Ver contexto
David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra
hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies.
(Marcos 12, 36) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 12

b) Parábola de los viñadores homicidas (Mc/12/01-12).

1 Y comenzó a hablarles en parábolas. «Un hombre plantó una viña, y la rodeó de una cerca, cavó un lagar y construyó una torre; luego la arrendó a unos viñadores y se fue lejos de su tierra. 2 A su tiempo envió un criado a los viñadores, para percibir de ellos los frutos de la viña que le correspondían. 3 Pero ellos le echaron mano, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. 4 De nuevo les envió otro criado; pero a éste lo descalabraron y llenaron de ultrajes. 5 Todavía envió a otro; pero a éste lo mataron. Después, a muchos otros, a quienes apalearon o mataron. 6 Todavía le quedaba alguien: un hijo muy querido; lo envió, pues, a ellos en último lugar, pensando: "A mi hijo lo respetarán." 7 Pero aquellos viñadores se dijeron unos a otros: "éste es el heredero. Vamos a matarlo y la heredad será nuestra." 8 Y echándole mano, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. 9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Volverá, acabará con aquellos viñadores y arrendará la viña a otros. 10 ¿Ni siquiera habéis leído este pasaje de la Escritura: La piedra que rechazaron los constructores, ésa vino a ser piedra angular; 11 esto es obra del Señor y admirable a nuestros ojos?» 12 Ellos intentaban arrestarlo, pero tuvieron miedo al pueblo; pues se habían dado cuenta de que por ellos había dicho esa parábola. Lo dejaron, pues, y se fueron.

La verdadera respuesta de Jesús al gran consejo es la parábola de los malos viñadores; pues, en la conexión redaccional (12,1) se dice expresamente que Jesús empezó a hablarles en parábolas, a ellos, que son los mismos interlocutores que en 11,27-33. Si sigue sólo una parábola, quiere decir que el giro «hablar en parábolas» designa simplemente el lenguaje de las parábolas como tal, que debe descubrir y enseñar algo, pero que produce un efecto distinto en los oyentes (cf. 4,10s). Según la observación final, redaccional asimismo, los delegados del consejo conocieron que la parábola la había dicho contra ellos (v. 12); de hecho la parábola es tan transparente que parece excluir cualquier equívoco. De ahí que la peculiaridad del lenguaje «en parábolas» no pueda consistir en que sea ininteligible (cf. 4,33), aun cuando en él exista algo de oscuro en un sentido mucho más profundo: en los hombres insensibles produce una obcecación (4,12) o endurecimiento del corazón (cf. también 4,33). Esto es lo terrible: aunque la parábola sea racionalmente inteligible, no por ello conduce a la verdadera inteligencia, conocimiento y conversión, sino que endurece a aquellos hombres en su actitud malévola y hace que aquellos a quienes afecta no queden realmente afectados. Los dirigentes judíos, a quienes con los malos viñadores se les pone ante los ojos una imagen de su propia conducta, escuchan la advertencia (v. 9), pero no le prestan atención. Se reafirman en la actitud en que han sido presentados y querrían deshacerse inmediatamente de la persona de Jesús; sólo que temen al pueblo (v. 12). Es la idea de Marcos, que ya pudimos reconocer en el capitulo 4, y según la cual el lenguaje parabólico de Jesús ejerce una función crítica provocando inmediatamente la salvación o la condenación. Pero ¿pronunció Jesús esta parábola en tal situación histórica? Desde hace largo tiempo se han formulado en contra algunas observaciones críticas que tienen un notable peso. Se advierten evidentes rasgos alegóricos: la viña que aquel hombre planta es Israel, como lo podía comprender cualquier oyente judío de acuerdo con el célebre cántico de la viña de Isa_5:1-7. El cuadro, según el cual el dueño plantó la viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y construyó una torre -es decir, una casa rural con su atalaya-, coincide literalmente con Isa_5:1s según la Biblia griega. El repetido envío de criados alude inequívocamente a los profetas que, según otras palabras de la tradición, fueron perseguidos y muertos (cf. Mat_5:12; Mat_23:31.37 y par Lc). El Hijo único y amado no puede ser otro que el propio Jesús; pero ¿se ha dado Jesús a conocer de una manera tan abierta, casi sin velos, ante sus enemigos y en público como el Hijo amado de Dios? Todo esto, se dice, se explicaría más fácilmente admitiendo que se trata de una formación de la comunidad cristiana, que ha querido exponer en esta parábola la misión y destino de Jesús a la luz de la historia de la salvación. Otros exegetas suponen que la Iglesia primitiva, y respectivamente los evangelistas, construyeron y explicaron alegóricamente un relato más sencillo en su origen y que establecía una relación más velada entre el comportamiento de los malos renteros y el de los dirigentes judíos. La parábola narrada por Marcos, y que él ya encontró en esa forma, delata ciertas ampliaciones secundarias, especialmente en el v. 5. Pues, según una regla que puede observarse frecuentemente, un narrador se atiene al número tres, de tal modo que en su origen se trataba seguramente sólo de tres envíos. De hecho el Evangelio copto de Tomás, descubierto recientemente (Logion 65), presenta esa forma de parábola más simple: un hombre importante tiene una viña y la entrega a unos labradores para obtener de ellos unos frutos. Primero les envía un criado, al que los viñadores golpean hasta casi matarlo; luego a otro que corre suerte parecida, y finalmente a su hijo, que es el único que muere. Así la historia pierde también una buena parte de su inverosimilitud interna; pues, en la redacción de Marcos el dueño de la viña actúa de un modo increíblemente necio y a la ligera cuando, después del asesinato de numerosos criados expone también al peligro a su propio hijo. Mientras que en el relato más breve no está desprovista de fundamento la suposición de que los renteros respetarían a su hijo. El raciocinio de los viñadores, para nosotros incomprensible, de que con el asesinato del hijo y heredero podrían apropiarse de la viña, se explica por las disposiciones legales de aquel tiempo, según las cuales cualquiera podía ocupar y apropiarse de un bien, incluso de una propiedad raíz, que no tuviese dueño. «La aparición del hijo les hizo suponer que el dueño había muerto y que el hijo venía para tomar posesión de la heredad» (J. Jeremías). Admitiendo esta interpretación, Jesús habría expuesto una parábola clara, que ponía ante los ojos de los dirigentes judíos su maldad y les amenazaba con el juicio de Dios. A sí mismo Jesús sólo se habría indicado de un modo indirecto como el último enviado de Dios, pues en una verdadera parábola -a diferencia de lo que ocurre en una alegoría- los oyentes no tienen que interpretar de un modo literal todos y cada uno de los detalles de la narración. La hipótesis de que la Iglesia primitiva hubiese inventado la parábola -y precisamente en forma de alegoría- presenta también sus dificultades: prescindiendo de la gran fantasía creadora que se le atribuye, sorprende que presentase a Dios como a un señor que se marcha al extranjero y que deje el destino de su Hijo en el más completo desamparo (la cita bíblica del v. 10s se encuentra ya fuera de la parábola). Si la comunidad cristiana conocía ya una parábola de Jesús del tipo indicado, su forma actual tendría una explicación satisfactoria: describe la viña, imagen que Jesús habría elegido ciertamente con la mirada puesta en Israel, según el tenor literal (griego) de Isa_5:1s, relaciona los criados con los profetas, califica al Hijo de único y «amado» conforme a la voz celestial de 1,11 y 9,7; al hablar de los «otros» a los que pasará la viña piensa en los paganos, y, sobre todo, mediante la cita escriturística final de la piedra angular pone de relieve la transcendencia de su Señor. A juzgar por las citas bíblicas se podría incluso llegar a decir que esto lo han hecho los judíos helenistas convertidos al cristianismo. Marcos pudo adoptar esta versión alegórica para sus lectores. Mateo ha penetrado todavía más en el terreno alegórico, pues en su redacción el dueño de la viña envía por dos veces a un gran número de criados, que son injuriados, muertos o lapidados, igual que se dice en la sentencia sobre Jerusalén: «¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que fueron enviados a ella! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos... !» (Mat_23:37). Tanto él como Lucas hacen morir al hijo fuera de la viña, tal vez con el pensamiento puesto en la crucifixión de Jesús ante las puertas de Jerusalén (cf. Heb_13:12s). Si entramos de este modo en la elaboración de la Iglesia primitiva y de los evangelistas, aprenderemos con ellos a ver en el tenebroso suceso un acontecimiento divino, preparado ya en el plan divino de la historia de la salvación. La reflexión de la Iglesia primitiva se pone de manifiesto principalmente en la cita final del Sal 118 (117) 22s. Procede literalmente de la versión griega del Antiguo Testamento y es un pasaje que pertenecía al núcleo de la interpretación escriturística que hacía la Iglesia primitiva, referida a Jesucristo. En Act_4:11 viene introducida en conexión con la muerte en cruz y resurrección de Jesús: «a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó» (v. 10), subrayando después la importancia decisiva para la salvación de esa piedra angular: «y no hay salvación en otro nombre alguno» (v. 12). Seguramente que ésta es también la interpretación que late en el fondo de Mar_12:10s. En 1Pe_2:7 se aduce asimismo este pasaje bíblico, aunque completado con otros dos textos sobre «la piedra», a saber: la piedra preciosa y angular, puesta en los cimientos de Sión (Isa_28:16); y la «piedra de tropiezo y de escándalo» (Isa_8:14). La misma piedra que sirve al creyente de apoyo firme, se trueca para el incrédulo en tropiezo y ruina. Merece la pena tratar de aclarar el contexto del mencionado pasaje del /Sal/118/22s en el Antiguo Testamento. Es el mismo salmo del que proceden el Hosanna y las aclamaciones de la entrada en Jerusalén (cf. comentario a 11,9); se trata, por consiguiente, de una liturgia de acción de gracias para los peregrinos que entran en el templo. No pocas veces la Iglesia primitiva ha utilizado determinados salmos o capítulos de los profetas con distintas aplicaciones cristológicas. Los dos versículos aducidos después de la parábola de los viñadores se insertan en una acción de gracias por la liberación de una grave necesidad e intentan describir -bajo una imagen que tal vez era proverbial- el cambio imprevisto de la desgracia a la salvación. El orante está persuadido de que debe agradecer su liberación a Dios sólo, pues visto humanamente es un milagro. A propósito de la imagen de la piedra, que los constructores desechan y que ahora ocupa un lugar destacado, se discute si se trata de una piedra angular puesta en el fundamento o de la clave de bóveda que corona el edificio (*). Aquí encaja mejor esto último: si los constructores ya están a la obra y el edificio va subiendo, donde la piedra desechada puede ocupar un lugar más importante es en la cúspide. La imagen de Isa_8:14s y 28-16 es distinta: y tampoco el simbolismo de la piedra es uniforme en el Nuevo Testamento. Resulta más interesante saber que ya en el judaísmo el salmo 118 se había aplicado a Abraham, a David y tal vez también al Mesías, el Hijo de David. Para la comunidad cristiana la piedra desechada por los constructores, los jefes de Israel, y convertida por Dios en piedra angular o en clave de bóveda, es su Mesías Jesucristo. La manera en que este pasaje bíblico viene aducido y citado hace suponer que Marcos ya encontró este final de la parábola de los viñadores. La cita, aunque el propio Jesús la tome en sus labios, sobrepasa el marco de la parábola de los viñadores. La mirada se desvía de los malos renteros al Hijo asesinado, del que ahora se afirma el milagro de su exaltación divina, es decir, su resurrección y su carácter permanente y decisivo para la salvación. La comunidad no se contentaba con la mirada al pasado ni descansaba en la muerte violenta del Hijo, sino que daba a la parábola una conclusión que afianza su fe sobre el fundamento de lo que entretanto ha sucedido por obra de Dios y que proclama el significado permanente y decisivo de Jesucristo.

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* En favor de la piedra de remate que se ponía sobre el pórtico, véase especialmente J. JEREMÍAS: «Jesús ve preanunciado su destino en la palabra del salmo: de parte de los hombres será desechado como una piedra inútil para la construcción, pero Dios hará de él la clave de bóveda; sin metáforas: le ensalzará a "rey y Señor"».

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c) La cuestión del tributo al César (Mc/12/13-17).

13 Luego le envían algunos fariseos y herodianos para cazarlo en alguna palabra. 14 Llegan, pues, y le dicen: «Maestro, sabemos que eres sincero y que nada te importa de nadie porque no te fijas en las apariencias de las personas, sino que enseñas realmente el camino de Dios. ¿Es lícito pagar tributo al César: sí o no? ¿Debemos pagarlo o no debemos pagarlo?» 15 Pero él, sabiendo bien su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para verlo.» 16 Se lo llevaron y él les pregunta: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?» Ellos le respondieron: «Del César.» 17 Entonces Jesús les dijo: «Pagad lo del César al César, y lo de Dios a Dios.» Y quedaron admirados de él.

