Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
7. La depravación social.
Denuncia de la corrupción general del pueblo (1-6).
1 ¡Ay de mí, que he venido a ser corno quien hace la recolección en otoño, como quien hace rebusco tras la vendimia No hay un racimo para comer, anhelando mi alma los primeros frutos. 2 Han desaparecido de la tierra los piadosos, no hay ninguno recto entre los hombres; todos acechan la sangre, unos a otros se tienden la red. 3 Las manos están prontas a hacer diestramente el mal: El príncipe reclama, el juez (sentencia) por cohecho, y el grande sentencia a su capricho, 4 y han pisado a los buenos 2 como a rama de zarza que sale derecha del seto. Es el día anunciado por tus atalayas, viene tu castigo, llega ahora su confusión. 5 No os fiéis del compañero ni confiéis en el amigo; de la que se acuesta en tu seno guarda las confidencias de tu boca. 6 Porque el hijo afrenta al padre, la hija se alza contra la madre, la nuera contra la suegra, y los enemigos son sus mismos domésticos.
No cabe cuadro más siniestro que el descrito por el profeta; la corrupción es general. El profeta se presenta como el recolector, que después de la vendimia anda en busca de algunos frutos de calidad, comparables a los
primeros, los más ansiados; pero no encuentra nada que merezca la pena:
no hay un racimo para comer. Busca ansioso buenas obras en Israel, y no encuentra nada:
han desaparecido de la tierra los piadosos. (v.2). La situación es anárquica, y la violencia reina por doquier: todos
acechan la sangre. La situación parece ser la que precedió a la caída de Samaría, cuando las dinastías y los tiranos se sucedían ininterrumpidamente 3. Las injusticias sociales y las sentencias por cohecho se multiplican en las clases dirigentes de la sociedad: los príncipes, jueces y magnates, al administrar justicia, lo hacen por lucro, pisando a los
buenos como a rama de zarza que sale derecha del seto (v.4.). El símil parece aludir al hecho de que el justo es apartado y pisado con desprecio, como una zarza molesta que se atraviesa en el camino; su vida es como una acusación viviente, que se ha de suprimir sin consideración.
Por eso no tardará en aparecer el día del castigo, el
día de la manifestación de la ira divina, que ha sido
anunciado por tus atalayas o profetas. Estos se consideraban como los
vigías, que de antemano anunciaban los peligros que esperaban a su pueblo. Miqueas en esto se hace solidario de las amenazas que sus antepasados Oseas y Amos habían lanzado años antes. Samaría está ya madura para el castigo, porque hasta la fidelidad elemental entre amigos y familiares es quebrantada: No
os fiéis del amigo. (v.5).
Arrepentimiento del pueblo (7-10).
7 Mas yo dirigiré mis miradas a Yahvé y esperaré en el Dios de mi salvación, y me escuchará mi Dios. 8 ¡No te regocijes de mí, enemiga mía! pues si caí, me levantaré, y si moro en tinieblas, Yahvé será mi luz. 9 Habré de soportar la ira de Yahvé, porque pequé contra El, hasta que juzgue mi causa y me haga justicia. 10 Lo verá mi enemiga, se cubrirá de vergüenza, ella que me decía: ¿Dónde está Yahvé, tu Dios? Mis ojos lo habrán de ver. Ahora será pisoteada como el fango de las calles. Después de cumplido el castigo, después de la manifestación de la ira divina, el pueblo reconocerá sus pecados pasados y se volverá a su Dios. Las perspectivas de los profetas cambian constantemente en un contrabalanceo de esperanzas y de castigos. Una vez anunciado el juicio purificatorio sobre Israel como pueblo pecador, la mente del profeta se transporta a la hora de la restauración con el propósito de levantar los ánimos de sus oyentes.
La justicia divina tiene sus exigencias, pero las promesas mesiánicas hechas a los antepasados permanecerán; de ahí que, tras de la hora aciaga, venga la hora luminosa de esperanzas. El castigo no tenía otra finalidad que hacer entrar en sí al pueblo israelita, despreocupado y materializado.
La tragedia nacional hará que los espíritus reflexionen sobre su pasado y sobre la causa de la ruina general. Como consecuencia de ello, vendrá el arrepentimiento y el retorno a Dios, que,
si envió el castigo desolador, será también el que envíe la salvación. La nación expresa ahora sus sentimientos de reconciliación con Yahvé:
esperaré en el Dios de mi salvación (v.7).
