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quien dará a cada cual según sus obras: (Romanos  2, 6) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 2

2. EL PECADO DE LOS JUDÍOS (2,1-3,20)

En la sección precedente (1,18-32) flotaba ocasionalmente la idea de que había sido pensada de modo particular para describir el pecado de los paganos. La impresión se debe, sin duda, al hecho de que Pablo recurra en su exposición a las ideas del judaísmo de su tiempo sobre el mundo pagano y su corrupción, sin que por ello adopte la interpretación judía latente en tales imágenes. Pues, si bien en esta descripción de la condición pecadora del hombre tiene sobre todo ante los ojos la imagen de los vicios paganos, en conjunto su argumentación tiende a establecer la culpa de toda la humanidad delante de Dios.

A fin de precaver contra la impresión de que el judío está excluido de esta descripción de la humanidad pecadora y de que se encuentra en mejores condiciones que el gentil frente al juicio de la ira de Dios, Pablo se vuelve ahora expresamente contra la presunción de ser justo, tan propia del judío. A la luz del Evangelio, ésta aparece como el pecado típicamente judío. Pero el judío a quien Pablo se dirige aquí de modo particular, no hay que verle sólo como al representante de un pueblo determinado, sino como figura del hombre en general, en cuanto que éste siempre podría encontrar un motivo de disculpa frente a] juicio de Dios. De este dato se deduce algo que vamos a subrayar una vez más; a saber, que el Apóstol habla del judío como del gentil en un sentido estricto y exclusivamente teológico. La exposición de Pablo consta de cinco partes que acaban resumiéndose en un solo punto: «No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo» (3,10).

a) Presunción de los que juzgan a los demás hombres (Rm/02/01-16)

1 Por lo cual, no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas, que te eriges en juez. Pues en aquello por lo cual juzgas al otro, te condenas a ti mismo, ya que tú, que te eriges en juez, practicas aquellas mismas cosas. 2 Bien sabemos que el juicio de Dios recae realmente sobre quienes tales cosas practican.

Pablo habla directamente al «hombre», reprochándole lo que le es específico: que te eriges en juez. Teniendo en cuenta el material expositivo pagano de la descripción precedente, resulta natural ver en el hombre que juzga al judío, y en el otro al que aquél juzga, al gentil. De hecho Pablo tiene aquí ante los ojos al judío, aun cuando no lo diga de forma explícita. El judío aparece aquí como el prototipo del hombre que juzga a los demás. Ahora el Apóstol entra en juicio con el judío, que se cree justificado a sus propios ojos. El judío piensa que al menos el reproche de idolatría y de relaciones sexuales contra naturaleza no le afecta en la misma medida que al gentil. Pero, pese a que condena tales desenfrenos, en el fondo el judío no es mejor que quien practica tales cosas.

El judío podría ufanarse frente a los paganos por el conocimiento de Dios que posee, como parece indicar, por ejemplo, Wis_15:1 : «Pero tú, oh Dios nuestro, eres benigno y veraz...» Y más adelante: «A nosotros no nos ha inducido a error la humana invención de un arte mal empleado, ni el vano artificio de las sombras de una pintura, ni la efigie entallada y de varios colores» (v. 4). No es que el judío no tuviera conciencia de sus pecados, pero en definitiva sabía que habían sido eliminados por la «magnanimidad» y «misericordia» de Dios: «Aun si pecamos, tuyos somos, sabiendo como sabemos tu grandeza; pero no pecaremos sabiendo que somos considerados como tuyos» (Wis_15:2). Sin duda que esta confesión del judío piadoso es plenamente sincera y religiosa. No obstante, aun en ella puede reconocerse la jactancia del fariseo que se considera justo y que encontramos en Luk_18:11 : «¡Oh Dios!, gracias te doy por que no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros. . . »

De lo que se deduce claramente que con la descripción del judío que juzga a los otros Pablo pone de relieve uno de los rasgos esenciales del judaísmo de su tiempo. Mas no le interesa trazar una caracterización, sino quitar de enmedio la ventaja que el judío esgrime frente al gentil. Y Pablo arriesga la afirmación audaz de que el judío, que juzga y condena a los otros, hace lo mismo que los gentiles. Lo cual requiere una explicación. No quiere decir que practique los mismos vicios o infamias morales, sino que el judío no es mejor en nada. También el judío, aun consciente de sus ventajas -ventajas de tipo institucional o ético- debe tener en cuenta su condición de criatura.

