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Y, mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. (Lucas 6, 10) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 06

3. PALABRA DE AUTORIDAD (6,1-19).

a) Arrancar espigas en sábado (Lc/06/01-05)

1 Un sábado iba él atravesando un campo de mieses, y sus discípulos arrancaban espigas y, desgranándolas entre las manos, se las comían. 2 Algunos fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?

Los pobres podían coger espigas de los campos si tenían hambre. «Si entras en la mies de tu prójimo, podrás coger unas espigas con la mano» (Deu_23:25). Las espigas se frotan y se desgranan con las manos, y luego se comen los granos que quedan. Algunos fariseos vieron esto y llamaron la atención a los discípulos. Según su interpretación de la ley, era esto infringir el reposo sabático. Coger espigas se contaba entre las faenas de la recolección, y éstas se incluían entre los veintinueve trabajos principales, que a su vez se subdividían en trabajos subalternos, todos los cuales infringían el reposo sabático. Si se trabaja en sábado inadvertidamente, entonces hay que advertir al transgresor que debe o£recer un sacrificio de expiación. En cambio, si el reposo sabático se infringe, pese a la presencia de testigos y a aviso previo, entonces la transgresión se paga con lapidación. En nuestro caso se dirige el aviso inmediatamente a los discípulos, pero en realidad se aplica a Jesús.

3 Entonces Jesús les respondió; ¿Es que ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando tuvo hambre él y los que estaban con él: 4 que entró en la casa de Dios y, tomando los panes ofrecidos a Dios, los que sólo a los sacerdotes es lícito comer, comió de ellos y los repartió también entre sus compañeros?

La tradición de los conflictos sabáticos tenía la máxima importancia para las comunidades cristianas que comenzaban a celebrar el domingo como día de descanso en lugar del sábado. Esta transformación se había consumado ya cuando san Lucas escribía su Evangelio. Para él eran importantes los motivos en que se fundaba la nueva idea de la ley del sábado. Estos motivos muestran la autoridad de Jesús que con su palabra proclama la voluntad de Dios.

Jesús conoce el método dialéctico de las disputas en las escuelas judías y responde con una contrapregunta. Al hacerlo se remite a la Escritura (lSam 21,1-7), autoridad reconocida y suprema. Los panes «de la proposición», los panes ofrecidos a Dios, eran en número de doce y permanecían durante una semana sobre una mesa en el santuario del templo como oferta presentada a Dios. Nadie podía comerlos fuera de los sacerdotes, una vez terminada la semana. Sin embargo, David y sus compañeros los comieron una vez que tenían hambre y no había otro pan a su alcance. Con todo, nadie reprochó esto a David, ni el sacerdote Abimelec, que dio el pan a David, ni los escribas y doctores de la ley. Por consiguiente, la necesidad excusa la transgresión de la ley. Los discípulos no violan, por tanto, la ley al frotar y desgranar espigas el sábado porque tienen hambre. En la interpretación de la ley no se ha de atender sólo a la letra de la ley, sino a la voluntad de Dios. Ahora bien, Dios no dio la ley del culto para afligir a los hombres. La compasión con los hombres le importa más que la observancia de la ley cultual. El sábado no ha de impedir que se preste ayuda al necesitado. Dios quiere misericordia, no sacrificios (Mat_12:5-7).

5 Y añadió: Señor del sábado es el Hijo del hombre.

Jesús, en su calidad de Hijo del hombre, al que ha sido dado por Dios todo poder, tiene también el poder de disponer del reposo sabático y de su interpretación. Interviene en la esfera más sagrada de Dios, en el derecho de Dios a perdonar pecados, en el reposo sabático, que es figura del descanso de Dios después de la creación (Gen_2:2 s), en el ámbito de su glorificación, en el culto divino... Hace uso de su autoridad para librar a los hombres de su aflicción. Dios deja que por medio de Jesús se intervenga en su esfera más sagrada, porque se ha iniciado el tiempo de salvación, que es tiempo de misericordia para los hombres. «En la tierra paz entre los hombres, objeto de su amor.»

b) Curación en sábado (Lc/06/06-11)

6 Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y había allí un hombre cuya mano derecha estaba seca. 7 Los escribas y los fariseos lo espiaban para ver si lo curaba en sábado y encontrar de qué acusarlo.

Lucas procura dar datos exactos: era otro sábado; Jesús enseñaba en la sinagoga; la mano derecha estaba seca; los que lo observaban eran los fariseos y los escribas. Jesús actúa en una hora única en la historia de la salvación, en tiempo y lugar determinados, en circunstancias concretas. La mirada retrospectiva al punto medio de la historia de la salvación es decisiva para la vida cristiana. La vida de Jesús y su palabra histórica ordenan la vida y el tiempo de la Iglesia hasta su segunda manifestación.

La interpretaci6n farisea de la ley sólo permitía curar en sábado cuando había peligro inminente de muerte. La mano seca no representa un peligro inminente de muerte. ¿Qué hará Jesús al ver la aflicción de este hombre? Sus adversarios intensifican la hostilidad del comportamiento. En el primer conflicto sabático observan sólo como casualmente que los discípulos infringen la ley, ahora espían a Jesús para ver si pueden cogerle en infracción para llevarlo ante los tribunales. ¿Qué decisión tomará Jesús en esta situación en que se ve amenazado?

8 Pero él, que les conocía los pensamientos, dijo al hombre que tenia la mano seca. Levántate y ponte ahí en medio, y éste se levantó y se puso allí.

El enfermo está ahora en medio de ellos, como un acusado ante el tribunal, en espera de sentencia de absolución o de condenación. Aquí aparecerá un nuevo principio de interpretación de la ley: lo que ha de decidir no es ya la ley, sino el hombre afectado por la ley. Se sitúa en el centro al hombre, no la letra de la ley. En la cuestión del sábado se trata del hombre. de su salvación o de su ruina.

9 Entonces les dijo Jesús: Yo os voy a preguntar: ¿Es lícito en sábado hacer bien o hacer mal; salvar una vida o dejarla perder?

La cuestión se plantea en presencia del hombre que está en medio de todos con su dolencia y su ansia de curación. El caso particular es subordinado a una cuestión de principio: ¿Es lícito en sábado hacer bien o es necesario hacer mal? La omisión del bien es un mal.

¿Quién querrá decir que la ley del sábado prohíba que se haga el bien y exija que se haga el mal? El sábado es para los judíos, no sólo día de reposo, sino también día destinado a hacer bien y día de alegría. La comida de día de fiesta, el estudio de la ley y la práctica del bien lo convierten en día de fiesta y de alegría. Para viajeros necesitados había que tener comida preparada. ¿Habría que olvidar todo esto? Jesús vuelve a restablecer el verdadero sentido del sábado. Ha de ser un día en el que se disfrute y se proporcione alegría a los demás. Se realiza el sentido del sábado haciendo bien a personas que sufren, usando misericordia. «Misericordia quiero y no sacrificios» (Hos_6:6).

Jesús sitúa a sus adversarios ante esta alternativa: ¿Se ha de salvar una vida en sábado, o se ha de dejar que se pierda? El texto griego no habla de la vida, sino del alma, que es vida y algo más: vida consciente. El hombre que está en medio quiere vivir, vivir sano, no sólo vegetar, quiere sentir gozo de vivir. ¿Es esto posible a un hombre que tiene seca la mano derecha, que no puede trabajar y tiene que vivir de la ayuda ajena? El reposo sabático se explica por la comparación con el reposo de Dios una vez terminada la obra de la creación: «Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás tus obras, pero el séptimo día es día de descanso, consagrado a Yahveh, tu Dios, y no harás en él trabajo alguno» (Exo_20:8 ss). Pero el descanso de Dios no consiste en no hacer nada, sino en vivir la obra, en gozar de ella. -«Dios se gozó en su obra» (/Sal/104/31). El sábado es día en que se vive la vida, en que se goza de la obra, día de glorificación de Dios. ¿No se ha de restablecer mediante la curación este sentido más profundo del sábado? ¿En vez de la vida habría que elegir la ruina?

10 Y mirando en derredor a todos ellos, dijo al hombre: Extiende tu mano. él lo hizo, y la mano se le quedó sana. 11 Pero ellos, llenos de furia, discutían entre sí qué podrían hacer contra Jesús.

La mirada de Jesús gira en su derredor. Alcanza a todos y a cada uno. Ni uno siquiera responde. No querían reconocer su error y su sinrazón ni podían sustraerse a la sabiduría de Jesús. La idea que tenían de Dios les dictaba la autoridad de la letra de la ley, mientras que Jesús proclamaba la voluntad de Dios. Jesús tiene una idea de Dios distinta de la suya. Su Dios es el Dios de la misericordia, el Dios que se acerca a los hombres; el Dios de ellos es el inaccesible, que está sencillamente por encima de los hombres. Se ha iniciado ya el apetecido y apacible año del Señor, y Dios visita a su pueblo por medio de Jesús.

La mano volvió a quedar sana. La restauración del universo forma parte del cuadro de los tiempos mesiánicos. Lo que ahora comienza será llevado a perfección. «El cielo debe retener (a Jesús) hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas desde antiguo» (Act_3:21). Mediante la curación muestra Jesús que le está permitido restaurar el sentido del sábado según la mente de Dios, ya que él mismo aporta la restauración de todas las cosas. El sábado es figura del gran reposo sabático de Dios (Heb_4:8 ss), que se iniciará cuando sean restauradas todas las cosas y todo haya alcanzado su acabada perfección.

El odio impide pensar y reflexionar con lucidez. Los adversarios, ciegos de furia, quieren impedir la acción de Jesús. Discuten entre sí qué pueden hacer para acabar con Jesús. ¿Quién puede levantarse contra el poder y la fuerza del espíritu de Dios? Los adversarios, por no creer, caen en ceguera.

c) Vocación de los doce (Lc/06/12-19)

12 Por aquellos días, salió él hacia el monte para orar y pasó la noche en oración ante Dios.

El relato de las obras de poder de Jesús se cierra de nuevo con un llamamiento. Los adversarios quieren acabar con Jesús. Sin embargo, su obra ha de perdurar. él mismo se cuida en estos días de que no perezca su obra, para lo cual elige a los doce apóstoles. Prepara la gran hora con oración a Dios. Ora en el monte, separado de los hombres, solitario, cerca de Dios. Su oración se prolonga toda la noche. Las tinieblas cubren el mundo, todo desaparece ante la grandeza de Dios. Dios ocupa el centro de su oración.

13 Cuando se hizo de día, llamó junto a sí a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce, a los cuales dio el nombre de apóstoles:...

La oración lo ha unido con Dios. La voluntad de Dios es su voluntad. La elección con los apóstoles la lleva a cabo conforme a la voluntad de Dios. Entre el grupo de discípulos que le han seguido, elige a doce. El número de doce responde al número de los patriarcas del pueblo de la alianza del Antiguo Testamento. Aparece un nuevo pueblo de Dios.

Jesús los llama apóstoles, enviados. A ellos se les aplica el principio jurídico judío: El enviado de una persona es como ella misma (Joh_13:16). Los doce han de ser los representantes jurídicos y personales de Jesús.

La organización de la primitiva Iglesia cristiana se remonta a Jesús. Los miembros de la comunidad son los discípulos. Sobre ellos están los doce. El primer cuadro de la Iglesia lo traza Lucas con las palabras siguientes: «Entraron (en Jerusalén) y subieron a la habitación donde solían parar Pedro y Juan (sigue la lista de los apóstoles)... Todos ellos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con los hermanos de éste» (Act_1:13 s).

14 Simón, al que también llamó Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, 15 Mateo, Tomás, Santiago de Alfeo, Simón llamado el Zelota, 16 Judas de Santiago y Judas Iscariote, el que fue traidor.

Las listas de los apóstoles (Mat_10:2-4; Mar_3:16-19; Act_1:13) tienen rasgos comunes. Siempre va en cabeza Pedro, y Judas Iscariote, al fin. El primero, quinto y noveno lugar lo ocupan siempre los mismos nombres; Simón, Felipe y Santiago de Alfeo. Dentro de los grupos así formados se repiten siempre los mismos nombres, aunque en distinto orden. Parece ser que las listas quieren indicar cierta organización en el colegio apostólico; tres secciones, cada una de cuatro apóstoles.

La lista de Lucas está marcada por rasgos especiales. Pone en cabeza el grupo de los tres discípulos cuya elección ha narrado antes (Act_5:1-11). Presenta a Andrés como hermano de Simón (Mat_10:2). Al otro Simón se le da el apelativo de Zelota, seguramente porque pertenecía al partido de los Zelotas, que profesaban un fanático nacionalismo judío y querían establecer por la fuerza el reino de Dios. En el tercer grupo se designa a Santiago como hijo de Alfeo. A Judas Iscariote (el hombre de Cariot) se le llama traidor. Poco se nos dice de la procedencia, carácter y precedentes de estos hombres. Lo más importante no son los datos biográficos, sino la elección y llamamiento por Jesús y su destino de ser los patriarcas del nuevo pueblo de Dios y los representantes de Jesús.

17 Cuando bajó con ellos, se detuvo en una explanada, donde había un grupo numeroso de discípulos suyos, y una gran multitud de pueblo, de toda Judea y Jerusalén, y del litoral de Tiro y de Sidón, 18 los cuales habían llegado allí para oírlo y quedar sanos de sus enfermedades; igualmente los atormentados por espíritus impuros quedaban curados. 19 Todo el pueblo quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que daba la salud a todos.

Como Moisés, también Jesús baja del monte, de la comunión con Dios, al pueblo. Dios está con él. En torno a Jesús están reunidos los apóstoles, los discípulos, el pueblo, tres círculos que se forman alrededor de Jesús. El centro lo forma Jesús, de él irradia fuerza, él está ungido con el Espíritu. Quien está en contacto con estos círculos, y por ellos con Jesús, recibe las bendiciones del tiempo de salvación.

El territorio del que acuden a Jesús las muchedumbres abarca toda la tierra de Judea, con Jerusalén por capital, y la zona costera de Tiro y Sidón. Estas regiones no se designan como zonas de misión en los Hechos de los apóstoles. Las comunidades cristianas de estas regiones las hace remontar Lucas a Jesús mismo. La noticia de la actividad de Jesús ha alcanzado ya a todo el país e influye más allá de los límites de Palestina.

