Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
14. Sabiduría, Prudencia, Religión y Estado.
Sabiduría y Necedad (14:1-14).
1
La mujer prudente edifica la casa; la necia, con sus manos la destruye. 2
El que anda en rectitud teme a Yahvé; el que va por sendas tortuosas le desprecia. 3
En la boca del necio está la vara de la soberbia, mas los labios del sabio son su guarda. 4
Sin bueyes, el granero está vacío; por la fuerza del buey hay pan en abundancia. 5
El testigo fiel no miente; el testigo falso profiere mentiras. 6
Busca el petulante la sabiduría, pero nada; mas para el prudente es fácil alcanzarla, 7
Apártate del necio, pues no hallarás labios de ciencia. 8
La ciencia del cuerdo está en conocer su camino; al necio le engaña su necedad. 9
El necio desprecia el pecado; entre los justos habita la benevolencia. 10
El corazón conoce sus amarguras, pero en sus alegrías no tiene parte el extraño. 11
La casa del malvado será asolada; la tienda del justo florecerá. 12
Hay caminos que nos parecen derechos, pero acaban al fin en la muerte. 13
Aun en la risa hay aflicción de corazón, y a la alegría sucede la congoja. 14
El insensato tendrá el fruto de sus obras, y de él gozará también el hombre bueno. El primer verso pone de relieve la gran influencia de la mujer en la buena marcha de la casa, y cuyo mejor comentario lo hace el capítulo 31. La felicidad de un hogar depende principalmente de la solicitud de la mujer, y la prosperidad, de su buena administración práctica. Donde hay mujer necia, en cambio, no habrá orden, ni paz, ni economía. En sentido general puede decirse escribe Girotti que la sabiduría de la mujer puede suplir la del marido; pero su necedad puede destruir la casa, no obstante la sabiduría del marido.1
Al principio del libro estableció el autor que el temor de Yahvé es el principio de la sabiduría bíblica, que supone ante todo rectitud de vida. Con razón constata ahora que quien obra bien teme a Dios, y quien va por malos caminos le desprecia, lo cual encierra una profunda observación psicológica: los malvados sienten instintivamente desprecio hacia Dios porque su ley contraría sus instintos. Y por lo mismo desprecia y persigue a los justos, cuya conducta virtuosa supone para ellos una continua reprensión, que su conciencia no logra muchas veces acallar. Ahí está también la razón de por qué se persigue a aquellos cuyo único delito es predicar a todos, como representantes de Dios, su divina ley.
El v.3 presenta otra vez, ésta con expresivas imágenes, las diversas manifestaciones y efectos de la lengua en el soberbio y en el sabio. La de aquél es como un azote para los demás, con sus connaturales desprecios y calumnias. El sabio, en cambio, es prudente; no habla mal de los demás, con lo que no se ve comprometido por sus palabras. Y si otros le comprometen, su inteligencia le pone a salvo de sus críticas. Con una experiencia de la vida agrícola quien quiera llenar sus graneros con abundantes cosechas ha de procurar tener sus bueyes en las condiciones de mayor rendimiento , el sabio enseña que quien pretende conseguir los fines ha de poner en práctica los medios a ello conducentes. El v.5 repite 12:17: el que se acostumbra a mentir, difícilmente se abstiene de hacerlo, sobre todo si está por medio la esperanza de lucro; la costumbre crea como una segunda naturaleza, a la que difícilmente se resiste. Los que aman la verdad, por el contrario, aborrecen instintivamente la mentira y por nada del mundo se dejan vencer por ella.
La sabiduría exige en quienes quieren hacerse sus discípulos ciertas disposiciones, sin las que no es posible alcanzarla: el temor de Dios,
la humildad y pureza de corazón, de todo lo cual carece el orgulloso, quien, por lo demás, no busca la sabiduría con rectitud de intención, sino por los beneficios sociales que le reporta. Quien tiene aquellas disposiciones acepta con toda docilidad sus enseñanzas, la misma corrección, incluso, de la sabiduría, que por su parte tiene sus delicias en estar con los hijos de los hombres. Cuando la Sabiduría encarnada apareció en el mundo predicando su mensaje de salvación, los soberbios lo rechazaron, mientras que lo aceptaron sin dificultad los humildes y sencillos de corazón. De ahí la norma del hombre prudente: evitar el trato con el necio,, porque de él no aprenderá sabiduría y, además, participará en su desdicha 2. La verdadera sabiduría, precisa el sabio, consiste no en vanas y ostentosas palabras, sino en conocer el fin a que debemos tender y ordenar la vida en orden a su consecución. Al necio, por lo que a este particular toca, le pierde su propia necedad, que le impide ver lo errado de su camino, haciéndole así víctima de su propio engaño.
