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Y otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses.” (Lucas 14, 19) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 14

2. COMIDA EN CASA DE UN FARISEO (14,01-24).

El tema «comer» sirve de nexo para reunir cuatro escenas en una unidad de composición: la historia de una curación en sábado (v. 1-6), dos sentencias relativas a la mesa (w. 7-11, 12-14) y la parábola de la gran cena. Lucas entretejió con arte conforme a un plan literario estos diferentes fragmentos de tradición. Las dos piezas narrativas en que se enmarca el relato se mantienen en cohesión mediante el tema mismo de comer. Los dos fragmentos centrales tienen la misma estructura: introducción, formulación negativa y positiva de las reglas de la mesa, perspectiva escatológica (logia antitéticos con versículo escatológico de conclusión). El último fragmento está ligado con las reglas que preceden, mediante la enumeración de los mismos comensales (v. 13,21). Aunque sólo se da la palabra a uno de los comensales y, por lo demás, sólo Jesús dirige la conversación, se tiene la impresión de que todos intervienen en ella, la cual da animación a la escena. En efecto, en las parábolas hablan el amo de casa, los criados y los invitados. Se interesa a todos los que toman parte en la comida: invitados, anfitrión, un comensal. Como Platón y otros pensadores de la antigüedad dejaron consignados en un banquete los más profundos pensamientos en forma de conversación, así también Lucas reunió en este symposion diferentes palabras del Señor. Situó en el mundo helenístico el Evangelio transmitido por tradición, con lo cual, adaptándolo sin falsificarlo, le prestó un importante servicio. Jesús da impronta y brillo a la comida del sábado; devuelve la salud a un enfermo, para todos tiene una palabra. La comida hace referencia a la comida de los últimos tiempos, en la que se representa el reino de Dios. Cuando los cristianos se reúnen el domingo para celebrar la «cena del señor», hacen memoria de estas comidas en común con él, de su presencia salvífica y del futuro tiempo de salvación.

a) Curación en sábado (Lc/14/01-06)

1 Un sábado entró él a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos lo estaban acechando. 2 Precisamente había un hidrópico delante de él.

Jesús va a las ciudades y aldeas, a las sinagogas y a las casas para proclamar su doctrina. Ni siquiera esquiva las invitaciones de sus contrarios, pues ha venido para ofrecer a todos la salvación. El anfitrión que lo invita a la mesa, es jefe de los fariseos, un jefe de la sinagoga del partido de los fariseos (8,41) o quizá incluso miembro del sanedrín en Jerusalén (23,13.35; Joh_3:1). La casa en que entra Jesús rebosa devoción a la ley y un estilo de tradición rigurosamente observado.

Era sábado. En este día suelen los judíos comer de fiesta. Los días de la semana se comía dos veces; los sábados, tres. La comida principal -al mediodía- seguía al culto de la sinagoga. «Los días de fiesta se debe comer o beber o retirarse a estudiar.» Para celebrar la fiesta con alegría se tenían invitados, a los que se obsequiaba abundantemente. A pobres, huérfanos y forasteros se les debía hacer bien y .saciar su hambre.

El sábado era un día en que se conmemoraban los grandes favores de Dios: la creación (Exo_20:8-11) y la liberación de la servidumbre do Egipto (Deu_5:12-15). Sobre el sábado flotaba una atmósfera de fiesta que nada de la fe en la elección de Israel por Dios: «El Señor bendijo el sábado; pero no consagró a ningún pueblo ni a ninguna nación para la celebración del sábado, sino a Israel; sólo a él le permitió comer y beber y celebrar el sábado en la tierra. Y el Altísimo bendijo este día, que creó para bendición, consagración y gloria con preferencia a todos los demás días» (Jubileos 2,31s). El sábado era signo de la fidelidad de Dios a la alianza. En él debía reconocerse que Dios es su Señor, que lo santifica (Exo_31:13). La gloria eterna se concebía como un sábado sin fin (Heb_4:9). En la comida del sábado había un ambiente de recuerdo de las grandes gestas de Dios, de esperanza del mundo venidero y de la participación en el reposo sabático de Dios. A tal comida fue invitado Jesús en casa de un fariseo. Jesús quiere llevar a término las grandes gestas de Dios en la historia de la salvación.

El invitado de honor en la comida era Jesús. Es invitado como doctor de la ley. Era costumbre hacer que en el culto de la sinagoga hablasen doctores renombrados de la ley e invitarlos a continuación a comer. La noticia de Jesús se había extendido por todo el país (Heb_7:17). El pueblo lo tenía por un gran profeta (Heb_7:16). También los fariseos se planteaban la cuestión de quién podía ser Jesús (Heb_7:39). Lo observaban. Cada vez que Jesús era huésped de un fariseo, se le observaba y se le examinaba y calibraba conforme a la norma de la religiosidad farisaica. El fariseo Simón se forma un juicio de él conforme a su trato con la pecadora; el fariseo innominado (Heb_11:37-53), conforme a su descuido de las prescripciones de pureza legal. Ahora va a ser enjuiciado conforme a su concepto de la santificación del sábado. El resultado es éste: No puede ser un profeta de Dios. No habla la palabra de Dios. Los fariseos constituyen su propia exposición de la ley en norma y medida de la voluntad y palabra de Dios. No creen que Jesús obre y hable por encargo de Dios, porque no responde a sus expectativas y a su doctrina.

Estaban invitados doctores de la ley, fariseos, hombres del mismo espíritu que el anfitrión. Jesús también se interesa por ellos. No se ha consumado la ruptura. Las palabras conminatorias dirigidas contra ellos son en Mateo (cap. 23) una sentencia condenatoria; en Lucas (Heb_11:42-52), son invitación a la penitencia y a la conversión. Al excluir a los pecadores de la comunidad del pueblo, al observar meticulosamente las prescripciones de pureza legal y al preocuparse por la santificación del sábado, querían presentar a Dios un pueblo santo. Consideraban su camino, su exposición de la ley, sus tradiciones, como el camino querido por Dios. Estaban tan seguros de ello, que ni siquiera se les ocurría pensar que Dios pudiera seguir un nuevo camino para santificar a su pueblo. Con ello se cierran el acceso a Jesús, que anuncia y trae un nuevo orden de salvación.

Había todavía un huésped, que no había sido invitado, un «mirón», que sólo había ido para ver al huésped de honor (d. 7,37; 19,3). Sorprende verlo allí. Mira: es un hidrópico. Los fariseos y los doctores de la ley creen además saber que toda enfermedad es castigo de una vida inmoral; más aún, creen poder señalar qué vicio se oculta en cada enfermedad. La hidropesía es señal de lascivia. Todos los ojos están fijos en Jesús y en el hidrópico.

3 Y tomando Jesús la palabra, dijo a los doctores de la ley y a los fariseos: ¿Es lícito curar en sábado? 4 Ellos permanecieron callados. Tomó entonces al hidrópico de la mano, lo curó y lo despidió.

Jesús procede como quien tiene autoridad, y toma la palabra. Su pregunta es una pregunta de escuela de los doctores de la ley. Hacía tiempo que ellos habían contestado ya a aquella pregunta: Si alguien está enfermo y en peligro de muerte, se le puede socorrer aunque haya que infringir la ley del sábado. Pero si no hay grave peligro de muerte, hay que dejar que pase el sábado antes de hacer nada por el enfermo. El peligro de muerte del hidrópico no era grave. La pregunta de Jesús no puede menos de ser una provocación. Jesús fuerza a repensar en nueva forma la ley, a no contentarse con la «tradición de los antepasados» (Mar_7:5).

Jesús reivindica el derecho de interpretar y renovar la ley en su calidad de profeta, en nombre de Dios (Mat_5:17-48). Los fariseos se callaron; no querían disputar con Jesús, puesto que la doctrina de ellos era intangible. ¿Quién podía con dlos?

Jesús toma al hidrópico de la mano, lo atrae a su comunión, lo cura y lo despide. La curación es un signo; en efecto, testimonia que Dios está con él y que él obra con la virtud y autoridad de Dios (Act_10:38), que él explica también con autoridad divina la ley del sábado, que se ha inaugurado el tiempo de salvación y el tiempo final, que comienza a surtir sus efectos el reposo sabático de Dios y que el renovado mundo venidero, «la restauración de todas las cosas» (Act_3:21), comienza ya a anunciarse.

El reposo sabático cobra el sentido que tiene por voluntad de Dios. Los doctores de la ley dan la mayor importancia a la discusión sobre el reposo del sábado, pero olvidan la voluntad divina de salvación y de amor, que da la tónica a este día. Jesús, en cambio, vuelve a penetrarlo de la misericordia y del amor de Dios. El hidrópico es atraído a Jesús, es curado por él y despedido por él. Jesús se presenta con autoridad, domina la situación. Se halla en el centro del sábado y le da su impronta. El sábado se convierte en «día del Señor» (Ap l,lO). Por él es Dios el Dios de la misericordia y de la bondad para todos los pobres, el sábado es día de auxilio salvador, día de la consumación del universo.

5 Luego les dijo: ¿Quién de vosotros, si se le cae a un pozo un hijo o un buey, no lo saca enseguida, aunque sea sábado? 6 y nada pudieron responderle a esto.

El documento de Damasco de las gentes de Qumrán prescribía: «Si un animal cae en una cisterna o en un foso, no se lo ha de sacar en día de sábado.» Según la opinión más severa de los doctores de la ley, a tal animal sólo se lo podía alimentar en sábado, de modo que pudiera subsistir hasta el día siguiente; según la otra opinión más benigna, aunque no se podía sacar al animal, se le podía dar la posibilidad de salir por sí mismo echándole mantas y cojines. Jesús no condena esta interpretación más benigna, sino que la apoya y, basándose en ella, va todavía más lejos. Al animal -al buey- se lo debe salvar. ¡Cuánto más al hijo! ¿Se ha de rehusar la salvación a la persona enferma?

Los fariseos interpretan la ley humanamente cuando está en juego su propio interés. Al hijo, y también al buey, hay que salvarlo, ¡sin el menor escrúpulo! La exposición farisaica de la ley no otorga al prójimo lo que se otorga a sí misma. Jesús exige: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (10,27). Lo que Jesús hubo de reprochar a Simón el fariseo, hay que reprocharlo también a los fariseos que fueron testigos de la curación del hidrópico en sábado: Aman poco (7,47). La ley no quiere poner límites al amor, pues tampoco el amor de Dios conoce límites. El reino de Dios que anuncia Jesús, es el reinado de la misericordia divina.

Jesús pone el reposo sabático al servicio del hombre (13,15s). Las obras maravillosas que lleva Jesús a cabo en sábado son señales de que se ha inaugurado el tiempo de la salud y que ha comenzado el reposo sabático del tiempo final. Dios se glorifica ahora a sí mismo con su misericordia. El reposo del sábado significa para Jesús la revelación de la benevolencia divina con sus criaturas: paz y salvación. Ahora se glorifica Dios a sí mismo en Jesús, que de palabra y obra lo anuncia como Dios de gracia y de amor, como Dios que da y perdona, como Dios de los pobres y de los afligidos, para los que se proclama un año de gracia (4,18s). El gozo de que está penetrado el sábado del tiempo final es el júbilo por las grandes gestas de la misericordia divina. La curación del hidrópico introduce la comida de sábado en casa del fariseo en la atmósfera gozosa del tiempo de salvación. En el centro del sábado cristiano se halla de palabra y de obra la acción redentora de Jesucristo, el gran hecho de la misericordia divina, que por Jesús es perpetuado en el día del Señor: el sagrado banquete de la eucaristía. Esta debe darnos una nueva impronta para que representemos el amor de Dios entre los hombres.

Con una reflexión muy llana razona Jesús su proceder en día de sábado: la ley de Dios no puede exigir que en día de sábado se deje perecer al propio hijo o al propio buey, si tienen necesidad de salvación. La ley piensa humanitariamente. El reposo sabático fue establecido por la ley con miras humanitarias y sociales, en consideración de la familia, de la servidumbre y hasta del ganado del amo (Exo_23:12; Deu_5:14s). Reglas sencillas de vida se convierten en reglas fundamentales para la entrada en el reino de Dio s (Deu_14:7-14). Jesús proclama la voluntad del Dios creador y legislador sin la menor desfiguración humana. Los doctores de la ley no sabían qué oponer a las consideraciones de Jesús, que concuerdan con la prudencia y sabiduría humanas. La sabiduría de la enseñanza de Jesús sobrepasa la sabiduría de los doctores de la ley. Jesús es el maestro de los hombres enviado por Dios, y habla como alguien que tiene autoridad, no como los doctores de la ley (Mat_7:29). Dos veces se ha hablado ya de curaciones en sábado (Mat_6:6-11; Mat_13:15s.), y además del conflicto sabático, cuando se refirió cómo los discípulos cogían y desgranaban las espigas (Mat_6:1-5). Lucas no gusta de tratar dos veces la misma materia, no le gustan los duplicados. ¿Por qué, pues, no temió aquí la repetición? La cuestión del sábado había dejado ya de ser actual en las comunidades cristianas a las que se dirigía. La comunidad primitiva había comenzado ya a celebrar el domingo como día del Señor (Act_20:7) con el banquete del Señor y la fracción del pan. ¿Cómo entendía Jesús el descanso sabático y la celebración del sábado? Importaba saber esto, pues con aquel nuevo espíritu había que celebrar el día del Señor. La comida del sábado en casa del fariseo dirigente hace referencia a la comida de los últimos tiempos en el «reposo sabático... de Dios» (Heb_4:9 ss). La comida, en cambio, que celebran los cristianos el día del Señor se halla en el medio entre la comida de sábado de los judíos y la comida de los últimos tiempos en el reino de Dios. El Señor está siempre presente y reparte sus dones salvadores.

b) No ambicionar los primeros puestos (Lc/14/07-11).

