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Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, (Lucas 15, 23) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 15

a) El escándalo (Lc/15/01-02)

1 Íbanse acercando a él, para escucharlo, todos los publicanos y pecadores. 2 y tanto los fariseos como los escribas murmuraban, diciendo: ¡Este hombre acoge a los pecadores y come con ellos!

Grandes multitudes del pueblo acompañan a Jesús, pero también se le acercan todos los publicanos y pecadores. Los publicanos se cuentan entre la gente más despreciable. Se enumeran juntos: el publicano y el ladrón; el publicano y el bandido; el publicano y el gentil; cambistas y publicanos; publicanos y meretrices; bandidos, engañadores, adúlteros y publicanos; asesinos, bandidos y publicanos. Son designados como pecadores todos aquellos cuya vida inmoral es notoria y los que ejercen una profesión nada honorable o que induce a faltar a la honradez, como los jugadores de dados, los usureros, los pastores, arrieros, buhoneros curtidores. También pasa por pecador el que no conoce la interpretación farisea de la ley, pues si no conoce la interpretación de la ley, tampoco la observa.

Jesús es profeta, poderoso en obras y palabras (24,19). Los publicanos y los pecadores han visto sus obras y le han visto a él. Vienen a él para escucharlo. Lo que han visto se hace comprensible por la palabra. Jesús ofrece la salud y exige conversión, reforma de las costumbres. Escuchar es el comienzo de la fe, y la fe es el comienzo de la conversión y del perdón. La coronación del hecho de escuchar es la obediencia que se cifra en la fe, y la fe que se cifra en obedecer. Los pecadores se acercan a Jesús y por él, el profeta, a Dios. El profeta es portador del oráculo de Dios. Se acercan para oír a Dios. De ellos se puede decir: «Buscadme y me hallaréis. Sí. cuando me busquéis de todo corazón, yo me mostraré a vosotros... y trocaré vuestra suerte, y os reuniré de entre todos los pueblos y de todos los lugares a que os arrojé... y os haré volver a este lugar del que os eché» (Jer_29:12 ss).

Los fariseos y los escribas hablan despectivamente de Jesús: Este hombre. Lo observan en toda ocasión, pues se sienten responsables de la santidad del pueblo. Descontentos, murmuran: Tolera que se le acerquen los pecadores, los acoge y se sienta con ellos a la mesa (Jer_5:29). Con tal manera de proceder hace vano el empeño que tienen por la santidad del pueblo escogido.

Su lema es: «El hombre no debe mezclarse con los impíos.» Hay que aislar a los transgresores de la ley y a los pecadores. Hay que expulsarlos de la comunidad del pueblo santo de Dios. Así es como se ha de castigar el pecado, estigmatizar el vicio, proscribir al pecador, restaurar el orden y conservar la santidad. Lo que hace Jesús debe parecer necesariamente escandaloso. Además él se presenta como profeta que pretende obrar y hablar en nombre de Dios.

Jesús responde a los fariseos con una trilogía de parábolas. Las dos primeras responden al reproche de que acoge a los pecadores; la tercera, que culmina en el banquete festivo, responde al reproche de que Jesús come con ellos. Jesús tiene conciencia de proclamar el mensaje de Dios y no tiene nada de qué retractarse. Los pobres reciben la buena nueva, el Evangelio, y entre los pobres se cuentan también los pecadores que están dispuestos a convertirse.

b) Gozo por hallar al extraviado (Lc/15/03-10)

3 Entonces les propuso esta parábola: 4 ¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no abandona las noventa y nueve en el desierto, y va en busca de la que se le ha perdido, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, se la pone sobre los hombros, lleno de alegría, 6 y apenas llega a casa, reúne a los amigos y vecinos, y les dice: Alegraos conmigo, que ya encontré la oveja que se me había perdido. 7 Os digo que igualmente habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión.

Palestina es una tierra en que abundan los rebaños de ovejas y de cabras. Todo el mundo conoce al pastor y su género de vida. Lo que Jesús enfoca e ilustra en el ejemplo del pastor es su solicitud por el rebaño y su amor a los animales. Desde antiguo, en el pueblo de Israel, es presentado Dios bajo la imagen del pastor por profetas, poetas y sabios (Isa_40:11; Isa_49:10; Zec_10:8; Psa_13:1-4; Psa_78:52; Sir_18:13.).

La parábola comienza con una pregunta (cf. 14,28.31). El que la oye juzgará por su propia experiencia. El pastor obra como dice Jesús. Toma sobre sí toda solicitud y fatiga por cada animal descarriado de su rebaño, como si no tuviera otro, como si no contaran los otros noventa y nueve. Ninguno le es indiferente, no quiere perder ni uno solo. Que le queden noventa y nueve no le resarce de la pérdida de uno. El pastor pone sobre sus hombros la oveja hallada. Esto está observado de la vida misma. Cuando la oveja se extravía del rebaño, va corriendo sin meta de una parte a otra, se echa al suelo sin fuerzas y es preciso cargar con ella. El pastor la trata con más delicadeza que a las otras. Sin embargo, la búsqueda por un terreno montañoso y pedregoso le impone esfuerzos y fatigas. Pero todo lo olvida cuando recobra la oveja perdida.

Su alegría es tan grande que no puede guardarla para sí. La anuncia a los amigos y vecinos. Una y otra vez tiene que repetir: Ya encontré la oveja que se me había perdido.

Como se alegra el pastor por una única oveja que se había perdido y se ha vuelto a encontrar, así se alegra Dios por uno solo que era pecador y se convierte. Así es Dios. Ni un solo pecador le es indiferente. No se consuela con los muchos justos. Busca al pecador, también éste es suyo; nunca lo abandona. Le causa preocupación y dolor, aun cuando va por caminos extraviados.

Cuando el pecador extraviado se convierte y se deja encontrar, no le aguardan reproches, recelos ni duras prescripciones. Dios salva, perdona, recibe en casa con alegría y con toda clase de demostraciones de amor. «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que el que cree en él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Joh_3:16). Habrá alegría en el cielo, cerca de Dios. La alegría se pone en futuro. Dios se alegrará en el juicio final cuando a uno de los más pequeños notifique su sentencia de absolución. Dios se goza en perdonar, no en condenar. La historia de la salvación hasta el juicio final está penetrada de la misericordia de Dios.

Más alegría habrá por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión. También los doctores judíos contraponen a los «hombres de la conversión» (que hacen penitencia y se convierten) los «justos perfectos». Unos y otros pueden decir: «Bien haya el que no ha pecado y aquel a quien se ha perdonado el pecado.» Jesús dice más. También el Antiguo Testamento sabe que Dios no se complace en la muerte del pecador, sino más bien en que se convierta y viva (Eze_18:23). Jesús se esfuerza por hallar palabras cuando quiere describir el amor de Dios que perdona y que salva. Los hombres hablamos de mayor alegría cuando ésta viene de donde no se esperaba. El pecador se había perdido y ha sido encontrado. Grande, serio, incomprensible es el amor de Dios, su voluntad de perdonar. La mayor alegría celebra la omnipotencia creadora del amor cuando éste pone un nuevo comienzo.

Dado que a Dios causa alegría perdonar a los pecadores y volverlos al hogar, también Jesús debe cuidarse de los pecadores y sentarse a la mesa con ellos. El tiempo de salvación que él anuncia es tiempo de misericordia y de alegría. Dios se alegra cuando perdona, los pecadores se alegran cuando son perdonados; ¿habrán de murmurar los «buenos»? ¿Repudiarán ellos cuando Dios busca? ¿Se amargarán cuando alborea el tiempo de júbilo? Jesús justifica su amor a los pecadores al justificar el amor que les tiene Dios. Defensa paradójica: tener que defender al Dios santo contra los reproches de los hombres... Sólo el que cree que se ha inaugurado el reino de Dios y que Dios reina por su misericordia, puede creer que el amor a los pecadores puede santificar al pueblo. Los fariseos no comprenden que ha llegado la gran mutación de los tiempos, porque no aceptan el mensaje de Jesús.

8 ¿O qué mujer que tenga diez dracmas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa, y la busca cuidadosamente hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo, que ya encontré la dracma que se me había perdido. 10 Igualmente -os digo- hay gran alegría entre los ángeles del cielo por un solo pecador que se convierte.

Hay un cambio de escena. Al lado del hombre aparece la mujer, al lado del que posee bienes, la pobre. Así piensa y obra el ser humano, ya sea hombre o mujer, rico o pobre. Dos testigos confirman la verdad cuando concuerda su testimonio (Deu_19:15). E1 inaudito amor de Dios a los pecadores es verdad, no es exageración, no es un error. Lo que se ha dicho se ve ahora confirmado. El que recita dos veces los mismos versos los graba más hondamente en el oyente, induce a recapacitar. Las canciones repiten el tema en diferentes estrofas. Dios es con toda seguridad tal como Jesús lo pinta. No como creen saberlo y lo dicen los piadosos, los doctores de la ley, los sabios de Israel. Una dracma tiene el valor de un denario de plata, que es el jornal de un trabajador (Mat_20:2). Diez dracmas no representan un capital, pero para la pobre mujer eran mucho. La mujer no dispone de dinero para los gastos de la casa, pues el que compra es el hombre. Quizá tenía cariño a aquella moneda porque formaba parte de las arras de su boda, que durante largos años llevaba cosidas en una especie de turbante para no perderlas. Ahora se le ha perdido una dracma.

