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al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. (Lucas 18, 36) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 18

c) Orar incesantemente (Lc/18/01-08)

1 Luego les propuso una parábola sobre la necesidad que tenían de orar siempre y no cansarse nunca.

La venida del Hijo del hombre se hace esperar. Los aprietos son grandes (17,22), las persecuciones atormentan, amenaza la tentación de apostasía. En los labios está la pregunta acuciante: «¿Hasta cuándo, Señor?» (Rev_6:10). Sólo la venida del Hijo del hombre proporciona la salvación.

Para que Dios cumpla ésta, que es la más grande de todas las promesas, hay que forzarle con una oración infatigable y perseverante. La venida del día de Dios se acelera mediante una vida moral (2Pe_3:12), mediante penitencia (Act_3:19) y mediante la oración perseverante. Jesús enseñó a sus discípulos a orar, a implorar que venga el reino de Dios (Act_11:2). Cuando venga el Hijo del hombre en su gloria, alboreará la tan suspirada liberación (Act_21:28). En todo tiempo, sin cejar, hay que rogar que venga el Hijo del hombre, incluso cuando parece que la oración no es escuchada y cuando la fatiga y el hastío pueden inducir a suspenderla.

2 En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni tenía consideración alguna con los hombres. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi adversario. 4 Pero él no quiso durante mucho tiempo. Sin embargo, luego pensó para sus adentros: Aunque no temo a Dios ni tengo consideración alguna con los hombres, 5 por estar esta viuda molestándome le haré justicia, para que no me fastidie más con tanto venir.

El juez es impío, proverbialmente malo, «no temía a Dios ni tenía consideración alguna con los hombres». Desempeñaba su función judicial a su arbitrio, como si no hubiera Dios a quien tuviera que rendir cuentas, y se comporta exactamente como no debe. El encargo de Dios al juez reza así: «Haced justicia al pobre y al huérfano, tratad justamente al desvalido y al menesteroso. Librad al pobre y al necesitado, sacadle de las garras del impío» (Psa_82:3 s). La vIuda es el tipo de la pobre mujer, sin protección de marido, oprimida e inerme. La Escritura exhorta con frecuencia a cuidar de las viudas: «Haced justicia al huérfano, amparad a la viuda» (Isa_1:17). «La religión pura y sin mancha delante de Dios y Padre, es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación, y conservarse limpio del contagio del mundo» (Jam_1:27).

Cuando se trata de un pleito por una deuda o por una herencia, puede intervenir un perito judicial, reconocido como tal, y juzgar como único juez. El juez no quiere salir por el derecho de la viuda; es un hombre indiferente, caprichoso, maligno, sordo a la voz de Dios y de los hombres. La viuda está convencida de que se dará sentencia en su favor, con tal que se celebre el proceso. Pero ¿cómo inducir a ello a] juez? Ella no tiene para dar regalos ¿Qué otra solución le queda, sino volver una y otra vez, presentar su solicitud insistentemente y con perseverancia? Así lo hace, hasta que el juez acaba por hastiarse.

El monólogo del juez descubre sus pensamientos. No le importan lo que se dice de él: así es él y así quiere ser. Lo que le mueve a hacer justicia a la viuda es de lo más bajo que se puede imaginar: quiere que lo deje en paz, estar tranquilo. Comprende que la mujer no tiene intención de ceder y al fin se harta de verse molestado continuamente. Al fin me va a hacer una de las suyas, «me echará los perros a la cara», se dice irónicamente. Lo que le mueve a obrar no es el temor, sino el deseo de acabar con tanta importunidad y con tanta molestia.

6 Entonces dijo el Señor: Considerad bien lo que decía este juez inicuo. 7 Y Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que claman a él día y noche, aunque les haga esperar? 8a Yo os digo: les hará justicia prontamente.

La explicación empalma con las palabras del juez inicuo, no con los ruegos perseverantes de la viuda. El quid, la moraleja de la parábola, no es la perseverancia de la viuda, sino la certeza de ser escuchados. Si un hombre tan impío y tan sin consideraciones como este juez, por puro egoísmo, para que lo dejen en paz, se deja mover a hacer justicia por los ruegos de la viuda, ¿cuánto más escuchará el Señor los gritos de socorro de sus elegidos? Al fin y al cabo Dios es muy distinto del juez impío.

El evangelista desplaza el acento; se fija ante todo en los ruegos insistentes de la viuda. Ya en la introducción de la parábola se dejaba oír este motivo: Hay que orar siempre sin cansarse nunca. Dios hace justicia a sus elegidos que día y noche claman a él. «EI que sirve al Señor devotamente halla acogida, y su oración subirá hasta las nubes. La oración del pobre traspasa las nubes y no descansa hasta llegar a Dios, ni se retira hasta que el Altísimo fija en ella su mirada, y el justo juez le hace justicia» (Sir_35:20 s).

La Iglesia oprimida puede esperar con toda seguridad que su oración será escuchada. Ella es, en efecto, la comunidad de los elegidos de Dios. Acerca de ellos ha demostrado ya Dios su misericordia, pues precisamente eligió a los que menos títulos podían invocar para ello (Sir_14:16-24). En ellos ama la imagen de su Hijo, el elegido (Sir_9:35), el ungido de Dios, elegido (Sir_23:35). Aunque la oración de los afligidos no sea escuchada inmediatamente y ellos tengan que perseverar soportando la opresión y el sufrimiento, pueden cobrar nuevos ánimos pensando en la suerte del elegido, del Hijo y ungido de Dios. Jesús no recibe sin la cruz el título de elegido. Es manifestado como elegido, cuando en la transfiguración se proclama su camino de la gloria a través de la cruz; con este título es motejado Cristo en la cruz, porque a los judíos les parece imposible que el elegido sea un crucificado (Sir_23:35). Jesús es el elegido porque por la pasión va a la gloria. El camino del elegido deben seguirlo también los elegidos.

La oración perseverante de los elegidos oprimidos no deja de ser escuchada. Dios les hace justicia prontamente sin dilación; por los elegidos abrevia Dios los días difíciles (Mar_13:20-23). No se demora en prestar ayuda a sus elegidos (*). Llega la acción salvadora de Dios, la cual consiste en la nueva presencia de Jesús. No carece de sentido el que la Iglesia ore infinitas veces y sin desfallecer: «Venga a nosotros tu reino», el que cada año celebre el Adviento, el que se mantenga en vela en la celebración de la eucaristía, hasta que él venga (1Co_11:26).

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* Los v. 7b y 8 ofrecen dificultades de explicación. ¿Se ha de leer el v. 7b como respuesta a la pregunta de 7a? En este caso, el párrafo se cerraría con una afirmación («y hasta será magnánimo con ellos», es decir, con los elegidos, difiriendo el juicio solo por compasión con su flaqueza). Si 7b se inserta todavía en la pregunta, se podrá traducir: ¿Es que Dios no hará justicia... y mostrará longanimidad con ellos (los elegidos) ? O bien, como arriba «¿...aunque les haga esperar?» En el v. 8a «prontamente» puede interpretarse también «de improviso» (los acontecimientos finales se harán esperar todavía largo tiempo).

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8b Sin embargo, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará acaso la fe sobre la tierra?

La Iglesia, en sus aprietos, invoca la venida del Hijo del hombre. él vendrá; la oración es escuchada. Con la venida del Hijo del hombre se aguarda la redención. Que esta venida sea para salvación o para perdición, dependerá de la fe que el Hijo del hombre halle en los hombres cuando venga. La gran tentación en el tiempo de la tribulación es la de apostatar de la fe; esta tentación amenaza también a los elegidos. La elección no comunica una seguridad perezosa, sino que exige constantemente que se vuelva a tomar partido por el Dios que elige. Pablo aguarda con segura confianza la muerte y el juicio porque sabe que ha conservado la fe (2Ti_4:7). La palabra con que se cierra la exposición de la parábola es una pregunta seria dirigida a nosotros: Por Dios no queda, pero ¿y vosotros? Viene la salvación, pero no se otorga sin dura lucha (2Ti_13:24), sin el mayor esfuerzo, sin perseverante fidelidad.

2. CONDICIONES PARA ENTRAR EN EL REINO (2Ti_18:9-30).

¿En qué casos será saludable la venida del Hijo del hombre? ¿Quién saldrá triunfante en el juicio? ¿Quién entrará en el reino definitivo de Dios? La respuesta a estas preguntas se da en tres relatos: la parábola del fariseo y el publicano (2Ti_18:9-14), el relato de la amable acogida dispensada a los niños (2Ti_18:15-17), y el encuentro con un hombre rico que no tuvo valor para seguir a Jesús (2Ti_18:18-30). En el trasfondo de los tres relatos se halla la pobreza como condición para entrar en el reino de Dios. El publicano se siente pobre en lo religioso y moral, el rico tiene que hacerse pobre en sentido económico, el niño es pobre en todos los sentidos, tiene que contar absolutamente con los mayores. Vuelven otra vez las bienaventuranzas y las condiciones formuladas al comienzo del sermón de la Montaña. Mateo, que habla de los pobres «en el espíritu», se fija principalmente en la actitud moral y religiosa. Lucas habla de la pobreza material. «Es posible que Jesús dirigiera su llamamiento a la salvación a determinados sectores del pueblo, pero no por razón de su situación inferior, sino por la apertura religiosa y la buena disposición moral que halló en ellos. Para Mateo, estos sectores encarnan la actitud moral y religiosa que se exige a todos, también a los futuros creyentes en Cristo; para Lucas, en cambio, son en gran parte el recuerdo vivo del mensaje salvífico de Jesús dirigido a los pobres, y de las amenazas dirigidas a los ricos que no quieren convertirse».

a) El fariseo y el publicano (Lc/18/09-14)

9 Dijo también, para algunos que presumían de ser justos y menospreciaban a los demás, esta parábola:

Los rasgos con que se caracteriza a «algunos» que confían en sí mismos, están tomados del retrato de los fariseos. Los fariseos han pasado ya a la historia; no se los menciona; sin embargo, también en la Iglesia existe la propensión velada a presentar a Dios los propios méritos en el cumplimiento de la ley, a invocar las propias obras y a afirmar los propios derechos frente a Dios.

La seguridad con que los fariseos pretenden ser justos, agradar a Dios y dar por descontada su entrada en el reino de Dios, se basa en el propio rendimiento, en la confianza en sí mismos. Quien así piensa, menosprecia a los que no pueden invocar tales méritos. E1 fariseo desprecia al pueblo ordinario, porque no cumple la ley, dado que no conoce la ley y no tiene idea de su interpretación (Joh_7:49). La propia justicia se constituye en medida y criterio para examinar a los otros, para exhortarlos, alabarlos, despreciarlos y reprobarlos. La condena de los otros se convierte en condena de uno mismo (Joh_6:37).

10 Dos hombres subieron al templo para orar: el uno era fariseo y el otro publicano. 11 El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios! Gracias te doy, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. 12 Ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todas las cosas que poseo.

Hay un craso contraste entre estos dos hombres que suben al templo. Los dos tienen una misma meta: el templo; una misma voluntad: la de orar; un mismo deseo profundo: ser justificados en el juicio de Dios, poder salir airosos del juicio de Dios. Y sin embargo, ¡qué contraste tan grande!

Los dos oran. Oran en su interior, a media voz (cf.lSam 1,13). Lo que expresan en la oración, lo dicen con plena convicción. El orante está delante de Dios, que todo lo sabe (Mat_6:8). El fariseo está erguido; en el judaísmo se ora de pie (Mar_11:25). Ora en su interior, para sí, como cuchicheando, no a grandes voces delante de los hombres, con alguna exageración. Lo que dice revela su estado de ánimo interior. La oración judía es ante todo acción de gracias y alabanza; su oración es tal como lo exige su doctrina. El fariseo es «justo».

