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Curación de una hemorroísa y resurrección de la hija de Jairo.
Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. (Marcos 5, 21) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 5.

Curación de un poseso, 5:1-20 (Mat_8:28-34; Luc_8:26-39).
1 Llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos, 2 y en cuanto salió de la barca vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu impuro, 3 que tenía su morada entre los sepulcros y ni aun con cadenas podía nadie sujetarle, 4 pues muchas veces le habían puesto grillos y cadenas y los había roto.5 Continuamente, noche y día, iba entre los monumentos y por los montes gritando e hiriéndose con piedras. 6 Viendo desde lejos a Jesús, corrió y se postró ante El, 7 y, gritando en alta voz, dice: ¿Qué hay entre ti y mí, Jesús, Hijo del Dios altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes. 8 Pues El le decía: Sal, espíritu impuro, de ese hombre. 9 Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El dijo: Legión es mi nombre, porque somos muchos. 10 Y le suplicaba insistentemente que no le echase fuera de aquella región. 11 Como hubiera por allí en el monte una gran piara de puercos paciendo, 12 le suplicaban aquéllos diciendo: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. n Y se lo permitió, y los espíritus impuros salieron y entraron en los puercos, y la piara, en número de dos mil, se precipitó por un acantilado en el mar, y en él se ahogaron. 14 Los porqueros huyeron y difundieron la noticia por la ciudad y por los campos; y vinieron a ver lo que había sucedido. 1S Llegándose a Jesús, contemplaban al endemoniado sentado, vestido y en su sano juicio, el que había tenido toda una legión, y temieron. 16 Los testigos les referían el suceso del endemoniado y de los puercos. 17 Pusiéronse a rogarle que se alejase de sus términos; 18 Subiendo El en la barca, el endemoniado le suplicaba que le permitiese acompañarle. 19 Mas no se lo permitió, antes le dijo: Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales cuanto el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti. 20 Y él se fue y comenzó a predicar en la Decápolis cuanto le había hecho Jesús, y todos se maravillaban.

Los tres evangelistas vinculan esta escena a la tempestad calmada. Sucede al desembarcar de aquella travesía.
El primer problema que plantea este relato es la divergencia topográfica que se lee sobre el país en que desembarcan. Este es al otro lado del mar de Tiberíades (Mt-Mc), frente a Galilea (Lc). Y precisan este lugar. Pero aparece con tres variantes: gerasenos, gadarenos y gergeseos. En Mt está críticamente bien establecida la lectura de gadarenos; en Mc-Lc, la lectura críticamente bien establecida es la de gerasenos. Aunque en todos ellos abundan las otras variantes . Queda, pues, la divergencia doble de gadarenos gerasenos.
Se sabe por este pasaje que este lugar estaba situado junto al Lago (Mt v.32; Mc par.; Lc v.33), y que, además, estaba enclavado en la Decápolis (Mc v.20).
La región de los gadarenos supone una capital, Gadara. La Gadara de la Decápolis era una villa helenística situada al sudeste del Lago. Era llamada metrópoli de Perca. 2 Su territorio se extendía hasta el lago de Tiberíades 3. Corresponde su situación al actual Umm Keis, que está 12 kilómetros hacia el sur del lago de Tiberíades y separada de él por un profundo valle, colinas y el río Yarmuk 4.
Mc-Lc ponen la escena en la región de los gerasenos. Lc corresponde por capital la ciudad de Gerasa, que formaba parte de la Decápolis y corresponde a la actual Djérash, a 60 kilómetros hacia el sur del Lago 5.
Ante esta divergencia topográfica de Mt y Mc-Lc, ¿cuál es la posible solución? Piensan algunos que la lectura de los gadarenos de Mt fuese una interpolación del traductor griego del evangelio aramaico de Mt. Pero parece que la solución sea otra. Dada la preponderancia de las villas más importantes de la Decápolis, los ciudadanos de la confederación podían denominarse por el nombre de la villa que en un momento histórico tuviese la preponderancia en la confederación. Así, esta misma oscilación de preponderancia histórica se prestaba también a una oscilación denominativa no siempre correspondiente al preciso momento histórico de preponderancia 6.
Los autores modernos sitúan, generalmente, la topografía de esta escena en la región que incluye el villorrio en ruinas de Korsi. A unos dos kilómetros al sur de este villorrio está el-Hammi Moqa'edlo. Hay incluso en él una especie de promontorio, que se adelanta prácticamente hacia el mar, y en cuya parte superior hay grutas naturales que pudieran haber servido de tumbas. 7
Otro problema que se plantea es sobre el número de los endemoniados, pues Mt pone que eran dos, y Mc-Lc uno solo. La tesis ordinaria es admitir dos endemoniados (Mt), porque si Mc-Lc presentan en escena uno solo, no excluyen la existencia del otro. Y es bien sabido que es del estilo de Mt el presentar las categorías en formas plural y dual (Mat_27:44; Mat_20:30; comp. con los otros evang.). Acaso la tradición de Mc-Lc se fijó en el que fue luego hecho apóstol de Cristo entre los suyos.
También se propone que el citar dos posesos en vez de uno sea debido a un procedimiento redaccional de compensación. Mt omitió la curación de un poseso que cita Mc (Mar_1:21-28), y acaso lo querría incluir aquí. Otros casos en Mt podrían ser semejantes. Mt pone igualmente la curación de dos ciegos (Mat_20:30); en cambio, en el lugar paralelo Mc cita uno. Pero en Mc se cita otra curación de un ciego (Mar_8:22-26), caso que omite Mt.
Cuando Cristo desembarca en esta región, le salen estos endemoniados. Mt es más sobrio y genérico en la descripción, como es su estilo. Mc-Lc lo describen vagabundo por los montes (Mc) y regiones desérticas (Lc), dando gritos, hiriéndose con piedras, morando en sepulcros y andando desnudo (Lc). Así llevaba muchos años (Lc).
Los escritos rabínicos testifican esta creencia ambiental. Así, rabí José, al que duerme en los monumentos (sepulcros), lo llama ligado por el demonio 8, y del que pernocta en los sepulcros se dice que habita en él el espíritu inmundo 9.
La ferocidad de estos endemoniados era tal que, para evitar que se hiciesen daño a sí mismos o a otros, ya que atacaban a los caminantes (Mt), les habían atado con cadenas en varias ocasiones, pero las habían roto.
Los rabinos atribuían en ocasiones la enfermedad a influjo mágico o a vejación de demonios. De aquí el usar para la cura medios mágicos o exorcismos. Entre los medios mágicos se usaban, verbigracia, amuletos, en los que se escribían versículos de la Escritura, nombres de demonios, los cuales eran sólo conocidos de los rabinos. El exorcismo se solía hacer por medio de conjuros y encantamientos, mezclados de acciones supersticiosas, o por repetición de palabras sin sentido, pero en cuya acumulación y ritmo se pensaba que estaba el poder. Al oír estas palabras, el demonio debía huir (Hec_19:13-16). Si se resistía, habían de aplicarse otros remedios más eficaces: increpaciones y conminaciones. Para ello existían libros con ritual y fórmulas mágicas (Hec_19:17-19) 10. Las fórmulas de los exorcismos judíos se pretendía que venían del rey Salomón. Para extraer el demonio de un cuerpo empleaban una especie de anillo mágico y la raíz de una planta llamada baaras, que se cogía en los alrededores de Maqueronte y se decía estar dotada de virtudes maravillosas. De ella y su uso habla Josefo 11. Igualmente relata un exorcismo solemne hecho por Eleazar ante Vespasiano y Tito 12. También San Justino habla de estos procedimientos judíos y su poco éxito 13.
Cristo usará para curar a este endemoniado su mandato.
Cuando Cristo desembarcó, Mc describe a su endemoniado viendo y conociendo a Cristo desde lejos; viene corriendo y se postra ante él. Y gritando le dijo:

Jesús, Hijo de Dios Altísimo (Mc-Lc),
¿qué hay entre tú y yo?
Te conjuro en nombre de Dios que no me atormentes (Mc).

