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pues es un servidor de Dios para tu bien. Pero, si obras el mal, teme; pues no en vano lleva espada; pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal. (Romanos  13, 4) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Obediencia a los poderes públicos, 13:1-7.
1 Todos habéis de estar sometidos a las autoridades superiores, que no hay autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas, 2 de suerte que quien resiste a la autoridad resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación. 3 Porque los magistrados no son de temer para los que obran bien, sino para los que obran mal. ¿Quieres vivir sin temor a la autoridad? Haz el bien y tendrás su aprobación, 4 porque es ministro de Dios para el bien. Pero si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra el mal. 5 Por eso es preciso someterse, no sólo por temor del castigo, sino por conciencia. 6 Pagadles, pues, los tributos, que son ministros de Dios constantemente ocupados en eso. 7 Pagad a todos lo que debáis, a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; a quien temor, temor; a quien honor, honor.

Anteriormente San Pablo se ha referido a las relaciones entre los cristianos y los no cristianos (cf. 12:14-21); ahora, puesto que escribe a los fieles de Roma, capital política entonces del mundo, cree oportuno añadir algunos avisos concretos sobre relaciones con los poderes públicos. Su doctrina, no obstante que esté pensando en las circunstancias concretas de los destinatarios de la carta, es de carácter general y abarca todos los tiempos (v.1-7).
De modo parecido a San Pablo se expresa también San Pedro en una de sus cartas (cf. 1Pe_2:13-14).
La idea fundamental de la exposición del Apóstol está en los v.1-2, al afirmar que todos los seress humanos, sin excluir los cristianos, deben obedecer a los poderes públicos constituidos, pues toda autoridad viene de Dios, y desobedecerlos es desobedecer a Dios. San Pablo no determina en qué sentido toda autoridad viene de Dios, idea por lo demás muy bíblica (cf. Sab_6:3-4; Jn 19-11) pero podemos suponer que es en el sentido de que Dios es el autor del hombre creado para vivir en sociedad y, por lo mismo, autor de la sociedad y de la autoridad, que es la forma de la sociedad misma. Esta doctrina es totalmente opuesta a la que, por aquellas mismas fechas, sostenían sus compatriotas zelotes en Palestina, que luchaban contra la dominación romana y defendían que someterse a cualquier autoridad humana, y más si pagana, era una especie de apostasía religiosa (cf. Hec_5:37). San Pablo, al contrario, lleva hasta Dios el origen de los Estados, pues es El quien ha determinado que existan organismos civiles, compuestos por quienes mandan y por quienes obedecen. Tanto es así, que resistir a las autoridades humanas es resistir a la disposición de Dios.. y atraerse sobre sí la condenación (v.2). Esta condenación (êñßìá) es, en el pensamiento de San Pablo, la justa sanción civil en castigo de la desobediencia, sanción que no excluye otra de tipo más elevado, dado que se trata de rebeldía contra la disposición de Dios.
Como vemos, la doctrina expuesta aquí por el Apóstol es de muy graves consecuencias, impregnando de profundo sentido religioso las relaciones del naciente cristianismo con el Estado, aunque éste sea pagano, como era el caso de entonces. Una observación importante queremos hacer, y es que San Pablo se fija en las autoridades constituidas de hecho, sin aludir al modo como llegaron al poder. Es cuestión que no considera. Tampoco considera el caso en que esas autoridades manden cosas injustas; más bien supone que el Estado se mantiene dentro de sus límites, aprobando el bien y reprimiendo el mal (v.3-4), y es sólo en esa hipótesis como tiene aplicación su doctrina, incluso en la cuestión de impuestos a que alude en los v.6-7. Para el caso de injusticia y abuso de poder, tenemos la respuesta tajante de San Pedro ante una orden del sanedrín: Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres (Hec_5:29).

De nuevo el precepto de la caridad,Hec_13:8-10.
8 No estéis en deuda con nadie, si no es en la del amor mutuo; porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley. 9 Pues aquello de no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: Amarás al prójimo como a ti mismo. 10 La caridad no obra el mal del prójimo. Es, pues, la caridad la plenitud de la Ley.

Terminado lo referente a los deberes para con el Estado, de nuevo vuelve San Pablo al tema de la caridad con todos los seres humanos. La entrada en materia es tan ingeniosa como delicada, presentando la caridad como una deuda que debemos pagar al prójimo, pero una deuda que es única, pues, al contrario de las otras, ésta nunca podremos acabar de saldarla (v.8).
Son de notar las expresiones con que San Pablo hace resaltar la importancia de la caridad, diciendo que es la plenitud (ðëÞñùìá) de la Ley (v.10) y que quien ama al prójimo ha cumplido (ðåôôëÞ-ñùêåí) la Ley (v.8) y que los preceptos de ésta se resumen (Üíáêå-öáëáéïàíôáé) en el de la caridad hacia el prójimo (v.9). Creemos que todas estas expresiones vienen a significar prácticamente lo mismo; es, a saber, que con la práctica de la caridad llevamos la Ley hasta su plenitud o, lo que es igual, hasta donde Dios intentaba llevarla. Late aquí una idea muy profunda, que conviene señalar, y que, antes que San Pablo, expresó ya Jesucristo en el sermón del monte, al decir que no había venido a abrogar la Ley, sino a consumarla (cf. Mat_5:17). Y notemos que, no obstante esta afirmación, el mismo Jesucristo añadirá poco después repetida y solemnemente: Oísteis que se dijo a los antiguos.., pero yo os digo..; y a veces, como en el caso del libelo de repudio, en abierta oposición con el precepto mosaico (cf. Mat_5:31.38).
Para darnos cuenta de lo que esto significa, tengamos presente que en la antigua Ley se han de distinguir claramente dos cosas: la idea o verdad divina que Dios intentaba inculcar y los preceptos mismos materiales en los que quedaba como encarnada y aprisionada esa idea. Estos preceptos, muchos de los cuales estaban ya en vigor entre el pueblo antes de Moisés, no eran sino el ropaje o involucrum del que Dios se valía, en consonancia con la capacidad del pueblo y las circunstancias históricas de entonces, sin que estuvieran destinados a perdurar en el reino mesiánico; no así la idea o verdad divina que esos preceptos encerraban, que era de valor perpetuo. Esta idea, como expresamente dice San Pablo (v.9; cf. Gal_5:14), no era otra que la idea de caridad. Lo mismo dice Jesucristo (cf. Mat_12:29-31; Luc_10:27-28), poniendo bien en claro a través de la parábola del samaritano (cf. Luc_10:30-37) que ese amor no ha de limitarse a los miembros del mismo pueblo o asimilados, como solían interpretar los judíos el término prójimo (cf. Lev_19:18.34; Mat_5:43), sino a todos los seres humanos, incluso enemigos. Es esa chispa de caridad, latente en todos los preceptos de la Ley, la que los pone en contacto con el Evangelio. Si, por la ley del tallón, por ejemplo, se limitaba la venganza a los términos de la injuria, era moderando la pasión humana, que no suele con-t tentarse con dar lo que recibió, preparando así el camino a la mansedumbre del Evangelio; y si, por la ley del libelo de repudio, se permitía despedir a la mujer, era no para introducir el divorcio, que se supone ya establecido, sino para coartar algo esa libertad y salir en defensa de la mujer, cuya situación, con ese documento, no era ya tan desesperada. Esa chispa de caridad es la que permanecerá en el reino mesiánico y será sacada a plena luz, mientras que el involucrum o elemento material sólo durará hasta Juan(cf. Mat_11:13; Gal_5:2). Ahí está precisamente la gran diferencia entre la interpretación de Jesucristo (y de Pablo) y la de los escribas y fariseos; mientras que éstos sólo atendían al aspecto externo y jurídico de la Ley, considerando todos sus preceptos como de valor permanente en el reino mesiánico, Jesucristo va hasta la misma raíz del precepto, poniendo en claro el sentido moral del mismo (cf. Mat_5:21-48), siendo precisamente ese sentido más profundo el que hace que sean armónicos y no antagónicos ambos Testamentos.

Exhortación a la vigilancia,Mat_13:11-14.
11 Y esto, ya que conocéis en qué tiempo estamos, porque es hora de levantaros del sueño, pues nuestra salud está ahora más cercana que cuando creímos. 12 La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas, y vistamos las armas de la luz. 13 Andemos decentemente, y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, no en amancebamiento y libertinaje, no en querellas y envidias, 14 antes vestios del Señor Jesucristo, y no os deis a la carne para satisfacer sus concupiscencias.