La famosa escena de la moneda del tributo no pretende mantener una situación altamente peligrosa para Jesús y políticamente explosiva, de la que él ha salido con una mayor sagacidad. Sin duda que también quiere mostrar su superioridad sobre los enemigos falsos y pérfidos, que quieren «cazarlo» -como si se tratara de parar una trampa a algún animal salvaje- en alguna expresión imprudente. Pero no es la situación histórica, bastante imprecisa, sino la respuesta de Jesús que servirá de norma a la comunidad, el verdadero fin de la perícopa transmitida. El evangelista ha encontrado seguramente una colección de cuatro diálogos (12,13-37), con temas muy diversos pero todos importantes. También en el judaísmo era frecuente presentar a un rabino cuestiones parecidas. Se distinguían en tales planteamientos las cuestiones relativas a la exposición de la ley, cuestiones sarcásticas, cuestiones fundamentales para el comportamiento moral y cuestiones que se referían a las contradicciones aparentes entre dos pasajes bíblicos. También las cuatro perícopas de 12,13-37 podrían seguir este esquema. En todo caso Jesús viene presentado como el maestro que resuelve magistralmente problemas difíciles y que da respuestas insuperables de un valor permanente. Marcos ha insertado esta temprana composición en el marco de los enfrentamientos de Jesús con los círculos dirigentes de Jerusalén. Para él eran probablemente «controversias», aun cuando esta clasificación no responde en su origen a los cuatro fragmentos, y ni siquiera ahora conviene a todos (cf. 12,28-34). Pero sirviéndose de este material, Marcos quiere mostrar también cómo los miembros del gran consejo trabajan contra Jesús para terminar con él (cf. 14,1). Así el evangelista enlaza la sección precedente con la nueva escena mediante la observación de que los mismos miembros del consejo que se retiran derrotados (v. 12), le envían algunos fariseos y herodianos para que le sorprendan en alguna palabra. Estos dos grupos, mutuamente enfrentados, aparecieron ya juntos en 3,6; también entonces -históricamente demasiado pronto- se reunieron en consejo para ver el modo de perder a Jesús. Los herodianos, partidarios del gobernante de la casa de Herodes, dependiente de Roma -véase el comentario a 6,14-, eran, pues, auténticos colaboracionistas; los fariseos rechazaban en principio la soberanía de Roma como potencia extranjera, aunque se doblegaban bajo la idea de que también los gobernantes paganos han recibido el poder de Dios para proteger el orden, y habrán de rendir cuentas ante Dios. Sólo los zelotas querían rechazar por la fuerza el yugo extranjero, porque únicamente Dios debía ser el rey de Israel. Dada la distinta postura de los grupos judíos, la cuestión que le proponen a Jesús era entonces de la máxima actualidad; pero lo era también para la Iglesia primitiva, que debía tener ideas claras acerca de su postura frente al Estado pagano. Fariseos y herodianos quieren inducir a Jesús a una manifestación que les permitiese acusarle ante los romanos como amotinador del pueblo. Si, por el contrario, se decidía en favor del pago del tributo, perdería las simpatías del pueblo, aunque difícilmente podían contar con ellas quienes planteaban la cuestión. Con sus palabras aduladoras de que sabían que Jesús enseñaba el camino de Dios sin acepción de personas, quieren evidentemente empujarle a una declaración en contra del tributo. Todos los judíos eran uno en la fe de que Israel, el pueblo escogido de Dios, sólo debía someterse a la soberanía divina. ¿No iba Jesús a sumarse a esa fe y a rechazar, en consecuencia, las pretensiones del Estado pagano? Con la doble pregunta se apunta a algo que es fundamental: ¿se debe pagar el tributo al César reconociendo así su soberanía sobre Israel? Pues según la concepción antigua general, uno se sometía al régimen en el poder mediante el pago de tributos e impuestos. El tributo personal al César romano era en sí pequeño -un denario, como 0,25 dólares-; pero tenía un significado fundamental y por ello resultaba extremadamente odioso a los judíos. De ahí que los fariseos pregunten de una forma bien concreta: ¿Es lícito -pese a la repugnancia interna- pagar el tributo al César? Quieren forzar a Jesús a una declaración precisa. Jesús penetra su malicia y, al igual que en la cuestión de su autoridad, les obliga a quitarse la máscara. Eso es exactamente lo que persigue su comportamiento: ellos mismos tienen que mostrarle una moneda del tributo y reconocer así que se sirven del dinero del César. Ellos mismos deben confesar que la moneda lleva la imagen e inscripción del César. Tales monedas del César Tiberio, que entonces imperaba, se nos han conservado («Tiberio, César, hijo del divino Augusto, Augusto»). Con ello ya se han desenmascarado: se doblegan a la soberanía romana. Si pretenden seducirle para que dé otra respuesta, eso sólo puede deberse a mala voluntad. Pero Jesús no rehuye tomar posiciones. El César debe percibir aquello a lo que tiene derecho; derecho que subraya el vocablo griego -«devolver»-: hay que darle lo que le es debido, pagar el tributo y, como indica la formulación general, cumplir todos los deberes con el Estado. Jesús, sin embargo, no se contenta con esta respuesta, sino que añade por su propia cuenta: «Y lo de Dios a Dios.» Ahí carga todo el acento: mucho más importantes aún son los deberes para con Dios. De este modo Jesús va más allá de la pregunta centrando la mirada en lo que para él es lo más decisivo: dar a Dios lo suyo, ponerse por completo a su disposición. El Estado con su ordenamiento y sus pretensiones no es lo supremo; Dios tiene sobre el hombre un derecho más antiguo y superior. La importancia de estas palabras iluminadoras de Jesús no es fácil de comprender, y se ha discutido en la exégesis (*). Sin duda que Jesús no quiere establecer dos órdenes separados, uno humano y terreno y otro divino, que nada tendría que ver con las cosas de la tierra. Dios reclama al hombre también en el campo social y estatal; pero no hay que dar al Estado un valor absoluto, pues no tiene sino un valor limitado. Ya en la misma posición judía frente al Estado pagano pueden advertirse algunas reservas: la autoridad estatal no debe ofender el honor divino, pisotear sus mandamientos ni prohibir su culto; no debe divinizarse a sí misma poniéndose en el lugar de Dios; ha de servir a la justicia y bienestar de los hombres y dar cuenta de la administración de sus poderes. Pero Jesús formula además de modo positivo la supremacía de Dios indicando que el Estado es sólo una realidad dependiente y transitoria. Para Jesús las fuerzas terrenas del orden están en el lugar histórico que Dios les ha señalado, y la historia se encamina hacia la meta a la que Dios quiere conducirla: su reino escatológico de paz y de salvación. Así, esta palabra de Jesús tiene el mismo sentido que su invitación a buscar primero el reino de Dios (Mat_6:33). Jesús rechaza tanto un radicalismo político -el zelotismo- como el recluirse en la pura interioridad y alejamiento del mundo. Su palabra es tan decisiva y tan abierta que conserva toda su vigencia en las más diversas circunstancias y situaciones históricas, aunque en cada caso requiera nuevas aplicaciones y decisiones. Ya la Iglesia primitiva en las circunstancias cambiantes de su vida histórica hubo de decidir en cada caso su postura y encontrar su camino. Pablo exigió una actitud positiva frente al Estado romano como fuerza de orden ( Rom_13:1-7), y de igual modo otros autores han inculcado la obediencia frente a las leyes y obligaciones cívicas (1Pe_2:13-17; Tit_3:1s). Pero el Apocalipsis de Juan, en un tiempo en que los Césares ambicionaban para sí honores divinos y afirmaban la omnipotencia estatal, consideraba los poderes terrenos como encarnación del poder satánico y como rivales de Dios (Ap 13), y pensaba que era necesario resistirse a tales pretensiones hasta soportar la persecución sangrienta. La situación histórica actual ha cambiado una vez más. Es verdad que la Iglesia se presenta en todas partes abogando por la libertad y los derechos de los hombres, especialmente de los socialmente postergados y oprimidos. Pero su misión específica no es de tipo político; debe proclamar el mensaje y exigencias de Dios sobre los individuos y sobre la sociedad. Lo cual significa una misión incorruptible de alertamiento moral, una actuación libre de cualquier oportunismo y que sólo se preocupa del bien y de la desgracia de los hombres. Si en el mundo de hoy, la Iglesia quisiera retirarse al terreno «religioso», a su culto y a la solicitud por la salvación de las almas, no habría entendido adecuadamente la palabra de Jesús: «Y dad a Dios lo que es de Dios.» La resolución apolítica de Jesús encierra, no obstante, una exhortación insoslayable a la actuación responsable en favor de la sociedad humana de acuerdo con la voluntad de Dios.

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* R. VOLKL dice atinadamente «No puede hablarse de que aquí vengan equiparados el César y Dios, pues el Estado puede exigir lo que necesita para su existencia, mientras que Dios demanda al hombre entero, el hombre debe entregársele por completo».

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d) El problema de la resurrección de los muertos (Mc/12/18-27).

18 Después vienen a él unos saduceos -los cuales afirman que no hay resurrección- y le preguntaban: 19 «Maestro, Moisés nos dejó escrito que, si un hermano muere dejando mujer sin hijos, otro hermano suyo debe tomar esa mujer, para dar sucesión al hermano difunto. 20 Pues bien, eran siete hermanos; el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia. 21 También el segundo se casó con ella, pero murió sin dejar descendencia: y lo mismo el tercero; 22 y ninguno de los siete dejó descendencia. Al final de todos, murió también la mujer. 23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.» 24 Jesús les contestó: «¿No estáis en el error, precisamente por desconocer las Escrituras y el poder de Dios? 25 Porque, cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, sino que serán como ángeles en los cielos. 26 Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, cuando aquello de la zarza, cómo le dijo Dios: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 27 él no es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis completamente en el error.»

Los saduceos, que son los inmediatos interlocutores de Jesús, rechazaban la fe en la resurrección de los muertos, que el judaísmo de entonces admitía en general. Este grupo, formado principalmente por los círculos sacerdotales, mantenía una postura teológica conservadora y sólo admitía como válida la ley del Antiguo Testamento sin las explicaciones posteriores de la Escritura, la «tradición de los antepasados», cf. Mar_7:3. La negación, pues, de la resurrección de los muertos no se debía, o al menos no predominantemente, al espíritu helenista y liberal, sino al aferramiento al tenor literal de la Escritura, en la cual sólo Dan_12:2s afirma de un modo claro y formal la fe en la resurrección de los muertos. Los saduceos postulaban, sin embargo, un fundamento en el Pentateuco, lo cual explica la prueba bíblica que Jesús les brinda al final de nuestra perícopa. El problema de la resurrección de los muertos constituía la diferencia esencial entre los puntos doctrinales de fariseos y saduceos, como se desprende también del testimonio del apóstol Pablo en Act_23:8; Pablo utiliza hábilmente la oposición entre fariseos y saduceos para dividirlos. El historiador judío Flavio Josefo expone la doctrina de los saduceos de modo que el alma perece con el cuerpo; pero dice también que contaban con muy pocos seguidores (Antigüedades Judías XVIII, § 16s). De los fariseos, que después de la guerra judía se adueñaron por completo del poder, sabemos que intentaban probar la resurrección de los muertos con numerosos textos bíblicos (*), aunque no con el que aduce Jesús. En tiempos de Jesús ya había arraigado entre el pueblo esta fe, que en la época de los Macabeos ofrecía grandes ejemplos de consuelo y esperanza con sus martirios sangrientos (cf. 2Mac 7), y que Jesús confirma. En este punto, como en muchos otros, Jesús estaba cerca de los fariseos. El problema de la resurrección de los muertos lo llevan los saduceos a un caso extremo. Según un recurso estilístico, habitual entre los rabinos, es una «pregunta sarcástica», que desde luego no pretende burlarse de la fe, sino poner de relieve sus dificultades y conducir ad absurdum. Se presupone el llamado levirato, prescrito en Deu_25:5 ss. El cuñado (levir), el hermano soltero de un hombre que moría sin dejar descendencia varonil, venía obligado por lo mismo a casarse con su cuñada; los hijos así nacidos se consideraban del primer marido. La prescripción tenía su razón de ser en el antiguo estado de cosas socioeconómicas, y concretamente de cara a la herencia de las posesiones agrarias. Ya en tiempos del Antiguo Testamento había quedado abolida semejante prescripción, en razón sobre todo de Lev_18:16; Lev_20:21 (prohibición de las relaciones deshonestas con una cuñada). Más tarde volvió a practicarse el levirato, pero después desapareció. Probablemente ya en tiempos de Jesús sólo se trataba de un caso teórico; pero servía a los saduceos para atacar la resurrección de los muertos. Según las concepciones de la época se esperaban también en el mundo futuro intensas alegrías terrenas, ciertamente que como expresión sobre todo de la plenitud de bendiciones divinas. La felicidad conyugal y familiar se consideró siempre en Israel como una bendición de Dios, y así tropezamos con sentencias tan sorprendentes como estas: «Las mujeres parirán entonces cada día» (R. Gamaliel II, hacia el 90); «cada israelita tendrá entonces 600.000 hijos» (R. Eliezer, hacia el 150). Se concebía, pues, el mundo futuro de un modo análogo al mundo presente terreno, aun cuando había razones para una representación más espiritual. Sólo desde este presupuesto se comprende perfectamente la importancia radical y suprema de la respuesta de Jesús.

