Ver contexto
¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! (Mateo 23, 24) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 23.
M ateo inserta en el capítulo 23 todo un largo discurso de Cristo contra los fariseos. Lebreton dice de él: Es el discurso más terrible de todo el Evangelio. 1 Con él comienza el quinto gran discurso de Cristo en su Evangelio.
Su situación histórica en el capítulo 23 de Mt corresponde a los últimos días, última semana, de la vida de Cristo.
Después del cursus con que Mt fue desarrollando diversas luchas de fariseos contra Cristo, se pone ahora una respuesta de Cristo, sistematizada, sobre ellos, y que sirve de pórtico a su pasión y muerte, a donde ellos le llevan.
Mc (12:38-40) y Lc (20:46-47) ponen algún pequeño resumen alguna sentencia solamente de la primera parte del mismo de tres y dos versículos, respectivamente , y en la misma situación histórica lo insertan los tres, inmediatamente después de narrar la cuestión sobre los orígenes del Mesías.
Pero Lc refiere prácticamente este discurso, por contenido y extensión, en otro contexto y en otra situación histórica completamente diferente (Luc_11:37-54).
Manifiestamente hay una sistematización de diversos dichos de Cristo contra los fariseos, algunos procedentes de otros momentos de la larga lucha de éstos contra Cristo. Y hasta alguno pudiera estar muy matizado, si no redactado, por el evangelista o su fuente (v.10), ausente en los otros sinópticos, aunque conforme al espíritu de la doctrina de Cristo y al estilo de estas afirmaciones. Por otra parte, aunque en momentos distintos, era una necesidad descubrirlos para prevenir así a sus discípulos sobre su obra.
G. Bornkamm, partiendo de los v.1-3, ha hecho notar que este capítulo ha nacido en una iglesia en fuerte discusión con los jefes del judaísmo. Se advierte en su actual redacción que responden a una iglesia judeo-cristiana que podría seguir simultáneamente la enseñanza de los catequistas cristianos y la de los escribas. Parece estar a punto la ruptura definitiva entre cristianismo y judaísmo l .
Así explica Mt a su iglesia el porqué de la muerte de Cristo.

Se describe el carácter de los fariseos y se exhorta a huirles,Luc_23:1-12.
1 Entonces Jesús habló a las muchedumbres y a sus discípulos, 2 diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 3 Haced, pues, y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen. 4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los otros, pero ellos ni con un dedo hacen por moverlas. 5 Todas sus obras las hacen para ser vistos de los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos; 6 gustan de los primeros asientos en los banquetes, y de las primeras sillas en las sinagogas, 7 y de los saludos en las plazas, y de ser llamados por los hombres rabí. 8 Pero vosotros no os hagáis llamar rabí, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. 9 Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni os hagáis llamar doctores, porque uno solo es vuestro doctor, Cristo. 1l El más grande de vosotros sea vuestro servidor. 12 El que se ensalzare será humillado, y el que se humillare será ensalzado.

Esta primera parte del discurso la dirige Jesús a las turbas que escuchaban y a sus discípulos (v.l).
Una primera enseñanza que Cristo quiere destacar, a pesar de esta censura de los escribas y fariseos, es que éstos se sentaron en la cátedra de Moisés. Esta expresión tuvo un doble sentido. Conforme al uso de la expresión rabínica, estar sentado en la silla de alguno significa ser sucesor, tener el derecho de enseñar con su poder. En época posterior, la expresión cátedra de Moisés vino a significar la sede de mayor honor que había en las sinagogas, destinada al que presidía 2.
Los escribas y muchos de los fariseos dedicados al estudio de la Ley eran los doctores oficiales de Israel. Tenían una larga preparación y lograban el título oficial de rabí en una ceremonia no bien conocida y mediante la imposición de manos. Así, ellos se creían llegar por esta cadena ininterrumpida hasta el mismo Moisés, de quien recibieron la tradición, la custodia de la Ley y el poder de enseñar. Considerados como los doctores oficiales de Israel, tenían un poder, y éste había que respetarlo. Por eso Jesucristo dirá de ellos, en cuanto transmisores de esta doctrina, no en cuanto alteradores de ella y de sus principios (cf. v.4): Haced, pues, y guardad lo que os digan, pues es la doctrina de la Ley, pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen. Era una de las grandes responsabilidades del fariseísmo: destruir con su mal ejemplo lo que enseñaban con autoridad oficial. De este tipo de personas se dice en la literatura rabínica, en el Midrash sobre el Levítico: El que enseña y no hace, le valía más no haber nacido. 3
Pero no sólo no cumplían lo que enseñaban, sino que hacían una obra perniciosa en la guarda o en la precaución por la observancia de la misma Ley en otros. La cargaban de una serie de minuciosidades y reglamentaciones preventivas, que hacían aborrecer la misma Ley: la hacían insoportable. Bastaba recordar sus prescripciones, ridículas, sobre las lociones de manos, vasos, alimentos, comidas y hasta de los mismos lechos del triclinio; o el camino del sábado, o sobre la pureza o impureza, diezmos, etc.; en una palabra, toda la casuística rabínica. La construcción rabínica en torno a la Ley es un cercar y aprisionar la misma Ley; y en lugar de ser preventiva para su cumplimiento, era una legislación casuística que sólo hacía odiarla. Nunca mejor que aquí la sentencia de que la letra mata. La casuística rabínica anulaba el mismo espíritu de la Ley.
La perspectiva en que se desenvuelve la primera parte de este pasaje es el poder que tenían de doctores; pero no se considera ni aprueba, por tanto, la equivocación en tantas cosas de su exégesis sobre la Escritura.
Reconocido este poder, se va a poner al descubierto el espíritu postizo y material que ponían en ciertas obras externas. La descripción de esas exterioridades farisaicas es dura. En cada apartado se dan los lugares paralelos, lo mismo que, por razón de homogeneidad, se comentan aquí algunos elementos que no trae Mt.
1) Ensanchaban sus filacterias (öõëá÷ôÞñéá) y alargaban los flecos (êñÜóðåäá). Las filacterias es traducción griega que significa custodias, mientras que en el arameo talmúdico (tephillím) significa oración, por el uso de estas filacterias, especialmente durante la oración.
En el Pentateuco (Exo_13:9-16) se leía de los preceptos de la Ley: átatelos a tus manos, para que te sirvan de señal; póntelos en la frente entre tus ojos (Deu_6:8). Y lo que era una recomendación metafórica, se hizo por los rabinos una realidad material. Se escribían las palabras de la Ley en membranas, se metían en pequeñas cajitas y se las ataban con tiras de cuero al brazo izquierdo, y se sujetaba también esta cajita en la frente. Se las usaba por los piadosos materialistas judíos, que las llevaban a veces a todas horas, pero especialmente en las horas de oración 4.
Mas los fariseos, para aparentar ser más piadosos, llevaban estas filacterias mucho más anchas que los demás judíos, precisamente para llamar la atención sobre ellos y aparentar así ser más religiosos que los demás. Ni parece que fuese ajeno a ello cierto sentido de superstición, al venir a considerárselo con un cierto valor de amuleto 5.
Por esto mismo alargan los flecos. Estos flecos, que el texto griego llama êñÜóðåäá (extremidades), responden al término hebreo tsitsith. Se leía también en la Ley que se pusieran flecos en los bordes de sus mantos, y aten los flecos de cada borde con un cordón color de jacinto (Num_15:38), que se pondrían en las cuatro puntas del vestido (Deu_22:12), para que les recordase el cumplimiento de todos los mandatos de Yahvé. Esto que se consideraba una práctica piadosa, hacía que los fariseos, por hacer alarde de su piedad, las alargasen.
2) Mc (Deu_12:38) y Lc (Deu_20:46), no así Mt, aunque lo supone, destacan en el lugar paralelo otro aspecto de la conducta ostentosa de los escribas. Les gusta dar vuelta en su paseo vestidos de túnicas largas y amplias, sin duda para llamar la atención, por su gravedad, en este lento pasear y ser así saludados en las plazas. Detalle este último que también recoge Mt (v.7a). Este tipo de plaza o ágora, en la antigüedad, no era un lugar aislado, sino que era el centro social de la ciudad; allí iban para recibir los saludos de las gentes, que veían en ellos a los estudiosos de la Ley y los sucesores de Moisés. Es lo que recoge Mt; el ser llamados por los hombres rabí (Mt v.7b).
El título de rabí maestro mío era el título más codiciado por ellos y con el que los judíos solían llamar a sus doctores. Tal era el ansia que tenían de ser saludados con este título, que llegaban a enseñar que los discípulos que no llamaban a su maestro por el título de rabí provocaban la Majestad divina a alejarse de Israel 6. En otra ocasión les dirá Jesucristo: ¿Cómo vais a creer vosotros, que recibís la gloria unos de otros y no buscáis la gloria que procede del único? (Jua_5:44). Nada era comparable para un escriba como el ser citado por otro rabí como una autoridad que fijase, en su cadena de autoridades, un punto o un elemento más de interpretación de la tradición y la doctrina 7.
3) Otra de las ambiciones de los escribas y fariseos era la de gustar de los primeros asientos en los banquetes y de los asientos preferentes en las sinagogas (Mt; cf. Mar_12:39; Luc_20:46). Jesucristo contará en una parábola cómo no se deben buscar en un banquete los primeros puestos reflejando, sin duda, este medio ambiente , sino los últimos, no vaya a ser que, ante todos los comensales, sea uno invitado a dejar el puesto a otro más digno (Luc_14:7-11).
Se sabe por textos del siglo ni (d.C.) que en las asambleas se daban los puestos por razón de la edad; pero también por razón de la dignidad del personaje, v.gr., de su sabiduría. Como estos puestos por motivos de dignidad eran mucho menos frecuentes que los que se asignaban por razón de la edad, de ahí que la ostentación y vanidad de los fariseos quisiese que en los banquetes se les asignase a ellos estos primeros puestos.
En las sinagogas se sabe tan sólo que los ancianos (zeqaním) estaban sentados cara al pueblo y con su espalda vuelta a la teba o armario que contenía los rollos de la Escritura 8. Y también estos puestos eran reclamados por los fariseos. Era un ansia desmedida, infantil y casi patológica de vanidad y soberbia.
4) Un cuarto síntoma de su vida hipócrita la da el mismo Jesucristo. No lo trae Mt, pero lo recoge Mc (Luc_12:40) y Lc (Luc_20:47b). Este lo describe así: Los escribas, mientras devoraban las casas de las viudas, simulan y hacen ostentación de largas oraciones.
Josefo, fariseo, cuenta que los fariseos tenían un gran ascendiente sobre el sexo femenino porque se les creía muy piadosos 9. Con su conocimiento del derecho y con su astuta piedad, devoraban los bienes de las viudas, gente, generalmente, sin defensa (Exo_22:22; Deu_10:18; Deu_14:29; Deu_16:11.14; Deu_24:17, etc.). Era algo contra lo que clamaban los profetas. O acaso les devoraban los bienes a cambio de promesas de largas oraciones, conque les prometerían abundancia de bienes espirituales, logrados por ellos, que estaban tan cerca de Dios. Y hasta acaso les sugiriesen, con el dicho rabínico, que largas oraciones dan larga vida. 10
La simulación de sus largas oraciones es un caso concreto de su afectada piedad, de la que se habla ya en el Talmud, haciéndose una clasificación sarcástica de siete tipos de fariseos desde el punto de vista de esta falsa piedad 11.
Toda esta conducta farisaica, demasiado clara en su significado, queda terminantemente estigmatizada por Jesucristo en una frase terrible: Todas sus obras las hacen para ser vistos de los hombres (Mt v.5a).
Naturalmente, Jesucristo no condena a todos los escribas y fariseos, de los que varios son citados en el mismo Evangelio como personas rectas; se ataca a la corporación, al grupo, y, sobre todo, al espíritu que ordinariamente inspiraba a esta agrupación.
Frente a este orgullo desmedido de ser tenidos en algo, Jesucristo dirá a los suyos que no obren así (Mt). Y toma como ejemplo concreto lo que era para los fariseos su meta suprema: el ser estimados y tenidos como rabís. Los discípulos de Cristo no deben querer ser llamados ni rabí, ni padres, ni doctores. Estas expresiones vienen a ser sinónimas. Su triple repetición es uno de los casos clásicos de sinonimia hebrea; al menos los matices diferenciales en ellos son mínimos. Además, el pensamiento está expresado en la forma hiperbólica de los fuertes contrastes semitas, para producir efecto por acumulación.
Ante esta ansia farisaica desmedida de hacerse llamar rabí, ellos ¿quiénes? luego se dirá no deben hacerse llamar rabí. ¿Por qué? Porque uno solo es vuestro Maestro. Todo magisterio religioso tiene por fuente y maestro absoluto a Dios. Ante este Maestro, todos los demás son iguales: y todos vosotros sois hermanos. ¿Por qué esta ansia de diferencia de los otros, que son hermanos, que son iguales, frente al único y pleno magisterio, que es de donde lo reciben todos? El rabí no es dueño de la doctrina que trasmite. También aquí se ha de cumplir lo que San Pablo dirá de los apóstoles de Cristo: Es preciso que los hombres vean en vosotros ministros de Dios y dispensadores de los misterios de Dios (1Co_4:1); y cuando el ministerio y magisterio se valora en función de Dios, el hombre no se lo apropia y vuelca sobre sí, como hacían los fariseos. Así decía sobre 180 (d.C.) rabí Ismael bar José: No te consideres como único juez; uno solo es nuestro juez, Dios 12. No niega Cristo el magisterio religioso, sino que expresa, con fuerte hipérbole oriental, la actitud de los maestros ante el Maestro.
También les dice que no se hagan llamar padres. Es título honorífico que está, fundamentalmente, en la misma línea de rabí. En un principio, el título de padres quedó reservado a los patriarcas. Pero posteriormente el título de padre vino a ser título honorífico reservado a los rabís más distinguidos, e incluso dado a algunos personajes especialmente distinguidos. En el Talmud hay un tratado que se titula precisamente Sentencias de los padres (Pirqé Aboth), y que son las decisiones de los grandes maestros. Y se lee en el mismo Talmud lo siguiente: Cuando el rey Josafat veía un discípulo de los escribas, se levantaba de su trono, lo abrazaba, lo besaba y le decía: Padre mío, padre mío (abí, abí), maestro mío, maestro mío (rabbí, rabbi), mi señor, mi señor (man, man) I3.
Jesucristo dirá que a nadie llamen padre sobre la tierra, y con lo cual, evidentemente, no quiere negar el que se dé a los progenitores el nombre de padres (Mat_12:49), porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos.
En ningún lugar era tan decisiva la autoridad de los padres como en Israel. Ellos interpretaban y fijaban, ante las gentes, la doctrina religiosa. Por eso les daban este título, porque les ponía en la línea de los maestros excepcionales de Israel y les acarreaba la suprema estimación. Pero esto mismo es lo que no quiere Cristo que se haga. Pues sólo uno, Dios, es la fuente de toda la verdad religiosa. Otra vez los padres tienen que ser sólo administradores de los tesoros religiosos.
Por último, les dice que no se hagan llamar doctores, porque uno solo es vuestro doctor, Cristo.
El sentido de la expresión griega doctores (÷áèçñçôáé) es discutido. Para unos significa, etimológicamente, conductor, director, y habiéndose ya antes expresado el concepto de maestro, o director intelectual, con esta expresión, cuyo equivalente también existe en el arameo judío, se indicaría ser director espiritual de la vida moral y religiosa 14. Pero esto no es nada probable, pues la repetición es muy del estilo oriental, y, de hecho, el concepto de rabí como director intelectual de Israel en nada se distingue del concepto de director de la vida moral y religiosa. Otros consideran como probable que este v.10 no sea otra cosa que un duplicado del v.8, puesto que no se ve una palabra aramea que responda propiamente a ésta 15. Algunos la hacen equivalente a señor. Precisamente en el texto del Talmud poco antes citado se lee que el rey Josafat se levantaba de su trono para saludar a un discípulo de los fariseos, y le decía: maestro mío (rabí), padre mío ('abí) y señor mío (marí). No sería nada improbable que esta forma griega responda al título de señor.
Por último, Jesucristo dará positivamente la norma general de conducta, la actitud del espíritu que ha de tenerse o que ha de haber en aquellos que tienen puestos de magisterio o jerarquía. Así les da la norma: El más grande entre vosotros deberá ser como vuestro servidor. No se niega la jerarquía, pues abiertamente se reconoce cómo debe comportarse el mayor entre vosotros, lo que es reconocerla, sino lo que se enseña es cómo ha de conducirse y cuál ha de ser la actitud del espíritu que han de tener los que tienen esos puestos: Ser como un servidor (äéÜ÷ï-íïò). Es la gran doctrina de la humildad en los puestos y la jerarquía como servicio, ya ampliamente expuesta por Jesucristo en otra ocasión (Mat_20:25-28; Mar_10:42-45).
Advirtiendo, como regla general, que todo ello queda encuadrado en una norma de la providencia de Dios, que es ésta: El que se ensalce será humillado, y el que se humillare será ensalzado (Mt). Norma proverbial que los evangelios recogen en varios casos (Luc_14:11; Luc_18:14), y que Jesucristo debió de repetir, como uno de esos temas centrales, en varias ocasiones. Y que siempre era oportuno en las iglesias cristianas a la hora de la composición de los evangelios.