La expresión Dios Altísimo es usada en los escritos rabínicos para denominar al Dios de los judíos. Se había hecho término usual y casi técnico, desde la época de los Macabeos, para expresar al Dios de Israel. También los paganos conocían al Dios de los judíos bajo este nombre 14. Aunque de suyo no era título mesiánico, en boca de este endemoniado debe de estar usado en este sentido. Pero no es usado aquí en el sentido de filiación divina, pues luego lo conjurará por Dios (Mc).
El valor de la fórmula ¿qué hay para ti y para mí? (Mc-Lc), aquí significa que no tienen que ver nada entre ellos 15.
El endemoniado conjura a Cristo que no le atormente. Y Mc añade la razón: Porque le decía: Sal de ese hombre, espíritu impuro. Este imperfecto le decía (åëåãåí) debe de estar por un pluscuamperfecto le había dicho 16. Se concebiría mal una orden de Cristo condicionada y realizada más o menos en forma de exorcismo. Aquí el exorcismo de Cristo es su orden (Lc v.29).
El endemoniado le conjura por Dios. Manifiestamente este endemoniado cree en la virtud del nombre de Dios, máxime sobre Cristo, del que reconoce su grandeza y santidad al llamarle Hijo de Dios. En la conjuración usa el tipo de resortes judíos 17. El endemoniado quiere contener a Cristo, como si éste viniese a alterar los planes permisivos de Dios.
En Mc-Lc pide el endemoniado que no le atormente. ¿En qué sentido? Mt es el que da la explicación: ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo? La tradición judía reconocía que los demonios estaban condenados en el infierno, pero admitía que algunos podían ejercer de tentadores y atormentadores de los hombres (Job_1:10.12; Job_2:4). Sólo a la hora del juicio final será terminada esta obra de tentación y daño a los hombres (2Pe_2:4). Esto está especialmente expuesto en los libros apócrifos de Henoc y Jubileos I8. Pero la venida del Mesías comenzaba a contener esta obra demoníaca, como Cristo mismo dijo (Mat_12:28). Esta libertad condicionada de que gozaban antes del juicio final y días mesiánicos, pero de la que ahora ya no van a gozar o la tienen muy constreñida, es por lo que se encuentran atormentados. Y al tener su limitación antes del juicio final, es lo que les hace quejarse y temer que Cristo haya venido antes de tiempo a atormentarles.
Cristo le pregunta, no al endemoniado, sino al demonio, cuál sea su nombre. El conocer el nombre del demonio debía de tener importancia en los exorcismos judíos. En un papiro mágico se pregunta insistentemente al demonio si es demonio del cielo o del aire. 19 El hereje Celso pretendía haber visto listas, que los cristianos poseían, con los nombres de los demonios, a lo que atribuía él el poder de los exorcistas cristianos 20. Tener el nombre era, en el mundo mágico, poseer de alguna manera el dominio de la persona cuyo nombre se poseía. Se ve la finalidad de esta pregunta de Cristo en aquel ambiente: al no decir el demonio su nombre y decir que son legión, el poder de Cristo sobre los demonios aparecerá más claro, por no usar el procedimiento de los exorcistas y por dominar en la colectividad de los espíritus impuros. Extraña el que Cristo no sepa el nombre del demonio. Es un elemento redaccional.
El demonio no responde su nombre, pero ensaya ocultarse en la vaguedad de una colectividad. Dice legión, porque habían entrado en él muchos demonios. La respuesta no podía pasar de una bravuconearía. Pues constando la legión romana de 5.000 a 6.000 hombres, no se puede pensar en semejante invasión en un individuo. Lo que los evangelistas están destacando aquí ya es el poder total de Cristo sobre los demonios, ya que reconocen la sumisión a sus órdenes, pues le suplicaban insistentemente que no los echase fuera de aquella región. Lo que Lc expresará de otra manera, dando el motivo de aquel deseo: que no les mandase irse al abismo, es decir, estar en el infierno, sin las concesiones de libertad tentadora. Es un pensamiento que ya supone la epístola de San Judas (Jud_1:6). El abismo como sinónimo de infierno y morada de demonios aparece en el N.T. (Rev_9:1.2.11:2Cr_11:7, etc.) y en los apócrifos 21.
No lejos de allí había una piara de puercos, que Mc valúa en cerca de dos mil. El número no resulta extraño, ya que este puede referirse muy bien a lo que es ordinario: el acoplar en uno todos los diversos rebaños del pueblo para facilitar su pastoreo y guarda.
Los judíos tenían prohibida la cría del cerdo, como animal impuro, pero no por la Ley, sino por la tradición rabínica 22, aunque se ha hecho ver que, en la práctica, esta prescripción era frecuentemente violada 23. Este número de la piara hace suponer una población en gran parte pagana. Se sabe que en las ciudades de Gadara e Hippos, de la Decápolis, había muchos gentiles 24, hasta incluso no ser judíos la mayor parte de las gentes de esta región 25. Aunque la misión de Cristo estaba destinada inmediatamente a los judíos, la excepción benéfica en otras gentes se podía dar, como en el caso de la cananea (Mar_7:24, par.).
Dos preguntas se suelen hacer a este propósito: ¿Por qué los demonios piden entrar en los puercos? ¿Por qué Cristo permite aquí el daño anejo a sus propietarios?
Si los demonios piden, al ser expulsados de los endemoniados, no ser obligados a ir a¡ abismo, es decir, a cesar en su tarea de enemistad y odio al establecimiento del reino de Dios, y cuya prueba de su llegada, como Cristo dijo, es la expulsión de los demonios de los poseídos (Mat_12:28, par.), piden también entrar en la manada de los puercos. Era una transacción benéfica para los hombres. Pero, sin duda, pretendían, al impulsarlos con una carrera desenfrenada a despeñarse y ahogarse en el lago, provocar una reacción hostil de las gentes contra Cristo, con las ventajas que de esto pudieran derivarse para su obra de mal. Pero se ve, por otra parte, que su acción en esta piara acusa, de modo más sensible, el movimiento diabólico de, literariamente, expulsión e ingreso, destacándose así la suprema autoridad de Cristo sobre los espíritus impuros.
El daño que se seguiría en los propietarios no debía de ser tan cuantioso como a primera vista pudiera parecer, ya que no supone que fuese toda la manada propiedad de un solo dueño, sino, como es ordinario, se habrían agrupado los ganados de diversos dueños. Naturalmente, no podrá darse una razón concreta de la permisión de este daño en aquellos dueños. Pudo ser por castigo moral, para quitar un excesivo apego a los bienes. Siempre son razones de providencia. ¿Por qué permite Dios o quiere, v.gr., una inundación, donde se destruirán bienes, se ahogarán rebaños y morirán personas? Pero lo que tiene más valor es la enseñanza teológica que se desprende de esta autorización o permisión de Cristo. Los evangelistas valoran la importancia de las cosas según un ideal espiritual. Nadie tiene el derecho de imponer a su prójimo el cambio de un bien temporal por un bien espiritual, pero Dios tiene ese derecho: él había permitido a Satán herir a Job en sus bienes e incluso en su carne. Los evangelistas podían recordarse de esto, y se puede concluir que, en su pensamiento, Jesús ejercía el poder de Dios. 26
Así esta escena viene a presentar a un tiempo a Cristo como Mesías (Mat_12:23.28) y como ejerciendo poderes de Dios: tanto sobre los bienes materiales como sobre el disponer del destino de los demonios en permitirles una acción temporal tentadora o en recluirlos definitivamente en el abismo (Lc).
Los pastores, despavoridos ante aquel suceso, en que no podían responder de la custodia de los ganados, partieron a la ciudad y a los campos a dar la noticia. Ante tal suceso, la gente se presentó en el lugar. Se describe el asombro de la gente al encontrarse al endemoniado sentado a los pies de Jesús, vestido y cuerdo (Lc-Mc). Ante el asombro, no de la curación del endemoniado, sino de la manada despeñada y ahogada, le rogaron que se retirase de su región, pues estaban sobrecogidos de un gran temor (Lc). Y el ruego debió de ser repetido e insistente, como lo describe Mc. No deja de ser extraña esta petición. Admitido el milagro, ¿por qué se obra así? Probablemente por el temor a que pudiese haber nuevas pérdidas en sus bienes materiales. Acaso vieron en él a un profeta judío que castigaba así el animal para ellos prohibido.
Aunque Mt omite otro rasgo, lo recogen Mc-Lc. Cuando Cristo, a sus ruegos, se embarcaba para retirarse de allí, el endemoniado ya curado le rogaba insistentemente que le dejase estar con él. ¿Por qué le rogaba esto? Seguramente que no era por temor a que, ausente Cristo, volviese a su antiguo estado. El que había ordenado al demonio salir de él le daba con ello la orden de no volver a atormentarle. Pero Cristo no accedió a esta petición. No podía, por propio impulso, seguirle como apóstol o discípulo. Pues no lo eligieron ellos a El, sino El a ellos (Jua_15:16). Pero, si no con carácter oficial, de hecho lo hizo su apóstol en aquella región. Pues le mandó que fuese a los suyos y narrase lo que Dios ha hecho contigo. Fuera de Palestina no había el peligro de levantamientos mesiánicos. Por eso aquí le manda publicar esta obra de Dios, mientras que en Palestina les prohibía el manifestar sus milagros. Algo puede orientar esto sobre el secreto mesiánico.
Este hombre curado vino a ser como constituido apóstol de Cristo en aquellas regiones. El poder de Cristo sobre los espíritus impuros, hecho con autoridad propia, le presentaba en una esfera distinta de los exorcistas judíos. ¿Quién era? Esta fue la buena nueva que anunció este poseso ya curado por toda la ciudad (Lc) o por la Decápolis (Mc). Esta divergencia puede ser debida a que Lc dé una mala traducción de la palabra aramea mediría', que en la lengua palestinense significaría provincia. La traducción de Mc es la lógica: en la (provincia) Decápolis 27.
Esta era, originariamente, una federación de 10 ciudades helenistas, situadas en Transjordania, excepto Escitópolis, que estaba en Cisjordania, y que fueron separadas del territorio judío por Pompeyo el 64 a.C. Posteriormente se les unieron otras ciudades, aunque conservándose para el título oficial de la federación el nombre de Decápolis. Gozaban estas ciudades de determinados derechos y autonomía, aunque en esta época estaban bajo el dominio del Cesar, mediante su propretor de Siria o procurador de Judea 28.
Siendo la mayor parte de esta región gentil y habiendo sido Cristo enviado a predicar a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat_15:24), al venir Cristo a esta región, probablemente vino a causa de los grupos judíos que en ella vivían 29, si no es que venía, como en otras ocasiones, buscando un pequeño retiro. Pero, si el beneficio fue hecho en la casa de Israel, si este endemoniado de Mc era judío, redundó luego en toda la Decápolis. Acaso lo anunció primero a los grupos judíos (Mc v.19: Señor = Adonai). Pues, al oír lo que el curado decía en esta región, se maravillaban (Mc). Con ellos se hacía la Luz en las tinieblas de la gentilidad y se veía la proximidad del reino. La enseñanza doctrinal del pasaje es clara: el absoluto dominio de Cristo sobre los demonios, expulsándolos y sometiéndolos a sus órdenes. Lo que era presentarse como el Mesías, instaurador del Reino, pues si yo arrojo con el Espíritu de Dios a los demonios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios (Mat_12:28). Y hasta se presenta a Cristo como Dios, al disponer de los bienes materiales y del destino de los demonios, sometidos en todo a sus órdenes.
Esta escena es objeto de diversas interpretaciones 30. La diferencia sintética redaccional de Mt frente a Mc-Lc es perceptible. Sin duda hay en ella elementos adventicios de relleno a lo que debe de ser primitivo; es el caso de una posesión o enfermedad semejante, conforme al ambiente, sobre la que se da la enseñanza. ¿Acaso este endemoniado o loco pudo un día espantar o perseguir parte de un rebaño de cerdos, lo que provocó el despeñarse y ahogarse algunos en el Lago? El pasaje de los cerdos despeñados parece tener especialmente un valor simbolista: el demonio a petición propia va a una piara de cerdos, que era animal impuro; con ello se califica a los demonios. En el despeñar a los cerdos se destacaría que toda obra diabólica es de maldad. Y al despeñarse cerdos-demonios en el Lago-Abismo-Inflerno se plastificaria mejor el poder de la victoria de Cristo en su lucha contra los poderes demoníacos, en la hora de la instauración de su Reino. Mt más esquemático está más elaborado (v.29). En este v. se percibe la confesión de la divinidad de Cristo. Es la confesión de la fe de la Iglesia. El demonio no va a conjurar a Cristo-Dios por Dios, que no le atormente.

Resurrección de la hija de Jairo y curación de la hemorroísa,Mat_5:21-43
(Mat_9:18-26; Luc_8:40-56).
Ambos milagros, y entrelazados, los relatan los tres sinópticos. Pero la superioridad del relato de Mc es innegable: la vivacidad del relato, la precisión de detalles, la traza de los personajes, demuestran el testigo ocular que ha notado con cuidado en su memoria todas las actitudes: la de Jesús, las de los discípulos, las de los dos suplicantes, las de la turba. Tenemos ciertamente, en el texto de Mc, la tradición más antigua, más fiel, más viva. 31

21 Habiendo Jesús ganado en la barca la otra ribera, se reunió una gran muchedumbre. él estaba junto al mar. 22 Llegó uno de los jefes de la sinagoga llamado Jairo, que, viéndole, se arrojó a sus pies 23 Y le rogaba diciendo: Mi hijita está muriéndose; ven e impónle las manos para que sane y viva. 24 Se fue con él, y le seguía una muchedumbre, que le apretaba. 25 Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años 26 y había sufrido grandemente de muchos médicos, gastando toda su hacienda sin provecho alguno, antes iba de mal en peor, 27 como hubiese oído lo que se decía de Jesús, vino entre la muchedumbre por detrás y tocó su vestido; 28 pues se decía: Si tocare siquiera su vestido, seré sana. 29 Al punto se secó la fuente de la sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. 30 Luego Jesús, sintiendo en sí mismo la virtud que había salido de El, se volvió a la multitud y dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? 31 Los discípulos le contestaron: Ves que la muchedumbre te aprieta por todas partes, y dices: ¿Quién me ha tocado? 32 El echó una mirada en derredor para ver a la que lo había hecho, 33 y la mujer, llena de temor y temblorosa, conociendo lo que en ella había sucedido, se llegó y, postrada ante El, declaróle toda la verdad. 34 Y El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y seas curada de tu mal. 35 Aún estaba El hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿por qué molestar ya al Maestro? 36 Pero, oyendo Jesús lo que decían, dice al jefe de la sinagoga: No temas, ten sólo fe. 37 No permitió que nadie le siguiera más que Pedro, Santiago y Juan el hermano de Santiago. 38 Llegados a casa del jefe de la sinagoga, ve el gran alboroto de las lloronas y plañideras, 39 y, entrando, les dice: ¿A qué ese alboroto y ese llanto? La niña no ha muerto, duerme. 40 Se burlaban de él; pero El, echando a todos fuera, tomó consigo al padre de la niña, a la madre y a los que iban con El, y entró donde la niña estaba; 41 y tomándola de la mano, le dijo: Talitha, qum[i], que quiere decir: Niña, a ti te lo digo, levántate. 42 Y al instante se levantó la niña y echó a andar, pues tenía doce años, y se llenaron de espanto. 43 Recomendóles mucho que nadie supiera aquello, y mandó que diesen de comer a la niña.