Que quien se sienta para juzgar olvida fácilmente que también será juzgada su propia conducta, es algo que responde a la experiencia humana de todos los días. Es justamente esa falta de memoria sobre la que Pablo llama la atención para demostrar así la inexcusabilidad de los judíos. Por aquí puede ya echarse de ver en qué consiste para Pablo el verdadero pecado de los judíos y del hombre en general: a saber, en su arrogancia y en su presunción de ser justo. Cuando el hombre se tiene por justo, la justicia de Dios no tiene nada que hacer.

3 ¿Piensas, oh hombre, que te eriges en juez de quienes practican tales cosas, a pesar de que tú mismo las haces, que vas a escapar al juicio de Dios? 4 ¿O es que menosprecias la riqueza de su bondad y de su paciencia y de su longanimidad, al no reconocer que esta bondad de Dios intenta llevarte a la conversión? 5 Pero, por tu dureza y tu impenitente corazón, te estás acumulando ira para el día de la ira, cuando se revele el justo juicio de Dios, ...

Pablo quiere descubrir al judío su verdadera situación: no está precisamente justificado y por ello no escapará al juicio de Dios. Para redargüir al judío pone de relieve una vez más en el v. 4 que su confianza en la bondad, magnanimidad y paciencia de Dios es una audacia, ya que la bondad de Dios no le induce a conversión.

Conversión ¿hacia qué? ¿En el sentido tal vez de una vuelta a la alianza y a los mandamientos de Dios? Puesto que Pablo describe la condición pecadora de los judíos y de todos los hombres desde el punto de vista del Evangelio, el propósito de la «bondad de Dios» no puede interpretarse como un retorno a la antigua alianza renovada, sino justamente hacia el viraje decisivo y escatológico que se realiza con la fe en Cristo. Pero los judíos han respondido con obstinación y con un corazón impenitente a la oferta de salvación escatológica que Dios les ha hecho en Jesús.

Este es el verdadero pecado de los judíos, que en opinión de Pablo ha tenido numerosos precedentes en la historia del pueblo de Dios, transgresor una y otra vez de la alianza. En su comportamiento desleal dio Israel pruebas constantes de su dureza de corazón frente a las promesas de Dios, que tendían a la revelación de su justicia. A la luz del Evangelio se pone de manifiesto que el endurecimiento israelita contra las promesas de Dios llega a su máxima obstinación al rechazar el Evangelio. Este pecado justifica también, en último término, la cólera de Dios contra ellos en el «día de la ira» (cf. 1,18 y 2,16).

6...«el cual retribuirá a cada uno según sus obras» (Psa_62:13): 7 a quienes, siendo constantes en el bien obrar, buscan gloria, honra e inmortalidad, les dará vida eterna; 8 pero a quienes, obstinándose en la rebeldía y resistiendo a la verdad, se entregan a la perversión, los hará objeto de ira y furor. 9 Tribulación y angustia para todo hombre que se entrega al mal: tanto para el judío, primeramente, como también para el griego. 10 Por el contrario, gloria, honra y paz a todo el que practica el bien: tanto para el judío, primeramente, como también para el griego.

En el juicio de Dios cuenta la misma medida para todos: a cada uno se le recompensará según sus obras. Esta medida la establece Pablo de acuerdo con el tenor literal del Psa_62:13. De esa máxima de la Escritura no tanto se deduce un despersonalizador principio de retribución establecido por Dios, sino más bien la sujeción de todos los hombres al único juicio de Dios. Todos los hombres tienen conocimiento de tal medida; saben que lo que importa es hacer las obras de Dios y que, de conformidad con ello, cada uno ha de esperar la «vida eterna» o «ira y furor». Pablo pretende recordar aquí este conocimiento general y la esperanza consiguiente. Para ello repite -con un propósito claro de impresionar- la suerte contrapuesta de quienes obran mal y de los que obran bien, en los v. 9 y 10. Si Pablo pone aquí ante los ojos el juicio según las obras, lo hace ciertamente no sólo para recordar un principio ideal, sino con el fin de poner en claro, mediante la contraposición de la «vida eterna», la «gloria», la «honra» y la «paz», de una parte, y de otra la «ira y furor», la «tribulación» y la «angustia», aquello que cada uno puede ganar o perder ante el juicio de Dios.