La mujer busca con gran diligencia. Faena difícil en una casa de Palestina. En una habitación estaba reunido todo. Había poca luz. La mujer enciende una lámpara, alumbra todos los rincones, barre la case, busca por todas partes hasta que aparece la moneda. La alegría es grande y no se puede contener: tiene que comunicarse. Los que han participado de su aflicción tienen también que conocer su alegría. Una y otra vez repite la mujer lo que en aquel momento la emociona: «Ya encontré la dracma que se me había perdido.»

Así se alegra Dios por un pecador que se convierte. La alegría de Dios se hace visible en la alegría de los ángeles, en el gozo de la corte celestial. Su alegría es el reflejo de la alegría de Dios. En la primera parábola se decía: Habrá alegría en el cielo; ahora se dice: Hay alegría entre los ángeles. No se pronuncia el nombre de Dios. Las palabras de Jesús sobre la alegría de Dios por los pecadores que se convierten, son atrevidas y al mismo tiempo reservadas, revelan y velan a la vez. El amor misericordioso de Dios no ha de borrar la soberana santidad de Dios...

En las dos parábolas se dice que Dios se alegra por el pecador que se convierte. No se suprime la distinción entre pecador y justo, no se pasa expresamente por alto, y menos aún se trata irónicamente, Jesús no habló nunca como si el pecado no fuera pecado. Si también, como los profetas, reclama conversión y penitencia. La exige más radicalmente que cualquier profeta de los que le precedieron. Llamar a la conversión lo considera como la razón de su misión: «El reino de Dios está cerca, haced penitencia» (Mar_1:15). Todos deben hacer penitencia, porque todos son pecadores delante de Dios. Al llamar a penitencia y conversión amenaza con el juicio y la perdición. También la predicación del amor de Dios a los pecadores es predicación de conversión, predicación de salud y predicación de penitencia.

Jesús anuncia el alborear del tiempo de salvación: «El reino de Dios está cerca.» De este reino de Dios que se inicia forma parte la gozosa misericordia de Dios con todos los que se vuelven a su gracia salvadora. El rasgo más original e incomparable del anuncio del reino de Dios por Jesús es la revelación del amor que Dios tiene a los pecadores.

Los doctores de la ley pretenden saber que el pecador no era amado por Dios antes de su conversión. Sólo cuando ha abandonado las malas obras y las ha reparado, le otorga Dios su amor. «Convertíos, y os acogeré... Si una persona se convierte perfectamente, entonces le perdona Dios.» Jesús habla de otra manera: La iniciativa parte de Dios. El pastor va en busca de la oveja perdida, la mujer busca la moneda. La alegría se expresa así: «Encontré lo que se me había perdido.» «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que el nos amó y envió a su Hijo como sacrificio de purificación por nuestros pecados... Nosotros amamos porque él fue el primero en amarnos» (/1Jn/04/10/19). El pecador no puede volver por sí mismo, sino que Dios debe volverlo al hogar (Jer_24:7).

c) El hijo pródigo (Lc/15/11-32)

11 Añadió luego: Un hombre tenía dos hijos. 12 Y el más joven de ellos dijo al padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Entonces el padre les repartió los bienes. 13 No muchos días después, el hijo más joven lo reunió todo, se fue a un país lejano y allí despilfarró su hacienda, viviendo licenciosamente.

Las dos parábolas relativas a la búsqueda de lo que se había perdido han puesto de manifiesto el proceder de Dios con los pecadores; la parábola del hijo pródigo mostrará también lo que pasa en el que se ha perdido. Antes se habían perdido una oveja y una moneda, aquí se ha perdido el hijo... Anteriormente se ha hablado de retorno, de conversión, pero sin decir lo que ésta significa. Ahora se descubre el sentido de esta palabra. En ambos casos se trata de defender Jesús el proceder misericordioso de Dios con los pecadores.

El hombre que tiene dos hijos es un labrador hacendado: tiene muchos jornaleros, a los que no les falta nada (v. 17) y criados (v. 22); tiene inmediatamente a su disposición un becerro cebado (v. 23). Los dos hijos son solteros, aún no han cumplido veinte años. El padre mismo explota su granja. El hijo menor ruega -así habrá que entender el imperativo después de la cordial interpelación como «padre»- que le sea entregada la parte de la herencia que le corresponde por la ley. La granja misma, siendo bien inmueble, era inalienable y debía recaer en el hijo mayor (Lev_25:23 ss). De los bienes muebles recibe el primogénito dos terceras partes, el resto, por partes iguales, los demás (Deu_21:17). En esta narración el hijo menor pidió la tercera parte de los bienes muebles. Aunque la parte de los bienes que correspondía a cada uno se transmitía ya en vida del padre, esto no implica, sin embargo -además del derecho de propiedad-, derecho de disposición y de usufructo. El padre otorga la petición. Reparte el capital entre los hijos. El mayor es designado como propietario futuro absoluto (v. 31), pero el padre ejerce el usufructo (v. 22s.29). El hijo menor pide la propiedad y el derecho de disponer, pues quiere ser independiente. Ambos derechos le son otorgados. El padre no lo trata ya como menor de edad. Es un riesgo que se afronta.

La vida en la casa paterna, con sus reglamentos y obligaciones, ha venido a ser una carga para el hijo, que aspira a la autonomía y quiere vivir a su arbitrio. Pocos días después el hijo menor lo reúne todo, lo liquida y se va al extranjero, a la tierra al este del Jordán. Palestina no podía alimentar a sus habitantes. Quien quisiera prosperar, tenía que abandonar el país. En la diáspora vivían cuatro millones de judíos, en la patria, en Palestina, medio millón. La patria es una atadura, el extranjero promete una libertad e independencia que seduce. En el extranjero acaba pronto por gastarse el capital en una vida de libertinaje y despilfarro. «EI que ama la sabiduría alegra a su padre, el que frecuenta rameras pierde su hacienda» (Pro_29:3).

14 Después de haberlo malgastado todo, sobrevino un hambre muy grande por toda aquella región, y él comenzó a sufrir privaciones. 15 Y fue a ponerse al servicio de uno de los ciudadanos de aquella región, que lo mandó a sus campos para apacentar puercos. 16 Y ansiaba llenar su estómago siquiera de algunas algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.

En períodos de hambre y de carestía lo pasa mal incluso quien posee capital. ¿Qué decir del que no tiene nada? ¿Qué haría el hijo que se lo había gastado todo y no le quedaba ya nada? Los doctores judíos de la ley dirían que debía andar hasta destrozarse los pies para llegar a la próxima comunidad judía e implorar allí ayuda y trabajo. ¿Qué hace, en cambio, el «hijo pródigo». Lo más insoportable para un judío piadoso. Se presenta a un ciudadano de aquel país pagano y se agarra a él como un pordiosero importuno. Quiere trabajar para poder vivir, quiere hacer todo lo posible para no perecer, quiere sacrificarlo todo para poder siquiera «ir tirando», y nada más. Se halla en una tierra pagana, en la que no existe el reposo sabático, no hay comidas rituales, no se observan leyes de pureza. Vive en medio de pecadores y de gentes sin ley. El trabajo que asume es intolerable para un judío piadoso: «Maldito el hombre que cría puercos.» Tiene que tratar constantemente con animales impuros (Lev_11:7), con lo cual reniega de su religión. El hijo pródigo se vuelve pecador, apóstata, impío. ¿Qué le queda ya?

En el hijo pródigo se demuestra la verdad del proverbio: «El bebedor y el comilón empobrecerán» (Pro_23:21). Se ve privado de todo lo que necesita el hombre para poder vivir como hombre. Pasa hambre. La comida que se le da es tan escasa, que suspira por el pienso de los puercos. Ansiaba llenarse el estómago con las algarrobas a medio madurar que se daban a los puercos. él vale menos que los animales; nadie le da de ese pienso; es un forastero. Tiene que vivir como bajo la maldición de Dios... «El Altísimo aborrece a los pecadores y les hará experimentar su venganza» (Sir_12:6). ¿Los odia Dios siempre y para siempre?

17 Entrando entonces dentro de sí mismo, se dijo. ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo estoy aquí muriéndome de hambre! 18 Ahora mismo iré a casa de mi padre, y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti; 19 ya no soy digno de llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros.

Los judíos tienen un refrán que dice: «Cuando los israelitas tienen necesidad de algarrobas, entonces se vuelven (a Dios).» En el hijo pródigo se verifica el refrán. Entra dentro de sí mismo, recapacita. Todo lo que se arremolinaba en torno a él, se le ha escapado. Su miseria le trae a la memoria la casa paterna con su abundancia. Las algarrobas de los puercos le hacen pensar en el pan de los jornaleros, el extranjero tan poco acogedor le traslada a la casa de su padre. No quiere consumirse, sino vivir. Ni Dios ni su padre ocupan el centro de sus reflexiones, sino en primer lugar salir con vida del hambre que padece en país extranjero. «Si el impío entra dentro de sí» -hacen decir a Dios los doctores judíos de la ley- «le ceñiré una corona a la hora de la muerte (la corona de la vida eterna)... Si el impío entra dentro de sí, podrá entrar cada vez más (en la proximidad del Santo).» El camino del que entra dentro de sí conduce a Dios...