Estos versículos vienen a ser como conclusión a las recomendaciones que preceden, sea para todas en general a partir Deu_12:1, como opinan muchos, sea más concretamente para las relativas a la caridad (v.8-10), como parece insinuar el comienzo de la perícopa: Y esto.. Su finalidad es la de combatir la pereza y el dejar hacer, a lo que, pasados los primeros entusiasmos, están expuestos todos los hombres, incluso los mejores.
La idea del conjunto del pasaje es muy parecida a la de 1Te_5:1-10, y también 1Co_7:29-31. En sustancia, lo que San Pablo viene a decir, lo mismo en éste que en esos otros dos lugares, es que conviene vivir vigilantes, sin dejarnos arrastrar por las tendencias de la carne y los espejismos del mundo, pues el tiempo es breve y la salud se acerca. Pero ¿de qué tiempo y de qué salud se trata? Es esto lo que puede dar lugar a equivocaciones.
Hay autores que creen que San Pablo está aludiendo a la vida de cada uno sobre la tierra, tiempo realmente muy corto, al que seguirá la salud definitiva en los cielos; sería, pues, pensando en la brevedad de la vida de cada uno y en la gloria que nos espera después de la muerte como haría estas exhortaciones. La respuesta no puede ser más sencilla y, desde luego, evitaría muchas dificultades a que puede dar lugar el texto del Apóstol si se prescinde de esa interpretación. Sin embargo, no parece que esta respuesta esté en consonancia con el contexto y con las expresiones usadas por el mismo San Pablo (cf. v.11-12). Más bien creemos que el Apóstol está refiriéndose a la bendición o glorificación final que tendrá lugar en la venida de Cristo en la parusía (cf. 1Te_4:13-18). Ese tiempo en que estamos (v.11), con la noche ya muy avanzada (v.12), es el tiempo intermedio entre las dos venidas de Jesucristo, tiempo de la Iglesia militante. Y la salud que se acerca (v.11) es la misma de que ha venido hablando desde el principio de la carta (cf. 1:16); pero no meramente incoada como la que tenemos ahora (cf. 3:21-26; 5:1; 8:1), sino en su consumación final definitiva, por la que todavía suspiramos (cf. 5:2-n; 8:18-25). De una parte, pertenecemos ya al mundo de la luz y debemos obrar en consecuencia (v.12-14; cf. 6:11-14; Efe_5:8-21; 1Te_5:5-8); de otra, estamos aún rodeados de tinieblas, con peligro de que nos envuelvan, esperando el pleno día de esa luz que ya esclarece el horizonte y cuyos rayos llegan hasta nosotros (v. 11-12).
Ni debe extrañarnos esta manera de hablar del Apóstol, insistiendo tanto en la parusía o segunda venida de Jesucristo. Lo hará infinidad de veces a lo largo de sus cartas (cf, 1Te_2:19; 1Te_3:13; 1Te_4:16-17; 1Te_5:23; 2Te_1:7; 1Ti_6:14; 2Ti_1:12; 2Ti_4:8; Tit_2:13). Es una concepción algo distinta de la nuestra actualmente. Mientras nosotros referimos simplemente nuestra esperanza a la consecución de los bienes del cielo, y esta esperanza nos anima y alienta en medio de los trabajos y tribulaciones presentes, para la primitiva comunidad cristiana esa esperanza estaba como centrada en un punto: el retorno glorioso de Jesús. Los mismos ángeles, consolando a los apóstoles en el momento de verse separados de Cristo en la ascensión, tienen ya ese mismo lenguaje: ¿Qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús.. vendrá así, como lo habéis visto ir al cielo (Hec_1:11). Desde entonces esa esperanza está alentando y sosteniendo a los apóstoles en sus trabajos, y lo mismo a las primitivas comunidades cristianas (cf. 1Co_16:22; Rev_22:21). Por eso, en uno de sus discursos a los judíos, San Pedro los exhorta y anima a la conversión con la vista puesta en los tiempos de refrigerio y restauración de todas las cosas, que seguirán a la parusía (cf. Hec_3:20-21). Y en su segunda carta escribirá: No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia.. Viviendo en esta esperanza, procurad con diligencia ser hallados en paz, limpios e irreprensibles delante de El (2Pe_3:8-14). Es también la recomendación de San Pablo (cf. Flp_4:5; 1Te_3:13; 2Ts_2:15-16; 1Ti_6:14). Eso no quiere decir que los apóstoles estuviesen convencidos de la inminencia de la parusía, cosa que, puesto que no se realizó, hubiese supuesto error en ellos. Parece, sí, que la desean e incluso juzgan posible que esté próxima (cf. 1Co_16:22; 2Co_5:2-4; 1Pe_4:7), pero a base siempre de la ignorancia anunciada por Jesucristo (cf. Mat_24:36; Hec_1:7), y que San Pablo manifiesta explícitamente (cf. 2Co_5:3; 1Te_5:1-3). Si con tanta frecuencia la recuerdan en sus exhortaciones morales, ello tiene un claro sentido pedagógico en apoyo de su predicación. Algo parecido a lo que dijimos de la esperanza mesiánica en el Antiguo Testamento, en nuestro comentario a Hec_15:16-17. Mas, a pesar de esos deseos y de esa expectativa, en caso de que les sobrevenga la muerte, no por eso se consideran perjudicados, como parece deducían algunos fieles de Tesalónica (cf. 1Te_4:13), sino que aceptan esa muerte complacidamente, en la seguridad de que la promesa de la glorificación final no quedaba frustrada y de que, ya desde un principio, se reunirían con el Señor, a quien fielmente habían servido (cf. 2Co_5:2-10; Flp_1:21-23; Hec_7:59-60).

