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Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, (Marcos 4, 11) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 04

2. LA DOCTRINA EN PARÁBOLAS (4,1-34).

La comunidad de Dios se congrega al reunirse en torno a Jesús, escuchar su palabra y cumplir la voluntad de Dios. Pero es éste un proceso que, habida cuenta de la experiencia personal de Jesús, encierra un profundo misterio. Muchas son las personas que se agolpan a su alrededor, pero sólo unas pocas comprenden lo que está sucediendo: la irrupción del reino de Dios en este mundo, el cumplimiento del tiempo de la salvación en el ministerio de Jesús. La mayor parte de la gente permanece «fuera», al margen de la inteligencia creyente, al margen de la verdadera comunidad de fe, que vive del conocimiento de la presencia de la salvación. Cuando Jesús enseña a la gente, no se trata sólo de unas enseñanzas que vale la pena meditarse; se trata de un acontecimiento con el que se realiza una segregación entre quienes oyen externamente y los que escuchan con fe, entre ciegos y personas que comprenden, entre obstinados y hombres abiertos a la llamada de Dios. El capítulo, que en Marcos representa el discurso más largo de cuantos pronunció Jesús durante su ministerio público, debe ofrecer sin duda el contenido esencial de la predicación de Jesús, el mensaje sobre el inminente reino de Dios (cf. 1,15). Mas no conserva de una forma meramente histórica la doctrina de Jesús, sino que pretende también mostrar los efectos que entonces produjo en el pueblo, su significado para el círculo de los discípulos y, sobre todo, su importancia para la comunidad posterior. A este objeto sirven las observaciones relativas al marco de la escena, que llevan al lector de la predicación abierta al pueblo junto al lago (v. 1-2) hasta la conversación privada entre Jesús y sus discípulos (v. 10), para volver a subrayar al final esta doble forma de la instrucción de Jesús (v. 33-34). Pero tampoco desde el punto de vista de la crítica literaria presenta el capítulo una unidad. En su estrato más antiguo constaba de las tres «parábolas del crecimiento»: la del sembrador (v. 3-9), la de la semilla que crece por sí sola (v. 26-29) y la del grano de mostaza (v. 30-32). En la Iglesia primitiva se añadió la explicación de la parábola del sembrador (v. 14-20), y el evangelista debió agregar los otros fragmentos, a saber: el sentido del discurso en parábolas (v. 10-12) y la colección de sentencias aisladas (v. 21-25). Así dio entrada a un viejo tesoro de sentencias, pero disponiéndolo y acomodándolo de tal modo que presentase una relación directa con la situación misionera de la comunidad. Ahora bien, esa posición eclesiástica sigue siendo fundamentalmente la misma para nosotros. En consecuencia, la composición creada por Marcos sigue hablándonos como a sus primeros lectores, y las palabras de Jesús en la interpretación del evangelista siguen resonando en el tiempo de la Iglesia que nosotros vivimos.

a) Parábola del sembrador (Mc/04/01-09).

1 Otra vez se puso a enseñar a la orilla del mar. Y se reúne en torno a él numerosísimo pueblo, de forma que tuvo que subirse a una barca, dentro del mar, y sentarse en ella, mientras todo el pueblo permanecía en tierra, junto al mar. 2 Y les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Y les iba diciendo en su enseñanza. 3 «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar. 4 Y sucedió que, según iba sembrando, parte de la semilla cayó al borde del camino; y vinieron los pájaros y se la comieron. 5 Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde había poca tierra; brotó en seguida, porque la tierra no tenía profundidad; 6 pero, en cuanto salió el sol, se quemó; y como no había echado raíces, se secó. 7 Otro poco cayó entre zarzas; y como las zarzas también crecieron, lo ahogaron sin que pudiera dar fruto. 8 Y el resto cayó en tierra buena; fue creciendo y granando, hasta dar fruto que llegó: uno al treinta por uno, otro al sesenta y otro al ciento.» 9 Y añadía: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»

El evangelista presta al discurso en parábolas de Jesús un marco impresionante. Cuando todos los hombres tienen que escuchar a Jesús se necesita un espacio amplio, para el que ya no bastan ni la «casa» ni las «sinagogas» (1,39). De ahí que marche al lago, y pronto se congrega «numerosísimo pueblo». La escena recuerda al relato compendiado de 3,7-11; pero mientras allí se nos ofrecen las curaciones de Jesús y las expulsiones de demonios, aquí toma la palabra para enseñar. Cuando se sienta en la barca y el pueblo escucha desde la orilla, aparece realmente como el Maestro, al igual que los maestros judíos de la ley enseñaban sentados; pero, a diferencia de éstos, no tiene a su alrededor un pequeño círculo de alumnos, sino a todo el pueblo congregado. También el discurso en parábolas pertenece a la tradición doctrinal judía; mas por lo que respecta a las «parábolas del crecimiento», que Jesús narra aquí, no existe nada parecido en la tradición de parábolas judías. Jesús tiene algo nuevo y propio que decir. Aquello de que habla en parábolas es algo que acontece en su ministerio y al narrarlas él se convierte en un acontecimiento. Las turbas populares representan aquí a todos los hombres a los que llega la palabra de Dios a través de la revelación promulgada por Jesús. Lo que Jesús expone en parábolas les afecta a todos, es una llamada a todos. Pero al propio tiempo refleja su conducta que Dios ha incluido también en sus planes. Es un discurso total y plenamente «existencial», que se afinca en la realidad, un discurso operante y eficaz, podríamos decir que «un acontecimiento verbal». Y, sin embargo, es también doctrina, doctrina especialmente para la comunidad posterior que de este modo aprende a comprender la aparición y actividad de Jesús y en sus palabras encuentra la comprensión de si misma. Esta inteligencia que sólo es accesible a la fe, la subraya el evangelista a través de las instrucciones privadas que los discípulos recibieron de Jesús (v. 10.34b), aun cuando éstos en su situación histórica y con sus facultades humanas no comprendiesen entonces todavía el sentido de las parábolas (v. 13). Pero lo que ellos comprendieron después de la resurrección de Jesús tiene que ser anunciado ahora abiertamente (cf. v. 21s) para provecho de los creyentes y ruina de los incrédulos (cf. v. 24s). De este modo sigue actuando en la predicación de la Iglesia el acontecimiento que Jesús describe e impulsa con sus parábolas. Sólo bajo esta pluralidad de facetas podemos comprender el propósito de este capítulo: exposición de aquello que era el discurso parabólico de Jesús, de lo que quería y lograba ser una doctrina para la Iglesia primitiva y su visión de sí misma, y, finalmente, una palabra directa a todos aquellos que escuchan de nuevo las palabras de Jesús y las meditan. Prescindamos de momento de la interpretación de la Iglesia primitiva, fuertemente alegorista y moralizante, ¡que después se ofrecerá a los discípulos! (v. 14-20). Jesús narra un suceso cotidiano: un labrador que se encamina hacia el suelo descarnado y pedregoso de la región montañosa de Galilea y esparce su semilla de cereales. En la operación se pierde mucha semilla, bien porque cae en el camino, en terreno rocoso o entre las espinas. Sólo una pequeña parte -eso es lo que indican los cuatro casos- encuentra terreno fértil y lleva fruto abundante y colmado. Como entonces en Palestina sólo se araba la tierra después de la siembra enterrando al tiempo la semilla, podemos explicarnos la distinta suerte de la semilla lanzada. Lo que cuenta Jesús no es, pues, nada desacostumbrado; mediante un proceso tomado de la naturaleza y de la vida humana, y que es familiar a los oyentes, Jesús quiere exponerles un acontecimiento espiritual más profundo. Debe haber algo que tenga relación con el reino de Dios, al menos para la comprensión del evangelista que ve el núcleo esclarecedor en la palabra: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios» (v. 11). También las otras parábolas hablan con claridad creciente del reino de Dios (cf. v. 26 y 30). Mas ¿cuál es el sentido particular de esta parábola relativo al mensaje del reino de Dios? Empecemos por lo más seguro: con «el misterio del reino de Dios» Jesús sólo puede referirse a la presencia de ese Reino en su ministerio. La parábola describe, pues, algo que está ocurriendo en ese mismo momento. Los lectores lo saben por lo que se les ha expuesto hasta ahora: el reino de Dios es anunciado, su fuerza se descubre de palabra y de obra, pero también tropieza con algunas resistencias, con el poder de Satán y las calumnias de los hombres (cf. 3,20-30). Tal como Jesús presenta la semilla del sembrador, la atención del oyente se centra en el destino del grano tirado. Difícilmente se pierde en los detalles de cómo y por qué se pierde tanta semilla. Los tres primeros grupos presentan simplemente el hecho de que es mucha la siembra estropeada; pero este fracaso se compensa por el abundante rendimiento del último grupo. Toda la fuerza del relato descansa en esta cosecha. Por eso concluye la parábola infundiendo una alegre confianza. Eso es precisamente lo que parece buscar Jesús: proporcionar la certeza de que la predicación triunfará, pese a todas las oposiciones, de que el comienzo promete el cumplimiento. Podría pensarse que Jesús sólo quiere exponer en general la fuerza de la palabra de Dios, la eficacia de su predicación. Pero lo que él anuncia es el inminente reino de Dios, que irrumpe ya por medio de su anuncio. De este modo la parábola dice ya algo acerca de ese reino de Dios: se halla ahora en su estadio inicial, choca con dificultades, en muchos hombres no encuentra la fe o al menos una fe estable; mas pese a todo ello, está viniendo de un modo incontenible y alguna vez aparecerá en toda su gloria. Nada se dice de cuándo y cómo llega el reino de Dios; basta la certeza de que llegará alguna vez el fruto abundante y una cosecha gloriosa. ¿Piensa Jesús en el mismo «sembrador»? De ser así, lo hace sólo de un modo velado; en la parábola al sembrador sólo se le menciona al principio, la mirada se concentra exclusivamente en la semilla. Ello responde a la predicación de Jesús quien con su palabra y sus hechos sólo pretende establecer el reino de Dios y poner de relieve la acción de Dios; pero la parábola permanece abierta para los predicadores posteriores que asumen su actividad. La Iglesia primitiva comprende que con su predicación misionera prolonga el anuncio de Jesús (cf. v. 14, «la palabra»). La palabra de Dios es poderosa y fecunda, el reino de Dios está llegando de un modo irresistible. Por el hecho de ser anunciado se brinda ya a los hombres; éstos sólo necesitan escuchar y creer. Por ello late también en la parábola una apelación urgente a abrirse a la palabra de salvación, aquí y ahora, en el momento de la siembra. La palabra final, con una nueva fórmula introductoria, era ciertamente una exhortación habitual en Jesús, pero que aquí encuentra su lugar más adecuado: «¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!» El objeto de la parábola no es la escucha adecuada, pero abre el sentido de la misma: cultivar la confianza en el reino de Dios anunciado y en su fuerza, alimentar la esperanza en su consumación, en su llegada gloriosa.

b) Sentido del lenguaje en parábolas (Mc/04/10-12).

10 Cuando se quedó a solas, los que le rodeaban, juntamente con los doce, le preguntaban a propósito de las parábolas. 11 Y él les contestaba: «A vosotros se os ha concedido el misterio del reino de Dios: pero a ellos, a los de fuera, todo se les dice en parábolas, 12 para que: viendo, vean, pero no perciban; y oyendo, oigan, pero no entiendan; no sea que se conviertan y sean perdonados» (Isa_6:9 s).

Este fragmento intermedio, destinado exclusivamente a la particular instrucción de los allegados a Jesús, mira al lenguaje de la parábola como tal y se pregunta por su sentido. Aunque hasta ahora Jesús sólo ha narrado una parábola, le preguntan por las parábolas; es decir, por el significado que tienen en general y al mismo tiempo por la razón de que emplee tal lenguaje (cf. Mat_13:10). Aquí evidentemente la comunidad posterior pregunta por el sentido de las instrucciones «privadas» a los discípulos de la comunidad que deben interpretar las palabras de Jesús (cf. 4,34; 7,37; 9,28.33; 10,10; 13,3). Así se explica también el giro impreciso: «los que le rodeaban, juntamente con los doce». En general, son los doce los que reciben estas explicaciones más detalladas; pero se menciona con razón a «los que le rodeaban», porque representan a los creyentes posteriores, en oposición a los que son extraños, «los de fuera» (v. 11). La mirada se extiende, por encima del estrecho círculo de los discípulos, a todos aquellos que pertenecen a Jesús (cf. 3,34s). La misma palabra que emplea aquí el evangelista para las «parábolas», tiene probablemente en su origen un sentido más amplio. «Todo» les sucede a los que están fuera en «enigmas», todo se les convierte en problemas difíciles e incomprensibles. La expresión puede tener también este sentido (Cf. 7.17; Sir_47:17; 4Ezr_4:3, etc.). Toda la predicación de Jesús, incluida su actividad, se trueca en un enigma para los de fuera, porque no pueden verla ni entenderla con ojos creyentes 33. El «misterio», que corresponde a ese «en enigma», puede desvelarse o puede permanecer oculto. El misterio del reino de Dios, que le es «dado» a los discípulos creyentes, se acerca a ellos en el ministerio de Jesús. El reino de Dios es ya una realidad; la semilla está sembrada, las fuerzas han empezado a actuar. En la palabra y obra de Jesús ya se puede rastrear lo nuevo; lo que anuncia se está ya realizando: curaciones como signo de la salvación, expulsiones de demonios como prueba de la fuerza divina, perdón de los pecadores como expresión de la misericordia de Dios. Quien tiene ojos creyentes puede ver todo esto (cf. Luk_10:23 ss; Mat_13:16 s). Recordamos otra palabra de Jesús, la de su «exclamación de júbilo»: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a gente sencilla» (Mat_11:25 = Luk_10:21). También aquí se enfrentan dos grupos de hombres: los humanamente sabios y prudentes para los que permanece oculto, y la gente sencilla, es decir, los pequeños e incultos, a quienes Dios mismo se lo revela internamente. Sólo en la fe sencilla se puede comprender el misterio del reino de Dios. En la práctica, sin embargo, sólo unos pocos hombres han comprendido este misterio; ese conocimiento se oculta tras la ruda palabra de Jesús. Los «de fuera», para quienes todo el ministerio de Jesús se convierte en un enigma, son todos los incrédulos sin inteligencia, y para la comunidad posterior también los que se cierran a su predicación misionera. Que la llamada de Dios no encuentre eco en tantas personas sigue siendo para los creyentes un hecho oscuro y oprimente, que sólo puede comprenderse a la luz del plan divino de salvación, a la luz de la Escritura. La cita bíblica, tomada del capítulo 6 del libro de Isaías, de la visión vocacional del profeta, ha llamado la atención de la Iglesia primitiva en distintas ocasiones. Lucas la trae al final de los Hechos de los Apóstoles ( Luk_28:26 s), tras el largo esfuerzo por la conversión del pueblo judío; Juan, al echar una mirada retrospectiva al ministerio público de Jesús (Luk_12:40). Según Marcos, la exclusión de los que están fuera, tiene lugar de un modo premeditado: «para que viendo, vean, pero no perciban...» Suena como un endurecimiento pavoroso, querido por Dios. Pero se trata de una cita: Jesús se refiere a la voluntad de Dios tal como viene expresada en la Sagrada Escritura. Nosotros debemos considerar la cita teniendo en cuenta las circunstancias del pasaje del que está tomada. Cuando ocurre la vocación del profeta, el pueblo se ha alejado e Isaías tiene que anunciar el castigo de Dios a ese pueblo rebelde: deberá obcecarse y endurecerse hasta la aniquilación sobreviviendo sólo un resto santo. Del mismo modo, el endurecimiento de los hombres que se cierran a la predicación de Jesús no deja de ser culpable (cf. Mat_13:13 : «porque viendo no ven...»), y tal vez también no es más que un castigo temporal (cf. Rom_11:7 ss). Aun así, ese designio de Dios no deja de ser bastante duro; pero ya no resulta incomprensible dentro de la economía de la historia de la salvación. La grave palabra de Jesús no se atenúa ni debilita. La última frase, que sólo aparece en Marcos, probablemente tiende a reforzar aún más el «designio endurecedor». Nada se dice sobre la posibilidad de una conversión ulterior, de un perdón definitivo; tal posibilidad ni se sugiere ni se excluye. Es una exhortación a no dejar pasar la hora de la salvación; pero no es motivo para la desesperación. Esta palabra, que sin duda se les dijo más tarde a lo s discípulos que habían permanecido fieles, la ha introducido el evangelista en el discurso de las parábolas a fin de precisar, a lo que parece, el objetivo de las parábolas. Compárese el pasaje con la observación del v. 33 -según la cual, Jesús anunciaba la palabra de Dios con muchas parábolas semejantes conforme a la capacidad de los oyentes- y se verá cómo el evangelista refleja, pese a todo, la convicción de que objetivo primero de las parábolas no es el endurecimiento. Hay que admitir, más bien, que con tal «objetivo» quería proclamar el efecto del lenguaje parabólico, de suyo abierto a la comprensión. Es un efecto crítico, puesto que solicita y provoca a creyentes e incrédulos.