7 Al notar cómo los invitados escogían los primeros puestos, les proponía una parábola: 8 Cuando seas invitado por alguien a un banquete de bodas, no te pongas en el primer puesto, no sea que otro más importante que tú haya sido invitado por él, 9 y cuando llegue el que te invitó a ti y al otro, te tenga que decir: Déjale el sitio a éste; y entonces, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. 10 Al contrario, cuando estés invitado, ve a ponerte en el último lugar, de suerte que, cuando llegue el que te invitó, te tenga que decir: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado delante de todos los comensales. 11 Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado.

La comida de fiesta de los fariseos doctores de la ley está condimentada con discursos que conducen al debido conocimiento de Dios. Jesús habla como uno de ellos, no en el estilo de una amonestación profética. Sus palabras son discursos figurados, con moraleja, son parábolas. En ellos late su objetivo, su mensaje y su doctrina, el reino de Dios. Lo que él observa le sirve de imagen para exponer su doctrina de salvación.

Los invitados llegan y se sientan a la mesa. En ello hay que observar rigurosamente las precedencias. Según antigua usanza, se eligen los puestos no por razón de la edad, sino conforme a la dignidad y categoría de los invitados. Cada cual elige su puesto conforme a su rango, que él mismo se asigna. Jesús ve cómo los invitados se precipitan a los primeros puestos. Los fariseos cuidaban mucho de su honra, gustaban de ocupar los primeros puestos en las sinagogas y procuraban que se les saludase en las plazas públicas (11,43; 20,46; Mat_23:6; Mar_12:38) Reivindicaban su precedencia, pues estaban convencidos de tener derecho a los primeros puestos. Con la misma seguridad con que ocupaban los primeros puestos en la mesa juzgando que les correspondían como propios, creían también saber cuál es su puesto en la mesa de Dios. Estaban seguros del reino de Dios. ¿Con derecho?

Lo que en esta circunstancia observa Jesús le da pie para el diálogo. Comienza con una regla de urbanidad. En ella late un viejo aforismo: «No te alabes en presencia del rey y no te sientes en la silla de los grandes. Pues mejor es que te digan: Sube acá, que tener que ceder tu puesto a otro más grande» (Pro_25:6s). También los doctores de la ley conocen esta regla de prudencia: «Mantente alejado dos o tres asientos del puesto (que te corresponde), hasta que te digan: ¡Ven más arriba!, en lugar de decirte: ¡Más abajo, más abajo!» Para los doctores de la ley eran estas palabras no sólo reglas de prudencia con que librarse del bochorno; describen además una actitud que es fruto de sentimientos morales.

La regla dada por Jesús no es de pura cortesía y de prudencia mundana, no es una exhortación moral general a ser modestos, sino una parábola sugerida por la búsqueda ansiosa de los primeros puestos y que expresa una verdad concerniente al reino de Dios: quien quiera entrar en el reino de Dios, ha de ser pequeño, ha de hacerse pequeño, no debe formular falsas pretensiones teniéndose por justo. La sentencia final da la clave: Dios humillará al que se ensalce. Al que se tiene por justo, que quiere hacer valer sus derechos delante de Dios, Dios mismo lo excluye de su reino; al pequeño, que no se tiene por digno de los dones de Dios, le hace Dios entrar en su reino. «Dios revela su secreto a los pequeños» (Sir_3:20). Ser pequeño es la primera condición para ser uno admitido en el reino de Dios (Sir_6:20). Con la misma sentencia se cierra también el relato del fariseo y del publicano en el templo. Allí reivindica el fariseo el primer puesto delante de Dios, como aquí en la comida; el publicano, en cambio, que no se estima digno del primer puesto, queda justificado delante de Dios.

El comportamiento en la comida descubre también quién puede participar en el banquete del reino de Dios. Para los cristianos no hay sólo reglas de pura urbanidad o de conveniencias cortesanas; para ellos, incluso el comportamiento en una comida corriente está significativamente envuelto en la sombra del misterio del reino de Dios. El reino de Dios lo abarca todo: el hombre, su comida, su comportamiento en la mesa, todas las esferas de su vida y de su ser. Dios lo es todo en todo. Nada se le puede sustraer; el Evangelio del reino reclama conversión.

Durante la última cena surge una disputa entre los discípulos acerca de las precedencias. «Surgió entre ellos una discusión sobre cuál de ellos debía ser tenido por mayor» (Sir_22:24). Jesús exige que uno se haga pequeño: «EI mayor entre vosotros pórtese como el menor; y el que manda, como quien sirve» (Sir_22:26). Jesús mismo se convierte en servidor: «¿Quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como quien sirve» (Sir_22:27). La celebración de la eucaristía se efectúa en el marco de servir y ser pequeño. De nuevo se tiende un arco que va del banquete terreno al banquete de los últimos tiempos, y entre ambos está el banquete sagrado de la comunidad. El arco que reúne a los tres es la actitud de ser pequeño: el Señor que se ha hecho servidor, Jesús en camino hacia Jerusalén, donde él, sirviendo, dará su vida como rescate por los muchos, esperando la exaltación. El camino de la salvación es el de hacerse pequeños.

c) La elección de invitados (Lc/14/12-14).

12 Decía también al que lo había invitado: Cuando des una comida o una cena, no convides a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que también ellos a su vez te inviten, y ello te sirva de recompensa. 13 Al contrario, cuando des un banquete, invita a pobres, tullidos, cojos, ciegos. 14 Dichoso tú entonces, pues ellos no tienen con qué recompensarte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos.

También el anfitrión, el que había invitado a la comida es implicado en el diálogo. Las palabras que se le dirigen no pueden considerarse una parábola. Jesús formula una verdad de vigencia perpetua mediante un imperativo aplicable a un determinado caso de la vida. La alocución dirigida al anfitrión quiere ser obligatoria. Jesús quiere que se cumpla lo que él dice, pero no sólo esto, sino algo más, como apunta él mismo.

La palabra dirigida al anfitrión está adaptada a él. Invitar es cuidado del anfitrión. Jesús no habla de esta comida presente, sino de una comida o de una cena, que éstas eran las dos refecciones del día. A la comida durante la cual está hablando Jesús, están invitados no sólo amigos, hermanos, parientes y vecinos ricos, sino también Jesús y quizá sus discípulos. La exhortación profética se expresa con consideraciones y afabilidad. ¿Por qué son invitados amigos, hermanos, parientes, vecinos ricos? Jesús, con sus palabras, quiere hacer reflexionar. Con amigos se está a gusto; los hermanos y los parientes pertenecen a la gran familia, y con su invitación «todo queda en casa». De los vecinos ricos se espera abundante compensación. La invitación está regida por el amor al propio yo. «Si amáis a los que os aman, ¿Qué gracia tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si hacéis bien a los que bien os hacen, ¿qué gracia tenéis? También los pecadores hacen lo mismo» (6,32s). El distintivo del amor de los discípulos es: sin esperar nada a cambio (6,35). Su amor no debe ser sólo un amor que espera ser correspondido. Jesús no se contenta con un comportamiento basado en conveniencias o en esperanza de compensación. Hay que invitar a los más pobres entre los pobres: los tullidos, los cojos, los ciegos. De ellos no hay nada que esperar. No pueden invitar por su parte, no acarrean acrecentamiento del honor o de la influencia. Tampoco es un placer comer con ellos. Nadie los ve a gusto. En la comunidad de Qumrán no se admitían tullidos de pies o manos, cojos, sordos o mudos. El sordomudo, el ciego y el idiota no podían, en determinados sacrificios en el templo, poner sus manos sobre la cabeza de la víctima; a estas gentes se las excluía del culto oficial del templo. Precisamente a éstos es a los que hay que invitar, a fin de que se borre toda idea de compensación. En el sermón de la Montaña se pide todavía más a los discípulos: el amor de los enemigos. El amor a los enemigos no supone la menor esperanza de contracambio y compensación. «Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada» (/Lc/06/35).

Quien está penetrado de tal desinterés y altruismo, tendrá participación en el reino de Dios. Dios le dará la compensación. El que en sus obras sólo busca a Dios, recibirá de él gracia, agradecimiento y recompensa. «Tened cuidado de no hacer vuestras buenas obras delante de la gente para que os vean; de lo contrario, no tendréis recompensa ante vuestro Padre que está en los cielos» (Mat_6:1).

En la comida que se celebró en casa del fariseo se hizo manifiesta la bondad munífica de Dios cuando el hidrópico obtuvo la curación en sábado. Dios se glorificó a sí mismo haciendo bien al más pobre. «Es bueno aun con los desagradecidos y malvados» (Mat_6:35). En la parábola del gran banquete dirige Dios mismo su invitación a los tullidos, a los ciegos y a los cojos (Mat_14:21). El discípulo representa la imagen de Dios. «Sed misericordiosos, como (y porque) vuestro Padre es misericordioso» (Mat_6:36); el discípulo da sin esperar compensación, su pensamiento está puesto en Dios. Dios se le revela (cf. Mat_5:16).

Las reglas del convite se convierten en reglas del banquete celestial del reino de Dios. La Iglesia primitiva puso empeño en que la regla de la invitación se viviera también en el banquete del Señor. ¿Lo logró? Pablo se queja de la comunidad de Corinto que se reúne para el banquete del Señor, de que cada uno toma anticipadamente su comida, que uno no tiene hambre y otro está ebrio: «¿Tenéis en tan poco las asambleas de Dios, que avergonzáis a los que no tienen?» (1Co_11:20-22). En la carta de Santiago se lee: «Suponed que en vuestra asamblea entra un hombre con anillo de oro y con vestido elegante, y que entra también un pobre con vestido sucio. Si atendéis al que lleva el vestido elegante y le decís: Tú siéntate aquí en lugar preferente; y al pobre le decís: Tú quédate allí de pie, o siéntate bajo mi escabel, ¿no juzgáis con parcialidad en vuestro interior y os hacéis jueces de pensamientos inicuos?» (Jam_2:2-4). ¿Dónde es más grande la gracia que se da, que en la mesa de la eucaristía? ¿Dónde es el hombre más mendigo que en esta mesa, en la que se le da comida y bebida «para perdón de los pecados» (Mat_26:28)? Como la parábola, también el imperativo termina con una mirada sobre los acontecimientos del fin de los tiempos, En aquella se prometía la exaltación, aquí la resurrección de los justos. Allí el camino pasaba por el abajamiento, aquí por el desinterés. Servir con amor desinteresado, dándolo todo, sin esperar nada: esto constituye al verdadero discípulo, que sigue a Jesús en el camino hacia Jerusalén, donde le aguarda la «elevación».

Jesús habla de retribución y recompensa. La idea de la recompensa no es la que determina la acción del discípulo, sino el Padre que está en los cielos. Quien así proceda, será recompensado misericordiosamente con la comunión con Dios en el reino de Dios. La recompensa se dará en la resurrección de los justos. No sólo los justos, sino también los pecadores han de resucitar (Act_24:15). La suerte de Tiro y de Sidón en el juicio será más llevadera que la de las ciudades galileas, que rehusaron la fe a Jesús (Act_10:14; Act_11:31). Resucitarán para el juicio. «Los que hicieron el bien saldrán para resurrección de vida; los que hicieron el mal, para resurrección de condena» (Joh_5:29). La resurrección quiere ser promesa de felicidad, quiere cimentar bienaventuranzas.



d) La gran cena (Lc/14/15-24)

15 Cuando oyó esto uno de los comensales, le dijo: Dichoso el que participe en el banquete del reino de Dios.

Uno de los comensales toma la palabra y formula lo que se cierne tácitamente sobre estas conversaciones: el banquete del reino de Dios. El banquete en la tierra es imagen del banquete futuro, con el que se representa la consumación final, el reino de Dios (13,28). El comensal llama dichoso al que pueda participar en aquel banquete. La esperanza y el anhelo de Israel gira en torno a este banquete. Es el banquete de la redención, que no ha de tener fin. Los escritos apocalípticos lo describieron con los colores más vivos: «En la última venida sacará (Dios) a Adán y a los patriarcas y los conducirá aquí (al paraíso del Edén), para que se regocijen, como una persona trae a los que ama para que se sienten a la mesa con él, y esos que han venido, hablan ante el palacio de ese hombre, esperando con gozo su banquete, el disfrute del bien y de la riqueza inconmensurable, y gozo y alegría en la luz y en la vida eterna» (Henoc eslavo 42,5). La antigua Iglesia repite la felicitación del comensal, cuando piensa en la vida futura: «Bienaventurados los invitados al banquete de las bodas del Cordero» (/Ap/19/09). Confluyen las imágenes del banquete escatológico y de las bodas escatológicas. Dejan entrever el gozo que aporta el tiempo final. Cuando la comunidad primitiva de Jerusalén se reunía para «partir el pan», se sentía penetrada de gozo por lo que iba a venir y de júbilo por la salvación (Act_2:46). El banquete que se celebraba orientaba la mirada hacia la salvación consumada. El «partir el pan» del banquete eucarístico hacía esperar confiadamente el banquete del fin de los tiempos. Jesús mismo, en la última cena, hizo mención del banquete futuro en el reino de Dios (Act_22:16.18.29). «Bienaventurado el que coma el pan en el reino de Dios.» La mirada pasa de la comida del sábado al banquete eucarístico, y de éste al banquete en el reino de Dios.

