que no dejan de plantear graves dificultades tales relatos en cuanto a su realidad histórica, pues que esos «signos y milagros» contradicen de manera radical cualquier experiencia humana. Ello no debería discutirse con una apologética falsa y superficial. En Jn 11 la cosa se agrava aún más por cuanto que esa narración se presenta como la «señal» última y suprema, que desemboca directamente en la sentencia capital del consejo supremo contra Jesús, y por cuanto la tradición sinóptica sobre Jesús no sabe del hecho absolutamente nada. En ese sentido la pregunta acerca de la historicidad de la resurrección de Lázaro sólo puede recibir una respuesta claramente negativa (*). Por ello resulta también aquí tanto más importante el contenido predicacional de la historia, expresado en forma clara e inequívoca: Jesús en persona es la resurrección y la vida. Lo cual significa que en el relato de la resurrección de Lázaro laten la primitiva fe pascual de los cristianos, la confesión de fe en el resucitado y en su permanente presencia en la Iglesia, así como la confesión de que la fe en Cristo resucitado constituye ya una participación en la vida de la resurrección. La tarea de la exégesis es la de analizar sobre todo el propósito de tales afirmaciones.

La división es relativamente simple:

1. Enfermedad, muerte y resurrección de Lázaro (11,1-44).

a) La noticia de la enfermedad de Lázaro (11,1-3).

b) Reacción de Jesús ante la noticia (11,4-6).

c) La marcha hacia Judea (11,7-16).

d) El encuentro con Marta (11,17-27).

e) El encuentro de Jesús con María; los judíos (11,26-37).

f) El signo de la resurrección de Lázaro (11,38-44).

2. La sentencia capital del consejo supremo (11,45-53).

3. Jesús se retira (11,54-57).

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* Insatisfactoria se me antoja la salida de Schnackenburg, para quien los sinópticos «pasan por alto la resurrección de un muerto o porque la desconocen o porque les pareció superflua al lado de los otros milagros que habían ya referido de Jesús». En cualquiera de los casos «se mantiene la conexión causal, históricamente difícil, entre la resurrección de Lázaro y la sentencia de muerte decretada por el consejo supremo».

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1. ENFERMEDAD, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE LÁZARO (11,1-44)

La exposición que sigue parte también aquí del texto actual, en cuya disposición es típico el trenzado de narración y diálogo, de historia del signo e interpretación.

a) La noticia sobre la enfermedad de Lázaro (Jn/11/01-03)

1 Había un enfermo, Lázaro de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. 2 María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro estaba enfermo. 3 Enviaron, pues, las hermanas a decir a Jesús: Señor, mira que aquel a quien amas está enfermo.

La narración empieza con un relato escueto de la enfermedad de un hombre llamado Lázaro, de Betania (v. 1a). Betania era una pequeña aldea, sita al este de Jerusalén, a unos 3 km (1). El lugarejo, que en otros pasajes se menciona como el punto de permanencia de Jesús en la ú]tima semana de su vida (cf. Mar_11:1.11.12; Mar_14:3), se identifica aquí con la aldea (por lo demás desconocida) «de María y de su hermana Marta»; simultáneamente las dos mujeres son introducidas como hermanas de Lázaro. Se supone además que ambos nombres son bien conocidos; lo cual equivale a decir, que eran conocidas por la tradición (cf. el relato de Lc en que Jesús se hospeda en casa de Marta y de María, Luk_10:38-42). También la figura de Lázaro -el nombre es una abreviación del nombre hebreo Eleazar, que significa «Dios ayuda»- podría estar tomada de la tradición lucana (cf. Luk_16:19-31). No es segura en modo alguno la hipótesis de que desde el principio el nombre Lázaro de Betania se relacionase ya con una historia de resurrección de un muerto; también puede ser una creación del evangelista para su propósito. A él se remonta asimismo la idea de que Lázaro, María y Marta fueran hermanos. Los incorpora a esa función literaria, porque son importantes para su relato. Así, pues, el v. 1 tiene el carácter de una exposición. Y a la misma pertenece también el v. 2, que habitualmente se entiende como una glosa posterior, y que establece la conexión explícita con la unción de Jesús en Betania (12,1-8), aunque puede ser también original, ya que subraya la conexión objetiva entre los relatos. Como quiera que sea, la referencia ha de tomarse más en serio de lo que suele hacerse en la exégesis.

La repetida alusión final del v. 2b a la enfermedad de Lázaro da ya a conocer el alto grado de urgencia de toda la situación. La enfermedad es siempre un proceso que, en la visión bíblica, mete al hombre en el círculo funesto de la muerte, en su proximidad. Así lo expresa el v. 3 indicando que las dos hermanas comunicaron inmediatamente a Jesús la enfermedad de su hermano Lázaro por medio de un mensajero, con la esperanza sin duda de que acudiría en seguida para ayudarlos. Se trata aquí el tema de la comparecencia de mensajeros, que aparece en las historias de milagros en que se trata de casos especialmente apremiantes. Sorprende el tratamiento de «Señor» otorgado a Jesús, que ciertamente no se entiende sólo como un título honorífico cristológico, sino que apela además al poder y competencia del taumaturgo, del que se espera ayuda. Y una vez más se subraya la urgencia del caso al designar a Lázaro como un amigo especial de Jesús: «a quien amas está enfermo». ¡Y no se puede dejar en la estacada a un amigo en tal trance!

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1. «Betania, en la vertiente oriental del monte de los Olivos», a unos 15 estadios (3 km.) de Jerusalén, llamado hoy al Azarye.

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b) Reacción de Jesús ante la noticia (Jn/11/04-06)

4 Cuando Jesús lo oyó, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, sino para la gloria de Dios: para que por ella sea glorificado el Hijo de Dios. 5 Amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Sin embargo, cuando oyó que éste estaba enfermo, todavía se quedó dos días en el lugar donde se encontraba.

La primera reacción de Jesús a la noticia de la enfermedad de Lázaro constituye a la vez la primera referencia al plano en que se ha de contemplar y entender la historia: el plano de la kerygmática teológica. Considerada desde el punto de vista meramente humano, la respuesta sería totalmente imposible y representaría una negativa al servicio de amistad solicitado. Por el contrario, en un plano teológico-kerygmático la respuesta de Jesús tiene un perfecto sentido cuando dice: «Esta enfermedad no es de muerte, sino para la gloria de Dios» (cf. 9,3b: «... para que se manifiesten las obras de Dios en él»). La fórmula «esta enfermedad no es de muerte» no significa, desde luego -como lo demuestra la historia-, que la enfermedad no desemboque en un desenlace fatal, sino que las cosas no quedarán simplemente en ese desenlace; es decir, que la muerte no será la última palabra. Sin duda que la fórmula contiene intencionadamente un doble sentido, incluso de cara al lenguaje que en seguida van a emplear los discípulos. Esa «enfermedad» con su proceso y sus consecuencias habrá de contribuir, en definitiva, a la glorificación de Dios. Lo cual quiere decir asimismo que debe manifestar la gloria de Dios, y ello porque el Hijo de Dios, Jesús, será glorificado por causa de ella. En definitiva es la acción de Dios la que se hace patente en el curso de la historia, y sobre todo en su punto culminante. Pero la acción de Dios se cumple de tal modo en la acción de Jesús que el propio Jesús experimenta una glorificación de Dios en su propia acción salvadora y reveladora, y de manera muy particular en las «señales». Al obrar Jesús el signo, como el revelador de Dios, glorifica con él a Dios a la vez que es glorificado por Dios; lo cual equivale a refrendar y reforzar su autoridad. Al mismo tiempo, sin embargo, todo el acontecimiento apunta con su carácter simbólico a la auténtica glorificación de Jesús por Dios en su muerte y resurrección (cf. 13,31s). El concepto de glorificación conecta la historia del signo de la resurrección de Lázaro con la historia joánica de la pasión y de pascua.

El v. 5 subraya una vez más que Jesús no sólo «amaba» a Lázaro sino a los tres hermanos. Estaba abierto a su amor y amistad. Simultáneamente con esa afirmación se indica que los tres hermanos pertenecen a «los suyos», de los que se dice en 13,1b: «...tras haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». De ese modo toda la narración está bajo el signo fundamentalmente positivo del amor de Jesús a los suyos, que muestra al lector cómo al final, y pese a todos los equívocos y dificultades, y pese, incluso, a la muerte misma de Lázaro, las cosas sólo pueden resultar bien. Los hombres, a los que llega el amor de Jesús, revelador y portador de la salvación, no pueden perderse. Jesús ama a Marta, a su hermana y a Lázaro. Por lo que también su comportamiento está impregnado de ese amor, aunque les pueda resultar extraño a quienes no conocen tales interioridades. Y eso es lo que ocurre precisamente cuando Jesús, tras conocer la noticia, no hace nada, sino que permanece todavía dos días en el mismo lugar (1). También ahí se puede captar una sutil referencia a la muerte y resurrección de Jesús, resucitado «al tercer día» de entre los muertos. Está fuera de duda que toda la narración de Lázaro hay que entenderla como «señal» respecto de la muerte y resurrección de Jesús.

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1. THEISSEN subraya el aspecto siguiente: «Jesús muestra su soberanía sobre el espacio y el tiempo de manera contrapuesta: en Jn 11 retrasa conscientemente la marcha: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto"» (p. 605.

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c) La partida hacia Judea (Jn/11/07-16)

7 Después de esto, por fin, dice a los discípulos: Vámonos de nuevo a Judea. 8 Dícenle los discípulos: Rabí, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y otra vez quieres ir allá? 9 Respondió Jesús: ¿No son doce las horas del día? Cuando uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. 10 Pero si uno camina de noche, tropieza, porque no tiene luz.

11 Esto dijo y después les añade: Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; pero voy a despertarlo. 12 Dijéronle los discípulos: Señor, si se ha dormido, se pondrá bueno. 13 Jesús se había referido a la muerte de aquél, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño. 14 Entonces, por fin, les dijo Jesús claramente: Lázaro ha muerto; 15 y me alegro de no haber estado allí, por vosotros: para que creáis. Pero vámonos a verlo. 16 Tomás, llamado el Mellizo, dijo a sus condiscípulos: Vamos también nosotros a morir con él.

En esta perícopa se establece con especial claridad 1a relación interna entre la narración sobre Lázaro y el preludio a la historia de la pasión en el Evangelio según Juan. La partida hacia Betania es a la vez la marcha hacia la pasión. Juan conecta también así el motivo de la resistencia de los discípulos a la vía dolorosa de Jesús, y lo expresa mediante un hábil amontonamiento de equívocos por parte de los discípulos. El lector tiene la impresión de que los discípulos interpretan mal intencionadamente las palabras de Jesús porque temen ese camino hacia Judea. Psicológicamente se podría hablar aquí de una motivación inconsciente de los equívocos.

Es significativo que en el v. 7 tome Jesús personalmente la iniciativa de regresar a Judea; es él quien decide el tiempo y la hora de su actuación y de su camino hacia la pasión, conforme a la voluntad del Padre. Los discípulos ponen una objeción, en sí justificada, de que no hace todavía mucho que los judíos querían apedrearle (cf. 10,31.39). Ningún hombre pensaría en meterse conscientemente en un nuevo peligro de la vida, regresando a un lugar tan peligroso. Así, pues, la objeción estaba perfectamente justificada en todos los aspectos, según los criterios humanos. Jesús responde, sin embargo, con una metáfora, que sin duda contiene la posibilidad de equivoco (v. 9s): «¿No son doce las horas del día? Cuando uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. Pero si uno camina de noche, tropieza, porque no tiene luz [porque la luz no está en él].»

La metáfora arranca de la concepción de que la luz exterior y la luz interior se corresponden y condicionan mutuamente. Compárese al respecto la metáfora de /Mt/06/22-23: «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará iluminado; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo quedará en tinieblas. Y, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡qué densas serán las tinieblas!»

A este respecto comenta H. Schurmann: «El palestinense concibe el cuerpo como una casa; y el ojo no es sólo una ventana, que permite pasar la luz, sino una fuente luminosa que ilumina la casa entera. Un ojo sano proporciona luz a la casa, mientras que un ojo enfermo hace que todo esté en la oscuridad.» Hay que comparar además el texto presente con Joh_9:4 : «Mientras es de día, tenemos que trabajar en las obras de aquel que me envió; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.»

También aquí se piensa de manera parecida. Se trata de aprovechar al máximo el tiempo que aún queda. La pregunta ¿No tiene el día doce horas? Hay que entenderla como una alusión al hecho de que todavía se dispone del tiempo suficiente, en el sentido de que el «día de la actividad» de Jesús no ha llegado aún a su fin. Y nadie puede acortar caprichosamente ese tiempo. Sólo en el no tiempo de la noche resulta todo peligroso justo por la falta de luz y la consiguiente imposibilidad de orientarse. Simultáneamente aparece la noche como el ámbito de la desgracia (cf. 13,30b: «era ya de noche»). También aquí es idea fundamental que el tiempo de Jesús no lo definen las circunstancias ni los peligros humanos, sino la voluntad de Dios. Y eso quiere decir, a la inversa, que mientras Dios determina el tiempo de Jesús, los hombres no pueden llevar a término sus proyectos tenebrosos; también ellos están sujetos a ese tiempo. Es decir, que el miedo de los discípulos es totalmente infundado. Y ése es el sentido de la metáfora: calificar el miedo de gratuito.

Tras el empleo de la metáfora, Jesús informa a sus discípulos de la situación real (v. 11): «Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo.» También esta información se la da en un lenguaje figurado. Personalmente Jesús, como revelador no tiene necesidad de ulteriores informes; «sabe» que en el ínterin Lázaro ha muerto, y lo expresa con la comparación del sueño de la muerte. Y también ahora los discípulos entienden mal la afirmación de Jesús. El equívoco joánico -«Señor, si se ha dormido, se pondrá bueno»- tiene carácter de sabiduría popular: el sueño de un enfermo grave se interpreta como signo de una incipiente mejoría (1). Y a la vez vuelve a señalar la repugnancia interior que los judíos sienten por volver a Judea. La frase suena a pretexto: Si Lázaro está mejor, no tenemos necesidad alguna de regresar allí.

El v. 13 explica, a modo de glosa, el equívoco por cuanto que Jesús había hablado de la muerte de Lázaro, mientras que los discípulos habían entendido la palabra en el sentido natural de sueño. Y, como los discípulos continúan sin poder o querer entender, Jesús se ve forzado a expresarse con toda claridad: ¡Lázaro ha muerto! (v. 14). Y agrega: «Me alegro de no haber estado allí por vosotros, para que creáis» (v. 15). Se trata, en definitiva, de la fe de los discípulos. Son ellos los que han de contemplar y creer en Jesús mediante el magnífico signo de la resurrección de Lázaro (cf. 2,11). Una vez aclaradas las cosas y solucionadas las dificultades, puede emprenderse el camino: «¡Vámonos a verlo!» Frente a ese gesto la actitud de Tomás el Mellizo -que por primera vez aparece aquí en su típico papel joánico de «escéptico» (2) tomando la representación de los discípulos y diciendo: «Vamos también nosotros a morir con él», se nos antoja como una reacción fatalista ante la muerte de Lázaro y el destino terrible de Jesús (v. 16). Difícilmente puede verse ahí la disposición al seguimiento: o, en el mejor de los casos, tendría el sentido de que los discípulos ni siquiera ahora se separan de Jesús, sino que forman una comunidad de destino indestructible. En la exposición joánica son la resignación y el miedo lo que domina en el círculo de los discípulos, en modo alguno la renuncia animosa del creyente.