Las parábolas son más que una doctrina, son un acontecimiento en que se deciden la fe y la incredulidad. Confirman aquello que se narra en las mismas. La incredulidad con la que tropieza el anuncio del reino de Dios, es una fuerza oscura que Dios hunde todavía más en las tinieblas. A pesar de ella, Dios sabe imponer su soberanía y establecer su reino. Esto es lo que debe aprender la comunidad creyente: hasta las fuerzas contrarias a la acción divina están previstas y permitidas por Dios e incluso son impulsadas por él en la orientación que les es propia, porque sin ellas y contra ellas sabe alcanzar sus objetivos con el ejército de los creyentes. Pertenecer a ese ejército es una gracia que el hombre sólo puede agradecer. Pero también el creyente tiene que penetrar cada vez más en el «misterio del reino de Dios y convencerse cada vez más de la presencia de la salvación que se le brinda en Cristo».

c) Aplicación de la parábola del sembrador (Mc/04/13-20).

13 Y añade aún: «¿No entendéis esta parábola? Pues ¿cómo vais a comprender las demás? 14 El sembrador va sembrando la palabra. 15 Unos están al borde del camino; en ellos se ha sembrado la palabra; pero, apenas la oyen, viene Satán y se lleva la palabra que fue sembrada en ellos. 16 Hay otros. igualmente, que recibieron la semilla en terreno pedregoso; éstos, al oír la palabra, de momento la reciben con alegría; 17 pero no echa raíces en ellos, porque son hombres de un primer impulso; y, apenas sobreviene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, al momento fallan. 18 Otros hay que reciben la semilla entre zarzas; éstos son los que oyeron la palabra; 19 pero sobrevienen luego las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y toda suerte de malos deseos, y ahogan la palabra, y no da fruto. 20 Finalmente, otros hay que reciben la semilla en tierra buena; son los que oyen la palabra y la aceptan en su corazón y dan fruto al treinta por uno, al sesenta, o al ciento.»

Esta explicación de la parábola del sembrador dada a los discípulos es en realidad una primitiva aplicación de la Iglesia a quienes se convierten a la fe y a su posición en el mundo. Puede reconocerse así en la formulación lingüística y en las circunstancias señaladas: tribulación y persecución, los afanes del siglo... El punto de vista original -la siembra y la cosecha- se ha desplazado realmente a los hombres aludidos: ellos son ahora «los sembrados» y los que han sido colocados en las condiciones de esta época del mundo. Son incluso «el suelo» en que ha sido lanzada la semilla (v. 15). El desenfoque y superposición de las dos imágenes se explican por el deseo de hablar con más fuerza a los oyentes y de amonestarles a producir fruto. La parenesis misma es impresionante. Los hombres que están «al borde del camino», a quienes Satán roba la semilla de la palabra, pueden ser aquellos a los que los enemigos de la fe arrancan la fe germinal. Otros llevan más bien en sí mismos la causa de su apostasía: no tienen hondura ni consistencia (el suelo pedregoso). Se exaltan momentáneamente, pero no conservan la fe ante las tribulaciones y persecuciones. No han comprendido el sentido de la religión de la cruz, la llamada al seguimiento de Cristo; brotan así los deseos falaces que «ahogan» la vida interior. Las «preocupaciones del mundo», la lucha por la existencia, las privaciones y desengaños de la vida producen el mismo efecto deletéreo que las riquezas y los deseos desordenados. El bienestar hace que los hombres se sientan satisfechos y contentos de sí mismo, les engaña acerca de su verdadera situación y no les deja ya pensar en Dios ni en su verdadera salvación (cf. Luk_12:16-20 : el rico insensato). Pero la exposición no se detiene en este aspecto negativo y descorazonador. Dios no ha sembrado su semilla inútilmente. Cuando su palabra cae en buena tierra produce fruto abundante y colmado. Esta es una apelación alentadora a cuantos se han convertido a la fe al mismo tiempo que un consuelo frente a la negativa y apostasía de muchos. La palabra de Dios no se vuelve a él de vacío, sin haber cumplido lo que Dios quiere y sin llevar a cabo aquello para lo que ha sido enviada ( Isa_55:8-11). El marco misionero -«el sembrador va sembrando la palabra»- sugiere una nueva aplicación: los predicadores cristianos, los que asumen y continúan el trabajo de sementera de Cristo, merecen consideración y consuelo por su actividad. Los fracasos no desaparecen; en la parábola tres cuartas partes de la semilla esparcida se pierden, sólo una cuarta parte encuentra terreno bueno. Esto no se ha pensado ciertamente bajo el prisma del cálculo; pero alude al misterio del gobierno divino. Dios consigue su propósito en contra de todas las resistencias y al final recoge una cosecha abundante. En él no cuentan las mismas reglas que entre los hombres; se da una paradoja de fortaleza divina en la debilidad (cf. 1Co_1:25). De este modo, la aplicación que la Iglesia primitiva hizo de la parábola del sembrador se aleja evidentemente del sentido original que tenía en boca de Jesús. El punto de mira se ha desplazado de la revelación a la exhortación. Retrocede el pensamiento de la llegada del reino de Dios que ya está presente, pasando al primer plano el estímulo moral a producir fruto. Aunque se debe presuponer el conocimiento del mensaje de Jesús (1Co_1:15). El Reino de Dios se hace realidad tanto en la proclama de Jesús como en la predicación de la Iglesia primitiva; aquí como allí ese reino ejerce una función crítica entre los oyentes. También en la fecundidad moral de los creyentes se anuncia el reino y en la fidelidad inconmovible de la comunidad se hace más firme y consciente la esperanza del reino futuro. Quien se esfuerza, como miembro vivo de la comunidad, en dar frutos de fe y de amor, experimenta en ella el «misterio del reino de Dios» (1Co_4:11 s) y la eficacia de las fuerzas salvadoras de Dios que están en acción.

d) Grupo de sentencias (Mc/04/21-25).

21 Decíales también: «¿Acaso se enciende una lámpara para ponerla debajo de un almud o debajo de la cama? ¿No será más bien para colocarla sobre el candelero? 22 Porque nada hay oculto que no haya de manifestarse, y nada secreto que no haya de salir a la luz. 23 El que tenga oídos para oír, que oiga.» 24 Decíales igualmente: «Atended bien a lo que oís. Con la medida con que midáis, seréis medidos, y con creces. 25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará.»

El grupo inserto aquí comprende cuatro sentencias independientes que el evangelista ha entretejido para darles unidad de sentido. El método lo han utilizado con frecuencia los evangelistas; recibieron palabras de Jesús, que llevaban su sello y reconocidas por todos como tales, y formaron con ellas unas determinadas unidades. De este modo las palabras alcanzaban un sentido particular, que a menudo es diverso en los distintos evangelistas. Las sentencias aquí presentadas las ha elegido Marcos teniendo en cuenta su capítulo de las parábolas. Lo que Jesús ha dicho a los discípulos sobre «el misterio del Reino de Dios» (v. 11) y sobre la siembra de la palabra de Dios (v. 13-20), debe prolongarse en estas sentencias y aplicarse a la predicación. Hay dos grupos que están mutuamente relacionados mediante la exhortación a escuchar (v. 23). La sentencia sobre la «escucha», que exhorta a prestar atención, cierra el primer grupo aplicable a los predicadores; y la sentencia que reclama atención a lo que se oye (24a, introduce el segundo grupo, aplicable a todos los oyentes de la predicación. También se podría decir que el primer grupo de sentencias (v. 21 s) continúa el tema del «misterio del reino de Dios» traduciéndolo a la situación de la comunidad pospascual; en tanto que el segundo grupo de sentencias (v. 24s) enlaza con la parenesis de los v. 13-20 dando instrucciones y razones para una escucha fructuosa. Pero veamos con más detalle cada una de las sentencias. La imagen, fácilmente comprensible, de la lámpara que se pone sobre el candelero, alude a la predicación del reino de Dios (*). También Jesús ha predicado y enseñado en público; pero la mayor parte del pueblo se endureció en la incomprensión y la incredulidad, sólo el estrecho círculo de los discípulos recibió con fe sus palabras y Dios les abrió «el misterio del reino de Dios». Pero el Evangelio debe predicarse en todo el mundo (1Co_13:10; 1Co_14:9); los discípulos deben llevar esa luz al mundo entero. En la palabra de la predicación se hace presente y eficaz el reino de Dios. La fe debe tener una fuerza misionera. Una comunidad que se circunscribe a su círculo es como aquel que pone una lámpara debajo del almud o de la cama. Si era voluntad de Dios confiar el misterio de su reino sólo a unos pocos durante el ministerio de Jesús, y si la predicación de Jesús al principio sólo se dirigió al pueblo de Israel, ahora el Evangelio tiene que ser anunciado a todos los pueblos (13,10). Es una lámpara que debe iluminar a todos los hombres. Así enlaza perfectamente la sentencia siguiente relativa a lo oculto y secreto que debe ser pregonado. Esta sentencia de sentido genérico (**) se aplica aquí al acontecimiento de la predicación. Marcos subraya el sentido íntimo y la orientación del acontecimiento que ahora permanece oculto; eso que ahora está oculto deberá manifestarse y lo que está secreto tiene que darse a conocer. También el misterio de la persona y de la obra de Jesús, el misterio del reino de Dios, tiene que revelarse a los hombres después de pascua. Hay ahí una vigorosa llamada a los predicadores y a la comunidad, llamada que se acentúa todavía más con la exhortación: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» Toda la comunidad debe prestar oído atento y comprender el encargo que tiene de actuar en el mundo. Llevar una existencia escondida es contrario a la voluntad de Dios. La Iglesia no debe nunca encerrarse en un ghetto ni convertirse en una secta clandestina. Debe ser un signo de Dios en el mundo y dar testimonio de la acción divina (cf. Mat_5:13-16). Y así se llega también a la recta escucha. De los predicadores la atención se centra en los oyentes: «Atended bien a lo que oís.» En este contexto la sentencia acerca de la medida señala la dosis de atención prestada. Ciertamente que la imagen encaja mejor con la advertencia relativa al juicio del hermano (Mat_7:1), o con la exhortación a dar generosamente (Luk_6:38); pero la continuación en Marcos: «y con creces» (v. 24), pone de manifiesto la mente del evangelista: quien da cabida a la palabra de Dios y deja que se desarrolle, obtendrá una ganancia abundante. Hay que recibir el mensaje de Dios con ánimo bien dispuesto y abrirle el corazón de par en par para que pueda producir fruto. «La palabra de Dios habite entre vosotros con toda su riqueza» (Col_3:16). «Atended» no indica simplemente una actitud receptiva, sino que exige además una participación personal, la voluntad de aplicarse lo oído y de hacerlo fructificar para la propia vida. Quien presta atención a lo que se le anuncia y lo siente en sí mismo como revelación y exigencia divinas, sacará de ello provecho y ganancia crecientes. Dios mismo le aumentará el tesoro de su fe y le colmará con sus dones internos. Esto es, en definitiva, lo que quiere subrayar la última sentencia que, aislada y tomada literalmente resulta muy difícil de entender. En los otros dos sinópticos encontramos esta frase -¿un proverbio sacado de la experiencia?- en el contexto de la parábola de los talentos y de las minas, respectivamente (Mat_25:29; Luk_19:26), recibiendo su explicación del hecho narrado. En Marcos resulta comprensible si se piensa en el oyente: a quien ya posee un tesoro de fe y amor, de buena disposición y energía para llevar a la práctica la vida cristiana, aún se le otorgarán nuevos dones mediante la escucha adecuada de la palabra de Dios. Pero quien no posee nada de esto se verá incluso privado de la fe aceptada externamente y al final se encontrará con las manos vacías. Una vez más se pone así de relieve la función crítica de la palabra de Dios, capaz de llevar a una fe más madura o a la incredulidad. Todo el grupo de sentencias es una pequeña pieza doctrinal sobre la predicación y la fe. Prolonga la teología de la palabra que ya había sido expuesta en la interpretación de la parábola (v. 13-20). La palabra de Dios contiene en sí misma una gran energía; pero hay que recibirla también con ánimo bien dispuesto, mantenerla en la vida y protegerla de influencias perniciosas. Es una fuerza vital, a la que se debe dar amplia cabida. Es entonces cuando da sus frutos en cada hombre particular, en la comunidad y en el mundo entero.

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(*) En Luk_11:33 probablemente se piensa en el mismo Jesús, habida cuenta de las precedentes sentencias acerca de la «lámpara sobre el candelero»; en Mt 5.15 se aplica a la comunidad de discípulos, de los que antes se ha dicho: «Vosotros sois la luz del mundo». Se trata de distintas aplicaciones de la metáfora, que sin embargo están emparentadas: con la proclamación del Evangelio Jesús mismo es llevado al mundo como luz, y la comunidad proclamadora se convierte a su vez en una luz o señal para el mundo. Marcos -y el pasaje paralelo de Lc 8,16- debió conservar el sentido original.

(**) Se encuentra una vez más en un «doble» de Mat_10:26 y Luk_12:2, con un sentido distinto en ambos pasajes. Mateo subraya sobre todo la relación escatológica, que seguramente era el sentido original (¿el juicio?). Lucas piensa en los pensamientos y sentimientos del predicador que saldrán a la luz: por ello, se deben proclamar a los cuatro vientos con toda libertad.

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e) La parábola de la semilla que crece por sí sola (Mc/04/26-29).

26 Dijo además: «El reino de Dios viene a ser esto: Un hombre arroja la semilla en la tierra. 27 Y ya duerma o ya vele, de noche o de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo. 28 La tierra, por sí misma, produce primero la hierba, luego la espiga, y por último el trigo bien granado en la espiga. 29 Y cuando el fruto está a punto, en seguida aquel hombre manda meter la hoz, parque ha llegado el tiempo de la siega.»