Siete anatemas contra los fariseos,Luc_23:13-33 (Luc_11:44-52).
Esta segunda sección del discurso de Cristo son siete amenazas contra los fariseos y escribas por siete aspectos de su hipocresía. La estructuración de ellas con el número 7, tan del gusto de Mt, hace ver el artificio selectivo de las mismas. Faltan en Mc.
En Lc hay tres contra los fariseos y tres contra los escribas. Se explicaría mal por una dependencia literaria de un documento común. Debe de tener más interés la consideración de una transmisión oral, junto con los medios de Mt-Lc iglesias en que se mueve especialmente Mt.

13 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros ni permitís entrar a los que querían entrar. l4/15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito, y, luego de hecho, lo hacéis hijo de la gehenna dos veces más que vosotros! 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: Si uno jura por el templo, eso no es nada; pero si jura por el oro del templo, queda obligado! 17 ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué vale más, el oro o el templo, que santifica el oro? 18 Y si alguno jura por el altar, eso no es nada; pero si jura por la ofrenda que está sobre él, ése queda obligado. 19 Ciegos, ¿qué es más, la ofrenda o el altar, que santifica la ofrenda? 20 Pues el que jura por el altar, jura por él y por lo que está encima de él. 2' Y el que jura por el templo, jura por él y por quien lo habita. 22 Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que en él se sienta. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que diezmáis la menta, el anís y el comino, y no os cuidáis de lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la buena fe! Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto. 24 Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello. 25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que limpiáis por defuera la copa y el plato, que por dentro están llenos de rapiñas y codicias. 26 Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y el plato, y limpíalo luego también por fuera. 27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicias! 28 Así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos a los justos, 30 y decís: Si hubiéramos vivido nosotros en tiempos de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas. 31 Ya con esto os dais por hijos de los que dieron muerte a los profetas. 32 Colmad, pues, la medida de vuestros padres. 33 Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de la gehenna?

1) v.13. Los fariseos, y sobre todo los escribas y doctores de la Ley (Luc_11:52), siendo oficialmente los transmisores e intérpretes de la Ley, eran los que tenían la llave de la misma (Luc_11:52), y al no reconocer a Cristo como Mesías, al que señalaban las Escrituras, a las que El mismo para reconocerle les remitía (Jua_5:45b-47), lo mismo que a sus milagros (Jua_8:18; Jua_10:25b; Mat_16:3b); y al seguir a los fariseos las turbas, casi ciegamente, como a sus dirigentes religiosos, se seguía naturalmente, el que ellas viniesen a rechazar a Cristo como Mesías, siendo la culpa de ellos, como directores responsables. Con su llave cerraban, en lugar de abrir, como era su misión oficial, a las turbas su ingreso en el reino mesiánico de Cristo, y hasta le preparó la muerte y movieron a las turbas a pedirla (cf. Mat_27:20-25).
El v.14, en que se anatematiza a los fariseos por devorar las casas de las viudas y simular largas oraciones, se considera, casi unánimemente, por los críticos como una interpolación proveniente de Mar_12:40 16.
2) v.15. Es la censura de la obra del apostolado de los fariseos. No sólo impedían el ingreso en el reino mesiánico, sino que ellos se dedicaban a ejercer un apostolado de prosélitos fuera del judaísmo. Se sabe cómo, por influjo de un judío palestino llamado Eleázaro, toda la familia real de Adiabene, sobre el 50 de nuestra era, se hizo judía 17, así como otros casos de personas nobles e importantes, tales como el tesorero de la reina de Candace (Hec_8:26ss) y de otros emparentados con Agripa II 18. Los mismos autores paganos acusan, sarcásticamente, al judaísmo de la diáspora de su propaganda y coacción 19. En Antioquía de los Seléucidas fue tal el número de los prosélitos judíos, que constituían como un apéndice a la comunidad judaica local20. Y en Damasco, la casi totalidad de las mujeres de la ciudad, en una época, pasaron al judaísmo 21. Rabí Isaac bar Nahman cuenta de un hombre que adquirió toda una localidad habitada por esclavos paganos para convertirlos al judaísmo, pero ellos lo rechazaron 22. Y hasta se sabe que en Palestina se coaccionaba más fuertemente que en la diáspora 23. San Pablo en sus viajes encontrará, junto a la comunidad judía, grupos de prosélitos (Hec_10:2.22; Hec_13:5.16-Hec_26:43; cf. 16:14; 17:4.7; 18:7) del judaísmo 24, y San Pablo mismo fue un buen ejemplo de esto antes de su conversión (Hec_9:1.2.14, etc.).
Con ese proselitismo, lo que lograban los fariseos era hacer de hecho hijo de la gehenna (infierno) al que se incorporaba al judaísmo farisaico. El fariseo que ganaba a un prosélito y le infundía su espíritu lo abocaba al infierno al separarlo de Cristo Mesías. Y lo hacía hijo de la gehenna aún más que él: dos veces más que vosotros. Era la reacción natural del novicio judío 25; ser aún más celoso de la Ley, y un judío postizo, pero más fanatizado que los mismos judíos. San Justino, en su Diálogo con el judío Trifón, cuenta que un judío prosélito blasfema de Cristo el doble que un judío de sangre. Y esto sin tener en cuenta que la mayor parte de los prosélitos eran conversiones aparentes, que traían al judaísmo gentes pésimas. El mismo Talmud llega a decir que los prosélitos eran una enfermedad en Israel. Y los presenta como un obstáculo a la venida del Mesías 26.
3) v.16. En esta tercera censura llama a los fariseos guías ciegos. No en vano la censura va a ellos como jefes y directores espirituales del judaísmo popular.
Esta censura va contra el abuso del juramento y sobre las diversas fórmulas acerca del mismo. Se juraba por todo; por Dios, por el cielo, por el Poder (el Todopoderoso), por el templo, por el altar, por el servicio del templo, etc. 27. Esto se prestaba a grandes abusos y a la irrespetuosidad más flagrante. Como con el principio que para ellos regía esta práctica, se metía la praxis de la vida en una red de complicaciones que la hacían imposible, luego para salir de ellas se inventaron un código sutil de dispensas. El Talmud tiene dos tratados sobre toda esta mecánica: el Nedarim sobre los votos y el Shebuoth sobre los juramentos. Ya Cristo había censurado todo esto en el sermón de la Montaña. Allí se remite para el complemento de este tema. Cf. Comentario a Mat_5:33-37. El abuso que Cristo censura a este propósito era claro.
Se lee: Si alguno formulaba un voto diciendo: Por la Ley, el objeto sobre que se hizo el voto queda libre de obligación, porque solamente se tuvo en cuenta la santidad de la Ley, que no incluye prohibición; pero si se ha dicho: Por los preceptos que están escritos en ella (en la Ley), la prohibición obliga, porque entonces se han tenido en cuenta los sacrificios que en ella se anuncian. 28
Es en este ambiente y en esta casuística en la que Jesucristo va a censurar a los fariseos por sus métodos y su moral del juramento y de los votos. Se utilizaban como juramentos: Sea para mí como el cordero (probablemente del sacrificio cotidiano), como las cámaras (del templo), como las maderas (del templo), como los fuegos (de los sacrificios del templo), como el altar 29. Los pasajes de Cristo no aparecen registrados en el Talmud. Puede ser que no se registrasen todos o que Cristo los hubiese libremente fijado para destacar más la falta de moral ante el grafismo de lo sagrado.
Así, el que jurase por el templo, o por el altar de los holocaustos, o por el cielo, no quedaba obligado a nada.
Pero si jura por el oro del templo, sí. Por el oro del templo podría entenderse el oro que revestía el sancta sanctorum, o el candelabro de oro, o la mesa de oro de los panes de la proposición, en cuanto estaba más directamente al servicio de Dios, aunque podrían ser también exvotos dados al templo, en cuanto que eran cosas consagradas directamente a Dios. O si se jura por la ofrenda que está sobre el altar de los holocaustos, entonces el voto hecho tenía validez, pues, siendo cosas consagradas a Dios, quedaba incluido en ellas el mismo Dios. Y así la promesa se hacía al mismo Dios.
Todo esto quedaba encuadrado en la casuística rabínica, conforme al pasaje antes citado del tratado Nedarim, del Talmud 30. Es ello el mismo espíritu y la misma ilógica conclusión que se incluye en esta argumentación presentada por Cristo.
Por eso les hará ver el materialismo ritualista y casuista de esta actitud rabínica, que ahoga y va en contra del mismo espíritu del juramento o voto y de la misma ley natural.
Es por lo que son hipócritas, porque, si vale el juramento hecho por el oro del templo o por la ofrenda que está en el altar, tiene que valer el juramento hecho por el templo y por el altar o por el cielo, porque son precisamente el templo y el altar los que hacen ser santos a ese oro que decora el templo y a esa ofrenda que se pone sobre el altar, que es, por su misma naturaleza, santo. Lo mismo que el que jura por el templo, jura por él y por quien lo habita. Lo mismo que el que jura por el cielo que es el trono de Dios (Mat_5:34) jura por el trono de Dios y por el que en él se sienta.
Hasta esta sutileza de laxismo llegaba la casuística de los escribas y fariseos, quienes así jugaban con el espíritu más santo en las cosas sagradas, y podían ejercer ellos, como intérpretes de la casuística por ellos establecida, el monopolio de las conciencias y de su influencia y prestigio. Y tan divulgado estaba, que llegó a trascender, a los paganos, con el consiguiente desprecio para ellos31.
4) v.23.24; cf. Luc_11:42. La cuarta censura que Cristo dirige a los fariseos es por su hipocresía en hacer que se paguen diezmos por cosas tan mínimas como la menta, el anís y el comino, y no se cuidan, en cambio, de lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la buena fe.
La Ley preceptuaba el pago de los diezmos de los animales y de los productos de la tierra (Lev_27:30-33; Deu_14:22ss). Los rabinos llevaban esto con ostentación escrupulosa. Se dice en el Talmud: Si alguno desgrana una espiga de cebada, puede comer los granos uno a uno sin 'diezmo'; pero si los recoge en su mano, debe pagar el diezmo; añadiéndose: Todo lo que se come, y conserva, y crece en el suelo, está sometido a diezmos 32. Así pagaban o diezmaban escrupulosamente la menta, el hinojo, el comino, la ruda (Lc) y todas las legumbres (Lc).
La enseñanza doctrinal de Cristo es clara: ante esta escrupulosidad para cosas tan mínimas, debería ello ser exponente de una escrupulosidad mayor para las cosas fundamentales. Pero no era así en los fariseos. Hacían estas cosas para ser vistos de los hombres (Mt v.5). Por eso omitían lo que era esencial, pero que podía pasar más inadvertido a los ojos de los hombres. Y esto era descuidar lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la buena fe (Mt). Lo cual Lc lo sistematiza en que descuidan la justicia y el amor de Dios. La práctica de sus diezmos era, pues, pura hipocresía. Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto (Mt-Lc). Por eso les refuta otra vez el pensamiento al estilo oriental, variando sólo la forma: Coláis un mosquito y os tragáis un camello (Mt). Es una especie de proverbio, ya que el mosquito se tomaba usualmente por término comparativo de las cosas pequeñas, y basado, además, probablemente, en un juego de palabras arameas: qalma' (mosquito, insecto pequeño) y gamba' (camello). Comparaciones semejantes se encuentran varias en las escrituras rabínicas. Así decía, sobre el año 90, rabí Eliezer: Quien en sábado mata un piojo, es como si matase un camello. 33
5) v.25; cf. Luc_11:39-41. La quinta censura de hipocresía va contra las purificaciones que hacían de las copas y platos.
Para no contaminarse con alguna impureza legal, los rabinos y los mayores habían elaborado un código de prescripciones minucioso e insoportable. Mc recoge una alusión a esto y hace una explicación de estas costumbres. Dice de los fariseos y judíos que de vuelta de la plaza (Mercado), si no se lavan, no comen.: el lavado de las ollas, de las copas, de las bandejas (Mar_7:2-4). El Talmud recoge todo un verdadero código de prescripciones y minuciosidades sobre estas purificaciones 34.
El pensamiento de Cristo se desarrolla en toda una línea armónica de censura a la hipocresía farisaica. Escrupulosamente limpiaban por fuera los utensilios para comer, pero no se ocupaban tanto de lo que iban a poner dentro del plato. Estos, purificados por fuera, iban a estar por dentro llenos de rapiña e intemperancia (Ü÷ñáóéáò). Esta expresión se usa preferentemente para denominar sensualidades y también un apetito desordenado de las cosas ajenas 35. Es decir, no se preocupaban de comer unas cosas que fuesen producto de sus injusticias rapiña o con las que tendían, no ya a alimentarse, sino a mantener su intemperancia.
Y lo que Mt aquí formula directamente de los utensilios que se limpian por fuera y los productos reales que se le ponen dentro, pero connotando indirectamente el estado de su vida moral, Lc lo interpreta directamente del estado moral: Limpiáis la copa y el plato por fuera, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. Por eso, frente a esta actitud de una moralidad tan doble, les pide que limpien primero lo de dentro de la copa y el vaso, tantas veces proveniente en ellos de aprovechamiento, robo, que es lo que verdaderamente está manchado por injusticia, lo que supone su devolución o su justificación a quien se lo hayan quitado o aprovechado y que luego, si quieren por su código de purificación artificiosa y farisaica, que limpien el plato o copa por fuera.
Lucas cambia, en el lugar paralelo, esta sentencia. Acaso provenga de una versión aramaica equívoca. Se estudia en el comentario a Luc_11:39-41. En Mt la versión es más lógica.
6) v.26; cf. Luc_11:44. La sexta censura se la dirige Cristo a los fariseos para diagnosticarles su vida moral de hipocresía. Su moral es la de los sepulcros blanqueados.
Se leía en el libro de los Números que cualquiera que tocase un muerto, o huesos humanos, o un sepulcro, quedaría legalmente inmundo por siete días (Num_19:16). De ahí la costumbre preventiva de blanquear los sepulcros antes de las fiestas de peregrinación, sobre todo antes de la Pascua, para lo cual se empezaba esto desde el 15 del mes de Adar. El Talmud recoge estos usos antes de la Pascua, que se hacía encalándolos 36. Esta alusión se lleva como censura global a los fariseos. Aquellos sepulcros blanqueados estaban llenos de huesos de muerto y de toda suerte de inmundicias. Así, los fariseos aparecen por fuera justos a los hombres, pero en su auténtica realidad interna estaban llenos de hipocresía e iniquidad.
El pensamiento de Lc difiere en su formulación. Pero en el fondo es lo mismo. Debe de ser una citación quoad sensum. Se compara a los fariseos como sepulturas, que no se ven y que los hombres pisan sin saberlo (v.44). Sepultura que se pisa sin saber que es sepultura, se pisa creyendo que es campo. Así los fariseos. Se los trata, pero no se dan cuenta las gentes que son, en realidad, sepulturas por su falta de rectitud moral.
7) v.29-33; cf. Lc 47-48. La última censura, encadenada por la anterior, va sobre los fariseos por homicidas de profetas y de justos.
El culto de los sepulcros, tenido en mucho entre los judíos, como lo prueba la veneración que todavía tributan a los sepulcros de Abraham y de Sara, de Isaac y Jacob, en Hebrón; de Raquel, cerca de Belén; de David y de varios antiguos profetas, en Jerusalén; de José, no lejos de Naplusa, ofrecerá también al Salvador ocasión de otro anatema 37.
Estas tumbas a las que alude Jesucristo podían ser excavadas en las rocas y realizadas en forma de monumentos, al estilo del que hoy se llama tumba de Absalón, en el valle de Josafat. La expresión los adornáis se refiere a ciertas representaciones, sea en las fachadas o en los hipogeos 38. La distinción que ha querido verse entre profetas y justos, entendiendo que por estos últimos se refería a personajes posteriores a los profetas, mientras en los primeros se referían a los profetas antiguos, cuyos sepulcros, en esta época, exigirían una restauración 39, no se ve tenga una base sólida. Es un pensamiento rimado por sinonimia al modo oriental.
Los judíos de otras generaciones mataron a profetas y a justos. Los escribas y fariseos contemporáneos de Cristo arreglaron estos sepulcros. Pero ellos decían: Si hubiéramos vivido nosotros en tiempo de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas (Mt). Pero Jesucristo parece sacar una consecuencia de esto: que por arreglar estos sepulcros son cómplices en la muerte de los que guardan en esos sepulcros (Mt); lo que formula con un gran realismo Le: Vosotros mismos atestiguáis que consentís en la obra de vuestros padres; ellos los mataron, pero vosotros edificáis (Luc_11:48). Todo esto se basa en el concepto semita de causa y efecto. Todo lo que de alguna manera se puede referir a la causa, se formula literariamente, atribuido a la causa; lo que no quiere decir que tenga una misma valoración psicológica conceptual vinculada a la misma. Es esto lo que quiere decir la formulación de este pasaje en Mt. Por el hecho de arreglar estos sepulcros, ya con esto os dais por hijos de los que mataron a los profetas (v.31). ¿Por qué? ¿Cuál es el entroncamiento real de esta vinculación homicida de los escribas y fariseos con sus antecesores asesinos de los profetas? Es lo que va a decirse en la primera parte del juicio divino, que va a expresar a continuación: la persecución a los discípulos profetas, sabios, escribas de Cristo.