En las profecías del Antiguo Testamento late la convicción de que Israel, Jerusalén y Sión son el soporte de la salud, al que todos los pueblos acuden para recibir ley e instrucción, luz y gloria de Dios. En Jesús se cumple la promesa. él está ahí, y de él dimana poder de curación y de instrucción. En torno a él se reúnen los padres del nuevo pueblo, provistos del poder y del espíritu de Cristo; en torno a ellos los discípulos, tocados y llamados por la palabra de Jesús, finalmente las muchedumbres, que son curadas y reciben la salud si lo tocan. El Espíritu que lo ha ungido opera en todos los que se reúnen en su derredor. Es la imagen de la Iglesia.

II. PROFETA PODEROSO EN OBRAS Y PALABRAS (6,20-8,3)

La impresión que dejó Jesús la expresan los dos discípulos que se encuentran con el Resucitado en el camino de Emaús: «Jesús Nazareno... un hombre que fue profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo» (24,19).

1. LA NUEVA DOCTRINA (6,20-49).

También Lucas incorporó a su Evangelio, como Mateo, un discurso que se designa como sermón de la montaña (*). La redacción de Lucas contiene apenas la tercera parte de la redacción de Mateo; del análisis literario se desprende que la redacción de Lucas no es sólo un extracto del sermón de la montaña de Mateo. Ambas se remontan a una fuente común, ambos la pusieron al servicio de su presentación del Evangelio. Aunque Mateo refiere cuidadosamente las palabras del Maestro, sin embargo, asimila la palabra profética al discurso de un legislador. Lucas conservó más pura la proclamación profética de Jesús. El curso de las ideas es más sencillo en Lucas y presenta más cohesión. En general conserva la forma originaria y así nos ofrece un fragmento precioso de la más antigua tradición.

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* En la composición de su sermón de la montaña (/Mt/05/17-48) muestra Mateo que la «justicia mayor» que se pide a los discípulos consiste esencialmente en el amor, que halla su más acabada expresión en el amor de los enemigos. En seis antítesis se hace resaltar la nueva predicación de Jesús frente a la ley del Antiguo Testamento. Lc no habla ya de diferencia entre la justicia causada por la ley y la justicia creada por Cristo; al discípulo no se le dice ya que tiene que sobrepasar lo que se había dicho a los antiguos y que su cumplimiento de la voluntad de Dios ha de ser más elevado que la justicia de los fariseos. En la Iglesia emancipada de la ley judaica se presenta el precepto del amor de Jesús como la ley de los discípulos sin más, sin la menor polémica contra la ley del Antiguo Testamento. La pieza principal del sermón de la montaña en Lc habla sólo del amor. Ahora bien, el precepto del amor se presenta como amor de los enemigos. En esto se distingue la esencia del amor, tal como lo entiende Jesús. Es posible que en esto quedara todavía algún resto de la polémica; en efecto, en Mt se formula el imperativo del amor a los enemigos como antítesis frente a la frase: «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo» (/Mt/05/43).

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a) Bienaventuranzas y conminaciones (Lc/06/20-26)

Jesús abarca a sus discípulos con su mirada. El discurso que va a dirigirles se aplica a los discípulos, a todos los que le siguen. Una hora solemne comienza, en la que se emite un anuncio profético. La salud se anuncia a los pobres, las conminaciones van dirigidas a los ricos. Cada una de estas dos estrofas se cierra con una bienaventuranza, que se aplica a los discípulos, o una conminación.

20 Y él, levantando los ojos hacia sus discípulos decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino. de Dios. 21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

Los pobres, los hambrientos y los que lloran son los mismos: los pobres y los que sufren necesidad, que en la tierra son tenidos por los últimos. En efecto, el que es pobre no tiene nada con que saciar su hambre; el que es pobre, es impotente y ve cómo se halla indefenso y sin protección. Los pobres, los hambrientos y los que lloran, de quienes habla Jesús, no poseen bienes materiales y sufren miseria, pero esperan en Dios, confían a Dios su miseria y la reciben como la suerte que les es asignada por Dios.

Jesús les levanta los ánimos y les da su palabra de consuelo. Israel ha experimentado en su historia que Dios toma bajo su protección a los oprimidos y a los pobres, si ellos ponen en él su esperanza. En el tiempo de la opresión en Egipto y en la cautividad de Babilonia era Israel pobre y oprimido, y Dios se encargó de su pueblo. «Yahveh ha consolado a su pueblo, ha tenido compasión de sus males» (Isa_49:13). Dios vuelve los ojos precisamente a los que son pobres y miserables. «Inclina, Yahveh, tus oídos y óyeme, porque estoy afligido y soy un menesteroso» (Psa_86:1). Este proceder de Dios continúa también en el tiempo de salvación anunciado por Jesús. A los pobres se anuncia y se trae la buena nueva (Psa_4:18). Pobreza, hambre, lágrimas por la miseria es un estado agobiante, y sin embargo, Jesús llama bienaventurados a los pobres: Bienaventurados vosotros. Los felicita, y con toda seriedad. En efecto, Dios les da lo más grande que él mismo ha prometido y que conoce la historia de la salvación: el reino de Dios. Cuando Dios tome posesión de su reino, todo estará en orden. Entonces serán saciados los hambrientos, no con manjares de la tierra, sino con una comida que aventajará a toda comida de la tierra. «Serán saciados con la contemplación de su gloria» (Psa_17:15). Los que lloran reirán, pues Dios consolará a todos los afligidos (Isa_61:2). «Cuando restaure Yahveh la suerte de Sión, estaremos como quien sueña. Se llenará entonces de risas nuestra boca y de alegres cantares nuestra lengua. Dirán entonces las gentes: ¡Magníficamente ha obrado con estos Yahveh! ...Los que en llanto siembran, en júbilo cosechan» (Psa_126:1-6).

El reino de Dios se promete a los pobres, porque los pobres están abiertos a Dios, han puesto su esperanza en la hora en que Dios tomará posesión de su reino, porque pueden dirigir libremente la mirada a Dios, ya que no han sucumbido a la ilusión de los que piensan que con la propiedad y el bienestar todo está asegurado.

22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien y cuando os excluyan, os insulten y proscriban vuestro nombre como maldito por causa del Hijo del hombre. 23 Alegraos en aquel día y saltad de gozo; porque mirad: vuestra recompensa será grande en el cielo. Porque de la misma manera trataban los padres de ellos a los profetas.

La cuarta bienaventuranza va dirigida a los discípulos perseguidos. La comunidad de los discípulos se considera, al igual que Israel, como la comunidad de los pobres, es un pequeño rebaño (12,32), impotente, expuesto a la contradicción y a la persecución. Los discípulos confiesan que Jesús es el Hijo del hombre, al que Dios ha dado todo poder: el de perdonar los pecados, el de interpretar en forma nueva el reposo sabático contra la interpretación de los fariseos. Todo esto acarrea odio, exclusión de la comunidad de la sinagoga, ultrajes, ser borrados de la lista de la sinagoga (excomunión)... Odio, persecución, exclusión, muerte como un criminal: todo esto recae sobre Jesús, y por Jesús lo sufren también todos sus discípulos.

¿Es motivo de tristeza esta suerte de los discípulos? No. También a estos pobres, a estos que tienen hambre y lloran les grita Jesús: ¡Bienaventurados vosotros! Alegraos y saltad de gozo. Tal suerte de los discípulos es motivo de alegría. Vuestra recompensa es grande en el cielo. Al discípulo de Jesús, que experimenta la pobreza de los perseguidos, se le dará el reino de Dios con todos sus bienes.

El reino de Dios es un presente que depende de la libre disposición de Dios, es gracia. Pero es también gran recompensa. Dios pone condiciones para la admisión en su reino: fe en Jesús, adhesión a él, perseverancia y firmeza en la persecución, aceptación de la suerte que acompaña a la condición de discípulo. Sólo el que cumpla estas condiciones será agraciado por Dios con su reino.

Los discípulos siguen las huellas de los profetas. Como estos fueron perseguidos -porque como boca de Dios pronunciaban su palabra y la realizaban en la vida-, aunque también tienen participación en el reino de Dios (13,28), así también sufrirán persecución los discípulos. Si los discípulos que siguen a Jesús lo representan y son como su boca, son comparados con los profetas, entonces ¿quién es Jesús?

24 En cambio: ¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! 25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis repletos, porque habéis de tener hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque habéis de gemir y llorar!

Al anuncio de la salud, a las bienaventuranzas, siguen las conminaciones. Jesús echa mano de la proclamación profética (Isa_5:8-23). Las conminaciones no son todavía condenación definitiva, del tiempo final, sino un aviso que quiere poner en guardia y llamar a la conversión y a la reflexión.

Los ricos, los que están repletos y los que ríen, son los que poseen los bienes de la tierra y pueden disfrutar de ellos. El que es rico puede saciar su hambre, tiene lo que desea con avidez, puede reír y estar alegre. Es que nada le falta. Sin embargo, Jesús les dirige la conminación ¡Ay de vosotros! Ante Jesús y su palabra, todas las cosas se invierten. El rico está en peligro por el hecho de ser rico. Cae en un estado de seguridad falaz y no busca el apoyo de su vida donde verdaderamente está, en Dios, sino donde no está, en la posesión de bienes de la tierra. «Guardaos muy bien de toda avidez: pues no por estar uno en la abundancia depende su vida de los bienes que posee» (12,15). Los pobres están abiertos a la buena nueva, al Evangelio del reino de Dios y hallan la salvación. Los ricos están sordos, cerrados a Dios y se encaminan a la ruina; porque, ¿qué es lo que les falta?

Los ricos no tienen nada más que esperar, puesto que ya se les ha pagado y liquidado lo que proporciona el reino de Dios: tienen consuelo, están repletos y ríen, porque sus deseos están satisfechos. Los pobres carecen de consuelo, tienen hambre y lloran; a ellos se les dará la recompensa cuando venga el reino de Dios. La cuenta entre Dios y los ricos está saldada, la cuenta entre Dios y los pobres está todavía abierta.

Abraham dice el rico epulón: «Hijo, acuérdate de que ya recibiste tus bienes en vida, mientras Lázaro, en cambio, los males; ahora, pues, él tiene aquí el consuelo, mientras tú el tormento» (/Lc/16/25). El ahora de la existencia presente se acerca a su fin; lo decisivo es lo que ha de venir, lo que Dios trae con poder y se inicia ya en la proclamación de Jesús. El ahora es fugaz e insignificante, el después es la magnitud que todo lo sobrepasa. ¿De qué aprovechará ser ricos cuando sobrevenga esta inversión de todas las cosas? La carta de Santiago explica la amonestación dirigida a los ricos: «Y ahora vosotros, los ricos, llorad a gritos por las calamidades que os van a sobrevenir. Vuestra riqueza está podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla. Vuestro oro y vuestra plata, enmohecidos, y su moho servirá de testimonio contra vosotros, y como fuego consumirá vuestras carnes. Habéis atesorado para los días últimos. Mirad: el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, y que les habéis escamoteado, está clamando, y los clamores de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis disfrutado en la tierra, os habéis entregado al placer; habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza» (/St/05/01-05).

26 ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! Porque de la misma manera trataban los padres de ellos a los falsos profetas.

El último «¡ay!» se aplica de nuevo a los discípulos, pero a los discípulos que escapan a la persecución y son acogidos por los hombres con hermosas palabras, con palabras de reconocimiento y de halago. Estos discípulos son ricos, no con riquezas y posesiones materiales, sino ricos de espíritu. Están asegurados humanamente, no están en peligro de perder la honra, el bienestar, la vida. Están, en cambio, en peligro de no poder ya, en cada momento, esperar de Dios su existencia. Tales discípulos están amenazados como los ricos.

Los verdaderos discípulos caminan sobre las huellas de los profetas y están expuestos al repudio y a la persecución por parte de los hombres. Los discípulos que no experimentan contradicción alguna tienen que ponerse en guardia. Están en peligro de seguir los pasos de los falsos profetas, que no suscitaban contradicción, que decían palabras halagüeñas y dejaban a los hombres en paz sin mencionarles el Santo de Israel (Cf. Isa_30:9 ss; Jer_23:17 ss.). ¿Pero cómo acabaron los falsos profetas?

Aunque uno sea discípulo, aunque crea y aunque viva en la Iglesia, debe tomar como llamadas dirigidas a él mismo las bienaventuranzas y las conminaciones, debe preguntarse si teme el «¡ay!» porque es de los que poseen, si oye con satisfacción el «bienaventurados» porque no posee, y debe constantemente efectuar la inversión que expresan estas breves exclamaciones. Son inversión de todos los valores, derrumbamiento de todas las fortalezas que el hombre se construye, «ocaso de los dioses», de todos los poderes en que confiamos y en que nos apoyamos. Las bienaventuranzas y los ayes conminatorios abren de un empujón la puerta del reino de Dios, en el que se halla lo que no pueden proporcionar los bienes del mundo y que sólo Dios dará cuando se posesione de su reino.

b) Amor a los enemigos (Lc/06/27-36)

La pieza principal del sermón de la montaña habla únicamente del amor. éste no paga el mal con mal, sino el mal con bien (6,27-31), no es amor que espera ser correspondido (6,32-34), sino que es benéfico, está pronto a perdonar y da con alegría (6,35-38).

27 Pero yo os digo a vosotros, los que me estáis escuchando: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odian; 28 bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian.

Los ricos a quienes van dirigidos los ayes y las amonestaciones no están presentes. Jesús se dirige de nuevo a los discípulos que le escuchan. A éstos habla con autoridad: Yo os digo a vosotros. Su palabra es anuncio de Dios, él habla como quien tiene autoridad, no como los escribas y los fariseos (Mat_7:28).

Jesús redujo la ley al cumplimiento de la voluntad de Dios, al precepto del amor: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo» (Mat_10:27). El camino hacia el amor de Dios con todo el corazón ha quedado despejado con las bienaventuranzas y las conminaciones. Pero ahora se habla del amor al prójimo.

También el Antiguo Testamento conoce el precepto del amor al prójimo: «Ama a tu pr6jimo como a ti mismo» (Lev_19:18). Jesús destaca este precepto de entre todos los demás y le da una importancia capital. Lo interpreta en forma nueva. El prójimo son todos, hasta los enemigos. De esta interpretación radical del amor del prójimo incluso como amor de los enemigos arranca en Lucas la ética del sermón de la montaña.

Por vuestros enemigos se entiende aquí los enemigos del grupo de los discípulos, los calumniadores, perseguidores, enemigos de cada uno de los discípulos. En éstos se piensa en particular. Jesús exige amor. ¿Puede haber un precepto del amor? ¿Puede imponerse la simpatía, pueden adquirirse sentimientos y afectos? El amor que prescribe Jesús consiste en hacer bien, en bendecir, en orar por los otros. Amor es vivir para otro, incluso para el que odia, maldice y maltrata.

