Ver contexto
la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad. (Romanos  12, 8) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 12

Parte cuarta

LA CONDUCTA CRISTIANA 12,1-15,13

La última parte de la carta a los romanos, conocida como parte parenética, expone con indicaciones concretas las exigencias que la justicia revelada de Dios plantea a los creyentes. Tampoco aquí se olvida el tema central de la carta. No se puede vivir como un justificado por Dios, si no se practica la caridad. La práctica cristiana del amor, que define todos los campos individuales y sociales de la vida, es por lo mismo algo irrenunciable de parte de la fe que justifica. Dentro de las exigencias siempre cambiantes de la vida humana, ese amor llega incluso a convertirse en una demostración externa y palpable del poder de Dios. Los problemas éticos concretos, que Pablo trata en estos capítulos, están integrados en conjunto en este amplio contexto de una práctica del amor ordenada por la escatología. Especialmente en los capítulos 14 y 15 las cuestiones concretas de la vida comunitaria de los distintos miembros ocupan el primer plano en la única Iglesia de Cristo.

I. LA VIDA CRISTIANA COMO SERVICIO (12,1-13,14)

1. EL VERDADERO SERVICIO DE DIOS (Rm/12/01-02)

1 Por lo tanto, hermanos, os exhorto por la misericordia de Dios a que ofrezcáis vuestros propios cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; sea éste vuestro culto espiritual. 2 No os amoldéis a las normas del mundo presente, sino procurad transformaros por la renovación de la mente, a fin de que logréis discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto.

Estos dos versículos son como una especie de epígrafe a la parte que sigue (c. 12-15). Dan la orientación en la que hay que entender y valorar las exhortaciones concretas que siguen. En ellas se expresan los dos elementos fundamentales para la realización de la existencia cristiana:

1º. la existencia cristiana tiene que cumplirse en el ofrecimiento de los «cuerpos» como «sacrificio viviente» y como «culto espiritual» de Dios;

2º. la existencia cristiana tiene que contar con el «mundo presente»; lo que quiere decir que el cristiano debe guardarse de cualquier acomodación al «esquema» de este mundo que pasa.

Por otra parte, esto significa que debe transformarse en un proceso continuo de la renovación del espíritu, con lo que será capaz de conocer la voluntad de Dios. Si bien se mira, el doble contenido parcial de esta primera exhortación introductoria, está relacionado con el mundo. La exhortación del Apóstol es algo muy distinto del encarecimiento moral y apremiante en unas determinadas normas y reglas de conducta. Como Apóstol, exhorta «por las misericordias de Dios». Por lo que en sus palabras es Dios mismo quien habla con su misericordia. De ahí que la amonestación del Apóstol tenga un carácter de Evangelio; es consuelo, edificación y aliento para los cristianos, al tiempo que una exigencia obligatoria para los mismos.

Pablo clama por un culto-corporal. El cuerpo no es aquí sólo la parte física del hombre, como contrapuesta al alma, sino el campo material en un sentido amplio dentro del cual presta el hombre su servicio. La existencia cristiana se realiza así en una existencia para Dios y en una existencia para los otros, aspecto este último que está esencialmente inserto en el primero. La realización de sí mismo por parte del cristiano acontece paradójicamente en la enajenación en el servicio, entendido este servicio en un sentido profundo y radical. Tal es la perspectiva en la que puede hablarse de un «sacrificio» de los cristianos. Aquí no se trata en realidad de un nuevo culto que ocupe el puesto del viejo culto anticuado. Pablo se sirve de las expresiones e imágenes de la tradición cúltica del Antiguo Testamento para exponer con ellas algo realmente nuevo como es el tema del Evangelio.

Este culto corpóreo de la vida cristiana se caracteriza por ser, al mismo tiempo un «culto espiritual». Lo que esta expresión entraña debe entenderse a partir de la crítica, que, en su tiempo, ejercían los judíos helenistas cultos sobre la práctica litúrgica externa y proyectada al exterior, que contemplaban por igual en el judaísmo y en la gentilidad. Pero, en este pasaje, Pablo no introduce, en la expresión que emplea, el mismo tipo de interiorización y espiritualización que correspondería a un culto divino descubierto antes. Para él el auténtico «culto espiritual» consiste precisamente en la ofrenda de los cuerpos, lo cual suponer en resumen, que el cristiano, en una forma adecuada y «agradable a Dios», se sirve del mundo en que como «cuerpo» se halla.

Si en el v. 1 el objeto de la exhortación lo constituye la entrega total del hombre a Dios, y las relaciones cristianas del hombre con el mundo, anejas a dicha entrega, en el v. 2 cobra mayor relieve el tono de la exhortación. Los cristianos no deben amoldarse «a las normas del presente». En cuanto justificado, el cristiano ha sido arrancado de raíz al «mundo presente», es decir, al viejo mundo sometido a la soberanía del pecado. Pese a lo cual, debe precaverse contra el mundo. Esta es una idea que resuena ya en los capítulos 6-8. Pero sería peligroso definir la conducta mundana del cristiano sólo desde el punto de vista de esta amonestación. El propio Pablo deja entrever en estos versículos un enfoque distinto. La vida cristiana no se realiza con abstenerse «del mundo presente», con una tendencia puramente negativa, sino con la transformación positiva de uno mismo, con la «renovación de la mente».

La renovación de la mente no sólo se cumple en el conocimiento cristiano de sí mismo, realizado aquí y allá, una y otra vez, sino en la escucha y atención tensa y constante a la novedad que Cristo ha puesto en marcha como una nueva creación 44; en una escucha que me capacita ahora para aprobar y juzgar lo que es la voluntad de Dios en el desarrollo concreto de la vida, en el que siempre tiene que cumplirse lo que es «bueno» y «perfecto». Pero el bien que debe hacerse no se deja conocer y valorar por una norma establecida, sino que mi acción y mi conducta se demuestra justamente como buena cuando con la «renovación» de mi espíritu comprendo aquí y ahora la voluntad de Dios y respondo a ella con la obediencia.

Aquí se echa de ver con singular claridad que esa obediencia de vida en la que nos acomodamos a la voluntad de Dios y no a los deseos «del mundo presente» no se realiza al margen del mundo, sino justamente en este mundo y a través del mundo. Eso, a su vez, pone de relieve que el cristiano todavía no ha alcanzado plenamente el mundo de Dios de modo que deba postergar las condiciones concretas de vida que encuentra en este mundo, sino que debe aceptar este mundo concreto -lo que forma parte de su obediencia de vida-, y que se halla en un tránsito constante, que en medio de este mundo y junto con este mundo le conduce a la nueva creación, la cual ya le ha sido otorgada como gracia en Cristo. El Apóstol no clama por una salida del mundo, sino por un tránsito escatológico a través de este mundo hasta el mundo de Dios, en el que siempre hay lugar para la creación llamada a la salvación, que hemos de llevar con nosotros y que personalmente hemos de representar en medio de dicho tránsito.