El hijo pródigo entra dentro de sí, se vuelve a su padre y va a acabar en Dios. Las palabras de su conversión están inspiradas en la Sagrada Escritura: «El faraón llamó en seguida a Moisés y Aarón, y dijo: He pecado contra Yahveh, vuestro Dios, y contra vosotros» (Exo_10:16). Y en los Salmos se hallan estas palabras: «Contra ti, sólo contra ti he pecado, he hecho lo malo a tus ojos para que sea reconocida la justicia de tus palabras y seas vencedor en el juicio» (Psa_51:6). El recuerdo de la casa paterna, de su abundancia, de su vida religiosa -y el recuerdo del que está por encima de todo, el padre- le hace acordarse de Dios, despierta en él la conciencia del pecado y le mueve a volverse a Dios. La imagen del padre amoroso hace nacer en él la seguridad del perdón. De lo contrario, ¿cómo se resolvería a emprender la marcha hacia su padre? A través de la imagen de su padre se le ofrece la imagen de Dios. «Vuelve, apóstata Israel, palabra de Yahveh, que quiero dejar de mostrarte rostro airado, porque soy misericordioso..., que no es eterna mi cólera, siempre que reconozcas tu maldad al pecar contra Yahveh» (Jer_3:12 s). El hijo pródigo se da cuenta de su culpa y reconoce que con su modo de vivir ha perdido sus derechos de hijo. Sólo quiere ser tratado como uno de los jornaleros.

20 Partió, pues, y volvió a la casa de su padre. Todavía estaba lejos, cuando su padre lo vio venir y, hondamente conmovido, corrió a abrazarse a su cuello y lo besó repetidamente. 21 El hijo le dijo entonces: Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo.

La reflexión se traduce en acción. La conversión interior reclama «frutos de penitencia», ruptura con la vida pasada, retorno a Dios. El padre sale al encuentro a su hijo. El amor y la nostalgia del hijo aguza su vista. Se siente hondamente conmovido cuando ve su miseria. Corre a su encuentro, cosa nada corriente e indigna para los antiguos orientales. El padre olvida su dignidad y le prodiga todas las muestras de su amor paterno. Besándolo en la mejilla lo acoge como hijo antes de que él haya podido pronunciar sus palabras de arrepentimiento. Comienza la «frasecita» de confesión, pero no la termina. El padre no aguarda para perdonar a que se cumplan todos los requisitos de la penitencia. A través de la imagen de este padre se nos presenta la imagen del Padre celestial, que nos ama anticipadamente.

22 Pero el padre ordenó a sus criados: Inmediatamente, traed el vestido más rico y ponédselo; ponedle también un anillo en su mano y sandalias en sus pies. 23 Luego traed el becerro cebado, matadlo, y vamos a comer y a celebrar alegremente la fiesta. 24 Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron a celebrar la fiesta con alegría.

Hasta aquí había guardado silencio el padre. Ahora comienza él a hablar. Antes había estado lleno de solicitud vigilante y amorosa, ahora estallan sus palabras rebosantes de alegría. No pide cuentas, no pone condiciones, no fija período alguno de prueba. No se pronuncian palabras de perdón, pero más significativas que estas palabras son las obras de perdón. El padre restituye al hijo pródigo sus derechos de hijo. El vestido mas rico lo constituye en huésped de honor, el anillo lo capacita de nuevo para proceder como hijo.

Las sandalias lo declaran hombre libre; es otra vez hijo libre de un labrador libre, no uno de los jornaleros que van con los pies descalzos. Sacrificando el becerro cebado se inicia una fiesta de alegría; el hijo es admitido de nuevo en la comunidad de mesa de la casa paterna. La alegría festiva en el corazón del padre no puede contenerse y llena toda la casa.

La alegría de la fiesta desborda de ]as palabras: «Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.» Este júbilo festivo es el júbilo del tiempo de salvación. El Evangelio de la misericordia es el Evangelio de la alegría. Jesús salva de la perdición y de la muerte, puesto que vino para «iluminar a los que yacen en tinieblas y sombra de muerte» (1,79). Las palabras cierran como un estribillo la primera y la segunda parte de la parábola, a saber: la narración de la magnanimidad amorosa del padre y la narración de la severidad sin piedad y de la estrechez de espíritu del hijo mayor. Dios es como el primero, el fariseo como el segundo. «Sed misericordiosos, como misericordioso es vuestro Padre» (6,36).

25 Pero el hijo mayor estaba en el campo. Y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó música y danzas, 26 y llamando a uno de los criados le preguntó qué significaba aquello. 27 El criado le respondió: Es que ha vuelto tu hermano, y tu padre, como lo ha recobrado sano y salvo, ha mandado matar el becerro cebado. 28a Entonces él se enfadó y no quería entrar.

El hijo mayor es fiel en el servicio, día tras día. Ahora vuelve a casa del trabajo del campo. El banquete ha terminado, y ha comenzado la alegre danza. Desde fuera se oye la música y el zapato de la danza. El hijo que se dedica al cumplimiento escrupuloso del deber se ve envuelto en el júbilo festivo y en la algazara. El criado que le explica la razón del júbilo, ve sólo lo exterior: el regreso del hermano, el sacrificio del becerro cebado, la salud del que ha vuelto a casa. Pero ¿cómo podía ver también lo que había sucedido en el interior del padre y del hijo vuelto al hogar? Este drama del retorno, de la conversión, la transformación que había tenido lugar, la resurrección del muerto... ¡cuántas cosas habían sucedido! La penitencia es un comienzo de los acontecimientos escatológicos. Lo que allí sucede entre el hombre y Dios es imagen del acontecimiento que abarca al mundo entero, que se había aguardado y que ahora se produce. El tiempo de salvación es tiempo de alegría.

Lo que siente el hijo mayor tiene también lugar cn los fariseos. Su imagen es la imagen de los piadosos de Israel. Enfadado se revela contra el proceder de su padre, Protesta contra el peligro en que se pone el orden moral, murmura contra esta increíble misericordia. El día de Dios, en el que se erigirá el reino de Dios, es sin embargo «día de ira», en el que los transgresores de la ley recibirán su castigo. ¿Entrar en la sala del festín? Esto sería entrar en comunión con un pecador, sentarse a la mesa con uno que se ha contaminado con meretrices, con paganos y con puercos... El hijo mayor se comporta como los «justos», los piadosos, los fariseos... «Este hombre acoge a los pecadores y come con ellos» (15,2).

28b Pero su padre salió para llamarlo. 29 El contestó a su padre: De modo que hace ya tantos años que te vengo sirviendo, sin haber quebrantado jamás ninguna orden tuya, y nunca me diste un cabrito para que yo celebrara alegremente una fiesta con mis amigos; 30 pero, cuando llega ese hijo tuyo que ha devorado tus bienes con meretrices, has mandado matar para él el becerro cebado.

El padre sale a ver a su hijo mayor; éste no le es indiferente. Le habla con ruegos y exhortaciones. Sin embargo, del alma del hijo mayor irrumpe como una corriente impetuosa que ha roto la presa que la contenía. Lo que está sucediendo en casa le parece provocador: el justo es preterido, el pecador desencadena la alegría. A sus ojos se contraponen «tantos años» de servicio fiel y «devorar tus bienes»; «no haber quebrantado jamás ninguna orden» y despilfarrar «con meretrices»; «nunca me diste un cabrito para celebrar alegremente una fiesta con mis amigos» y «matar para él el becerro cebado». También la misericordia de Dios y su amor son misterios que no se pueden apreciar con criterios humanos. Jesús anuncia el reino de Dios que se acerca, que trae perdón y salvación, y lo anuncia revelando a Dios como Padre misericordioso.

31 Pero el padre le contestó: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas; 32 pero había que hacer fiesta y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado.

El padre se justifica. ¿Ha considerado el mayor lo que tiene recibido de su padre? Es para él un hijo querido -«hijito» se dice en el texto original-, ha gozado siempre del amor del padre, ha vivido en comunión con él. él no pierde nada de la parte que le corresponde, se le ratifica la propiedad de lo que era de su padre. ¿Se le hace acaso injusticia porque el padre sea bondadoso con el otro hijo? (Mat_20:15) ¿Pierde él acaso algo con esta bondad?

Por los tres bienes que enumera el padre se deja entrever la alianza de Dios con su pueblo: hijo mío, pueblo mío; yo contigo, tú conmigo; comunidad de bienes. La nueva economía de la salud que trae Jesús vuelve a restaurar la primera, ahondándola y perfeccionándola. Su sangre establece la nueva alianza (Mat_22:20) que confiere el perdón de los pecados: «Les perdonaré sus maldades, de las que no me acordaré más» (Jer_31:34). La voluntad de Dios exige que se celebre la fiesta con júbilo. Se trata del hermano. El mayor sólo se preocupa por la ley, pero carece de amor fraterno. Ahora bien, según el mensaje de Jesús, este amor es el núcleo de la ley y de la voluntad de Dios. Una vez más vuelve a emerger lo que habían descubierto ya los conflictos sabáticos (Jer_14:5). Los fariseos guardan el reposo sabático, pero descuidan el amor fraterno. Dios, en cambio se glorifica con las obras de misericordia y de amor.