Narra el evangelista ahora una segunda parábola sobre el reino de Dios, que trata también de semilla, crecimiento y cosecha. Sólo se encuentra en Marcos; Lucas se contenta con la parábola del sembrador y las sentencias vinculadas; Mateo trae en este lugar la parábola de la cizaña entre el trigo, y ciertamente que no sin un propósito concreto (*). Marcos quiere esclarecer el mensaje del reino de Dios que irrumpe. Y ahora dirige su atención al tiempo que media entre la sementera y la recolección. Podría decirse que en las tres parábolas del capítulo 4 de Marcos el acento va desplazándose de la sementera (parábola del sembrador), al período intermedio (la semilla que crece) y al tiempo final (el grano de mostaza). Aunque los tres aspectos están presentes en cada una de ellas, pues siembra, maduración y cosecha no se pueden separar. La parábola narra un proceso evidente, conocido de todos los oyentes y que nadie discutía. Jesús quiere enseñar algo concreto sobre el reino de Dios y exhortar a los oyentes a una actitud adecuada a la acción de Dios en esta hora. Pero ¿cuál es la lección particular de esta parábola? Después de la siembra el campesino aguarda paciente y confiado que llegue el tiempo de la recolección. La tierra lleva fruto por sí sola. Llega indefectiblemente el tiempo de la siega y entonces el campesino puede recoger el fruto. Se ha pensado que Jesús se consideraba aquí a sí mismo como el labrador y que expresaba su confianza de que su predicación no resultase inútil. No hay que excluir esta idea; pero Jesús quiere sobre todo dar aliento a los oyentes con esta parábola. Deben saber que la sementera se ha llevado a cabo con éxito, que las fuerzas de Dios siguen operando, aunque ocultas y desarrollándose de una forma callada. Todavía no ha llegado la cosecha, pero su llegada es segura. En este tiempo conviene esperar pacientes y tranquilos y confiar en el poder de Dios. No serán la propia actividad e inquietud las que consigan el objetivo; el reino de Dios no lo establecen los hombres por sus propias fuerzas. Por importante que sea la predicación, la acción de Dios sigue siendo lo más importante. Mas, a pesar de la tranquilidad de la espera, la mirada se dirige a la cosecha. Tan pronto como el fruto lo permite, el labrador mete la hoz. Las últimas palabras son una cita de Joe_4:13 y tienen su centro de gravedad en el anuncio jubiloso de «¡Ha llegado el tiempo de la siega!» Así tiene que estar preparada la comunidad para recoger la cosecha de Dios al fin de los tiempos. Jesús quería afianzar en su tiempo la confianza en Dios y en su obra: el reino de Dios llega ciertamente y está cerca. Llega por la fuerza de Dios y va creciendo calladamente, «por sí solo», sin que se advierta su crecimiento. En el tiempo pospascual de la comunidad la idea volverá a ser actual de una manera nueva. La comunidad, que ya ha desplegado una predicación misionera, pero se ve asediada de fracasos y dificultades, tiene que poner en manos de Dios el desarrollo ulterior de una manera tranquila y confiada, paciente y firme y dirigir su mirada hacia el futuro. La espera inminente que invade a la comunidad (cf. 9,1; 13,30) y que se refleja en la parábola de la higuera (13,28s), se sitúa así en la perspectiva adecuada: lo decisivo no es la proximidad temporal, sino la proximidad siempre operante de Dios, que conoce el día y la hora (13,32). La parábola exige de nosotros una actitud fundamental parecida: confianza creyente en Dios, que opera en silencio y hace madurar su semilla y una serenidad que saca paz y fuerza de ese conocimiento.

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(*) Mateo dirige la mirada a la época del crecimiento de modo particular a la comunidad en el mundo, todavía amenazada de peligros e influencias perniciosas. Hasta en ella existen miembros indignos que no responden a su vocación; al final serán arrojados del reino del Hijo del hombre todos los que cometen la maldad (13,41s; cf. también 7,22s; 22,11 ss)

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f) Parábola del grano de mostaza (Mc/04/30-34).

30 Y proseguía diciendo: «¿A qué compararemos el reino de Dios o con qué parábola lo describiremos? 31 Es como el grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que sobre la tierra existen; 32 pero, una vez, sembrado, se pone a crecer y sube más alto que todas las hortalizas, y echa ramas tan grandes, que los pájaros del cielo pueden anidar bajo su sombra.» 33 Y con muchas parábolas así les proponía el mensaje, según que lo podían recibir. 34 Y sin parábolas no les hablaba. Pero, a solas, se lo explicaba todo a sus propios discípulos.

La última de estas parábolas relativas al crecimiento del reino de Dios empieza con una introducción detallada. La doble pregunta puede indicar lo difícil que resulta explicar a los oyentes la verdad y realidad del reino de Dios. Como sucede siempre en estas parábolas, el reino de Dios no debe identificarse sin más ni más con la imagen elegida -en este caso con el grano de mostaza-, sino que debe ilustrarse por el proceso general. Del minúsculo grano de mostaza crece un arbusto vigoroso, lo que constituye un proceso sorprendente. La parábola tiende a poner de relieve este crecimiento desde unos comienzos insignificantes hasta el máximo desarrollo. El grano de mostaza, proverbialmente pequeño (cf. Luk_17:6 = Mat_17:20), contiene en sí la fuerza para desarrollar un gran tronco y echar ramas a cuya sombra anidan los pájaros. A diferencia de lo que ocurre en la parábola de la semilla que crece por sí sola, aquí no se describe cada uno de los estadios del crecimiento, sino que la mirada se dirige al sorprendente resultado final. No otra cosa pretende exponer también la parábola de la levadura que en su origen debió formar una parábola paralela a la del grano de mostaza (Luk_13:18-21; Mat_13:31-33). El espléndido resultado final viene también indicado mediante «los pájaros del cielo», imagen bien conocida ya del Antiguo Testamento (Cf. Dan_4:9.11.18; Eze_17:23; Eze_31:6). La vivienda de las aves a la sombra o entre las ramas del árbol es como un símbolo del reino de Dios; que acoge a muchos pueblos y se convierte para ellos en su hogar. No hay que aplicar inmediatamente esta parábola al crecimiento y expansión de la Iglesia. El reino de Dios opera ciertamente sobre la tierra y dentro de la Iglesia; pero no es una realidad visible como la Iglesia ni presenta su firme organización. Tampoco está sometido a ninguna evolución terrena, como lo está la Iglesia en el curso de la historia. No se desarrolla a través de factores naturales, mediante los planes y acción de los hombres, sino que crece gracias a las fuerzas ocultas de Dios. Por ello, la doble parábola del grano de mostaza y de la levadura no pretende describir algo así como la eficacia intensiva y extensiva de la Iglesia, sino dejar constancia de la llegada del reino cósmico de Dios. El pensamiento de una expansión triunfal de la Iglesia o de nuestra capacidad para construir el reino de Dios, es un engaño peligroso y hasta la misma historia terrena lo contradice. Jesús piensa exclusivamente en las prodigiosas fuerzas divinas y en el incontrovertible resultado final de Dios. Con esta visión reveladora la parábola del grano de mostaza actúa como un poderoso aguijón alentando una fe inquebrantable y una esperanza que no puede engañarse. En contra de todas las apariencias exteriores el reino de Dios seguirá desarrollándose y al final obtendrá la victoria. Eso es también lo que quiere decir el evangelista a su comunidad. A pesar de su profundo interés misionero, el evangelista no cede a la tentación de alimentar sus esperanzas de un futuro terreno. Sabe, sin duda que, antes del fin, el Evangelio será anunciado a todos los pueblos (Eze_13:10); pero sabe también que antes de la venida del Hijo del hombre han de llegar muchas persecuciones, tentaciones y grandes angustias (Eze_13:5-23). También para nosotros es sumamente importante esta mirada al triunfo final de Dios. Cierra así el evangelista este capítulo de parábolas, de las que sólo intenta presentar una selección. «Con muchas parábolas así» hablaba Jesús al pueblo. Para Marcos esto no es simplemente doctrina o instrucción, sino proclama que mete en los oídos la palabra de Dios. Se trata de una expresión acuñada ya en el lenguaje misionero y en la catequesis de la Iglesia primitiva (cf. v. 14s) (*). La palabra de Dios contiene una fuerza salvadora, pero se trueca en juicio para quienes la escuchan y no creen. En la palabra de la predicación se les brinda a los hombres el reino de Dios, y en el escuchar con fe y obediencia o con endurecimiento e incredulidad deciden los oyentes su salvación o su ruina. Teniendo en cuenta la sentencia del v. 11s, sorprende que el evangelista continúe: «según que lo podían recibir.» Tal vez el evangelista ha tomado esta observación de la tradición, testificando así que en un principio las parábolas no ocultaban sino que hacían patente el sentido de las palabras de Jesús. Pero la frase puede también poner de manifiesto la función crítica del lenguaje en parábolas: no todos podían escuchar del mismo modo. Al emplear las parábolas Jesús tiene en cuenta la capacidad de comprensión de los oyentes al tiempo que la sensibilidad de su fe. Así se comprende la última observación: «Pero, a solas, lo explicaba todo a sus discípulos.» Porque creen y se mantienen fieles a él, los adentra en la inteligencia más profunda del acontecimiento, en «el misterio del reino de Dios». De este modo, sin embargo, también la comunidad queda invitada a una escucha y comprensión adecuadas. Quien reflexiona con fe sobre las parábolas obtiene luz sobre el acontecimiento enigmático que se desarrolla en el mundo, sobre la eficacia oculta de Dios tanto entonces como hoy. Entendido así, el v. 34 que cierra la perícopa se convierte asimismo en una enseñanza más profunda acerca de la revelación. Tal revelación se presenta siempre bajo un cierto velo -«Y sin parábolas no les hablaba»-, al tiempo que se descubre a los creyentes bien dispuestos: «A solas se lo explicaba todo.» La revelación divina encierra algunas obscuridades, aunque tiene la luz suficiente; es una alocución de Dios que reclama la respuesta y decisión del hombre. Su verdad no aparece en la superficie, sino que se oculta en las profundidades, como la sabiduría y la fuerza de Dios.

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(*) La Iglesia primitiva ha desarrollado una teología de la «palabra de Dios». La palabra de la predicación no es palabra humana, sino palabra de Dios (1Th_2:13). Aunque se reciba entre tribulaciones externas, se realiza con la alegría del Espíritu Santo (1Th_1:6). El predicador sufre persecuciones por causa de esa palabra; pero «la palabra de Dios no está encadenada» (2Ti_2:9). Crece, se desarrolla, se fortalece (Act_6:7; Act_12:24; Act_19:20) y lleva fruto (Col_1:6) Es «la palabra de la verdad» (Eph_1:13; Col_1:5), con la que «nos engendró» el Padre (Jam_1:18; cf. 1Pe_1:23); es la «palabra de vida» (Phi_2:16)

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3. GRANDES PRODIGIOS Y REPUDIO EN NAZARET (,6a).

El mensaje y doctrina de Jesús se confirman con sus grandes obras prodigiosas, no en el sentido de una «prueba» de que están presentes en él las fuerzas del reino de Dios, sino como signos que hacen patentes esas fuerzas a cuantos las contemplan con ojos creyentes. Lo que más tarde aclarará expresamente Juan, el cuarto evangelista, mediante su concepto de los «signos» y su exposición simbólica y teológica de los grandes hechos de Jesús, viene sugerido de forma indirecta en la exposición de Marcos. La comunidad creyente, que ha entendido la doctrina de Jesús en parábolas, que ha comprendido «el misterio del reino de Dios», recibe ahora una instrucción palmaria de cómo en la acción de Jesús se oculta y al mismo tiempo se manifiesta al exterior el poder salvífico de Dios. Desde el comienzo se anunciaba el reino de Dios y simultáneamente se podía reconocer su presencia y eficacia, sobre todo en las expulsiones de los demonios (cf. 1,27.39; 3,15). No se puede pasar por alto la proximidad y conexión de los prodigios narrados a continuación con las expulsiones demoníacas (1,23-27.34; 3,11) Y las curaciones (1,29-31.40-45) referidas anteriormente. El apaciguamiento de la tempestad (4,35-41) viene presentado como un exorcismo cósmico que atañe a la naturaleza. El poseso de la región de Gerasa (5,1-20) es un caso potenciado de la destrucción de las fuerzas demoníacas. La mujer con flujo de sangre (5,25-34) ofrece un ejemplo patente de «la fuerza que de él había salido» (5,30) y que actuaba al simple contacto con Jesús (cf. 3,10). Finalmente, la resurrección de la hija de Jairo (5,35-43) es un gran signo, el máximo en este contexto, de la virtud vivificante de Jesús que puede sacar hasta del reino de los muertos. Realmente, Jesús pone de manifiesto la fuerza de Dios en la expulsión de los demonios, y la salvación divina en las curaciones. Mas, para ver la fuerza salvadora de Dios que irrumpe en Jesús y para comprender su alcance, es necesaria la fe. El tema de la fe orientada a la revelación que Jesús hace de sí mismo con hechos portentosos aparece en esta sección con mayor fuerza que hasta ahora. En la tempestad del lago, los discípulos, y con ellos la comunidad posterior, reciben una seria lección sobre la necesidad de la fe y una muestra de lo que la fe significa en este mundo alejado de Dios. La hemorroisa se convierte en un ejemplo luminoso de postura de fe firme y sencilla. De cara a la muerte, Jesús exhorta a Jairo: «No temas, sólo ten fe» (5,36). Los hombres incrédulos, por el contrario, tiemblan ante el poder de Dios que se revela, alejan a Jesús de su presencia (5,17) y hasta se burlan de él (5,40). Pero el ejemplo más amargo de incredulidad se encuentra al final: la patria incrédula de Jesús le rechaza, el Señor no puede hacer allí milagro alguno y se admira de la incredulidad de aquella gente (6,5S). Esto es una advertencia valiosísima para cuantos están cerca de Jesús y piensan conocerle. La división, establecida en el capítulo de las parábolas entre los de cerca y «los de fuera» (4,10S), sigue vigente. Como la palabra de Jesús ejerce una función crítica, también la ejerce su ministerio en obras. En él se diferencian los espíritus, por el se consuman la salvación y el juicio. De este modo Jesús se convierte en acontecimiento al par que en problema para los hombres: «¿Quién es éste?» (4,41). Se piensa conocerle, pero no se le conoce (6,3). El incrédulo se escandaliza en él (6,3), Y hasta la misma fe difícilmente llega a la plena inteligencia. El Jesús terreno es un misterio, mas tampoco quiere provocar el sensacionalismo (cf. 5, 37-43). Sólo sus acompañantes más cercanos (5,37), que después de los acontecimientos pascuales convierten su espanto y asombro (4,41; 5,42) en fe y en testimonio creyente, podrán explicar el misterio de su persona a una comunidad creyente, aunque tal vez combatida en su fe. Así es cómo en esta sección la comunidad está representada por los doce que Jesús se ha elegido (3,13), al tiempo que alentada por su mensaje de que Jesús es el Señor por encima de todas las potencias contrarias a Dios, de que Jesús es el Hijo del Dios altísimo (5,7).

a) La tempestad calmada (Mc/04/35-41).

35 Aquel mismo día, al atardecer, les dice: «Vamos a pasar a la otra orilla.» 36 Y ellos, despidiendo al pueblo, se llevan a Jesús, tal como estaba, en la barca; también le acompañaban otras barcas. 37 De pronto se levanta una fuerte borrasca; las olas saltaban sobre la barca, de manera que ésta ya estaba a punto de anegarse. 38 Mientras tanto, él seguía durmiendo en la popa sobre un cabezal. Ellos lo despiertan y le dicen: «Maestro, ¿es que no te importa que nos hundamos?» 39 Entonces él se levantó, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla! ¡Enmudece!» El viento cesó y sobrevino una gran calma. 40 Luego les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» 41 Quedaron sumamente atemorizados y se preguntaban unos a otros: «¿Pero quién es éste, que hasta el viento y la mar le obedecen?»