Al sarcasmo de los saduceos responde Jesús con toda seriedad: No conocen realmente la Escritura, no han penetrado en su pensamiento profundo, ni comprenden tampoco el poder de Dios que puede actuar de modo distinto a como supone la razón humana. Esto último se pone de manifiesto por cuanto Dios ha ordenado las cosas del mundo futuro de otra forma que las del mundo presente. La idea de la nueva creación, que también era familiar al judaísmo, la acepta Jesús y la lleva consecuentemente hasta el final. Afirma que en la resurrección ya no habrá relaciones sexuales y matrimoniales: los varones no se casarán y las mujeres no serán dadas en matrimonio. Con ello se dice que la «corporeidad» de los resucitados será completamente diferente de la terrena (cf. Pablo en /1Co/15/36-50). Estas importantes ideas las expone Jesús de un modo gráfico diciendo que «serán -unos y otras- como ángeles en los cielos». También aquí se une Jesús a la tradición judía. Según el libro de Henoc no se les dieron mujeres a los ángeles, «pues los seres espirituales del cielo tienen su morada en el cielo» (15,7). Según el Apocalipsis de Baruc, los justos resucitados habitarán en las alturas de aquel mundo, iguales a los ángeles y comparables a las estrellas (51,10). Por lo demás, según la idea de ese Apocalipsis, sólo poco a poco podrán adoptar todas las formas posibles que ellos deseen, desde la belleza a la majestad, de la luz al esplendor de la gloria, hasta superar a los ángeles en su gloria (51,12). En la alusión a los ángeles hay asimismo un ataque contra los saduceos que, según Act_23:8, también negaban la existencia de los ángeles y de los espíritus (afirmación no atestiguada en las fuentes judías). En el mismo pasaje Lucas emplea la expresión más fuerte de «iguales a los ángeles». En la historia de la teología esto ha llevado a una desvalorización de la sexualidad y del matrimonio; se ha visto el ideal en el estado asexuado y similar a los ángeles, luchando por realizar ese ideal lo más posible ya aquí en la tierra. Las consecuencias de tales ideas contrarias al matrimonio y al cuerpo, que fueron perniciosas para la moral cristiana del sexo y del matrimonio, perviven hasta en nuestros días. No puede darse una interpretación más equivocada de las palabras de Jesús; pues con la doctrina de la resurrección de los muertos se introduce precisamente la corporeidad en el acontecimiento de la redención reclamando una concepción unitaria del hombre que no puede prescindir de su sexualidad. Según la fórmula de Marcos sólo se trata de una comparación sobre la forma de existencia de los resucitados. Su peculiaridad excluye, por lo demás, cualquier función sexual, y por lo mismo la procreación. La multiplicación del género humano está limitada a la vida terrena, y sirve a su continuación. Según la ideología de entonces, y según el planteamiento de los saduceos, se trata únicamente de procurar descendencia. No entra en consideración el problema del amor matrimonial, del perfeccionamiento personal de los cónyuges. Si la teología moderna, partiendo del convencimiento de que el mundo futuro aportará la plena realización y perfección del orden creacional, saca la consecuencia de que tampoco el amor entre marido y mujer no desaparecerá en absoluto, sino que sólo será sublimado y esclarecido, no puede decirse que vaya contra las palabras de Jesús. Mas Jesús insiste resueltamente en el hecho de la resurrección de los muertos -o «de entre los muertos», es decir, desde el mundo de la muerte-, y lo fundamenta en una prueba escriturística particular. Se revoca al famoso pasaje en que Dios se acerca a Moisés en medio de la zarza que arde sin consumirse y en que le revela su nombre (Exo_3:1-6.13-15). Entonces Dios le dice: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Con frecuencia se han entendido las palabras de Jesús como que Dios es un Dios de vivos, y en consecuencia aquellos patriarcas deben de vivir aún y obtener algún día la vida plena, es decir, la resurrección. Pero esta argumentación no responde ciertamente al pensamiento de Jesús. Para los judíos Dios revelaba, con el argumento de que es el Dios de los patriarcas, su constancia y fidelidad, su lealtad a la alianza que había pactado con los patriarcas y a las promesas que les había hecho. Estas se referían a una descendencia numerosa y a ]a permanencia del pueblo (cf. Gen_17:7). Mas para los israelitas en una vida plena y total entra también la corporeidad; por ello, la promesa de Dios no puede cumplirse en una vida que termina con la muerte corporal. De la fidelidad divina a la alianza y de las promesas divinas de vida, deduce Jesús la resurrección final de los muertos. La doctrina de la resurrección de los muertos siempre suscitó dificultades entre los griegos cultos, que creían en la inmortalidad del alma y consideraban el cuerpo como una parte deleznable del hombre. En este punto fracasó Pablo con su discurso en el Areópago de Atenas (Act_17:32), entre los cristianos de Corinto, procedentes del gentilismo tuvo también que defender esta doctrina por otras razones. Hoy se arguye que la idea de que vuelvan a la vida millones y millones de hombres es absurda, que el cadáver putrefacto se disuelve por completo reintegrándose en el proceso circular de la naturaleza, etc. Según muchos teólogos, la resurrección de los muertos procedería de la apocalíptica judía y estaría vinculada a la imagen del mundo de entonces, por lo que sería una idea sin vigencia ya para nosotros. En todas estas objeciones, sin embargo, no se tiene en cuenta la afirmación fundamental de Jesús de que la resurrección de los muertos pertenece a un orden completamente distinto, a un mundo creado de nuevo, y que sobrepasa nuestras experiencias y representaciones. En este aspecto Jesús se ha opuesto a las concepciones judías generalizadas y ha purificado el contenido de la fe judía de las imaginaciones humanas. De querer representarnos hoy una vez más la resurrección de los muertos bajo una modalidad preponderantemente masiva, como un revivir de los cadáveres, como una supervivencia sobre la tierra, como un nuevo comienzo de la vida interrumpida por la muerte, reincidiríamos de hecho en las ideas apocalípticas judías. La fe en la futura resurrección de los muertos, para nosotros inimaginable, forma parte de la fe en la transcendencia de la existencia humana, que debe realizarse en Dios (cf. el comentario a Mar_8:35 ss). Mas si tomamos esta fe en serio, entonces la incardinación del hombre entero, incluida su corporeidad, en la vida plena junto a Dios, no es sino consecuente y perfectamente lógica. Pues sólo cuando Dios nos acoge con todo nuestro ser humano y nos hace participes de su vida, es cuando la transcendencia afirmada por la fe deja de ser para nosotros un mundo distinto que nos es extraño, convirtiéndose en la realización de nuestro mundo, una realización que esperamos del poder, bondad y fidelidad divinos como el objetivo supremo de nuestra vida humana.

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* Cf. P. BILLERBECK 1, p. 893 ss. Rabbí Simay decía (hacia el 210): «No existe sección alguna (en la Escritura) en la que no se indique la reanimación de los muertos; sólo que nosotros no tenemos la fuerza para explicarla (en ese sentido)».

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e) El mandamiento principal (Mc/12/28-34).

28 Entonces se le acercó uno de los escribas que había estado oyéndolos discutir y había visto lo bien que les había respondido, y le preguntó: «¿Cuál es el mandamiento primero de todos?» 29 Respondió Jesús: «EI primero es: Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, 30 y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. 31 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento alguno mayor que éstos.» 32 Entonces le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; con razón has dicho que Dios es el único y que no hay otro fuera de él; 33 y que amarlo con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale mucho más que todos los holocaustos y sacrificios.» 34 Entonces Jesús, viendo que había respondido con tanta sensatez, le dijo: «No estás tú lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevía ya a preguntarle más.

De nuevo procura Marcos enlazar la perícopa precedente con el nuevo diálogo. Un escriba, que por las circunstancias debía pertenecer a las filas de los fariseos, ha escuchado la polémica de Jesús con los saduceos, ha admirado su clara respuesta y está de acuerdo con el. Y así plantea a Jesús una cuestión de un tipo bien distinto. Se refiere al cumplimiento de la ley divina, del mejor modo posible, en la realidad de la vida cotidiana. Esta vez no se dice que Jesús haya sido sometido a prueba o que se pretenda sorprenderle en alguna palabra. Es un diálogo de escuela o doctrinal; sólo Mateo vuelve a convertirlo en una cuestión disputada con que los fariseos quieren tentar a Jesús (22,34s; cf. también Luk_10:25). La respuesta de Jesús, con la que el escriba se muestra plenamente de acuerdo y a la que aporta su reflexión, según Marcos, era de extraordinaria importancia para la Iglesia primitiva. El mandamiento del amor es el meollo de la ética cristiana y encuentra un eco muy fuerte en la paraklesis (o discursos de exhortación) de la Iglesia primitiva. Lucas trae la declaración de Jesús en otro contexto poniendo todo el acento en el cumplimiento del precepto del amor (/Lc/10/25-37). Es una resolución fundamental de Jesús, cuya importancia apenas puede sobrevalorarse, para la vida del hombre, para las relaciones entre religión y moralidad, para el comportamiento del individuo y de la humanidad toda. El problema del mandamiento máximo y compendio de todos interesaba muy particularmente al judaísmo. Pues desde que la religión judía fue evolucionando cada vez más hasta convertirse en una religión legalista, desde que los judíos veían su distintivo de pueblo de Dios principalmente en la tora que se les había dado, en la ley de Moisés sobre el Sinaí, que determinaba toda su vida, de un modo dichoso al par que agobiante, se había hecho inevitable el problema de cómo podían observarse los numerosos preceptos en la vida cotidiana y cómo se podía cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la salvación, a pesar de la debilidad humana. A través de la exposición farisaica de la ley de Moisés, que rodeaba a esa ley como una valla protectora, cada vez iban aumentando más los mandamientos y prohibiciones. Para entonces se contaban 613 mandamientos, entre los cuales 365 -tantas como los días del año- prohibiciones y 248 -según el supuesto número de miembros del cuerpo- prescripciones positivas. Se distinguía entre mandamientos grandes y pequeños, pesados y ligeros; pero la gente se preguntaba también cómo se podría resumir toda la tora en una breve sentencia. El célebre rabino Hilel, que vivió antes de Jesucristo, respondió así, según una tradición judía: «Lo que a ti te resulta molesto, no se lo hagas tú al prójimo; ahí está toda la ley, todo lo demás es interpretación.» El rabbí Akiba, que murió por su fe en la sublevación de Bar-Kochba -hacia el 135 d.C.-, señalaba el amor al prójimo; y Simlay -hacia el 250 d.C.-, la fe. La entrega a los semejantes para cumplir la voluntad de Dios contaba, pues, ya en el judaísmo con una tradición. Idea y obra de Jesús es la unión indisoluble entre amor a Dios y amor al prójimo. La pregunta del escriba «¿Cuál es el mandamiento primero de todos?», estaba planteada, pues, con toda seriedad y sin segundas intenciones. En ella resuena el interrogante angustioso de muchos contemporáneos de Jesús acerca del camino de la salvación, y con el que ya nos hemos encontrado a propósito del hombre rico (10,17). Interesante es también la petición de un discípulo al rabbí Eliezer (hacia el 100 d.C.) en su lecho de muerte: «Maestro, enséñanos los caminos de la vida, para que por ellos seamos dignos de la vida del mundo futuro.» Jesús responde con la misma seriedad, pero también con una seguridad soberana. Su respuesta está formada por citas bíblicas que en el Pentateuco aparecen separadas. La primera es el comienzo del shema, así llamado por la primera palabra: «¡Escucha!» (Deu_6:4s). Unido a otros dos pasajes bíblicos el shema había pasado a ser la profesión de fe judía, que se recitaba cada día mañana y tarde, ya en tiempos de Jesús, según una buena tradición. Era una confesión de fe monoteísta, pero que además obligaba a servir a ese Señor y amarle «con todo el corazón y con toda el alma». Estas apostillas, que hacen más comprometedor el amor a Dios, difieren en número -en el Antiguo Testamento eran tres los giros- y en forma entre los distintos evangelistas. Subrayan en conjunto la intensidad y totalidad del amor y no requieren, así lo parece, ninguna explicación particular. Pero la exégesis judía se ocupó de tales matizaciones, y es buena prueba de su voluntad de tomar en serio la llamada de Dios el hecho de que los explicase de la manera más concreta posible. Como la palabra hebrea correspondiente a «alma» puede también significar «vida», se incluyó hasta la exigencia de dar la vida por Dios. Así se refiere del ya mencionado rabbí Akiba que, cuando le llevaban al martirio y le arrancaban ya la carne a pedazos, era la hora del shema, y que se puso a recitarlo. Sus discípulos quisieron impedir este esfuerzo a su martirizado maestro, pero él les dijo: «A lo largo de toda mi vida me ha preocupado este versículo de con toda tu alma, si incluye también el alma (la vida); y ahora que me es posible ¿no iba a cumplirlo?»; el otro giro «con todas tus fuerzas» se aplicaba corrientemente a la hacienda, a las posesiones materiales.

