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No vayas a destruir la obra de Dios por un alimento. Todo es puro, ciertamente, pero es malo comer dando escándalo. (Romanos  14, 20) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 2: Romanos 14,14-21
Enseña que deben ser evitados los escándalos, tanto en la comida como en lo demás, porque no es lícito destruir la obra de Dios por darle gusto al vientre.14. Al contrario, juzgad mejor no causar al hermano tropiezo o escándalo.15. Yo bien sé, y estoy seguro en el Señor Jesús, que ninguna cosa es de suyo común, sino que viene a ser común 1 para aquel que por tal la tiene.16. Mas si por lo que comes tu hermano se contrista, ya no andas conforme a caridad. No quieras por tu manjar perder a aquel por quien Cristo murió.17. No sea, pues, nuestro bien ocasión de blasfemia.18. Que no consiste el reino de Dios en el comer, ni en el beber, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo.1 Tiene aquí el sentido de inmunda. (S. A.)19. Pues el que así sirve a Cristo, agrada a Dios, y tiene la aprobación de los hombres.20. En suma, procuremos las cosas de la paz, y observemos las que son de mutua edificación.21. No queráis por una comida destruir la obra de Dios.Habiendo prohibido el Apóstol los juicios humanos, aquí prohibe el escándalo de los prójimos, y acerca de esto hace dos cosas.La primera, proponer lo que intenta; la segunda, explicarlo: Mas si por lo que comes, etc. Acerca de lo primero afirma tres cosas. Porque primero enseña que los escándalos deben ser evitados, diciendo: Dije que no os juzguéis mutuamente, sino que cada quien lo que debe juzgar son sus propios actos, para que no sean con escándalo de los demás, y esto lo dice así: Al contrario, juzgad mejor no causar al hermano tropiezo o escándalo. Porque el escándalo, como dice Jerónimo en su comentario a San Mateo, señala el tropiezo o la caída que resulta de pegarse uno en el pie. Por lo cual el escándalo es el hecho o el dicho menos recto que le causa a alguno ocasión de caída, a semejanza de la piedra que puesta en el camino hace que uno caiga al suelo. Pero no hay duda que es peor el escándalo que el tropiezo. Porque el tropiezo puede ser algo que detenga o retarde el paso del caminante; pero el escándalo, o sea, el golpe mismo, es con algo que determina la caída. Así es que no debemos ponerle al hermano un tropiezo por hacer nosotros algo por lo que se aparte al prójimo de la senda de la justicia (Apartad los estorbos del camino de mi pueblo: 1s 57,14); ni tampoco debemos escandalizar al prójimo haciendo algo por lo que él mismo se incline al pecado. ¡Ay del hombre por el que viene el escándalo! (Mt 18,7).Segundo, enseña aquello por lo que se estimaba que había escándalo según su naturaleza o en sí mismo lícito. Acerca de lo cual se debe saber que, como arriba se dijo, entre los Romanos había algunos de los judíos convertidos a la fe de Cristo que hacían distinción de alimentos conforme a la Ley; y otros que por tener su fe perfecta indistintamente comían de todos los alimentos, lo cual en sí mismo ciertamente era lícito. Por lo cual dice: Yo bien sé, y estoy seguro en el Señor Jesús, que ninguna cosa es de suyo inmunda. Acerca de lo cual se debe notar, como dice Jerónimo sobre San Mateo, que el pueblo de los Judíos jactándose de tener por padre a Dios, llama comunes aquellos alimentos de los que todos los hombres comen, por ejemplo la carne de cerdo, la liebre y otros semejantes: y el resto de las gentes que de tales alimentos comían no tenían qué ver con Dios, por lo cual tales alimentos se llamaban inmundos. Esto que dice: Nada es común, es lo mismo que si dijera: nada es inmundo. Y el Apóstol dice que esto lo sabe primeramente porque así es conforme a la naturaleza de las cosas, según 1 Tim 4,4: Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada hay desecha ble, con tal que se tome con acción de gracias. Dice además que está seguro en Cristo Jesús, porque de suyo nada es inmundo, porque los alimentos según su naturaleza nunca fueron inmundos, aunque se evitaban en un tiempo como inmundos conforme al precepto de la Ley como figura, pero que esto Cristo lo quitó cumpliendo y realizando todas las figuras. Y por eso el Apóstol, por la seguridad que tiene en el Señor Jesús, asegura que nada hay común o inmundo por sí mismo, esto es, por el hecho de comerlo. Lo que Dios ha purificado no lo declares tú común (Hch 10,15).Lo tercero que muestra es cómo puede esto ser ilícito per accidens, en cuanto sea contra la conciencia del que come. Por lo cual dice: Se ha dicho que nada hay común. Pero esto se debe entender exceptuando al que con errónea conciencia tiene por común o inmundo alguno de los alimentos, y así para él está prohibido como si fuese por sí mismo inmundo (Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están manchados: Tito 1,15), y de esta manera se ve que algo que en sí mismo es lícito se hace ilícito para aquel que lo hace contra su conciencia, aun cuando su conciencia sea errónea, lo cual ocurre sin que esto sea contra la razón. Porque si los actos se juzgan conforme a la voluntad del agente, la voluntad por su parte se mueve por la cosa aprehendida. Por lo cual la voluntad tiende a aquello que le representa la facutad aprehensiva, y conforme a esto se califica o especifica la acción. Por lo tanto, si la razón de alguien juzga que tal cosa es pecado, y la voluntad se mueve a hacerlo, es claro que el sujeto tiene la voluntad de cometer el pecado; y así su acción exterior, informada por la voluntad, es pecado. Y por la misma razón si alguien cree que es pecado mortal lo que es pecado venial, y mientras así juzga hace eso, claro es que elige el pecar mortalmente,. y así su acción, en virtud de su elección, es pecado mortal. Pero si alguien después de la acción tiene conciencia errónea por la cual cree que lo que es lícito y hecho por él fue pecado, o que lo que es venial es mortal, no por eso lo primero se hace o pecado o mortal, porque la voluntad y la acción no son informadas por' la aprehensión posterior sino por la presente. No hay duda en las cosas ya dichas. Pero puede haber duda sobre si teniendo alguien la conciencia errónea de creer que sea necesario para la salvación algo que es pecado mortal -por ejemplo que crea que peca mortalmente si no roba o fornica- lo ligue tal conciencia, de modo que si contra ella obra peque mortalmente. Pero parece que no.Primero, porque la Ley de Dios, que prohibe la fornicación y el hurto, liga más fuertemente que la conciencia. Segundo, porque eso supuesto, estaría aquél perplejo y confundido, porque pecaría lo mismo fornicando que no fornicando.Pero débese decir que aun en lo malo en sí mismo liga la conciencia errónea. Porque, como está dicho, en tanto la conciencia liga en cuanto que por obrar alguien contra su conciencia se sigue que tiene la voluntad de pecar; y así, si alguien cree que el no fornicar sea pecado mortal, mientras elija el no fornicar elige pecar mortalmente, y así peca mortalmente. Y a esto también se aplica lo que aquí dice el Apóstol. Poraue manifiesto es que el distinguir entre los alimentos como algo necesario para la salvación era ilícito, porque a los Judíos conversos ni siquiera antes de la divulgación del Evangelio les era lícito el guardar las observancias legales poniendo la esperanza en ellas, como si fuesen necesarias para la salvación, como dice Agustín. Y sin embargo aquí dice el Apóstol que si alguien con la conciencia de que debe distinguir entre los alimentos, lo cual es juzgar que hay algunos comunes, no los distingue absteniéndose de ellos, peca como si comiera algo inmundo. Y así también en las cosas de suyo ilícitas liga la conciencia errónea. Ni obsta lo que primero se objeta de la ley de Dios, porque es uno mismo el ligamen de la conciencia, lo mismo el de la errónea que el de la ley de Dios. Porque la conciencia no ordena que algo se haga o se evite sino porque cree que eso es en contra o según la ley de Dios. Porque la ley no se aplica a nuestros actos sino mediante nuestra conciencia. De la misma manera tampoco obsta lo que en segundo lugar se objeta. Porque nada hay que prohiba el estar uno perplejo o confundido en determinado supuesto, aun cuando nadie se ponga perplejo de manera absoluta, como el sacerdote fornicario, que ora celebre la misa, ora no la celebre cuando debe hacerlo ex officio, peca mortalmente; y sin embargo no está perplejo de manera absoluta, porque podría dejar el pecado y celebrar. Y de manera semejante, puede uno dejar la conciencia errónea y abstenerse del pecado.Mas todavía hay otra duda. Porque no se dice que escandaliza quien hace una obra recta, aun cuando también de eso alguien tome materia de escándalo. Porque se lee en San Mateo (15,12) que habiendo oído a Cristo se escandalizaron los fariseos; es así que no hacer distinción entre los alimentos es una obra recta; luego no hay por qué dejar de hacerlo por el escándalo del que tenga una conciencia defectuosa errando en la fe. Porque según eso los Católicos deberían abstenerse de las carnes y del matrimonio, no vaya a ser que los herejes se escandalicen conforme a su conciencia errónea.Pero se debe decir que alguien puede escandalizar a otro no sólo haciendo algo malo sino también haciendo algo que tiene apariencia de mal, según aquello de 1 Tes 5,22: Absteneos de toda apariencia de mal. Ahora bien, de dos maneras se dice que algo tiene apariencia de mal. Primero, según la opinión de los que están separados de la 1glesia; segundo, según la opinión de los que todavía son tolerados por la 1glesia. Porque los débiles en la fe, que juzgaban que las observancias legales debían guardarse, eran todavía tolerados por la 1glesia antes de la divulgación