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Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.» (Juan  21, 19) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 21

CAPITULO APéNDICE: APARICIÓN DEL RESUCITADO JUNTO AL LAGO DE GENESARET (Jn/21/01-25)

Todos los manuscritos que han llegado a nosotros contienen esta perícopa, por lo cual ha debido figurar en el evangelio de Juan en la forma que nos es conocida, desde los comienzos de su transmisión. Este apéndice joánico debió incorporarse al cuarto evangelio muy pronto, ya antes incluso de su difusión. Pues, no cabe duda alguna de que Joh_20:30s constituye la conclusión originaria de este evangelio. Después de ella ya no se espera nada más. Incluso la «conclusión segunda» (Joh_21:25) presenta una orientación distinta. Ya no es un resumen del contenido del evangelio, sino un floreo retórico bastante común, cuando afirma que, de querer describir los hechos todos de Jesús, en el mundo entero no cabrían los libros. Como se ve, esto no es más que un débil calco de conclusión primera. Con el capítulo apéndice enlaza toda una serie de cuestiones, que se refieren principalmente al origen y al autor del evangelio de Juan. ¿Quién redactó y agregó este capítulo apéndice: el propio evangelista u otra persona? ¿Se identifica o no el evangelista con el discípulo «a quien Jesús amaba»? Si ese discípulo amado se identifica a su vez con un Juan, ¿quién era este Juan?, ¿un apóstol del círculo de los doce («el hijo de Zebedeo»), otro discípulo de Jesús o un personaje diferente que no conocemos con más detalle?. Para lograr aquí ideas claras, hay que distinguir exactamente dos cuestiones, que tienen entre sí una independencia relativa: primera, la del problema literario en conexión con la cuestión del autor; ¿procede el capítulo apéndice del mismo autor que el evangelio, quienquiera los haya escrito? Segunda cuestión: el problema del discípulo amado. Hay que anotar ante todo que la solución del primer problema no aporta demasiado a la del segundo. Este ha de estudiarse aparte. De ahí que en la combinación de ambos problemas sean posibles muy distintos puntos de vista.

Al problema primero: ¿se debe el capítulo apéndice a la misma mano que el cuarto evangelio?, hemos de decir que hoy un gran número de exegetas es del parecer que el capítulo 21 no procede del mismo autor (o redactor) que el cuarto evangelio (c. 1-20). Una objeción capital a la identidad de autor radica en que, de ser así, el mismo autor habría cambiado la conclusión primera. A ello se suman las grandes diferencias relativas al lugar de las apariciones pascuales: en el c. 20 sería Jerusalén, en el c. 21, Galilea. Además el autor del apéndice se muestra realmente distante al escribir de personas y sucesos que ya habían aparecido en el evangelio. De lo cual parece desprenderse que el autor del apéndice ha conocido todo el evangelio de Juan, pero que se mantiene respecto del mismo en una relación externa. Hay, pues, toda una serie de razones para pensar que el evangelista de los c. 1-20 y el autor del apéndice (c. 21) son dos personas distintas. El problema segundo lo discutiremos más adelante.

La división del capítulo 21 es bastante clara. Contiene tres secciones: a) la aparición pascual (v. 1-14); b) Simón Pedro (v. 15-19); c) el discípulo amado (v. 20-24), y la segunda conclusión (v. 25).

En las tres secciones se utilizan evidentemente tradiciones de distinta procedencia. La observación de Schlatter «La nueva sección tiene su objeto en la llamada de los dos discípulos Pedro y Juan» contiene un detalle acertado, por cuanto que en esta composición se exponen, sobre todo, unas reflexiones sobre las relaciones de Pedro y del discípulo amado. El hecho de tales reflexiones, que desde luego suponen la muerte de ambos discípulos y que se apoyan en las informaciones relativas a la misma, indica que este texto nos sitúa ya en una época relativamente tardía del cristianismo primitivo, en que se meditaba sobre la tradición apostólica y sus circunstancias. Es la época en que se empieza a legitimar una tradición propia conectándola con un personaje más o menos conocido; procedimiento que se sirve frecuentemente de la pseudonimia (cf. asimismo las cartas deutero-paulinas, las cartas pastorales, la primera y segunda de Pedro). En este aspecto el capítulo apéndice dice también algo sobre la cuestión del autor, y más en concreto, sobre cuál era la concepción del autor del c. 21 sobre este tema.

a) La aparición pascual en Galilea (Jn/21/01-14)

1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberíades. Y se manifestó así. 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le dicen los otros: «También nosotros vamos contigo.» Salieron, pues, y subieron a la barca; pero aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando estaba ya amaneciendo, se presentó Jesús en la orilla; los discípulos, sin embargo, no se daban cuenta de que era Jesús. 5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?» Ellos le respondieron: «No.» 6 Entonces les dijo: «Echad la red a la parte derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 7 El discípulo aquel a quien amaba Jesús dice entonces a Pedro: «¡Es el Señor!» Al oír Simón Pedro: «Es el Señor», se ciñó la túnica exterior, pues estaba desnudo, y se echó al agua. 8 Los otros discípulos llegaron en la barca -pues no estaban distantes de la tierra sino unos doscientos codos- arrastrando la red con los peces. 9 Cuando descendieron a tierra, ven puestas unas brasas y un pescado encima de ellas, y pan. 10 Díceles Jesús. «Traed algunos peces de los que acabáis de pescar.» 11 Simón Pedro subió a la barca, sacó a tierra la red, llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; con ser tantos, no se rompió la red. 12 Díceles Jesús: «Venid y almorzad.» Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Tú, quién eres?», porque bien sabían que era el Señor. 13 Va Jesús y toma el pan y se lo da, y de la misma manera, el pescado. 14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitado de entre los muertos.

Lo primero que relata el capítulo apéndice es otra aparición pascual, y ahora en Galilea: «Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberíades. Y se manifestó así...» (v. 1). A esto alude asimismo la observación final de que «ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitado de entre los muertos» (v. 14). Las dos observaciones que enmarcan el cuadro se deben al autor del apéndice, que ha acomodado su escrito al documento preexistente. Esto lo ha conseguido ciertamente sólo de un modo muy superficial; las contradicciones internas apenas han desaparecido con eso. Lo cual vale sobre todo para la misma aparición pascual, que según su relato tuvo lugar junto al lago de Galilea, mientras que el c. 20 concentra todas las apariciones en Jerusalén. Ello reviste tanta mayor importancia cuando que 21,1-14 representa de hecho una tradición más antigua de los relatos pascuales, olvidada o postergada a propósito. Además, tampoco se hace ninguna otra tentativa por explicar la permanencia de los discípulos en Galilea; el Evangelio de Juan no dice ni una palabra sobre la huida de los discípulos, en la línea en que lo hace Marcos. Que así se suponga simplemente como un hecho conocido, es indicio de una tradición más antigua que no está lejos de la tradición de Marcos y Mateo. Cómo se llegó en el entorno del cuarto evangelista a esa tradición, ya no podemos saberlo, aunque quizás no vaya errada la sospecha de que Juan en el c. 20 ha dejado intencionadamente de lado otras tradiciones que conocía. Con esta peculiar tradición galilaica enlazan muchas otras tradiciones y motivos. Ante todo la tradición de la pesca abundante (cf. Luk_5:1-11), aunque también la de Mar_1:16-20 con la llamada de los primeros discípulos. Es probable que la tradición más antigua de este relato consistiese en una historia vocacional, como la encontramos bajo la expresión más simple en Mar_1:16-20. Aquí se describe cómo Jesús llamó en su seguimiento a los hermanos Simón (Pedro) y Andrés, al igual que a los hijos de Zebedeo con estas palabras: «Seguidme y os haré pescadores de hombres» (Mar_1:17). A partir de la metáfora pescadores de hombres puede haberse desarrollado la tradición de la pesca abundante, que en Lucas concluye con estas palabras: «Jesús dijo a Simón: "No tengas miedo; desde ahora serás pescador de hombres»» (Luk_5:10). También en otros pasajes son dignos de notarse los contactos entre la tradición joánica y la lucana, de forma que por ese camino la historia vocacional pudo haber sido conocida en el círculo de la tradición joánica. La conexión entre esa historia vocacional y la aparición de pascua es ciertamente secundaria.

Otro motivo es la conexión de pan y peces (v. 9), que recuerda la multiplicación milagrosa de los panes 171. Posiblemente se trata, sin embargo, del motivo de la aparición pascual en el marco de una comida (cf. también Luk_24:41). El autor ha recogido entre sí fragmentos tradicionales de muy diversa procedencia, rellenándolos después con motivos de la tradición joánica.

La historia viene introducida como un relato de aparición pascual, y desde luego que como perteneciente a la tradición de las apariciones pascuales en Galilea. El versículo 2 menciona a todo un grupo de discípulos, cuyos nombres son en parte conocidos por el evangelio de Juan: Simón Pedro, Tomás apellidado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea (cf. Joh_1:45-50); a los que se suman los dos hijos de Zebedeo, que fuera de aquí no aparecen en el cuarto evangelio, y otros dos discípulos innominados. El relato no sólo da por supuesta a todas luces la huida de los discípulos a Galilea después del viernes santo, sino que además da por hecho que ambos discípulos, Pedro y el discípulo amado, volvieron después de esa fecha a su antiguo oficio de pescadores. Pues, eso es desde luego lo que indica el anuncio de Pedro: «Voy a pescar.» Los otros discípulos le acompañan. El motivo del fracaso (cf. Luk_5:5) prepara la pesca abundante. De buena mañana Jesús está en la orilla, pero no le reconocen de inmediato. El relato pascual trabaja en este pasaje, como el relato de Emaús (Luk_24:25s), con el motivo del encuentro con un extraño.

El versículo 5 introduce la pesca milagrosa con la pregunta de Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis algo que comer?» Como los discípulos responden que no, Jesús les da la orden de echar la red «a la parte derecha de la barca», lo que probablemente tiene una significación simbólica que a nosotros ya nos escapa. Los discípulos ejecutan la orden y hacen una captura abundante, hasta el punto de que sólo con dificultad consiguen arrastrar la red a tierra. Es entonces cuando, por esa señal, el discípulo amado reconoce a Jesús: «¡Es el Señor!» (cf. 20,8). Y, de modo parecido a la carrera descrita en el relato de 20,1-10, también aquí se produce una cierta competición, por cuanto Pedro entra inmediatamente en acción, se ciñe la túnica exterior, que se había quitado para faenar, y se arroja al agua a fin de alcanzar lo más rápidamente posible a Jesús. Es ocioso buscar en el relato intento alguno de evocar correcta y realmente la escena, pues ¿cómo podía Pedro nadar con la larga túnica exterior? ¿o es que las aguas eran tan poco profundas que podía vadearlas andando? Por ello, sin duda, advierte el versículo 8 que la barca ya no estaba lejos de tierra. Las redes son arrastradas a la orilla.

Y sigue, en el versículo 9, otro rasgo curioso: en tierra, junto a Jesús, arde ya un fuego de carbón, y sobre las brasas hay un pescado y pan. ¿Tenemos aquí de nuevo un símbolo, quizá una alusión a la cena del Señor? Tal vez late una corrección o un planteamiento exacto de la pregunta formulada en el versículo 5: realmente el resucitado no necesita para nada de la ayuda de los discípulos; tampoco tiene necesidad de alimento, mientras que los discípulos sí lo necesitan. Y así, se ha de subrayar ciertamente la iniciativa de Jesús: como en la multiplicación milagrosa de los panes (6,1-15), Jesús es el anfitrión de los suyos. Los discípulos, también en el tiempo pospascual, siguen dependiendo de la palabra de Jesús. De ahí mismo su nueva orden de que le lleven peces. Pedro, como jefe del grupo de discípulos, saca a tierra la red, repleta como estaba de «ciento cincuenta y tres peces grandes». El número 153 puede recordar la abundancia extraordinaria, aunque también en el sentido de un éxito misionero extraordinario. Si el número encierra además un oculto sentido simbólico no hay por qué discutirlo más 172. En el milagro entra también el que la red no se rompiera, pese a la carga, lo que bien pudiera ser una alusión a la unidad de la Iglesia.