El evangelista conecta estrechamente este relato con el marco de la predicación en parábolas: es la tarde del mismo día y Jesús aparece todavía en la barca a la que había subido a causa del concurso de gente (4,1). Aunque nos hallamos todavía en el mismo capítulo de las parábolas, debe prevalecer la impresión de que aquí se trata de un suceso inmediato. El hecho pertenece al arte narrativo. Sea como fuere, la ocasión y circunstancias son secundarias. Después ya no se vuelve a mencionar a las barcas que le acompañaban; tal vez tenían que actuar como testigos del acontecimiento milagroso. El capítulo 5 parece conectarse directamente, pues los discípulos alcanzan el país de los gerasenos, en la ribera oriental (5,1); pero no se vuelve a considerar que ya debía haber obscurecido. En el marco artificial de un relato continuado lo que interesa conservar es la experiencia única de los discípulos, lo cual posee una importancia duradera y profunda para la comunidad. ésta reconoce a Jesús como soberano de la tempestad y del mar, con un poder que provoca el estremecimiento ante su persona y, como los discípulos, la comunidad está invitada a una fe sin temores, a la plena confianza en su Señor. El poder de Jesús, aquí experimentado, sólo se reconoce en el sentido intentado por el evangelista, cuando entendemos con él el conjuro de la tempestad y la palabra de mando al mar con una expulsión demoníaca. La palabra griega que se emplea para «increpar» o reducir violentamente al viento, aparece también en los exorcismos (1,25; 9,25). En Marcos -a diferencia de Mateo y Lucas- se distingue evidentemente entre el demonio de la tempestad y el del mar. A cada palabra de mando de Jesús corresponde un efecto particular: «y se calmó el viento y sobrevino una gran bonanza», dos resultados maravillosos, pues de otro modo las olas no se hubiesen serenado tan rápidamente. La explicación natural de que esas tempestades violentas se levantan repentinamente en el lago de Genesaret y pasan con la misma rapidez, es insuficiente tratándose de pescadores experimentados, como eran los discípulos de Jesús, y que de eso debían saber bastante. En la descripción resuena una experiencia peculiar: primero una angustia de muerte (v. 38) y, después de hecha la calma, otro «temor», que es el pasmo ante quien ha realizado todo aquello con unas breves palabras de mando. También esta reacción de los discípulos se describe de modo parecido a la del pueblo después de las primeras expulsiones de demonios (1,27). El poder de Jesús sobre el viento y el mar le muestra como soberano vencedor de las potencias demoníacas. Mas las fuerzas divinas presentes en Jesús no hay que verlas fuera de su aparición. Jesús se presenta por completo como un hombre: después de un día agotador de predicar en el lago a las enormes multitudes de pueblo, Jesús se duerme sobre el duro cojín en que suelen sentarse los remeros y ni siquiera despierta con el estruendo de la tempestad y de las olas embravecidas. Los discípulos le despiertan, e inmediatamente se comporta de un modo que no tiene igual. El motivo de la salvación de un peligro marítimo es antiguo -historia de Jonás y diversas narraciones tanto judías como paganas-; pero siempre el que salva es Dios o es la oración de hombres piadosos la que aporta la ayuda. Aquí alguien actúa en nombre de Dios y sólo pronuncia una palabra de mando. ¿Quién es éste? El poder de Jesús es algo único; pero en cierto modo está oculto y sólo se revela en epifanías secretas. Todo el relato es tanto una experiencia como una instrucción de los discípulos. En Mateo la última palabra de asombro la pronuncian los hombres; en Marcos son siempre los discípulos. El peligro de muerte les hizo olvidar de quién tenían en medio de ellos; las fuerzas a las que se veían entregados sobrepujaron su fe. Así lo expresa abiertamente la palabra de reproche de Jesús: son miedosos y cobardes. Una vez más es Marcos el que lo subraya con mayor fuerza que ningún otro evangelista mediante la doble pregunta. Para él desfalleció por completo la fe de los discípulos, mientras que Mateo habla de «hombres de poca fe». La fe no es todavía aquí una fe reflexiva en Jesús, el Cristo e Hijo de Dios, sino la fuerza elemental de una confianza creyente. Hay que mantenerla frente a todos los asaltos de las potencias enemigas de Dios. Es el requisito esencial para comprender el mensaje de Jesús sobre el reino de Dios. Mas con la última pregunta se sugiere también al lector que tiene que haber una fe en Jesús, Hijo de Dios. Así se piensa también en la comunidad. Para ella el relato pasa a ser una exhortación apremiante a mantener una fe inquebrantable en medio de su existencia en el mundo. Cierto que para ella la nave sacudida por la tempestad del lago no es todavía el símbolo de la Iglesia como lo será más tarde para los santos padres y para los pensadores piadosos de todos los siglos; todavía no vuelve su mirada al largo proceso histórico en que la Iglesia se ha visto agitada y desarbolada. Pero ya sabe de persecuciones y tribulaciones (c. 13) y su fe se ve combatida, pese a la proximidad del Señor. Necesita una fe carismáticamente fuerte (11,23). La aparente debilidad del Señor, que se encamina hacia el abandono y la oscuridad de la muerte en cruz, sólo puede sostenerla a ella con la fe en su poder oculto, con la fe en su resurrección. Con esa fe tampoco ella sucumbirá.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 4.
E n este capítulo de Mc, al estilo del 13 de Mt, se reúnen una serie de parábolas sobre el Reino, pero artificiosamente agrupadas l.

Parábola del sembrador, 4:1-20 (Mat_13:1-9.18-23; Luc_8:4-8.11-15).
Cf. Comentario a Mat_13:1-23.
1 De nuevo comenzó a enseñar junto al mar. Había en torno de El una numerosísima muchedumbre, de manera que tuvo que subir a una barca en el mar y sentarse; y la muchedumbre estaba a lo largo del mar, en la ribera. 2 Les enseñaba muchas cosas en parábolas y les decía en su enseñanza: 3 Escuchad: Salió a sembrar un sembrador, 4 y al sembrar, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había casi tierra, y al instante brotó, por no ser profunda la tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se marchitó, y, por no haber echado raíz, se secó. 7 Otra parte cayó entre cardos, y, creciendo los cardos, la ahogaron y no dio fruto. 8 Otra cayó en tierra buena y dio fruto, que subía y crecía, dando uno treinta, otro sesenta y otro ciento. 9 Y decía: El que tenga oídos para oír, que oiga. 10 Cuando se quedó sólo, le preguntaban los que estaban en torno suyo con los doce acerca de las parábolas; 11 y El les dijo: A vosotros os ha sido dado a conocer el misterio del Reino de Dios, pero a los otros de fuera todo se les dice en parábolas, para que, 12 mirando, miren y no vean; oyendo, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados. 13 Y les dijo: ¿No endeudéis esta parábola? Pues ¿cómo vais a entender todas las otras? 14E1 sembrador siembra la palabra. 15 Unos están junto al camino, y se siembra en ellos la palabra; pero, en cuanto la oyen, viene Satanás y arrebata la palabra que en ellos se había sembrado. 16 Asimismo, los que reciben la simiente en terreno pedregoso son aquellos que, al oír la palabra, la reciben desde luego con alegría, '7 pero no tienen raíces en sí mismos, sino que son inconstantes, y en cuanto sobreviene la adversidad y la persecución por la palabra, al instante se escandalizan. 18 Otros hay para quienes la siembra cae entre espinas; ésos son los que oyen la palabra, 19 pero sobrevienen los cuidados del siglo, la fascinación de las riquezas y las demás codicias, y la ahogan, quedando sin dar fruto. 20 Los que reciben la siembra en tierra buena son los que oyen la palabra, la reciben y dan fruto, quién treinta, quién sesenta, quién ciento.

Mc retransmite esta parábola, en todo semejante a Mt y Lc, con alguna mayor amplitud y colorido. Los diversos problemas comunes se exponen en el Comentario a Mat_13:1-23. Concretamente sobre las posibles modificaciones redaccionales en la exposición de la parábola; sobre la finalidad de las parábolas evangélicas tesis de misericordia o justicia y sobre el origen de la interpretación de esta parábola.
V. l 1. Mc establece una contraposición precisa entre aquellos a los que ha sido dado conocer el misterio del reino y entre los otros, que son de fuera. Con esta expresión, los de fuera (hachizoním), expresaban los rabinos a los gentiles o a los judíos no ortodoxos 2. Aquí son, pues, los no discípulos de Cristo. Todas las cosas en parábolas no debe de referirse a toda la doctrina de Cristo, como se expone en Mt. Se trata de una hipérbole oriental, a no ser que se entienda de la altura de su doctrina.
Ha sido dado, conforme al uso rabínico se refiere a Dios: es su plan sobre ellos.

Parábola de la lámpara,Mat_4:21-23 (Mat_5:15; Luc_8:16-18).
21 Decíales: ¿Acaso se trae la candela para ponerla bajo un celemín o bajo la cama? ¿No es para ponerla sobre el candelera? 22 Porque nada hay oculto sino para ser descubierto y no hay nada escondido sino para que venga a la luz. 23 Si alguno tiene oídos, que oiga.

Esta enseñanza de Cristo es una pequeña parábola. Lc la trae dos veces. Una (Luc_8:16-18), como Mc, a continuación de la parábola del sembrador, y en la sección del primer viaje. Esto es indicio de que se recogen de fuentes escritas. Más dificultoso sería saber si Cristo las pronunció unidas. La ausencia de esta unión en Mt disminuye la probabilidad (Mat_5:15).
El tema que Mc desarrolla, y lo mismo Lc, es sobre el misterio del Reino, como encuadrado que está entre otros con este tema, y como sugieren los elementos de que está compuesta. Mc establece una contraposición literaria entre la forma impersonal con que Cristo pronuncia la parábola de la semilla que crece (v.26) y la del grano de mostaza (v.30), decía, y la que utiliza para introducir esta parábola (v.21) y la de la medida (v.24), decíales a ellos; pero estos mismos a quienes se dirige son, en el contexto de Mc, los Doce, junto con los que estaban en torno suyo (v.10). A éstos es a los que les expuso el sentido oculto de la parábola del sembrador. A estos doce apóstoles y a esos oyentes solícitos, y acaso discípulos, les dice Cristo esta otra parábola del reino. Sin embargo, en Mc les dijo suele ser una fórmula de coordinación.
Su aplicación por la Iglesia primitiva se hace a jerarquías (Mat_5:14.16).
Es una enseñanza (v.22) ilustrada con un pequeño ejemplo parabólico. Nadie enciende en la noche, en su casa, una candela, cuando hay necesidad de su luz, para ocultarla bajo un modio o bajo la cama. Si se la enciende, es para que luzca.
Pues si El enciende ahora, con parábolas, el misterio del Reino, no es para que quede oculto, sino para que, en su momento oportuno, se conozca: brille su luz. La doctrina salvadora del Reino no es enseñada para que quede oculta, sino para que dé a todos luz de vida. No es una gnosis exotérica para iniciados. ¿A qué se refiere más en concreto esta enseñanza? Cristo alerta la curiosidad a penetrarlo: Si alguno tiene oídos, oiga.
Podría quedar esta sentencia de Cristo enunciada así en general: la doctrina del Reino crecerá, se divulgará, se extenderá; no quedará oculta. Pero es muy probable que, dirigida esta enseñanza a los apóstoles, se incluya en ella un sentido más directo a ellos. Si en ellos se encendió esta luz del Reino, no es para que la escondan, sino para que la divulguen, la enseñen, la prediquen. Es la misma enseñanza que Cristo les dirige en el sermón del Monte, cuando les dice que ellos son la luz del mundo (cf. Mat_5:14-15), aunque luego en Mt se derive la enseñanza más al sentido moral.
Esta interpretación, puesta, además, en función de la pequeña parábola siguiente, parece muy probable, al menos en el intento de Mc.
V.21. ¿Acaso viene (Ýñ÷åôáé) la luz? La frase es un poco extraña, expresándose con ello la luz de lucerna que se va a poner en un candelero. De aquí las variantes que se encuentran en algunos manuscritos, que ponen, en lugar de venir, encender, pero lección no críticamente sostenible. Se propuso también una confusión del arameo 'aza', alumbrar, con 'atha, venir, y que, por la semejanza de sus grafías originales, se prestaría a una fácil equivocación en el traductor 3. Para Lagrange es mucho más probable que Mc, como en la explicación del sembrador, piense en el sentido metafórico de la lámpara que viene al mundo. 4
El modio (ìüäéïò) es la grecización de la palabra latina modius, medida de áridos de algo más de ocho litros5. Sin embargo, aquí no cuentan estos detalles de precisión.
La palabra frecuentemente traducida por cama (÷ëéíç) puede también tener el sentido de lecho de la mesa en el que se reclinan los convidados 6.
La lucerna (ëý÷íïò) corresponde a las pequeñas lamparillas judías de terracota de muy pocos centímetros, y que se ponían sobre el candelero (ëõ÷íßá), soporte de cierta altura que permitía dar mayor radio de luminosidad a la lucerna.
V.22. Que todo lo oculto será descubierto y vendrá a la luz, significa en el pensamiento de Mc, cuya sentencia acaso está aquí encajada procedente de otro contexto, que el Reino, entonces en principios e insignificante, aparecerá en la plenitud de lo que es: a plena luz 7. Probablemente, en este contexto, por obra de los apóstoles.

Parábola de la medida,Mat_4:24-25 (Mat_7:2; Luc_6:38).
24 Decíales: Prestad atención a lo que oís: Con la medida con que midiereis, se os medirá, y se os añadirá. 25 Pues al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

El auditorio, en este contexto de Mc, siguen siendo los apóstoles y algunos otros que, en torno a Cristo, le rogaron una explicación de la parábola del sembrador.
El sentido de la misma está en la línea tanto de la anterior en este contexto la doctrina del Reino es para enseñarse, por lo que ha de recogerse con esmero como en la del sembrador que caiga la simiente en buena tierra. Está expresada por dos proverbios o a tipo de proverbios.
a) v.24. Excita a los apóstoles a prestar honda atención a lo que les enseña. La luz que se les va a dar está, en parte importante, en proporción a las disposiciones con que se le escuche y reciba. Así se deben preparar los apóstoles. Se los medirá con la medida que ellos usaren para recibir esta enseñanza, es decir, en la proporción con que ellos se dispongan a recibir esta luz del Reino, en esa proporción se los medirá. Si tienen poco esmero en recibirla, será menor la medida que se les dé de luz del Reino; pero, si esa medida es grande, no sólo la recibirán en esa proporción escueta; será abundante, se os añadirá más. Fórmula que Lc usa a otro propósito (Luc_6:38).
La comparación usada debe de ser un proverbio. El mismo uso que hacen de ella Mt-Lc en otro sentido, lo sugiere. Rabí Meir se preguntaba: ¿Dónde se encuentra que el hombre es medido con la medida que él mide? 8
b) v.25. La misma enseñanza se viene a reforzar con otro proverbio ya usado por los evangelistas a otros propósitos. Al que tiene se le dará; es decir, en este contexto, al que presta atención a la enseñanza de Cristo, a las parábolas que les propone, le dará más luz: luz de nuevas explicaciones, de su honda comprensión (Mat_13:12; Mat_25:29; Luc_19:26).
En cambio, al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado (Mat_13:12; Mat_25:29; Luc_19:26). Es la formulación oriental paradójica. ¿Cómo quitar lo que no tiene? En este contexto, el significado es que el apóstol o discípulo que ha recibido la enseñanza parabólica materialmente oída, pero a la que no prestó la atención debida, para escudriñarla o para preguntar por su sentido, le sucederá que lo que tiene, o sea, esta enseñanza parabólica de vida, pero sólo materialmente recibida, aun eso que tiene le será quitado, porque no fructificará en él y se perderá la cosecha que iba en esa simiente. La formulación proverbial oriental conserva aquí el concepto de castigo positivo: se le quitará; lo que puede ser el solo hecho negativo de perderlo 9.
En el pensamiento de Mc importa sobremanera que los discípulos estuviesen atentos a las palabras de Jesús, para merecer recibir una luz más completa, que ellos pudiesen luego comunicar a los otros. Esta es la razón de ser de la elección que Jesús ha hecho de ellos; se tienen aquí los primeros avances de la fundación de la Iglesia docente 10, pues no en vano van a ser ellos los ministros de la palabra (1Co_1:17) y los dispensadores de los misterios de Dios (1Co_4:1).