del Evangelio. Y por eso no se debía comer de los alimentos prohibidos por la Ley si era con escándalo de ellos. Pero los herejes no son tolerados por la 1glesia, por lo cual no reza con ellos una razón semejante.En seguida, cuando dice: Mas si por lo que comes, etc., explica lo que dijera. Y desde luego lo primero, que no se les debe dar escándalo a los hermanos; luego, lo segundo y lo tercero, de qué modo sea algo común: Todo en verdad es limpio, etc. (Rm 14,21). Acerca de lo primero da cuatro razones, de las cuales la primera se toma de parte de la caridad, diciendo: Mas si tu hermano se contrista por lo que piensa que tú pecas, por lo que comes, que según él es inmundo, tu proceder no es ya conforme a la caridad, en virtud de la cual ama uno a su prójimo como a sí mismo. Y por lo mismo evita tú su tristeza y no prefieras el alimento a la tranquilidad de tu hermano, porque como se dice en 1Co 13,5, la caridad no busca lo suyo. Su segunda razón es ésta: No quieras por tu manjar, etc., la cual se toma de parte de la muerte de Cristo; porque parece apreciar muy poco la muerte de Cristo quien por un alimento no rechaza el debilitar su fruto. Por lo cual dice: No quieras por tu manjar, que tú comes indiferentemente no haciendo distinción de alimentos, perder a aquel, esto es, escandalizar, por quien, esto es, por cuya salud, Cristo murió. Cristo murió una vez por los pecados, el Justo por los injustos (1Pe 3,18).Y dice que se pierde a quien se escandaliza porque no puede haber escándalo pasivo sin pecado del escandalizado. Porque se escandaliza el que toma ocasión de caída. Por tu conocimiento se pierde el débil: ¡el hermano por quien murió Cristo! (1Co 8,2). La tercera razón que da es ésta: No sea, pues, vuestro bien ocasión de blasfemia, etc. La cual se toma de parte del don espiritual de la gracia. Y primero muestra el inconveniente que contra tales dones se sigue de que escandalicemos a otros; luego, explica lo que dijera: Pues no consiste, etc.; tercero, infiere la conclusión deseada: En suma, procuremos las cosas de la paz, etc. Acerca de lo primero débese considerar que del hecho de que algunos comieran sin hacer distinción de los alimentos, en la primitiva 1glesia, con escándalo de los débiles, se seguía el inconveniente de que los débiles blasfemaban de la fe de Cristo, diciendo que aquella ansia de alimentos era contra el mandato de la Ley. Y por eso dice el Apóstol: En virtud de que por el Señor Jesús es un hecho que nada es inmundo, no sea pues nuestro bien, esto es, la fe o gracia de Cristo, por la cual habéis sido liberados de las observancias de la Ley, ocasión de blasfemia por los débiles que digan que esa fe condesciende con la gula de la gente (¿No son ellos los que blasfeman el hermoso nombre que ha sido invocado sobre vosotros?: Sant 2,7). De ese nuestro bien se dice en el Salmo 72,28: Mi bien consiste en estar unido con Dios. En seguida, cuando dice: Que no consiste, etc., explica lo que dijera, esto es, en qué consiste nuestro bien. Y primero muestra en qué no consiste, diciendo: Que no consiste el reino de Dios en el comer ni en el beber. Pues reino de Dios se le llama aquí a aquello por lo cual reina Dios en nosotros y por lo cual alcanzamos su propio reino, de lo cual se dice en San Mateo (6,10): Venga tu reino. Y en Miqueas 4,7, leemos: Sobre ellos reinará el Señor en el monte de Sion. Ahora bien, a Dios nos le unimos y sujetamos interiormente por el intelecto y por el afecto, como se dice en Jn 4,24: Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad. Por lo cual el reino de Dios se considera principalmente conforme al interior del hombre, no según su exterioridad. Por lo cual se dice en Lucas 17,21: El reino de Dios en medio de vosotros está. Porque las cosas atañederas exteriormente al cuerpo, en tanto pertenecen al reino de Dios en cuanto por ellas se ordena o desordena el afecto interior con relación a aquello en que principalmente consiste el reino de Dios. Y por eso, como el comer y el beber corresponden al cuerpo, en cuanto a sí mismas esas dos cosas no pertenecen al reino de Dios, sino según como de ellas usemos o de ellas nos abstengamos. Por lo cual se dice en 1Co 8,8: No es el alimento lo que nos recomienda con Dios; ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos. Sin embargo, el uso o la abstinencia de la comida y de la bebida corresponden al reino de Dios en cuanto con relación a eso se ordene o se desordene el afecto del hombre. Por lo cual dice Agustín (I de quaest. Evangelii) y leemos en la Glosa: Se comprueba la sabiduría en sus hijos que entienden que ni en abstenerse ni en comer está la justicia, sino en la ecuanimidad con que se soporte la penuria y en la templanza para no corromperse por la abundancia ni por la tiranía de la adquisición. Porque -como se dice en la Glosa- no importa qué alimentos o cuánto reciba alguien- siempre que esto lo haga por la conveniencia de las personas con las que vive y de su propia persona y en atención a las necesidades de su vejez-, sino con cuánta virtud y dignidad de alma carezca de esas cosas, o porque convenga o porque sea necesario que de ellas carezca.Lo segundo que enseña es en qué consiste nuestro bien, que llama reino de Dios diciendo: Pero el reino de Dios es justicia, y paz y gozo en el Espíritu Santo, Así la justicia se refiere a las obras exteriores con las que el hombre da a cada uno lo que es suyo con la voluntad de hacer tales obras, como se dice en Mateo ó,33: Buscad primero el reino de Dios y su justicia; y la paz se refiere al efecto de la justicia. Porque la paz se perturba al máximo por no darle uno a otro lo que le debe dar. Por lo cual se dice en Is 32,17: La obra de la justicia es la paz. En cuanto al gozo, hay que referirlo al modo como deben realizarse las obras de la justicia, porque, como dice el Filósofo (I Ethic), No es justo el que no goza con la obra justa. Por lo cual también en el Salmo 99,2, se dice: Servid con júbilo al Señor. Y la causa de tal júbilo la expresa el Apóstol diciendo: en el Espíritu Santo. Porque es en el Espíritu Santo en quien se difunde en nosotros la caridad de Dios, como arriba se dijo: Romanos 5,5. Porque es el gozo en el Espíritu Santo lo que la caridad engendra, por ejemplo cuando alguien se goza por los bienes de Dios y del prójimo. Por lo cual en 1Co 13,6 se dice que la caridad no se regocija en la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Y en Gálatas 5,22 se dice: El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz. Ahora bien, estas tres cosas que aquí se tocan, de manera imperfecta se tienen en esta vida, y de manera perfecta cuando los santos poseerán el reino de Dios para ellos preparado, como se dice en San Mateo 25,29. Allí habrá justicia perfecta sin sombra de pecado. El pueblo tuyo serán todos los justos (Is 60,21). Allí reinará la paz sin la menor perturbación de temor. Se asentará mi pueblo en la hermosura de la paz, en tabernáculos de seguridad (Is 32,18). Allí será el gozo. Disfrutarán de gozo y contentamiento, y huirán el dolor y el llanto (Is 35,10).Lo tercero, prueba lo que dijera: que en estas cosas consiste el reino de Dios. Porque es claro que pertenece al reino de Dios quien agrada a Dios y es aprobado por los buenos; es así que esto ocurre en aquellos en quienes se hallan la justicia, la paz y el gozo; luego en ellos está el reino de Dios. Así es que dice: Se ha dicho que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Luego quien así sirve a Cristo, que es el rey de tal reino, según Col 1,13: El nos ha trasladado al reino del hi¡o de su amor, para vivir en justicia, paz y gozo espiritual, agrada a Dios, quien es el agente de este reino (Porque agradó a Dios fue amado de El: Sab 4,10), y tiene la aprobación de los hombres, o sea, que es aprobado por quienes son partícipes de este reino. El fue probado por medio del oro, y hallado perfecto (Eccli 31,10).En seguida, cuando dice: En suma, etc., infiere la admonición intentada, diciendo: Por el hecho de que el reino de Dios consiste en la justicia, la paz y el gozo espiritual, y, en suma, para que podamos llegar al reino de Dios, procuremos las cosas de la paz, o sea, tratemos cuidadosamente de realizar las cosas por las que conservemos la paz de los cristianos (Procurad tener paz con todos y la santidad: Hebr 12,14). Observemos las que son de mutua edificación, o sea, aquellas por las que mutuamente nos edifiquemos, esto es, que conservemos lo bueno y nos estimulemos a lo mejor. Los dones espirituales procurad tenerlos abundantemente para edificación de la 1glesia (1Co 14,12). Lo cual será si vivimos en la justicia y en el gozo espiritual. La cuarta razón la indica así: No queráis por una comida, etc. La cual esta tomada del respeto de las obras divinas, a las que tal respeto debemos que las que obra Dios no debemos destruirlas por algo de utilidad corporal. Y esto lo expresa así: No queráis por una comida, que corresponde a la utilidad del cuerpo, destruir la obra de Dios. Lo cual no se entiende ciertamente de cualquier obra de Dios. Porque todas las cosas que vienen a ser comida del hombre son obras de Dios, como las que produce la tierra y las carnes de los animales, que le han sido concedidas como alimento al hombre por Dios, como consta en el Génesis, capítulos 1 y 9. Sino que se entiende de la obra de la gracia que en nosotros mismos obra de manera especial. Dios es el que, por su benevolencia, obra en nosotros tanto el querer como el hacer (Fil 2,13). Así es que esta obra de Dios no debemos destruirla en el prójimo por nuestra comida, como parecían hacer aquellos que con desorden y escándalo de los prójimos comían sin hacer distinción de alimentos.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 14