En su acción de gracias se hace patente la confianza en su propia justicia y su desprecio de los otros. Ya no soy como los demás hombres. El fariseo no es ladrón, injusto, adúltero, observa la ley. Va más allá de la ley y hace buenas obras, obras de supererogación. La ley impone el ayuno sólo el día de la expiación (Lev_16:29); el fariseo ayuna dos veces por semana, el lunes y el jueves, a fin de expiar por las transgresiones de la ley por el pueblo. Ni siquiera viola la «cerca de la ley»; por eso da el diezmo de todo lo que posee (Mat_23:23), aunque no está obligado a pagar diezmo por la compra de trigo, mosto y aceite; los que estaban obligados eran los cultivadores (Deu_12:17). Quiere estar seguro de no hacer nada que le exponga a traspasar los límites de la ley. Hubo también salmistas devotos que enumeraron en la oración sus buenas obras (Sal 17[16],2-5); pero en la oración del fariseo pasa pronto Dios a segundo término: el fariseo lo olvida; lo que importa es el yo: Yo no soy como los demás hombres, yo ayuno, yo pago el diezmo... Los demás hombres son el fondo oscuro del espléndido autorretrato. En esta oración se revela uno que se tiene por justo y menosprecia a los otros.

13 En cambio, el publicano, quedándose a distancia, no quería levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios! Ten misericordia de mí, que soy pecador.

Quien se llama fariseo se constituye orgullosamente en un ser aparte: «Yo te doy gracias, Señor, Dios mío, porque me has dado participación entre los que se sientan en la casa de la doctrina (en la sinagoga), y no con los que andan por los rincones de las calles... Yo corro, y ellos corren; yo corro con vistas a la obra del mundo futuro, y ellos corren con vistas al pozo del foso.» También el publicano es un ser aparte, es un segregado, esquivado y repudiado como pecador por los buenos. Se queda lejos, pues no merece presentarse entre las personas religiosas. No osa levantar los ojos a Dios, pues el que no es santo no soporta la mirada del Dios santo. Se golpea el pecho, donde tiene la sede su conciencia, pues se lamenta de su propia culpa. Su oración consta de muy pocas palabras, de la invocación «¡Oh Dios!», de la súplica «Ten misericordia de mí» -que recuerda el salmo miserere (Sal 51[50],3)- y de la confesión de que es pecador. La situación del publicano era desesperada. Según las enseñanzas de los fariseos, debía restituir lo que había adquirido injustamente, y además dar un quinto de la propiedad, si quería esperar perdón. El publicano sólo podía esperar que Dios aceptara su «corazón contrito» (Psa_51:19) y por su misericordia le perdonara su pecado.

14 Yo os digo que éste descendió a su casa justificado, y aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.

¿Quién es justo en el juicio de Dios? El fariseo es de una exactitud escrupulosa en el cumplimiento de los muchos y difíciles preceptos de la ley, el publicano es colaborador con los enemigos del pueblo y engañadores. Jesús conoce el juicio de sus oyentes y le contrapone su juicio sorprendente, desconcertante e inaudito: Yo os digo. él es profeta de Dios. Su juicio es juicio de Dios. El publicano es declarado justo delante de Dios, y así, justificado, se va a su casa.

¿Y el fariseo? El publicano se va a casa, justificado, no como aquél. ¿Es que con esto se compara la justicia del fariseo y la del publicano y se antepone la justicia del publicano a la del fariseo? ¿O es que Jesús va más hondo? ¿Rehúsa acaso absolutamente al fariseo la justicia que atribuye al publicano? Ya el primer juicio sería bastante escandaloso, pues esto querría decir que Dios se complace más en el pecador arrepentido que en el justo con sus muchos méritos y su seguridad de sí mismo. Pero si rehúsa la justicia al fariseo, este juicio sólo puede aterrorizar. ¿De qué sirven entonces los méritos adquiridos? Cristo entendió así sus palabras. «Aquello que es alto entre los hombres, es abominación ante Dios» (Psa_16:15). El hombre alcanza la justicia no por su propio esfuerzo, sino por un don de Dios. El hambre y sed de justicia es saciado por el don del reino de Dios (Mat_5:3). ¡Qué frágil es, pues, toda justicia y santidad humana (Mat_5:20) si no interviene Dios y otorga su justicia! Quien se hace cargo de esto deja de despreciar a los demás.

La parábola del fariseo y del publicano se cierra con una sentencia que aparece en el Evangelio una vez aquí, otra vez allá (Mat_14:11; Mat_23:12). El hombre que pone su confianza en sí mismo, se ensalza; el juicio de Cristo, que anticipa el juicio definitivo de Dios, lo humilla. El que se humilla, reconoce su insuficiencia y se pone por debajo de los demás, es ensalzado por el juicio de Jesús. Dios mismo lo justifica cuando sobreviene el juicio.

b) Actitud del niño (Lc/18/15-17)

15 Le presentaron también unos niños para que los tocara; pero los discípulos, al verlos, los reprendían.

Se acercan a Jesús madres, o hermanas mayores, trayéndole niños, niños pequeños. Los pequeñuelos son seres desvalidos; no pueden hacer nada y dependen de los mayores, les están entregados sin remisión. Los traen para que los toque Jesús, no superficialmente, sino para que les imponga las manos, para que les comunique su fuerza y su bendición. Los niños piden la bendición a los padres, los discípulos piden la bendición al maestro. El padre de familia bendice el sábado a los niños antes de la cena, para lo cual les impone las manos. El que pide la bendición, confiesa su insuficiencia, se pone bajo el poder de uno más fuerte, no se basta él mismo.

Los doctores de la ley no tratan con niños: «El sueño por la mañana, el vino al mediodía, charlar con niños y acudir a lugares de reunión de gentes del pueblo bajo son cosas que rebajan.» Los discípulos quieren impedir que se lleven niños a Jesús. Los reprendían, es decir, estaban tentados de reprenderlos, pero no lo hicieron (no como en Mar_10:13 : «los reprendieron»). Los «santos» apóstoles no reprenden a los niños. La Iglesia de después de pascua comprendió a Jesús.

16 Entonces Jesús los llamó junto a sí diciendo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis; pues el reino de Dios es de los que son como ellos. 17 Os aseguro que quien no recibe como un niño el reino de Dios no entrará en él.

Jesús, sin disgustarse por el proceder de los discípulos (Mar_10:14), llama a los niños junto a sí. Los aprecia y estima sin idealizarlos, sin exaltar la inocencia infantil, pues también conoce sus travesuras (Mat_11:16). Su ojo, que está atento para descubrir todo lo que puede recordar el reino de Dios, ve en los niños rasgos que son condición para que entre el hombre en el reino de Dios: el ser pequeño y la necesidad de ayuda. El niño es un símil. No puede hacer valer sus méritos; sólo puede mostrar su indigencia con súplicas. En el niño se muestra como estado de naturaleza lo que se exige en sentido moral a los que quieren entrar en el reino de Dios. Quien no lo acepte a la manera de un niño indefenso, no podrá entrar en el. El que se cree justo, el que invoca sus propios méritos, queda excluido. El reino de Dios es. en efecto, gracia y don. Dios quiere darlo a los pobres que todo lo esperan de él y que reconocen su insuficiencia.

c) El hombre rico (Lc/18/18-30)

18 Uno de los jefes le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? 19 Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno: Dios.

Este «jefe» sería, sin duda. miembro principal de un consejo, de un sanedrín, o de una sinagoga, En todo caso, es un hombre destacado, que encarna el espíritu del judaísmo. Hace la pregunta típica del judío piadoso: ¿Qué debo hacer? ¿Cómo hay que traducir la ley en la práctica? Quizá pensaba en alguna prestación especial. Quería alcanzar la vida eterna y asegurarse, incluso con esfuerzo (Mat_13:24), aunque tuviera que hacerse violencia (Mat_16:16). El personaje tiene hambre de salvación y muestra buenas disposiciones.

La pregunta por la vida eterna es acuciante (Mat_10:25). Quien recibe la vida eterna posee la plenitud de lo que tiene prometido Dios. La posesión de la vida eterna es herencia. Dios prometió la tierra de Canaán como herencia a los padres del pueblo israelita; había de poseerla perpetuamente, como don de Dios. La tierra prometida de Palestina hace referencia a una posesión más espléndida: «Los malvados serán exterminados, pero los que esperan en Yahveh poseerán la tierra. Los humillados poseerán la tierra y gozarán de gran paz... Conoce Yahveh los días del justo, y su posesión será eterna» (Psa_36:9-18). La tierra prometida es imagen de la salvación. La herencia es el reino de Dios (Mat_5:5), la vida eterna (Mat_10:25).

La vida en sentido pleno es vida indispensable. Tal vida es propia de Dios. él es el Dios viviente (Mat_16:16). Una vida que está sujeta a la muerte no merece llamarse vida. La verdadera vida es otorgada por Dios como bien del tiempo final. Esta vida es vida eterna. El que entra en el reino de Dios recibe vida eterna. Cuando Dios tome plenamente posesión de su reino, quedará vencida la muerte y alboreará la vida eterna.

Jesús se deja llamar maestro, doctor de la ley, pero rechaza la calificación de «bueno». Los doctores judíos de la ley cuidaban ávidamente de su honor. «El respeto a los doctores ha de frisar con el temor de Dios», ha de superar el respeto a los padres, puesto que los padres traen al hombre solamente al mundo, pero el doctor lleva al cielo. Jesús no busca su honor, sino la gloria de Dios (Joh_8:50). Al negarse Jesús a ser celebrado como bueno, ensalza la bondad divina. Uno solo es bueno: Dios. Los fariseos se tienen por buenos, porque observan la ley y practican obras de supererogación. Ahora bien, el hombre sólo es bueno si Dios lo hace bueno. La nueva alianza prometida contiene la garantía de que Dios mismo quiere otorgar a su pueblo todo bien (Jer_32:39 ss). Sólo el que reconoce que no es bueno se vuelve bueno y se salva.

20 Ya conoces los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robaras, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre. 21 él contestó: Todas esas cosas las he cumplido desde la juventud.

Quien quiera entrar en el reino de Dios y poseer la vida eterna, debe observar la ley (Jer_16:17.29). La ley básica del Antiguo Testamento son los diez mandamientos (Exo_20:1316; Deu_5:17-20). Conforme a la idea del Antiguo Testamento, los diez mandamientos se reparten en dos grandes grupos iguales, cada uno de cinco mandamientos. Los cinco primeros se refieren a Dios, los otros cinco al prójimo. Jesús cita cuatro mandamientos del segundo grupo, del primero el respeto a los padres. Este mandamiento se cuenta en el primer grupo, porque el honor testimoniado a los padres es un honor tributado a Dios: Dios es quien da la vida, los padres sirven a Dios transmitiéndola. El comportamiento con el prójimo se antepone aquí al comportamiento con Dios, porque con el amor al prójimo se muestra que se ama verdaderamente a Dios, Jesús se remite a los profetas y pone estas palabras en boca de Dios: «Misericordia quiero, y no sacrificio» (Hos_6:6; Mat_9:13).

El personaje asegura haber cumplido la ley desde la juventud. Está convencido de que se puede cumplir la ley con todos sus imperativos. Los doctores de la ley lo confirman en su convicción: «Señor del mundo, he recorrido los 248 miembros que tú formaste en mí y no he hallado haberte irritado con uno solo de ellos.» Dado que el judío sabe por la ley lo que tiene que hacer, y puede hacer lo que ha reconocido como justo, por eso sabe también que ha cumplido la voluntad de Dios y que es justo. El jefe habló por convicción, por lo cual también Jesús tomó en serio su palabra.