Comentario de Santo Toms de Aquino

Lección 2: Romanos 13,4-13
Comparando el cuerpo místico con el cuerpo natura!, enseña el uso de la gracia y sobre costumbres.4. Pues así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y sin embargo no tienen todos los miembros la misma junción:5. Así también muchos somos un solo cuerpo en Cristo, pero en cuanto a cada uno somos recíprocamente miembros.6. Y tenemos, según la gracia que nos fue dada, dones diferentes: ya de profecía, según la regla de la fe;7. ya de ministerio, para servir; ya de enseñar, para la enseñanza;8. ya de exhortar, para la exhortación; el que da, que sea con sencillez; el que preside, con solicitud; el que usa de misericordia, con alegría.9. El amor sea sin hipocresía. Aborreced el mal y adherios al bien.10. Con caridad fraterna amándoos recíprocamente; en cuanto al honor, daos preferencia mutuamente.11. En el deber, sin pereza; fervientes de espíritu, pues servís al Señor.12. Alegres en la esperanza, en la tribulación pacientes, en la oración perseverantes.13. En las necesidades de los santos partícipes; en la hospitalidad solícitos.Dada ya la admonición, aquí expone el Apóstol la razón tomada de la semejanza del cuerpo místico con el cuerpo natural. Y primero en cuanto al cuerpo natural toca tres cosas. Desde luego la unidad del cuerpo, diciendo: así como en un solo cuerpo; segundo, la pluralidad de los miembros, diciendo: tenemos muchos miembros; porque el humano es un cuerpo orgánico constituido por diversidad de miembros; tercero, la diversidad de funciones, diciendo: y sin embargo no tienen todos los miembros la misma función. Porque sería inútil la diversidad de los miembros si no se ordenaren a diversos actos. En seguida aplica estas tres cosas al cuerpo místico de Cristo que es la 1glesia. Y lo dio por cabeza suprema de todo a la 1glesia, la cual es su cuerpo (Efes 1,22-23). Acerca de lo cual toca también tres cosas. Primero, la multitud de los fieles como miembros, diciendo: Así también muchos.-Un hombre dio una gran cena, a la cual tenía invitada mucha gente (Lc 14,16). Son muchos más los hijos de la que había sido desechada (Is 54,1). Porque aun cuando sean pocos en comparación con la estéril multitud de los condenados, según Mateo 7,14: Angosta es ia puerta y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo encuentran, sin embargo, son muchos hablando absolutamente. Después de esto miré, y había una gran multitud que nadie podía contar (Ap 7,9).Lo segundo que toca es la unidad del cuerpo místico, diciendo: Somos un solo cuerpo.-Para reconciliar a ambos en un solo cuerpo, etc. (¡Efes 2,16). Ahora bien, la unidad de este cuerpo místico es espiritual, por la cual nos unimos unos con otros a Dios en la fe y en el afecto de la caridad, según aquello de Efesios 4,4: Uno es el cuerpo, y uno el Espíritu. Y por derivarse de Cristo en nosotros el espíritu de unidad (Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ese tal no es de El: Juan 17,22), por eso agrega: en Cristo, que por su Espíritu, que El nos da, nos une entre nosotros y a Dios. Para que sean uno, como nosotros somos Uno (Jn 17,22).Lo tercero que toca es la diversidad de las funciones establecidas para la común utilidad, diciendo: en cuanto a cada uno somos recíprocamente miembros. Porque cada miembro tiene su propia función y facultad; así es que en cuanto un miembro por su facultad y función le es útil a otro, se dice que es miembro de este otro, así como se dice que el pie es miembro del ojo, por cuanto lleva al ojo de un lugar a otro, y también se dice que el o¡o es un miembro del pie, en cuanto dirige al pie. No puede el o¡o decir a la mano: no te necesito (1Co 12,2 i). Así también en el cuerpo místico el que recibe la gracia de la profecía, necesita de aquel que recibe la gracia de la sanidad de los cuerpos, y así es en todas las demás cosas. De modo que mientras alguno de los fieles sirve a otro conforme a la gracia que se le ha dado, es miembro suyo. Sobrellevad los unos las cargas de los otros (Gal 6,2). Sirva cada uno a los demás con el don que haya recibido (1Pe 4,10).En seguida, cuando dice: Y tenemos dones, aplica por partes la admonición que arriba diera sobre el uso sobrio y moderado de la gracia. Y primero pone la diversidad de las gracias, diciendo: digo que somos miembros recíprocamente, no porque tengamos la misma gracia sino por tener diversos dones superiores, no en virtud de una diversidad de méritos, sino según la gracia que se nos ha dado. Cada uno tiene de Dios su propio don, quién de una manera y quién de otra (1Co 7,7). Lo segundo que enseña es el uso de las diversas gracias, y primero en cuanto a las cosas divinas, en cuanto al conocimiento, diciendo: ya de profecía, para que teniéndola usemos de ella conforme a la regla de la fe. Se llama profecía cierta aparición, por divina revelación, de las cosas que están lejanas. De aquí que en 1 Reyes 9,9 se dice: El que hoy se llama profeta se llamaba entonces vidente. Se trata de cosas lejanas para nuestro conocimiento, en cuanto que en sí mismas son futuros contingentes, que por carencia suya no son seres cognoscibles; pero las cosas divinas están muy lejos de nuestro conocimiento, no en cuanto a sí mismas, pues son de manera máxima cognoscibles, porque como se dice en 1 Juan 1,5: Dios es luz, y en El no hay tiniebla alguna; sino por carencia de nuestro entendimiento, que respecto de las cosas que en sí mismas son sumamente manifiestas es como los ojos de la lechuza respecto de la luz del sol. Y como cada quien más propiamente se dice tal según lo que es él mismo, que lo que sea tal según otro, de aquí que más propiamente se dice que están lejos de nuestro conocimiento los futuros contingentes. Por lo cual de estas cosas es propiamente la profecía. Mas el Señor Dios no hace estas cosas sin revelar sus secretos a los profetas siervos suyos (Amos 3,7). Sin embargo, comúnmente se llama también profecía a la revelación de algunas cosas ocultas. Y este don de profecía no existió solamente en el Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo. Derramaré Yo mi Espíritu sobre toda clase de hombres, y profetizarán vuestros hijos (Joel 2,28).Se llama también profetas en el Nuevo Testamento a quienes explican los textos proféticos, siempre que la Sagrada Escritura se interprete por el mismo espíritu con que fue establecida. Yo proseguiré difundiendo la doctrina como profecía (Eccli 24,36). Así es que el don de profecía no se ordena, al igual que las otras gracias gratis dadas, sino a la edificación de la fe. A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien (1Co 12,7). Confirmándola -la doctrina de la fe- júntamente con ellos Dios, por señales, prodigios y diversos milagros y por dones del Espíritu Santo conforme a su voluntad (Hebr 2,4). Por lo cual se debe usar de la profecía según la regla de la fe, o sea, no inútilmente, sino de modo que por ella se confirme la fe, y de ninguna manera contra la fe. Por lo cual se dice en el Deuteronomio 13,1-3: Si en medio de tu pueblo se presentare un profeta, y te dijere: Vamos y sigamos a los dioses ajenos que no conoces y sirvámosles, no escucharás las palabras de aquel profeta, porque profetiza contra la regla de la fe. En cuanto a la administración de los sacramentos agrega: ya de ministerio, para servir, esto es: Si alguien recibe la gracia o el cargo del ministerio, por ejemplo el que sea obispo o sacerdote, por lo que se llama ministro de Dios (Vosotros seréis llamados sacerdotes del Señor, a vosotros se os dará el nombre de ministros de Dios: 1s 61,7), que lo desempeñe cumpliendo diligentemente para servir (Cumple bien tu ministerio: 2 Tim 4,5). Lo segundo que toca son las cosas que corresponden a los asuntos humanos, en los que puede uno acudir en auxilio de otro. Primero en cuanto al conocimiento, o bien especulativo o bien práctico. Y así, en cuanto al especulativo, dice primero: ya de enseñar, esto es, el que tiene la gracia o el oficio de enseñar, use de la doctrina, para que enseñe cuidadosa y fielmente. Tú eras el que enseñabas a muchos (Jb 4,3). 1d y enseñad a todos los pueblos (Mat 28,19). Y en cuanto al conocimiento práctico agrega: ya de exhortar, esto es, el que tiene el cargo o la gracia de exhortar a los hombres al bien use de ella para la exhortación.-Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la inmundicia ni en el dolo (I Tes 2,3). Esto es lo que has de enseñar y exhortar (Tito 2,15).En seguida indica lo que corresponde a las obras exteriores, en las que a veces alguien le ayuda a otro otorgándole algún don, y en cuanto a esto dice: el que da, esto es, el que tiene con qué y la gracia de dar, cúmplalo con sencillez, para que no intente con ello nada malo, como sería el atraer al mal a los hombres con regalos. O también sería el que alguien por un pequeño regalo quiera adquirir algo mucho mayor. La dádiva del necio no te aprovechará, porque sus ojos tienen muchas miras. El dará poco, y lo echará muchas veces en cara (Eccli 20,14-15). Y también: La sencillez servirá de guía a los justos (Prov 2,3). A veces alguien le ayuda a otro teniendo cuidado de él, y en cuanto a esto dice: el que preside, o sea, el que está constituido en el cargo de prelado, que use de tal oficio con solicitud.-Obedeced a vuestros prepósitos y sujetaos a ellos, porque velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta (Hebr 13,17). La solicitud por todas las iglesias (2Co 1 1,28). Otras veces alguien le ayuda a otro aliviándole su miseria; y en cuanto a esto dice: el que usa de misericordia, esto es, el que tiene medios y deseo de socorrer, hágalo con alegría, haciéndolo gustosamente. No de mala gana ni por fuerza, porque Dios ama al dador alegre (2Co 9,7). Que todo lo que des sea con semblante alegre (Eccli 35,1 1).En seguida, cuando dice: El amor sea sin hipocresía, enseña el uso del don gratuito que es común a todos, el de la caridad. Y primero indica lo que corresponde a la caridad en general; luego, algunas cosas que especialmente corresponden a la caridad de algunos: En las necesidades de los santos, etc. Acerca de lo primero hace tres cosas. Primero muestra cómo debe ser el amor de caridad por parte del que ama; segundo, cómo se le debe tener respecto al prójimo: Con caridad fraterna, etc.; tercero, cómo se debe tener para con Dios: En el deber, sin pereza. Ahora bien, acerca de la calidad de la caridad enseña tres cosas. Primero, que el amor debe ser verdadero. Por lo cual dice: El amor sea sin hipocresía, para que no sea sólo de palabra, ni de apariencia exterior, sino con verdadero afecto del corazón y con verdaderas obras. No amemos de palabra y con ia lengua, sino de obra y en verdad (1Jn 3,18). Nada hay comparable con el amigo fiel (Eccli 6,15). Lo segundo que enseña es que el amor debe ser puro, diciendo: Aborreced el mal. Y también es pura la diLección cuando no se consiente el mal en el amigo, porque de tal manera lo quiere que odia su vicio. Por lo cual se dice en 1Co 13,6: No se regocija en la injusticia, antes se regocija con la verdad. Y en el Salmo 118, Vers. 1 13 leemos: Aborrecí a los impíos. Tercero, enseña que la diLección debe ser honesta: y adherios al bien, o sea, que trabe uno amistad con otro por el bien de la virtud. Bien está que se tenga celo en lo bueno, pero en todo tiempo (Salat 4,18). Este es el amor hermoso, del que se dice en el Eclesiástico (24,24): Yo soy la madre del amor hermoso.En seguida, cuando dice: Con caridad fraterna, enseña cómo debe ser la caridad para con el prójimo. Y primero en cuanto al afecto interior, diciendo: Con caridad fraterna amándoos recíprocamente, de modo que no sólo amemos a los hermanos por caridad, sino que también amemos la propia caridad con la que los amamos y somos amados por ellos. Porque si tenemos una caridad de alto valor no fácilmente nos desprenderemos de ella. Perseverad en la caridad fraternal (Hebr 13,1). Si alguien diere todos los haberes de su casa en pago de este amor, lo reputará por nada (Cant 8,7). Lo segundo en cuanto al trato exterior, diciendo: Daos preferencia mutuamente. En lo cual se indican tres cosas. Primero, que debe uno honrar al prójimo, lo cual pertenece a la regla de la honra. Porque nadie puede estimar verdaderamente a quien desprecie. Con humilde corazón, considerando los unos a los otros como superiores (Fil 2,3). Lo cual se practica mientras considere uno su propio defecto y lo bueno del prójimo. A la honra corresponde no solamente la deferencia sino también el remedio de sus necesidades, como se dice en Éxodo 20,12: Honrarás a tu padre1 y a tu madre. Y que sea de precepto el socorro de las necesidades es claro porque el Señor (Mt 15,4-6) les reprocha a los fariseos que contra tal procepto les estorben a los hijos el socorrer a sus padres.Segundo, indica que la obra de la diLección debe ser mutua, para que el hombre no sólo quiera recibir beneficios sino también proporcionarlos. No esté tu mano extendida para recibir y encogida para dar (Eccli 4,36). Y también (Eccli ¡4,16): Da y toma. Y esto lo indica diciendo: mutuamente. Tercero, indica que la obra de la diLección debe ser pronta y rápida, diciendo: daos preferencia, de modo que se prefiera al amigo en los beneficios. Todo amigo dirá: yo también he trabado amistad contigo (Eccii 37,1).En seguida, cuando dice: En el deber, etc., muestra de qué manera debe ser el amor de caridad para con Dios. Y empieza por la propia aplicación de la mente, diciendo: En el deber portaos sin pereza, esto es, en el servicio de Dios. ¡Oh hombrel yo te mostraré lo que conviene hacer y lo que el Señor pide de ti (Miq 6,8). Y luego agrega: Camina con prontitud con tu Dios.- Empéñate en presentarte ante Dios como hombre probado (2 Tim 2,15).Segundo, en cuanto a la obra, diciendo: de espíritu sed fervientes, en el amor de Dios. Ahora bien, el fervor procede de lo excesivo del ardimiento. Por lo cual se habla de fervor de espíritu porque por la abundancia del divino amor todo el hombre hierve en Dios. En Hechos 18 se dice que Apolo hablaba con ferviente espíritu. No apaguéis el Espíritu (I Tes 5,19).Tercero, en cuanto a la sumisión exterior, diciendo: pues servís al Señor, con sumisión de latría, debida a solo Dios. Al Señor Dios tuyo adorarás, y al El solo servirás (Deut 6,13). Servid al Señor con temor (Sal 2,2). O bien, conforme a otro texto: Sirviéndole en el tiempo, para que en el tiempo oportuno sirvamos a Dios. Tiene cada cosa su tiempo y sazón (Ecles 8,6).Cuarto, en cuanto al pago de la servidumbre, diciendo: Alegres en la esperanza, es claro que de la recompensa, que consistirá en la fruición de Dios. Yo el Señor soy tu galardón en manera grande (Gen 15,1). Nos gloriamos en ia esperanza de la gloria de los hijos de Dios (Rm 5,2). Y la esperanza hace gozoso al hombre por razón de la certeza, pero su dilación aflige el alma. La esperanza que se dilata aflige el alma (Prov 13,12).Quinto, en cuanto a la tribulación que el hombre padece en el servicio de Dios. Por lo cual agrega: En la tribulación que soportáis por Dios, sed pacientes.- La tribulación engendra la paciencia (Rm 5,3). Sexto, en cuanto a todo lo predicho dice: en la oración perseverantes, con lo cual se indica la asiduidad de la oración. Les propuso una parábola sobre la necesidad de que orasen siempre sin desalentarse (Lc 18,1). Orad sin cesar (I Tes 5,17). Porque por la oración aumenta en nosotros la presteza, se enciende el fervor, nos incitamos para el servicio de Dios, crece en nosotros el gozo de la esperanza, y nos ganamos el auxilio en la tribulación. Clamé al Señor en mi tribulación, y me escuchó (Sal 119,1).En seguida, cuando dice: En las necesidades de los santos, etc., determina la clase de la caridad en cuanto a ciertas especiales personas. Y primero en cuanto a los indigentes; segundo, en cuanto a los enemigos: Bendecid a los que os persiguen (Rm 12,14). Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero nos lleva a que los beneficios de la caridad se deben extender a los indigentes en general, diciendo: En las necesidades de los santos, partícipes. En lo cual se deben observar tres cosas. Lo primero, que las limosnas se deben por caridad a los indigentes o a quienes padecen necesidad. Trabaje obrando con sus manos algo bueno, para tener con qué dar al necesitado (Efes 4,28).Segundo, que es preferible socorrer a los justos y a los santos que a los demás. Por lo cual dice: En las necesidades de los santos.-Dale al justo, y no ayudes al pecador (Eccli 12,5). Lo cual no quiere decir que ni siquiera en sus necesidades habrá que socorrer a los pecadores, sino que no se les debe ayudar para fomentarles su pecado; y que sin embargo es mejor ayudar a los justos, porque tal limosna es fructífera no sólo por parte del donante sino también como alivio del que la recibe. Granjeaos amigos por medio de la inicua riqueza, para que cuando ella falte os reciban en las moradas eternas (Lc 16,9), es claro que con vuestras limosnas.Segundo, de manera especial predica la hospitalidad, diciendo: en la hospitalidad solícitos, porque en esta obra de misericordia están comprendidas las demás obras de misericordia. Porque el que hospeda no sólo ofrece su casa para permanecer en ella, sino que suministra todo lo demás que sea necesario. No os olvidéis de la hospitalidad (Hebr 13,2). Ejerced la hospitalidad entre vosotros sin murmurar (1Pe 4,9).