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44. Ga 6.15; 2Co_5:17.

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2. DIVERSIDAD DE DONES Y DIVERSIDAD DE SERVICIOS (Rm/12/03-08)

3 En virtud de la gracia que me ha sido otorgada, digo, pues, a cada uno de vosotros que nadie tenga de sí mismo estimación superior a la que debe tener, sino que se estime con moderación, según la medida de fe que Dios concedió a cada uno.

Las exhortaciones que el Apóstol ha de hacer en los versículos siguientes, las hace en virtud de la gracia que le ha sido otorgada. El exhortar a las comunidades es algo que pertenece a su ministerio apostólico. De ahí que cuanto dice a la comunidad con vistas a su conducta práctica tenga carácter oficial; su obligatoriedad deriva de la gracia de Dios que llama y por la que Pablo se ha dejado captar para el servicio. Es la gracia con la que Dios se vuelve misericordiosamente hacia los hombres (cf. v. 1) y que ahora, mediante la exhortación del Apóstol a la comunidad, alcanza su efecto.

Se amonesta a la comunidad a no tener de sí mismo estimación superior a la que se debe, lo que -en una formulación positiva- equivale a estimarse con moderación, a pensar de un modo sensato. Mas ¿hacia dónde apunta en definitiva esa moderación a que se exhorta? Hay que reconocer evidentemente que Pablo repite y utiliza aquí una palabra clave con un estilo retórico. Por lo que hace al contenido, esta amonestación introductoria logrará todo su alcance en los versículos siguientes. Como quiera que sea, en el v. 3, menciona la «medida» de la fe que Dios «concedió» a cada uno. Pero ¿hasta qué punto se mide y se concede la fe? O ¿hay que hablar aquí más bien de una medida aplicada a los dones de la gracia, cuya aplicación está condicionada por la fe? En favor de esta última interpretación hablan los versículos siguientes. Pero lo que Pablo quiere poner especialmente de relieve es la moderación de la fe frente a todos los peligros de los entusiasmos espiritualistas y de la sobrestima de los cristianos.

4 Porque, así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero ninguno de éstos tiene idéntica función, 5 así nosotros, aun siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero, por lo que a cada uno respecta, los unos somos miembros de los otros.

Al exhortar a la moderación se trata de las relaciones de los «miembros» entre sí. La imagen de un solo cuerpo con muchos miembros la ha utilizado ya Pablo en un contexto parecido, en el capítulo 12 de la primera carta a los Corintios. Era una imagen a la que recurría espontáneamente cuanto quería hablar de la comunidad y de la vinculación de sus miembros entre sí. Por lo demás, dentro de la misma imagen puede cargar el acento en distintos puntos de vista. Mientras que en la comunidad de Corinto le interesaba sobre todo subrayar la unidad de la Iglesia en medio de la multiplicidad de los carismas, aquí quiere evidentemente poner de relieve la moderación de los miembros de la comunidad. Ahí apunta ya la exhortación del v. 3 a la modestia. Aun reconociendo los dones de gracia que cada uno tiene dentro de la comunidad y en favor de la misma, lo que cuenta es que tales carismas no se utilicen en forma desmedida. Lo que importa, pues, es salir al encuentro del peligro que supone la espiritual y espiritualista complacencia en sí mismos de los miembros de la comunidad. Y es que tal conducta no estaría realmente influida por la fe en Jesucristo.

6 Y teniendo como tenemos dones que difieren según la gracia que nos ha sido otorgada, si uno tiene el don de profecía, ejercítelo de acuerdo con la fe; 7 si el de servir, que sirva; si el de enseñar, que enseñe; 8 si el de exhortar, que exhorte; el que da, que dé con sencillez; el que preside, que lo haga con solicitud; el que practica la misericordia, que la practique con alegría.

Los dones de gracia o carismas, que Pablo enumera aquí a modo de ejemplo, permiten conocer de modo particular su carácter de servicio. La profecía (cf. 1Co_12:1o) no es aquí solamente la palabra de vaticinio, sino cualquier palabra de los cristianos inspirada por Dios, por medio de la cual se descubre la verdad de las cosas. Esto acontece en la instrucción cristiana, en la exhortación y en la corrección. El lenguaje profético implica siempre una postura crítica frente al presente estado de cosas, y desde luego no en razón del propio punto de vista y menos aún por principio -la crítica por la crítica-, sino en virtud de la revelación divina y del conocimiento consiguiente de la voluntad de Dios. De ahí que el lenguaje cristiano (= la profecía) deba ejercitarse «de acuerdo con la fe», fe en que el cristiano se deja dirigir constantemente por Jesucristo.

Los otros carismas mencionados -«servir» o diaconía, «enseñar», «exhortar», caridad, presidir, obras de misericordia- no permiten reconocer en su enumeración un ordenamiento determinado. Ni siquiera se evitan las repeticiones e interferencias de las distintas funciones. Lo que a Pablo le interesa aquí no es un sistema perfectamente organizado de servicios y competencias dentro de la misma comunidad, sino que todo se desarrolle a su debido tiempo y lugar, aunque siempre con desinterés y sencillez para edificación de la comunidad. Porque, sólo así, consigue Dios con sus dones hacerse valer y alcanzar su objetivo que no es otro que la salvación de sus criaturas.

3. INSTRUCCIONES PARA TODOS (Rm/12/09-21)

9 Sea el amor sin fingimiento. Aborreced lo malo. Estad firmemente adheridos a lo bueno. 10 Con el cálido afecto de hermanos amaos cordialmente los unos a los otros. En cuanto a la estimación, tened por más dignos a los demás. 11 En vuestro celo no seáis negligentes. En el espíritu, manteneos fervientes. Servid (al precepto) del tiempo. 12 Vivid gozosos en la esperanza, firmes en la tribulación, constantes en la oración. 13 Socorred las necesidades de los hermanos en la fe. Practicad la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecidlos, y no los maldigáis. 15 Alegraos con los que se alegran. Llorad con los que lloran. 16 Tened unos con otros el mismo sentir no abrigando sentimientos de grandeza, sino dejándoos llevar al trato con los humildes. «No os tengáis por sabios ante vosotros mismos» (Pro_3:7). 17 A nadie devolváis mal por mal. «Procurad hacer el bien aun delante de todos los hombres» (Pro_3:4). 18 Si es posible, y en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis personalmente, queridos míos, sino dad lugar a la ira (de Dios). Porque escrito está «A mí me corresponde la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor» (Deu_32:35). 20 Antes bien: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Porque, haciendo esto, ascuas ardientes acumularás sobre su cabeza» (Pro_25:21 s). 21 No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien.