Parábola de la semilla que crece por sí misma,1Co_4:26-29.
26 Decía: El reino de Dios es como un hombre que arroja la semilla en la tierra, 27 y ya duerma, ya vele, de noche y de día, la semilla germina y crece, sin que él sepa cómo. 2S De sí misma da fruto la tierra, primero la hierba, luego la espiga, en seguida el trigo que llena la espiga; 29 y cuando el fruto está maduro, se mete la hoz, porque está en sazón.

Esta parábola es propia del evangelio de Mc. No se refiere, como en las anteriores, a los apóstoles, sino que es una enseñanza en general. A esto mismo lleva el tema de la misma.
El contenido no es explicado por Cristo. Esto dio lugar a diversos enfoques de interpretación. Pero el hecho mismo de no haberla explicado Cristo, o de transmitirla sin su explicación el evangelista, es una prueba de su fácil y sabida interpretación. Sin embargo, los autores la han enfocado en una triple dirección:
1) Pura alegoría. El reino de Dios es la Iglesia; la simiente, la predicación; el campo, los oyentes; el hombre que siembra, Cristo, o, en general, los predicadores; la recolección, la muerte o el juicio; Dios es el sembrador. Lo que se trata de comparar o ilustrar es: si la tierra es buena, todo irá bien; basta poner en ella la simiente de la palabra. Otros aún lo alegorizan más, pero no pasando de puras acomodaciones 11.
2) Mixtificación de parábola y alegoría. Lo primero (v.26-28) sería una parábola para expresar que el Reino va a desarrollarse por sí mismo; pero luego (v.29) sería una alegoría; se destaca la obra del segador interviniendo en el momento querido por Dios. Y para alguno (Loisy) se indicaría nada menos que la proximidad del fin temporal del reino escatologismo , porque no se siembra si no es para hacer la recolección. Sería esto señal de una alegoría añadida a la primitiva parábola.
3) Pura parábola. No se ve que hayan de interpretarse los diversos elementos en forma concreta y de minuciosa alegoría. Un hombre cualquiera que siembra, se interpreta mal alegóricamente de Cristo, y que duerma o vele. Lo mismo puede decirse del resto de los elementos. No se precisan ni matizan alegóricamente. Lo que se compara no es elemento con elemento, sino dos situaciones. El Reino y una estampa agrícola. En la narración de ésta, todo son elementos reales y normales. El sembrador, una vez realizada la siembra, ya duerme o vele, ya se preocupe o no, sabe que la simiente por sí misma (áõôüìáôç) germina. Mc, con su grafísmo, pone la gradación tan colorista de cómo se va produciendo la germinación: hierba-espiga-trigo-sazón de éste. Y tan necesariamente sucede este germinar automáticamente de la simiente, que, al llegar a sazón, se mete la hoz: es la hora de la recolección.
Así sucede con el reino de los cielos. A esta situación de la simiente que germina por sí misma, según el curso normal de las cosas, por ese vigor virtual que ella tiene, de igual modo sucede el germinar y desarrollarse del reino de los cielos: el vigor interno vital de que está dotado le hará irse desarrollando necesariamente, aunque posiblemente entra también en el contenido de la parábola el irse desarrollando como la germinación de la simiente, gradualmente. No es el hombre el que hace germinar ni desenvolverse ni la simiente ni el Reino, aunque condiciones externas puedan favorecerlo, sino el vigor vital de que están dotados. Un gran comentario a esta parábola son las palabras de San Pablo, cuando escribe: ¿Quién es Apolo y quién es Pablo? Ministros según lo que a cada uno ha dado el Señor. Yo planté, Apolo regó; pero quien dio el crecimiento fue Dios (1Co_3:5.6).
El reino de Dios, una vez puesto en la tierra por Cristo, llegará necesariamente a su madurez. No podrán los seres humanos impedir la vitalidad y el crecimiento del mismo. Acaso quiera Cristo corregir, o tal vez el evangelista, los errores posibles de temor por su suerte ante los ataques al mismo, o hacer ver que, contrariamente a las esperanzas judías, no aparecerá éste ni súbitamente ni con manifestaciones extraordinarias. Algunos pensaron que iba contra la impaciencia de los zelotes. Para la Iglesia primitiva tenía la aplicación de saber que la hora de la parusía,desconocida,era cierta: tenía su hora indefectiblemente fijada y con el reino en plenitud. 12

Parábola del grano de mostaza,1Co_4:30-32 (Mat_13:31-32; Luc_13:18-19).
Cf. Comentario a Mat_13:31-32.
30 Decía: ¿A qué asemejaremos el Reino de Dios o de dónde tomaremos la parábola? 31 Es semejante al grano de mostaza, que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra; 32 pero, sembrado, crece y se hace más grande que todas las hortalizas, y echa ramas tan grandes, que a su sombra pueden abrigarse las aves del cielo.

La pintura de esta parábola es casi la misma en los tres sinópticos. La narración es puramente parabólica. La enseñanza está en la comparación establecida entre el grano más pequeño que crece hasta hacerse la más grande de las hortalizas. En orden a completar el cuadro descriptivo, se dice que se llega a hacer un árbol (Mt-Lc), en el que las aves del cielo pueden establecerse. La comparación se establece entre lo más pequeño que viene a hacerse lo más grande. De igual modo sucedería con el Reino: en los comienzos es mínimo, son pocas personas las que se les unen, pero vendría a ser muy grande, tanto que cabrán en él multitudes. Mc colorea el tipo diciendo de ese pequeño grano de mostaza que echó ramas tan grandes, que a su sombra pueden cobijarse las aves del cielo. Ya en el A.T. se encuentra la imagen de un árbol que va creciendo y sirve de protección a los súbditos de un gran reino bajo la metáfora de aves del cielo (Dan_4:10ss; Eze_17:23; Eze_31:6). El fieri del crecimiento no parece pertenecer al intento inmediato en la parábola, como se dijo en la exposición de esta parábola en Mt. Es elemento implícito de contenido, pero descriptivo en la narración.
V.31. La introducción ¿a qué asemejaremos.? evoca las fórmulas introductorias usadas por los rabinos como método pedagógico para excitar la curiosidad y la atención 13.
La construcción de siendo el más pequeño de todos (ìé÷ñüôåñïí äí ðÜíôùí ôùí óðåñìÜôùí) es violenta. Se han propuesto para explicarla diversas soluciones: a) sería efecto de una ditografía (ov), al repetir por descuido el final de la palabra anterior 14; un tipo de acusativo absoluto concordando con semilla (óðÝñìá) sobrentendido 15; efecto de la dificultad para un griego de hacer la versión del arameo 16.

Conclusión sobre las parábolas. 4:33-34 (Mat_13:10-17.34.35).
33 Y con muchas parábolas como éstas les proponía la palabra, según podían entender, 34 y no les hablaba sin parábolas; pero a sus discípulos se las explicaba todas aparte.

Este pasaje de Mc es de gran interés para valorar la finalidad del método parabólico de Cristo en su enseñanza. Los tres sinópticos tratan de justificar el uso del método parabólico por Cristo a partir de un momento determinado de su enseñanza. Fue algo que debía de chocar, frente a la exposición más directa que había hecho antes de otros temas. Pero se veía requerido por la dificultad del tema para un auditorio oriental, concreto, imaginativo, primitivo y sin tendencias a la especulación abstracta. ¿Hablaba Cristo para que le entendiesen o para ocultar la verdad al auditorio? Es la doble posición que se adopta: tesis de la misericordia o tesis de la justicia, como ya se expuso 17. Mc dice aquí que Cristo: a) explicaba aparte todas las parábolas a sus discípulos; b) al pueblo le hablaba con muchas parábolas, c) pero según podía entender.
Esto hace ver la tesis de la misericordia. El uso de éstas aparece como medio pedagógico de ilustración a los que lo escuchan, en contraposición a los de fuera (Mar_4:11), que son los fariseos y los hostiles a Cristo, que, o no le quieren oír, o no le quieren oír como a Maestro, para aprender, sino con intención aviesa, para perderle. Pero al pueblo sí le habla en parábolas, cuya naturaleza es servir pedagógicamente para ilustrar, pero le habla según podían entender (Jua_16:12). Mas esto exige atención, buenas disposiciones, y también, en ocasiones, buscar nueva luz en ello. Esta diferenciación de grupos discípulos y pueblo sucede en una época ya avanzada del ministerio público de Cristo. Es lo que hacen los apóstoles, que en privado piden nuevas aclaraciones. Por eso, aun siendo el método el mismo para los apóstoles y el pueblo, aquéllos logran más provecho, les es dado (de hecho) conocer el misterio del reino de Dios; pero a los otros, hostiles (fariseos) o negligentes en afanarse por recibir la explicación o nuevas explicaciones, los de fuera, viene a serles dicho todo en parábolas, pues de hecho no llegan a aprovecharse de la luz que en ellas se encierra. Quedan sólo en la corteza, en la parábola. Y por eso, culpablemente, viene a suceder que, viendo, no ven. Ven la parábola, pero no ven ni penetran el hondo contenido de las mismas 18.

La tempestad calmada,Jua_4:35-41
(Mat_8:18; Mat_8:23-27; Luc_8:22-25).
Cf. Comentario a Mat_8:23-27.
35 En aquel día les dijo, llegada ya la tarde: Pasemos al otro lado. 36 Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron según estaba en la barca, acompañado de otras. 37 Se levantó un fuerte vendaval, y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que ésta estaba ya para llenarse. 38 El estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te da cuidado de que perecemos? 39 Y, despertando, mandó al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa la calma. 40 Les dijo: ¿Por qué sois tan tímidos? ¿Aún no tenéis fe? 41 Y, sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: ¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

La descripción que hace Mc de esta escena es, como ordinariamente en él, descriptiva. Así, precisa que Cristo dormía sobre un cabezal en la popa de la barca. Mc presenta a Cristo mandando por separado al viento y al mar que se sosieguen. Este dramatismo, así binariamente repartido, debe de responder a su estilo literario 19. Se pensó si no sería como una cierta resonancia litúrgica de exorcismo. También se podrían ver, en aquel ambiente, influjos satánicos en elementos cósmicos. La escena siguiente podría sugerir algo a este propósito.
Aunque los apóstoles ya habían presenciado algunos milagros de Cristo, no pensaron en su poder ante un espectáculo tan imponente. Pero su imperio ante fuerzas cósmicas desencadenadas les produce una fuerte admiración de preguntarse quién sea el que tiene tantos poderes. En Mc-Lc, el sujeto de esta admiración son los discípulos. ¿Qué pueden sospechar de El?
Ya se había pensado que El fuese el Mesías (Mat_12:23). Por eso aquí, o se refiere a una mayor confirmación en el mesianismo de Cristo y en los poderes de que se hallaba dotado aunque nada extrañaría en el obrar del Mesías esperado , o queda flotando una sospecha sobre poderes inéditos y grandeza que no alcanzan. Cristo va preparando gradualmente el proceso de su revelación divina.

1 Guy, The origin of the Cospel of Mark. 2 Strack-B., Kommentar. II p.7; E. F. Slegman, Teaching in Parables (Mar_4:10-12 par.): The Cath. Bibl. Quart. (1961) 161-181. 3 Allen, The Cospel according to s. Mark (1955) h.l. 4 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) h.l. 5 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.850-851; Rich, Dict. des antiq. rom., vers. del ingl. (1861) p.410. 6 Zorell, o.c., col.715. 7 Bover, Nada hay encubierto que no se descubra (Mar_4:21): Est. Bíb. (1954) 319- 8 Sota 3:1; cf. Bonsirven, Textes rabbiniques. (1955) n.1484. 9 Huby, L'évang. s. St. Marc, en La Sainte Bible de Jérusalem p.31 nota a. 10 Lagrange, évang. s. St, Marc (1929) p.115. 11 Vosté, Parabolae selecta. (1933) I p.216-217. 12 Buzy, Les parábales. (1932) p.62; Vosté, Parabolae selecta. (1933) I p.207-220; F. Mussner, Gleichnisauslegung una Heüsgeschichte. Dargetan am Gleichnis von der Wachsenden Saat (Mar_4:26-29): Trierer Theotog. Zeitschr. (Trier 1955) 257. 13 Rev. Bib. (1909) 356. 14 Joüon, en Rech. Scienc. Relig. (1927) 218. 15 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.119. 16 Buzy, Les parábales. (1932) p.59. 17 Comentario a Mat_13:10-17. 18 Lagrange, Lc but des paraboles d'aprés l'évangile s. St. Marc: Rev. Bib. (1910) 5-36; Pipev, Mystery of the Kingdom of God (Mar_4:10-12) (1947) p.183-200; Tgaras-HI, The Mystery of the Kingdom (Mar_4:10ss): Journ. of Bible and Relig. (1956) 83-89; G. Kennedy, Nothing without a Parable: N.T. Sidelights. A. C. Purdy (Hartford 1960) 10-26; J. A. Baird, A Pragmatic Approach to Parable Exegesis. Some New Evi-dence en Mar_4:11.33ss: Journ, of Bibl. Literal, and Exeg. (1957) 201-207. 19 Vaccari, en Bíblica (1926) 439; cf. Rech. Se. Relig. (1928) 350; J. B. Bauer, Procellam cur sedavit Salvatar: V. D. (1957) p.89-96.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



24 (C) PARÁBOLAS Y EXPLICACIONES (4,1-34). El pasaje consta de parábolas, en las que se compara el reino de Dios con el crecimien(-)to maravilloso de la semilla y la abundante co(-)secha que se obtiene al final de este proceso (4,3-9; 4,26-29; 4,30-32), unos dichos que se formulan de forma parabólica (4,21-25), una interpretación de una de las parábolas de la se(-)milla (4,13-20), unas explicaciones sobre el he(-)cho de que Jesús enseñara en parábolas (4,10-12,33-34) y un escenario pintoresco (4,1-2).

25 (a) Escenario (4,1-2). Marcos sitúa a Jesús en una barca, enseñando a la muche(-)dumbre desde la ribera. 1. junto al mar: Jesús dejó Nazaret y ha regresado al mar de Galilea (3,7-12). 2. en parábolas: El término griego parabolé significa comparación o analogía, pero su equivalente hebreo msl tiene un campo se(-)mántico más amplio, que incluye dichos, rela(-)tos e incluso enigmas (? Pensamiento del NT, 81:59-60). No hay duda de que Jesús utilizó las parábolas como recurso didáctico, aunque es posible que su significado originario se hubie(-)ra perdido durante su proceso transmisión en la Iglesia primitiva. Así pues, podemos inter(-)pretar las parábolas en tres niveles diferentes: el del Jesús histórico, el de la Iglesia primitiva y el de la redacción de los evangelios. C. H. Dodd dio una definición de la parábola que ya se ha hecho clásica. Decía Dodd que la pará(-)bola es «una metáfora o un símil que, inspi(-)rándose en la naturaleza o la vida cotidiana, llama la atención de quien escucha por su vi(-)veza o extrañeza y suscita la duda sobre su aplicación precisa, provocando así la interven(-)ción del pensamiento activo» (The Parables of the Kingdom [Nueva York 1961] 5).