El v.9 no está claro en su primera parte y es susceptible de diversas interpretaciones. El término
asam puede significar el pecado y también el sacrificio por la falta. El necio, que desprecia a Yahvé y su ley, naturalmente se mofa del pecado y del sacrificio de expiación por el mismo, haciéndose con ello más indigno todavía de la benevolencia de Yahvé, que se derrama sobre los justos 3. Constata en el verso siguiente el sabio lo insondables que resultan los sentimientos de un corazón humano para el de su prójimo. Los demás podrán adivinar nuestras tristezas, entrever nuestras alegrías, pero nadie puede llegar al fondo de nuestro corazón y comprender la profundidad del dolor ante un desastre grave o la intensidad de la alegría al realizarse una profunda ilusión. Nosotros mismos encontramos dificultad para manifestar y hacer partícipes a nuestros prójimos de nuestros más íntimos y personales sentimientos.
El v.11 presenta de nuevo, y con comparaciones ya conocidas, el principio de retribución, ya enunciado en 11:18 y 13:174. Pero las apariencias le son muchas veces opuestas. Dios permite que los malos de momento triunfen, y entonces sus caminos parecen rectos, pero irremisiblemente, lo ha afirmado muchas veces el sabio 5, conducen a la perdición. Otra experiencia respecto del corazón humano es que éste nunca se ve suficientemente satisfecho, pues no hay alegría sin pena, ni gozo al que no suceda la tristeza. San Agustín indicó la razón profunda de esta experiencia cuando, después de haber gustado de los placeres todos de la tierra, exclamó: Señor, has hecho nuestro corazón para ti, el cual no podrá verse satisfecho hasta que no descanse en ti. 6 Concluye con la antítesis clásica del principio de retribución, como siempre, sin precisión alguna.
Prudencia (14:15-25).
15
El simple todo lo cree; el prudente pone atención a sus respuestas. 16
El sabio es cauto y se aparta del mal; el necio se deja llevar de él fácilmente. 17
El que presto se enoja hará locuras, pero el hombre reflexivo no se impacienta. 18
Los simples tienen por herencia la necedad, mientras que el sabio se corona de sabiduría. 19
Los malos se inclinarán delante de los buenos, y los impíos ante la puerta del justo. 20
Aun a los parientes es odioso el pobre, pero el rico tiene muchos amigos. 21
El que desprecia a su prójimo peca; bienaventurado el que tiene misericordia de los pobres. 22
¿No yerra el que maquina el mal? y el que obra el bien, (no tendrá) misericordia y fidelidad? 23
En toda labor hay fruto, pero la charlatanería empobrece. 24
La cordura del sabio es su corona; la necedad es el collar de los necios. 25
Salva las vidas el testigo veraz, pero el que profiere mentiras es un asesino. Los versos de esta perícopa, constatando datos de experiencia práctica, recomiendan aquella prudencia que consiste en el justo medio. Al ingenuo, que todo lo cree, y de cuya candidez abusan los impíos, se opone la sensatez del hombre prudente, que da crédito a las palabras de los demás cuando hay motivos suficientes para ello, consciente de que en este mundo, puesto todo él bajo la influencia del maligno7, no toda palabra de nuestros prójimos merece confianza. Lo que no hay que confundir, claro está, con la suspicacia, que en todo ve segundas intenciones. Ni crédulos ni suspicaces, enseña el sabio, sino sencillamente prudentes 8. Observa una vez más la diferente conducta del sabio y el necio frente al mal. Aquél lo prevé, reflexiona y, llevado del temor de Yahvé, lo evita; éste, irreflexivo, o no lo descubre o, si lo descubre, privado del espíritu de sacrificio y disciplina, no tiene fortaleza para evitarlo. Una de las cosas que más determinan esa diferente conducta es la actitud frente a la ira; el necio, que se deja dominar por ella, cometerá muchas locuras, mientras que el sabio, que conserva frente a ella el dominio de sus facultades, dirige sus actos conforme a su razón. La sabiduría requiere inteligencia, reflexión y prudencia, y quien carece de ella tendrá la necedad por compañera inseparable, mientras que quien en aquéllas se ejercita aumenta su caudal de sabiduría y crece su gloria ante los hombres.