Al fariseo que pronunció las palabras de parabién no 1e cabía duda de que él participaría en el banquete de la bienaventuranza. Para tener parte en la vida futura que libra de toda angustia, lleva él con gusto el peso de la ley y se preocupa ansiosamente por cumplir con todas sus letras, y edifica con artificio una valla alrededor de la ley para impedir que sufra la menor violación. Si la obediencia no era fácil y sólo se podía observar con gran renuncia, el hombre religioso se sentía fortalecer con la mirada a la bienaventuranza con que Dios recompensaría su servicio. ¡Qué bien les irá a los que estén invitados al banquete que Dios prepara para los justos, cuando sea revelado su reino! El fariseo está convencido de que él estará presente, pues se reconoce por «hijo del reino» (Mat_8:12).

16 Entonces él le contestó: Un hombre preparaba un gran banquete e invitó a mucha gente; 17 y envió a su criado a la hora del banquete para decir a los invitados: Venid, que ya está preparado.

Jesús no se detiene en la felicitación del comensal, sino que habla del comportamiento de los invitados. Siempre evitó describir la magnificencia del banquete de los últimos tiempos; el reino de Dios sobrepuja toda representación humana. Jesús pasa de la felicitación a la decisión personal que se requiere para tomar parte en el banquete (cf. 13, 23s). Era necesario hacer vacilar la falsa seguridad en sí mismo y debía aceptarse su llamamiento a la conversión.

Los grandes banquetes tienen lugar por la noche. Aquí se trata de un gran banquete, pues son muchos los invitados. Primero se hace una invitación previa, con la que se anuncia el banquete. Todavía no se indica la hora exacta. Poco antes de comenzar envía el anfitrión a un criado para que los invitados que habían aceptado la invitación se acuerden de que ya es hora, que todo está preparado. Con esta forma de invitación observa el anfitrión una práctica de cortesía que se había hecho corriente en los ambientes distinguidos de Jerusalén. «En Jerusalén no acudía nadie a un banquete si no había sido invitado dos veces.» Cuando tenía lugar la segunda invitación, la cortesía exigía que se cumplimentase.

18 Pero todos, sin excepción, comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo y necesariamente tengo que ir a verlo; te ruego que me dispenses. 19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a ir a probarlas; te ruego que me dispenses. 20 Y otro contestó: Me acabo de casar, y por eso no puedo ir. 21a Se presentó, pues, el criado y refirió estas cosas a su señor.

Ser invitado a un banquete es un honor y una alegría. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, todos los invitados se excusan, aunque ya habían aceptado la invitación. Todos sin excepción: el hecho es grave. Rechazar la invitación, sobre todo en el último momento, se tiene por una ofensa. La manera como fue rechazada hubo de disgustar al anfitrión (*). El primero habla todavía de necesidad, de fuerza mayor, y se excusa. El segundo se contenta ya con decir: Voy..., y también se excusa. E1 tercero ni siquiera se excusa ya. La propiedad, las ocupaciones, la esposa son los impedimentos para cumplimentar la invitación, para decidirse a responder al llamamiento: son cosas que hacen perder todo el interés por la invitación.

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* La forma actual de la parábola ve en las palabras de los invitados una negativa total, no sólo una excusa por acudir más tarde.

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21b Entonces el amo de casa se enfureció y dijo a su criado: Sal inmediatamente per las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí los pobres, los tullidos, los ciegos y los cojos. 22 Luego le dijo el criado: Señor, se ha hecho lo que has mandado, pero todavía queda sitio. 23 Entonces el señor dijo al criado: Pues sal a los caminos y cercados, y obliga a la gente a entrar, hasta que mi casa se llene.

El banquete está preparado. El amo de casa no tiene la menor idea de suspenderlo. Quiere brindar la alegría del banquete. Así pues, hay que buscar a otros que sustituyan a los primeros invitados. A la primera invitación no halla suficientes comensales como para llenar la sala. Se envía por segunda vez al criado que hace las invitaciones. El anfitrión es generoso y magnánimo. La magnanimidad del anfitrión contrasta con la mezquindad de los primeros invitados. Aquí se diseña la imagen de Dios. Dios es amor que da, que se da, que se muestra condescendiente.

Primeramente se invita a los pobres que se hallan por las calles y plazas. No tienen casa, pero por lo menos viven resguardados por los muros de la ciudad. Los tullidos, los ciegos y los cojos son excluidos de la comunidad cultual por los judíos (14,13). Los nuevos comensales no han de ser sencillamente invitados: hay que traerlos. No les cabe en la cabeza que puedan ser invitados a un banquete, ni siquiera se atreven a ir cuando oyen la invitación; es preciso llevarlos. Hay que darse prisa, pues el tiempo apremia, el banquete está preparado.

La segunda invitación va dirigida a los que vagan por los caminos en los alrededores de la ciudad. Los caminos del campo están limitados por cercas. Los extraños que acampan por allá, que no tienen derecho de ciudadanía en la ciudad, tienen que ser traídos a la fuerza. Según la cortesía oriental, hasta los más pobres deben resistirse a toda invitación hasta que tomados de la mano y con suave violencia (24,29) se los introduzca en la casa. Esas gentes, que andan vagando fuera de la ciudad, ¿podrán ahora ir a la ciudad, a un «gran banquete»? Les parece increíble. No se creen dignos.

24 Porque os digo que ninguno de aquellos que estaban invitados ha de probar mi banquete.

Estas últimas palabras de la parábola no las dice ya el amo de casa, sino Jesús. Es como si saliera al proscenio y hablara al público (*). La parábola va avanzando cada vez más hacia Jesús. Primero se habla de «un hombre» (v. 16), luego se dice «el amo de casa» (v21b), y finalmente se lo llama «señor» (v. 23). Jesús mismo pronuncia las palabras conminatorias de la exclusión de los primeros invitados que habían despreciado su invitación.

El fariseo que durante la comida había pronunciado su «bienaventuranza», estaba persuadido de que tomaría parte en el banquete del fin de los tiempos. ¿Puede estar tan seguro? Desde luego, todo Israel fue invitado por Dios a lo largo de la historia de la salvación. Ahora tiene lugar el llamamiento último y decisivo, la invitación definitiva: por Jesús. Se ha iniciado la hora más decisiva de la historia de la salud. «Ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de salvación» (2Co_6:2; Isa_49:8; Luk_4:21). Ahora hay que dirigirse a Jesús y hay que escuchar su invitación (Luk_13:24.25s). ¿Qué es lo que sucede? Se rechaza su invitación. El desenlace: «Ninguno de aquellos que estaban invitados ha de probar mi banquete.» ¿Qué decir ahora de la seguridad del fariseo?

Las razones que dan los invitados para excusarse están desarrolladas tan ampliamente por Lucas (**) que merecen ser examinadas. La propiedad (un campo), los negocios y las faenas (los bueyes), la mujer (contraer matrimonio) son los impedimentos para cumplimentar la invitación. Tres motivos parecidos impiden que se desarrolle y dé fruto la palabra de Dios: «Lo que cayó entre zarzas son los que oyeron; pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van ahogando y no llegan a madurar» (Luk_8:14). A la propiedad y al amor de la mujer se opone en san Mateo el llamamiento a la pobreza y a la virginidad (Mat_19:21.11s), llamamiento que no va dirigido a todos.

La parábola es una invitación a entrar dentro de sí, a convertirse. Se pone en contingencia la entrada al banquete del reino de Dios, si no se oye y se pone en práctica la palabra de Jesús. Los tres invitados rechazan la invitación porque los negocios de la tierra, los asuntos de la vida, los placeres y su satisfacción tienen para ellos más importancia que el llamamiento de Jesús y la predicación de la Iglesia, que lleva a los hombres esta invitación de Jesús. Se animan quizá por un momento -como los invitados a la primera invitación-, pero no toman una decisión seria y definitiva que se traduce en obras; quieren alcanzar bienestar y disfrutarlo.

Dos clases de hombres son llevados al banquete y ocupan los puestos de los primeros invitados. También sobre esto conviene reflexionar. Son precisamente los mismos que son excluidos del reino de Dios por los fariseos: los pobres (tullidos, cojos, ciegos) y los gentiles. No pertenecen a la sagrada comunidad de Israel y no pueden esperar gozar de la comunidad de mesa en el reino de Dios. Jesús juzga diferentemente. Precisamente a los pobres y a los paganos despeja Jesús el camino del banquete en el reino. En ellos halla eso que él mismo anuncia como condición fundamental para entrar en el reino. Los pobres y los paganos que aceptan la invitación no se atreven a creer que se les ha invitado a ellos; tienen que ser llevados y forzados a entrar. Se reconocen pobres delante de Dios y se tienen por indignos, como la pecadora en casa del fariseo (Mat_7:36), el jefe de publicanos, Zaqueo (Mat_19:1), el publicano en el templo (Mat_18:8), el hijo pródigo (Mat_15:11), el ladrón crucificado juntamente con Jesús (Mat_23:41).

La parábola del gran banquete cierra el symposion lucano. De ella se proyecta luz sobre el banquete que celebran las comunidades cristianas el domingo. ¿Quiénes son, pues, los que allí se congregan? Pablo hace la presentación de la comunidad de Corinto: «Fijaos, hermanos, quiénes habéis sido llamados: no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos de noble cuna; todo lo contrario: lo que para el mundo es necio, lo escogió Dios para avergonzar a los sabios, y lo que para el mundo es débil, lo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte, y lo plebeyo del mundo y lo despreciable, lo que no cuenta, lo escogió Dios» (1Co_1:26-28). ¿Por qué así? En la comida de un príncipe de los fariseos -en una comida festiva de sábado- sólo uno halló la salud y salvación: el pobre hidrópico despreciado...

Sobre el symposion se extiende la luz, el resplandor del amor generoso, misericordioso, de Dios, que se goza de darlo todo a los que no tienen nada: al hidrópico, a los tullidos, cojos y ciegos -y a los gentiles que viven fuera del abrigo de la ciudad de Dios-; todos éstos son saciados porque tienen hambre y no poseen nada. Los que se jactan de poseer, salen con las manos vacías (1Co_1:53). Esta fe, esta convicción de que lo más grande que puede esperar el hombre es don y gracia, es lo que crea la verdadera comunidad, que congrega a las gentes en el banquete del Señor. El saber que la adhesión al Señor es lo decisivo en el camino de la salud, esto es lo que proporciona el verdadero fruto de la eucaristía: participación en la muerte del Señor hasta que él venga (1Co_22:20; 1Co_11:25). El symposion se celebra camino de Jerusalén.

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* Análogamente también 11,8; 15,7; 16,9; 18,8.14; 19,26.

** Mateo, en la parábola paralela, aduce sólo dos razones: el campo y el negocio (Mat_22:5); esta forma más sucinta parece ser la más original.

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3. ABNEGACIÓN CRISTIANA (Mat_14:25-35).

Para entrar en el reino de Dios es necesario seguir el llamamiento de Jesús. Ya en la parábola del gran banquete ha aparecido claro que hay impedimentos para aceptar este llamamiento. En una nueva unidad literaria, en la que se combinan dichos de Jesús transmitidos por tradición, se muestran las condiciones del seguimiento más radical de Jesús: renuncia al abrigo y seguridad en la familia y prontitud para dar la vida (v. 25-27), serena ponderación y consideración de si se ha de tomar la decisión de seguir a Jesús de esta forma tan radical (v. 28-32), desapego de toda propiedad (v. 33). Sólo así se logra vivir el verdadero sentido del seguimiento de Jesús en calidad de discípulo y de la entrega total a Jesús, y estar a la altura de la responsabilidad que esto implica (v. 34). En la comunidad hay personas que viven voluntariamente en virginidad y pobreza (1Co_7:8; Act_4:37). ¿Qué hay que decir sobre esto?

a) Renuncia del discípulo de Cristo (/Lc/14/25-27)

25 Grandes multitudes iban caminando con él, y volviéndose hacia ellas, les dijo:...

La gran muchedumbre del pueblo quieren ser discípulos de Jesús. Van tras él. ¿Sabe la multitud lo que esto significa y lo que exige? Jesús camina hacia Jerusalén, donde le aguarda la glorificación, pero también la pasión y la muerte... ya se han dejado oír algunas exigencias formuladas a los discípulos, ya se han mencionado algunas condiciones de la glorificación: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha» (13,24). Quien quiera entrar al gran banquete, debe seguir inmediatamente el llamamiento y la invitación y diferir la visita de su campo, la prueba de las yuntas de bueyes, el tomar esposa (14,18-20). ¿Qué quiere decir caminar con él? ¿Llegar a la «elevación»?

La multitud del pueblo camina tras Jesús; él tenía que volverse cuando quería dirigirle la palabra. Se ha dado el primer paso en el seguimiento de Jesús. El pueblo ha tomado conocimiento de Jesús, se le ha adherido no obstante la contradicción de muchos, le sigue y oye su palabra. Lo que salva es sólo la adhesión a Jesús. ¿Pero basta con ir tras él? ¿Qué significa seguir a Jesús?

26 Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre, a la mujer y a los hijos, a los hermanos y hermanas, y más aún, incluso a sí mismo, no puede ser mi discípulo.

El que viene a Jesús para ser su discípulo tiene que poner a Jesús por encima de todo, poner todo lo demás en segundo lugar. Lo que esto significa, lo formuló Jesús con una palabra tremendamente dura, extremada, imposible de pasar inadvertida, provocativa: odiar. Odiar todo lo que amamos y tenemos el deber de amar: las personas que están unidas con nosotros con los vínculos más fuertes, la familia, que asegura protección y abrigo -la expresión presupone la gran familia-, la propia vida... Sólo Jesús se propone como el único objeto de amor, como el único refugio, como dispensador de vida. Jesús ha predicado el amor, no el odio. Ni tampoco pensó en dejar sin vigor el cuarto mandamiento (18,19s). Según la manera de hablar semítica, odiar significa poner en segundo lugar, posponer (Cf. Gen_29:30.31.33; Dt 21.15 ss; Jdg_14:16). Mateo explica lo que quiere decir Lucas, con estas palabras: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí» (/Mt/10/37). «Odiarse» a sí mismo significa lo mismo que negarse a sí mismo (Jdg_9:23).

Padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas, la propia vida deben pasar a segundo término delante de Jesús. La adhesión a Jesús (en algún sentido) es condición ineludible para alcanzar el reino de Dios, el más alto de todos los valores. Por lo menos en caso de conflicto hay que poner a Jesús por encima de todo lo demás y desligarse de cualquier otro vínculo.

De Leví, padre y patriarca de los levitas que sirven en el templo se dice que dijo así acerca del padre y de la madre: «No los conozco», que no consideró a sus hermanos y desconoció a sus hijos (Deu_33:9). Levi se siente ligado incondicionalmente al templo, a la ley, y a la alianza de Dios; por razón de este vínculo deja en segundo lugar todas las obligaciones con su familia. Para Leví, consagrado a Dios, la ley de Dios y la alianza son las realidades incondicionales que hay que anteponer a todo lo demás. Para los discípulos de Jesús es Jesús la realidad incondicional, exclusiva, que no admite comparación. él es la ley, el nuevo orden salvífico, la revelación de Dios, la verdad (Joh_14:6) y la realidad, en cuya comparación todo lo demás no es sino sombra. Sólo en él está la salvación (Act_4:12).

27 Quien no lleva su cruz y viene tras mí, no puede ser mi discípulo.

Estas palabras se pronuncian en camino hacia Jerusalén, donde aguarda a Jesús la muerte de cruz. Quien quiera seguirle, tiene que estar dispuesto a llevar su cruz. Jesús va delante en el camino del Calvario. En la antigüedad, el que era crucificado debía arrastrar hasta el lugar de la ejecución la viga transversal. La palabra de Jesús es una palabra figurada, una imagen (*). La muerte en cruz es castigo de los infames, de los desertores y de los esclavos. El que lleva la cruz pierde la vida, la honra, y está condenado a la destrucción total; se dice: «Maldito el que está colgado de un madero» (cf. Gal_3:13). El que se resuelve a seguir a Jesús, debe estar pronto a tomar sobre sí todo lo que está incluido en esta gama, pero que repugna al hombre hasta lo más hondo de su ser. Jesús, Maestro y Señor, lleva la cruz y es un crucificado; éste es su camino hacia la «elevación».

¿Qué significa seguir a Jesús? Los muchos que caminan con Jesús hacia Jerusalén ¿están dispuestos a ponerlo por encima de todo, a tomar sobre sí su suerte, a cargar con la cruz, a exponer su vida si Dios lo exige en el seguimiento de Jesús? Tales exigencias se fundan en la palabra y llamamiento de Jesús.

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* No está resuelto si al hablar Jesús de llevar la cruz hace una predicción de su muerte o bien emplea un giro popular. ¿De dónde provendría éste? ¿De Eze_9:4-6 : Se salvará el que lleve marcada la T (+)? ¿De Gen_22:6, donde Isaac lleva su haz de leña para el sacrificio?

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b) Decisión deliberada (Lc/14/28-32).

28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta antes a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 29 No vaya a ser que, si después de poner los cimientos no puede acabarla, todos los que la vean empiecen a burlarse de él 30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, pero no pudo terminar.

La parábola empieza en estilo semítico. El que la oye, puede y debe juzgar por sí mismo. Se pone el caso de uno que quiere edificar una torre. ¿Un edificio de varias plantas? ¿Una fortaleza? ¿Un gran edificio mercantil? Ahora bien, los oyentes de Jesús son por lo regular gentes sencillas, labradores, viñadores. A ellos se dirige Jesús: ¿Quién de vosotros...? En la parábola de los viñadores homicidas se dice: «Un hombre plantó una viña y la rodeó de una cerca, cavó un lagar y construyó una torre» (Mar_12:1). Esta torre en una viña tenía una doble finalidad. En temporadas de mucho trabajo servía de habitación; en todos los casos servía para vigilar, pues desde el terrado plano se divisaba todo sin dificultad y se podía observar si se acercaban ladrones o animales. Todo viñador soñaría con poseer, en lugar de una cabaña de follaje, una verdadera torre en medio de su viña. Aquí comienza la parábola de Jesús. Si uno de vosotros, que posee una viña, quiere edificar en ella una torre de vigía, no llamará sin más a los albañiles y aprontará el material de construcción, sino que primero reflexionará para ver si los medios de que dispone le permiten llevar a cabo la construcción. Se sienta, hace cálculos con la pluma en la mano, se toma tiempo para reflexionar. Se comparan los gastos de construcción y el capital disponible. Sólo cuando consta que es suficiente el capital se comienzan las obras. El que se ahorra estas reflexiones y, un día, cuando le viene la idea, manda comenzar las obras, se expone a graves riesgos. Podría suceder que viniera a gastarse todo el capital cuando apenas se hubieran echado los cimientos. ¿Qué hacer entonces? Habrá que suspender las obras, él habrá despilfarrado su dinero y todos los que vean la obra sin acabar se le reirán tratándole de charlatán y fanfarrón, de hombre irreflexivo. Jesús quiere decir, y en ello todos le dan la razón: nadie de vosotros querrá hacer semejante tentativa, sino que reflexionará y calculará diligentemente y sólo dará la orden de edificar cuando esté seguro de que tiene medios suficientes para llevar a término su proyecto. De lo contrario, vale más dejar el asunto.

31 ¿O qué rey, teniendo que salir a campaña contra otro rey, no se sienta antes a reflexionar si será capaz de enfrentarse con diez mil hombres al que viene contra él con veinte mil? 32 De lo contrario, mientras el otro está todavía lejos, le envía una embajada para pedirle condiciones de paz.

La segunda imagen no está ya tomada de la vida de las gentes sencillas, sino de la alta política. Por eso no se comienza aquí, como antes, con las palabras «¿Quién de vosotros?», sino que se dice: «¿Qué rey?» Se pone el caso de un rey que quiere guerrear contra otro rey. Este otro rey ha emprendido ya la marcha. ¿Qué hará el rey que se ve agredido? ¿Salir precipitadamente al encuentro del enemigo, con su ejército reclutado de prisa con trompetas y tambores, sin considerar antes cuál es la proporción de las fuerzas? Sabe que el rey enemigo avanza contra él con veinte mil hombres y que él mismo sólo dispone de diez mil hombres en condiciones de combatir. ¿Vale verdaderamente la pena oponer resistencia? Por lo regular es imposible derrotar a un enemigo que cuenta con doble contingente de fuerzas. Cuando las circunstancias ayudan, no todo depende del número.

Por ejemplo, Judas Macabeo, el año 165 a.C., derrotó al general sirio Lisias sólo con diez mil hombres, mientras que el ejército sirio contaba sesenta mil hombres, más 5000 de a caballo (1Ma_4:28-35). Hay que considerar y estimar no sólo el número de los soldados, sino también su armamento, su moral de guerra, la pericia de los oficiales, las cualidades del general en jefe. El rey se sienta y se pone a considerar. Sólo se lanza al combate si el resultado de sus reflexiones le permite esperar un desenlace favorable. De lo contrario, pide condiciones de paz y se rinde sin más.

La doble parábola expresa la misma idea con dos ejemplos diametralmente opuestos: condiciones grandes y pequeñas, un pequeño labrador, un gran rey ¿Qué idea se trataba de representar gráficamente? Evidentemente ésta: el que emprende algo grande examina antes cuidadosamente si tiene medios y fuerzas suficientes para tal empresa En el centro de ambas parábolas se dice: «no se sienta antes», «a calcular», «a reflexionar». ¿Pero esto es todo? ¿No se trata en las parábolas de una elección: construir la torre o no construirla; emprender la guerra o someterse? Si resulta que los medios son insuficientes, vale más renunciar sencillamente a la empresa. En la parábola del rey que trata de guerrear, se dice esto expresamente. En la otra parábola se hace referencia a los perjuicios que acarrea un proceder inconsiderado: en lugar de ventajas, sobrevienen inconvenientes. Las parábolas dobles ilustran la misma idea, pero no de la misma forma. Con la idea principal se asocian las dos ideas secundarias mencionadas. La doble parábola quiere decir: primero pensar, luego osar; mejor no comenzar en absoluto una cosa, que lanzarse a ella con medios insuficientes para acabar en un fracaso. Con estas ideas no quiere Jesús dar reglas de prudencia para la vida cotidiana; Lucas encuadra las dos parábolas en la doctrina de las graves exigencias que implica el seguir a Jesús. La gran empresa es seguir a Jesús, hacerse su discípulo. Quien se sienta inclinado a seguir a Jesús y a ser su discípulo debe comenzar por reflexionar y considerar bien si tiene también la voluntad seria y resuelta y las fuerzas que se requieren, no sólo para hacerse discípulo de Jesús, sino para serlo de veras y perseverar como tal. Quien no se sienta a la altura de este quehacer, vale más que lo deje. En efecto, el fracaso pone en peligro la salvación.

Así interpretadas, las dos parábolas plantean una difícil cuestión: ¿Dejó, pues, Jesús al arbitrio de cada uno el asunto de que habla? Seguir a Cristo ¿no es necesario a todos para la salvación? ¿Quiere Jesús que los que tratan de seguirle se pregunten si quieren seguirle de veras y, si no, que lo dejen? Su llamamiento a seguirle ha decidido ya acerca de este «si». Pues si ello es así, ¿qué quieren decir todavía las parábolas?

El seguimiento de Cristo puede efectuarse de diferentes maneras. Sigue a Jesús quien oye y pone en práctica su llamamiento a la conversión y a la fe en su mensaje. Pero los Evangelios conocen también un seguimiento que consiste en la adhesión permanente a Jesús, abandonando por consiguiente casa, profesión y familia. De esta manera siguieron a Jesús los apóstoles. No a todos los que le siguen exige Jesús que renuncien al matrimonio, sino únicamente a aquellos a quienes es dado por Dios comprender esta palabra (Mat_19:12). Ni tampoco exige a todos que renuncien totalmente al dinero y a los bienes. El publicano Zaqueo no renunció a todos sus bienes después de su conversión (Mat_19:1-10). Las mujeres galileas que seguían a Jesús no se privaron de todo lo que poseían (Mat_8:3). Cuando Jesús habla de las graves exigencias de su seguimiento, se refiere, según este pasaje de san Lucas, al seguimiento más estricto. Para esto no basta mero entusiasmo, un fervor momentáneo. Lleva consigo una renuncia radical, incluso a lo que parece ser imprescindible para la vida. Esto es lo que requiere reflexión madura antes de emprender tal seguimiento de Cristo (cf. 9,57s). Jesús quería impedir que se le unieran entusiastas que comienzan con ardor, pero que luego se hastían de la vida fatigosa y acaban incluso por perder la fe (Joh_6:60-71).

Es posible que la elección de las imágenes de las parábolas se refiera al seguimiento de Jesús tal como lo practican los apóstoles: edificación de una torre y guerra. Edificación y combate están encomendados a los apóstoles (Rom_15:20; Phi_2:25). Uno y otro exigen decisión, reflexión, entrega total. Gloria y paz coronarán estas obras; se verá dominada la ignominia y la cruel servidumbre. La salvación mesiánica es gloria y paz.

c) El verdadero discípulo (Lc/14/33-35)

33 Igualmente, pues, ninguno de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, puede ser mi discípulo.

Al discípulo se le exige optar «incondicionalmente» por Jesús; las personas queridas, la propia vida, el honor deben posponerse a Jesús. También la propiedad. Una sentencia particular exige el abandono de la propiedad por parte de los compañeros y colaboradores estables de Jesús. Todos sus pensamientos e intenciones deben estar orientados a lo que concierne al reino de Dios. La propiedad domina al hombre, tiene absorbido su pensar y su vida, lo somete a su hechizo. «No podéis servir a Dios y a Mamón» (Phi_16:13). El llamamiento de Pedro y de los dos hijos del Zebedeo se cierra con estas palabras: «Dejándolo todo, lo siguieron» (Phi_5:11). Del publicano Leví se refiere: «Dejándolo todo, lo seguía» (Phi_5:28). Pero, como portavoz de los doce, puede decir que lo han dejado todo (Phi_18:28). Sin embargo, no a todos los que en alguna manera quieren seguir a Jesús se les exige que renuncien a todo lo que poseen. En la primitiva Iglesia de Jerusalén muchos se despojaron de sus bienes (,11), pero se podía pertenecer a la Iglesia sin renunciar a todas las posesiones (Act_5:4).

34 Buena es ciertamente la sal; pero, si también la sal pierde su sabor, ¿con qué se le devolverá? 35 Ya no sirve ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.