II. «DéBILES» Y «FUERTES» EN UNA MISMA IGLESIA (14,1-15,13)

1. ¡NO JUZGUéIS! (Rm/14/01-12)

1 Acoged benignamente al que es débil en la fe, sin criticar opiniones. 2 Hay quien cree que puede comer de todo; mientras que el débil solamente come verduras. 3 El que come de todo, no trate con desdén al que se abstiene de algo; y el que se abstiene de algo, no condene al que come de todo, ya que Dios lo acogió. 4 ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Si está de pie o caído, eso es cosa de su propio señor. Pero ya se mantendrá en pie; que el Señor tiene poder para mantenerlo así.

En la comunidad cristiana de Roma había tensiones entre diversos grupos. Si en las partes precedentes de la carta ha quedado perfectamente clara la existencia de judeo-cristianos y de cristianos procedentes del gentilismo en la misma comunidad, ahora habla Pablo de los «débiles» y de los «fuertes» que se oponen entre sí. No cabe duda que tal designación parte de la postura de los llamados «fuertes», los cuales en determinadas cuestiones adoptan un punto de vista liberal. Entienden su libertad, la que Jesucristo les ha confirmado, como un derecho pleno que procuran realizar en su conducta a plena luz y hasta en oposición con la mentalidad de otros cristianos. La unidad de la Iglesia corría peligro, por cuanto que unos intentaban imponer su libertad de forma ostentosa, mientras que otros emitían contra ellos un juicio condenatorio aferrándose firmemente a sus tradiciones.

En la práctica se trataba de si, como cristianos se podía «comer de todo», sin indagar por ejemplo si eran viandas o bebidas que hubiesen sido ofrecidas en sacrificio o libación de los cultos paganos. Esta debió de ser, sin duda, la razón de la conducta reservada de ciertos cristianos en los banquetes comunitarios45. A fin de no hacerse culpables por descuido, tales cristianos evitaban el consumo de carnes no comiendo más que «verduras» (v. 2). Sin discutir en modo alguno la libertad cristiana, Pablo empieza por exhortar a los «fuertes» a que no sean orgullosos. Inmediatamente advierte a quienes se someten a tales limitaciones para que no juzguen a los de mentalidad liberal y a que no los condenen como impíos. De cara a los «débiles», Pablo agrega que Dios «acogió» como suyo a aquel a quien ellos están dispuestos a condenar con argumentos morales y teológicos. Juzgar es cosa que compete a Dios. El «débil» irrumpirá en la función judicial divina, lo que para Pablo resulta arriesgado por el mero hecho de que corresponde a Dios el poder de levantar al «criado», incluso aunque éste haya caído.

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46. En 1Co_8:1-13 y 10,14 33 se supone una situación parecida. En la comunidad de Corinto había cristianos entusiastas que confiaban más de lo debido en su «conocimiento». Por el hecho de proclamar de forma ruidosa y provocante su «todo está permitido» (10,23), posponían el amor y la consideración debidos a los «débiles» (8,7.9-l2). Al escribir Rom 14, Pablo tenía probablemente ante los ojos las experiencias vividas en la comunidad de Corinto.

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5 Hay quien da más importancia a un día que a otro; en tanto que otro estima que todos los días son iguales. Que, en su juicio personal, cada uno tenga plena convicción. 6 El que siente interés por tal día, lo hace para el Señor; y el que come de todo, lo hace para el Señor, pues da gracias a Dios; y el que se abstiene de algo, lo hace para el Señor, y también da gracias a Dios. 7 En efecto, ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo. 8 Pues, si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Tanto, pues, si vivimos como si morimos, pertenecemos al Señor. 9 Porque para esto Cristo murió y retornó a la vida, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos.

