Ella adoró a Dios y les dijo: «Mandad que me abran la puerta de la ciudad para que vaya a poner por obra los deseos de que me habéis hablado.» Ellos mandaron a los jóvenes que le abrieran, tal como lo pedía. (Judith 10, 9) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
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Preparativos de Judit (10:1-5).
1 Una vez que cesó de clamar al Dios de Israel y acabó todo esto, 2 se levantó de su postración, y, llamando a la esclava, bajó a la casa en que solía morar los sábados y las festividades. 3 Se quitó el saco que llevaba ceñido y se despojó de los vestidos de viudez; bañó en agua su cuerpo, se ungió con ungüentos, aderezó los cabellos de su cabeza, púsose encima la mitra, se vistió el traje de fiesta con que se adornaba cuando vivía su marido, Manases; 4 calzóse las sandalias, se puso los brazaletes, ajorcas, anillos y aretes y todas sus joyas, y se quedó tan ataviada, que seducía los ojos de cuantos hombres la miraban. 5 Entregó a su sierva una bota de vino y un frasco de aceite, llenó una alforja de panes de cebada, de tortas de higos y de panes limpios, envolviéndolo iodo en paquetes, y se lo puso a la esclava a las espaldas.
Confortado su espíritu con la oración (9:2-14), adorna su cuerpo para seducir a Holofernes y prenderle en las redes de sus encantos femeniles. Arranca de su cuerpo cualquier prenda que recuerde el hábito penitente de su viudez, baña su cuerpo, se unge con mirra (Can_5:5; Est_2:12), adereza su cabellera (Can_4:1), que prendió con la mitra (Can_16:10; Isa_3:20) o turbante, y se viste el traje de fiesta que llevaba en vida de su marido. Según lo que se dice en 16, i o, este vestido consistía en una túnica de lino. Sus sandalias arrebataron los ojos de los asirios (Isa_16:11). Según Scholz, las sandalias de las mujeres de alcurnia eran preciosas, con adornos de oro y purpura Sabía Judit que sus planes debían realizarse en el plazo máximo de cinco días (Isa_7:31; Isa_8:30). Si carga su alforja con algunos productos alimenticios, no es tanto por la incertidumbre sobre el tiempo que permanecerá entre los asirios cuanto por no contaminarse con los alimentos extraños e impuros (Isa_12:2; Tob_1:10; Dan_1:8). Preveía ya desde ahora que las alforjas tendrían una finalidad trágica (Dan_13:10). Por panes de cebada debe entenderse la cebada tostada, producto llamado qalí (Jos_4:5; Rut_2:14; 1Sa_25:18), muy apropiado para los viajes. En cuanto al pan limpio, podemos conjeturar que se refiere al pan cocido a la manera judía, bajo la ceniza. Judit se muestra más exigente que la misma Ley (Lev_17:10-14; Num_19:14) en la cual no se habla de panes rituales. A estas provisiones añade la Vulgata el queso o leche para beber (Job_10:10).
En las puertas de la ciudad (Job_10:6-10).
6 Al salir por la puerta de la ciudad de Betulia, encontró al prefecto de la ciudad, Ocias, y a los ancianos Cabris y Carmis, 7 los cuales, al verla y notar su rostro mudado y sus ricos vestidos, quedaron sobremanera maravillados de su belleza, y le dijeron: 8 Dios, el Dios de nuestros padres, te dé gracia y lleve a cabo tus proyectos para gloria de Israel y exaltación de Jerusalén. Y adoraron a Dios. 9 Ella les dijo: Ordenad que se me abran las puertas de la ciudad, y saldré a realizar lo que con vosotros he hablado. Y ordenaron a los jóvenes que le abriesen las puertas, como ella había dicho. 10 Hicierónlo así, y Judit salió, seguida de su esclava. La gente de la ciudad estuvo mirándola hasta que, bajando el monte, atravesó el valle y la perdieron de vista.
Una ciudad amurallada tenía diversas puertas, pero una era la principal. En ésta se hallaban los jefes de Betulia preparados para desear feliz éxito a Judit en la empresa que iba a llevar a cabo. Barruntaron ellos que el arma que debía esgrimir Judit era su belleza, y, por lo mismo, le desean que Dios aumente sus encantos para que pueda llevar a cabo sus proyectos. Los centinelas de los muros seguían atónitos sus pasos y no sabían qué admirar más, o la belleza de la joven viuda o su valentía y arrojo. Dios guiaba sus pasos para que no encontrara tropiezo alguno en su hazaña.