Predicción del castigo de los escribas y fariseos,Luc_23:32-39 (Luc_13:34-35).
32 Colmad, pues, la medida de vuestros padres. 33 Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de la gehenna? 34 Por esto os envío yo profetas, sabios y escribas, y a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad,35 para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar. 36 En verdad os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. 37 Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados, cuántas veces quise reunir a tus hijos, a la manera que la gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no quisiste! 38 Vuestra casa quedará desierta, 39 porque en verdad os digo que no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Introducción.
La introducción, o la transición lógica, en su desarrollo conceptual, aparece literariamente más coordinada en Mt que en Lc. Mt recoge esta introducción así:
Colmad la medida de vuestros padres (v.32). La frase es ambiental. Así, sobre 250 decía rabí Yammuna: Dios no castiga al hombre antes que su séah (Mcdida) no se llene. Pero cuando se llenó de multitud (de pecados), entonces la necesidad (del castigo) viene sobre él. 40 Y el contenido teológico es ya bíblicamente conocido (Rev_6:10-11). Son los planes de Dios, que asignan un límite a la obra de su intervención justiciera. El tremendo apóstrofe que Jesucristo dedica a los escribas y fariseos, llamándoles serpientes, raza de víboras, es término conocido para caracterizar la maldad venenosa de un grupo, como ya les había caracterizado en otra ocasión diciéndoles: Raza de víboras, ¿cómo podéis vosotros decir cosas buenas siendo malos? (Mat_12:34; cf. 3:7). Era metáfora ya usada en el A.T. (Deu_32:33b; Sal_140:4b). Y se les anuncia un castigo: ¿Cómo escaparéis al juicio de la gehenna? (Mt). ¿A qué castigo se refiere este huir del juicio de la gehenna? Normalmente, en las Escrituras el castigo de la gehenna está por el castigo eterno del infierno. Sin embargo, huir de la gehenna es usual en los escritos rabínicos, pero no siempre tiene el sentido de castigo eterno 41. Por eso, esta frase en este contexto, a causa de los v.36 y 38, no parece referirse al castigo eterno predicción profética de escribas y fariseos, sino que parece referirse al castigo que experimentarían en el asedio y destrucción de Jerusalén a causa de la muerte de Cristo.

El Vaticinio Sobre el Castigo de los Fariseos y de Jerusalén.
Jesucristo se muestra a sí mismo Yo os envío como dueño que dispone de propios profetas, sabios y escribas. Son términos judíos bien conocidos. Pero aquí estos términos se aplican a los suyos. Estos profetas, sabios y escribas son los apóstoles y misioneros cristianos. Ya los había considerado El como profetas anunciadores de su reino (l) y como escribas (Mat_13:52). Acaso más que una precisión y catalogación técnica de estas clases en sus apóstoles y discípulos (1Co_12:4-10), se quería decir con ello que también El tiene su cuerpo de gentes sabias, con la sabiduría de Dios, que están capacitados para enseñar la verdad del reino.
Y a éstos, sus delegados, que los envía a Israel a enseñar la verdad del reino, les profetiza la muerte que les aguarda.
Cristo probablemente usó, como ya se dijo a propósito de las profecías de su Pasión, del género profético, que tiene sus leyes, amplias, vagas. Por eso, se ve aquí la matización ante hechos cumplidos.
A unos los mataréis. Tal Esteban (Hec_7:59), lapidado; Santiago el Mayor, decapitado (Hec_12:2).
Crucificaréis. Los judíos no usaban la crucifixión. Este era suplicio romano. Pero ellos, como en el caso de Cristo, con sus denuncias serían causa de crucifixiones. Así sería crucificado Pedro en Roma (Jua_21:18.19) 42. Es término penal romano que está por pena capital.
Azotaréis en vuestras sinagogas. No sólo era normal como preludio de crucifixiones, sino que San Pablo da buena cuenta de las flagelaciones recibidas (2Co_11:25), y los apóstoles, todos ellos fueron azotados en Jerusalén (Hec_5:40.41).
Los perseguiréis de una ciudad a otra. A la muerte de San Esteban, aquel día comenzó una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, fuera de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría (Hec_8:1).
Sólo se recogen aquí algunos datos confirmativos de la predicción de Jesús por la historia. Pero la historia de la naciente Iglesia tiene en su haber un buen número de persecuciones.
Toda esta conducta mala y homicida de fariseos y judíos iba a tener una repercusión trágica en ellos. Iban a pagar por toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar. Lc, en el lugar paralelo, comienza diciendo que se pedirá cuenta de toda la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel. La primera parte es una hipérbole oriental, que queda precisada por la alusión bíblica de Abel. Es, en el fondo, el mismo pensamiento que relata Mt.
Ha sido clásica la discusión sobre la identificación de este Zacarías hijo de Baraquías.
El profeta Zacarías, hijo de Baraquías (Zac_1:1), es el último de los profetas menores, pero nada se sabe de su muerte en la forma que se dice.
Algunos autores propusieron otra solución. Josefo habla de un cierto Zacarías, hijo de Baruc, matado por los zelotes el año 69 después de Cristo en el templo 43. Pero esto no es la solución, ya que el nombre del padre no es el mismo que el que aquí se dice; ni la alusión del texto se refiere a un futuro, como aquí, sino al pasado, como se ve por el tiempo verbal pasado que usa: matasteis, lo mismo que por el desarrollo conceptual, con el que quiere indicarse todo crimen incluido en el primer libro de la Escritura, Génesis muerte de Abel , hasta 2 Crónicas, donde se lee la muerte de Zacarías.
Se conoce a otro Zacarías, muerto en el atrio de la casa de Yahvé por orden del rey Joás; pero éste era hijo del que fue sumo sacerdote Yóyada (2Cr_24:21).
Una solución propuesta, más por vía de coacción ante la dificultad, fue suponer una duplicidad de nombres en el padre de este Zacarías: se llamaría Baraquías y Yóyada. Tiene como base sólo una glosa. Probablemente se trata de una glosa explicativa o sustitutiva por confusión del nombre de Yóyada. San Jerónimo decía que en el evangelio apócrifo de los Nazareos se leía, en lugar de Baraquías, hijo de Yóyada. 44
A esto se añade que falta el nombre de Baraquías en:
1) El codex sinaiticus; 2) en el lugar paralelo de Lc (2Cr_11:51), donde sólo se cita la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el templo; 3) en los escritos rabínicos, en los que, cuando se habla de este Zacarías asesinado, nada se cita de Baraquías 45. Debe de ser, pues, una glosa. Josefo dirá de él que Dios le había elegido para profetizar 46. Su recuerdo quedó fuertemente en la memoria de las gentes, y los escritos talmúdicos recogen numerosas leyendas respecto a él 47.
Y se explica esta glosa porque algún copista la hubiese insertado por confusión, o sustituido el nombre de Yóyada por el que se lee en el comienzo del libro del profeta Zacarías, creyendo así darle más autoridad moral o literaria: Zacarías, hijo de Baraquías. (Zac_1:1).
La frase para que venga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, a quien matasteis es discutida.
Parece que la muerte del Mesías es el centro de convergencia de toda esta sangre inocente, en cuanto de alguna manera como tipos o ministros representaban su inocencia. Y como con su muerte vendría el castigo sobre Jerusalén, por lo mismo, y unido a él, vendría el castigo por la sangre inocente de todos sus mártires, o testigos, de los que aquí se trata.
Las partículas usadas, para que (üðùò, ßíá), dada la estructura semita, además de la koiné, no exigen necesariamente un sentido de finalidad; pueden ser de simple consecuencia. Con ello sucederá también la vindicación de toda esta sangre inocente, con El de alguna manera relacionada.
Mt incluye aquí, en un contexto completamente natural, un apóstrofe a Jerusalén, que Lc lo sitúa en otro contexto, y que no debe corresponder a su situación histórica, pues hasta está incluido en una sección de su estancia en Galilea (Luc_13:34.35), por su procedimiento de incrustación.
Ante el triste vaticinio que Jesucristo hace del castigo por su muerte, abre su corazón sobre Jerusalén. La forma de repetir dos veces el nombre de Jerusalén, si llevaba una intensidad afectiva hacia ella, es tipo de repeticiones familiar a la elocuencia semita 48. Evoca a Jerusalén, los profetas que mató y cómo apedrea a los que le son enviados. El mismo, al que tantas veces en Jerusalén y en el templo los fariseos quisieron matar, aunque aguardaron otra hora por temor al pueblo. Ante el deicidio y castigo que se avecina, Jesús deplora ante Jerusalén toda su obra de amor y de atracción de todos hacia El: el Mesías Salvador. Y acusa fuertemente su ansia con la comparación que usa. Como la gallina (Lc = ave) reúne a sus polluelos bajo sus alas, así Jesucristo ofreció a Israel el calor protector de su amor (Deu_32:11; Sal_90:4; Isa_31:5, etc.). Pero ¡no quisiste! Fue la tremenda responsabilidad de Israel ante las obras y milagros que Cristo hizo para acreditar su obra mesiánica. Los dirigentes de Israel desviaron al pueblo, y ellos mismos cerraron culpablemente los ojos a la luz.
Pero el castigo que se anuncia vendrá sobre esta generación (Mt v.36). Y se precisa: Vuestra casa quedará desierta. (Mt). La casa, lo mismo podría entenderse del solar patrio, sobre todo Jerusalén (Jer_12:7), que del templo (Jer_32:34). La terrible destrucción de Jerusalén por Tito el 70, acompañada de deportaciones en masa. Según Josefo, aparte de la cifra excesiva de 1.100.000 muertos en el asedio, fueron 97.000 deportados, y todos los menores de diecisiete años fueron vendidos 49, y luego la hecatombe final bajo Adriano (a. 135), que dejó a Israel sin templo y sin patria de hecho veinte siglos. Si esto es una consecuencia a seguirse, este abandono, en el contexto, lo es porque Cristo abandona en su muerte a Jerusalén. Vuestra casa quedará desierta, porque en verdad os digo que no me veréis (desde su muerte) hasta que. digáis.
Pero en el anuncio del castigo hay un anuncio de esperanza para Israel y un anuncio de una velada parusía del Señor.
En verdad os digo que no me veréis, desde ahora (desde su muerte inminente) hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! (Mt-Lc). ¿Qué perspectiva histórica anuncia el Señor? Los autores se dividen al señalarla. Para unos es la hora de la parusía final y triunfal de Cristo al fin del mundo ( 1Ts_4:13-18); para otros es la hora del ingreso de Israel en la fe después que se cumpla el tiempo de las naciones (Rom_11:12; cf. Luc_21:24b). La primera posición es difícil de admitir. Pues parece que esta aclamación es triunfal y libre. Y en la hora de la parusía final, Cristo será el Juez, y si los reprobos tendrán que reconocer que Cristo-Juez es el Mesías, no lo hacen con una aclamación libremente triunfal. Son los hechos los que se les imponen. Es la segunda posición la que parece más lógica. Pues en todo ello hay, sobre todo a la luz de San Pablo, una profecía sobre una conversión de Israel. Las aclamaciones con que días antes lo habían recibido en Jerusalén sus discípulos y las turbas, el día de Ramos, encontrarán una repetición en otra hora del pueblo de Israel ¿ingreso paulatino? ¿masivo? reconociéndolo como verdadero Mesías (Rom c.ll).
¿Acaso la imposición de los hechos vaticinados de la catástrofe del 70?