En estos versículos tampoco puede pasarse por alto que Pablo pretende dirigirse aquí de modo particular a los judíos. Es sobre todo desde la primitiva experiencia misionera cristiana con los judíos como las expresiones empleadas aquí adquieren todo su significado. A este respecto son precisamente los judíos los que se han manifestado como los litigantes, como los contradictores que recusan la obediencia de la fe a la verdad del Evangelio. También por ello les alcanzará la ira de Dios antes que a los gentiles.

11 Pues no hay acepción de personas ante Dios.

En todo este contexto Pablo quiere establecer que todos los hombres son pecadores y todos están necesitados de la salvación de Dios. Con la máxima del v. 11 subraya una vez más la validez universal de la acción de Dios frente a todas las pretensiones del judío. Este v. 11 enlaza con los v. 1-3: en este orden de cosas el judío no está en mejores condiciones que el gentil. Con ello se mantiene la tensión entre la primacía del judío en la historia de la salvación y la universalidad del pecado. En esta tensión debemos ver, con el Apóstol, que Dios con su acción escatológica en el Evangelio no olvida sin más la historia de los hombres, sino que somete a juicio todas sus peculiaridades logradas en el curso de la historia.

12 Efectivamente, cuantos sin ley pecaron, sin ley perecerán, y cuantos dentro de la ley pecaron, por medio de la ley serán juzgados. 13 Porque, ante Dios, no son justos los que meramente oyen la ley; sino que los cumplidores de la ley serán justificados.

Ahora, los versículos 12 y 13 vuelven una vez más al tema de la universalidad del juicio, enfocando concretamente el empecinamiento con que los judíos se aferran a su ley. La no acepción de personas (v. 11) significa aquí también que no hay una acepción de la ley. La ley no protege del juicio. Por ello los gentiles, que estaban sin ley y sin ella pecaron, se pierden también sin la ley. En ese sentido, y a su manera, Pablo puede estar de acuerdo con los judíos. Mas también los judíos, que poseen la ley -y que por ello conocen las órdenes de Dios-, serán juzgados por la ley, lo cual quiere decir aquí que serán condenados. Pues -agrega Pablo a modo de aclaración- no son los oyentes de la ley los que son justos delante de Dios, sino que serán justificados los «cumplidores de la ley». Es éste el primer pasaje de la carta a los Romanos en que Pablo utiliza la palabra «justificar». Por el contexto resulta claro que se trata de una terminología forense; cosa que es preciso no perder de vista para comprender el concepto en el contexto inmediato.

¿Cómo es que Pablo llega en el v. 13 a poner de relieve con tanto énfasis la importancia de la acción humana, y con ella el cumplimiento de la ley, cuando por otra parte proclama «que el hombre no se justifica por las obras de la ley, sino solamente por la fe en Jesucristo» (Gal_2:16)? ¿No aparece en este pasaje de la carta a los Romanos, como en la acentuación del juicio según las obras, que hemos visto en los versículos precedentes, un resto todavía no reelaborado del pensamiento judío? Esta solución apenas puede satisfacer cuando se tiene en cuenta todo el entramado de la predicación paulina. Rom 2 no presenta una predicación del juicio independiente y yuxtapuesta al anuncio de la justificación, sino más bien la predicación de Pablo sobre el juicio en el contexto de la justificación. Quiere demostrar la severidad y universalidad del juicio de Dios, para sobre ese fondo destacar con mayor relieve el cambio que el acontecimiento cristiano ha introducido en la salvación. La máxima contenida en el v. 13, perfectamente judía en su significación, está superada por la nueva posibilidad que se ha abierto en el Evangelio.

14 Y así, los gentiles, que no tienen ley, cuando cumplen por naturaleza lo que ordena la ley, a pesar de no tener ley, ellos mismos son su ley. 15 Ellos dan prueba de que la realidad de la ley está grabada en su corazón, testificándolo su propia conciencia y los razonamientos con que se acusan y defienden recíprocamente. 16 Así se verá en el día en que, según mi Evangelio, Dios juzgue las interioridades de los hombres por medio de Jesucristo.