Para facilitar el estudio se consideran ambos milagros por separado.
Resurrección de la hija de Jairo. Esta escena está ligada a la anterior por un tiempo corto, como supone la narración. Cristo reembarca en el otro lado del mar de Tiberíades. Debe de ser en Cafarnaúm. Mt-Mc dicen que allí se le reunió una gran muchedumbre, pero Lc acaso refleja mejor la proximidad cronológica de estas escenas, al decir con su fórmula usual rotunda: pues todos le estaban esperando.
En efecto, al desembarcar, y cuando aún El estaba junto al mar (Mc), llegó a él uno de los jefes de la sinagoga (??? ??? ?????????????). La fórmula usada debe de indicar genéricamente que era uno de los miembros distinguidos de la sinagoga. Al menos no se dice explícitamente que fuese el jefe de ella (rosh hakene-seth), ni exige suponer que hubiese allí varias sinagogas y que éste fuese el jefe archisinagogo de una de ellas. El uso en esta época de palabras compuestas con esta partícula (áñíß) sólo indica que se trata de un miembro principal o distinguido de la sinagoga (Hec_13:15; Hec_14:2). En Mt se dice sólo un personaje (áñ÷þí åiò) cualquiera (Mat_20:25), que puede ser un jefe de sinagoga.
Se llamaba Jairo, nombre bastante usual. Llegándose a Cristo, se postró ante El, e insistentemente le rogaba que viniese a su casa e impusiese sus manos sobre su hija única (Lc), de doce años, que estaba muriéndose, para que la curase. Mc y Lc, que describen dos mensajes de súplica, ponen que se estaba muriendo; Mt, que sólo pone uno, lo centra en la muerte y muerta. Mt, conforme a su procedimiento sustancial, de abreviación, pone en boca de Jairo el que su hija acaba de morir (Üñôé Ýôåëåõôçóåí). Mc-Lc ponen que está en las últimas, porque relatan dos comunicados: la enfermedad y la muerte de la hija. Probablemente Mt lo presenta abreviadamente así, porque, cuando Cristo va a casa de Jairo, la joven está muerta.
Si Jairo ruega a Cristo que, para curar a su hija, venga a su casa y le imponga sus manos, no indica, lo primero, más que Jairo tenía un conocimiento imperfecto del poder de Cristo, pues no pensaba en una curación a distancia, lo que contrasta más con la fe del centurión de Cafarnaúm (Mat_8:5ss, par.); pero, en cambio, el pedirle que imponga sobre ella sus manos, no era otra cosa que evocar el rito tradicional de curaciones milagrosas (2Re_5:11), que también usaba Cristo (Mar_6:5; Mar_8:23.25), y fórmula con la que le pedían frecuentemente las curaciones (Mar_7:32; Mar_10:13; Luc_18:15; etc.). ¿Acaso piensa en un rito mágico? (Mat_14:36).
Aún estaba rogándole que curase a su hija, cuando vinieron de su casa a comunicarle la muerte de la niña, por lo que no molestase más al Maestro. Era la fe imperfecta, que pensaba requerirse la presencia física para la curación. Es lo que hizo exclamar a Marta, la hermana de Lázaro, después de la muerte de éste, dirigiéndose a Cristo: Si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano (Jua_11:21). La prueba le resultaba especialmente dura a Jairo, cuando acaba de presenciar la curación de la hemorroísa. Es un contraste acusado en dos actitudes de fe.
Pero Cristo, al oír esto, sólo le recomienda que tenga fe. Era ésta la que iba a crear el clima en que El ejercía las curaciones, y que, por faltar tantas veces, no realizó milagros. Y vino a su casa. Pero no permito que le siguiera nadie de la turba que le rodeaba, más que tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan. Estos tres aparecen como privilegiados testigos de la Transfiguración y Getsemaní.
Al llegar a la casa mortuoria, se encontraron con todo el rito de lloronas a sueldo, ya evocadas por Jeremías (Jer_9:17-18), que a gritos, y desparramandose el cabello, mostraban el dolor y cantaban las alabanzas de la difunta; y junto con ellas los flautistas (Lc), que acompañaban con notas estridentes y lúgubres aquella escena. Y, según el Talmud, aun el israelita más pobre estaba obligado a alquilar dos dos flautistas y una llorona para celebrar el velorio de su mujer 32. Acabando de morir, ¿ya estaba a punto todo este ritual? ¿Puede ser un retoque literario complementario usual?
Por eso, a la presencia de esto, les dice que todo sobra, porque la niña no ha muerto, duerme. El uso eufemístico del sueño por la muerte es usual al pueblo judío. Así anunció Cristo la muerte de Lázaro (Jua_11:11.14). En las tumbas judías de Roma se lee frecuentemente: Que en paz (sea) tu sueño 33. Pero aquí el contraste entre muerte y sueño no permitía la interpretación eufemística. Y, sabiendo aquellos mercenarios fúnebres la realidad de la muerte de la niña, se rieron de Cristo. Pero ¡dormía! Porque El precisamente venía a despertarla. Igual que hizo con Lázaro (Jua_11:11).
Sólo permitió penetrar en la habitación de la niña muerta a sus padres y a sus tres apóstoles. Y a todos los demás los echó fuera (Mc).
Y, acercándose al lecho, tomó a la niña de la mano, y le dijo unas palabras aramaicas que Mc-Pedro conservaron: ?????? ????, que significa: Niña, levántate. Lo que Mc traduce para sus lectores étnico-cristianos. Mc intercala en la versión de la fórmula el (Yo) a ti te digo, para destacar la autoridad de Cristo. Un tema eje de los evangelios.
Y al instante la niña se levantó y echó a andar. Mc-Lc harán ver la posibilidad de esto, pues tenía ya doce años. Y Cristo mandó que diesen de comer a la niña. Tenía esto dos finalidades: una apologética, demostrar aún más la verdad de la resurrección (Luc_24:41-43), y otra demostrar la duplicidad del milagro: no sólo la había resucitado, sino curado; la necesidad de comida le haría ver la perfecta salud que ya gozaba.
Hecho el milagro recomienda insistentemente que no se divulgue. Es el secreto mesiánico marcano. A esto mismo obedeció el echar de la cámara a todos, excepto a los padres de la niña. Buscaba con este silencio el que no se excitasen extemporáneamente los ánimos mesiánicos. Precisamente en aquel ambiente de expectación mesiánica flotaban, confusamente, diversos signos sobre la aparición del Mesías. Y entre éstos, uno de los que flotaba diversamente interpretado era la resurrección de los muertos y su relación con los días mesiánicos 33. La resurrección de un muerto podía encender, mejor que otro hecho, la explosión mesiánica. Esta parece ser la diferencia de conducta de Cristo ante la curación de la nena, cuya confesión El mismo provoca, y esta resurrección, a cuyo milagro El impone secreto. Es verdad que no era fácil que se guardase el secreto en aquel caso. La muerta iba a aparecer viva. Pero siempre se vería que él no buscaba la exhibición mesiánica, y que en aquel momento permitía evitar aclamaciones y turbulencias.
El milagro de la resurrección de un muerto evocaba el poder divino en él. Pero no al estilo de un profeta que invocaba el nombre de Dios (2Re_5:11). Aquí aparece hecho con simplicidad y autoridad. él, sin más, le manda resucitar. Mc tiene buen cuidado de matizar esto al hacer la traducción de la fórmula aramaica Joven, levántate, intercalando, como recuerdo e interpretación, el (Yo) a ti te digo, levántate, lo que omite Mt. Pero el poder de la vida es poder reservado a Dios en el A.T. Es éste un modo de presentarse Cristo como Dios.
Curación de la hemorroísa. Los tres evangelistas relatan esta curación intercalada entre la petición de la curación de la hija de Jairo y la ida de Cristo a su casa. El relato hace ver que fue precisamente en este intervalo cuando se realiza esta curación.
Es una mujer que padecía ya doce años flujo de sangre. Debía de ser de cierta posición social, pues había consultado muchos médicos y gastado toda su hacienda con ellos. Sólo Mc-Lc narran estos detalles. Pero se ve el juicio distinto que dan Mc y Lc. Este, médico, sólo dice que, después de haber gastado en médicos toda su hacienda, no había podido ser curada por ninguno; pero, en cambio, Mc refleja mejor, sin prejuicios de clase, lo que significaron aquellas consultas curandiles para aquella pobre mujer, pues dice que había sufrido grandemente de muchos médicos y gastado toda su hacienda sin provecho alguno, antes iba de mal en peor, no sólo por la inutilidad de aquellos remedios, sino, en parte, causados por los mismos.
Estas múltiples consultas habían sido hechas no solamente por la esperanza guardada en todo enfermo, sino por una cierta manía oriental. Plinio habla de una turba medicorum consultada 34. Todavía en el año 1929 escribía Lagrange: Es aún hoy una molesta costumbre de Oriente el llamar para los enfermos el mayor número posible de médicos. 35
Los procedimientos usuales eran una mezcla de superstición. El Talmud recoge muchas de estas prescripciones ridículas usadas precisamente para curar este tipo de enfermedad. Así se lee: Tomad el peso de un denario de goma de Alejandría, el peso de un denario de azafrán de jardín; machacadlos juntos y dadlos con vino a la mujer hemorroísa. Si esto no da remedio, se le ofrecen otros procedimientos semejantes. Y llegan hasta darle gritos diciendo que está curada. También se menciona este procedimiento: Se cavarán siete hoyos, en los cuales se quemarán sarmientos de viñas no podadas, y la mujer (hemorroísa), teniendo en su mano un vaso de vino, se sentará sucesivamente al borde de cada hoyo, y se le dirá, haciéndola levantar: [Cura de tu flujo! Y también se ponen en juego recetas en las que intervienen cenizas de huevo de avestruz o excrementos de animales 36. De esa primitiva medicina, que era curandería, se llega a decir en el Talmud: El mejor médico está destinado al infierno. 37 Compárese esto con los procedimientos de Cristo.
Habiendo oído esta mujer la fama curativa de Cristo, apeló, desesperada ya de médicos, al recurso a él. Sólo pensó en tocar su vestido, porque creía que con ello curaría. Pero Mt-Lc dicen que lo que deseaba tocar era la franja de su manto. Este término griego usado (÷ñáóðÝäïí) lo mismo puede significar el ruedo del manto o vestido, que las borlas o flecos (tsitsith) 38, que se usaban en los cuatro ángulos de los vestidos para acordarse de los mandamientos de la Ley (Num_15:37-40; Deu_22:12) y ponerlos por obra 39.
Si la hemorroísa pretende venir clandestinamente a Cristo por detrás (v.27) y como robarle o sorprenderle un milagro, era debido al tipo de impureza legal que significaba su enfermedad (Lev_15:25), ya que otros enfermos tocaban a Cristo para curar (Mar_3:10). Las prescripciones rabínicas sobre este tema, para aislar a la mujer a fin de que no contagiase su impureza legal, llegan a lo neurótico. Para ello, el Talmud dedica un tratado entero: elNidda (impureza reglar de la mujer).
Cuando Cristo iba a casa del archisinagogo para curar a su hija, tiene lugar esta escena. Iba acompañado de una gran multitud, que le apretujaba. En las callejuelas del viejo Oriente, el entusiasmo despertado por Cristo hacía que la multitud, empujándose por acercarse, le apretujase. Entre esta turba se mezcló la mujer angustiada y tocó con fe el vestido del Señor. Y al punto se hizo su curación.
Cristo se vuelve preguntando quién le ha tocado, porque he sentido que de mí salió virtud. Y miraba en torno suyo, es la clásica mirada circular del estilo de Mc como queriendo descubrir quién había sido. Si Cristo obra así, no es por ignorancia, sino por elevar y confirmar la fe de aquella mujer, haciéndole ver que no fue la curación por un contacto supersticioso, sino por efecto de la fe. Ante esto, los discípulos (Mc), y más en concreto Pedro (Lc), se extrañan de esta pregunta, pues todos le apretujaban y nadie se había acercado a El con gestos o modos especiales (Lc). Pero Cristo insistió en su afirmación. San Agustín lo expresó en una fórmula excelente: Los otros le oprimen, ésta toca. 40
Ante esto, la mujer se postró ante El (Mc) y le confesó, lo mismo que ante todo el pueblo (Lc), la causa por que había obrado así y la curación que instantáneamente había logrado.
Mc-Lc hacen un relato a este propósito que ha preocupado antes a algunos exegetas sobre la ciencia de Cristo. Al acercarse a El con fe esta mujer y ser curada, Mc, aún más que Lc, lo narra así: Luego Jesús, sintiendo en sí mismo la virtud que había salido de El, se volvió y dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
¿Supone esto que Cristo no tenía esa plenitud de conocimiento que la teología enseña? No es esto lo que se va a concluir de este relato. El evangelista relata de un modo sencillo, popular, el hecho de que Cristo sintió en sí mismo la virtud que de El salía, pero no de un modo mágico ni como una sensación inesperada, sino queriéndolo y autorizándolo él. Aun dentro del rigor teológico, tiene su exacta explicación por su ciencia experimental. Pero parece que Marcos ha querido oponer al conocimiento experimental sensible de la mujer el conocimiento intelectual de Jesús. 41
El que Cristo no prohiba aquí la divulgación del milagro se explica por la misma naturaleza oculta de la enfermedad.

1 Nestlé, N.T. graece et latine, ap. crít. a estos lug. 2 Josefo, Antíq, XVII 11:4; De bello iud. II 6:3; IV 8:3. 3 Josefo, o.c., III 3:1. 4 Abel, Géograpku de la Palest. (1938) II p.323. 5 cf. Dorado, Praelect. bib. X. T. (1947) p.615-616. 6 Abel! o.c. II p.146; Koursi, en Journal of Palestine Oriental Society (1927) 112ss. 7 F. Truyols, Vida dejesucnsto (1954) p.316; para otras hipótesis topográficas, 8 Terumoth I 40:2. 9 Hagiga I 13:2; Rodewyk, De daemoniacis: VD (1960) 301-306; Ayuso, en Est. Bib. (1934) 374-384, sobre el demonio como espíritu impuro; Balducci, Gli in-demoniati (1959). 10 Tamborino, De antiquorum daemonismo (1909) p.ll. 11 De bello iud. VII 6:3. 12 Antiq. VIII 2:5. 13 Apol. II 6; cf. Dial. 14 Hec_16:16.17; Josefo, Antiq. XVI 6:2. 15 Sobre el valor de esta expresión, cf. Comentario a Jua_2:4. 16 SMIT, De daemoniacis. (1913) p.377; BLASS, Grammatik. (1902) p.!93ss. 17 Hec_19:13; Deissmann, Bibelstudien (1895) p.25ss. 18 Henoc XV-XVl;Jubil. X 8; Bauernfeind, Die Worte der Damonen in Markuse-vangelium (1927) p.23ss.34ss.69ss. 19 Tamborino, De antiq. daemonismo (1909) p.ll. 20 Orígenes, Contra Celsum VI 40. 21 Libro de Henoc XVIII 11-15; X 6, etc. 22 Strack-B., Kommentar. I p.492ss; cf. Lev_11:7. 23 Rev. Bib. (1908) 549 nota 1. 24 Josefo, Antiq. XVII 11:44. 25 Josefo, De bello iud. II 18.1.5. 26 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.138. 27 Black, An Aramaic Approach to the Gospels and Acts (1945) p.ll. 28 Josefo, Antiq. XIV 4:4; Abel, Geographie de la Palest. (1938) II p.145-146; Szczepanski, Geogr. hist. Palestinae antiquae (1928) p.261-268; Dict. Bib. II 1333-1336. 29 Josefo, De bello iud. II 18:5. 30 Sobre las explicaciones racionalistas de este pasaje, cf. Smit, De daemoniacis. (1913) p.335-427; E. Lohmeyer, Das Evangelium des Markus (1957) p.99, ve en ello una lección práctica sobre los incrédulos empedernidos, que prefieren los animales impuros a Cristo; T. A. Burkill, Concerning Mc 5:7 and 5:18-20: Studia Theol. (Lund 1958); J. A. Kleist, The Gadarene Demoniaes: The Cath. Bibl. Quart. (1947) 101-105; H. Shalin, Die Perikope gerasenischen und der Plan der Markusevangeliums: Studia Theol. (Lund 1964) 159-172; J. Loyw, De Bezetene en de Kudde (Mar_5:1-20): NedTTs (1958) 59ss; P. Lamarche, Le possede de Cerosa (Mat_8:24-34; Mar_5:1-20; Lev_8:26-39): Nouv. Rev. Theol. (1968) p.581-597. 31 Pirot, évang. s. St. Marc (1946) p.458. 32 Citado en Schuster-Holzammer,//¿rt. Bib., vers. esp. (1935) II p.212 nota 1. 33 Schürer, Gemeindeverfass der Juden in Rom p.33-35. 33 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.!76ss. 34 Plinio, Nat. Hist. XXIX 5. 35 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.140. 36 Talmud bab. 110a; STRACK-B., Kommentar. I p.520ss. 37 Qiddushin IV 14. 38 Berakoth Y. 3a; Bonsirven, Textes rabbiniques. (1955) n.392.2110. 39 Strack-B., Kommentar. excurs.12 t.4 p.277-292; Bonsirven, Textes rabbini-qiies. (1955) p.731. Indexanalytique-lexique, Franges, donde se expone la legislación rabínica sobre todo esto. 40 lili premunt, ista tetigit (Serm. II 45). 41 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p. 140-141.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 05

b) Curación del endemoniado de Gerasa (Mc/05/01-20).