Además de los problemas de la comida, había otros puntos en los que se ponían de manifiesto las diferencias entre los dos grupos. El grupo de los «débiles» observaba determinados días, como podrían ser los correspondientes al sábado y a los días de ayuno, de acuerdo con la ley judía. Pero Pablo no dice taxativamente que se trate de un uso judío y ni siquiera que fueran judeo-cristianos quienes establecían tales diferencias. Diversos indicios parecen justificar esta opinión (cf. especialmente 15,8s). Hay que pensar sobre todo que unas tendencias de inspiración pagana difícilmente habrían merecido de Pablo tanta atención como los usos judíos, por cuanto en el fondo no ponían en peligro la libertad cristiana.

Pablo exige de ambos grupos la mutua tolerancia. Sólo que «en su juicio personal, cada uno tenga plena convicción»; así también será posible la mutua armonía. La convicción de cada uno es una convicción de fe, en cuanto que todo acontece «para el Señor». Para Pablo el argumento decisivo está en que cada uno da gracias a Dios con su conducta. Con tal que todos mantengan orientada hacia el Señor su existencia y la desarrollen siempre en ese sentido, la unidad de la Iglesia estará asegurada. La muerte y resurrección de Cristo alcanzarán su objetivo si él es el Señor de su comunidad. Como tal quiere Jesús ser reconocido por todos, por los «débiles» y por los «fuertes».

Los versículos 7-9 presentan una conexión especial dentro de la sección, tanto por la forma de himno que presentan como por el emparejamiento de la vida y la muerte. La forma «nosotros», empleada aquí por primera vez, da a estos versículos un carácter de profesión de fe. Evidentemente Pablo ha adoptado aquí un texto litúrgico, para expresar así el destino hacia Cristo que comprende a todos los miembros de la comunidad.

10 Pero tú, ¿por qué te eriges en juez de tu hermano? O también tú, ¿por qué menosprecias a tu hermano? ¡Todos compareceremos ante el tribunal de Dios! 11 Porque escrito está: «¡Vivo yo! -dice el Señor-: ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua dará gloria a Dios» (Isa_45:23). 12 Por consiguiente, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

Pablo alude a la pregunta retórica del v. 4. Puesto que todos se encuentran por igual bajo el mismo Señor, el juicio entre hermanos es imposible de raíz. Los cristianos deben comportarse siempre como hermanos unos de otros. Todo juicio queda reservado a Dios, ante cuyo tribunal hemos de comparecer alguna vez. Esta referencia al juicio futuro la subraya Pablo con una cita de Isa_45:23.

2. ¡NO DEIS ESCÁNDALO A NADIE! (Rm/14/13-23)

13 Por lo tanto, no nos constituyamos ya más en jueces unos de otros; al contrario, esto es más bien lo que habéis de juzgar: no poner a vuestro hermano tropiezo o motivo de caída. 14 Sé y estoy plenamente persuadido en el Señor Jesús de que nada es, de suyo, impuro. Pero si uno considera que una cosa es impura, es impura para él. 15 Y si por tomar tú tal clase de alimento, tu hermano se contrista, ya no procedes en conformidad con el amor. Deja de causar, por tu comida, la ruina de aquel por quien Cristo murió. 16 Que no sirva, por lo tanto, de maledicencia vuestro bien. 17 Que el reino de Dios no consiste en tal clase de comida o de bebida, sino en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. 18 Quien sirve a Cristo de este modo, es agradable a Dios y recibe aprobación de los hombres.

La presente exhortación se dirige de modo especial a los «fuertes». Los cristianos no deben escandalizarse unos a otros. Deben más bien pensar que el otro se siente ligado por su conciencia. Aunque con pleno derecho cristiano puede decirse que «nada es, de suyo, impuro», y que por lo mismo las distinciones cúlticas entre lo puro y lo impuro han sido eliminadas por Cristo, ello no debe convertirse en escándalo para el hermano que, pese a todo, y en razón de sus ideas tradicionales, tiene algunas cosas por impuras. El «fuerte» no debe exhibir su fortaleza contra los «débiles». Pues, con ello sacrificaría el amor. No puede esperar sin más que con el hecho de provocarle el otro vaya a alcanzar un mejor conocimiento. La última razón que aduce el Apóstol es la entrega que Jesús hizo de su vida: Cristo ha muerto por todos, incluso por quienes son de conciencia estrecha. De ahí que, por razón de Cristo, no les esté permitido a los «fuertes» apartar con su conducta a los «débiles» de la obra salvadora de Jesús. El «fuerte» debe evitar todo aquello que «contrista» al hermano.

En el fondo se trata de solucionar el problema que Pablo se plantea, no de un tema central del Evangelio. Así lo da a entender con bastante claridad: el reino de Dios es algo bien distinto como para poder alcanzarlo por el camino de tales discrepancias de opinión acerca de la licitud de los manjares y bebidas. Pese a lo cual, esta cuestión práctica en la vida de una comunidad tiene su importancia de cara a la causa auténtica del cristianismo. El «reino de Dios» no es una realidad alejada del mundo y puramente transcendente por encima de nuestra existencia. El «reino de Dios» ha irrumpido ya ahora y está en marcha como «justicia, paz y gozo». Se manifiesta sobre todo como una realidad ya presente en el testimonio comunitario de fe y de amor.

Con lo dicho se comprende también la severidad con que Jesús se pronunció contra quienes dan escándalo47. La pretendida superioridad farisaica del ilustrado constituye un impedimento para la causa de Jesús, que consiste precisamente en la acogida amorosa de los débiles y de los pequeños.

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41. Cf. Mar_9:42; Mat_18:6; Lc 17,1s. La palabra amenazadora de Jesús contra los provocadores del escándalo requiere tal vez una situación parecida a la que supone la amonestación de Pablo en Rom_14:13b, a saber, ciertas tensiones en el seno de la comunidad de Jesús. Por ello, no parece que debamos excluir el que tanto la palabra de Jesús que nos han conservado los evangelios sinópticos como la amonestación paulina coincidan desde el punto de vista de la historia de la tradición.

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19 Por consiguiente, vayamos tras lo concerniente a la paz y tras lo que respecta al mutuo desarrollo común. 20 No destruyas, por cuestión de una clase de comida, la obra de Dios. Todo es puro, desde luego; pero resulta malo para quien, al comerlo, es con ello causa de tropiezo. 21 Bueno es no comer carne ni beber vino ni hacer nada en que pueda tropezar tu hermano. 22 La convicción de fe que tú tienes, tenla para ti delante de Dios. Dichoso aquel que no se siente culpable en las resoluciones que toma. 23 Pero el que, permaneciendo en sus dudas, come de algo, ya se ha hecho culpable, porque no actúa con convicción de fe. Pues todo cuanto se hace sin convicción de fe, es pecado.

El Apóstol vuelve a hablar de modo particular sobre los «fuertes» de la comunidad. Su conducta tiene que contribuir a la edificación de la comunidad y no a su propia satisfacción. En el v. 20 repite Pablo la idea del versículo 15. Norma de conducta es la salvación del hermano. En el caso extremo el miramiento tiene que llegar incluso a renunciar por completo al consumo de carne y de vino, con tal de evitar el escándalo. El «fuerte» renuncia con ello al ejercicio de su libertad, aunque no a la libertad misma. La libertad es un bien inalienable, que se alcanza y conserva con la fe en Jesús.

