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La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud. (Romanos  13, 10) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Obediencia a los poderes públicos, 13:1-7.
1 Todos habéis de estar sometidos a las autoridades superiores, que no hay autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas, 2 de suerte que quien resiste a la autoridad resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación. 3 Porque los magistrados no son de temer para los que obran bien, sino para los que obran mal. ¿Quieres vivir sin temor a la autoridad? Haz el bien y tendrás su aprobación, 4 porque es ministro de Dios para el bien. Pero si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra el mal. 5 Por eso es preciso someterse, no sólo por temor del castigo, sino por conciencia. 6 Pagadles, pues, los tributos, que son ministros de Dios constantemente ocupados en eso. 7 Pagad a todos lo que debáis, a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; a quien temor, temor; a quien honor, honor.

Anteriormente San Pablo se ha referido a las relaciones entre los cristianos y los no cristianos (cf. 12:14-21); ahora, puesto que escribe a los fieles de Roma, capital política entonces del mundo, cree oportuno añadir algunos avisos concretos sobre relaciones con los poderes públicos. Su doctrina, no obstante que esté pensando en las circunstancias concretas de los destinatarios de la carta, es de carácter general y abarca todos los tiempos (v.1-7).
De modo parecido a San Pablo se expresa también San Pedro en una de sus cartas (cf. 1Pe_2:13-14).
La idea fundamental de la exposición del Apóstol está en los v.1-2, al afirmar que todos los seress humanos, sin excluir los cristianos, deben obedecer a los poderes públicos constituidos, pues toda autoridad viene de Dios, y desobedecerlos es desobedecer a Dios. San Pablo no determina en qué sentido toda autoridad viene de Dios, idea por lo demás muy bíblica (cf. Sab_6:3-4; Jn 19-11) pero podemos suponer que es en el sentido de que Dios es el autor del hombre creado para vivir en sociedad y, por lo mismo, autor de la sociedad y de la autoridad, que es la forma de la sociedad misma. Esta doctrina es totalmente opuesta a la que, por aquellas mismas fechas, sostenían sus compatriotas zelotes en Palestina, que luchaban contra la dominación romana y defendían que someterse a cualquier autoridad humana, y más si pagana, era una especie de apostasía religiosa (cf. Hec_5:37). San Pablo, al contrario, lleva hasta Dios el origen de los Estados, pues es El quien ha determinado que existan organismos civiles, compuestos por quienes mandan y por quienes obedecen. Tanto es así, que resistir a las autoridades humanas es resistir a la disposición de Dios.. y atraerse sobre sí la condenación (v.2). Esta condenación (êñßìá) es, en el pensamiento de San Pablo, la justa sanción civil en castigo de la desobediencia, sanción que no excluye otra de tipo más elevado, dado que se trata de rebeldía contra la disposición de Dios.
Como vemos, la doctrina expuesta aquí por el Apóstol es de muy graves consecuencias, impregnando de profundo sentido religioso las relaciones del naciente cristianismo con el Estado, aunque éste sea pagano, como era el caso de entonces. Una observación importante queremos hacer, y es que San Pablo se fija en las autoridades constituidas de hecho, sin aludir al modo como llegaron al poder. Es cuestión que no considera. Tampoco considera el caso en que esas autoridades manden cosas injustas; más bien supone que el Estado se mantiene dentro de sus límites, aprobando el bien y reprimiendo el mal (v.3-4), y es sólo en esa hipótesis como tiene aplicación su doctrina, incluso en la cuestión de impuestos a que alude en los v.6-7. Para el caso de injusticia y abuso de poder, tenemos la respuesta tajante de San Pedro ante una orden del sanedrín: Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres (Hec_5:29).

De nuevo el precepto de la caridad,Hec_13:8-10.
8 No estéis en deuda con nadie, si no es en la del amor mutuo; porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley. 9 Pues aquello de no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: Amarás al prójimo como a ti mismo. 10 La caridad no obra el mal del prójimo. Es, pues, la caridad la plenitud de la Ley.

Terminado lo referente a los deberes para con el Estado, de nuevo vuelve San Pablo al tema de la caridad con todos los seres humanos. La entrada en materia es tan ingeniosa como delicada, presentando la caridad como una deuda que debemos pagar al prójimo, pero una deuda que es única, pues, al contrario de las otras, ésta nunca podremos acabar de saldarla (v.8).
Son de notar las expresiones con que San Pablo hace resaltar la importancia de la caridad, diciendo que es la plenitud (ðëÞñùìá) de la Ley (v.10) y que quien ama al prójimo ha cumplido (ðåôôëÞ-ñùêåí) la Ley (v.8) y que los preceptos de ésta se resumen (Üíáêå-öáëáéïàíôáé) en el de la caridad hacia el prójimo (v.9). Creemos que todas estas expresiones vienen a significar prácticamente lo mismo; es, a saber, que con la práctica de la caridad llevamos la Ley hasta su plenitud o, lo que es igual, hasta donde Dios intentaba llevarla. Late aquí una idea muy profunda, que conviene señalar, y que, antes que San Pablo, expresó ya Jesucristo en el sermón del monte, al decir que no había venido a abrogar la Ley, sino a consumarla (cf. Mat_5:17). Y notemos que, no obstante esta afirmación, el mismo Jesucristo añadirá poco después repetida y solemnemente: Oísteis que se dijo a los antiguos.., pero yo os digo..; y a veces, como en el caso del libelo de repudio, en abierta oposición con el precepto mosaico (cf. Mat_5:31.38).
Para darnos cuenta de lo que esto significa, tengamos presente que en la antigua Ley se han de distinguir claramente dos cosas: la idea o verdad divina que Dios intentaba inculcar y los preceptos mismos materiales en los que quedaba como encarnada y aprisionada esa idea. Estos preceptos, muchos de los cuales estaban ya en vigor entre el pueblo antes de Moisés, no eran sino el ropaje o involucrum del que Dios se valía, en consonancia con la capacidad del pueblo y las circunstancias históricas de entonces, sin que estuvieran destinados a perdurar en el reino mesiánico; no así la idea o verdad divina que esos preceptos encerraban, que era de valor perpetuo. Esta idea, como expresamente dice San Pablo (v.9; cf. Gal_5:14), no era otra que la idea de caridad. Lo mismo dice Jesucristo (cf. Mat_12:29-31; Luc_10:27-28), poniendo bien en claro a través de la parábola del samaritano (cf. Luc_10:30-37) que ese amor no ha de limitarse a los miembros del mismo pueblo o asimilados, como solían interpretar los judíos el término prójimo (cf. Lev_19:18.34; Mat_5:43), sino a todos los seres humanos, incluso enemigos. Es esa chispa de caridad, latente en todos los preceptos de la Ley, la que los pone en contacto con el Evangelio. Si, por la ley del tallón, por ejemplo, se limitaba la venganza a los términos de la injuria, era moderando la pasión humana, que no suele con-t tentarse con dar lo que recibió, preparando así el camino a la mansedumbre del Evangelio; y si, por la ley del libelo de repudio, se permitía despedir a la mujer, era no para introducir el divorcio, que se supone ya establecido, sino para coartar algo esa libertad y salir en defensa de la mujer, cuya situación, con ese documento, no era ya tan desesperada. Esa chispa de caridad es la que permanecerá en el reino mesiánico y será sacada a plena luz, mientras que el involucrum o elemento material sólo durará hasta Juan(cf. Mat_11:13; Gal_5:2). Ahí está precisamente la gran diferencia entre la interpretación de Jesucristo (y de Pablo) y la de los escribas y fariseos; mientras que éstos sólo atendían al aspecto externo y jurídico de la Ley, considerando todos sus preceptos como de valor permanente en el reino mesiánico, Jesucristo va hasta la misma raíz del precepto, poniendo en claro el sentido moral del mismo (cf. Mat_5:21-48), siendo precisamente ese sentido más profundo el que hace que sean armónicos y no antagónicos ambos Testamentos.