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1. Berakh 57b: «Seis cosas son buena señal para un enfermo, a saber, el estornudo, el sudor, el movimiento del vientre, la eyaculación, dormir y soñar».

2. A Tomás lo menciona repetidas veces el cuarto Evangelio: 11,16; 14.5; 20,24.26.27.28; 21,2. Sobre la importante perícopa de Tomás en Joh_29:24-29, cf. los comentarios.

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d) El encuentro de Jesús con Marta (Jn/11/17-27)

17 Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén: como unos quince estadios. 19 Habían venido muchos judíos a casa de Marta y María, para consolarlas por lo de su hermano. 20 Cuando oyó Marta que llegaba Jesús, salió a su encuentro; María, en cambio, seguía sentada en la casa. 21 Dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22 Pero aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. 23 Dícele Jesús: Tu hermano resucitará. 24 Contéstale Marta: Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día. 25 Respondióle Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto? 27 Ella le contesta: Sí, Señor, yo he creído que tú eras el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

El encuentro de Jesús con Marta y el diálogo de revelación y de fe que se entabla entre ellos constituye el climax interior de todo el relato. Jesús, pues, ha llegado a Betania. La situación que allí encuentra es la de que Lázaro no sólo ha muerto sino que lleva cuatro días en la tumba (v. 17). Esta indicación contribuye a subrayar «el alto grado de lo milagroso», ya que destaca la dificultad gravísima que impide la ayuda de Jesús. Según la concepción judía, el alma de un difunto regresa durante los tres primeros días a la tumba, contando con un reencuentro con el cuerpo muerto, para separarse después definitivamente (1); de tal modo que también la indicación cronológica «debe excluir cualquier duda sobre la muerte ocurrida». En tal estado de cosas ¿cabe todavía hacer algo? Normalmente no.

El v. 18 nos instruye brevemente sobre la ubicación de Betania: el lugar está próximo a Jerusalén, unos 15 estadios (= 3 km). La observación está a su vez relacionada con la presencia de «muchos judíos» acudidos al lugar con el propósito de «consolar» a Marta y a María por la muerte de su hermano (v. 19). Habida cuenta también de que entre los judíos, en caso de duelo, la comunidad participa mucho más que entre nosotros hoy, y que «consolar a los tristes» era una de las principales obras de misericordia, «los judíos» de este relato tienen además otro papel importante: representan a la opinión pública, que debe hacer de testigo del milagro, y en parte también de «coro» que formule todo tipo de opiniones sobre Jesús.

Cuando llega a oídos de Marta la llegada de Jesús, noticia que le ha precedido, sale inmediatamente a su encuentro, mientras que María se queda en casa (v 20). En la diferente conducta de las dos hermanas tal vez se expresan actitudes y expectativas diferentes; la fe de Marta es a todas luces mayor que la de María. Al encontrarse con Jesús, es Marta la primera en hablar: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano» (v. 21). Palabras que no han de entenderse como un reproche, según aparece en el v. 22, sino más bien como una manifestación de confianza en la virtud salvadora de Jesús: si él hubiera estado presente, sin duda que habría sanado a Lázaro. En todo caso, incluso ahora, después de muerto Lázaro, su confianza en Jesús es inquebrantable, cuando dice Marta: «Pero, aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» ésa es una manifestación de confianza sin reservas ni limitaciones, que atribuye a Jesús todo lo positivo sin poner condiciones ni límites de ninguna clase, dejando en manos del propio Jesús la forma en que quiera emplear su poder y ayuda. A este sentimiento de confianza total Jesús responde ante todo con la promesa segura de que «Tu hermano resucitará» (v. 23). Marta replica a su vez con la concepción tradicional de la fe en la resurrección sostenida por el primer rabinismo judío y por los primeros cristianos (2): «Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día» (v. 24). La respuesta inmediata de Jesús en los v. 25-26 enlaza con esa esperanza judeocristiana de la resurrección para reinterpretarla de un modo completamente nuevo con una solemne afirmación: «Yo soy», diciendo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?»

Con toda objetividad nos preguntamos qué significa esta enorme e inaudita afirmación «Yo soy» del Jesús joánico. Pues significa, en primer término, que Jesús es personalmente «la resurrección y la vida». Lo que la primitiva concepción judía esperaba únicamente del futuro, lo que el cristianismo primitivo veía iniciado ya en la resurrección de Jesús y que aseguraba ya con toda certeza el futuro (cf. sobre todo Pablo), es algo que ya se ha dado en Jesucristo, el resucitado, y que en él está presente para la fe y en la fe. No se puede, pues, decir simplemente que para la fe existe una definitiva esperanza futura en el sentido de una «resurrección escatológica de los muertos», sino que «resurrección y vida» son por sí mismas predicados escatológicos de Jesús, se «encarnan» y están presentes en él de una manera permanente. De tal modo que la fe que se dirige a él, como una comunión viva y personal con el propio Jesús, incluye a la vez la plena participación en la «resurrección y la vida».

FE/MU: En segundo lugar significa -y es algo que se sigue de lo dicho- la segura promesa de vida para los creyentes. El que cree «en mí» vivirá, aunque (todavía) esté muerto o tenga que morir (v. 25b). Es la fe en Jesucristo, la fe salvífica estrictamente cristológica, la que cuenta con esa promesa. Ciertamente que a ningún hombre, ni siquiera al creyente, se le ahorrará el trance de morir, como personalmente no se le ahorró al propio Jesús; de ahí que la muerte humano-terrena represente una tentación permanente, más aún, la tentación definitiva, a la fe. Mas, contra esa experiencia tenebrosa, opresiva y sin salida, está la promesa de Jesús: ¡Aunque haya muerto, vivirá! El v. 26 agrega, como una forma última y concluyente de refrendo a la promesa de la vida, que el creyente -que como tal es desde luego un viviente- le está prometida la plena participación en una vida que no conocerá merma. El que cree no morirá, sino que vivirá eternamente. La salvación de «la vida eterna», que va directamente ligada a la fe como tal, y que empieza ya en la hora presente, no experimentará limitación alguna por la muerte. El poder de la muerte está vencido, pese a que todos hayan de morir. La pregunta final: «Crees tú esto?», se refiere al contenido general de la afirmación: «Yo soy», a una con todo lo que ello significa para la general comprensión de «muerte» y «vida». Pues, difícilmente se podrá negar que de tales afirmaciones se sigue también una concepción radicalmente nueva de la vida y de la muerte, una nueva actitud vital. Vivir es un estar en comunión de vida con Jesucristo y con Dios por la fe y el amor; «muerte» significa la exclusión de esa comunidad de vida.

El texto constituye uno de los testimonios más importantes de la escatología joánica de presente, que puede entenderse como una corrección de la escatología tradicional según la posición que sostiene Bultmann, pero que también puede verse como un desarrollo consecuente de las premisas de fe del cristianismo primitivo, como aquí se intenta ver. El supuesto y punto de partida imprescindibles para este desarrollo ulterior es la cristología, y más en concreto la fe en Jesucristo resucitado y viviente, como el revelador y donador de la vida, enviado por Dios. En él personalmente se realiza, según la doctrina joánica, la salvación en todo su alcance y de manera definitiva. Salvación es en primer término lo que acontece con él, por lo cual tampoco es una cualidad física o humana separable de Jesús. En esa convicción hunde sus raíces la idea de la escatología de presente. De ella forma parte también, el Sitz im Leben, como encuadre vital y concreto, y como trasfondo experimental la primitiva liturgia cristiana, y quizá de un modo más concreto una determinada forma de primitiva celebración cristiana de la pascua, en la que se participaba de manera renovada en la presencia de Cristo y de su Espíritu.

En la escatología joánica de presente se da también la interpretación joánica de la existencia cristiana, según la cual la fe del hombre como tal incluye la participación presente en la salvación final, como una participación en la resurrección y la vida. Ahora bien, tal participación sólo es posible a su vez como participación en Jesús, es decir en la comunión cristiana, siendo a su vez la fe, el creer, lo que constituye esa comunidad desde el lado humano. Asimismo aquí se hace patente una vez más la unidad de donante y don: quien da la vida es la vida misma que él otorga; el resucitado es la misma resurrección. Por encima de cualquier contenido linguístico concreto, la fe joánica manifiesta la comunión de Cristo y de Dios como la realidad última de la fe, y desde luego en la experiencia permanente de contradicción y oposición por parte del mundo y de la necesidad de morir. La respuesta de Marta en el v. 27 a una pregunta de fe, p]anteada de un modo tan amplio y radical, no puede ser sino una confesión de fe radical, que en su fórmula confesional cristológica compendia toda la fe cristiana en el sentido del Evangelio según Juan (20,31): «Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» Ese «sí», unido al «yo he creído», expresa el asentimiento pleno y firme a Jesús y su palabra. El tratamiento de Kyrios, «Señor», aparece en este relato con cierta frecuencia (en conjunto ocho veces), y tiene en el contexto de toda la narración el sentido peculiar de un titulo honorífico, puesto que Jesús aparece siempre como «Señor de la vida y de la muerte». La fe confiesa además a Jesús como «Mesías» e «Hijo de Dios», que ha venido al mundo. Esta es ]a confesión de fe cristológica, con los centros de interés específicos de Juan, que apuntan a la idea de la encarnación y a la cristología del Hijo del hombre. Con ello está ya dicho lo decisivo; la continuación de la historia no es más que su demostración gráfica.

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1. Bar Oappara ha enseñado: «La fuerza completa del duelo sólo se alcanza al tercer día. Al cabo de tres días torna el alma al sepulcro, pensando que puede volver (al cuerpo). Pero cuando ve el color (la palidez) de su rostro, que se ha mudado, se aleja de allí y lo abandona.»

2. Cf. las explicaciones correspondientes a Jn 5.21-20.

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e) El encuentro de Jesús con María; los judíos (Jn/11/28-37)

28 Y dicho esto se fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: El Maestro está aquí y te llama. 29 María al oírlo, se levanta en seguida y acude a él. 30 Pues Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún en el lugar donde Marta lo había encontrado. 3t Cuando los judíos, que estaban en la casa con María, consolándola, la vieron que precipitadamente se levantaba y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32 Cuando llegó María a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 33 Jesús, al ver que ella lloraba y que también lloraban los judíos que habían venido con ella, se estremeció profundamente y se conmovió. 34 Luego preguntó: ¿Dónde lo habéis puesto? Y le contestaban: Señor ven y míralo. 35 Jesús se echó a llorar. 36 Decían los judíos: ¡Mira cómo lo amaba! 37 Pero algunos de ellos añadieron. éste que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho también que este hombre no muriera?

Tras este diálogo se reanuda el hilo de la narración. Marta vuelve a la casa, donde se halla su hermana María y le dice al oído: «El Maestro está aquí y te llama» (v. 28). «Al oído» significa en este pasaje que Marta le da la noticia de la llegada de Jesús aparte, a ella sola y no a los judíos que están allí reunidos. También en esta situación María pertenece al bando de Jesús. Sólo para e]la cuenta ahora la llamada de Jesús. Y se siente tan directamente tocada por esta invitación, que se levanta y acude hasta Jesús «en seguida» (v. 29). Esto que resulta un tanto incomprensible lo explica el v. 30 explicando que Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que se hallaba aún en el mismo lugar en que Marta se había encontrado con él. Evidentemente al evangelista le interesa señalar que las dos hermanas acudieron al encuentro de Jesús, aunque con diferente actitud y entorno. Tiene empeño, por tanto, en este pasaje por mostrar el claro contraste, siendo fácil ver en qué consiste el mismo: se trata del contraste entre fe e incredulidad. En esa perspectiva la escena resulta comprensible.

Todo el duelo acompañante de «los judíos» sigue a María (v. 31). Cuando aquí se dice explícitamente que los judíos estaban en casa con María «consolándola», queda claro de qué se trata: ha de quedar expuesta la impotencia humana ante el destino fatídico de Lázaro y del hombre en general, así como la situación desesperada de la incredulidad. Lo que María tiene en común con la comitiva del duelo es el llanto y, con él, el desconcierto y la impotencia. Para Juan también está claro que el propósito comprensible de proporcionar consuelo no puede lograr su objetivo por ese camino. El verdadero consuelo llega de otra parte. Hasta qué punto la comitiva del duelo está prisionera en el horizonte humano se desprende asimismo de la falsa sospecha de que María vaya a la tumba para llorar allí. No saben que Jesús puede ayudar.

MU/ICD: El v. 32 describe el encuentro de María con Jesús: la mujer cae a sus pies revelando así una menor firmeza y dominio de sí misma que su hermana, aunque dice las mismas cosas: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.»

Tampoco alienta en ella una fe plena, aunque no ha perdido su confianza en Jesús; llora con los judíos y persiste en el llanto funeral (v. 33). Si en este pasaje se dice que Jesús «se estremeció profundamente y se conmovió», no es tanto para manifestar su disgusto ante la multitud plañidera cuanto para expresar su conmoción frente al poder de la muerte y la impotencia de la incredulidad. A diferencia de Marta, en María no hay confianza alguna en que Jesús pueda abrir una posibilidad ulterior. Existe una conexión interna entre el poder de la muerte y la incredulidad.

Dado que aquí ningún consuelo humano ayuda ya nada, se justifica objetivamente que Jesús se disponga a ir a la tumba de Lázaro preguntando: «¿Dónde lo habéis puesto?» Y están dispuestos a mostrársela (v. 34). Y es en este momento cuando se dice que Jesús lloró (v. 35). Para muchos expositores modernos es éste un signo de la peculiar humanidad de Jesús. Al mismo tiempo se da noticia de otra manera de pensar con la pregunta de si quien ha abierto los ojos de un ciego no podía también haber procurado que Lázaro no muriera. Son muchos los enigmas que plantean los v. 35-37. ¿Por qué llora Jesús? ¿Llora realmente por la tristeza que siente ante la muerte de su amigo Lázaro? Ello le incluiría en la desesperación de quienes hacen duelo. No es ciertamente impensable una solidaridad de Jesús con los que están tristes (cf. Mat_5:4, que predica bienaventurados a los que lloran); pero ello más en un contexto sinóptico que joánico. ¿O es que llora Jesús por la falta de fe de los asistentes? En tal caso, la afirmación de los judíos es un equívoco joánico y una falsa interpretación típica, pues los no creyentes no serían capaces de entender que son ellos mismos por quienes Jesús llora.