26 (b) Parábola de las semillas (4,3-9). La parábola sigue las reglas de la buena na(-)rración: es concisa, utiliza la repetición para establecer un modelo y concluye con un efec(-)to de contraste o sorpresa. Puesto que el pun(-)to focal se encuentra en la semilla y en lo que le ocurre, deberíamos poner a esta perícopa el título «la semilla». También tienen relevancia en ella los diferentes tipos de terreno, por lo que podríamos titularla «los cuatro campos de siembra». El menos adecuado es el título tra(-)dicional de «el sembrador», puesto que no pa(-)rece que sea éste el centro de atención (cf. Mt 13,18). La parábola ilustra el generoso ofreci(-)miento del reino que Dios hace mediante la predicación de Jesús y las diferentes respues(-)tas que se producen. No obstante, el resultado será asombrosamente abundante (cf. 4,8). Je(-)sús (o la iglesia primitiva) podría haber utili(-)zado esta parábola para explicar la variopinta acogida que se dio a su predicación y como fundamento para afrontar la oposición susci(-)tada, asegurando que el reino de Dios produ(-)ciría una abundancia maravillosa. La semilla que se planta en tierra buena anticipa el reino futuro. 4. parte de la semilla cayó en el camino: ¿Por qué echó el sembrador la semilla en el ca(-)mino (4,4), en suelo pedregoso (4,5) o entre cardos (4,7)? Una posible explicación sería la siguiente. Era habitual en Palestina que la siembra precediera al cultivo del terreno; una vez realizada la siembra, el sembrador cultiva(-)ría el terreno sembrado (cf. J. Jeremías, NTS [1966-67] 48-53; P. B. Payne, NTS 25 [1978-79] 123-29). Por tanto, la parábola dejaría traslu(-)cir un ambiente original palestinense. Ahora bien, en la parábola no se dice nada sobre el cultivo posterior a la siembra. Otra posibilidad de interpretación es entender la acción del sembrador como una ilustración de la magni(-)ficencia de Dios que extiende a todos la invita(-)ción del reino. 8. la tierra buena: Este terreno está en oposición a los otros tres, como tam(-)bién lo está el resultado de la semilla que se ha sembrado en él con el resultado de las otras. El núcleo de la parábola reside en estos con(-)trastes. treinta, sesenta y ciento por uno: El ad(-)jetivo numeral griego hen, «uno», que precede a cada cantidad, refleja el uso idiomático arameo de liad, «uno», que significa «un determi(-)nado número de veces». Véase Mt 13,8, donde encontramos de forma inversa la secuencia de las cantidades. 9. el que tenga oídos para oír, que oiga: Esta fórmula (cf. 4,23; 7,16; también Mt 11,15; 13,9.43; Lc 8,8; 14,35; Ap 2,7.11.17.29; 3,6.13.22; 13,9) se relaciona con la llamada que se hizo al comienzo y sugiere que la parábola requiere un riguroso examen.

27 (c) Finalidad de las parábolas (4,10-12). La parábola de la semilla da pie a explicar por qué Jesús enseñaba en parábolas. Medían(-)te éstas (que en este contexto tienen el sentido de «enigmas») Jesús ocultaba deliberadamen(-)te el misterio del reino. Aunque el texto puede contener elementos originales de la predica(-)ción de Jesús, su redacción es claramente marcana. El evangelista, probablemente, la utilizó como una reflexión sobre el fracaso parcial del ministerio de Jesús entre los suyos (cf. 4,4-7). 10. a solas: Se abandona el escenario que tan cuidadosamente se diseñó en 4,1-2; Jesús está ahora de camino o en casa, los que estaban en tomo a él con los doce: En contraste con 3,21, «en torno» a Jesús había otros discípulos jun(-)to a los Doce, las parábolas: Pero solamente se nos ha contado una parábola (4,3-9). La utili(-)zación del plural nos sugiere que 4,10-12 pue(-)de haber sido una unidad independiente de cuanto le sigue ahora. 11. a vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios: El trasfondo de esta idea se encuentra en el AT (especial(-)mente Dn 2), en donde encontramos testimo(-)nios de cómo Dios desvela el misterio (raz) al vidente. La enseñanza de Jesús (y su acción) desvela el misterio del reino de Dios; la tarea de los discípulos consiste en transmitir esta enseñanza, en parábolas: En este contexto, el término parece tener el sentido de «enigmas» cuyo objetivo es desconcertar «a los de fuera». Pero Jesús utilizaba las parábolas para ense(-)ñar al pueblo, aunque el elemento de misterio formaba parte del género. 12. para que vien(-)do...: La cita procede de Is 6,9-10. En ella se describe el resultado previsible del ministerio profético, no su finalidad. Pero la utilización que hace Marcos de hiña, que significa «para que», sugiere que, con las parábolas, Jesús pretendía ocultar el misterio «a los de fuera» y así impedirles que se arrepintieran y se les perdonase, no sea que se conviertan y se les per(-)done: La utilización de la tercera persona del plural y la presencia de la frase «se les perdo(-)ne» se encuentran en el texto paralelo del Tg Isaías 6,9-10 (B. D. Chilton, A Galilean Rabbi and His Bible [Wilmington 1984] 90-98). Son varios los intentos que se han hecho para re(-)solver el problema que suscita esta frase: (1) La conjunción griega mépote, «no sea que», puede ser una traducción errónea del arameo dílma, «a no ser que»; por lo tanto, el dicho original dejaría la puerta abierta a la posibili(-)dad de arrepentimiento y perdón. (2) El dicho es expresión de aquel período en el que ya se había perdido el significado de las parábolas de Jesús, por lo que a los de fuera les resulta(-)ban enigmáticas. (3) Mc 4,12 integraría el ca(-)rácter irónico Is 6,9-10 («...¡porque la última cosa que desean es arrepentirse y que sus pe(-)cados les sean perdonados!»).

28 (d) Explicación (4,13-20). La interpre(-)tación se considera habitualmente como es(-)bozo de un sermón, que se desarrolló en los círculos del cristianismo primitivo, sobre los obstáculos con los que se encuentra la fe, pues no se centra en la sorprendente cosecha (4,8) sino en los resultados que produce la semilla en los diferentes tipos de terreno. Otras razo(-)nes que nos inducen a considerar que 4,13-20 es una adaptación que el cristianismo primiti(-)vo hizo de 4,3-9 son las siguientes: en ella apa(-)recen términos griegos que se encuentran en las cartas del NT; se supone que cada detalle tiene un significado simbólico; y remite a una experiencia diferente del contexto originario. La interpretación aborda algunos obstáculos que se presentan a la fe -Satanás (4,15), las persecuciones (4,16-17) y las preocupaciones mundanas (4,18-19)y concluye bosquejando las características del discípulo ideal (4,20). 14. el sembrador: El término speirón debe in(-)terpretarse como referencia a Jesús, o quizás a Dios, la palabra: Sobre la utilización de la ex(-)presión ho logos para describir el mensaje cris(-)tiano, cf. 1 Tes 2,13; 1 Cor 14,36; 2 Cor 2,17; 4,2; Col 1,25. 15. aquella al borde del camino: La semilla que se siembra en el primer tipo de terreno se identifica con aquellas personas que escuchan el evangelio pero después caen presa de Satanás. 16. aquella en terreno pedre(-)goso: El segundo grupo recibe el evangelio con entusiasmo gozoso; pero cuando llega la per(-)secución, su falta de profundidad les lleva a sucumbir. El intérprete habla desde la pers(-)pectiva de la amarga experiencia que está su(-)friendo la Iglesia primitiva. 18. aquella entre zarzas: El tercer grupo está desanimado por las preocupaciones mundanas, el engaño de la riqueza y el deseo de otras cosas. De nuevo ha(-)bla la voz de la amarga experiencia, como ilus(-)tran otros libros del NT. 20. aquella en tierra buena: Puesto que a este grupo se le dedica el mismo espacio que a los tres grupos prece(-)dentes, es evidente que se ha perdido parte del contraste que caracterizaba 4,3-9. El discípulo ideal escucha la palabra, la acepta y da fruto (e.d., actúa de acuerdo con ella).
29 (e) Dichos en forma parabólica (4,21-25). Los dichos sobre la posición de la lámpa(-)ra (4,21-22) y la medida (4,24-25) prosiguen la discusión sobre la finalidad de las parábolas de Jesús que se había iniciado en 4,10-12. Los dos dichos están unidos por una estructura co(-)mún: la introducción («él les dijo»), la compa(-)ración y, finalmente, la explicación («pues...»). También la palabra gancho «medida» (modios y metron) puede haber ayudado a su vincula(-)ción. Están intercaladas en torno a la llamada a escuchar (4,23). En el contexto marcano, el primer dicho afirma que la enseñanza miste(-)riosa de Jesús será finalmente revelada a to(-)dos; el segundo reitera la enseñanza de 4,10-12 con la analogía del rico que se hace más rico y del pobre que cada vez es más pobre. 21. la lámpara: Se refiere a una lámpara de aceite que está hecha de cerámica en forma de plati(-)llo. No se enciende una lámpara para ocultar(-)la, sino para colocarla donde pueda dar más luz. bajo el celemín: El término griego modios deriva del latín modius, una medida de áridos que equivale a unos 9 litros. 22. pues no hay nada oculto... secreto: La sección explicativa («pues...») indica que la ocultación no era el ob(-)jetivo que Jesús pretendía conseguir con la en(-)señanza en forma de parábolas. Llegará el día en el que se revelará a toda la creación el reino que se proclama en esa enseñanza. 24. con la medida que midáis seréis medidos: Quien tenga una inquietud espiritual la aumentará al expo(-)nerse a las parábolas de Jesús, mientras quien no la tenga acabará con una mayor ignorancia espiritual. El mensaje marcano es paralelo a 4,10-12. Es posible que su contexto originario fuera un proverbio sobre cuestiones socioeco(-)nómicas, a saber, que el rico siempre se hace más rico, mientras que el pobre se empobrece cada vez más.
30 (f) Parábola de la semilla que crece por sí sola (4,26-20). Como las otras parábolas sobre la semilla, en ésta también se subraya el contraste que se produce entre la insignifican(-)cia de la semilla y la abundancia de la cosecha final. Aunque esta parábola se refiere esencial(-)mente al reino escatológico de Dios, su pre(-)sencia es tan real que puede describirse me(-)diante la analogía de una semilla y su proceso de crecimiento. Dios guía el crecimiento del reino hacia su plenitud futura. Acontece de forma tan segura y misteriosa como la cose(-)cha que sigue a la siembra; mientras tanto, no hay que caer en el desánimo ni en la impa(-)ciencia. 26. el reino de Dios es como...: El reino se compara con todo el cuadro esbozado en 4,26-29, no sólo con el sembrador de la semi(-)lla. No hay necesidad de identificar al sembra(-)dor con Cristo. 27. sin que él sepa cómo: Es de(-)cir, el proceso por el que la semilla crece y se desarrolla por sí misma; el sembrador no lo analiza, ni tampoco le sirve de ayuda preocu(-)parse ansiosamente por ello. 28. sin causa vi(-)sible: El término automate, que significa «es(-)pontáneamente» y «por sí misma», introduce una descripción del crecimiento progresivo que experimenta la semilla antes de la cose(-)cha. En el contexto de la comparación con el reino, el énfasis recae en la oculta y progresi(-)va acción con que Dios la hace crecer («sin causa visible»), 29. mete la hoz, pues la cosecha ha llegado: La parábola concluye con la alusión a Jl 4,13 (Cf Ap 14,15) subrayando la naturaleza escatológica del reino.

31 (g) Parábola del grano de mostaza (4,30-32). Se compara al reino con una peque(-)ña semilla que crece hasta convertirse en un gran arbusto. La llegada del reino de Dios es inevitable; por consiguiente, no hay necesidad de que nos desanimemos o impacientemos por su llegada. Una vez más, se reitera que el reino es ya una realidad lo suficientemente presente como para describirse mediante la analogía de la semilla que crece, aunque que(-)da claro que es Dios quien la hace crecer. 31. grano de mostaza'. Se establece un fuerte con(-)traste entre la pequeñez de la semilla (4,31) y la grandeza del arbusto resultante (4,32), que sirve de ejemplo para comprender cómo co(-)mienza el reino de forma insignificante y la abundancia que producirá cuando llegue en su plenitud. 32. más grande que todos los ar(-)bustos: Así como la semilla de mostaza no es exactamente la más pequeña entre las semi(-)llas, de igual modo el arbusto resultante, de unos 2,76 metros de altura, no es el más gran(-)de de todos los árboles. Aun así, este problema no debería oscurecer el significado esencial que quiere transmitirse mediante el contraste. las aves del cielo pueden anidar a su sombra: La imagen tiene reminiscencias de Dn 4,12 y Ez 17,23; 31,6. No estamos seguros de si con ella se sugiere que los gentiles también serán aco(-)gidos en el reino.

32 (h) Sumario (4,33-34). Algunos intér(-)pretes consideran que 4,33 es una afirmación tradicional sobre el hecho de que Jesús ense(-)ñaba en parábolas como recurso didáctico, mientras que 4,34 sería un comentario propio de Marcos sobre su concepto de la parábola como enigma. 33. con muchas parábolas: Con el lenguaje metafórico de las parábolas Jesús podía hablar de Dios y la llegada del reino e in(-)teresar a sus interlocutores con mejores resul(-)tados que con un tipo de discurso no retórico. 34. explicaba todo en privado a sus discípulos: Coincide con lo dicho en 4,1-20, es decir, que Jesús usaba las parábolas para todos sus des(-)tinatarios pero luego las explicaba o comenta(-)ba a «los suyos».

33 (D) Tres acciones milagrosas (4,35-5,43) . A la enseñanza de Jesús en parábolas le siguen tres (o cuatro) relatos de milagro en los que revela su poder sobre Satanás controlando la naturaleza (4,35-41), expulsando un demo(-)nio (5,1-20), curando a una enferma (5,25-34) y dando la vida a un muerto (5,21-24; 35-43).