Como anfitrión, Jesús invita a los discípulos: «Venid y almorzad.» También se pone de relieve la cortedad de los discípulos frente al extraño, pese a que le conocían. Es probable que este rasgo haya desempeñado un papel en el relato que estaba a la base de la presente narración. Señala la diferencia entre el Jesús terreno y el resucitado: éste pertenece ya a la esfera divina y provoca en consecuencia un temor numinoso. Ahí apunta el giro «porque bien sabían que era el Señor». Y también ahí se expresa la pertenencia del resucitado al ámbito divino. Durante el refrigerio Jesús sigue actuando de huésped invitante: «Va Jesús y toma el pan y se lo da, y también el pescado» (cf. 6,11). Con la comida se cierra el relato pascual.

El autor, como se ve, está familiarizado con el contenido y los puntos de vista teológicos del cuarto evangelio. De él ha tomado algunos rasgos que eran importantes para su tercera narración pascual. En especial están tomados de la tradición joánica los motivos siguientes: el de la competición, en la carrera entre Pedro y el discípulo amado (Pedro debía encontrarse ya en la redacción más antigua de la historia, así como los hijos de Zebedeo) y también el interés que se pone en subrayar la función hospitalaria de Jesús. Los otros motivos tienen asimismo importancia teológica. La pesca milagrosa, en relación con la red que no se rompe, simboliza ciertamente la misión, y con ella la fundación de la Iglesia. Por el contrario, el motivo del banquete alude a la eucaristía o, en un sentido más amplio, al banquete habitual de la comunidad, en el que se experimentaba cada vez de nuevo la presencia del resucitado. El propósito peculiar del autor al recoger y transmitir esta narración, parece estar, sin duda, en que le proporcionaba un buen pretexto para replantear una vez más la cuestión de Pedro y el discípulo amado. Pues, todo parece indicar que ese discípulo no figuraba todavía en el documento base. Por ello, no podría identificársele con ninguno de los discípulos a los que se menciona explícitamente en otros pasajes. La historia pascual debió servir ante todo como enlace con las dos perícopas siguientes.

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171. Cf. 6,9: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces»; cf. además Mar_6:38; Mat_14:17; Luk_9:13; también Mat_15:34.

172. NU/000153-PECES Cf. SAN AGUSTIN, Tratados sobre el evangelio de Joh_122:8 : «Si a uno le añades dos, dan tres: y si a tres le sumas tres y cuatro son diez, y si después vas añadiendo los números siguientes hasta diecisiete, se llega al número antes dicho». Es decir: 1 + 2 + 3 + 4 etc. hasta 17 = 153. Conclusión: el número puede indicar la totalidad de los elegidos: «No quiere decir esto que sólo ciento cincuenta y tres justos han de resucitar a la vida eterna, sino todos los millares de santos que pertenecen a la gracia del Espíritu Santo (BAC 165, Madrid 1957, p. 739)

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b) Simón Pedro (/Jn/21/15-19)

15 Cuando terminaron de almorzar, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Respóndele: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero» él le contesta: «Apacienta mis corderos.» 16 Vuelve a preguntarle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Respóndele: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» él le contesta: «Sé pastor de mis ovejas.» 17 Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro sintió pena cuando Jesús le dijo por tercera vez «¿me quieres?», y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú conoces bien que te quiero.» Dícele Jesús: «Apacienta mis ovejas. 18 De verdad te lo aseguro, cuando eras más joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras.» 19 Esto lo dijo para dar a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y después de decir esto, le añade: «Sígueme.»

La perícopa segunda trata especialmente de Simón Pedro. Los versículos 15-17 refieren una triple pregunta de Jesús a Simón Pedro y una triple respuesta de éste, a cada una de las cuales sigue un encargo de Jesús. Los versículos 18-19 contienen una noticia sobre el futuro destino de Pedro.

Al igual que en los otros evangelios y en las cartas paulinas, también en el evangelio de Juan la figura de Simón Pedro tiene un papel destacado. Asimismo también en Juan es necesario distinguir entre el Pedro histórico y el simbólico o tipológico. Esto quiere decir que las afirmaciones hechas sobre Simón Pedro, suponen desde luego una gran relevancia para la Iglesia primitiva, y no pueden entenderse sin más como noticias históricas acerca de Pedro. Del Pedro histórico están más próximas, sin duda, las cartas paulinas (Gálatas y 1Corintios), así como varias noticias de la tradición petrina de los sinópticos y de los Hechos de los apóstoles. La tradición joánica sobre Pedro es de fecha relativamente tardía, por lo que de cara al Pedro histórico hay que ser más bien escéptico. Pese a lo cual, no se excluye que esa tradición joánica contenga muchas noticias dignas de crédito.

¿Cómo ve el evangelio de Juan al personaje Pedro? En parangón con la tradición sinóptica a Pedro se le menciona pocas veces en el cuarto evangelio. Faltan sobre todo aquellos pasajes en los que Pedro aparece casi de una manera estereotipada como el portavoz del grupo de discípulos. La conexión del grupo Pedro, Santiago y Juan no se encuentra nunca en el cuarto evangelio. Cuando se habla de Pedro es siempre en un contexto importante. Según 1,40-42, Simón Pedro pertenece a los discípulos de primera hora, que procedían del círculo del Bautista y que por la palabra de éste se unieron a Jesús. Según 1,35-39, dos discípulos del Bautista escuchan el testimonio positivo de su maestro sobre Jesús: «Este es el Cordero de Dios», y siguen de inmediato a Jesús. El nombre de uno de esos discípulos queda en el anonimato, mientras que el otro era Andrés, el hermano de Simón Pedro (1,40). Encuentra a su hermano Simón y lo conduce hasta Jesús con estas palabras: «¡Hemos encontrado al Mesías!», a Jesús. Y Jesús «fijando en él su mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan; pues, tú te llamarás Cefas, que significa Pedro»» (griego petros, 1,42). Así pues, «Simón, hijo de Juan (o «Simón, hijo de Jonás», como se dice en Mat_16:17) -que, como sabemos por 1,44, era de Betsaida, un lugar en la orilla septentrional del lago de Genesaret- recibió el nombre simbólico de Cefas Pedro («piedra» o «roca») ya en su primer encuentro con Jesús. Ahora bien, el relato joánico sobre la vocación de los discípulos presenta rasgos elaborados y no se puede considerar sin más como histórico. En la controversia actual se discute la cuestión de si Simón recibió el sobrenombre de Roca de labios del Jesús histórico o sólo lo obtuvo de la comunidad pospascual (cf. Mat_16:17s). Por lo demás, todos los evangelios atribuyen la imposición de ese sobrenombre al propio Jesús, lo que bien pudiera ser históricamente exacto (cf. también Mar_3:16 : «Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro»; Luk_6:14).

El nombre símbolo Pedro o roca se convirtió desde muy pronto en algo así como el apellido fijo del nombre personal de Simón, y hasta lo sustituyó. Ese nombre no se entiende como descripción del carácter de Pedro, sino como indicativo de su función teológica entre el círculo de discípulos, que, según los testimonios neotestamentarios, no se la apropió él personalmente, sino que se la otorgó Jesús. Acerca de la importancia de Pedro después de pascua para la reunión de la comunidad de discípulos ya se ha dicho lo más relevante. El papel singular de Pedro lo reconocen los textos neotestamentarios, sin que nadie lo pusiera en tela de juicio en la Iglesia primitiva, ni siquiera Pablo. El evangelio de Juan no constituye aquí ninguna excepción.

En efecto, el cuarto evangelio refiere en 6,66-71 una confesión de Pedro, que tiene muchos elementos en común con la correspondiente confesión de Pedro sinóptica (Mar_8:27-30, par Mat_16:13-20; Luk_9:18-21). Como, tras el gran discurso sobre el pan (Luk_6:22-65) muchos discípulos se apartasen de Jesús, el Maestro preguntó a los doce: «¿Acaso también vosotros queréis iros?» Simón Pedro le contestó, haciéndose eco del grupo de discípulos: «Señor, ¿a quién vamos a ir? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! Y nosotros hemos creído y sabemos bien que tú eres el Santo de Dios» (Luk_6:68s). A Pedro «no se le discute el conocimiento y confesión de Jesús en aquella hora histórica, inicio de la firme tradición a que también el cuarto evangelista se sabe ligado, y testimonio importante de su imagen de Pedro».

Después Pedro ya no vuelve a entrar en escena hasta el lavatorio de los pies, donde empieza por negarse a admitir el servicio de Jesús, para pasar después al deseo arrebatado de que le lave hasta la cabeza (Luk_13:6-10). Aquí Pedro desempeña, sin duda, un papel típico, puesto que encarna una mala interpretación y su esclarecimiento. En 13, 24s, Pedro hace al discípulo amado la pregunta acerca del traidor; en 13,36-38 predice Jesús la negación de Pedro; según 18,10-11, Pedro golpea con la espada al siervo del sumo pontífice, Malco, cortándole la oreja derecha; en 18, 15-18.25-27 se relata de hecho la negación de Pedro, y en 20,1-10 su ida y carrera al sepulcro vacío en compañía del discípulo amado.

La cuestión acerca de las relaciones de Pedro con el discípulo amado se plantea por primera vez en 13,24s, con motivo de la pregunta de Pedro acerca de quién es el traidor. El discípulo amado hace en ese pasaje de mediador entre Pedro y Jesús. No se ve claro por qué no formula Pedro personalmente la pregunta al Maestro. Una razón bien podría estar en que el evangelista quiso mostrar ya en esa circunstancia la mayor proximidad del discípulo amado a Jesús, pues de hecho estaba recostado «sobre el pecho de Jesús». En la carrera de los dos discípulos hacia el sepulcro vacío no puede excluirse por completo el motivo de competición, aunque pueda predominar el motivo del testimonio. Así, la mayor disposición para creer parece estar de parte del discípulo amado. En todo caso el evangelio de Juan no regatea ni discute la importancia y significación de Pedro. La competición de la carrera no apunta en Juan contra la persona de Pedro y su jefatura, sino que se refiere más bien a la mayor proximidad (del discípulo amado) a Jesús.

Apacienta mis ovejas (v. 15-17). Directamente, después de la comida, Jesús habla a Simón Pedro en una forma notoriamente solemne. La solemnidad de la situación viene especialmente subrayada mediante la triple nominación plena de «Simón, hijo de Juan», que confiere a todo el pasaje un carácter oficial. El ritual es cada vez el mismo: 1) llamada y pregunta; 2) respuesta de Simón Pedro; 3) encargo que Jesús le hace. Las tres veces la pregunta de Jesús presenta este tenor: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas (más que a éstos)?» El interrogatorio versa sobre la vinculación personal e ilimitada de Pedro a Jesús. Dado que en este cuadro no aparece expresamente el nombre de Cefas, cabe suponer que para la tradición joánica el nombre símbolo de «roca» tenía el significado de amar a Jesús por completo, en el sentido de una suprema e inconmovible vinculación a él. Justamente ese amor a Jesús en una acepción firme y total aparece simultáneamente como la condición interna para el encargo inmediato. Por dos veces responde Pedro a esa pregunta: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» Sólo la tercera vez se dice que «Pedro sintió pena cuando Jesús le dijo por tercera vez ¿me quieres?, y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú conoces bien que te quiero»» (v. 17b).

La exposición tradicional, que ve aquí una referencia a la triple negación de Pedro, podría ser atinada. La pena que Pedro sintió se explica muy bien como recuerdo de su negación de Jesús. Pedro está, pues, dispuesto a amarle y a vincularse incondicionalmente a él. La tradición joánica subraya así con singular énfasis que la función de «roca», asignada a Pedro, se funda en sus relaciones con Jesús, y no en ninguna otra cosa. Es ésta una diferencia respecto de Mateo, donde el símbolo «roca» adquiere en seguida un carácter eclesiológico: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mat_16:18). En Juan es el elemento cristológico el que ocupa claramente el centro de interés.