Tampoco el v. 37 resulta completamente claro. ¿Se trata de una débil esperanza o más bien de un reproche? Lo único incuestionable es que se establece una conexión entre la curación del ciego y la resurrección de Lázaro. Y así todo queda flotando más o menos en el equívoco, como el llanto de Jesús.

f) La resurrección de Lázaro (Jn/11/38-44)

38 Jesús, estremeciéndose nuevamente, llega al sepulcro, que era una cueva, con una piedra superpuesta. 39 Dice Jesús: Quitad la piedra. Contéstale la hermana del difunto, Marta: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. 40 Respóndele Jesús: ¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios? 41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: Padre, yo te doy gracias por haberme escuchado. 43 Yo bien sabía que me escuchas siempre; pero lo he dicho por este pueblo que me rodea, para que crean que tu me enviaste. 43 Y después de decir esto, gritó con voz potente: ¡Lázaro, sal fuera! 44 Salió el muerto, con los pies y las manos atadas con vendas, y con el rostro envuelto en un sudario. Díceles Jesús: Desatadlo y dejadlo ir.

A medida que la narración se va acercando al punto culminante, se intensifica la tensión mediante el recurso estilístico del retraso. De nuevo se «estremece» Jesús, mostrándose profundamente afectado y disgustado frente a la incredulidad, como se da a entender en las manifestaciones de la multitud, que pasan completamente por alto el asunto. Y entonces marcha a la tumba (v. 38a), que se describe como la característica tumba cueva, cerrada con una piedra. Se piensa probablemente en la forma muy difundida de tumba cueva, de la que todavía hoy se muestran numerosos ejemplos precisamente en Jerusalén y sus cercanías. Llegado allí, Jesús da orden de que retiren la piedra de la boca de la cueva (v. 39). Marta, la hermana del difunto, interviene recordando que el cadáver lleva ya cuatro días allí y que huele mal, puesto que la descomposición ya ha empezado. La observación realista tiene que subrayar la imposibilidad del propósito y, por esa vía, hacer que el lector cobre mayor conciencia de la extraordinaria importancia del suceso. Jesús replica recordando a Marta la conversación que ha tenido con ella, así como la confesión de fe de Marta (v. 40): «¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?» La reconvención remite además al comienzo de la historia; ha llegado el momento de probar claramente que esta enfermedad «no es de muerte sino para la gloria de Dios». Se advierte cómo el evangelista amontona en esta perícopa, inmediatamente antes del milagro, todos los motivos teológicos importantes del relato para señalar al lector de qué se trata. Tras esas palabras de Jesús retiran, por fin, la piedra de la entrada. Pero ahora el evangelista vuelve a introducir otro motivo retardante: una plegaria de Jesús (v. 41-42). Jesús adopta una actitud orante: «levanta sus ojos a lo alto» (cf. asimismo 17,1) y reza en voz alta. Es una acción de gracias.

En la imagen joánica de Jesús entra también su plegaria como un diálogo con el Padre (cf. 12,27 ss; 175. Pero en Juan nunca ora Jesús para sí; su oración, cuando de ruego se trata, es sobre todo una impetración a favor de los discípulos, de los creyentes o del pueblo, sin más. El tratamiento de «Padre» con que empieza la oración, es típico de Jesús. El contenido de la plegaria es, sobre todo, una acción de gracias por la seguridad de que ha sido escuchado, y que aquí se refiere en concreto al milagro inminente. Así lo confirma el v. 42 al decir que Jesús sabe que Dios le escucha «siempre» y que, por lo mismo, no tiene necesidad de pedir explícitamente la realización del milagro. Está en comunión plena y directa con Dios. La plegaria la hace más bien «por el pueblo que le rodea», «para que crean que tú me enviaste». También aquí aparece perfectamente fundada una última referencia al sentido teológico del «signo»: al igual que cuantos signos ha realizado Jesús hasta ahora, también el más imponente debe llevar al reconocimiento de Jesús como «enviado de Dios».

Concluida la oración Jesús clama con voz potente: «¡Lázaro, sal fuera!» (v. 43). Y la palabra del donador escatológico de la vida produce su efecto, resucitando al difunto Lázaro a nueva vida. El muerto sale de la cueva ligado todavía con vendas y con el sudario sobre el rostro (*). Con la indicación de Jesús de que lo desaten y le dejen ir -una conclusión típica de relato milagroso- concluye la narración.

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* BILLERBECK: También Joh_20:6-7 se relaciona con el texto presente ya que al describir la sepultura vacía de Jesús, menciona los paños y el sudario que aparecen reunidos en distintos lugares. Sin embargo, hay que señalar la diferencia: Lázaro sale atado todavía con las vendas, porque tiene aún que volver al mundo; mientras que en Jesús las vendas quedan en el sitio como señal, y es que como resucitado, Jesús ya no pertenece a este mundo.

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2. EL SANEDRÍN DECIDE MATAR A JESÚS (Jn/11/45-53)

45 Cuando vieron, pues, lo que había hecho, muchos de los judíos, llegados a casa de María, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos se fueron a los fariseos para contarles lo que Jesús acababa de hacer. 47 Los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron al sanedrín, y decían: ¿Qué hacemos, en vista de que este hombre realiza tantas señales? 48 Si lo dejamos continuar así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y acabarán con nuestro lugar y con nuestro pueblo. 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no entendéis nada; 50 no os dais cuenta de que más os conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación vaya a la ruina. 51 Pero esto no lo dijo por su cuenta; sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, 52 y no por la nación sola, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Desde aquel día tomaron, pues, la resolución de quitarle la vida.

Según la exposición joánica, la resurrección de Lázaro es el elemento desencadenante de la intervención de las autoridades judías contra Jesús de Nazaret. El texto de los v. 45-53 contiene el relato sobre la reunión del sanedrín y su resolución de matar a Jesús. En realidad introduce el relato de la pasión (cf. al respecto Mar_14:1-2, en que la historia de la pasión empieza con la condena a muerte; decisión que Juan ha anticipado). Para ello no hay duda de que Juan utiliza tradiciones más antiguas de un relato prejoánico de la pasión, aunque reelaborándolas con vistas a su propósito. Es curioso que en este contexto todavía no se diga nada sobre la traición de Judas. Sin duda que Juan la conoce (Cf. Joh_13:21-30 y el comentario), pero a diferencia de Mar_14:10s no refiere expresamente el hecho.

El primer efecto de la «señal», que relatan los v. 45 ss, es la crisis operada por la misma, y la división y resolución que introduce. Primero, la reacción positiva: muchos de los judíos, que habían acudido a casa de María y que habían sido testigos del suceso, entendieron perfectamente el propósito de la señal y creyeron en Jesús. Pero se llega también a una grave reacción negativa (v. 46). Algunos de los testigos presenciales acuden a los fariseos, que aquí vuelven a aparecer como los verdaderos enemigos de Jesús; lo que a su vez está condicionado por las circunstancias históricas de hacia el año 90 d.C., y acuden para denunciar lo que Jesús ha hecho. Ello provoca una reunión (v. 47) de los sumos sacerdotes y fariseos en el sanedrín.

En tiempos de Jesús eran los saduceos y sus gentes los que aún poseían la mayoría en el consejo supremo; era, por tanto, su interpretación jurídica la que prevalecía en general, aunque dentro del sanedrín hubiera ya un fuerte grupo de fariseos. Los reunidos se preguntan: ¿Qué podemos hacer, ya que este hombre realiza tantas señales? (v. 46b). Se describe así la visión joánica del efecto que producen las «señales» de Jesús. Producen, en efecto, un prestigio público y contribuyen a formar un grupo fuerte, si es que no llegan a desencadenar un movimiento de masas. E inmediatamente se advierte el peligro: si a ese Jesús se le deja actuar a sus anchas, la cosa puede resultar políticamente catastrófica. Un movimiento de masas llamaría en cualquier caso la atención de los romanos, que no dudarían en cortar por lo sano acabando «con nuestro lugar y con nuestro pueblo». El «lugar» es evidentemente el templo, y el «pueblo» no es otro que el pueblo judío. La afirmación podría deberse a Juan, y probablemente tiene un sentido equívoco. Como, cuando Juan escribe, ya han ocurrido la destrucción del templo y la aniquilación de una gran parte del pueblo judío por obra de los romanos, habría que ver aquí una referencia indirecta. Exactamente lo que entonces se quiso impedir con la muerte de Jesús es lo que ha ocurrido entre tanto. A ello responde Caifás, que era el sumo sacerdote en funciones, y que presidía también el sanedrín. Si aquí se le presenta como «sumo sacerdote aquel año», no es ciertamente porque el Evangelio según Juan cuente con una duración anual del pontificado -en realidad Caifás permaneció en el cargo desde el 18 al 37 d.C., es decir, nada menos que durante 19 años-, sino porque era el sumo sacerdote el año en que murió Jesús. Se destaca, con ello, especialmente el año de la muerte de Jesús como «año de la salvación».

Su respuesta aparece como la de un típico político realista: es preferible que muera un solo hombre por todo el pueblo, que no la ruina de todo el pueblo. En una situación tan precaria, como la que viven, conviene sacrificar a un hombre tan peligroso, ofrecérselo como carnaza a los romanos, a fin de mantener al menos la paz pública. En todo caso es mejor que una carnicería llevada a cabo por los romanos. Muchos comentaristas reconocen lo fundamentado de la atribución a Caifás de tal mentalidad realista. Y ello porque, en este aspecto, tanto las grandes familias sacerdotales como los romanos tenían intereses comunes en el mantenimiento de «la paz y el orden», lo que contribuía asimismo al mantenimiento de las respectivas posiciones de poder. De manera parecida actuó también Herodes Antipas respecto de Juan Bautista: temiendo que pudiera desencadenarse un movimiento de masas, lo hizo meter en prisión para decapitarlo poco después.

Como quiera que sea, en los v. 51-52 el evangelista aporta una observación interesante, cuando dice que Caifás no dio tal consejo por su propio impulso y cuenta; más bien se debió a que «como era sumo sacerdote aquel año, profetizó». Juan conoce, pues, la idea de que el don profético le competía al sumo pontífice en virtud de su alto ministerio, concepción que se nos ha transmitido a propósito de Hircano l (134-104 a.C.). Es verdad que esta profecía se pronuncia de manera inconsciente y, según Juan, con un sentido mucho más profundo del que pudiera suponer el sumo sacerdote. El evangelista explica la afirmación «morir por el pueblo» en un sentido soteriológico como muerte vicaria y expiatoria, y además con un alcance universal. Y es que Jesús no debía morir sólo «por el pueblo (de Israel)», «sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (v. 52).

Late aquí la imagen de la reunificación escatológica de los dispersos, que con su muerte llevará a término Jesús, «el buen pastor que da la vida por sus ovejas». El consejo realista, y hasta cínico, del pontífice Caifás, adquiere -visto desde el plano divino de salvación- un matiz altamente positivo, del que, desde luego, el sumo sacerdote no tendría la menor idea.

Para enjuiciar esta afirmación hay que partir del hecho de que en este texto se expresa el pensamiento del circulo joánico acerca de los motivos judíos que indujeron al prendimiento y muerte de Jesús. Pero la visión joánica es más bien ésta: los sumos sacerdotes y los fariseos tenían miedo de que el movimiento suscitado por Jesús pudiera desencadenar una exaltación de las masas, lo que a su vez podría inducir a los romanos a intervenir -cosa que a menudo había ocurrido en años anteriores-, cargando no sólo contra Jesús sino contra todo el pueblo judío. De ahí el consejo de Caifás: es mejor intervenir de inmediato y echar mano al inductor de ese nuevo movimiento, ese Jesús de Nazaret, entregándolo a los propios romanos. Siempre será preferible a ser todos victimas de una carnicería por parte de los romanos.

En tal manera de ver las cosas merece atención el que el circulo joánico presente un cuadro de la situación política en Jerusalén al tiempo de la muerte de Jesús, que responde en buena medida a la situación coetánea que conocemos por otras fuentes y sobre todo por el historiador judío Flavio Josefo. Desde la perspectiva política la visión joánica está esencialmente más cercana a la realidad que el cuadro de los sinópticos. El motivo de querer evitar con el prendimiento, entrega y ejecución de Jesús un proceso que pudiera resultar peligroso para el pueblo y para su clase dirigente, resulta históricamente fiable. No hay nada que oponer.

El v. 53 cierra la perícopa con la observación de que desde aquel día la muerte de Jesús era un asunto concluso. Lo único que importará desde ahora es llevar a la práctica tal resolución.

3. JESÚS VUELVE A RETIRARSE (Jn/11/54-57)

54 Por eso Jesús ya no andaba en público entre los judíos, sino que se fue de allí a la región cercana al desierto a una ciudad llamada Efraím, donde permaneció en compañía de sus discípulos.

55 Estaba ya próxima la pascua de los judíos; muchos de aquella región subieron a Jerusalén antes de la pascua para purificarse. 56 Buscaban, pues a Jesús y se decían unos a otros mientras andaban por el templo: ¿Qué os parece7 ¿Vendrá a la fiesta o no? 57 Es que los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado ya órdenes de que todo el que supiera dónde estaba, lo denunciara, para ir ellos a prenderlo.

Si se había empezado por hablar del comportamiento de la multitud judía así como de la determinación del gran consejo del sanedrín de matar a Jesús, ahora, con el v. 54, se habla de la conducta del propio Jesús. Se retira por completo del escenario público y evita a «los judíos». Nada se dice acerca de si Jesús fue informado por alguien de la condena a muerte que pesaba sobre él, aunque en la concepción joánica tal información resultaba del todo innecesaria, puesto que Jesús sabe cuál es su situación. En la visión joánica es quizá más importante no hablar ahora de ello, toda vez que la hora de Jesús no ha llegado todavía. Aunque ahora se acerca de manera incontenible. El lugar al que Jesús se retira viene señalado como una ciudad llamada Efraím, emplazada cerca del desierto judío. «Probablemente se trata de la aldea actual de et-taijike. que en linea recta está 20 km al nordeste de Jerusalén y a una altura de 869 m». Allí habría permanecido Jesús con sus discípulos durante algún tiempo.

La perícopa siguiente (v. 55-57) prepara la pascua de la muerte de Jesús, la última semana pascual en Jerusalén, mediante una especie de cuadro ambiental. La fiesta judía de pascua estaba próxima. Juan vuelve a hablar aquí con un cierto distanciamiento de la «pascua de los judíos» (quizá para distinguirla de la ya existente festividad pascual de los cristianos). En ese tiempo era mucha la gente que se preparaba para la peregrinación de todos los años, a fin de poder participar de la fiesta pascual en Jerusalén. «Para purificarse» (o santificarse) significa aquí el previo hospedaje en Jerusalén, para alcanzar así la «pureza cúltica», necesaria para la fiesta máxima. Los peregrinos acudían de la región entera a la ciudad santa. Ahora bien, según Juan allí el centro de las conversaciones lo ocupaba Jesús: todos hablan de él, preguntan por él y le buscan, sobre todo cuando se encuentran en el templo: ¿Qué os parece? Esta vez no se atreverá a venir a la fiesta. ¿O tendrá quizá la osadía de presentarse? E1 escepticismo negativo tiene su razón de ser en el hecho de que los sumos sacerdotes y los fariseos han promulgado una orden pública de prendimiento de Jesús, que Juan precisa con todo detalle: Quienquiera que sepa el lugar de permanencia de Jesús -y se piensa sobre todo en Jerusalén- tenía la obligación de denunciarlo a las autoridades.