Si se perdona demasiado fácilmente el pecado, ¿no se impondrá éste como una oleada que todo lo inunda? El anuncio del gozo del Señor por la conversión del pecador ¿no será una catástrofe para la moralidad? ¿No es cierto que la predicación de Jesús que proclama la misericordia de Dios con los pecadores representa una amenaza para el orden moral? En las palabras de Jesús se muestran dos poderes de orden: la conversión y el amor fraterno. El hijo pródigo efectúa la conversión, el retorno al padre; el hijo mayor es conducido al amor fraterno. En la conversión y en el amor fraterno se revela el comienzo del reino de Dios y del tiempo de la salud. La predicación de los apóstoles, bajo el impulso del Espíritu Santo, lleva a la conversión e incorpora a la comunidad de los que están congregados en el nombre de Jesús y forman un solo corazón y una sola alma (cf. Act_2:37-47). La conversión a Dios y el amor fraterno son las fuerzas fundamentales del orden moral.

También la antigua Iglesia hubo de preocuparse por esta cuestión: ¿Cómo hay que tratar a los pecadores en el santo pueblo de Dios? En el Evangelio de Mateo hay un orden de este procedimiento, que es de naturaleza jurídica: corrección fraterna en privado, presentación de testigos, juicio ante la comunidad reunida, exclusión de la comunidad (Mat_18:15-17). Lucas muestra el camino de la misericordia y de la bondad con amor. Ambos caminos tienen en común que se remontan a Jesús, ambos están arraigados en la proclamación del alborear del reino de Dios. La realeza de Dios es juicio y misericordia. En la parábola del hijo pródigo se menciona tres veces el banquete festivo. Cuando la comunidad se congrega para celebrar el banquete eucarístico hace memoria de la acción salvadora y perdonadora de Dios por Jesús (Mat_22:10; 1Co_11:26) en el júbilo de la salvación (Act_2:46). La comunidad era una vez «no pueblo», ahora en cambio es pueblo de Dios; una vez estaba sin gracia, ahora en cambio está agraciada (1Pe_2:10). En el banquete del Señor se da la sangre del Señor «para el perdón de los pecados» (Mat_26:28) y con gozosa acción de gracias se celebra la nueva economía salvadora y la reintegración en la filiación divina.

La narración de la parábola se interrumpe sin decir lo que piensa hacer el padre con el hijo mayor. Jesús no celebra juicio, sino que ofrece la salvación. Quiere también salvar a los fariseos. Todos tienen necesidad de conversión, los pecadores y también los que se tienen por justos (Mat_18:9-14). «Todos estamos bajo pecado» (Rom_3:9).

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



"Mas volviendo sobre sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen el pan de sobra, y yo me estoy aquí muriendo de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, pequé contra el cielo y delante de ti; yo no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se fue para su padre. Y como aun estuviese lejos, le vio su padre, y se movió a misericordia; y corriendo a él le echó los brazos al cuello y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y delante de ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Mas el padre dijo a sus criados: Traed aquí prontamente la ropa primera, y vestidle, y ponedle anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed un ternero cebado y matadlo, y comamos y celebremos un banquete. Porque éste mi hijo era muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado. Y comenzaron a celebrar el banquete". (vv. 17-24)

San Gregorio Niceno
El hijo más joven había despreciado a su padre marchándose de su lado y había disipado su patrimonio; pero cuando hubo pasado tiempo y se vio abrumado por los trabajos, viéndose convertido en un criado y alimentándose de lo mismo que los puercos, volvió castigado a la casa de su padre; por esto dice: "Mas volviendo sobre sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen el pan de sobra y yo me estoy aquí muriendo de hambre!"

San Ambrosio
Muy oportunamente se dice que volvió en sí, porque se había separado de sí; y el que vuelve a Dios, se vuelve a sí mismo, como el que se separa de Jesucristo también se separa de sí.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,33
Volvió en sí, porque se separó de aquellas cosas que exteriormente agradan y seducen y volvió su atención a lo interior de su conciencia.

Gregorio Nacianceno orat. in sanct. lavcr
La obediencia puede verificarse de tres modos diferentes. Porque nos separamos de lo malo por temor del castigo y nos colocamos en una disposición servil; porque obedecemos lo que se manda por alcanzar el premio ofrecido -y en este caso nos asemejamos a los mercenarios-; o porque servimos por amor al bien y por afecto a aquel que nos manda y entonces imitamos la conducta de los buenos hijos.

San Ambrosio
El hijo que tiene en su corazón el don del Espíritu Santo, no ambiciona el premio mundano, sino que conserva su derecho de heredero. Hay también mercenarios buenos, que son llevados a trabajar a la viña (Mt 20); pero éstos no se alimentan de algarrobas, sino que abundan en pan.

San Agustín, ut sup
¿Pero cómo podía saber esto aquel que vivía tan olvidado de Dios, como todos los idólatras, sino porque su pensamiento era el de los que habían de convertirse cuando se predicase el Evangelio? El alma podía ya conocer que muchos predicaban la verdad, entre los que se encontrarían los que fuesen llevados, no por el amor de la verdad, sino por el deseo de procurarse bienes materiales; tales son los herejes que anuncian lo mismo. Por esto se llaman con razón mercenarios, porque viven en la misma casa y comen el mismo pan de la palabra; pero no son llamados a la herencia eterna, sino que se dejan llevar de una recompensa temporal.

Crisóstomo
Después que sufrió en una tierra extraña el castigo digno de sus faltas, obligado por la necesidad de sus males, esto es, del hambre y la indigencia, conoce que se ha perjudicado a sí mismo, puesto que por su voluntad dejó a su padre por los extranjeros; su casa por el destierro; las riquezas por la miseria; la abundancia por el hambre, lo que expresa diciendo: "Pero yo aquí me muero de hambre". Como si dijese: yo, que no soy un extraño, sino hijo de un buen padre y hermano de un hijo obediente; yo, libre y generoso, me veo ahora más miserable que los mercenarios, habiendo caído de la más elevada altura de la primera nobleza, a lo más bajo de la humillación.

San Gregorio Niceno
No volvió a la primera felicidad, hasta que volviendo en sí conoció perfectamente su desgracia y meditó las palabras de arrepentimiento que sigue: "Me levantaré".

San Agustín, ut sup
Porque estaba echado; "e iré", porque estaba lejos; "a mi padre", porque estaba bajo el dominio del dueño de los puercos. Las demás palabras son propias del que piensa arrepentirse y confesar su pecado, pero que aun no lo ha llevado a cabo; no habla aún con su padre, sino que ofrece hablarle cuando vaya a él. Entiéndase aquí, que ir al padre quiere decir entrar en la Iglesia por la fe, en donde ya puede hacerse una confesión legítima y provechosa de los pecados; dice, pues, que hablará así a su padre: "Padre".

San Ambrosio
¡Cuán misericordioso es Aquel que, después de ofendido, no se desdeña de oír el nombre de padre! "He pecado"; ésta es la primera confesión que se hace ante el Autor de la naturaleza, Padre de misericordia y Arbitro de nuestras culpas. Pero aun cuando Dios todo lo sabe, sin embargo, espera oír nuestra confesión, porque la confesión vocal hace la salud (Rom_10:10), puesto que alivia del peso del error a todo aquel que se carga a sí mismo y evita la vergüenza de la acusación en el que la previene confesando su pecado; en vano querrás engañar a quien nadie engaña. Por tanto, confiesa sin temor lo que sabes que es ya conocido. Confiesa también para que Jesucristo interceda por ti, la Iglesia ruegue por ti y el pueblo llore por ti. No temas no alcanzar gracia; tu Abogado te ofrece el perdón, tu Patrono te ofrece la gracia, tu Testigo te promete la reconciliación con tu piadoso Padre. Añade, pues: "Contra el cielo y contra ti".

Crisóstomo hom, ut sup
Diciendo contra ti, manifiesta que debe entenderse a Dios por este padre; sólo Dios es el que todo lo ve y de quien no pueden ocultarse ni aun los pecados meditados en el corazón.

San Agustín, ut sup
Pero este pecado contra el cielo es el pecado contra ti, de modo que llama cielo a la elevada majestad del padre; o dice más bien: he pecado contra el cielo delante de las almas santas y delante de ti en el secreto de mi conciencia.

Crisóstomo hom, ut sup
O bien en la palabra cielo se entiende a Jesucristo, porque el que peca contra el cielo -que aunque está muy alto, es un elemento visible-, es el que peca contra la humanidad, que tomó el Hijo de Dios por nuestra salvación.

San Ambrosio
O quiere decir que el pecado significa la disminución en el alma de los dones celestiales del Espíritu, o que no conviene separarse del seno de esta madre, que es la Jerusalén celestial. O bien: el que ha caído no debe exaltarse. Por esto añade: "Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo". Y para merecer ser ensalzado por su humildad añade: "Hazme como a uno de tus jornaleros".