El amor a los enemigos no consiste únicamente en perdonar el mal que se nos ha hecho. Aquí no se habla de perdonar; se da por supuesto. Los discípulos de Jesús hacen francamente todo lo que aprovecha al enemigo. El discípulo responde al odio con el bien, a la maldición con bendición, a los malos tratos con oración por el que maltrata. El que ama al enemigo, haciéndole bien no sólo se pone a sí mismo a su servicio, sino también a Dios, del cual implora lo que él mismo no es capaz de hacer. En el discípulo no debe haber ningún rincón de su ser que no esté penetrado del amor a su enemigo: la acción exterior, los deseos y las palabras, el corazón, en el que tiene su asiento la oración.

29 Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra, y a quien intenta quitarte el manto, no le impidas llevarse también la túnica. 30 Dale a todo el que te pida, y no reclames nada de quien intenta quitarte lo tuyo.

El amor al prójimo se hace difícil. Nosotros nos rebelamos contra la injusticia, queremos tomar venganza cuando se nos hace alguna injusticia, queremos tener a raya el mal pagando en la misma moneda: Como tú a mí, yo a ti, «ojo por ojo, y diente por diente» (cf. /Mt/05/38). Jesús exige que no se responda al mal con mal, sino que no se oponga resistencia al mal y se venza el mal con el bien. Estos principios se aplican al mal que se nos hace en la persona: al que te pegue en una mejilla..., y también a los perjuicios que se nos ocasionan en los bienes: a quien intenta quitarte el manto...

La generosidad del discípulo de Jesús no ha de conocer límites: Dale a todo el que te pida, sin consideración de nacionalidad, de comunidad de creencias, de posición personal, de dignidad: no te canses de dar. Jesús va todavía más lejos: No se ha de reclamar la propiedad que se nos quita con astucia y violencia. Quien sufre tales daños no ha de defenderse, no ha de tratar de recobrar lo propio. ¿Ha de convertirse la injusticia en derecho?

¿Podemos oir con calma esta exigencia de Jesús? ¿No se rebela algo en nuestro interior? ¿No se suscita en nosotros la resistencia porque la cosa nos inquieta? ¿No se sacrifica la personalidad con sus derechos? ¿No se abren de par en par las puertas a la irrupción del mal? ¿No se deja el campo libre al desarrollo de los bajos instintos de los hombres malvados?

Los ejemplos de Jesús nos suenan como algo tan sorprendente, tan paradójico, tan chocante, porque los hombres se atienen en sus relaciones a normas completamente diferentes. Ponen de manifiesto cuán contrario a Dios es el comportamiento del hombre cuando el reino de Dios no se ha posesionado de él y lo ha transformado. Nosotros creemos que el mal se desarraiga si le oponemos resistencia, si pagamos mal con mal. Jesús, en cambio, anuncia que el mal se vence con el bien; él trae el reino de Dios, y con la suma de todo el bien que en él se despliega se logra el triunfo del bien sobre el mal.

La manera como se expresa Jesús es gráfica, está llevada al extremo; es que quiere suscitar en nosotros inquietud, despertarnos, espolearnos, transformarnos. Los ejemplos son meros ejemplos: lo que importa es el comportamiento a que nos invita. No da lecciones acerca de deberes morales en las que se analicen todas las condiciones y todos los reparos, todo «si» y todo «pero». Con su palabra no quiere promulgar un nuevo código compuesto de cuatro artículos: Primero: Al que te pegue en tu mejilla... Segundo: A quien intente quitarte el manto....etcétera. Esto sería desconocer el sentido de las palabras de Jesús. Los ejemplos son realizaciones ejemplares de un comportamiento. Lo que él quiere es este comportamiento, quiere que el discípulo trate de realizarlo y de ponerlo en práctica en las múltiples circunstancias de la vida.

31 Y de la misma manera que queréis que os traten los hombres, tratadlos también vosotros a ellos.

¿Cómo se ha de poner en práctica el amor de los enemigos, qué debo hacer a mi prójimo? ¿Y también a mi enemigo? Maestros de sabiduría y maestros de la ley entre los judíos y entre los paganos formularon sobre este particular la regla áurea. El viejo Tobías da a su hijo esta instrucción: «Lo que no quieras para ti, no lo hagas a nadie» (/Tb/04/15). El doctor judío Hilel se expresa en términos parecidos: «Lo que no te agrada a ti, no lo hagas a tu prójimo; esto es toda la ley, todo lo demás es explicación.» En la sabiduría griega se conocía esta regla desde muy antiguo. Los estoicos la expresaron en esta forma: «Lo que no quieras que te hagan a ti, no lo hagas tú a nadie.» El hombre lleva constantemente consigo el código y la pauta de su comportamiento con los semejantes. Lo que uno desea y lo que uno necesita le enseña lo que ha de hacer. Jesús enuncia en nueva forma esta regla áurea: De la misma manera que queréis que os traten los hombres, tratadlos también vosotros a ellos. Los otros dan como regla que no se ha de hacer al prójimo nada que sea desagradable; Jesús da como regla que se ha de hacer el bien al prójimo, incluso al enemigo. Ahí está la gran diferencia: no sólo no hacer mal, sino hacer bien. El discípulo de Jesús no se ha de contentar con no hacer mal, sino que ha de hacer bien, todo el bien que él mismo desea para sí. El amor de nosotros mismos se hace ley y medida de nuestro amor al prójimo, amor que debe estar pronto a amar incluso al enemigo. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»

32 Y si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tenéis? Porque también los pecadores aman a quienes los aman. 33 Y si hacéis bien a los que bien os hacen, ¿qué gracia tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis cobrar, ¿qué gracia tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo correspondiente.

Los discípulos de Jesús deben cumplir la voluntad de Dios más radicalmente que todos los demás. No deben llevar ya una vida como la que llevan los pecadores. Son sal de la tierra, luz, ciudad sobre la montaña (Mat_5:13 ss).

Su amor no debe por tanto ser únicamente un amor que espera ser correspondido. Si sólo amaran a aquellos de quienes reciben muestras de amor, no harían ventaja a los pecadores. Deben amar incluso cuando no se ven compensados y correspondidos por los hombres. Deben amar porque tal es la voluntad de Dios. «Cuando vayas a dar una limosna, que no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te dará la recompensa» (Mat_6:3 s).

El amor se manifiesta haciendo bien, prestando... Donde surge una necesidad, allí está el que ama. El amor que exige Cristo es amor de obras: «Hijitos, no amemos de palabra ni con la lengua, sino de obra y de verdad» (1Jo_3:18). El amor puede ser un precepto, porque es amor de obras. Puede desarrollarse en aquel que se mantiene abierto al otro y a su necesidad. Quien piensa en el otro, tiene fuerza para amar.

Jesús promete recompensa al amor. ¿Qué gracia tenéis? Dios reconoce las obras del hombre, da su gracia a aquel cuyas obras le son agradables.

35 Vosotros, en cambio, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada. Entonces será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo; que él es bueno aun con los desagradecidos y malvados.

Sin esperar nada. éste es el distintivo del amor de los discípulos. Ni reconocimiento por parte de los hombres, ni alabanza, ni compensación. El amor no es cálculo. Brota de lo más íntimo de uno y se desarrolla. Incluso cuando el discípulo da prestado, no da para volver a recibir, sino sólo por deseo de ayudar. Dado que en el amor a los enemigos hay que renunciar a toda esperanza de correspondencia y de amor, por eso tal amor es el que mejor y más genuinamente representa el amor del discípulo de Jesús. Lo que mueve al discípulo a amar es sólo la voluntad de Dios, su reino, Jesús, el Maestro, y su palabra.

El discípulo que cumple el precepto de amar a los enemigos, recibe gran recompensa. Es llamado hijo del Altísimo. Este título recibió Jesús en la anunciación del ángel. «éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre» (1Jo_1:32). El que cumple el precepto de amar a los enemigos, tiene participación en la filiación y en el reino de Jesús.

La filiación divina no es sólo una esperanza para el fin de los tiempos; se da ya cuando se vive el amor a los enemigos. Con el amor desinteresado, que no se contenta con corresponder al amor, el discípulo se hace semejante a Dios mismo, porque Dios es bueno aun con los desagradecidos y malvados. Es hijo del Altísimo que con su amor infinito está por encima de toda la agitación de los hombres.

36 Sed misericordiosos, como misericordioso es vuestro Padre.

Es misericordioso quien se deja afectar por la miseria del hombre, el que está abierto a la necesidad ajena y presta ayuda donde halla a alguien oprimido por la carga.

Jesús anuncia que Dios es Padre misericordioso. El reino de Dios comienza con el anuncio del Evangelio a los pobres, de la liberación a los cautivos, de la vista a los ciegos, del alivio y libertad a los que están agobiados. Jesús, al que Dios envió para proclamar y aportar el tiempo de salvación, va por el país derramando beneficios. Perdona los pecados y se interesa por los pecadores, habla de la alegría del Padre celestial por los pecadores que en este tiempo de gracia vuelven a él (1Jo_5:11-32) (*).

La misericordia del Padre enseña al discípulo lo que él mismo ha de hacer; Jesús exige lo que los judíos llamaban «imitación de Dios». «Como Dios viste a desnudos (Gen_3:21), viste tú también a desnudos. Como Dios visita a enfermos (Gen_18:1), visita tú también a enfermos... Como Dios es llamado misericordioso y clemente, sé tú también misericordioso y clemente y da a todos sin compensación... Como Dios es llamado bondadoso... sé tú también bondadoso».

El amor tiene dos normas conforme a las cuales se puede apreciar y comprobar el amor. El deseo del propio corazón (ama a tu prójimo como a ti mismo) y la misericordia del Padre celestial. Las dos normas son una; en efecto, el discípulo es hijo del Altísimo, imagen de Dios. Jesús vuelve a restaurar en el hombre la imagen de Dios, porque anuncia el reinado del Altísimo, que es nuestro Padre lleno de misericordia.

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* Cf. Luk_15:4-10; Luk_7:36-47; Luk_18:10-14; Luk_19:1-10. En la invitación de Jesús a los pecadores y en su trato con ellos se expresa fundamentalmente la misión de Jesús.

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c) No juzguéis (Lc/06/37-38)

37a No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados.

El comienzo del amor y de la misericordia con los hombres está en que no nos constituyamos en sus jueces. El que investiga si el otro merece misericordia y amor, si es o no «digno», peca ya contra el precepto del amor; en efecto, el amor da porque se compadece de la necesidad del otro.

La función del juez se desarrolla en dos actos: en juzgar y en condenar. De uno y otro nos disuade Jesús. Aquí no se trata del ejercicio de la potestad judicial en un complejo social, sino de juzgar con el pensamiento y con palabras cuando no se ha recibido tal encargo. Las palabras de Jesús no vedan el enjuiciamiento moral de la acción; lo que prohíben es que se declare culpable al que ha puesto la acción.

Jesús formuló el imperativo de la misericordia y del amor al prójimo. «Amad a vuestros enemigos.» «Sed misericordiosos.» De esto se pedirá cuenta en el juicio de Dios. El que se constituye en juez de los otros, provoca el juicio de Dios sobre sí mismo. Mi comportamiento con los otros será la norma del comportamiento de Dios conmigo.

37b Perdonad y seréis perdonados; 38a dad y se os dará; una buena medida apretada, bien rellena, rebosante, echarán en vuestro regazo.

La culpa y la transgresión que ha cometido el otro contra nosotros podría ser un obstáculo para el amor y la misericordia. Jesús indica dos maneras de superar el obstáculo: perdonar y dar. Cuando se perdona se derriban las barreras que se levantan entre el yo y el tú. Cuando se da, se tienden puentes.

Una vez más se formula el imperativo bajo la amenaza del juicio. Y seréis perdonados;... y se os dará. Dios adaptará su proceder judicial a nuestro comportamiento. El resultado del juicio se pone en nuestras manos. «Perdónanos nuestros pecados, pues también nosotros perdonamos a todo el que nos debe» (11,4).

Vendrá el día de la paga. Para el que haya dado será un día de abundantísima recolección. Dios es como un labrador que asigna magnánimamente la paga a sus trabajadores. Se medirá con la fanega. El labrador avaro llena la medida y pasa luego el rasero por encima para no dar más de lo que se había ajustado. El labrador magnánimo aprieta el trigo en la medida, la sacude, para que se llenen los huecos y se pueda echar todavía más y hasta añade algo hasta que rebose la medida. Dios se asemeja al labrador magnánimo. Es el más generoso pagador. Su recompensa no es el salario merecido, sino regalo de su generosidad. La idea de recompensa o de salario no debe inducir a rebajar lo infinito del amor de Dios. Lo que da Dios es infinitamente superior a la prestación. «Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»

38b Pues con la medida con que midáis seréis medidos.

Dios no tiene medida en dar, pero sólo da al que a su vez ha dado. Podemos también decir que Dios perdona sin medida ni tasa, pero sólo al que a su vez ha perdonado. Las palabras sobre el amor de los enemigos se pronuncian con vistas al juicio final. Pero no rematan en la justicia vindicativa de Dios, sino en lo desmesurado de su bondad. Todas las sentencias se pronuncian con el mismo ritmo, pero cuando se habla de dar, se encarece la promesa: Y se os dará una medida colmada. Así el centro de gravedad se desplaza de la severidad a la bondad de Dios, del juicio a la bendición, de la amenaza a la promesa, del temor a la esperanza.

En la conclusión vuelve a insinuarse la amonestación: medida por medida. El que da poco, recibirá poco; el que da con abundancia -todavía se percibe la imagen de la magnanimidad divina-, recibirá con abundancia. La misericordia infinita de Dios en el juicio no es una misericordia sin condiciones. El que dé y perdone a los hombres, recibirá abundantemente el don y el perdón de Dios; el que no dé ni perdone a los hombres, no puede esperar don ni perdón de Dios.

d) La verdadera religiosidad (Lc/06/39-49).

39a Les propuso también una parábola.

Con esta breve observación se introduce una nueva sección del discurso. Parábola es el título exacto, pues se refieren cinco breves parábolas. Con ellas se quiere hacer reflexionar. A lo que ya se ha dicho -al discurso profético (6,20-26) y al de exhortación (6,27-38)- se añade la predicación en parábolas. Los discípulos deben ser personas que aman, deben vivir para los otros. En el sermón de la montaña de san Mateo se caracteriza la misión de los discípulos con las imágenes: sal de la tierra, luz que ilumina a todos, ciudad sobre la montaña (Mat_5:16).