1 Lebretox, La vie et l'enseignement. ver. esp. (1942) II p. 149: . Beilxer, Christus und die Pharisáer (1959); T. F. Glasox. Anti-Pharisaism in St. Mt: The Te-wish Quarterly Review (1960) p.316-320. 1 G. Bornkamm, Erderwartung una Kirche. (1960) 18ss; G. D. Kilpatrick, The Oñgins. (1946- 101-123. 2 Strack-B., Kommeníar. I p.909. 3 Strack-B., Kommentar. I p.910; J. Bawman, Phylacteries (Mat_23:5): Stud. Evang. (B 1959) 523-538. 4 Strack-B,. Kommentar. IV p.250ss; J. Bewman, Phylacteries (Mat_23:5): Stud. Evang. (B. 1959) p.523-538. 5 San Jerónimo, Mal_26:168. 6 Bab. Berakoth 27:2. Sobre todo esto, cf. Strack-B., Kommentar. I p.914-917. 7 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.143; ? . ? . Rengstorf, Die stolái der Schriftelehrten. Eine Erlauterung in Mar_12:38 (et Luc_20:46): F. O. Michel (Ld/Kóln 1963) 383-404; J. T. Townsend, Mt 23:9: The Journ. of Theol. Studies (1961) 56-59. 8 Sobre estos puntos, cf. Strack-B., Kommentar. I p.914-915. 9 Antiq. XVII 2:4. 10 Lightfoot, Horae heb. et talm. in Matth. 23:14. 11 Lagrange,'évang. s. St. Marc (1929) p.329-330. 12 Strack-B., Kommentar. I p.918. 13 Strack-B., Kommentar. I p.919. 14 Joüon, L'évangile. compte tenu du substrat aramaíque (1930) p.141. 15 Dalman, Die Worte Jesu. (1930) p.179. 16 Nestlé, ? . ? . graece et latine (1928) ap. crít. a Mat_23:14. 17 Josefo, Antiq. XX 2:4. 18 Josefo, Antiq. XX 7:1-3. 19 Horacio, Sat. I 4:142-143. 20 Josefo, De bello iud. VII 3:3. 21 Josefo, De bello iud. II 20:2. 22 Citado por Lagrange en Le Messianisme. p.283. 23 Josefo, Vita 23. 24 Sobre este tema cf. Lagraxge, Le Messianisme. (1929) p.273-287; Strack-B., Kommentar. I p.224ss; Ricciotti, // proselitismo giudaico, en Storia d'Israele (1934) II p.231-147. 25 Strack-B., Kommentar. I p.476. 26 Bab. Niddoth 13:2. 27 Strack-B., Kommentar. I p.334-336. 28 Nedarim I 3. 29 Nedarim I 3. 30 Nedarim I 3; I. Jeremías, Heüigengraber injesu Umwelt (Mat_23:19; Lev_11:47). (1958). 31 Marcial, Epigram. 1:97. 32 Ma'asseroth IV 5. 33 Strack-B., Kommentar. I p.929ss. 34 Strack-B., Kommentar. I p.934-939; Bonsirven, Textes. (1955) n.622.2388.2473.2388.2480. 35 Joüon, L'évangüe. compte tenu du substrat aramaíque (1930) p.141. 36 Dalmax, Die Worte Jesu. (1930) p.179. 37 Fillion, Vie. vers esp. (1942) III p.95. 38 Rev. Bib. (1910) 113ss. 39 Joüon, L'évangile. compte tenu du substrat se'mitique (1930) h.l. 40 Strack-B., Kommentar. I p.939. 41 Bonsirven, Textes Rabbiniques. (1955) n.1076 y 1930. 42 Eusebio, Hist. eccl. III 1:2. 43 Josefo, De bello iud. IV 5:4. 44 Mal_26:174. 45 Cf. Strack-B., Kommentar. I p.490-492. 46 Josefo, Antiq. IX 8:3. 47 Strack-B., Kommentar. I p.490-492. 48 Strack-B., Kommentar. 49 De bello iud. VI 9:2:3.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 23

2. GRAN DISCURSO CONTRA ESCRIBAS Y FARISEOS ( Mat_23:01-39).

En este pasaje el evangelista san Marcos había insertado un discurso muy conciso contra los escribas (Mar_12:38-40). Pero el estilo de los «ayes» o conminaciones no procede de él, aunque también se encuentran en san Mateo y en san Lucas conminaciones que hallamos en san Marcos. Los «ayes» proceden de la fuente común de los discursos de san Mateo y de san Lucas. Probablemente san Lucas ha conservado la redacción más primitiva de este pasaje, ya que refiere tres ayes contra los fariseos y tres contra los escribas o doctores de la.ley, lo cual también corresponde al contenido de los ayes en conjunto ( Luk_11:39-52). San Mateo adopta la materia global, la llena con la tradición propia, también redacta algunas formulaciones con absoluta independencia y con todo ello forma un gran discurso. En la estructura del evangelio este discurso puede concebirse como un equivalente del sermón de la montaña, que empieza con las bienaventuranzas (capítulos 5-7). Allí se proclama la doctrina de la verdadera justicia, aquí se pone al descubierto la falsa justicia del fariseísmo y de los rabinos. El discurso es de una severidad y vigor insuperables. El reproche central que se repite muchas veces, es el de la hipocresía. De este modo se descubre la llaga de la doctrina deteriorada y de la práctica religiosa.

a) Acusación fundada en principios (/Mt/23/01-07).

1 Entonces Jesús habló al pueblo y a sus discípulos: 2 En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 3 Seguid, pues, practicando y observando todo lo que os digan, pero no los imitéis en sus obras; porque dicen y no hacen. 4 Atan cargas pesadas y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos no quieren moverlas siquiera con el dedo. 5 Hacen todas sus obras para que los hombres los vean: por eso ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto; 6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 7 acaparar los saludos en las plazas, y que la gente los llame «rabí».

Moisés es el primer legislador de Israel. Después de él sólo hay la «tradición de los antepasados». En el tiempo de Jesús es de la incumbencia de los escribas o doctores de la ley proteger y proclamar la ley de Moisés junto con la tradición que se desarrolló de esta ley. Así pues, se puede decir que los escribas están sentados en la cátedra de Moisés. Administran la ley y con ella la voluntad de Dios, que encontró su expresión en la ley. Aquí eso se hace constar sin críticas. Desde el principio están juntos los escribas y fariseos, porque Jesús y el evangelista los consideran como grupo unitario.

De hecho la secta de los escribas estaba desde antiguo influida por la manera farisaica de pensar y la mayor parte de los escribas procedía del partido de los fariseos. En lo sucesivo -eso ya se aclara por esta introducción- se trata, pues, de la doctrina, de una polémica de principios con la teología rabínica, no solamente de una agresión contra su sola práctica religiosa, como en 6,1-18. La doctrina debe llegar hasta la medula. La segunda frase (23,3) nombra el segundo objetivo del discurso, o sea dejar al descubierto la falta de unidad entre la enseñanza y las obras. Esta falta de unidad se llama hipocresía. Se debe hacer lo que enseñan, pero no hay que dirigirse por sus propias acciones. Sus instrucciones tienen validez, pero se recusa su ejemplo, ya que está en contradicción con lo que dicen. ¿No se declara aquí válida la doctrina de los fariseos y escribas, y solamente se censura su conducta personal? El desarrollo del discurso sobrepasa ampliamente esta frase y de hecho se dirige contra la doctrina. El contenido del v. 3 ya no se compagina enteramente con el contenido del resto del discurso (*). Pero con todo se tiene que ver que el peso principal de la frase no radica en apoyar la autoridad de los escribas para enseñar, sino en descubrir la discrepancia en su conducta.

Con una imagen gráfica se muestra cómo oprimen a los hombres, pero sin vivir previamente lo que exigen. Se parecen a los traficantes que imponen enormes cargas a sus acémilas o camellos. Pero ellos no hacen el menor esfuerzo para hacerlos adelantar. Hay también en aquéllos este contraste entre lo que reclaman a los demás y lo que se exigen a sí mismos: no hay que guiarse por sus propias acciones, porque no están de acuerdo con su doctrina. La próxima frase (23,5) nombra como ulterior motivo para esta advertencia que todas sus obras son fingidas, porque no las hacen por Dios, que conoce lo oculto, sino por los hombres, a quienes obceca la apariencia de una seria piedad. El reproche de ostentar ante los hombres toda acción piadosa, ya fue antes explicado en tres ejemplos. Cuando dan limosnas, lo publican en las sinagogas y en las calles (6,2). Les gusta orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse ante la gente (6,5). Cuando ayunan, ponen cara triste y desfiguran el rostro (6,16). Aquí se aportan dos pormenores especialmente ridículos. Ensanchan de una forma peculiar y vistosa las filacterias, en las que se sujetaban pequeñas cápsulas con textos de la ley. En parte se llevaban las filacterias en el brazo, en parte en la frente. Los flecos que se debían llevar en los cuatro extremos de la túnica, los alargan de un modo peculiar, para hacer impresión. Ellos también quieren ser honrados del modo que sea y estar en primer término, ya sea privadamente en la comida, ya sea en el culto divino de la sinagoga o públicamente en las calles y en las plazas. En todas partes sucede lo mismo: se hace una ridícula exhibición, que solamente es fachada huera y descubre un vano afán de prestigio.

En la parte introductoria ya se dice como advertencia «al pueblo y a sus discípulos» (23,1) todo lo que se enumera en particular como directa acusación a partir de 23,13. Se trata de la doctrina teorética y de la realización práctica de la voluntad de Dios, tal como las exponen los escribas y fariseos. Sobre todo, hay que precaverse de su ejemplo. Su vida contradice a su doctrina (23,3). No hacen lo que exigen a los demás (23,4). Y lo que hacen, tiene su origen en la vanidad y en la ambición, y por tanto carece de valor delante de Dios (23,5-7). La introducción, pues, ya delinea una sentencia demoledora, en la que ya está contenido todo lo siguiente. Jesús pone al descubierto toda la vanidad de una «justicia» casi sin límites, presentada de palabra y de obra. No se conserva ningún hilo bueno, todo está trastornado, todo es vanidoso y enfático, engañoso e hipócrita. La contrafigura repudiada de la verdadera «justicia», descrita por Jesús (5,20 ss) y a la que todos nosotros estamos obligados. Esta contrafigura también tiene que servir a los cristianos para control saludable y como advertencia llamada a suscitar un sano temor.