A la triple respuesta de Pedro sigue un triple encargo de Jesús: «Apacienta mis corderos», o «mis ovejas». En el plano metafórico esto quiere decir que, durante el tiempo que Jesús esté ausente, Pedro hará de pastor de las ovejas por encargo del propio Jesús. La manera de hablar y, por ende, también el sentido de esa afirmación se explican perfectamente bien, partiendo del discurso del pastor ( Mat_10:14-165, en que Jesús se califica a sí mismo de buen pastor y habla de mis ovejas. Tanto en el Antiguo Testamento como en el oriente antiguo la imagen del pastor tiene una amplia tradición. Aquí describe a Jesús como el guía y salvador mesiánico, que se entrega a la muerte por los suyos, fundando así el rebaño de la comunidad mesiánica de salvación. «Conoce» a los suyos; «da su vida por las ovejas», reúne a las ovejas del mundo entero «y habrá un solo rebaño y un solo pastor». También aquí son una vez más las relaciones de los creyentes con Jesús las que constituyen el rebaño. Para Juan la Iglesia tiene siempre un fundamento cristológico, nunca puramente sociológico ni puramente institucional. Hasta qué punto deban ser estrechas esas relaciones, lo muestra el giro «Yo conozco las mías, y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre» (Mat_10:14b,15a).

Se trata de unas relaciones únicas, que se fundamentan en las relaciones de Jesús con su Padre. Son éstas las que sostienen y constituyen la comunidad salvífica de Jesús, y representan algo insustituible. Por ello, hay que considerar atentamente que en la colación del oficio de pastor a Pedro siempre se habla de «mis ovejas», es decir, de las ovejas de Jesús. Pedro no pasa a ser el señor o dueño de las ovejas -ni pueden ni deben pertenecerle jamás, ni Pedro puede disponer de ellas a su antojo. Pedro es el pastor que está al cargo de las ovejas de Jesús. Con ello se delimitan claramente las fronteras del ministerio pastoral de Pedro.

¿Qué dice este texto y qué es lo que no dice? El texto habla, en efecto, de una posición especial de Pedro. En el plano del texto presente nos las habemos con la interpretación joánica de la figura de Pedro y de su función en la Iglesia primitiva. Hoy ya no se discute que aquí no se trata de unas palabras auténticas de Jesús a Pedro, sino de una creación de la tradición joánica. Tampoco la conocida palabra sobre la roca o piedra en Mateo ( Mat_16:17-19) es una palabra genuina de Jesús, sino una creación comunitaria relativamente tardía, que recibió sus últimos retoques del evangelista Mateo y que expresaba una concepción de la función de Pedro con fuertes matices judeocristianos. Tras la muerte y resurrección de Jesús, Pedro fue quien desempeñó las funciones de pastor del rebaño de Jesús. Esa es la imagen que se hizo de Pedro el círculo joánico. Es la función de un servicio pastoral vicario, que en modo alguno incluye dominio ni ambiciones de poder. En este sentido se puede hablar perfectamente de un ministerio de Pedro, aunque todavía no como una institución firme, sino en el sentido de una función dirigente que, vinculada a la persona de Pedro, aparece motivada y sostenida por su compromiso y fidelidad personales, por su inconmovible amor a Jesús. Sería difícil explicar cómo ese inconmovible amor a Jesús puede institucionalizarse.

Tampoco se dice una sola palabra en este texto sobre una sucesión de Pedro. Lo que sorprende tanto más cuanto que se habla a renglón seguido de su muerte. Se dice que Pedro fue llamado al servicio pastoral vicario en favor de las ovejas de Jesús; mas nada se dice sobre quién ocupará el lugar de Pedro, cuando éste falte, y ni siquiera si alguien deberá ocuparlo. En este punto todo queda más bien pendiente. Por eso resulta también imposible concluir de éste y otros pasajes neotestamentarios relativos a Pedro la existencia de un ministerio petrino, en el sentido del papado romano, de la primacía jurisdiccional y de la infalibilidad pontificia. La Iglesia primitiva difícilmente pudo pensar en un largo período de existencia a través de la historia y por ello tampoco creó un sistema jerárquico de cargos. De todos modos con el correr de la historia también debieron dejarse sentir nuevas necesidades, de conformidad con las cuales se desarrollaron asimismo nuevos cargos e instituciones, como el episcopado monárquico e incluso un primado como vértices que simboliza la unidad de la Iglesia. Habida cuenta de la continuidad histórica de la Iglesia, se buscó a todo ello una conexión retrospectiva.

Pero desde la época neotestamentaria apenas hubo textos ni reglas vinculantes que dieran una solución al problema de cómo habían surgido en concreto esos ministerios jerárquicos; al principio hubo abiertas muchas posibilidades. Desde el punto de vista histórico la evolución que se desarrolló de hecho resulta perfectamente comprensible. Lo que se me antoja falso es pretender darle un carácter absoluto: porque las cosas discurrieron así, también así tenían que suceder, y ya no pueden concebirse de manera distinta, y ni siquiera cabe la posibilidad del menor cambio. Como si la evolución fáctica hubiera sido también querida por Dios y el Espíritu Santo como la única posible. Bien al contrario, esa evolución no es de derecho divino, sino puramente de naturaleza humano-eclesiástica. La forma actual del ministerio de Pedro en la figura del papa romano no es la única forma posible e imaginable; cabe configurar de modo diferente ese ministerio de Pedro. Desde la perspectiva eclesiológica del evangelio de Juan, es perfectamente pensable una constitución democrática, fraterna y sinodal de la Iglesia. En el fondo, cualquier constitución eclesiástica es posible e imaginable, con tal que reconozca la dignidad y primacía absoluta de Jesús, el único buen pastor de sus ovejas.

Y te llevará a donde no quieras (v. 18-19). Esta perícopa tiene evidentemente un carácter de vaticinio, formulado después que el acontecimiento había tenido lugar. El acontecimiento no fue ni más ni menos que la muerte de Pedro. El vaticinio está formulado en un lenguaje metafórico, que contrapone juventud y ancianidad: el joven elige por sí mismo el camino de la vida, mientras que el anciano debe dejarse ceñir y guiar adonde no quiere. Esto puede haber sido una sentencia sapiencial, que el autor recoge aquí y declara mediante una aplicación a la muerte violenta de Pedro. Se trata de una de las poquísimas referencias del Nuevo Testamento a la muerte del apóstol en forma de martirio. El punto relevante es la violencia: serán otros los que dispongan de Pedro llevándole adonde él no querría ir.

Según la tradición, Pedro fue ejecutado en Roma hacia el año 64, durante la persecución de los cristianos por Nerón. La leyenda asegura que fue crucificado con la cabeza abajo. Realmente nunca nos sorprenderá lo bastante el que la muerte de los apóstoles y de los discípulos dirigentes haya dejado tan escaso rastro en los escritos neotestamentarios, y eso que tales escritos, especialmente los evangelios y los Hechos de los apóstoles, aparecieron poco después. Según parece, la Iglesia primitiva no estuvo demasiado familiarizada con aquellos varones. Ciertamente que ello no se debió a impiedad. El fundamento debió estar más bien en que a través de la fe en Jesucristo se había logrado un nuevo planteamiento de las realidades fundamentales humanas que son la vida y la muerte; planteamiento radicalmente distinto del que testifican en general las pompas fúnebres de la antigüedad. A ello se sumó sin duda el temor a la opinión pública. Si, como lo hace el evangelio de Juan, se certificaba la presencia de la nueva vida en la fe y el amor, también la muerte había quedado efectivamente reducida a la impotencia en su significación para la fe. Lo decisivo era que la causa de Jesús seguía adelante. Justamente por ello la última palabra que Jesús dirige a Pedro tiene una resonancia para todos los lectores: «Tú, sígueme.» La continuidad de un cristianismo vivo no depende en definitiva de las personas, los cargos o las instituciones, que sólo desempeñan una función subordinada de servicio. Depende ante todo y sobre todo del seguimiento de Jesús.

c) El discípulo amado (Jn/21/20-24). Segunda conclusión (Jn/21/25)

20 Volviéndose Pedro, ve que los iba siguiendo el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» 21 Al verlo, pues, dice Pedro a Jesús: «Señor ¿y éste, qué?» 22 Respóndele Jesús: «Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué? Tú sígueme.» 23 Surgió entonces entre los hermanos este rumor: que el discípulo aquel no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino «Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué?» 24 Este es el discípulo que da fe de estas cosas y el que las escribió, y sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, creo que ni en todo el mundo cabrían los libros que habrían de escribirse.

DISCIPULO-AMADO La configuración de Pedro y el «discípulo amado» en este pasaje hay que ponérsela en cuenta sin duda alguna al autor del capítulo apéndice, que a su vez da la impresión de haber conocido de hecho a ese discípulo, y tener también la clave de aquellos lugares del cuarto evangelio en que se habla del mencionado discípulo.

Además del capítulo apéndice hay en conjunto tres pasajes en lo que aún se añaden algunas indicaciones complementarias. En /Jn/13/23-26 viene introducido por primera vez el discípulo con ocasión de la última cena: «Uno de los discípulos, aquel a quien Jesús amaba, estaba recostado en la mesa, junto al pecho de Jesús.» Ese calificativo «al que Jesús amaba» vuelve a encontrarse después en 19,26s y en 20,20. Nosotros simplificando hablamos del «discípulo amado». Según 19,26s fue el único discípulo que se halló bajo la cruz de Jesús y al que Jesús le encomendó a modo de testamento su madre, para que cuidara de ella. Parece que se le identifica también con el testigo presencial de 19,35, cuyo testimonio se presenta como absolutamente digno de fe y crédito. Según 20,2, el discípulo amado corre junto con Pedro al sepulcro de Jesús; se le designa en ese texto también como «el otro discípulo» (20,3.4.8), que llega hasta el sepulcro vacío y asimismo llega a la fe pascual antes que Pedro.

Otros pasajes, que a menudo se han relacionado con el discípulo amado son los siguientes: en 1,35-40, donde en virtud del testimonio de Juan Bautista dos discípulos suyos se unen a Jesús, sólo se menciona el nombre de uno, que es concretamente Andrés, silenciando el nombre del otro. En tiempos pasados se supuso frecuentemente que el innominado discípulo era el discípulo amado. En 18,15-16 se habla igualmente de «otro discípulo»: «Pedro y otro discípulo» siguen a Jesús hasta el palacio del sumo sacerdote. Ese «otro discípulo» era conocido del pontífice, y pudo por ello entrar sin dificultades en el patio de palacio. Más tarde vuelve e introduce consigo a Pedro. No hay certeza alguna de que estos pasajes tengan algo que ver con el «discípulo amado». La conexión se ha establecido sólo en base a la designación de «el otro», «otro discípulo», que aparece en dichos pasajes. La posibilidad de que en todos esos casos se trate de figuras literarias, que el evangelista habría introducido en el relato por motivos narrativos, hay de todos modos que tenerla en cuenta.

El único punto de partida seguro está, ante todo en el hecho de que el «discípulo amado» es un personaje del cuarto evangelio, que aparece en los contextos indicados. En 13,23-26 y 20-2-10 se presenta junto a Pedro; en los otros lugares, solo. Las razones literarias de su presencia podrían ser: una función de mediador, un propósito testamentario de Jesús, una función de testigo o incluso una mera intención simbolista. De hecho siempre ha contado con defensores la idea de que el «discípulo amado» era una realidad puramente simbólica. La cuestión está en saber si la figura del discípulo amado se agota con las funciones señaladas. La circunstancia de que aparezca repetidas veces al lado de Pedro y que evidentemente esté en una relación de mayor proximidad o confianza con Jesús, debe apoyarse en motivos precisos.

Esos motivos se hacen a todas luces más patentes, cuando se agrega el capítulo apéndice. Ya hemos visto que en 21,7 el discípulo amado ha sido incorporado en un segundo tiempo a una tradición más antigua. El autor debe haber tenido en ello un singular interés. Es el discípulo que antes reconoce a Jesús: «¡Es el Señor!» Y luego, en todo el relato, ya no se dice ni una sola palabra sobre él. El interés del autor podría haber estado en introducir la figura del discípulo amado en este relato, que para él tenía una importancia singular en la que originariamente el discípulo no tenía ningún papel. Tampoco en esa aparición pascual de Galilea podía faltar el discípulo amado. También aquí debía ser el primero en reconocer a Jesús.

El versículo 20 establece una relación inmediata con 13,23-26: «Volviéndose Pedro, ve que los iba siguiendo el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?"» El autor establece una identificación con ese pasaje: el discípulo es aquel de quien ya se ha hablado en el evangelio. En el pasaje presente «sigue a Jesús». Teniendo en cuenta sobre todo la última palabra de Jesús a Pedro «Tú sígueme», hay que entender la invitación en su sentido enfático y teológico; se trata del seguimiento de Jesús en sentido técnico en que lo conoce el Nuevo Testamento para indicar el verdadero discipulado de Jesús.