La sal es buena y provechosa: para condimentar los alimentos, para conservar pescados y pieles de animales, hasta para el culto sagrado del sacrificio (Lev_2:13). El mundo no puede subsistir sin sal. Pero la sal puede perder su virtud de salar. En Palestina se obtiene del mar Muerto; está mezclada con otras muchas materias, por lo cual puede «echarse a perder». Entonces pierde su sabor y se vuelve sosa e insípida. ¿Para qué sirve entonces? Ni siquiera sirve para el campo ni para el estercolero, al que se echa todo lo que no sirve para nada. La sal quita la fertilidad al suelo. Lo convierte en una tierra desierta y árida, suelo salino e inhabitable (Jer_17:16). «Todo lugar en que se encuentra sal es estéril y no produce nada», es una convicción de la antigüedad. La sal es buena mientras conserva la virtud de salar. El discípulo de Jesús es bueno si tiene el espíritu de verdadero discípulo, si Jesús es todo para él, si hace pasar a segundo término todo lo que estorba en su camino hacia Jesús, si se desprende radicalmente de todo para poder entregarse entera y radicalmente al seguimiento de Jesús, siguiéndole «a dondequiera que vaya» (9,57). Si el discípulo de Jesús, que se ha decidido a seguirle muy de cerca, no realiza radicalmente este propósito, entonces se asemeja a la sal que ha perdido su sabor. No es apto para servir al mundo y se grava con culpa (Mat_5:13). Las palabras relativas a la suerte de la sal que se ha hecho inservible son tan detalladas, que invitan a recapacitar; son un aviso y una amenaza.

Lo que dice Jesús sobre la sal tiene un sentido oculto. Para comprenderlo hay que tener oídos abiertos, hay que reflexionar y estar dispuestos a aceptarlo. El que verdaderamente oye la palabra y le obedece, recibe fuerza de Dios para salvarse. La palabra es también invitación. «El que sea capaz de entenderlo, que lo entienda» (Mat_19:12). No todos son capaces de practicar el seguimiento radical de Jesús. En la Iglesia hay siempre necesidad de personas que renuncien radicalmente a todo, a fin de que los discípulos de Cristo se hagan cargo de que por encima de toda posesión de la tierra están el reino de Dios y sus bienes, y de que todos deben estar de tal manera despegados de la propiedad y de todo lo demás, que practiquen el desprendimiento incluso materialmente, exteriormente cuando la decisión lo exija, que ellos mismos entreguen la vida por la causa, cuando tengan que perder la vida con el martirio por confesar a Jesús. En estos discípulos de Jesús se echa de ver lo que significa seguir a Jesús en su sentido más profundo. El discurso de Jesús acerca de las serias exigencias de su seguimiento como discípulos va dirigido a las multitudes. éstas deben saber lo que en definitiva significa seguir a Jesús. Estas palabras no incluyen una exigencia incondicional para todos. «No todos son capaces de aceptar esta doctrina» (Mat_19:11). Sin embargo, a todos muestra este discurso cuán serio es ser discípulo de Jesús.

4. ACOGIDA A LOS PECADORES (Mat_15:01-32).

Para ser discípulo de Cristo se requiere fundamentalmente la conversión, la fe en la palabra de Jesús (Mar_1:15) y la adhesión a él. La vida anterior de quien quiere seguir a Jesús no es impedimento para seguirle y salvarse, con tal que se efectúe la conversión. Esto se muestra por medio de las parábolas de la oveja perdida, de la dracma perdida (v. 3-10) y del hijo pródigo (v. 11-32). El amor de Dios a los pecadores proclamado en esta página evangélica tiene la mayor importancia para la predicación misionera entre los paganos. La tradición que utilizó Lucas refiere que Jesús, en su proclamación del amor misericordioso de Dios a los pecadores, tuvo que defenderse contra las objeciones de los fariseos. Es posible que en las comunidades cristianas primitivas afloraran ideas parecidas a las de los fariseos cuando se acercaban pecadores al bautismo y asistían juntamente con los «santos» al banquete común.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 14.

Un hidrópico curado en sábado, 14:1-6.
1 Habiendo entrado en casa de uno de los principales fariseos para comer en día de sábado, le estaban observando. : Había delante de él un hidrópico. 3 Y tomando Jesús la palabra, habló a los doctores de la Ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito curar en sábado o no? 4 Ellos guardaron silencio. Y, asiéndole, le curó y le despidió, 5 y les dijo: ¿Quién de vosotros, si su hijo o su asno cayere en un pozo, no le saca al instante en día de sábado? 6 Y no podían replicar a esto.

Este pasaje posiblemente está desplazado de su situación cronológica. No sería lo más lógico ver su presencia en casa de un fariseo después de las recriminaciones que les hizo en el capítulo 11 (v.37:44). Es propio de Lc, aunque el v.5 está en Mat_12:11.12.
El banquete al que es invitado Cristo tiene lugar en casa de un fariseo y en sábado. Este era un fariseo importante. Pero Lc pone, textualmente, que era uno de los jefes (????? ??? ???????? ) de los fariseos. Pero éstos no tenían ni jefes ni súbditos. O es un simple lapsus material de Lc por ir solo a lo central del tema, o por querer indicar con ello el prestigio que ostentaba entre ellos. Había más fariseos que estaban observándole, sin duda con intenciones de sorprenderle en alguna transgresión del ritual por ellos elaborado.
Durante el festín se presentó un hidrópico. Conforme a las costumbres de Oriente, en los banquetes de importancia se permite ingresar a otras personas a título de curiosidad, no de invitados.
Y Cristo, tomando la palabra y dirigiéndose al grupo de los doctores de la Ley y fariseos y previendo la objeción (Lev.3), les preguntó si el a lícito curar en sábado o no. Ellos, como ordinariamente, callaron. Y Cristo le curó. Y luego les dio un razonamiento que no podía negarse, y que ellos practicaban. Si un día de sábado caía su hijo 1 o su asno en un pozo, una de esas cisternas cavadas en tierra, y a veces medio ocultas por tierra y follaje, al punto lo sacaban. Podría haber en el v.5a, en su substractum aramaico, un juego de palabras entre hijo (bera), buey (be'ira') y pozo (bera'; M. Black). Era la conducta ordinaria. Sólo alguna fracción judía, muy rara, prohibía esto 2. Un grave daño que ha de seguirse no está vedado impedirlo por el reposo sabático. La ley natural está por encima. Y la caridad también, ya que en el amor a Dios está incluido el amor al prójimo, como tantas veces se lee en la Escritura. Argumentaciones semejantes las usó Cristo en otras ocasiones (Luc_13:15; cf. 6:6-11; Mat_12:11). Y así el milagro rubricó la doctrina.

Exhortación a la modestia,Mat_14:7-11.
7 Decía a los invitados una parábola, observando cómo escogían para sí los primeros puestos: 8 Cuando seas invitado a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que venga otro más honrado que tú, invitado por el mismo, 9 y, llegando el que al uno y al otro os invitó, te diga: Cede a éste tu puesto, y entonces, con vergüenza, vayas a ocupar el último lugar. 10 Cuando seas invitado, ve y siéntate en el postrer lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces tendrás gran honor en presencia de todos los comensales, 11 porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

Esta parábola es propia de Lc. En los banquetes judíos, los fariseos gustaban' colocarse en los puestos de honor. Los rabinos tenían reglamentado el orden de la importancia de estos puestos 3. Tomando pie de este banquete, pero trasladando su consejo a un banquete hipotético de bodas para no ofender a los invitados del presente, censura esta ansia de los primeros puestos, que era vanidad. Hasta por precaución no debe adelantarse a posesionarse de estos puestos, ya que pueden ignorar qué más invitados vayan a venir, y que para darles puestos superiores los hagan a ellos descender. Naturalmente, Cristo no trata de dar aquí un curso de cortesía (Marchal), sino que habla en una parábola. El banquete de bodas al que El apunta es el Reino mesiánico, ordinariamente representado bajo la imagen de un banquete, y la lección que da es que, para obtener en él los primeros puestos, no se pueden comportar como en los banquetes ordinarios. Allí los primeros puestos estarán reservados a los que aquí fueron más humildes. La formulación está hecha con extremismo hiperbólico sapiencial sin más matices. Los fariseos se consideraban con derecho al ingreso en el Reino y a puestos importantes. Pero el Reino es don gratuito de Dios. Por eso, a otras gentes sencillas y humildes les da Dios el reino y los puestos que quiere, mientras, culpablemente, queda fuera del mismo el fariseísmo engreído y exigente (Mat_20:1-15).
Literariamente se une esta parábola (v.7) con lo anterior. Pero no deja de extrañar el aspecto, se diría artificioso, que parece tener. El tema de la parábola ¿dicho en un banquete. y de fariseos? Es de un procedimiento paralelo al del paralítico/perdón de pecados. Además, el v.II se encuentra en otros contextos (cf. Luc_18:14; Mat_18:4; Mat_23:12). Esto ha hecho pensar que Lc tiene aquí una elaboración hecha con gran libertad, o incluso una elaboración propia para encuadrar esta sentencia. Originariamente es una advertencia escatológica (J. Jeremías).

No buscar recompensas terrenas,Mat_14:12-14.
12 Dijo también al que le había invitado: Cuando hagas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te inviten y tengas ya tu recompensa. 13 Cuando hagas una comida, llama a los pobres, a los tullidos, a los rengos y a los ciegos, 14 y tendrás la dicha de que no podrán pagarte, porque obtendrás la recompensa en la resurrección de los muertos.

Nuevamente el evangelista recoge otra lección que dijo al que le había invitado. Con elemento subyacente al banquete celeste mesiánico, toma pretexto del banquete humano para dar una lección en este banquete-reino 3.
Si se da un banquete, que no se dé a los que, por cortesía u obligación social, van a responder con otro banquete, pues ya está pagada esta cortesía. Que invite a los que no pueden invitarle; y la imagen toma por modelo a los pobres, tullidos, ciegos. Como aquí tampoco se trata de un simple acto de cortesía social, sino, tomando por base de ilustración de la doctrina del Reino esta imagen, su doctrina es: las cosas hechas para lograr ingresar en él época histórica o progresar en el mismo sólo se han de hacer por Dios y no por los nombres; por el Reino y no por ventajas materiales. Porque, hechos por éstas, éstas son el pago, mientras que, hechas por el Reino, la retribución a las mismas se tendrá en la resurrección, que es en el Juicio final según la concepción judía. Es obrar a imitación del Padre (Luc_6:34-36).

Parábola de los invitados a un gran banquete. 14:15-24 (Mat_22:2-14). Cf. comentario a Mat_22:2-14.
15 Oyendo esto, uno de los invitados dijo: Dichoso el que coma pan en el Reino de Dios. 16 El le contestó: Un hombre hizo un gran banquete e invitó a muchos. '7 A la hora del banquete envió a su siervo a decir a los invitados: Venid, que ya está preparado todo. 18 Pero todos, unánimemente, comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado un campo y tengo que salir a verlo; te ruego que me excuses. 19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas; ruego te que me excuses. 20 Otro dijo: He tomado mujer y no puedo ir. 21 Vuelto el siervo, comunicó a su amo estas cosas. Entonces el amo de la casa, irritado, dijo a su siervo: Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad, y a los pobres tullidos, ciegos y cojos, tráelos aquí. 22 El siervo le dijo: Está hecho lo que mandaste, y aún queda lugar. 23 Y dijo el amo al siervo: Sal a los caminos y a los cercados y obliga a entrar para que se llene mi casa, 24 porque os digo que ninguno de aquellos que habían sido invitados gustará mi cena.

Esta parábola, alegorizada, aparece relatada en Mt con más precisión de términos en orden a lo que quiere enseñarse, y con una manifiesta reelaboración. Lc refleja esta parábola alegorizante en un estadio más primitivo. En Lc surge dentro de un contexto lógico. Al oír las últimas palabras de la enseñanza anterior, que se tendría el premio en la resurrección, comienzo oficial del Reino en su fase celeste, según la concepción ordinaria judía, uno de los invitados dijo: Dichoso el que coma el pan en el Reino de Dios, que, conforme a la metáfora usual, significaba el deseo de tener parte en el mismo. Y, partiendo de aquí, Cristo, contestándole, da la enseñanza.
El Comentario de conjunto, con el análisis de su reelaboración, se hace en Mat_22:2-14.
El elemento subyacente de la alegorización es el Reino. A la hora del banquete, según costumbre oriental, un criado ¿no podría ser una alegorización de Juan Bautista? les vuelve a recordar la invitación 4. Los primeros invitados son los miembros de la comunidad de Israel. Pero muchos, por motivos fútiles artificio de la parábola se excusan de ingresar en el banquete mesiánico. Se piensa en los justos, en los dirigentes, en los fariseos. En una segunda etapa artificio igualmente alegorizante se invita a los enfermos, pecadores, según la concepción primitiva del A.T. Se ve en ello a los publícanos, a las clases menesterosas, desvalidos y gentes de mala vida. Estos se convirtieron e ingresaron en el festín del Reino (cf. Mat_21:31). Pero hay en la artificiosa clasificación capacidad para más. Por eso manda ir a buscar más gentes a los caminos y los cercados (v.23).
El anuncio alegórico de la sentencia contra Israel se hace proféticamente: no gustarán mi cena. En su sentido histórico, gran parte de aquel Israel farisaico quedó fuera del Reino. En cambio, entraron los menospreciados, los pecadores y los gentiles (Luc_13:29; cf. Mat_22:9.10) 5.
En Mt un aspecto de esta parábola ya que hay varias yuxtapuestas destaca las condiciones para entrar en el reino; en cambio, en Lc se acusa más el problema judeo-gentil 6.

El auténtico discípulo de Cristo,Mat_14:25-35.
25 Se le juntaron numerosas muchedumbres, y, vuelto a ellas, les decía: 26 Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 El que no toma su cruz y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo. 28 ¿Quién de vosotros, si quiere edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos a ver si tiene para terminarla? 29 No sea que, echados los cimientos y no pudiendo acabarla, todos cuantos lo vean comiencen a burlarse de él diciendo: 30 Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar. 31 ¿O qué rey, saliendo a su campaña para guerrear con otro rey, no considera primero y delibera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? 32 Si no, hallándose aún lejos de aquél, le envía una embajada haciéndole proposiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo. 34 Buena es la sal; pero, si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se sazonará? 3S Ni para la tierra es útil, ni aun para el estercolero; la tiran fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.

