Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
16. Providencia, el Rey, Humildad, la Palabra Sabia.
La providencia de Dios (16:1-9).
1
Del hombre es preparar la mente, pero es Yahvé quien da la respuesta de la lengua. 2
Al hombre le parecen buenos todos sus caminos, pero es Yahvé quien pesa las almas. 3
Encomienda a Yahvé todos tus afanes, y se te lograrán tus pensamientos. 4
Todo lo ha hecho Yahvé para sus fines, aun al impío para el día malo, 5
Aborrece Yahvé al de altivo corazón; pronto o tarde, no quedará sin castigo. 6
Con misericordia y verdad se repara el pecado, con el temor de Yahvé se aparta el hombre del mal. 7
Cuando los caminos del hombre son gratos a Yahvé, aun a los enemigos se concilia. 8
Mejor es poco en justicia que muchas rentas en injusticia. 9
Traza el corazón del hombre sus caminos, pero es Yahvé quien dirige sus pasos. Comienza el sabio estas sentencias en torno
a la providencia de Dios aplicando a la lengua el conocido aforismo de nuestro refranero: El hombre propone y Dios dispone. El hombre piensa las cosas y establece lo que ha de hablar o responder; pero si Yahvé, que mantiene un dominio absoluto sobre las palabras y acciones humanas, como se afirma continuamente en la Sagrada Escritura 1, no gobierna con su providencia la lengua, ésta no será capaz de expresar con acierto lo que la mente ha planeado. También en los proverbios de Ahikar y en las sentencias de Amen-en-ope se considera a Dios como autor de la palabra y respuesta recta 2. En este texto se apoyaban los pelagianos para probar que el hombre puede con sus fuerzas naturales prepararse a recibir la gracia. Pero en el texto se prescinde del orden de la gracia. Y aun en este orden, si bien se requiere, por parte del hombre, una preparación necesaria, ésta es ya un efecto de la gracia preveniente 3. El sabio advierte a continuación el contraste que existe a veces entre el juicio divino y el humano. Al hombre, ignorante y lleno de prejuicios, le parecen buenas las acciones suyas, sin darse cuenta de que provienen de un principio que las vicia, como el amor propio, los respetos humanos. Cierto que de nada me arguye la conciencia escribía el Apóstol , mas no por eso me creo justificado; quien me juzga es el Señor.4 Dios, que penetra en los corazones de los hombres5, puede juzgar de la moralidad de sus obras mejor que el mismo hombre, el cual deberá conformar sus juicios con los de Dios. De ahí la norma práctica que los salmistas recomendaban con frecuencia: deja tus afanes en las manos de Dios, de quien depende el éxito de los mismos 6, y con su ayuda lo obtendrás.
El v.4 afirma el gobierno de Dios sobre todas las cosas. Yahvé las creó y les impuso un fin que realizar. El las dirige a todas hacia sus fines respectivos. De la armonía de todos ellos resulta el orden maravilloso del universo. Por lo que al impío toca, no quiere decir el sabio que Dios lo haya creado para su castigo, como predestinándolo sin más al infierno. Dios creó todas las cosas buenas. Pero el hombre pecó, haciéndose reo del castigo que Dios infinitamente justo le infligirá si no se arrepiente de su pecado. Dios no predestina al castigo sino después de haber previsto la incorrespondencia a las gracias que Dios da a todos en la medida suficiente para salvarse7. Por lo demás, el impío glorificará a Dios, proclamando su justicia. Dios aborrece todo pecado, pero detesta de un modo especial la soberbia. En 6:17 la enumeró entre las cosas odiosas a Dios. La razón es, como dice A Lapide, porque el soberbio se hace émulo y antagonista de Dios y, como otro Lucifer, le disputa su honor y primacía. Jesucristo nada ensalzaría tanto como la humildad y nada recriminaría tanto como este vicio 8, que recibirá por parte de Dios duro castigo 9. El pecado, afirma el sabio, se repara
con misericordia y verdad, expresión frecuente en la Sagrada Escritura, que significa aquí la virtud en general.
La misericordia predispone a Dios al perdón de nuestros pecados; más aún, la exige como condición para perdonar 10. Y con las obras de misericordia satisfacemos por la pena temporal debida por los pecados y que permanecen perdonados aquéllos en cuanto a la culpa.