La confesión no puede ser más humilde y sincera: si
caí, me levantaré, y si moro en tinieblas, Yahvé será mi luz (v.8). Las naciones gentiles (su
enemiga)
se alegraban al ver la ruina de Israel, que se consideraba al abrigo de toda catástrofe por ser el pueblo de Dios. Con la mejor de las disposiciones, Israel reconoce que era necesario pasar por la prueba purificatoria del castigo:
Habré de soportar la ira de Yahvé, porque pequé contra El (v.8).
Estas
tinieblas son pasajeras, pues volverá a recuperar la amistad con Yahvé una vez que se haya cumplido el castigo, y entonces el mismo Yahvé saldrá por sus derechos como nación:
Hasta que juzgue mi causa y me haga justicia. Frente a las naciones invasoras, Israel mantendrá sus derechos de nación, porque están fundados en las promesas del mismo Dios. La ruina actual no es definitiva, sino que volverán otra vez los tiempos de triunfo. Entonces su
enemiga (Asiría) contemplará el triunfo de Israel en virtud de la protección de Yahvé, y
se cubrirá de vergüenza (v.10). La derrota de Israel había dado ocasión para que el invasor se regocijara sarcásticamente del pueblo elegido al verle desprovisto de la protección de su Dios:
¿Dónde está Yahvé, tu Dios? Pero también llegará la hora de la justicia divina para Asiría, y entonces Israel asistirá gozosa al castigo de su antiguo invasor: Mis ojos
lo habrán de ver. Ahora será pisoteada como el fango de las calles. El juicio del Dios de Israel alcanzará a todos.
Anuncio de restauración (11-20).
11 Es el día de la reconstrucción de tus muros! ¡Es el día en que se alejarán tus fronteras! 4 12 En ese día se llegará a ti desde Asiría a Egipto, y desde Egipto hasta el río, del uno al otro mar, del uno al otro monte, 13 y la tierra será devastada a causa de sus habitantes, por sus obras. 14 Apacienta con tu cayado a tu pueblo, el rebaño de tu heredad, que habita aislado en la selva,en medio del Carmelo; que se apacientan en Basan y Galaad como en tiempos pasados. 15 Como en los días de tu éxodo de Egipto, le haré ver prodigios. 16 Lo verán las gentes y se avergonzarán de toda su prepotencia; pondrán la mano sobre su boca y ensordecerán sus oídos. 17 Lamerán el polvo como la serpiente; como los reptiles de la tierra,saldrán espantados de sus escondrijos, y despavoridos, se volverán a Yahvé, nuestro Dios, y se sobrecogerán de temor ante ti. 18 ¿Qué Dios hay como tú, que perdonas la maldad y pasas por alto el pecado del resto de tu heredad? No persiste por siempre en su enojo, porque gusta de la piedad. 19 Volverá a compadecerse de nosotros, conculcará nuestras iniquidades y arrojará a lo hondo del mar nuestros pecados. 20 Serás fiel a Jacob y propicio a Abraham, como a nuestros padres juraste desde tiempos antiguos. Después de constatar el arrepentimiento del pueblo pecador, el profeta anuncia el futuro glorioso que espera a Israel, que verá reconstruidos sus muros y dikttadas sus
fronteras, extendiendo su dominio
desde Asiría
a Egipto y desde Egipto hasta el río (Eufrates). La expresión
del uno al otro mar parece aludir al Mediterráneo y al mar Muerto; son los límites de Palestina. El v.13 parece aludir a la devastación de esta tierra por los invasores, por lo que parece fuera de lugar, y más bien hay que colocarlo después
Deu_6:16, en que se habla de la ruina de Israel por sus pecados. En todo caso, en el lugar en que está ahora
parece interrumpir el anuncio de restauración, que parece ser la idea central del fragmento de los v.11-20.
El profeta pide a Yahvé en una hermosa oración que el pueblo se congregue de nuevo después de la dispersión que siguió a la invasión:
apacienta con tu cayado a tu pueblo, el rebaño de tu heredad (v.14). Israel está disperso como rebaño sin pastor,
aislado en la selva, y el profeta pide a su Dios que lo lleve a los feraces pastos del
Carmelo, de Basan y de Galaad (v.14). El profeta está seguro de que Yahvé renovará los
prodigios del éxodo de Egipto en favor de su pueblo, y con ello las gentes y naciones paganas se avergonzarán al ver que nada servirá su
prepotencia contra la omnipotencia divina (v.16).
Los v. 18-20 son como un epílogo de alabanza a Yahvé por la gran misericordia que ha hecho a Israel pecador al perdonarle sus transgresiones, manteniendo las promesas hechas a Jacob y a Abraham en tiempos antiguos.
1 La
Bib. de Jér,: He venido a ser como recolector en otoño. 2 Lit. el hebreo: Lo han torcido. 3 Cf.
Ose_4:2;
Ose_7:3s. 4 Así con Bib. de Jér.