¿No podía el jefe hablar con tanta seguridad sólo por el hecho de haber hallado la voluntad de Dios fijada en la letra de la ley? Conforme a la exigencia de la letra de la ley quizá puede el hombre decir todavía: «He hecho todo lo que está mandado.» ¿Puede también decirlo conforme a la exigencia del Dios viviente, del Dios que es bueno, que es el único bueno, que toma posesión del reino, que quiere serlo todo en todo? ¿Quién ha cumplido lo que Jesús anuncia como imperativo de Dios: «Sed misericordiosos, como misericordioso es vuestro Padre» (Mat_6:36)?

22 Cuando Jesús lo oyó, le dijo: Todavía te queda una cosa: vende todo cuanto tienes y distribúyelo a los pobres, que así tendrás un tesoro en los cielos; ven luego y sígueme. 23 Pero cuando oyó esto, se puso muy triste, pues era extremadamente rico.

Las palabras de Jesús no quieren añadir una nueva prescripción a las ya existentes en la ley; van mucho más hondo. Dios anuncia al jefe la voluntad del Dios viviente, para aquí y para ahora, para él personalmente, la exigencia que Dios le formula a él en particular. Debe separarse de todo lo que posee. El precio de las posesiones vendidas debe emplearlo en limosnas y en obras de caridad. Y lo que es decisivo: debe ser discípulo de Jesús, seguirle a él; él revela lo que quiere Dios y lo que conduce a la vida.

Las limosnas y las obras de caridad proporcionan un tesoro en el cielo, cuyos intereses disfruta el hombre en este mundo, mientras que el capital le queda reservado para el mundo futuro. Jesús no exige sólo que el jefe dé limosnas, sino que le exige también que renuncie a todo lo que posee, y con ello, para el futuro, que renuncie incluso a la posibilidad de dar limosnas y de granjearse un tesoro en el cielo. No es la limosna la razón por la cual el rico ha de renunciar a lo que posee, sino que Jesús se limita a indicar, para el hombre, una buena manera de desprenderse de lo que posee.

Jesús exige a su interlocutor el desprendimiento de los bienes, porque se trata de seguirle a él a dondequiera que vaya. Tal seguimiento radical, al que es llamado el rico, no se concilia ya con la propiedad, con el Mamón, que reclama el servicio del hombre y hace imposible la entrega total al servicio de Dios (16,13). La renuncia a los bienes lo deja libre para seguir a Jesús. Ante todo quiere Dios que se adhiera a Jesús, que le siga. Así se cumple la ley y los profetas, así se cumple la voluntad de Dios. Con esto queda dada la respuesta decisiva a la pregunta por la posesión de la vida. La renuncia total a la propiedad no es una ley valedera para todos (10,38 ss). Sin embargo, a todos y a cada uno se exige tanta renuncia interior y exterior cuanta sea necesaria para que se anteponga Dios a todas las cosas (12,31) (Ver comentario a 12,22-34). En el caso de este hombre rico, lo que le afecta es quizá otra exigencia que la de separarse de la propiedad. La tristeza le invade. Quedó profundamente desilusionado, pues era extremadamente rico. La riqueza lo ata, el Mamón no lo deja libre. No es capaz de renunciar a la seguridad terrena y de optar únicamente por Dios en el seguimiento de Jesús. La invitación a renunciar a todo le pone de manifiesto su situación interior. Había creído cumplir totalmente la voluntad de Dios porque desde su juventud había observado la ley. Ahora en cambio descubre que rechaza la voluntad de Dios y se le niega. Había acudido a Jesús para asegurarse la vida y ahora comprende que sólo estará seguro si se entrega plenamente a Dios: «Si alguno viene a mí y no aborrece... a sí mismo, no puede ser mi discípulo» (14,26). Sólo el encuentro con Jesús revela la voluntad de Dios.

24 Al verlo Jesús, dijo: ¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios.

Jesús no habla ya a su interlocutor, sino que anuncia a todos su mensaje. El que tiene posesiones entra difícilmente en el reino de Dios. Se habla del reino en términos de viaje, y precisamente en el relato del viaje a Jerusalén. La vida es una marcha, un viaje, una peregrinación, cuyo término es el reino de Dios. Jesús, en su viaje hacia Jerusalén, es maestro, que enseña el camino de la vida.

Una imagen hiperbólica encarece todavía la dificultad. Todo un camello, con su alta giba, no puede en modo alguno pasar por el diminuto ojo de una aguja. El rico no puede entrar en el reino de Dios. Con la imagen no se quiere convertir la dificultad en imposibilidad, pero sí se quiere subrayar la dificultad. Se trata de despertar a los oyentes, de forzarlos a reflexionar, de inquietarlos. La riqueza en cuanto tal no es una cosa anodina, sino una fuerza que pone en peligro la salvación, porque absorbe al hombre y no lo deja libre para dedicarse a Dios (16,13).

26 Los que lo estaban oyendo dijeron: ¿Y quién podrá salvarse? 27 él contestó: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

La salvación, la entrada en el reino de Dios, la vida: he aquí cuestiones candentes que se plantean en el camino de la vida. El personaje ha fallado ante la exigencia de Jesús. Entonces, ¿quién podrá todavía esperar salvarse? También los oyentes se ven asaltados por la desilusión y la tristeza. Jesús no trata de tranquilizarlos, como hacen los hombres cuando notan que han asustado con sus palabras. Para los hombres es imposible. No se debería pasarse rápidamente de largo esta palabra, para consolarse y tranquilizarse con la que sigue. Hay que comenzar por sentirse tambalear, por perder pie, antes de pasar a esta segunda palabra. Primero tiene el hombre que confesar que por sí mismo no tiene la menor esperanza de salvarse, tiene que percatarse de que no hay escapatoria posible, antes de ponerse en el camino que Dios todavía le muestra. Sólo al borde del abismo podemos echar mano de esta segunda palabra.

Para Dios es posible que el hombre se salve. No se trata de una manera fácil y barata de levantar los ánimos, no se trata de una referencia explícita a la gracia, que lo arreglará todo. Jesús ha dejado sentado bien claro que exige los mayores esfuerzos (13,24; 16,16; 14,25 ss). No retira nada de lo dicho anteriormente. Ahora bien, cuando el hombre reconoce y comprende atemorizado que por sí mismo no puede en modo alguno alcanzar la salvación, ha alcanzado la convicción fundamental en su camino: se ha hecho pobre. Para Dios es posible. La palabra lo libra del temor y lo levanta a una seguridad confiada. El reino de Dios es misericordia para quien pone toda su esperanza en Dios.

28 Pedro dijo entonces: Pues mira nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido.

Aquello a que no se resolvió aquel personaje, los apóstoles lo hicieron. Dejaron lo que poseían: las redes y la barca (5,11), el puesto de cobrador de impuestos (5,28), todo lo que tenían (5,11.28). Según Marcos, dijo Pedro que lo habían dejado «todo», según Lucas, sus «cosas», la propiedad, aquello a que tenían derecho, de que disponían, lo que podían considerar como suyo, incluso sus realizaciones, su actividad. Nada consideraban ya como propio de ellos, de nada podían ya jactarse.

¿Qué quiere decir Pedro? Según Mateo presenta su acción como un título, como un derecho a la recompensa: «Nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué habrá, pues, para nosotros?» (Mat_19:27). Vuelve a levantarse una nueva defensa, una nueva seguridad que no es Dios. En la redacción de Mateo sigue la parábola de los obreros de la viña (,16). Lo que hace entrar en el reino de los cielos no es el derecho que pueda hacer valer el hombre, sino la bondad divina operante en Jesús. Lucas no escribió la pregunta de Pedro: «¿Qué habrá, pues, para nosotros?» Jesús añade más bien a la palabra de Pedro la promesa de vida eterna. Pedro y los apóstoles han realizado la palabra dirigida por Jesús al personaje rico. Están delante de la Iglesia como los grandes indicadores en el camino de la salvación.

29 él les contestó: Os lo aseguro: nadie que haya dejado por el reino de Dios casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos, 30 dejará de recibir mucho más en este mundo, y en el mundo venidero, vida eterna.

Los apóstoles habían dejado la propiedad: dinero, campos, bienes. No sólo esto. Dejaron también aquello a que está apegado el corazón: el hogar, la familia. ¿Cuándo puede el hombre decir que lo ha dejado todo? Vuelven aquí de nuevo las exigencias que había formulado Jesús a los que querían ser sus discípulos, cuando comenzó su marcha hacia Jerusalén (Mat_9:57-62). La tradición textual en Marcos (Mat_10:29) no habla de dejar la mujer. En la parábola de la invitación al gran banquete es también la mujer un impedimento para que el invitado acuda al banquete (Mat_14:20). La pobreza y la vida de celibato de los apóstoles son constantemente para la Iglesia la llamada de Jesús a desprenderse de todo para poder responder libremente al llamamiento y a las exigencias de Dios. La propiedad se abandona por causa del reino de Dios (Mat_18:29), por el Evangelio (Mar_10:29) y por el nombre de Jesús (Mat_19:29). El reino de Dios que está viniendo, Jesús que lo proclama y lo trae, la predicación del Evangelio, todo esto está en estrecha conexión. Quien se pone al servicio de la proclamación de la palabra, forma parte de los que siguen a Jesús y se hace accesible al reino de Dios, debe estar bien convencido de que ya no está apegado a la propiedad; Jesús camina hacia Jerusalén, donde le aguarda la muerte, pero también la elevación.

El curso del mundo está dividido en época presente y mundo futuro, tiempo de salvación. El mundo futuro está penetrando ya en el presente. El reino de Dios está en medio de vosotros (Mat_17:20). En el mundo presente recibe el discípulo mucho más de lo que ha dejado: en la comunidad de los hermanos y hermanas creyentes (Act_11:1; Rom_16:1), por razón de la comunidad de bienes (Act_2:14), de la hospitalidad (l Tim 5,10; 1Pe_4:9) y del amor le están abiertas todas las casas. En el mundo venidero recibirá vida eterna.

3. AL ENCUENTRO DEL REINO DE DIOS (,27).

Comienza la última etapa del camino hacia Jerusalén. ¿Qué significa esta marcha en la historia de la salvación? ¿Qué no significa? El camino de Jerusalén es marcha hacia la muerte, pero también hacia la resurrección y ascensión a los cielos (1Pe_9:50), como lo indica el tercer anuncio de la pasión (1Pe_18:31-34). Jesús se dirige a Jerusalén como Hijo de David y como salvador, con la curación del ciego y la salvación de Zaqueo se hace visible al comienzo de la última etapa del camino lo que significa para la historia de la salud lo que sucederá en Jerusalén (1Pe_18:35-43; 1Pe_19:1-10). La marcha hacia Jerusalén no aporta todavía la espléndida manifestación de la soberanía regia, la erección del reino; la gloria y esplendor del reino le aguardan a Jesús para después de su partida; luego vendrá de nuevo en poder y gloria. El tiempo que va de la ascensión al cielo a su venida con poder es para los discípulos tiempo de prueba en la labor misionera y en la persecución (1Pe_19:11-27). Su entrada, que para Lucas es entrada en el templo, sienta los fundamentos de la Iglesia, que se desenvuelve entre el tiempo de salvación, de Jesús, y su segunda venida en gloria.

a) Tercer anuncio de la pasión (Lc/18/31-34)

31 Tomando luego consigo a los doce, les dijo: Mirad que subimos a Jerusalén, y se van a cumplir en el Hijo del hombre todas las cosas que fueron escritas par los profetas.

La muerte de cruz, que aguarda a Jesús en Jerusalén, fue incluso para los creyentes desilusión y pesada carga, para muchos fue una sentencia de destrucción válida y definitiva. Sólo a los doce que le habían acompañado en todos sus caminos les impone Jesús esta carga, a ellos que habían renunciado a todo les confía lo que significa para él la entrada en Jerusalén, a ellos quiere mostrarles qué rumbo sigue el camino hacia la gloria. Este camino lo han de seguir y anunciar ellos como camino de la vida.