Allí aparece como algo innatural y reprobable que no se brille delante de los hombres a fin de que éstos vean las buenas obras y glorifiquen al Padre. También en el sermón de la montaña del Evangelio de Lucas se presupone tal fuerza luminosa de la vida de los discípulos. ¿Pero cómo han de estar pertrechados los discípulos para llevar a cabo esta obra apostólica? Deben ser buenos maestros (Mat_6:39-42), el ser y la palabra deben ser uno (Mat_6:43-45), la acción debe acompañar los sentimientos (Mat_6:46-49).

39b ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? 40 No hay discípulo que esté por encima del maestro; pues el perfectamente instruido será, a lo más, como su maestro.

Las palabras de Jesús sobre el guía ciego iban dirigidas contra los fariseos. Estos se presentaban como guías del pueblo en materia de religiosidad. Con cuidado meticuloso estudiaban la ley y trataban de observarla. Sin embargo, eran guías ciegos, pues estaban cerrados a la más grande revelación de Dios y se hacían inaccesibles a la palabra de Dios proclamada por Jesús. Los discípulos de Jesús vienen ahora a ocupar el puesto de estos guías ciegos. Las palabras de Jesús que se referían a los fariseos y a los escribas, se aplican también a los discípulos, si ellos mismos son ciegos.

El discípulo de Jesús ha de ser consciente de su responsabilidad. No puede ser ciego. ¿Cuándo, pues, no es ciego? Cuando está instruido como su maestro. El Maestro es Jesús. Es un maestro que no es superado por ningún discípulo: maestro singular y único. No hay discípulo que esté por encima del maestro. Este dicho se verifica en la escuela de los doctores de la ley, puesto que el maestro transmite lo que ha recibido, y el discípulo no tiene nada que hacer sino aceptar lo transmitido. El discípulo de Jesús transmite lo que ha recibido de Jesús. ¿Cómo estaría a la altura de la responsabilidad que tiene de los otros si no estuviera armado con la palabra de Jesús, si no se la hubiera apropiado?

41 ¿Por qué te pones a mirar la paja en el ojo de tu hermano, y no te fijas en la viga que en tu propio ojo tienes? 42 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Hermano, déjame que te saque la paja del ojo, cuando tú mismo no ves la viga que tienes en el tuyo. ¡Hipócrita Sácate primero la viga del ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Para ser fiel a su misión debe el discípulo corregir a los que yerran y faltan, y ayudarlos a despojarse de sus faltas. Las palabras de Jesús presuponen la solicitud por los hermanos, por los que tienen la misma fe. San Mateo, al hablar del orden en la Iglesia, nos conservó unas palabras que prevén el proceso de tal corrección fraterna: «Si tu hermano comete un pecado, ve y repréndelo a solas tú con él...» ( Mat_18:15 ss). La corrección entraña peligro. Un peligro es el de medir con una falsa medida. El amor propio desfigura la verdad. La imagen de la paja y la viga es un cuadro de vivos colores. Las más pequeñas faltas del otro se ven aumentadas, las mayores faltas propias se disminuyen. Sólo puede haber corrección cuando uno renuncia a tenerse por justo y a querer imponerse.

El segundo peligro de la corrección está en la hipocresía. El que corrige al otro da a entender con ello que quiere vencer el mal en el mundo. Pero si ni siquiera lo vence en sí mismo, entonces surge una lamentable discrepancia entre el interior y el exterior. Se emprende la lucha contra lo malo en el otro. Pero, ¿y en uno mismo? Sácate primero la viga del ojo. Comienza primero la corrección por ti mismo, con lo cual se sientan las bases para la corrección del otro.

En el discípulo de Jesús ha comenzado a influir el reino de Dios. Pero esto presupone conversión y arrepentimiento. El arrepentimiento reconoce la propia culpa y el propio pecado, comienza por condenar las deficiencias del propio corazón; así puede uno acercarse al hermano con paciencia, con perdón y generosidad.

43 Porque no hay árbol bueno que dé fruto podrido; ni tampoco árbol podrido que dé fruto bueno. 44 Cada árbol se conoce por su fruto; pues de los espinos no se cosechan higos, ni se vendimian uvas de un zarzal.

El peligro de la hipocresía sólo se vence si hay armonía entre los sentimientos interiores y la acción exterior. Las manifestaciones externas, las obras y las palabras, son buenas cuando es bueno el fondo interior del que provienen. Para los fariseos y los escribas es buena una acción si está en consonancia con la ley; Jesús, en cambio, la llama buena si procede de un interior bueno. El corazón, sede de los pensamientos, de los deseos y sentimientos, es la fuente de los buenos y malos pensamientos, palabras y obras, es el centro de la decisión moral. «De lo interior, del corazón de los hombres, proceden las malas intenciones, fornicaciones, robos, homicidios...» ( Mar_7:21 ss). Ahora bien, ¿cuándo es bueno el corazón?

Las palabras y las acciones que proceden del hombre dan a conocer cuál es su estado interior. Descubren el corazón del hombre, como los frutos dan a conocer la naturaleza y la calidad de un árbol. Los espinos no producen higos...

45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el malo, de su mal tesoro saca lo malo. Pues del rebosar del corazón habla su boca.

Aquí cambia la imagen. El corazón, sede de las decisiones morales y religiosas del hombre, se puede comparar con un tesoro. Del núcleo de la personalidad, sede de las decisiones morales y religiosas depende que las palabras y las acciones sean buenas o malas, de que el hombre mismo sea bueno o malo. El discípulo de Jesús, que ha de ser luz para los otros, debe poseer un corazón al que rebose todo bien. Este rebosar se muestra en palabras y acciones. El buen orden de la conciencia es prerrequisito del cristiano apostólico.

Ahora bien, ¿cuándo es el corazón un arca, un tesoro que sólo contiene bien y del que sólo sale bien? ¿Cuándo es bueno el interior del hombre? ¿Cuándo está en orden su conciencia? Según el Evangelio, no por el mero hecho de manifestar el hombre su ser natural. Sólo cuando el hombre está completamente transformado por Jesús, el Maestro, es también bueno su corazón. Cuando la palabra de Jesús es asimilada por este corazón, cuando se han posesionado de él el reino de Dios y su justicia, entonces es el corazón un arca de la que rebosa el bien. Una vez más se formula como imperativo fundamental de Jesús el arrepentimiento, el retorno a Dios. El hombre bueno es el que mediante la conversión se pone en la debida relación con Dios. No es el arrepentimiento en cuanto tal el que hace al hombre interiormente bueno, sino Dios y su reino; sólo que el reino de Dios presupone que se retorne a Dios, que se aparte uno de la culpa, que se haga pequeño.

46 ¿Por qué me llamáis: ¡Señor, Señor!, y no hacéis lo que os digo?

Jesús hace el mayor hincapié en la intención con que se ha de producir la acción. Pero esto no quiere decir que no dé importancia a la acción exterior. Exige la acción como fruto de la intención.

Los discípulos lo invocan como Señor. Así llamaban a sus maestros los discípulos de los doctores de la ley. Para los discípulos que le seguían era Jesús el rabí, el maestro y doctor. Pero no es su Señor sólo en este sentido; para ellos es más. Por él habla Dios. El pueblo decía: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros» (Mar_7:16). Después de pascua predicó Pedro: «Dios ha hecho Señor y Mesías a este Jesús a quien vosotros crucificasteis» (Act_2:36). «Señor» expresa lo más alto y más elevado en cuanto a dignidad. Quien leía la traducción griega del Antiguo Testamento hallaba el nombre de Dios, Yahveh, traducido por «Señor». Todo esto está implícito cuando se dice: ¡Señor, Señor! El Señor es el que pronuncia las palabras del sermón de la montaña.

El Señor tiene derecho de libre disposición, él manda, es juez. Su palabra tiene fuerza de ley divina. Ahora bien, sería la mayor contradicción llamar a Jesús Señor, reconocer su palabra y su voluntad y, sin embargo, no hacer nada. La pregunta de Jesús quiere despertar al oyente y hacerle reflexionar.

47 Os voy a decir a quién se parece todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica. 48 Se parece a un hombre que, al ponerse a construir una casa, cavó y ahondó, y puso los cimientos sobre la roca; cuando llegó la crecida, el torrente se precipitó contra aquella casa, pero no pudo derribarla, por estar bien construida. 49 En cambio, el que oye pero no practica, se parece a un hombre que se puso a construir una casa a flor de tierra, sin cimientos; cuando el torrente se precipitó contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre de aquella casa fue completo.

Para ser discípulo de veras, que es lo que conduce a la salvación, es necesario ir a Jesús, reconocer que es él quien decide y ser el discípulo que oye sus palabras, las acepta y las pone en práctica. En la vida de la Iglesia después de la exaltación de Cristo quiere esto decir: ser uno con Cristo sacramentalmente, aceptar con fe la palabra de Cristo, que pervive en la Iglesia, y vivir del sacramento y de la palabra.

Las dos parábolas las coloreó san Lucas conforme a la mentalidad de los griegos. Describió la construcción de manera diferente que san Mateo (Mat_7:24-27), que se limita a decir: «Construyó su casa sobre la roca»; «construyó su casa sobre la arena». Según san Lucas se cava cuidadosa y laboriosamente para echar los cimientos, o bien no se cava en absoluto y se construye la casa sobre la tierra, sin cimientos. La irrupción de la catástrofe es en Mateo auténticamente palestina: «Cayó la lluvia, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y batieron contra la casa aquella.» Lucas, en cambio, dice: «Cuando el torrente se precipitó...» También la palabra de Dios continúa encarnándose en la tradición; se amolda a los hombres, desciende a los hombres, para penetrar completamente en ellos y en el mundo en que viven.

Las parábolas y las palabras que las preceden no dejan la menor duda de que el sermón de la montaña debe ponerse en práctica. La salud o la perdición depende de que se practiquen o no las palabras de este discurso. Las palabras finales: El desastre de aquella casa fue completo, van más allá de la imagen para pasar a la realidad. El que oye las palabras, pero no las practica sufre gran catástrofe en el juicio final.

Atendiendo a estas palabras ¿habremos de decir que el sermón de la montaña sólo trata de hacernos comprender que somos pecadores perdidos? Cierto que se trata de esto, pero no sólo de esto. ¿Trataba sólo de trazar la imagen del hombre que ha experimentado el nuevo nacimiento del mundo porque se ha realizado plenamente el reinado de Dios? En el sermón de la montaña se tiene sin duda presente el reino de Dios. Comienza, en efecto, con la promesa de este reino y termina con el juicio. Las exigencias del sermón de la montaña (el hombre del amor, el hijo del Altísimo...) se realizarán plenamente cuando se realice plenamente el reino de Dios. Pero el sermón de la montaña se proclama como condición de la entrada en el reino de Dios. Con la venida de Jesús se ha iniciado en el mundo el reino de Dios, y el que va a Jesús, oye su palabra y la practica, tiene también participación en sus fuerzas. El que dice a Jesús: «¡Señor, Señor!», está bajo el reinado del Señor. pero no por ello se le dispensa de obrar. La constante actitud de retorno a Dios pone los cimientos par a una vida regida por las palabras del sermón de la montaña. Preserva de la hipocresía, que pone simplemente las palabras en la boca, pero no las realiza en uno mismo, crea el buen corazón del que pueden proceder las buenas obras, y mueve a poner en juego todas las fuerzas para cumplir la voluntad de Dios descubierta en la palabra. En un corazón abierto mediante la conversión a Dios hay lugar para el reino de Dios, se despliega el amor, mediante el cual el hombre vive para Dios y para los semejantes. La misericordia de Dios que se revela en su reino, penetra a este hombre, que así viene a ser hijo del Altísimo.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 6.

Sobre la cuestión del sábado, 6:1-11 (Mat_12:1-14; Mar_2:23-28; Mar_3:1-6). Cf. comentario a Mat_12:1-14.
1 Aconteció que un sábado, atravesando El por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas, y, frotándolas con las manos, las comían. 2 Algunos fariseos dijeron: ¿Cómo hacéis lo que no está permitido en sábado? 3 Jesús les respondió: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y sus acompañantes? 4 ¿Cómo entró en la casa de Dios y, tomando los panes de la proposición, comió y dio a los que venían con él, siendo así que no es lícito comerlos sino sólo a los sacerdotes? s Y les dijo: Dueño es del sábado el Hijo del hombre. 6 Otro sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba; y había allí un hombre que tenía una mano seca. 7 Le observaban los escribas y fariseos para ver si curaría en día de sábado, a fin de tener de qué acusarle. 8 El, que conocía los pensamientos suyos, dijo al hombre de la mano seca: Levántate y ponte en medio. El, levantándose, se quedó en pie. 9 Díjoles Jesús: Voy a haceros una pregunta: si es lícito hacer bien o mal en sábado, salvar un alma o perderla. 10 Y dirigiendo su mirada a todos ellos, les dijo: Extiende tu mano. El lo hizo, y su mano quedó sana. 11 Ellos se llenaron de furor, y trataban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.