La predicación siguiente, al menos en su marco literario, se pronuncia toda ella ante muchedumbres. En ella se habla de las condiciones del verdadero discípulo de Cristo. Lc recoge aquí sentencias de Cristo pronunciadas en momentos distintos. El tono general del discurso aquí parece dirigirse al discípulo como simple sinónimo de cristiano. Sólo los versículos 34-35 podrían postular los discípulos como apóstoles. Pero pueden estar adaptados en un contexto lógico, o, por situarlos aquí, tomar, en esta perspectiva literaria de Lc, el sentido genérico y sinónimo de cristiano en su vida moral.
v.26. La palabra odiar no es más que un semitismo para indicar amar menos (Rom_8:13; Mat_10:37). Cristo aparece aquí poniéndose en una esfera superior al amor a los padres. Nada hay superior, por ley natural, para un hijo que el amor a los padres. Sobre ellos sólo está Dios. Con esta exigencia, Cristo se sitúa en una esfera trascendente. Es su modo pedagógico de ir haciendo la revelación. Lc tiene aquí algunos elementos más que no trae Mt en el lugar paralelo (Mat_10:37). Puede ser efecto de fuentes distintas o posibles modificaciones de Lc.
Lc trae lo que no trae Mt en el lugar paralelo: la renuncia a su mujer, bien atestiguado en Luc_18:21-22.
v.27. Tomar la cruz y seguir en pos de Cristo (Mat_10:38). El espectáculo de crucifixiones era ambiental. Pero el matiz de seguir en pos de mí parece comprenderse mejor después de la escena de Simón de Cirene, que iba detrás de Cristo llevando la cruz (Luc_23:26). La cruz es símbolo de negación, y el cristiano puede, como Cristo, dirigirse al Calvario. Sólo Lc pone por llevar ????????? ) la cruz, que Jn (Luc_19:17) pone al hablar de Cristo camino del Calvario; lo mismo que detrás (??? '?? ).
Luego se ponen dos pequeñas parábolas, para ilustrar esta sentencia conclusiva: Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo (v.33). La enseñanza es que, para ser discípulo de Cristo, hay que estar decidido a seguir el camino pleno de renunciaciones padre, hogar, lo que se posee . Estas expresiones, primitivamente, afectaban a la decisión para el ingreso en el Reino en su fase terrena. En la redacción de Lc, como en otros varios pasajes suyos, se percibe el valor moral de la ascesis cristiana cotidiana. Y se ilustra con dos pequeñas comparaciones o parábolas propias de Lc. Uno que quiere edificar una torre seguramente de defensa de una fortaleza ha de calcular bien todo para llegar al final. Lo mismo el rey que hace la guerra: ha de hacer todo lo necesario, aquí incluso la paz, antes de ir a la derrota 7. Sin duda, estas palabras ilustraron Originariamente y de una manera más directa otras cosas, y Lc las haya insertado aquí por razón pedagógica, ya que la unión para lo que quiere ilustrarse no es de lo más expresivo. Pero siendo de estructura primitiva y de Cristo, ya que de lo contrario el evangelista las hubiese redactado ad hoc, se ve que posiblemente quiere utilizar el prestigio de la enseñanza de Cristo, para adaptarlas a preocupaciones de ascesis discipular cristiana, que interesaba destacar en la Iglesia primitiva.
v.34-35. Por último, se añade el mensaje de la sal. Esto es aplicado, naturalmente, al discípulo-apóstol (Mat_5:13). El apóstol de Cristo que se desvirtúa no es útil, lo arrojan afuera. ¿De dónde? ¿De su unión con Cristo, del Reino? La enseñanza reclama una especial curiosidad por penetrarla. El que tenga oídos para oír, oiga 8. Aquí acaso aluda a la necesidad de la renunciación para no quedar desvirtuado, como la sal, en su apostolado.

1 La Lectura De Esta Palabra Es Críticamente Discutida, Aunque Generalmente Aceptada. Cf. Nestlé, ? . ? . Graece Et Latine, Ap. Crít. A Luc_14:5; Rev. Bibl. (1957) 199-200. 2 Rev. étud. Juiv. (1911) 198. Propia De Lc. Tiene Un Contexto Lógico Con Lo Anterior Banquete O Una Cierta Concate Nació ? Semita Por Lo Mismo. Y Con Un Contraste Semita Negativo No Llames. /Positivo Llama. 3 Bonsirven, Textes. N.485, Etc. 3 M. Gruenewald, A Rabbinical Paralkl To Lk 14 12: Der Friede. Fg. F. A. Leschnitzer (1961). 4 Vosté, Parabolae. I P.379-380; Cf. Est_6:14. 5 Vosté, Parabolae. I P.373-391; Líese, Coena Magna: Verb. Dom. (1933) 161-166. 6 A. Hastings, Prophet And Witness 131-133. 7 Vosté, Parabolae. P.710-717. Biblia Comentada 5b 6 8 Cf. comentario a Mat_5:13.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Cuando uno de los que comían a la mesa oyó esto, le dijo: "Bienaventurado el que comerá pan en el reino de Dios". Y El le dijo: "Un hombre hizo una grande cena y convidó a muchos. Y cuando fue la hora de la cena, envió uno de los siervos a decir a los convidados que viniesen, porque todo estaba aparejado: Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado una granja y necesito ir a verla; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He comprado cinco yuntas de bueyes, y quiero ir a probarlas; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo otro: He tomado mujer, y por eso no puedo ir allá. Y volviendo el siervo, dio cuenta a su señor de todo esto. Entonces airado el padre de familias dijo a su siervo: Sal luego a las plazas, y a las calles de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres, y lisiados, y ciegos, y cojos hallares. Y dijo el siervo: Señor, hecho está como lo mandaste y aún hay lugar. Y dijo el señor al siervo: Sal a los caminos, y a los cercados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa. Mas os digo, que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados gustará mi cena". (vv. 15-24)

Eusebio, in Cat. graec. Patr
El Señor había enseñado antes a invitar a un convite a los que no pudieran darle, a fin de recibir la recompensa en la resurrección de los justos; y por tanto, creyendo uno de los convidados que era lo mismo la resurrección de los justos y el reino de Dios, recomienda la antedicha recompensa. Por tanto sigue: "Cuando uno de los que comían en la mesa oyó esto, le dijo: Bienaventurado el que comerá pan en el reino de Dios", etc.

San Cirilo, ubi sup
Este hombre era todo carnal, no comprendiendo lo que Jesús había dicho y creía que los premios de los santos eran materiales.

San Agustín, De verb. Dom. serm. 33
Como éste suspiraba por lo que estaba lejos, no veía el pan que deseaba y tenía delante. ¿Cuál es el pan del reino de Dios, sino el que dice (Jua_6:41): "Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo"? No preparéis la boca, sino el corazón.

Beda
Como muchos perciben el olor, digámoslo así, de este pan por la fe y les hastía su dulzura gustándolo verdaderamente, declara el Señor en la parábola siguiente que esta indiferencia no es digna de los banquetes celestiales. Sigue, pues: "Y El le dijo: Un hombre hizo una grande cena y convidó a muchos".

San Cirilo, ubi supr
Este hombre es Dios Padre, conforme a la verdad figurada en estas imágenes.

San Crisóstomo
Siempre que el Señor quiere dar a conocer su poder de castigar, se compara al oso, al leopardo, al león y a otros animales semejantes y cuando quiere expresar su misericordia, se compara al hombre.

San Cirilo
El Creador de todas las cosas, Padre de la gloria (el Señor), preparó una gran cena ordenada en Cristo. Y en los tiempos modernos, casi al final de nuestro siglo, brilló para nosotros el Hijo de Dios. Y sufriendo la muerte por nosotros nos dio a comer su propio cuerpo, por lo que el cordero fue inmolado por la tarde, según la ley de Moisés. Con razón, por tanto, se ha llamado cena al convite preparado en Jesucristo.

San Gregorio, in hom. 36, in Evang
Celebró una gran cena porque nos preparó la saciedad de su eterna dulzura; llamó a muchos pero vienen pocos. Porque sucede con frecuencia que aun los mismos que le están sometidos por la fe contradicen con su vida el convite eterno. Hay una diferencia entre las complacencias del cuerpo y las del corazón y es que cuando no se disfrutan las del cuerpo se tiene un gran deseo de ellas; y cuando se obtienen, hastían por la saciedad al que las alcanza. Lo contrario sucede con las delicias espirituales. Cuando no se tienen parecen desagradables; y cuando se alcanzan, se desean más. La suprema piedad nos recuerda y ofrece a nuestros ojos las delicias desdeñadas y nos excita a que rechacemos el disgusto que nos causan. Por esto sigue: "Y envió a uno de sus siervos".

San Cirilo, ubi sup
Este siervo que envió fue el mismo Jesucristo, el cual, siendo por naturaleza Dios y verdadero Hijo de Dios, se humilló a sí mismo tomando la forma de siervo. Fue enviado a la hora de la cena. El Verbo del Padre no tomó, pues, nuestra naturaleza en el principio, sino en los últimos tiempos. Añade, pues: "Porque todo estaba aparejado". El Padre había preparado en Jesucristo los bienes dados por El al mundo: el perdón de los pecados, la participación del Espíritu Santo y el brillo de la adopción. A esto nos llamó Jesucristo por las enseñanzas de su Evangelio.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 33
Este hombre, mediador entre Dios y el hombre, es Jesucristo. Envió a que viniesen los invitados, esto es, los llamó por los profetas enviados con este fin, los cuales en otro tiempo invitaban a la cena de Jesucristo. Fueron enviados en varias ocasiones al pueblo de Israel. Muchas veces los llamaron para que viniesen a la hora de la cena; aquéllos recibieron a los que los invitaban, pero no aceptaron la cena. Leyeron a los profetas y mataron a Cristo. Y entonces prepararon, sin darse cuenta de ello, esa cena para nosotros. Una vez preparada la cena (esto es, una vez sacrificado Jesucristo), fueron enviados los apóstoles a los mismos a quienes antes habían sido enviados los profetas.

San Gregorio, ut sup
Por este siervo, que fue enviado por el padre de familia para invitar, está representado el orden de predicadores. Muchas veces suele suceder que un poderoso tenga un criado despreciable y cuando el amo manda algo por medio de él, no se menosprecia a la persona del criado que habla, porque se respeta a la del señor que lo envía. Dios nos ofrece, pues, lo que debía ser rogado, en vez de rogar. Quiere dar lo que casi no podía esperarse y, sin embargo, todos se excusan a una. Sigue, pues: "Y empezaron todos a una a excusarse". He aquí que un hombre rico es quien convida y los pobres se apresuran en acudir: somos invitados al convite de Dios y nos excusamos.

San Agustín, ut sup
Tres fueron las excusas que se dieron, de las que se añade: "El primero le dijo: He comprado una granja y necesito ir a verla", etc. En la granja comprada se da a conocer el dominio, luego el vicio de la soberbia es el primer castigado. El primer hombre que no quiso tener señor, quiso serlo él.

San Gregorio, ut sup
También se representan los bienes de la tierra por la granja. Sale, pues, a verla el que sólo fija su atención en la sustancia de los bienes de la tierra.

San Ambrosio
Así, pues, se prescribe al varón de la milicia santa que menosprecie los bienes de la tierra. Porque el que atendiendo a cosas de poco mérito compra posesiones terrenas, no puede alcanzar el reino del cielo. Porque dice el Señor (Mat_19:21): "Vende todo lo que tienes y sígueme". Prosigue: "Y dijo otro: He comprado cinco yuntas de bueyes y quiero ir a probarlas".

San Agustín, de verb. Dom. serm. 3
Las cinco yuntas de bueyes son los cinco sentidos corporales. En los ojos está la vista, en las orejas el oído, en las narices el olor, en las fauces el gusto y en todos los miembros el tacto. Pero a los que especialmente se apropian las yuntas es a los tres primeros sentidos: dos son los ojos, dos las orejas, dos las narices. He aquí tres yuntas. Y en las fauces, esto es, en el sentido del gusto, se encuentra cierto doble sentido, porque no percibimos el sabor de una cosa si no juntamos la lengua al paladar. La voluptuosidad de la carne, que pertenece al tacto, oculta una doble sensación, que es interior y exterior. Se llaman yuntas de bueyes porque por medio de estos sentidos carnales se buscan todas las cosas terrenas y los bueyes están inclinados hacia la tierra. Y los hombres que no tienen fe, consagrados a las cosas de la tierra, no quieren creer otra cosa más que aquellas que perciben por cualquiera de estos cinco sentidos corporales. No, dicen, nosotros no creemos más que lo que vemos. Cuando pensamos de tal modo, aquellas cinco yuntas de bueyes nos impiden ir a la cena. Para que conozcáis, sin embargo, que la complacencia de estos cinco sentidos no es la que más arrastra y deleita, sino cierta curiosidad, no dijo: he comprado cinco yuntas de bueyes y voy a darles de comer, sino, voy a probarlas.

San Gregorio, in Evang hom. 36
Y como los sentidos corporales no pueden comprender las cosas interiores y sólo conocen las exteriores, puede muy bien entenderse por ellos la curiosidad, que examinando la vida ajena desconoce la suya íntima y cuida de verlo todo por el exterior. Pero debe advertirse que el que por haber comprado una granja y el que por probar las yuntas de los bueyes se excusan de ir a la cena del que los convida, confunden las palabras de humildad. Porque cuando dicen ruego y menosprecian el ir, en la palabra aparece la humildad, pero en la acción la soberbia. Prosigue: "Y otro dijo: He tomado mujer y por eso no puedo ir allá".