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 13

4. ACTITUD FRENTE AL PODER DEL ESTADO (Rm/13/01-07)

1 Sométanse todos a las autoridades que ejercen el poder. Porque no hay autoridad sino por Dios, y las que existen, por Dios han sido establecidas. 2 De modo que quien resiste a la autoridad, contra el orden establecido por Dios se rebela, y los que se rebelan, acarrearán sobre sí mismos su condena. 3 Porque los gobernantes no son motivo de temor para la buena conducta, sino para la mala. ¿Quieres vivir sin temer a la autoridad? Haz el bien, y recibirás de ella elogio; 4 pues está al servicio de Dios para conducirte al bien. Pero, si haces el mal, teme; pues no en vano lleva la espada, ya que está al servicio de Dios como vengadora de la ira divina contra el que practica el mal. 5 Por lo tanto, es necesario someterse, no sólo por miedo al castigo, sino también por deber de conciencia. 6 Y por eso mismo pagadles también tributos; pues son funcionarios de Dios para dedicarse asiduamente a este oficio. 7 Dad a cada uno lo debido: a quien el tributo, el tributo; a quien el impuesto, el impuesto; a quien el respeto, el respeto; a quien el honor, el honor.

¿Pretende Pablo en esta sección hablar de modo particular sobre la conducta del cristiano en el mundo y frente al mundo? Planteada así la cuestión, difícilmente haríamos justicia al texto. Porque, según el pensamiento de Pablo, no podemos limitar el concepto de «mundo» en el sentido de la tradición occidental a la realidad estatal como contrapuesta a la Iglesia. Para Pablo «mundo» es siempre toda la realidad mundana, y especialmente el universo de las relaciones humanas, en su cualidad de ser creado, aunque al propio tiempo como creación que en muchos aspectos renuncia de su Creador. Desde Cristo y por Cristo, este mundo es el mundo viejo en el que ya ha irrumpido la nueva creación. Esta tensa existencia de la nueva creación en el viejo siglo que pasa la representa el cristiano en su conducta, en cuanto que se deja condicionar constantemente por la nueva realidad dada en Cristo. Conviene reflexionar también aquí sobre este punto preliminar para no hablar de la conducta de los cristianos en el mundo, con demasiada precipitación y facilidad en estos versículos.

La exhortación a comportarse de una forma adecuada frente al poder estatal no hay que separarla de las numerosas exhortaciones precedentes. Por lo demás, Pablo otorga al tema una especialísima atención, tal vez movido por alguna circunstancia concreta.

También por lo que se refiere a su actitud frente al poder estatal vale para los cristianos el «que nadie tenga de sí mismo estimación superior a la que debe tener» (v. 12,3). Los cristianos no han sido arrancados, por el mero hecho de serlo, del ordenamiento estatal y social en el que estaban insertos, sino que deben realizar su ser de cristianos dentro de la realidad dada. Ahora bien ¿significa esto un reconocimiento de cualquier autoridad estatal, independientemente de cuál sea el tipo de Estado en cada caso concreto? El principio que Pablo formula en el v. 1b no deja la menor duda de que para él las autoridades existentes proceden de Dios. Pablo no se pregunta hasta dónde se considera el poder estatal como establecido por Dios, ni si de hecho realiza y representa, en todo o en parte, un determinado orden de cosas impuesto por Dios, sino que -pese a todas las posibles y hasta probables incongruencias del ejercicio del poder- cuenta con autoridades superiores que descansan en el «orden establecido por Dios».