Lc, como los otros dos sinópticos, agrupa aquí dos sucesos tenidos con motivo del reposo sabático, apuntándose ya, literalmente al menos, los primeros conatos serios de perder a Cristo.
El primer episodio (v.1-5) presenta una dificultad crítica. La lectura es doble: un sábado; otra variante lee: un sábado segundo primero. Sobre esta interpretación segunda se han propuesto diversas opiniones; sería para indicar el sábado siguiente al pascual; una glosa al estilo del calendario de Qumrán; una interpolación 1. Esta segunda lectura fue seguida por lectores antiguos; los modernos, generalmente, la rechazan críticamente 2.
El relato de Lc es más sintético que el de Mt, y omite una dificultad clásica que trae Mc sobre el sacerdote a quien le piden los panes. Pero saca la misma conclusión: si la ley sabática tiene excepciones, incluso en el reposo sabático, tan sagrado, no pueden extrañarse que El obre así, permitiendo que así obren sus discípulos, pues El es Señor del sábado 3. Cristo se pone en la misma línea de la legislación. Siendo este precepto más que mosaico, divino, El se sitúa en esta esfera.
Los tres sinópticos concluyen con la frase siguiente para justificar su acción: Porque señor (?????? ) del sábado es el Hijo (b dóc) del hombre (Mt). En Mc le precede que el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mar_2:27). Y, a continuación, se pone la sentencia antes citada. Pero no parece lógico decir: Si esta sentencia circuló independientemente de este episodio, la expresión Hijo del hombre podría haber sido empleada con toda la carga de un título de exaltación. Pero si la sentencia formó siempre parte de este relato, entonces hijo del hombre sería simplemente un aramaísmo para significar cualquier hombre, cuyas necesidades son siempre más importantes que una prescripción legal (cf. C. Stuhlmueller, év. s. S. Lúc [1973] 345-346).
Esto no parece lógico. En primer lugar, no dice hijo del hombre, sino con artículo (ó ???? ??? ???????? ), frase perfectamente técnica en los evangelios para designar a Cristo (Mar_2:27). Además ese determinado el hijo (b ???? ) del hombre, es Señor (?????? ) del sábado. Y aunque a ?????? (Mar_2:27) le falta el artículo aparece en variantes queda lo suficientemente expresado con un título, igualmente característico en la Iglesia primitiva, para expresar a Cristo en su formalidad de Dios. Hasta tal punto que San Pablo, en el pasaje de la kenosis, dice: para que toda lengua confiese, que Señor (?????? ) es Jesucristo, para (Flp_2:11); ni aquí se utiliza el artículo para determinar algo que es la gran confesión de lo que es Cristo: Señor. A esto se une el lugar paralelo de Mt en el que se proclama antes a Cristo superior al templo (Mat_12:6). Posiblemente la frase sea independiente, pero, en cualquier caso, no está por hombre, sino que es término técnico el Hijo del hombre de Cristo, máxime con el contexto ambiental de Mt y de la Iglesia primitiva. Ni aquí se trata de demostrar que el sábado cae bajo la jurisdicción del hombre, sino de Cristo, que es a quien le plantean el problema, y el que, interpretativa y autoritariamente, responde a la cuestión.
Un pequeño detalle (v. 10) hace ver que esta escena tiene lugar ya pasada la Pascua, pues los discípulos frotaban las espigas, ya secas, con las manos para comer el grano, si no es un detalle redaccional.
A este episodio se le une otro (v.6-11) también en sábado. Cristo está en los oficios sinagogales, seguramente explicando su doctrina, lo que permite mejor el hacer la pregunta que dirige a los escribas y fariseos, que lo espiaban para ver si curaba a un enfermo.
La respuesta de Cristo, que conocía los pensamientos de ellos, fue hacer el milagro. Para ello le hace salir al medio de la sinagoga, seguramente delante de los primeros puestos que ocupaban los fariseos, y le hace una pregunta de contrastes orientales: Si es lícito hacer bien o mal en sábado, salvar un alma o dejarla perderse.
Alma ???? está por vida, por la persona. La expresión literaria hacer bien o mal. suele tener un sentido de exclusividad, v.gr., no hacer nada bueno 4.
Mc acusa muy fuertemente la mirada airada que Cristo dirige a aquel grupo, entristecido por la dureza de sus corazones, ya que callaban ante su pregunta. Lc, resaltando escuetamente que los miró, omite el aspecto de santa ira de Mc. Acaso por temor de que sus lectores no lo comprendiesen bien.
La respuesta al silencio fue la curación de aquella mano paralizada. Otra vez más hacía ver que la Ley tenía las excepciones de estar hecha para el hombre, y El puso, además, la rúbrica divina de sus poderes: era Señor del sábado.
Lc, como Mc, omiten la pequeña parábola de la oveja caída. Es una añadidura de Mt.
La consecuencia que sacaron los escribas y fariseos fue la confabulación para prender a Cristo. Cabría pensar si estas escenas no están adelantadas, ya que la confabulación para hacer morir a Cristo se comprendería mejor más tarde, después de haber ejercido más su vida de público ministerio. Aparte que en Mt-Mc se dice que tomaron contactos insistentes (Mat_12:14; Mar_3:6). Lc omite que para esto se concertaron con los herodianos (Mc). Acaso porque a la hora de la redacción de su evangelio y para sus destinatarios esa alusión de una fracción local y pequeña no sería comprensible. Lc no aborda el tema de la muerte de Cristo hasta que relata el viaje a Jerusalén, que terminará en la muerte (Luc_9:20-50).

La elección de los Doce,Luc_6:12-19 (Mat_10:1-4; Mar_3:13-19). Cf. comentario a Mat_10:1-4.
Lc comienza aquí el Sermón de la Montaña. Su reducción, con relación a Mt, es muy grande. Lc refleja mejor el estado primitivo del mismo, que aparece muy amplificado en Mt, por razón de la sistematización de su evangelio, aunque también por probables omisiones de Lc.

12 Aconteció por aquellos días que salió El hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios. 13 Cuando llegó el día, llamó a sí a los discípulos y escogió a doce de ellos, a quienes dio el nombre de apóstoles: 14 Simón, a quien puso también el nombre de Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, 15 Mateo y Tomás, Santiago el de Alfeo y Simón, llamado el Zelotes; 16 Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor, 17 Bajando con ellos del monte, se detuvo en un rellano, y con El la numerosa muchedumbre de sus discípulos, y una gran multitud del pueblo de toda Judea, de Jerusalén y del litoral de Tiro y Sidón, 18que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades; y los que eran molestados de los espíritus impuros eran curados. 19 Toda la multitud buscaba tocarle, porque salía de El una virtud que sanaba a todos.

Mt separó del sermón del Monte la elección de los Doce. Igualmente Me; suponiendo el cuadro en el monte, lo presenta como un caso aislado.
Lc es el que destaca que Cristo, antes de esa trascendental elección, salió hacia la montaña y pasó la noche orando. Mc, en cambio, destacará más la plena libertad que Cristo tuvo en esa elección. Lc dice que les dio el nombre de apóstoles. Lc es el que más usa este nombre (Luc_9:10; Luc_17:5; Luc_22:14; Luc_24:10); los otros evangelistas apenas lo usan. Este nombre corresponde al arameo shalihá, y significa el que recibe una misión determinada. Cristo busca un grupo, contrapuesto a las doce tribus. Con él quiere formar los jefes del nuevo Israel. La misión que les confía es triple: que le acompañen (para formarlos bien); para enviarlos a predicar la doctrina del reino, sobre todo después de la gran iluminación de Pentecostés; y para confiarles el poder de expulsar demonios: con ello se demostrará la llegada del Mesías, una de cuyas características sería ésta, y, por tanto, ellos quedarían bien acreditados como apóstoles del Mesías para la expansión de su reino.
El que Cristo, y allí mismo, los haya denominado apóstoles, es muy discutible 5. Sólo Lc pone entre los apóstoles a Judas de Santiago, que Mt-Mc lo denominan Tadeo 6.
Lc relata a continuación de esta elección que Cristo baja con ellos, mientras Mt presenta el cuadro subiendo Cristo y los discípulos a un monte. Son dos perspectivas histórico-literarias distintas, en que se sitúan momentos diversos de la escena. Como Lc no había presentado aún el escenario de este episodio, lo que Mt había hecho antes, tiene que presentar a Cristo subiendo a la montaña. Y con él baja también una numerosa muchedumbre de sus discípulos y las multitudes que habían venido para oírle y ser curadas.
Lc destaca que la multitud le apretujaba porque salía de El una virtud que sanaba a todos. Se reconoce este hecho. El curanderismo rabínico nada tenía de esto. Pero el mismo Lc hará ver luego que esta virtud curativa exigía fe en el paciente (Luc_8:46): la fe o confianza que tantas veces relatan los evangelistas que Cristo pedía para curar. Su obra benéfica no era obra de magia, sino de confianza y entrega a El 7: un relacionarse con el reino. También las curaciones eran triunfo sobre Satán, y beneficio del reino, que mira al hombre total.
Como en toda fuente de la vida de Cristo, el kerygma de este discurso, en su forma abreviada, se conservó en arameo. Y como siempre Mt-Lc lo adaptan a sus fines o lo toman de versiones griegas ¿ampliadas? ¿seleccionadas? distintas. El Sermón del Monte tiene en Mt 107 versículos; en Lc hay 30/32. Además gran parte del material que sólo aparece en el Sermón de Mt aparece en Lc en otros lugares (cf. Lc 9:51-18:14). En cambio, Luc_6:38-45 falta en el Sermón de Mt, pero aparecen estos versículos en otros lugares de Mt. Acaso Mt refleje en su total estructura literaria un discurso de catequesis en su iglesia judeo-cristiana, haciendo ver en qué sentido la Ley puede estar vigente en los cristianos. Lc, en cambio, lo abrevia, suprimiendo cuestiones de menos interés para su auditorio, y quita matices judíos, para dar doctrina más desjudaizada, para destacar el intemporal valor moral de su evangelio universalista.

Las bienaventuranzas y las imprecaciones,Luc_6:20-26 (Mat_5:3-12). Cf. comentario a Mat_5:3-12.
20 El, levantando sus ojos sobre los discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 21 Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis hartos. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 22 Bienaventurados seréis, cuando aborreciéndoos los hombres, os excomulguen y maldigan, y proscriban vuestro nombre como malo, por amor del Hijo del hombre. 23 Alegraos y regocijaos en aquel día, pues vuestra recompensa será grande en el cielo. Así hicieron sus padres con los profetas. 24 Pero ¡ay de vosotros, ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo! 25 ¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! 26 ¡Ay cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas!

Sólo Lc y Mt traen las bienaventuranzas, pero Lc las trae reducidas a cuatro. En cambio, es el único que trae cuatro imprecaciones, que son como el ritmo negativo de esta estructura hebrea. Estas bienaventuranzas en Lc aparecen formuladas en un sentido material, escueto. Acusa ello la forma original judía. Mt matizó y moralizó algunas, en orden a una mejor comprensión de sus lectores. Lc, en cambio, con lectores étnico-cristianos, las conservó en su formulación original. Probablemente respeta las fuentes.
Las tres primeras pobreza, llanto, hambre son casi sinónimas. Estos pobres no son los pobres sin más. Los anawím, los pobres, habían tomado ya en el A.T. el sentido del pobre oprimido, pero piadoso y resignado con su suerte ante Dios. De ahí que esos pobres, por su actitud moral, están ya a las puertas de su ingreso en el reino que Cristo anuncia. Lo mismo se dice de los que tiene ? hambre o lloran su desventura, pero resignados ante el plan de Dios y piadosos en su vida religiosa.
Este estilo imprecatorio es conocido en la Ley y en los Profetas (Isa_65:13ss). No es creíble que Lc sustituya, deliberadamente, las otras bienaventuranzas por estas cuatro imprecaciones; debió de encontrar en su fuente sólo estas cuatro a las que hace corresponder el mismo número de imprecaciones. Estos esquemas son típicos del estilo de Lc. Parece que son una elaboración paralelística de contraste hecho por Lc, amigo de los pobres (Schmid).
Conforme a una interpretación materialista de la Ley, aún flotaba la idea que los bienes eran premio a los buenos, y los dolores, v.gr., la pobreza, castigo. De ahí la gran panorámica de esperanza que Cristo abre a este tipo de pobreza y dolor. También ellos serán hijos del reino. La bienaventuranza siguiente (v.22.23), si no está yuxtapuesta a las anteriores, les da un valor sapiencial de incorporación al reino y los beatifica.
Más aún, cuando por causa del reino, del amor al Hijo del hombre, su nombre, el personal, pero en cuanto cristianizado (Stg_2:7), sea aborrecido por los hombres, y ellos excomulgados de la sinagoga (Jua_9:22, etc.), lo que podía llevar anejo en su último grado todo contacto con la sociedad judía, que se alegren en aquel día, probablemente el día en que esto suceda (Hec_5:41), mejor que el día de la parusía, muy alejado de este contexto, porque será grande la recompensa en el cielo. Y les hace ver que también, a pesar de la santidad de la doctrina y de los profetas, éstos fueron perseguidos por sus padres: el judaísmo anterior. El pensamiento subyacente son los fariseos y escribas, ya confabulados contra Cristo y su obra (Luc_6:11), por lo que aguardará la misma suerte a sus seguidores 8.
Lc pone a continuación cuatro imprecaciones. Son el aspecto negativo del ritmo hebreo de lo anteriormente dicho. Los aquí ricos, pero en contraposición a los anawím, son los ricos irreligiosos y opresores, el rico injusto; por eso, esos que ahora, y así, están hartos y ríen, y, por lo mismo, la adulación popular los lisonjea, que sepan la forma sapiencial en que están formuladas no presenta el problema de su cambio que tendrán el castigo proporcionado.
En el ambiente en que están dichas estas imprecaciones, se piensa en los fariseos, a los que Cristo en otra sección de Lc dedica fuertes imprecaciones (Luc_11:42-45); en los saduceos, que se aprovechan aquí de los altos puestos y buena vida, y en las grandes familias sacerdotales. Así, Anas era llamado el hombre venturoso por sus triunfos, no siempre honrosos.

El amor a los enemigos,Luc_6:27-38 (Mat_5:38-48). Cf Comentario a Mat_5:38-48; Mat_7:1-2
.
27 Pero yo os digo a vosotros que me escucháis: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, 28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. 29 Al que te hiere en una mejilla, ofrécele la otra, y al que te tome el manto, no le estorbes tomar la túnica; 30 da a todo el que te pida y no reclames de quien toma lo tuyo. 31 Tratad a los hombres de la manera de que vosotros queréis ser de ellos tratados. 32 Si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis? Porque los pecadores aman también a quienes los aman. 33 Y si hacéis bien a los que os lo hacen, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores hacen lo mismo. 34 Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos igual favor. 35 Pero amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperanza de remuneración, y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque El es bondadoso para con los ingratos y los malos. 36 Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. 37 No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; absolved y seréis absueltos. 38 Dad y se os dará; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será derramada en vuestro corazón. La medida que con otros usareis, ésa será usada con vosotros.

Lc agrupa aquí diversas sentencias del Señor, ya recogidas fundamentalmente por Mt en el sermón del Monte.
Los versículos 29-30 están en segunda persona, los anteriores y posteriores están en plural. Es Lc que combina fuentes.
Lc omite la comparación que trae Mt de la conducta de los publícanos, que responden con el bien al bien; y la conducta con los hermanos, que son los judíos, y la sustituye por la palabra pecadores, que, si era sinónimo en el vocabulario judío de publícanos, se prestaba su uso para sus lectores a una comprensión genérica mejor, al tiempo que se adaptaba a un sentido más ético y universal.
Lc añade luego otras sentencias, por contexto lógico, que Mt trae en otro contexto del sermón del Monte (Mat_7:1ss). Con ellas insiste en este espíritu de caridad para con el prójimo y anuncia el premio. Toma la metáfora de la medida, del ambiente. Una medida no escatimada, sino que el grano que en ella se ponga se lo apretará bien para que quepa lo más posible, y hasta se desbordará de la misma medida. Imagen de la generosidad del premio de Dios para con los que aman así al prójimo y a sus enemigos. El v.31 está situado en un contexto lógico, no como en Mt, y sin la segunda parte de éste. Es efecto de las fuentes y de la libertad seleccionadora de los evangelistas.
La Regla de oro del v.31 aparece en forma negativa en Tobías (Mat_4:15).