..............

* El v. 3 procede de la tradición judeocristiana, asequible al Evangelio de san Mateo y está formulado de modo que, por principio, se reconoce la autoridad docente del rabinato. San Mateo ha conservado estas palabras, aunque desde un punto de vista global tiene otra opinión, porque ellas hacen patente la discrepancia entre palabras y acciones y porque el v. 3 pertenecía probablemente a una forma mas antigua del discurso retransmitido por san Mateo. También en otros casos san Mateo refiere palabras sueltas que se habían fusionado con la materia transmitida, pero que ya no corresponden a la manera de ver propia de san Mateo hecha efectiva en otras ocasiones de un modo consecuente: cf. por ejemplo 10,5.23; 16.28.

..............

b) Reglas para los discípulos (Mt/23/08-12).

8 Pero vosotros no dejéis que os llamen «rabí»; porque uno solo es vuestro maestro, mientras todos vosotros sois hermanos. 9 A nadie en la tierra llaméis padre vuestro; porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. 10 No dejéis que os llamen consejeros; que uno sólo es vuestro consejero: Cristo. 10 El mayor de vosotros sea servidor vuestro.

En este pasaje se intercala en el discurso -una advertencia especial a los discípulos. Ellos también forman parte de los oyentes (23,1). Los tres casos en que se dice cómo nadie debe denominarse en la comunidad cristiana, no son ejemplos tomados sin orden ni concierto, sino que representan un fragmento de la ordenación de la primitiva comunidad. En el ambiente judío los discípulos tenían que evitar todo lo que podía ser confundido con los ejemplares hombres piadosos del otro lado. Estos se hacen llamar respetuosamente rabí (es decir «mi maestro»), pero los discípulos renunciarán conscientemente a este título. Entre aquellos hombres, a los piadosos maestros especialmente conspicuos y venerables se los llama «padre», pero los discípulos evitarán darse este tratamiento. Lo mismo se puede aplicar al título de «consejero». Pero no deben hacerlo por táctica para hacer resaltar su independencia con respecto al judaísmo, sino por el nuevo conocimiento de las verdaderas proporciones. No es el primero, el principal, el superior el que así es considerado en la estima de los hombres.

En el grupo de los discípulos el mayor es el que se hace menor y como un niño. El que verdaderamente domina es el que sirve, y es grande ante Dios el que se vuelve pequeño ante los hombres. Pero aquí aún se dice más. Si los discípulos no abrigan la ambición de recibir dignidades y de usar entre sí los títulos aparejados a ellas muestran que no sólo entendieron la doctrina de Cristo por lo que respecta al orden auténtico de grandezas sino que, por añadidura, captaron rectamente su relación con Dios y con Cristo. Ningún hombre puede llevar el título de padre para expresar su dignidad religiosa, porque sólo hay un Padre, que lo es en un sentido tan incomparable y profundo. En la comunidad, no puede usarse el título de consejero ni maestro, porque solamente hay un consejero incomparable, maestro de los discípulos. Todos se limitan a dar lo que reciben. Nadie tiene nada por sí mismo. Nadie puede defender una tesis propia como un rabino de los judíos, ni puede adherirse a una escuela o fundar una nueva. Cada cristiano está enseñado ante todo por Cristo. Cada dirigente es guiado principalmente por él. Aunque uno no se encariñe con los títulos y dignidades, los versículos en cuestión invitan a reflexionar constantemente en el seno de la Iglesia.

El título de rabino en una comunidad judeocristiana sonaría de modo distinto que hoy; lo mismo una «viuda» en las primitivas comunidades de las cartas pastorales sería algo muy distinto de una viuda en nuestra sociedad. Pero el pensamiento que se contiene en estos versículos ¿está realmente vivo en los discípulos de la Iglesia actual? ¿Dejamos que estas frases nos inquieten y nos empujen a una conversión? Pues no se trataba tan sólo, en su origen, de suprimir títulos honoríficos superfluos o ridículos, sino de ahogar la insensata ambición de poseerlos o exhibirlos...

12 Pues el que se ensalza será humillado, y el que se humille será ensalzado.

Los que se habían ensalzado, como los escribas y fariseos, son humillados en este capítulo por las sentencias de Jesús. Pero son ensalzados todos los que se han hecho servidores de los demás. Eso ya está en vigor ahora, pero sobre todo en el futuro de Dios. El veredicto mira hacia el fin. El tiempo futuro, que aquí se usa, habla del juicio. Entonces para todos quedará al descubierto si han vivido con el espíritu del mundo o con el espíritu de Jesús. Eso saldrá a la luz para los adversarios en tiempo de Jesús y para los fieles en el tiempo de la Iglesia.

c) Las siete conminaciones (Mt/23/13-31).

13 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Pues vosotros no entráis, ni dejáis que entren los que están para entrar.

(El v. 14 dice así: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis las casas de las viudas, mientras fingís entregaros a largos rezos! Por eso recibiréis condenación más severa». El texto corresponde a Mar_12:40 y no pertenece al texto original de san Mateo. Un punto de apoyo de esta opini6n consiste en que el número de los «ayes» del evangelista estaba conscientemente limitado a siete)

Los escribas tienen la llave del reino de los cielos o como se dice en san Lucas, «la llave del saber» (Luk_11:52), porque los escribas están sentados en la cátedra de Moisés. Su oficio es enseñar el camino de la verdad. Esta llave es la llave de la adecuada ciencia y del verdadero conocimiento. Pero en vez de abrir, vosotros cerráis con llave. Vuestra doctrina es falsa y conduce al abismo. Sois guías ciegos, como se dirá dentro de poco (Luk_23:16). No os basta que no podáis tener esperanzas de llegar al reino, ya que ni siquiera dejáis llegar a los que lo desean y a los que no pueden prescindir de vuestra llave. ¿Por quiénes sino por vosotros debe el pueblo sencillo saber lo que la ley exige para su vida y por dónde discurre el recto camino? De todos los reproches del discurso éste es el más duro y el más tremendo. Se recusa y condena la doctrina como falsa. Y para sus maestros se cierra el reino para el cual les ha sido confiada la llave.

Al mal administrador de la llave se le ha de quitar el cargo y se tiene que dar a otro, que lo ejerza mejor. Jesús dice a Pedro: «Te daré las llaves del reino de los cielos...» (Luk_16:19). Así como los arrendatarios de la viña son despojados de su oficio y la viña es confiada a otro pueblo (Luk_21:43), así también se tiene que proveer de nuevo el cargo de guardar la llave. Este ministerio tiene la promesa de la validez incondicionada «en el cielo» y la seguridad de que perdurará, porque en último término aquí también sólo es Cristo el que enseña y guía, el que «ata y desata». El ministerio no será ya sustraído ni tampoco caerá bajo la conminación de un «ay», como el que aquí profiere Jesús.

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando ya lo es, hacéis de él un hijo de la gehenna dos veces peor que vosotros!

Era proverbial el celo que los fariseos tenían por las almas. En la presente conminación, no solamente se caricaturiza este celo. sino que se fustiga gravemente. Un prosélito es un adepto ganado personalmente para la propia fe. El resabio de impureza que percibimos es ajeno a estas frases, por lo demás tan usuales en aquella época. Los fariseos cazan al individuo yendo tras él para traerlo a su propia convicción religiosa. En cuanto encuentran a uno, caen sobre él y lo hacen aún más fanático de lo que son ellos mismos. Más aún, hacen de él un hijo de la gehenna, ya que su camino es enteramente opuesto al camino de Dios, y no conduce a la vida, sino a la perdición. Así acusa Jesús a los fariseos.

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: El que jure por el santuario, a nada está obligado; pero el que jure por el oro del santuario, obligado queda! 17 ¡Insensatos y ciegos! ¿Pues qué es más importante, el oro, o el santuario que da al oro carácter sagrado? 18 Como también decís: El que jure por el altar, a nada está obligado; pero el que jure por la ofrenda puesta sobre el altar, obligado queda. 19 ¡Ciegos! ¿Pues qué es más importante la ofrenda o el altar que da a la ofrenda carácter sagrado? 20 Pues el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que hay encima, 21 y el que jura por el santuario, jura por él y por quien habita en él, 22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por quien está sentado en él.

No sólo es falsa la piedad farisaica, sino también su doctrina. Así lo dice también este «ay». Ellos creen que pueden distinguir entre fórmulas de jurar obligatorias y no obligatorias, e incurren en un formalismo igual al que Jesús ya había impugnado en el sermón de la montaña (5,34-36). Hacen pasar como única fórmula válida jurar por el oro del santuario; pero el juramento por el santuario es ineficaz. Algo parecido sucede en los otros ejemplos. Truecan lo mayor con lo menor. El santuario es el que santifica el oro incrustado en él, y el altar es el que santifica la ofrenda presentada en él. Este «ay» no nos parece que sea muy contundente. Es una crítica de una distinción sutil, que en todo caso ha de ser valorada de otra manera, por lo cual la cuestión básica del juramento queda en suspenso. Hasta el 20 Jesús no toma posición en este particular. Eso nos sorprende en vista de la objeción que apunta mucho más lejos y que está en el sermón de la montaña. Allí Jesús no solamente censura el juramento irreflexivo, sino que en general prohíbe jurar (5,33.34a.37). Los dos últimos ejemplos pasan adelante. El que jura por el santuario, jura por Dios, e igualmente el que jura por el cielo (23,21s).

Los judíos tenían la costumbre de sustituir el nombre de Dios por otros circunloquios. En este sentido se hace alusión a las fórmulas de juramento «por el santuario» y «por el cielo». Mediante el circunloquio se creía poder debilitar o eludir la inmediata invocación de Dios como testigo. Pero Jesús dice que tales fórmulas también se refieren a Dios personalmente. Son juramentos por Dios perfectamente válidos. No hay que precaverse de usar con ligereza estos juramentos, puesto que Jesús ha prohibido en general el juramento; se debe hablar con franqueza y veracidad, el sí debe ser sí, y el no debe ser no (cf. 5,33-37). Pero la larga conminación sirve aquí para ilustrar la hipocresía, aunque en este caso y sólo en él no aparezca esta expresión. Hay algo que aquí no concuerda. En este pasaje se descubre la discrepancia entre una adoración viviente y personal de Dios, y la práctica formalizada, rígida de la religión. El hombre siempre tiene que tratar con el Dios viviente, con el Padre, a quien no se puede esquivar con sutiles distinciones jurídicas o rituales. Todo servicio ante Dios tiene que ser sincero y fluir de un amor cordial.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os preocupáis por el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, mientras habéis descuidado lo de más peso en la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que había que practicar y aquello no dejarlo. 24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

En la ley está ordenado que se cumpla el mandamiento del diezmo. Debe entregarse la décima parte del producto de los cereales, mosto y aceite para el sostenimiento del templo y para el servicio del culto. Los fariseos recargan asimismo esta obligación haciéndola rigurosa y desatinada, al extenderla también a las hortalizas más corrientes. Por una parte tanta minuciosidad, y por otra, tanta laxitud. Hacen la vista gorda en las cosas que propiamente importan. Resuenan las antiguas exigencias de los profetas respecto a la justicia, misericordia, y fidelidad. Para los profetas los deberes de la justicia social y del amor eran más importantes que los deberes del culto. Apoyar a los oprimidos y débiles, no explotar a los pobres, mantener limpio el matrimonio y la familia, ejercitar la justicia social en el trabajo y en los sueldos que se pagan lo recomendaron encarecida e incesantemente. (Entre un número enorme de testimonios, cf. por ejemplo Isa_5:8 ss; Jer_9:23 s; Jer_22:3; Eze_18:1.32).

El profeta Oseas dijo: «Escuchad la palabra del Señor, ¡oh vosotros hijos de Israel!, pues el Señor viene a juzgar a los moradores de esta tierra, porque no hay verdad, ni hay misericordia, no hay conocimiento de Dios en el país. La maldición, la mentira, el homicidio, el robo y el adulterio lo han inundado todo, y un crimen alcanza a otro» (Hos_4:1 s). Veamos todavía otro ejemplo: «Esto es lo que manda el Señor de los ejércitos: Juzgad según la verdad y la justicia, y haced cada uno de vosotros repetidas obras de misericordia para con vuestros hermanos. Guardaos de agraviar a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre, y en su corazón nadie piense mal contra el prójimo. Mas ellos no quisieron escuchar, y rebeldes volvieron la espalda, y se taparon sus oídos, para no oir» (Zec_7:9-11). Los fariseos son fieles descendientes de sus antepasados.

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mas por dentro quedan llenos de rapacidad y desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro la copa que así quedará limpio también lo de fuera.

Con estas imágenes se trata una vez más del concepto y de la doctrina de la pureza. Se mantienen con gran esmero y se recomiendan encarecidamente las prescripciones sobre la pureza exterior. Pero lo que importa no es el ceremonial externo (la limpieza de copas y platos), sino los sentimientos interiores. Sólo un corazón puro verá a Dios (cf. 5,8). No lo que entra por la boca contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, esto sí que contamina al hombre (15,11.15-20). En el fariseo no cuadran entre sí lo interno y lo externo, la manera interna de pensar y el comportamiento exterior. Y así exponen a la vista su piedad. Pero esta piedad está interiormente hueca, porque no es ejercitada para Dios, sino para el hombre. Son «hijos de la gehennas (23,15) y malos de cabo a rabo (12,34). Si se purificara primero su interior, si se convirtiera su manera de pensar y querer, entonces también sería puro y eficaz el exterior, su actuación y su actitud entre los hombres. Entonces también serían superfluas todas las prescripciones externas de limpieza para su vajilla. Pero así se oculta hipócritamente la maldad con el comportamiento, bienes mal adquiridos e inmoderada ambición.

