Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
26. Discurso Final Parenetico.
E s esta alocución exhortatoria paralela a la que hemos visto como conclusión del
código de la alianza1 y la que se repetirá en Dt c.28. Primero se anuncian promesas de bendición a los cumplidores de la ley (v.3-13) y después se intiman amenazas a los trans-gresores (v. 14-39). En la formulación de ambas parece que se supone que los israelitas habitan en Palestina. Por otra parte, son clásicas las analogías entre este capítulo y el libro de Ezequiel2. Por ello, muchos autores suponen que esta legislación es de la época del exilio; sin embargo, como hemos visto, hay divergencias entre la legislación levítica y la de Ezequiel, y, además, aquí se previene contra el culto en los lugares altos y la idolatría, lo que no encaja en el ambiente del exilio. Como siempre, se puede suponer un núcleo redaccional primitivo que ha sido retocado en épocas más recientes.
Promesas de Bendiciones a los Observadores de la Ley (1-13).
1
No os hagáis ídolos, ni os alcéis cipos, ni pongáis en vuestra tierra piedras esculpidas para prosternaros ante ellos, porque soy yo, Yahvé, vuestro Dios. 2
Guardad mis sábados y reverenciad mi santuario. Yo, Yahvé. 3
Si cumplís mis leyes, si guardáis mis mandamientos y los ponéis por obra, 4
yo mandaré las lluvias a su tiempo, la tierra dará sus frutos, y los árboles del campo darán los suyos. 5
La trilla se prolongará entre vosotros hasta la vendimia, y la vendimia hasta la sementera, y comeréis vuestro pan a saciedad y habitaréis en seguridad en vuestra tierra. 6
Daré paz a la tierra; nadie turbará vuestro sueño, y dormiréis sin que nadie os espante. Haré desaparecer de vuestra tierra los animales dañinos, y no pasará por vuestro país la espada. 7
Perseguiréis a vuestros enemigos, que caerán ante vosotros al filo de la espada. 8
Cinco de vosotros perseguirán a ciento, ciento de vosotros perseguirán a diez mil, y vuestros enemigos caerán ante vosotros al filo de la espada. 9
Yo volveré a vosotros mi rostro, y os haré fecundos y os multiplicaré, y yo mantendré mi alianza con vosotros. 10
Comeréis lo añejo, y habréis de sacar fuera lo añejo para encerrar lo nuevo, u Estableceré mi morada entre vosotros y no os abominará mi alma. 12
Marcharé en medio de vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. 13
Yo, Yahvé, vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto para que no fueseis esclavos en ella, rompí las coyundas de vuestro yugo y hago que podáis andar erguida la cabeza.
Los v.1-2, que coinciden con el segundo precepto del Decálogo, se hallan repetidos en muchos lugares de la Ley3. Lo que resta de la perícopa es una viva y apremiante exhortación a la observancia de la misma, poniendo ante los ojos del pueblo los bienes que el Señor les promete y los males con que los amenaza. El estilo no es el de un legislador que formula en lenguaje jurídico las sanciones de las leyes, sino el de un orador que trata de mover el ánimo de sus oyentes o lectores al amor y observancia de los mandamientos divinos. En todo esto, el autor sagrado parece proceder por deducción, partiendo del principio de que siendo Dios justo debe dar a cada uno según su merecido; y que esto se cumple,
no nos deja dudar ni la fe en la perfección divina ni siquiera la razón. Sin embargo, el cumplimiento de esta justicia no siempre aparecería claro; antes la experiencia daba lugar a graves tentaciones, cuando veían las muchas tribulaciones a que la vida del justo estaba sometida y las prosperidades de los malvados. El libro de Job plantea crudamente este problema, mostrándonos de qué manera Dios prueba la virtud de los justos para premiarles después más copiosamente. El Eclesiastés saca de su experiencia que, en efecto,
Dios es justo y hay que vivir con temor de Dios, sin olvidarse de su juicio; pero que no vemos cómo en la vida presente se realiza esta justicia. Los premios que aquí se prometen son de origen temporal: el crecimiento de la familia, cosechas abundantes del campo, multiplicación de los ganados, victoria sobre los enemigos y paz para disfrutar de esos bienes. La Ley está dada al pueblo; la exhortación va dirigida al mismo con promesas apropiadas a su mentalidad ruda. Esto bastaría en una ley humana, pero la ley que precede está dada en nombre de Dios, y parece que el ministro de quien Dios se sirve debía levantar la vista a esperanzas más altas. Y es para maravillar que sólo en los postreros libros del Antiguo Testamento aparezcan esas esperanzas ultraterrenas. Las mismas descripciones
de la edad mesiánica en los profetas predicen esos mismos bienes acompañados de la fiel observancia de la ley divina. Es, sin duda, un misterio esta conducta del Espíritu Santo, que deja encubiertos con un espeso velo los bienes que Dios tiene preparados para los que le aman. Los patriarcas, al morir, van a descansar en el
seol, donde la vida se presenta a veces triste, a veces como una continuación de la paz en que mueren; pero nada que nos haga vislumbrar las dulces esperanzas que a los cristianos hacen llevaderas las tribulaciones de la presente vida. Se nos muestra hasta qué punto llega aquella condescendencia, o
synkatabasis, que,
al decir de los Padres, observa Dios en el gobierno de su pueblo. El pueblo de Israel era rudo y grosero, incapaz de apreciar los bienes espirituales. Como sólo tenía en estima los bienes temporales, ésos son los que Dios promete para estimularle a la observancia de sus preceptos. Pero hay que advertir que tales bienes se le presentan como venidos de Dios, como expresión de la gracia del Señor, que se complace en la conducta de su pueblo. Esto ya imprime un sello de espiritualidad a
estas promesas temporales, las cuales, por lo mismo, figuraban
las espirituales que nos había de traer el Mesías4
.