Jesús califica el mandamiento del amor a Dios como el «primero»; pero le une inmediatamente, como segundo, el amor al prójimo, según Lev_19:18. No vamos a explicarlo aquí con más detalle. Según la concepción veterotestamentaria, el «prójimo» era el compañero de religión, aunque según Lev_19:34 se le equiparaba también al extranjero que tenía su residencia en la tierra de Israel. La exégesis rabínica limitó más tarde el precepto del amor a los israelitas y a los prosélitos propiamente dichos; pero no faltaron otras voces que reclamaban la ampliación del mandamiento del amor a todos los hombres. Según otros pasajes de los Evangelios, especialmente la parábola del samaritano compasivo (Luk_10:30-37), Jesús adoptó una postura universalista, y exigió aceptar a cualquier hombre necesitado, independientemente de su pertenencia al pueblo y religión que fuesen. Aquí no se expone esta interpretación del mandamiento del amor al prójimo; todo el interés recae en la conexión entre el amor de Dios y el amor al prójimo. «No hay mandamiento alguno mayor que éstos». De ese modo se equipara el amor al prójimo con el amor a Dios; es más, en el amor al prójimo es donde el amor de Dios tiene su campo de operaciones y donde consigue mantenerse. Según la consecuencia que saca el escriba, y que Jesús alaba, de que este doble amor está por encima de todos los holocaustos y sacrificios, y por lo mismo también sobre la adoración cúltica de Dios, habría que decir incluso que la realización del amor de Dios en el amor al prójimo constituye el verdadero núcleo de la resolución de Jesús. Por lo demás, no puede negarse un cierto enfrentamiento a la adoración cúltica y unilateral de Dios en las enseñanzas y gestos de Jesús. En la parábola del samaritano compasivo se vitupera a los representantes del culto del templo; en Mar_7:6s se censura el culto de labios afuera; y la purificación del templo muestra de modo gráfico la dura crítica de Jesús al culto que hasta entonces venía practicándose en el templo, mezclado con las debilidades humanas, y sus exigencias de un nuevo servicio moral a Dios. Mas del doble precepto del amor a Dios y al prójimo tampoco se puede deducir que el amor de Dios se agote en la mera filantropía (cf. el comentario al 12,41-44). La vinculación de ambos preceptos apenas está atestiguada en el judaísmo; así, escribe Filón de Alejandría: «Existen, por decirlo así, dos doctrinas fundamentales, a las que se subordinan las innumerables doctrinas y leyes particulares: en lo que a Dios se refiere, el mandamiento de la adoración divina y de la piedad; por lo que hace al hombre, el mandamiento del amor al prójimo y de la justicia» (Sobre los distintos mandamientos II, § 63). Pero la vinculación consecuente y la mutua subordinación del amor a Dios y al prójimo con la claridad y resolución con que Jesús las ha expuesto, son algo único. El escriba reflexiona sobre la respuesta de Jesús, reconoce su profunda verdad y saca la consecuencia de que este amor a Dios y este amor al prójimo es superior a todos los sacrificios del templo. Por ello obtiene la aprobación y elogio de Jesús: «No estás tú lejos del reino de Dios.» Como en otros lugares el reino de Dios aparece como una realidad introducida por Dios y ya inminente (1,15), aquí sólo se puede pensar en la participación de este escriba en el mismo. Se encuentra en el mejor camino para entrar de una vez en el reino de Dios. Mateo ha omitido este desenlace del diálogo, cosa comprensible en su planteamiento del mismo como disputa. Marcos evidencia una postura más ecuménica: a pesar de los frecuentes ataques contra los doctores de la ley (2,6; 3,22, etc.), a pesar de la advertencia a guardarse de los mismos, que también Marcos consigna (12,38s), hay algunos que se abren a la predicación de Jesús. La comunidad no debe cerrarles las puertas; hay que reconocer el bien doquiera que se encuentre. La observación final de que ya nadie osaba plantear más cuestiones a Jesús, no se refiere ya especialmente a esta última escena, sino que subraya más bien el fin de las disputas anteriores al tiempo que redaccionalmente introduce en la perícopa inmediata en que la pregunta parte del propio Jesús poniendo en evidencia a los escribas.

f) Filiación davídica del Mesías Mc/12/35-37a).

35 Tomando entonces Jesús la palabra, decía mientras enseñaba en el templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo, inspirado por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. 37a EI mismo David le llama "Señor"; entonces ¿a título de qué es hijo suyo?».

Jesús muestra su superioridad sobre los hombres rectores del judaísmo no sólo en las atinadas respuestas que da a las preguntas que le formulan, sino también en una pregunta que él mismo propone y a la que ellos deben una respuesta. Así ha entendido Marcos este final de las disputas; tal prolongación responde a la observación intermedia de que nadie osaba ya preguntarle. En todos estos diálogos el evangelista persigue, junto al contenido objetivo temático, una tendencia cristológica: Jesús se presenta como un maestro insuperable que da unas enseñanzas perennes a los judíos de su tiempo y -lo que es más importante- a la comunidad. También esta perícopa contiene una de esas doctrinas sumamente importante para la comunidad cristiana, pues se refiere a la persona misma de Jesús. En el contexto del Evangelio de Marcos apenas puede caber duda de cómo interpretó la Iglesia primitiva la pregunta que Jesús plantea sobre la filiación davídica del Mesías, y por consiguiente, cuál era la respuesta que ella le daba, pese a las diferencias de las citas bíblicas implícitas: para la Iglesia el Mesías que reconocía en Jesús era el Hijo de Dios. También el problema conexo- que en la exégesis había recibido diversas respuestas- de si le consideraba Hijo de David, hay que resolverlo seguramente en sentido positivo: genealógicamente la Iglesia aceptaba tal filiación, aunque no en el sentido de las esperanzas mesiánicas judías, según las cuales el Hijo de David se presentaría como rey y libertador político. Para ella el Mesías descendía del tronco de David y cumplía así la antigua profecía (2Sa_7:14, etc.), aunque su presencia y actuación no respondía a las esperanzas nacionalistas; más bien representaba una desilusión para las mismas y, desde luego, las superaba con mucho: como Hijo de David era al mismo tiempo el Hijo de Dios. El título «Hijo de Dios» no aparece, por lo demás, en nuestra perícopa. De acuerdo con la cita bíblica el Mesías viene designado como «Señor», y según el planteamiento de la cuestión, como Señor de David. La argumentación de Jesús no es difícil de entender: según la opinión judía más generalizada, que aquí se atribuye a los escribas (v. 35), el Mesías debía ser hijo de David. Después Jesús cita el versículo de un salmo que se aplicaba al Mesías, afirmando expresamente que lo había pronunciado David (v. 36). Se presupone, pues, el convencimiento judío de que los salmos habían sido compuestos por David. Ahora bien, en ese salmo Dios -el «Señor» que aparece en primer término- dice «a mi Señor», al Señor del poeta del salmo, es decir, de David: «Siéntate a mi diestra...» El Hijo de David viene, pues, designado como «Señor» por su padre, lo que no deja de ser un tratamiento sorprendente (v. 37). A juzgar por la forma podría tratarse de una cuestión de haggada, como solía decirse. En la misma se citaba un pasaje bíblico en apariencia contradictorio, contradicción que tras la conveniente exégesis aparecía infundada; los dos pasajes bíblicos son correctos, aunque relacionados de distinto modo. De todas formas aquí sólo se cita un texto bíblico; pero respecto del otro extremo de la cuestión, que el Mesías es Hijo de David, no se requería una cita explicita. La solución de la contradicción aparente está en que Jesús ciertamente había «nacido del linaje de David según la carne», pero fue «constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador a partir de su resurrección de entre los muertos», como se decía en una fórmula antigua adoptada por Pablo (Rom_1:3s). El «sentarse a la diestra de Dios» se refiere por consiguiente a la entronización de Jesús al lado de Dios después de su resurrección. Sin duda que con ello surge la pregunta de si nuestra perícopa contiene una palabra histórica de Jesús delante del pueblo o sólo fue redactada dentro de la comunidad cristiana. Hay graves razones que apoyan esta segunda hipótesis: en Cesarea de Filipo Jesús prohibió a los discípulos que le designen como Mesías (Rom_8:30), y personalmente nunca se pronuncia sobre la fe mesiánica de los judíos. El texto bíblico citado, que es el Sal 110 (109) 1 -casi literalmente según la versión de los Setenta-, no se aduce en la literatura judía en un sentido mesiánico, pero desempeña un papel importante en la Iglesia primitiva (Act_2:34, 1Co_15:25; Eph_1:20; Col_3:1; Heb_1:3.13, etc.). Toda la visión de la filiación davídica de Jesús, de su descendencia de la familia de David y de su entronización como Señor y Mesías responde pues plenamente a la cristología primera de la Iglesia primitiva, que bien podría haber sido también el lugar de origen de nuestra perícopa. Si nosotros suscribimos esta interpretación crítica, no por ello negamos su fundamento histórico en el ministerio de Jesús; ocurriría aquí como con muchos otros títulos cristológicos de los Evangelios: Jesús no se ha designado personalmente de ese modo, sino que más bien descubre y expresa de manera indirecta sus pretensiones; pero la comunidad postpascual esclareció después estas pretensiones de Jesús y las convirtió para los creyentes en una palabra que atribuye literalmente al propio Jesús. Esto no constituye nada ilícito ni improbable de la exposición de los Evangelios que aclaran la postura de Jesús para los creyentes. Sobre el fundamento de su fe, en la resurrección y constitución en poder de Jesús, la Iglesia primitiva se enfrenta al problema de cómo compaginar las esperanzas mesiánicas judías con los hechos de la vida de Jesús y con el hecho de la resurrección, decisivo para su fe, y cómo hacérselo comprender a los judíos. También para ella el Antiguo Testamento era palabra inspirada por Dios -cf. v. 36: «David, inspirado del Espíritu Santo»- y descubría su verdad a la luz del cumplimiento. Un buen argumento de que Jesús había exhibido unas pretensiones mesiánicas, aunque no en el sentido de la esperada filiación davídica de los judíos, lo constituía la escena ante el gran consejo (Mar_14:61s), pues esa pretensión fue el motivo -porque los judíos no la entendieron bien o no la expusieron debidamente- de que Jesús fuese entregado a los romanos y ejecutado por éstos como rey mesiánico y político. Pero al formular la confesión de Jesús ante el gran consejo (Mar_14:42), se puede reconocer una vez más la interpretación de la Iglesia primitiva, pues en ese pasaje se combinan los textos de Dan_7:13 con el mismo Psa_110:1. De este modo cabe reconocer en todas partes un fundamento que proporcionan la actitud y las palabras de Jesús, y al mismo tiempo una interpretación creyente de la Iglesia primitiva a la luz de la Escritura. Sobre este fenómeno importante para la reflexión de la fe, se nos aparece como en altorrelieve la cuestión, cristológicamente central, de la filiación davídica; el Jesús terrestre sólo puede ser comprendido desde el Señor resucitado.

g) Hay que guardarse de los escribas (Mc/12/37b-40).

37b Y el pueblo, muy numeroso, lo escuchaba con agrado. 38 En su enseñanza decía: «Guardaos de los escribas, que se complacen en pasearse con amplias vestiduras, acaparar los saludos en las plazas, 39 y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; 40 que devoran las casas de las viudas mientras fingen entregarse a largos rezos. ésos tendrán condenación más severa.»

La transición del problema de la filiación davídica al discurso de exhortación es obra del evangelista. La observación de que las turbas escuchaban con gusto a Jesús podría también constituir el remate de la perícopa precedente, pues se espera una reacción a la pregunta formulada por Jesús. Pero los invitados a responder serían los escribas. En lugar de esto Marcos opone la actitud del pueblo a la de aquellos doctores de la ley que ya no aparecen más (cf. v. 34c). El detalle corresponde a la tendencia del evangelista de distinguir al pueblo de sus hombres rectores. Sólo éstos son los responsables del repudio y entrega de Jesús (cf. 11,32; 12,12; 14,1s). El pueblo reconoce a Jesús como maestro, y la comunidad debe aprender, como aquella multitud popular, a escuchar con gusto a Jesús y a prestar atención a la doctrina concerniente al mismo como Mesías y como Señor. Al final de estos discursos Jesús procede severamente con los escribas. También de la tradición que ha conservado Mateo, el cual compone todo un discurso de amenazas contra los escribas y fariseos (cap. 23), y de la que nos ofrece Lucas, quien en parte utiliza el mismo material en otro contexto, pero separando las palabras contra los fariseos de las dirigidas contra los escribas (11,39-52), resulta evidente que ya desde los primeros tiempos se habían reunido estas graves manifestaciones de Jesús contra aquellos hombres influyentes. No hay razón alguna para poner en duda que Jesús haya manifestado tales críticas repetidas veces, críticas que le granjearon un odio a muerte en dichos círculos. Marcos toma de esa tradición sólo unas cuantas palabras decisivas contra los escribas. Según otra fuente, Jesús les habría lanzado abiertamente a la cara palabras parecidas. Esto encaja con la imagen que sus contemporáneos se habían hecho de él como de un profeta (cf. 6,15; 8,28); era un defensor indomable de la causa de Dios contra los influyentes y poderosos de su pueblo. En nuestro texto se echa de ver cómo Marcos utilizó tales ataques de Jesús, al tiempo que los redactaba. Advierte al pueblo, que le oía gustosamente. a que se guarde de los escribas. Su conducta orgullosa y antisocial, descrita con cierta torpeza estilística, hace que se les mencione abiertamente. Jesús les reprocha en concreto la manera fastuosa de presentarse -se alude a una túnica suntuosa que los escribas llevaban como signo de su dignidad-, y después su afán de honores: ponen empeño en ser saludados en las plazas públicas y buscan los primeros puestos en las sinagogas y en los banquetes (cf. Luk_14:7). Pero el reproche de Jesús va más adelante: «Devoran las casas de las viudas»; es decir, se hacen pagar bien sus recomendaciones y consejos explotando sin escrúpulos la hacienda de las viudas. Muchos intérpretes piensan que se trata de que se hacían sustentar por las mujeres y que abusaban de su hospitalidad. El despojo y trato injusto de las viudas y los huérfanos son ya una queja y reproche frecuente en los antiguos profetas (cf. Isa_1:17.23; Isa_10:2; Jer_7:6; Jer_22:3). Finalmente, Jesús fustiga su santidad aparente, porque mediante largas oraciones quieren ganar fama de gran religiosidad. Parecida crítica escuchamos también en el sermón de la montaña de Mateo (Jer_6:1-18). Jesús era un defensor incorruptible de los pobres y de los oprimidos, y un acusador implacable que desenmascaraba cualquier falsa piedad. Y, puesto que los escribas, como dirigentes del pueblo, estaban especialmente obligados a una conducta ejemplar, Jesús les amenaza con un juicio de Dios más severo. A esta crítica debe también someterse la comunidad de Cristo. Quien proclama las exigencias de Dios, quien quiere destacar mediante una vida santa, corre el mismo peligro de hipocresía y fracaso ético, especialmente en lo social. A quien mucho se le ha dado, Dios le pedirá también mucho, y a quien mucho se le ha confiado, tanto más se le exigirá (Luk_12:48).

h) La ofrenda de la viuda (Mc/12/41-44).