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas. que parecéis sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen vistosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo lo impuro! 28 Así también vosotros: por fuera parecéis justos delante de los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad.

Esta conminación está orientada en el mismo sentido que la precedente: descubrir la discrepancia entre la realidad y la apariencia. De nuevo se ilustra el pensamiento con una comparación de intenso contraste. Los sepulcros de Palestina tenían que ser blanqueados, para que nadie los tocase y viniera a contraer una impureza según los ritos. Podían estar adornados y tener muy buen aspecto, pero todos sabían su contenido. Así sois vosotros. La apariencia de la justicia desde lejos engaña ocultando la maldad que realmente existe. Se finge todo lo que exteriormente se hace patente. En un profundo sentido reina la maldad en los que tienen que administrar la ley. Porque no han reconocido ni han hecho lo que importa en la ley. Mediante un sinnúmero de ocupaciones externas se han exonerado de sus grandes reclamaciones del derecho, de la misericordia y de la fidelidad (23,23). Esta maldad también queda reprobada en la sentencia del juez: «Apartaos de mí, ejecutores de maldad» (7,23). Tan profundamente se puede desacertar la voluntad de Dios, si se procura cumplirla según la letra y no según el espíritu.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas de los justos, 30 y decís: Si hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros padres, no habríamos sido cómplices de la sangre de los profetas! 31 Y con esto, os estáis declarando a vosotros mismos hijos de aquellos que mataron a los profetas.

Dios ha suscitado en su pueblo un gran número de profetas y justos, y los ha enviado de nuevo a él como mensajeros (cf. 21,33-36; 22,3-6). No fueron oídos, sino rechazados. Los descendientes se glorían de ellos, les erigen tumbas caras y suntuosas. Pero esto no basta. El corazón obstinado es lo que hace que los hijos se parezcan a los padres. A los hijos les parece que son mejores, más juiciosos y justos que los padres, y precisamente son todavía más ciegos y obstinados que ellos. No deberían venerar los sepulcros de los profetas, sino hacer lo que ellos dijeron. Con esta obstinación matan una vez más espiritualmente a los profetas, a quienes sus padres han dado muerte. Aquí de nuevo se descubre la hipocresía. Con la creencia temeraria de ser mejores que los ascendientes, de estar de parte de los justos (23,28), cuyas tumbas son adornadas por ellos. ¡Qué espantoso engaño sobre la verdadera situación! ¿No hay también una ilusión semejante entre los cristianos que miran presuntuosamente los aspectos sombríos de la historia de la Iglesia, y les parece que son mejores que sus padres? La crítica auténtica procede siempre del conocimiento de la propia culpa y del propio pecado.

32 ¡Y ahora vosotros, colmad la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis a la condenación de la gehenna? 34 Por eso, yo os voy a enviar profetas, sabios y escribas: a unos los mataréis y crucificaréis, y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, 35 para que así caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar. 36 Os lo aseguro: todo esto ha de venir sobre la generación presente.

El discurso en la conclusión va subiendo de tono de modo extraordinario. La parte final empieza invitando a colmar la medida de los padres. Falta muy poco para ello y pronto rebosará. La medida quedará colmada con la muerte del último profeta, con la muerte de Jesús. Como hizo antes Juan, Jesús los trata de serpientes y ralea de víboras, que no tienen esperanza de eludir el castigo (cf. 3, 7). Pero aquí se dice ya cuál será el castigo: la condenación al fuego eterno (la gehenna). Dios antes había enviado mensajeros para exhortar a la conversión. Ya ahora, y sobre todo después de su resurrección, Jesús les envía una vez más mensajeros para llamarlos a la fe en él. Estos mensajeros también serán profetas, sabios y escribas. Sólo se distinguirán de sus predecesores por sus exigencias más altas, ya que anuncian al Mesías y así dan, de una manera irrevocable y única en su género, la ocasión para convertirse y creer. El que crea y se bautice, se salvará (Mar_16:16a). Sólo eso estará ahora en vigor. Pero también sigue siendo válida la ley según la cual los mensajeros han sido llamados: Os perseguirán a vosotros, como también han perseguido a los profetas anteriores a vosotros (cf. 5,11s). Ahora ya es claro lo que sucederá a los enviados del Señor: persecución, flagelación, crucifixión como tuvo que sufrir su Maestro. Los profetas y los justos fueron perseguidos por su propio pueblo. Se derramó sangre inocente que clama venganza, como la de Abel, que humedeció la tierra (Gen_4:10). éste fue el primer asesinato, del que tuvo que dar noticia la Escritura. El del sacerdote Zacarías es el último que nos da a conocer la Biblia. «Por último revistió Dios de su espíritu al sumo sacerdote Zacarías, hijo de Joyada; y presentándose delante del pueblo, les habló de esta manera: Así habla Dios: ¿por que traspasáis los mandamientos del Señor? Nada ganaréis. Habéis abandonado al Señor y él os abandonará también. Mas ellos, aunados contra Zacarías, lo apedrearon por orden del rey, en el atrio del templo del Señor. Y no se acordó el rey Joás de los beneficios que le había hecho Joyada, padre de Zacarías, sino que mató a este hijo suyo; el cual dijo al morir: Véalo el Señor y haga justicia» (2Ch_24:20-22). La sangre inocente en cierto modo se ha congestionado. Con ella se ha llenado casi hasta el borde la medida de los padres, la cual llegará a estar totalmente llena con los atroces crímenes de sus hijos. Y así el castigo vendrá sobre «la generación presente», que es albacea de todas las generaciones precedentes (*).

..............

* El texto de las persecuciones del v. 34b está claramente armonizado con los otros que están en eI discurso dirigido a los discípulos (2Ch_10:17-22). El texto de san Mateo recurre a las persecuciones de los mensajeros de la fe cristiana y argumenta apoyándose en este amargo conocimiento. De este modo se da una indicación terminante de que el pronombre «yo» en 23,34 se refiere a Jesús, cuyos mensajeros han experimentado estos destinos, con independencia de que, en una anterior redacción de estas palabras, el pronombre «yo» hiciera alusión a Dios (o a la sabiduría divina). San Mateo a Zacarías le llama «hijo de Baraquias», pero según 2Ch_24:20, era «hijo de Joyada». La divergencia se debe a una confusión con el penúltimo de los llamados «profetas menores», Zacarías, que era hijo de Baraquías (Zec_1:17).

..............

d) Apóstrofe a Jerusalén (Mt/23/37-39).

37 ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que fueron enviados a ella! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne sus polluelos bajo sus alas! Pero vosotros no quisisteis. 38 Mirad que vuestra casa se quedará para vosotros. 39 Porque yo os digo: Ya no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Psa_118:26).

El discurso conminatorio contra los escribas y fariseos se concluye con un gemido lastimero. Ahora se dirige la palabra a Jerusalén, pero con ella también a todo el pueblo, que tiene su centro en la ciudad santa. El Mesías fue enviado para reunir las ovejas perdidas de la casa de Israel (Psa_15:24). Jesús se había esforzado por ellas día tras día como una madre amorosa, como un pastor solícito y -en la imagen presente- como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas. Nada quedó por intentar, ni en milagros, ni en palabras, con severidad amenazante y con indulgente compasión, en la oración solitaria y en la afluencia sofocante de la multitud, en la ciudad y en el campo, en Galilea y en Judea, con la gente sencilla y con los doctos teólogos. Jesús ha intentado serlo todo para todos. Ha solicitado el corazón de este pueblo como Oseas y ha sufrido por la fe de su pueblo como Jeremías. Pero todo fue en balde. Sólo esta queja puede hacer inteligible la severidad inexorable de las precedentes invectivas. Pero ambas cosas -las palabras conminatorias y el apóstrofe lastimero- para nosotros quedan envueltas en un misterio.

¡Cuán difícil es para nosotros comprender que el Mesías -desde un punto de vista humano- ha fracasado en su misión con la «generación presente»! Es el mismo misterio que reina entre el Padre y él en las horas nocturnas de oración en el monte, y que no se descubre al hombre. El misterio que solamente de vez en cuando centellea, como en el suspiro por la incredulidad de esta generación (Psa_17:17), o en las palabras sobre la entrega de la vida en rescate de muchos (Psa_20:28). Pero el misterio permanece y estas palabras sólo son capaces de declarar veladamente lo que sucede en el corazón del Redentor. Cuando se habla de la «casa», se hace referencia a la ciudad de Jerusalén. Vuestra casa se quedará para vosotros. Ahora dependéis de vosotros y también sois responsables de vosotros mismos. Dios no se esforzará ya más y el Mesías tampoco. Dios se retira de su pueblo, por el cual ha luchado a través de los siglos, por último y con el máximo riesgo en su Hijo (cf. 21,37). He aquí que vuestra casa se quedará para vosotros. ésta era la idea de Dios, cuyo nombre está oculto mediante el verbo. Dios deja sola la ciudad, en la que hizo benignamente que habitara su nombre, y se aleja de ella. Ya no me veréis más, dice de sí mismo el Mesías. Ha concluido su actividad pública y se retira. Ya no se les mostrará más, a no ser en el juicio final. Un día las multitudes clamaron: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (21,9b). La próxima vez resonará este clamor, cuando venga a separar las ovejas de los cabritos. Cuando Jesús entró en Jerusalén, aún se podía preguntar quién era éste (21,10), entonces esto lo sabrán todos. Ahora Jerusalén ha rehusado aceptarle, cuando entraba como Mesías, entonces esta aceptación será inevitable. Ahora sólo algunos partidarios entusiastas le han aclamado, entonces serán todos los hombres. Estas palabras son también una sentencia definitiva, porque ahora el Mesías tiene que abandonar a su propio pueblo. Pero ¿no tienen estas palabras un reverso misericordioso? La «generación presente» aún tiene que comparecer un día ante el tribunal. Entonces se decidirá para siempre y para cada individuo si entra en la vida o en la perdición (*).

....................

* En el v. 23,28. se ha querido ver con frecuencia una indicación de la conversión final de los judíos. Eso no parece probable, porque en todo el discurso del capítulo 23 y, en general, en el Evangelio de san Mateo, sólo se tiene en cuenta «esta generación», o bien, en sentido más amplio, la generación de Jesús y de los primeros mensajeros de la fe. En suma, pues, no cabe hablar de «los judíos». Además, según el tenor de los v. 38s es inverosímil pensar en una declaración positiva. Por eso, en la salutación «Bendito el que viene», difícilmente se puede rastrear la profecía de que los judíos posteriormente reconocerán al Mesías, si bien podría parecer que se insinúe un aspecto positivo, apuntando al juicio final. De este modo, la parte final del discurso, con su amenaza de castigo (especialmente 23,29-36), adquiere más el carácter de una profecía conminatoria que de una sentencia judicial. El juicio queda tan reservado como lo queda para la Iglesia en 13,40-43 y en 22,12-14. De manera diferente debe juzgarse el importante pasaje de Rom_9:11.

..............

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XXIII.

1 Christ admonisheth the people to follow the good doctrine, not the euill examples of the Scribes and Pharises. 5 His disciples must beware of their ambition. 13 Hee denounceth eight woes against their hypocrisie and blindnesse: 34 and prophecieth of the destruction of Hierusalem.

[Against ambition, and hypocrisie.]

1 Then spake Iesus to the multitude, and to his disciples,
2 Saying, The Scribes and the Pharises sit in Moses seate:
3 All therefore whatsoeuer they bid you obserue, that obserue and doe, but doe not ye after their workes: for they say, and doe not.
4 [ Luk_11:46 .] For they binde heauie burdens, and grieuous to be borne, and lay them on mens shoulders, but they themselues will not mooue them with one of their fingers.
5 But all their workes they doe, for to be seene of men: [ Num_15:38 ; Deu_22:12 .] they make broad their phylacteries, and enlarge the borders of their garments,
6 [ Mark. 12.38; Luke. 11.43.] And loue the vppermost roomes at feasts, and the chiefe seats in the Synagogues,
7 And greetings in the markets, and to be called of men, Rabbi, Rabbi.
8 [ Jam_3:1 .] But be not ye called Rabbi: for one is your Master, euen Christ, and all ye are brethren.
9 And call no man your father vpon the earth: [ Mal_1:6 .] for one is your father which is in heauen.
10 Neither be ye called masters: for one is your Master, euen Christ.
11 But hee that is greatest among you, shall be your seruant.
12 [ Luk_14:11 ; Luk_18:14 .] And whosoeuer shall exalt himselfe, shall be abased: and he that shall humble himselfe, shall be exalted.
13 But [ Luk_11:52 .] woe vnto you, Scribes and Pharisees, hypocrites; for yee shut vp the kingdom of heauen against men: For yee neither goe in your selues, neither suffer ye them that are entring, to goe in.
14 [ Mar_12:40 ; Luk_20:47 .] Woe vnto you Scribes and Pharisees, hypocrites; for yee deuoure widowes houses, and for a pretence make long prayer; therefore ye shall receiue the greater damnation.
15 Woe vnto you Scribes and Pharises, hypocrites; for yee compasse Sea and land to make one Proselyte, and when hee is made, yee make him two fold more the childe of hell then your selues.
16 Woe vnto you, yee blind guides, which say, Whosoeuer shall sweare by the Temple, it is nothing: but whosoeuer shal sweare by the gold of the Temple, he is a debter.

[Against ambition, and hypocrisie.]