Beda
No se atreve a aspirar al afecto de hijo aquel que no duda que todo lo que es de su padre sea suyo y así desea servirle como mercenario por una retribución. Pero declara que ni aun eso merece ya si no es por la bondad de su padre.

San Gregorio Niceno
El Espíritu Santo nos dio a conocer la parábola de este hijo pródigo, para que comprendamos cómo debemos llorar los extravíos de nuestro corazón.

Crisóstomo hom 10 in epist. ad Rom
Después que dijo: "Iré a mi padre", -lo que le hizo digno de todos los bienes- no se detuvo, sino que anduvo todo el camino. Sigue, pues: "Y levantándose se fue para su padre". Así debemos hacer nosotros y no nos asuste lo largo del camino; porque si quisiéremos, el regreso será ligero y fácil con tal que abandonemos el pecado, que fue el que nos sacó de la casa de nuestro Padre. El Padre es clemente para los que vuelven a El, porque añade: "Y como aún estuviese lejos", etc.

San Agustín, ut sup
Antes que conociese a Dios, de quien estaba lejos, como ya le buscaba piadosamente, su padre le vio; se dice con razón que no ve a los impíos ni a los soberbios, porque no los tiene a la vista.

Crisóstomo, ut sup
Conoció el padre el arrepentimiento y no esperó a oír las palabras de su confesión, sino que salió al encuentro de sus ruegos obrando con misericordia. De aquí prosigue: "Y se movió a misericordia".

San Gregorio
El pensamiento de la confesión calmó al padre respecto de él, hasta el punto de salirle al encuentro y besarle abrazado a su cuello. Sigue, pues: "Y corriendo a él le echó los brazos al cuello y le besó". Lo cual significa el freno espiritual impuesto a la boca del hombre por la tradición evangélica que destruyó el cumplimiento de la ley.

Crisóstomo hom. de patre et duobus filiis
¿Qué significa eso de salir al encuentro, sino que no podíamos llegar hasta Dios sólo por nuestro esfuerzo, por impedírnoslo nuestros pecados? Pero pudiendo El llegar a los imposibilitados, baja El mismo y besa los labios, porque había salido de ellos la confesión que había nacido de un corazón penitente que, como Padre, recibió lleno de alegría.

San Ambrosio
Te sale al encuentro, pues, porque conoce lo que meditas en lo secreto de tu alma; y aun cuando estés lejos sale a recibirte para que nadie te detenga; te abraza también -en el acto de salir al encuentro se indica la presciencia y en el de abrazar la clemencia- y se arroja a tu cuello impulsado por cierto afecto de amor paternal para levantar al que está caído y para encaminar hacia el cielo al que, cargado por sus pecados, se encuentra postrado en la tierra. Quiero más bien ser hijo que oveja; la oveja es encontrada por el pastor, pero el hijo es honrado por su padre.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,33
O bien: corriendo, se arroja sobre su cuello; porque no abandonó el Padre a su Hijo Unigénito, en el cual recorrió hasta el fin nuestra larga peregrinación (2Co_5:19); porque Dios estaba en Jesucristo reconciliando para Sí al mundo. Arrojarse a su cuello para abrazarle, equivale a humillar su brazo, que es Nuestro Señor Jesucristo. Consolar con la palabra de la gracia de Dios para hacer esperar el perdón de los pecados, equivale a volver a merecer el ósculo de caridad paterna cuando se vuelve de un largo viaje. Una vez ya dentro de la Iglesia empieza a confesar sus pecados, pero no dice todo lo que se había prometido decir. Sigue, pues: "Y el hijo le dice", etc. Quiere obtener por la gracia lo que confiesa que es indigno de merecer por sus obras; no añadió lo que había dicho en aquella consideración. "Trátame como a uno de tus jornaleros", porque cuando no tenía qué comer deseaba ser sólo un jornalero, pero desdeñó serlo una vez que hubo recibido el beso de su padre.

Crisóstomo
El padre no dirigió ninguna exhortación al hijo, sino que habla a sus ministros; porque el que se arrepiente, ruega, pero no recibe en verdad respuesta a su palabra y reconoce eficazmente la misericordia en el afecto. Sigue, pues: "Mas el padre dijo a sus criados. Traed aquí prontamente la ropa más preciosa y vestidle".

Teofilacto
A sus siervos que, o son sus ángeles como administradores de lo espiritual, o son los sacerdotes que por el bautismo y la palabra docente revisten su alma en el mismo Jesucristo y todos los que somos bautizados en Cristo nos revestimos en El (Gál_3:27).

San Agustín, ut sup
O el vestido primero es la dignidad que se perdió en Adán y los siervos que la traen son los predicadores de la reconciliación.

San Ambrosio
También el vestido es el amito de la sabiduría, con el que los apóstoles cubren la desnudez de su cuerpo; recibió la primera sabiduría, pero aún existe otra para la que no existe misterio. El anillo es la señal de la fe sincera y la expresión de la verdad, acerca de lo que prosigue: "Y ponedle anillo en su mano".

Beda
Esto es, en sus acciones, para que su fe brille en sus obras y éstas sean confirmadas por la fe.

San Agustín, ut sup
El anillo colocado en la mano es el don del Espíritu Santo, por la participación de la gracia que se representa muy bien por el dedo.

Crisóstomo hom. de patre ed duobus filiis
Manda que se le dé el anillo, esto es, el símbolo de la salud, o más bien, un signo de promesa y una prenda de las bodas, por las que Jesucristo se une con la Iglesia, cuando el alma, reconociéndose, se une a Jesucristo por el anillo de la fe.

San Agustín, ut sup
El calzado en los pies es la preparación a la predicación, para no tocar las cosas de la tierra. Acerca de esto prosigue: "Y calzado en sus pies".

Crisóstomo, ut sup
Manda que se ponga calzado en sus pies, bien para cubrir las huellas y que pueda marchar con firmeza por las asperezas de este mundo, o para mortificación de sus miembros. El curso de nuestra vida se llama pie en las Sagradas Escrituras y los zapatos significan la mortificación, porque se confeccionan con pieles de animales muertos. Añade que se debe matar un ternero cebado para celebrar el convite. Sigue, pues: "Y traed un ternero cebado", esto es, a nuestro Señor Jesucristo, a quien llama ternero porque es el holocausto de un cuerpo sin mancilla; dijo también que cebado, porque es tan bueno y rico que basta para la salvación de todo el mundo. Pero el padre no inmoló él mismo al becerro, sino que le entregó a otros para que le inmolasen; porque permitiéndolo el Padre y consintiéndolo el Hijo, fue crucificado por los hombres.

San Agustín, ut sup
También se entiende por becerro cebado el mismo Señor, que, según la carne, fue saciado de oprobios. Cuando manda que le traigan, ¿qué otra cosa quiere decir sino que le prediquen y anunciándole hagan revivir las entrañas extenuadas del hijo hambriento? Pero manda también que le maten, esto es, que anuncien su muerte, porque será muerto para quien crea que lo ha sido. Prosigue: "Y comamos".

San Ambrosio
En realidad es la carne del becerro porque es víctima sacerdotal ofrecida por los pecados. Anuncia luego el festín diciendo: "Y celebremos un banquete", para dar a conocer que la comida del Padre es nuestra salvación y que su alegría es la redención de nuestros pecados.

Crisóstomo, ut sup
El padre se regocija en la vuelta del hijo y le convida con un becerro; porque el Creador, alegrándose por el fruto de su misericordia en la inmolación de su Hijo, considera un festín la adquisición del pueblo creyente. Y prosigue: "Porque éste mi hijo era muerto y ha revivido".

San Ambrosio
Murió el que fue. Por lo tanto ya no existen los gentiles, sino sólo el cristiano. También puede tomarse esto por el género humano; fue Adán y en él fuimos todos; pereció Adán y todos perecieron en él; el hombre, por tanto, fue restaurado en aquel hombre que había muerto. También puede entenderse esto del que hace penitencia, porque no muere sino el que ha vivido alguna vez; y así como los gentiles, cuando llegan a creer, se vivifican por la gracia, así también el que ha caído revive por la penitencia.

Teofilacto
Por la índole de sus vicios había muerto sin esperanza; pero en cuanto a la naturaleza humana, que es mudable y puede muy bien volver del vicio a la virtud, se dice que estaba perdido; porque menos es perderse que morir. Cualquiera que se convierta, se purifique de sus culpas y participe del festín del becerro cebado, será causa de alegría para el Padre y sus domésticos; esto es, para los ángeles y los sacerdotes. Y prosigue: "Y todos comenzaron a celebrar el banquete".

San Agustín, ut sup
Este convite y esta festividad también se celebra ahora y se ve en la Iglesia, extendida y esparcida por todo el mundo; porque aquel becerro cebado, que es el cuerpo y la sangre del Señor, se ofrece al Padre y alimenta a toda la casa.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 15.

Censura de los fariseos, 15:1-2.
1 Se acercaban a El todos los publícanos y pecadores para oírle, 2 y los fariseos y escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos.