El espíritu de benevolencia,Mat_6:39-46 (Mat_15:14, Mat_10:24). Cf. comentario a Mat_15:14 y 10:24.
39 Les dijo también una parábola: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40 Ningún discípulo está sobre su maestro; para ser perfecto ha de ser como su maestro. 41 ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? 42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame quitarte la paja que tienes en el ojo, cuando tú no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja que hay en el de tu hermano. 43 Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni tampoco árbol malo que dé fruto bueno, 44 pues cada árbol se conoce por su fruto; y no se cogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian racimos. 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo saca cosas malas de su mal tesoro, pues de la abundancia del corazón habla la lengua. 46 ¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?

Lc ilustra también este pensamiento anterior, destacando el espíritu de benevolencia que ha de tener el discípulo de Cristo. Mt trae también ambas comparaciones primeras ciegos y discípulos en contextos distintos y con finalidades algo distintas. Aquí son evocados por el juicio que ha de hacerse sobre otros. La frase podría, como algunas de las siguientes, ser un proverbio.
v.46. La expresión de llamar a Cristo Señor, Señor (????? )., debe de ser reflejo de la catequesis primitiva y posiblemente litúrgica para confesar la divinidad de Cristo.

Conclusión, 6:47-49 (Mat_7:24-29). Cf. comentario a Mat_7:24-29
47 Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en obra, os diré a quién es semejante. 48 Es semejante al hombre que, edificando una casa, cava y profundiza y cimienta sobre roca; sobreviniendo una inundación, el río va a chocar contra la casa, pero no puede conmoverla, porque está bien edificada. 49 El que oye y no hace, es semejante al hombre que edifica su casa sobre tierra, sin cimentar, sobre la cual choca el río, y luego se cae y viene a ser grande la ruina de aquella casa.

Como Mt, termina Lc el sermón de la Montaña comparando al que oye las palabras de Cristo y las pone por obra a una persona que cimentó su casa en roca viva, y a la que no pudieron destruirla las corrientes de un río. Y el que las escucha, pero no las practica, es comparable al que cementa su casa en sola tierra, y a la que un río desbordado destruye. Mt en su descripción refleja bien el aspecto palestino, en el que la roca no está profunda; Lc la adapta a su medio ambiente. La necesidad de las obras está fuertemente acusada.
En el medio ambiente rabínico se discutía con calor qué fuese más grande, si el estudio de la Ley o su práctica. Y al que hacía ambas cosas lo comparaban al que construye su casa en un cimiento de piedras, que las inundaciones no destruyen 9.

1 Belser, En Bibl. Zeistschr. (1903) 58-61; Audet, En Se. Eccl. (1958) 361-383; Vogt, En Bíblica (1959) 102-105; Bover, En Estudios Eclesiásticos (1928) 94-103. 2 Nestlé, ?? . T. Graece Et Latine, Ap. Crít. A Luc_6:1. 3 H. Tróades, Lc Fih De Vhomme Est Maiíre Meme Du Shabbai: Bible Et V. Chrét. (1958) 73-83; A. George, Jesús Fils De Dieu Dans L'évangile Selon St. Lúe: Rev. Bibl. (1965) P.185-209. 4 Lambert, Uexpression De La Totalite Par L'opposition De Deux Contraires: Rev. Bibl. (1945) 93; E. Lohse, Jesu Worte Über Den Sabbat: Beihefte Zur Zeitschr. Für Die Neu-Testamentliche Wissen. (1960) 79-89. 5 Cerfavx,Pourl'histoiredu Titre Apostólos Dans Le N.T.: Rev. Se. Relig. (1960)P.76-92; Dupont, Le Nom D'apotres A-T-Il été Donné Aux Douce Par Jesús?: L'orient Chrét (1956) 267-290. 6 Cf. comentario A Mat_10:3. 7 May, For Power Went Forth From Him: Cath. Bibl. Quart. (1952) P.93-103. 8 Descamps, Bienheureux Les Pauvres: Rev. Dioc. Tournai (1952) P.53-61;// Signifícalo Della Prima Beatitudine: Scuol. Catt. (1932) 18-35 Y 426-442; Vansteerkiste, L'ani Etl'anaw Dans Va. T.: Div. Thom. (1956) 3-19; W. Grudmann, Die Bergpredigt Nach Der Lukasfassung: Studia Ev. (1959) 180-189; A. Gelin, Los Pobres De Yahvé (1963). 9 Strack-B., Kommentar. I P.469; Bonsirven, Textes. n.287.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



81 (d) El sábado, subordinado a Jesús (6,1-5). 1. sábado: Éste es el segundo de los seis re(-)latos que nos presentan a Jesús realizando acciones liberadoras en sábado. Cf. 4,16-30; 6,6-11; 13,10-17; 14,1-6. 3-4 .loque hizo David: Jesús responde a los fariseos con una argumentación analógica, no demasiado convincente, pues la acción de David no tuvo lugar en día de sábado, y, además, no tenía nada que ver con trabajar en un día prohibido, sino con un alimento prohibido. El punto principal de la analogía reside en que tanto David como los discípulos de Jesús hicieron algo prohibido, pero esto es darle la razón a los fariseos. 5. el Hijo del hombre es Señor del sábado: Lucas presenta el argumento definitivo de Jesús, por el que se justifica el olvido de las comunidades lucanas de preparar las provisiones para ajustarse a las leyes del sábado. Jesús, el agente escatológico de Dios o Hijo del hombre (cf. también 5,24), ha subordinado el sábado de Dios a sí mismo y su misión regia, y ha dado este poder a sus seguidores. «La afirmación del dominio sobre el sábado subordina categóricamente el sábado a Jesús y no sólo lo constituye en árbitro de las disputas sobre el sábado. Si el sábado está subordinado a Jesús, también lo está la ley» (Wilson, Luke and the Law [? 58 supra] 35).

82 (e) Jesús, compasivo, cura en sábado (6,6-11). 9-10. ¿está permitido hacer el bien en sábado?: Ni Jesús ni sus discípulos están obligados a la ley del sábado cuando se trata de hacer el bien a alguien o salvar la vida de una persona. Jesús, el Hijo del hombre, proclama el principio de la compasión. 11. los fariseos se llenaron de ira: Lucas suaviza Mc 3,6, que dice que los fariseos tramaron un complot para matar a Jesús. En Lucas, los fariseos no participan en el complot asesino de los sumos sacerdotes, pues tras 19,39 no vuelven a aparecer más en el evangelio. Lucas está tratando con los fariseos cristianos rigoristas que están dentro de sus comunidades y cuyos puntos de vista permisivos no pueden tolerar; la asociación con pecadores y el olvido de las regulaciones sabáticas, cuya finalidad era evitar que lo santo se contaminase con lo impuro. El principal argumento de Lucas contra ellos es de tipo cristológico: el Señor Jesús, el Hijo del hombre, es quien hace que actuemos así.

83 (G) La reunificación del Israel re(-)constituido (6,12-49). Tras presentar el en(-)cuentro hostil de Jesús con los fariseos, por causa de su ministerio regio (5,17-6,11), Lucas nos presenta ahora la elección de los Doce, que representan al Israel reconstituido. Tam(-)bién son apóstoles o emisarios de Jesús, que continúan su proclamación del reino. En 6,17-49, Jesús detallará lo que implica ser miembro del Israel reconstituido.

84 (a) Elección de los doce apóstoles por Jesús (6,12-16). 12. monte: Jesús sube al lugar donde las personas religiosas se comunican con Dios. La elección de los doce apóstoles procede de Dios. 13. doce: Los doce simbolizan para Lucas la continuidad con Israel. En Hch 1 se completa el número doce tras la muerte de Judas, para que los Doce, una vez reconstituidos, pudieran estar presentes para recibir el Espíritu Santo prometido y comenzaran la predicación hasta los confines de la tierra. En Hch 26,6-7, Pablo habla de la promesa de la resurrección hecha a las doce tribus y cumplida ahora en Jesús, apóstoles: Es «un término técnico que se aplica a los emisarios (o misioneros cristianos), encargados de proclamar el acontecimiento de Cristo, o, en términos lucanos, la palabra de Dios» (FEL, II, 577). Es una palabra poco común en los otros evangelios (? Pensamiento del NT, 81:137-57). Aparece 30 veces en Lc-Hch. Lucas es el que, prácticamente sin paralelos, vincula a los Doce con los apóstoles (cf. Mt 10,2; Ap 21.14). Con otras palabras, Lucas está en contra de los otros escritores del NT al unir los Doce con los apóstoles. Véase 1 Cor 15,5-9, donde Pablo hace una lista de aquellos a quienes se les ha aparecido el Señor resucitado: Cefas, los Doce, 500 hermanos, Santiago, todos los apóstoles, Pablo. Pablo es un apóstol, aunque no sea uno de los Doce. Una clave para entender el uso lucano de los doce apóstoles se encuentra en Hch 1,21-22: el que suceda a Judas tiene que haber acompañado a Jesús desde el bautismo de Juan hasta la ascensión, siendo, pues, testigo de su resurrección. Así, para Lucas, los Doce se convierten en el vínculo de continuidad entre la proclamación del reino por Jesús y la predicación de la palabra de Dios por la Iglesia. Sin embargo, la definición de Lucas suscita otros problemas, porque Pablo, que domina la última parte de Hechos, no es llamado apóstol (excepto en Hch 14.4.14). La visión lucana de los compañeros de Jesús se complica posteriormente por una oportuna inconsistencia. Los testigos del ministerio de Jesús no son solamente los apóstoles, sino también los discípulos, un grupo mucho más amplio que incluye a hombres y mujeres. Véase el relato lucano de la última cena, donde Lucas intercambia «discípulos» (22,11) y «apóstoles» (22,14). Además, en Lc 24,1-10 encontramos mujeres discípulos como las primeras testigos de la resurrección de Jesús, con el encargo de proclamar la buena nueva de la resurrección a los apóstoles. 14-16. Otras listas de los Doce aparecen en Mc 3,16-19; Mt 10,2-4; Hch 1,13. Se trata de un símbolo de la unidad en medio de la diversidad: pescadores, un zelota, galileos, uno de Judea (Judas Iscariote), un publicano, uno con nombre gr. (Felipe) y uno que traicionó la profunda intimidad que le ofreció Jesús. Da que pensar lo poco que se recordó posteriormente a la mayor parte de este grupo que una vez tuvo tanta importancia. De hecho, las listas de los Doce conservan sus nombres mezclados. Ni siquiera Lc 6,14-16 y Hch 1,13 siguen el mismo orden de los nombres (? Pensamiento del NT, 81:137-46).

85 (b) El sermón de la llanura (6,17-49). Hay cuatro problemas principales en el equivalente lucano del sermón de la montaña de Mateo (cf. Mt 5-7), que afectan a las fuentes, la audiencia, el significado de pobre y rico, y el objetivo de Lucas; estos problemas se entrecruzan con el tema de compartir las posesiones. La versión lucana del Sermón es más breve que la de Mateo; los siguientes versículos proceden de Q y, por tanto, también se encuentran en Mateo: 20b-23.27-33.35b-36.37a.38b.39bc.40-42.43-45.46-49. La principal intervención redaccional lucana aparece en los vv. 24-26 (los «ayes»), 27c, 28a, 34-35a, 37bc, 38a, 39a. Cf. FEL, II, 592. En los vv. 34-35a, 37bc y 38a, Lucas hace referencia al tema de compartir las posesiones. Se trata de órdenes muy duras si los destinatarios son los discípulos empobrecidos: prestar dinero, perdonar las deudas y dar sin escatimar nada (cf. comentario sobre 6,20-23). Pero los verdaderos destinatarios son aquellos que tienen posesiones.

86 Es ampliamente admitido que, aunque explícitamente diga Lucas en el v. 20a que Jesús se dirige a sus discípulos, no puede tratarse de los mismos discípulos de 6,24, pues éstos no son «ricos». El Jesús lucano debe de estar dirigiéndose a gente rica que no estaba presente en el momento del sermón. Pero, como A. Plummer (Luke 182) advirtió hace ya unas décadas, «no tenemos razón si pensamos que no había nadie presente a quien pudieran aplicarse estas palabras». Lucas nos cuenta quién estaba presente: cf. 6,17.19, donde se dice que había una gran muchedumbre; cf. además 7,27a: «pero yo os digo a los que me escucháis». En 7,1 se nos dice que Jesús dirigió estas palabras de 6,20-49 al pueblo. H. Flender (Luke [? 28 supra] 23-25) ha explicado correctamente la fluidez con que Lucas intercambia discípulos (6,20a) y pueblo (6,17.19.27; 7,1): la división entre pueblo y discípulos no es categórica; el discipulado debe renovarse constantemente mediante la escucha y la respuesta a la palabra de Jesús (cf. Lc 12, donde se hace una distinción semejante entre discípulos y pueblo). En los vv. 47-49, tanto a los discípulos como al pueblo se les desafía a responder a las palabras de Jesús. En los vv. 24-26 se dirige a los futuros discípulos cristianos pudientes; y en los vv. 34-35a, 37bc y 38a se les aconseja que presten, perdonen deudas y den con prontitud.

87 Todo el contexto de 4,16-6,19 clarifica el significado de los términos «pobre», «rico» y «reino» de los vv. 20-26. El discurso inaugural de Jesús en 4,16-30, anunció claramente que la pertenencia a «los pobres de Dios» no estaba restringida a ningún grupo en exclusiva. 4,31-34 enseñaba que la naturaleza del Dios, cuyo reino Jesús anunciaba, era mostrar misericordia hacia los enfermos y las mujeres, y vencer las fuerzas del mal. En 5,1-11 Jesús es presentado llamando a Pedro y a los demás como discípulos, para que compartieran con él su ministerio del reino. En 5,17-6,11, Lucas describió las controversias de Jesús con los jefes religiosos sobre la cuestión de quién es el que realmente habla y actúa con autoridad en el nombre de Dios. 6,12-16 nos presenta a Jesús eligiendo a los Doce como símbolo del Israel reconstituido. Jesús, el que congrega al Israel reconstituido, predica en 6,20-49 a los que quieran pertenecer al reino de Dios. Aquellos que quieran pertenecer a «los pobres de Dios», el grupo que reconoce su necesidad de salvación, serán los beneficiarios del reino si confiesan a Jesús, el portador del reino (6,23). Dicho de otro modo, aunque el cumplimiento de la promesa de Dios en Jesús es una invitación para que todos lleguen a ser «los pobres de Dios» (cf. 4,16-30), sólo aquellos que confiesan que el reino de Dios se ha realizado en Jesús forman parte de «los pobres de Dios». Los ricos son aquellos que no quieren comprometerse con Jesús ni con el reino que él realiza. Están satisfechos con su confortable existencia. Además, en 6,20 Lucas no ensalza la pobreza, sino que alaba a Dios porque, a través del ministerio regio de Jesús, tal y como es narrado en 4,16-6,19, tiene un amor especial al desgraciado. Cf. J. Dupont, «The Poor and Poverty in the Gospels and Acts», Gospel Poverty (Chicago 1977) 25-52.