El presente pasaje demuestra claramente que, en su predicación, Pablo no pasa por alto la salvación del individuo. El tema central de su predicación es la «nueva creación» en Cristo como salvación escatológica para todos los hombres. En el presente hay que hacer siempre todo aquello que puede sostener y llevar a su objetivo la salvación que ha abierto camino en los creyentes. Y eso es precisamente lo que el «fuerte» debe tener en cuenta, el fuerte que no se preocupa por la salvaguarda de la salvación individual, sino que -tal vez como el Apóstol- entiende la acción salvadora de Jesús como un acontecimiento universal que penetra y transforma el mundo. Son precisamente estos contenidos universales del Evangelio los que hay que defender de acuerdo con su importancia. Pero se daña a la causa del Evangelio cuando negligentemente hacemos de las convicciones subjetivas contenidos objetivos del Evangelio. Lo que el cristiano reconoce y entiende por la fe, tiene que volver a confrontarlo una y otra vez con el centro del Evangelio.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



122 (B) Los fuertes están obligados a la caridad con los débiles (14,1-15,13). La segunda parte de la sección parenética se ocupa de manera inmediata de cuestiones menores tales como el consumo de carne y la observancia de los días santos. Pero más fundamentalmente trata el viejísimo problema de la relación entre la conciencia escrupulosa y la bien informada, o entre la conservadora y la progresista. Pablo parece haber oído algo acerca de la Iglesia romana, y en esta parte de Rom aborda un problema local (-6 supra). Sin embargo, lo trata sólo en términos genéri(-)cos, probablemente debido a que no conoce a fondo esta Iglesia. Aunque dicho problema en sí mismo carece de importancia, brinda a Pa(-)blo la oportunidad de formular principios pru(-)dentes basados en la convicción (14,1.22.23), el amor (14,15), el ejemplo de Cristo (14,9.15; 15,3.7-8) y la lealtad del cristiano a él (15,13). El análisis de Pablo termina con un llama(-)miento a la unidad basado en ideas importan(-)tes de la sección doctrinal.
1. acoged al que es débil en la convicción: Pa(-)blo probablemente ha oído hablar de judeocristianos escrupulosos cuyos juicios se basan en una fe insuficientemente informada. Tales personas no han captado realmente lo que sig(-)nifica la rectitud por la fe, y han procurado, por el contrario, encontrar seguridad median(-)te usos añadidos. Sin embargo, incluso esas personas pertenecen a la comunidad cristiana. Sobre pistis, «convicción», véase el comenta(-)rio a 14,23. sin debatir cuestiones menores: Lit., «no con el fin de discutir acerca de opi(-)niones». Se debe acoger a la persona «débil» como la acogería Dios; no debe ser sometido a disputas ociosas, puesto que dichas disputas socavan la confianza en todas partes. 2. verdu(-)ras: El primer ejemplo de Pablo atañe a un ta(-)bú alimentario. Mientras que los «fuertes» co(-)men alimentos de todas clases, los «débiles» comen sólo verduras, quizás debido a su trasfondo precristiano (cf. Dn 1; Jdt 8,6). Una vez que se ve que tal cuestión no está relacionada con los puntos esenciales de la fe cristiana, queda clara la obligación de la caridad mutua. Cada uno debe aceptar al otro como Dios lo haría. 4. criticar al siervo de otro: Se hace una advertencia al cristiano «débil»: la persona a la que uno tal vez considere laxa es en realidad miembro de la casa de Dios. Sólo Dios, en ca(-)lidad de amo de esa persona, juzgará su fraca(-)so o su éxito. De Dios proceden, tanto la acep(-)tación del débil, como la situación del fuerte.

123 5. distingue un día de otro: Otro ejem(-)plo de escrupulosidad tiene que ver con la ce(-)lebración de los días santos o días de ayuno (véanse Zac 7,5; 8,19). Los cristianos primiti(-)vos ayunaban los miércoles y los viernes (Did 8,1; Herm[s] 5.3.7). En cualquier caso, los cris(-)tianos «débiles» de Roma seguían distinguien(-)do tales días de los días ordinarios, mientras que los cristianos «fuertes» no se preocupaban por ellos. No hay mal alguno en mantener di(-)ferentes convicciones acerca de tales asuntos, y Pablo excluye tajantemente las disputas o los juicios críticos acerca de ellos. 6. por el Señor: Lo que importa en todo esto es la motivación, se observen o no los días, siempre y cuando de ese modo se sirva al Señor. Obligación de un miembro de la casa del Señor es servir a su Se(-)ñor. 7. ninguno de nosotros vive para sí mismo: El acto liberador de Cristo, que libertó a los se(-)res humanos del cautiverio respecto a la ley, el pecado y la muerte (8,2), permitió a aquéllos vivir para Dios (6,10-11; Gál 2,19). Esto supo(-)ne servir a Dios en todas las cosas, y ésta es la base de la vida en la sociedad cristiana. 8. so(-)mos del Señor: Los cristianos pertenecen a Cristo resucitado como Kyrios y deben reco(-)nocer su relación con él (véanse 1 Cor 6,20; 7,23; 8,6). 9. Señor de muertos y vivos: Pablo formula la finalidad de la pasión, muerte y exaltación de Cristo subrayando la soberanía de éste sobre muertos y vivos, que pasaron a ser suyos a raíz de la resurrección. Es un do(-)minio universal propio del Kyrios de todo (cf. 1 Tes 5,10; Flp 2,11). El cristiano, que tiene parte en esa redención mediante la fe y el bau(-)tismo, compartirá finalmente la gloria del Se(-)ñor resucitado (2 Cor 5,14-15). 10. juzgas: El cristiano no debe juzgar a los demás cristia(-)nos, sean débiles o fuertes, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios: Se intro(-)duce otro argumento que se hace eco del sen(-)tir de 14,4. 11. Se apoya con una combinación de citas del AT, tomadas de Is 49,18 y 45,23 (LXX). Esta última se usó en Flp 2,10-11 de manera muy cercana al significado del origi(-)nal, pues Pablo confiesa a Cristo como Kyrios. Pero en este caso el vb. exomologésetai se toma en el sentido de «admitir», «confesar» ante Dios como juez lo que uno ha hecho: doblar la rodilla y confesar los pecados es lo que los cristianos hacen ante Dios. Así las cosas, nin(-)guno de ellos debe atreverse a juzgar a los de(-)más.

124 14,13-15,6. Llegamos a la parte prin(-)cipal de la exhortación de Pablo, dirigida a los «fuertes». Los principios enunciados, sin em(-)bargo, son genéricos y se pueden aplicar a to(-)dos. 14. nada es de suyo impuro: Este versícu(-)lo es algo parentético y expone un principio que sigue vigente en el resto de la discusión. Tal principio se puede relacionar con el de 14,6. Tal vez se haga eco del dicho de Jesús (Mt 15,11) acerca de la distinción farisaica entre cosas «puras» e «impuras» («que contaminan» o «que no contaminan») (cf. Lv 17,15; Str-B 1. 718). De suyo, la realidad creada no es ni una cosa ni otra, pero la valoración que de ella hace la persona se convierte en la guía de sus actos. 15. tu conducta ya no está regida por el amor: Este versículo retoma la idea de 14,13, pero en este momento Pablo introduce la principal consideración, la caridad o el amor. Aunque para los fuertes ningún alimento es impuro, el interés por el «hermano» (= otro cristiano) hará que los fuertes tengan en cuen(-)ta los aspectos sociales de su opinión y sus ac(-)tos. no destruyas con tu comida a uno por quien murió Cristo: El «hermano» débil, que sigue los dictados de su conciencia, tal vez se apene al ver a cristianos que aceptan ciertas clases de alimentos. Los fuertes, al alardear ante los dé(-)biles de sus conciencias bien informadas o emancipadas, no están dando muestras de ca(-)ridad. Pablo invita a los cristianos a renunciar a su legítima pretensión de libertad por el bien del que es débil (véase 14,20). 16. no dejéis que vuestro privilegio sea criticado como malo: Lit., «no dejéis que vuestro bien sea calificado de malo». El «bien» es la libertad cristiana, que Pablo reconoce plenamente, aunque se niega a permitir su afirmación a costa del sufrimiento de otro. Podría perder su preciada cualidad y quedar desacreditada.