En estos dos versículos, y con una hipérbole manifiesta todos los publícanos, ya que la totalidad es término usual de Lc , plantea el tema de este capítulo: la misericordia. Estos publícanos y pecadores gentes que no se preocupaban de la pureza legal farisaica acudían a Cristo para oírle. Esto levantó, una vez más, la censura de los fariseos y escribas para murmurar de El, porque comía y acogía a los pecadores. Pero la respuesta de Cristo la articula Lc en tres parábolas. Las tres, con desarrollo distinto, tienen la misma finalidad: la misión y el gozo de Cristo por salvar a los pecadores 1.

Parábola de la oveja perdida 15:3-7 (Mat_18:12-14). Cf. comentario a Mat_18:12-14.
3 Propúsoles esta parábola, diciendo: 4 ¿Quién habrá entre vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en el desierto y vaya en busca de la perdida hasta que la halle? 5 Y, una vez hallada, la pone alegre sobre sus hombros, 6 y, vuelto a casa, convoca a los amigos y vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja perdida. 7 Yo os digo que en el cielo será mayor la alegría por un pecador que haga penitencia que por noventa y nueve justos que no necesitan de penitencia.

Mt trae esta parábola. Aunque el contexto en que la inserta es distinto, la finalidad es semejante. Evocada por el escándalo a los pequeñuelos gentes sencillas , Mt pone esta parábola. Mt sólo saca la consecuencia de la finalidad a que la trae: así como el pastor busca la oveja perdida y Dios al pecador, es la prueba clara de que es voluntad de Dios que no se pierda uno de esos pequeñuelos.
En Lc el tema directamente es la misericordia de Dios sobre el pecador. Esta es tal, que Dios no sólo Lc ofrece estático el perdón, sino que tiene sobre él una misericordia dinámica: lo busca de mil maneras, hasta (??? ) que halle a esta oveja perdida. Y se confirma por el gozo en el cielo.
El dejar las noventa y nueve en el desierto, al cargo de otro, posiblemente alude a la situación topográfica de la parábola en el desierto de Judá (Lagrange). El traerla sobre sus hombros es un detalle más del gozo de Dios por el pecador convertido. El rasgo de convocar a amigos y vecinos, para que se alegren con él por el hallazgo, es un rasgo parabólicamente irreal, pero que en su mismo uso indica una finalidad superior. Y ésta es la solicitud y gozo de Dios en la busca y conversión del pecador. Como en los grandes éxitos familiares se convida, para celebrarlos, a la vecindad 2.
Mt subraya en esta parábola la idea de buscar; Lc la alegría de encontrar (Dupont).
Y aun este gozo por la conversión del pecador cobra un nuevo rasgo y una nueva perspectiva: su eco en el cielo. La frase que en el cielo será mayor la alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión, es una paradoja oriental. Sin duda, Dios no ama menos a los justos que al pecador arrepentido; pero a este pecador Dios lo ha buscado, perseguido con su gracia, como el pastor ha hecho con su oveja, y el resultado, la conversión, da a Dios una ocasión de alegría que no le ofrecen los justos.3 Hasta se diría que, usándose aquí de un antropomorfismo, la fidelidad de los justos produce una alegría discreta, completamente íntima; pero la conversión de los pecadores causa transportes de alegría. 4
Esta parábola de Lc, como la parábola de Mt, tuvo otra finalidad en su momento histórico: la réplica de Cristo a las críticas farisaicas de tomar contacto con los pecadores. Con ello buscaba ingresarlos en el reino. Ya en la fase de pasar a los evangelios pudieron sufrir una adaptación al orden moral cristiano, lo cual era potenciarles en extensión y penetración, al abrirles una perspectiva de misericordia, en las discusiones o concepciones de la Iglesia primitiva. Era para el pecador una readmisión plenaria al reino y una exhortación a los pastores a ir en busca de sus cristianos descarriados, v.gr., grandes pecadores, apóstatas, etc. Este es su Sitz im Leben en la Comunidad primitiva.

Parábola de la dracma perdida,Mat_15:8-10.
8 ¿O qué mujer que tenga diez dracmas, si pierde una, no enciende la luz, barre la casa y busca cuidadosamente hasta hallarla? 9 Y, una vez hallada, convoca a las amigas y vecinas, diciendo: Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma, que había perdido. 10 Tal os digo que será la alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia.

Con la misma finalidad de la solicitud y gozo de Dios por la conversión de un pecador se expone por Cristo esta parábola.
Sólo Lc la trae. La descripción es minuciosa, viva. La dracma, si se trata de la dracma ática, tenía un valor equivalente al denario. La mujer barre y revuelve todo para encontrarla; en las casas pobres, el suelo era de tierra pisada. Tal es el gozo de esta pobre mujer por aquella dracma que para ella le era cosa tan preciada como para Dios el pecador convertido , que convoca a la vecindad para que la feliciten y se alegren con ella.
Así habrá alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierta. Los ángeles de Dios es una forma sinónima de la alegría que hay en el cielo de la parábola anterior. El pecador convertido pertenece a la familia del cielo, y hay gozo cuando el pecador vuelve a esta familia s. ¿Acaso entre los ángeles de Dios (v.10) es una perífrasis del nombre divino? (W. J. Harrington, o.c., p.241). El cristianismo primitivo tenía en ello una lección a imitar.

Parábola del hijo pródigo,Mat_15:11-32.
11 Y añadió: Un hombre tenía dos hijos, 12 y dijo el más joven de ellos al padre: Padre, dame la parte de hacienda que me corresponde. Les dividió la hacienda, 13 y, pasados pocos días, el más joven, reuniéndolo todo, partió a una lejana tierra, y allí disipó toda su hacienda viviendo disolutamente. 14 Después de haberlo gastado todo, sobrevino una fuerte hambre en aquella tierra, y comenzó a sentir necesidad. 15 Fue y se puso a servir a un ciudadano de aquella tierra, que le mandó a sus campos a apacentar puercos. 16 Deseaba llenar su estómago de las algarrobas que comían los puercos, y no le era dado. 17 Volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia y yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno He ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. 20 Y, levantándose, se vino a su padre. Cuando aún estaba lejos, viole el padre, y, compadecido, corrió a él y se arrojó a su cuello y le cubrió de besos. 21 Díjole el hijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. 22 Pero el padre dijo a sus criados: Pronto, traed la túnica más rica y vestídsela, poned un anillo en su mano y unas sandalias en sus pies, 23 y traed un becerro bien cebado y matadle, y comamos y alegrémonos, 24 porque este mi hijo, que había muerto, ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado. Y se pusieron a celebrar la fiesta. 25 El hijo mayor se hallaba en el campo, y cuando, de vuelta, se acercaba a la casa, oyó la música y los coros; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha mandado matar un becerro, porque le ha recobrado sano. 28 El se enojó y no quería entrar; pero su padre salió y le llamó. 29 El respondió y dijo a su padre: Hace ya tantos años que te sirvo sin jamás haber traspasado tus mandatos, y nunca me diste un cabrito para hacer fiesta con mis amigos; 30 y al venir este hijo tuyo, que ha consumido su hacienda con meretrices, le matas un becerro cebado. 31 El le dijo: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todos mis bienes tuyos son; 32 pero era preciso hacer fiesta y alegrarse, porque este tu hermano estaba muerto, y ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado.

La parábola del hijo pródigo es una de las más bellas del Evangelio y que expresa más efusivamente la misericordia de Dios sobre el pecador arrepentido. Es propia de Lc.
Literariamente es una parábola, aunque con algunos elementos alegorizantes. Todos los elementos de su desarrollo están mostrando esta solicitud de Dios por el pecador para perdonarlo. Los detalles de esta solicitud son acusadísimos.
Es evidente que este padre de la parábola es Dios. Pero ¿a quiénes representan los hijos mayor y menor?
Es seguro que el hijo menor estaba alegóricamente por los publícanos y pecadores, ya que éstos eran gentes que no se preocupaban gran cosa de no incurrir en la impureza legal, o acaso, máxime en la proyección de Lc moralizante, que mira a la gentilidad, a los pecadores en general, sin estas especificaciones judías.
Pero el hijo mayor, ¿a quién representa? Algunos piensan que a los fariseos, como contrapuestos en la parábola a los publícanos y pecadores, con cuyos grupos se plantea el problema y la situación temática de estas tres parábolas. Pero, si esto se admite, ¿cómo justificar la conducta farisaica, tan terriblemente estigmatizada por Cristo, hasta decirle que ni entráis vosotros en el reino de los cielos ni permitís entrar a los que querían (Mat_23:13). Es imposible que en esta parábola el hijo mayor, que está siempre en la casa de su padre y en todo le obedece, se pueda identificar con los fariseos, desobedientes a Dios y hostiles al reino.
En cambio, resulta más lógico identificarlo con los justos, que en esta redacción de Lc se extiende a los cristianos. Podrá extrañar que éstos protesten, personificados en el hijo mayor, de la conducta misericordiosa de Dios con el pecador. No se olvide que es un rasgo pedagógico de la parábola para más resaltar estos planes de Dios. El hijo mayor está por los justos que, al modo humano, muestran no comprender los misterios de la divina misericordia 6. Puede haber ironía contra los cristianos.
Aunque en la proyección de Lc, para étnico-cristianos, los dos hijos acaso puedan estar, sin más matices de ambiente judío, por justos y pecadores.
Algunos elementos descriptivos de la narración, u otros que se alegorizan, son:
v.12. La parte que correspondía al hijo menor, siendo sólo dos, de la hacienda de su padre, era una tercera parte (Deu_21:15-17).
Un padre podía renunciar a sus bienes antes de morir y repartirlos (1 Re c.1-2; Eco_33:19-23).
v.15. El judío que apacentase puercos era maldito, por ser este animal impuro 7. Con ello se acusa más su vida de pecado (Lev_11:7).
v.20. Cuando estaba lejos, sale su padre, y, compadecido, corrió a él llenándole de cariño, es alegoría de la providencia misericordiosa de Dios. El beso es signo de perdón (2Sa_14:33).
v.22. El mandar ponerle el vestido (????? ), el anillo y las sandalias, expresa, probablemente y globalmente, su restitución al estado de hijo en la casa, aunque con atuendo festivo y de honor.
Originariamente es la respuesta de Cristo a las críticas farisaicas ante la admisión de pecadores en el reino. ¡Tal es la bondad de Dios! Lc la moraliza a los pecadores. El cristiano, renovado por el bautismo, y hecho hijo de Dios, vuelto al pecado sin distinción de gravedades tiene sobre sí el perdón de Dios, su Padre. El tema central no es el hijo pródigo, sino el permanente perdón de Dios.

