Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
7. Como la Adultera Seduce al Inexperto.
1
Hijo mío, atiende a mis palabras y pon dentro de ti mis enseñanzas. 2
Guarda mis preceptos y vivirás; sea mí ley como la niña de tus ojos. 3
átatelos al dedo, escríbelos en la tabla de tu corazón. 4
Di a la sabiduría: Tú eres mi hermana, y llama a la inteligencia tu pariente, 5
para que te preserven de la mujer ajena, de la extraña de lúbricas palabras. 6
Estaba yo un día en mi casa a la ventana, mirando a través de las celosías, 7
y vi entre los simples un joven, entre los mancebos un falto de juicio, 8
que pasaba por la calle junto a la esquina e iba camino de su casa. 9
Era el atardecer, cuando ya oscurecía, al hacerse de noche, en la tiniebla. 10
Y he aquí que le sale al encuentro una mujer con atavío de ramera y astuto corazón. 11
Era parlanchína y procaz, y sus pies no sabían estarse en casa; 12
ahora en la calle, ahora en la plaza, acechando por todas las esquinas. 13
Cogióle y le abrazó y le dijo con toda desvergüenza: 14
Tenía que ofrecer un sacrificio y hoy he cumplido ya mis votos; 15
por eso te he salido al encuentro, iba en busca tuya y ahora te hallo. 16
He ataviado mi lecho con tapices, con telas de hilo recamado de Egipto; 17
he perfumado mi cama con mirra, áloe y cinamomo. 18
Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana, hartémonos de caricias; 19
pues mi marido no está en casa, ha salido para un largo viaje. 20
Se ha llevado la bolsa y no volverá hasta el plenilunio. 21
Con la suavidad de sus palabras le rindió y con sus halagos le sedujo; 22
y se fue tras ella entontecido como buey que se lleva al matadero, como ciervo cogido en el lazo 23
hasta que una flecha le atraviesa el flanco, o como el pájaro que se precipita en la red sin saber que le va en ella la vida. 24
óyeme, pues, hijo mío, y atiende a las palabras de mi boca. 25
No dejes ir tu corazón por sus caminos, no yerres por sus sendas; 26
porque a muchos ha hecho caer traspasados y son muchos los muertos por ella. 27
Su casa es el camino del sepulcro, que baja a las profundidades de la muerte. Para completar lo que ha dicho sobre el adulterio, el sabio presenta gráficamente, con sus circunstancias más concretas, el caso de una adúltera que con sus halagos sedujo a un joven inexperto, que pone de relieve la astucia de aquélla y la necedad de éste.
Precede la acostumbrada exhortación con nuevas imágenes. Cuando estimamos mucho una cosa, decimos que es la pupila de nuestros ojos. Tal ha de ser la estima del discípulo de la sabiduría por sus enseñanzas. El
átatelos al dedo puede recordar el anillo que está unido a él y pasa a cada momento ante los ojos, con lo que indica el sabio que sus consejos han de estar siempre presentes en la memoria de aquél para llevarlos en todo momento a la práctica, La designación de la sabiduría como hermana, pariente, indica las relaciones de afecto y familiaridad,
la unión íntima que con ella es preciso tener. El autor de la Sabiduría la presenta como esposa! y el Eclesiástico como madre y esposa virgen 2. Jesucristo, Sabiduría encarnada, llamaría madre suya, hermanos, parientes, a quienes oyeran sus enseñanzas y las pusieran en práctica 3. La sabiduría le librará entonces de los pecados sensuales, porque ella se opone a éstos como el espíritu a la carne, el cielo a la tierra4.
Hace en seguida la presentación del joven embaucado por los halagos de la mujer disoluta. Una descripción imaginativa seguramente, pero basada en la realidad. Un joven inexperto, falto de juicio, que a eso del anochecer camina por la calle que conduce a la casa de la adúltera. Acierta a pasar por la casa del sabio, desde cuya ventana, a través de su enrejado, él mismo pudo con sus ojos contemplar la escena. Hay probablemente en la indicación de las circunstancias de lugar y hora una tácita advertencia del sabio. Posiblemente el joven salió de casa sin intención alguna malévola; pero quien imprudentemente se busca la ocasión, será víctima de los halagos de la carne.
