Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Los jueces Tola y Jair (10:1-5).
1
Después de Abimelec surgió para librar a Israel Tola, hijo de Fuá, hijo de Dodó, hombre de Isacar. Habitó en Samir, en los montes de Efraím. 2
Juzgó a Israel durante veintitrés años y murió, siendo sepultado en Samir. 3
Después de él surgió Jair, de Galaad, que juzgó a Israel por veintidós años. 4
Tuvo treinta hijos, que montaban treinta asnos y eran dueños de treinta ciudades, llamadas todavía Javot Jair, en la tierra de Galaad. 5
Murió Jair y fue sepultado en Camón.
Por la escasez de datos que sobre ellos da el hagiógrafo, estos dos jueces vienen clasificados entre los que llamamos jueces menores Tola (el gusano que da el color rojo) era hijo de Fuá (el color rojo), hijo de Dodó (los LXX y Vulgata: hijo de su tío, es decir del manasita Abimelec), hombre de Isacar (frase que se omite en LXX Vulgata). Tola era de la tribu de Isacar, con residencia en Efraím, lo cual crea cierta sospecha por su condición de jete, que habitaba en Samir, ciudad que se hallaba dentro de los límites de Efraím, diferente, por consiguiente, de la homónima de Judá (
Jos_15:48) y próxima a la llanura de Esdrelón. Dodó, nombre que aparece en las cartas de Tell-el-Amarna y Estela de Mesa, es también aquí nombre propio (
2Sa_23:9).
Jair, nombre de un clan de Manases en Galaad (
Num_32:41;
Deu_3:14;
1Re_4:13 1Cr_2:21-23). Sus treinta hijos montaban treinta 'asnos, cada uno el suyo, distintivo de riqueza y dignidad (
1Cr_5:10;
1Cr_12:14;
Zac_9:9), y poseían además treinta ciudades, llamadas todavía Javot Jair, en Galaad. Entre nuestro texto y los otros lugares bíblicos anteriormente citados, en que se habla también de estas ciudades, hay sensibles diferencias en cuanto a su número y lugar de emplazamiento. Fue sepultado Jair en Camón, a unos doce kilómetros al oeste de Irbid.
Judicatura de Jefté (Zac_10:6; Zac_12:7).
Se antepone a la historia de Jefté una larga introducción (
Zac_10:6-16), que repite los temas generales ya expuestos en 2:7-21 y formulados por un profeta. Esta introducción es considerada por algunos expositores como introducción general a la segunda parte del libro de los Jueces, incluyendo Samuel (1 Sam 1-12). Los dos grandes enemigos de Israel son Amón y los filisteos, contra los cuales lucharon Jefté y Sansón, y que fueron derrotados finalmente por Samuel y Saúl. Los críticos encuentran en esta historia falta de unidad y, por lo mismo, son de parecer que hay versiones diferentes en el origen de este relato, que un redactor más reciente ha amplificado y unificado.
Causas de la opresión de Israel (10:6-16)
6
Volvieron los hijos de Israel a hacer mal a los ojos de Yahvé, y sirvieron a los baales y astartés, a los dioses de Sidón, a los de Moab, a los de los hijos de Amón, a los de los filisteos, y se apartaron de Yahvé, no sirviéndole más. 7
Encendióse la ira de Yahvé contra Israel y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los hijos de Amón, 8
que durante dieciocho años oprimieron y afligieron con gran violencia a los hijos de Israel, a todos los hijos de Israel que habitaban al otro lado del Jordán, en la tierra de los amorreos, en Galaad. 9
Los hijos de Amón pasaron el Jordán para combatir a Judá, a Benjamín y a la casa de Efraím, viéndose Israel muy apretado. 10
Clamaron a Yahvé los hijos de Israel, diciendo: Hemos pecado contra ti, porque hemos dejado a nuestro Dios y hemos servido a los baales. 11
Yahvé dijo a los hijos de Israel: ¿No os he hecho yo subir de Egipto? ¿Y los amorreos, y los hijos de Amón, y los filisteos, 12
y los de Sidón y Amalee os oprimieron, y clamasteis a mí y os salvé yo de sus manos? 13
Pero vosotros me habéis dejado a mí para servir a dioses extraños. Por eso no os liberaré ya más. 14
Id e invocad a los dioses que os habéis dado; que os libren ellos al tiempo de vuestra angustia. 15
Los hijos de Israel dijeron a Yahvé: Hemos pecado; castíganos como quieras, pero líbranos ahora. 16
Quitaron de en medio de ellos los dioses extraños y sirvieron a Yahvé, que no pudo soportar la aflicción de Israel.
Dios permitió que las naciones vecinas oprimieran y afligieran a Israel a causa de haberse entregado a la idolatría. Adoraron a los baales y astartés de los cananeos, de Sidón, de Moab, de Aram (que tal vez puede considerarse como una glosa introducida en el texto por influencia
Deu_3:8-10), de Amón y de los filisteos. Por este texto no puede afirmarse que la invasión amonita y la filistea fueran contemporáneas. Los israelitas clamaron al Señor, quien les responde irónicamente diciendo que busquen ayuda en los dioses que adoraron (
Deu_32:37;
Jer_2:28). Bajo esta ironía se oculta, sin embargo,
la bondad y misericordia divinas, que simula no querer atender sus ruegos para obligarles a un arrepentimiento más eficaz. Cuando los israelitas quitaron de en medio los dioses extranjeros,
Yahvé se mostró impaciente por poner fin a sus sufrimientos. Para indicar la gran misericordia de Dios para con el pecador arrepentido, usa el texto la expresión de que el alma de Yahvé no pudo soportar la aflicción de Israel. Literalmente: el alma del cual el soplo fue corto, como se dice de la impaciencia (
Jer_16:16;
Num_21:4).
En busca de un jefe (Num_10:17-18).
17
Reuniéronse los hijos de Amón y acamparon en Galaad; y se reunieron también los hijos de Israel, acampando en Masfa. 18
El pueblo, los jefes de Galaad, se dijeron unos a otros: ¿Quién será el que comenzará a combatir a los hijos de Amón? Que sea él quien mande a todos los habitantes de Galaad. Los amonitas se congregaron en Galaad con ánimo de atacar a los israelitas y arrojarlos de la meseta transjordánica. Los israelitas, por su parte, se congregaron en Masfa para oponerles resistencia. No se han identificado todavía estas dos localidades, que quizá no formen más que una: la ciudad fortificada que ocupaban los israelitas y los alrededores de la misma en donde acamparon los amonitas. Se cree que esta localidad corresponde a
Yirbet Djelead, un poco al sur del Yaboc, entre éste y Nebí Osa. Los israelitas, ante aquel numeroso ejército, comprendieron la necesidad
que tenían de un jefe único y supremo que dirigiera las operaciones. Barajando nombres, convinieron en que, dadas aquellas circunstancias, debían ofrecer el mando a Jefté, a pesar de su origen oscuro y vida equívoca.