41 Estaba sentado frente al tesoro y observaba cómo la gente echaba en él monedas de cobre, y muchos ricos echaban mucho. 42 Llegó también una pobre viuda que echó dos monedas muy pequeñas, equivalentes a un cuarto de as. 43 Llamó entonces a sus discípulos junto a sí y les dijo: «Os aseguro que esta viuda pobre echó más que todos los demás en el tesoro. 44 Porque todos ellos echaron de lo que les sobraba; pero ésta, de su pobreza, echó todo cuanto poseía, todo lo que tenia para vivir.»

Este pequeño episodio presenta un profundo contraste con el precedente reproche a la piedad aparente de los escribas. La pobre viuda con su espíritu de sacrificio y su adoración práctica de Dios avergüenza a la gente de largas oraciones y de palabras altisonantes. Marcos ha insertado aquí esta historia, independiente sin duda en la tradición, a fin de poner un ejemplo ante los ojos de la comunidad, el nuevo templo de Dios. Mateo, a quien preocupaba más la disputa con los escribas, la ha omitido; pero Lucas, el evangelista «social», no la ha dejado escapar, siguiendo la pauta de Marcos. Dentro del recinto del templo, en el llamado atrio de las mujeres, se encontraba una sala -la cámara del tesoro- en la que había trece cepillos en forma de trompeta. Los recipientes servían para recoger las ofrendas con distintos fines, incluso para las ofrendas libres sin ninguna finalidad concreta. Los visitantes del templo no depositaban ellos mismos el dinero en los cepillos, como ocurre entre nosotros, sino que lo entregaban al sacerdote encargado, el cual lo depositaba en el arca correspondiente, según el deseo del donante. Esto explica cómo Jesús pudo advertir la ofrenda de la viuda. Ella indicó la cantidad y su destino al sacerdote y Jesús pudo oírlo. Por los detalles ella aportaba su modestísima cantidad como ofrenda libre sin objetivo concreto, para lo que estaba previsto el cepillo decimotercero. Con el dinero allí recogido se ofrecían los holocaustos; la mujer no quería, pues, sino hacer una obra en honor de Dios. Las ofrendas para ayuda de los pobres se depositaban en otro lugar o se recogían en un bote. La enseñanza que Jesús imparte a los discípulos, y con ellos a la comunidad posterior, es clara: la verdadera piedad es una entrega a Dios, un ponerse por completo a su disposición. Esta mujer no dio de lo superfluo, sino de su misma pobreza y de lo que le era necesario. Todo lo que tenía, tal vez -según la expresión griega- lo que necesitaba aquel día para su sustento, lo da sin reservas. Las dos monedillas judías más pequeñas indican que aún podía haberse quedado con algo, pero de hecho lo entregó todo a Dios y con ello a sí misma. Una persona así no puede por menos de mirar por las otras personas indigentes y, si es necesario, comparte con ellas hasta el último bocado. La mujer ama a Dios «con todas sus fuerzas», según la interpretación judía, es decir con toda su hacienda terrena, con todos sus bienes y posesiones (véase el comentario al mandamiento principal). Hay también testimonios extracristianos valorando al máximo la intención y el hecho, sin tener en cuenta el montante de la cantidad ni la grandeza externa de una acción. Lo específicamente cristiano se pone de manifiesto a la luz del mandamiento supremo: el hombre se da a sí mismo por amor, se ofrece a Dios en sacrificio, y por Dios también a los hombres. Es un bello testimonio del primitivo pensamiento cristiano que se haya conservado el recuerdo de un episodio tan insignificante, se haya seguido refiriendo y que Marcos haya elegido precisamente la escena como cierre de ministerio público de Jesús y de sus enseñanzas en el templo de Jerusalén.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



76 (ii)
Parábola de la viña (12,1-12). La parábola comenta la hostilidad de los líderes judíos hacia Jesús y ubica el violento trata(-)miento dado a Jesús en la tradición de la vio(-)lencia infringida a los antiguos mensajeros de Dios. Hay obvias identificaciones alegóricas en la parábola: la viña = Israel; el propietario = Dios; los viñadores = líderes de Israel; el hi(-)jo amado = Jesús. Más problemática resulta la identificación de los siervos con los profetas, y de los otros con los gentiles. Los otros ele(-)mentos del relato (la valla, la prensa, la torre) no tienen significado alegórico. Se ha negado, por diferentes razones, que Jesús dijese esta parábola tal como ahora la encontramos: las citas de los LXX (12,1.10-11), la presciencia de su muerte y su afirmación abiertamente mesiánica (12,6), las posibles alusiones a la caída de la Jerusalén y a la misión a los gentiles (12,9), y los alegorismos. Pero los esfuerzos para reconstruir la forma primitiva de la pará(-)bola de Jesús, o explicarla como una creación total de la comunidad cristiana primitiva, son muy especulativos. 1. comenzó a hablarles en parábolas: Aunque la forma es diferente de los relatos del contexto, el contenido trata de la relación entre Jesús y sus adversarios. A pesar del plural «parábolas», sólo nos encontramos aquí con una parábola, plantó una viña: El vo(-)cabulario de la descripción está tomado de Is 5,1-2 (LXX), que no deja lugar a dudas de que la viña simboliza a Israel. La valla se constru(-)ye para evitar la entrada de animales; la pren(-)sa es usada para hacer vino; y la torre era lu(-)gar de vigilancia y refugio, la arrendó a unos labradores: La práctica del arrendamiento de fincas era común en la Palestina en que vivió Jesús. De hecho, el absentismo de los propie(-)tarios era una característica del sistema eco(-)nómico grecorromano. 2. a su debido tiempo envió un siervo a los labradores: El tiempo ade(-)cuado puede haber sido el año quinto (cf. Lv 19,23-25). Los tres siervos (12,2-3.4.5) reciben progresivamente un peor tratamiento por par(-)te de los labradores: golpear, descalabrar y ul(-)trajar, matar. Aunque nos tiente la idea de identificar a estos siervos con los profetas del AT, es preferible considerarlos en sentido am(-)plio como los mensajeros que Dios envió a Is(-)rael (Moisés, Josué, David, etc., y, también, los profetas). 5. y otros muchos a los que golpearon o mataron: Tras la serie de los tres siervos, es(-)ta descripción conclusiva generaliza el destino de los mensajeros enviados por Dios a Israel. 6. un hijo amado: El dueño presupone que los labradores tratarían a su hijo con respeto, aunque no lo hubieran hecho con sus siervos. Puesto que la expresión «hijo amado» ho huios mou ho agapétos) fue usada por la voz celestial para identificar a Jesús en su bautis(-)mo (1,11) y en la transfiguración (9,7), no hay duda de que Marcos y sus lectores identifica(-)ron a este hijo con Jesús. 7. éste es el heredero: La expectativa de los arrendatarios no se fun(-)damentaba en la práctica legal sino en el deseo de que con la confusión resultante podrían ad(-)quirir la posesión de la propiedad. 8. lo mata(-)ron y lo arrojaron fuera de la viña: No se men(-)ciona la crucifixión, ni tampoco hay la más ligera alusión a la resurrección. La idea de arrojar al hijo fuera de la viña puede relacio(-)narse con Heb 13,12 («Jesús padeció fuera de la puerta») y con la localización de la crucifi(-)xión de Jesús fuera de las murallas de Jeru(-)salén. 9. vendrá, acabará con los labradores y dará la viña a otros: Mt 21,41.43 refleja la con(-)vicción cristiana de que la identidad del pue(-)blo de Dios y su lugar en el reino de Dios pa(-)saron de Israel a la Iglesia. Sin embargo, Marcos parece centrarse más en los líderes de Israel (caps. 11-12), por lo que su compren(-)sión del alcance de la parábola es más limita(-)da. La descripción no refleja necesariamente los acontecimientos del año 70 d.C., aunque Mt 21,41.43 y Lc 20,18 parecen sugerirlos. No está claro que Marcos entendiese los «otros» como gentiles. 10. la piedra que rechazaron los constructores: La cita de 12,10-11 está tomada del Sal 118,22-23 (LXX). La piedra rechazada (= Cristo) se convierte en la piedra angular (que mantiene unidos los muros del edificio) o la piedra capital (que corona y sostiene un ar(-)co o un pórtico). La misma cita se aplica a Je(-)sús en Hch 4,11 y 1 Pe 2,7; sobre otras citas en las que el término «piedra» se aplica a Jesús, cf. Rom 9,33 y 1 Pe 2,6.8. Quizá, la semejanza entre las palabras hebreas ben, «hijo», y eben, «piedra», dio origen a esta identificación. La cita del Sal 118,22-23 en Mc 12,10-11 indica lo mismo que la parábola en Mc 12,1-9: el recha(-)zo del Hijo de Dios por los dirigentes de Israel fue un trágico error. 12. dijo la parábola contra ellos: En el evangelio de Marcos no es habitual que los adversarios comprendan la parábola (cf. 4,10-12.33-34). Esta conclusión es típica de los relatos de controversia: los enemigos de Jesús se dan cuenta de que han sido burlados.

(Snodgrass, K., The Parable of the Wicked Tenants [WUNT 27, Tubinga 1983].)

77 (iii) Tributo al césar (12,13-17). El pro(-)blema que se plantea ahora es el pago del im(-)puesto de capitación. Aunque los adversarios pretenden la derrota y descrédito de Jesús, él consigue eludir su trampa y transforma su pre(-)gunta en una ocasión para dar una lección so(-)bre las relaciones con Dios. No deberíamos forzar el significado del texto hasta convertirlo en un breve tratado sobre las relaciones entre la iglesia y el estado (cf. Ap 17-18 para una des(-)cripción muy hostil del Imperio romano). No debemos olvidar las particularidades de la si(-)tuación: Los judíos preguntan a Jesús, su com(-)pañero judío, sobre el asunto del pago de im(-)puestos al gobernante romano. Jesús les permite pagar los impuestos (cf. Mt 17,24-27; Rom 13,1-7; 1 Pe 2,13-17), pero va más allá y desafía a sus destinatarios a que sea tan justos en el servicio a Dios como lo son en su servicio al césar. 13. fariseos y herodianos: La presencia de herodianos en un relato de lo que sucede Je(-)rusalén es, en cierto modo, extraña. Para una referencia anterior a una alianza entre fariseos y herodianos, cf. el comentario a 3,6. Puesto que Herodes Antipas debía su poder político al Imperio romano, una respuesta negativa a la pregunta de 12,14 habría provocado un pro(-)blema entre Jesús y los romanos. Los fariseos no eran unos nacionalistas tan radicales como los zelotas y trataban de coexistir con las insti(-)tuciones romanas. 14. sabemos que eres since(-)ro: El cumplido con el que se saluda a Jesús tiene como finalidad conseguir de él una res(-)puesta directa y ponerlo en un compromiso (cf. 11,27-33, donde Jesús evita dar una res(-)puesta directa). Marcos clarifica que los moti(-)vos de los adversarios son mezquinos («para cazarlo» en 12,13, y «dándose cuenta de su mala intención» y «¿por qué me ponéis a prue(-)ba?» en 12,15). ¿es legal pagar tributo al césar o no?: El término griego kénsos es una translite(-)ración del latín census; este impuesto era un recordatorio del sometimiento judío a Roma y tenía que pagarse con dinero romano. Si Jesús respondía afirmativamente, se vería desacredi(-)tado entre los nacionalistas judíos por colabo(-)racionista. Si respondía negativamente, se ma(-)nifestaría como revolucionario y peligroso para el Imperio romano. 16. ¿de quién es esta imagen y esta inscripción?: El denario que se presenta a Jesús tendría grabada la imagen del emperador Tiberio (14-37 d.C.); la inscripción probablemente rezaría Tiberius Caesar divi Augusti filius Augustus. 17. dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios: Jesús res(-)ponde a la pregunta que le han hecho en 12,14 de forma positiva: es legal pagar impuestos al césar. Pero su razonamiento le permite evitar la trampa: puesto que las monedas con las que se pagaban los impuestos eran romanas y per(-)tenecían al emperador, el pagar los impuestos era vina simple cuestión de devolver al empe(-)rador lo que ya le pertenecía. Añadiendo «a Dios lo que es de Dios» cambia su discurso so(-)bre el pago de impuestos en un desafío espiri(-)tual para que se asuman las obligaciones con Dios tan conscientemente como se asumen las obligaciones con el estado, asombrados: Los biblistas dicen normalmente que la muche(-)dumbre se asombró de la habilidad con que Jesús evadía el problema sin provocar una gra(-)ve ofensa (aunque su respuesta habría resulta(-)do ofensiva para los nacionalistas judíos). Qui(-)zá su asombro se debía al éxito con que logró transferir la cuestión desde el plano político al espiritual.