Jerusalén pasa ahora por su gran hora de la historia de la salvación. El Hijo del hombre hace su entrada en la ciudad. Allí sufre los dolores del Siervo de Dios, como lo había profetizado Isaías, allí será elevado al poder de Dios, como lo había anunciado Daniel acerca del Hijo del hombre (*). En Jerusalén va el siervo de Yahveh, por la pasión y la muerte, a la gloria. «¿No era necesario que el Mesías padeciera esas cosas para entrar en su gloria?» (1Pe_24:26). El sufrimiento es la entrada en la gloria y el fundamento para congregar la Iglesia.

Ahora se cumple lo que habían escrito los profetas. En la transfiguración hablaban Moisés y Elías de la muerte que había de sufrir Jesús en Jerusalén (1Pe_9:31). A lo largo de todas las Escrituras se presenta el camino de Cristo como camino que por la pasión conduce a la gloria ( 1Pe_24:25-27; 1Pe_24:44). Este acontecimiento de la muerte y glorificación de Cristo es el sentido de la historia de la salud (1Pe_1:10 s). En Jerusalén se cumple, se lleva a término el designio salvífico de Dios, se satisface el ansia de Jesús de ver este cumplimiento (1Pe_12:50), de ver realizado lo que se le había encargado (1Pe_13:32; 1Pe_22:37). Allí puede pronunciar la palabra registrada por san Juan: «Todo se ha cumplido» (Joh_19:30).

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* Acerca del Hijo del hombre se hacen tres grupos de aserciones: 1) Es un ser supramundano, que ha venido a la tierra y está dotado de los mayores poderes:Joh_5:24; Joh_6:5; Joh_7:34; Joh_9:56; Joh_12:53; Joh_19:10. 2) Está sujeto al sufrimiento y a la muerte:Joh_9:22 ss; Joh_9:44; Joh_9:58; Joh_18:31; Joh_22:22; Joh_22:48; Joh_24:7; lleva los rasgos del siervo de Yahveh (Is 53). 3) Como Hijo del hombre que ha de venir, es soberano, salvador y juez en los últimos tiempos:Joh_11:30; Joh_12:8.40; Joh_17:22-30; Joh_18:8; Joh_21:27, Joh_21:36; Joh_22:69; Act_7:56; en esto se asemeja al Hijo del hombre de Daniel (Dan 7).

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32 Porque será entregado a los gentiles, y se verá burlado, insultado y escupido, 33 y después de azotarlo, lo matarán; pero al tercer día resucitará.

Este anuncio lleva el sello de la historia lucana de la pasión. No se habla de una vista de la causa ante el tribunal judío. Los judíos entregarán el Hijo del hombre a los gentiles. Pedro les echa más tarde en cara: «Vosotros lo entregasteis y negasteis en presencia de Pilato» (Act_3:13 s). «Vosotros lo entregasteis según el plan definido y el previo designio de Dios, crucificándolo por manos de infieles» (Act_2:23). En él son culpables judíos e infieles (Act_4:27-29).

Los gentiles se burlarán de Jesús y le escupirán. Con él se divertirán insolentemente. Con sentimientos impíos se desmandan con el santo Hijo de Dios, al que Dios mismo había ungido como rey Mesías (Act_4:27; Is 53; Sal 2; Act_10:38). Esta humillación llega a su límite en la ejecución en la cruz. Según el derecho penal romano, van asociadas la flagelación y la pena de muerte en cruz. Jesús es condenado a la muerte más ignominiosa que conoce el mundo pagano. Es sencillamente aniquilado.

Este aniquilamiento no es el fin, sino el comienzo de su glorificación. Jesús está, sí, en una misma linea con los mensajeros de Dios del Antiguo Testamento y con su suerte, pero, como Hijo del hombre que es, marcha a través de la muerte. No «será» meramente «resucitado» (así Mat_20:19, traducido literalmente), sino que resucitará él mismo. En el hecho pascual no sólo Dios obra en Jesús, sino que el Hijo del hombre tiene el poder de levantarse, de resurgir por sí mismo de la muerte. Al hecho de ser entregado y a la ejecución en la cruz se contrapone la acción soberana del Resucitado.

34 Sin embargo, ellos nada de esto comprendieron; pues estas cosas les resultaban ininteligibles, y no captaban el sentido de lo que les había dicho.

El camino de Jesús es para los apóstoles desde el principio hasta el fin un misterio incomprensible. No comprendieron ni captaron que fuera posible lo que expresan estas palabras. El camino que tiene que seguir Judas es para el pensar humano incomprensible, inescrutable, «ininteligible», oculto. Ni siquiera la Sagrada Escritura, en cuyo centro está este misterio, es capaz de esclarecerlo; sólo cuando el Resucitado descubre a los discípulos el sentido de las Escrituras, cuando él mismo levanta el velo, se hace comprensible este misterio. La misma fe, el mismo hecho de creer que Jesús entra en la gloria a través de la muerte, es también fruto de este camino (cf. 24,25-35).

b) Curación de un ciego (Lc/18/35-43)

35 Al acercarse él a Jericó, había un ciego sentado junto al camino, que estaba pidiendo limosna. 36 Cuando oyó el ruido de la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Le contestaron que estaba pasando por allí Jesús de Nazaret. 38 Entonces el ciego se puso a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! 39 Los que iban delante le reprendían para que callara; pero él gritaba todavía mas fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!

En tiempos de Jesús estaba situada Jericó al sur de los antiguos límites de Israel. Herodes el Grande y Arquelao la adornaron con lujosos edificios de estilo romano helenístico. Jesús se acerca a la ciudad (*). El pueblo le rodea; a lo que parece, camina en una caravana de peregrinos que se dirigen a Jerusalén para la fiesta de pascua. De nuevo vemos a Jesús caminando. En Jericó comienza la subida a la ciudad, que es la meta de su viaje.

Junto a la puerta de la ciudad se hallan los mendigos. Entre ellos hay un ciego. Oye cómo pasa la gente. ¿Por qué tal alboroto? La respuesta es muy sencilla: Jesús de Nazaret. Nada más. Sin embargo, este ciego confiesa: Jesús es el Hijo de David, el Mesías rey, que procede de la estirpe de David y que viene a restablecer el reino de David (1,32s). El Mesías fue anunciado por los profetas como salvador de los ciegos: «Los ciegos ven» (Isa_35:5 s); es enviado y ha sido ungido para restituir la vista a los ciegos (Isa_4:18; cf. Isa_61:1), para anunciar a los pordioseros la buena nueva (Isa_4:18). Jesús es el salvador prometido. El ciego grita su confesión de fe y pide socorro a los oídos de todos.

El grito del ciego turba el silencio en que marcha el pueblo, en santa peregrinación. Aunque reprenden al ciego, él grita todavía más fuerte. Su clamor se parece al clamor de los profetas, que son impulsados por la fuerza del espíritu de Dios (Amo_3:8). La fe en la filiación davídica de Jesús es debida a iluminación de Dios (cf. Mat_16:17), que no puede quedar oculta. ¡El ciego ve! Muchos vieron las obras de Jesús y, sin embargo, permanecieron ciegos para no ver lo que es Jesús. Dios dispone esta confesión de Jesús cuando él se dispone a marchar a la muerte. El ciego, que ha recobrado la vista interior, introduce y caracteriza la última etapa del camino y la entrada en Jerusalén.

...............

* Cf. Mar_10:46 : «Al salir él de Jericó...» (también Mat_20:29). No hay necesidad de sutiles y rebuscadas tentativas de armonización; Lucas, por razones literarias, modificó su modelo Marcos: la historia de Zaqueo había que incluirla todavía en Jericó; cierto que aún no acaba de explicarse por qué procedió así.

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40 Jesús se paró y mandó que se lo trajeran delante. Cuando el ciego se acercó, le preguntó Jesús: 41 ¿Qué quieres que te haga? él contestó: ¡Señor, que yo vea!

El título de «Hijo de David» es el que más cargado está de esperanzas políticas nacionales. Ahora lo soporta Jesús y lo reconoce, aunque antes lo había prohibido (cf. Mat_9:30). Su camino hacia Jerusalén destruye estas esperanzas y manifiesta otra imagen del Mesías, una imagen que responde al plan salvífico de Dios. El ciego interpela ahora a Jesús como Señor (Marcos: Rabbuni, Maestro). Señor es el título augusto de Jesús en las comunidades helenísticas; él es soberano, al que se ha dado poder divino. Jesús de Nazaret es Hijo de David (Mesías, Cristo) y Señor (Kyrios). Lo que ve el ciego en el camino de Jerusalén, lo anunciaron los ángeles acerca de Jesús recién nacido: un salvador (Jesús), que es el Mesías (el Hijo de David), el Señor (2,11). La Iglesia de los creyentes expresará en un himno esta confesión como fruto del camino hacia Jerusalén: «Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual, Dios a su vez lo exaltó y le concedió el nombre que está sobre todo nombre, para que... toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Phi_2:8-11).

42 Y Jesús le respondió: Pues recobra la vista; tu fe te ha salvado. 43 E inmediatamente recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, prorrumpió en alabanzas a Dios.

La curación maravillosa confirma la confesión mesiánica del ciego. Lo que había hecho Dios en él interiormente, se muestra al exterior. La fe en él salva. Sigue a Jesús. Para seguir a Jesús como discípulo hay que empezar por la profesión de fe, confesar que Cristo es el Señor. El camino hacia Jerusalén debe ser recorrido por causa del pueblo ciego. «Vamos palpando como el ciego a lo largo del muro, y andamos a tientas, como quien no tiene ojos. Tropezamos en pleno día como si fuera de noche; estamos a oscuras, como muertos» (Isa_59:10). «Vendrá a vernos la aurora de lo alto, para iluminar a los que yacen en tinieblas y sombra de muerte» (Isa_1:79).

El ciego cree, aunque no ve a Jesús, la multitud le amenaza: con sus gritos se trastorna el orden sagrado de la procesión. En el camino hacia Jerusalén, donde se consumará la historia de la salud con la muerte y resurrección de Cristo, recibe el ciego la luz de los ojos; el ciego, que por los judíos era tenido por muerto, es resucitado a la vida, el que era excluido de la comunidad cultual se convierte en discípulo de Jesús. También Jesús, que en su camino ha predicho su pasión, en el mismo camino de la pasión halla discípulos. Las obras de Jesús suscitan las alabanzas de Dios. El ciego sigue a Jesús, glorificando a Dios. Gracias a él, el pueblo entero da gloria a Dios. El ciego, con su fe, reúne una nueva comunidad cultual. La imagen de la Iglesia se hace visible. A la elevación de Jesús sigue la alabanza de Dios por la Iglesia naciente (24,53).

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 18.