Exhortación a la vigilancia,Mat_13:11-14.
11 Y esto, ya que conocéis en qué tiempo estamos, porque es hora de levantaros del sueño, pues nuestra salud está ahora más cercana que cuando creímos. 12 La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas, y vistamos las armas de la luz. 13 Andemos decentemente, y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, no en amancebamiento y libertinaje, no en querellas y envidias, 14 antes vestios del Señor Jesucristo, y no os deis a la carne para satisfacer sus concupiscencias.

Estos versículos vienen a ser como conclusión a las recomendaciones que preceden, sea para todas en general a partir Deu_12:1, como opinan muchos, sea más concretamente para las relativas a la caridad (v.8-10), como parece insinuar el comienzo de la perícopa: Y esto.. Su finalidad es la de combatir la pereza y el dejar hacer, a lo que, pasados los primeros entusiasmos, están expuestos todos los hombres, incluso los mejores.
La idea del conjunto del pasaje es muy parecida a la de 1Te_5:1-10, y también 1Co_7:29-31. En sustancia, lo que San Pablo viene a decir, lo mismo en éste que en esos otros dos lugares, es que conviene vivir vigilantes, sin dejarnos arrastrar por las tendencias de la carne y los espejismos del mundo, pues el tiempo es breve y la salud se acerca. Pero ¿de qué tiempo y de qué salud se trata? Es esto lo que puede dar lugar a equivocaciones.
Hay autores que creen que San Pablo está aludiendo a la vida de cada uno sobre la tierra, tiempo realmente muy corto, al que seguirá la salud definitiva en los cielos; sería, pues, pensando en la brevedad de la vida de cada uno y en la gloria que nos espera después de la muerte como haría estas exhortaciones. La respuesta no puede ser más sencilla y, desde luego, evitaría muchas dificultades a que puede dar lugar el texto del Apóstol si se prescinde de esa interpretación. Sin embargo, no parece que esta respuesta esté en consonancia con el contexto y con las expresiones usadas por el mismo San Pablo (cf. v.11-12). Más bien creemos que el Apóstol está refiriéndose a la bendición o glorificación final que tendrá lugar en la venida de Cristo en la parusía (cf. 1Te_4:13-18). Ese tiempo en que estamos (v.11), con la noche ya muy avanzada (v.12), es el tiempo intermedio entre las dos venidas de Jesucristo, tiempo de la Iglesia militante. Y la salud que se acerca (v.11) es la misma de que ha venido hablando desde el principio de la carta (cf. 1:16); pero no meramente incoada como la que tenemos ahora (cf. 3:21-26; 5:1; 8:1), sino en su consumación final definitiva, por la que todavía suspiramos (cf. 5:2-n; 8:18-25). De una parte, pertenecemos ya al mundo de la luz y debemos obrar en consecuencia (v.12-14; cf. 6:11-14; Efe_5:8-21; 1Te_5:5-8); de otra, estamos aún rodeados de tinieblas, con peligro de que nos envuelvan, esperando el pleno día de esa luz que ya esclarece el horizonte y cuyos rayos llegan hasta nosotros (v. 11-12).
Ni debe extrañarnos esta manera de hablar del Apóstol, insistiendo tanto en la parusía o segunda venida de Jesucristo. Lo hará infinidad de veces a lo largo de sus cartas (cf, 1Te_2:19; 1Te_3:13; 1Te_4:16-17; 1Te_5:23; 2Te_1:7; 1Ti_6:14; 2Ti_1:12; 2Ti_4:8; Tit_2:13). Es una concepción algo distinta de la nuestra actualmente. Mientras nosotros referimos simplemente nuestra esperanza a la consecución de los bienes del cielo, y esta esperanza nos anima y alienta en medio de los trabajos y tribulaciones presentes, para la primitiva comunidad cristiana esa esperanza estaba como centrada en un punto: el retorno glorioso de Jesús. Los mismos ángeles, consolando a los apóstoles en el momento de verse separados de Cristo en la ascensión, tienen ya ese mismo lenguaje: ¿Qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús.. vendrá así, como lo habéis visto ir al cielo (Hec_1:11). Desde entonces esa esperanza está alentando y sosteniendo a los apóstoles en sus trabajos, y lo mismo a las primitivas comunidades cristianas (cf. 1Co_16:22; Rev_22:21). Por eso, en uno de sus discursos a los judíos, San Pedro los exhorta y anima a la conversión con la vista puesta en los tiempos de refrigerio y restauración de todas las cosas, que seguirán a la parusía (cf. Hec_3:20-21). Y en su segunda carta escribirá: No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia.. Viviendo en esta esperanza, procurad con diligencia ser hallados en paz, limpios e irreprensibles delante de El (2Pe_3:8-14). Es también la recomendación de San Pablo (cf. Flp_4:5; 1Te_3:13; 2Ts_2:15-16; 1Ti_6:14). Eso no quiere decir que los apóstoles estuviesen convencidos de la inminencia de la parusía, cosa que, puesto que no se realizó, hubiese supuesto error en ellos. Parece, sí, que la desean e incluso juzgan posible que esté próxima (cf. 1Co_16:22; 2Co_5:2-4; 1Pe_4:7), pero a base siempre de la ignorancia anunciada por Jesucristo (cf. Mat_24:36; Hec_1:7), y que San Pablo manifiesta explícitamente (cf. 2Co_5:3; 1Te_5:1-3). Si con tanta frecuencia la recuerdan en sus exhortaciones morales, ello tiene un claro sentido pedagógico en apoyo de su predicación. Algo parecido a lo que dijimos de la esperanza mesiánica en el Antiguo Testamento, en nuestro comentario a Hec_15:16-17. Mas, a pesar de esos deseos y de esa expectativa, en caso de que les sobrevenga la muerte, no por eso se consideran perjudicados, como parece deducían algunos fieles de Tesalónica (cf. 1Te_4:13), sino que aceptan esa muerte complacidamente, en la seguridad de que la promesa de la glorificación final no quedaba frustrada y de que, ya desde un principio, se reunirían con el Señor, a quien fielmente habían servido (cf. 2Co_5:2-10; Flp_1:21-23; Hec_7:59-60).