Así las cosas, habría que decir: mientras Pedro vuelve aún la cabeza y titubea, el discípulo amado se encuentra ya en el recto camino del seguimiento de Jesús. Es, pues, el verdadero discípulo suyo, ya que el seguimiento constituye la esencia del discipulado cristiano. Ahora bien, justamente en este pasaje se trasluce un singular interés por la persona de ese discípulo, que, bien podría ir más allá de una interpretación funcional, ya que Pedro inquiere acerca del destino futuro de ese discípulo: «Señor, ¿y éste, qué?» A lo que responde Jesús con palabras enigmáticas: «Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué? Tú sígueme» (v. 21-22).

La respuesta de Jesús, tal como aquí está formulada, tiene un tono de reconvención y autoridad. ¡El destino futuro del discípulo amado no le importa a Pedro para nada! Si la pregunta indaga el sentido del seguimiento, la respuesta que debe darse es evidentemente ésta: hay distintas maneras de seguir a Jesús. Una de esas maneras de seguimiento es la de Pedro, que, en razón de la violencia ajena, acabará con la muerte de martirio. Mas el otro, el discípulo amado, no está menos que Pedro en la vía del seguimiento de Jesús. Cuando Pedro se vuelve para mirarle, le ve siguiendo ya efectivamente a Jesús, por lo que nada más puede pedirse de él. Adónde los conducirá Jesús al uno y al otro, es algo que a Pedro no debe importarle, aun cuando el otro tal vez no sufra la muerte como mártir. Es perfectamente imaginable que el autor quisiera dar así una respuesta a una controversia. Pedro había sufrido el martirio como Jesús y seguramente como muchos otros discípulos. Y sin duda que con ello se había ganado un gran prestigio y veneración como seguidores radicales de Jesús, que habían llevado su cruz hasta la muerte. ¿No era, pues, la muerte de martirio la verdadera meta final, la corona victoriosa de una auténtica vida de discípulo? ¿Y cómo era que había discípulos de Jesús de la primera hora que habían alcanzado una gran longevidad sin sufrir la muerte de los mártires? O ¿cómo había cristianos en general que si estaban dispuestos a seguirle toda la vida, pero que no aspiraban abiertamente al martirio? La respuesta del autor es aquí decisiva: ambas maneras de seguimiento son adecuadas. Hay que dejar a Jesús que señale el camino a cada uno de los discípulos, pues lo que cuadra a unos no es adecuado para todos. La respuesta toma asimismo posición frente al problema que representaba el retraso de la parusía: «Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva...», se refiere a la parusía. De quererlo, Jesús tiene el poder de dejar que el discípulo viva hasta la parusía. La palabra comporta evidentemente una exageración; pero pudo haber circulado alguna vez entre el círculo joánico como una frase acerca del discípulo amado. Cuanto más anciano se iba haciendo, tanto más pudo haberse rumoreado: ¡A éste lo reserva Jesús hasta su regreso! ¡Presenciará la parusía!

Como indica el versículo 20, la palabra dio ocasión a la creencia de que el discípulo amado no iba a morir nunca; un error que, por otra parte, sólo podía mantenerse mientras él viviera. Ahora se corrige la mala interpretación, pues entre tanto ¡el discípulo amado había muerto! Por esa razón se explica claramente: Jesús no dijo que no moriría, sino que sólo había planteado una posibilidad: Si yo quiero que permanezca hasta la parusía ¿qué te importa a ti? Ahora bien, las palabras y la rectificación de su mala interpretación difícilmente parecen ser simples figuras académicas y literarias. Si aquí se alude a la muerte del discípulo amado, bien podría contemplar el texto un contenido histórico real. El discípulo amado no es evidentemente una pura figura literaria; detrás de él parece ocultarse un personaje histórico.

Sigue ahora en el versículo 24 otra identificación final del discípulo amado con el autor: «éste es el discípulo que da fe de estas cosas y el que las escribió, y sabemos que su testimonio es verdadero.» Ello quiere decir que para el autor del capítulo apéndice el discípulo amado es el testigo decisivo de la tradición joánica (cf. también 19, 35, texto al que aquí se alude implícitamente). Y él es asimismo el autor del evangelio. Desde esa perspectiva nuestro texto es el testimonio más antiguo y a la vez la más antigua interpretación del discípulo amado como testigo y autor del evangelio de Juan. Esto vale ciertamente sólo en el supuesto de que el autor del capítulo 21 no se identifica con el evangelista. Pero si esto es verosímil, entonces su testimonio es también el testimonio más antiguo sobre el evangelio de Juan y su autor. Se le puede considerar en tal caso con cierto derecho como el primer «editor» del evangelio de Juan. Con ello, sin embargo, se plantea la cuestión decisiva sobre la intención y la credibilidad del editor.

La intención y propósito del «editor» apunta, sin duda, a presentar al discípulo amado no como una figura ficticia y simbólica, sino como un personaje histórico, más aún como un testigo presencial y cual autor del evangelio. Con ello, sin embargo, no se excluye en forma definitiva que su propósito sea a la vez ficticio, que no se trate de una pseudonimia o de un común mimetismo. Ciertamente que no por ello habría que enjuiciar su proceder de un modo negativo, pues lo que le importaba, al igual que a los autores pseudónimos de las cartas paulinas y petrinas no auténticas, era el propósito de una tradición y continuidad apostólicas dispuestas como siempre.

El discípulo amado tiene ya esa función de testigo en el Evangelio. La prueba de una auténtica tradición apostólica pasa a ser a fines del siglo I un importante criterio de primitiva tradición cristiana. El «editor» ha adoptado ese propósito para el evangelio de Juan y lo ha utilizado para sus intenciones. Su tesis es ésta: el autor del evangelio es un discípulo auténtico, cuyo testimonio es verdadero. Pues, para él no es otro que el discípulo amado. Con ello recomienda también el evangelio de Juan a la gran Iglesia universal. De este modo respecto del evangelio de Juan el discípulo amado se convierte en el exponente decisivo de una auténtica y primitiva tradición cristiana sobre Jesús. Esto es, sin duda alguna, lo más fundado que cabe decir sobre este personaje.

¿Se identifica el discípulo amado con el evangelista (c. 1-20)? Según la afirmación del redactor se identifica desde luego. Eso no puede discutirse. Es «el discípulo que da fe de estas cosas y el que las escribió...» El texto tiene distintas posibilidades de explicación: el redactor lleva razón históricamente; o bien se trata de una ficción intencionada, o de un conocimiento insuficiente de la verdadera historia de la tradición; y cabe aún la posibilidad de entender testigo y autor en un sentido amplio.

Últimamente R. Schnackenburg ha vuelto a plantear la cuestión: «¿Cabe suponer un personaje histórico detrás del discípulo al que Jesús amaba, y de qué personaje puede tratarse?». «En el discípulo que Jesús amaba se trata de la autoridad en que se apoya el círculo joánico, un discípulo del Señor, que sin embargo no pertenecía a los doce. Sus discípulos y amigos tuvieron interés en relacionarlo con el círculo más íntimo de los discípulos de Jesús, porque su tradición y su interpretación de la revelación operada en Jesús y por Jesús eran el fundamento de su predicación y doctrina, la base de la idea que su comunidad o sus comunidades tenían de sí mismas. Para ellos era el portador fiable de la tradición, más aún que el predicador e intérprete iluminado del mensaje de Jesús, y por ello resultaba también el discípulo ideal del propio Jesús... En una época en que las comunidades se reclamaban cada vez más a sus autoridades apostólicas, tenían también interés en sus testigos y tradiciones más importantes. Por ello reunieron sus apuntes y comunicaciones orales, sus enseñanzas en interpretaciones, disponiéndolas según el plan de su maestro sin duda, en forma de un evangelio, que utilizaron para su comunidad y que además quería difundir por toda la Iglesia.»

No podemos decir honestamente mucho más acerca de todo este problema. Los portadores de la tradición apostólica fueron casi siempre anónimos en la segunda mitad del siglo I; conocemos a muy pocos por su nombre real; tal vez el único sea Lucas. Y con ello hemos de conformarnos para siempre.

Sola la persona de Jesucristo se demostraba como el fundamento permanente de la comunidad e identidad cristianas. Así lo atestiguan los sinópticos al igual que el evangelio de Juan, aunque cada uno de manera diferente. Sólo Jesucristo es la «luz verdadera» que ilumina a todos, tanto en el mundo como dentro de la comunidad, a todos cuantos creen en él y que, como Pedro, le aman más que todos.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 21.
E l capítulo 21 de Jn es admitido por la mayoría de los exegetas que es un apéndice a su evangelio. Este aparece concluido en el capítulo anterior (v.20-31). Sin embargo, a diferencia de la parte deuterocanónica de Mc (16:9-20), del evangelio de Jn no hay la menor huella o indicio, en la tradición manuscrita, de que haya sido publicado sin este apéndice. La integridad, en su origen, se impone.
Sin embargo, ¿quién es el autor? Para unos, Jn mismo. Una vez terminado su evangelio, antes de su publicación, le habría añadido este apéndice. Se fijaron para ello en la analogía del contenido del mismo con el resto del evangelio y en afinidades lingüísticas.
Para otros, un redactor anónimo, ciertamente discípulo de Jn, que se inspiró en los relatos de Jn y en su estilo. A esto llevaría el análisis filológico y gramatical del capítulo 1, aunque también hay discrepancias lingüísticas.

Aparición de Cristo junto al lago y pesca milagrosa, 21:1-14.
1 Después de esto, se apareció Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades, y se apareció así: 2 Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, llamado Dídimo; Natanael, el de Cana de Galilea, y los hijos del Zebedeo, y otros discípulos. 3 Díjoles Simón Pedro: Voy a pescar. Los otros le dijeron: Vamos también nosotros contigo. Salieron y entraron en la barca, y en aquella noche no pescaron nada. 4 Llegada la mañana, se hallaba Jesús en la playa; pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús. 5 Díjoles Jesús: Muchachos, ¿no tenéis a la mano nada que comer? Le respondieron: No. 6 EL les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían arrastrar la red por la muchedumbre de los peces. 7 Dijo entonces a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: Es el Señor. Así que oyó Simón Pedro que era el Señor, se puso el sobrevestido, pues estaba desnudo, y se arrojó al mar. 8 Los otros discípulos vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra sino como unos doscientos codos, tirando de la red con los peces. 9 Así que bajaron a tierra, vieron unas brasas encendidas y un pez puesto sobre ellas, y pan. 10 Díjoles Jesús: Traed de los peces que habéis pescado ahora. 11 Subió Simón Pedro y arrastró la red a tierra, liena de ciento cincuenta y tres peces grandes,y, con ser tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Tú quién eres? sabiendo que era el Señor. 13 Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio, e igualmente el pez. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