1 Cantinat, Les paraboks de la misericorde: Nouv. Rev. Théol. (1955) 246-264; Kossen, Quelques remarques sur ? orare des paraboles dans Lúe 15: Xov. Test. (1956) 75-80; . H. Glblin, Structural and Theologkal Coiisiderations on Luk 15: Cath. Bibl. Quart. (1962) 15-31. 2 Buzy, La brebis perdue: Rev. Bib. (1930) 53. 3 Marechal, évang. s. St. Lúe (1946) p.189. 4 Buzy, Paraboles p.143; cf. Vosté, Parabolae. II p.660-670; H. Harrington, The Setting ofthe Parables (Lk 15:1-16:13): Doctrine and Life (Dublín 1963) 165-173; J. Dupont, en Lum. Vie (1957) p. 15-23. 5 Walls, In The presencie of the Angels (Luc_15:10): Nov. Test. (1959) 314-346; Vosté, Parabolae. II p.671-675; Dupont, La brevis perdue et la drachme perdue: Lum. et Vie (1957) p. 15-23. 6 Vosté, Parabolae. II p.694. 7 Strack-B., Kommentar. I p.492-493; J. Glblet, La parábale de l'accueü messia-nique (Lúe 15:11-32): Bible et Vie chrét. (1962) 17-28; J. Alonso, Paralelos entre la narración del libro de Joñas y la parábola del pródigo: Bíblica (1959) 632-640; J. Jeremías, o.c., p.158-163. C. H. Glblin, en CBQ (1962) p.15-31.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XV.

1 The parable of the lost sheep: 8 Of the piece of siluer: 11 Of the prodigall sonne.
1 Then drew neere vnto him all the Publicanes and sinners, for to heare him.
2 And the Pharises and Scribes murmured,

[The lost sheepe, and prodigall sonne.]

murmured, saying, This man receiueth sinners, and eateth with them.
3 And he spake this parable vnto them, saying,
4 [ Mat_18:12 .] What man of you hauing an hundred sheepe, if he loose one of them, doth not leaue the ninety and nine in the wildernesse, and goe after that which is lost, vntill he find it?
5 And when he hath found it, hee layeth it on his shoulders, reioycing.
6 And when he commeth home, he calleth together his friends, and neighbours, saying vnto them, Reioyce with me, for I haue found my sheepe which was lost.
7 I say vnto you, that likewise ioy shall be in heauen ouer one sinner that repenteth, more then ouer ninety and nine iust persons, which need no repentance.
8 Either what woman hauing ten [ Drachma heere translated a piece of silver, is the eight part of an ounce which commeth to seven pence halfe penie, and is equall to the Romane penie, Mat_18:28 .] pieces of siluer, if she lose one piece, doth not light a candle, and sweepe the house, and seeke diligently till shee find it?
9 And when she hath found it, she calleth her friends and her neighbours together, saying, Reioyce with me, for I haue found ye piece which I had lost.
10 Likewise I say vnto you, there is ioy in the presence of the Angels of God, ouer one sinner that repenteth.
11 And hee said, A certaine man had two sonnes:
12 And the yonger of them said to his father, Father, giue me the portion of goods that falleth to me. And he diuided vnto them his liuing.
13 And not many dayes after, the yonger sonne gathered al together, and tooke his iourney into a farre countrey, and there wasted his substance with riotous liuing.
14 And when he had spent all, there arose a mighty famine in that land, and he beganne to be in want.
15 And he went and ioyned himselfe to a citizen of that countrey, and he sent him into his fields to feed swine.
16 And he would faine haue filled his belly with the huskes that the swine did eate: & no man gaue vnto him.
17 And when he came to himselfe, he said, How many hired seruants of my fathers haue bread inough and to spare, and I perish with hunger?
18 I will arise and goe to my father, and will say vnto him, Father, I

[The lost sheepe, and prodigall sonne.]

haue sinned against heauen and before thee.
19 And am no more worthy to be called thy sonne: make me as one of thy hired seruants.
20 And he arose and came to his father. But when he was yet a great way off, his father saw him, and had compassion, and ranne, and fell on his necke, and kissed him.
21 And the sonne said vnto him, Father, I haue sinned against heauen, and in thy sight, and am no more worthy to be called thy sonne.
22 But the father saide to his seruants, Bring foorth the best robe, and put it on him, and put a ring on his hand, and shooes on his feete.
23 And bring hither the fatted calfe, and kill it, and let vs eate and be merrie.
24 For this my sonne was dead, and is aliue againe; hee was lost, & is found. And they began to be merie.
25 Now his elder sonne was in the field, and as he came and drew nigh to the house, he heard musicke & dauncing,
26 And he called one of the seruants, and asked what these things meant.
27 And he said vnto him, Thy brother is come, and thy father hath killed the fatted calfe, because he hath receiued him safe and sound.
28 And he was angry, and would not goe in: therefore came his father out, and intreated him.
29 And he answering said to his father, Loe, these many yeeres doe I serue thee, neither transgressed I at any time thy commandement, and yet thou neuer gauest mee a kid, that I might make merry with my friends:
30 But as soone as this thy sonne was come, which hath deuoured thy liuing with harlots, thou hast killed for him the fatted calfe.
31 And he said vnto him, Sonne, thou art euer with me, and all that I haue is thine.
32 It was meete that we should make merry, and be glad: for this thy brother was dead, and is aliue againe: and was lost, and is found.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)


146 (e) TRES EJEMPLOS DE LA MISERICORDIA DE DIOS HACIA LOS PECADORES (15,1-32). Con tres parábolas, Lucas defiende el tema de que la misericordia de Dios rompe todas las restricciones humanas que le impedían actuar a favor de los pecadores. Ciertamente, la misericordia de Dios es tan imprudente como la del pastor que abandona a 99 ovejas para rescatar solamente a una; es como la de una mujer de que vuelve su casa patas arriba para recuperar una insignificante cantidad de dinero; como la de un padre judío que acoge con gran alegría a su perdido hijo que se había convertido en un pagano. Dado que los discípulos tienen a este Dios tan misericordioso, pueden embarcarse con toda confianza y gran alegría en el camino de Jesús hacia este Dios. 1-10. Lucas imagina el amor de Dios por los pecadores mediante las figuras de un hombre y de una mujer. 2. fariseos: ?76-77 supra. Aunque Lucas no sitúe esta crítica de los fariseos a Jesús en una escena de comida o simposio (cf. 7,36-50; 11,37-54; 14,1-24), percibimos una alusión a la comensalidad de Jesús que a nadie discrimina. El problema básico entre Jesús y los fariseos lucanos sigue siendo el mismo: ¿Hay personas que están fuera de los límites de la misericordia de Dios? 4-7. Un paralelo a esta parábola se encuentra en Mt 18,12-14. 5. contento: El tema de la alegría inunda este capítulo (cf. también 15,6.7.9.10.23.24.29.32); tiene cuatro connotaciones: (1) Los motivos de universalidad, comunidad y soteriología están inextricablemente entreverados. (2) La conversión es una exigencia para encontrar la alegría. (3) La felicidad consiste esencialmente en una voluntad de participar en la propia alegría que Dios experimenta otorgando la salvación. (4) La llamada a participar del amor y de la alegría de Dios se realiza a través de Jesús (cf. P. L. Bemadicou, ScEs 30 [1978] 76-78). 6. perdido: Se convierte en estribillo a lo largo del capítulo: oveja perdida, moneda perdida (v. 9), hijo perdido (v. 24), hermano perdido (v. 32).