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 2: Romanos 13,8-10
Cómo debe ordenarse la caridad para con el prójimo, la cual abraza todos los preceptos del Decálogo y se dice que es la plenitud de la Ley.8. No tengáis con nadie deuda sino el amaros unos a otros, porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley.9. Porque el no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no levantarás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento que haya, en esta expresión se resumen: amarás a tu prójimo como a ti mismo.10. El amor al prójimo no obra el mal. Así es que el amor es la plenitud de la Ley.Habiendo enseñado el Apóstol de qué manera deben observar los fieles la justicia para con los superiores, aquí enseña cómo se deben portar comúnmente con todos. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero enuncia lo que se propone; luego, da la razón de ello: porque quien ama etc. Así es que primero dice: Se ha dicho que a todos se les dé lo que se les deba, pero no en lo particular sino en general. Y esto lo dice agregando: No tengáis con nadie deuda. Como si dijera: Tan plenamente les debéis pagar a todos lo que se les deba, que nada os quede por pagarles. Y esto por dos razones. Primero porque con la sola dilación del pago se comete pecado, mientras retenga uno injustamente una cosa ajena. Por lo cual se dice en el Levítico (19,13): No retendrás el jornal de tu ¡ornalero hasta la mañana. Y esta misma razón es válida para las otras deudas.Segundo, porque mientras alguien debe algo, de cierta manera es esclavo y empeñado está con su acreedor. Quien toma prestado se hace siervo de aquel que le presta (Prov 22,7). Hay sin embargo ciertas deudas de las que nunca queda libre el hombre. Y esto sucede doblemente. De una manera en virtud de la excelencia del beneficio que no puede ser pagado en forma equivalente: lo dice el Filósofo respecto de la reverencia debida a Dios o bien a los padres, según el Salmo 115, v. 12: ¿Cómo podré corresponder al Señor por todas las mercedes que me ha hecho? De otra manera, en virtud de la causa de la obligación, si permanece siempre. O también en virtud de que aquello que se paga nunca se agota sino que siempre, al pagarse, crece. Y por estas causas la deuda del amor fraterno de tal manera se libera que siempre se debe.Lo primero porque el amor del prójimo lo debemos por Dios, a quien no podemos corresponderé de manera suficiente. Porque se dice en 1 Juan 4,2 1: Y éste es el mandamiento que tenemos de El: que quien ama a Dios ame también a su hermano. Lo segundo, porque la causa del amor siempre permanece: la semejanza de naturaleza y de gracia. Todo animal ama a su semejante; así también todo hombre debe amar a su prójimo (Eccli 13,19). Lo tercero, porque la caridad no disminuye amando, sino que así crece. Lo que pido en mi oración es que vuestro amor abunde más y más (Fil 1,9). Por lo cual dice: sino el amaros unos a otros, porque la deuda de amor de tal manera se paga una y otra vez que sin embargo siempre permanece como obligación de precepto. Mi mandamiento es que os améis unos a otros (Jn 15,12).En seguida, cuando dice: Porque quien ama, etc., indica la causa de lo que dijera: que nunca nos liberamos de la deuda de amor, porque en el amor consiste toda la perfección de la Ley. Por lo cual acerca de esto hace tres cosas. Primero enuncia su tesis; luego la explica: Porque el no adulterarás, etc.; finalmente, infiere la conclusión deseada: Así es que ei amor es la plenitud de la Ley.Así es que primero dice: Por eso se ha dicho que no pretendamos liberarnos de la deuda del amor como de las otras deudas. Porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley, o sea, que todo el contenido de la Ley depende del amor del prójimo.Objeción. Pero no parece que esto sea así. Porque en 1 Tim 1,5 se dice que el fin del precepto es la candad. Porque cada quien se perfecciona con alcanzar el fin, por lo cual toda la perfección de la ley consiste en la caridad. Pero la caridad consta de dos actos: el amor de Dios y el amor al prójimo. De aquí que también el Señor dice (Mt 22,40) que toda la ley y los profetas penden de los dos preceptos de la caridad: de los cuales uno es sobre el amor de Dios, y el otro sobre el amor del prójimo. Así es que no parece que quien ame al prójimo cumpla con toda la Ley.Respuesta: Pero se debe decir que el amor del prójimo pertenece a la caridad, y cumple la Ley el amor con el que se ama al prójimo por causa de Dios; y así en el amor del prójimo se incluye el amor de Dios, como la causa se incluye en el efecto. Porque se dice en 1 Juan 4,21: Y este es el mandamiento que tenemos de Dios: que quien ama a Dios ame también a su hermano. Y a la inversa, el amor del prójimo se incluye en el amor de Dios, como el efecto en la causa, por lo cual allí mismo se dice: Si alguno dice: Yo amo a Dios, y odia a su hermano, es un mentiroso. Y por eso en la Sagrada Escritura a veces se hace mención solamente del amor de Dios, como suficiente para la salvación, según aquello del Deuteronomio 10,12: Óyeme,1srael: ¿qué pide de ti el Señor Dios tuyo, sino que temas a tu Señor Dios, y que sigas sus caminos, y lo ames, y que sirvas al Señor Dios tuyo con todo tu corazón y con toda tu alma? Y a veces no hace mención sino del amor del prójimo. Mi mandamiento es que os améis unos a otros (Jn 15,12).En seguida, cuando dice: Porque el no adulterarás,etc., demuestra su tesis. Primero por extensión; segundo, mediante un silogismo: El amor al prójimo, etc. Acerca de lo primero a manera de inducciones enumera ciertos preceptos que llenan el amor del prójimo, y como tres preceptos de la primera Tabla más inmediatamente se ordenan al amor de Dios, no hace aquí mención de ellos, aun cuando esos mismos preceptos se cumplen con el amor del prójimo, por cuanto el amor de Dios está incluido en el amor del prójimo. Y enumera los mandamientos de la Segunda Tabla, aunque omite tan sólo el precepto afirmativo relativo a la honra de los padres, en el cual también se entiende que todos paguemos lo que debemos. Mas enumera los preceptos negativos por los que se prohibe el inferir un mal al prójimo. Y esto por doble razón.Primero porque los preceptos negativos son más universales, no sólo en cuanto al tiempo sino también