78 (iv) Resurrección (12,18-27). Los sadu(-)ceos fundamentaban su rechazo de la resu(-)rrección en el hecho de que el Pentateuco no decía nada sobre este asunto. Citan un pasaje de Dt 25,5-10, que consideraban como prueba irrefutable de su opinión, y le añaden una aplicación con la intención de reducir al ab(-)surdo el argumento de quienes creían en la re(-)surrección. Esta estrategia da pie a Jesús para exponer su enseñanza sobre la naturaleza de la vida resucitada (tan diferente de la vida te(-)rrenal) y mostrar que la resurrección estaba implícita, al menos, en lo que el Pentateuco di(-)ce en Éx 3,6.15-16, en donde Dios aparece co(-)mo el Dios de vivos. El mensaje teológico del texto es que la esperanza en la vida resucitada se fundamenta en el carácter de Dios, que pue(-)de vencer la muerte y dar la vida, no en la na(-)turaleza o en el esfuerzo humano. 18. sadu(-)ceos que niegan la resurrección: Los saduceos aceptaban solamente el carácter canónico del Pentateuco y rechazaban la idea de una ley oral adicional (cf. Josefo, Ant. 18.1.4 § 16-17). Los pocos pasajes del AT en los que se dice al(-)go sobre la resurrección (cf. Is 25,8; 26,19; Sal 73,24-25; Dn 12,1-3) no formaban parte del Pentateuco, y, por consiguiente, no gozaban de autoridad para los saduceos (cf. Hch 23,8). El aspecto más conflictivo que Jesús tenía que afrontar en la controversia consistía en mos(-)trar que la doctrina de la resurrección estaba presente incluso en el Pentateuco (cf. 12,26). La pregunta de los saduceos presupone que Jesús compartía la creencia de los fariseos en la resurrección. 19. Moisés escribió: El conte(-)nido de lo que «Moisés escribió», según Mc 12,19, es una versión libre de Dt 25,5-10, que prescribe la obligación del levirato (cf. Gn 38; Rut). El objetivo de esta norma ve tero testa(-)mentaria era mantener la propiedad en el se(-)no de la familia del varón. 20. había siete her(-)manos: El relato que se cuenta en 12,20-23 toma Dt 25,5-10 como punto de partida e in(-)tenta reducir la creencia en la resurrección al absurdo y probar su incompatibilidad con el Pentateuco. Siete hermanos tenían la misma mujer; ¿de cuál de ellos será en la resurrec(-)ción? 24. no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios: En la explicación posterior, Je(-)sús responde a los saduceos en primer lugar con una referencia al poder de Dios (12,25) y después con una referencia a las Escrituras (12,26-27). El poder de Dios puede vencer la muerte y dar la vida; la resurrección está im(-)plícita en la Escritura. 25. cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos ni ellas se casarán: La reducción al absurdo que los saduceos desa(-)rrollan en 12,20-23 se fundamenta en una errónea comprensión de la vida resucitada; so(-)bre el carácter angélico de la vida resucitada, cf. 1 Cor 15,35-50; 1 Hen 15,6-7; 104,4; 2ApBar 51,10; bBer. 17a). La modalidad de la vida re(-)sucitada será tan diferente de la vida terrena que el ejemplo de los saduceos no tiene real(-)mente ninguna fuerza lógica, pues prescinde del poder de Dios para vencer la muerte y sa(-)car vida de la muerte. 26. en el episodio de la zarza: Este era el modo habitual con que los judíos se referían al pasaje de la zarza ardien(-)te de Éx 3 antes de que se introdujeran los in(-)dicadores de capítulos y versículos, el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob: Éx 3,6.15-16, en donde Yahvé se identifica co(-)mo el Dios de los padres de Israel, pertenece al Pentateuco, y, por consiguiente, debe ser to(-)mado en serio por los saduceos. 27. no Dios de muertos, sino de vivos: Jesús entiende Éx 3,6.15-16 en el sentido de que Abrahán, Isaac y Jacob aún vivían y continuaban su relación con Dios. Así pues, la resurrección formaba parte de la enseñanza del Pentateuco. La utili(-)zación de un texto del AT de este modo artifi(-)cioso era compatible con los métodos judíos de interpretación de la época.

79 (v) El mandamiento principal (12,28-34) . La cuarta controversia trata de cuál era el más importante de los 613 preceptos de la ley del AT, un tópico bastante común que se pre(-)guntaba a los notables maestros judíos. La res(-)puesta de Jesús combina dos citas del AT (Dt 6,4-5 y Lv 19,18), subrayando así su ortodoxia como maestro judío e ilustrando su afición de llegar al fondo de las cosas. El pasaje es impor(-)tante no tanto por su originalidad cuanto por el énfasis que pone en las disposiciones interiores y fundamentales. Véase Mt 5,21-48 para un én(-)fasis aún más radical en la disposición interior, que conduce a la abolición de algunos precep(-)tos del AT. 28. un escriba: El que hace la pre(-)gunta se caracteriza por su falta de hostilidad y por la aprobación que recibe de Jesús (cf. Mt 22,35; Lc 10,25). Su actitud y su deseo sincero de aprender convierten el incidente más un ejercicio de aprendizaje que en una controver(-)sia. ¿cuál es el mandamiento más importante?: Esta pregunta se les hacía frecuentemente a los maestros judíos. La respuesta famosa de Hillel, según bSabb. 31a, fue la siguiente: «Lo que no quieras para ti, no lo hagas a tu prójimo. Ésta es la ley entera; el resto es comentario. Ve y aprende». Así respondió a la petición de un prosélito que deseaba que le enseñara mientras permanecía sobre una pierna. Hillel suponía que esta enseñanza resumiría toda la ley y da(-)ría a sus 613 mandamientos un principio cohe(-)rente. Los primeros cristianos comprendieron el resumen de la ley de Jesús como autoriza(-)ción para no cumplir los preceptos rituales; no está claro si era ésta la intención de Jesús en es(-)te caso. 29. El primero es: «Escucha Israel, el Se(-)ñor nuestro Dios es el único Señor»: La respues(-)ta de Jesús es una cita de Dt 6,4-5, el primero de los tres textos que los judíos piadosos reci(-)taban dos veces al día (Dt 6,4-9; 11,13-21; Nm 15,37-41). El mandato de amar a Dios brota de su naturaleza de ser el único Dios. Los cuatro términos que aparecen en 12,30 (corazón, al(-)ma, mente, fuerza) no se refieren a diferentes partes de la persona, sino que son un modo de acentuar que debe amarse a Dios con todos los recursos disponibles. 31. el segundo es: «Ama(-)rás a tu prójimo como a ti mismo»: Aunque só(-)lo se le preguntó por un mandamiento, Jesús añade un segundo. No hay intención de igualar o de unir de los dos mandamientos (cf. Lc 10,27). El segundo mandamiento es una cita de Lv 19,18 (cf. Rom 13,9; Gál 5,14; Sant 2,8). Los dos mandamientos están conectados por la pa(-)labra «amor» y el hecho que Jesús los uniera era una nota teológica original. Ni en Lv 19,18 ni tampoco en sus desarrollos neotestamentarios aparece consciencia alguna del moderno descubrimiento de la baja autoestima y de la necesidad de amarse a uno mismo para poder amar al otro. 32. muy bien, Maestro: El escriba expresa su acuerdo con Jesús, parafraseando su afirmación sin ningún indicio de hostilidad o de ironía. 33. más que todos los holocaustos y sacrificios: La comparación del escriba es una simple evocación de Os 6,6 y 1 Sm 15,22 y no exige que la interpretemos como una condena del sistema sacrificial. En su estructura de pen(-)samiento, el amor a Dios y al prójimo eran los grandes principios que estaban tras el sistema sacrificial. 34. no estás lejos del reino de Dios: Más que de una realidad futura, el reino de Dios se presenta en este texto como algo acce(-)sible que parece tener dimensiones espaciales. La correcta comprensión que el escriba tiene de lo que es esencial en la ley del AT lo sitúa cerca del reino que está viniendo y lo prepara para recibirlo adecuadamente (cf. 10,13-16).

80 (vi) El hijo de David (12,35-37). La fi(-)nalidad que percibimos tras la complicada exégesis del Sal 110,1 es mostrar que el título de hijo de David no es una definición total(-)mente adecuada y exhaustiva del Mesías. Se requiere un título más sublime como Kyrios, «Señor», para captar el carácter del mesianis(-)mo de Jesús. 36. David mismo dijo, inspirado por el Espíritu Santo: En esta argumentación que se basa en el Sal 110,1 es esencial que Da(-)vid haya sido el autor del salmo. Para otras ci(-)tas neotestamentarias del Sal 110,1, véanse Hch 2,34-35; 1 Cor 15,25; Heb 1,13. Encontra(-)mos alusiones a éste en Mc 14,62 y par.; 16,19; Rom 8,34; Ef 1,20; Col 3,1; Heb 1,3; 8,1; 10,12. El hecho de que sea muy utilizado en los es(-)critos neotestamentarios sugiere que formaba parte de una antología de citas del AT que eran aplicables a Jesús. 37. David mismo lo llama Señor, ¿cómo es posible que el Mesías sea hijo suyo?: Puesto que es David quien habla en el Sal 110,1 debe de referirse a alguien diferente. El primer «Señor» es Dios; el segundo «mi Se(-)ñor» debe de ser alguien diferente y superior a David. Por consiguiente, al Mesías no se le puede describir de forma adecuada y exhaus(-)tiva como hijo de David.

81 (c) Los escribas y una viuda (12,38-44). Los dos incidentes de esta sección (12,38-40; 12,41-44) forman un díptico en el que se pone en contraste a sus personajes. Los escri(-)bas, cuya ostentación e hipocresía se critica en este pasaje, son el tipo opuesto a lo que Jesús quería que fueran sus discípulos. Jesús advier(-)te contra la búsqueda del honor y prestigio de los escribas (12,38b-39) y la sangría que ha(-)cían con los recursos de las viudas, al tiempo que mantenían su aspecto piadoso (12,40). Aunque no llega al extremismo de Mt 23, este pasaje se ha utilizado en el pasado para susci(-)tar sentimientos antijudíos; pero, realmente, este texto no critica a todos los escribas, sino solamente a un cierto tipo (cf. 12,28-34), y ni mucho menos a todos los judíos. 38. a los es(-)cribas les gusta pasearse lujosamente vestidos: Los escribas eran los intérpretes de la ley del AT, la antigua versión judía de los juristas. Los escribas que aquí se critican se exhibían en las manifestaciones públicas, especialmente en las celebraciones religiosas. El término stolai se refiere, probablemente, a unas túnicas es(-)pecialmente diseñadas para intensificar su prestigio y honor, no necesariamente a los mantos utilizados para la oración como en Mt 23,5. 40. devoran los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones: En la antigüedad, los juristas podían ejercer como administra(-)dores de la propiedad de una viuda. Un modo de recibir sus honorarios era quedarse con una parte de la propiedad. Los juristas con re(-)putación de ser piadosos tenían excelentes oportunidades para aumentar sus perspecti(-)vas de participación en este proceso (J. D. M. Derret, NovT 14 [1972] 1-9). En corresponden(-)cia a su codicia e hipocresía, estos juristas re(-)cibirán una dura condena en el juicio final an(-)te el más alto tribunal.
82 El relato de la viuda pobre se conecta con el incidente precedente mediante el térmi(-)no «viuda». Nos presenta un ejemplo contra(-)rio al comportamiento de los escribas. La dis(-)posición interior de la mujer y su generosidad sirven también para introducir el relato de la pasión en el que Jesús demostrará las mismas cualidades. 42. dos moneditas, o sea, una cuar(-)ta parte del as: Las dos moneditas (lepta) eran las más pequeñas que estaban en circulación. La oración explicativa ho estin kodrantés deri(-)va del latín quadrans, otro indicio que sugiere la procedencia romana del evangelio de Mar(-)cos. 43. esta viuda pobre ha echado más que to(-)dos los demás: El comentario inicial de Jesús formula una paradoja que requiere una expli(-)cación (12,44). La explicación es que la viuda hizo un sacrificio real para sostener el templo, mientras que el rico simplemente dio lo que le sobraba.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 12.