De esta realidad tienen que partir también los cristianos, aun cuando en cada caso concreto les incumba la obligación de discernir cuál es aquí y ahora la voluntad de Dios (12,2). Mas lo que preocupa a Pablo por encima de todo es precaver contra un entusiasmo que, partiendo de una falsa interpretación del don de Dios, cree que puede dejar de lado el estado de cosas existente. Pablo es ciertamente un predicador «ferviente» en el espíritu (v. 12,11); pero no es un hombre fantasioso ni exaltado. De ahí que requiera de todos los cristianos que soporten y no aligeren la tensión entre lo que aún persiste del mundo y la participación ya lograda de la creación nueva.

Con una lealtad al Estado, casi burguesa, exhorta a proseguir haciendo el bien. Si obras el bien, hasta el poder estatal puede ayudarte en esa empresa, en otro caso tendrás que temer a esa autoridad. Pero en ambas funciones en el reconocimiento y alabanza del bien como en el castigo del mal, el poder del Estado es un funcionario o ministro de Dios. Por ello, es necesario someterse al mismo. Pero en su conducta frente al poder estatal el cristiano no solamente considera una fuerza a la que no puede oponerse, sino que obra lo que debe obrar en libertad, y eso es lo que significa el «por deber de conciencia» (v. 5). En realidad, Pablo no exige nada extraordinario ni nuevo, cuando exhorta a los cristianos a que se muestren obedientes frente a la autoridad estatal. Pero es precisamente lo que en la vida cotidiana acontece como algo ordinario y natural, por ejemplo, los tributos en favor del Estado (v. 6s), lo que el cristiano debe aceptar con la misma naturalidad que cualquier otro ciudadano. Es evidente que aquí no se dice todo lo que habría que decir sobre la conducta del cristiano en general frente al Estado. Así, por ejemplo, Pablo no roza para nada si la obediencia al poder estatal tiene algunas limitaciones y cuándo, ni alude tampoco a la justificación de tales cuestiones. En principio esa limitaciones vendrían impuestas para Pablo en aquellos casos en que el cristiano se viere forzado a renegar de las exigencias del Evangelio.



5. EL AMOR ES EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY (Rm/13/08-10)

8 Con nadie tengáis deudas, excepto la de amaros mutuamente; pues quien ama al prójimo, ha cumplido ya la ley. 9 Porque aquello de «No cometerás adulterio; No matarás: No robarás; No codiciarás» (Deu_5:17-21), y los demás mandamientos, en esta expresión se resumen «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lev_19:18). 10 El amor no hace mal alguno al prójimo. Por tanto, el amor es cumplimiento de la ley.

Aunque en su vida cotidiana el cristiano hace lo que tiene que hacer con una cierta naturalidad, dentro de la escrupulosidad religiosa de su servicio sigue habiendo siempre una obligación que no es fácil eliminar: el amor mutuo. El amor es su tarea permanente, y desde luego como «cumplimiento de la ley». El hombre no cumple la ley, y eso quiere decir que el amor como cumplimiento de esa misma ley es y seguirá siendo un deber del hombre y también del cristiano. Las exigencias de la ley, tal como se expresan en cada uno de los mandamientos, se concentran y concretan para el cristiano en una nueva forma del precepto del amor. El amarse unos a otros es la nueva posibilidad cristiana, aunque con ello no se pida nada nuevo respecto de lo que ya pedía Lev_19:18. Por lo que hace al contenido, con este mandamiento se ponen en práctica las mismas realizaciones que ya requería la ley del Antiguo Testamento. Sólo que la verdadera intención de ese mandamiento del amor, conocido ya en su tenor literal, vuelve ahora a definirse de nuevo desde el acto de Cristo. El amor, que Jesucristo nos ha demostrado con la entrega de su vida «por mí» (Gal_2:20), permite reconocer nuestro amor como la nueva posibilidad que Dios nos otorga. El mandamiento del amor, revigorizado con el acto de Cristo, pone al cristiano en relación con el prójimo, es decir, con el hombre que se encuentra en este mundo. El amor es, por lo mismo, la forma con que los cristianos dan testimonio ante el mundo del acto de Cristo. En ese amor se cumple la ofrenda del propio cuerpo a que Pablo exhorta ya en la introducción (Gal_12:1). Aunque ante todo sólo muestre la forma íntima con la que no se «hace mal alguno al prójimo» (v. 10), por lo que hace al «cumplimiento de la ley», al amor se le abren en la vida cotidiana posibilidades siempre nuevas de una forma de culto práctica.

6. EL PRECEPTO DEL TIEMPO (Rm/13/11-14)

11 Y esto, tanto más cuanto que bien sabéis en qué tiempo vivimos: que ya es hora de que os despertéis del sueño, pues la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. 12 La noche está muy avanzada, el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. 13 Como en pleno día, caminemos con decencia: no en orgías ni borracheras; no en fornicaciones ni lujurias; no en discordia ni envidias. 14 Al contrario, revestíos del Señor Jesucristo, y no pongáis vuestro afán en la carne para satisfacer sus deseos.

Para concluir el Apóstol fundamenta sus exhortaciones en la urgencia de la última hora. Los cristianos conocen el «tiempo» y saben que ha sonado la hora. El tiempo, en el que ahora se encuentran, está condicionado por el acontecimiento de Cristo y, en consecuencia, por el momento en que alcanzaron la fe. Pues bien, ese tiempo no permite el sueño despreocupado ni el permanecer inactivo confiado en los méritos de Jesucristo, sino que exige permanecer vigilante en espera del día que aportará la plenitud de nuestra salvación. La pronta llegada de Cristo como consumador del acontecimiento salvífico, a cuya disposición está al presente Pablo como su mensajero, es el fundamento y razón últimos de la vida cristiana. De ahí que la conducta cristiana deba reconocerse por las «obras» correspondientes al día y no las que corresponden a la noche. Las «obras de las tinieblas» no pueden ya conciliarse con el día al que tienden las miradas de los cristianos y cuya proximidad resulta tan evidente que ya no cabe la menor duda acerca de su aparición; más aún, al presente ya ha empezado a alborear y a poner en tela de juicio todo el poder de las tinieblas que aún ejercen su soberanía.

Con ello Pablo no fomenta veleidades apocalípticas, sino que exhorta a portarse bien en la hora presente: Importa mucho conocer el tiempo en que vivimos. Pero sólo se le puede reconocer en Jesucristo, en cuanto redentor del mundo que ya ha venido por nosotros, aunque todavía tiene que venir en el futuro. Ahora bien, que su venida no hay que posponerla hasta un futuro lejano e indeterminado, sino que hay que experimentarla más bien como un futuro que se inserta constantemente en el tiempo presente, es lo que testimonian los cristianos cuando caminan «como en pleno día».