El Apóstol da una serie de instrucciones para una conducta ordenada. En este catálogo de exhortaciones no resulta posible descubrir un tema constante o un determinado ordenamiento de cada una de las amonestaciones. De todos modos, aparece en primer término y por encima de las demás la exhortación al amor. Un amor que debe ser «sin fingimiento». Y se insiste especialmente en el amor a los hermanos (v. 10). El amor es el fundamento último de la conducta cristiana; así lo demuestran con singular relieve una vez más las instrucciones de 13,8-10. En esta sección de 12,9-21 la posición incomparable del amor queda un poco velada por venir dentro de una lista de numerosas exhortaciones, bien que ocupe el primer lugar; concretamente el amor a los hermanos aparece como una exhortación más entre otras varias.

Si se pregunta cuál es el distintivo cristiano entre las actitudes que aquí se mencionan, no sería fácil responder de forma satisfactoria cuál de todas estas virtudes es la primera y más específica de cuantas han de practicar los cristianos. Cabría referirse ante todo tanto al fervor de espíritu que se nos ha dado (v. 11), como a la esperanza que nos alegra (v. 12). Las afirmaciones que aquí se hacen sobre el espíritu y la esperanza, como fuerzas condicionantes de la conducta cristiana, sin duda que Pablo no las entiende en un sentido diverso del que les otorga en otros pasajes (véase especialmente el capitulo 8). Pero en conjunto Pablo no presenta aquí unas posturas específicamente cristianas, sino más bien unas actitudes que también puede adoptar el no cristiano por otros motivos racionales. Que se haya de aborrecer el mal y tender al bien (v. 9) es un principio ético de validez universal, que aún vuelve a repetirse un par de veces dentro de esta misma sección (v. 17 y 21). Pablo se apropia aquí en parte puntos de vista y preceptos morales de la ética helenística y judía de su tiempo. Tampoco hay que pasar por alto el empleo de citas sapienciales del Antiguo Testamento y del judaísmo y sus exhortaciones: v. 16.17 y 20. Pero lo específicamente cristiano de las amonestaciones paulinas no hemos de buscarlo en cada uno de los contenidos concretos, sino más bien en el hecho de que a través de todo eso se realiza la ofrenda del propio cuerpo de los cristianos (cf. 12,1).

En su conducta moral los cristianos pueden hacer las mismas cosas que quienes no lo son y obran de acuerdo con su recta conciencia; sin embargo, no se trata de la misma realidad. Pues el cristiano puede llevar a efecto múltiples obras buenas, en las que pone su esfuerzo, como exigidas por Dios, y desde luego como preceptos que es preciso observar en la hora presente, sin que por lo mismo realice todavía un acto sagrado propiamente dicho. Esto es lo que pondría especialmente de relieve el v. 11 que manda «servir al precepto del tiempo»45. Según el v. 2 pertenece al cristiano el juzgar rectamente «cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto». Ahora bien, esto acontece precisamente cuando me esfuerzo por comprender cuál es la voluntad de Dios ahora, en este nuestro tiempo, en este nuestro momento. Reconozco la voluntad de Dios cuando tomo en serio este mi tiempo y en él descubro la presencia divina. El cristiano procura responder a esa voluntad.

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45. En el v. 11b la mayor parte de os manuscritos antiguos lee, en lugar del texto que nosotros hemos preferido. «Servid al Señor», pues las dos palabras griegas kairo ( = tiempo) y Kyrio ( = Señor) eran muy parecidas, especialmente en las abreviaturas. Se echa de ver fácilmente que en la trasmisión del texto resultaba más fácil corregir kairo por kyrio que no al revés.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



II. Exigencias Morales de la Justificación, 12:1-15:13.

Lo que debe ser la vida del cristiano, 12:1-2.
1 Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios, éste es vuestro culto racional. 2 Que no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que es agradable, lo que es perfecto.

Comienza aquí la parte moral o exhortatoria de la carta, con una serie de consejos y avisos para los cristianos de Roma en su vida diaria. Es de notar el enlace con la anterior parte dogmática mediante la partícula viva pues (oüv), dato importante que conviene hacer resaltar, pues ello es prueba de que para San Pablo, lo mismo que para Santiago (cf. Stg_2:14-17), la fe de que tanto ha venido hablando (cf. 1:16-17; 3:22; 4:5; 5:1; 9:30; 10:4) no es una fe muerta, sino una fe que está exigiendo las obras de las virtudes cristianas. También es de notar la expresión por la misericordia de Dios (v.1) como dando a entender que las exhortaciones que van a seguir son como una respuesta a la misericordia divina, que se ha manifestado en el Evangelio.
Esta primera perícopa (v.1-2) es todo un programa de vida espiritual. El Apóstol trata de inculcarnos que nuestro culto a Dios no ha de consistir en ofrecerle sacrificios de animales, como en la Ley mosaica y también entre los paganos, sino en ofrecerle nuestros cuerpos como hostia viva y santa, viviendo, no conforme a los criterios del mundo, sino renovados interiormente, a fin de discernir la voluntad de Dios sobre nosotros, es a saber, lo que es bueno (ôï ayaóv), lo que le agrada (åõÜñåóôïí), lo que es perfecto (ôÝ-ëåéïí). Hace, pues, una como interpretación litúrgica de nuestros deberes de cristianos.
Sería una interpretación demasiado restringida considerar ese ofrecer a Dios nuestros cuerpos simplemente como una exhortación a la pureza, igual que en 1Co_6:13; se trata de algo mucho más general, y su interpretación nos la da el v.2, con esa exigencia de renovación de la mente, que viene a equivaler a un despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo, vivificados por la vida misma de Cristo y de su Espíritu (cf. 6:2-13; 8:1-8). Con eso nos convertimos en hostia viva, santa y agradable, términos escogidos al trasluz de los sacrificios mosaicos (cf. Lev_22:19-24; Mal_1:8), cuyas condiciones deben cumplirse de modo mucho más perfecto en este nuevo culto cristiano, consistente en una vida de acciones buenas y santas. A este culto llama San Pablo culto racional (ëïãéêÞ ëáôñåßá), quizás porque es un culto que atañe a la razón, es decir, no reducido a ceremonias externas, sino conforme lo pide la naturaleza racional del ser humano y conforme Dios había manifestado que lo quería (cf. Isa_1:11-17; ! Sam 15.22; Ose_6:6; Miq_6:6-8; Jer_7:21-23; Sal_40:7-9; Pro_21:3). La idea, pues, de considerar la vida auténticamente religiosa como un culto espiritual no es una innovación de San Pablo, pues vemos que es lo que principalmente pide ya Dios en el Antiguo Testamento. De nada valen los sacrificios y culto externo si falla eso.

Cada cristiano debe sentir modestamente de sí, contentándose con la función que le haya sido asignada en la comunidad,Pro_12:3-8.
3 Por la gracia que me ha sido dada, os encargo a cada uno de vosotros no sentir de sí por encima de lo que conviene sentir, sino sentir modestamente, cada uno según la medida de fe que Dios le repartió. 4 Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. 6 Pues tenemos dones diferentes, según la gracia que nos fue dada: ya sea la profecía, según la medida de la fe; 7 ya sea el ministerio para servir; el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, para exhortar; el que da, con sencillez; quien preside, presida con solicitud; quien practica la misericordia, hágalo con alegría.