Parábola de los viñadores. 12:1-12 (Mat_21:33-46; Luc_20:9-19).
Cf. Comentario a Mat_21:33-46.
1 Comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre plantó una viña y la cercó de muro, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos viñadores, y se partió lejos. 2 A su tiempo, envió a los viñadores un siervo para percibir de ellos la parte de los frutos de su viña,3 y tomándole le azotaron y le despidieron con las manos vacías. 4 De nuevo les envió otro, y le hirieron en la cabeza y le ultrajaron. 5 Envió otro, y a éste le dieron muerte; igualmente a muchos otros, de los cuales a unos los azotaron y a otros los mataron. 6 Le quedaba todavía uno, su hijo amado, y se lo envió también el último, diciéndose: A mi hijo le respetarán. 7 Pero aquellos viñadores se dijeron para sí: Este es el heredero. ¡Ea! Matémosle y será nuestra la heredad. 8 Y tomándole, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. 9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y hará perecer a los viñadores y dará la viña a otros. 10 ¿Y no habéis leído esta escritura: La piedra que desecharon los edificadores, ésa vino a ser cabeza de esquina? 11 del Señor viene esto y es admirable a nuestros ojos? l2 Buscaban apoderarse de El, pero temían a la muchedumbre, pues comprendieron que de ellos había sido dicha la parábola, y, dejándole, se fueron.

Esta parábola alegorizante la traen los tres sinópticos. El esquema fundamental es semejante en los tres sinópticos, pero va evolucionando literariamente y se va alegorizando. Con ella Cristo hace ver que con su muerte se quita el privilegio al Israel carnal (Gal) como transmisor exclusivo del mesianismo, y esta viña (Israel) se unlversaliza. Es el mesianismo universal. Se estudia en Comentario a Mat_21:36-46.

El Tributo al Cesar,Mat_12:13-17 (Mat_22:15-22; Luc_20:20-26).
Cf. Comentario a Mat_22:15-22.
13 Le enviaron algunos de los fariseos y herodianos para hacerle caer en una trampa. u Llegados, le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no tienes respetos humanos, sino que enseñas según la verdad el camino de Dios: ¿Es lícito pagar el tributo al Cesar o no? ¿Debemos pagar o no debemos pagar? '5 él, conociendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. 16 Se lo trajeron, y les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Ellos dijeron: Del Cesar. n Jesús replicó: Dad, pues, al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraron de él.

Mt y Mc tienen una narración muy homogénea. Lc vincula esta escena como una revancha a la parábola alegorizante anterior, por lo que con esta cuestión quieren tenderle una nueva celada. La mención de los herodianos lleva preferentemente a situar la escena en la época galilea. La pregunta no sólo era capciosa, sino especialmente comprometida en aquella época de exaltación mesiánico-política de independencia de Roma y de los zelotes. Admitir pagar tributo al Cesar era enemistarle con el pueblo. Negarlo era enemistarlo con las autoridades romanas y sanedritas, que lo utilizarían como halago a Roma.
La respuesta Dad al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios es una respuesta habilísima. La tradición cristiana primitiva exigirá la obediencia a los poderes constituidos (Rom_13:7; 1Pe_2:13-14). El Estado tiene sus exigencias legítimas, pero no al margen de Dios. Precisamente se ha de estar sujetos a toda ordenación humana por respeto a Dios (1Pe_2:13; Ap 17:é7-18). La respuesta de Cristo tiene un enunciado sapiencial. También la dominación romana, como castigo, contaba en el plan de Dios 2.

Cuestión de la Resurrección. 12:18-27 (Mat_22:23-33; Luc_20:7-20).
Cf. Comentario a Mat_22:23-33.
18 Se le llegaron algunos fariseos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaban, diciendo: 19 Maestro, Moisés nos ha prescrito que si el hermano de uno viniese a morir y dejare la mujer sin hijos, tome el hermano esa mujer y dé sucesión a su hermano. 20 Eran siete hermanos. El primero tomó mujer, pero al morir no dejó descendencia. 21 La tomó el segundo, y murió sin dejar sucesión, e igual el tercero, 22 y de los siete ninguno dejó sucesión. Después de todos murió la mujer. 23 Cuando en la resurrección resuciten, ¿de quién será la mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer. 24 Díjoles Jesús: ¿No está bien claro que erráis y que desconocéis las Escrituras y el poder de Dios? 25 Porque, cuando resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dadas en matrimonio, sino que serán como ángeles en los cielos. 26 Por lo que toca a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo habló Dios diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? 27 No es Dios de muertos, sino de vivos. Muy errados andáis.

Otro pasaje muy afín en su narración en los tres sinópticos, excepto el final de Lc 3. Se remite al Comentario a Mat_22:23-33.

El primer mandamiento. 12:28-34 (Mat_22:34-40; Luc_10:25-28).
Cf. Comentario a Mat_22:34-40.
28 Se le acercó uno de los escribas que había escuchado la disputa, el cual, viendo cuan bien había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? 29 Jesús contestó: El primero es: Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, 30 y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. 31 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mayor que éstos no hay mandamiento alguno. 32 Díjole el escriba: Muy bien, Maestro; con razón has dicho que El es el único y que no hay otro fuera de El, 33 y que amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, es mucho mejor que todos los holocaustos y sacrificios. 34 Viendo Jesús cuan atinadamente había respondido, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió ya más a preguntarle.

En Mc la pregunta se la hace en un tono de respeto. En Mt, y más en Lc, en un sentido hostil. Es cuestión redaccional. El tema del primer mandamiento era muy discutido en las escuelas rabínicas. Pero Mc es el que destaca la argumentación basándose en que Dios es único; luego exige la plenitud de amor y servicio. La repetición de corazón, alma y mente es el procedimiento semita de prueba por acumulación.
Pero en el amor a Dios va incluido el amor al prójimo, todo ser humano, que es lo que destaca especialmente Lc en este pasaje (Luc_10:29ss). Para el judío, el prójimo era sólo el judío.
En el v.29-30 se ha querido ver la intención, resaltada, de una cuestión apologética contra el politeísmo del medio ambiente al que se dirige el evangelio de Mc.
Los v.32-34 son propios de Mc. En ellos se hace ver que el amor al prójimo es mejor que todos los holocaustos y sacrificios. En esto Mc se entronca con la línea de los profetas sobre la autenticidad del culto y la misericordia (1Re_15:22; Ose_6:6). A esta valoración del escriba que le preguntó, Cristo le responde que su rectitud moral le está aproximando al reino de Dios 4.

El origen del Mesías. 12:35-37 (Mat_22:41-46; Luc_20:41-47).
Cf. Comentario a Mat_22:41-46.
35 Tomando Jesús la palabra, decía, enseñando en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? 36 David mismo, inspirado por el Espíritu Santo, ha dicho: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. 37 El mismo David le llama Señor, ¿y de dónde, pues, viene que sea hijo suyo? Una gran muchedumbre le escuchaba con agrado.

Los tres sinópticos insertan en estos últimos días jerosolimitanos este episodio. Con él Cristo pretende hacerles ver que la simple enseñanza de los escribas y fariseos, que sólo hacían al Mesías descendiente de David por la sangre, no bastaba para valorar su naturaleza. Apela a la Escritura con un procedimiento un poco de tipo rabínico, y les orienta, con su certera pregunta, hacia la trascendencia y divinidad del Mesías 5. Cf. Comentario a Mat_22:41-46.

Censura a los fariseos. 12:38-40 (Mat_23:6-8; Luc_21:1-4).
Cf. Comentario a Mat_23:6-8.
38 En su enseñanza les decía: Guardaos de los escribas, que gustan de pasearse con rozagantes túnicas, de ser saludados en las plazas 39 y de ocupar los primeros puestos en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes, 40 mientras devoran las casas de las viudas y simulan largas oraciones. Estos tendrán un juicio muy severo.

La dura censura de Cristo contra los fariseos ha sido recogida por Mt en su capítulo 23. La inserción aquí de la ostentación de los escribas, casi todos fariseos, tiene probablemente una finalidad por contraste, evocada por el episodio siguiente de la pobre viuda. Frente a su inmensa ostentación de ser siempre los primeros en toda la vida social, buscaban que recayese sobre ellos el prestigio religioso de la Ley, sin lo cual, para ellos, nada valía (Jua_7:49), y no tenían inconveniente en simular largas oraciones, para ser tenidos por ejemplares, y en devorar las casas de las viudas. Ya los profetas censuraban la indefensión de estas gentes. Este tema es el que le va a hacer presentar lo que significa la ofrenda de una pobre viuda, frente a toda la ostentación y latrocinio farisaicos.

El óbolo de la viuda. 12:41-44 (Luc_21:1-4).
41 Estando sentado frente al gazofilacio, observaba cómo la multitud iba echando monedas en el tesoro, y muchos ricos echaban muchas. 42 Llegándose una viuda pobre, echó dos leptós, que hacen un cuadrante, 43 y llamando a los discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que todos cuantos echan en el tesoro; 44 pues todos echan de lo que les sobra; pero ésta, de su miseria, ha echado todo cuanto tenía, todo su sustento.

El gazofilacio, o tesoro del templo, estaba situado en el atrio de las mujeres. Probablemente había varias cámaras para la custodia de estos tesoros. En la parte anterior, según la Mishna, había trece cepos, en forma de trompetas, de abertura muy grande en el exterior, por donde se echaban las ofrendas 6.
Cristo está sentado frente al tesoro. Observaba cómo las gentes iban depositando sus diversas ofrendas. Algunos echaban mucho. Pero una pobre viuda echó dos leptós. Marcos lo interpreta diciendo que hacen un quadrans (÷ïäñÜíôçò). Probablemente lo dice para los lectores gentiles, aunque convenía esta precisión para todos, ya que el leptón no era una moneda que todos conociesen. Valía la dieciseisava parte de un denario 7. No sólo era una insignificancia, puesto que el denario venía a ser considerado como el sueldo diario de un trabajador (Mat_20:2), sino que, mientras los demás echaron de lo que les sobraba, ésta echó, de su miseria, cuanto tenía: todo su sustento.
La lección era clara. Lo que pesa en la ofrenda al templo, a Dios, no es lo material, sino lo espiritual del que lo ofrece. Por eso esta viuda ha echado más que todos cuantos echan en el tesoro. Una cosa es el amor, y otra la ostentación 8.

1 Kümel, Das Gleichnis von der bosen Weingartner (Mar_12:1-9): Melang. Goguel (1950) 120-131; J. D. M. Derret, Fresh Light on the Parable ofthe Wickel Vine-dressers (Mat_21:33-46 par): Rev. Intern. des Droits de l'Antiquité (Louvain 1963) 11-41. 2 O. Cullmann, Dieu et César (1956); J. Kennard, Render to God>: Study ofthe Tribute Passage (New York 1950) 358. 3 Strack-B., Kommentar. II p.28; Dreyfus, L'argument scripturaire de jesús en faveur de la résurrection des morís: Rev. Bibl. (1959) 213:224; L. F'."Rivera, Abraham, Isaac y Jacob y la Resurrección: Rev. Bibl., Rafael Calzada (Argentina 1958) 199-202; S. Bartrina,/£sús y los saduceos. "El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es "El que hace existir" (Mat_22:23-33; Mar_12:18-27; Luc_20:27-40; Heb_11:13-16): Est. Bibl. (1962) 151-160. 4 Fonck, Quaestio de mandato magno: Verb. Dom. (1925) 261-271; Bornkamm, Das doppelgebot der Liebe: Neut. Stud. für R. Bultmann (1954) 85-93; H. Montefio RE, Thou Shalt Love Thy Neighbour as Thyself (Mar_12:31 par): ? . ? . (Lciden 1962) 157ss. 5 Strack-B., Kommentar. IV p.!45ss; Gagg, Jesús und die Davidssohn frage: Theolog. Zeitsch. p.18-30; M. De Tuya, Del Cenáculo al Calvario (1962) p.369-376. 6 Feltex, Storia dei tempi del N.T., vers. del al. (1932) I p.92-93. 7 Zorell, Lexicón. col.768. 8 L. Gastón, Sondergut una Markusstoffm Lúe 21: Theol. Zeitschr. (Basel 1960) 161-172.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XII.

1 In a parable of the vineyard let out to vnthankful husbandmen, Christ foretelleth the reprobation of the Iewes, and the calling of the Gentiles: 13 Hee auoideth the snare of the Pharisees and Herodians about paying tribute to Cesar: 18 conuinceth the errour of the Sadducees, who denied the resurrection: 28 resolueth the Scribe who questioned of the first commandement: 35 refuteth the opinion that the Scribes held of Christ: 38 Bidding the people to beware of their ambition, and hypocrisie: 41 and commendeth the poore widow for her two mites, aboue all.
1 And [ Mat_21:33.] hee began to speake vnto them by parables. A certaine man planted a vineyard, and set an hedge about it, and digged a place for the wine fat, and built a towre, and let it out to husbandmen, and went into a farre countrey.