34 (a) La tempestad calmada (4,35-41).
El primer milagro de la serie sigue la estructura habitual: la presentación del obstáculo que hay que vencer (tempestad en el mar), la ac(-)ción portentosa de Jesús (mandato de silencio) y la confirmación (la gran calma y el temor de los discípulos. Posiblemente el trasfondo de este relato se encuentra en la idea ex(-)tendida por todo el Próximo Oriente antiguo de que el mar era el símbolo de los poderes del caos y del mal que luchaban en contra de Dios. Al controlar la tormenta en el mar, Jesús hace lo mismo que Dios y vence a las fuerzas del mal. Es difícil saber si los primeros lectores de Marcos entendieron la totalidad del significa(-)do simbólico. La pregunta que los discípulos hacen al final («¿quién es éste...?») expresa el énfasis que Marcos da a la cuestión de la iden(-)tidad de Jesús y constituye una afirmación cristológica implícita sobre el carácter divino de Jesús, pues su acción es igual que la de Dios. 35. aquel mismo día, al caer la tarde: So(-)bre la doble expresión temporal, cf. el comen(-)tario a 1,32.35. a la otra orilla: Es decir, a la ri(-)bera oriental del mar de Galilea. ¿Por qué quería ir allí? ¿Para escapar de los adversa(-)rios? ¿Para buscar un nuevo lugar donde se(-)guir enseñando? No está claro. 36. en la barca, tal como estaba: Esta frase nos recuerda el es(-)cenario en el que se ubicó la enseñanza en pa(-)rábolas (4,1-2): Jesús sentado en la barca y la gente escuchando desde la orilla, otras barcas: Según avanza el relato, estas barcas van desa(-)pareciendo de la escena. Algunos especialistas perciben una alusión al Sal 107,23-32, en el que Dios aparece aquietando una tormenta. 37. una gran tempestad: Las tempestades son frecuentes en el mar de Galilea. 38. durmien(-)do: La capacidad de Jesús para dormir en la popa de la barca, en medio del fragor de la tor(-)menta, nos muestra que confiaba totalmente en Dios (cf. Sal 4,9; Prov 3,24-26). Maestro, ¿no te importa que perezcamos?: La pregunta que los discípulos dirigen a Jesús es suavizada en Mt 8,25 («Señor, sálvanos que perecemos») y en Lc 8,24 («Maestro, Maestro, que perece(-)mos»). 39. mandó al mar: La capacidad de controlar el mar es una afirmación implícita de su poder divino, pues sólo Dios podía go(-)bernar los movimientos del mar (cf. Sal 74,13-14; 89,10-12). calla, enmudece: Jesús se dirige al mar, no a los discípulos. La fórmula pareci(-)da que encontramos en 1,25 (en un exorcis(-)mo) nos sugiere que Jesús manifiesta ahora su control sobre las fuerzas del mal. una gran cal(-)ma: Este dato indica la perfección y efectivi(-)dad de la acción con la que Jesús controla el mar. 40. ¿no tenéis fe?: Es la reprensión más fuerte que hasta este momento se ha dirigido a los discípulos (cf. 8,14-21). Pero, ¿en quién no creían? ¿En Dios o en Jesús? Si era en Dios, entonces se les reprende por no seguir el ejem(-)plo de Jesús, que confiaba totalmente en él (4,38). Si se refiere a la última posibilidad, en(-)tonces se les reprende por no creer en el poder que Jesús tenía de hacer milagros. 41. ¿quién es éste...?: Puesto que sólo Dios puede contro(-)lar el viento y el mar, la pregunta de los discí(-)pulos lleva implícita la confesión en la divini(-)dad de Jesús, al menos desde el contexto veterotestamentario, pues sus acciones se atribu(-)yen en éste habitualmente a Dios.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Otra vez se puso a enseñar cerca del mar, y acudió tanta gente, que le fue preciso subir a una barca y sentarse en ella dentro del mar, estando todo el auditorio en tierra a la orilla. Y les enseñaba muchas cosas usando de parábolas, y decíales así conforme a su manera de enseñar: "Escuchad: He aquí que salió un sembrador a sembrar, y al esparcir el grano, parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo, y le comieron. Parte cayó sobre pedregales, donde había poca tierra, y luego nació por no poder profundizar en ella. Mas calentando el sol se agostó, y como no tenía raíces, secóse. Otra parte cayó entre espinas, y las espinas crecieron, y la ahogaron, y así no dio fruto. Finalmente, parte cayó en buena tierra, y dio fruto erguido y abultado, cual a treinta por uno, cual a sesenta y cual a ciento". Y decíales: "Quien tiene oídos para oír, escuche". Estando después a solas, le preguntaron los doce que estaban con El, de la parábola. Y El les decía: "A vosotros se os ha concedido el saber el misterio del reino de Dios; pero a los que son extraños, todo se les anuncia en parábolas: de modo que viendo vean y no reparen, y oyendo oigan y no entiendan, por miedo de llegar a convertirse, y de que se les perdonen los pecados". Después les dijo: "¿Conque vosotros no entendéis esta parábola? ¿Pues cómo entenderéis todas las demás? El sembrador es el que siembra la palabra: los sembrados junto al camino son aquéllos en los que se siembra la palabra, y luego que la han oído, viene Satanás, y se lleva la palabra sembrada en sus corazones. A ese modo los sembrados en pedregales son aquéllos que oída la palabra desde luego la reciben con gozo; mas no echa raíces en ellos, y así dura muy poco, y luego que viene alguna tribulación o persecución por causa de la palabra, al instante se rinden. Los otros sembrados entre espinas son los que oyen la palabra; pero los afanes del siglo y la ilusión de las riquezas, y los demás apetitos desordenados a que dan entrada, ahogan la palabra, y viene a quedar infructuosa. Los sembrados, en fin, en buena tierra, son los que oyen la palabra, y la reciben y dan fruto, quien a treinta por uno, quien a sesenta y quien a ciento". (vv. 1-20)

Teofilacto
Por lo expuesto podría parecer que el Señor permanece indiferente ante su Madre. Y sin embargo le tiene tal respeto y reverencia que es por Ella por quien sale hacia la ribera del mar. "Otra vez se puso a enseñar", etc.

Beda, in Marcum 1,18
Si examinamos el Evangelio de San Mateo, veremos que el discurso del Señor en la ribera del mar tuvo lugar en el mismo día que le tuvo en la casa, puesto que, terminado éste, añade en seguida San Mateo: "En aquel día, saliendo de la casa, se sentó en la ribera del mar".

San Jerónimo
Empieza a enseñar junto al mar, porque este sitio indica que sus oyentes son amargos e inconstantes.

Beda
Dejando la casa, empieza a enseñar junto al mar, porque venía para reunir por medio de los Apóstoles a la multitud del pueblo gentil después de abandonar la sinagoga. "Y acudió, prosigue, tanta gente", etc.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom.44
Ocurrió esto no sin motivo, porque convenía que nadie se quedara detrás de El, sino que los tuviese a todos a su vista.

Beda
Esta barca representaba a la Iglesia, que había de fundar en medio de las naciones, y en la cual ha de consagrar para sí una morada querida.
Continúa: "Y les enseñaba muchas cosas usando de parábolas".

San Jerónimo
La parábola es la comparación que, por alguna semejanza, se hace entre cosas diferentes por naturaleza. El vocablo ðáñáâïëÞ significa semejanza en griego, cuando indicamos por alguna comparación lo que queremos expresar. Así decimos que un hombre es de hierro, cuando queremos ponderar su dureza y su fuerza, y cuando es muy ligero, le comparamos con el viento y las aves. Habla, pues, a la muchedumbre en parábolas por uso de su providencia, a fin de que los que no podían comprender directamente las cosas celestiales las entendiesen por medio de alguna semejanza terrena.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45
Eleva por la palabra el corazón de sus oyentes para hacerles más comprensible su discurso, poniendo la cosa a la vista.

Teofilacto
Y para llamar más la atención de sus oyentes, propone la primera parábola de la semilla, que es la palabra de Dios. "Y decíales así -prosigue- conforme a su manera de enseñar (no la de Moisés ni de los profetas, porque es su Evangelio el que anuncia): Escuchad: imaginaos que salió un sembrador", etc. El que ha sido sembrado es Cristo.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45
No salió, pues, de un lugar el que está presente en todos y todos los llena; pero se dice salió, porque asumiendo nuestra carne mortal se acercó más a nosotros. Y como nuestros pecados nos impiden que vayamos a El, viene El a nosotros: viene a sembrar su palabra pía, y lo hace copiosamente. Pero no es lo mismo decir sale el que siembra, que decir para sembrar, porque el que siembra sale algunas veces para preparar la tierra, o para arrancar la mala hierba o cosa semejante, y otras veces sale para sembrar.

Beda, in Marcum 1,19
O sale para sembrar cuando, después de haber llamado a la fe a la parte elegida de la sinagoga, derrama los dones de su gracia para la vocación también a los gentiles.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45
Como el que siembra no hace distinción entre las diferentes partes del campo, sino que arroja indistintamente la semilla por doquier, así el Señor habla a todos, y para expresarlo así, añade: "Y al esparcir el grano, parte cayó junto al camino", etc.

Teofilacto
Obsérvese que no dice que esparció la semilla en el camino, sino que cayó junto a él. El que siembra, pues, la palabra de Dios, lo hace en la tierra buena en cuanto depende de El, porque si ésta es mala, corrompe la palabra. Ahora bien: el camino es Cristo; los infieles están cerca de él, esto es, fuera de Cristo.

Beda
O el camino es la mente tan pisoteada por el continuo ir y venir de los malos pensamientos, que no puede germinar en ella la semilla de la palabra, y por tanto perece y es arrebatada por los demonios la que cae cerca de este camino. "Y vinieron las aves del cielo y la comieron". Con razón, pues, son llamados aves del cielo los demonios, o porque son de naturaleza celestial y espiritual, o porque habitan en los aires. O los que están cerca del camino son los negligentes o desidiosos. "Parte cayó, prosigue, sobre pedregales", etc. La piedra es el corazón perverso y endurecido; la tierra, la dulzura de un espíritu obediente; el sol, el ardor de la persecución que se torna cruel. La profundidad de la tierra que debiera recibir la semilla de Dios, es la probidad del ánimo ejercitado por la disciplina celestial y preparado por la regla a obedecer las divinas enseñanzas. Los lugares pedregosos, que no tienen fuerza para fijar las raíces, son los corazones que se deleitan con la dulzura de la palabra oída y de las promesas celestiales; pero que vuelven atrás en el momento de la tentación, porque el deseo que tienen del bien es poca cosa para que conciban la semilla de la vida.

Teofilacto
O bien los lugares pedregosos son aquellos que, adhiriéndose un poco a la piedra, esto es, a Cristo, reciben la semilla en el momento, y después retirándose la arrojan. "Otra parte, dice, cayó entre espinas"; palabras que se refieren a aquellos que se entregan a muchos cuidados, siendo éstos las espinas.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45
Después habla de la tierra buena diciendo: "Finalmente, parte cayó en buena tierra". Según es la tierra son los frutos. Grande es, pues, el amor a los hombres del que siembra, porque alaba a los primeros, no rechaza a los segundos, y a los terceros les da tiempo de arrepentirse.

Teofilacto
¡Cuántos son los malos y cuán pocos son los buenos, supuesto que sólo se salva la cuarta parte de la semilla!

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45
Pero no se pierde la mayor parte de la semilla por causa del que siembra, sino de la tierra que la recibe, esto es, del hombre que la oye. Ciertamente que sería culpable el labrador que procediera así, no ignorando lo que es piedra, camino, espinas y tierra fértil; pero no es lo mismo en lo tocante al espíritu, porque de la piedra puede hacerse tierra fértil, y puede conservarse el camino y destruirse las espinas. Si así no fuera, no hubiera sembrado allí, y haciéndolo nos da la esperanza de la penitencia.
"Y decíales: Quien tiene oídos para oír escuche", etc.

Jerónimo
Siempre que se halla esta advertencia en el Evangelio o en el Apocalipsis de San Juan, es para prevenir que lo que se dice tiene un sentido místico y es saludable oírlo y aprenderlo. Los oídos para oír son los del sentido y los interiores del corazón para obedecer y hacer lo que está mandado.
"Estando después a solas le preguntaron, y El les decía: A vosotros se os ha concedido", etc.

Beda
Como si dijese: Vosotros, que sois dignos de enseñar todo lo que debe ser predicado, llegaréis a comprender las parábolas; y si he usado de ellas con éstos, es porque no son dignos de recibir la ciencia por su malicia. Y porque no obedecen la ley que han recibido, era justo que no entendiesen la nueva palabra, y que permaneciesen extraños a una y otra. Manifiesta, pues, la obediencia de los discípulos, que los demás, por el contrario, son indignos de la doctrina mística. Por último, con la palabra del profeta, evidencia su malicia como hace mucho tiempo reprobada. "De modo, dice, que viendo vean y no reparen, y oyendo", etc. Que es como si dijese: Para que se cumpla la profecía que lo predice.

Teofilacto
Dios les dio vista, esto es, los hizo inteligentes; pero ellos no ven, fingiendo voluntariamente que no ven por temor de convertirse y corregirse, como si estuvieran celosos de su salvación. "Por miedo, continúa, de llegar a convertirse, y de que se les perdonen los pecados".

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45
Por esto ven y no ven, oyen y no entienden. Que vean y entiendan es por gracia de Dios. Pero que vean y no entiendan consiste en que no quieren recibir la gracia, cerrando los ojos, y fingiendo que no ven, no admiten la palabra. Y así no se corrigen de sus pecados por lo que ven y oyen, y sufren por tanto el efecto contrario.

Teofilacto
Puede entenderse de otro modo, a saber, que habla a los otros con parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan. Dios da, pues, vista e inteligencia a los que ruegan, en tanto que ciega a los demás, para que no les sirva de mayor condenación el que, entendiendo, no quieran hacer lo que les conviene. "Por miedo, dice, de llegar a convertirse y de que se les perdonen los pecados".

San Agustín, quaest. 14, in matthaeum
O se debe entender que han merecido no entender por sus pecados. Y, sin embargo, la misericordia divina les ha concedido que lo conociesen, para que, convirtiéndose, mereciesen el perdón.

Beda
Para los que están fuera, las palabras y los hechos del Salvador no son sino parábolas, porque ni por los milagros que obraba, ni por los misterios que anunciaba, quieren reconocerle por Dios; y por tanto, no merecen alcanzar la remisión de sus pecados.

San Juan Crisóstomo
Que no les hablase más que por parábolas, y que no obstante no cesara de hablarles, demuestra que a los que están cerca del bien, aunque no lo posean, se les manifiesta lo oculto. Cuando se acerca alguno con reverencia y corazón recto, consigue abundantemente la revelación de las cosas ocultas; pero el que no tiene estas sanas disposiciones, no es digno de las cosas que son fáciles para otros, y ni aun de oírlas.
"Después les dijo: ¿Conque vosotros no entendéis esta parábola? ¿Pues cómo entenderéis todas las demás?"

San Jerónimo
Convenía que aquéllos a quienes hablaba con parábolas, preguntasen lo que no entendían, y que recibiesen de los Apóstoles, a los cuales tenían en menosprecio, la explicación del misterio del reino de Dios, que no tenían.

Glosa
Y el Señor, diciendo esto, manifiesta que les conviene entender ésta y todas las parábolas subsiguientes; por lo cual añade: "El sembrador es el que siembra la palabra de Dios".

San Juan Crisóstomo, homilae in Matthaeum, hom. 45
El profeta mismo comparaba la doctrina del pueblo a la plantación de la viña (Is 5), y El la compara a un campo que se siembra, manifestando así que la obediencia es ahora más breve y fácil y el fruto más pronto.

Beda
En esta exposición del Señor se establece la diferencia que hay entre los que pudieron oír las palabras de salvación, pero no pudieron llegar a ella. Hay, pues, entre ellos quienes reciben la palabra que oyen sin ninguna fe, sin ninguna inteligencia y sin intento alguno de recoger sus frutos. De ellos dice: "Estos son los que están cerca del camino", porque los espíritus impuros arrancan inmediatamente de sus corazones la palabra que se les ha confiado, como las aves la semilla de un camino trillado. Los hay que conocen la utilidad y sienten deseo de la palabra oída, pero no llegan a ella, unos por temor a los males de esta vida, otros porque se apegan a los bienes de ella. De los primeros se dice: "A ese modo los sembrados en pedregales son aquéllos que oída la palabra", etc. De los últimos dice: "Los otros sembrados entre espinas". Las espinas son las riquezas, porque laceran el espíritu con las punzadas de sus pensamientos y lo hieren y ensangrientan arrastrándolo hasta el pecado. Dice, pues: "Pero los afanes del siglo y la ilusión de las riquezas", porque el que ha sido deslumbrado por el vano deseo de las riquezas, debe sucumbir luego bajo la pesadumbre de incesantes cuidados. Añade: "Y los demás apetitos desordenados"; porque aquel que, despreciando los mandamientos de Dios, anda vagando siempre con su concupiscencia, no puede llegar a la alegría de la bienaventuranza. Estas pasiones ahogan la palabra, puesto que no dejan llegar ningún buen deseo al corazón y matan cerrando el aire vital.