Doctrina de gran importancia en la vida práctica esta que aquí inculca San Pablo a los cristianos de Roma, Es como la primera aplicación de esa renovación de la mente, a que aludió en la perícopa anterior (cf. v.2). La idea central está indicada en el v.3, encargando a todos, uno por uno, que ninguno se tenga en más de lo que se debe tener, sino que sienta modestamente de sí, según la medida de fe que Dios le ha concedido. En el texto griego original hay un hermoso juego de palabras imposible de traducir: ìç ýðåñöñïíåÀí ðáñ' ä äåé öñïíåúí, áëëÜ öñïíåÀí åéò ôï óùöñïíåÀí. Y para dar más autoridad a su amonestación, San Pablo invoca su condición de apóstol, diciendo que les hace ese encargo en virtud de la gracia que le ha sido dada (cf,Pro_15:15; 1Co_3:10; Gal_2:9). Es posible que el recuerdo de los recientes disturbios de la iglesia de Corinto (cf. 1Co_3:3; 1Co_14:12-40), lugar desde donde escribe la carta a los Romanos, esté todavía bullendo en su mente y sea como el motivo u ocasión próxima de que comience por esta recomendación. Con la expresión medida de fe no alude el Apóstol a la fe como tal, en cuanto asentimiento a la verdad divina, sino a las consecuencias o fruto de esa fe, es decir, a los dones o carismas que Dios reparte de modo vario a los fieles junto con la fe, mirando a la determinada función que cada uno debe desempeñar en la Iglesia (cf. v.6; Efe_4:7). Dicho de otra manera: aunque la fe por razón de su principio es la misma en todos y en todos transforma la orientación de su vida, cada uno está llamado a prolongar la acción de Cristo en la medida que le conviene y que depende a la vez de sus aptitudes personales y del bien del grupo de que hace parte.
En los v.4-8 no hace sino aclarar más y recalcar la anterior recomendación. Comienza valiéndose de una imagen sumamente expresiva, es a saber, la imagen del cuerpo humano que, siendo uno solo, tiene gran variedad de miembros, cada uno con su función, y todos al servicio unos de otros. Mas notemos bien que San Pablo no considera esto como pura imagen de lo que debe suceder entre los cristianos, pues no dice simplemente que debemos comportarnos a la manera de los miembros de un cuerpo, sino que dice: .. así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo. Se trata, pues, de algo que es profunda realidad, aunque tenga cierta analogía con lo que sucede en el cuerpo humano. Esa profunda realidad, aquí brevemente aludida y que sirve de base a la recomendación del Apóstol, no es otra cosa que la doctrina de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo, de que habla también en otras de sus cartas, particularmente en las de la cautividad 121.
Concretando más, San Pablo hace referencia a diversas funciones o actividades dentro de la Iglesia, para cuyo fiel desempeño Dios reparte libremente sus dones (÷áñßóìáôá) entre los fieles, mirando al bien de la comunidad (v.6-8). Estos dones o carismas, de que el Apóstol habla también en otras ocasiones (cf. 1Co_12:8-10; 1Co_12:28-30; Efe_4:11), no deben concebirse como algo extraordinario y pasajero, propio de los comienzos de la Iglesia, conforme ha sido opinión bastante corriente, sino como algo estable que durará mientras dure la Iglesia. Sobre la naturaleza y función de esos carismas hablaremos luego más en detalle en la introducción a la carta primera a los Corintios.
Qué se haya de entender por cada uno de los carismas señalados por el Apóstol, no es fácil de determinar. En este pasaje de la carta a los Romanos da siete nombres; dos abstractos: profecía-ministerio, y cinco concretos: el que enseña-exhortada-preside-practica misericordia. En los lugares poco ha indicados de Corintios y Efesios, junto a nombres coincidentes con éstos de Romanos, hay otros que difieren. Ello prueba que en ninguno de los pasajes San Pablo intenta darnos una lista completa de carismas, sino que señala algunos principales que más interesaban a su propósito. Por lo que atañe concretamente a estos siete nombres de la carta a los Romanos, he aquí su significación más probable: profecía, don en orden a la predicación del mensaje evangélico, bajo el impulso e iluminación del Espíritu (cf. Hec_13:1; 1Co_14:24-25); ministerio, don de significado difícil de precisar, pero que probablemente es de carácter genérico (cf. 11:13; 15:31), englobando las cinco funciones o servicios que se enumeran a continuación: ministerio de la enseñanza, don para instruir convenientemente en las verdades de la fe, oficio propio del doctor, que suele venir a continuación de apóstoles y profetas (cf. Hec_13:1; 1Co_12:29); ministerio de la exhortación, don para llegar fácilmente al corazón de los demás con palabras apropiadas, aun teniendo menos instrucción que el profeta y el doctor; ministerio de la limosna, don que estimula a dar de los propios bienes y hacerlo con sencillez, buscando ayudar al prójimo y no otros motivos inconfesables, v.gr., el figurar en las listas de suscripciones; ministerio de gobierno, don para que los que están al frente de las varias obras de la comunidad lo hagan con celo y diligencia; ministerio de la práctica de la misericordia, don para atender con suavidad y buenas maneras al cuidado de enfermos, peregrinos, esclavos, etc.

Consejos de vida cristiana, centrados en la práctica de la caridad,1Co_12:9-21.
9 Vuestra caridad sea sincera, aborreciendo el mal, adhiriéndoos al bien,10 amándoos los unos a los otros con amor fraternal, honrándoos a porfía unos a otros. n Sed diligentes sin flojedad, fervorosos de espíritu, como quienes sirven al Señor. 12 Vivid alegres con la esperanza, pacientes en la tribulación, perseverantes en la oración; 13 subvenid a las necesidades de los santos, sed solícitos en la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis. 15 Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. 16 Sed unánimes entre vosotros, no seáis altivos, mas allanaos a los humildes. No seáis prudentes a vuestros propios ojos. 17 No volváis mal por mal, procurad lo bueno a los ojos de todos los hombres. 18 A ser posible y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos. 19 No os toméis la justicia por vosotros mismos, amadísimos, antes dad lugar a la ira (de Dios); pues escrito está: A mí la venganza, yo haré justicia, dice el Señor. 20 Por lo contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; que haciendo así amontonáis carbones encendidos sobre su cabeza. 21 No te dejes vencer del mal, antes vence al mal con el bien.