La parábola del juez inicuo, 18:1-8.
1 Les dijo una parábola para mostrar que es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 3 Había asimismo en aquella ciudad una viuda que vino a él diciendo: Hazme justicia contra mi adversario. 4 Por mucho tiempo no le hizo caso; pero luego se dijo para sí: Aunque, a la verdad, yo no tengo temor de Dios ni respeto a los hombres, 5 mas, porque esta viuda me está cargando, le haré justicia, para que no acabe por molerme. 6 Dijo el Señor: Oíd lo que dice este juez inicuo. 7 ¿Y Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a El día y noche, aun cuando los haga esperar? 8 Os digo que hará justicia prontamente. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

Parábola propia de Lc. Como los discípulos deberán sufrir mucho, para esto les es necesaria la oración, estando alerta para esta venida. En el lugar paralelo del Apocalipsis sinóptico se vaticina todo esto, y se les recomienda para ello estar atentos, vigilantes y orar (Luc_21:36 par.). Esta constante vigilancia por la oración es lo que inculca esta parábola, cuyo tema se enuncia abiertamente al comienzo de ella: Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer. No se trata de una oración matemáticamente continua, pero sí muy asidua.
La parábola se centra en un juez acaso venal que no se molesta en hacer justicia a una pobre viuda. Ya los profetas clamaban contra este abuso de los desvalidos. Pero ella urgía le resolviese su asunto, que en el contexto es favorablemente hacer justicia , e insistentemente volvía a la carga. El mismo temió; le estaba molestando tanta insistencia. Por lo que se decide a hacerle justicia, no sea que finalmente venga y me dé más quebraderos de cabeza.
Y Cristo saca la conclusión con un argumento a fortiori: Si por egoísmo los seres humanos hacen justicia, favores, ¡cuánto más Dios hará justicia!, por alusión a la parábola, pero con el significado de despachar favorablemente lo que piden, a los elegidos, no en contraposición a reprobos, sino en el sentido vulgar y paulino de fieles, que asiduamente claman a él, aun cuando les haga pacientemente esperar (?????????? ). Esta última frase es discutida en su sentido preciso !. Sí, ante esa oración perseverante, hará justicia, y prontamente, lo que no está en contradicción con la espera. Es un modo hiperbólico de asegurar la certeza del logro de esa oración (Isa_65:24). Aquí termina la parábola. En ella hay expresiones paulinas; v. gr., orad siempre (1Te_5:17; 2Te_1:11; Rom_1:10; Rom_12:12; Efe_3:13); no perdáis ánimos (2Te_3:13; 2Co_4:1.16, etc.). Pero la segunda parte del versículo Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra? parece una adición extraña. ¿En qué relación está con lo anterior? Parece estar en una relación conceptual de fondo, o lógica. La parábola enseña la necesidad de una oración perseverante. Pero, a su vez, en el contexto de Lc viene situada aquí por la necesidad de la vigilancia ante la venida del Hijo del hombre. A la hora de esta venida, se enfriará la caridad de muchos (Mat_24:12), y aparecerán falsos profetas y falsos cristos, con portentos, que pretenderán engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos (Mar_13:22). Evocada por esto, aparece esta pregunta al final de la parábola, en la que se pide la perseverancia en la oración, como insinuándose que por no atender a esta enseñanza, o si no se la atiende, en orden a esta perseverancia, esa frialdad de la caridad podrá afectar a muchos 2.
La frase sobre la justicia (v.7) podría ser una alusión a las persecuciones de la Iglesia primitiva (cf. Luc_21:12; Rev_6:9-11, etcétera). La reflexión final (v.8b), que, por razones filológicas, no parece ser de Lc 2, debe de tener aquí por trasfondo la parusía
Si la parábola responde originariamente al cuadro anterior de la venida del Hijo del hombre (Luc_17:22-37), aunque el v. l8b tiene características de Lc, la parábola debió de referirse a la certeza de la providencia de Dios sobre los discípulos ante las calamidades anunciadas y el temor o vacilaciones de éstos.
El sentido actual que tiene sobre la oración sería una adaptación como el medio ordinario para superar catástrofes (cf. Luc_21:36) y lograr el éxito con su paciencia (Luc_18:7; cf. Luc_21:19). Ante la panorámica de la Iglesia primitiva, la Iglesia la extendió y adaptó a sus necesidades.

Parábola del fariseo y el publicano. 18:9-14.
9 Dijo también esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y despreciaban a los demás. 10 Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano. 11 El fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, adúlteros, injustos, ni como este publicano. 12 Ayuno dos veces en la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo. 13 El publicano se quedó allá lejos, y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho diciendo: ¡Oh Dios!, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que bajó éste justificado a su casa, y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

Propia de Lc. El auditorio de esta parábola es distinto del auditorio de la anterior (v.1-9). Por eso, su unión con ella tiene por razón el tema de la oración. Es un contexto lógico, sea de Lc o de la catequesis.
La finalidad de ella es enseñar el valor de la oración, pero con una condición esencial de la misma: la humildad. Es condición esencial, pues todo el que pide ha de reconocer lo que no tiene. Cristo, según Lc, dijo esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y despreciaban a los demás. En la oración, pues, la actitud humilde es lo que hace a Dios aceptarla, mientras que la actitud soberbia del que pide con exigencia, más o menos camuflada, Dios no la escucha. Así termina la parábola con una sentencia, citada varias veces, pero que insertada aquí comenta el sentido del intento: El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado (cf. Luc_14:11; Mat_23:12).
v.9. Dos hombres suben al templo a orar. La escena presenta más bien una oración privada. Uno fariseo: soberbio, engreído por la práctica material de la Ley; despreciador de los demás, por considerarlos pecadores. El fariseo se consideraba siempre el justo. El publicano, alcabalero al servicio de Roma y predispuesto a negocios ilícitos, era considerado como gente pecadora, odiada y despreciable.
v.11-12. La oración de pie era normal. No ora: relata sus necedades, porque sólo lo que refiere, aunque fuese verdad, no evitaba el orgullo. Además alega obras de supererogación. Ayuna dos veces por semana. No había más obligación que el ayuno anual del día de Kippur, el 9 del mes de abril. Pero los fariseos ayunaban los dias segundo y quinto de la semana. 3. Pagaba, además, el diezmo de todo lo que vendía o adquiría (??????? = adquirir; Lev_27:30-33; Deu_14:22-28). La versión de la Vulgata (possideo) no es exacta.
Strack-Billerbeck escribe: La oración puesta en boca del fariseo no es una invención tendenciosa, sino que expresa perfectamente la realidad. Como confirmación citan lo siguiente: Te doy gracias Yahvé, Dios mío, porque Tú me has dado parte con los que se sientan en la casa de la ciencia, y no con los que se sientan en las esquinas de las calles. Porque yo me levanto temprano, y ellos se levantan temprano, yo me levanto temprano para estudiar la Torah, y ellos se levantan temprano para atender a cosas sin importancia. Yo me fatigo y aprovecho con ello, mientras que ellos se fatigan sin ningún provecho. Yo corro hacia la vida del tiempo futuro, y ellos corren hacia la hora de la desesperación. 4
La oración del publicano, por su humildad, por reconocer lo que era ante Dios, pecador, sin levantar los ojos ni las manos al cielo, como era normal, y pedirle misericordia, le trajo la justificación. En cambio, la exhibición del fariseo, que alegaba ante Dios sus obras como si fuesen suyas, engreyéndose en su complacencia, no le trajo la justificación, que es el único término que aquí se compara (2Sa_19:44 [LXX]; Sal_45:8; Rom_1:25). No le justifican sus obras solas. Conceptual y redaccionalmente se pensaría en Pablo. Es el único pasaje evangélico en que sale con este sentido esta palabra. Su construcción semita hace ver que sus raíces son la predicación de Cristo.
¿Cuál es su sentido original? Pues su redacción es cristiana. La oración del fariseo, conforme a la mentalidad de premios temporales a la virtud en el A.T., era un acto de gratitud a Dios. ¿Qué ha hecho, pues, de mal el fariseo? ¿Y qué había hecho el publicano para reparar su culpa? (J. Jeremías). La enseñanza original la redacción cristiana es una potencialización histórica es hacer ver el verdadero sentido del amor de Dios en el A.T., destacando, conforme a la valoración profética interpretativa (cf. Sal 51), el valor del arrepentimiento y la desestima de las simples obras si no van vivificadas por el espíritu.
El v.14b es discutido su sentido original aquí; aparece en otros contextos (Mat_23:12; Mat_18:4) y se le da un tono de ética vulgar (Dibelius), que no parece estar a tono con el sentido original de la parábola, aunque, como adición sapiencial sintetiza este caso y alerta ante otros.

Los niños vienen a Cristo. 18:15-17 (Mat_19:13-15; Mar_10:13-16). Cf. comentario a Mat_19:13-15.
15 También le presentaban niños para que los tocase; viendo lo cual, los discípulos los reprendían. 16 Jesús los llamó a sí, diciendo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de Dios. 17 En verdad os digo, quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Sin contexto histórico definido se presenta esta escena que recogen los tres sinópticos. Lc presentaban niños (?? ????? ) para que los tocase (Lc-Mc). Se diría que para obtener los beneficios de esa virtud que salía de Elf En el lugar paralelo de Mt es complementado el pensamiento, para que les impusiera las manos y orase sobre ellos. Pero, al ver esto, los discípulos reprendían a los que se los traían; creían que era molestar al Maestro. Mas Cristo los llamó; quiso que viniesen a El. Y la historia iba a ser una parábola en acto. Los abrazó (Mc) y los bendijo. Quiso que viniesen a El porque de ellos es el reino de los cielos. ¿Por qué? Se pensó en la inocencia; pero la razón ambiental es otra. Cristo sacará la lección: el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. ¿Cómo lo recibe el niño, cuando ni se da cuenta realmente de lo que es? El niño, en la mentalidad judía, no significaba casi nada, no contaba: recibía, sin más, todo lo que le daban. Por eso, los niños recibían el reino porque Dios se complace en ellos y se lo da gratuitamente. Esta ha de ser la actitud para recibirlo: no de exigencia o presunción actitud de los fariseos , sino de humildad y gratitud: recibirlo como generoso don de Dios. Aquí la vuelve, en general, a empalmar con Mc, del que se había apartado en 9:50. Lo seguirá hasta el c.22.

La enseñanza a propósito de un joven rico, 18:18-27 (Mat_19:16-30; Mar_10:17-31). Cf. comentario a Mat_19:16-30.
18 Cierto personaje le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna? 19 Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. 20 Ya sabes los preceptos: No adulterarás, no matarás, no robarás, no levantarás falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre. 21 Díjole él: Todos esos preceptos los he guardado desde la juventud. 22 Oyendo esto Jesús, le dijo: Aún te queda una cosa: Vende cuanto tienes y repártelo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme. 23 El, oyendo esto, se entristeció, porque era muy rico. 24 Viéndolo Jesús, dijo: ¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios. 26 Dijeron los que le oían: Entonces, ¿quién puede salvarse? 27 El respondió: Lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios.

Los tres sinópticos traen este relato. Lc es el que lo trae más sintéticamente. Era un apio, personaje; término de Lc (12:58;14:1; 23:13.35). La lección que se desprende es el poder fascinador de las riquezas. A un joven, visto con simpatía por Cristo, cultivador de la virtud, al proponérsele un modelo superior de perfección, con el ofrecimiento de ser discípulo de Cristo, al saber que tiene que dejar sus muchas riquezas, se entristeció. Lc no dice más. Pero fue el no seguir a Cristo por este camino.
También la sugerencia de la trascendencia de Cristo, hecha sobre la pregunta de Dios bueno, es de interés. Su estudio se expone en el comentario a Mat_19:16-30.
Y la lección general que también Cristo enseña es: la riqueza fascina en la vida. ¡Tantas veces es peligro para perder los valores del reino! Pero queda el recurso a Dios. Porque lo que es imposible a los seress humanos, es posible para Dios. 4 Es relato que implica y continúa el tema de la oración.

El premio de los apóstoles. 18:28-30 (Mat_19:27-30; Mar_10:28-30). Cf. comentario a Mat_19:27-30.
28 Díjole Pedro: Pues nosotros, dejando todo lo que teníamos, te hemos seguido. 29 El les dijo: En verdad os digo que ninguno que haya dejado casa, mujer, hermanos, padre o hijos por amor a Dios, 30 dejará de recibir mucho más en este siglo, y la vida eterna en el venidero.