Los sinópticos conocen también esa orden de captura contra Jesús, por lo que su existencia no es totalmente inverosímil, toda vez que entre la «determinación de matar a Jesús» (Mar_14:1-2) y el ofrecimiento de Judas para entregarlo (Mar_14:10-11) bien puede suponerse una cierta conexión. Judas no habría hecho su ofrecimiento sin ningún motivo. Y ese motivo bien podría haber sido el anuncio público de que se quería prender a Jesús.

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Meditación

En la novela de Dostoievski, Rodion Raskolnikov, o Crimen y castigo, la historia de la resurrección de Lázaro representa una cima singular. El estudiante Raskolnikov, que había asesinado a una vieja prestamista y a su hermana, visita por primera vez en su habitación alquilada a una muchacha, Sonia, que había salido a la calle como prostituta y a la que ha conocido por casualidad.

«En toda esta habitación apenas si había un par de muebles. En el ángulo de la derecha había una cama, y a su lado, más cerca de la puerta, una silla. En la pared, cabecera del lecho, había junto a la puerta de la extraña habitación una mesa sencilla, cubierta con un tapete azul, y a su lado dos sillas de paja. En la pared de enfrente, cerca del ángulo agudo, había una pequeña cómoda de madera sencilla, que daba la sensación de perdida en medio de aquel vacío. Ese era todo el mobiliario.»

Cuando llega Raskolnikov ya es bastante tarde: las once de la noche. Entre Raskolnikov y Sonia se desarrolla un diálogo singular, que muy pronto se eleva a las cuestiones últimas del hombre. Raskolnikov dice: «Es la última vez que vengo a veros», aunque está allí por vez primera; lo cual da a la conversación la seriedad de lo definitivo. Después de una información introductoria sobre los patrones de Sonia pregunta Raskolnikov a la muchacha «Si hace la calle» dándole a entender que está al tanto de su actividad, de sus relaciones sociales, de las dificultades con su madrastra y con sus hermanos, de los que tendrá que ocuparse tras la muerte de su padre. Sonia defiende a su madrastra, Catalina Ivanovna: «Es tan desdichada, tan desdichada... y está enferma. Busca la justicia... Es pura... Cree que en todo debe haber justicia y la exige...» «¿Y qué será de ustedes?», pregunta Raskolnikov en tono tajante. La familia ha quedado a cargo de Sonia ¿y cómo se las va a arreglar? ¿Qué pasará ahora? Sonia, desde luego, no lo sabe, aunque defiende esa «comunión»; personalmente se lamenta de la crueldad que se experimenta con que ella se alegre del asesinato de Isabel. «¿Conocía a Isabel, la revendedora?», pregunta Raskolnikov. «Sí, pero usted... ¿la conocía también?», preguntó Sonia asombrada. «Catalina Ivanovna está tuberculosa en último grado, pronto morirá», dijo Raskolnikov, después de una pausa sin responder a su pregunta. Con lógica dura e implacable («era joven, pensaba en abstracto y, por lo mismo era cruel») muestra Raskolnikov el callejón sin salida en que se encuentra Sonia. La madrastra morirá en seguida; la situación de los hermanos es también desesperada, pero Sonia se resiste a que su hermana Polesca tenga también que hacer la calle: «¡Dios no permitirá esa abominación!» «Pues permite otras...» «¡No, no! ¡Dios la protegerá!...» «¡Dios!», clamó fuera de sí. «Acaso no hay Dios», replicó Raskolnikov con una especie de placer morboso, riendo mientras contemplaba a la pobre joven. La fisonomía de Sonia se alteró, recorriendo todo su ser un temblor convulsivo. Miró a Raskolnikov con expresión de indescriptible reproche, como si quisiera decir algo, pero sin lograr emitir una sola palabra, y estalló en sollozos, cubriéndose la faz con las manos.»

Esta escena recuerda el Sal 42: «Las lágrimas fueron mi pan día y noche, pues me dicen durante todo el día: ¿Dónde está tu Dios?» (Psa_42:4). La pregunta de si Dios existe o no, la pregunta de ¿Dónde está tu Dios?, formulada por el burlador ateo a la muchacha quebrantada no persigue sino hacer más consciente e insoportable el dolor sin salida. En esa situación se encuentra asimismo Raskolnikov.

«Hubo un prolongado silencio. Raskolnikov recorría la habitación de un extremo a otro sin mirar a la joven. Por último acercóse a ella con los ojos llameantes y la tomó por los hombros, mirando con extraña fijeza su rostro desolado. Su mirada era dura, inflamada, vidriosa; sus labios se estremecían espasmódicamente... De pronto con un gesto rápido, prosternóse y la besó en los pies. Sonia retrocedió, como lo hubiera hecho ante un demente. En efecto, Raskolnikov tenía toda la apariencia de un insano.» Y él declara: «No me he prosternado ante ti, sino ante todo el sufrimiento humano», que parece encarnado en la pobre Sonia. «Es cierto que eres una gran pecadora -añadió casi en éxtasis-, pero lo cierto es que te has inmolado y vendido en vano... ¡Sería más justo, mil veces más justo, terminar de una vez arrojándose de cabeza al agua!... También a ella se le había ocurrido esa idea... tanto que entonces no se horrorizó ni se extrañó al oírla de otros labios. Ni siquiera notaba lo que tenían de cruel esas palabras... Pero el joven comprendió perfectamente con qué monstruosa tortura la desgarraba, desde tiempo atrás su infamante situación.» Raskolnikov ve también la necesidad de que Sonia salga de aquella situación, si no ha de sucumbir a su peso. Realmente hace tiempo que debería haber sucumbido. «¿Qué misteriosa fuerza infundíale valor? Con seguridad, no era el gusto por la corrupción. Todo aquel oprobio no había hecho sino resbalar por su exterior; ni un átomo de verdadero vicio penetró en su corazón. Para Raskolnikov era visible, era la misma realidad que se erguía ante sus ojos...» Sólo la idea del pecado «y ellos» (los de su casa) le habían impedido suicidarse. Raskolnikov se empecina en la idea y le pregunta: «¿Ruegas mucho a Dios, Sonia?» Tras un breve silencio la muchacha contesta con fervor: «¿Qué sería de mí sin Dios?» «¿Pero qué hace Dios por ti?» «¡Cállese, no me pregunte nada! ¡No merece que le conteste -dijo por último con enojo y severidad... -¡él lo hace todo!» Sobre la cómoda había un libro. Raskolnikov lo había notado en sus idas y venidas por la habitación. Lo tomó y examinó: era el Nuevo Testamento, que Isabel había dado a Sonia. «Dónde está la parte que se refiere a la resurrección de Lázaro? -preguntó de improviso.» Sonia hubo de buscar el pasaje y leerlo en voz alta. Ni uno ni otro frecuentaban la iglesia, ni siquiera Sonia, lo que provoca una mueca irónica de Raskolnikov. La muchacha, sin embargo, había estado la semana anterior con ocasión del funeral por Isabel, asesinada por Raskolnikov, aunque eso Sonia no lo sabe. «¿Eras amiga de Isabel?» «Sí..., era muy buena y amable... venía a veces... no muy seguido porque no podía. Leíamos juntas, conversábamos. Dios la tendrá a su lado ahora.» Raskolnikov está excitado... también él corre el peligro de enloquecer. Insiste en que Sonia lea la historia de la resurrección de Lázaro. Sonia duda, pero acaba por hacerlo.

«Sonia abrió el libro, buscando el pasaje. Sus manos temblaban y faltábale la voz. Dos veces trató de comenzar, pero sin poder articular la primera palabra... Raskolnikov comprendía en parte por qué Sonia no podía decidirse a leer, y cuanto más lo comprendía, con más grosera insistencia reclamaba la lectura. Hacíase cargo de] sufrimiento que debía de experimentar la joven al revelarle en aquel momento cuanto poseía de más íntimo.

Adivinaba que aquellos sentimientos constituían en cierto modo su verdadero misterio... » Sonia logra dominarse y continúa la lectura entre interrupciones... «Raskolnikov la escuchaba en completa inmovilidad, sin girar la cabeza, siempre acodado en la mesa y mirando de reojo.» La joven leía profundamente agitada; «temblaba como atacada de fiebre. Era lo que él había imaginado. Se acercaba al relato concerniente al milagro inaudito, y un sentimiento de triunfo apoderábase de ella. Su voz vibrante, con sonoridades metálicas, el acento del triunfo y de la alegría, le prestaban resonancia y firmeza. Las letras bailoteaban ante sus ojos anegados en llanto, pero sabía de memoria lo que estaba leyendo.» Y leyó el texto bíblico pensando exclusivamente en su único oyente. «¡Y él, él, que también es ciego y descreído, también comprenderá, dentro de un instante, también creerá, sí, sí!...» Interrumpió la lectura con el pasaje: «Cuando vieron, pues, lo que había hecho, muchos de los judíos, llegados a casa de María, creyeron en él...» «La joven no leyó más; no hubiera podido. Y cerrando el libro se levantó con presteza de la silla.» «Esto es todo lo que concierne a la resurrección de Lázaro, balbuceó con voz quebrada y nerviosa. Luego quedó en silencio, sin atreverse a mirar a Raskolnikov, sacudida por incesante temblor. El cabo de vela, a punto de consumirse en el candelero, alumbraba en aquella miserable habitación al asesino y a la prostituta, que al azar había reunido para que leyeran juntos el libro eterno.» Tal es la historia.

La novela de Dostoievski gira en torno al tema de la culpa humana y del «renacimiento» a una nueva vida (ésta es la palabra propia, mientras que el «castigo» es sólo un elemento concomitante). Mas no se trata sólo del aspecto moral de la culpa, sino de algo más profundo: de su carácter religioso y teológico. El crimen, que Raskolnikov ha cometido y para cuya justificación ha ideado una interesante teoría, una especie de ideología justificatoria, que le toca sobre todo a él mismo. En un sentido más profundo el crimen le ha matado a él mismo y le ha separado de Dios. La verdadera muerte fue su incredulidad. Y entonces encuentra a la prostituta «impoluta» en lo más íntimo, la muchacha Sonia, que sólo sigue viviendo porque cree en Dios, ya que sin ello hace tiempo que hubiera puesto fin a su vida. Es ella la que le lee la historia de la resurrección de Lázaro. Raskolnikov queda profundamente impresionado y poco a poco se va abriendo un cambio para él.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 11.
L os capítulos 11 y 12 aparecen en la perspectiva literaria del evangelista como la introducción inmediata a la pasión de Cristo. El capítulo 11, con la resurrección de Lázaro, determinará la inminencia de la muerte de Cristo; el pontífice y el sanedrín así lo acuerdan. El capítulo 12 es la llegada de Cristo a Jerusalén, su entrada mesiánico-redentora (Jua_11:51-53), para entregarse en manos de sus enemigos. Es la hora dramática de la Luz y las Tinieblas.

La resurrección de Lázaro,Jua_11:1-44.
Esta narración, relatada sencillamente por el evangelista, es uno de los hechos más prodigiosos en la vida de Cristo. Se presentó como luz, y ahora va a ir a la muerte por presentarse como dador de vida. Es el mismo del que se dijo antes: Como el Padre resucita muertos y les da vida de almas y cuerpos , así también el Hijo encarnado (Jua_5:21).

1) Vuelta de Cristo a Betania,Jua_11:1-16.
1 Había un enfermo, Lázaro, de Betania, de la aldea de María y Marta, sus hermanas. 2 Era esta María la que ungió al Señor con un ungüento y le enjugó los pies con sus cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo. 3 Enviaron, pues, las hermanas a decirle: Señor, el que amas está enfermo. 4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. 5 Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro. 6 Aunque oyó que estaba enfermo, permaneció en el lugar en que se hallaba dos días más; " pasados los cuales dijo a los discípulos: Vamos otra vez a Judea. 8 Los discípulos le dijeron: Rabí, los judíos te buscan para apedrearte, ¿y de nuevo vas allá? 9 Respondió Jesús: ¿No son doce las horas del día? Si alguno camina durante el día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero, si camina de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11 Esto dijo, y después añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero yo voy a despertarle. 12 Dijéronle entonces los discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13 Hablaba Jesús de su muerte, y ellos pensaron que hablaba del descanso del sueño. 14 Entonces les dijo Jesús claramente: Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos allá. 16 Dijo, pues, Tomás, llamado Dídimo, a los compañeros: Vamos también nosotros a morir con El.

Jn presenta a Lázaro por referencia a sus hermanas, sobre todo por la huella que dejó en la primitiva catcquesis la unción hecha por su hermana María.
El nombre de Lázaro (Dios socorrió), forma apocopada de Eleázaro, era nombre frecuente.
La escena va a tener lugar en Betania. Puede corresponder al hebreo Beth aniah. Etimológicamente podría tener, entre otros significados, el de casa del dolor y casa de ruego. Así la prefieren interpretar algunos críticos racionalistas para pensar que no tiene esta escena realidad histórica, sino simbólica. Pero también puede corresponder a la etimología de Annaniah, villorrio del A.T., en la tribu de Benjamín (Neh_11:32). Sería forma apocopada de esta raíz, ya que Nehemías conoce la forma Aniah (Neh_8:4; Neh_10:23) y Annaniah (Neh_3:23) como nombre de personas l.
Topográficamente se la identifica con el actual villorrio árabe de el-Azariye, alteración árabe del nombre latino Lazanum, nombre con que se le conocía en tiempo de Eteria, en el flanco oriental del monte de los Olivos, a unos 2.800 metros de Jerusalén. Ya es señalado en el siglo IV por los itinerarios y peregrinos 2.
La enfermedad de Lázaro era mortal. Sus hermanas envían un mensajero a Cristo, que distinguía con gran afecto a esta familia, para decirle que estaba enfermo. La noticia no era sólo informativa; en ello el que amas está enfermo iba la súplica discreta por su curación. La fórmula evoca el pasaje de Cana de Galilea (Jua_2:3); posiblemente es un reflejo literario del evangelista. ¿Acaso hay también una evocación simbólica de todo cristiano, al estilo del discípulo al que Jesús amaba?
Cristo estaba en Betania o Betabara de Perea, en Transjor-dania, donde Juan había bautizado (Jua_10:40; Jua_1:28). Al oír este mensaje, Cristo anunció que aquella enfermedad no era de muerte, sino para que la gloria de Dios se manifestase con ella. Los conceptos paleotestamentarios sobre el valor del dolor se iban enriqueciendo. Y se quedó aún allí dos días más. Como en Cana, parece que rechaza el ruego. El evangelista quiere destacar bien la presencia de Cristo. El tema joanneo de la gloria de Dios se destaca.
Pero a los dos días dio a los apóstoles la orden de partida para visitar a Lázaro. Mas volver a Judea, de donde había salido hacía poco a causa de las persecuciones de los judíos, era peligroso (Jua_10:39) Es lo que le recuerdan ahora los discípulos. Más El, que tantas veces esquivó peligros de" muerte, porque aún no era su hora, está bien consciente que ésta ya llegó o está a punto de llegar. Y se lo ilustra con una pequeña parábola. Se cita el día con la división en doce horas según el uso grecorromano. Mientras es de día se puede caminar sin tropezar; el peligro está en la noche. Aún es para él de día, aunque se acerca la noche de su pasión. Por tanto, nadie podrá aún hacerle nada. La parábola cobra también tintes de alegoría. Si se camina mientras hay luz, El es la luz, al que no podrán vencer las tinieblas (Jua_9:4-5; Jua_1:5). Y a distancia de días y kilómetros les anuncia la muerte de Lázaro. Primero, en la forma usual eufemística: Lázaro duerme, y El va a despertarle (Mat_9:18.24 par.)3. Los rabinos señalan el sueño en los enfermos como uno de los diez síntomas que juzgaban favorables a la curación 4. Los discípulos lo interpretan ingenuamente del sueño natural. Por eso no hacía falta ir a curarlo. Probablemente esta observación de los discípulos estaba condicionada algún tanto por el terror de volver a Judea a causa de la persecución que estaba latente contra ellos. A esto responden las palabras del impetuoso Tomás 5, al decir: Vamos también nosotros a morir con El (v 16). Este discípulo, que sólo es citado en los sinópticos en las listas de los apóstoles, en Jn aparece en relación con misterios de la glorificación de Cristo (Jua_14:5; Jua_14:20, Jua_14:24-29; Jua_21:2).
Y Cristo les anunció allí abiertamente que Lázaro había muerto. Cuando Cristo llegó a Betania, hacía ya cuatro días que Lázaro había muerto. El entierro se solía hacer el mismo día de la muerte (Hec_5:6.10). Pero no sería necesario suponer cuatro días completos de su muerte, pues los rabinos computaban por un día entero el día comenzado 6. El evangelista quiere destacar bien la presciencia de Cristo y la conciencia de su poder vitalizador. La Luz y Vida del mundo van a Betania.