A continuación afirma, con una imagen tomada de las costumbres orientales, la superioridad de los buenos respecto de los impíos, admitida sin discusión por los sabios israelitas, si bien no saben precisar toda la naturaleza de esa superioridad, que limitan a la protección por parte de Dios en esta vida y a la inmortalidad ética. En la plenitud de los tiempos, la Sabiduría encarnada haría un buen comentario a este verso con la parábola del rico epulón y el mendigo Lázaro 9. También el rico tiene sus ventajas sobre el pobre: mientras que aquél con sus riquezas se granjea amigos, el pobre no puede, a veces, contar ni con el afecto de los suyos, quienes, como comprueba una triste y frecuente experiencia, se avergüenzan de él. Mientras eres feliz cantaba Ovidio , tendrás muchos amigos; pero cuando los tiempos te fueren adversos, te quedarás solo10, porque, como afirma Ben Sirac, hay amigos que sólo lo son de ocasión, compañeros de mesa, que en el día de la tribulación no permanecen fieles a sus amigos u. Pero no obra conforme a las normas de la sabiduría quien desprecia a los pobres. Quien lo hace peca contra la ley de Dios, que manda numerosas veces en el A.T. tener misericordia con los pobres 12, creados también ellos a imagen de Dios. Es, en cambio, bienaventurado quien practica la misericordia con los necesitados, porque con ello consigue el favor de Dios, que le recompensará tal beneficencia 13. La expresión
verdad y fidelidad del v.22 indica la bondad y equidad de Dios con los hombres 14 o de los hombres entre sí15. Aquí significa el favor de Dios, que asegura la paz y fidelidad a quien se conduce con su prójimo con misericordia, y la benevolencia por parte de los hombres, que le premiarán con su amistad el bien que les hace.
El sabio recomienda, una vez más, el trabajo, advirtiendo que quien trabaja siempre obtiene algún rendimiento, y condena otra vez la charlatanería, que lleva lógicamente a la ociosidad, que termina por empobrecer al más rico. Los dos últimos versos repiten ideas ya expresadas. La corona y el collar son imágenes utilizadas con frecuencia para poner de relieve el honor y dignidad que la sabiduría confiere a sus discípulos 16. Las expresiones
salva vidas, es un asesino, del v.25, se refieren a todos aquellos bienes que salva con su palabra un testigo veraz, y que pone en peligro o hace perecer el malvado con su mentira, entre los cuales se encuentra con frecuencia la buena fama y a veces incluso la misma vida.
Religión y Estado. Sentencias varias (14:26-35).
26
El temor de Yahvé es la confianza del fuerte, y sus hijos en él hallarán refugio. 27
El temor de Yahvé es fuente de vida, que aleja de los lazos de la muerte. 28
El pueblo numeroso es el orgullo del rey; en la falta del pueblo está la ruina del príncipe. 29
Es tardo a la ira el prudente; el pronto a la ira hará muchas locuras. 30
Corazón apacible es vida del cuerpo, y la envidia es la caries de los huesos. 31
El que maltrata al pobre, injuria a su Hacedor; el que tiene piedad del pobre le honra, 32
El impío es arrastrado en su maldad; el justo hallará refugio en su inocencia. 33
En el corazón del cuerdo reposa la sabiduría, que se hace sentir aun entre necios. 34
La justicia engrandece a las naciones; el pecado es la decadencia de los pueblos. 35
Al ministro inteligente da el rey su favor; al inepto, su desprecio. Los dos primeros versos ponen de manifiesto la importancia y utilidad del temor de Dios o práctica de la religión. Los que temen a Yahvé ponen en El su confianza, y el Señor se constituye en su refugio y fortaleza. Así ocurrió con los israelitas 17, cuya historia es el relato de la protección de Dios sobre su pueblo escogido. La razón está en que el temor de Dios inspira los buenos pensamientos y acciones virtuosas, que obtienen la bendición de Dios, que las premia con una vida feliz; son los pecados los que atraen su cólera y su castigo. Como siempre, la naturaleza de la protección divina queda sin precisar.
Sigue una máxima referente al rey, en que constata que la gloria de un rey, más que en la pompa exterior de que rodeaban sus tronos los monarcas orientales, consiste en el número de subditos que le obedecen, y que, en caso de ser atacado por sus enemigos, defenderán su territorio. Los profetas y salmistas exhortaban más bien a los reyes
a poner su confianza en Dios, que con su hálito puede aniquilar a los enemigos del pueblo escogido 18. No hay contradicción entre las afirmaciones de los profetas y salmistas y las de los sabios, sino que se complementan mutuamente; aquéllos ponen de relieve la protección de Dios sobre su pueblo; éstos, los valores humanos, de que Dios no quiere se prescinda.
