Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
3. Los Falsos Profetas.
Acusaciones contra los abusos de la clase dirigente (1-4).
1 Yo digo: Oíd, caudillos de Jacob y jueces de la casa de Israel: ¿No os toca a vosotros conocer el derecho? 2 Aborrecedores del bien y amadores del mal, arrancan la piel de sobre ellos y la carne de sobre sus huesos, 3 y luego de haberse comido la carne de mi pueblo y de haberle arrancado la piel, y haberle roto los huesos, y haberle descuartizado como carne para la olla o carne para el caldero, 4 entonces clamarán a Yahvé, pero no les oirá, pues les ocultará su rostro en aquel tiempo porque obraron perversamente.
El profeta se levanta enérgicamente contra las injusticias sociales, como lo había hecho su predecesor Amos en Samaría, cuyo estilo aparece reflejado en estas vigorosas frases. Las imágenes son muy crudas, pero expresivas. Los jefes de Israel tratan al pueblo sencillo como a una oveja a la que arrancan su piel y aprovechan después su carne para la olla. Nada se libra a sus arbitrarias exacciones; pero, cuando llegue la hora de la angustia y el castigo, de nada les servirá el clamar a Yahvé, que los dejará a su suerte, ocultando su
rostro para que no sientan su protección esperada. Yahvé no puede aprobar su conducta perversa y su falsa religión, puramente externa.
Contra los falsos profetas (5-8).
5 Así habla Yahvé contra los profetas que descarrían a mi pueblo, que muerden con sus dientes mientras claman: Paz,y al que no les pone algo en la boca, le declaran la guerra santa. 6 Por eso la visión se os hará noche, y la adivinación tinieblas, y se pondrá para los profetas el sol, y el día se les oscurecerá. 7 Los videntes serán avergonzados, y confundidos los adivinos, y se cubrirán todos la barba, pues Dios no dará ya respuesta. 8 Yo, empero, estoy lleno de la fuerza del espíritu de Yahvé y de juicio y fortaleza para denunciar a Jacob sus prevaricaciones y a Israel sus pecados. Miqueas arremete ahora contra los que se presentaban como
profetas, sin serlo realmente, ante su pueblo. En sus discursos no buscaban sino halagar, para después lucrarse de la simpatía ganada. Así, de un lado esquilman al pueblo (
muerden con sus dientes, ?.6),
mientras que de otro anuncian una
paz que no llegará. Se prestan a toda clase de comunicaciones mientras les hagan dones (
al que les pone algo en la boca);
pero al que no les da nada, le
declaran la guerra santa, considerándole como enemigo de Dios. Se consideran los monopolistas de la religión, y, como tales, se atreven a condenar a los que no se doblegan a sus ambiciones.
Pero Dios castigará sus abusos, y así les negará toda comunicación profética:
la visión se os hará noche. (v.6); quedarán
avergonzados ante el pueblo, ya que no acertarán en sus supuestos vaticinios por no proceder del mismo Dios, que es el único que conoce el futuro. Así, en signo de postración moral y de duelo,
se cubrirán la barba (v.7), como tenía que hacerlo el leproso 1
cuando se encontraba con alguno. En contraposición a esta actitud humillante, Miqueas podrá ir con la cabeza erguida, porque sus predicciones resultarán veraces, pues se siente poseído del
espíritu de Yahvé (v.8), y su misión es desenmascarar las
prevaricaciones y pecados de Israel. Lejos de adular al pueblo anunciándole una paz ficticia, Yahvé le empuja a anunciar castigos por los pecados de Israel.
Anuncio de la destrucción de Jerusalén (9-12).
9 Oíd, pues, cabezas de la casa de Jacob y jueces de la casa de Israel, que aborrecéis el derecho y torcéis todo lo recto; 10 que edificáis a Sión con sangre y a Jerusalén con iniquidad, 11 Sus cabezas sentencian por cohecho, sus sacerdotes enseñan por salario, sus profetas adivinan por dinero y se apoyan sobre Yahvé, diciendo: ¿No está entre nosotros Yahvé? ¡No nos sobrevendrá la desventura! 12 Por eso, por vosotros será Sión arada como un campo, y Jerusalén se convertirá en ruinas, y el monte del templo será un breñal. Conforme a la actitud antes enunciada, Miqueas proclama la inminencia del castigo sobre las clases dirigentes, responsables de todas las injusticias sociales. Los jueces, los profetas y los sacerdotes ejercen su ministerio por puro lucro, y con ello no hacen sino dar pie para los mayores crímenes, edificando
a Sión con sangre y a Jerusalén en iniquidad (v.10). La ira divina vendrá devastadora y Jerusalén sufrirá la suerte de Samaría 2, siendo totalmente arrasada. Aquí nos encontramos con un caso típico de profecía conminatoria condicionada, ya que Jerusalén no fue destruida por los asirios, como lo fue Samaría.
En tiempos de Jeremías, los ancianos de la ciudad tratan de salvar la vida del profeta alegando que también Miqueas anunció la destrucción de Jerusalén y que, gracias a la penitencia del rey Ezequías y del pueblo, no se cumplió el terrible castigo 3. De hecho, Jerusalén será destruida en el 586 a.C. por las tropas de Nabucodonosor, pero parece que el anuncio de Miqueas se refería a una invasión asiría, aunque el vaticinio era condicionado, es decir, en el supuesto de que Jerusalén no se arrepintiera de sus pecados.
1 Cf.
Lev_13:45;
Eze_24:17.22. 2 Cf.
Miq_1:6. 3 Cf.
Jer_26:185.