Con esta larga serie de avisos de carácter moral, centrados en la caridad, San Pablo nos da claramente a entender el gran papel de esta virtud en la vida cristiana (cf. 1Co_13:1-13). Los avisos se suceden rápidamente y, a lo que parece, sin un orden lógico determinado; quizás podamos hacer distinción entre los v.9-13, aludiendo al ejercicio de la caridad entre los cristianos, y los v.14-21, extendiendo ese horizonte a todos los hombres, incluso a los enemigos y perseguidores.
Comienza San Pablo con una recomendación de carácter general, manifestando que la caridad (Þ áãÜðç) debe ser sincera (áíõðüêñéôïò), es decir, sin simulación ni fingimiento, cual suelen hacer los actores en escena (v.9; cf. 1Jn_3:16-18). Insiste luego en varios aspectos particulares, entre los que podemos destacar el de fraternidad, como hijos de un mismo Padre celestial y miembros de un mismo Cuerpo místico; el de alegría, con la esperanza del cielo (cf. 5:2; 8:18), y el de hospitalidad, recibiendo solícitamente a todos los santos (cf. 1:17) que necesiten refugio (v. 10-13).
A continuación, aunque entremezclando otros, insiste sobre todo en el concepto del amor a los enemigos (v. 14-21), cosa que había hecho ya claramente también Jesucristo (cf. Mat_5:39.44). Con razón se ha hecho notar, comentando este pasaje, la actitud tan diferente de los judíos, quienes pocos años más tarde, a fines del siglo i, introducen en su plegaria oficial Semoné esré estas palabras de maldición contra los cristianos: Que no haya esperanza para los apóstatas.., que los nazarenos perezcan prontamente y los herejes sean borrados del libro de los vivos. San Pablo, a fin de recalcar más la idea de que no busquemos por nosotros mismos la justicia contra las injurias, sino que lo dejemos en manos del Señor, que la hará a su tiempo, busca apoyo en la Sagrada Escritura, citando (v. 19-20) una frase de Deu_32:35 y otra de Pro_25:21-22. La expresión amontonar carbones encendidos sobre la cabeza del enemigo no es clara. Su sentido, como pide el v.21, parece ser el de que, perdonando sus injurias y devolviendo bien por mal, produciremos en él sentimientos de vergüenza y remordimiento, que le obligarán a cambiar de conducta. La imagen quizás esté tomada de los asedios de ciudades, cuando se arrojaban sobre los asaltantes fuego y aceite hirviendo. Lo que aquí dice San Pablo, de que el cristiano no debe tomar la justicia por sí mismo, sino dejarla a Dios (v.19), ha de entenderse del cristiano como persona privada, no del cristiano constituido en autoridad, que tiene el deber de reprimir el mal (cf. 13:4). Ese aspecto San Pablo aquí no lo considera. E incluso como persona privada, el cristiano puede, y a veces convendrá hacerlo, apelar y defenderse ante los tribunales; pero lo que nunca le será lícito es hacerlo con espíritu de venganza personal, secundando la reacción de la carne. Es lo que directamente quiere decir San Pablo.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)




112 (III) Segunda parte: sección parenética las exigencias de una vida recta en Cristo (12,1-15,13). En este momento, Pablo añade a la sección doctrinal una exhortación dirigida a la Iglesia romana, aun cuando ésta es prácticamente desconocida para él. Rom 12-13 constituye una unidad catequética, bas(-)tante parecida a 1 Tes 4-5. Refleja la tendencia presente en la Iglesia primitiva a unir la paré(-)nesis con una exposición kerigmática o doctri(-)nal. Esta sección parenética no es exactamen(-)te un tratado ético, pues resulta muy poco sistemática y algo divagadora. Tal como se en(-)cuentra en Rom, da a entender que, aun cuan(-)do las prescripciones legales mosaicas ya no pueden ser la norma para la conducta cristia(-)na, hay exigencias que pesan sobre los cristia(-)nos, y el principio activo en todas ellas es el amor o caridad. Muchos de los temas presen(-)tes en esta sección son generalidades y reflejan problemas con los que Pablo tuvo que vérselas en el pasado en otras Iglesias fundadas por él, quizá incluso en Corinto, desde donde envía esta carta. Aunque los temas no están estre(-)chamente relacionados entre sí, en líneas ge(-)nerales atañen a la relación de los cristianos justificados con la sociedad en que viven.

113 (A) La vida cristiana debe ser un culto dado a Dios en el Espíritu (12,1-13,14).
La unidad de la comunidad cristiana requiere que los individuos se esfuercen por vencer el mal con el bien. La búsqueda común del bien es obligación de quienes son miembros del cuerpo de Cristo, cuyas vidas han de ser un sacrificio ofrecido a Dios. 1. os exhorto: Pablo habla co(-)mo un apóstol autorizado (1,5; 11,13). por la misericordia de Dios: Lit., «misericordias», pl. que da a entender las múltiples manifesta(-)ciones de la misericordia que se acaban de des(-)cribir en los caps. 9-11, esp. en 11,30-32. a que os ofrezcáis a vosotros mismos: Lit., «vuestros cuerpos» (-Teología paulina, 82:102). El vb. no sólo significa poner algo a disposición de otro, sino que tiene el matiz de «ofrecer», «presen(-)tar» algo en un marco sacrificial (BAGD 628). como un sacrificio vivo: Los cristianos que se esfuerzan por hacer lo que está bien dan un sentido cultual a sus vidas. Pablo los compara implícitamente con los animales sacrificados en el culto judío o en los paganos, pero añade una nota distintiva: su ofrenda de sí mismos es(-)tá «viva», no se realiza con animales muertos. culto espiritual: Este está guiado por el logos, «razón», y es apropiado para un ser humano. 2. no os acomodéis a este mundo: «Este mundo» es pasajero e imperfecto (1 Cor 7,31). Pablo alude a la distinción judía entre «este mundo/era» y el «mundo/era venidero», distinción que fue adoptada por la Iglesia primitiva dándole un matiz cristiano. Pablo mismo piensa que el «mundo/era venidero» ya ha comenzado; am(-)bas «eras» se encontraron al comienzo de la dispensación cristiana (1 Cor 10,11). Por eso el cristiano, aunque está en «este mundo», debe vivir para Dios y no acomodarse a ningún otro criterio, transformaos: Véase 2 Cor 3,18. La me(-)tamorfosis no es exterior, sino interior, entraña la renovación del nous humano y es efectuada por la presencia del Espíritu de Dios que habi(-)ta en el hombre.