La narración comienza con una simple unión literaria con lo anterior, usual en el cuarto evangelio (Jua_5:1; Jua_6:1; Jua_7:1). La escena pasa en Galilea y junto al mar de Tiberíades, lo que antes se había precisado añadiendo que era el mar de Galilea (Jua_6:1). Probable indicio de otra redacción.
El que los apóstoles estén en Galilea, sin decirse más, es un tácito entronque histórico de la narración de Jn con los sinópticos. En éstos, Cristo primero les había anunciado (Mat_26:32; Mar_14:28) y luego les había ordenado por el ángel (Mat_28:7-10; Mar_16:7) ir a Galilea después de su resurrección, en donde le verían. Alejados de los peligros de Jerusalén, tendrían allí el reposo para recibir instrucciones sobre el reino por espacio de cuarenta días (Hec_1:3). Jn no trata de armonizar esta discrepancia antes registrada.
Los apóstoles debieron de volver, de momento, a sus antiguas ocupaciones. Separado de ellos Cristo, quedaban desconcertados hasta recibir nuevas instrucciones. Es lo que se ve en esta escena. Pedro debió de volver a su casa de Cafarnaúm (Mat_8:5.14 par.). Estaban juntos Simón Pedro y Tomás el Dídimo; Natanael, el de Cana de Galilea; los hijos del Zebedeo, Juan y Santiago el Mayor, y otros dos discípulos, probablemente también apóstoles, ya que allí estaban conforme a la orden sinóptica del Señor de volver a Galilea 2. Es extraño en este pasaje el que se diga de Natanael que era de Cana de Galilea, cuando ya antes lo expuso, con cierta amplitud el evangelista (Jua_1:45ss). Su presencia entre el grupo de los apóstoles se explicaría mejor si se admite, como muchos lo hacen, su identificación con el apóstol Bartolomé 3. Nuevo indicio de otra redacción.
Mas chocante es la cita expresa de los hijos del Zebedeo, que son Juan y Santiago el Mayor. Nunca se citan así en el evangelio de Jn, cuyo silencio y anonimato confirma la tesis de ser él el autor del cuarto evangelio. Esta frase, así introducida, es muy chocante. Para unos es una redacción posterior de un copista, que quiso matizar acaso quiénes eran estos otros dos discípulos anónimos que se citan, y que luego se había introducido como glosa en el texto. Otros, en cambio, ven en ello una prueba más de que la redacción de este capítulo no es de Jn, sino de un redactor distinto.
Pedro aparece también con la iniciativa. Al anuncio de ir a pescar, se le suman también los otros. Habían vuelto al trabajo. Debía de ser ya el atardecer cuando salieron en la barca, pues aquella noche no pescaron nada. La noche era tiempo propicio para la pesca 4. Al alba, Jesús estaba en la playa, pero ellos no lo conocieron, sea por la distancia, sea por su aspecto, como no le conoció Magdalena ni los de Emaús. En la orilla vieron un hombre. En Oriente hay siempre espectadores para todo. Jesús se expresa como quien tiene gran interés por ellos, y les habla en tono animado 5. Les pregunta si tienen algo de pesca para comer. Acaso piensan en algún mercader que se interese por la marcha de la pesca para comprarla. A su respuesta negativa, les da el consejo de tirar la red a la derecha (el lado de la suerte, Vawter) de la barca, y hallaréis pesca. Ante el fracaso nocturno, se decidieron a seguir el consejo. Siempre había gentes experimentadas en las cosas del mar. En el Tiberíades hay verdaderos bancos de peces, no siendo raro que lleguen a ocupar unas 51 áreas 6.
De suyo no suponía esto un conocimiento sobrenatural. Desde la orilla, un hombre en pie puede ver un banco de peces que no se perciben desde la barca. Pero el v.7 más bien orienta a un conocimiento sobrenatural.
Echada la red, ya no podían arrastrarla por la multitud de la pesca obtenida. Esta sobreabundancia o plenitud es un rasgo en el que Jn insiste en su evangelio: tal en Cana (Jua_2:6); en el agua viva (Jua_4:14; Jua_7:37ss); en la primera multiplicación de los panes (Jua_6:11); en la vida abundante que da el Buen Pastor (Jua_10:10); lo mismo que en destacar que el Espíritu había sido dado a Cristo en plenitud (Jua_3:34).
Se ha planteado el problema de saber si este relato de la pesca milagrosa de Jn es sustancialmente el mismo que relata Lc (Jua_5:4-11). La confrontación de ambos hace ver puntos de contacto. Naturalmente que pueden ser escenas distintas. Pero para quien conoce los usos de los evangelistas y cómo las tradiciones se mezclan, se puede preguntar si no hay aquí una misma tradición que encontró dos expresiones diferentes. 6 En este caso, retocadas, o Lc la habría adelantado para ponerla en función de las escenas de vocación de discípulos, o Jn la retrasa o la mantiene en su situación histórica, como preludio a la importante aparición de Cristo, y destacándola con valor histórico-simbolista.
Ambas posiciones tienen equilibradamente sus partidarios. Se alega que acaso Lc la sitúe bien, pues parecería difícil que los discípulos no hubiesen abandonado ya definitivamente sus barcas y redes. En cuyo caso no parecería fácil suponer una ida a Galilea, después de la resurrección de Cristo, para volver a sus menesteres. Deberían estar alertados, en cambio, para la marcha y predicación.
Ante esta aparición y en aquel ambiente de la resurrección, Jn percibió algo, evocado acaso por la primera pesca milagrosa (Luc_5:1-11), y al punto comprendió que aquella persona de la orilla era el mismo Cristo. Esto fue también revelación para Pedro. El dolor del pasado y el ímpetu de su amor la psicología de Pedro le hicieron arrojarse al mar para ir enseguida a Cristo. El peso de la pesca le hizo ver el retraso de la maniobra para atracar. Y se arrojó al mar.
Pero estaba en el traje de faena: desnudo (?????? ) es la traducción material de la palabra , por lo que se ciñó el traje exterior (??? ¿???????? ), como la palabra indica. Debía de ser la amplia blusa de faena, el rabínico qolabiw.
Como ya hemos dicho, en el lago de Genesaret el agua y el aire se conservan calientes en aquella estación del año aun durante la noche. Los pescadores suelen quitarse los vestidos ordinarios y echarse encima una especie de túnica ligera de pescador, sin ceñírsela con el cíngulo; de ese modo, en caso de necesidad, están dispuestos a nadar.
Estos mismos orientales, que no tienen dificultad en dejar los vestidos ordinarios durante la faenas, evitan comparecer en traje de trabajo delante de los que no son iguales a ellos. Pedro estaba desnudo, es decir, no completamente vestido, cuando Jn le dijo: El Señor es. No sólo para nadar con más seguridad, sino también por cierto sentimiento de decencia, antes de echarse al agua se ciñó Pedro la túnica con el cíngulo 7.
Los otros discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red cargada de pesca, ya que no estaban lejos de la costa. Estaban como a unos 200 codos, sobre unos 90 metros.
Cuando llegaron a tierra, vieron unas brasas encendidas y, puesto sobre ellas, un pez, y pan.
Pero, cuando ya están estos discípulos en tierra, Cristo les manda traer los peces que acaban de pescar.
Para esto, Pedro, espontáneamente, acaso por ser el dueño de la barca, subió a ella y arrastró la red a tierra. Se hizo el recuento y habían pescado 153 peces grandes. Posiblemente se quiera decir con esto que, en el recuento global, éstas eran las mejores piezas. Sobre la interpretación de esta cifra se ha hecho una verdadera cabalística, sin consistencia. Solamente pudo haber tenido ciertos visos de probabilidad una sugerencia de San Jerónimo. Según éste, Oppiano de Cilicia (sobre 180) diría, en su obra Haliéutica, que eran 153 los géneros de los peces 8. Pero, en realidad, no es esto lo que dice Oppiano, sino que él cree que las especies de los peces no han de ser menos que las de los animales de la tierra. Si esta cita que hace, de paso, San Jerónimo, se basase en una opinión corriente entonces entre los especialistas y estuviese, además, verdaderamente extendida entre el vulgo, podría aceptarse como número expreso simbólico de lo que va a ser, también genéricamente simbólico. Hecho el recuento, éste era el número de la pesca. Es lo que Jn quiere decir en otros lugares (Jua_6:9.13).
El evangelista destaca, sin duda con un valor simbolista, el que, con ser tantos los peces capturados, no se rompió la red.
Cristo les invita a comer. El mismo tomó el pan al que acaba de aludir, e igualmente el pez, y les dio ambas cosas para comer. ¿Qué significan este pan y este pez sobre esas brasas, que Cristo milagrosamente les preparara y que luego les da a comer? Se piensa en que tiene un triple sentido: 1) afectivo: Cristo muestra su caridad; 2) apologético: Cristo quiere demostrar con ello la realidad de su resurrección, como lo hizo en otras ocasiones (Luc_24:41-43; Hec_1:4), en las que El mismo comió como garantía de la verdad de su cuerpo; aquí, sin embargo, el evangelista omitió que Cristo hubiese también comido, para destacar el aspecto simbolista; esa comida dada por su misma mano a ellos les hacía ver la realidad del cuerpo de Cristo. Era el mismo Cristo que había multiplicado, en otras ocasiones, los panes y los peces, como seguramente aquí también multiplicó un pez y un pan para alimentar a siete discípulos; como allí era realmente El quien les daba el pan y peces que multiplicó, aquí también era realmente El mismo; 3) simbólico: como se expondrá luego.
En todo esto destaca el autor que ninguno se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. Era un motivo de respeto hacía El, como ya lo habían tenido, en forma igual, cuando hablaba con la Samaritana (Jua_4:27), máxime aquí, al encontrarse con El resucitado y en una atmósfera distinta. Por eso no se atreven a profundizar más el misterio (Bultmann).
Jn consigna que ésta fue la tercera vez que Cristo se apareció resucitado a sus discípulos, conforme al esquema literario del evangelio de Jn. Las otras dos veces fue en Jerusalén, la tarde misma de la resurrección, y la segunda, en las mismas condiciones, a los ocho días (Jua_20:19-29). Ni sería improbable que quiera precisarse que éstas son anteriores a las apariciones galileas relatadas en los sinópticos 8.

Valorsimbolista de esta narración.
El simbolismo del evangelio de Jn está muy acusado en este capítulo. La escena, que es relato histórico, está narrada en una forma tal, que se acusa en su estructuración toda una honda evocación simbolista, especialmente en torno a Pedro. Se puede sintetizar en los siguientes puntos:
1) Pedro se propone pescar. Suben a su barca otros discípulos. El número de los pescadores que van en la barca de Pedro es de siete, número de universalidad. Por sus solos esfuerzos nada logran en la noche de pesca.
2) Pero Cristo vigila desde lugar seguro por la barca de Pedro y de los que van en ella, lo mismo que por su obra. Por eso, les dice cómo deben pescar. El mandarles tirar la red a la derecha pudiera tener acaso un sentido de orientación a los elegidos (Mat_25:33).
3) La barca de Pedro sigue ahora las indicaciones de Cristo; Pedro es guiado por Cristo. Cristo orienta la barca de Pedro en su tarea, en su marcha. Y entonces la pesca es abundantísima. La Iglesia es guiada por Cristo. La red es símbolo de la del reino (Mat_4:19 par.), de la Iglesia, como la pesca milagrosa fue ya símbolo de la predicación de los apóstoles (Luc_5:10).
4) Terminadas sus faenas, en nombre de Cristo faenas apostólicas todos vienen a Cristo. Es a El a quien han de rendírsele los frutos de esta labor de apostolado.
5) Cristo mira por los suyos, por sus tareas y fatigas. Pan y peces fue el alimento que El multiplicó dos veces. El les tiene preparado un alimento que los repara y los apostoliza. El mismo se lo da. Evoca esto la sentencia de Cristo: Venid a mí todos los que estéis cansados y cargados, que yo os aliviaré (Mat_11:28). El que El lo tomó ? se lo dio parecería orientar simbólicamente a la eucaristía. El que esté un pez sobre brasas indica la solicitud de Cristo por ellos al asarles así la pesca, encuadrado también en el valor histórico-simbolista de la escena. Si les manda traer de los peces que han pescado y unirlos al suyo (v.10), hace ver que todo alimento apostólico se ha de unir al que Cristo dispensa (Jua_4:36-38).
6) Acaso también se pudiera ver un simbolismo en la frase de no preguntarle quién era, sabiendo todos que era el Señor. En la tarea apostólica, el apóstol sabe que Cristo está con él, lo siente y lo ve en toda su obra.
7) También se pensó si podría ser un rasgo simbolista el que no pesquen nada en la noche, sino en la mañana, a la luz de Cristo.

La prueba a Pedro,Jua_21:15-19.

15 Cuando hubieron comido, dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Díjole: Apacienta mis corderos. 16 Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejuelas. 17Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase: ¿Me amas? Y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Díjole Jesús: Apacienta mis ovejuelas. 18 En verdad, en verdad te digo: Cuando eras joven, tú te ceñías e ibas donde querías; cuando envejezcas, extenderás tus manos, y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras. 19 Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después añadió: Sígueme.