La diferencia, real en sí, entre judíos y gentiles queda allanada de cara al juicio de Dios. En los v. 14 y 15 muestra Pablo una vez más -junto a una divagación que realmente no continúa la demostración de la condición pecadora de los judíos- que incluso la posesión de la ley representa una diferencia muy relativa entre judíos y gentiles; pues, si éstos, que no tienen la ley, cumplen los mandamientos legales impulsados por su propia naturaleza, es una buena prueba de que quienes carecen de la ley ellos mismos son su ley. El v. 15 desarrolla aún más estas ideas. El ejemplo de los gentiles demuestra que llevan escritas en sus corazones las obras reclamadas por la ley.

No hay por qué discutir aquí si se trata sólo de una parte de los gentiles, es decir, de algunos gentiles o del mundo pagano en general; ni es tampoco cuestión de precisar si hacen todo lo que prescribe la ley mosaica. A Pablo lo que le interesa es la enunciada supresión de las diferencias entre judíos y gentiles.

Por naturaleza cumplen los gentiles lo que la ley ordena; idea que se corresponde con la del v. 15: en sus corazones llevan escritas las obras que impone la ley. Al igual que en 1,19 20, Pablo piensa aquí en la conexión íntima que vincula la criatura a su Creador. Es en la realidad de la creación en la que descansa, por consiguiente, la posibilidad de que los gentiles obren el bien como algo que la ley prescribe de forma positiva. Mas no deja de sorprender que Pablo hable de que los gentiles cumplen así realmente; pero es evidente que ello no afecta al estado general de pecado en que se encuentran los gentiles. Junto con las exigencias de la ley escritas en el corazón, también la conciencia desempeña una función de testigo. Es evidente que los «razonamientos con que se acusan y defienden recíprocamente» hay que entenderlos aquí como una explicitación del testimonio de la conciencia. La conciencia es, pues, una realidad que no se discute a los gentiles. Su existencia se demuestra en que los gentiles no viven sin ley; mejor dicho, en que «ellos mismos son su ley». La ley escrita en su corazón la experimenta el hombre como la voz de su conciencia. La conciencia es, por tanto, algo así como el lugar en que el hombre acoge el precepto de Dios.

A modo de conclusión, Pablo vuelve a recoger la idea, expresada ya en el v. 5 acerca del juicio que espera al judío, para poner una vez más a gentiles y judíos bajo el juicio de Dios. El día en que se celebre el juicio, el «día de la ira» (v. 5), es el día final en que acabará la actuación del hombre y se le exigirán cuentas de todas sus obras. Para Pablo aquel «día» no es una fecha que haya que esperar para un futuro lejano, sino que es una fecha escatológica que irrumpe ya en el presente. Y es que los acontecimientos últimos han empezado ya con Jesucristo. Por lo dicho en 1,18 ya no es posible separar el juicio airado de Dios de los acontecimientos escatológicos que condicionan el momento presente, y retrotraerlo hasta un futuro indefinido. Precisamente la aclaración de que el juicio llega «por medio de Jesucristo», «según mi Evangelio», da a entender que el juicio ya está en marcha al presente. El Evangelio que Pablo proclama afirma ante todo que la historia de la humanidad, cualquiera sea el modo en que se manifieste, está bajo el juicio de Dios.



b) Falsa seguridad del judío (Rm/02/17-29).

17 Pues si tú, que llevas el nombre de judío, y descansas seguro en la ley, y te sientes ufano de tu Dios; 18 que conoces su voluntad, y sabes apreciar, instruido por la ley, lo que es mejor, 19 y que estás convencido de que tú eres guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, 20 instructor de ignorantes, maestro de niños, que posees en la ley la expresión misma del saber y de la verdad...

Pablo continúa enfrentándose con el judío, y más en concreto con sus pretensiones y ventajas. En toda la sección puede advertirse un esfuerzo por no burlarse a la ligera del judío y por no aplastarlo con una acusación cerrada. Pablo contempla la situación del judío con una visión matizada; teniendo en cuenta la historia de la salvación, es un hecho manifiesto que no se puede negar un «primeramente» del judío frente al gentil.

Una enumeración en forma de lista, empieza con la alocución directa al judío que se jacta del nombre mismo de judío, pues van anejas a tal denominación determinadas pretensiones. Pablo empieza por dejar al judío en la conciencia de su propia estima sin ironías de ningún género, para después atraparle de forma irremediable en su culpa real. El timbre supremo de gloria lo tiene el judío en la ley. Todo lo demás, descrito en los v. 17-20, no es más que el desarrollo de esta afirmación central. Con la posesión de la ley el judío se asegura a Dios. Se siente ufano de su «Dios» con una cierta naturalidad, pues con la ley tiene en sus manos el documento de la alianza divina. Por la ley conoce la «voluntad» de Dios, aprendiendo así a juzgar lo que más importa. Y como conocedor de la voluntad divina por medio de la ley, entiende, penetra y tiene respuesta para las distintas situaciones de la vida.