1 Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. 2 Y apenas desembarcó, vino a su encuentro, saliendo de los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu impuro. 3 Este hombre tenía su morada en los sepulcros, y ni siquiera con una cadena podía ya nadie sujetarlo; 4 pues, aunque muchas veces lo habían sujetado con grillos y cadenas, rompía las cadenas y hacía trizas los grillos, de manera que nadie lo podía dominar; 5 y andaba de continuo, noche y día, por los sepulcros y por los montes, gritando y golpeándose contra las piedras. 6 Cuando vio a Jesús desde lejos, fue corriendo a postrarse ante él, 7 y a grandes gritos le dice: «¿Qué tienes tú que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes.» 8 Es que Jesús le estaba diciendo: «Sal de este hombre, espíritu impuro.» 9 Y le preguntaba: «¿Cuál es tu nombre?» Y él le contesta: «Legión es mi nombre, porque somos muchos»; 10 y le rogaba con insistencia que no los expulsara fuera de aquella región. 11 Había por allí, paciendo junto al monte, una gran piara de cerdos; 12 y los espíritus impuros le suplicaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.» 13 Y se lo permitió. Salieron, pues, los espíritus impuros y entraron en los cerdos; y la piara, en la que había unos dos mil, se arrojó con gran ímpetu al mar por un precipicio, y se fueron ahogando en el mar. 14 Los porqueros salieron huyendo y llevaron la noticia a la ciudad y a los caseríos; y las gentes acudían a ver qué era lo que había sucedido. 15 Lléganse a Jesús, y ven al endemoniado, el que había tenido toda aquella legión, sentado ya, vestido y en su sano juicio. Y quedaron llenos de espanto. 16 Los que lo habían presenciado les referían lo ocurrido con el endemoniado y con los cerdos. 17 Entonces se pusieron a rogar a Jesús que se alejara de aquellos territorios. 18 Al entrar Jesús en la barca, el que había estado endemoniado le suplicaba que le permitiera acompañarlo. 19 Pero no se lo permitió, sino que le dice: «Vete a tu casa con los tuyos, y cuéntales todo lo que el Señor, compadecido de ti, ha hecho contigo.» 20 EI hambre se fue y comenzó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él; y todos se admiraban.

Este relato, que a nosotros nos resulta extraño, tiene perfecto sentido en la exposición del Evangelista, prescindiendo de algunos rasgos propios de las ideas populares de la época. Señala uno de los puntos más altos del ministerio de Jesús en autoridad divina. Se trata de un caso extraordinariamente difícil de posesión. El hombre es un energúmeno furioso que ni siquiera puede ser reducido con gruesas cadenas. Su espantosa morada en las tumbas -en opinión de la época uno de los lugares preferidos de los espíritus inmundos-, sus alaridos por los montes que se oyen noche y día, sin parar, en el pueblo y en las casas de labor, su aspecto feroz, todo subraya lo difícil del caso. Pero Jesús libra también a este hombre de sus atormentadores. Después de la curación aparece vestido y en su sano juicio, cosa que impresiona tanto a quienes le conocían, que éstos temen, es decir, sienten terror ante el poder de Jesús (v. 15). Ahí está el núcleo del relato. Las circunstancias locales apuntan a la orilla oriental, a la Decápolis, la región de «la alianza de las diez ciudades» helenistas, con una población predominante pagana. Las ciudades de Gerasa o Gadara -según otra lectura- no hacen ciertamente al caso, pues quedan muy lejos y hacia el interior del país. Sólo se mencionan porque eran los lugares más conocidos de la Decápolis. Según Orígenes habría que situar junto al lago un lugar de nombre similar, Gergesa concretamente. Por el Talmud conocemos una población llamada Kursa, cuyo nombre pervive actualmente en unas ruinas de nombre Kursi, en un lugar en que los montes se acercan al lago y descienden bruscamente. Aquí pudo tener efecto el suceso narrado. El antiguo relato contaba sin duda con una historia en la tradición antes de que Marcos lo insertase en su narración. La descripción del poseso y de sus circunstancias está sobrecargada: en el v. 8 se explicita -¿por el evangelista?- la orden de Jesús a los espíritus impuros para que salgan del hombre. La multitud de demonios, todo un ejército, como indica su nombre «Legión», daba ocasión a ulteriores desarrollos del relato (*). De este modo pudo pasar la historia con los cerdos, a un estadio ulterior de la tradición. Tales adornos de un relato simple no resultan extraordinarios ni chocan con las ideas de la época. El gusto de narrar y ampliar llevaba a formas de exposición que quedan lejos de nuestra sensibilidad histórica actual, pero que parecen permitidas a los hombres de entonces con el fin de esclarecer determinadas ideas. Por ello, las consideraciones de cómo los demonios pudiesen entrar en los cerdos -la posesión diabólica de animales está testificada en la antigüedad, incluso al margen de las ideas populares, como en el caso de la rabia- o de si son los engañados o los engañadores, no hacen al caso. En el fondo tal vez no falte un cierto humor: los espíritus inmundos eligen trasladar su vivienda a los cerdos inmundos, pero no pueden disfrutar largo tiempo de su nueva morada. Quizá tenga aquí también algún papel la repugnancia judía a la cría de cerdos; de ahí que el cuadro proceda de la comunidad judeocristiana. En todo caso, los hechos tienen lugar en una región pagana (probablemente como la parábola del hijo pródigo, Luk_15:15 s). El anegamiento en el mar representa un episodio drástico en la narración; lo que haya sido de los demonios, si han permanecido o no en la región y reflexiones parecidas no tienen interés. El ruego de los habitantes a Jesús para que abandone su territorio (v. 17) se comprende mejor; pero tampoco Jesús parece pensar de distinto modo. Mayor atención merece el final del relato. El hombre sanado expresa su deseo de permanecer con Jesús; pero Jesús le rechaza enviándole a sus familiares; a ellos deberá contarles lo que el Señor (Dios) ha hecho con él y cómo le ha mostrado su misericordia. El hombre no se contenta con ese encargo, sino que proclama por la Decápolis, es decir por toda la región, lo que Jesús ha hecho con él, y todos quedan pasmados (v. 19s). Jesús quería apartar el interés por su persona y hacer que el hombre pensase en la ayuda de Dios pero el curado habla de la acción de Jesús. Tenía sólo que referir el hecho a sus allegados; pero lo «proclama» por toda la región, con lo que se convierte en un mensajero del Evangelio. La conducta de Jesús y la reacción del hombre sanado recuerdan la curación del leproso (1,40-45). Leyendo con atención se verá que también aquí quiere preservar Jesús su «secreto mesiánico». No desea que sus obras se divulguen abiertamente, sino sólo dar a Dios el honor y reinsertar en la sociedad humana al que ha sido liberado de su grave plaga. Por eso prohíbe también al hombre que permanezca con él; no quiere a ningún pagano curado en su compañía como una prueba sensacionalista. Pero el hombre, como antes el leproso curado, no se atiene a las prescripciones de Jesús. Las obras de Jesús no pueden mantenerse ocultas; su clamor penetra profundamente en una región pagana. En la «proclamación» llevada a cabo por el hombre tal vez contempla el evangelista la idea de misión, y quiere mostrar a sus lectores cristianos procedentes de la gentilidad que también «se maravillaban» de Jesús los hombres que están lejos. Tales han podido ser las miras del evangelista al introducir en su serio relato esta historia de desarrollo popular. La comunidad ha debido entenderla: en ella se pone de manifiesto la grandeza única de Jesús proponiendo a la meditación las fuerzas de Dios presentes en él. A la luz de la fe pascual todos pueden reconocer quién era, nada menos que el «Hijo del Dios altísimo», como proclamó aquel demonio extraordinariamente poderoso, obligado por el conjuro de Jesús. Lo era realmente, aunque el espíritu malo no hubiese querido honrarle con este título. Por su grandeza y santidad Jesús está infinitamente por encima de todas las potencias demoníacas. Es el enviado de Dios que ha traído al mundo las fuerzas divinas de salvación. Quizá sonriamos compasivos ante las ideas populares de entonces; tales ideas se nos antojan extrañas, contradicen nuestra concepción científica e ilustrada de la naturaleza y están largamente superadas. Tampoco tenemos mucho sentido para el humor secreto que late en la irrupción de los demonios en la piara de cerdos y en el hecho de anegarse dos mil animales en el lago. Pero ¿es ésta la disposición adecuada para entender la revelación bíblica? Y, sin embargo, también esto pertenece a la historicidad de la revelación, a la bajada de Dios al mundo, a su acomodación a los pensamientos de los hombres. Con la mirada puesta en los discípulos, para quienes aquella curación singularmente poderosa de Jesús fue una experiencia tan impresionante como el apaciguamiento de la tempestad, comprenderemos mejor lo que esta historia tiene que decirnos: el poder del maligno es grande, pero tiene que retroceder ante la fortaleza de Dios y la dignidad de Jesús.

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(*) Por ello habla el relato en parte de uno y en parte de muchos demonios. La idea popular de entonces creía que la inhabitación de muchos demonios hacía mucho más grave la situación del poseso; cf. Luk_8:2; Luk_11:26 donde los siete demonios son sólo una referencia general y simbólica de la gravedad del caso.

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c) Curación de la hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo (Mc/05/21-43).

La larga sección siguiente (Luk_5:21-43) nos muestra a Jesús como un extraordinario sanador de enfermedades y resucitador de muertos. En la disposición que les ha dado el evangelista aparecen reunidos dos milagros: la curación de la mujer que sufría de un flujo de sangre y la resurrección de la hija de Jairo. Marcos empieza con el ruego del jefe de la sinagoga a Jesús para que cure a su hija, enferma de muerte, imponiéndole las manos. Jesús le sigue; pero antes, y de camino, acontece otro gran milagro: una mujer, que le ha tocado entre las apreturas de la gente, se ve libre de su hemorragia. La pausa que esto introduce en la narración sirve también para preparar una nueva fase: entre tanto la hija del jefe de la sinagoga ha muerto y Jesús entra en la casa entre agudas lamentaciones fúnebres. De este modo se pasa de una curación a la resurrección de un muerto, lo que constituye una de las cimas de la actividad de Jesús como donador de vida. Ahí tiende de una forma consciente la exposición del evangelista. No hay por qué suponer que la hemorroisa haya sido curada en ese preciso momento; es un recurso narrativo para acrecentar la tensión y elevarnos a una nueva cumbre. Por lo demás, ambos milagros están presentados con unos tonos tan primitivos y frescos que no cabe dudar de su buena tradición.

21 Cuando Jesús cruzó de nuevo en la barca hasta la orilla, se reunió una gran multitud a su alrededor; él permanecía junto al mar. 22 Entonces viene uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se echa a sus pies 23 y le suplica con mucha insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponer tus manos sobre ella, para que sane y viva.» 24 Jesús se fue con él. Y gran cantidad de pueblo le acompañaba, apretujándolo por todas partes. 25 En esto, una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, 26 que había sufrido mucho por causa de muchos médicos, y que había gastado toda su fortuna sin conseguir ninguna mejoría, sino que más bien iba de mal en peor, 27 habiendo oído las cosas que se decían de Jesús, se acercó entre la turba por detrás y tocó su manto; 28 pues decía para sí: «Como logre tocar siquiera sus vestidos, quedaré curada.» 29 Al instante aquella fuente de sangre se le secó, y notó en sí misma que estaba curada de su enfermedad. 30 Pero Jesús, notando en seguida la fuerza que de él había salido, se volvió en medio de la muchedumbre, y preguntaba: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» 31 Sus discípulos le decían: «Ves que la multitud te apretuja, y preguntas ¿quién me ha tocado?» 32 Pero él miraba a su alrededor, para ver a la que había hecho esto. 33 Entonces la mujer, toda azorada y temblorosa, pues bien sabía lo que le había sucedido, vino a echarse a sus pies y le declaró toda la verdad. 34 Pero él le dijo: «Hija mía, tu fe te ha salvado; vete en paz, y queda ya curada de tu enfermedad.»

