Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
9. Las Primicias del Nuevo Sacerdocio.
1
El día octavo, Moisés llamó a Aarón, a sus hijos y a los ancianos de Israel, 2
y dijo a Aarón: Toma un novillo para el sacrificio por el pecado y un carnero para el holocausto, ambos sin defecto, y ofrécelos a Yahvé. 3
Hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Tomad un macho cabrío para el saorificio de expiación, un becerro y un cordero primal para el holocausto, ambos sin defecto; 4
un buey y un carnero para el sacrificio pacífico, para inmolarlos ante Yahvé; y una ofrenda amasada con aceite, porque hoy se os dará a ver Yahvé. 5
Trajeron ante el tabernáculo de la reunión cuanto había mandado Moisés, y toda la asamblea se acercó poniéndose ante Yahvé. 6
Moisés dijo: Esto es lo que ha mandado Yahvé; ha cedió y se os mostrará la gloria de Yahvé. 7
Dijo, pues, a Aarón: Acércate al altar, ofrece tu sacrificio por el pecado y tu holocausto y haz la expiación por ti y por el pueblo; presenta también la ofrenda del pueblo y haz la expiación por él, como lo ha mandado Yahvé. 8
Aarón se acercó al altar y degolló el novillo, víctima del sacrificio por el pecado ofrecido por él. 9
Los hijos de Aarón le presentaron la sangre, y, mojando él su dedo, untó de ella los cuernos del altar y la derramó al pie del altar. 10
Quemó en el altar el sebo y los ríñones y la redecilla del hígado de la víctima por el pecado, como Yahvé se lo había mandado a Moisés; 11
pero la carne y la piel las quemó fuera del campamento. 12
Degolló el holocausto, y sus hijos le presentaron la sangre, que él derramó en torno del altar. 13
Le presentaron el holocausto descuartizado, con la cabeza, y él los quemó en el altar. 14
Lavó las entrañas y las patas y las quemó encima del holocausto. 15
Luego presentó la ofrenda del pueblo. Tomó el macho cabrío por el pecado, ofrecido por el pueblo, y, degollándolo, ofreció la expiación como la víctima primera. 16
Ofreció el holocausto y lo sacrificó según el rito. 17
Presentó la ofrenda, y tomando un puñado, lo quemó encima del holocausto de la mañana. 18
Degolló el toro y el carnero del sacrificio pacífico por el pueblo. Los hijos de Aarón le presentaron la sangre, que él derramó en torno del altar; 19
y el sebo del toro y del carnero, la cola y el sebo que recubre las entrañas, los ríñones y la redecilla del hígado; 20
las partes grasas las puso sobre los pechos. Aarón quemó los sebos en el altar; 21
después balanceó los pechos ante Yahvé, y el pernil derecho en ofrenda balanceada, como lo había mandado Moisés. 22
Aarón, alzando su mano hacia el pueblo, le bendijo, y bajó después de haber ofrecido el sacrificio por el pecado, el holocausto y el sacrificio pacífico. 23
Moisés y Aarón entraron en el tabernáculo de la reunión, y, cuando salieron, bendijeron al pueblo, y la gloria de Yahvé se apareció a todo el pueblo, 24
y el fuego mandado por Yahvé consumió en el altar el holocausto y los sebos. A su vista, el pueblo todo lanzó gritos de júbilo y se postraron en tierra.
Después de los siete días del rito de la
inauguración, durante los cuales los sacerdotes estuvieron a la puerta del santuario, como preparándose para su gran misión, se iniciaron en el sacerdocio con un sacrificio solemne. En esta inauguración de su oficio deben presentar los sacerdotes sus víctimas, un novillo por el
pecado y un carnero para el
holocausto. Después el pueblo presentará también un macho cabrío por el
pecado, un becerro y un cordero para el
holocausto, un buey y un carnero para el sacrificio
pacífico, además de la ofrenda de harina amasada con aceite. Era verdaderamente un sacrificio solemne, en que se ofrecían ocho víctimas escogidas.
Los sacerdotes hacen la inmolación y la ofrenda según los ritos prescritos, y, al terminar, Dios da señales manifiestas de su aceptación con la aparición de su
gloria (v.23) o manifestación milagrosa sensible por el
fuego (v.24), que consumió el holocausto. Señales éstas manifiestas de que Dios aceptaba los sacrificios ofrecidos por los sacerdotes recién consagrados. El pueblo, pues, contaba con un sacerdocio grato al Señor, que excluía del ministerio sagrado a los que no pertenecieran a la familia aronítica. He aquí la razón del escándalo que sienten los autores sagrados ante la conducta de Jeroboam cuando, prescindiendo del sacerdocio levítico en los santuarios de Dan y Betel, hizo sacerdotes a gentes del pueblo que no eran de los hijos de Leví.1
Más extensamente, Abías, rey de Judá, echa en cara a Jeroboam II el mismo delito, diciendo: ¿No habéis arrojado de entre vosotros a los sacerdotes de Yahvé, a los hijos de Aarón y a los levitas, y os habéis hecho sacerdotes a la manera de las gentes de la tierra, para que cualquiera pueda consagrarse con un becerro y siete carneros y ser sacerdote de los que no son dioses? Para nosotros, Yahvé es nuestro Dios; no le hemos dejado, y los sacerdotes, ministros de Yahvé, son los hijos de Aarón, y los levitas cumplen sus funciones.2
El autor sagrado no concreta en qué consistió la manifestación de la gloria de Dios (v.23), pero bien puede ser similar a la de otras teofanías del desierto. Puede concebirse como una iluminación repentina de la columna de humo que estaba sobre el santuario3. Al hablar de la teofanía en el monte Sinaí, dice el hagiógrafo: El aspecto de la gloria de Yahvé era, a los ojos de los hijos de Israel, como un fuego devorador sobre la cima de la montaña4. También aquí se manifiesta bajo la forma de
fuego que consume el holocausto (v.24). El
fuego purificador es símbolo de la santidad de Dios5 por lo que supone de acrisolador y de aislante de lo impuro.
1
1Re_1 2:31. 2
2Cr_1 3:9s. 3 Cf.
Exo_33:17-23;
Num_14:10;
Num_17:7;
Num_20:6. 4
Exo_34:17. 5 Ex 3:2s.