88 Mediante el sermón de Jesús, Lucas comunica a sus cristianos gentiles, entre los que hay pudientes, el lugar que ocupan en el Israel reconstituido y la naturaleza del Dios cuyo reino Jesús promulgó. Imitando a este Dios generoso (6,35-36), los cristianos prestarán dinero, perdonarán deudas y darán generosamente tanto a los que están dentro como fuera de la comunidad. Al actuar así, no caerán en la reciprocidad ética en la que se habían formado, esperando que sus beneficiarios les devolviesen el favor. Cf. Horn, Glaube und Handeln (? 23 supra) 177-81; Seccombe, Possessions (? 23 supra) 84-93.

89 Podemos estructurar el contenido del sermón del siguiente modo. En 6,20-26 encontramos las bienaventuranzas y los ayes; 6,27-38 es una actualización de 6,20-26 para la comunidad lucana; y 6,39-49 refuerza mediante parábolas el mensaje de 6,20-38. 20-23. bienaventurados: El Jesús lucano no declara bienaventurada a una clase social determinada. La condición para ser bienaventurado procede, y procederá, del reino que Jesús está realizando. Además, para pertenecer al Israel reconstituido por Jesús hay que hacerse discípulo suyo (6,20). Este discipulado puede llegar a tener terribles consecuencias, que, a su vez, serán prueba de la profundidad del compromiso con Jesús y con su mensaje del reino (6,23). El v. 23 prepara para 6,27-28, esp. para el mandato, que se repite dos veces, de amar a los propios enemigos (6,27.35).

90 24-26. ay: Estos ayes pertenecen a la redacción de Lucas; mediante ellos se advierte contra la posibilidad de entender demasiado fácilmente quién forma parte de o puede llegar a pertenecer a «los pobres de Dios». La forma «ay» tiene un carácter propiamente amenazador. Su finalidad es provocar el cambio. Por tanto, mediante ellos no se condena a ninguna clase social. Como indica el v. 20a, los ayes están destinados a quienes serían discípulos acomodados. A éstos se les llama la atención para que consideren la riqueza, el estómago lleno con los mejores manjares, el ocio y la estima por la gente bien, como algo totalmente efímero cuando se compara con el seguimiento de Jesús y su mensaje del reino. Como Lucas enseñará en los vv. 34-35a, 37bc y 38a, los acomodados sólo podrán llegar a ser miembros de «los pobres de Dios» si comparten sus posesiones con los necesitados.

91 27-38. Se trata de una actualización de los vv. 20-26 para la comunidad lucana. 27a. os digo a los que me escucháis: El mensaje de Lucas está destinado a quienes se convirtieran en discípulos. 27b-29. Estos versículos remiten a 6,22. Detallan más gráficamente cómo deben responder los discípulos a la persecución. El amor a los enemigos que aquí se propone es totalmente radical. Las imágenes de poner la otra mejilla para recibir otra humillante bofetada o la dejarse desnudar (v. 28) se oponen abiertamente a la natural tendencia humana de la autoprotección. Este mandato implica la sustitución del modelo de autoprotección por otro modelo de conducta. Cf. R. C. Tannehill, The Sword ofhis Mouth (SBLSS 1, Filadelfia 1975) 67-77. El tema del amor a los enemigos, que se introduce ahora se encuentra esparcido por toda la obra, p.ej., en los relatos lucanos sobre los samaritanos: 9,51-56; 10,25-37; 17,11-17; Hch 8,4-25. Cf. Ford, My Enemy; VV. Klassen, Love of Enemies (OBT, Filadelfia 1984) 80-102. 30. a todo: Mientras que en Mt 5,42a leemos «da a quien te pida», Lucas, al dirigirse a quienes serían discípulos acomodados, radicaliza el mandato, universalizándolo. Mientras Mt 5,42b dice «no vuelvas la espalda a quien te pide prestado», Lucas, radicalizando el mandato, dice: «Al que tome lo tuyo, no se lo reclames». Cf. J. Piper, «Love your enemies» (SNTSMS 38, Cambridge 1979) 157-62. 31 . hacédselo igualmente vosotros: Esta versión lucana de la «regla de oro» se interpretará en los vv. 32-36 para evitar que sus destinatarios gentiles la interpretaran según la ética de reciprocidad que dominaba en su cultura. Cf. VV. C. van Unnik, NovT 8 (1966) 284-300. Además, mediante la enseñanza de 6,32-35ab, Lucas interpreta el mandato de amar a los enemigos (6,27) en el sentido de la obligación que tienen los discípulos de compartir sus bienes con ellos (6,35). 32-35. si vosotros...: De acuerdo con la ética de reciprocidad, sólo quien recibe un beneficio está obligado a corresponder. Pero esta correspondencia no produce las «gracias» (charis), porque está enraizada en la obligación. Sólo cuando se «hace el bien» (agathopoiein, modo lucano de resaltar la naturaleza concreta y activa del amor), aunque nada se haya recibido previamente ni tampoco se espere nada en correspondencia, se recibirán de forma totalmente inesperada no solamente las «gracias», sino también la recompensa de Dios. Cf. además 14,12-14. 35c-36. En este contexto de discípulos que comparten sus bienes entre sí, el motivo de la imitación de Dios puede traducirse del siguiente modo: «Lo que Dios hace a favor de los necesitados mediante el don gratuito de la salvación, deben hacerlo los discípulos, generosamente, con los pobres de la sociedad» (Seccombe, Possessions [?23 supra] 196). 37-39. Lucas sigue interpretando la tradición Q mediante su enseñanza sobre los bienes compartidos. 37c. perdonad a quienes os deben, y seréis perdonados: El término gr. apolyein no debe traducirse por «perdonar» (a quien te ha hecho algún mal). Como demuestra BAGD 96, el vb. tiene una connotación económica; en este sentido, cuadra perfectamente bien con la enseñanza que Lucas ofrece en 6,27-39. 38. halda: La impresionante imagen del halda, incapaz de acoger la cascada de beneficios alude a la desmesurada respuesta que da Dios a quien comparte generosamente sus bienes. Con todas estas variaciones sobre el tema de compartir los bienes, Lucas ha dado unidad a los diferentes materiales de 6,27-38 y ha actualizado el significado de las bienaventuranzas y malaventuranzas para los coetáneos y futuros discípulos.

92 39-49. Nos encontramos con un refuerzo parabólico del mensaje de los vv. 20-38. Las parábolas de 6,39-40.41-42.43-45.46-49, no deben interpretarse como mensajes genéricos destinados a los discípulos. Lucas ha dado un sentido específico a estas parábolas de la tradición, contextualizándolas en su llamada a los discípulos coetáneos o futuros a que se unan a «los pobres de Dios» compartiendo sus bienes, incluso con los enemigos. 39-40. ciego: Estos versículos no están dirigidos a los falsos maestros de la comunidad lucana. Cf. Marshall, Gospel 267-68. Los discípulos están ciegos hasta que logran abrir sus ojos mediante la enseñanza de Jesús en 6,20-38. Sólo cuando los discípulos hayan sido plenamente formados en lo que Jesús entiende por compartir los bienes (cf. 5,11; 18,28; Hch 2,41-47; 4,31-34), entonces podrán enseñar a otros. Cf. A. J. Mattill (NovT 17 [1975] 15-46), quien, sin embargo, opina que 6,40 se refiere al aprendizaje del sentido del sufrimiento y la persecución que los discípulos han recibido del Señor Jesús. 41-42. la mota en el ojo de tu hermano: Una advertencia para los que ven insignificantes sus errores en lo que respecta al compartir los bienes, comparados con los grandes fracasos de los otros. 43-45. árbol bueno: La auténtica coherencia con la enseñanza de 6,20-38 sólo puede proceder de un corazón convertido al Dios misericordioso proclamado en el ministerio regio de Jesús. ¡Convertios! 46-49. y no hacéis lo que os digo: La conclusión del sermón de Jesús se dirige de nuevo a los futuros discípulos. Escuchar e incluso invocar a Jesús como Señor, aunque es ciertamente importante (cf. 8,4-21), no es suficiente. Los discípulos se unirán al Israel reconstituido por Jesús sólo si construyen su vida sobre la realización efectiva de la enseñanza de Jesús, prestando sin interés alguno, perdonando a los deudores y dando generosamente, incluso al enemigo. Cf. J. Lambrecht, The Sermón on the Mount (GNS 14, Wilmington 1985) 19-79.206-33 (trad. esp.: Pero yo os digo... [Salamanca 1994]).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VI.

[Of the Sabbath.]

1 Christ reproueth the Pharises blindnesse about the obseruation of the Sabbath, by Scripture, reason, and miracle: 13 Chooseth twelue Apostles: 17 Healeth the diseased: 20 Preacheth to his disciples before the people of blessings, and curses: 27 How we must loue our enemies: 46 And ioyne the obedience of good workes, to the hearing of the word: least in the euill day of temptation, we fall like an house built vpon the face of the earth, without any foundation.
1 [ Mar_12:1 .] And it came to passe on the second Sabbath after the first, that he went thorow the corne fields: and his disciples plucked the eares of corne, and did eate, rubbing them in their hands.
2 And certaine of the Pharisees said vnto them, Why doe yee that which is not lawfull to doe on the Sabbath dayes?
3 And Iesus answering them, said, Haue yee not read so much as this what Dauid did, when himselfe was an hungred, and they which were with him:
4 How he went into the house of God, and did take and eate the Shew bread, and gaue also to them that were with him, which it is not lawful to eate but for the Priests alone?
5 And he said vnto them, That the sonne of man is Lord also of the Sabbath.
6 [ Mat_12:9 .] And it came to passe also on another Sabbath, that he entred into the Synagogue, and taught: and there was a man whose right hand was withered.
7 And the Scribes and Pharisees watched him, whether he would heale on the Sabbath day: that they might find an accusation against him.
8 But he knew their thoughts, and said to the man which had the withered hand, Rise vp, and stand foorth in the mids. And he arose, and stood foorth.
9 Then said Iesus vnto them, I will aske you one thing, Is it lawfull on the Sabbath dayes to doe good, or to doe euill? to saue life, or to destroy it?
10 And looking round about vpon them all, he said vnto the man, Stretch foorth thy hand. And he did so: and his hand was restored whole as the other.
11 And they were filled with madnesse,

[Who are blessed.]

and communed one with another what they might doe to Iesus.
12 And it came to passe in those dayes, that hee went out into a mountaine to pray, and continued all night in prayer to God.
13 And when it was day, he called vnto him his disciples: [ Mat_10:1 .] and of them he chose twelue; whom also hee named Apostles:
14 Simon, (whom he also named Peter,) and Andrew his brother: Iames and Iohn, Philip and Bartholomew,
15 Matthew and Thomas, Iames the sonne of Alpheus, and Simon, called Zelotes,
16 And Iudas [ Iude. 1.] the brother of Iames, and Iudas Iscariot, which also was the traitour.
17 And hee came downe with them, and stood in the plaine, and the company of his disciples, and a great multitude of people, out of all Iudea and Hierusalem, and from the Sea coast of Tyre and Sidon, which came to heare him, and to be healed of their diseases,
18 And they that were vexed with vncleane spirits: and they were healed.
19 And the whole multitude sought to touch him: for there went vertue out of him, and healed them all.
20 And hee lifted vp his eyes on his disciples, and said, [ Mat_5:3 .] Blessed be yee poore: for yours is the kingdome of God.
21 Blessed are yee that hunger now: for yee shall be filled. Blessed are yee that weepe now, for yee shall laugh.
22 Blessed are yee when men shall hate you, and when they shall separate you from their company, and shal reproach you, and cast out your name as euill, for the Sonne of mans sake.
23 Reioice yee in that day, and leape for ioy: for behold, your reward is great in heauen for in the like maner did their fathers vnto the Prophets.
24 [ Amo_6:1 .] But woe vnto you that are rich: for yee haue receiued your consolation.
25 [ Isa_65:13 .] Woe vnto you that are full: for yee shall hunger. Woe vnto you that laugh now: for yee shall mourne and weepe.
26 Woe vnto you when all men shall speake well of you: for so did their fathers to the false Prophets.

[Rash iudgement.]