114 3-13. El culto que se ha de dar a Dios debe manifestarse concretamente en una vida en sociedad basada en la humildad y la caridad. Exige un uso adecuado y desinteresado de los dones espirituales recibidos. Como fundador apostólico de Iglesias cristianas, Pablo se daba perfecta cuenta del peligro que suponían para la comunidad los elementos de ésta que sobrestimaban su valía. 3. la gracia que me fue dada: Véanse 1,5; 15,15. según el criterio de la fe: Lit., «la medida de la fe». La norma del juicio propio ha de ser la pistis. Esta no es la «fe» carismática de 1 Cor 13,2, puesto que la exhortación va dirigida a todos los cristianos, pero puede ser, bien la respuesta activa del creyente (fides qua creditur) o, mejor, el objeto en que se cree (fides quae), que concretamente es Jesucristo. En vez de tener una idea demasiado elevada de sí mis(-)mo, cada cual debe medirse con el criterio de aquello en lo que cree (véase Cranfield, NTS 8 [1961-62] 345-51). 5. somos un solo cuerpo en Cristo: En cartas anteriores, Pablo hizo referen(-)cia a la unión de los cristianos con Cristo, y a su mutua unidad en él, mediante el tropo del cuer(-)po de Cristo (1 Cor 6,15-20; 10,16-17; 12,12-31). Como en 1 Cor 12,12-31, la expresión «un solo cuerpo» probablemente no indica nada más que una unión moral de los miembros que con(-)curren al bien común del todo, como en la so(-)ciedad organizada. Más matices de su pensa(-)miento sobre este tema hemos de buscarlos en otro lugar (-Teología paulina, 82:122). Nótese que en este texto Pablo no dice que somos «el cuerpo de Cristo», ni habla del «único cuerpo» en conexión con la Iglesia. Somos «un solo cuerpo» porque estamos «en Cristo». Conviene mantener los matices de su pensamiento en los diversos pasajes.

115 6. tenemos dones: Los diferentes do(-)nes de gracia que los cristianos reciben del Es(-)píritu a consecuencia de la fe están destinados al provecho de la comunidad. Cada uno debe caer en la cuenta del carácter social de los ta(-)lentos o dones que Dios le ha otorgado, y ha(-)cer uso de ellos para el bien común sin envi(-)dias ni celos. Pablo enumera siete de esos dones, al principio en términos abstractos, más tarde con sustantivos referidos a perso(-)nas. predicación inspirada: Lit., «profecía», en(-)tendida en el sentido que se le da en el NT (1 Cor 12,10; 13,2; 14,3-6.24; 1 Tes 5,20). en pro(-)porción a (nuestra) fe: El término gr. analogia significa «relación correcta», «proporción» (BAGD 56) y en este caso no crea práctica(-)mente problemas. La palabra pistis es más problemática; véase el comentario al v. 3 supra. El mejor modo de entenderla en esta ocasión es como fides quae, el cuerpo de la fe cristiana. 7. servicio: El segundo don es la diakonia, que probablemente hace referencia a la administración de la ayuda material o a la dis(-)tribución de las limosnas de la comunidad (véanse 1 Cor 16,15; Hch 6,1). Nada en este contexto lo relaciona con una clase bien dife(-)renciada de personas (= «diáconos»), si uno es maestro: El tercer don es la enseñanza de la doctrina cristiana, tarea distinta de la predica(-)ción y el servicio mencionados anteriormente (véase también 1 Cor 12,28; cf. Ef 4,11). 8. si uno exhorta: El cuarto don es poseído por el «padre espiritual» de la comunidad, si uno ayuda: El quinto don es poseído por quien «comparte» su riqueza particular por medio de limosnas; tales filántropos deben ejercitar ese don «con generosa sencillez» (véanse 2 Cor 9,11.13 y el comentario a 2 Cor 8,2). si uno es dirigente: El sexto don pertenece a ho proistamenos, «el que está a la cabeza» de la comuni(-)dad, un encargado o administrador (véase 1 Tes 5,12). Si el orden de los dones es significa(-)tivo, el puesto del «dirigente» dentro de la lis(-)ta no destaca. A veces se utiliza otra trad., «el que ayuda» (RSV, cf. BAGD 707); pero enton(-)ces resulta difícil distinguir este don del se(-)gundo o el quinto, con diligencia: La atención diligente debe caracterizar el gobierno del que dirige, quien practica la misericordia: El sépti(-)mo don pertenece a quien realiza actos de mi(-)sericordia; tales personas deben hacerlos con jovialidad. El espíritu con que se hacen es más importante que los actos en sí.
(Ellis, E. E., «Spiritual Gifts in the Pauline Communitv», NTS 20 [1973-74] 128. Kasemann, E., ENTT 63-94.)

116 9. que el amor sea auténtico: El amor sin farsa ni hipocresía se explica mediante una serie de instrucciones o máximas acerca de los actos caritativos. 10. con afecto fraternal: Se debe mostrar verdadera caridad sobre todo a los miembros de la comunidad cristiana. Pa(-)blo utiliza philadelphia para distinguirla de la obligación más amplia de la agapé. ansiosos de honraros unos a otros: El sentido de esta frase es objeto de discusión; la trad. utilizada aquí sigue la de varias versiones antiguas. Sin em(-)bargo, podría ser: «En lo que concierne al ho(-)nor, que cada uno estime en más a los otros» (véase BDF 150). 11. servid al Señor: Ésta es la motivación de toda conducta cristiana. En lu(-)gar de kyrió, algunos mss. (D, G) leen kairó, «servid a la hora». Si esto fuera correcto, los cristianos estarían invitados a satisfacer las exigencias del tiempo en que viven (véase O. Cullmann, Christ and Time [Filadelfia 1950] 42). 13. las necesidades de los santos: ¿Está in(-)sinuando Pablo a los cristianos de Roma que también ellos debieran pensar en ayudar con limosnas a la comunidad cristiana de Jerusa(-)lén (véase 15,25)?