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



118 13,1-7. Obligaciones de los cristianos respecto a las autoridades civiles. Pablo, al es(-)cribir a la Iglesia romana, es sabedor de que esta comunidad era más consciente que otras de la autoridad imperial. Hasta el momento en que Pablo escribe Rom, no había habido per(-)secución oficial del cristianismo en Roma, pe(-)ro las luchas intestinas de la comunidad judía de esa ciudad (probablemente entre judíos y judeocristianos; - Pablo, 79:10) se zanjaron con la expulsión de los judíos de Roma decre(-)tada por Claudio (Hch 18,2). Pablo lo sabía, aunque su análisis de las obligaciones de los cristianos respecto a las autoridades civiles se queda en el plano de los principios generales. Como ciudadanos de otro mundo (Flp 3,20), los cristianos podrían sentirse inclinados a cuestionar su relación respecto a las autorida(-)des civiles, especialmente cuando éstas eran paganas. La solución que Pablo da al proble(-)ma está relacionada con los principios de Prov 8,15 y Mt 22,16-21.
119 1. toda persona: Lit., «toda alma», he(-)braísmo (véase el comentario a 2,9). El man(-)dato no queda restringido a los cristianos. En algunos mss. (P46, D, G) y la LA, se omite «al(-)ma» y hay un simple impv.: «obedeced a las autoridades superiores», autoridades superio(-)res: Lit., «autoridades que gobiernan, en altos cargos» (BAGD 841). El sustantivo pl. exousiai se aplica comúnmente a las «autoridades» hu(-)manas en el griego profano y en el NT (Lc 12,11) . O. Cullmann, sin embargo, ha sosteni(-)do que exousiai tiene otro significado, «los po(-)deres angélicos invisibles que están detrás del gobierno del Estado», o incluso un doble sig(-)nificado, «el Estado empírico y los poderes an(-)gélicos» (The State in the New Testament [Nue(-)va York 1956] [trad. esp. del or. al.: El estado en el Nuevo Testamento (Madrid 1966)]); cf. 1 Cor 2,8; 1 Pe 3,22. Sin embargo, no es muy proba(-)ble que Pablo se refiera a nada así; habla de las ordinarias autoridades civiles humanas, de las que los cristianos dependen y a las que deben obedecer, no hay autoridad que no provenga de Dios: Incluso la autoridad imperial de Roma procede de Dios, aunque Roma pueda mos(-)trarse reacia a admitirlo. Indirectamente, Pa(-)blo reconoce al Padre como la fuente de todo el bienestar y la paz traídos por el dominio im(-)perial romano. 2. quien se resiste a la autoridad se opone a lo que Dios ha ordenado: De lo pre(-)cedente se deduce un principio general. La obediencia a las autoridades civiles es una for(-)ma de obediencia a Dios mismo, pues la re(-)lación de los seres humanos con Dios no está limitada a la esfera religiosa o cultual. La su(-)posición que está presente a lo largo de los vv. 1 -7 es que las autoridades se conducen correc(-)tamente y buscan el bien de la sociedad. No se plantea la hipotética posibilidad, ni de un go(-)bierno tiránico, ni de otro incapaz de hacer frente a una situación en la que los justos de(-)rechos de los ciudadanos individuales o de un grupo minoritario sean desatendidos o vulne(-)rados. Pablo insiste simplemente en un aspec(-)to de la cuestión: la obligación de los súbditos respecto a la autoridad legítima. En este pasa(-)je no analiza las obligaciones de las autorida(-)des civiles. 4. pues son representantes de Dios que trabajan para (tu) bien: Se trata de una nueva formulación del v. 1, en la que se subra(-)ya el carácter delegado de la autoridad civil; sólo plantea la hipótesis de un gobierno civil que desempeña correctamente sus funciones. La expresión eis to agathón, «para el bien», ex(-)presa el finis de la actividad civil, no en vano llevan la espada: La espada se introduce como símbolo de autoridad penal, del poder legíti(-)mamente poseído por las autoridades civiles para coaccionar a los ciudadanos recalcitran(-)tes en su esfuerzo por mantener el orden e in(-)tentar alcanzar la meta común, representante de Dios para ejecutar (su) ira sobre los malhe(-)chores: El contexto demuestra que esa ira es divina, como en 12,19; de otro modo, tales au(-)toridades no serían representantes de Dios. 5. por la conciencia: Se introduce otro motivo pa(-)ra la obediencia; Pablo se da cuenta de que el temor al castigo no disuadirá siempre a los ciudadanos de quebrantar las reglamentacio(-)nes civiles. Su llamamiento a la conciencia in(-)dica una obligación moral (y no simplemente legal o penal) de obedecer las leyes civiles. Vin(-)cula la reacción humana ante los gobernantes civiles con el origen divino de la autoridad civil misma. 6. por eso pagáis también impues(-)tos: Pablo da por supuesto que los cristianos de Roma han pagado impuestos. Por tercera vez subraya la naturaleza delegada de la auto(-)ridad civil (13,1.4), en este caso en materia de impuestos. 7. Cf. Mc 12,17.
(Bruce, F. F., «Paul and the Powers That Be», BJRL 66 [1983-84] 78-96. Dyck, H. J,, «The Christian and the Authorities in Romans 13,1-7», Direction 14 [1985] 44-50. Hultgren, A. J., «Reflections on Ro(-)mans 13:1-7: Submissíon to Governing Authorities», Dialog 15 [1976] 263-69. Hutchinson, S., «The Political Implications of Romans 13:1-7», Biblical Theology 21 [1971] 49-59.)

120 8-10. Del deber cristiano respecto a las autoridades civiles, Pablo pasa a la obliga(-)ción de la caridad que, en la nueva dispensa(-)ción, compendia la ley mosaica entera. 8. a na(-)die debáis nada, salvo el amor mutuo: En esto encuentran su recapitulación todas las obliga(-)ciones de la vida cristiana. Pablo no está ha(-)ciendo del amor o la caridad una especie de deber adeudado a alguien; lo expresa así para subrayar su papel en toda la conducta cristia(-)na; no está restringido sólo al ámbito intracristiano. ha cumplido plenamente la ley: Como en otros lugares de Rom (véase el comentario a 2,12), se habla de la ley mosaica, como dejan patente las citas que siguen. 9. mandamientos: Pablo cita frases del Decálogo (Éx 20,13-17; Dt 5,17-21). El orden de las distintas prohibicio(-)nes difiere del encontrado en el TM, pero es el mismo que el de los LXX en Dt 5,17-18 (ms. B); cf. Lc 18,20; Sant 2,11; Filón, De dec. 120, 132. se resumen en esta fórmula: «Amarás...»: Tal vez Pablo se esté haciendo eco de un dicho de Jesús (Mc 12,28-34) que resume la ley mo(-)saica con Dt 6,4-5 y Lv 19,18. Otros judíos también solían compendiar la ley de maneras parecidas (véase Str-B 1.907-08), pues consi(-)deraban las normas concretas (los 613 man(-)datos y prohibiciones de la Torá) como desa(-)rrollos de esos pasajes del AT. En Lv 19,18, sin embargo, «prójimo» significa los otros judíos; el sentido en que lo usa Pablo tiene, no obs(-)tante, una extensión mayor. 10. el amor es el cumplimiento de la ley: Aunque pueda parecer sólo una formulación abstracta de lo anterior, con esto Pablo enuncia su principio básico propio. Si Cristo es la «meta de la ley» (10,4), se puede decir que el «amor», que animaba to(-)da su existencia y su actividad soteriológica (8,35), es el cumplimiento de la ley. Se con(-)vierte en la norma para la conducta cristiana y, cuando se aplica adecuadamente, alcanza todo aquello que la ley representaba. Véase A. L. Bencze, NTS 20 (1973-74) 90-92.
121 11-14. Exhortación escatológica diri(-)gida a los cristianos de Roma: deben caer en la cuenta de que ya están viviendo en el eschaton, pues las dos eras se han encontrado (1 Cor10,11) . 11. momento crítico: El período de la existencia cristiana es kairos, un tiempo en que los cristianos están llamados a manifestar con sus actos que lo son y a comportarse co(-)mo corresponde. En otros lugares, Pablo utili(-)za en las exhortaciones morales una motiva(-)ción escatológica (1 Tes 5,6; 1 Cor 7,26.28-30); cf. Col 4,5; Ef 5,16. Aun cuando lo que Pablo dice en 11,25 acerca de la conversión de Israel podría dar a entender que la fase definitiva de la salvación es algo todavía perteneciente al futuro, el kairos ha empezado (con la muerte y resurrección de Cristo). Ahora es el momento de que los cristianos se apropien mediante su fe, «que se manifiesta mediante el amor» (Gál 5,6) , los efectos de cuanto en otro tiempo con(-)siguió para todos Cristo Jesús, despertéis del sueño: Véanse 1 Tes 5,6; 1 Cor 15,34; cf. Ef 5,14. la salvación está más cerca: La liberación escatológica de los cristianos como cumpli(-)miento de la prenda (2 Cor 1,22) o las primi(-)cias (Rom 8,23) ha sido garantizada por el Es(-)píritu que habita en ellos. Ahora está más cerca que cuando empezaron a creer en Cris(-)to. 12. la noche está muy avanzada: Pablo da a entender que el tiempo que separa a los cris(-)tianos de su destino escatológico no es dema(-)siado largo, despojémonos de las obras de las ti(-)nieblas: El contraste de día y noche, de luz y tinieblas, simboliza el bien y el mal, lo mismo que en 1 Tes 5,5-8 (cf. Ef 5,8-11). Estos pares se utilizan habitualmente en los escritos apo(-)calípticos judíos de la época, esp. en la LQ esenia (1QS 2,7; 3,20-4,1; lQM 15,9, «en las tinie(-)blas están todas sus obras», es decir, las obras de los hijos de las tinieblas que están domina(-)dos por el príncipe de los demonios, Belial). pongámonos la armadura de la luz: Los cristia(-)nos no pueden permitirse permanecer en la in(-)defensión de quienes duermen ligeros de ropa en un momento en que la situación requiere «armadura». Dicha armadura no se describe en este pasaje, pero sí en 1 Tes 5,8, como fe, caridad y esperanza; cf. Ef 6,15-17. 13. Lista de vicios que constituyen las «obras de las ti(-)nieblas» (véase el comentario a 1,28; - Teolo(-)gía paulina, 82:142). 14. revestios del Señor Je(-)sucristo: Que Cristo sea vuestra armadura. Mediante el bautismo, el cristiano ya se ha «revestido» de Cristo (Gál 3,27). Pero esa iden(-)tificación ontológica del cristiano con Cristo debe fructificar en la vida consciente de cada cual; a medida que uno se va haciendo cada vez más consciente de la identidad cristiana, ha de retirarse cada vez más del pecado. Tal actitud psicológica, una vez cultivada, domi(-)nará todos los deseos del Ego sometido al Pe(-)cado. Véase E. Lóvestam, Spiritual Wakefulness in the New Testament (Lund 1963).