Se admite ordinariamente que esta triple confesión que Cristo exige a Pedro es una compensación a sus tres negaciones, lo mismo que es un rehabilitarle públicamente ante sus compañeros. Pedro debió de comprender esto, pues a la tercera vez que le pregunta si le ama, se entristeció. No en vano él las había llorado amargamente (Mat_26:75). Después de protestarle su amor dos veces, a la tercera, evocando sus pasadas promesas, desconfió de sí, para presentar un amor más profundo, por ser más humilde. Por eso apeló al conocimiento de la omnisciencia de Cristo. No le alegó sus palabras; remitió su corazón a la mirada omnisciente del Señor. Lo que es un modo de presentarle como Dios, ya que es en el A.T. atributo exclusivo de Dios (Hec_1:24). Además, al preguntarle si le ama más que los discípulos presentes, hace ver que para apacentar el rebaño espiritual supone esto un gran amor a Cristo. El buen pastor da la vida por sus ovejas (Jua_10:11).
Fuera de la triple forma de preguntarle por su amor a El y de la triple respuesta de Pedro, dos son los elementos a valorarse: a) el sentido de las diversas expresiones de apacentar; y b) los diversos términos con que se expresan los fieles.

Profecía de la muerte de Pedro (v.18-19).
Sugerido por las negaciones de Pedro, que había prometido seguir a Cristo hasta la muerte y luego lo negó (Mat_26:31-35 par.), compensadas ahora con estas tres graves protestas de amor, Cristo le profetiza a Pedro que luego lo seguirá a la muerte. Ya en Jn, en el relato del anuncio de la negación de Pedro, Cristo, al vaticinarle la caída, se lo profetiza, al decir aquél que no duda seguir ahora a Cristo, que le seguirá más tarde a la muerte (Jua_13:36-38).
A esta sugerencia se une otra, que se presta para que Cristo le haga la profecía de su muerte. La profecía está presentada, al gusto oriental, en forma de un enigma, pero lo suficientemente clara y, por otra parte, muy del estilo de Jn (Jua_2:19; Jua_3:3; Jua_7:34; Jua_8:21-28.32.51; Jua_11:11.50, etc.).
Pedro, de joven, él mismo se ceñía e iba a donde quería. La imagen está tomada del medio ambiente. Los orientales acostumbran a recoger sus amplias túnicas con un cordón atado a la cintura, para caminar o trabajar, que es lo que hizo Pedro al echarse al mar para ir al encuentro de Cristo (Jua_21:7).
Pero, a la hora de la vejez, extenderás tus manos y otro te ceñirá, y te llevará a donde tú no quieras. Y el evangelista añade que esto lo dijo de la muerte de Pedro. A la hora de la composición de este evangelio, el evangelista había visto la profecía en el cumplimiento del martirio de Pedro, bajo Nerón (54-68), que murió crucificado, como ya lo afirmaba San Clemente Romano 14. Según algunos autores, habría sido crucificado con la cabeza abajo 15, pero este rasgo no afecta al vaticinio de la muerte de Pedro.
La imagen con que se vaticina esto es, en contraposición a la anterior, la de una persona anciana que, no pudiendo manejarse, necesita levantar los brazos para que otros le ciñan la túnica y le ayuden a moverse, llevándolo para que se mueva. No que le lleven a donde no quiera (Bultmann).
Este gesto de extender tus manos es la alusión a la crucifixión de Pedro. Lo decía un autor de la antigüedad, caracterizando la crucifixión por la extensión de las manos l6; y así la describen autores de esa época 17. Tertuliano aplica bien este ambiente al caso de Pedro, al escribir: Fue entonces Pedro atado por otro cuando fue sujetado a la cruz (tune Petrus ab altero cingitur, cum cruci adstringitur) 18.
Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Pedro, al participar de esta muerte de Cristo y a su modo, viene también a glorificar a Dios (Jua_13:1). Es un reflejo del valor triunfal con que Jn considera la muerte de Cristo 19 y su imitación en los mártires.
Después que Cristo hace este vaticinio a Pedro, añadió: Sigúeme. Esta frase era muy evocadora, máxime en este momento. Fue la llamada vocacional a Pedro y a otros apóstoles (Mat_4:19ss; Mat_9:9). Era evocación de aquel a donde Yo voy (Cristo), tú no puedes seguirme ahora, que le dijo a Pedro, pero me seguirás más tarde (Jua_13:36); era evocar aquel donde Yo esté, allí estará también mi servidor (Jua_12:26), porque es trigo que ha de morir para fructificar (Jua_12:24ss); era evocar que el buen pastor ha de dar la vida por sus ovejas (Jua_10:11). Todo esto está sugerido en la perspectiva literaria de Jn.
Por eso, si esta frase tenía sentido de invitación para acompañar materialmente a Cristo, como se desprende del contexto (v.20), el sentido ha de prolongarse, al menos en un sentido simbólico, hasta seguirle en la muerte. Todo el contexto lo ambienta así. La frase tenía, seguramente, un doble sentido, de perspectiva homogénea 20.

El
discípulo amado, 21:20-23.
Un rasgo histórico es causa de relatar a continuación un dato sobre el mismo Jn, pero que era necesario para calmar una inquietud.

20 Se volvió Pedro y vio que seguía detrás el discípulo a quien amaba Jesús, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? 21 Viéndole, pues, Pedro, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste qué? 22 Jesús le dijo: Si Yo quisiera que éste permaneciese hasta que Yo venga, ¿a ti qué? Tú sigúeme. 23 Se divulgó entre los hermanos la voz de que aquel discípulo no moriría; mas no dijo Jesús que no moriría, sino: Si yo quisiera que éste permaneciese hasta que venga, ¿a ti qué?

Por la confrontación de textos se ve que Jn es el discípulo al que amaba Jesús, que es el mismo que en la cena descansó sobre el pecho del Señor. Pedro y Juan aparecen frecuentemente en amistad (Hec_3:12Cr_3:4.11; 2Cr_4:13; 2Cr_8:14).
Por eso Pedro, que debió de comprender que Cristo aludía a su muerte, se interesó por la suerte de su amigo Juan con relación a su muerte. Pero Cristo le respondió: Si Yo quisiera que éste permaneciese hasta que yo venga, ¿a ti qué (te importa)? Tú sigúeme.
Si la amistad llevaba a Pedro a querer saber esto, eran planes de Dios, en los que él no debía meterse. Es la actitud de Cristo en los evangelios.
Cristo sólo lo decía en forma condicional: Si yo quisiera (??? . ???? ); no era, pues, una afirmación. Pero la frase era un poco enigmática y corrió deformada, hasta el punto de decirse que Cristo le había prometido que no moriría hasta que El viniese en la parusía. Pero esto había que precisarlo. Dos son las soluciones que se dan a este propósito, sobre quién es el autor de esta rectificación y la finalidad que intenta.
Sería hecho por un discípulo de Jn. Este habría muerto recientemente. Y con esta rectificación se pretendía hacer ver que Cristo no se había equivocado, pues no había dicho esto (Mat_24:36), sino que había sido una mala inteligencia popular de lo que Cristo había dicho.
Por ciertas frases evangélicas (cf. v.gr., Mar_9:1; Mat_24:34), y la misma ambigüedad de ésta, se vino a crear un falso ambiente en los cristianos primitivos de que la parusía era inminente, y que no pasaría de la edad apostólica. A esto debe de obedecer esta precisión.
Para otros, es el mismo evangelista el que lo rectifica. Quiere, sin más, poner las cosas en su punto. Si hubiese circulado este rumor entre los fieles y hubiese sido desmentido por la muerte de Jn, el autor de esta rectificación no les hubiese dado, probablemente, el nombre de hermanos al círculo por el que corrió este falso rumor 21. Sería, pues, Jn mismo, ya muy viejo, que querría también evitar un posible culto supersticioso en torno a él o posibles cabalas en torno a la parusía.
En todo caso, parece indicarse aquí que Jn había llegado a una gran vejez. La tradición dice que murió bajo Trajano (98-117) 22, y suele admitirse que en el séptimo año de Trajano, que es el 104.

Epílogo,Mat_21:24-25.
24 Este es el discípulo que da testimonio de esto, que lo escribió, y sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Muchas otras cosas hizo Jesús que, si se escribiesen una por una, creo no podrían contener los libros.

Manifiestamente estos versículos son otro epílogo. Pero la redacción del mismo hace ver que no es del mismo evangelista. Este es el discípulo que da testimonio y el que escribió estas cosas, no es el modo de introducirse Jn (Jua_19:35). Pero el contraste entre lo que sigue es aún más fuerte para hacer ver esto: y nosotros sabemos (??????? ) que su testimonio es verdadero. Este plural, puesto en función de la manera más impersonal en que está expresado el primero, hace ver que este versículo está redactado por un grupo de discípulos del evangelista, o acaso de los ancianos de Efeso, que testifican que el evangelio que publican está escrito por Jn, y ellos saben la verdad de su testimonio. Es una autentificación colectiva y oficial del valor del cuarto evangelio.
El v.25 expresa, en forma hiperbólica, la admiración por lo que hizo Cristo. Este evangelio no es más que una selección. El tono es muy distinto del epílogo primero (Jua_20:30.31). Allí se justifica la selección en orden a la redacción. Aquí es la sola admiración ante la fecunda y prodigiosa obra de Cristo.
Es chocante encontrarse de nuevo con un redactor en singular creo (????? ) . Se piensa en diversas soluciones: en una locución ya hecha; en uno solo que represente al grupo, .o, acaso mejor, en un nuevo discípulo que escribió posteriormente esta adición.

1 Boismard, La Finale Du Iv Evangile: Rev. Bib. (1936) 512-528; 2 Cassian New Test. Studies (1956-1957) 132-136. 3 Sobre Estos Apóstoles, Cf. comentario A Mat_10:2-4. Comentario A Mat_10:3. 4 Plinio, Nat Hist. Ix 23; Tristram, Xatural History Of The Bible 5.A Ed. P.281. 5 Wllliam, Das Lebenjesu. Vers. Esp. (1940) P.543. 6 Tristram, O.C., P.285; Z. Biever, Conférences De St. étienne (1910-1911) P.291; Masterman, Studies In Galilee (1909) P.38. 6 P. Benoit, La Passion Et. (1966) P.343ss. 7 William, O.C., P.544; En Este Mismo Sentido, Cf. Strack-B., Kommentar. Ii P.587; Virgilio, Ge&Rg. I 299. 8 Mal_25:474. 8 B. Vawter, O.C. (1972) P.527. 9 Jenofonte, Memorab. Ii 7:9 Y 12; Zorell, Lexicón Graecum ? . ? . (1931) Col. 10 95 Y 232. 10 Ruckstuhl, Die Literarische Einheit Des Johannesevangeliujns (1951) P.!46ss. 11 Filón, Deter. Pot. Insid. 25. 12 Sin Embargo, Hay Variantes Sobre El Uso De Corderos Y Ovejas, Lo Mismo Que Entre Diminutivos De Estas Expresiones: Xestlé, ??. ? . Graece Et Latine (1928) Ap. Crít. A Jn V.15, 16 Y 17. 13 Denzinger, Ench. Symb. N.1822. Sobre Este Tema, Cf. Médébielle, Art. église, En Dict. Bib Suppl. Ii (1932) 590-596. 14 Epist. I Ad Cor. 5:4. 15 Eusebio De C., Hist. Ecd. Iii 1:2. Artemidoro, Oneirocriton I 76. Arriano, Epict. III 26; Séneca, Consolat. Ad Marc. 20; Tertuliano, De Praescrip. 35; San Justino, Dial. Xc; Eusebio De C., Hist. Ecd. Ii 25. 16 Tertuliano, Scorpiace 15. Holzmeister, De Vita S. Petri (1936) P.52ss. 17 Zahn, Das Evangelmm Des Johannes. (1912) H.L. 18 Lreneo,Adv. Haer. Iii 1: Mg 7:844; Eusebio, 19 Hisl. Ecd. Iii 24: Mg 20:265. 20 Lagrange, évang. S. Sí. Jean (1927) P.532.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