La virtud, que hace los caminos gratos a Yahvé, enumera entre sus efectos el concillarse a los mismos enemigos. Lo confirman las historias de Isaac, Jacob, David, Jeremías y los babilonios. La razón es que Dios,
dueño de los corazones, puede hacer cambiar sus sentimientos, de modo que sientan hoy amor y benevolencia hacia quienes ayer abrigaron odio en su corazón. Por otra parte, hay quienes saben hacer tan amable la virtud y la bondad, que suscitan la admiración de sus mismos enemigos, que vuelven de nuevo a la paz y amistad con ellos. El v.8 repite 15:16, disuena de los demás del grupo al no hacer mención alguna al gobierno divino, y el V.9 recuerda el verso primero de la perícopa.
El rey (16:10-15).
10
Un oráculo son los labios del rey; en el juicio no se equivoca su boca. 11
Peso justo y balanza justa son de Yahvé, y obra suya son las pesas de la bolsa 12
Abominable es que los reyes hagan impiedad, pues por la justicia se afirman los tronos. 13
Agradan al rey los labios veraces, y ama al que habla rectamente. 14
La cólera del rey es heraldo de la muerte; el hombre sabio lo apacigua. 15
En la alegría del rostro del rey está la vida; su favor es como nube preñada de lluvia primaveral. Para comprender las sentencias que siguen es preciso tener en cuenta la autoridad absoluta de que gozaban los reyes orientales, que llevaba a los subditos a divinizarlos y a ellos a disponer incluso de la vida de éstos. Se trata no sólo de los reyes israelitas, sino de todos los soberanos, y se presenta el rey ideal. Las palabras del rey, comienza el sabio, son
un oráculo para sus subditos, por lo que no pueden equivocarse. No quiere esto decir que Dios hable a través del rey, sino que los soberanos gobiernan en nombre de Dios, como vicarios suyos 11, por lo cual El los guía en sus decisiones, concediéndoles las gracias precisas para el recto cumplimiento de su misión. Los subditos deberán considerar y obedecer sus leyes como venidas de Yahvé.
Una de las cosas sobre las que han de vigilar los reyes es la justicia en las relaciones sociales, por lo que han de procurar la exactitud en las pesas y medidas, a fin de que no se cometan injusticias con ellas. Tal injusticia es abominable a los ojos de Dios 12. Posiblemente los babilonios introdujeron muy pronto su sistema de pesas y medidas en Ganaán 13. Los mercaderes, en sus viajes, llevaban sus pesas en una bolsa'14. Por su parte, los reyes deberán mantener lejos de sí toda impiedad. La justicia es lo que afianza los tronos y asegura la paz y prosperidad de los pueblos. La paz es obra de la justicia. Si el rey es impío, su ejemplo induce a serlo a los demás. Vienen los vicios y con ellos toda una serie de males que llevan a la ruina los más florecientes reinos 15.
El sabio hace una preciosa advertencia a los soberanos. Nadie como ellos están expuestos a la adulación. Sus cortesanos con frecuencia los alaban hipócritamente, con el fin de ganarse su favor. Pero el rey, para llevar a cabo un buen gobierno de su nación, precisa buenos consejeros, y sólo son tales los que están siempre dispuestos a decir al rey toda y sola la verdad. Amonesta aquí el sabio a los reyes que eviten, como una peste, a los aduladores, que sugieren cosas agradables, pero nocivas, y se rodeen de varones justos y prudentes, que sugieren consejos veraces y justos, aunque resulten desagradables y molestos16.
Siendo los monarcas orientales señores de la vida de sus subditos, era muy peligroso incurrir en la ira de los mismos, y se demuestra verdaderamente sabio quien logra apaciguarlos. En cambio, quien logra el favor de un rey que tiene plenos poderes y haciendas, se asegura una vida feliz y próspera. La comparación de su benevolencia con la
lluvia primaveral es muy expresiva, por cuanto ésta es absolutamente necesaria para una buena cosecha. El agua de Nisán, decían los israelitas, vale más que el arado y los bueyes. Por ello era considerada
como una bendición divina 17.
Sabiduría y humildad (16:16-22).
16
Mejor adquirir sabiduría que adquirir oro; tener inteligencia vale más que tener plata. 17
El camino derecho es apartarse del mal; guarda su alma el que guarda su camino. 18
La soberbia es heraldo de la ruina, y la altivez de corazón, de la caída. 19
Mejor es humillar el corazón con los humildes que partir con los soberbios los despojos. 20
El que pone atención a la palabra hallará el bien, y quien confía en Yahvé es bienaventurado. 21
El sabio de corazón es tenido por sensato, y la blandura de los labios hace eficaz la doctrina. 22
Fuente de vida es la sabiduría para quien la tiene, y es castigo del necio la necedad. Dada la facilidad con que el corazón se apega a las riquezas, se hace necesaria la insistencia del sabio en poner de relieve la estima que por encima de ellas merece la sabiduría. El camino derecho, advierte también, consiste en apartarse del mal que a uno y otro lado nos acecha; quien lo sigue se asegura la vida feliz 18. Una de las cosas que más frecuentemente apartan de la senda recta es la soberbia, por lo que el sabio se complace en recordar una y otra vez sus efectos. Ella fue la causa del primer pecado y de una u otra manera interviene casi siempre en los demás; con frecuencia lleva a la injusticia y la violencia.