en cuanto a las personas. En cuanto a tiempos porque los preceptos negativos obligan siempre y para siempre. Porque en ningún tiempo es lícito hurtar ni adulterar. Ahora bien, los preceptos afirmativos obligan siempre, pero no para siempre, sino en atención a lugar y tiempo; porque no está obligado el hombre a en todo tiempo ayudar a los padres, sino en su tiempo y lugar. Y en cuanto a las personas, porque a ningún hombre hay que dañar; mas carecemos de capacidad para que un solo hombre pueda servir a todos los hombres.Lo segundo porque más manifiesto es que por el amor del prójimo se cumplen los preceptos negativos que no los afirmativos. Porque quien ama a alguien más bien se abstiene de perjudicarlo que no busca el hacerle beneficios, para lo cual suele uno estar impedido por imposibilidad. Y de tres maneras puede alguien inferirle al prójimo un perjuicio. Primero, de hecho; segundo, de palabra; tercero, de deseo. Y de hecho, triplemente. De un modo en cuanto a la persona del mismo prójimo. Y esto se prohibe con estas palabras: No matarás. En lo cual se entiende prohibirse también inferirle cualquier injuria a la persona del prójimo. Ningún homicida tiene en sí vida eterna (1Jn 3,15).Lo segundo, en cuanto a la persona unida a uno, esto es, la esposa, lo cual se prohibe diciendo: No adulterarás. En lo cual se entiende prohibirse también la fornicación, así como todo uso ilícito de los miembros genitales. A fornicarios y adúlteros los juzgará Dios (Hebr 13,4). Lo tercero, en cuanto a las cosas exteriores, lo cual se prohibe diciendo: No hurtarás. Con lo cual se prohibe también toda injusta sustracción de cosa ajena, tanto por la fuerza como por dolo. Todos los ladrones, según lo que está escrito, serán condenados (ZHch 5,3). También se prohibe cualquier daño que se le infiera al prójimo de palabra: No levantarás falso testimonio. Lo cual se prohibe no sólo dentro de un juicio sino también fuera de juicio, tanto a manera de difamación como a manera de injuria. No quedará impune el testigo falso, y no escapará quien habla la mentira (Prov 19,5). Y el daño que alguien le infiere al prójimo por el solo deseo se prohibe también: No desearás cosa de tu prójimo. Con lo cual se entiende prohibirse también el desear su muJer Arriba (Rm 7,7) se dijo: Pues yo no habría conocido la concupiscencia, esto es, el pecado, si la Ley no dijera: no codiciarás. Tenemos estos mandamientos en Éxodo 20. Y enumerados ya muchos preceptos, se comprenden todos los demás en común, diciendo: Y cualquier otro mandamiento que haya, afirmativo o negativo, o perteneciente a Dios o perteneciente al prójimo, a manera de lo ya dicho, se resume, esto es, se realiza y cumple en esta expresión: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En el Levítico 19,18 se dice: Amarás a tu amigo como a ti mismo.Al decir: A tu prójimo se refiere a todo hombre, y aun a los santos ángeles, como lo prueba Agustín en su Doctrina Cristiana, Lib. 1. Porque por prójimo se entiende cualquiera que tenga con otro misericordia, según Lucas 10,36: ¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de los bandoleros? Y aquél respondió: el que se apiadó de él, etc.Y como el prójimo es prójimo para el prójimo, se sigue que también de aquel que de otro recibe misericordia se diga que es su prójimo. Ahora bien, también los santos ángeles usan con nosotros de misericordia, y nosotros debemos usar de misericordia con todos los hombres, y de ellos recibirla cuando fuere necesario. Por lo cual es patente que los santos ángeles y todos los hombres se dicen prójimos nuestros, porque la bienaventuranza, a la cual tendemos, o ya la tienen, o a ella se encaminan con nosotros. De lo cual resulta claro según esta razón que los demonios no son prójimos nuestros, ni bajo este precepto nos liga algún amor a ellos, porque están totalmente excluidos del amor de Dios, y no pueden contarse en el número de los prójimos, sino en el de los enemigos.El como a ti mismo no debe entenderse como igualdad de amor, como si estuviera uno obligado a amar al prójimo de manera igual que a sí mismo, porque esto sería contra el orden de la caridad, por el que cada quien esta más obligado a cuidar de su propia salvación que de la de los demás. Ordenó en mí el amor (Cant 2,4). Así es que se debe referir a la semejanza del amor, para que de manera semejante amemos al prójimo como a nosotros mismos. Y esto de triple manera. La primera, en cuanto al fin del amor, para que nos amemos y amemos al prójimo por causa de Dios. La segunda, en cuanto a la forma del amor, para que como se ama uno a sí mismo, en cuanto quiere uno el bien para sí, así también ame uno al prójimo, queriendo para él el bien. Mas quien ama al prójimo para de su utilidad o de su amor sacar provecho, no quiere el bien para el prójimo sino que quiere para sí mismo un bien sacado del prójimo. Y de este modo se dice que el hombre ama las cosas irracionales, por ejemplo el vino o el agua, para hacer uso de ellas. La tercera en cuanto al efecto del amor, para remediar la necesidad del prójimo como la propia, y que nadie haga nada ilícito en atención al amor al prójimo, como tampoco por su amor. En seguida, cuando dice: El amor al prójimo, etc., explica su tesis por medio de un silogismo de esta manera: Quien ama al prójimo ningún mal le hace. Pero todo precepto de la Ley tiende a que se abstenga uno del mal. Luego quien ama al prójimo cumple la Ley. Que el amor del prójimo no obra el mal se dice en 1Co 13,4: El amor no hace nada que no sea conveniente, etc. Y de cualquier modo que se tome aquí el mal, o por el mal de la transgresión, o también el de omisión, puédese referir no sólo a los preceptos negativos sino también a los afirmativos. Pero en cuanto el amor del prójimo incluye el amor de Dios, se entiende que el amor del prójimo excluye el mal, no sólo el que es contra el prójimo, sino también el que es contra Dios. Y así se incluyen también los preceptos de la Primera Tabla. Finalmente infiere la conclusión principalmente buscada, diciendo: Así es que el amor es la plenitud de la Ley, esto es, por el amor se cumpla y se realiza perfectamente la Ley. Mí habitación fue en la plena reunión de los santos (Eccli 24,16). Tened caridad, que es el vínculo de la perfección (Colos 3,14).