Los tres sinópticos unen este pasaje al relato del joven rico que renuncia seguir a Cristo. La situación literaria es lógica. El joven rico no dejó las riquezas para seguir a Cristo, pero ellos dejaron lodo lo que poseían. Poco o mucho, no cuenta tanto como el apego a lo propio, máxime si es un hogar propio, como en el caso de los apóstoles.
Pedro es el que plantea el problema. En Lc la respuesta es sencilla: En este siglo recibirá mucho más 5 de lo que dejó, y en el siglo venidero, la vida eterna. En Mt se intercala otro premio; probablemente procede de otro contexto distinto. En cuanto a este lugar paralelo, se limita a poner que recibirán ahora el céntuplo y se heredará la vida eterna. Pero Mc es el que lo pone con una forma más primitiva, y que permite valorar mejor la respuesta. Dice: recibirá ahora, en este tiempo, el céntuplo, en casas, hermanos, hermanas, madres e hijos, campos, con persecuciones., y luego la vida eterna. Esto hace ver el sentido preferentemente espiritual de estos premios, dados y valorados en función del reino. La vida eterna conecta con la teología de Jn.
La omisión de persecuciones aquí, como parte de la suerte de los discípulos, con éstas ya en marcha, extraña; debe de usar otras fuentes.

Tercer vaticinio de la pasión,Mat_18:31-34 (Mat_20:17-19; Mar_10:32-34).
31 Tomando aparte a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas del Hijo del hombre, que 32 será entregado a los gentiles, y escarnecido, e insultado, y escupido, 33 y después de haberle azotado, le quitarán la vida, y al tercer día resucitará. 34 Pero ellos no entendían nada de esto; eran cosas ininteligibles para ellos, no entendían lo que les decía.

Los tres sinópticos ponen este tercer vaticinio a continuación de la pregunta de Pedro sobre la renuncia de bienes. Es la tercera vez que hace este anuncio a los apóstoles, camino de Jerusalén, donde morirá. Es la descripción más minuciosa. Lc es el único que en los tres anuncios cita que va a tener lugar, con su pasión, muerte y resurrección, el cumplimiento de las Escrituras. Otra vez se resalta que los apóstoles no entendían lo que se les decía. No es que no comprendiesen esto, como se ve muy bien en Mt (Mar_16:22ss), sino que lo que no comprendían era que, siendo El el Mesías, que, conforme a las ideas ambientales, sería un triunfador político y glorioso, había de ser condenado por las jerarquías jerosolimitanas y morir. Esta incompresión de los apóstoles sobre la muerte del Mesías es una prueba de la necesidad de esta insistencia en inculcarles y persuadirles así su mesianismo de pasión y muerte (cf. Mar_9:32).
Es la predicción más matizada. Su redacción particularizada sugiere ya el cumplimiento de los hechos, ya que Cristo posiblemente utilizó el estilo profético, de naturaleza más vaga, como se expuso en Mt, en la primera predicción.

El ciego de Jericó. 18:35-43 (Mat_20:29-34; Mar_10:46-52). Cf. comentario a Mat_20:29-34.
35 Acercándose a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna. 36 Oyendo a la muchedumbre que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Lc contestaron que era Jesús Nazareno que pasaba. 38 El se puso a gritar, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. 39 Los que iban en cabeza le reprendían para que callase, pero él gritaba cada vez más fuerte: Hijo de David, ten piedad de mí. 40 Deteniéndose Jesús, mandó que se lo llevasen, y cuando se le hubo acercado, le preguntó: 41 ¿Qué quieres que te haga? Dijo él : Señor, que vea. 42 Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado, 43 y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Todo el pueblo que esto vio, daba gloria a Dios.

Se comenta este milagro en Mat_20:29-34. Tiene dos divergencias clásicas. Se realiza el milagro cuando Cristo sale de Jericó (Mt-Mc) o cuando se acerca a Jericó (Lc). En Mt son dos ciegos; en Mc y en Lc, un ciego, llamado Bartimeo. Es dato de interés histórico.
La solución a lo primero parece se debe a la forma redaccional de Lc. Recogiendo el pasaje de la tradición, pero sin precisión topográfica, y sin especial interés en ello, la redactó con una forma vaga: Al acercarse a Jericó, es decir, cerca de ella, sin matizar si fue a la entrada o a la salida de Cristo. Es la geografía teológica de Lc.
También se la explica por un procedimiento redaccional especial de Lc. Habría fundido dos narraciones: la de Mc sobre el ciego y la de Zaqueo, que suceden ambas en Jericó. Primero narra el milagro del ciego de Jericó, y luego, también en Jericó, la escena del publicano Zaqueo. Por eso no da especial importancia literaria a este detalle topográfico donde tiene lugar la curación del ciego 6.
Se ha propuesto como solución otra forma de procedimiento redaccional. Cristo al salir, o fuera ya de Jericó, tiene la enseñanza parabólica de las minas (Luc_19:11). Antes, dentro de Jericó, tiene lugar la escena de Zaqueo (Luc_19:1ss). Y antes de esta escena narra la curación del ciego. Esto haría, por un procedimiento redaccional tripartito, localizar literariamente la escena de esta narración al acercarse o entrar en Jericó 7. Sería variación literaria.
Apologéticamente, el milagro tiene gran valor. Cristo sube a Jerusalén para morir como Mesías. Y aquí se le aclama como a tal por la multitud, ya que el título Hijo de David era el título mesiánico más usual. Y El lo rubrica con un milagro.
Sin embargo, en los tres sinópticos se usa el título de Señor, correspondiendo acaso más al Rabboni que al ?????? eclesial y el mesiánico de Hijo de David.

1 Maréchal, Evang. S. St. Lúe (1946) P.214. 2 Vosté, Parabolae. Ii P.572-583; G. Délling, Das Gleichnis Vom Gottlosen Rich-R (Lw 18:1-8): Znw (1962) 1-25; C. E. B. Cranfield, The Parable Of The Unjust Judge And The Eschatology Of Lk-Acts: Scottisch Journ. Of Theol. (Edinburgh 1963) 297-301; H. Rlensenfeld, Zu Makrozymeín (Luc_18:7): Fs. J. Schmid (1963) 214-
2 J. Jeremías, Die Gleischisse., P.190 Y Nota 213. 3 Didaje C.8. 4 Strack-B., Kommentar. Ii P.240-241. 4 S. Légasse, L'appel Du Riche (1966); E. C. Del'oca, Camello Por El Ojo De Una Aguja: Rev. Bibl. Argent. (1963) 43-46. 5 Posiblemente Pudiera Ser La Lectura El Séptuplo, Como Cifra Simbólica De Abundancia. Cf. Nestlé, í. Ô. Graece Et Latine. Ap. Crit. A Luc_18:30.
6 Fonck, En Verb. Dom. (1923) 34-42. 7 Osty, L'évang. S. St. Lúe, En La Sainte Bible De Jerusalem (1948) P. 15-16; G. Pillarella, Sedebat Secus Viam Mendicans (Luc_18:35): Pal. Cler. (1959) 1085-1087.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Y aconteció, que acercándose a Jericó estaba un ciego sentado cerca del camino pidiendo limosna. Y cuando oyó el tropel de la gente que pasaba, preguntó qué era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús Nazareno. Y dijo a voces: "Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí". Y Jesús parándose, mandó que se lo trajesen. Y cuando estuvo cerca le preguntó, diciendo: "¿Qué quieres que te haga?" Y él respondió: "Señor, que vea". Y Jesús le dijo: "Ve, tu fe te ha hecho salvo". Y luego vió, y le seguía glorificando a Dios. Y cuando vio todo esto el pueblo, dio loor a Dios.

San Gregorio, in Evang hom. 21
Como los discípulos todavía eran carnales, no podían comprender las palabras misteriosas. Por esto se realiza un milagro. Un ciego recibe la vista en presencia de ellos, para que este divino prodigio los confirme en la fe. Por esto sigue: "Y aconteció que acercándose a Jericó estaba un ciego sentado pidiendo limosna", etc.

Teofilacto
Y para que el paso del Salvador no fuese inútil, hizo en el camino el milagro del ciego, dando a sus discípulos este testimonio para que procuremos hacer siempre cosa de utilidad y para que en nosotros no haya nada de ocioso.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,48
Podríamos entender acerca de la proximidad de Jericó, que habiendo salido ya de esta ciudad, -según manera de hablar menos usada-, se encontraban todavía cerca de ella. Pero puede creerse que se dijo esto así, porque San Mateo dice que saliendo ellos de Jericó, dio vista a dos ciegos que estaban sentados junto al camino. No habría ninguna cuestión respecto del número, si uno de los evangelistas hubiese hecho omisión de uno de los ciegos, haciendo mención únicamente del otro. Porque San Marcos sólo habla de uno, que recibió la vista cuando ellos salían de Jericó. Como expresa su nombre y el de su padre, para que comprendamos que era muy conocido, mientras el otro era desconocido, parece que no quiso hablar sino del que era conocido. Pero como lo que sigue del Evangelio de San Lucas da a conocer claramente que sucedió esto cuando venían a Jericó, debemos entender que este milagro se repitió por dos veces: una en un ciego, cuando venían hacia la ciudad y otra en dos, cuando salían de ella: San Lucas hace mención de uno de estos milagros y San Mateo del otro.

San Cirilo
El pueblo que rodeaba al Salvador era numeroso y el ciego en realidad no lo conocía. Sin embargo, sentía afecto hacia El y con este afecto suplía lo que le faltaba de vista. Por esto sigue: "Y cuando oyó el tropel de la gente que pasaba, preguntó qué era aquello". Y los que tenían vista le contestaban conforme a la opinión (común). 1 Sigue pues: "Le dijeron que pasaba Jesús Nazareno". Pero el ciego proclamaba la verdad. Se le enseña una cosa y predica otra; porque sigue: "Y dijo a voces: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí". ¿Pero quién te ha enseñado esto? ¿Acaso has podido leer los libros sagrados careciendo de vista? ¿Cómo has conocido la luz del mundo? En verdad Dios ilumina a los ciegos (Sal 145).

San Cirilo
Educado en el judaísmo, no desconocía que Dios había de nacer, según la carne, de la estirpe de David. Por eso le habla como a Dios diciéndole: "Compadécete de mí". Imiten a éste los que ven en Jesucristo dos personas, 2 porque habla a Cristo como a Dios y lo llama hijo de David. Admírense de la fidelidad de su confesión, porque algunos querían impedirle que confesase su fe. Prosigue: "Y los que iban delante le reñían para que callase". Pero no se acobardaba su audacia por esto, porque sabía que la fe lucha y triunfa de todos los obstáculos. Es muy conveniente, por lo tanto, dejar todo miramiento por servir a Dios. Porque si hay algunos que por causa del dinero no tienen vergüenza, ¿no estaría bien tener también una sana desvergüenza cuando se trata de la salvación del alma? Por esto sigue: "Pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de mí". Cristo se detiene a la voz del que lo llama con fe y echa una mirada sobre los que lo invocan. Así, llama al ciego y le manda que se aproxime. Por esto sigue: "Y Jesús, parándose, mandó que le trajesen", con el fin de que quien primero le había tocado por la fe se acercase con el cuerpo. El Señor pregunta al ciego cuando se hubo aproximado; prosigue: "Y cuando estuvo cerca le preguntó: ¿Qué quieres que te haga?" Le pregunta como misericordioso y no como ignorante para que conociesen todos los que estaban presentes que el ciego no pedía dinero, sino la gracia divina como a Dios; y prosigue: "Y él le respondió: Señor, que vea".