Después de la escena en el retiro de la orilla oriental, se encuentra Jesús de nuevo en la bien poblada orilla occidental. Inmediatamente se agolpa una gran muchedumbre alrededor de él. La aglomeración popular es un trazo constante en la exposición de Marcos (3,7 ss; 4,1); pero aquí tiene importancia para el relato que sigue. En seguida Jairo -«Dios ilumina» o «Dios resucita», aunque no se trata de un nombre simbólico- sale al encuentro de Jesús y le suplica de rodillas que salve a su hija. Según el v. 42 la muchacha tenía doce años. La imposición de manos era un antiguo gesto para la curación de un enfermo, pues originariamente se pensaba que la fuerza vivificante tenía que descender sobre el enfermo. Por ello se llamaba gustosamente a los ancianos o piadosos junto al lecho del enfermo (cf. Jam_5:14). La muchacha está ya agonizando -según Mateo y Lucas acababa de morir- y es necesaria la mayor prisa. Para el propósito del evangelista tiene gran importancia la expresión del padre: «para que sane y viva». El verbo griego correspondiente a «sanar» puede entenderse, como entre nosotros, de la salud corporal y de la salvación eterna. Por la respuesta de Jesús a la hemorroisa: «Tu fe te ha salvado», los lectores cristianos pueden deducir con toda seguridad también este sentido más profundo. Originariamente la súplica de aquel padre no se refería a esto; la palabra siguiente «y viva» muestra que al hombre le preocupaba sobre todo la vida corporal de su hija. Para el hebreo la vida como tal significa felicidad y salud; el poder de la muerte roza al hombre ya en la enfermedad, le domina con el fallecimiento corporal y con la tumba le hunde en el reino de los muertos. En cuanto sana enfermedades, Jesús es ya un donante de vida, y si resucita a una muerta no hace más que llevar al límite extremo esa donación de vida. Aquí ya no estamos lejos de las ideas joánicas, según las cuales Jesús se manifiesta como «dador de vida» en un sentido sublime cuando llama a la vida a un enfermo de muerte (Jam_4:46-54), a un hombre que lleva enfermo mucho tiempo (Jam_5:1-9) o a uno que yace ya en la tumba (c. 11). En la «curación» o «resurrección» está indicado simbólicamente el don de la vida perdurable. Esta idea no ha madurado todavía en Marcos, pero ya está contenida en germen. La aglomeración del pueblo, que quiere acompañar a Jesús hasta la casa del jefe de la sinagoga, constituye el preludio del episodio siguiente. Una mujer, que sufre ya doce años un flujo de sangre, probablemente en relación con la menstruación, aprovecha la ocasión para sacar partido de la fuerza sanadora de Jesús. Una mujer menstruante o que padece hemorragia no sólo es impura ella misma, sino que hace también levíticamente impuros a los otros por el simple contacto (cf. Lev_15:25 ss). Pero la narración no tiene en cuenta este aspecto. Cuando la mujer confiesa su acto temerosa y confusa, su temor no se debe tanto a haber tocado a Jesús de un modo prohibido sino secreto, del que en su opinión ha emanado una cierta virtud que la ha sanado. En el fondo del relato laten viejas ideas populares sobre la efusión de las fuerzas sanantes, y si se quiere laten incluso unas concepciones «mágicas». Pero estas ideas primitivas, superadas por nosotros hace largo tiempo, sólo representan el revestimiento externo de una enseñanza más profunda que los lectores cristianos sacaron del antiguo relato. Esta atribulada hemorroisa constituye con su fe sencilla un modelo de cómo hay que acercarse a Jesús con una confianza de niños para alcanzar la salud y llegar a la fe plena que es prenda de la verdadera salvación. La palabra del Señor a la mujer ya curada corrige discretamente su concepción insuficiente: sólo su fe le ha proporcionado la salud, no como fe que opera los milagros de un modo mágico, sino como confianza creyente que Dios recompensa. Sobre la base de su fe, Jesús confirma a la mujer su «curación», que deja entrever la salvación de todo el hombre. Jesús le infunde consuelo y confianza -«vete en paz»- y le asegura su curación permanente; palabras que proclaman la bondad y voluntad salvadora de Dios. La presentación popular del hecho no deber+a impedirnos contemplar la grandeza y verdad de la historia. La descripción del caso clínico corroborado mediante las observaciones de lo largo de la enfermedad, el esfuerzo inútil de los médicos y el empeoramiento de la enferma, así como el monólogo de la mujer, la comprobación de Jesús de que «ha salido de él una fuerza», la advertencia superficial de los discípulos y la mirada inconfundible de Jesús a la mujer, todo ello pertenece a los tópicos -formas acuñadas- y a la técnica de la narración. Pero la historia no termina ahí sino que culmina en las palabras finales, dirigidas a la mujer: «Hija, tu fe te ha salvado...» Hay aquí una vez más, como en el apaciguamiento de la tempestad, una exhortación apremiante a la fe. La fe de aquella mujer del pueblo es, con toda la ingenuidad de la fuerza primitiva de la confianza, una réplica positiva al apocamiento de los discípulos en la tempestad del lago. Sería erróneo considerar la fe de la mujer como puramente sentimental, irracional y hasta absurda. «Había oído las cosas que se decían de Jesús» y seguramente que también había meditado sobre su persona. Aunque, sin duda, la fuerza de su fe no estaba en el entendimiento sino en el corazón. El claro conocimiento de la fe, que para la mujer permanecía cerrado en aquella hora, se le abrirá más tarde a la comunidad: Jesús dispone de los poderes divinos, que en él están presentes y operantes. A quienes le «tocan» con fe les concede la salud y la salvación.

35 Todavía estaba él hablando, cuando llegan unos de casa del jefe de la sinagoga para avisar a éste: «Tu hija ha muerto. ¿Para qué seguir molestando al maestro?» 36 Pero Jesús, que había oído las palabras que aquéllos hablaron, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; sólo ten fe.» 37 Y no permitió que nadie lo acompañara, fuera de Pedro, de Santiago y de Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y ve Jesús el alboroto de las gentes que lloraban y se lamentaban a voz en grito. 39 Entra y les dice: «¿A qué viene ese alboroto y esos llantos? La niña no ha muerto, sino que está durmiendo.» 40 Y se burlaban de él. Pero él, echando a todos fuera, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los que habían ido con él, y entra a donde estaba la niña. 41 Y tomando la mano de la niña, le dice: «¡Talithá qum!», que significa: «¡Niña, yo te lo mando, levántate!» 42 Inmediatamente, la niña se puso en pie y echó a andar, pues tenía ya doce años. Y al punto quedaron maravillados con enorme estupor. 43 Pero él les recomendó encarecidamente que nadie lo viniera a saber; y dijo que dieran de comer a la niña.

La nueva escena viene introducida con la noticia de que entre tanto la hija del príncipe de la sinagoga había muerto. No era intención del padre llamar a Jesús para que despertase a una muerta y también los emisarios quieren disuadirle de semejante idea. Este detalle del relato, lo mismo que el griterío y los lamentos fúnebres en la casa mortuoria y la burla por la observación de Jesús de que la muchacha no está muerta sino dormida, no deben dejar ninguna duda de que la muerte había tenido lugar. Mas Jesús no retrocede ni ante la misma muerte. Escucha la noticia y anima al padre: No temas, sólo ten fe. De este modo se continúa también aquí el tema de la fe: la fe auténtica no capitula ni siquiera ante el poder de la muerte. Para la inteligencia de la escena en la casa mortuoria es importante el que Jesús quiera evitar todo relumbrón manteniendo únicamente la fe en el milagro. Toma consigo, sin embargo, a algunos testigos cualificados: a los tres discípulos que después presenciarán también su transfiguración en el monte (9,2) y su agonía en Getsemaní (14,33s). Después de la resurrección (cf. 9,9) podrán referir el hecho y entonces la devolución a la vida de la muchacha aparecerá bajo una nueva luz. Para entonces Jesús habrá entrado ya en el mundo celestial de la gloria y habrá superado el poder de la muerte que él mismo había experimentado con todos sus terrores. Aunque no se expresan estas ideas, sin duda que debieron exponérselas a los lectores cristianos los tres discípulos que Jesús tomó consigo en aquella ocasión. El alejamiento de las plañideras y tocadores de flautas -costumbres funerarias judías- no sólo tiene por finalidad la realización del milagro en el silencio y la intimidad. Jesús sabe lo que va a ocurrir, y por ello no tiene sentido la lamentación fúnebre. En esa dirección apunta su enigmática palabra: «La niña no ha muerto, sino que está durmiendo». La opinión expresada a veces de que la muchacha estuviera de hecho sólo aparentemente muerta, no tiene sentido alguno. Lo único que Jesús quiere indicar es que esta muerte es sólo un fenómeno transitorio como el sueño. Para los lectores creyentes la palabra se convierte en una revelación: a la luz de la fe la muerte no es más que un sueño del que el poder de Dios puede despertar. La Iglesia primitiva conserva este viejo modo de hablar refiriéndose a «los que duermen» (Act_7:60; Act_13:36; 1Co_7:39; 1Co_11:30, etc.), y espera la resurrección futura de los muertos (Véase 1Ts 4.13-16; 1Co_15:20 s.51s.). La resurrección de la hija de Jairo no significa que participe ya de antemano en la resurrección futura; sino que vuelve transitoriamente a la vida terrena. Este retorno a la vida es sólo como un signo, como lo es la resurrección de Lázaro en el Evangelio de Juan -aunque vinculada más estrechamente a Cristo- de que Jesús es «la resurrección y la vida» (Joh_11:25). La resurrección de la muchacha acontece de un modo parecido a como vienen descritas las otras curaciones operadas por Jesús. Toma a la muchacha de la mano; pero queda excluida cualquier representación mágica, pues Jesús devuelve la vida a los muertos mediante su palabra soberana. La palabra se conserva todavía en arameo y es una palabra clara, no una fórmula de encantamiento: «¡Levántate!» El efecto se sigue inmediatamente diferenciándose así esta resurrección de las que realizaron Elías (1Ki_17:17-24) y Eliseo (2Ki_4:29-37). La muchacha puede andar de un lado para otro, indicio de que le han vuelto las fuerzas vitales. La orden de Jesús de que le den de comer puede significar ciertamente que la muchacha -al igual que la mujer del flujo de sangre- está curada por completo y así continuará. El asombro más grande invade a los presentes. Esta nota pertenece una vez más -como la curación mediante gestos y palabras- a los tópicos de los relatos milagrosos, pero que aquí contribuye a poner de relieve esta cima del poder de Jesús. Jesús, no obstante, ordena severamente a los testigos del suceso que no lo cuenten a nadie. Esta orden de silencio se suma a las que hemos escuchado anteriormente (2Ki_1:34.44; 2Ki_3:12). En aquella situación no tenía sentido, pues todos estaban convencidos de la muerte de la muchacha y su retorno a la vida debió impresionarles al máximo. Pero el evangelista quiere indicar otra cosa: el deseo de Jesús de ocultar su misterio a los incrédulos. También los creyentes deben saber que entonces no era todavía la hora de comprender el misterio del Hijo de Dios. Será después de la resurrección personal de Jesús cuando este relato les revele y confirme el poder de Jesús, que vence a la muerte. Entonces se les trocará también a ellos en robustecimiento de su fe y en consuelo, puesto que el Señor puede decir a todos en presencia de la muerte: «No temas, sólo ten fe.»