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 13

4. ACTITUD FRENTE AL PODER DEL ESTADO (Rm/13/01-07)

1 Sométanse todos a las autoridades que ejercen el poder. Porque no hay autoridad sino por Dios, y las que existen, por Dios han sido establecidas. 2 De modo que quien resiste a la autoridad, contra el orden establecido por Dios se rebela, y los que se rebelan, acarrearán sobre sí mismos su condena. 3 Porque los gobernantes no son motivo de temor para la buena conducta, sino para la mala. ¿Quieres vivir sin temer a la autoridad? Haz el bien, y recibirás de ella elogio; 4 pues está al servicio de Dios para conducirte al bien. Pero, si haces el mal, teme; pues no en vano lleva la espada, ya que está al servicio de Dios como vengadora de la ira divina contra el que practica el mal. 5 Por lo tanto, es necesario someterse, no sólo por miedo al castigo, sino también por deber de conciencia. 6 Y por eso mismo pagadles también tributos; pues son funcionarios de Dios para dedicarse asiduamente a este oficio. 7 Dad a cada uno lo debido: a quien el tributo, el tributo; a quien el impuesto, el impuesto; a quien el respeto, el respeto; a quien el honor, el honor.

¿Pretende Pablo en esta sección hablar de modo particular sobre la conducta del cristiano en el mundo y frente al mundo? Planteada así la cuestión, difícilmente haríamos justicia al texto. Porque, según el pensamiento de Pablo, no podemos limitar el concepto de «mundo» en el sentido de la tradición occidental a la realidad estatal como contrapuesta a la Iglesia. Para Pablo «mundo» es siempre toda la realidad mundana, y especialmente el universo de las relaciones humanas, en su cualidad de ser creado, aunque al propio tiempo como creación que en muchos aspectos renuncia de su Creador. Desde Cristo y por Cristo, este mundo es el mundo viejo en el que ya ha irrumpido la nueva creación. Esta tensa existencia de la nueva creación en el viejo siglo que pasa la representa el cristiano en su conducta, en cuanto que se deja condicionar constantemente por la nueva realidad dada en Cristo. Conviene reflexionar también aquí sobre este punto preliminar para no hablar de la conducta de los cristianos en el mundo, con demasiada precipitación y facilidad en estos versículos.

La exhortación a comportarse de una forma adecuada frente al poder estatal no hay que separarla de las numerosas exhortaciones precedentes. Por lo demás, Pablo otorga al tema una especialísima atención, tal vez movido por alguna circunstancia concreta.

También por lo que se refiere a su actitud frente al poder estatal vale para los cristianos el «que nadie tenga de sí mismo estimación superior a la que debe tener» (v. 12,3). Los cristianos no han sido arrancados, por el mero hecho de serlo, del ordenamiento estatal y social en el que estaban insertos, sino que deben realizar su ser de cristianos dentro de la realidad dada. Ahora bien ¿significa esto un reconocimiento de cualquier autoridad estatal, independientemente de cuál sea el tipo de Estado en cada caso concreto? El principio que Pablo formula en el v. 1b no deja la menor duda de que para él las autoridades existentes proceden de Dios. Pablo no se pregunta hasta dónde se considera el poder estatal como establecido por Dios, ni si de hecho realiza y representa, en todo o en parte, un determinado orden de cosas impuesto por Dios, sino que -pese a todas las posibles y hasta probables incongruencias del ejercicio del poder- cuenta con autoridades superiores que descansan en el «orden establecido por Dios».

De esta realidad tienen que partir también los cristianos, aun cuando en cada caso concreto les incumba la obligación de discernir cuál es aquí y ahora la voluntad de Dios (12,2). Mas lo que preocupa a Pablo por encima de todo es precaver contra un entusiasmo que, partiendo de una falsa interpretación del don de Dios, cree que puede dejar de lado el estado de cosas existente. Pablo es ciertamente un predicador «ferviente» en el espíritu (v. 12,11); pero no es un hombre fantasioso ni exaltado. De ahí que requiera de todos los cristianos que soporten y no aligeren la tensión entre lo que aún persiste del mundo y la participación ya lograda de la creación nueva.

Con una lealtad al Estado, casi burguesa, exhorta a proseguir haciendo el bien. Si obras el bien, hasta el poder estatal puede ayudarte en esa empresa, en otro caso tendrás que temer a esa autoridad. Pero en ambas funciones en el reconocimiento y alabanza del bien como en el castigo del mal, el poder del Estado es un funcionario o ministro de Dios. Por ello, es necesario someterse al mismo. Pero en su conducta frente al poder estatal el cristiano no solamente considera una fuerza a la que no puede oponerse, sino que obra lo que debe obrar en libertad, y eso es lo que significa el «por deber de conciencia» (v. 5). En realidad, Pablo no exige nada extraordinario ni nuevo, cuando exhorta a los cristianos a que se muestren obedientes frente a la autoridad estatal. Pero es precisamente lo que en la vida cotidiana acontece como algo ordinario y natural, por ejemplo, los tributos en favor del Estado (v. 6s), lo que el cristiano debe aceptar con la misma naturalidad que cualquier otro ciudadano. Es evidente que aquí no se dice todo lo que habría que decir sobre la conducta del cristiano en general frente al Estado. Así, por ejemplo, Pablo no roza para nada si la obediencia al poder estatal tiene algunas limitaciones y cuándo, ni alude tampoco a la justificación de tales cuestiones. En principio esa limitaciones vendrían impuestas para Pablo en aquellos casos en que el cristiano se viere forzado a renegar de las exigencias del Evangelio.



5. EL AMOR ES EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY (Rm/13/08-10)

8 Con nadie tengáis deudas, excepto la de amaros mutuamente; pues quien ama al prójimo, ha cumplido ya la ley. 9 Porque aquello de «No cometerás adulterio; No matarás: No robarás; No codiciarás» (Deu_5:17-21), y los demás mandamientos, en esta expresión se resumen «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lev_19:18). 10 El amor no hace mal alguno al prójimo. Por tanto, el amor es cumplimiento de la ley.

Aunque en su vida cotidiana el cristiano hace lo que tiene que hacer con una cierta naturalidad, dentro de la escrupulosidad religiosa de su servicio sigue habiendo siempre una obligación que no es fácil eliminar: el amor mutuo. El amor es su tarea permanente, y desde luego como «cumplimiento de la ley». El hombre no cumple la ley, y eso quiere decir que el amor como cumplimiento de esa misma ley es y seguirá siendo un deber del hombre y también del cristiano. Las exigencias de la ley, tal como se expresan en cada uno de los mandamientos, se concentran y concretan para el cristiano en una nueva forma del precepto del amor. El amarse unos a otros es la nueva posibilidad cristiana, aunque con ello no se pida nada nuevo respecto de lo que ya pedía Lev_19:18. Por lo que hace al contenido, con este mandamiento se ponen en práctica las mismas realizaciones que ya requería la ley del Antiguo Testamento. Sólo que la verdadera intención de ese mandamiento del amor, conocido ya en su tenor literal, vuelve ahora a definirse de nuevo desde el acto de Cristo. El amor, que Jesucristo nos ha demostrado con la entrega de su vida «por mí» (Gal_2:20), permite reconocer nuestro amor como la nueva posibilidad que Dios nos otorga. El mandamiento del amor, revigorizado con el acto de Cristo, pone al cristiano en relación con el prójimo, es decir, con el hombre que se encuentra en este mundo. El amor es, por lo mismo, la forma con que los cristianos dan testimonio ante el mundo del acto de Cristo. En ese amor se cumple la ofrenda del propio cuerpo a que Pablo exhorta ya en la introducción (Gal_12:1). Aunque ante todo sólo muestre la forma íntima con la que no se «hace mal alguno al prójimo» (v. 10), por lo que hace al «cumplimiento de la ley», al amor se le abren en la vida cotidiana posibilidades siempre nuevas de una forma de culto práctica.