Pero Dios castiga duramente al soberbio, permitiendo su ruina material no pocas veces; por lo que es mejor la compañía de los humildes que los bienes que pueda ofrecer el soberbio, expuestos al castigo de Yahvé.
El v.20, que completa el v.13, contiene la más sabia norma de conducta: por una parte, el cumplimiento fiel de los mandamientos de Yahvé, contenidos en la ley, y la doctrina de los sabios; por otra,
una gran confianza en Dios, que es quien tiene que conceder los beneficios a él prometidos. Es el a Dios rogando y con el mazo dando de nuestro refranero, que nos enseña hemos de trabajar como si el éxito dependiera totalmente de nosotros, y
después poner toda la confianza en el Señor, como si nuestros esfuerzos fueran del todo inútiles y el éxito hubiera de venir sólo de Dios. Advierte también el autor que el sabio, por el mero hecho de serlo, es tenido en honor entre los hombres; pero, si sabe exponer su doctrina con gracia, la hace más persuasiva. La experiencia confirma que unas mismas cosas dichas con elocuencia, con convencimiento, o proferidas desmadejadamente, sin sentirlas, tienen una eficacia persuasiva muy distinta 19. El último verso afirma una vez más los efectos de la sabiduría y las consecuencias de la necedad: mientras que aquélla es fuente de vida feliz y próspera, la necedad, que ignora la práctica de la ley de Dios y enseñanza de la sabiduría, lleva en sí misma el castigo 20.
El don de la palabra (16:23-33).
23
El corazón del sabio hace disertar su boca y con sus labios avalora su doctrina. 24
Panal de miel son sus suaves sentencias; dulzura del alma y medicina de los huesos. 25
Hay caminos que al hombre le parecen derechos, pero a su fin son caminos de muerte. 26
El que trabaja, para sí trabaja, pues su boca le estimula. 27
El impío se cava la fosa, y hay en sus labios como llama de fuego. 28
El perverso excita contiendas, y el chismoso aparta a los amigos. 29
El hombre malo lisonjea a su prójimo y le lleva por caminos no buenos. 30
El que hace guiños con los ojos, maquina engaños, y el que aprieta los labios ha hecho ya el mal. 31
Gloriosa corona es la canicie; es por el camino de la justicia como se obtiene. 32
Mejor que el fuerte es el paciente, y el que sabe dominarse vale más que el que expugna una ciudad. 33
En el seno se echan las suertes, pero es Yahvé quien da la decisión. En el v.23, el autor vuelve sobre el pensamiento del v.21: del corazón del sabio brotan palabras sabias, porque las somete a prudente reflexión, y si a ellas añade elocuencia, hace persuasivas sus enseñanzas. Entonces sus palabras son gozo para el alma y medicina para el cuerpo. La comparación de las sentencias del sabio al
panal de miel era muy expresiva para los orientales. La miel, que sustituía en todo al azúcar, agrada al paladar y era muy utilizada en medicina. La doctrina sapiencial, que enseña el camino para conseguir la vida feliz, proporciona al alma la más grande alegría, que parece comunica nuevas energías al cuerpo, el cual, por lo demás, gozará de cuanto aquella vida feliz supone en el orden material.