125 17. rectitud, paz y gozo en el Espíritu Santo: La esencia del reino no consiste en la li(-)bertad respecto a cosas tales como las reglas alimentarias, sino en la libertad del cristiano para reaccionar ante las mociones del Espíri(-)tu que habita en él. Tres cualidades -dos de las cuales se hacen eco de ideas clave de la sec(-)ción doctrinal de Rom, rectitud (caps. 1-4) y paz (5,1; 8,6) proceden de las mociones del Espíritu y son los requisitos de la conducta cristiana en el reino. En Gál 5,13 Pablo acon(-)seja a los cristianos que sean esclavos unos de otros con amor debido a su recién hallada li(-)bertad cristiana (véanse 1 Cor 8,1; 10,23). 20. por un alimento: Pablo repite en sustancia el v. 15b. Más importante que el derecho a comer o a celebrar es la obligación del cristiano de no destruir la «obra de Dios» haciendo que un hermano débil tropiece. Dentro del contexto, la «obra de Dios» probablemente hace refe(-)rencia al hermano débil, pero también puede referirse a la unidad de la comunidad cristia(-)na, que podría quedar deshecha por una insis(-)tencia en exageradas reivindicaciones de liber(-)tad carentes de respeto por los demás (cf. 1 Cor 3,9). 21. Véase 1 Cor 8,13. 22. mantén la convicción que tienes entre tú y Dios: La clara percepción y la convicción que el cristiano «fuerte» tiene de la bondad moral de una de(-)terminada obra debe guiarle cuando quiera que examine su conducta ante Dios. Esta es la norma cuando un acto se considera entre uno mismo y Dios. Pero las consideraciones socia(-)les pueden obligarle a modificar su conducta ante los demás, quien no tiene razones para condenarse por lo que aprueba: Se pronuncia una bienaventuranza sobre quien no tiene car(-)gos de conciencia por una decisión práctica, la de comer o no comer. 23. todo lo que no pro(-)cede de la convicción es pecado: Lit., «todo lo que no es de convicción». En este caso, pistis tiene el mismo valor que en los vv. 1.22. Pese a E. Kasemann (Romans 379), no denota la fe que justifica. Se debe entender más bien como «convicción» (con O. Bardenhewer, E. Best, Cranfield, Lietzmann, Sanday-Headlam). Ade(-)más, «todo» se ha de entender en sentido res(-)tringido, referido a los ejemplos mencionados por Pablo en este párrafo. La pistis es, pues, la perspectiva que en esos casos permite al cris(-)tiano juzgar ante Dios los actos. Cualquier co(-)sa que se haga en contra de la convicción de la propia conciencia será pecaminosa (- 9 su(-)pra).

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Un caso de conciencia: los fuertes y los débiles, 14:1-23.
1 Acoged al flaco en la fe, sin entrar en disputas sobre opiniones. 2 Hay quien cree poder comer de todo; otro, flaco, tiene que contentarse con verduras. 3 El que come no desprecie al que no come y el que no come no juzgue al que come, porque Dios le acogió. 4 ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Que esté en pie o caiga, es asunto que no concierne sino a su amo; pero se mantendrá en pie, que poderoso es el Señor para sostenerle. 5 Hay quien distingue un día de otro día, y hay quien juzga iguales todos los días; cada uno proceda según su propio sentir. 6 El que distingue los días, por el Señor los distingue; y el que come, por el Señor come, dando gracias a Dios; y el que no come, por el Señor no come, dando gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros para sí mismo vive, y ninguno para sí mismo muere; 8 pues, si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, morimos para el Señor. En fin, sea que vivamos, sea que muramos, del Señor somos. 9 Que por esto murió Cristo y resucitó, para dominar sobre muertos y vivos. 10 Y tú, ¿cómo juzgas a tu hermano o por qué desprecias a tu hermano? Pues todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios. 11 Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que a mí se doblará toda rodilla y toda lengua rendirá homenaje a Dios. 12 Por consiguiente, cada uno dará a Dios cuenta de sí. 13 No nos juzguemos, pues, ya más los unos a los otros; y mirad sobre todo no pongáis tropiezos o escándalo al hermano. 14 Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada hay de suyo impuro; mas para el que juzga que algo es impuro, para ése lo es. 15 Si por tu comida tu hermano se entristeciese, ya no andas en caridad. Mira que por tu comida no seas ocasión de que se pierda aquel por quien Cristo murió. 16 No sea, pues, vuestra libertad materia de maledicencia, 17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. 18 Pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y aplaudido de los hombres. 19 Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación. 20 No destruyas, por amor de la comida, la obra de Dios. Todas las cosas son puras, pero es malo para el hombre comer escandalizando. 21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tu hermano tropiece o se escandalice o flaquee. 22 La convicción que tú tienes, guárdala para ti y para Dios. Dichoso el que a sí mismo no tenga que reprocharse en las resoluciones que tome. 23 El que no sale de dudas, si come, se condena, porque ya no procede según conciencia, y todo lo que no es según conciencia es pecado.