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



35 (b) Exorcismo (5,1-20). Así como el episodio de la tormenta muestra el poder de Jesús sobre Satanás en el ámbito de la natura(-)leza, el exorcismo muestra este mismo poder en un caso de posesión. El relato desplaza su focalización desde el hombre poseído (5,1-10) a la piara (5,11-13), y, posteriormente, a la gente de la zona (5,14-17), para regresar, final(-)mente, de nuevo al hombre (5,18-20). Algunos especialistas lo catalogan como un relato típi(-)co de exorcismo que fue ampliado mediante detalles coloristas y legendarios. Otros autores consideran que la riqueza de detalles y la ex(-)tensión comparativa del relato son indicios de un testimonio ocular. 1. gerasenos: Gerasa es(-)taba a unos 48 km al sudeste del mar de Gali(-)lea; 5,2 (cf. también 5,13) sugiere que estaba en la ribera. Tal vez Marcos pretenda describir una zona amplia entre Gerasa y el mar. Al(-)gunos manuscritos leen «gadarenos» (cf. Mt 8,28) , pero Gadara estaba a unos 10 km al su(-)deste del mar. Otros leen «gerguesenos», si(-)guiendo la propuesta de Orígenes. Probable(-)mente, la lectura original de Marcos decía «gerasenos» (cf. TCGNT 23-24.84). Podríamos interpretarlo también como un término gené(-)rico aplicado a la toda la comarca o como una prueba de que Marcos no poseía un conoci(-)miento preciso de la geografía palestinense. 2. de entre los sepulcros un hombre poseído con un espíritu inmundo: La gente creía que las tumbas eran los lugares de residencia preferi(-)dos por los demonios. De este modo, se esta(-)blece una conexión entre la muerte y la pose(-)sión demoniaca. 4. nadie podía dominarlo: La descripción de la conducta violenta del hom(-)bre da lugar al uso singular de una serie de pa(-)labras que sólo aparecen en este versículo (halysis, damazo, diaspaó, katoikésis, pede. 6. se postró ante él: Algunos autores interpretan esta acción como expresión del auténtico re(-)conocimiento del poder de Jesús, y otros, en cambio, piensan que se trata de una estrategia cuya finalidad era dominarle. 7. ¿qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?: La forma en que se dirige a Jesús el endemo(-)niado es similar a la del poseído de 1,24 (cf. 3,11). De nuevo, los demonios reconocen la verdadera identidad de Jesús. Algunos espe(-)cialistas perciben que la utilización del nom(-)bre de Jesús formaba parte de la estrategia mediante la que los demonios pretendían con(-)trolar a Jesús (cf. 5,9). no me atormentes: La petición puede reflejar que el demonio reco(-)nocía que con la llegada de Jesús estaba irrumpiendo el reino de Dios, un aconteci(-)miento que presagia la aniquilación de los de(-)monios y otros poderes malignos. 8. sal, espí(-)ritu inmundo: Jesús percibe correctamente que es el demonio, y no el hombre, quien se es(-)tá dirigiendo a él. 9. ¿cómo te llamas?: La in(-)dagación de Jesús nos confirma nuestra com(-)prensión de que 5,7 formaba parte de la estrategia demoniaca de dominarle diciendo su nombre. Jesús da la vuelta a la situación, ganando poder sobre el demonio que posee al hombre. Legión, pues somos muchos: No esta(-)mos seguros de que el nombre latino legio sea indicio de un ataque verbal dirigido contra las legiones romanas que ocupaban Palestina. Po(-)dría sencillamente ser una forma de decir que eran muchos los demonios que poseían al hombre, o incluso un recurso por el que el de(-)monio evita dar su nombre. Los intentos de explicar el nombre como referencia a una per(-)sonalidad múltiple o esquizofrenia son incluso mucho más especulativos. 10. le rogaban: Era una idea extensamente compartida que los de(-)monios tenían que hallar un lugar donde po(-)der vivir (cf. Lc 11,24), a menos que alcanza(-)ran su eterno lugar de castigo (Ap 9,1; 20,20). En nuestro texto, los demonios suplican que se les deje seguir viviendo en aquella misma comarca. 11. una gran piara de cerdos: La pre(-)sencia de cerdos indica que el incidente no tu(-)vo lugar en territorio judío, puesto que eran impuros para los judíos y presumiblemente no se criaban como recurso alimentario (cf. Lv 11, 7-8). 13. y la piara se lanzó desde lo alto al mar: Jesús permitió a los demonios dejar al hombre y entrar en los cerdos; entraron en los cerdos y éstos se arrojaron al mar. Este hecho se ha interpretado de varias formas: El exor(-)cismo de Jesús provocó una estampida entre los cerdos; el relato ilustra el motivo del de(-)monio vencido; un relato sobre un exorcista judío fue transferido a Jesús. El problema es que el relato atribuye una acción destructiva a Jesús (cf. 5,17). Parece implicar que la des(-)trucción de los animales produce la destruc(-)ción de los demonios. 15. vieron al hombre que había estado poseído: Tras el testimonio de los porquerizos (cf. 5,14) se ofrecen más pruebas de la efectividad de la curación mediante la presentación del endemoniado sentado, vesti(-)do y en su sano juicio. La primera reacción de la gente de la comarca es el temor («se llena(-)ron de temor»). 17. comenzaron a suplicarse que se alejara de su territorio: La actitud de te(-)mor reverencial da paso a la convicción de que Jesús representaba un problema público, su(-)puestamente porque su exorcismo provocó la destrucción de la piara. Sólo en este caso y en el de la higuera seca (cf. Mc 11,12-14.20-21) utiliza Jesús su poder para fines destructivos. 18. que le dejase estar con él: El modo en que se presenta la petición del endemoniado cura(-)do sugiere que solicitaba formar parte de los Doce (cf. 3,14) y unirse a la misión en Galilea. 19. lo que el Señor ha hecho por ti: El título «Señor» puede simplemente referirse a Dios, pero el paralelismo con el siguiente versículo («lo que Jesús había hecho por él») sugiere que se trata de Jesús. 20. comenzó a predicar en la Decápolis: Se presenta la acción del hom(-)bre como cumplimiento obediente del manda(-)to de Jesús. La Decápolis era la zona de la Transjordania septentrional que estaba forma(-)da por diez ciudades de cultura fuertemente helenista (? Geografía bíblica, 73:52.55); esta zona se encontraba fuera de las tradicionales fronteras de Israel.

36 (c) Curación de enfermos (5,21-43). Este pasaje combina dos relatos de curación -la curación de la hija de Jairo (5,21-24.35-43) y de la mujer que padecía hemorragias (5,25-34)ofreciéndonos así otro ejemplo de la téc(-)nica marcana del «sandwich» (cf. 1,21-28; 2,1-12; 6,7-30; 11,12-21). Los dos relatos tienen varios elementos comunes: dos mujeres que sufren, el número doce (5,25.42) y ciertas pa(-)labras («fe», «temor», «curada», «hija», etc.). No obstante, el estilo de cada uno refleja un origen diferente. El relato de la hija de Jairo (5,21-24.35-43) se cuenta con oraciones bre(-)ves, pocos participios y la utilización del pre(-)sente histórico; el relato de la hemorroísa (5,25-34) se narra mediante oraciones más ex(-)tensas con muchos participios y tiempos en aoristo e imperfecto. 21 .al otro lado: Jesús re(-)gresa a la ribera occidental del mar de Galilea, desde la que él y sus discípulos habían partido en 4,35. 22. uno de los jefes de la sinagoga: Jai(-)ro era un miembro destacado de la sinagoga judía, probablemente un miembro del consejo de ancianos que supervisaba los asuntos so(-)ciales y religiosos de la comunidad. El nombre hebreo Yatr (cf. Nm 32,41; Jue 10,3-5) signifi(-)ca «quiera (Dios) iluminar», pero no es nece(-)sario atribuirle un significado simbólico. Al(-)gunos manuscritos omiten la frase «llamado Jairo» (cf. Mt 9,18), pero son muchos los testi(-)monios que justifican la originalidad de esta lectura. 23. le pedía: La posición (5,22) y la pe(-)tición (5,23) de Jairo lo presentan como al(-)guien que suplica, mostrando así cómo, en un caso extremo, un líder judío anhela la ayuda de Jesús, mi niña está agonizando: Marcos di(-)ce que estaba a punto de morir, mientras que los otros evangelistas dicen que ya había muerto (Mt 9,18; Lc 8,42). ven a poner las ma(-)nos sobre ella para que se cure y viva: La impo(-)sición de manos formaba parte de los antiguos rituales de curación que se fundamentaban en la idea de que el sanador era una persona que poseía unos poderes especiales (en 5,27-30 en(-)contramos un procedimiento inverso). Los tér(-)minos con los que Jairo expresa su deseo («que se cure», «viva») eran los mismos térmi(-)nos técnicos que los círculos cristianos primi(-)tivos utilizaban para referirse a la salvación y la resurrección, lo que nos sugiere el cristia(-)nismo primitivo podría haber interpretado la recuperación de la vida de la hija de Jairo co(-)mo una anticipación de la resurrección de Je(-)sús y de quienes creen en él. 24. lo estrujaban: Con esta frase se prepara el relato dedicado a la mujer que sufría de hemorragias (5,25-34), en el que el agolpamiento de la gente es un da(-)to importante. 25. una mujer que padecía he(-)morragias: La descripción de la enfermedad de la mujer y su acción aparecen en una única y extensa oración conectada mediante varios participios. Sufría una menorragia o quizá una hemorragia vaginal por fibroma (cf. J. D. M. Derret, Bib 63 [1982] 474-505). 27. tocó su manto: Su acción se fundamenta en la creen(-)cia de que el contacto con Jesús, el hombre po(-)deroso, podría sanarla. La oblicuidad con que se aproxima se explica porque cualquiera que estuviera en su situación era considerado ri(-)tualmente impuro y podía contaminar a quien tocara (cf. Lv 15,25-30). 28. quedaré curada: El verbo griego sóthésomai es también el término técnico con que el cristianismo primitivo ex(-)presaba la idea de «salvación» (cf. 5,23). 29. inmediatamente se secó la fuente de sus hemo(-)rragias: La curación es instantánea y total; Je(-)sús no ha dicho una palabra, ni ha impuesto sus manos (cf. 5,23). Jesús controla totalmen(-)te la situación y el poder divino que transmite.
31. sus discípulos le dijeron: La pregunta de Je(-)sús («¿Quién ha tocado mi ropa?») exige una respuesta. La intervención de los discípulos expresa la dificultad de hallar la respuesta. 33. la mujer, asustada y temblorosa: Su temor pue(-)de deberse a la impureza ritual ocasionada a Jesús (cf. Lv 15,25-30). O, tal vez, al efecto mi(-)lagroso acontecido en ella, le dijo toda la ver(-)dad: La mujer dijo a Jesús todo lo que había pasado, es decir, que había tocado su manto y el resultado logrado. 34. tu fe te ha curado: La misma fórmula aparece al final del relato de Bartimeo (10,52). Su fe se dirigía a Jesús como vehículo del poder de Dios. La forma verbal «te ha curado» (sesóken) puede traducirse también por «te ha salvado» (cf. 5,23.28). vete en paz y queda curada: La fórmula de despedi(-)da veterotestamentaria es ampliada con la promesa de una curación permanente. 35. tu hija ha muerto: Este mensaje sobre la muerte de la hija frustra la esperanza que Jairo tenía puesta en la potestad sanadora de Jesús. La ás(-)pera pregunta que se hace a Jairo («¿Por qué sigues molestando al maestro?») incrementa la desesperanza y crea el marco necesario pa(-)ra el restablecimiento de la vida de la niña. 37. excepto Pedro, Santiago y Juan: Estos tres dis(-)cípulos forman un círculo más íntimo entre los Doce; solamente ellos están presentes en el monte de la transfiguración (9,2) y en Getse(-)maní (14,33). 38. alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos: La conmo(-)ción confirma que la niña ya había muerto; se trata de un ritual de duelo. 39. no ha muerto; está dormida: Aunque el relato parece implicar la idea de la resucitación de un muerto, no de(-)beríamos excluir la posibilidad de que Jesús poseyera la capacidad de realizar un diagnós(-)tico más exacto de la condición en que se en(-)contraba la niña (podría estar en coma o sim(-)plemente inconsciente); así el episodio nos presentaría otra curación contra todo pronós(-)tico y contra el diagnóstico especializado de quienes estaban allí (cf. 5,43). 40. se burlaban de él. Esta fuerte expresión de la reacción de la gente intensifica el carácter extraordinario de que lo que Jesús estaba a punto de realizar. Los padres funcionan como testigos del acon(-)tecimiento, junto a Pedro, Santiago y Juan. Al parecer, todos compartían la opinión de que la niña estaba muerta. 41. talitha koum: Esta fra(-)se procede del arameo telita qüm; sobre otras palabras y expresiones arameas en Marcos, cf. 3,17; 7,11.34; 11,9-10; 14,36; 15,22.34. Esta presencia de expresiones arameas se interpre(-)ta normalmente como un indicio de la anti(-)güedad del evangelio de Marcos, aunque en el caso de un relato de curación hay autores que sostienen que la expresión talitha koum fun(-)ciona como una especie de palabra mágica (cf. 7,34). levántate: El verbo egeirein se utiliza fre(-)cuentemente en el NT referido a la resurrec(-)ción de Jesús, sugiriendo así que el relato tra(-)ta de una resucitación y tiene un significado simbólico. 42. la niña se levantó al instante y echó a andar: La acción de la niña y la reacción atónita de la gente confirman la realidad del milagro. El verbo usado para describir su ac(-)ción (anesté) forma parte del vocabulario neotestamentario de resurrección. El comentario sobre su edad, «pues tenía doce años», vincu(-)la este relato con el precedente (5,25). 43. que nadie se enterase de aquello: Este mandato de silencio podría significar que la niña estaba solamente durmiendo y que era errónea la opinión de quienes decían que estaba muerta; así, Jesús impondría silencio para evitar dar una falsa impresión. Pero este enfoque racio(-)nalista no era probablemente lo que Marcos tenía en mente, por lo que entenderemos me(-)jor el mandato como parte de su preocupación por una correcta comprensión de la identidad de Jesús, que incluía la cruz, y les dijo que die(-)ran de comer a la niña: Este detalle confirma el hecho de la curación al tiempo que manifiesta la compasión de Jesús.

Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Habiendo pasado Jesús otra vez con el barco a la opuesta orilla, concurrió gran muchedumbre de gente a su encuentro; y estando todavía en la ribera del mar, vino en busca de El uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, el cual luego que le vio se arrojó a sus pies, y con muchas instancias le hacía esta súplica: "Mi hija está a los últimos; ven y pon sobre ella tu mano para que sane y viva". Fuése Jesús con él, y en su seguimiento mucho tropel de gente que le apretaba. En esto una mujer, que padecía flujo de sangre doce años hacía, y había sufrido mucho en manos de varios médicos, y gastado toda su hacienda sin el menor alivio, antes lo pasaba peor, oída la fama de Jesús, se llegó por detrás entre la muchedumbre de gente, y tocó su ropa, diciendo para consigo: "Como llegue a tocar su vestido, sanaré". En efecto, de repente aquel manantial de sangre se le secó, y percibió en su cuerpo que estaba ya curada de su enfermedad. Al mismo tiempo Jesús, conociendo la virtud que había salido de sí, vuelto a los circunstantes, decía: "¿Quién ha tocado mi vestido?" A lo que respondían los discípulos: "Estás viendo la gente que te comprime por todos lados, y dices: ¿quién me ha tocado?" Mas Jesús proseguía mirando a todos lados para distinguir a la que había hecho esto. Entonces la mujer, sabiendo lo que había experimentado en sí misma, medrosa y temblando se descubrió: y postrándose a sus pies, le confesó toda la verdad. El entonces le dijo: "Hija, tu fe te ha curado; vete en paz, y queda libre de tu mal". (vv. 21-34)

Teófilato
Después del milagro del endemoniado, obró el Señor otro curando a la hija de uno de los jefes de la sinagoga, cuyo milagro cita el evangelista en estos términos: "Habiendo pasado Jesús otra vez con el barco a la opuesta orilla", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 28
Es de observar que lo que se dice de la hija del jefe de la sinagoga lo hizo Jesús cuando pasó a la orilla opuesta. Pero no consta si lo hizo enseguida, o si tardó en hacerlo. Es de creer, sin embargo, que medió algún tiempo, pues de otro modo no hubiera podido celebrarse antes en su casa el convite del que habla San Mateo, y después del cual refiere lo acontecido con la hija de dicho jefe. Así, pues, el evangelista ha tejido su narración de un modo tan ordenado, que lo que ha sucedido después lo refiere después.
"Vino en busca de El, continúa, uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Cita el nombre a causa de los judíos contemporáneos, para que fuese una prueba del milagro. "El cual, sigue, luego que le vio se arrojó a sus pies, y con muchas instancias le hacía esta súplica: Mi hija está en las últimas". San Mateo dice que el jefe de la sinagoga anuncia a su hija muerta, y San Marcos como muy grave, pero después vinieron a anunciar al jefe de la sinagoga, con quien debía ir el Señor, que la joven había muerto. San Mateo, pues, viene a decir lo mismo, dando por abreviar como muerta a la que consta que revivió el Señor.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 28
Toma, pues, en consideración no las palabras del padre, sino la voluntad, que es mucho más poderosa, porque lo que quería en realidad era que reviviera a su hija, creyendo que no podría encontrar ya viva a la que había dejado moribunda.

Teofilacto
Este hombre se manifiesta lleno de fe, por cuanto cayó a los pies de Jesús. Pero no manifestó toda la que convenía que tuviese, por cuanto pidió al Señor que fuese El mismo, bastando que le hubiese dicho: Di una palabra y sanará mi hija.
"Fuese Jesús con él", etc. "Y una mujer que padecía flujo de sangre", etc.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 31, 2
Esta mujer, famosa y conocida por todos, no se atrevía por lo mismo a acercarse descaradamente al Salvador, ni menos a ponerse delante de El, porque era impura según la ley. Así que lo tocó por detrás y no por delante, porque ni a esto se atrevía. Y no tocó el vestido, sino su franja, llegando a curar no por la franja, sino por su pensamiento.
"Diciendo para consigo, continúa: Como llegue a tocar su vestido, sanaré".

Teofilacto
Esta mujer, que esperaba su curación con sólo tocar la franja, estaba ciertamente llena de fe, y la consiguió por ello. Prosigue: "De repente aquel manantial de sangre se le secó".

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Aquellos, pues, que tocan por la fe a Cristo, reciben de El sus virtudes con la buena voluntad que viene de El. "Al mismo tiempo Jesús, conociendo la virtud que había salido de sí, vuelto a los circundantes decía: ¿Quién ha tocado mi vestido?". Las virtudes del Salvador no salen de El local y materialmente, como si lo abandonaran de algún modo, porque, siendo incorpóreas, cuando salen para comunicarse a otros no abandonan a aquél de quien han salido, como las ciencias que se dan por el maestro a los discípulos. Dice pues: "Conociendo la virtud que había salido de sí", para darnos a entender que la mujer recibió la salud, no sin que El lo conociera, sino sabiéndolo. No obstante, preguntaba: "¿Quién ha tocado mi vestido?", para que se manifieste aquella mujer, se divulgue su fe, y no se pierda en el olvido el beneficio de aquel milagro. "A lo que respondían los discípulos: Estás viendo la gente que te comprime por todos lados, y dices ¿quién me ha tocado?". El Señor había preguntado: ¿Quién me ha tocado?, es decir, por la fe y el pensamiento, puesto que, no aproximándose a mí por el pensamiento y la fe, no me tocan las gentes que me oprimen.
"Mas Jesús proseguía mirando a todos lados para distinguir la persona que había hecho esto".

Teofilacto
Quería el Señor poner de manifiesto a esta mujer, primeramente para probar su fe, después para suscitar en el jefe de la sinagoga la confianza, con la cual curaría su hija y, por último, para disipar el temor de la mujer, que temía porque había robado la salud. Por esto dice: "Entonces la mujer, sabiendo", etc.

Beda, in Marcum, 2,22
He aquí a lo que la pregunta del Señor tendía a que confesase la mujer su larga infidelidad, su repentina fe y su cura, con lo que ella misma se confirmaba en la fe y daba ejemplo a los demás. "El entonces le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz, y queda libre de tu mal". No dijo, pues, tu fe te salvará, sino te ha salvado, que es como si dijese: desde que creíste fuiste curada.

San Juan Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
Llama hija a la salvada por la fe, porque la fe en Cristo nos hace hijos de Dios.

Teofilacto
Le dijo: "Vete en paz", es decir, reposa, o anda y vive tranquila, porque hasta ahora has estado en angustia y tormento.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, 31.
O le dice: Vete en paz, mandándola al fin de los buenos -pues Dios mora en la paz-, para hacernos ver que no sólo la curó en cuanto al cuerpo, sino también en la causa de su mal, es decir, en sus pecados.

San Jerónimo.
En sentido místico, Jairo, jefe de la sinagoga, vino después de lo referido, porque, cuando entre la plenitud de las naciones, entonces será salvo todo Israel (Rom_11:25). Jairo quiere decir el que ilumina o el iluminado, es decir, el pueblo judío, depuesta la sombra del sentido literal, ilustrado e iluminado en el espíritu, cayendo a los pies de Cristo, esto es, humillándose ante la encarnación de Jesús, ruega por su hija, porque el que vive para sí hace vivir a los demás. Así Abraham, y Moisés y Samuel, ruegan por el pueblo muerto y Jesús acoge sus ruegos.

Beda, Beda, in Marcum, 2, 22
Yendo el Señor a curar a la joven se ve oprimido por la muchedumbre, porque dando consejos saludables a la gente de Judea, pesa sobre El el pecado de los pueblos carnales. La mujer vertiendo sangre y curada por el Señor es la Iglesia formada por la congregación de las gentes, y el flujo de sangre debe entenderse como los pecados de idolatría indignos de perdón y de los que son deleite de la carne y de la sangre. Pero mientras el Verbo de Dios quiere salvar a Judea, la muchedumbre de las naciones se procura, con esperanza cierta, de la salud preparada y prometida a otros.

Teofilacto
Por esta mujer se debe entender la naturaleza humana, de la que mana el pecado que nos mata, porque viene, por decirlo así, a derramar la sangre de su espíritu. No pudo ser curada por los hombres de ciencia del mundo, esto es, por los médicos, ni por la ley, ni por los profetas. Pero lo fue inmediatamente cuando tocó la franja de Cristo, es decir, su carne. El que cree en el Hijo de Dios encarnado es el que toca la franja de sus vestidos.

Beda, Beda, in Marcum, 2, 22
Una mujer llena de fe toca al Señor, y la muchedumbre lo oprime, porque el que se ve abrumado por las diversas herejías o por las costumbres perversas, es venerado solamente por la fiel Iglesia católica. La Iglesia de las naciones viene detrás, puesto que, no viendo al Señor presente en la carne, llega a la gracia de la fe después que se han cumplido los misterios de su Encarnación. Y así, cuando mereció verse libre de los pecados por la participación de los sacramentos, secó la fuente de su sangre como por el contacto de sus vestidos. Y el Señor miraba en torno suyo para ver a la que lo había tocado, porque juzga dignos de su mirada y de su misericordia a todos los que merecen la salvación.


Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Poder sobre la muerte (ver Mat. 9:18-26; Luc. 8:40-56). Este relato se refiere a un área donde el poder del reino de Dios todavía no había sido presentado por Jesús: la conquista sobre la muerte, el último enemigo. La sanidad de la hija de Jairo presenta a Jesús como el Señor de la vida y de la muerte, sin embargo, en el estilo típico de Mar. está intercalada con el relato de otra sanidad, la de la mujer con el flujo persistente de sangre.

Jairo era humilde y crédulo y estaba listo para confesar su necesidad. El confesó que su hija estaba moribunda, pero creía que un toque por Jesús la sanaría. Por su parte, la mujer demostró una fe aun mayor; tenía fe en que si sólo pudiera tocar el borde del ropaje de Jesús, sería sanada. Esto no era superstición o mera magia, era fe. En su corazón ella sabía que cualquier contacto con Jesús, por más leve que fuera, le otorgaría sanidad (28), y así fue. Es importante notar que Jesús no dijo tu toque te ha salvado, sino tu fe te ha salvado, además, no tenemos ningún mandamiento que diga que podemos confiar en el poder del tacto enviando pañuelos que han sido bendecidos para colocar sobre personas enfermas en la esperanza de alguna sanidad. El v. 30 expresa el hecho de que una sanidad era costosa al Señor (igual que toda predicación cuesta al predicador), pero puede ser sencillamente un caso de perspicacia sobrenatural. Los discípulos pensaron que la pregunta de Jesús era absurda y lo expresaron (31). La mujer aterrorizada sabía que al tocar la ropa de Jesús él quedaría inmundo ceremonialmente, y el mismo contacto sin duda habría contaminado a todas las personas de la multitud también. La menstruación hacía que las mujeres estuviesen ceremonialmente inmundas y las privaba de cualquier compañerismo con el pueblo de Dios por espacio de algunos días cada mes. La enfermedad de esta mujer había significado que, en su caso, la exclusión había durado 12 largos años. Marcos explica que ella había procurado en vano recibir ayuda médica, pero empeoraba en vez de mejorar. El médico Lucas suavizó el lenguaje un poco (Luc. 8:43). Lo que esta mujer no podía entender era que en Jesús había encontrado a uno que estaría dispuesto a contaminarse en bien de ella, para que pudiera quedar limpia. Jesús había hecho algo parecido con el leproso. Este es el verda dero poder del reino de Dios, es el poder de la cruz y el poder del amor.

La conversación de Jesús con la enferma significó una demora para llegar a la casa de Jairo, y llegó la noticia de que su hija había fallecido (35). Jairo ya había creído lo difícil; ¿podría él creer ahora en lo imposible? Precisamente, eso fue lo que Jesús le pidió que hiciera, a pesar de toda la sabiduría mundana de los tañedores y las plañideras contratados y que llenaban la casa. La risa burlona de muestra lo absurdo del punto de vista de que la niña estaba en coma; ellos conocían el aspecto de la muerte muy bien. Cuando Jesús dijo duerme, él se refería al hecho de que él la levantaría, dando también su concepto de la muerte que él mismo traería por medio de su propia resurrección.

Esta falta de fe excluyó a los que se lamentaban de poder presenciar el milagro. Solamente a los tres íntimos (Pedro, Jacobo y Juan) les fue permitido ser testigos, al igual que los padres. (Los detalles como los de algún testigo tienen que haber surgido de uno de éstos.) Los tres mencionados seguramente eran más sensibles a Jesús que los demás y, por lo tanto, eran sus íntimos. Jesús usó un término cariñoso en arameo (el idioma nativo tanto de Jesús como el de la niña) que Marcos traduce para sus lectores no judíos. La palabra que se traduce niña tiene el mismo tono de afecto como sería la palabra corderita en nuestro idioma.