2) Conversación de Cristo con Marta y María,Hec_11:17-37.
17 Fue, pues, Jesús, y se encontró con que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Estaba Betania cerca de Jerusalen, como unos quince estadios, 19 y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano. 20 Marta, pues, en cuanto oyó que Jesús llegaba, le salió al encuentro; pero María se quedó sentada en casa. 21 Dijo, pues, Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano;22 pero sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo otorgará. 23 Díjole Jesús: Resucitará tu hermano. 24 Marta le dijo: Sé que resucitará en la resurrección en el último día. 2S Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú esto? 27 Díjole ella: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo. 28 Diciendo esto, se fue y llamó a María, su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está ahí y te llama. 29 Cuando oyó esto, se levantó al instante y se fue a El, 30 pues aún no había entrado Jesús en la aldea, sino que se hallaba aún en el sitio donde le había encontrado Marta. 31 Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, viendo que María se levantaba con prisa y salía, la siguieron, pensando que iba al monumento para llorar allí. 32 Así que María llegó a donde Jesús estaba, viéndole, se echó a sus pies, diciendo: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. 33 Viéndola Jesús llorar, y que lloraban también los judíos que venían con ella, se conmovió hondamente y se turbó, 34 y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Dijéronle: Señor, ven y ve. 35 Lloró Jesús, 36 y los judíos decían: ¡Cómo le amaba! 37 Algunos de ellos dijeron: ¿No pudo éste, que abrió los ojos al ciego, hacer que no muriese?

Al acercarse Cristo a Betania, alguien debió de adelantarse a dar la noticia de su llegada. Marta sale a su encuentro, mientras que María se quedó en casa, sentada, entre el círculo de gentes que le testimoniaban el pésame. Las visitas de duelo eran una de las obras de caridad muy estimadas por los judíos 7. El luto duraba siete días 8. Según el uso rabínico, los tres primeros días estaban dedicados al llanto, y los otros al luto. También se ayunaba (1Sa_31:13). En la época rabínica, el ritual consistía, al volver del enterramiento, en sentarse en el suelo con los pies descalzos y velada la cabeza. Los siete primeros días estaban especialmente dedicados a las visitas 9. Esta pequeña indicación sobre las dos hermanas responde al carácter de ambas tal como las presentan los sinópticos (Luc_10:38ss).
La fe de Marta aparece imperfecta. Creía en el poder de la oración de Cristo, tanto que, si él hubiese estado presente, Lázaro, por su oración, no hubiese muerto. Es la misma fe que refleja María cuando es llamada por Marta (v.32). Era, sin duda, eco de las frecuentes conversaciones y sentimientos de las hermanas aquellos días. Los sinópticos presentan casos de fe superiores al de Marta y María sin tener la intimidad de esta familia con Cristo (Mat_8:5ss par.). En todo caso, no reconoce la presencia de Cristo a distancia. Esto no es del evangelista.
Y aunque Marta dice a Cristo que cuanto pida a Dios se lo concederá, no cree en la resurrección de su hermano. Prueba es que, cuando Cristo se lo afirma, ella piensa, con desconsuelo, en la resurrección final, conforme a la creencia ortodoxa de Israel. Pero el pensamiento, progresivamente desarrollado, llega a una enseñanza de gran novedad y riqueza teológica. Jn la transmite así: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, si muriese, vivirá, y todo el que cree en mí no morirá para siempre. 10
La fe en la resurrección de los muertos era creencia universal en la ortodoxia de Israel. Pero no sabían que el Mesías fuese el agente de esta resurrección 11.
Cristo, que se presentó como el Mesías, es el agente de la resurrección de los muertos. El es la resurrección, porque el Padre le dio el tener vida en sí mismo (Jua_5:26), y por eso El causa la resurrección de los muertos, tanto del alma (Jua_5:25) como del cuerpo (Jua_5:28.29).
En el A.T. (Deu_32:29; 2Re_5:7, etc.), como en la literatura rabínica, el poder de dar la vida y resucitar es atributo exclusivo de Dios 12. Cristo con esta enseñanza se está proclamando Dios. Ya lo dijo antes: Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere les da vida (Jua_5:21).
Tal como está redactada aquí esta expresión: que el que cree en Cristo, aunque muera, vivirá; lo mismo que este creyente no morirá para siempre, valoradas ante el contexto de la muerte física de Lázaro, no harían pensar más que en la resurrección física.
Sin embargo, en el pensamiento de este evangelio, el contenido es, sin duda, mayor. Esa resurrección de Lázaro, causada por ser Cristo la resurrección, si va a ser física, esta misma resurrección está vinculada a la fe en Cristo, que da vida sobrenatural ( Jua_5:40; Jua_8:28; Jua_14:6; 1Jn_5:11.12), la cual trae aneja la resurrección (Jua_5:29; Jua_6:40-50; Jua_6:53-58), aquí milagrosamente anticipada. Y Lázaro creía en Cristo.
Esta es la fe que Cristo pide a Marta. Y ella le confiesa como el Mesías y el Hijo de Dios, que vino al mundo. Pero ¿confesó esto Marta? Se ven en los evangelios diversos grados de fe. Esta ya es fe pospentecostal. Aquí es una interpretación del mismo Jn 13.
En un momento determinado, Cristo hace llamar a María. La salida de ésta hizo pensar a las gentes del duelo en una fuerte emoción que la llevase a llorar al sepulcro. Y salieron con ella. Y Cristo, al verla llorar a ella y a ellos, sin duda de emoción sincera, puesto que, según ritual judío, sólo los tres primeros días estaban dedicados a las lágrimas, y se estaba ya en el cuarto, también Cristo lloró.
El verbo usado (¿?????????? ) indica, de suyo, el sonido con que se expresa una emoción de ánimo o los simples signos con los que se expresan diversas conmociones del mismo 14. Por eso, este sonido, psicológicamente, supone y complementa este estado de conturbación que se produce en Cristo, y que el evangelista destaca. Añadiendo que Cristo lloró. Y ante esta emoción traducida en lágrimas, los judíos presentes decían: ¡Cómo le amaba!
Esta emoción y lágrimas de Cristo no son más que la emoción honda, legítima y bondadosa de Cristo ante la muerte de Lázaro, su amigo, a quien Jesús amaba (v.3.5). En esas lágrimas de Cristo quedaron santificadas todas las lágrimas que nacen del amor y del dolor cristianos.
Ante estas lágrimas del Señor, algunos de los judíos presentes, de los que estaban en la condolencia con María, reconociendo en Cristo un ser excepcional, pensaron si El, que había abierto los ojos al ciego de nacimiento en la piscina de Bethesda, no habría podido haber curado a Lázaro antes de que le llegase la muerte. No se imaginan que tenga el poder de la resurrección. Parecería que en el fondo de la observación hubiese un reproche por la tardanza de Cristo en llegar.

3) Resurrección de Lázaro,Jua_11:38-44.
38 Jesús, otra vez conmovido en su interior, llegó al monumento, que era una cueva tapada con una piedra. 39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Díjole Marta, la hermana del muerto: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios? 41 Quitaron, pues, la piedra, y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; 42 yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú me has enviado. 43 Diciendo esto, gritó con fuerte voz: Lázaro, sal fuera. 44 Salió el muerto, ligados con fajas pies y manos, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Soltad-le y dejadle ir.

Cristo, a petición propia, va a la tumba de Lázaro. El evangelista la describe diciendo que era una caverna (???????? ) que tenía, para cerrarla, una piedra sobrepuesta o encima de ella (???????? ). Esto hace ver que el tipo de sepulcro no era de los excavados en el fondo horizontal de la roca y cerrada su abertura de entrada por la piedra giratoria (golel), sino que estaba, conforme al otro tipo de tumbas judías, excavada en el suelo, y a cuyo fondo se bajaba por una pequeña escalera desde la abertura hecha en la superficie del suelo y cerrada por una gran piedra superpuesta 15.
Llegado a la presencia del sepulcro, Cristo experimentó nuevamente fuerte emoción. Y dio orden de quitar (???? ), no rodar, como se dice, v.gr., del sepulcro de Cristo, la piedra que lo cerraba.
Un grupo de personas va a cumplir la orden. Pero nadie piensa en la resurrección. Lo acusa bien la intervención de Marta, al decirle que ya va a dar el hedor de la descomposición de un cadáver al cuarto día. Según el Talmud de Jerusalén, el alma permanecía tres días sobre el cadáver, y lo abandonaba al cuarto, en que comenzaba la descomposición 16. El embalsamamiento judío no lograba, como el egipcio, la incorrupción por momificación; sólo derramaba superficialmente aromas sobre el cadáver, por respeto, y para evitar algo el hedor de la putrefacción. Esto es lo que piensa Marta: que Cristo, llevado del afecto a Lázaro, quiere ver el cadáver, lo que era presenciar el tremendo espectáculo de la descomposición. Es un detalle histórico con que el evangelista, conforme a un procedimiento que usa en otras ocasiones, quiere destacar el milagro que va a tener lugar (Jua_2:6s; Jua_6:7).
Pero Cristo, consciente de su obra, le recuerda que crea en El, pues esta fe le hará ver la gloria de Dios, que aquí es el poder divino que El tiene (Jua_11:41.24-26; cf. Jua_1:14).
La piedra se retiró, y, ante la negrura del sepulcro abierto, Cristo oró al Padre elevando los ojos al cielo, como en momentos solemnes hacía (Jua_17:1), prorrumpiendo en acción de gracias, tan frecuente en El (Mat_11:25 par.), y precisamente en voz alta, por uso judío y para instrucción de los presentes.
Era la oración con que pedía y agradecía su humanidad la obra de la divinidad que iba a realizar, con un gran valor apologético para los oyentes. Por ella verían que era obra que Dios le daba a realizar (Jua_5:19s; Jua_30:36; Jua_9:3s; 10:32:Jua_14:10), y esto les haría ver que El es el Enviado.
Terminada la oración, dio su orden a la muerte con voz muy fuerte, reclamada por la solemnidad del momento (Mat_8:26 par.), y también por conveniencia psicológica humana de los presentes: para que su voz entrara sensiblemente en la profundidad de aquella caverna-tumba y llevase al muerto, con su orden, la vida.
La aparición de Lázaro en el umbral del sepulcro debió de ser escalofriante, pues salió el muerto, y salió ligados los pies y manos con vendas (??????? ), y la faz rodeada (??????????? ) en un sudario. 17
Ante Lázaro así presente, Cristo da la orden de desatarle, para que pueda caminar otra vez por la tierra.
Esta orden de Cristo hace ver que el milagro fue doble: primero, resucitar a un muerto, y luego, hacer que éste, resucitado, inmovilizado para moverse, fuese llevado por una fuerza sobrenatural para aparecer así en el umbral del sepulcro.

La resolución que se toma de dar muerte inminentemente a Cristo,Mat_11:45-57.
El evangelista ha seleccionado este milagro de Cristo, como luz y vida, para vincularlo, ante una resolución política de los dirigentes judíos, al acuerdo de matar a Cristo. Así, en el plan del evangelista, la vida pública de Cristo comienza con un milagro sobre la naturaleza, en las bodas de Cana, y termina con otro sorprendente sobre la vida. Y en ambos se explícita que eran para manifestar la gloria de Dios y de su divinidad. Viene así a quedar el cuarto evangelio estructurado, una vez más, en inclusión semítica.

45 Muchos de los judíos que habían venido a María y vieron lo que había hecho creyeron en El; 46 pero algunos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. 47 Convocaron entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión, y dijeron: ¿Qué hacemos, que este hombre hace muchos milagros? 48 Si le dejamos así todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. 49 Uno de ellos, Caifas, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada. 50 ¿No comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo, no que perezca todo el pueblo? 51 No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por el pueblo, 52 y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios que están dispersos. 53 Desde aquel día tomaron la resolución de matarle.


1) La reacción ante este hecho,Mat_11:45-46.
La reacción de los muchos judíos, pero que son precisamente, como lo indica el caso de aposición con que lo matiza, los que vinieron al duelo de esta familia, y que presenciaron el milagro de la resurrección de Lázaro, fue que creyeron en él: en su misión, en que había sido enviado por el Padre, y que era el objeto de la oración de Cristo al Padre (v.42) antes de resucitar a Lázaro.
Si el evangelista pone por referencia de la visita de duelo de estos judíos sólo a María, es probablemente a causa del importante papel que María va a tener muy pronto en la unción de Betania (Jua_12:1ss), y con lo cual se había hecho famosa en la tradición cristiana primitiva, como se ve por los sinópticos, y como ya antes lo supone el mismo evangelista (Jua_11:2).
En contraposición de éstos, algunos judíos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. ¿Quiénes son estos judíos? ¿A qué fueron a los fariseos?
Siempre ha sido un tema discutido en exégesis este versículo. Se propuso:
a) Puesto que todos los judíos que presenciaron el milagro creyeron, como lo exige la construcción de la frase, estos algunos judíos eran de los que presenciaron el milagro y fueron precisamente a los fariseos para esclarecerles. Pero si conocían su actitud, ¿podrían pensar en hacerles luz? (cf. Jua_7:45-49).
b) Aunque muchos creyeron, sin embargo, algunos de ellos fueron a los fariseos, ¿con tríalas intenciones'? ¿Por qué? ¿Por prevención para ellos mismos? También la fe incipiente (cf. Jua_2:23-25) fundada en milagros no siempre conduce a una verdadera aceptación de Jesús (B. Vawter). Resucitar a un muerto no era obra prohibida; ni se realizó en sábado. Teodoro de Mopsuestia pensó que fueron a acusarle de haber desenterrado un cuerpo, por lo que querrían acusarle de sacrilegio.
Mas lógica sería la segunda posición. En la vida de Cristo se ve que, ante sus milagros, algunos, sin negar el hecho, no creen en El (Jua_5:9ss). Pero los que niegan la fe en Cristo ante la evidencia de los milagros son precisamente los fariseos (Jua_5:10; Mat_12:22-24 par.). Acaso estos judíos que fueron con la noticia fuesen fariseos, y la llevasen para cambiar y contrastar opiniones.
c) Posiblemente la solución sea otra. La construcción de la frase no exige por necesidad que estos algunos sean precisamente de los testigos presenciales del milagro. Muchos de los judíos, los que vinieron a María y vieron lo que hizo (Cristo), creyeron en empero algunos de los mismos fueron a los fariseos.
La contraposición se hace entre muchos de los judíos, pero que son todos los que presenciaron el milagro y vinieron a María, y entre algunos de los mismos, que son los judíos. No exige, pues, la frase el que hayan sido los judíos testigos presenciales, sino simplemente judíos 18 (cf. Jua_12:9).
La noticia corrió por Jerusalén, y algunos judíos que la oyeron, fueron a llevarla a los fariseos, con el fin avieso de que interviniesen ante aquel nuevo caso que se contaba de Cristo. Si no, no hubiesen ido a los fariseos. La hubiesen corroborado ante todos. La misma frase de ir a ellos acusa, no información, sino delación. Y lo confirma la determinación que ellos tomaron ante este informe.