En el v. 19 hay un cambio de orientación en el recuento de los títulos gloriosos del judío, apuntando en concreto hacia aquellos para quienes el judío debe ser algo, es decir, hacia los gentiles. Se da por supuesto que todo aquello que el judío pretende poseer, no sólo está destinado a los mismos judíos, sino también hacia quienes carecen de tales cosas. Eso lo sabe el propio judío, de ahí que también él intente ganarse a los gentiles para la ley y quiera hacer prosélitos. Los cuatro rasgos de los v. 19s describen con giros formulistas la pretensión dirigente del judío: se considera guía de los ciegos, luz que alumbra en las tinieblas, educador de los ignorantes y maestro de los menores de edad. Pablo utiliza aquí la tradición veterotestamentaria y judía.

Hay que recordar una frase de Mat_15:14, donde Jesús dice de los fariseos: «son ciegos que guían a otros ciegos». Que los «guías de ciegos» estén también privados de la vista agudiza la situación funesta en que se encuentra Israel.

De hecho el judío sólo puede justificar tales pretensiones si, como asegura el v. 20b a modo de conclusión, tiene «en la ley la expresión misma del saber y de la verdad». Con ello señala Pablo el núcleo del que se derivan los privilegios judíos. Como al principio del v. 17 aparecía la ley cual expresión de la conciencia judía, así aparece también en el v. 20, que cierra este largo período. Por lo demás, Pablo utiliza los mencionados privilegios y pretensiones en un sentido contrario, no para establecer y confirmar la posición privilegiada del judío, sino para poner más de relieve su inexcusabilidad.

21 Pues bien: tú que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas no robar, ¿robas? 22 Tú que dices que no hay que cometer adulterio, ¿lo cometes? Tú que abominas de los ídolos, ¿saqueas sus templos? 23 Tú que te sientes ufano de la ley, ¿deshonras a Dios con la transgresión de la ley? 24 Pues, según está escrito, «el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles a causa de vosotros» (Isa_52:5).

Con el v. 21 subraya Pablo el «tú, que enseñas a otro»... enlazando así con el motivo de jactancia del judío al que antes se ha referido de forma explícita. Con el «enseñar» reasume el título de «maestro de niños» del v. 20, para desarrollar ad absurdum la pretensión del judío. Tú, con todo y enseñar a los otros, ¿no te instruyes a ti mismo? Aquí se echa ya de ver claramente adónde apunta Pablo: a desenmascarar la presunción de justicia del judío invalidando así sus pretensiones. Remata con la misma fórmula estilística las tres frases siguientes. En cada una de las tres preguntas menciona un pecado grave, por no decir un verdadero crimen: proclamas que no hay que robar ¿y robas? Dices que no hay que cometer adulterio ¿y lo cometes? Aborreces a los ídolos ¿y practicas el expolio de los templos? Con esto último se señala una contravención singularmente grave. Los motivos de un judío para despojar un templo pagano podían ser de diversa naturaleza. Pablo sólo señala aquí que la abominación que el judío ve en los ídolos pasa a la actuación y actitud abominable del propio judío.

El v. 23 constituye una síntesis. La expresión clave es la transgresión de la ley. Con ella aflora la contradicción que media entre la actitud jactanciosa del judío, que se funda en la posesión de la ley, y su conducta práctica, que se define de forma clara y tajante como una transgresión de la ley. Con ello se pone de manifiesto cuál es en definitiva la culpa del judío: deshonra a Dios, lo que quiere decir que no observa el mandamiento primero y fundamental del decálogo: hacer que Dios sea totalmente Dios.

Puesto que el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles, concluye Pablo apoyándose en una cita de la Escritura. Dada la idea que tienen de sí mismos y dada su conciencia misionera, la conducta de los judíos debía llevar al reconocimiento de Dios entre los gentiles. Pero aquí ocurre justamente lo contrario: el comportamiento judío es causa de que se blasfeme el nombre de Dios entre los paganos.