6. EL PRECEPTO DEL TIEMPO (Rm/13/11-14)

11 Y esto, tanto más cuanto que bien sabéis en qué tiempo vivimos: que ya es hora de que os despertéis del sueño, pues la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. 12 La noche está muy avanzada, el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. 13 Como en pleno día, caminemos con decencia: no en orgías ni borracheras; no en fornicaciones ni lujurias; no en discordia ni envidias. 14 Al contrario, revestíos del Señor Jesucristo, y no pongáis vuestro afán en la carne para satisfacer sus deseos.

Para concluir el Apóstol fundamenta sus exhortaciones en la urgencia de la última hora. Los cristianos conocen el «tiempo» y saben que ha sonado la hora. El tiempo, en el que ahora se encuentran, está condicionado por el acontecimiento de Cristo y, en consecuencia, por el momento en que alcanzaron la fe. Pues bien, ese tiempo no permite el sueño despreocupado ni el permanecer inactivo confiado en los méritos de Jesucristo, sino que exige permanecer vigilante en espera del día que aportará la plenitud de nuestra salvación. La pronta llegada de Cristo como consumador del acontecimiento salvífico, a cuya disposición está al presente Pablo como su mensajero, es el fundamento y razón últimos de la vida cristiana. De ahí que la conducta cristiana deba reconocerse por las «obras» correspondientes al día y no las que corresponden a la noche. Las «obras de las tinieblas» no pueden ya conciliarse con el día al que tienden las miradas de los cristianos y cuya proximidad resulta tan evidente que ya no cabe la menor duda acerca de su aparición; más aún, al presente ya ha empezado a alborear y a poner en tela de juicio todo el poder de las tinieblas que aún ejercen su soberanía.

Con ello Pablo no fomenta veleidades apocalípticas, sino que exhorta a portarse bien en la hora presente: Importa mucho conocer el tiempo en que vivimos. Pero sólo se le puede reconocer en Jesucristo, en cuanto redentor del mundo que ya ha venido por nosotros, aunque todavía tiene que venir en el futuro. Ahora bien, que su venida no hay que posponerla hasta un futuro lejano e indeterminado, sino que hay que experimentarla más bien como un futuro que se inserta constantemente en el tiempo presente, es lo que testimonian los cristianos cuando caminan «como en pleno día».



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



118 13,1-7. Obligaciones de los cristianos respecto a las autoridades civiles. Pablo, al es(-)cribir a la Iglesia romana, es sabedor de que esta comunidad era más consciente que otras de la autoridad imperial. Hasta el momento en que Pablo escribe Rom, no había habido per(-)secución oficial del cristianismo en Roma, pe(-)ro las luchas intestinas de la comunidad judía de esa ciudad (probablemente entre judíos y judeocristianos; - Pablo, 79:10) se zanjaron con la expulsión de los judíos de Roma decre(-)tada por Claudio (Hch 18,2). Pablo lo sabía, aunque su análisis de las obligaciones de los cristianos respecto a las autoridades civiles se queda en el plano de los principios generales. Como ciudadanos de otro mundo (Flp 3,20), los cristianos podrían sentirse inclinados a cuestionar su relación respecto a las autorida(-)des civiles, especialmente cuando éstas eran paganas. La solución que Pablo da al proble(-)ma está relacionada con los principios de Prov 8,15 y Mt 22,16-21.
119 1. toda persona: Lit., «toda alma», he(-)braísmo (véase el comentario a 2,9). El man(-)dato no queda restringido a los cristianos. En algunos mss. (P46, D, G) y la LA, se omite «al(-)ma» y hay un simple impv.: «obedeced a las autoridades superiores», autoridades superio(-)res: Lit., «autoridades que gobiernan, en altos cargos» (BAGD 841). El sustantivo pl. exousiai se aplica comúnmente a las «autoridades» hu(-)manas en el griego profano y en el NT (Lc 12,11) . O. Cullmann, sin embargo, ha sosteni(-)do que exousiai tiene otro significado, «los po(-)deres angélicos invisibles que están detrás del gobierno del Estado», o incluso un doble sig(-)nificado, «el Estado empírico y los poderes an(-)gélicos» (The State in the New Testament [Nue(-)va York 1956] [trad. esp. del or. al.: El estado en el Nuevo Testamento (Madrid 1966)]); cf. 1 Cor 2,8; 1 Pe 3,22. Sin embargo, no es muy proba(-)ble que Pablo se refiera a nada así; habla de las ordinarias autoridades civiles humanas, de las que los cristianos dependen y a las que deben obedecer, no hay autoridad que no provenga de Dios: Incluso la autoridad imperial de Roma procede de Dios, aunque Roma pueda mos(-)trarse reacia a admitirlo. Indirectamente, Pa(-)blo reconoce al Padre como la fuente de todo el bienestar y la paz traídos por el dominio im(-)perial romano. 2. quien se resiste a la autoridad se opone a lo que Dios ha ordenado: De lo pre(-)cedente se deduce un principio general. La obediencia a las autoridades civiles es una for(-)ma de obediencia a Dios mismo, pues la re(-)lación de los seres humanos con Dios no está limitada a la esfera religiosa o cultual. La su(-)posición que está presente a lo largo de los vv. 1 -7 es que las autoridades se conducen correc(-)tamente y buscan el bien de la sociedad. No se plantea la hipotética posibilidad, ni de un go(-)bierno tiránico, ni de otro incapaz de hacer frente a una situación en la que los justos de(-)rechos de los ciudadanos individuales o de un grupo minoritario sean desatendidos o vulne(-)rados. Pablo insiste simplemente en un aspec(-)to de la cuestión: la obligación de los súbditos respecto a la autoridad legítima. En este pasa(-)je no analiza las obligaciones de las autorida(-)des civiles. 4. pues son representantes de Dios que trabajan para (tu) bien: Se trata de una nueva formulación del v. 1, en la que se subra(-)ya el carácter delegado de la autoridad civil; sólo plantea la hipótesis de un gobierno civil que desempeña correctamente sus funciones. La expresión eis to agathón, «para el bien», ex(-)presa el finis de la actividad civil, no en vano llevan la espada: La espada se introduce como símbolo de autoridad penal, del poder legíti(-)mamente poseído por las autoridades civiles para coaccionar a los ciudadanos recalcitran(-)tes en su esfuerzo por mantener el orden e in(-)tentar alcanzar la meta común, representante de Dios para ejecutar (su) ira sobre los malhe(-)chores: El contexto demuestra que esa ira es divina, como en 12,19; de otro modo, tales au(-)toridades no serían representantes de Dios. 5. por la conciencia: Se introduce otro motivo pa(-)ra la obediencia; Pablo se da cuenta de que el temor al castigo no disuadirá siempre a los ciudadanos de quebrantar las reglamentacio(-)nes civiles. Su llamamiento a la conciencia in(-)dica una obligación moral (y no simplemente legal o penal) de obedecer las leyes civiles. Vin(-)cula la reacción humana ante los gobernantes civiles con el origen divino de la autoridad civil misma. 6. por eso pagáis también impues(-)tos: Pablo da por supuesto que los cristianos de Roma han pagado impuestos. Por tercera vez subraya la naturaleza delegada de la auto(-)ridad civil (13,1.4), en este caso en materia de impuestos. 7. Cf. Mc 12,17.
(Bruce, F. F., «Paul and the Powers That Be», BJRL 66 [1983-84] 78-96. Dyck, H. J,, «The Christian and the Authorities in Romans 13,1-7», Direction 14 [1985] 44-50. Hultgren, A. J., «Reflections on Ro(-)mans 13:1-7: Submissíon to Governing Authorities», Dialog 15 [1976] 263-69. Hutchinson, S., «The Political Implications of Romans 13:1-7», Biblical Theology 21 [1971] 49-59.)