117 14-21. En estos versículos, Pablo re(-)comienda la caridad con todos, incluso con los enemigos. 14. bendecid a vuestros perseguido(-)res: Este consejo se hace eco de las palabras de Jesús (Mt 5,44; Lc 6,27-28). Algunos mss. im(-)portantes (P46 B, 1739) omiten «vuestros», con lo que el sentido sería más general: «Bendecid a (todos los) perseguidores». No hay razón pa(-)ra pensar que Pablo sepa de alguna persecu(-)ción oficial de los cristianos en Roma por aquel entonces. 16. tened la misma considera(-)ción unos por otros: Recomendación de mutua estima para la concordia de la comunidad (véase 15,5); es también una advertencia con(-)tra cualquier autoestima falsa, relacionaos con los sencillos: Esta trad. entiende el término gr. tapeinois como mase., pero, a la vista del man(-)dato anterior (no poner las miras en cosas ele(-)vadas), podría significar: «Entregaos a tareas humildes» (neut.). no seáis engreídos: Véase Prov 3,7, citado libremente. 17. no mal por mal: La advertencia de Pablo tal vez se haga eco de las palabras de Jesús (Mt 5,39.43-44). procurad lo que es honorable: Prov 3,4 adapta(-)do (cf. 2 Cor 4,2; 8,21). 19. no busquéis ven(-)ganza: Tanto el deseo de venganza contra los enemigos (de fuera) como su búsqueda están excluidas de una conducta cristiana. El dere(-)cho a vengarse no forma parte de la derrota del mal, pese a lo que pudiera parecer a pri(-)mera vista. La caridad debe reinar en todo, de(-)jad lugar a la ira: Dejad libertad de acción a la ira (escatológica) de Dios, que se manifestará contra el pecado. Pablo cita inmediatamente Dt 32,35 (en una forma próxima al TM). La ci(-)ta hace segura la referencia a la ira de Dios. El cristiano debe dejar a Dios el castigo del mal y buscar sólo el bien. 20. Pablo cita Prov 25,21-22 (LXX, ms. B), haciendo suya la recomen(-)dación ahí contenida, amontonando carbones encendidos sobre su cabeza: El significado de esta frase del AT es oscuro. Al seguir a los LXX, Pablo habla claramente de amontonar carbones «sobre» la «cabeza» (pese a M. Dahood, CBQ 17 [1955] 19-23; L. Ramaroson, Bib 51 [1970] 230-34). Del tropo utilizado se dan varias explicaciones: (1) Para el Ambrosiaster, Agustín y Jerónimo, los carbones eran símbolos de las vehementes punzadas de la vergüenza. La bondad movería al enemigo a vergüenza y arrepentimiento, que arderían so(-)bre su cabeza como carbones abrasadores. Pe(-)ro tal significado simbólico no está testimo(-)niado en ningún otro lugar. (2) Para S. Morenz (TLZ 78 [1953] 187-92) los carbones son sím(-)bolo de arrepentimiento. Este significado sim(-)bólico procede de una alusión remota a un ri(-)tual egipcio descrito en un texto demótico del s. III a.C., según el cual un penitente lleva sobre la cabeza un plato de carbón vegetal ardiendo para expresar dicho arrepentimiento por haber sido injusto con alguien. Así, la amabilidad con un enemigo haría a éste ex(-)presar su arrepentimiento ante Dios (cf. W. Klassen, NTS 9 [1962-63] 337-50, para un uso matizado de la explicación de Morenz). (3) Al(-)gunos Padres gr. (Orígenes, Crisóstomo) en(-)tendieron los carbones como símbolo de un ti(-)po más noble de venganza: si uno alimenta a su enemigo y éste permanece hostil, lo hace merecedor de un castigo más serio por parte de Dios; así amontona uno carbones de casti(-)go divino sobre la cabeza del enemigo. Este significado simbólico tampoco está testimo(-)niado en ningún otro lugar. (4) K. Stendahl (HTR 55 [1962] 343-55) modificó esta última interpretación comparando el principio gene(-)ral de Pablo con afirmaciones de la LQ que abogan por no tomar represalias ante el mal hecho por los enemigos, y aplazar el castigo hasta el día de la venganza de Dios (véanse lQS 10,17-20; 9,21-22; 1,9-11). El uso que Pa(-)blo hace de Dt 32 y Prov 25 indicaría, pues, una manera idónea de aumentar la medida de los pecados de un enemigo.
(Cranfield, C. E. B., A Commentary on Romans 12-13 [Edimburgo 1965], Culpepper, R. A., «Gods Righteousness in the Life of His People: Romans 12-15», RevExp 73 [1976] 451-63. Schelke, K.-H., «Der Christ in der Gemeinde: Eine Auslegung vom Rom 12», BK 28 [1973] 74-81.)

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XII.

1 Gods mercies must mooue vs to please God. 3 No man must thinke too well of himselfe, 6 But attend euerie one, on that calling, wherein he is placed. 9 Loue, and many other dueties are required of vs. 19 Reuenge is specially forbidden.
1 I beseech you therefore brethren, by the mercies of God, that yee present your bodies a liuing sacrifice, holy, acceptable vnto God, which is your reasonable seruice.
2 And bee not conformed to this world: but be ye transformed by the renuing of your minde, that ye may proue what is that good, that acceptable and perfect will of God.
3 For I say, through the grace giuen vnto mee, to euery man that is among you, not to thinke of himselfe more highly then hee ought to thinke, but to thinke [ Greek: to sobrietie.] soberly, according as God hath dealt to euery man the measure of faith.
4 For as we haue many members in one body, and all members haue not the same office:
5 So we being many are one bodie in Christ, and euery one members one of another.
6 Hauing then gifts, differing according to the grace that is giuen to vs, whether prophecie, let vs prophecie according to the proportion of faith.
7 Or ministery, let vs wait, on our ministring: or hee that teacheth, on teaching:
8 Or he that exhorteth, on exhortation: he that [ Or, imparteth.] giueth, let him doe it [ Or, liberally.] with simplicitie: hee that ruleth, with diligence: hee that sheweth mercy, with cheerefulnesse.
9 Let loue bee without dissimulation: abhorre that which is euill, cleaue to that which is good.
10 Bee kindly affectioned one to another [ Or, in the loue of the brethren.] with brotherly loue, in honour preferring one another.
11 Not slouthfull in busines: feruent

[Exhortations to seuerall dueties.]

in spirit, seruing the Lord.
12 Reioycing in hope, patient in tribulation, continuing instant in prayer.
13 Distributing to the necessitie of Saints; giuen to hospitalitie.
14 Blesse them which persecute you, blesse, and curse not.
15 Reioyce with them that doe reioice, and weepe with them that weepe.
16 Be of the same mind one towards another. Minde not high things, but [ Or, be contented with meane things.] condescend to men of low estate. Bee not wise in your owne conceits.
17 Recompence to no man euill for euill. Prouide things honest in the sight of all men.
18 If it be possible, as much as lyeth in you, liue peaceably with all men.
19 Dearely beloued, auenge not your selues, but rather giue place vnto wrath: for it is written, [ Deu_32:35 .] Uengeance is mine, I will repay, saith the Lord.
20 [ Pro_25:21 .] Therefore if thine enemie hunger, feed him: if he thirst, giue him drink. For in so doing thou shalt heape coales of fire on his head.
21 Be not ouercome of euill, but ouercome euill with good.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Humildad y dones

El propósito de Pablo en esta sección es motivar a la unidad entre los cristianos, fomentando una actitud de humildad y respeto los unos por los otros, particularmente en cuanto a la posesión y el uso de los dones espirituales. Pablo nos insta a no tener un alto concepto de nosotros mismos, sino a observarnos honesta y objetivamente. Debemos medirnos, no en comparación con los demás, sino conforme a la medida de la fe (metron pisteos). Algunos interpretan que esta expresión designa las diferentes cantidades de fe que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros. El contexto, no obstante, sugiere que Pablo habla aquí de nuestra común fe cristiana, en comparación con la cual cada uno de nosotros debe medirse. Cuando hacemos esto, el compararnos a nosotros mismos con otros creyentes se vuelve relativamente poco importante, particularmente al tener en cuenta que Dios ha dado diferentes dones a los miembros de la iglesia, el cuerpo de Cristo (4, 5). Lo que se necesita es reconocer, dentro de la iglesia, la hermosa diversidad y complementariedad dadas por Dios y guiadas por el Espíritu (ver 1 Cor. 12:4-31 donde se encuentra un énfasis similar).