Presenta aquí San Pablo un problema concreto de la comunidad romana, que, probablemente, con más o menos variantes, fue bastante corriente en las primitivas comunidades cristianas. Junto a los cristianos que el Apóstol llama fuertes o bien instruidos, conscientes de lo que exigía y no exigía la nueva religión (cf. 15:1), había otro grupo de débiles en la fe (v.1) que se creían obligados a seguir determinadas prácticas en las comidas y en el calendario. Se habla concretamente de que se abstenían de la carne y del vino (v.21), que se contentaban con verduras (v.2), y que para ellos no todos los días eran del mismo valor (v.5). No se trataba, pues, de error en la fe o de debilidad en la adhesión a las doctrinas cristianas, sino de introducir ciertas prácticas en su cristianismo, que no se deducían de los simples principios de la fe.
Cómo surgió este grupo de cristianos no es fácil de precisar. La mayoría de los autores creen que se trata de cristianos procedentes del judaísmo, demasiado apegados todavía a las prácticas de la Ley, como los encontramos también en otras partes (cf. Hec_15:1; Hec_21:20; Gal_2:12). Lo de distinguir un día de otro día (v.5) sería una alusión a los días festivos prescritos por la Ley, que consideraban como de especial valor para cumplir determinados fines religiosos. Pero ¿y lo de abstenerse de carne y vino y contentarse con sólo verduras ? Desde luego, esto no era lo común en el judaísmo. Por eso, unos autores hablan de que se trataría de judíos procedentes de la corriente de los esenios, cuyas prácticas ascéticas en este sentido nos eran conocidas por Filón y Josefo, y actualmente lo son mucho más gracias a los descubrimientos de Qumrán; otros, en cambio, creen que lo de abstenerse de carne y vino era un paso adelante que habrían dado esos judío-cristianos ante el peligro de que fuesen alimentos contaminados por actos idolátricos, igual que tenemos en el caso de Corinto (cf. 1Co_8:1-7). Creemos, sin embargo, que nos faltan datos para poder concretar tanto. Téngase en cuenta, en efecto, que por esas mismas fechas también en el mundo pagano existían varias corrientes de ascesis laica, con resabios de pitagorismo, de estoicismo y de otros sistemas filosóficos, no siendo improbable que algunos de los cristianos romanos convertidos hubiesen estado anteriormente bajo el influjo de esas corrientes. De todos modos, no está fuera de razón suponer que el núcleo principal de ese grupo de fieles estaba constituido por cristianos procedentes del judaísmo, quienes en todas partes tendían a formar grupo aparte, con extraordinaria resistencia a dejar sus prácticas atávicas (cf. Hec_10:14; Hec_11:2; Hec_15:19-21; Hec_21:20; Gal_2:12).
No sabemos cómo llegó a conocimiento de San Pablo ese problema concreto de la comunidad romana. Claro que ello no era difícil, dadas las continuas comunicaciones de Roma con las diversas ciudades del imperio (cf. 16:1; Hec_18:2; Hec_27:6). Lo cierto es que el Apóstol estaba enterado, y trata de poner remedio. La cuestión era delicada y constituía un difícil caso de conciencia. De una parte, los débiles se escandalizaban ante la libertad con que procedían los fuertes y corrían riesgo de verse arrastrados por éstos, obrando contra conciencia y pecando; de otra, los fuertes se sentían inclinados a despreciar a los débiles, por considerar que todas esas distinciones de alimentos y de días eran algo sin valor, con lo que se corría peligro de escisiones en la comunidad. A unos y otros pide San Pablo mutua tolerancia y comprensión, apoyándose en la ley de la caridad (cf. v.3.15.20).
Dos partes podemos distinguir en el razonamiento del Apóstol. En la primera, que abarca los v.1-12, se dirige a fuertes y débiles, invitándoles a que se abstengan de criticarse mutuamente (v.3), pues todos servimos a un mismo Señor (v.4-9), y cada uno deberá dar cuenta de sí ante el tribunal de Dios (v. 10-12), sin que nosotros, meros criados, tengamos derecho a juzgarnos unos a otros, cosa que únicamente atañe al amo o Señor (v.4). Es de notar la correspondencia entre el Señor de los v.4-9, a quien pertenecemos, y el Dios de los v. 10-12, por quien seremos juzgados, encontrándonos aquí con uno de tantos casos de la equivalencia Cristo-Yahvé a que hemos aludido ya en otras ocasiones (cf. 9:33). El texto citado en el v.11 es de Isa_45:23, y directamente se refiere a Yahvé. Al mismo texto se alude también en Flp_2:10, aplicándolo a Cristo. Por lo que respecta a la segunda parte, que abarca los v.13-23, en ella San Pablo se dirige sobre todo a los fuertes, entre los cuales se cuenta a sí mismo (cf. 15:1), pidiéndoles que con sus libertades, de suyo lícitas (v. 14.20.22), no escandalicen a los débiles (v.13. 15.16.20.21); pues con ello pueden ser ocasión de que pequen esos otros hermanos nuestros, dado que ellos no juzgan las cosas como nosotros, y obrar contra el dictamen de la propia conciencia o con conciencia prácticamente dudosa es pecado (v.13.23). La frase del v.15: mira que por tu comida no seas ocasión de que se pierda aquel por quien Cristo murió.., para quien se sienta de veras cristiano, no puede menos de llegar al corazón.

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Los límites de la libertad. Luego de una nueva apelación a ambos grupos para que no nos juzguemos más los unos a los otros, Pablo se vuelve a los fuertes en la fe, instándoles a no poner tropiezo, impedimento u obstáculo al hermano (13) en su camino. Este es el tema central de la sección, en la que los vv. 14-21 explican y elaboran en más detalle este mandato. Los vv. 22, 23 tratan nuevamente, en forma general, con ambos grupos.

Los fuertes están creando a los débiles una situación propicia al pecado (tropiezo y obstáculo; cf. 9:33; Isa. 8:16), al continuar comiendo cosas que los débiles consideran inmundas. Pablo mismo se ve forzado a afirmar su convicción de que nada hay inmundo en sí, siguiendo de esta manera la enseñanza de Jesús (Mar. 7:17-19; cf. también Hech. 10:9-15). Inmundo (koinos) denota impureza ritual (heb. tame; p. ej. Lev. 11:4-8). Pablo comprende, y desearía que todos los cristianos en Roma comprendieran, que la venida de Cristo ha significado que las leyes judías sobre la pureza ritual ya no son aplicables. Pero reconoce que los cristianos judíos pueden tener dificultades para descartar toda una vida de enseñanzas y hábitos, y por lo tanto les recuerda a los fuertes que para aquel que estima que algo es inmundo, para él sí lo es (14). Aunque Pablo no usa la palabra aquí, está obviamente preocupado porque la conciencia de los débiles sea violada (1 Cor. 8:7, 10), si ceden a la presión de comer algo que consideran inmundo.

Este comer contra la conciencia es lo que Pablo seguramente quiere decir con la palabra contristado, con referencia al creyente débil en el v. 15. Dirigiéndose ahora individualmente a un creyente fuerte, para dar más fuerza a la idea, Pablo le recuerda que al comer sin preocuparse por las consecuencias sobre los creyentes más débiles, está violando el principio cardinal cristiano del amor (12:9, 10; 13:8-10). Además, al alentar tácitamente a los hermanos más débiles a comer contra su conciencia, el creyente fuerte puede llegar a arruinar [BA, destruir] a una persona por la que Cristo murió. La palabra apollumi (arruines) es muy fuer te, y generalmente denota condenación eterna (2:12; 1 Cor. 1:18; 15:18; 2 Cor. 2:15; 2 Tes. 2:10). Quizá éste sea el significado en este caso, aunque, de ser así, es posible que Pablo no piense lit. que esto ocurrirá. O quizá el verbo esté siendo usado en un sentido no tan intenso: como causar daño espiritual a.

Una segunda razón para que los fuertes se abstengan de alardear de su libertad es que tal comportamiento, al causar tristeza y desunión dentro de la comunidad, trae mala reputación al evangelio ante los no creyentes (16-18). Estos, viendo en la iglesia disputas sobre comida y bebida, en lugar de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (17), no verán el evangelio como algo bueno. Los fuertes, por con siguiente, deberían servir a Cristo buscando la justicia, la paz y el gozo (en esto, v. 18), evitando comportamientos que podrían disminuir esas cualidades dentro de la iglesia. Al hacerlo, el creyente fuerte, así como el débil, agrada a Dios y es aprobado por los hombres (18).

Los vv. 19-21 son la recapitulación de temas que Pablo ya ha desarrollado en esta sección. Los fuertes (a quienes probablemente Pablo sigue dirigiéndose) deben seguir lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación (ver v. 17; 1 Cor. 10:23). Deben reconocer que su insistencia en comer lo que otros consideran inmundo puede llevar a la destrucción de la obra de Dios, con lo cual Pablo probablemente se refiere al hermano débil (ver vv. 15, 21b) y no a la comunidad. Aquellos que se enorgullecen de la fuerza de su conciencia y de su libertad en Cristo deberían ser los primeros en abandonar prácticas que podrían dañar a otro creyente. La libertad cristiana es real y valiosa, y nadie insistió en ella más enérgicamente que Pablo (Gál. 5:1; Col. 2:16-23). Pero el ejercicio de la libertad cristiana, como también subrayó Pablo (Gál. 5:13; 1 Cor. 6:12), debe siempre estar subordinado a las necesidades de los demás. Como reza el famoso dicho de Martín Lutero: Un cristiano es el amo más libre de todos, no está sujeto a nadie. Un cristiano es el siervo más obediente de todos, sujeto a todos.

Pablo redondea su apelación a los fuertes, recomendándoles que mantengan para sí mismos lo que piensan sobre la comida, los días de festividades especiales y la bebida. No hay necesidad de que coman carne frente a aquellos que podrían ser espiritualmente lastimados por esto, ni de que se abstengan de comer, insistiendo con arrogancia en que no hay nada de malo en lo que hacían. El creyente fuerte debe contentarse con reconocer que es una verdadera bendición saber que lo que él aprueba no es algo por lo que deba condenarse a sí mismo. No obstante, hay quienes no son capaces de aceptar el ejercicio de la libertad en estos temas. Sería pecado que hicieran lo que sus conciencias les es tán diciendo que no hagan. Aunque el comer carne puede no ser pecado a los ojos de Dios (14), el hacer algo que no proviene de fe (23) sí lo es.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter XIIII.