2) Caifas y los dirigentes judíos condenan a Cristo,Jua_11:47-53.
La reacción farisaica ante esta información tendenciosa era previsible.
Se convocó una reunión oficiosa de parte del sanedrín. Los fariseos, como enemigos mortales de Cristo ya desde el comienzo de su vida pública, y los príncipes de los sacerdotes, en su mayor parte saduceos, y, por tanto, ventajistas de la dominación romana, convocaron una reunión no oficial del sanedrín, como lo indica la ausencia, al menos literaria, de los ancianos, y al citarse el sanedrín sin artículo, que no omiten nunca cuando citan los sinópticos la reunión oficial del mismo. Era, pues, una reunión oficiosa y preliminar para ver lo que convenía hacer en vista de los prodigios que Cristo hacía. Estos se reconocen, aunque no crean en su origen divino. Como en el comienzo de su vida pública, los fariseos, seguramente, se los atribuyen al poder de Beelzebul (Mat_12:24 par.).
Pero, a causa de ellos, se plantean en aquella reunión la actuación de Cristo, no en lo que tenían sus prodigios de signos, sino egoístamente, en el sentido de su repercusión política.
De seguir así, las masas pueden reconocerle como el Rey-Mesías (Jua_6:15). Esto daría lugar a conmociones nacionalistas de independencia de Roma, y ésta actuaría entonces más opresivamente, y destruirían nuestro lugar y nuestra nación. La expresión nuestro lugar (hamaqom) es el lugar por excelencia, el templo, término con que lo expresa Jn en otro lugar (Jua_4:20; cf. 2Ma_5:19).
Se discute si las palabras por el pueblo no hayan sido pronunciadas por Caifas, puesto que apuntan a una teología de la redención (Boismard). Sin embargo, la frase de Caifas postula, como justificación, algo equivalente, aunque tengan un matiz joanneo. Se lee en escritos rabínicos: Es preferible que se dé la muerte a este hombre a que toda la comunidad sea castigada por su causa (A. Wikenhauser, o.c., p.338).
Caifas, sumo pontífice, interviene, apuntando y forzando la solución. La nación había de prevalecer; el que fuese por cualquier motivo innovador blasfemo, piadoso alucinado, patriota sincero 19 causa de su peligro, había de morir.
El evangelista, al hablar de Caifas, añade que era sumo sacerdote aquel año, expresión que repite, deliberadamente, luego en el versículo 51, y más tarde en el capítulo 18:13. Esta redacción ha dado lugar a discusiones, pues es sabido que el cargo de sumo sacerdote en Israel era, según la Ley, vitalicio; pero los romanos alteraron esta ley, dándolo por el tiempo que les parecía oportuno. El 37, Caifas fue destituido por Vitelio20. Siendo el evangelista judío, ¿por qué dice que era Caifas sumo sacerdote de aquel año? ¿Cómo iba a ignorar esto?
Se propuso, basándose en el tratado talmúdico Yoma 21, si no sería posible que el evangelista aluda a la costumbre de aquel tiempo de conferir el pontificado inmediatamente sólo por un año, terminado el cual, se necesitaba nueva confirmación o un nuevo nombramiento 22.
La solución más lógica, y la tradicional, ya propuesta desde el tiempo de Orígenes, es que el evangelista quiso señalar que Caifas era el pontífice de aquel año excepcional (Luc_3:2) 23.
Pero el evangelista destaca que Caifas no dijo esto de sí mismo, sino que, por ser pontífice de aquel año insigne y trascendental, profetizó que Jesús había de morir por el pueblo.
En la historia de Israel, en momentos especialmente importantes, se recordaban sueños o visiones proféticas (Exo_28:30; Num_28:19; 1Re_38:6, etc.). El sumo pontífice era el órgano oficial de Dios. Y Filón reconoce en los pontífices el don de profecía, sobre todo si se hacían dignos de él por su virtud 24.
Se sugiere que Jn destaca que Caifas era sumo sacerdote, por recordar la antigua asociación entre sacerdocio y profecía.
Pero no podía ser en sentido directo una verdadera profecía, pues Dios no podía mover a Caifas a pronunciar la condena de Cristo. La palabra profecía tiene un sentido amplio. Jn ve en esas palabras del sumo sacerdote un indicación providencial de la muerte de Cristo 2S.
Y Jn lo valora luego él en plenitud teológica: no sólo convenía morir por la liberación espiritual de Israel, sino para que no hubiese más que un solo rebaño y un solo pastor (Jua_10:16). Era la redención universal para lograr la total reunión del universal Israel de Dios.
Desde aquel día tomaron la resolución firme de matarle. Los numerosos conatos que hubo para ello durante su vida, y que registrarán los evangelios, encontraron su final eficaz aquí. El proceso de Cristo no será más que el expediente, aparente y jurídico, para consumar esta decisión.

3) Reacciones de Cristo y de Jerusalén,Jua_11:54-57.
54 Jesús, pues, ya no andaba en público entre los judíos; antes se fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Erren, y allí moraba con sus discípulos. 55 Estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subían del campo a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. 56 Buscaban, pues, a Jesús, y unos a otros se decían en el templo: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? 57 Pues los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes para que, si alguno supiese dónde estaba, lo indicase, a fin de prenderle.

Cristo tuvo conocimiento de esta resolución, probablemente por vía humana. Nicodemo era miembro del sanedrín (Jua_7:50) y discípulo oculto de Cristo (Jua_19:39). También el rumor popular, al que habrían trascendido las consignas, pudo ponerle en guardia de esperar su hora.
Se retiró a una ciudad llamada Efraím, próxima al desierto de Judá, morando allí con sus discípulos. Eusebio identifica esta villa, en su Onomasticon, con Efrén (1Cr_13:19), y ha sido identificada con la actual Taybeh, a 20 kilómetros al norte de Jerusalén 26. Esto le permitía, en caso de persecución judía, y antes de su hora, atravesar el desierto y establecerse en Perca. Allí estaba seguro.
El evangelista destacará varias veces la proximidad de la Pascua. Aparte del sentido histórico, quiere destacar el sentido simbólico de la Pascua de Cristo: su muerte redentora.
La proximidad de la misma hacía subir ya a muchos judíos, antes de la Pascua, para purificarse. Esto hace ver que el retiro de Cristo en Efrén no fue largo.
Conforme a la Ley (Num_9:10; 2Cr_30:17-18), había de celebrarse la Pascua en plena pureza legal (Jua_18:28). Como esta purificación exigía ritos, y el número de peregrinos que necesitaban purificarse era muy grande, de ahí el adelantarse unos días, para poder celebrar aquélla conforme a la Ley.
Entre estos muchos judíos que habían subido ya a Jerusalén había expectante inquietud. Cristo, que en otras ocasiones había hecho milagros y causado impresión en los mismos jerosolimitanos, máxime en los galileos; y como estaba propagada entre el pueblo la orden de los príncipes de los sacerdotes y de los fariseos, para que, si alguno supiese dónde estaba, lo indicase, a fin de prenderle (v.57); esto mismo, avivando el recuerdo anterior, les hizo inquietarse e interesarse por El y por su venida a la fiesta. Pero el tono no es de malevolencia, sino de simple expectación.

Historicidad del relato de la resurrección de Lázaro.
La crítica racionalista ha negado, por motivos diversos, la historicidad de este hecho. Para ella no sería más que una interpretación mítica (Straus), o un piadoso fraude (Renán), o una elaboración de la parábola de Lázaro y el epulón puesta en acción (Holtzman, Reville, Loisy), o negada por motivo de imposibilidades internas de la narración (Heit-müller). Todas estas posiciones no resisten a un análisis seriamente científico. No lo niegan por dificultades decisivas del relato, sino por su concepción apriorística de negar el sobrenatural.
Ni es él más que un caso particular de la historicidad del cuarto evangelio. De ello escribe Mollat: El autor contradiría su intento esencial (Jua_20:31) y la noción misma del Evangelio si los signos que autentizan su mensaje no fuesen más que un mito despojado de todo valor histórico. 27 Y el relato de la resurrección de Lázaro es como el culmen de los milagros signos, que él narra para probar el mensaje de Cristo (Jua_20:30-31; Jua_21:25), al tiempo que lo sitúa en la trama histórica, que explica la causa inmediata de la muerte salvadora del mismo.
Lo único que puede científicamente preguntarse acerca de este hecho es el silencio de los sinópticos sobre el mismo.
No es ello tampoco más que un caso particular del silencio de los sinópticos, y de ellos entre sí, sobre dichos y episodios y milagros de la vida de Cristo, que son reconocidos por históricos y entre los que hay resurrección de muertos (Jairo, Nahím). Como el silencio de aquéllos, tampoco el silencio de este episodio en ellos está plenamente explicado.
La razón ordinaria que se alega es el plan redaccional y los temas perspectivas de las catequesis respectivas. El hecho de la resurrección de muertos por Cristo era conocido por Mt (Jua_11:5) y Lc (Jua_7:22), y los tres sinópticos relatan la resurrección de la hija de Jairo.
Lagrange hace dos sugerencias a este propósito: ¿No podría haber parecido que la resurrección de Lázaro disminuía la impresión que debía producir en el espíritu la resurrección de Cristo?28
Pero acaso lo que más choque no es la simple omisión que hacen los sinópticos de este relato, sino la omisión que hacen de Lázaro, cuando hablan de la unción de Betania (Mt 26ss; Mar_14:3ss), lo mismo que de los nombres de María y Marta. En cambio, los nombres de estas hermanas los transmite Lc (Mar_10:38-42), aunque omitiendo el nombre de Lázaro y la alusión a su resurrección. En esto hay un misterio. ¿Por qué este silencio?
Lagrange piensa que era una razón de prudencia el silenciar esta familia en la catcquesis, a causa del odio del sanedrín (Jua_12:10). En cambio, Jn, escribiendo en una época tardía, en la que Jerusalén había sido destruida por Roma, podía descorrer aquel velo y narrar sin peligro para nadie aquella escena 29. Pero si se admite para Mt y Lc una fecha de composición sobre el año 80, el argumento pierde fuerza. Sólo queda el enfoque y fuentes distintas de los evangelistas.
Van den Bussche, escribe: ¿Por qué los sinópticos han ignorado a Lázaro? Sin duda porque concedían más interés a los milagros realizados en Galilea, y porque, en su opinión, las discusiones con los fariseos (parábola de la viña, Mar_12:1-12 y par., por ejemplo) preparan mejor a la muerte de Jesús. Históricamente (humana y farisaicamente) hablando, hubo más de una razón para la condena a muerte de Jesús.30

1 Albright, Bulletin Of The American School Of Oriental Researches (1923) 8ss; Abel, Géographie De La Palestine (1938) II P.243.266. 2 Vincent: Rev. Bib. (1914) 438ss; Abel, Géographie De La Palestine (1938) II P.266-269; Perrella, / Luoghi Santi (1936) P. 197-201. 3 Bonsirven, Textes Rabbiniques. N.1901. 4 Llghtfoot, Horae Hebraicae Et Tolmudicae In IV Evangelio H.L. 5 Sobre Su Nombre, Cf. comentario A Mat_10:3. 6 Strack-B., Kommentar. I P.649. 7 Bonsirven, Textes. N.497. 8 Gen_50:10; 1Sa_31:13; 2Sa_10:2; Jdt_16:29; Josefo, Antiq. XVI 8:4. 9 Strack-B., O.C., II P.544; Buxtorf, Synagoga Iudaica XXXV; Nowack, L