147 11-32. Esta parábola juega con el conocimiento previo que el auditorio tiene de las historias de dos hermanos, en las que el más joven triunfa sobre el mayor (o los mayores). Cf., p.ej., Esaú y Jacob (Gn 25,27-34; 27,1-36); José y sus hermanos (Gn 37,1-4). Jesús da la vuelta a lo esperado de dos formas: el hijo pródigo es una parodia del éxito alcanzado por el hermano menor; el mayor no es derrotado, sino que es invitado a la fiesta. 15-16. a cuidar cerdos: El hijo menor ha acabado en el más bajo de los trabajos según la perspectiva pagana. Cf. 8,26-39 sobre el símbolo de los cerdos. 17-19. El hijo menor expresa el despertar del arrepentimiento sacudiendo su interior. 20. corriendo: Conducta poco digna para un anciano caballero oriental. 22-23. Se representa el perdón del padre al hijo que se había convertido en un pagano: traje ceremonial; anillo de sello; zapatos, que manifiestan la posición de las personas libres. La carne, raramente comida, marca el carácter extraordinario de la ocasión. 24. Los estribillos «perdido y encontrado» y la mención de la alegría inundan el versículo. 25-32. Aunque frecuentemente ignorados, estos versículos forman parte integral de la parábola de los dos hijos y se dirigen al asunto de la autojustificación (cf. 15,2 sobre «los fariseos», y 15,7, donde «justo» puede tener el significado irónico de «autojustificado»). 30. ese hijo tuyo: El hijo mayor no quiere aceptar a su hermano «muerto», ni como alguien que aún vive ni como hermano suyo. 32. tu hermano: Los estribillos de «perdido y encontrado» y de la alegría se agolpan en la súplica del padre para que su hijo mayor acepte al hijo arrepentido como su hermano. El desafío de la parábola se intensifica porque su final queda abierto: ¿entrarán los justos en el lugar del banquete para divertirse con los pecadores y con el Dios que disfruta de su compañía? Sobre un posible paralelo a 15,11-32 en la tradición agádica oral sobre Rabí Eliezer ben Hyrcanus, cf. R. D. Aus, JBL 104 (1985) 443-69.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El hijo perdido. La tercera parábola presenta el mismo punto, pero en forma más extensa. Realmente su personaje principal es el padre que de hecho ilustra el carácter de Dios (aun cuando Dios mismo aparece en el relato; cf. v. 18).

La situación en el relato es la de que la propiedad podría ser legada o entregada como un regalo aun en vida. El hijo menor demandó que se le dieran inmediatamente todos los derechos de posesión sobre su parte (alrededor de un tercio) de la propiedad de su padre, que él esperaba heredar cuando aquel muriera. El hijo mayor permaneció en casa y el padre retuvo sus derechos sobre el producto de la porción de la propiedad de él. El hijo menor, por su parte, convirtió en efectivo lo suyo y partió para disfrutar lo obtenido lejos de su casa y del control paterno. La vida extravagante y disoluta lo llevó a la extrema pobreza y los amigos que le ayudaron a gastar el dinero desaparecieron. Sólo pudo encontrar trabajo en algo humilde y desagradable en especial para un judío, para quien los cerdos eran animales impuros. Con gusto hubiera mejorado su pobre paga compartiendo las algarrobas que comían los cerdos, pero (así queda implícito) le repugnaban demasiado para hacerlo. Su desesperada situación le llevó al arrepentimiento. Se dio cuenta, no sólo de que había estropeado su vida, sino también de que era indigno de ser llamado hijo de su padre; era digno sólo de ser un siervo y estaba preparado para humillarse y buscar ser restituido en ese nivel.

Antes de llegar a su casa, sin embargo, su padre ya estaba esperándolo y antes que pudiera presentar toda la confesión que había preparado su padre le había dado la bienvenida al círculo familiar, le había tratado con gran honor y había dado órdenes para celebrar el regreso de aquel que había considerado muerto.

Pero otra persona, el hermano mayor, se negó a unirse en la celebración y rezongó por la generosa recepción. Acusó al padre de no haberlo tratado de la misma manera generosa y alegre, sólo para que se le recordara que los bienes que tenían eran de ambos. Uno puede estar perdido aun dentro de la casa.

La cuestión vital quedó sin respuesta: ¿El hijo mayor se unió en la bienvenida a su hermano? La omisión de una respuesta es seguramente algo deliberado, pues el hermano mayor representa a los fariseos y a todos los que son como ellos, y la parábola es una apelación al cambio de mente hacia los desposeídos.

Aunque la parábola llega a su clímax con la pregunta no expresada, el centro de atención sigue siendo el amor perdonador de Dios que avergonzaría a los fariseos y les llevaría a dar una respuesta positiva. El relato no dice nada sobre la búsqueda de los perdidos, como en 15:3-10, o sobre la necesidad de la expiación del pecado, pero eso se debe a que la historia es una parábola y no una alegoría detallada, y otros aspectos del amor de Dios que busca hasta el sacrificio se enseñan claramente en otros lugares.

Notas. 18 Cielo aquí significa Dios. El arrepentimiento del hijo de ningún modo era insincero, aun cuando sólo llegó a él por su total desesperación. 21 La frase hazme como a uno de tus jornaleros, que aparece en algunos mss. antiguos, es una adición hecha por escribas que no lograron entender que el padre interrumpió la declaración del hijo antes que pudiera terminarla. 22 Los regalos eran señales de honor y autoridad. El calzado era prerrogativa de los hombres libres y no de los esclavos. 29-30 Las quejas del hermano mayor se expresan en un lenguaje extravagante. No le era posible decir mi hermano sino que hablaba despectivamente de éste tu hijo.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Estamos ante una de las parábolas más bellas de Jesús. La misericordia de Dios descrita en las parábolas anteriores se completa ahora con unos rasgos vivísimos de las acciones del Padre (vv. 20-24; 31-32). En la parábola tiene enorme relieve el hecho mismo de la conversión: «El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada del hijo pródigo, cuyo centro es el Padre misericordioso (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en la que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino de retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza» (CCE 1439).


La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El hijo pródigo. Con esta tercera parábola Jesús sigue desenmascarando los efectos negativos del legalismo cuya expresión más inmediata es la distorsión de la verdadera imagen de Dios. Jesús revela su experiencia de Dios como Padre, un padre que ama con igual medida tanto a su hijo mayor como al menor; la diferencia de este amor la imponen los dos hijos. El mayor cree que ha hecho los méritos suficientes para ganarse todo el amor del padre porque no ha contradicho ni uno solo de sus mandatos y por tanto tiene que ser recompensado, mientras que la conducta del menor debe ser castigada. Lo escandaloso de la parábola es cómo Jesús muestra al hijo menor que acapara el amor del Padre a pesar de todo lo que ha hecho. El legalismo del hijo mayor no le permite ver la gratuidad del amor divino, amor que no se exige como «pago» a una buena conducta, sino que se recibe por gracia, y se celebra permanentemente según la propia conciencia de ese amor gratuito; y en segundo lugar, en esta relación amorosa con Dios siempre estamos ante el riesgo de romperla por nuestras actitudes antiamorosas con los demás; pero esa misma gracia divina nos llama al arrepentimiento y a la búsqueda del perdón del Padre quien acoge de inmediato y él mismo se pone a celebrar con nosotros la fiesta del perdón.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



La perla de las parábolas: tal es esta asombrosa creación, no tanto del genio literario cuánto de la inefable misericordia del Corazón de Jesús. Ha sido acusado de que «acoge a los pecadores y come con ellos». Recalcando y agravando la acusación, responde Jesús: No es verdad: yo no recibo pasivamente a los pecadores, sino que los busco y salgo a su encuentro. ¿Comer yo con ellos? Tampoco es eso verdad: no acepto yo su invitación, sino que yo les preparo un banquete. Y en ello hago bien, y vosotros hacéis mal en censurar mi conducta. Como el padre de la parábola no sólo acoge al hijo extraviado, sino que no se enoja con el hijo puntilloso y descomedido, antes le invita a holgarse y regocijarse, así Jesús no sólo acoge a todos los publicanos y pecadores, sino que trata de persuadir con blandas razones a sus mismos censores, dispuesto a recibirlos también a ellos. Suponer que la segunda parte es adicional o sobrepuesta, es desconocer el sentido de la parábola y mutilarla feamente.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*15 El capítulo recoge tres parábolas llamadas de la misericordia, pues resaltan la misericordia de Dios con los pecadores. Desde la óptica farisea, los pecadores eran los judíos poco o nada observantes de la ley, además de los no judíos, considerados sin ley y ateos, pues no daban culto al verdadero Dios. A ellos se asimilaban los publicanos, que recaudaban los impuestos para Roma y eran socialmente rechazados por su fama de ladrones.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



8. "Dracma": moneda de plata que equivalía aproximadamente a un "denario". Ver nota Mat_18:28.

25. El "hijo mayor" simboliza la actitud de los escribas y fariseos, que por estar satisfechos de su justicia, nunca comprendieron la condescendencia de Jesús hacia los pecadores.

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I φαγόντες εὐφρανθῶμεν I] comamos y hagamos fiesta.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

φέρετε WH Treg NA28 ] ἐνέγκαντες RP

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 15.1-2 Mt 16.24-25; Mc 8.34-35; Lc 9.23-24; Jn 12.24-25.