17 Ye fooles and blind: for whether is greater, the gold, or the Temple that sanctifieth the gold?
18 And whosoeuer shall sweare by the Altar, it is nothing: but whosoeuer sweareth by the gift that is vpon it, he is [ Or, a debter, or bound.] guiltie.
19 Ye fooles and blind: for whether is greater, the gift, or the Altar that sanctifieth the gift?
20 Who so therefore shall sweare by the Altar, sweareth by it, and by all things thereon.
21 And who so shall sweare by the Temple, sweareth by it, and by him that dwelleth therein.
22 And he that shall sweare by heauen, sweareth by the throne of God, and by him that sitteth thereon.
23 Woe vnto you Scribes and Pharisees, hypocrites; [ Luk_11:42 .] for yee pay tithe of mint, and annise, and cummine, and haue omitted the weightier matters of the Law, iudgement, mercie and faith: these ought ye to haue done, and not to leaue the other vndone.
24 Ye blind guides, which straine at a gnat, and swallow a camel.
25 Woe vnto you Scribes and Pharisees, hypocrites; [ Luk 11.39.] for yee make cleane the outside of the cup, and of the platter, but within they are full of extortion and excesse.
26 Thou blind Pharisee, cleanse first that which is within the cup and platter, that the outside of them may bee cleane also.
27 Woe vnto you Scribes and Pharisees, hypocrites, for yee are like vnto whited sepulchres, which indeed appeare beautifull outward, but are within full of dead mens bones, and of all vncleannesse.
28 Euen so, yee also outwardly appeare righteous vnto men, but within ye are full of hypocrisie and iniquitie.
29 Woe vnto you Scribes and Pharisees, hypocrites, because ye build the tombes of the Prophets, and garnish the sepulchres of the righteous,
30 And say, If wee had beene in the dayes of our fathers, wee would not haue bene partakers with them in the blood of the Prophets.
31 Wherefore ye bee witnesses vnto your selues, that yee are the children of them which killed the Prophets.
32 Fil ye vp then the measure of your fathers.

[Of persecution, and afflictions.]

33 Yee serpents, yee generation of vipers, How can yee escape the damnation of hell?
34 Wherefore behold, I send vnto you Prophets, and wisemen, and Scribes, and some of them yee shall kill and crucifie, and some of them shall yee scourge in your synagogues, and persecute them from citie to citie:
35 That vpon you may come all the righteous blood shed vpon the earth, [ Gen_4:8 .] from the blood of righteous Abel, vnto the blood of Zacharias, sonne of Barachias, whom yee slew betweene the temple and the altar.
36 Uerily I say vnto you, All these things shal come vpon this generation.
37 [ Luk_13:34 .] O Hierusalem, Hierusalem, thou that killest the Prophets, [ 2Ch_24:21 .] and stonest them which are sent vnto thee, how often would [ 4.Esd. 1.30.] I haue gathered thy children together, euen as a hen gathereth her chickens vnder her wings, and yee would not?
38 Behold, your house is left vnto you desolate.
39 For I say vnto you, yee shall not see me henceforth, till ye shall say, Blessed is he that commeth in the Name of the Lord.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



135 (X) Los ayes y el discurso escatoló(-)gico (23,1-25,46).
(A) Los ayes contra los escribas y fari(-)seos (23,1-36). Cf. Mc 12,38-40; Lc 11,37-52; 20,45-47. Este capítulo es una bisagra que concluye la serie de las parábolas de juicio y las controversias con los dirigentes judíos que comenzaron en 21,23, y al mismo tiempo in(-)troduce el último gran discurso de los caps. 24-25 sobre la parusía. Está compuesto de ma(-)terial que procede de Marcos, Q, y de la propia fuente de Mateo. Aunque contiene una contro(-)versia algo desagradable, posee un gran inte(-)rés histórico, porque nos ayuda a percibir el trasfondo de la crucifixión, y, en un segundo nivel, nos muestra a la comunidad de Mateo en clara polémica con la academia rival de Yamnia. 2. en la cátedra de Moisés se han sen(-)tado: El tiempo en pasado sugiere que tam(-)bién su autoridad es algo que ya pertenece al pasado. La cátedra de Moisés es una metáfora que alude a la autoridad de Moisés. Los fari(-)seos afirmaban que eran sus sucesores (mA(-)bot 1,1). La frase puede referirse a su «sede» de Yamnia. 3. haced todo: Muchas de sus en(-)señanzas eran buenas, al menos en cuanto mostraban un gran celo por Dios y el AT, pero, para Mateo, su praxis no se ajustaba a ellas. A no ser como ironía, este versículo resulta in(-)comprensible. 4. Cf. 11,28-30. 5. Cf. 6,1.5.16. 6. Cf. Lc 14,7-11. 8. no os dejéis llamar Rabí: Los vv. 8-10 contienen una crítica de los títu(-)los, cuidadosamente construida por Mateo. Rabbí (lit., «mi grandeza») había entrado sólo recientemente en uso, durante los años 60-80 d.C., como término técnico para tratar a los sabios-maestros judíos que poseían autoridad. Su rechazo forma parte de la disputa que Ma(-)teo mantenía con aquellos que lo detentaban. 9. Saúl ben Batnith (ca. 80-120 d.C.) fue el pri(-)mer sabio judío conocido al que se le dio el tí(-)tulo de Abba, padre. A pesar de esta prohibi(-)ción, el título se introdujo en el cristianismo a través del movimiento monástico, donde pri(-)mero sirvió para denominar al director espiri(-)tual. La propia lista de los títulos preferidos por Mateo se encuentra en el v. 34. 10. maes(-)tro: Los cristianos tienen solamente un maes(-)tro, Cristo, en el sentido de que durante toda la vida serán discípulos exclusivamente suyos. Otros maestros juegan un papel transitorio. 11. el más grande: Mateo refuerza la enseñan(-)za sobre la humildad con referencias a 20,26.27 y el uso de Q (Lc 14,11). 13-33. Aho(-)ra encontramos una terrible sección de siete ayes, que corresponden a las bienaventuran(-)zas del cap. 5, y que están modelados según Is 5,8.11.18.20.21.22. 13. ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas: Mateo nivela la oposi(-)ción a Jesús, que, de hecho, venía de frentes diferentes, y la unifica para hacerla coincidir con los adversarios de su propia Iglesia. Pero estos ayes se dirigen también contra su Iglesia, para advertirle del peligro de la falsa seguri(-)dad. Con respecto al término «hipócritas», cf. comentario sobre 6,2. En el fondo, Mateo acu(-)sa a los fariseos de ser maestros falsos porque no aceptan la misión magisterial de Jesús co(-)mo el Cristo. 15. recorréis mar y tierra: Es un cumplido altamente ambiguo dirigido a los fa(-)riseos por su misión en la diáspora, sobre cu(-)yos cimientos construyó Pablo (cf. B. J. Bamberger, Proselytism in the Talmudic Period [Cincinnati 1939]). 16-22. Cf. 5,33-37. 23. Cf. Lv 27,30; Dt 14,22.23; Zac 7,9; Miq 6,8. lo más importante de la ley: Los rabinos se oponían a distinguir entre preceptos ligeros y pesados (mAbot 2,1; 3,19; 4,2; mHag. 1,8). sin descui(-)dar aquello: Representa el punto de vista de los judeocristianos de Mateo, defensores de la ob(-)servancia de toda la Torá, pero tal y como ha(-)bía sido interpretada por Jesús (5,17-20). 25-26. Estos versículos recogen un debate común en las academias de Hillel y Sammai, y lo con(-)vierten en un asunto moral; las personas, no las cosas, son lo que realmente importa (J. Neussner, NTS 22 [1975-76] 486-95). 34. por eso, yo os envío profetas, sabios y escribas: Es una lista de dirigentes de la Iglesia de Mateo. Apostelló, «enviar», alude a los apóstoles. Cf. comentario sobre 10,40-42. Los títulos proce(-)den del AT. 35. Abel: cf. Gn 4,8.10. Zacarías, el hijo de Baraquías: Hay una confusión en esta afirmación. Lleva el nombre del undécimo de los doce profetas menores, al que también se llama «hijo de Idó» (Esd 5,1), pero en ningún lugar se dice que fuera asesinado. Puede que se refiera a Zacarías, hijo de Yehoyadá (2 Cr 24,20-22). Algunos especialistas piensan que se trata de Zacarías, hijo de Baris o Baruch, conocido por Josefo Bell. 4.5.4 § 334-44).

136 (B) Lamentación sobre Jerusalén (23,37-39). Cf. Lc 13,34-35; 19,41-44. Este pa(-)saje de Q constituye el intenso clímax del cap. 23. Presenta a Jesús como la personificación de la sabiduría divina que trae un mensaje de salvación de parte de Dios (cf. 11,28-30; Eclo 24,7-12; Lam). Mateo omite el relato del óbolo de la viuda para unir este capítulo con el 24. Jerusalén: La exclamación con doble vocativo es típica del estilo del AT. La muerte violenta de los profetas ya se había convertido en esta época en un tópico clásico (Hch 7,52). cuántas veces: Jesús visitó Jerusalén frecuentemente, aunque Mateo solamente nos informe de una visita. La imagen de la mamá gallina anidan(-)do a su pollada connota el cuidado, la protec(-)ción y el amor (cf. Is 31,5; Dt 32,11; Sal 36,7). 38. casa: Alusión a Jr 22,5 y a los aconteci(-)mientos del 70 d.C. 39. Notemos la inclusión con 21,9, donde se cita también el Sal 118,26. La advertencia profética se dirige hacia la ve(-)nida del Hijo del hombre para el juicio y el rei(-)no. Notemos la repetición de la expresión «de ahora en adelante» en 26,29.64,
(Frankemolle, H., Biblische Handlungsanweisungen 133-90. Garland, D. E., The Intention of Matt 23 [NovTSup 52, Leiden 1979]. Stanton, G. N., «The Gospel of Matthew and Judaism», BJRL 66 [1984] 264-88.)


Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que diezmáis la yerba buena, y el eneldo, y el comino, y habéis dejado las cosas que son más importantes de la ley, la justicia y la misericordia y la fe. Esto era menester hacer, y no dejar lo otro. Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello". (vv. 23-24)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 73,1
Había dicho el Señor que ataban las cargas más pesadas, y las imponían sobre otros, huyendo ellos aun el tocarlas. Y ahora manifiesta, otra vez, que los que andan diligentes en las cosas pequeñas menosprecian las grandes; y por esto dice: "¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! que diezmáis", etc.

San Jerónimo
Los fariseos, pues, como el Señor había mandado que se ofreciesen diezmos de todas las cosas en el templo, para alimento de los sacerdotes y de los levitas, cuya parte es el Señor, y para que prescindamos de interpretaciones espirituales, únicamente cuidaban de que llevasen lo mandado, menospreciando lo mayor. Por esto sigue: "Y habéis dejado las cosas que son más importantes", etc. Con estas palabras vitupera la avaricia de aquellos, porque exigían con el mayor interés las décimas, hasta de las más humildes legumbres, sin ocuparse de discutir los asuntos, de tener caridad con los pobres, y fe para con Dios, todo lo que es de la mayor importancia.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44
Como los sacerdotes estaban poseídos de la avaricia, si alguno no ofrecía décimas, aun de la cosa más pequeña, lo castigaban como si hubiese cometido algún crimen grande. Pero si alguno perjudicaba a otro, o pecaba contra Dios, no se cuidaban de reprenderlo, andando solícitos únicamente de su ganancia, y cuidándose poco de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres. Obrar en justicia, hacer caridad y tener fe, era lo que Dios había mandado para su gloria. Pero ofrecer los diezmos, únicamente era para utilidad de los sacerdotes, para que los sacerdotes cuiden del pueblo en los asuntos espirituales y los pueblos suministren el alimento material a los sacerdotes. Así sucede ahora que todos se cuidan de sus honores, y ninguno se cuida del honor de Dios. Defienden con celo lo que les corresponde, pero no se fijan en cuidar como deben del servicio de la Iglesia. Si el pueblo no ofrece décimas, todos murmuran, pero si ven que el pueblo peca, nadie lo reprende. Pero como algunos de los escribas y los fariseos a quienes se dirigía eran populares, no es inoportuno hacer otra exposición acerca de los que pagaban los diezmos. Porque tanto el que los da, como el que los recibe, se llaman diezmeros. Los escribas y los fariseos ofrecían diezmos de las cosas más pequeñas, en ostentación de su religiosidad. Pero en los juicios eran injustos, sin caridad con sus hermanos, e incrédulos.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum
Y como era probable que los que oían estas palabras del Señor llegaran a despreciar las décimas de las cosas pequeñas, añade el Señor con toda previsión: Es conveniente hacer todas estas cosas, esto es, juicio, caridad y fe, y no omitir aquellas otras prácticas, esto es, "los diezmos de la yerba buena, y el eneldo y el comino".

Remigio
También manifiesta el Señor, por medio de estas palabras, que deben cumplirse todos los preceptos de la ley, lo mismo los mayores que los menores. Son reprendidos aquéllos que dan limosna de los frutos de la tierra, creyendo que así se libran del pecado. A éstos nada aprovechan las limosnas, si no procuran apartarse de sus pecados.

San Hilario, in Matthaeum, 24
Y como es de menor importancia la decimación de la verdura que los oficios de caridad, el Señor los pone en evidencia diciendo: "Guías ciegos, que coláis el mosquito", etc.

San Jerónimo
Yo creo que se debe entender por camello los grandes preceptos: la justicia, la caridad y la fe. Por mosquito, las décimas de la yerba buena, del eneldo, del comino y de las demás hortalizas despreciables. Nosotros nos tragamos y despreciamos estos preceptos grandes de Dios, y bajo el pretexto de religión desplegamos un gran celo por las cosas pequeñas, que nos reportan alguna utilidad.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum
Por un lado se preocupan por el mosquito, esto es de los pecados de menor importancia, a los que llama mosquito. Pero por otro lado, se traga al camello, esto es, comete delitos más graves, a los que llama camellos, y que son animales grandes y tortuosos. Son escribas, moralmente hablando, aquéllos que nada creen que hay en las Sagradas Escrituras, sino lo que demuestra sencillamente la palabra. Son fariseos todos los que se justifican a sí mismos, y se distinguen de los demás diciendo: "no te acerques a mí, porque estoy limpio". La yerba buena, el eneldo y el comino, que aprovecha para condimentar las comidas, no son, en verdad, los alimentos más esenciales. Así, también en nuestro trato, hay algunas cosas que son necesarias para salvarse, como son la justicia, la caridad y la fe. Otras también contribuyen a sazonar nuestros actos, haciéndolos más llevaderos: como son la abstinencia de la risa, el ayuno, el doblar la rodilla, y otras cosas por el estilo. ¿Y cómo no considerar como ciegos a aquéllos que no ven? Porque de nada aprovecha que ande con cautela en la observancia de las cosas pequeñas, el que menosprecia las principales. Las palabras citadas confunden a éstos. No porque les prohibe la observancia de lo que es sencillo, sino porque les manda cumplir con más cuidado lo que es esencial.