El v.25 repite 14:12. El autor insiste en la advertencia de que no debemos fiarnos demasiado de nuestro propio juicio, sino que debemos buscar el consejo de los sabios. El alma del que trabaja, dice el texto hebreo del v.26, que puede significar también las necesidades vitales, para sí misma trabaja impulsada por la necesidad de ganar su sustento. Después del pecado, el hombre, le guste o no el trabajo, ha de comer el pan con el sudor de su frente 21. Los versos siguientes (27-29) expresan diversas actitudes y efectos del impío, advirtiendo de antemano que, al maquinar el mal para los demás, caerá él en la fosa que preparaba para su prójimo, víctima de los ardides en que pretendía cogerle 22. En sus labios hay, dice el sabio, como
llama de fuego, expresión metafórica que significa el lenguaje injurioso del impío, que devora con sus críticas y murmuraciones la buena fama de los demás; la lengua del que calumnia es como fuego devastador, escribe Santiago23. Por lo mismo, excita contiendas 24 y aparta a los amigos ai descubrir faltas y defectos, cuyo conocimiento comienza por distanciarlos y termina por separarlos25. Finalmente,
lisonjea a su prójimo; nuestro amor propio es muy propenso a la lisonja, por lo que los impíos, que no reparan en la moralidad de los medios, encuentran en ella un medio muy a propósito para llevar a los incautos por sus caminos. A continuación, el sabio alude a algunos de los gestos exteriores por los que puede conocerse que un hombre abriga en su corazón malos designios, y la prudencia enseña que hay que alejarse de él.
El v-31 ha de ser interpretado a la luz de los lugares en que el sabio promete como premio a la justicia una vida larga y feliz, y a la impiedad, la ruina y una muerte prematura. En consecuencia, la ancianidad para los judíos suponía el cumplimiento de los mandatos de Yahvé, que aseguran su favor y protección26, por lo que aparecía ante ellos llena de honor. El sabio prescinde del caso del impío que vive largos años. La doctrina de la inmortalidad del alma cambió de esa manera de pensar, que lógicamente no se encuentra en el Nuevo Testamento.
Bella sentencia la del v.32, en que la victoria moral sobre sí mismo es colocada por encima de la victoria de las armas sobre los demás. Supone más valor y cuesta mucho más el vencerse a sí mismo, dominar las pasiones y ciertas inclinaciones, sobrellevar las grandes adversidades con la paciencia de un Job, que llevar a cabo una brillante y gloriosa acción militar en la conquista de una ciudad. Los mismos paganos comenta Girotti , no obstante su gran admiración por la fuerza bruta y por el valor guerrero, exaltaron este dominio de sí mismos, que hace al hombre verdaderamente superior. 27
Termina el capítulo con la idea con que comenzó: todo depende de Dios y nada ocurre sin su beneplácito. Los hebreos acudían con mucha frecuencia a las suertes para resolver sus dudas 28. En los asuntos de más importancia se consultaban los
urim y
tummim 29
. Pero la suerte no existe. La casualidad escribe el autor antes citado al verso siguiente es una palabra vacía de sentido que indica nuestra ignorancia de las causas, pero no su ausencia. Fue Dios quien dispuso las cosas así.
1
Exo_10:1;
Sal_118:8;
Amo_3:6;
Mat_10:19;
Mat_13:11;
Rom_9:16. 2 Pritchard, o.c., p.423 (c.18) y p.429 (col.8). 3 Cf.
Jua_6:44;
2Co_3:5; Gong. Trid., ses.6 0.6-9: Denz. 798-800 y 8i9;SAN agustín: PL 44:585-586; santo tomás, 1-2 q.112 a.2. 4
1Co_4:4. 5 15:11. 6 22:8; 37:5; 55:23; 90:17. 7 Cf. Gong. Araus. II: Denz. 200; Conc.Valentinum III,
De Praedestinatione: Denz, 322; Gong. Trid., ses. 6 can. 17: Denz 827. 8 Mt 23. 9
Isa_3:16-26;
Luc_1:51-52. 10
Mat_6:12;
Stg_2:13. 11 8:15. 12 11:1 13
Amo_8:5;
Eze_45:10-12. 14 Algunos autores leen
el rey en lugar de Yahvé, por estar más de acuerdo con el contexto y ser él quien como autoridad suprema ordena el sistema de pesas y medidas (Ôïí). 15 20:28; 25:5; 29:4;
Deu_17:14-20;
Isa_32:1. 16 Cf. A Lapide, o.c., p-497. 17
Deu_11:14;
Jer_5:24. 18 13:14 19
Eco_10:5. 20 10::11. 21
Gen_3:17-19. 22
Eco_27:29. 23 Sant 3:6. 24 6:14-19. 25 179. 26
3:2; 4:10; 10:27; 14:27;
Exo_20:12;
Sal_21:5;
Sal_23:6;
Eco_1:12. 27 O.c., p.75. Cf. idéntica manera de pensar en Horacio, 2 oda 2; Ovidio,
Epist. ex Pont. II 75- 28
Lev_16:8;
Num_20:55;
Jue_1:3;
Isa_34:17;
Nah_3:10;
Sal_21:19. 29
Num_27:21;
1Re_14:41;
1Re_23:2;
1Re_28:6, etc.