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



147 (i) Jesús espera antes de ir a ver a 1Azaro (11,1-16). Los relatos sinópticos que des(-)criben a Jesús resucitando a un muerto (Mc 5,22-23; Lc 7,11-16) se refieren todos a perso(-)nas que acaban de morir. En el relato de Láza(-)ro, en cambio, Jesús resucita a un muerto que ya ha sido enterrado en su tumba. El evangelista nos ofrece un signo de que Jesús es ver(-)daderamente el poder mismo de vida que ac(-)túa en la resurrección. Esta sección crea un lapso de tiempo entre la muerte de Lázaro y la llegada de Jesús necesario a fin de que no pue(-)da haber ninguna confusión. Lázaro no estaba en coma. Según las autoridades rabínicas, ha(-)bía transcurrido tiempo suficiente como para que el alma abandonara el cuerpo y se inicia(-)ra el proceso de putrefacción. 1. Lázaro de Be(-)tania: La manera de identificar a Lázaro pre(-)supone que el lector está familiarizado con «Marta y María». Dos hermanas, llamadas Marta y María, aparecen en Lc 10,38-42 aco(-)giendo a Jesús, el maestro que enseña en su casa. Betania: ? Geografía bíblica, 73.95. 2. María: Jn 12,1-8 identifica a María con la mu(-)jer (innominada en Mc 14,3-9) que unge a Je(-)sús antes de la pasión.
148 La presentación del personaje de Lá(-)zaro en el v. 1 debe proceder en parte de la fuente usada por el evangelista. También se atribuye a la fuente la noticia acerca de la muerte cierta o inminente de Lázaro en el v. 3. El relato original probablemente continuaba describiendo la llegada de Jesús (w. 17-18), su pregunta sobre la localización de la tumba y su marcha hacia el lugar (w. 33-34.38-39). La fal(-)ta de sintonía con los que lamentan la muerte aparece en Mc 5,38-39. El milagro concluye con el grito de Jesús y la salida de Lázaro (w. 43-44). El relato original quizás describiera también la reacción de la multitud. Juan apro(-)vecha esta reacción para explicar la decisión de las autoridades de condenar a Jesús. Algu(-)nos exegetas consideran que, si es histórica, la conversación de Jesús con una de las herma(-)nas debió de ser con María porque Jesús la co(-)nocía mejor. Sin embargo, también la tradi(-)ción lucana ha conservado una conversación entre Jesús y Marta. María es la heroína del episodio de la unción. Que el evangelista no la escoja a ella sino a Marta como interlocutora de Jesús en el episodio de Lázaro probable(-)mente refleja la existencia de una tradición bien arraigada. Otros exegetas identifican a es(-)te Lázaro con el pobre de la parábola sobre el hombre rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31). Sin embargo, los intérpretes de la parábola lu(-)cana consideran más bien que tanto el nombre de «Lázaro» aplicado al pobre, como el desa(-)rrollo del tema de la resurrección al final de la parábola (vv. 30-31), son ambos fruto de la re(-)dacción tardía de Lucas, y quizás estuvieron influenciados por la tradición que circulaba acerca de la resurrección de un tal «Lázaro» (de Betania).
149 4. tiene como finalidad manifestar la gloria de Dios: La enfermedad tiene un objeti(-)vo especial: es para manifestar «la gloria de Dios» a fin de que el Hijo sea glorificado (cf. 9,3) . El tema recuerda Jn 2,11 y apunta a la glorificación definitiva de la cruz (cf. 13,31-32; 17,1). 5. Jesús amaba: La comunidad de los discípulos cristianos está formada por los que Jesús (y el Padre) aman. Jn 15,13-15 demues(-)tra que el término «amigos» se había converti(-)do en sinónimo de «cristianos» en la comuni(-)dad joánica (también 3 Jn 15). La alusión quizás pretendiera consolar a los cristianos joánicos que se enfrentaban a la muerte a cau(-)sa de su «amistad» con Jesús (16,1-4a). 7. va(-)mos a Judea: Los discípulos objetan que la vida de Jesús corre peligro en Judea. Jesús res(-)ponde con la imagen de su venida (y de su in(-)minente partida) como la luz del mundo (cf. Jn 9,4-5). 13. Jesús hablaba de la muerte de Lá(-)zaro: El diálogo da pie a un malentendido acerca de la expresión «dormir» como metáfo(-)ra de «muerte» (cf. Mc 5,39). Jesús «se alegra» porque el incidente será ocasión para fortale(-)cer la fe de los discípulos (cf. v. 40). El diálogo concluye con una percepción parcialmente cierta por parte de los discípulos: el retorno de Jesús a Judea significará su muerte. 16. To(-)más: ? Pensamiento del NT, 81:140).
150 (ii) Jesús, la resurrección y la vida (11,17-27). 17-20. El evangelista debe haber to(-)mado de su fuente la localización geográfica de Betania, pero aprovecha el detalle para remar(-)car que muchos de los testigos procedían de Je(-)rusalén. Se establece así el vínculo narrativo con las autoridades de Jerusalén. Dado que ha(-)bían pasado ya cuatro días desde su entierro, nadie puede dudar de que Lázaro retorna real(-)mente «de entre los muertos». 21. si hubieras estado aquí: Marta expresa la expectativa de la multitud. El que se ha hecho famoso a causa de sus milagros debería haber sido capaz de curar a Lázaro (cf. cc 32.37). La confesión de fe de Marta reconoce de forma implícita que el poder de Jesús procede de Dios. Así, Marta se distingue de las multitudes que quedan mara(-)villadas por las obras de Jesús y polemizan acerca de su identidad. 23. tu hermano resuci(-)tará: La respuesta de Marta es una afirmación de fe en la resurrección escatológica de los muertos (p.ej., 5,28-29; cf. la confesión escato(-)lógica en 4,25). 25-26. Tras la confesión, Jesús añrma «Yo Soy». Los w. 25b-26b identifican la «resurrección y la vida» con el don de la vida prometido a los que creen, usando una expre(-)sión joánica característica (cf. 1,4; 3,15.16.36; 5,24.26; 6,27.40.47; 10,10.28). El término «resu(-)rrección» (anastasis) aparece solamente aquí y en 5,29 en relación con la resurrección fu(-)tura. Exceptuando 20,9, el vb. correspondiente anistémi aparece solamente en las afirmacio(-)nes que se refieren al «último día» (5,29; 6,39.40.44.54). Así, la expresión «resurrección y vida» vincula un término tradicional, «resu(-)rrección», con el epíteto joánico por excelencia aplicado a Jesús, «vida». 27. tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mun(-)do: Estas palabras no se refieren a la revelación que Jesús acaba de hacer sino a tres afirmacio(-)nes cristológicas básicas del cuarto evangelio.
151 (iii) Jesús amaba a Lázaro (11,28-37). El evangelista crea una segunda escena en la cual es María quien se acerca a Jesús. María repite el comentario inicial de Marta e intro(-)duce así la demostración de una emoción pro(-)funda por parte de Jesús (w. 33b.35). El vb. embrimasthai (v. 33b) hace referencia a una reacción de enfado. Quizás deriva de una des(-)cripción de la reacción de Jesús ante los que se lamentaban de la muerte de Lázaro, presente en la fuente usada por el evangelista (v. 36). El evangelista interpreta el enfado como una emoción interior profunda. Incluso la multi(-)tud es capaz de reconocer gracias a esta reac(-)ción que Jesús «amaba» a Lázaro (v. 36).
152 (iv) Jesús resucita a Lázaro (11,38-44). 39. tiene que oler muy mal: La orden de Jesús ofrece una última oportunidad de recordar al lector el tiempo que hace que Lázaro ha sido enterrado. 40. si tienes fe: Solamente los discí(-)pulos han sido advertidos de que la muerte de Lázaro es para «manifestar la gloria de Dios» (v. 4). Mc 5,36 presenta una interjeción similar dirigida a Jairo. 41b-42. Los gestos de plegaria por parte de Jesús son siempre expresión de su relación con el Padre. El lector sabe ya que el Padre ha dado «vida» a Jesús. El evangelista deja claro que el gesto de Jesús va dirigido a instruir a la multitud. Las palabras de Jesús re(-)cuerdan al lector la afirmación de Marta según la cual Dios concede a Jesús todo lo que éste le pide (v. 22) y Jesús realiza en todo momento la voluntad del Padre. 43-44. Tras la interpreta(-)ción de su significado, la descripción del mila(-)gro se lleva a cabo con brevedad, simplemente para dejar constancia de que realmente ocu(-)rrió. 43. exclamó con voz potente: Los hechos recuerdan 5,28-29; llega la hora en que los muertos de las tumbas (como Lázaro) oirán su voz y saldrán fuera; y los que hayan obrado el bien resucitarán para la vida eterna. Así, el lector puede interpretar este episodio como el cumplimiento de las palabras de Jesús.

153 (B) LOS LÍDERES JUDÍOS CONDENAN A MUERTE A JESÚS (11,45-53). Según el evangelio, este último «signo» conduce al aumento extra(-)ordinario de la fe en Jesús que se expresará en la entrada en Jerusalén (cf. 11,56; 12,9.12.17-19). Jerusalén es para el evangelista el lugar desde donde las autoridades ejercen su control sobre el pueblo. De Jerusalén partió la comi(-)sión que fue a interrogar a JBau (1,19.24) y a investigar los milagros de Jesús (5,10.15; 9,13; 11, 46). Hemos visto ya que la mayoría de los exegetas consideran improbable que la resu(-)rrección de Lázaro fuera la causa histórica de la muerte de Jesús. El ataque al Templo des(-)crito en el episodio de la expulsión de los mer(-)caderes es una causa mucho más plausible. Sin embargo, en el cuarto evangelio la «ver(-)dad» no se encuentra nunca en el nivel de la significación literal. El evangelista ha expues(-)to reiteradamente la tesis de que las «buenas obras» que Jesús realiza en nombre de su Pa(-)dre, principalmente dar vida, son también fuente de hostilidad hacia él. Jn 7,45-52 des(-)cribe una asamblea de «fariseos y grandes sacerdotes» que declaran a Jesús blasfemo.
154 49. Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año: No queda claro si el evangelista es(-)tá confundido y cree erróneamente que el su(-)mo sacerdote era elegido cada año, o bien nos ofrece simplemente una referencia temporal indicando que Caifás era sumo sacerdote «en aquel año». Jn 18,13 sugiere que Anás, suegro de Caifás, era también sumo sacerdote. El car(-)go de sumo sacerdote estaba controlado por las familias aristocráticas de Jerusalén y su du(-)ración dependía del favor de los romanos (? Historia, 75: antes de 156). Caifás era sumo sacerdote desde el año 18 d.C. y su mandato se prolongó hasta poco después de la caída de Pi(-)lato en el año 36 d.C. Aunque el evangelista quizás no tenga claros los detalles, el hecho de introducir la preocupación por la reacción de los romanos ante un líder popular con Jesús durante una reunión de los representantes de la aristrocracia sacerdotal de Jerusalén es alta(-)mente apropiado desde el punto de vista histó(-)rico. El juicio ante Pilato proporcionará a Je(-)sús la oportunidad de distinguir su reinado del de los reyes de la tierra. Las palabras de Caifás representan el clímax de la ironía joánica. 50. es preferible: A saber, que Jesús «muera por el pueblo»; el lector joánico sabe, sin embargo, que esta muerte no evitará la destrucción «del lugar» (= el Templo) por los romanos. Esa tra(-)gedia fue provocada por los líderes judíos que organizaron la revuelta contra Roma durante los años 66-70 d.C. Los primeros cristianos in(-)terpretaron la destrucción de Jerusalén como castigo por no haber aceptado a Jesús como Mesías (cf. Lc 13,34-35; 19,41-44; Mc 12,9-11).
155 51. anunció bajo la inspiración de Dios que Jesús iba a morir por toda la nación: El evangelista deja claro que la afirmación de Caifás es fruto de una inspiración profética asociada al cargo de sumo sacerdote (cf. Flavio Josefo, Bell. 1.2.8 § 68; Ant. 13.10.7 § 299). Muestra que la muerte de Jesús «por el pue(-)blo», expresión asociada al carácter sacrificial de la muerte de Jesús, no debe aplicarse sola(-)mente a la nación judía. Jesús muere a fin de que todos los «hijos de Dios» puedan reunirse para formar un solo pueblo (cf. 1 Jn 2,2, Jesús muere «por el mundo»), 53. El episodio con(-)cluye con la proclamación de una sentencia de muerte contra Jesús que el lector, en base a 7,51, sabe que es ilegal. La trama urdida con(-)tra Jesús ha alcanzado su objetivo.
156 (C) JESÚS SE RETIRA (11,54-57). Aunque el texto no especifica de qué manera se hizo pública la decisión de las autoridades, se da por supuesto que es la causa de que Jesús se re(-)tire al pueblo de Efraín (la actual et-Taiyibeh, a 20 km de Jerusalén en dirección noroeste), un día de camino. 55-56. Ahora que se aproxima la fiesta de Pascua, la multitud empieza a pre(-)guntarse, tal como lo hizo antes de la fiesta de los Tabernáculos (7,11-13), si Jesús acudirá o no a Jerusalén. 57. habían dado órdenes: Las autoridades ordenan que les sea comunicado el paradero de Jesús a fin de arrestarlo.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Por lo cual no se mostraba ya Jesús en público entre los judíos, sino que se retiró a un territorio cerca del desierto, a una ciudad llamada Efraím; y allí moraba con sus discípulos. Y estaba ya cerca la Pascua de los judíos; y muchos de aquella tierra subieron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Y buscaban a Jesús, y se decían unos a otros estando en el templo: "¿Qué os parece de que no haya venido a la fiesta?" Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado mandamiento, que si alguno sabía en dónde estaba, lo manifestara para prenderle. (vv. 54-56)

Orígenes, In Ioannem tom.,28
Después que los escribas y fariseos se juntaron para condenar a muerte a Jesús, El, teniendo más cautela, no conversaba ya con los judíos con tanta confianza. Y se retiró, no a una ciudad popular, sino a una que estaba lejos y apartada. "Por lo cual no se mostraba ya Jesús en público entre los judíos", etc.

San Agustín, in Ioannem tract., 49.
No por defecto de su poder (el que, si hubiera querido, le habría permitido hablar en público con los judíos y no le habrían hecho nada); mas El dejó este ejemplo a sus discípulos, para enseñarles que no hay pecado en que sus fieles se aparten de las miradas de los perseguidores y, ocultándose, prefieran evitar el furor de los malvados, que sería más terrible manifestándose en público.

Orígenes, ut supra
Porque no es digno de censura para el que confiesa a Jesucristo el no evitar confusión en el momento del combate, y no rehusar la muerte por defender la verdad. Es asimismo prudente no dar ocasión exponiéndose a una prueba tan grande, no solamente por la incertidumbre del éxito de parte nuestra, sino también para no dar ocasión a los otros para que hagan mayor su impiedad y su perversidad. Porque si el que da ocasión de pecado, no se librará del castigo merecido, ¿qué castigo no merecerá aquel que no evita el pecado del perseguidor? El Señor no se fue solo. Antes bien, para no dar ocasión alguna a los que lo perseguían, llevó consigo a sus discípulos. "Y allí moraba con sus discípulos".

Crisóstomo In Ioannem hom., 64.¿Qué impresión piensas que debió ser la de los discípulos, viéndolo humanamente salvado, es decir, viéndolo buscar como hombre un asilo que lo oculte y lo ponga a salvo de las manos de sus perseguidores? Mientras que todos se regocijan y celebran fiesta, ellos se ocultan y corren graves peligros; sin embargo, permanecen con El, conforme a aquellas palabras (Luc_22:28): "Vosotros sois los que permanecisteis conmigo en mis tentaciones".

Orígenes, ut supra
Místicamente hablando, debemos decir que Jesús andaba confiadamente en medio de los judíos, cuando el Verbo divino estaba entre ellos por la profecía. Mas apenas marchó de allí y el Verbo de Dios no estuvo más con los judíos "se retiró a un territorio cerca del desierto" (Isa_54:1). Los hijos de la mujer desierta, esto es, abandonada, son más numerosos que los de la desposada. Esta ciudad se llama Ephrem, que quiere decir fertilidad. 1 Effraim fue hermano de Manasés, del antiguo pueblo entregado al olvido. Después que este pueblo fue relegado al olvido y abandonado, fue cuando surgió la abundancia de en medio de los gentiles. El Señor, abandonando a los judíos, vino a esta tierra del universo, a la Iglesia casi desierta, y cuyo nombre significa ciudad fecunda, y en ella permanece hasta ahora con sus discípulos.

San Agustín, in Ioannem tract., 50.
Aquel que había bajado del cielo para sufrir, quiso acercarse al lugar de su pasión porque la hora de su muerte estaba cercana. Por eso el evangelista añade: "Y estaba ya cerca la Pascua", etc. Los judíos celebraban la Pascua en las tinieblas, nosotros en la luz. Con la sangre de su cordero se señalaron los umbrales de las casas de los judíos; nuestras frentes se señalan con la sangre de Cristo. Los judíos quisieron ensangrentar esta fiesta con la sangre del Salvador. En este mismo día de fiesta fue sacrificado el Cordero que consagró el mismo día con su propia sangre. La ley de los judíos mandaba que en el día de fiesta en que se celebraba la Pascua se reunieran de todas partes y se santificaran con la celebración de aquel día: "Y muchos de aquella tierra subieron a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse".