[The corner stone.]

2 And at the season, he sent to the husbandmen a seruant, that he might receiue from the husbandmen of the fruite of the vineyard.
3 And they caught him, and beat him, and sent him away emptie.
4 And againe, hee sent vnto them another seruant; and at him they cast stones, and wounded him in the head, and sent him away shamefully handled.
5 And againe, he sent another, and him they killed: and many others, beating some, and killing some.
6 Hauing yet therefore one sonne his welbeloued, he sent him also last vnto them, saying, They will reuerence my sonne.
7 But those husbandmen said amongst themselues, This is the heire, come, let vs kill him, and the inheritance shall be ours.
8 And they tooke him, and killed him, and cast him out of the vineyard.
9 What shall therefore the Lord of the vineyard doe? He will come and destroy the husbandmen, and will giue the vineyard vnto others.
10 [ Psa_118:10 .] And haue ye not read this Scripture? The stone which the builders reiected, is become the head of the corner:
11 This was the Lords doing, and it is maruellous in our eies.
12 And they sought to lay hold on him, but feared the people, for they knew that he had spoken the parable against them: and they left him, and went their way.
13 [ Mat_22:15 .] And they send vnto him certaine of the Pharises, and of the Herodians, to catch him in his words.
14 And when they were come, they say vnto him, Master, we know that thou art true, and carest for no man: for thou regardest not the person of men, but teachest the way of God in truth. Is it lawfull to giue tribute to Cesar, or not?
15 Shall we giue, or shall we not giue? But he knowing their hypocrisie, said vnto them, Why tempt yee mee? Bring me a [ Valewing of our money seuen pence halfe penie, as Mat_18:28 .] penny that I may see it.
16 And they brought it: and he saith vnto them, Whose is this image and superscription? And they said vnto him, Cesars.
17 And Iesus answering, said vnto them, Render to Cesar the things that are Cesars: and to God the things that are Gods. And they maruailed at him.

[The Resurrection.]

18 [ Mat_22:23 .] Then come vnto him the Sadducees, which say there is no resurrection, and they asked him, saying,
19 Master, Moses wrote vnto vs, If a mans brother die, and leaue his wife behind him, and leaue no children, that his brother should take his wife, and raise vp seed vnto his brother.
20 Now there were seuen brethren: and the first tooke a wife, and dying left no seede.
21 And the second tooke her, and died, neither left he any seed, and the third likewise.
22 And the seuen had her, and left no seede: last of all the woman died also.
23 In the resurrection therefore, when they shall rise, whose wife shall she be of them? for the seuen had her to wife.
24 And Iesus answering, said vnto them, Doe ye not therefore erre, because yee know not the scriptures, neither the power of God?
25 For when they shall rise from the dead, they neither marry, nor are giuen in marriage: but are as the Angels which are in heauen.
26 And as touching the dead, that they rise: haue ye not read in the booke of Moses, how in the bush God spake vnto him, saying, I am the God of Abraham, and the God of Isahac, and the God of Iacob?
27 Hee is not the God of the dead, but the God of the liuing: yee therefore doe greatly erre.
28 [ Mat_22:35 .] And one of the Scribes came, and hauing heard them reasoning together, and perceiuing that he had answered them well, asked him which is the first commandement of all.
29 And Iesus answered him, The first of al the commandements is, Heare, O Israel, the Lord our God is one Lord:
30 And thou shalt loue the Lord thy God with all thy heart, and with all thy soule, and with all thy minde, and with all thy strength: This is the first commandement.
31 And the second is like, namely this, Thou shalt loue thy neighbour as thy selfe: there is none other commandement greater then these.
32 And the Scribe said vnto him, Well master, thou hast said the truth: for there is one God, and there is none other but he.

[Christ Dauids Lord.]

33 And to loue him with all the heart, and with all the vnderstanding, and with all the soule, and with all the strength, and to loue his neighbour as himselfe, is more then all whole burnt offerings and sacrifices.
34 And when Iesus saw that he answered discreetly, hee saide vnto him, Thou art not far from the kingdome of God. And no man after that durst aske him any question.
35 [ Mat_22:41 .] And Iesus answered, and said, while hee taught in the Temple, How say the Scribes that Christ is the sonne of Dauid?
36 For Dauid himselfe said by the holy Ghost, The Lord said to my Lord, Sit thou on my right hand, til I make thine enemies thy footstoole.
37 Dauid therefore himselfe calleth him Lord, and whence is hee then his sonne? And the common people heard him gladly.
38 And he said vnto them in his doctrine, [ Mat_23:5 .] Beware of the Scribes, which loue to goe in long clothing, and loue salutations in the market places,
39 And the chiefe seates in the Synagogues, and the vppermost roomes at feasts:
40 [ Mat_23:14 .] Which deuoure widowes houses, and for a pretence make long prayers: These shall receiue greater damnation.
41 [ Luk_21:1 .] And Iesus sate ouer against the treasurie, and beheld how the people cast [ A piece of brasse money, See Mat_10:9 .] money into the treasurie: and many that were rich, cast in much.
42 And there came a certaine poore widow, and she threw in two [ It is the seuenth part of one piece of that brasse money.] mites, which make a farthing.
43 And he called vnto him his disciples, and saith vnto them, Uerily I say vnto you, that this poore widow hath cast more in, then all they which haue cast into the treasurie.
44 For all they did cast in of their aboundance: but she of her want, did cast in all that she had, euen all her liuing.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Y enseñando y razonando después Jesús en el templo, decía: "¿Cómo dicen los escribas que el Cristo o Mesías es hijo de David? Siendo así que el mismo David inspirado del Espíritu Santo dice, hablando del Mesías: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta tanto que yo haya puesto a tus enemigos por tarima de tus pies. Pues si David le llama su Señor, ¿de dónde o cómo es su hijo?" Y el numeroso auditorio le oía con gusto. (vv. 35-37)

Teofilacto
Como que Cristo había de llegar a la pasión, corrige la falsa opinión de los judíos que decían que era Hijo de David, pero no su Señor. "Y respondiendo Jesús decía, enseñando en el templo".

Pseudo-Jerónimo
Habla así en público, para que no tengan excusa alguna. "¿Cómo dicen los escribas que el Cristo o Mesías es hijo de David?".

Teofilacto
Cristo, pues, manifiesta que El es el Señor, conforme a lo que dijo David: "Siendo así que el mismo David inspirado del Espíritu Santo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra " (Sal_109:1). 1 Es como si dijese: No podéis decirme que haya hablado así David sin la gracia del Espíritu Santo, sino que en el Espíritu Santo le llamó Señor. Que sea su Señor se manifiesta en lo que sigue: "Hasta tanto que yo haya puesto a tus enemigos por tarima de tus pies". Y en efecto: eran enemigos de Cristo aquéllos a quienes Dios Padre puso por tarima suya. Y que los sometiese el Padre no significa falta de fuerza en el Hijo, sino la unidad de naturaleza por la que el uno obra en el otro. Así que el Hijo somete sus enemigos al Padre, porque le glorifica en la tierra (Jua_17:4).

Glosa
Así concluye el Señor esta confusa cuestión, porque de las citadas palabras de David se desprende que Cristo es su Señor, y de las de los escribas que es Hijo de David. Ambas cosas se expresan en estas palabras: "Pues si David le llama su Señor ¿por dónde y cómo es su Hijo?"

Beda
Esta pregunta de Jesús nos sirve todavía hoy para rebatir a los judíos. A los que de entre ellos confiesan que ha de venir el Cristo, pero consideran a Jesús sólo como un simple y santo varón de la raza de David, instruidos por el Señor preguntémosles: ¿cómo es que, si no es más que un simple hombre y solamente Hijo de David, le llama éste su Señor en el Espíritu Santo? Lo que se les reprocha, pues, no es que le llamen Hijo de David, sino que no le crean Hijo de Dios. "Y el numeroso auditorio le oía con gusto".

Glosa
Porque veían que contestaba y preguntaba sabiamente.

Notas
1. El salmo es citado según el Antiguo Testamento en griego, los Setenta. En aquel entonces, por todos era aceptado el salmo como davídico, y Jesús no quiso ir contra esa universal creencia. Debe señalarse además que, como en otros casos sobre profecías, esta lectura mesiánica del Sal 109(110),1 es propia del Señor Jesús y de los cristianos. Es totalmente inexistente una interpretación mesiánica de este salmo en la literatura judía; sólo hacia mediados del siglo III d.C., se tiene conocimiento de tal interpretación en textos judíos.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. Isa_5:2.

10-11. Sal_118:22-23. "Piedra angular": ver nota Mat_21:42.

18. "Saduceos": ver nota Mat_3:7.

19. Deu_25:5-6. Ver nota Mat_22:24.

25. Ver nota Mat_22:30.

26. Exo_3:6.

29-30. Deu_6:4-5.

31. Lev_19:18.

36. Sal_110:1.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El Mesías, ¿es divino o humano? (ver Mat. 22:41-46; Luc. 20:41-44). Ahora le tocaba a Jesús hacerles una pregunta. Israel esperaba al Mesías, un rey de la línea de David, para restaurar el reino terrenal. Como ya lo hemos visto, puede haber sido por esta falsa esperanza que Jesús no quería decir públicamente que él era el Mesías. Por lo mismo, tan pronto como Pedro le había reconocido como el Mesías, él había explicado que el Mesías de Dios tendría que sufrir y morir. ¿Cómo haría para demostrar que esa expectativa judía estaba equivocada?

Si todos los oyentes de Jesús hubieran estado de acuerdo en que el Sal. 110 fue escrito por David; también hubieran estado de acuerdo en que mi Señor del Salmo hacía alusión al ungido de Dios, el Mesías. ¿Cómo, pues, podía David, el venerado antepasado, llamar a su descendiente, el Mesías, mi Señor dándole así una posición superior? Cualquier persona que proviene de una cultura que reverencia a sus antepasados verá este detalle de inmediato. Sería inconcebible, a menos que este Mesías fuera más que humano y, por tanto, superior a su antepasado. Si este Salmo en particular fue escrito por David, o no, y si este fue el significado original, o no, no tendría nada que ver con el tema; Jesús estaba hablando de una manera que sus contemporáneos pudieran comprender.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

αὐτὸς WH NA28 ] + γὰρ Treg RP
  • τῷ πνεύματι τῷ WH Treg NA28 ] πνεύματι RP
  • Εἶπεν WH NA28 ] Λέγει Treg RP
  • κύριος WH Treg NA28 ] ὁ κύριος RP
  • Κάθου WH NA28 RP ] Κάθισον Treg
  • ὑποκάτω WH NA28 ] ὑποπόδιον Treg RP

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 12.1-2 Cf. Is 5.1-7.

[2] 12.10-11 Sal 118.22-23. Cf. Hch 4.11; Ro 9.31-33; 1 P 2.6-8.

[3] 12.13 Del partido de Herodes: Véase Mt 22.16 n.

[4] 12.15-16 Una moneda de denario: Véase Mt 22.19-21 n.

[5] 12.18 Saduceos: miembros de un partido religioso judío.

[6] 12.18 Hch 4.1-2; 23.8.

[7] 12.19 Dt 25.5-10.

[8] 12.26 Libro de Moisés: los cinco primeros libros del AT (Gn a Dt).

[9] 12.26 La zarza que ardía: Cf. Ex 3.2-6.

[10] 12.28-34 Cf. Lc 10.25-28.

[11] 12.29-30 Dt 6.4-5, texto que forma parte de la oración diaria de todo judío piadoso.

[12] 12.31 Lv 19.18.

[13] 12.33 Os 6.6.

[14] 12.35 Cf. Is 11.1-10; Jer 23.5-8.

[15] 12.36 Sal 110.1.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Sobre el Mesías y David. Jesús no acepta la filiación davídica por dos razones: primero, porque Él es más que David y segundo, porque rechaza la idea de un rey, que como David o cualquier otro, divide el mundo en clases sociales, impone pesados tributos, es nacionalista y excluyente, se basa en la pedagogía de la violencia y no de la conciencia, etc. (cfr.1Sa_8:10-18).

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*11:27-12:40 A lo largo de estos versículos se hace patente un conflicto doctrinal y se prepara narrativamente el desenlace violento de la pasión. La sección se desarrolla en seis actos, en los que la diversidad de interlocutores revela la amplitud de la oposición a Jesús en Jerusalén. Frente a ello, el pueblo muestra una actitud muy positiva.

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo:

Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies.k

k Sal 110:1.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Sal 110:1; Mat 22:44.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Dos verdades enseña aquí el Maestro: la inspiración divina de las Escrituras y el carácter mesiánico del Sal_109:1-31.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_110:1

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

Sal 110:1; §302.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_110:1

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

Sal 110:1.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Sal 110:1

Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[g] Sal 110:1.

Torres Amat (1825)



[10] Sal 118 (117), 22; Is 28, 16.

[19] Deut 25, 5.

[26] Ex 3, 6.

[30] Deut 6, 4.

[31] Lev 19, 18.

[36] Sal 110 (109), 1.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Cfr nota a 11,1-11 y Mt 22,41-46.


Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Mt 9:27