Amenazas a los Prevaricadores (14-46).
14
Pero, si no me escucháis y no ponéis por obra mis mandamientos, si desdeñáis mis leyes, 15
menospreciáis mis mandamientos y no los ponéis por obra, y rompéis mi alianza, 16
ved lo que también yo haré con vosotros: echaré sobre vosotros el espanto, la consunción y la calentura, que debilitan los ojos y consumen la vida; sembraréis en vano vuestra simiente, pues serán los enemigos los que la comerán; 17
me volveré airado contra vosotros y seréis derrotados por vuestros enemigos; os dominarán los que os aborrecen, y huiréis sin que os persiga nadie. 18
Si después de esto no me obedecéis todavía, echaré sobre vosotros plagas siete veces mayores por vuestros pecados; 19
quebrantaré la fuerza de vuestro orgullo; haré como de hierro vuestro cielo y como de bronce vuestra tierra. 20
Serán vanas vuestras fatigas, pues no os dará la tierra sus productos, ni los árboles de ella sus frutos. 21
Y si todavía os oponéis a mí y no queréis obedecerme, os castigaré otras siete veces más por vuestros pecados; 22
lanzaré contra vosotros fieras que devoren vuestros hijos, destrocen vuestro ganado y os reduzcan a escaso número, de modo que queden desiertos vuestros caminos. 23
Si con tales castigos no os convertís a mí y seguís marchando contra mí, 24
yo a mi vez marcharé contra vosotros y os rechazaré, y os heriré también siete veces más por vuestros pecados; 25
esgrimiré contra vosotros la espada vengadora de mi alianza; os refugiaréis en vuestras ciudades, y yo mandaré en medio de vosotros la peste y os entregaré en manos de vuestros enemigos, 26
quebrantando todo vuestro sostén de pan; diez mujeres bastarán para cocer el pan en un solo horno y os lo darán tasado; comeréis y no os hartaréis. 27
Si todavía no me obedecéis y seguís oponiéndoos a mí, 28
yo me opondré a vosotros con furor y os castigaré siete veces por vuestros pecados. 2
9Comeréis las carnes de vuestros hijos, comeréis las carnes de vuestras hijas; 30
destruiré vuestros lugares excelsos, abatiré vuestras estelas consagradas al sol; amontonaré vuestros cadáveres sobre los cadáveres de vuestros ídolos, y mi alma os abominará. 31
Convertiré vuestras ciudades en desiertos, saquearé vuestros santuarios y no aspiraré ya más el suave olor de vuestros perfumes. 32
De vastaré la tierra, y vuestros enemigos, que serán los que la habiten, quedarán pasmados; 33
y a vosotros os dispersaré yo entre las gentes y os perseguiré con la espada desenvainada en pos de vosotros; vuestra tierra será devastada, y vuestras ciudades quedarán desiertas. 34
Entonces disfrutará la tierra de sus sábados, durante todo el tiempo que durare la soledad y estéis vosotros en la tierra de vuestros enemigos. Entonces descansará la tierra y gozará de sus sábados. 35
Todo el tiempo que quedará devastada, tendrá el descanso que no tuvo en vuestros sábados, cuando erais vosotros los que la habitabais. 36
A los que de vosotros sobrevivan, yo les infundiré espanto tal en sus corazones, en la tierra de sus enemigos, que el moverse de una hoja los sobresaltará y los hará huir como se huye de la espada, y caerán sin que nadie los persiga; 37
y tropezarán los unos con los otros, como si huyeran delante de la espada, aunque nadie los persiga; y no podréis resistir ante vuestros enemigos; 38
y pereceréis entre las gentes, y la tierra de vuestros enemigos os devorará. 39
Los que sobrevivan serán consumidos por sus iniquidades en la tierra enemiga, y consumidos por las iniquidades de sus padres. 40
Confesarán sus iniquidades y las de sus padres por las prevaricaciones con que contra mí prevaricaron, 41
y que, por habérseme opuesto a mí, me opuse yo a ellos y los eché a tierra de enemigos. Humillarán su corazón incircunciso y reconocerán sus iniquidades; 42
y yo entonces me acordaré de mi alianza con Jacob, de mi alianza con Isaac, de mi alianza con Abraham, y me acordaré de su tierra. 43
Ellos tendrán que abandonar la tierra, que gozará de sus sábados, yerma, lejos de ellos. Serán sometidos al castigo de sus iniquidades por haber menospreciado mis mandamientos y haber aborrecido mis leyes. 44
Pero, aun con todo esto, cuando estén en tierra enemiga, yo no los rechazaré, ni abominaré de ellos hasta consumirlos del todo, ni romperé mi alianza con ellos, porque yo soy Yahvé, su Dios. 45
Me acordaré por ellos de mi alianza antigua, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las gentes para ser su Dios. Yo, Yahvé. 46
Estos son los mandamientos, estatutos y leyes que Yahvé estableció entre sí y los hijos de Israel, en el monte Sinaí, por medio de Moisés.