Crisóstomo
O bien: Cómo los judíos, calumniadores de la verdad, podían decir lo que habían dicho del ciego de nacimiento (Jn 9): "No es éste sino uno semejante a él", quiso que el ciego mostrase antes su ceguera, para que se conociese así la majestad de su gracia. Así, pues, en cuanto expuso el ciego su petición, le mandó el Salvador, lleno de majestad, que viese. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: Ve". Lo cual redundaba en contra de la traición de los judíos, porque ¿qué profeta ha hablado alguna vez así? Considera qué es lo que exige el médico de aquél a quien ha curado, puesto que sigue: "Tu fe te ha salvado". Los beneficios se obtienen por la fe y se difunde la gracia que la fe recibe. Y así como sacan poca agua de una fuente los que van allí con vasos pequeños y sacan mucha los que los llevan mayores, -no distinguiendo la fuente las medidas- y como sucede también a la luz, que extiende más o menos su claridad según las ventanas que se abren, así se recibe la gracia, según la medida de la intención. La voz del Salvador se convierte en luz del ciego; porque era el verbo de la verdadera luz. Por esto sigue: "Y luego vio". Pero el ciego que había demostrado su fe ardiente, quiso mostrar después su gratitud ante el beneficio recibido.
Continúa pues: "Y le seguía, glorificando a Dios".

San Cirilo
Aquí se demuestra que el ciego había sido liberado de una doble ceguera: la corporal y la intelectual. No lo hubiese alabado como a Dios, si no hubiera visto claramente, dando así ocasión a que otros lo glorificasen. Prosigue: "Y cuando vio esto todo el pueblo dio gloria a Dios".

Beda
No sólo por el beneficio de la vista que había alcanzado, sino por la fe que había obtenido.

Crisóstomo
Aquí debe examinarse por qué Jesucristo prohibió que lo siguiese el endemoniado que quería seguirlo y no se lo prohibió al ciego que había recobrado la vista. Pero, bien mirado, no hay nada de irracional en este modo de obrar. Mandó a aquél como pregonero con el fin de que proclamase a su bienhechor por su estado, porque era un gran milagro el ver a un loco furioso recobrar el juicio. Y permite que lo siga el ciego cuando se encaminaba hacia Jerusalén, porque había de consumar el gran misterio de su cruz; para que teniendo noticias de este reciente milagro, no pensasen que padecería (Jesús) por debilidad, sino por caridad.

San Ambrosio
En el ciego tenemos un tipo del pueblo gentil que recibió la claridad de la luz perdida por el sacramento del Señor. No importa que sea curado un ciego o que lo sean dos, pues como descendían de Cam y Jafet, hijos de Noé, se puede representar a los dos autores de su raza en estos dos ciegos.

San Gregorio, in Evang hom. 2
O bien representa este ciego a todo el género humano, que desconociendo la claridad de la verdadera luz desde su primer padre, sufre las tinieblas de su condenación. Jericó quiere decir luna, que cuando mengua en cada mes representa el defecto de nuestra mortalidad. Por tanto, mientras el Creador se acerca a Jericó, el ciego recobra la vista; porque cuando la divinidad asumió la debilidad de nuestra carne, el género humano recibió la luz que había perdido. Así, pues, el que desconoce la claridad de la luz eterna, está ciego, pero si cree en su Redentor, que dijo (Jua_14:6): "Yo soy la vida", está sentado junto al camino. Y si cree en El y le ruega para que pueda ver la luz eterna, entonces está sentado y mendiga junto al camino. Además, los que preceden a Jesús cuando viene, representan la muchedumbre de los deseos carnales y los tumultos de los vicios, que disipan todo nuestro pensamiento antes que Jesús venga a nuestro corazón y nos turban en nuestra oración. "Pero él clamaba mucho más"; porque cuanto más grave es el tumulto de nuestros pensamientos, tanto más debemos insistir en la oración. Así, cuando padecemos en la oración el acoso de muchas malas imágenes, conocemos que Jesús pasa cerca de nosotros. Cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista perdida. Pasar es propio de la humanidad y estar es propio de la divinidad. El Señor, al pasar, oyó al ciego que clamaba y al detenerse lo iluminó, porque por su humanidad se ha compadecido de las voces de nuestra ceguera. Pero nos ha infundido la luz de su gracia por el poder de su divinidad. Para esto nos pregunta qué queremos, a fin de animarnos a orar. Quiere, pues, que pidamos lo que El prevé que le pediremos y que nos concederá.

San Ambrosio
Preguntó también al ciego, para que comprendiésemos que únicamente podrá salvarse el que le confiese.

San Gregorio, ut sup
El ciego no pide al Señor oro sino la vista, para que busquemos nosotros no las falsas riquezas, sino la luz que podemos ver solo nosotros y los ángeles, a cuya luz nos conduce la fe. Por esto dice muy oportunamente al ciego: "Ve, tu fe te ha hecho salvo". El lo ve y lo sigue, porque practica el bien que conoce.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,48
Si Jericó quiere decir luna, y por ende mortalidad, el Señor, aproximándose a la muerte, manda predicar la luz del Evangelio únicamente a los judíos, a quienes representó el ciego que menciona San Lucas. Pero resucitando de la muerte y abandonando Jericó, manda predicar a los judíos y a los gentiles, cuyos pueblos parece que son representados por los dos ciegos de quienes hace mención San Mateo.

Notas
1. Hace referencia al contraste entre lo que la gente ve al mirar a Jesús: el "habitante de Nazaret", y lo que el ciego proclama: "Hijo de David". Para el común del pueblo, Jesús era el Nazareno, o en el mejor de los casos, el profeta de Nazaret (ver Mat_21:11; Jua_1:45). En cambio, el ciego lo está proclamando como Mesías.
2. Alusión al nestorianismo radical, que a partir de una mala comprensión de la unión del Verbo con la naturaleza humana, enseñaba que debía distinguirse entre el Verbo (que es Dios) y el hombre Jesús en el cual el Verbo habita, al modo como un hombre habita en una casa. De esto se sigue que el Verbo "está en el hombre", pero que el Verbo no es el hombre; por ello, todas las acciones divinas (creación, milagros, etc.) debían ser dichas sólo del Verbo, mientras que las acciones humanas (nacer, sufrir, llorar, morir) sólo debían ser atribuidas al hombre. El Concilio de Efeso (431) condenó la herejía nestoriana, pues rompe la unidad de persona en Jesucristo. Ver Dz 111a; Dz 116.


Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



155 18,1-8. Lucas ha relacionado estrechamente esta parábola con 17,20-37, haciendo referencia en el v. 8 a su tema principal, la venida del Hijo del hombre. Extrae lecciones para sus asediadas comunidades: Dios no abandonará a sus elegidos; deben ser fieles y estar en constante oración hasta la venida de Jesús. 1. orar: cf. una parábola parecida en 11,5-8. Como dejará claro el v. 8, no se trata de la mera oración continua. La fidelidad al Dios de Jesús debe ser el motor de la oración. 3. viuda: Tal tipo de mujer, despojada de toda protección masculina en una sociedad patriarcal, es una imagen frecuente en Lc-Hch de la impotencia total (7,11-17; 20,45-21,4). 6. oídlo que dice el juez injusto: Dos son las lecciones obtenidas vía argumentación minus ad maior:Si la persistente súplica de la indefensa viuda triunfa sobre un juez injusto, cuánto no más logrará la persistente oración de los discípulos cristianos; si un juez injusto se rinde a las súplicas de una viuda, cuánto no más lo hará un Dios misericordioso. 8. ¿encontrará fe?: La cuestión decisiva no trata de la vindicación divina de la comunidad de Dios perseguida; Dios los vindicará ciertamente. Lo decisivo aquí es si los discípulos de Jesús le serán fieles durante el largo camino provocado por el retraso de su retorno.

156 (c) LOS DISCÍPULOS DEBEN DEPENDER DE DIOS MÁS QUE DE ELLOS MISMOS (18,9-17). Jesús enseña a sus discípulos, que le siguen en el camino, que no les servirán de nada sus pregonadas obras virtuosas para entrar en el reino de Dios. 9-14. parábola: Esta perícopa, exclusiva de Lucas, es otra historia ejemplar (cf. comentario a 16,1-8a). Los discípulos tienen que concretar en su comportamiento la actitud del publicano. justo: Desde el inicio de su evangelio (1,6), Lucas ha estado jugando con el tema de quién es justo, injusto y quién se autojustifica (p.ej., 5,32; 15,7). La perspectiva de Lucas no es la de Pablo, pues Lucas no relaciona la justificación con la fe, la ley o la cruz, como hace Pablo. Tres son los puntos que Lucas destaca: el vanagloriarse, con total confianza, de las propias buenas obras, no logrará la absolución en el juicio de Dios; al igual que Jesús, debemos comprometemos en obras de justicia, como, p.ej., dar limosna; Dios ha vindicado a su inocente justo sufriente, a Jesús el Cristo (cf. 23,47; Hch 3,14; 7,52; 22,14). Cf. J. Reumann, «Righteousness» in the New Testament (Filadelfia 1982) 135-43; R. J. Karris, JBL 105 (1986) 70-74. 10. fariseos: ?76-77 supra. publicano: ?46 supra. 11. injusto: La ironía lucana es patente, pues coloca en boca del fariseo una palabra gr. (adikoi), que procede de la misma raíz que «justo» (dikaios): ¿Quién es realmente el injusto aquí? 12. Las obras supererogatorias son concienzudamente señaladas. 13. golpeaba su pecho: Signo de arrepentimiento. Aparece la misma expresión en 23,48, cuya interpretación tiene el mismo sentido que aquí. 14. justificado: El publicano es absuelto en el tribunal de Dios; él ha reconocido su necesidad de la misericordia de Dios y ha mostrado dolor por sus pecados. El fariseo, sin embargo, no necesita del don gratuito de la justificación de Dios, pues se justifica a sí mismo. 15-17. En 9,51, Lucas se apartó del orden del evangelio de Marcos para desarrollar su relato del viaje. Ahora reanuda el contacto con Marcos. Cf. Mc 10,13-16; Mt 19,13-15. niños pequeños... niños: En 9,46-48, Jesús empleó a un niño como advertencia contra el deseo de sus discípulos de ser «el más grande». En 10,21, alabó a su Padre por revelar el sentido de su ministerio a los «pequeños». Ahora propone a los más pequeños de la comunidad humana para dar otra lección. En oposición al fariseo jactancioso de 18,9-14, los discípulos deben acercarse a Dios como un niño pequeño: con espontaneidad, espíritu de dependencia, sentido de asombro, sin credenciales de éxito. Las puertas del reino no se abrirán para quienes se comporten de forma diferente. En contraste con Mc 10,16, Lucas no dice que Jesús bendijese a los niños. En Lucas, Jesús bendice a la gente únicamente tras haber completado la liturgia de su éxodo (?198 infra).

157 (d) LA GRAN DIFICULTAD DE QUE LOS RICOS ENTREN EN EL REINO DE DIOS (18,18-30). En la conclusión de su relato del viaje, Lucas reúne los hilos de los diferentes temas que lo componen. En esta perícopa, y en su opuesta (19,1-10), escoge los temas de la riqueza y de la entrada en el reino de Dios. Cf. Mc 10,17-31; Mt 19,16-30. 18. un hombre importante: Este personaje puede ser un dirigente religioso; cf. uso paralelo en 14,1; 23,13.35; 24,20. vida eterna: ?126 supra. Cumplir los mandamientos del amor a Dios y al prójimo conduce a la vida eterna (10,25-37); también conduce a ella el abandono de las posesiones, dándolas a los pobres, y el seguimiento de Jesús. El v. 30, en el que también hay una referencia a la «vida eterna», forma una inclusio con el v. 18. Esta inclusio es sólo uno de los ejemplos del emparejamiento artístico que invade toda la perícopa. Cf. H.-J. Klauck, Claretianum 26 (1986) 28. 19. nadie es bueno sino sólo Dios: Dios es la fuente de toda bondad, incluso de la del ministerio de Jesús. 20. Estos son los mandamientos que rigen las relaciones humanas. En el v. 29 encontramos una referencia a las nuevas relaciones humanas que surgen de la entrega al reino de Dios. 21. todo esto lo he guardado: Este personaje importante habla con profunda convicción. En el v. 28, Pedro, como representante, hablará de la profunda entrega implicada en el seguimiento de Jesús. 22. repártelo entre los pobres: El que ha preguntado debe asumir un estilo de vida de solicitud por los necesitados, tal y como ejemplifica la venta de sus posesiones y su distribución entre los pobres; debe seguir a Jesús. Pedro y sus compañeros ya han hecho todo esto (v. 28); efectivamente, por sus acciones podemos extraer esta misma conclusión. 23. se puso triste: En contraste con Marcos, este personaje, inmensamente rico, no se va. Como ejemplo para los ricos de la comunidad lucana, permanece para escuchar las desafiantes palabras posteriores de Jesús. 24. qué duro: Es difícil que un rico entre en el reino de Dios, pero Dios puede liberar a las personas de su esclavizador apego a las riquezas (v. 27). 25. ojo de una aguja: Esta hipérbole, que pone en contraste el animal más grande de Palestina con la apertura más pequeña, no debería ser desprovista de su fuerza. Buscaremos en vano en el evangelio de Lucas una afirmación de que un rico se salve fácilmente. 26. ¿quién puede salvarse?: La pregunta procede de la esperanza sociorreligiosa de que las posesiones son un signo cierto de la bendición de Dios en la vida presente y futura. 27. es posible con Dios: «...incluso el rico puede ser salvado por Dios; Dios puede romper el hechizo que la riqueza ejerce sobre este tipo de personas» (FGL 1205). 28. nuestras posesiones: La expresión gr. ta idia aparece también en Hch 4,32, en la descripción lucana de la comunión de bienes de la Iglesia primitiva. 29. esposa: ? 144 supra.