120 8-10. Del deber cristiano respecto a las autoridades civiles, Pablo pasa a la obliga(-)ción de la caridad que, en la nueva dispensa(-)ción, compendia la ley mosaica entera. 8. a na(-)die debáis nada, salvo el amor mutuo: En esto encuentran su recapitulación todas las obliga(-)ciones de la vida cristiana. Pablo no está ha(-)ciendo del amor o la caridad una especie de deber adeudado a alguien; lo expresa así para subrayar su papel en toda la conducta cristia(-)na; no está restringido sólo al ámbito intracristiano. ha cumplido plenamente la ley: Como en otros lugares de Rom (véase el comentario a 2,12), se habla de la ley mosaica, como dejan patente las citas que siguen. 9. mandamientos: Pablo cita frases del Decálogo (Éx 20,13-17; Dt 5,17-21). El orden de las distintas prohibicio(-)nes difiere del encontrado en el TM, pero es el mismo que el de los LXX en Dt 5,17-18 (ms. B); cf. Lc 18,20; Sant 2,11; Filón, De dec. 120, 132. se resumen en esta fórmula: «Amarás...»: Tal vez Pablo se esté haciendo eco de un dicho de Jesús (Mc 12,28-34) que resume la ley mo(-)saica con Dt 6,4-5 y Lv 19,18. Otros judíos también solían compendiar la ley de maneras parecidas (véase Str-B 1.907-08), pues consi(-)deraban las normas concretas (los 613 man(-)datos y prohibiciones de la Torá) como desa(-)rrollos de esos pasajes del AT. En Lv 19,18, sin embargo, «prójimo» significa los otros judíos; el sentido en que lo usa Pablo tiene, no obs(-)tante, una extensión mayor. 10. el amor es el cumplimiento de la ley: Aunque pueda parecer sólo una formulación abstracta de lo anterior, con esto Pablo enuncia su principio básico propio. Si Cristo es la «meta de la ley» (10,4), se puede decir que el «amor», que animaba to(-)da su existencia y su actividad soteriológica (8,35), es el cumplimiento de la ley. Se con(-)vierte en la norma para la conducta cristiana y, cuando se aplica adecuadamente, alcanza todo aquello que la ley representaba. Véase A. L. Bencze, NTS 20 (1973-74) 90-92.
121 11-14. Exhortación escatológica diri(-)gida a los cristianos de Roma: deben caer en la cuenta de que ya están viviendo en el eschaton, pues las dos eras se han encontrado (1 Cor10,11) . 11. momento crítico: El período de la existencia cristiana es kairos, un tiempo en que los cristianos están llamados a manifestar con sus actos que lo son y a comportarse co(-)mo corresponde. En otros lugares, Pablo utili(-)za en las exhortaciones morales una motiva(-)ción escatológica (1 Tes 5,6; 1 Cor 7,26.28-30); cf. Col 4,5; Ef 5,16. Aun cuando lo que Pablo dice en 11,25 acerca de la conversión de Israel podría dar a entender que la fase definitiva de la salvación es algo todavía perteneciente al futuro, el kairos ha empezado (con la muerte y resurrección de Cristo). Ahora es el momento de que los cristianos se apropien mediante su fe, «que se manifiesta mediante el amor» (Gál 5,6) , los efectos de cuanto en otro tiempo con(-)siguió para todos Cristo Jesús, despertéis del sueño: Véanse 1 Tes 5,6; 1 Cor 15,34; cf. Ef 5,14. la salvación está más cerca: La liberación escatológica de los cristianos como cumpli(-)miento de la prenda (2 Cor 1,22) o las primi(-)cias (Rom 8,23) ha sido garantizada por el Es(-)píritu que habita en ellos. Ahora está más cerca que cuando empezaron a creer en Cris(-)to. 12. la noche está muy avanzada: Pablo da a entender que el tiempo que separa a los cris(-)tianos de su destino escatológico no es dema(-)siado largo, despojémonos de las obras de las ti(-)nieblas: El contraste de día y noche, de luz y tinieblas, simboliza el bien y el mal, lo mismo que en 1 Tes 5,5-8 (cf. Ef 5,8-11). Estos pares se utilizan habitualmente en los escritos apo(-)calípticos judíos de la época, esp. en la LQ esenia (1QS 2,7; 3,20-4,1; lQM 15,9, «en las tinie(-)blas están todas sus obras», es decir, las obras de los hijos de las tinieblas que están domina(-)dos por el príncipe de los demonios, Belial). pongámonos la armadura de la luz: Los cristia(-)nos no pueden permitirse permanecer en la in(-)defensión de quienes duermen ligeros de ropa en un momento en que la situación requiere «armadura». Dicha armadura no se describe en este pasaje, pero sí en 1 Tes 5,8, como fe, caridad y esperanza; cf. Ef 6,15-17. 13. Lista de vicios que constituyen las «obras de las ti(-)nieblas» (véase el comentario a 1,28; - Teolo(-)gía paulina, 82:142). 14. revestios del Señor Je(-)sucristo: Que Cristo sea vuestra armadura. Mediante el bautismo, el cristiano ya se ha «revestido» de Cristo (Gál 3,27). Pero esa iden(-)tificación ontológica del cristiano con Cristo debe fructificar en la vida consciente de cada cual; a medida que uno se va haciendo cada vez más consciente de la identidad cristiana, ha de retirarse cada vez más del pecado. Tal actitud psicológica, una vez cultivada, domi(-)nará todos los deseos del Ego sometido al Pe(-)cado. Véase E. Lóvestam, Spiritual Wakefulness in the New Testament (Lund 1963).