Aunque Pablo no menciona aquí explícitamente el papel que desempeña el Espíritu, su participación queda implícita en la referencia a los dones (charismata; cf. 1:11; 1 Cor. 12:7-11). Pablo menciona dones específicos, en otros dos lugares (1 Cor. 12:7-11, 28; Ef. 4:11), y una comparación de estos textos revela que en ninguno de ellos pretende dar una lista exhaustiva. En cambio, en cada uno Pablo elige ejemplos que serán relevantes a su propósito. La meta de Pablo en este momento es animar a cada cristiano a que use sus dones con energía y en la forma adecuada, y que no se preocupe por los dones que puedan tener los demás, o la forma en que ellos puedan estar usándolos. La profecía (6b) es el don de transmitir a otros creyentes en Cristo la verdad que Dios ha comunicado al profeta (ver 1 Cor. 14:1-32). El profeta debe ejercer su don conforme a la medida de la fe, una frase que tiene el mismo sentido que medida de la fe del v. 3 (quizá como desempeñando su parte en la obra total de la iglesia). El don de servicio (v. 7) puede denotar un ministerio específico de enseñanza o de dirigir la adoración, pero es probablemente una designación general para varios ministerios (ver 1 Cor. 12:5). El don de enseñanza comprende la transmisión de la doctrina cristiana (ver 2 Tim. 2:2); la exhortación (8) incluye una gama más amplia de ministerios de la palabra. Se nos recuerdan las variadas formas en que Dios guía a su pueblo a servirle a él y a la comunidad, con la inclusión del don del que comparte (8b).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. Pablo pone de relieve que el "culto" por excelencia del cristiano es toda su vida, convertida en ofrenda "agradable" a Dios. De una manera especial, el apostolado (1.9; 15. 16), la fe ( Flp_2:17) y la ayuda a los necesitados ( 2Co_9:11-15; Flp_4:18; Heb_13:16).

4-5. Ver 1Co_12:12.

6-8. El tema de los "dones" o "carismas" se encuentra ampliamente desarrollado en 1 Cor. 12; 14. Ver Efe_4:11-12.

16. Pro_3:7.

17. Pro_3:4 (texto griego).

19. Deu_32:35. "Den lugar a la ira de Dios": esta expresión significa que Dios es el único que puede hacer justicia y castigar debidamente al pecador. Ver nota 1. 18; Heb_10:29-31.

20. Pro_25:21-22. Los "carbones encendidos" simbolizan probablemente el remordimiento y la vergüenza. La bondad hacia el enemigo es la mejor manera de llevarlo a un cambio de actitud y de hacerle deponer su enemistad.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Normas de vida cristiana. Comienza una larga exhortación sobre lo que debe ser la conducta del cristiano, no considerado como persona aislada, sino como miembro vivo de una comunidad de fe. El tema de la unidad y armonía era la obsesión de Pablo. Era también el desafío constante de aquellas jóvenes Iglesias formadas por cristianos de tan diferentes procedencias y costumbres tan opuestas. No olvidemos que el Apóstol escribe desde Corinto, donde las divisiones internas estuvieron a punto de fragmentar irremediablemente a una comunidad que él mismo había fundado y cuidado con tanto cariño. ¿Le habrían llegado rumores de que, al igual que en Corinto, algo no funcionaba bien en Roma? Lo cierto es que trata el tema con la seriedad y solemnidad de quien está «anunciando el Evangelio», y no como consejos y amonestaciones comunes propias de cualquier final de carta.
Si comenzó afirmando que el Evangelio es fuerza de salvación para todo el que cree, ahora quiere ver ese Evangelio encarnado en las relaciones personales de los unos para con los otros, como si entre todos estuvieran ofreciendo un sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, pues éste es el verdadero «culto espiritual» (1), que Dios quiere. El Espíritu que habita en nosotros es el que nos posibilita a entregarnos a Dios y a los hermanos en un mismo ofrecimiento de amor. En el clamor ¡Abba!, Padre (8,15), resuena el clamor ¡Hermano, Hermana! Con su imagen favorita del «Cuerpo de Cristo», ya desarrollada ampliamente en 1Co_1:12s, el Apóstol sitúa la unidad y armonía de la comunidad en su nivel más profundo. De aquí parte la larga lista de recomendaciones, amonestaciones y consejos que tejen la conducta ideal del cristiano como miembro de la comunidad de fe. Se trata de un programa tan actual para la comunidad de Roma como para nuestra Iglesia de hoy.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Enumera Pablo, por vía de ejemplo, siete carismas; para cuya inteligencia nótese:
1) en cuanto a la construcción, que cada uno de los miembros de la enumeración es una oración lógicamente completa, con su prótasis (en que se especifica el carisma) y su apódosis, gramaticalmente elíptica (en que se prescribe el modo de su uso);
2) la significación de cada uno de los carismas parece ser ésta: la profecía es el don de hablar palabras de edificación, exhortación, consolación, bajo la actual moción del Espíritu; el ministerio es el trabajo personal en servicio de la Iglesia; el que enseña es el maestro de la doctrina cristiana ; el que exhorta es el predicador que posee el carisma de la elocuencia sagrada; el que reparte de lo suyo es el que se consagra a las obras de beneficencia, el que preside es el que posee el don de dirigir a los demás; o traduciendo, «el que asiste» es el que a manera de patrono defiende a los desvalidos; el que hace misericordia es el que se consagra universalmente a las obras de misericordia.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

En los vv. 1-2 el Apóstol introduce la invitación a dar a Dios un culto espiritual, como consecuencia de la nueva condición dada por el Bautismo. Los cristianos son el nuevo Pueblo de Dios y están incorporados a Cristo como miembros suyos, de modo que «todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo (1 P 2,5), para realizar cada una de nuestras propias acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-Hombre» (S. Josemaría Escrivá, Hom. 1. 96).

Pablo explica los diversos «dones» o carismas que hay en la Iglesia sirviéndose de la imagen del cuerpo para resaltar la variedad que existe en ella: cada uno cumple un papel definido y coopera al bien de todos, a la vez que busca su propio bien espiritual (Cfr 1 Co 12,12-31).


Nuevo Testamento México (Centro Bíblico Hispano Americano, 1992)

“La verdadera limosna, dice S. Juan Crisóstomo, consiste en dar de modo que sintamos alegría, al hacerla, y nos consideremos más bien beneficiados que protectores”. Cfr. 2Co 9:7; Flm 1:14; Heb 13:7.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 12.1 Verdadero: También puede traducirse por racional o espiritual.

[2] 12.4-5 1 Co 12.12-31.

[3] 12.6 El don de profecía: Véase 1 Co 14.1 n.

[4] 12.6-8 1 Co 12.4-11.

[5] 12.19 Dt 32.35.

[6] 12.20 Pr 25.21-22. Harás que le arda la cara de verg@uenza: lit. amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— el que preside: El término griego aquí empleado puede significar simplemente el que atiende, o cuida de (ver 1Ts 5:12).

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Tit_1:5+

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

el que cuida...1Co 12:4-11; §160.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Tit_1:5+

Torres Amat (1825)



[19] Eclo 28, 1-2; Mat 5, 39.