158 (e) NUEVA PREDICCIÓN DE LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESÚS (18,31-34). Lucas conecta estrechamente este pasaje con el precedente, indicando que el compromiso que Jesús exige a sus discípulos en 18,18-30 no es otro que lo que él mismo se ha exigido. Cf. Mc 10,32-34; Mt 20,17-19. 31. Jerusalén: El final del viaje de Jesús está a la vista, se cumplirá: El plan divino de salvación de los seres humanos apremia a Jesús. 32-33. Aunque se ha denominado con frecuencia a este fragmento la tercera predicción de la pasión (cf. 9,22.44), realmente Lucas ya ha hecho varias referencias a la muerte de Jesús en su relato del viaje con anterioridad a este momento (cf. 12,50; 13,32; 17,25). Al evaluar la posición lucana respecto de las autoridades romanas, deberíamos darnos cuenta de que el v. 32 menciona solamente a los gentiles (? 46 supra). 34. Tres veces afirma Lucas la incomprensión de los discípulos. Sólo tras la muerte y resurrección de Jesús comprenderán ellos su significado (? 117 supra y ? 196 infra).

159 (f) SUMARIOS SOBRE EL MINISTERIO DE JESÚS HACIA LOS MARGINADOS (18,35-19,10). Aproximando a Jesús a Jericó y al final de su viaje, cuenta Lucas dos historias que resumen todo el ministerio de Jesús y, como era de esperar, aparece también la oposición a este ministerio (18,39; 19,7). 35-43. Cf. Mc 10,46-52. 35. ciego: Dos veces, con anterioridad, ha señalado Lucas que el ministerio de Jesús devuelve la vista a los ciegos como cumplimiento de las promesas de Dios a favor de estos afligidos (4,18; 7,22). En dos ocasiones ha enseñado Lucas que hay que invitar a los ciegos a compartir con generosidad la propia mesa (14,13.21). Ahora, Lucas utiliza una historia de la misericordia de Jesús hacia un mendigo ciego para concluir su relato del viaje y resumir el ministerio de Jesús a favor de los desgraciados de la sociedad. Como manifiesta el contraste entre la insistencia y la fe del ciego y los discípulos (18,31-34), hay otra dimensión en esta historia. Sólo la visión de la fe abre los ojos para ver quién es Jesús y para seguirle. Cf. Busse, Wunder (? 67 supra) 333; -? 196 infra. 38. hijo de David: cf. 1,27.32; 2,4; 20,41.44 sobre el rango davídico de Jesús. Reinar en el trono de David es tener compasión por los pobres de la sociedad. 43. El ciego que recupera la vista sigue a Jesús en su camino, alabando a Dios por lo que Jesús le ha hecho.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XVIII.

3 Of the importunate widow. 9 Of the Pharisee and the Publicane. 15 Children brought to Christ. 18 A ruler that would folow Christ but is hindred by his riches. 28 The reward of them, that leaue all for his sake. 31 Hee foresheweth his death, 35 and restoreth a blinde man to his sight.
1 And he spake a parable vnto them, to this ende, that men ought [ 1Th_5:17.] alwayes to pray, and not to faint,
2 Saying, There was in a city a Iudge, which feared not God neither regarded man.
3 And there was a widowe in that citie, and she came vnto him, saying, Auenge me of mine aduersarie:
4 And hee would not for a while. But afterward he said within himselfe, Though I feare not God, nor regard man,
5 Yet because this widow troubleth me, I will auenge her, lest by her continuall comming, she wearie me.
6 And the Lord said, Heare what the vniust iudge saith.
7 And shall not God auenge his owne elect, which crie day and night vnto him, thogh he beare long with them?
8 I tell you that he wil auenge them

[Of litle children.]

speedily. Neuerthelesse, when the Son of man commeth, shall hee find faith on the earth?
9 And he spake this parable vnto certaine which trusted in themselues [ Or, as being righteous.] that they were righteous, & despised other:
10 Two men went vp into the Temple to pray, the one a Pharisee, and the other a Publicane.
11 The Pharisee stood and prayed thus with himselfe, God, I thank thee, that I am not as other men are, extortioners, vniust, adulterers, or euen as this Publicane.
12 I fast twise in the weeke, I giue tithes of all that I possesse.
13 And the Publicane standing afarre off, would not lift vp so much as his eyes vnto heauen: but smote vpon his breast, saying, God me mercifull to mee a sinner.
14 I tell you, this man went downe to his house iustified rather then the other: [ Mat_23:12 .] For euery one that exalteth himselfe, shall be abased: and hee that humbleth himselfe, shall be exalted.
15 And they brought vnto him also infants, that he would touch them: but when his disciples saw it, they rebuked them.
16 But Iesus called them vnto him, and said, Suffer litle children to come vnto me, and forbid them not: for of such is the kingdome of God.
17 Uerely I say vnto you, whosoeuer shall not receiue the kingdome of God as a litle child, shal in no wise enter therein.
18 And a certaine ruler asked him, saying, Good master, what shall I doe to inherit eternall life?
19 [ Mat_19:16 .] And Iesus said vnto him, Why callest thou mee good? None is good saue one, that is God.
20 Thou knowest the commaundements, Doe not commit adulterie, Doe not kill, Doe not steale, Doe not beare false witnesse, Honour thy father and thy mother.
21 And he said, All these haue I kept from my youth vp.
22 Now when Iesus heard these things, hee said vnto him, Yet lackest thou one thing: Sell all that thou hast, and distribute vnto the poore, and thou shalt haue treasure in heauen, and come, follow me.
23 And when he heard this, he was very sorowfull, for he was very rich.

[The blind receiueth sight. Zacheus.]

24 And when Iesus saw that hee was very sorrowfull, he said, How hardly shal they that haue riches, enter into the kingdome of God?
25 For it is easier for a camel to goe thorow a needles eye, then for a rich man to enter into the kingdom of God.
26 And they that heard it, said, Who then can be saued?
27 And he said, The things which are vnpossible with men, are possible with God.
28 [ Mat_19:27 .] Then Peter said, Loe, we haue left all, and followed thee.
29 And he said vnto them, Uerily, I say vnto you, there is no man that hath left house, or parents, or brethren, or wife, or children, for the kingdome of Gods sake,
30 Who shall not receiue manifold more in this present time, and in the world to come life euerlasting.
31 [ Mat_20:17 .] Then hee tooke vnto him the twelue, and said vnto them, Behold, we goe vp to Hierusalem, and al things that are written by the Prophets concerning the sonne of man, shall be accomplished.
32 For he shall be deliuered vnto the Gentiles, and shall be mocked, and spitefully intreated, and spitted on:
33 And they shall scourge him, and put him to death, and the third day he shall rise againe.
34 And they vnderstood none of these things: and this saying was hid from them, neither knew they the things which were spoken.
35 [ Mat_20:29 .] And it came to passe, that as he was come nigh vnto Iericho, a certaine blinde man sate by the way side, begging,
36 And hearing the multitude passe by, he asked what it meant.
37 And they tolde him that Iesus of Nazareth passeth by.
38 And he cried, saying, Iesus thou sonne of Dauid, haue mercie on me.
39 And they which went before, rebuked him, that hee should holde his peace: but hee cried so much the more, Thou Sonne of Dauid, haue mercie on mee.
40 And Iesus stood and commanded him to be brought vnto him: and when he was come neere, he asked him,
41 Saying, What wilt thou that I shall doe vnto thee? And he said, Lord, that I may receiue my sight.

[The blind receiueth sight. Zacheus.]

42 And Iesus said vnto him, Receiue thy sight, thy faith hath saued thee.
43 And immediately he receiued his sight, and followed him, glorifying God: and all the people when they saw it, gaue praise vnto God.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 18.7 Algunos mss. añaden el v. 36: De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado (cf. Mt 24.40).

[2] 18.12 Cf. Eclo 35.17-19. ... Día y noche? ¿Los hará esperar?: otra posible traducción: día y noche, mientras tenga paciencia con ellos?

[3] 18.14 La décima parte: Nm 18.21; Dt 14.22.

[4] 18.14 Ya justo o justificado, es decir, perdonado por Dios, reconciliado con él. Véase Ro 1.17 nota c.

[5] 18.15-17 Pr 29.23; Mt 23.12; Lc 14.11.

[6] 18.18 Cf. Mt 18.2-4; Lc 9.47-48.

[7] 18.20 Cf. Lc 10.25.

[8] 18.31-33 Ex 20.12-16; Dt 5.16-20.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Sana a un ciego. Es sintomático y tal vez intencional de Lucas dejar constatado que los Doce no entendieron (no veían) nada de lo que Jesús les había revelado acerca de su final. Aquí registra el caso de un ciego que, a pesar del obstáculo personal (la ceguera) y de los obstáculos externos (los que impiden acercarse a Jesús) es capaz de captar inmediatamente qué clase de persona es Jesús. El relato es utilizado por Lucas para enseñar que no siempre, aunque se tengan intactos los cinco sentidos, se está en grado de conocer a Jesús y de optar por Él.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La curación de un ciego (ver Mat. 20:29-34; Mar. 10:46-52). Las dos historias finales de esta sección son sobre personas que respondieron al llamado de Dios dado por Jesús. Hijo de David era una forma de designar al Mesías (ver Isa. 11:1-10; Jer. 23:5, 6; Eze. 34:23, 24; Luc. 20:41-44). El ciego fue insistente (cf. 18:1) al pedir ayuda a pesar de los que trataban de silenciarlo y Jesús respondió a esa fe.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Lucas parece que esté evocando el relato del mismo ciego. En efecto, éste percibe el movimiento de la gente y pregunta qué pasa (v. 36). Cuando oye que es Jesús, su plegaria se vuelve acuciante (vv. 37-39): «Temo que Jesús pase y no vuelva» (cfr S. Agustín, Serm. 88,13). Pero con su fe consigue su curación y provoca la alabanza a Dios de todo el pueblo (v. 43).


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



20. Exo_20:12-16; Deu_5:16-20.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*18:31-19:28 La última etapa del camino comienza con un nuevo y detallado anuncio de la pasión, muerte y resurrección; el final será la llegada a la meta: Jerusalén.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

τί WH NA28 RP ] + ἂν Treg

Torres Amat (1825)



[27] Que puede dar el espíritu de pobreza a un rico.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

pasaba... Lit. pasa.