238 (A) LAS APARICIONES JUNTO AL MAR DE GALILEA (21,1-14). Los w. 1 y 14 hacen mención de las apariciones en Jerusalén y sir(-)ven de enlace con el resto del evangelio. Una tradición antigua afirmaba que Jesús se había aparecido en Galilea (Mc 16,7), pero el único relato asociado a esta tradición es el de la mi(-)sión universal de los discípulos en Mt 28,16-20. La escena de pesca en Juan tiene relación con la pesca milagrosa de Lucas y con la de(-)signación de Pedro «pescador de hombres» (Lc 5,1-11). Se ha sugerido que el relato lucano pudiera ser un relato de resurrección saca(-)do de contexto (véase FGL 561). Esta hipótesis haría coincidir las posibles fuentes de Juan y Lucas y, sin embargo, las peculiaridades del relato joánico hacen que sea igualmente probable que los dos episodios se hayan origina(-)do de forma independiente.
239 (A) LA PESCA MILAGROSA (21,2-8.10-11). 2. Simón Pedro, Tomás...: La lista de nom(-)bres quizás proceda del editor del evangelio, puesto que tanto Tomás como Natanael son presentados al lector de acuerdo con su des(-)cripción en el evangelio. 3. voy a pescar: La de(-)cisión de ir a pescar, adecuada si considera(-)mos el relato como la primera (¿la única?) aparición de Jesús a sus discípulos, resulta sorprendente tras la misión que éste les ha en(-)comendado en 20,21. 4. El hecho de no reco(-)nocer a Jesús, típico de los relatos sobre las apariciones (p.ej., Jn 20,15; Lc 24,14-15), re(-)sulta también más apropiado en el contexto de una aparición independiente. Diversos deta(-)lles de la pesca presentan paralelos en el rela(-)to de Lucas: los discípulos han trabajado toda la noche sin ningún éxito; Jesús les ordena echar las redes al agua; las redes se llenan con un gran número de peces; la reacción espon(-)tánea de Pedro; los peces como símbolo de la misión; y la referencia al estado de la redes. Los relatos se diferencian en la localización del bote y de Jesús, en el contenido de la reac(-)ción de Pedro, en el estado de las redes y en la presencia de otros botes que les ayudan a arrastrar las redes. 7. ¡es el Señor!: La identifi(-)cación por parte del Discípulo Amado del ex(-)traño que está en la orilla desencadena la re(-)acción de Pedro. Algunos exegetas señalan un paralelo con la escena de María Magdalena; María reconoce al Señor cuando éste la llama por su nombre (20,16). Jesús se ha dirigido a los discípulos con la denominación propia de la comunidad joánica, «hijos» (v. 5; cf. 1 Jn 2,13.18; 3,7). 10. traed ahora algunos de los pe(-)ces: La petición parece entrar en contradic(-)ción con el v. 9, pero sirve para relacionar la pesca con la escena de la comida. 11. 153 pe(-)ces: El significado simbólico de los 153 peces es discutido. El paralelo con el relato de Lucas sugiere que debe de hacer referencia a la uni(-)versalidad de la misión (cf. 10,16). El narrador quizás haya enfatizado el hecho de que las re(-)des no se rompieran para significar la unidad de los creyentes y contraponerla a las divisio(-)nes de las multitudes faltas de fe del evangelio (p.ej., 7,43; 9,16; 10,19).
240 (B) LA COMIDA (21,9.12-14). El relato de la pesca milagrosa se convierte en un relato de resurrección y se combina con la tradición acerca del reconocimiento por parte de los dis(-)cípulos de Jesús resucitado durante una comi(-)da. En Lc 24,43 el mismo Jesús come pescado para alejar toda duda acerca de su presencia fí(-)sica. En Lc 24,30 Jesús abre los ojos a los dis(-)cípulos bendiciendo, partiendo y distribuyen(-)do el pan. El pan y el pescado fueron los alimentos bendecidos en el relato de la multi(-)plicación de los panes en Jn 6,9. Ambos relatos coinciden en situar la acción junto al lago de Tiberíades (son los dos únicos relatos del cuarto evangelio que mencionan este lago) y coin(-)ciden también en el gesto de Jesús que toma el alimento y lo reparte a sus discípulos (v. 13). En Jn 6,11, Jesús distribuye el alimento entre la multitud. Parece, pues, harto probable que la escena del reconocimiento de Jesús durante la comida esté destinada a recordar al lector joá(-)nico la presencia de Jesús en la eucaristía (véa(-)se R. Pesch, Der reiche Fischfang: Lk 5,1-11/Jo 21,1-14; Wundergeschichte-BerufungserzéhlungErscheinungsbericht [Düsseldorf 1969]).
241 (B) LAS PALABRAS DE JESÚS ACERCA DE PEDRO Y DEL DISCÍPULO AMADO (21,15-23).
Durante la cena, la pregunta de Pedro acerca del traidor fue mediada por el Discípulo Ama(-)do (13,23-25); mientras que Pedro había nega(-)do al Señor, el Discípulo Amado estuvo pre(-)sente al pie de la cruz para recibir a la madre de Jesús y ser recibido por ésta (19,26-27); el Discípulo Amado llega primero al sepulcro y cree en el Señor resucitado sin haberlo visto (20,4-8); el Discípulo Amado reconoce al Se(-)ñor en la orilla y proporciona a Pedro la oca(-)sión de acercársele (21,7). Sin embargo, en es(-)ta sección, el papel de Pedro como pastor y mártir es establecida por el propio Señor resu(-)citado. La posición privilegiada del Discípulo Amado es reconocida, pero al parecer está des(-)tinada a no tener continuidad tras su muerte.
242 (A) PEDRO, PASTOR Y MÁRTIR (21,15-19). 15-17. Simón, hijo de Juan, ¿me amas?: Pedro invierte la triple negación de 18,17.25-26. Lu(-)cas 22,31-34 asocia la predicción de que Pedro «se convertirá y confirmará en la fe a sus her(-)manos» con la predicción de las negaciones. Su conversión se vincula a menudo al hecho de ser el primero en ver al Señor (p.ej., 1 Cor 15,4; Lc 24,34) ; es ésta una tradición que no aparece en forma narrativa a no ser que consideremos que Jn 21,1-14 deriva de un relato donde Jesús se aparece a Pedro en solitario. Para el cuarto evangelio amar a Jesús equivale a guardar sus mandamientos (14,15; 15,10). Aquí, el amor de Pedro le vale el encargo de «alimentar» y «apa(-)centar» a las ovejas de Jesús. Esta tradición pa(-)rece dar por supuesto el desarrollo del cargo eclesial de «supervisor». La expresión «apacen(-)tar» se utiliza en 1 Pe 5,2-4 y Hch 20,28 en re(-)lación con los obispos y los ancianos de la co(-)munidad. El cuarto evangelio insiste en la solicitud de Jesús por el rebaño que Dios le ha encomendado (10,3-4.14.27-30; 17,6.9-12). Je(-)sús encarga ahora a Pedro que tenga su misma solicitud. Una tradición paralela se refleja en la designación de Pedro como «roca» en Mt 16,18-19, que muchos exegetas consideran sa(-)cada de una escena de resurrección. 18. te ase(-)guro: Jesús declara en este momento que Pedro cumplirá su promesa de seguirle hasta la muer(-)te (13,37-38). 1 Clem 5,4 nos informa de que Pe(-)dro murió mártir bajo Nerón, cuando eras más joven, tú mismo te ceñías el vestido e ibas a don(-)de querías; mas, cuando seas viejo...: Se trata de un proverbio. En el v. 19, el narrador lo aplica a la muerte de Pedro; sin embargo, no queda claro si la expresión «extender los brazos» es una referencia explícita a la crucifixión de Pe(-)dro o simplemente alude al hecho de ser ma(-)niatado como prisionero. La tradición sobre la crucifixión de Pedro no aparece documentada hasta Tertuliano (Scorpiace 15.3).
243 (B) EL DISCÍPULO AMADO (21,20-23). Esta sección está estructurada alrededor de un dicho antiguo de Jesús. Se aplica al Discípulo Amado una tradición paralela a la que afirma que el Hijo del hombre retomará antes de que se extinga la generación de Jesús (v. 22; cf. Mc 9,1) . El narrador ha creado una larga intro(-)ducción en el v. 21 a fin de recordar al lector la especial relación existente entre Jesús y el Dis(-)cípulo Amado. La misión de Pedro incluirá la glorificación de Dios en el martirio (w. 22b. 19); el Discípulo Amado, por el contrario, no murió mártir. El vb. «permanecer» era uti(-)lizado con diversos significados en la comuni(-)dad joánica. Suele referirse a la nueva relación entre los discípulos y el Padre/Hijo. Aquí da pie a un malentendido. 23. estas palabras: Es(-)te versículo informa al lector de la existencia de una tradición sobre la inmortalidad del Dis(-)cípulo Amado. Puesto que el Discípulo Amado ha muerto ya, el narrador se propone explicar el origen de la confusión. Al parecer, su inten(-)ción es dar a entender al lector que el Discípu(-)lo Amado «permanece» de hecho en la comu(-)nidad, en la interpretación de la tradición de Jesús inspirada por el Espíritu que la comuni(-)dad lleva a cabo basándose en su testimonio. El testimonio del Discípulo Amado es el fun(-)damento del cuarto evangelio. Mientras haya comunidades que mantengan vivo este evan(-)gelio, el Discípulo Amado «permanecerá».
244 (C) CONCLUSIÓN: EL TESTIMONIO ACER(-)CA DE JESÚS (21,24-25). Las palabras conclu(-)sivas del evangelio recuerdan al lector que la verdad contenida en el cuarto evangelio tiene su origen en el testimonio acerca de Jesús del Discípulo Amado (cf. 19,35). 24. estas cosas: No se refiere necesariamente a la totalidad del evangelio, pero sí implica que la tradición oral iniciada por el Discípulo Amado y quizás tam(-)bién por algunos escritos sobre ella constitu(-)yen el fundamento del evangelio. El autor de estas palabras afirma la veracidad del testimo(-)nio del Discípulo Amado mediante una fórmu(-)la paralela a la que el evangelio aplica al testi(-)monio de Jesús (p.ej., 5,31-32). 25. muchas otras cosas: Este versículo pudiera ser una adi(-)ción aún más tardía que los versículos anterio(-)res. Remite de forma clara a 20,30, aunque sin el énfasis cristológico. Quizás tenga como fi(-)nalidad justificar el material adicional inclui(-)do en el evangelio.
[Traducido por Teresa Forcades]


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXI.

1 Christ appearing againe to his disciples was knowen of them by the great draught of fishes. 12 Hee dineth with them: 15 earnestly commandeth Peter to feed his Lambes and sheepe: 18 Foretelleth him of his death: 22 Rebuketh his curiositie touching Iohn. 25 The conclusion.
1 After these things Iesus shewed himselfe againe to the disciples at the sea of Tiberias, and on this wise shewed he himselfe.
2 There were together Simon Peter, and Thomas called Didymus, and Nathaneel of Cana in Galilee, and the sonnes of Zebedee, and two other of his disciples.
3 Simon Peter saith vnto them, I goe a fishing. They say vnto him, Wee also goe with thee. They went foorth and entred into a ship immediatly, and that night they caught nothing.
4 But when the morning was

[Draught of fishes.]

now come, Iesus stood on the shore: but the disciples knewe not that it was Iesus.
5 Then Iesus saith vnto them, [ Or, Sirs.] Children, haue ye any meat? They answered him, No.
6 And he said vnto them, Cast the net on the right side of the ship, and yee shall finde. They cast therfore, and now they were not able to draw it, for the multitude of fishes.
7 Therefore that Disciple whome Iesus loued, saith vnto Peter, It is the Lord. Now when Simon Peter heard that it was the Lord, he girt his fishers coate vnto him, (for hee was naked) & did cast himselfe into the sea.
8 And the other disciples came in a litle ship (for they were not farre from land, but as it were two hundred cubites) dragging the net with fishes.
9 Assoone then as they were come to land, they saw a fire of coales there, and fish laid thereon, and bread.
10 Iesus saith vnto them, Bring of the fish, which ye haue now caught.
11 Simon Peter went vp, & drewe the net to land full of great fishes, an hundred and fiftie and three: and for all there were so many, yet was not the net broken.
12 Iesus saith vnto them, Come, and dine. And none of the disciples durst aske him, Who art thou? knowing that it was the Lord.
13 Iesus then commeth, and taketh bread, and giueth them, and fish likewise.
14 This is nowe the third time that Iesus shewed himselfe to his disciples, after that hee was risen from the dead.
15 So when they had dined, Iesus saith to Simon Peter, Simon, sonne of Ionas, louest thou mee more then these? He saith vnto him, Yea, Lord, thou knowest that I loue thee. He saith vnto him, Feed my lambes.
16 He saith to him againe the second