3 Men may not contemne nor condemne one the other for things indifferent: 13 But take heed that they giue no offence in them: 15 For that the Apostle prooueth vnlawfull by many reasons.
1 Him that is weake in the faith receiue you, but not to [ Or, not to iudge his doubtfull thoughts .] doubtfull disputations.
2 For one beleeueth that he may eat all things: another who is weake, eateth herbes.
3 Let not him that eateth, despise him that eateth not: and let not him which eateth not, iudge him that eateth. For God hath receiued him.
4 Who art thou that iudgest an other mans seruant? to his owne master he standeth or falleth; Yea he shall bee holden vp: for God is able to make him stand.
5 One man esteemeth one day aboue another: another esteemeth euery

[Gods iudgment.]


ay alike. Let euery man bee
[ Or, fully assured.] fully perswaded in his owne minde.
6 He that [ Or, obserueth.] regardeth a day, regardeth it vnto the Lord; and hee that regardeth not the day, to the Lord hee doeth not regard it. He that eateth, eateth to the Lord, for hee giueth God thankes: and hee that eateth not, to the Lord hee eateth not, and giueth God thankes.
7 For none of vs liueth to himselfe, and no man dieth to himselfe.
8 For whether we liue, we liue vnto the Lord: and whether wee die, we die vnto the Lord: whether wee liue therefore or die, we are the Lords.
9 For to this ende Christ both died, and rose, and reuiued, that hee might be Lord both of the dead and liuing.
10 But why doest [ 2Co_5:10 .] thou iudge thy brother? or why dost thou set at nought thy brother? wee shall all stand before the Iudgement seat of Christ.
11 For it is written, [ Isa_45:23 .] As I liue, saith the Lord, euery knee shall bow to mee, and euery tongue shall confesse to God.
12 So then euery one of vs shall giue accompt of himselfe to God.
13 Let vs not therefore iudge one another any more: but iudge this rather, that no man put a stumbling blocke, or an occasion to fall in his brothers way.
14 I know, and am perswaded by the Lord Iesus, that there is nothing [ Greek: common.] vncleane of it selfe: but to him that esteemeth any thing to bee [ Greek: common.] vncleane, to him it is vncleane.
15 But if thy brother be grieued with thy meate: now walkest thou not [ Greek: according to charitie. 1Co_8:11 .] charitably. Destroy not him with thy meat, for whom Christ died.
16 Let not then your good be euill spoken of.
17 For the kingdome of God is not meat and drinke; but righteousnes, and peace, and ioy in the holy Ghost.
18 For hee that in these things serueth Christ, is acceptable to God, and approued of men.
19 Let vs therefore follow after the things which make for peace, and things wherewith one may edifie an other.
20 For meat, destroy not the worke of God: all [ Tit.1.15.] things indeed are pure; but it is euill for that man who eateth with offence.
21 It is good neither to eate [ 1Co_8:13 .] flesh, nor to drinke wine, nor any thing whereby

[Brotherly loue.]

thy brother stumbleth, or is offended, or is made weake.
22 Hast thou faith? haue it to thy selfe before God. Happie is he that condemneth not himselfe in that thing which hee alloweth.
23 And hee that [ doubteth, is damned if hee eate, because hee eateth not of faith: For whatsoeuer is not of faith, is sinne.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

No escandalizar. Pablo vuelve de nuevo en defensa del «débil». Lo ha defendido en Corinto, desde donde escribe, en la persona del «pobre» discriminado en las celebraciones de la eucaristía (1Co_11:21) y del «explotado» en los pleitos entre hermanos (1Co_6:8). Ahora defiende al débil «escandalizado» por la provocación del fuerte. Si el reinado de Dios no consiste en comidas ni bebidas, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo (17), esto se lleva a cabo compartiendo la fe y el amor entre hermanos y hermanas. Y compartir la fe es respetar la conciencia del otro que le lleva a actuar de la manera que lo hace.
Viene a decirle al fuerte: si tu fe -tus convicciones, tu conciencia- te permite comer vino y carne, en buena hora. Pero si está en juego el amor al hermano a causa del escándalo que le das, deja el vino y la carne para otra ocasión. Si no lo haces, ya no estás compartiendo la fe de tu hermano, porque tu hermano actúa también por fe al comer sólo aquello que su conciencia le permite comer.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



Entre los fieles de Roma existían peligrosas discrepancias sobre la obligación de celebrar las fiestas religiosas de los judíos y de abstenerse de las carnes y del vino que se vendían públicamente. Los espíritus «débiles» se creían obligados a celebrar aquellas fiestas, por respeto a la ley de Moisés, y a abstenerse de la carne y del vino, probablemente contaminados por actos idolátricos. Los espíritus «fuertes», por el contrario, se creían desobligados. Especulativamente, estos últimos tenían razón. Pero prácticamente esas discrepancias traían consigo graves peligros. Por una parte, los «débiles» juzgaban temerariamente a los «fuertes»; por otra, los «fuertes» despreciaban a los «débiles» y, lo que era peor, a las veces eran para ellos piedra de escándalo, por cuanto con su ejemplo los inducían a que, sin deponer su juicio erróneo, comiesen de las carnes que ellos se imaginaban contaminadas. Como el conflicto nacía no de prejuicios doctrinales, sino más bien de escrúpulos, la solución de Pablo es indulgente y conciliadora.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Tit_1:15

[2] 1Co_8:13

NOTAS

14:20 (a) La misma persona del débil, v. Rom_14:15, o bien la comunidad cristiana, ver 1Co_3:9.

14:20 (b) Lit.: «con escándalo», es decir, según el contexto (v. 21 que trata de los deberes del fuerte ), provocándolo. -Otros entienden: «padeciéndolo», ver v. Rom_14:14.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Tit_1:15

[2] 1Co_8:13

NOTAS

14:20 (a) La misma persona del débil, v. Rom_14:15, o bien la comunidad cristiana, ver 1Co_3:9.

14:20 (b) Lit.: «con escándalo», es decir, según el contexto (v. 21 que trata de los deberes del fuerte ), provocándolo. -Otros entienden: «padeciéndolo», ver v. Rom_14:14.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. "Débil en la fe" es el creyente que todavía no ha alcanzado un grado suficiente de instrucción y madurez cristiana. Ver 1Co_8:7-13; 1Co_10:23-33.

11. Isa_45:23. Ver Flp_2:10-11.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 14.1-23 En este cap. se tratan problemas que surgían entre los varios grupos de la comunidad cristiana, causados por la diversidad de su origen y de su cultura. Los problemas tenían que ver con ciertos alimentos y con días de especial valor religioso.

[2] 14.5-6 Col 2.16.

[3] 14.11 Is 45.23; cf. Flp 2.10-11.

[4] 14.14 Mc 7.14-19; Hch 10.15.

[5] 14.14 Tit 1.15.

[6] 14.21 Véase 1 Co 8.8-13.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*14:1-15:13 Esta parte, la más amplia de la exhortación, permite suponer que Pablo conocía la comunidad de Roma más de lo que da a entender en Rom 1:8-15.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Continúa la enseñanza sobre la necesidad de evitar el escándalo no sólo con acciones malas, sino incluso con acciones de suyo indiferentes, pero que pueden confundir a otras personas, por su falta de formación.


iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I τῷ διὰ προσκόμματος ἐσθίοντι I] el que come y causa un tropiezo.

Torres Amat (1825)



[11] Is 45, 24.

[22] De que ya no obligan las observancias de la ley antigua.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *1Cor 7:15 *1Cor 14:26