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XIII.

1 Subiection, and many other dueties wee owe to the Magistrates. 8 Loue is the fulfilling of the Law. 11 Gluttonie and drunkennes, and the workes of darkenesse, are out of season in the time of the Gospel.
1 Let euery soule bee subiect vnto the higher powers: For there is no power but of God. The powers that be, are [ Or, ordered.] ordeined of God.
2 Whosoeuer therefore resisteth the power, resisteth the ordinance of God: and they that resist, shall receiue to themselues damnation.
3 For rulers are not a terrour to good works, but to the euill. Wilt thou then not bee afraide of the power? doe that which is good, and thou shalt haue praise of the same.
4 For hee is the minister of God to thee for good: but if thou do that which is euill, be afraid: for he beareth not the sword in vaine: for he is the minister of God, a reuenger to execute wrath vpon him that doeth euill.
5 Wherfore ye must needs be subiect, not onely for wrath, but also for conscience sake.
6 For, for this cause pay you tribute

[Of loue.]

also: for they are Gods ministers, attending continually vpon this very thing.
7 Render therfore to all their dues, tribute to whom tribute is due, custome to whome custome, feare to whome feare, honour to whom honour.
8 Owe no man any thing, but to loue one another: for hee that loueth another hath fulfilled the Law.
9 For this, Thou shalt not commit adulterie, Thou shalt not kill, Thou shalt not steale, Thou shalt not beare false witnesse, Thou shalt not couet: and if there be any other commandement, it is briefly comprehended in this saying, namely, Thou shalt loue thy neighbour as thy selfe.
10 Loue worketh no ill to his neighbour, therefore loue is the fulfilling of the Law.
11 And that, knowing the time, that now it is high time to awake out of sleepe: for now is our saluation neerer then when we beleeued.
12 The night is farre spent, the day is at hand: let vs therefore cast off the workes of darkenesse, and let vs put on the armour of light.
13 Let vs walke [ Or, decently.] honestly as in the day, not in rioting and drunkennesse, not in chambring and wantonnes, not in strife and enuying.
14 But put yee on the Lord Iesus Christ, and make not prouision for the flesh, to fulfill the lusts thereof.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El amor y la ley

La primera parte del v. 8 es una transición. No debáis a nadie nada, repite una importante implicación derivada del deber del cristiano de someterse a las autoridades seculares (cf. v. 7a) y es la base para que Pablo nos recuerde que los creyentes en Cristo tenemos una deuda que nunca podremos terminar de pagar: el amaros unos a otros. Pablo vuelve al tema del amor (ver 12:9-21), destacando su importancia al presentarlo como el cumplimiento (8b y 10) o resumen (9) de la ley mosaica. El carácter central de Lev. 19:18, el mandamiento del amor fue subrayado por Jesús mismo (Mat. 5:43; 19:19; 22:39; Mar. 12:31; cf. Juan 13:34, 35), y su eco se transmite a través de todo el NT (cf. Gál. 5:14; Stg. 2:8; 4:11, 12; 1 Jn. 4:11, passim). Lo que Pablo quiere decir cuando insiste en que la obediencia a este mandamiento cumple o resume todos los demás mandamientos no es la idea de que lo único que debemos hacer para agradar a Dios es amar, implicando que mientras tengamos un senti miento de amor podemos hacer lo que quera-mos. Tampoco quiere decir Pablo que amar a otroses simplemente el mandato más importante de la ley, o el espíritu en que deben cumplirse todos los demás. En cambio, lo que está diciendo es que los cristianos ahora cumplen todas las demandas de la ley mosaica (al menos, las relacionadas con nuestras obligaciones para con las demás personas), amando; porque el amor constituye el centro de la ley de Cristo (Gál. 6:2 cf. 1 Cor. 9:20, 21), la ley que Jesús hizo que rigiera la vida en el nuevo reino (o esfera) en que vivimos; y esta ley en sí misma cumple la ley de Moisés (ver Mat. 5:17).

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-7. Ver 1Ti_2:1-2; Tit_3:1; 1Pe_2:13-17. Pablo afirma el origen divino del poder, siempre que sea legítimo y se ejerza para el bien.

9. Exo_20:13-17; Deu_5:17-21; Lev_19:18. Ver Mat_22:34-40; Gal_5:14; Stg_2:8.

12. Ver 2Co_6:7; Efe_6:11.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Obediencia a las autoridades. En el año en que se escribe la carta (57 ó 58) ya reinaba el emperador Nerón (54-68), pero todavía no había estallado la persecución violenta contra los cristianos en la que, con toda probabilidad, los apóstoles Pedro y Pablo fueron martirizados. El autor supone que las autoridades son legítimas y honestas y que, por tanto, un cristiano debe ser ante todo un buen ciudadano. La amonestación no es tan inocente como parece. El Apóstol está advirtiéndoles, entre líneas, a no mezclar indiscriminadamente política y religión. Un cristiano puede vivir como tal bajo cualquier autoridad, sea cristiana o no cristiana, a condición de que sea legítima y justa. Y al revés, una autoridad cristiana no puede discriminar a sus ciudadanos no cristianos. Pablo ve en los deberes concretos de ciudadano -pago de impuestos, contribuciones, honor, respeto a todos- una manera de amar a los hermanos y hermanas. No quiere que los cristianos tengan deuda alguna con nadie, excepto una, el amor mutuo (10) que nunca terminaremos de pagar. El que ama al prójimo será siempre un óptimo ciudadano.

Nuevo Testamento México (Centro Bíblico Hispano Americano, 1992)

El que tiene amor tiene todas las virtudes. 1Co 13:1; Gál 5:14.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



La caridad es una «anacefaleosis» o síntesis de toda la ley y es también su PLENITUD; esto es, no sólo su pleno conocimiento, sino también la sustancia que llena sus huecos y la energía que da eficacia a sus preceptos.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Co_13:4-7

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 13.8 Gl 5.14; Stg 2.8.

[2] 13.9 Ex 20.13-17; Dt 5.17-21; cf. Mt 19.18 y paralelos.

[3] 13.9 Lv 19.18; Mt 22.37-40 y paralelos; Gl 5.14.

[4] 13.12 Ef 6.10-17.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Co_13:4-7

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a 1Ti 1:5

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *1Cor 13:4 *Mt 19:18

Jünemann (1992)


10 e. No hace mal al prójimo.


Torres Amat (1825)



[9] Lev 19, 18; Mat 22, 29.