Sigue el retrato de la mujer licenciosa. La mujer en este tiempo tenía bastante libertad, lo que hacía posibles escenas como la presente 5. Se presenta con atavío de mujer prostituta, con un corazón astuto, dispuesto a seducir a su encontradizo. Es habladora y procaz, siempre fuera de casa al acecho de su presa, en distinción a la mujer virtuosa, amante del silencio, modesta y recatada en su comportamiento, mujer de su casa. Lleva en su interior como un fuego que no la deja parar y una sed ardorosa de placer, que le hace buscar en todo momento la ocasión propicia para saciarla y merodea por las esquinas, con el fin de ser vista, en busca de algún incauto con quien dar pábulo a sus deseos depravados.
La actitud y lenguaje de la adúltera son atrevidos y desvergonzados. Seguramente en un lugar un poco apartado, toma del brazo al joven, le abraza en actitud un tanto descarada, llevada de la pasión, y le manifiesta sus propósitos depravados. Le dice haber ofrecido un sacrificio y cumplirse aquel día precisamente sus votos. En los sacrificios en cumplimiento de un voto se ofrecía la sangre y la grasa de los intestinos. Lo demás era comido en banquete sagrado el mismo día por los oferentes, que invitaban a sus parientes y amigos6. Pero pronto desenmascaró sus perversas intenciones. Pone primero ante sus ojos una estancia perfumada con ricos perfumes7 y un lecho recubierto de tapices y telas de hilo recamado de Egipto, país con el que Palestina mantenía intercambio comercial desde los días de Salomón. Después provoca abiertamente su sensualidad: pasarán la noche dando rienda suelta a los deseos impúdicos de su corazón. Un motivo podría retraerle: la venganza del esposo. Pero no hay peligro. Ha salido para un largo viaje de negocios y tardará en volver. No podrá sorprenderles. Como en el v.9 habló de tinieblas de la noche, posiblemente la escena tuvo lugar en una noche de luna nueva, en cuyo caso el regreso del esposo, que no tendría lugar hasta los días de luna llena, tiempo el más propicio para caminar, no tendría lugar antes de quince días.
Las palabras insinuantes y la conducta halagadora de la adúltera convencieron al joven incauto. Con tres comparaciones tomadas del reino animal declara el sabio su conducta necia y estúpida; la del
buey, que lo mismo va tras de su amo cuando lo lleva al pesebre que si un día lo conduce al matadero, porque no tiene inteligencia; la del
ciervo, que, cogido en el lazo, no puede liberarse de él, y su hígado, órgano para los antiguos de las afecciones y de la vida, es atravesado por la flecha; y la del
pájaro, que se precipita a coger el alimento sin darse cuenta de que tiene tendida la red en la que va a dejar prendida la vida. Así el joven obró neciamente como quien no tiene inteligencia, se dejó coger en los lazos de la adúltera, de los que no supo escapar, y se precipitó ciegamente en una conducta cuyas fatales consecuencias menciona en seguida.
Termina el sabio con la recomendación con que comenzó: hay que seguir los consejos de la sabiduría respecto de la guarda del corazón para no caer en los lazos de la mujer adúltera. De hecho, advierte, muchos se dejaron seducir por la concupiscencia. David y Salomón, entre los grandes de Israel, fueron víctimas suyas, y la historia está llena de tristes ruinas morales y humanas, que son el mejor comentario a esta perícopa sobre la mujer disoluta. Las consecuencias a que lleva el adulterio son la muerte física, que lleva prematuramente al
seol 8. Los cristianos sabemos que ocasiona otro mal mucho más terrible aún, que es la muerte del alma, que lleva consigo el infierno.
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Luc_8:19-21. 4 2:16; 6:24. 5
Can_3:2.3;
Eco_26:11-15. 6
Lev_7:16. 7
Eco_24:20-21. 8 2:18.19; 5:5-23.