San Gregorio Magno, Moralia, 1,14
De otro modo: el mosquito hiere ya cuando va zumbando; pero el camello se inclina voluntariamente para recibir la carga. Pues bien, los judíos colaron el mosquito pidiendo que fuese puesto en libertad el sedicioso ladrón, y se tragaron al camello porque se empeñaron en dar muerte a aquel que había bajado espontáneamente a llevar el peso de nuestra mortalidad.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Los escribas y fariseos son denunciados (cf. Luc. 11:39-52). Los versículos anteriores iban dirigidos a las multitudes y a los discípulos. Jesús siguió hablando a los escribas y fariseos directamente con siete ayes, que van en aumento hacia un clímax de repudio en contra de su liderazgo. Así se establece el escenario para la predicción del desastre de Jerusalén, con lo que finaliza el capítulo.

El primer ay (13) describe su acercamiento a la religión como un impedimento para aquellos que verdaderamente querían agradar a Dios. Sin embargo, el segundo (15) reconoce que ellos con marcado interés querían hacer prosélitos (al judaísmo). El problema era que su sistema religioso hacía que la gente fuera peor en vez de mejor (hijo del infierno significa uno que pertenece allí; cf. hijos del reino, 8:12). El resto de los ayes dan ejemplos de lo perversos que eran sus valores religiosos.

Los juramentos (16-22) daban suficiente espacio para las diferencias legalistas y eran objeto de mucha discusión rabínica. Jesús ya les había demostrado que tales discusiones no hacían falta para nada (5:33-37). Aquí agregó que los esfuerzos para distinguir entre juramentos más o menos serios era fútil, ya que a la postre todos vuelven a Dios cuyo nombre se invoca.

El cuarto ay (23, 24) no condena sus prácticas en cuanto al diezmo como tales (sin omitir aquéllas), pero señala la proporción absurda (¡ ... coláis el mosquito, pero tragáis el camello!) al meterse en detalles meticulosos acerca del diezmo de las hierbas alimenticias, olvidando el juicio, la misericordia y la fe. Los profetas, con frecuencia, habían protestado en contra de una religión que se enfocaba en lo ritual y se olvidaba de las cosas que verdaderamente importaban (cf. Miq. 6:6-8).

Los ayes cinco y seis (25, 26, 27, 28) en forma similar tratan con la prioridad de la pureza interior en contraste con la limpieza exterior. Este es el tema que Jesús ya había tratado en 15:11, 17-20 en relación con el ritual del lavado de las manos. La referencia en el v. 27 puede aludir a osarios, pequeños cofres donde se coleccionaban los huesos humanos, y que con frecuencia recibían una mano de cal para cubrirlos para que se vieran hermosos.

El séptimo ay (29-31) conduce a un párrafo devastador que declara que la rebelión de Israel contra Dios ahora ha llegado a su culminación en esta generación (cf. el comentario sobre 12:38-45), al grado que el juicio, que por tanto tiempo había es-tado germinando, ahora al fin tendría que caer sobre ellos. Era fácil, con el correr del tiempo, que el pueblo se distanciara de la forma en que sus padres habían tratado a los profetas y a los justos, y levantaran monumentos en su honor, pero en la realidad nada había cambiado. Seguían siendo hijos de sus antepasados, tanto en actitud como en genealogía, como lo mostraba el tratamiento que daban a los mensajeros de Dios en su propio día (34). Así que mientras ellos colmaban la medida de los pecados de Israel, el clímax había llegado, y la sangre justa de todos los portavoces de Dios de antaño recaería sobre la generación de ellos (cf. 27:25 para ver esta manera de expresar la responsabilidad por la muerte y propensión al castigo).

Notas. 34 Los profetas, sabios y escribas fueron los portavoces de Dios en los tiempos del AT. Jesús describió a sus propios discípulos en términos similares; ellos no podían esperar una suerte mejor que la de su maestro. 35 Abel y Zacarías fueron el primero y el último de los mártires mencionados en el AT (ya que 2 Crón. es el último libro del canon heb.), y en ambos relatos se demanda explícitamente que esas muertes sean vengadas (Gén. 4:10; 2 Crón. 24:22). El Zacarías de 2 Crón. 24 se describe como el hijo de Joyada, mientras que Berequías era el padre de un Zacarías diferente (Zac. 1:1). En ninguno de los casos tenemos suficiente información sobre las familias para dar una explicación de confianza ante la confusión (que ocurre en otras partes en los escritos judíos).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



5. Las "filacterias" son unas cápsulas o estuches que los judíos llevaban en la frente o en el brazo izquierdo, sujetas con cordones de cuero. En ellas guardaban unas cintas de pergamino, prolijamente plegadas, donde escribían algunos textos importantes de la Ley. Esta costumbre provenía de tomar al pie de la letra las partes del Pentateuco ( Exo_13:9, Exo_13:16; Deu_6:8; Deu_11:18), que exhortan a tener siempre la Ley de Dios ante los ojos.

Jesús condena a los escribas y fariseos, no porque llevaran los "flecos", ya que él mismo los usó ( Deu_9:20), sino porque los alargaban para aparentar que cumplían más exactamente la Ley.

9. La palabra "padre" se usaba como título honorífico para designar a los maestros judíos.

14. "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones! Por eso serán juzgados con más severidad". Este versículo falta en la mayor parte de los manuscritos y está tomado de Mar_12:40.

23. La "menta", el "hinojo" y el "comino" eran plantas que los judíos cultivaban en sus jardines, y sin embargo, pagaban por ellas el impuesto que la Ley ordenaba solamente para las cosechas ( Lev_27:30; Num_18:12).

32. La muerte de Jesús, que es el Mesías enviado por Dios a su Pueblo, "colma la medida" de las infidelidades de Israel hacia su Dios.

35. Probablemente se refiere al profeta Zacarías de 2Cr_24:20-22. Jesús menciona la primera y la última víctima de la injusticia, a que se hace alusión en la Biblia hebrea.

38. Jesús alude a la destrucción del Templo. Ver 1Re_9:7-8; Jer_12:7; Jer_22:5.

39. Sal_118:26.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Invectiva contra los letrados y fariseos. Aquí culmina la polémica de la comunidad cristiana con las autoridades religiosas judías. El texto resulta condicionado por las circunstancias y por el género: la redacción probablemente refleja la época en que los cristianos habían sido ya excluidos de la comunidad judía, mientras que el género literario de la «polémica» explica indudables exageraciones o simplificaciones al describir al adversario; algunos rasgos tienen más de caricatura que de retrato -se leen semejantes descripciones en escritos filosóficos polémicos de la época-.
La descripción y caracterización de aquellos grupos de letrados y fariseos no concuerda en todo con lo que sabemos por otras fuentes. En cambio, es posible y conveniente tomar el texto como descripción de tipos que se pueden dar en otros grupos religiosos, incluida la propia comunidad. El discurso se dirige a la multitud «y a los discípulos» (1). Por tanto, las palabras de Jesús deben servir de advertencia para los discípulos de todos los tiempos, ya que siempre se está expuesto a reincidir en los vicios que aquí se condenan más severamente: la arbitrariedad de ciertas imposiciones, la vanidad y ostentación en la observancia de la Ley, la incapacidad para discernir lo importante de lo accidental y secundario y, sobre todo, la falta de correspondencia entre la doctrina y la vida. El hipócrita, como tipo humano, queda desenmascarado.
La religión es cuestión del corazón, tanto en su dimensión vertical, en relación con Dios, como en la horizontal, en relación con el prójimo. Cuando esto no sucede, se convierte en algo que abruma, asfixia y esclaviza.
Jesús respetó la Ley. Más aún, vino a darle todo su sentido y plenitud. Pero ridiculizó su concepción e interpretación farisaica. La crítica de Jesús al legalismo no va dirigida contra la Ley, sino contra aquéllos que, amparándose en ella, quieren burlar sus profundas exigencias. Lo primero es el interior, el corazón; posteriormente, y naciendo de él, vendrá lo exterior. Se necesita purificar el corazón con la Palabra de Dios (Jua_15:3), con la respuesta dada a la Palabra de Dios desde la fe o desde la obediencia de la fe (Rom_1:5).

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Dura acusación a escribas y fariseos por su conducta que se guiaba más por aparentar externamente que por vivir de acuerdo con la verdad. El discurso consta de dos partes: la primera (vv. 1-12) está dirigida al pueblo y a sus discípulos; la segunda -los célebres «ayes» (vv. 13-36)- a los escribas y fariseos. En ambas partes es posible descubrir un motivo común: con sus palabras Cristo no pretende abolir la doctrina de la Ley enseñada por escribas y fariseos (cfr vv. 3 y 23) sino purificarla y llevarla a su plenitud (cfr 5,17-20).

En la primera parte (vv. 1-12) se pone en contraste la conducta de los escribas y fariseos con la que debe ser la de los cristianos. Aquellos «dicen pero no hacen» (v. 3) y apetecen ser los primeros (v. 6); los cristianos debemos servir y humillarnos (vv. 11-12). Jesús lo ejemplifica de una manera concreta (vv. 7-10): rabbí, padre y doctor eran títulos honoríficos que se daban a quienes enseñaban la Ley de Moisés. Cuando Jesús dice a sus discípulos que no acepten estos títulos, está indicando que el cristiano debe buscar el servicio, no títulos honoríficos.

El discurso de los «ayes» (vv. 13-32) explica con pormenores las funestas consecuencias y las contradicciones que se han derivado de un cumplimiento meramente externo de la Ley. Por ello, en un momento determinado (v. 23) nos indica el camino para no equivocarnos: imitar a Dios en las actitudes que manifiesta hacia su pueblo: justicia, misericordia y fidelidad.

El discurso concluye con un lamento profético (vv. 33-36): al igual que los profetas sufrieron -y murieron- por causa de la incredulidad de sus contemporáneos, también los primeros cristianos sufrirán por causa de la cerrazón de los escribas y fariseos.

Muchos manuscritos, por influjo de Mc 12,40 y Lc 20,47, añaden (v. 14): «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis las casas de las viudas con el pretexto de hacer largas oraciones! Por ello recibiréis un juicio más severo».

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 23.5 Sal 110.1.

[2] 23.5 Mt 6.1,5.

[3] 23.5 Tiras: gr. filacterias, cajitas de piel que los judíos se ataban en la frente y en el brazo izquierdo a la hora de la oración, y que contenían pasajes especiales de las Escrituras del AT. Cf. Ex 13.9,16; Dt 6.8; 11.18.

[4] 23.6 Los judíos piadosos llevaban borlas o flecos cosidos en las cuatro puntas del manto, en señal de devoción (Nm 15.38; Dt 22.12).

[5] 23.11 Lc 14.7.

[6] 23.12 Mt 20.26-27; Mc 9.35; 10.43-44; Lc 9.48; 22.26; cf. Eclo 3.18.

[7] 23.13 Cf. Job 22.29; Pr 29.23; Eclo 1.27; Lc 14.11; 18.14.

[8] 23.16 Algunos mss. añaden el v. 14 (cf. Mc 12.40; Lc 20.47): ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, porque les quitan sus casas a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones. Por esto ustedes recibirán mayor castigo.

[9] 23.17 Mt 15.14.

[10] 23.22 Ex 30.29.

[11] 23.16-22 Is 66.1; Mt 5.34.

[12] 23.23 Cf. Mt 5.33-37.

[13] 23.23 Cf. Lv 27.30; Dt 14.22-23.

[14] 23.25 Am 5.21-24; Miq 6.8.

[15] 23.35 Cf. Mc 7.3-4.

[16] 23.37 Zacarías, hijo de Berequías: pareciera referirse al último de los asesinados que se mencionan en el A.T. hebreo (2 Cr 24.20-21), sin embargo ese Zacarías aparece allí como hijo de Joyadá. Hijo de Berequías corresponde al profeta Zacarías (cf. Zac 1.1).

[17] 23.38 1 R 19.10; Jer 2.30; 26.20-23.

[18] 23.39 Hogar: lit. casa, que también puede aludir al templo. Cf. Jer 22.5.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Todo este capítulo es una invectiva contra los escribas y fariseos. En tres partes puede dividirse este acta de acusación.
En la primera (Mat_23:1-12) habla de ellos en tercera persona, delatando su hipocresía, egoísmo, vanidad y ambición.
En la segunda (Mat_23:13-32) se encara con ellos y fulmina siete ayes, que son como botones de fuego.
La tercera (Mat_23:33-39) es una sangrienta conminación, templada al fin con vislumbres de misericordia.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— cuelan el mosquito y se tragan el camello: Tanto el insignificante mosquito como el voluminoso camello eran considerados por la ley como animales ritualmente impuros (Lev 11:4; Deu 14:7). Lo mismo que en el versículo anterior, la expresión sirve para poner de relieve que los fariseos se preocupaban de las cosas irrelevantes, mientras descuidaban las verdaderamente importantes.

Torres Amat (1825)



[9] Los judíos llamabanpadre al rabino o doctor principal de la sinagoga.

[26] Sea puro tu corazón y lo serán las acciones.

[34] Jesús se refiere a los apóstoles y discípulos que predicarían la Buena Nueva. Hech 7, 57; 12, 2-5; 13, 50.

[36] Casi cuarenta años después sucedió la total destrucción de Jerusalén.

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

Ver Lev 11:4, Lev 11:23, donde se prohíbe comer tanto mosquitos como camellos.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Lev_11:4

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Lev_11:4

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

οἱ Treg NA28 RP ] – WH