Teofilacto
Tres son los grados que corresponden en verdad a los que reciben la semilla. "Los sembrados, en fin, en buena tierra son los que oyen la palabra". Los que producen hasta ciento son los que observan vida perfecta y obediente, como las vírgenes y los ermitaños; los que producen sesenta son aquéllos que observan una vida regular, como los continentes y los que se reunen en los conventos; y por último, producen treinta los que son pequeños en su propia virtud, como los legos y los que viven en matrimonio. 1

Beda
O bien: produce treinta el que inspira en el corazón de sus oyentes la fe en la Santísima Trinidad; sesenta, el que enseña la vida perfecta; ciento, el que demuestra los premios de la vida celestial, porque siendo cien lo recibido cuando se pasa a la mano derecha, se pone con razón como significación de la bienaventuranza eterna. La buena tierra es la conciencia de los elegidos, la cual es enteramente distinta de las tres clases mencionadas antes, puesto que recibe sin trabajo la semilla de la palabra que se le confía, y la conserva constantemente en medio de los sucesos favorables y adversos hasta el tiempo del fruto.

San Jerónimo
O bien se representa el fruto por treinta, sesenta y ciento, o, lo que es igual, según la ley, la profecía y el evangelio.

Notas
1. Esta visión de las cosas está culturalmente situada. La visión de Iglesia es la de la vocación universal a la santidad. Esto quiere decir que todos y cada uno de los fieles son llamados a la santidad, cada cual en la vocación a la que el Señor lo ha llamado. Los clérigos como clérigos; los religiosos y demás consagrados buscando la perfección de la caridad en sus vidas; los laicos en su estado, y los laicos casados aspirando a la santidad en su vida como esposos y padres de familia. Así, pues, cada cual es llamado a la santidad en su estado. El Concilio Vaticano II claramente invita a todos los fieles a la santidad.


King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IIII.

1 The parable of the sower, 14 and the meaning thereof. 21 We must communicate the light of our knowledge to others. 26 The parable of the seede growing secretly, 30 and of the Mustard seede. 35 Christ stilleth the tempest on the Sea.
1 [ Mat_13:1.] And he beganne againe to teach by the Sea side: and there was gathered vnto him a great multitude, so that he entred into a ship, and sate in the Sea: and the whole multitude was by the Sea on the land.
2 And he taught them many things by parables, and said vnto them in his doctrine,
3 Hearken, Behold, there went out a sower to sow:
4 And it came to passe as he sowed, some fell by the way side, and the foules of the aire came, & deuoured it vp.
5 And some fell on stonie ground, where it had not much earth: and immediately it sprang vp, because it had no depth of earth.
6 But when the Sunne was vp, it was scorched, and because it had no roote, it withered away.
7 And some fell among thornes, and the thornes grew vp, and choked it, and it yeelded no fruite.
8 And other fell on good ground, and did yeeld fruite that sprang vp, and increased, and brought foorth some thirtie, & some sixtie, & some an hundred.
9 And he said vnto them, He that hath eares to heare, let him heare.
10 And when hee was alone, they that were about him, with the twelue, asked of him the parable.
11 And he said vnto them, Unto you it is giuen to know the mystery of the kingdome of God: but vnto them that are without, all these things are done in parables:
12 [ Mat_13:14.] That seeing they may see, and not perceiue, and hearing they may heare, and not vnderstand, lest at any time they should be conuerted, and their sinnes should be forgiuen them.
13 And he said vnto them, Know ye

[The parable of the seed.]

not this parable? And how then will you know all parables?
14 The Sower soweth the word.
15 And these are they by the way side, where the word is sowen, but when they haue heard, Satan commeth immediately, and taketh away the word that was sowen in their hearts.
16 And these are they likewise which are sowen on stonie ground, who when they haue heard the word, immediately receiue it with gladnesse:
17 And haue no roote in themselues, and so endure but for a time: afterward when affliction or persecution ariseth for the words sake, immediately they are offended.
18 And these are they which are sowen among thorns: such as heare the word,
19 And the cares of this world, [ 1Ti_6:17 .] and the deceitfulnesse of riches, and the lusts of other things entring in, choke the word, and it becommeth vnfruitfull.
20 And these are they which are sowen on good ground, such as heare the word, and receiue it, & bring foorth fruit, some thirty fold, some sixtie, and some an hundred.
21 [ Mat_5:15 .] And he said vnto them, Is a candle brought to be put vnder a [ The word, in the originall, signifieth a lesse measure as Mat_5:15 .] bushell, or vnder a bed? & not to be set on a candlesticke?
22 [ Mat_10:26 .] For there is nothing hid, which shall not be manifested: neither was any thing kept secret, but that it should come abroad.
23 If any man haue eares to heare, let him heare.
24 And he said vnto them, Take heed what you heare: [ Mat_7:2 .] With what measure ye mete, it shalbe measured to you: And vnto you that heare, shal more be giuen.
25 [ Mat_13:12 .] For he that hath, to him shall be giuen: and he that hath not, from him shall be taken, euen that which he hath.
26 And he said, So is the kingdome of God, as if a man should cast seede into the ground,
27 And should sleepe, and rise night and day, and the seed should spring, and grow vp, he knoweth not how.
28 For the earth bringeth foorth fruite of herselfe, first the blade, then the eare, after that the full corne in the eare.
29 But when the fruite is [ Or, ripe.] brought foorth, immediately he putteth in the sickle, because the haruest is come.
30 And he said, [ Mat_13:31 .] Wherunto shal we liken the kingdome of God? Or with

[The sea calmed.]

what comparison shall we compare it?
31 It is like a graine of mustard seed: which when it is sowen in the earth, is lesse then all the seedes that be in the earth.
32 But when it is sowen, it groweth vp, and becommeth greater then all herbes, & shooteth out great branches, so that the fowles of the aire may lodge vnder the shadow of it.
33 [ Mat_13:34 .] And with many such parables spake hee the word vnto them, as they were able to heare it.
34 But without a parable spake he not vnto them, and when they were alone, hee expounded all things to his disciples.
35 [ Mat_8:23 .] And the same day, when the Euen was come, he saith vnto them, Let vs passe ouer vnto the other side.
36 And when they had sent away the multitude, they tooke him, euen as he was in the ship, and there were also with him other litle ships.
37 And there arose a great storme of wind, and the waues beat into the ship, so that it was now full.
38 And he was in the hinder part of the ship asleepe on a pillow: and they awake him, and say vnto him, Master, carest thou not, that we perish?
39 And hee arose, and rebuked the winde, and said vnto the sea, Peace, be still: and the winde ceased, and there was a great calme.
40 And he said vnto them, Why are ye so fearefull? How is it that you haue no faith?
41 And they feared exceedingly, and saide one to another, What maner of man is this, that euen the winde and the sea obey him?

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Sembrando la semilla (ver Mat. 13:1-23; Luc. 8:1-15). De nuevo Jesús se refugió de la multitud subiéndose a una barca anclada a unos me tros de la playa. Esta no era la primera vez que Jesús usaba parábolas, ya que 2:17, 19 y 21 eran breves parábolas del mismo tipo. Sin embargo, ésta es la primer parábola relatada ampliamente y explicada en detalle. Esta parábola del sembrador que salió a sembrar es un cuadro vívido de la predicación del evangelio. Explica que la diferencia en los resultados depende de la naturaleza del corazón humano al recibir el evangelio. Debemos recordar que una parábola no es igual a una alegoría (rara vez usada en la Biblia, si acaso). En una alegoría, cada detalle tiene algún significado espiritual, mientras que en una parábola muchos detalles no serán de importancia; lo que comunica el mensaje es el relato completo.

Puede haber habido o no un sembrador galileo sembrando sobre la ladera de la montaña en aquel momento: en este caso, la ilustración hubiera sido aun más vívida. El detalle de importancia es que, a medida que predicaba, Jesús mismo estaba sembrando la Palabra, y los oyentes estaban respondiendo en las diferentes maneras que él las describía; todos ellos formaban parte de la parábola.

Sólo uno de los cuatro tipos de terrenos mencionados resultó ser productivo, pero sería injusto culpar al sembrador por esto, como lo han hecho algunos comentaristas demasiado celosos (él debie ra haber preparado mejor el suelo, debiera haber sembrado solamente en la buena tierra). El sembrador tiene que haber sabido que algunas partes de su tierra eran mejores que otras, pero les estaba dando a todas una misma oportunidad; y probablemente era la única tierra que tenía. Sólo los resultados de la cosecha mostrarían cuál era la buena tierra, lo que produciría una cosecha abundante. Se nos dice que una cosecha al diez tantos era buena en Palestina; pero aquí la tierra buena rindió a cien tantos. Así que podemos ver que el énfasis final de la ilustración fue positivo, y no negativo, una pro mesa que nos anima, no sólo una advertencia para tranquilizarnos.

Nos parecerá extraño en nuestro día que los doce completamente fracasan en entender la parábola (recordamos la frecuencia con que Mar. los coloca en esta luz), pero nosotros siempre hemos conocido la explicación que ellos recibieron hasta más tarde. Jesús, con frecuencia, explicaba las cosas después y en privado a sus discípulos. Hubiera sido inútil explicar el significado de la parábola a aquellos que ni siquiera habían dado el primer paso de pen sar seriamente en la ilustración. Los doce demostraron que estaban listos para la explicación pidiéndola. Por esa razón Jesús advirtió a sus oyentes que escucharan atentamente (9).

En un sentido, esta parábola es la clave para todas las demás parábolas, ya que en todas ellas Jesús predica, o sea, siembra la palabra. La cita de Isa. que aparece en el v. 12 no significa que Dios es conde deliberadamente la verdad; si esto fuera así ¿cuál sería el sentido de tener parábolas? Lo que se expresa como el propósito de las parábolas es, en realidad, una observación de la manera en que funcionan en la práctica. A pesar de todo lo que ven y escuchan, algunas personas no van a ver ni comprender; si así fuera, se volverían a Dios para recibir su perdón. Isaías estaba describiendo a un pueblo de corazón empedernido que había dado la espalda a Dios y había rehusado escucharle. Esto es lo mismo que han hecho muchos de los oyentes de Jesús aun hoy.

Sin embargo, aun en el caso de aquellos que están listos para escuchar, una respuesta superficial es un peligro. Escuchar descuidada o superficialmente, aquellos que no tienen raíz, o aquellos cuyas vidas están demasiado llenas de preocupaciones o diversiones (a veces peligros iguales) no darán fruto. Solamente aquellos que escuchan, aceptan y actúan llevarán fruto. A veces se piensa que esta parábola enseña la persistencia espiritual; pero también es una promesa de recibir premios espirituales. Si obedecemos las leyes del crecimiento espiritual, tan cierto como hay una época de siembra, la cosecha también será realidad.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



12 . Isa_6:9-10. Ver nota Mat_13:13.

24-25. Marcos aplica estos dos proverbios a la disposición con que los discípulos deben escuchar las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios. El primero -"la medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía"- indica que la medida de la comprensión corresponderá a la actitud con que se reciba esa enseñanza. En cuanto al segundo -"al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene"- ver nota Mat_13:12. Mateo y Lucas refieren el primer proverbio a las relaciones con el prójimo. Ver Mat_7:2; Luc_6:38.

31-32. Eze_17:23; Eze_31:6; Dan_4:9, Dan_4:18. Ver nota Mat_13:32.

39. Ver nota Mat_8:26.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El sembrador. A pesar de que Jesús era señalado por sus adversarios como un peligro social, la multitud lo sigue porque ven en Él al liberador prometido. El problema es que esperan un liberador nacionalista, guerrero militar y monárquico. Jesús, en cambio, es un liberador universal no nacionalista, que lucha desde la conciencia y no por la vía militar, y que basa su reinado en el amor y la justicia.
La multitud quiere sólo una liberación exterior; Jesús propone primero un cambio interior, desde la conciencia y desde el corazón. Sin hombres y mujeres nuevos no hay sociedades nuevas. En la parábola, Jesús es el sembrador, la semilla es la Palabra y el terreno es la gente. Hay que tener un terreno bien dispuesto, para que, al recibir la semilla, se renueve el interior y se tome conciencia de las exigencias de la Palabra, de manera que cuando crezca, transforme las realidades externas. En la explicación de la parábola (14-20), Jesús define las cuatro posibles disposiciones del ser humano frente a la Palabra de Dios. ¿Cuál es la nuestra?
Las parábolas son comparaciones que hacen más ameno y comprensible el mensaje. Sin embargo, la comprensión puede enredarse dependiendo del lugar donde nos ubiquemos. Afuera o adentro con Jesús. Quienes están afuera interpretan el mensaje con los parámetros del proyecto del mal; los de adentro, desde el proyecto de Dios. Esto fue exactamente lo que pasó con los letrados en el pasaje anterior. Reconocían que Jesús tenía poder pero se lo atribuían a Satanás. Por más que veían y escuchaban, no cambiaban su actitud. La única manera de entender los secretos del reino es dejar de estar afuera y ubicarse adentro, en el círculo de Jesús.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

El Reino de Dios es un misterio. Si los Doce y los otros discípulos lo han conocido y entendido (cfr Mt 13,51) ha sido por un don de Dios (v. 11; cfr Mt 13,11). Los discípulos se distinguen de los que «están fuera», expresión con la que se designaba a los gentiles, pero que aquí se aplica a los mismos judíos que no quieren comprender las señales que Jesús realiza (cfr Lc 12,41). En ellos se cumplen las palabras del profeta Isaías (Is 6,9-10).

En las palabras de Jesús que introducen el texto de Isaías, la expresión «de modo que» (v. 12) puede desconcertar a primera vista. El Señor hace uso de un giro frecuente en los textos bíblicos (cfr Ex 4,21; 7,3.13.22; etc.) según el cual se atribuyen a Dios las acciones de los hombres. Es la manera de indicar el misterio de la gracia de Dios y de la cooperación humana en las acciones salvíficas. También Dios, a quienes le buscan con sinceridad, les «abre el corazón para comprender» sus palabras (cfr Hch 16,14).

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

(ver Dan 2:19-30); Efe 1:9; Efe 3:3; Efe 6:19; Col 4:3.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*4:1-33 Las parábolas son relatos breves y sugerentes, con imágenes y comparaciones tomadas de la vida cotidiana, que pretenden hacer pensar al oyente; con ellas, Jesús evoca diversos aspectos del reino de Dios: su realidad presente y su plenitud futura, su carácter de don entregado, su pequeñez y, al mismo tiempo, su dinamismo, la necesidad de acoger el Reino y de dejar que fructifique, porque fácilmente puede ser sofocado o preterido. Quien las lee o escucha es invitado a interrogarse sobre su propia situación ante un Dios que ofrece su reino.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

τὸ μυστήριον δέδοται WH Treg NA28 ] δέδοται γνῶναι τὸ μυστήριον RP

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 4.12 Is 6.9-10; Jn 12.40; Hch 28.26-27.

[2] 4.22 Mt 10.26; Lc 12.2-3.

[3] 4.24 Mt 7.2; Lc 6.38.

[4] 4.25 Mt 13.12; 25.29; Lc 19.26.

[5] 4.39-41 Cf. Sal 107.28-29.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Col_4:5

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Col_4:5

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Mat 21:31

Torres Amat (1825)



[11] Por su voluntaria ceguera y por su desprecio de mi doctrina.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Dan 2:18 *Rom 16:25 *Ef 1:9

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

En griego misterio.