Las sentencias de los versos 29-30 son ya conocidas. La primera, una recomendación de mansedumbre ante los efectos nocivos de la ira, recuerda el í.Àö La segunda opone los efectos diversos que sobre el cuerpo ejercen un carácter apacible y la envidia; aquél, manteniendo las emociones en perfecto equilibrio, contribuye a la salud del cuerpo; ésta, por el contrario, es la
caries de los huesos, expresiva metáfora del sabio para designar los efectos de la envidia, que carcome, como un terrible gusano, la satisfacción interior y la alegría exterior, cuya ausencia denotan los ojos del envidioso. El v.3i presenta la actitud
respecto del pobre en su relación con Dios. El pobre ha sido creado por Dios, quien ha querido que haya en la tierra ricos y pobres. Quien a éstos maltrata, injuria, en consecuencia, a Yahvé (v.21). Jesucristo, que elegio para sí el camino de la pobreza, dijo que consideraría como hecho
a El mismo lo que para con los pobres, bueno o malo, se hiciese. Siguen dos sentencias con la habitual antítesis entre la impiedad y la justicia en cuanto a sus efectos 19, entre la necedad y la sabiduría, que hace sentir su eficacia aun entre los mismos necios. Es tal la fama de la sabiduría y de la virtud escribe A Lapide , que aun a los mismos necios e impíos ilumina y transforma, haciéndolos sabios y justos. Tan grande a la vez el celo y ardor del sabio y del justo, que, conscientes de que la sabiduría y la justicia les fueron concedidas no sólo para su provecho particular, sino en orden al bien universal, las comunican y hacen partícipes de ellas a todos, especialmente a los necios 20. En las dos últimas, el sabio vuelve al tema del rey y su pueblo. Dijo antes que la grandeza de la nación radicaba en el número de sus habitantes; añade ahora que la justicia, que se opone al pecado y lleva a los ciudadanos al cumplimiento fiel de sus deberes, es lo que atrae esa bendición de Dios que se manifiesta en la paz y prosperidad, que engrandece la nación. La historia de los pueblos enseña, por el contrario, cómo el pecado, especialmente la desobediencia, la soberbia, la lujuria, sumieron en la ruina pueblos florecientes2! El pensamiento es frecuente en los profetas, que ligan la prosperidad nacional al cumplimiento de la ley divina. La última sentencia indica al rey una medida imprescindible que ha de tener en cuenta el buen gobernante que pretenda una nación grande y próspera: escoger ministros inteligentes y sabios consejeros.
De ello dependerá el éxito o fracaso de su política. La advertencia vale especialmente para nuestros tiempos, en que el gobierno de las naciones entraña muchos mayores dificultades que en épocas pasadas.
1 O.c., p.64. La expresión la se aplica en 9:1 a la sabiduría, por lo que algunos suplen sabiduría por
mujer. Pero todos los manuscritos leen
mujer, y en el contexto no hay personificación alguna de la sabiduría como en el
c.g. 2 13:20. El TM es dudoso en el v.7, y las versiones antiguas dan diversas interpretaciones, que no permiten una reconstrucción cierta del texto. Los LXX traducen: todas
las cosas son contrarias al insensato, pero los labios sabios son armas de ciencia. 3 Como los autores de los Proverbios no prestan mucha atención a las formalidades del culto, algunos prefieren traducir por
pecado (renard). Los LXX traducen:
las casas de los impíos deben ser purificadas, mas las de los justos son gratas. La
Bib de Jér. coincide con nuestro texto. 4 11:18; 13:17;
Isa_14:22;
Job_18:19;
Sal_109:13. 5 2:22; 5:5; 7:27; 9:18;110:3, etc. 6 Cf.
Confesiones 1.4 c.10-11. 7
1Jn_5:29. 8
Mat_10:16. 9
Lev_16:19-31. 10 Cf.
Eco_6:6-17. 11 6:6-12. 12 Ex
23:11; Lev_19:10;
Lev_23:22;
Lev_27:8;
Deu_15:9.11;
Deu_24:14-15;
Sal_9:10;
Sal_12:6;
Sal_35:10, etc. 13 La Vulgata añade:
el que cree en el Señor tiene misericordia; pero no se encuentra en texto alguno, ni en los más antiguos manuscritos latinos. 14
2Re_2:6. 15
Jos_2:14. 16 1:9; 4:9- 17
Deu_14:1; Sal 73:15- 18
Isa_7:10-11;
Isa_37:20;
Eze_39:28;
Joe_3:12-16;
Sal_33:16. 19 El TM dice:
el justo espera aún en su misma muerte, lo que insinuaría la felicidad del más allá. Está más de acuerdo con el contexto del libro la versión de los LXX:
el justo confía en su inocencia; leen bethummd (en la inocencia) en lugar de
bemóthó (en la muerte). 20 O.c., p.442. 21 Cf. San Agustín,
La Ciudad de Dios 5:12; León XIII, ene.
Inscrutabili Dei consilio.