San Agustín., De verb. Dom. serm. 33.
Esta es la pasión carnal que estorba a muchos. ¡Ojalá que sólo fuese exterior y no interior! El que dice: "He tomado mujer", se goza en la voluptuosidad de la carne y se excusa de ir a la cena. Mire no sea que muera de hambre interior.

San Basilio, in Cat. graec. Patr
Dice también: "No puedo venir", porque cuando el entendimiento humano se fija en las complacencias del mundo, se incapacita para las obras divinas.

Greg., ut sup.
Aunque el matrimonio es bueno y ha sido establecido por la Divina Providencia para propagar la especie, muchos no buscan esta propagación, sino la satisfacción de sus voluptuosos deseos; y por tanto, convierten una cosa justa en injusta.

San Ambrosio.
No es que se vitupere el matrimonio, pero la virginidad es mucho más honrosa. Porque la mujer virgen piensa en lo que es del Señor, para santificar su cuerpo y su alma, mientras que la casada piensa en las cosas del mundo (1Co_7:34). 1

San Agustín, ut sup
Cuando dijo San Juan (1Jn_2:16): todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y ambición del siglo, empezó por donde el Evangelio acaba. Concupiscencia de la carne, he tomado mujer. Concupiscencia de los ojos, he comprado cinco yuntas de bueyes. Ambición del siglo, he comprado una granja. Tomando la parte por el todo, los cinco sentidos se expresan en sólo los ojos, que son el principal entre ellos. Por tanto, aunque la vista pertenezca propiamente a los ojos, solemos decir que el hombre ve por todos los cinco sentidos.

San Cirilo
¿Quiénes diremos que fueron los que no quisieron venir por las causas predichas, sino los príncipes de los judíos, a quienes vemos reprendidos en todo este pasaje de la Sagrada Escritura?

Orígenes, in Cat. graec. Patr
Estos que compraron la granja y rehúsan o se excusan de ir a la cena, son aquellos que habiendo recibido otras enseñanzas de la Divinidad, no las practicaron y despreciaron el Verbo que poseían. Este que compró cinco yuntas de bueyes, es todo aquel que menosprecia su naturaleza espiritual y se fija en lo sensible, por lo que no puede conocer la naturaleza incorpórea. El que tomó mujer es el que está unido a la carne y prefiere sus pasiones al amor de Dios (1Ti_3:4).

San Ambrosio
O bien consideremos que tres clases de personas son excluidas de esta cena: los gentiles, los judíos y los herejes. Los judíos se imponen el yugo de la ley en sentido material. Las cinco yuntas representan los diez mandamientos, acerca de los que se dice en el Deuteronomio (Deu_4:13): "El os reveló su alianza, que os mandó poner en práctica, las diez Palabras que escribió en tablas de piedra", esto es, los mandamientos del decálogo. O de otro modo: las cinco yuntas son los cinco libros de la antigua ley y la herejía que, a imitación de Eva, tienta el afecto de la fe con femenil seducción. Y el Apóstol (Ef 5; Col 3; Heb 13; 2Tim 2) dice que debemos huir de la avaricia, no sea que, como sucede a los gentiles, nos incapacitemos de poder llegar al reino de Jesucristo. Por tanto, aquél que compró la granja no es apto para el reino de los cielos, ni el que prefirió el yugo de la ley al don de la gracia, ni el que se excusa por haber tomado mujer. Prosigue: "Y volviendo el siervo dio cuenta a su señor de todo esto".

San Agustín, Super Gen. 5,19
El Señor no necesita de sus enviados para conocer a las criaturas inferiores, como si hubiera de saber más por ellos, sino que conoce todas las cosas permanente e inimitablemente y tiene mensajeros por nosotros y por ellos mismos, porque de este modo, en el orden de su propia naturaleza, está bien que se presenten a Dios para consultarle sobre las criaturas inferiores y para ejecutar sus mandatos.

San Cirilo, ubi sup
Habiendo renunciado a su vocación los príncipes de los judíos, según ellos decían (Jua_7:48): "¿acaso ha creído en El alguno de nuestros príncipes?", se indignó el padre de familia contra ellos, como acreedores a su indignación y a su ira. Por esto sigue: "Entonces airado el padre de familia", etc.

San Basilio in Sal. 37
No porque la Divinidad pueda tener la pasión de la ira, sino que lo que en nosotros se hace por la ira se llama ira o indignación de Dios.

San Cirilo, ubi sup
Así, pues, se dice que se indignó el padre de familia contra los príncipes de los judíos y fueron llamados en lugar de ellos los que eran de entre los judíos más sencillos y de inteligencia más limitada. Habiendo hablado Pedro, primero creyeron tres mil (Hch_2:41), después cinco mil (Hch_4:4) y después gran parte del pueblo. Por esto añade: "Dijo a su siervo: Sal luego a las plazas y a las calles de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres y lisiados y ciegos y cojos hallares".

San Ambrosio
Invita a los pobres, a los débiles y a los ciegos, para dar a conocer que la enfermedad del cuerpo no impide la entrada en el reino de los cielos, que rara vez falta aquel que no halla incentivo en el pecado, o que la enfermedad de los pecadores se perdona por la misericordia del Señor. Por esto envía a las plazas para que vengan al camino estrecho, abandonando los caminos anchos.

San Gregorio, in Evang hom. 36
Y como los soberbios no quieren venir, elige a los pobres. Se llaman débiles y pobres los que según su propio juicio están enfermos, porque son como fuertes los pobres a quienes ensoberbece la pobreza. Son ciegos los que no tienen ninguna luz o talento; cojos los que no andan derechos en sus obras. Pero mientras los vicios de éstos se dan a conocer en la enfermedad de los miembros, como fueron pecadores los que no quisieron venir una vez llamados, así lo son los que son instados y vienen. Pero los pecadores soberbios son rechazados y los humildes son elegidos. El Señor elige a los que el mundo desprecia, porque muchas veces sucede que el desprecio hace al hombre fijarse en sí mismo y algunos oyen la voz del Señor tanto más pronto cuanto menos complacencias les ofrece el mundo. Por tanto, cuando el Señor llama a algunos de las calles y de las plazas para que vengan a su cena, se refiere a aquel pueblo que había conocido muy temprano la gran importancia de la ley, pero la multitud del pueblo de Israel que creyó, no llenó todo el espacio preparado del celestial convite. Por esto prosigue: "Y dijo el siervo: Señor, hecho está como lo mandaste y aun hay lugar", etc. Había entrado ya gran número de judíos, pero aún queda mucho lugar en el reino donde debe recibirse multitud de gentiles. Por esto sigue: "Y dijo el señor al siervo: Sal a los caminos y a los cercados y fuérzalos a entrar". Cuando mandó recoger a sus convidados de los cercados y de los caminos buscó al pueblo bárbaro, esto es, al pueblo gentil.

San Ambrosio
Mandó a los caminos y a los cercados, porque son aptos para el reino de los cielos aquellos que no ocupándose de las delicias de esta vida, se apresuran a buscar las del cielo. Puestos en el camino de la buena voluntad -y así como el cercado separa lo que está cultivado de lo que no lo está, e impide la entrada de las bestias-, saben distinguir las cosas buenas de las malas y oponer la muralla de la fe contra las tentaciones de la disipación espiritual.

San Agustín, , De verb. Dom. serm. 33
Vinieron los gentiles de las plazas y de las calles y los herejes de los cercados. Porque los que hacen cercados, establecen divisiones, se separan de los cercados, se apartan de las espinas, pero no quieren ser obligados y dicen: entremos por nuestra propia voluntad. Y no es lo que mandó el Señor que dijo: obliga a entrar. La necesidad se encuentra afuera, de donde nace la voluntad.

San Gregorio, ut sup
Todos los que son obligados por las adversidades del mundo a volver al amor de Dios, son obligados a entrar. Pero es muy terrible la sentencia que sigue: "Mas os digo, que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena". Por tanto, que ninguno lo desprecie, no sea que si se excusa cuando se lo llame, no pueda entrar cuando él quiera.

Notas
1. San Ambrosio sigue aquí la enseñanza que ya encontramos en San Pablo, p.e.j: "La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido" (1Co_7:34). Al tema de la virginidad dedica San Ambrosio varias obras: De virginibus; De virginitate; De institutione virginis.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



142 (c) LA NATURALEZA INCLUSIVA DEL BANQUETE DEL REINO DE JESÚS (14,1-24). Este pasaje prosigue con el tema de la oposición con que concluyó el cap. 13. Jesús es el anfitrión (14,24) del banquete escatológico de Dios, al que todos, elegidos y no elegidos, son invitados. 1-6. Este acontecimiento, exclusivo de Lucas, es el incidente que desencadena el discurso sapiencial de los vv. 7-24. Los fariseos deberían invitar a gente necesitada, como el hombre con hidropesía, a sus fiestas (cf. vv. 12-14). 1 .fariseos: -<? 76-77 supra. sábado: ?58 supra. Ésta es la última de las controversias que presenta Lucas sobre el sábado, para comer: ? 99-100.132 supra, sobre la naturaleza del género del simposio que Lucas adapta para dar respuesta a los problemas que en sus comunidades planteaban los «fariseos»: ¿de(-)berían juntarse con los impuros? (7,36-50); ¿qué hace a uno realmente puro? (11,37-54); ¿a quién debería invitarse a las comidas cristianas? (14,1-24). En cada caso, Lucas da la respuesta, radical por lo demás, en el marco de un banquete. 2. hidropesía: La hidropesía o edema, enfermedad por la que el cuerpo retiene demasiado líquido, con los concomitantes problemas de hinchazón y de mala circulación, y que es causada por el alto consumo de sodio, es bastante conocida en las sociedades occidentales. 4-6. Jesús de nuevo se muestra a sí mismo como «Señor del sábado» (6,5) que defiende la realización de obras de misericordia en aquel día santo.

143 7-15. Esta es la primera parte de la enseñanza sapiencial de Jesús, el invitado principal. Lucas la construye sobre un tema que constituía una escena importante en la literatura sobre los simposios: el de los lugares de honor (cf. Luciano, Convivium 8-9). 7. invitados: En griego keklémenoi. J. A. Sanders ha llamado la atención sobre el doble significado que tiene este vb. gr. a lo largo de 14,1-24: «keklémenoi (los invitados") significa en Lucas los aparentemente elegidos o aquellos que se consideran elegidos» («The Ethic of Election in Lukes Great Banquet Parable», Essays in Oíd Testament Ethics [Fest. J. R Hyatt; ed. J. L. Crenshaw et al.; Nueva York 1974] 259). Así pues, en los vv. 16-24, encontraremos un contraste entre los que se consideran elegidos y los que no. 11. todo el que se ensalza: Lucas da una orientación teológica a la sabiduría del mundo: Dios no se dejará embaucar por la egolatría de nadie. 12-14. Las comunidades lucanas no mantienen una estricta ética grecorromana de la reciprocidad, o la mentalidad del do ut des, por la que los amigos, que lo tienen todo en común, van en ayuda del otro con la esperanza de que, cuando a ellos les venga la desgracia, el amigo también vendrá en su ayuda. En las comunidades lucanas, gentes con diferentes modos de vida y de nacionalidad diversa son como amigos que lo tienen todo en común (Hch 4,32). Cf. VV. C. van Unnik, NovT 7 (1966) 284-300. 13. pobres, lisiados, cojos, ciegos: Estos personajes que se mencionan en este versículo volverán a aparecer en el v. 21. Hay suficiente evidencia de que, en el tiempo de Jesús y de Lucas, tanto la sociedad judía como la grecorromana rechazaban a esta gente desgraciada; p.ej., lQSa 2,5-22 señala entre los excluidos de participar en el banquete escatológico a los siguientes individuos: «Todo el que está contaminado en su carne, paralizado en sus pies o en sus manos, cojo, ciego, sordo, mudo, o contaminado en su carne con una mancha visible a los ojos, o el anciano tambaleante que no puede mantenerse firme en medio de la asamblea» (F. García Martínez, Textos de Qumrán [Madrid 1993] 177). Cf. además VV. den Boer, Prívate Morality in Greece and Rome [Mnemosyne 57, Leiden 1979] 129-32. Lucas parece ser el único en haber añadido a la lista «los pobres». ¿Por qué? «Tanto en las Escrituras hebreas como en la literatura de Qumrán, se usa frecuentemente el término pobre para designar a Israel, y, esp., para el elegido dentro de Israel» (Ringe, Jesús [? 59 supra] 59). Al introducir al «pobre» en la lista de aquellos que estaban privados de toda influencia social y económica, ¿no podría estar Lucas expandiendo irónicamente el concepto de elegido? 14. la resurrección del justo: Los vv. 12-14 han dejado claro que los justos, a quienes se recompensará en la resurrección son aquellos que han compartido el alimento de la vida con los viven en desventaja. 15. uno de los comensales: Uno de los «otros invitados» del género simposio habla en voz alta, muy seguro de sí mismo, dando a Lucas la oportunidad de introducir el elemento final del discurso de Jesús en los vv. 16-24.
144 16-24. Esta parábola, con la que se cierra el extensivo uso del simbolismo del alimento en 14,1-24, tiene sus paralelos en Mt 21,1-10 y en EvTom 64, y prosigue con el motivo lucano del elegido que no responde al reino de Dios (vv. 16-20.24), que, sin embargo, está abierto para todos los demás (vv. 21-23). Como quedó claro anteriormente (5,27-32), Jesús, invitado en la comida, se convierte en el anfitrión (v. 24). 18-19. un campo... cinco yuntas de bueyes: Como esperamos de Lucas, las dos primeras excusas tienen que ver con el afán de riqueza. Es importante que nos demos cuenta de que la línea narrativa se fundamenta en el número «tres»: tres invitados, tres excusas, tres envíos. Este dato excluye la observación de que los no elegidos que son llamados en el segundo y tercer envío tienen menos valor a los ojos de Dios. Sin la segunda ni tercera ronda del criado sencillamente no habría relato. 20. acabo de casarme: Este versículo, que tiene su paralelo en el v. 26, da testimonio de una cierta tensión ascética en Lc-Hch. Aun teniendo una actitud positiva hacia el matrimonio (cf. Isabel y Zacarías [1,5-25]; Áquila y Priscila [Hch 18]), Lucas también aprueba el celibato. Este énfasis no entra en contradicción con el positivo retrato lucano de las mujeres discípulas, puesto que, en una sociedad patriarcal, no casarse puede ser un medio de emancipación. Además de 14,20.26; 18,29 y 20,34-36, véase también sus retratos de María, Jesús, Pablo y las cuatro hijas profetisas de Felipe (Hch 21,9). Mujeres como María Magdalena (8,3; 24,10), María y Marta (10,38-42), Tabitá (Hch 9,36), Lidia (Hch 16,14-15) y Damaris (Hch 17,34) podrían estar solteras. Lucas está en contra de las segundas nupcias tras el divorcio (3,19-20; 16,18; Hch 24,24-25). Presenta a las viudas en una perspectiva positiva (2,36; 7,12; 18,3; 21,2; Hch 9,39). No parece fortuito que, en determinados pasajes (esp., 14,26; 18,29), Lucas conecte el abandono de las posesiones con el hecho de ser célibe. Cf. H. -J. Klauck, Claretianum 26 (1986) 39-43. 23. haz entrar a la gente: No deberíamos excedernos en la interpretación de esta expresión, que está enraizada en los procedimientos de hospitalidad del Próximo Oriente: «también los más pobres guardan la cortesía oriental de rehusar por modestia el agasajo hasta que se los toma de la mano y con suave violencia se los introduce en la casa» (Jeremías, Las parábolas de Jesús 216). 24. mi banquete: El Jesús lucano es Señor del banquete escatológico.