Entre los asirlos (Job_10:11-13).
11 Siguiendo la dirección del valle, caminaron hasta que les salió al paso una avanzada de los asirios, 12 que la cogieron y le preguntaron: ¿Quién eres tú y de dónde vienes y adonde vas? A lo que ella contestó: Soy una hija de los hebreos, que voy huyendo de su presencia, porque están a punto de seros dados en presa. 13 Voy a presentarme a Holofernes, general en jefe de vuestro ejército, para comunicarle noticias verdaderas; quiero indicarle el camino por donde puede subir y dominar toda la montaña, sin que perezca ni uno solo de sus hombres.
Señala la Vulgata que ambas mujeres descendían de la montaña hacia las primeras horas de la madrugada (circa ortum diei). Las avanzadas de los asirios estaban bastante lejos de Betulia, de manera que los centinelas de la ciudad no pudieron divisar el momento del encuentro de Judit con los soldados de Holofernes. A las preguntas de éstos respondió Judit que era una mujer judía que huía de Betulia antes de que la ciudad fuese entregada a ellos, y que deseaba entrevistarse con Holofernes. Las palabras de Judit, que no corresponden a la verdad escueta, no se diferencian de las estratagemas que se consideraban lícitas por aquel entonces. El autor sagrado alaba y recomienda lo que hay de virtud (patriotismo, piedad y fortaleza) en las obras de Judit, y suspende su juicio al referir los medios que utilizó para salvar a su pueblo.
Hacia la tienda de Holofernes (Job_10:14-23).
14 Cuando oyeron tales palabras y contemplaron su rostro, que les pareció maravilloso por su extraordinaria belleza, le dijeron: 15 Has salvado tu vida apresurándote a bajar a nuestro señor; ve, pues, a su tienda, que de los nuestros te acompañarán hasta entregarte a él. 16 Cuando estés en su presencia, no temas, comunícale esas noticias y serás bien recibida. 17 Escogieron de ellos cien hombres, que la acompañaron a ella y a su sierva, conduciéndolas a la tienda de Holofernes. 18 Corrió por las tiendas la voz de su venida, y se juntó un gran concurso en el campamento, que la rodeó mientras estuvo fuera de la tienda de Holofernes, esperando ser presentada. 19 Todos se maravillaban de su belleza, y por ésta, de los hijos de Israel, diciéndose unos a otros: ¿Quién se atreverá a despreciar a este pueblo que tales mujeres tiene? No se debe dejar ni una sola de éstas, porque las que quedaren serían capaces de seducir a toda la tierra. 20 Salieron los que hacían la guardia cerca de Holofernes y todos sus siervos, y la introdujeron en la tienda. 21 Hallábase Holofernes descansando en su lecho, bajo un dosel tejido de púrpura y oro y cuajado de esmeraldas y otras piedras preciosas. 22 En cuanto se la anunciaron, salió a la antecámara, precedido de lámparas de plata. 23 Llegada Judit a presencia de Holofernes y de sus servidores, todos se quedaron maravillados de la belleza de su rostro. Postróse ante él, pero los servidores la levantaron.
La belleza de Judit pone en movimiento a todo el campamento asirio. A su paso hacia la tienda de Holofernes despertaba Judit oleadas de entusiasmo, y los soldados se alineaban delante de sus tiendas, fijando sus ojos sensuales sobre el desconcertante rostro de la viuda de Betulia. Obligada a esperar ante las habitaciones privadas de Holofernes, pronto un grupo de oficiales y soldados rodeó la comitiva. La guardia de Holofernes y sus ayudantes de campo interrogaron a Judit en la tienda del general. Se componía el edificio de diversos departamentos (Isa_54:2), ocupando el lecho del generalísimo el lugar más aislado del mundo exterior. El uso de lámparas demuestra que los hechos sucedían de noche (Isa_11:3) o a primeras horas de la madrugada, antes de la aurora. Ahora bien, si Judit llegó de noche a la tienda de Holofernes, ¿cómo pudieron los soldados admirar su rostro a su paso hacia la tienda de Holofernes? Dice el texto que a los soldados el rostro de Judit les pareció maravilloso por su extraordinaria belleza. Al autor sagrado pasó inadvertido este detalle en su afán de pasear a su heroína por entre los soldados del campamento y rodear los acontecimientos con detalles dramáticos, que únicamente tenían en su mente el valor de medios para un fin.