Habiendo hecho volver a la vida a la pequeña y viéndola caminar, Jesús les dijo a los padres que le diesen a ella de comer. Este último toque práctico devolvió a la familia atónita a la realidad de la vida diaria.

Posiblemente, sea mejor denominar este incidente como un reavivar en vez de una resurrección, ya que algún día la niña tendría que morir. Cuando Jesús propiamente se levantó de entre los muer tos su cuerpo fue transformado, y cuando nosotros seamos levantados por él, nuestros cuerpos serán transformados y nunca tendremos que pasar por la muerte otra vez (1 Cor. 15). Además de este relato, Lucas escribe de cómo Jesús devolvió la vida únicamente al hijo de la viuda de Naín, y luego Juan agrega la resurrección de Lázaro. No debemos asumir que Jesús hacía este tipo de milagro con frecuencia: no sería necesario hacerlos una vez que él hubiese demostrado su poder. Pedro (Hech. 9:41) y Pablo (Hech. 20:10) devolvieron la vida a personas fallecidas, pero sólo lo hicieron una vez, así que tiene que haber tenido algún valor especial. Además, no es un don es piritual prometido por Jesús a sus discípulos; no debemos pensar que nosotros tenemos tal don.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter V.

1 Christ deliuering the possessed of the Legion of deuils, 13 They enter into the swine, 25 Hee healeth the woman of the bloody issue, 35 and raiseth from death Iairus his daughter.
1 [ Mat_8:28.] And they came ouer vnto the other side of the sea, into the countrey of the Gadarenes.
2 And when hee was come out of the ship, immediatly there met him out of the tombes, a man with an vncleane spirit,
3 Who had his dwelling among the tombs, and no man could binde him, no not with chaines:

[Of the swine.]

4 Because that hee had bene often bound with fetters and chaines, and the chaines had bene plucked asunder by him, and the fetters broken in pieces: neither could any man tame him.
5 And alwayes night and day, hee was in the mountaines, and in the tombes, crying, and cutting himselfe with stones.
6 But when hee saw Iesus afarre off, he came and worshipped him,
7 And cried with a lowd voice, and said, What haue I to doe with thee, Iesus, thou Sonne of the most high God? I adiure thee by God, that thou torment me not.
8 (For he said vnto him, Come out of the man, thou vncleane spirit.)
9 And he asked him, What is thy name? And hee answered, saying, My name is Legion: for we are many.
10 And hee besought him much, that he would not send them away out of the countrey.
11 Now there was there nigh vnto the mountaines a great herd of swine, feeding.
12 And all the deuils besought him, saying, Send vs into the swine, that we may enter into them.
13 And forthwith Iesus gaue them leaue. And the vncleane spirits went out, and entred into the swine, and the herd ranne violently downe a steepe place into the sea (they were about two thousand) and were choked in the sea.
14 And they that fed the swine fled, and tolde it in the citie, and in the countrey. And they went out to see what it was that was done.
15 And they come to Iesus, and see him that was possessed with the deuill, and had the Legion, sitting, and clothed, and in his right minde: and they were afraid.
16 And they that saw it, tolde them how it befell to him that was possessed with the deuill, and also concerning the swine.
17 And they began to pray him to depart out of their coasts.
18 And when hee was come into the ship, he that had bene possessed with the deuill prayed him that hee might bee with him.
19 Howbeit Iesus suffered him not, but saith vnto him, Goe home to thy friends, and tel them how great things the Lord hath done for thee, and hath

[Iairus daughter restored to life.]

had compassion on thee.
20 And hee departed, and began to publish in Decapolis, how great things Iesus had done for him: and all men did marueile.
21 And when Iesus was passed ouer againe by ship vnto the other side, much people gathered vnto him, and he was nigh vnto the Sea.
22 [ Mat_9:18 .] And behold, there commeth one of the Rulers of the Synagogue, Iairus by name, and when he saw him, he fell at his feete,
23 And besought him greatly, saying, My litle daughter lieth at the point of death, I pray thee come and lay thy hands on her, that shee may be healed, and she shall liue.
24 And Iesus went with him, and much people followed him, and thronged him.
25 And a certaine woman which had an issue of blood twelue yeeres,
26 And had suffered many things of many Physicians, and had spent all that she had, and was nothing bettered, but rather grew worse,
27 When shee had heard of Iesus, came in the prease behinde, and touched his garment.
28 For she said, If I may touch but his clothes, I shalbe whole.
29 And straightway the fountaine of her blood was dried vp: and she felt in her body that she was healed of that plague.
30 And Iesus immediatly knowing in himselfe that vertue had gone out of him, turned him about in the preasse, and said, Who touched my clothes?
31 And his disciples said vnto him, Thou seest the multitude thronging thee, and sayest thou, Who touched me?
32 And he looked round about to see her that had done this thing.
33 But the woman fearing and trembling, knowing what was done in her, came and fell downe before him, and tolde him all the trueth.
34 And he said vnto her, Daughter, thy faith hath made thee whole, goe in peace, and be whole of thy plague.
35 While hee yet spake, there came from the Ruler of the Synagogues house, certaine which said, Thy daughter is dead, why troublest thou the Master any further?
36 Assoone as Iesus heard the word that was spoken, he saith vnto the Ruler

[Iairus daughter restored to life.]

of the Synagogue, Be not afraid, onely beleeue.
37 And he suffered no man to follow him, saue Peter, & Iames, and Iohn the brother of Iames.
38 And hee commeth to the house of the Ruler of the Synagogue, and seeth the tumult, and them that wept and wailed greatly.
39 And when he was come in, hee saith vnto them, Why make yee this adoe, and weepe? the damosell is not dead, but sleepeth.
40 And they laughed him to scorne: but when he had put them all out, hee taketh the father and the mother of the damosell, and them that were with him, and entreth in where the damosell was lying.
41 And he tooke the damosell by the hand, and said vnto her, Talitha cumi, which is, being interpreted, Damosell (I say vnto thee) Arise.
42 And straightway the damosell arose, and walked, for shee was of the age of twelue yeeres: and they were astonished with a great astonishment.
43 And hee charged them straitly, that no man should know it: and commanded that some thing should be giuen her to eate.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

En la descripción de estos dos milagros Marcos deja notar su gusto por los detalles que evocan recuerdos muy precisos. Pero, al mismo tiempo, cada una de las cosas que relata está orientada a ofrecernos enseñanzas a sus lectores: el alcance y el valor de la fe en Jesús y nuestro encuentro personal con Él.

La hemorroísa padecía un enfermedad por la que incurría en impureza legal (cfr Lv 15,25ss.). El evangelista señala con rasgos vivos su situación desesperada y su audacia para tocar el vestido de Jesús. Realizada ya la curación, Jesús provoca el diálogo por el que hace patente a todos que la causa de la curación no es una especie de sortilegio, sino la fe de la hemorroísa y el poder que emana de Él: «Ella toca, la muchedumbre oprime.

¿Qué significa tocó sino que creyó?» (S. Agustín, In Ioann. Ev. 26,3).

La historia de Jairo muestra también la fe del archisinagogo que vence las dificultades que van surgiendo, alentado por Jesús. Su hija está a punto de morir y por eso pasa por encima de su posición social y ruega a Jesús que vaya a curarla (vv. 22-23). Después de esto, por dos veces (vv. 36.40), ante la noticia de la muerte y las burlas, Jesús alienta su fe con palabras o con gestos. Finalmente, la fe de Jairo se ve recompensada con la resurrección de su hija. «Quien sabe dar buenos dones a sus hijos nos obliga a pedir, buscar y llamar. (...) Esto puede causar extrañeza si no entendemos que Dios nuestro Señor (...) pretende ejercitar con la oración nuestros deseos, y prepara la capacidad para recibir lo que nos ha de dar» (S. Agustín, Epist. 130,16-17).

La resurrección de la niña, aunque es un hecho público, se realiza sólo en presencia de los padres y de los tres discípulos más allegados a Cristo. Aún así, les «insistió mucho» (v. 43) en que no divulgaran el milagro.

Con esta actitud que ya ha aparecido en otros lugares, parece que Jesús quería evitar interpretaciones equivocadas de su condición de Mesías-Salvador: la obra total de Cristo no comprende sólo sus milagros, sino también su muerte en la cruz y su resurrección (cfr nota a 7,31-37).


Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] * Lc 8:40 * Mc 10:52 * Lc 7:50 * Mt 9:18

[.] Esta mujer, debido a su enfermedad, era considerada en la mentalidad de los judíos (Lev 15,19) y contaminaba a todo el que tocara. Por eso las leyes sobre la le prohibían mezclarse con el gentío. Pero su fe la lleva a violar algo más sagrado todavía; los flecos del manto eran un recuerdo de Dios y de su ley, y tocarlos estando era un sacrilegio. Pero Jesús le dice Tu fe te ha salvado. Muchas personas que se creen instruidas y formadas, miran con desprecio tales actitudes que son otras tantas expresiones de la . Pero Jesús no juzga por las apariencias; vio el gesto de la mujer y la fe que la animaba (Mt 11,25). LA FE Y LOS MILAGROS. SANACION Y SALVACION ¿A qué se debe el milagro? ¿Lo produce la fe del que pide, o es Cristo quien lo realiza? La mayoría de las sanaciones que cuenta el Evangelio no se parecen a las que hace un curandero. Está claro que los que venían a Jesús tenían la convicción íntima de que Dios les reservaba algo bueno por medio de él, y esta fe los disponía para recibir la gracia de Dios en su cuerpo y en su alma. Pero en la presente página se destaca el poder de Cristo Jesús se dio cuenta de que un poder habría salido de él y el papel de la fe Tu fe te ha salvado. Jesús dice , y no , pues esta fe y el consiguiente milagro habían revelado a la mujer el amor con que Dios la amaba. Nos cuesta a veces creer, con nuestra inteligencia moderna e ilustrada, que el milagro es posible. Olvidamos que Dios está presente en el corazón mismo de la existencia humana y que nada le es ajeno en nuestra vida. Alguien dirá si Dios hace milagros, ¿por qué no sanó a tal o cual persona, o por qué no respondió a mi plegaria? Pero, ¿quiénes somos nosotros, para pedir cuentas a Dios? Dios actúa cuando quiere y como quiere, pero siempre con una sabiduría y un amor que nos supera infinitamente. ¡Los padres tampoco dan a sus hijos todo lo que les piden...!

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Dos sanaciones de mujeres. Mientras los Gerasenos piden a Jesús salir de su territorio, el jefe de la sinagoga le suplica entrar en su casa. Jairo representa a los miembros de las autoridades religiosas que reconocen que su institución ha perdido el horizonte de la vida y van a buscarla en Jesús, quien no sólo la tiene sino que la da en abundancia. La ley sin el horizonte de la vida pierde su sentido; por eso, ni Jairo ni la mujer dudan en violarla; el primero cuando se acerca al hombre que sus colegas han excomulgado por hereje, y la mujer con hemorragia, cuando toca a Jesús, algo prohibido estrictamente por la ley (Lev_15:19-31).
La mujer trata de ocultar el milagro ante la multitud, porque sabe que podrían maltratarla al enterarse que estando impura ha permanecido entre ellos. Jesús, sin embargo, la hace visible y felicita a la mujer porque ha comprendido la fe como una fuerza de vida que la libera de doce años de muerte y de marginación.
La hija de Jairo también muere después de doce años de vida. La fe de Jairo hace que Jesús retome el camino hacia su casa. La multitud no es invitada a entrar porque con su risa manifiestan su falta de fe (cfr. Gén_17:17; Gén_18:12). La fe del jefe de la sinagoga, unida al amor de Jesús por la vida, permite a la niña levantarse de la muerte. El hecho de que la niña comience a caminar es un signo de libertad en cuanto tiene la posibilidad de comenzar un nuevo camino. Tanto la mujer como la niña simbolizan al antiguo pueblo de Dios (12 tribus) esclavizado por leyes de muerte, que es invitado a convertirse en el nuevo pueblo de Dios regido por la vida.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. "La región de los gerasenos" recibía este nombre por la ciudad de Gerasa, que se encontraba a unos cincuenta kilómetros al sudeste del lago de Genesaret. Mateo sitúa este mismo relato en la región de Gadara. Ver nota Mat_8:28.

11. Ver nota Mat_8:30.

33. "Muy asustada y temblando": esta reacción de la mujer se debía a su situación legal de impureza, como consecuencia de su humillante enfermedad ( Lev_15:25-27), que le impedía todo contacto social.

38. Ver nota Mat_9:23.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Mat_9:18-26; |Luc_8:40-56

[2] Mar_2:13

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Mat_9:18-26; |Luc_8:40-56

[2] Mar_2:13

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 5.36 Sin hacer caso de ellos: otra posible traducción: que alcanzó a oírlos.

[2] 5.41 Talitá, cum: frase en arameo, lengua hablada en Palestina en tiempos de Jesús.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— la otra orilla: Se trata en esta ocasión de la ribera occidental del lago de Tiberíades.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

pasado... M↓ añaden en una barca.