27 [ Matth 5.44.] But I say vnto you which heare, Loue your enemies, doe good to them which hate you,
28 Blesse them that curse you, & pray for them which despitefully vse you.
29 [ Mat_5:39 .] And vnto him that smiteth thee on the one cheeke, offer also the other: [ 1Co_6:7 .] and him that taketh away thy cloake, forbid not to take thy coat also.
30 Giue to euery man that asketh of thee, and of him that taketh away thy goods, aske them not againe.
31 [ Mat_7:12 ; Tob_4:16 .] And as yee would that men should doe to you, doe yee also to them likewise.
32 [ Mat_5:46 .] For if yee loue them which loue you, what thanke haue ye? for sinners also loue those that loue them.
33 And if ye doe good to them which doe good to you, What thanke haue ye? for sinners also doe euen the same.
34 [ Mat_5:42 .] And if ye lend to them of whom ye hope to receiue, What thanke haue ye? for sinners also lend to sinners, to receiue as much againe.
35 But loue yee your enemies, and doe good, and lend, hoping for nothing againe: and your reward shall bee great, and ye shalbe the children of the Highest: for hee is kinde vnto the vnthankfull, and to the euill.
36 Be ye therefore mercifull, as your Father also is mercifull.
37 [ Mat_7:1 .] Iudge not, and ye shall not bee iudged: condemne not, and ye shall not be condemned: forgiue, and ye shall be forgiuen.
38 Giue, and it shall bee giuen vnto you, good measure, preassed downe, and shaken together, and running ouer, shall men giue into your bosome: for with the same measure that ye mete withall, it shall bee measured to you againe.
39 And hee spake a parable vnto them, [ Mat_15:14 .] Can the blinde leade the blinde? Shall they not both fall into the ditch?
40 [ Mat_10:24 .] The disciple is not aboue his master: but euery one [ Or, shalbe perfected as his master.] that is perfect shalbe as his master.
41 [ Mat_7:3 .] And why beholdest thou the mote that is in thy brothers eye, but perceiuest not the beame that is in thine owne eye?
42 Either how canst thou say to thy brother, Brother, let mee pull out the mote that is in thine eye: when thou thy selfe beholdest not the beame that is in thine owne eye? Thou hypocrite,

[A good tree.]

cast out first the beame out of thine owne eye, and then shalt thou see clearly to pul out the mote that is in thy brothers eye.
43 [ Mat_7:16 .] For a good tree bringeth not foorth corrupt fruit: neither doeth a corrupt tree bring foorth good fruit.
44 For euery tree is knowen by his owne fruit: for of thornes men doe not gather figs, nor of a bramble bush gather they grapes.
45 A good man out of the good treasure of his heart, bringeth foorth that which is good: and an euill man out of the euill treasure of his heart, bringeth foorth that which is euill: For of the abundance of the heart, his mouth speaketh.
46 [ Mat_7:21 .] And why call ye mee Lord, Lord, and doe not the things which I say?
47 Whosoeuer commeth to me, and heareth my sayings, and doeth them, I will shew you to whom he is like.
48 He is like a man which built an house, and digged deepe, and layd the foundation on a rocke. And when the flood arose, the streame beat vehemently vpon that house, and could not shake it: for it was founded vpon a rocke.
49 But he that heareth, and doeth not, is like a man that without a foundation built an house vpon the earth: against which the streame did beate vehemently, and immediatly it fell, and the ruine of that house was great.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Y aconteció que, entrando otro sábado en la sinagoga, enseñaba. Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Y los escribas y fariseos le estaban acechando por ver si curaría en sábado, para hallar de qué acusarlo. Mas El sabía los pensamientos de ellos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: "Levántate y ponte en medio". Y él levantándose se puso en pie. Y Jesús les dijo: "Os pregunto: ¿Es lícito en sábado hacer bien, o hacer mal; salvar la vida o quitarla?" Y mirándolos a todos alrededor dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió, y fue sana la mano: mas ellos se llenaban de furor, y hablaban entre sí, qué harían de Jesús. (vv. 6-11)

San Ambrosio
Aquí el Señor pasa a otras cosas; porque como se proponía salvar a todo el hombre, curaba un miembro después del otro; de donde se dice: "Y aconteció, que entrando otro sábado en la sinagoga, enseñaba".

Beda
En los sábados es cuando especialmente cura y enseña, no solamente para demostrar que el sábado es un día consagrado a Dios, sino también porque los sábados era cuando se reunía gente más solemnemente.

San Cirilo
Enseñaba verdaderamente cosas superiores a la inteligencia humana, y abría a los que le oían el camino que conduce a la vida eterna; y después que había explicado su doctrina, mostraba de repente su divino poder. Y sigue: "Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha".

Beda
Como el Maestro acababa de excusar con su ejemplo laudable la violación del sábado -que reprochaban a sus discípulos-, ahora le observan a El para calumniarle; de donde prosigue: "Y los escribas y los fariseos le estaban acechando por ver si curaba en sábado", esto es, para si no curaba, argüirle de crueldad o imbecilidad; y si curaba en sábado, considerarlo como infractor de la ley; por esto dice: "Para hallar de qué acusarlo".

San Cirilo
Esta es la costumbre del adversario: alimenta en sí la enfermedad del dolor con las alabanzas de otros; pero el Señor conoce todas las cosas, y penetra los secretos del corazón. Y sigue: "Mas El sabía los pensamientos de ellos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio: y él levantándose se puso en pie". Sin duda, con el fin de mover al cruel fariseo a que tuviese compasión; y que la misma pasión mitigase las llamas de la ira.

Beda
Comprendiendo el Señor la calumnia que le preparaban, reprende a aquellos que no interpretan bien los mandamientos de la ley, creyendo que en los sábados no podían hacerse obras buenas, siendo así que la ley únicamente manda abstenerse de los trabajos serviles en el sábado -esto es, de las malas acciones-. Por ello Jesús les dijo: "Os pregunto: ¿Es lícito en los sábados hacer bien", etc.

San Cirilo
La cuestión es oportunísima, porque si es lícito hacer bien en el sábado, y nada puede estorbar que los que sufren alcancen misericordia del Señor, en cuyo caso no tiene cabida la calumnia levantada contra Jesucristo; pero si no es lícito hacer obras buenas en el sábado, y la ley prohibe trabajar por la salvación de las almas, entonces se convertían en acusadores de la ley. Si queremos discutir la institución del sábado, observaremos que fue establecido para hacer obras piadosas; estaba mandado que en el sábado no se trabajase, con el fin de que descansen -como se dice en el Deuteronomio (Deu_5:14)-, tu siervo, tu criada, y todo animal que te pertenezca. Por tanto, el que se compadece del buey y de los demás animales, ¿cómo no se compadecerá del hombre afligido con una grave enfermedad?

San Ambrosio
La ley figura en las presentes circunstancias, la forma de los futuros tiempos, en los cuales habrá ciertamente ferias de males, no de bienes; pues aunque se descanse de los trabajos materiales, no se estará ocioso, sino que se descansará alabando a Dios con obras buenas.

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 9
Habiendo curado el cuerpo, preguntó de esta manera: "¿Es lícito salvar las almas o perderlas?" Acaso porque hacía los milagros para establecer la fe, en la que se encuentra la salvación del alma, o porque la curación de la mano derecha significa la salvación del alma, la cual, no haciendo buenas obras, tenía, en cierto modo, seca su derecha; o también, por alma, entiende al hombre, así como se acostumbra a decir: "Hubo allí tantas almas".

San Agustín, de cons. evang. 2, 35
Pero aun puede preguntarse como dijo San Mateo, que ellos preguntaron al Señor si era lícito curar en sábado; cuando San Lucas hace ver, que fue el Señor quien les preguntó a ellos. Debe entenderse aquí, que ellos preguntaron primero al Señor, si era lícito el curar en sábado; y que después el Señor, conociendo los pensamientos de ellos, les salía como al encuentro, colocando en medio a aquél a quien se proponía curar, y les preguntó, como dicen San Marcos y San Lucas.
Prosigue: "Y mirándolos a todos".

Tito, Bostrense
Como haciendo fijar los ojos de todos, y excitando su inteligencia a la consideración del negocio, dijo a aquel hombre: "Tiende tu mano". Yo que he creado al hombre, soy quien te mando; el que tenía enferma la mano, obedeció y fue curado. Por lo que sigue: "El la extendió, y fue sana la mano". Los que debían admirarse ante aquel milagro, aumentan su malicia. Por lo cual sigue: "Y ellos se llenaron de furor, y hablaban los unos con los otros, qué harían de Jesús".

Orígenes
O como dice San Mateo, se salen y consultan el modo de matarlo.

San Cirilo
¡Oh fariseo, ves al que hace cosas prodigiosas, y que cura a los enfermos en virtud de un poder superior, y tú proyectas su muerte por envidia!

Beda
Este hombre es figura del linaje humano, árido porque no producía obras buenas, desde que representado en su primer padre, alargó la mano para coger la manzana, cuya mala acción enmendó el inocente Hijo de Dios, extendiendo sus manos en la cruz. La mano de la humanidad en la sinagoga estaba seca; porque donde se encuentra mayor copia de los conocimientos, allí comete mayor culpa el que quebranta lo mandado.

San Ambrosio
Ya has oído al que dice estas palabras: "Extiende tu mano": esta medicina es común y general; y tú que crees tener buena la mano, evita que se te seque por la avaricia o por el sacrilegio. Extiéndela muchas veces, favoreciendo a tu prójimo, y dispensando tu protección a la viuda; defiende de cualquier injuria a quien veas sufrir bajo el peso de la calumnia, extiende también tu mano al pobre que te pide; extiéndela también al Señor, pidiéndole el perdón de tus pecados. Así es como debe extenderse la mano, y así es como se cura.


Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



4. "Panes de la ofrenda": ver nota Mat_12:4.

5. Ver nota Mat_12:2.

9. Ver nota Mar_3:4.

15. "Zelote": miembro de un partido judío de tendencias extremistas.

20. Aquí comienza el discurso de las Bienaventuranzas, que corresponde al Sermón de la montaña, en el Evangelio según san Mateo. El texto de Lucas es más breve, porque el evangelista omite los temas relacionados con el Judaísmo, que serían de poco interés para sus lectores. El discurso se inicia con las promesas de felicidad anunciadas a los discípulos de Jesús, pero en lugar de las ocho Bienaventuranzas de Mateo, encontramos solamente cuatro. Mateo presenta un programa de vida al que corresponde una recompensa celestial. Lucas acentúa más crudamente la inversión de situación entre esta vida y la futura, lo que será dramatizado en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro. Ver 16. 19-31; nota Mt. 5.

38. La generosidad de la recompensa divina está expresada con la imagen gráfica de la "medida", es decir, del recipiente empleado como unidad de volumen. Esta "medida" era llenada con granos; luego se la apretaba y se la sacudía, se la colmaba hasta desbordar y se la vaciaba en los pliegues de la túnica, que servían a modo de un gran bolsillo.

49. "La Palabra": ver nota Mat_13:20.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Actitud de Jesús hacia el sábado (ver Mat. 12:1-14; Mar. 2:23-3:6). El primer incidente se relaciona con la rígida actitud sobre el sábado que establecía un detalle elaborado de lo que no se podía hacer, inclusive restregar [espigas] con las manos. Cuando los fariseos oyeron, sin duda por medio de algún correveidile, que Jesús estaba quebrantando su ley de origen humano, lo criticaron. El mencionó el ejemplo del rey Da vid, a quien el sacerdote le había permitido que diera el pan consagrado del tabernáculo a sus hombres, aunque normalmente estaba reservado para los sacerdotes (1 Sam. 21:1-6). De hecho, David no estaba quebrantando ninguna ley y Jesús no estaba citando esa acción como un precedente para hacerlo, sino que más bien mostraba que el mismo AT no enseñaba el concepto legalista que habían desarrollado los fariseos. El sábado había sido hecho por cau sa del hombre y, en consecuencia, el Hijo del Hombre era su Señor. Por lo tanto, como el sábado es el día del Señor (Dios), esta declaración de Jesús probablemente era un reclamo oculto de igualarse a Dios.

En el segundo incidente, los opositores de Jesús pueden haber puesto al enfermo en la sinagoga para ver qué hacía Jesús. El aceptó el inesperado desafío y planteó su punzante pregunta. Si su acción de sanar a un hombre en sábado debía considerarse pecaminosa, ¿cuánto más lo era el planear su muerte? La penalidad por transgredir la ley del sábado era la muerte y Marcos nos dice que, desde ese tiempo, los fariseos comenzaron a tramar la muerte de Jesús.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Hay que analizar este breve episodio para apreciar su fuerza dramática. Es sábado; un pobre lisiado frente al taumaturgo bueno. Pero allí están los escribas y fariseos observando los pasos de Jesús. ¿Qué hará Jesús? Afronta gallardamente a la vez las dos situaciones. Ve ante sí al lisiado y conoce los pensamientos de los adversarios. Y obra rápidamente. Primero: manda al lisiado que salga al medio: subraya y agudiza la situación inicial. Segundo: se encara con los adversarios. Ellos preguntaban: «¿Es lícito curar en sábado?» El, remontándose de un vuelo a un plano superior, les pregunta: «¿Es lícito en sábado hacer bien o hacer mal?» Pregunta habilísima, que no admitía otra respuesta más que un silencio bochornoso. Tercero: Jesús echa en torno una mirada sobre todos ellos, con ira y tristeza a la vez (Mar_3:5): mirada de superioridad y de reto. Cuarto: con solas dos palabras, sin un solo acto que ni siquiera a aquellos leguleyos pudiera semejar infracción del reposo sabático, sana al lisiado.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Sana en sábado. Si la primera infracción está en relación con la necesidad del alimento, esta segunda está en relación con la necesidad de la movilidad de todo el cuerpo, como signo también de una libertad de movimiento físico, psíquico y espiritual. El sábado con sus treinta y nueve normas para el «correcto» cumplimiento, mas los seiscientos trece mandatos derivados de la genuina Ley mosaica, hacía de los contemporáneos de Jesús un cuerpo incapaz de moverse con libertad, y eso principalmente es lo que quiere sanar Jesús. Para quienes vieron las cosas así, Jesús es Señor de vida, pero para los rigoristas, Jesús es alguien que preocupa, alguien que atenta contra lo establecido y por eso «discutían qué hacer con Jesús» (11). Bien hubiera podido esperar Jesús hasta la caída del sol (cfr. 4,40) momento en que termina el Sábado para restablecer la mano del hombre; sin embargo, consecuente con su opción por la vida, lo hace ya, porque el reino ya está operando y porque también el sábado como institución tiene que ser restablecido.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 6.1 Dt 23.25.

[2] 6.3-4 1 S 21.1-6; cf. Lv 24.9.

[3] 6.15 Celote: forma griega de la palabra cananeo; ambas palabras pueden traducirse por celoso, fanático.

[4] 6.21 Is 57.18; 61.2-3; Ap 7.16-17.

[5] 6.23 2 Cr 36.16; Hch 7.52.

[6] 6.24 Lc 16.25; Stg 5.1-5.

[7] 6.27-30 Pr 25.21; Ro 12.17,20; 13.8-10.

[8] 6.31 Mt 7.12; cf. Tb 4.15..

[9] 6.38 Mc 4.24.

[10] 6.40 Mt 10.24-25; Jn 13.16; 15.20.

[11] 6.43-45 Cf. también Stg 3.11-12.

[12] 6.44 Mt 12.33.

[13] 6.46 Mt 7.21.

[14] 7.1-10 El relato presenta muchas semejanzas con Jn 4.46-53.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

En estas dos controversias sobre el sábado, Jesús manifiesta su autoridad y su poder divinos y enseña el verdadero sentido del descanso sabático (cfr notas a Mt 12,1-14; Mc 2,23-28; 3,1-6). Su actitud contrasta con la ofuscación (v. 11) de los escribas y fariseos: «¡Oh fariseo!, ves al que hace cosas prodigiosas y cura a los enfermos en virtud de un poder superior y tú proyectas su muerte por envidia» (S. Cirilo, en Cat. aurea in loc.).


Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

αὐτοῦ WH NA28 ] + ὡς ἡ ἄλλη Treg; + ὑγιὴς ὡς ἡ ἄλλη RP

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*5:17-6:11 Tras la presentación global de Jesús como profeta y salvador rechazado, Lucas continúa desarrollando el tema del rechazo por parte de los escribas y fariseos.

Torres Amat (1825)



[27] Orad por ellos para que Dios los convierta y conceda lo necesario para esta vida y para la otra.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

dijo... M↓ añaden al hombre.