[Feed my sheepe.]

time, Simon sonne of Ionas, louest thou me? He saith vnto him, Yea Lord, thou knowest that I loue thee. He saith vnto him, Feed my sheepe.
17 He said vnto him the third time, Simon sonne of Ionas, louest thou mee? Peter was grieued, because hee saide vnto him the third time, Louest thou me? And he said vnto him, Lord, thou knowest all things, thou knowest that I loue thee. Iesus sayth vnto him, Feed my sheepe.
18 Uerily, verily I say vnto thee, whe thou wast yong, thou girdedst thy selfe, and walkedst whither thou wouldest: but when thou shalt be old, thou shalt stretch forth thy hands, and another shall gird thee, and carie thee whither thou wouldest not.
19 This spake hee, signifying by what death he should glorifie God. And when he had spoken this, he sayth vnto him, Follow me.
20 Then Peter turning about, seeth the Disciple [ Joh_13:23 ; Joh_20:2 .] whom Iesus loued, following, which also leaned on his breast at supper, and said, Lord, which is hee that betraieth thee?
21 Peter seeing him, saith to Iesus, Lord, and what shall this man doe?
22 Iesus saith vnto him, If I will that he tary till I come, what is that to thee? Follow thou me.
23 Then went this saying abroad among the brethren, that that Disciple should not die: yet Iesus sayd not vnto him, He shall not die: but, If I will that he tary till I come, what is that to thee?
24 This is the Disciple which testifieth of these things, and wrote these things, and we know that his testimonie is true.
25 [ Joh_20:30 .] And there are also many other things which Iesus did, the which if they should be written euery one, I suppose that euen the world it selfe could not conteine the bookes that should be written, Amen.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



"En verdad, en verdad te digo, que cuando eras mozo, te ceñías e ibas a donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro, y te llevará a donde tú no quieras". Esto dijo, señalando con qué muerte había de glorificar a Dios. (vv. 18-19)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 87
Después que el Señor habló a Pedro del amor que éste le tenía, le predice el martirio que deberá sufrir por El, enseñándonos el modo cómo se le debe amar. Por eso dice: "En verdad, en verdad, te digo, que cuando eras joven, te ceñías e ibas a donde querías". Le recuerda su primera juventud, porque en las cosas del mundo el joven es útil, pero el que envejece se inutiliza, lo que no sucede en las cosas divinas, porque en la ancianidad es más esclarecida la virtud y más industriosa, a pesar de la edad. Como Pedro siempre quería hallarse en los peligros con Cristo, le dice: Confía, porque yo satisfaré tu deseo de tal modo, que padecerás siendo anciano lo que no padeciste de joven. Por eso sigue: "Cuando envejecieres", por lo que se da a entender que a la sazón no era joven ni viejo, sino varón perfecto.

Orígenes, super Mat
Observa que no es fácil encontrar que los que son aptos para esta obra, pasen de pronto de esta vida a la otra, pues aquí se le dice a Pedro: "Cuando envejecerás extenderás tus manos".

San Agustín, in Ioannem, tract., 123
Esto es, serás crucificado, pues a esto vendrás para que otro te ciña y te lleve donde tú no quieras. Primero dijo lo que sucedería, y después el modo, pues no sólo fue crucificado, sino que fue conducido a donde él no quería para crucificarle. El quería verse desembarazado de su cuerpo mortal y estar con Cristo. Pero (si era posible) deseaba la vida eterna sin las molestias de la muerte, las que sufrió contra su voluntad, triunfando de ellas voluntariamente. Este sentimiento de repugnancia a la muerte es inherente a la naturaleza, y la misma ancianidad no pudo librar a Pedro. Pero sean cuales fueren las agonías de la muerte, debe superarlas a fuerza del amor por Aquel que, siendo nuestra vida, quiso morir por nosotros. Porque si la muerte fuera de poca importancia, no sería tan grande la gloria del martirio.

Crisóstomo, ut supra
Dice, pues, "Adonde tú no quieras", por el natural sufrimiento del alma, que no quiere separarse del cuerpo, disponiéndolo Dios así, para que muchos no se quiten la vida. Después, para levantar el espíritu del oyente, continuó el Evangelista: "Esto lo dijo para significar con qué género de muerte glorificaría a Dios". El no dijo qué clase de suplicio sufriría, para que aprendas que el padecer por Cristo es gloria y honor para el paciente. Si el alma de un mártir no tuviese la seguridad de que realmente existe Dios, no soportaría de ningún modo la consideración de la muerte, por la que se revela la certeza de la gloria divina.

San Agustín, ut supra
Este es el fin que encontró aquel que negó y amó, dando su vida con perfecto amor por aquel a quien había prometido en una precipitación culpable que daría su vida. Convenía, pues, que Cristo muriera por la salvación de Pedro, y que después Pedro muriera por la predicación de Cristo.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Jesús habla con Pedro y Juan. El triple desafío a Pedro parece diseñado como un paralelo a su triple negación (15-19). Hay diferencias en las palabras usadas en las tres preguntas. En la tercera, el verbo que se traduce amas (fileo) es el mismo que usó Pedro en sus respuestas, pero es diferente del que aparece en las primeras dos preguntas (agapao). Sin embargo, en el NT estos dos verbos a menudo se usan en forma intercambiable y por lo tanto parece que no debe darse un significado especial a la diferencia de las palabras usadas. También hay diferencias en los tres encargos a Pedro. El primero y tercero usan la palabra apacienta, mientras que el segundo dice pastorea (o cuida), lo que implica la responsabilidad de atender las ovejas. El primero es dirigido a los corderos; mientras que los otros dos a las ovejas. Estas dife rencias no tienen un significado teológico. La tercera respuesta de Pedro (17) era más fuerte que las otras dos, sin duda provocada por su dolor al ser interrogado tres veces.

El hecho de que Pedro había sido claramente perdonado y se le habían dado nuevas responsabilidades, que llegaban al apostolado, a pesar de su total negación del Señor, puede dar una esperanza genuina a los cristianos de hoy, cuando sienten que han negado a Jesús y que eso es imperdonable. El no pide otra cosa que nuestro arrepentimiento y amor.

La predicción del v. 18 fue reclamada por la tradición como algo que se cumplió en el hecho de que Pedro fue crucificado cabeza abajo. Pero esa tradición no se ha confirmado de manera firme y pue de ser una inferencia de este pasaje. Al decir que Pedro glorificaría a Dios en su muerte, Juan lo ve como siguiendo el ejemplo de Jesús (19). Algunos piensan que Pedro siguió a Jesús a lo largo de la costa, pero el hecho de seguir implica algo más radical que eso, o sea no menos que la consagración a su servicio. La preocupación de Pedro por Juan y la respuesta de Jesús que virtualmente le dice que se ocupe de sus propias cosas, parece estar dirigida a corregir un malentendido que circulaba en el tiempo de la publicación del Evangelio. Si después de una larga vida Juan seguía aún en este mundo cuando fue escrito el Evangelio (presumiendo que él haya sido el autor) era necesario que se rectificara el rumor de que no iba a morir (23).

La nota adicional en el v. 24 debe considerarse como una continuación de los versículos previos. Lo más natural es pensar que este versículo está dando por sentado que Juan era el autor. En ese caso, las palabras sabemos que su testimonio es verdadero señalan el hecho de que otros estaban preparándose para afirmar la identidad del discípulo amado. El versículo final tiene la intención de enfatizar el carácter selectivo de todo el Evangelio, pero también señalar que Jesús es mucho más grande que todo lo que se ha dicho sobre él en este libro.

Donald Guthrie

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jua_12:33

[2] Jua_13:31; Jua_17:1; Jua_13:36

NOTAS

21:19 (a) El martirio.

21:19 (b) Fórmula que utiliza Jesús para invitar a alguien a ser su discípulo, Jua_1:43; Mat_8:22; Mat_9:9; Mat_19:21. Como en Luc_5:10-11, el relato de pesca milagrosa concluye con una llamada a seguir a Jesús. Pero aquí, Pedro es invitado a seguirle hasta la muerte, v. Jua_21:18; ver Jua_13:36.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jua_12:33

[2] Jua_13:31; Jua_17:1; Jua_13:36

NOTAS

21:19 (a) El martirio.

21:19 (b) Fórmula que utiliza Jesús para invitar a alguien a ser su discípulo, Jua_1:43; Mat_8:22; Mat_9:9; Mat_19:21. Como en Luc_5:10-11, el relato de pesca milagrosa concluye con una llamada a seguir a Jesús. Pero aquí, Pedro es invitado a seguirle hasta la muerte, v. Jua_21:18; ver Jua_13:36.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Aparición junto al lago. Este capítulo es un epílogo del evangelio. La comunidad de Juan había sufrido la inesperada muerte del «discípulo predilecto», hecho que desafiaba algunas opiniones que habían sido corrientes sobre él. La aparición de Jesús junto al lago, paralela a la de Lucas al comienzo del ministerio (Luc_5:1-11), sirve para narrar la vocación de Pedro y de los discípulos que van a continuar la misión de Jesús. El «discípulo predilecto», a partir de la resurrección tiene una visión de fe mucho más clara que la de Pedro (Luc_20:8; Luc_21:7). Los 153 peces pueden ser una referencia a las 153 naciones que se creía que existían en el mundo; quizás, mejor, ese número es la suma de los primeros 17 números (1?... 17), apuntando a la universalidad y al éxito de la misión de los apóstoles.
Pedro, que había negado tres veces a Jesús, es llamado a profesar su amor tres veces. Donde hay amor hay futuro y existe la cualidad fundamental para el liderazgo cristiano. Jesús le predice a Pedro cómo va a seguir los pasos de su maestro hasta la cruz. El evangelio fue terminado después de la muerte de los apóstoles y del «discípulo predilecto».

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

En contraste con las negaciones de Pedro durante la pasión, Jesús como el Buen Pastor que cura a la oveja perdida, confiere a Pedro el primado que antes le había prometido. «Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos (Mt 16,19) El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, el Buen Pastor (Jn 10,11) confirmó este encargo después de su resurrección: Apacienta mis ovejas (Jn 21,15-17). El poder de atar y desatar significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los Apóstoles y particularmente por el de Pedro, el único a quien Él confió explícitamente las llaves del Reino» (CCE 553).

Junto a la autoridad de Pedro se reconoce también el papel de San Juan, quien quizá escribió los vv. 20-23 para deshacer la opinión de que el discípulo amado no moriría.


Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Había dicho Jesús a Pedro: «A donde voy no puedes seguirme ahora; pero me seguirás más tarde» (Jua_13:36). Pedro comprendió qué era «seguir» al Maestro, y replicó animoso: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Mi vida daré por ti» (Jua_13:37). Por esto cuando ahora le dice Jesús: SÍGUEME, entendió que el Maestro le invitaba a seguirle en la muerte de cruz. Y para manifestar que aceptaba la invitación siguió en pos de Jesús.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 21.1-25 El cap. 21 parece haber sido redactado en fecha posterior, pero es parte integrante del evangelio.

[2] 21.2 Los hijos de Zebedeo: es decir, Santiago y Juan (cf. Mt 4.21).

[3] 21.7 Véase 13.23 n.

[4] 21.7 Se vistió, porque estaba sin ropa: otra posible traducción: se ciñó la túnica, porque era lo único que llevaba puesto.

[5] 21.1-11 Nótese la semejanza de este relato con Lc 5.1-11.

[6] 21.15 Cf. Hch 20.28; Ef 4.11; 1 P 5.2.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



18. Estas palabras son un anuncio sobre la suerte futura de Pedro, que en ese momento tenía libertad de acción, pero después se vería sometido al arbitrio de sus enemigos.

22. Se trata de la Venida gloriosa de Jesús al fin de los tiempos.

23. Esta respuesta evasiva tiene como finalidad reprimir la curiosidad de Pedro acerca del futuro de Juan.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*21 Es claramente un epílogo, salido probablemente de la pluma de algún miembro de la escuela joánica tras la muerte del discípulo amado. Se trata sin duda de un texto inspirado, cuya pertenencia a la edición definitiva del evangelio está asegurada, en cualquier caso, por la crítica textual.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Jua 12:33; Jua 18:32.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a 2Pe 1:14

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

glorificaría... Lit. glorificará.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *2Pe 1:14