Teofilacto
Vinieron a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse, porque todos aquellos que habían pecado, ya voluntariamente, ya contra su voluntad, 2 no celebraban la Pascua sin expiar antes, según costumbre, por medio de abluciones, ayunos, cortarse el cabello, y además haciendo algunas ofrendas determinadas a este fin. En el tiempo, pues, en que éstos celebraban la expiación, fue cuando tendían asechanzas al Señor: "Y buscaban a Jesús, y se decían unos a otros estando en el templo: ¿qué os parece de que no haya venido a la fiesta?"

Crisóstomo, ut supra
Le ponían asechanzas y celebraban el día de la fiesta y el de la inmolación.

Orígenes, ut supra
Y por eso no dijo la Pascua del Señor, sino de los judíos, porque en ella el Salvador sufría asechanzas.

Alcuino
Ellos no buscaban al Señor por una causa justa, pero nosotros lo buscamos estando en el templo, consolándonos mutuamente, exhortándonos y pidiendo que venga a nuestro día de fiesta y nos santifique con su presencia.

Teofilacto
Si estas cosas hubieran sido obra exclusivamente de las turbas, podría creerse que su pasión era resultado de la ignorancia. Pero los fariseos mismos dan la orden de que sea preso: "Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado mandamiento, que si alguno sabía en dónde estaba, lo manifestase para prenderle".

Orígenes, ut supra
Y notad que ellos ignoraban dónde está, porque se ha dicho que El se había retirado. Podrá decirse que los que tendían lazos a Jesús ignoraban dónde estaría y que dieron otros preceptos que los divinos, enseñando las ciencias y los mandatos de los hombres.

San Agustín, ut supra
Pero nosotros enseñamos a los judíos dónde está Jesús. ¡Ojalá quieran oírlo y apoderarse de El! Vengan a la Iglesia, oigan dónde está Cristo y aprehéndanlo.

Notas
1. La raíz del nombre parece ser el verbo hebreo que significa ser fructífero o fértil. El territorio que ocupó la tribu de Efraím era de los más fértiles de Palestina.
2. Por haber "pecado contra su voluntad" ha de entenderse haber incurrido involuntariamente en mancha ritual, y no haber pecado propiamente. El pecado incluye el carácter voluntario. La Bula Ex omnibus affictionibus (1567) de San Pío V, condenó el error de Bayo, que afirmaba que "lo voluntario no pertenece a la esencia y definición de pecado".


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XI.

1 Christ raiseth Lazarus, foure dayes buried. 45 Many Iewes beleeue. 47 The high Priests and Pharisees gather a counsel against Christ. 49 Caiaphas prophecieth. 54 Iesus hid himselfe. 55 At the Passeouer they enquire after him, and lay wait for him.
1 Now a certaine man was sicke, named Lazarus of Bethanie, the towne of Mary, and her sister Martha.
2 ( [ Matt,26.7.] It was that Mary which anoynted the Lord with oyntment, and wiped his feete with her haire, whose brother Lazarus was sicke.)
3 Therefore his sister sent vnto him, saying, Lord, behold, hee whom thou louest, is sicke.
4 When Iesus heard that, hee said, This sicknesse is not vnto death, but for the glory of God, that the Sonne of God might be glorified thereby.
5 Now Iesus loued Martha, and her sister, and Lazarus.
6 When he had heard therefore that he was sicke, he abode two dayes still in the same place where he was.
7 Then after that, saith hee to his disciples, Let vs go into Iudea againe.
8 His disciples say vnto him, Master, the Iewes of late sought to stone thee, and goest thou thither againe?
9 Iesus answered, Are there not twelue houres in the day? If any man walke in the day, he stumbleth not, because he seeth the light of this world.
10 But if a man walke in the night,

[Lazarus dieth, and is raised to life.]

hee stumbleth, because there is no light in him.
11 These things said hee, and after that, hee saith vnto them, Our friend Lazarus sleepeth, but I goe, that I may awake him out of sleepe.
12 Then said his disciples, Lord, if he sleepe, he shall doe well.
13 Howbeit Iesus spake of his death: but they thought that hee had spoken of taking of rest in sleepe.
14 Then saide Iesus vnto them plainly, Lazarus is dead:
15 And I am glad for your sakes, that I was not there (to the intent yee may beleeue:) Neuerthelesse, let vs goe vnto him.
16 Then said Thomas, which is called Didymus, vnto his fellow disciples, Let vs also goe, that we may die with him.
17 Then when Iesus came, hee found that hee had lien in the graue foure dayes already.
18 (Now Bethanie was nigh vnto Hierusalem, [ That is, about two mile.] about fifteene furlongs off:)
19 And many of the Iewes came to Martha, and Mary, to comfort them concerning their brother.
20 Then Martha, as soone as shee heard that Iesus was comming, went and met him: but Mary sate still in the house.
21 Then saide Martha vnto Iesus, Lord, if thou hadst bene here, my brother had not died.
22 But I know, that euen now, whatsoeuer thou wilt aske of God, God will giue it thee.
23 Iesus saith vnto her, Thy brother shall rise againe.
24 Martha sayeth vnto him, [ Luk_14:14 ; Joh_5:29 .] I know that he shall rise againe in the resurrection at the last day.
25 Iesus said vnto her, I am the resurrection, and the [ Joh_6:35 .] life: hee that beleeueth in me, though he were dead, yet shall he liue.
26 And whosoeuer liueth, and beleeueth in mee, shall neuer die. Beleeuest thou this?
27 She saith vnto him, Yea Lord, I beleeue that thou art the Christ the Sonne of God, which should come into the world.
28 And when shee had so said, shee went her way, and called Mary her sister secretly, saying, The Master

[Iesus weepeth.]

is come, and calleth for thee.
29 Assoone as she heard that, she arose quickely, and came vnto him.
30 Now Iesus was not yet come into the towne, but was in that place where Martha met him.
31 The Iewes then which were with her in the house, and comforted her, when they saw Mary that she rose vp hastily, and went out, followed her, saying, Shee goeth vnto the graue, to weepe there.
32 Then when Mary was come where Iesus was, and saw him, shee fell downe at his feete, saying vnto him, Lord, if thou hadst beene here, my brother had not dyed.
33 When Iesus therefore sawe her weeping, and the Iewes also weeping which came with her, hee groned in the Spirit, and [ Greek: Hee troubled himselfe.] was troubled,
34 And said, Where haue ye laid him? They say vnto him, Lord, come, & see.
35 Iesus wept.
36 Then said the Iewes, Behold, how he loued him.
37 And some of them said, Could not this man, [ Joh_9:6 .] which opened the eyes of the blinde, haue caused that euen this man should not haue died?
38 Iesus therefore againe groning in himselfe, commeth to the graue. It was a caue, and a stone lay vpon it.
39 Iesus said, Take yee away the stone. Martha, the sister of him that was dead, sayth vnto him, Lord, by this time he stinketh: for he hath beene dead foure dayes.
40 Iesus saith vnto her, Said I not vnto thee, that if thou wouldst beleeue, thou shouldest see the glory of God?
41 Then they tooke away the stone from the place where the dead was laid. And Iesus lift vp his eyes, and said, Father, I thanke thee, that thou hast heard me.
42 And I knewe that thou hearest me alwayes: but because of the people which stand by, I said it, that they may beleeue that thou hast sent me.
43 And when hee thus had spoken, he cryed with a loude voice, Lazarus, come foorth.
44 And he that was dead, came forth, bound hand & foot with graue-clothes: and his face was bound about with a napkin. Iesus saith vnto them, Loose him, and let him goe.
45 Then many of the Iewes which

[Caiaphas prophecie.]

came to Mary, and had seene the things which Iesus did, beleeued on him.
46 But some of them went their wayes to the Pharises, and tolde them what things Iesus had done.
47 Then gathered ye chiefe Priests and the Pharises a councell, and said, What doe wee? for this man doeth many miracles.
48 If we let him thus alone, all men will beleeue on him, and the Romanes shall come, and take away both our place and nation.
49 And one of them named Caiaphas, being the high Priest that same yeere, said vnto them, Ye know nothing at all,
50 [ Joh_18:14 .] Nor consider that it is expedient for vs, that one man should die for the people, and that the whole nation perish not.
51 And this spake he not of himselfe: but being high Priest that yeere, he prophecied that Iesus should die for that nation:
52 And not for that nation only, but that also hee should gather together in one, the children of God that were scattered abroad.
53 Then from that day foorth, they tooke counsell together for to put him to death.
54 Iesus therefore walked no more openly among the Iewes: but went thence vnto a countrey neere to the wildernesse, into a city called Ephraim, and there continued with his disciples.
55 And the Iewes Passeouer was nigh at hand, and many went out of the countrey vp to Hierusalem before the Passeouer to purifie themselues.
56 Then sought they for Iesus, and spake among themselues, as they stood in the Temple, What thinke ye, that he will not come to the feast?
57 Now both the chiefe Priests and the Pharises had giuen a commandement, that if any man knew where hee were, he should shew it, that they might take him.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Los resultados del milagro

Juan presenta varias diferentes reacciones a esa señal. Algunos creyeron (45); otros informaron del hecho a las autoridades (46); los fariseos discutieron el tema en el Sanedrín y decidieron complotarse para matar a Jesús (47-53); mientras que el mismo Jesús se retiró a la región que está junto al desierto (54). Aun una señal tan notable como ésta no convencería a quienes estaban decididos a no creer. La decisión del Sanedrín se centró en las señales milagrosas. No cuestionaban si Jesús las estaba realizando o no; su temor era que todos (o sea excepto ellos) creerían en Jesús. La pregunta ¿qué hacemos? (47) era retórica; ante ella la respuesta era nada. Pero el temor más profundo era de los romanos (48). Su concepto sobre el pueblo que creyera en Jesús estaba dominado por consideraciones políticas. El lugar podía ser el templo o la ciudad y la nación se mencionó para referirse a la administración, parte de la cual estaba todavía en manos judías. Juan atribuye gran importancia al hecho de que Caifás era sumo sacerdote ese año, ya que lo menciona dos veces (49, 51). Esto se debe al significado de haber declarado lo que consta en el v. 50. Que era mejor que muriera un hombre y no que pereciera toda la nación pareciera ser un consejo prudente, pero Juan lo ve como un principio de que un hombre podría ser un sustituto por el pueblo, lo que es fundamental para la doctrina de la expiación en el NT. Es aun más notable porque fue dicho por la autoridad religiosa que ayudó a que se concretara. El comentario de Juan (51) muestra que él entendía que la declaración tenía implicaciones más allá de la limitada comprensión de Caifás, porque el principio habría de tener consecuencias universales. Juan ve el propósito unificador de la muerte de Cristo en reunir a los hijos de Dios, palabra usada aquí para todos los que creerían en Jesús (52).

El marco para el complot de los judíos era la actividad previa a la Pascua, que consistía en los ritos de purificación. Habían corrido informes sobre las señales de Jesús y la maquinación farisea. Inevitablemente, se especulaba sobre los movimientos de Jesús. Juan menciona el plan oficial para matar a Jesús para establecer la escena del ungimiento y la entrada a Jerusalén.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Resucita a Lázaro. Ante el retraso de la parusía y la segunda venida de Jesús, la pregunta que muchos creyentes se hacían era ésta: ¿Qué sucederá a los que mueren antes de tales acontecimientos? Juan responde que para el que es amigo de Jesús, la muerte no presenta problema alguno. La historia de Lázaro es prueba de ello. La enfermedad de Lázaro, como la ceguera del ciego, mira al futuro; es para revelar la gloria de Dios. Jesús retrasa su ida dos días para demostrar claramente que es fuente de vida; los judíos pensaban que al cuarto día de la muerte de una persona no había esperanza de resurrección (39). Para el cristiano, la muerte física es como un sueño del cual Jesús lo va a despertar un día. Tomás anima a los demás discípulos para que estén dispuestos a morir -y a resucitar- con Jesús. Las dos hermanas, Marta y María, al encontrarse con el Maestro, dicen: «Si hubieras estado aquí...» (21.32). Jesús se pone al nivel de cada hermana y las acompaña en sus sentimientos. Marta hace una profesión de fe en Jesús que en los sinópticos está reservada a Pedro (27). Jesús llora y se estremece, sintiendo una agonía ante la muerte del amigo y el dolor de los suyos. Marta expresa sus dudas hasta el último momento, pero Jesús le anuncia que la fe tiene como premio el ver la gloria de Dios, el experimentar personalmente cómo Dios ayuda y salva. Jesús ora públicamente para dar ejemplo a sus seguidores de cómo deberán obrar. Lázaro resucita; los judíos responden con planes de muerte para el que da vida. Caifás, el sumo sacerdote de aquel año tan importante, profetiza que la muerte de Jesús será la salvación del pueblo judío y de todos los hijos de Dios.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Jesús aparece de nuevo como signo de contradicción. Unos creen y otros le denuncian. Las palabras de Caifás, cuyo doble sentido señala Juan, se refieren a la fundación del nuevo Israel, la Iglesia mediante la muerte de Cristo en la cruz. De esta manera uno de los últimos pontífices de la Antigua Alianza profetiza la investidura del Sumo Sacerdote de la Nueva, sellada con su propia Sangre.

Cuando San Juan afirma que Cristo iba a morir «para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos», (v. 52), se refiere a lo que el Señor había dicho acerca de los efectos salvíficos de su muerte (cfr 10,16). Ya los profetas habían anunciado la futura congregación de los israelitas fieles a Dios para formar el nuevo Pueblo de Israel (cfr Is 43,5; Jr 23,35; Ez 34,23; 37,21-24). Estos vaticinios se cumplieron con la muerte de Cristo que, al ser exaltado en la cruz, atrae y reúne al verdadero Pueblo de Dios, formado por todos los creyentes, sean o no israelitas (cfr 12,32). «Todos los hombres están invitados al nuevo Pueblo de Dios. Por eso este Pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos. Para ello, en efecto, envió Dios a su Hijo, a quien nombró heredero de todo, para que sea Maestro, Rey y Sacerdote de todos, Cabeza del pueblo nuevo y universal de los hijos de Dios» (C. Vat. II, Lum gent.

13).

La referencia a la Pascua (vv. 55-57) sirve para preparar los acontecimientos que se narran a continuación y subrayan que Cristo es la verdadera y definitiva Pascua.


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



9-10. Ver nota 9. 4.

44. Esta forma de sepultar era corriente entre los judíos.

48. "Lugar santo" puede significar el Templo, que era el Lugar santo por excelencia, o bien Jerusalén, o también toda la Palestina.

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I μετ ἀλλήλων I] unos a otros

[I οὐ μὴ I] de ningún modo.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 11.1 Lc 10.38-39.

[2] 11.2 Cf. Jn 12.3.

[3] 11.8 Jn 8.59; 10.31.

[4] 11.24 Cf. Is 26.19; Dn 12.1-3; 2 Mac 7.14,23; 12.43-45.

Torres Amat (1825)



[16] Dídimoo Gemelo.