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Pablo lleva las consecuencias de la caridad a los deberes con el Estado. Jesús mismo afirmó delante de Pilato que toda autoridad viene de Dios (Jn 19,11; cfr Pr 8,15-16; Sb 6,3), y siendo Dios el autor del orden social, creó al hombre como un ser que necesita vivir y desarrollarse en una comunidad, en la cual puede conseguir más perfecta y rápidamente su fin último. De esto dieron testimonio los primeros cristianos a pesar de las persecuciones y el odio. «Los cristianos habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan (...). Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan las leyes. A todos aman y de todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena (...). Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados, (Epist. ad Diognet. 5,5-14). [[[C_13. El cristiano es llamado personalmente a vivir en Dios. Pero no por esto es un ser independiente y aislado. Pablo ha combatido el egoísmo individualista, exponiendo los deberes del fiel en la sociedad cristiana (12,3-7). Insensiblemente ha mostrado cuál debe ser su comportamiento con el mundo (12,I9); era, por tanto, muy natural que ahora hablara de sus relaciones con las autoridades legítimamente constituidas. Se trata de saber qué es lo que Dios quiere.

v. 1. Pablo comienza afirmando el deber de obediencia a los poderes constituidos: que toda persona1, sin excepción, se someta a las autoridades 2 superiores. Enseguida da la razón de este precepto: porque toda autoridad viene de Dios, fuente de todo poder. La autoridad humana tiene derecho a la obediencia, porque es un reflejo de la autoridad de Dios. En cuanto a los poderes actualmente constituidos, están ordenados por Dios, y su establecimiento realiza una ordenación divina. Preocupado únicamente por el interés religioso de los fieles, da Pablo al poder una base religiosa y le reconoce una legitimidad propia, fuera de la organización cristiana. Este es un hecho que los cristianos deben ver en la persona de los que detentan la autoridad 3.

v. 2 Una vez establecido el principio 4, deduce Pablo sus consecuencias: aquel que resiste a la autoridad, se rebela contra el orden establecido por Dios 5. Los rebeldes se acarrean la condenación de parte de los magistrados, condenación ratificada por Dios.

vv. 3-4. En el supuesto, en que Pablo se coloca, de un poder ejercido normalmente, sin extralimitarse, el castigo de las autoridades sólo alcanza a los malvados. Porque, dice Pablo, los magistrados no son temibles 6 cuando se hace el bien, sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer a la autoridad? Haz el bien y obtendrás de ella elogios. Porque la función primaria de la autoridad no es castigar el mal, sino promover el bien. Ella es para ti el ministro de Dios en vista del bien. Pero, si obras el mal, tiembla, porque no en vano lleva la espada, símbolo del poder supremo. Ella es un ministro vengador de Dios, para castigar al que obra el mal. Este castigo es la manifestación práctica de la justicia vindicativa de Dios.

vv. 5-6. De todo lo dicho saca Pablo una conclusión: la obligación de someterse a la autoridad no sólo por temor al castigo, sino por motivo de conciencia. Por esto 7, dice, obedecer a las autoridades es una acción conforme al orden establecido por Dios. Pablo hace notar que por esto mismo 8, es decir, por cumplir una obligación de conciencia, hay que pagar los impuestos. Porque los magistrados son ministros 9 de Dios que se aplican de continuo a cumplir con su oficio, y esta función suya les da derecho a cobrar los impuestos necesarios para el mantenimiento y desarrollo del orden social.

1 LAGRANGE, P.310, No sabemos si la enseñanza de Pablo se debe a alguna razón particular. De cualquier modo, estas enseñanzas no están ligadas a circunstancias de espacio y tiempo. La Iglesia las ha conservado como una doctrina valedera para todos los tiempos.

[[ 2 Existe una gran controversia a propósito del término ™xous...ai. Unos autores opinan que se trata sólo de las autoridades del Estado. Según otros, designa no sólo las autoridades civiles, sino también las potencias angélicas, a las cuales está confiado el orden del mundo hasta la parusía. Una amplia discusión sobre el tema Puede verse en O. CULLMANN, Dieu et César (París 1956), apéndice 1: A propos des dernières discussions au sujet des «exousiai» de Rom 13,1; reproduce un artículo publicado en ThZ (1954) p-321-336; H. SCHLIER, Mächte und Gewalten nach dem NT: GL 31 (1958) 173-183; y el libro del mismo nombre y autor; A. STROBEL, Zum Verständniss von Rom 13: ZNTW 47 (1956) p.67-93, crítica la posición de Cullmann.

[[ 3 Yuc¾ no designa el alma en contraposición al cuerpo, ni todos los vivientes, incluso los animales, sino a todos los hombres, cualquiera sea su dignidad.

[[ 4 La solución de Pablo es taxativa, pero hay que entenderla en sí misma y en las circunstancias históricas: 1) El antiguo derecho semita consideraba a la divinidad, al dios de la ciudad, como un verdadero soberano; el rey no era más que su representante, nombrado por decreto para hacer observar, ante todo, él orden religioso. Cf. DHORME, La réligion assyro-babitonienne p. 146ss.

2) Este mismo principio regía entre los israelitas, no sólo en relación con los reyes nombrados por Yahvé y ungidos por sus profetas, sino en relación con todos los reyes en general. Una prueba de esto era el sacrificio y las plegarias elevadas por los reyes aun paganos (Jer 29,7; Par I,II; I Esdr 6,9ss; I Mac 7,33).

3) Lo mismo se ha de decir del judaísmo del siglo I de nuestra era. Cf. E. SCHÜRER, Geschichte des jüdischen Volkes I, P-483; II, p.359.

4) El antiguo derecho romano, religioso y sacerdotal, cedía el lugar a un derecho fundado sobre la razón humana. El soberano, legislador y juez al mismo tiempo, recibía su poder del pueblo, al que representaba. La idea de que se pecaba contra la divinidad si se rehusaba la obediencia al príncipe, se debilitaba cada día más.

5) Por otro lado, los elementos más exaltados del judaísmo, los zelotes, sólo reconocían el poder de Dios, y consideraban que someterse a un poder puramente humano, y más si era pagano, era una especie de apostasía religiosa. Recuérdese el caso de Judas Galaunita o Galileo. Es posible que este modo de pensar hubiera penetrado en algunos círculos cristianos.

6) Pablo se coloca en la situación concreta de su época. Hasta ese momento, la autoridad estaba ejercida legítima y pacíficamente. No se consideraba el caso de que el poder se disputara por la fuerza. Se supone además que la autoridad se dedica a fomentar el bien común y se desconoce el estado de tiranía o persecución. Cf. LAGRANGE, P-310-311; HUBY, p. 435-437; además, el excursus 8.

5 LAGRANGE, P-314. Santo Tomás (In omnes S. Pauli epistolae commentaria [Taurini 19241 v. I p. 181) distingue en el poder tres aspectos: 1) el poder en sí mismo; así considerado, el poder viene de Dios; 2) la manera de llegar al poder; ésta puede ser ordenada o desordenada e ilícita; 3) el uso del poder; puede ser conforme o contrario a los preceptos de la justicia divina. Pablo considera sólo el primer aspecto: el poder en sí mismo como viniendo de Dios.

6 fÒboj dio di¦ toàto ka∘, que significa aquí «objeto de temor».

7 diÒ se refiere al principio expuesto en el v. 1 y a la afirmación dos veces repetida de que los funcionarios cumplen su misión como ministros de Dios. Por esto es una obligación ineludible someterse a ellos (LAGRANGE, P-313).

8 La expresión di¦ toàto ka∘ significaría: advertid que por esto mismo, es decir, para cumplir con una obligación de conciencia, pagáis tributos porque así contribuís, de un modo razonable, a un servicio necesario y, en cierto modo, divino. Otras traducciones propuestas pueden verse en Lagrange (p. 314).

9 En griego, aeitourgo.... El sentido de la palabra, tomada del griego profano, ha sido matizada por el derecho que tenían los ministros del templo a recibir tributos (Núm. 18,21) Cf. LAGRANGE, p. 315.]]]

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La responsabilidad del cristiano frente a las autoridades

Pablo no conecta en forma explícita esta sección con la que la precede, y esto ha llevado a algunos eruditos a pensar que es un agregado posterior, quizá pospaulino, al texto de Rom. Pero no hay evidencia textual que apoye una interpretación tan drástica. El pasaje encaja perfectamente bien dentro del contexto: la sumisión a las autoridades es parte de esa voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta (12:2b) que Pablo ha estado bosquejando, y también es un ejemplo específico de hacer lo bueno delante de todos los hombres (12:17b). Pablo quizá haya sabido que los cristianos romanos necesitaban particularmente ese consejo, ya que hay evidencias de que en la capital, en esta época, varios grupos, incluyendo a los judíos, estaban haciendo una campaña en contra del pago de impuestos (Tácito, An. 15:50 ss.). Pablo, por lo tanto, aconseja a los cristianos de Roma que paguen sus impuestos (6, 7) como parte de su obligación general de someterse a las autoridades del Estado (1a, 5a). Argumenta que esta sumisión es requerida porque las autoridades del gobierno están puestas por Dios para servir a sus propósitos de premiar el bien y castigar el mal (1b-4, 5b).