145 (d) REPETICIÓN DE LAS EXIGENCIAS DEL DISCIPULADO (14,25-35). En esta parte, que, en general, es exclusiva de Lucas, establece de nuevo las exigencias del discipulado. Cf. 9,23-27.57-62. Eclo 14,16-24 ponía el acento en la absoluta gratuidad de la elección de Dios, estos versículos desarrollan el otro lado de la elección, la respuesta absoluta por parte de los discípulos. 26. odio: De forma severa se afirma el compromiso total que Jesús exige a sus discípulos. esposa: ? 144 supra. mí discípulo: Da pie al estribillo que encontraremos en los vv. 27.33. 28-32. Estas dos parábolas se centran en la necesidad de reflexión antes de la acción. Los que quieran seguir a Jesús en su camino deben sopesar los costes. 33. Este problemático versículo es introducido por la expresión gr. houtós oun, normalmente traducida por «del mismo modo», e indica que éste es la conclusión de las parábolas de los vv. 28-32. Pero ¿dónde reside el punto de comparación? Lo comparado en el v. 33 y en los vv. 28.32 parece residir en el destino de quienes son incapaces de llevar nada a cabo hasta su conclusión. Los seguidores de Jesús no deben retroceder ante ningún sacrificio requerido para llevar a cabo el seguimiento hasta el final, aunque éste implique sacrificar de todas sus posesiones. Cf. J. Dupont, NRT 93 (1971) 561-82. A. Plummer (Luke 366) capta el sentido de Lucas: «Todos los discípulos deben estar dispuestos a renunciar a sus posesiones». Así que el v. 33 no es ningún mandato para que los discípulos, quieran o no, renuncien a sus posesiones. 34-35. sal: Los discípulos deben ser conscientes de que el abandono de la fidelidad a Jesús los deteriora, hasta el punto de que pierden toda eficacia. «Un constructor arruinado, un rey vencido, la sal deteriorada; tales son las desagradables imágenes que Lucas emplea para ilustrar la situación del discípulo que, por desaliento o por cualquier otra causa, se retracta de la profesión que una vez hizo» (C. E. Carlston, The Parables of the Triple Tradition [Filadelfia 1975] 89).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XIIII.

2 Christ healeth the dropsie on the Sabbath: 7 teacheth humilitie: 12 to feast the poore: 15 Vnder the parable of the great supper, sheweth how worldly minded men, who contemne the word of God, shalbe shut out of heauen. 25 Those who wil be his disciples, to beare their crosse must make their accounts aforehand, lest with shame they reuolt from him afterward, 34 and become altogether vnprofitable, like salt that hath lost his sauour.
1 And it came to passe, as he went into the house of one of the chief Pharises to eat bread on ye Sabbath day, that they watched him.
2 And behold, there was a certaine man before him, which had the dropsie.
3 And Iesus answering, spake vnto the Lawyers and Pharises, saying, Is it lawfull to heale on the Sabbath day?
4 And they held their peace. And he tooke him, and healed him, & let him go,
5 And answered them, saying, Which of you shall haue an asse or an oxe fallen into a pit, and will not straightway pull him out on the Sabbath day?
6 And they could not answere him againe to these things.
7 And he put foorth a parable to

[The great supper.]

those which were bidden, when he marked howe they chose out the chiefe roumes, saying vnto them,
8 When thou art bidden of any man to a wedding, sit not downe in the highest roume: lest a more honourable man then thou be bidden of him,
9 And hee that bade thee and him, come, and say to thee, Giue this man place: and thou begin with shame to take the lowest roume.
10 [ Pro_25:5 .] But when thou art bidden, goe and sit downe in the lowest roume, that when he that bade thee commeth, hee may say vnto thee, Friend, goe vp higher: then shalt thou haue worship in the presence of them that sit at meate with thee.
11 [ Mat_23:12 .] For whosoeuer exalteth himselfe, shalbe abased: and hee that humbleth himselfe, shalbe exalted.
12 Then said hee also to him that bade him, When thou makest a dinner or a supper, call not thy friends, nor thy brethren, neither thy kinsemen, nor thy rich neighbours, lest they also bid thee againe, and a recompence be made thee.
13 But when thou makest a feast, call [ Tob_4:7 .] the poore, the maimed, the lame, the blinde,
14 And thou shalt be blessed, for they cannot recompense thee: for thou shalt be recompensed at the resurrection of the iust.
15 And when one of them that sate at meate with him, heard these things, he said vnto him, [ Rev_19:9 .] Blessed is hee that shall eate bread in the kingdom of God.
16 [ Mat_22:2 .] Then said hee vnto him, A certaine man made a great supper, and bade many:
17 And sent his seruant at supper time, to say to them that were bidden, Come, for all things are now ready.
18 And they all with one consent began to make excuse: The first said vnto him, I haue bought a piece of ground, and I must needs goe and see it: I pray thee haue me excused.
19 And another said, I haue bought fiue yoke of oxen, and I goe to prooue them: I pray thee haue me excused.
20 And another said, I haue maried a wife: and therefore I cannot come.
21 So that seruant came, and shewed his lord these things. Then the master of the house being angry, sayde to his seruant, Goe out quickely into the streetes and lanes of the city, and bring

[Vnsauorie salt.]

in hither the poore, and the maimed, and the halt, and the blinde.
22 And the seruant said, Lord, it is done as thou hast commanded, and yet there is roume.
23 And the Lord said vnto the seruant, Goe out into the high wayes and hedges, and compell them to come in, that my house may be filled.
24 For I say vnto you, that none of those men which were bidden, shall taste of my supper.
25 And there went great multitudes with him: and hee turned, and said vnto them,
26 [ Mat_10:37 .] If any man come to me, and hate not his father, and mother, and wife, and children, and brethren, and sisters, yea and his owne life also, hee cannot be my disciple.
27 And whosoeuer doeth not beare his crosse, and come after me, cannot be my disciple.
28 For which of you intending to build a towre, sitteth not downe first, and counteth the cost, whether he haue sufficient to finish it?
29 Lest haply after hee hath laide the foundation, and is not able to finish it, all that behold it, begin to mock him,
30 Saying, This man beganne to build, and was not able to finish.
31 Or what king going to make war against another king, sitteth not downe first, and consulteth whether he be able with ten thousand, to meete him that commeth against him with twentie thousand?
32 Or else, while the other is yet a great way off, hee sendeth an ambassage, and desireth conditions of peace.
33 So likewise, whosoeuer he be of you, that forsaketh not all that he hath, he cannot be my disciple.
34 [ Mat_5:13 .] Salt is good: but if the salt haue lost his sauour, wherewith shall it be seasoned?
35 It is neither fit for the land, nor yet for the dunghill: but men cast it out. He that hath eares to heare, let him heare.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El banquete celestial (cf. Mat. 22:1-10). La mención de la resurrección llevó a uno de los invitados a la feliz situación de los que compartirán el banquete celestial. Respondiéndole, Jesús planteó la cuestión de qué tipo de personas será invitado. La doble invitación (16, 17) era característica de las prácticas antiguas. Para aquel auditorio las excusas para no asistir deben haber sonado muy inadecuadas, y seguramente estaban disfrutando mucho del humor del relato hasta que se dieron cuenta de que ésa era la forma en que, a los ojos de Jesús, ellos estaban tratando la invitación de Dios. Por lo tanto, es bueno expresar el tipo de sentimientos piadosos mencionados en el v. 15: el punto vital es si uno ha aceptado la invitación celestial. Pero la historia prosigue mostrando cómo Dios invita a los que no tienen posición alguna en la sociedad. Jesús ya se está defendiendo por llevar el evangelio a los publicanos y pecadores (ver 15:1-32).

La historia similar de Mat. 22:1-10 hace surgir la cuestión de si Jesús originalmente contó una parábola que sus discípulos desarrollaron en dos formas diferentes o contó dos similares pero distintas. De cualquier modo, podemos preguntarnos cuál es el punto principal de cada versión.

Notas. Una historia judía, que data del siglo V a. de J.C., y que podría estar basada en una tradición anterior, habla de un ambicioso cobrador de impuestos que trató de lograr una posición social entre los aristócratas tradicionales invitándolos a cenar, pero fue ásperamente rechazado por ellos. Para no perder la comida invitó a los pobres en lugar de aquéllos. Si la historia era conocida en tiempos de Jesús, proyecta una interesante luz sobre la parábola. 16, 17, 23 Puede haber aquí alusiones alegóricas a las invitaciones de Dios en el AT, y por medio de Jesús a los judíos y finalmente a los gentiles.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Alguno exégetas, aun católicos, han querido identificar esta parábola de la GRAN CENA con la de las bodas regias propuesta por Mateo (Mat_22:1-14). Los motivos alegados para la identificación son dos: la semejanza de las dos redacciones y el principio unificativo o eliminativo de los supuestos duplicados . Más serias y graves son las razones que militan a favor de la distinción. Tales son, entre otras, el diferente contexto en que están encuadradas las parábolas, el carácter mucho más trágico de la parábola en Mateo y las discrepancias irreductibles de las dos redacciones en los elementos esenciales de la parábola. La parábola es un género literario en que no es menos esencia la imagen parabólica que la moraleja. En estas dos redacciones, aun cuando la moraleja fuera idéntica —que no lo es—, bastaba la diversidad de la imagen parabólica para distinguir las parábolas.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El banquete de bodas. En Jesús, Dios está proporcionando una última oportunidad de salvación para su pueblo, pero siempre hay un sector que se excusa para comenzar a instaurar ya la nueva realidad del reino. Hay otro sector, si se quiere más amplio, al que el oficialismo religioso lo ha mantenido siempre relegado, privado del conocimiento y de la experiencia de la comunión con Dios como Padre y como amigo; esos son los lisiados, los cojos, los ciegos, las mujeres y niños y, en fin, los que no habían ni siquiera soñado con que podían «compartir» la mesa y la vida con el Padre: los paganos o extranjeros. El plan salvífico del Padre concretado en Jesús no se paraliza ante la negativa de aceptarlo; ese proyecto tiene vida propia y avanza y se realiza aunque muchos lo rechacen y se autoexcluyan del él.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La imagen del banquete adquiere ahora una significación peculiar, pues sirve a Jesús para describir el Reino de Dios. Con esta parábola explica la formación de la Iglesia como llamada universal a la salvación. Dios había elegido a Israel para que fuera mediador de esa salvación (cfr Is 45); pero cuando estaba ya todo preparado (v. 17) y envió a su Hijo, los primeros invitados -el Israel más digno- lo rechazaron. Por eso Dios ahora fundará su Iglesia con los despreciados de Israel (v. 21) y con los paganos (v. 23).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



26. Ver nota Mat_10:37.

33. Este versículo nos da la clave para interpretar las dos comparaciones anteriores: la fuerza de que hay que disponer para ser discípulo de Jesús es la voluntad de renunciamiento.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*13:22-14:24 La nueva mención del camino en Luc 13:22 señala el comienzo de otra etapa del mismo. En ella domina el tema de la salvación que trae el reino y sus exigencias.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 14.5 Sal 118.26; Mt 21.9.

[2] 14.8-10 Mt 12.11; Lc 13.15.

[3] 14.11 Cf. Pr 25.6-7.

[4] 14.26-27 Pr 29.23; cf. Mt 23.12; Lc 18.14.