En esta perícopa, complemento de la precedente, que contiene las amenazas de Dios contra los prevaricadores de su Ley, es muy de notar la graduación creciente de los castigos que Dios mandará a su pueblo, según la medida de su persistencia en el pecado, hasta llegar a la cautividad en tierras extrañas. Aquí, al fin, entrarán en sí,
se arrepentirán y Dios tendrá misericordia de ellos, volviéndolos a su tierra. Es lo que se anuncia muchas veces en los profetas5. Las promesas y los dones de Dios, dice San Pablo, son sin arrepentimiento6, porque el Señor, al prometer, lo hace,
no en atención a los méritos de los agraciados, sino a lo que El es, a las entrañas de su misericordia7, y no se vuelve atrás de lo que una vez prometió. Y esto principalmente cuando se trata de las promesas mesiánicas. Por esto, concluye que no romperá su alianza con ellos, porque yo, Yahvé, soy su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para ser su Dios por siempre.8 Esto es tan evidente para San Pablo, que, aun después de haber rechazado la masa israelita al Mesías, asegura que la reprobación de Israel no es definitiva, sino temporal, para dar lugar a la entrada de los gentiles en el reino de Dios y que después llegará la hora de Israel9.
Es interesante la mención de los
lugares excelsos o
bamoth (v.30), lugares de culto en los cerros, tantas veces recriminados por los profetas. Esta mención parece suponer que el hagiógrafo escribe en Canaán, donde se prodigaban estos lugares de culto. Lo mismo hay que decir de la mención de los cipos o estelas (
masseboth)
erigidas al aire libre en honor de dioses cananeos de tipo astral10. También el anuncio del exilio parece reflejar la preocupación de un autor posterior a Moisés que ha sido testigo de la gran catástrofe de Judá en 587 antes de Cristo. La tierra será desolada11, y entonces, deshabitada, descansará en su reposo
sabático, que antes se la había negado (v.34). Es lo que dice el autor de 2
Par 36:21: para que se cumpliese la palabra de Yahvé pronunciada por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo
reposado sus sábados, descansando todo el tiempo que estuvo devastada hasta que se cumplieron los setenta años.12 La frase es irónica y parece insinuar que, ya que los israelitas no la dejaron
descansar durante los
sábados y jubileos prescritos por la Ley, Dios se encargó de que se cumpliera la prescripción a costa de la despoblación total del país por sus prevaricaciones. Pero la prueba del exilio será el medio de hacerlos retornar a Yahvé su
corazón incircunciso (v.41), es decir, rebelde y pagano en el fondo por no conformarse a los mandatos de su Dios. Entonces Yahvé se acordará de la alianza que ha hecho con sus antepasados y de la gloriosa liberación de Egipto (v.42.45)13. Los v.43-44 interrumpen el pensamiento y son probablemente una glosa que repite las ideas de v. 34-35.
El v.46 es la conclusión de todas las leyes de
santidad (c. 17-26) o quizá de todas las ordenaciones del Levítico, que son presentadas como dadas en su totalidad
sobre el monte Sinaí por intermedio de Moisés (v.26).
1 Cf.
Exo_23:20-33. 2 Cf.
Lev_26:26 y
Eze_4:16;
Eze_5:16;
Eze_14:13; Lev 39 y
Eze_4:17;
Eze_24:23; Lev 33 Y
Eze_5:2;
Eze_5:12;
Eze_12:14;
Lev_26:43 y
Eze_5:6;
Eze_20:16;
Lev_26:45 y
Eze_5:8;
Eze_20:9;
Eze_20:14;
Eze_20:22;
Eze_20:41;
Eze_22:16;
Eze_28:25. 3 Cf.
Exo_20:4;
Deu_5:8;
Lev_19:4· 4 Cf.
Summ.
Theol. 1-2 q.99 a.6. 5 Cf.
Eze_16:39s. 6
Rom_11:29. 7
Luc_1:78. 8 Cf.
Jer_31:31s;
Eze_16:62. 9
Rom_11:26. 10 Cf. H. Vincent, o.c., p.146. 11 Jer 18.16;
Rom_19:8;
Eze_5:2-12. 12 Cf.
2Cr_36:21;
Jer_25:11-12;
Jer_29:10. 13 Cf.
Ose_11:9.