Las autoridades (gr. exousiai) se refiere claramente a quienes están en puestos de autoridad en el gobierno secular; en la época de Pablo, por supuesto, los funcionarios provinciales e imperiales de Roma. Someterse a tales autoridades significa reconocer su lugar por sobre el creyente en el orden que existe en el mundo. Este orden incluye tanto a las instituciones seculares que no cuentan con la sanción de Dios (p. ej. la esclavitud, Tito 2:9; 1 Ped. 2:18) como a las instituciones ordenadas por Dios para el bien de su pueblo (p. ej. el matrimonio, Ef. 5:22; Col. 3:18; Tito 2:5; 1 Ped. 3:1, 5; la familia, Luc. 2:51; el liderazgo de la iglesia, 1 Cor. 16:16; 1 Ped. 5:5; Ef. 5:21 probablemente incluye matrimonio, familia y esclavitud). El gobierno humano, aclara Pablo en los vv. 1b-4, cae claramente dentro de la segunda categoría. Haciéndose eco de enseñanzas correspondientes en el AT (Prov. 8:15, 16; Isa. 40:15, 23, 24; Dan. 2:21; 4:17, 25, 32; 5:21) y judías (Sabiduría de Salomón 6:3; Eclesiástico 10:4; 17:17), Pablo nos recuerda que las autoridades han sido constituidas (tetagmenai) por Dios y, por lo tanto, el gobernante es un servidor de Dios, aunque sea indirecta o inconscientemente (4, 6). Los gobernantes sirven a Dios reconociendo al que hace lo bueno (3b, 4a) y castigando al que hace lo malo (3a, 4b). Por lo tanto, los cristianos como todos los demás (cf. v. 1) debemos hacer lo que las autoridades que gobiernan nos ordenan hacer; y no sólo por temor al castigo, sino porque reconocemos que Dios está detrás del gobierno y queremos evitar hacer aquello que violaría nuestras conciencias (5b).

La enseñanza de Pablo en esta sección parece ser muy directa y, en verdad, cuenta con pasajes paralelos en otros libros del NT (ver especialmente 1 Ped. 2:13-17). No obstante, el mandato aparentemente absoluto de hacer lo que nos dicen nuestros gobernantes crea problemas para la mayoría de los creyentes en Cristo. Estos problemas no sólo son creados por las experiencias que vivimos -muchos creyentes deben vivir bajo regímenes dictatoriales o ferozmente anticristianos- sino por el NT mismo, que en otros lugares considera la desobediencia a los gobernantes como algo digno de ser alabado (Hech. 4:19, 20; Apoc.). El problema creado por 13:1-7 puede ser resuelto de varias formas. Algunos argumentan que Pablo ordena obedecer al gobierno sólo cuando el mismo está cumpliendo las funciones dadas por Dios, de premiar el bien y castigar el mal. Aunque puede haber cierta verdad en esto, Pablo no hace que la obediencia del cristiano dependa del comportamiento del gobierno. Otros creen que Pablo sólo se está limitando a la situación inmediata de la comunidad romana; pero el lenguaje universal del texto (v. 1, toda persona, no hay autoridad que no provenga ... ) lo hace improbable. Una alternativa más atrayente es que la demanda que Pablo presenta de que los cristianos se sometan al gobierno significa simplemente que reconozcan el justo lugar que éste ocupa dentro de la jerarquía de relaciones establecidas por Dios, una jerarquía cuya cima es Dios. Por consiguiente, cuando el gobierno usurpa su lugar, y nos ordena hacer algo contrario a nuestro Dios supremo, somos libres para -en realidad, estamos obligados a- desobedecer. Este punto de vista, sin embargo, puede debilitar indebidamente el significado de someterse. Quizá la mejor solución, entonces, sea considerar a 13:1-7 como una declaración general sobre cómo el cristiano debería relacionarse con el gobierno, y cuyas excepciones implícitas no se detallan aquí.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XIII.

1 Subiection, and many other dueties wee owe to the Magistrates. 8 Loue is the fulfilling of the Law. 11 Gluttonie and drunkennes, and the workes of darkenesse, are out of season in the time of the Gospel.
1 Let euery soule bee subiect vnto the higher powers: For there is no power but of God. The powers that be, are [ Or, ordered.] ordeined of God.
2 Whosoeuer therefore resisteth the power, resisteth the ordinance of God: and they that resist, shall receiue to themselues damnation.
3 For rulers are not a terrour to good works, but to the euill. Wilt thou then not bee afraide of the power? doe that which is good, and thou shalt haue praise of the same.
4 For hee is the minister of God to thee for good: but if thou do that which is euill, be afraid: for he beareth not the sword in vaine: for he is the minister of God, a reuenger to execute wrath vpon him that doeth euill.
5 Wherfore ye must needs be subiect, not onely for wrath, but also for conscience sake.
6 For, for this cause pay you tribute

[Of loue.]

also: for they are Gods ministers, attending continually vpon this very thing.
7 Render therfore to all their dues, tribute to whom tribute is due, custome to whome custome, feare to whome feare, honour to whom honour.
8 Owe no man any thing, but to loue one another: for hee that loueth another hath fulfilled the Law.
9 For this, Thou shalt not commit adulterie, Thou shalt not kill, Thou shalt not steale, Thou shalt not beare false witnesse, Thou shalt not couet: and if there be any other commandement, it is briefly comprehended in this saying, namely, Thou shalt loue thy neighbour as thy selfe.
10 Loue worketh no ill to his neighbour, therefore loue is the fulfilling of the Law.
11 And that, knowing the time, that now it is high time to awake out of sleepe: for now is our saluation neerer then when we beleeued.
12 The night is farre spent, the day is at hand: let vs therefore cast off the workes of darkenesse, and let vs put on the armour of light.
13 Let vs walke [ Or, decently.] honestly as in the day, not in rioting and drunkennesse, not in chambring and wantonnes, not in strife and enuying.
14 But put yee on the Lord Iesus Christ, and make not prouision for the flesh, to fulfill the lusts thereof.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1-7. Ver 1Ti_2:1-2; Tit_3:1; 1Pe_2:13-17. Pablo afirma el origen divino del poder, siempre que sea legítimo y se ejerza para el bien.

9. Exo_20:13-17; Deu_5:17-21; Lev_19:18. Ver Mat_22:34-40; Gal_5:14; Stg_2:8.

12. Ver 2Co_6:7; Efe_6:11.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Obediencia a las autoridades. En el año en que se escribe la carta (57 ó 58) ya reinaba el emperador Nerón (54-68), pero todavía no había estallado la persecución violenta contra los cristianos en la que, con toda probabilidad, los apóstoles Pedro y Pablo fueron martirizados. El autor supone que las autoridades son legítimas y honestas y que, por tanto, un cristiano debe ser ante todo un buen ciudadano. La amonestación no es tan inocente como parece. El Apóstol está advirtiéndoles, entre líneas, a no mezclar indiscriminadamente política y religión. Un cristiano puede vivir como tal bajo cualquier autoridad, sea cristiana o no cristiana, a condición de que sea legítima y justa. Y al revés, una autoridad cristiana no puede discriminar a sus ciudadanos no cristianos. Pablo ve en los deberes concretos de ciudadano -pago de impuestos, contribuciones, honor, respeto a todos- una manera de amar a los hermanos y hermanas. No quiere que los cristianos tengan deuda alguna con nadie, excepto una, el amor mutuo (10) que nunca terminaremos de pagar. El que ama al prójimo será siempre un óptimo ciudadano.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Es digno de consideración este optimismo de Pablo respecto de la autoridad, cuando imperaba Nerón. Las excepciones de esta ley general, introducidas por la milicia humana, no han de cambiar el criterio cristiano sobre la sumisión debida a las autoridades.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*13:1-7 Estos versículos reflejan la comprensión teórica más habitual acerca del origen divino de toda autoridad humana, junto a una visión muy positiva del ejercicio concreto de la misma.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 13.8 Gl 5.14; Stg 2.8.

[2] 13.9 Ex 20.13-17; Dt 5.17-21; cf. Mt 19.18 y paralelos.

[3] 13.9 Lv 19.18; Mt 22.37-40 y paralelos; Gl 5.14.

[4] 13.12 Ef 6.10-17.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

13:4 Lit.: «para la ira».

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— está... poderes eficaces: Lit. lleva la espada.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

servidor... servidor... Gr. diákonos → §314.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

13:4 Lit.: «para la ira».

Torres Amat (1825)



[9] Lev 19, 18; Mat 22, 29.