25 La circuncisión, desde luego, tiene su valor si observas la ley; pero si eres transgresor de la ley, el estar circuncidado viene a ser como si no lo estuvieras. 26 Por el contrario, si el no circuncidado observa las prescripciones de la ley, su incircuncisión ¿no le ha de valer como circuncisión? 27 Más aún: el que físicamente no está circuncidado pero cumple la ley, te juzgará a ti, que, a pesar de la letra de la ley y de la circuncisión, eres transgresor de esa ley.

Pablo empieza, como siempre que se dirige a tales interlocutores, por discutir precisamente el problema de la circuncisión: pues, por lo que se refiere a la circuncisión, sólo te aprovecha si observas la ley. Supone el Apóstol una conexión intrínseca entre ley y circuncisión. Lo mismo ocurría ya en la carta a los Gálatas. Según Gal_5:3, todo hombre que se deja circuncidar se compromete a «cumplir» la ley. Que la circuncisión sólo aprovecha cuando se cumple la ley es «un principio que los doctores del rabinismo habrían rechazado, pues para ellos la circuncisión como tal tenía fuerza para librar a todo israelita del fuego del gehinnom y para convertirle en hijo del mundo futuro». La circuncisión se entendía casi como un principio de salvación, porque representa, por sí sola, una parte esencial del cumplimiento de la ley. Pablo no procede ciertamente ajustándose con detalle al punto de vista judío. Mas su reproche apunta a la seguridad de la salvación que el judío afirma, tanto por motivo de la circuncisión como de la ley. Lo que Pablo pretende es justamente sacudir esta seguridad del judío al referirse de modo explícito al principio que rige el mundo legal: la ley obliga a la práctica. Pero, por lo que a la acción se refiere, Pablo ha establecido en la perícopa precedente que el hombre es un transgresor de la ley. «Pero, si eres transgresor de la ley, el estar circuncidado viene a ser como si no lo estuvieras» (v. 25b); es decir, que nada te aprovecha la circuncisión, y no representa más que un vano motivo de jactancia.

Lo que a Pablo interesa es remover de bajo los pies del judío el terreno de la falsa seguridad en que se mueve. Por ello da ahora un paso más reasumiendo el enfrentamiento con los gentiles al que ya se había referido en los v. 12-15. Allí incluso había podido atribuir a los gentiles, como gente «sin ley» por naturaleza, cierta observancia de la ley, que pone de manifiesto que llevan escrito en el corazón lo que la ley exige (v. 15). Ahora bien, si los incircuncisos cumplen de hecho las prescripciones jurídicas de la ley, ¿no atribuye el v. 26 a los incircuncisos todo aquello que la circuncisión convierte en título de honor? Pablo piensa aquí sin duda en las promesas ligadas a la circuncisión. Le gustan las paradojas y por ello su fórmula, quizás un poco retorcida, de que la incircuncisión se les imputa como circuncisión. Quizás habría que decir con mayor exactitud: la observancia práctica de la ley se les imputa como una circuncisión. De este modo, y según el v. 27, los gentiles que «por naturaleza» son incircuncisos y que no obstante cumplen la ley, acabarán por juzgar a los judíos, en razón del cumplimiento objetivo de la ley, los cuales se muestran como transgresores de la ley, pese a tener la letra de la misma y la circuncisión. Con ello, las relaciones entre judío y gentil, establecidas en 2,10, se invierten por completo. Como pasaje paralelo de los Evangelios se nos presenta Mat_12:41 ( = Luk_11:32; Q): «Los habitantes de Nínive comparecerán en el juicio con esta generación y la condenarán.»

28 Porque no es judío el que lo es en lo externo, ni es circuncisión la que se ve en lo externo, en la carne; 29 al contrario, es verdadero judío quien lo es interiormente, y la verdadera circuncisión es la del corazón, hecha según el espíritu, no según la letra. Un judío así recibe alabanza, no de los hombres, sino de Dios.

Los versículos 28-29 representan una conclusión necesaria y general de todo el desarrollo precedente. Se trata del verdadero judío. Y no es «judío» en realidad el que lo es sólo en lo exterior, sino más bien quien lo es en lo oculto. Este juicio lo deduce Pablo del contraste precedente entre circuncisión e incircuncisión. De ahí su formulación paralela al principio acerca del verdadero judío: la verdadera circuncisión no es la que se muestra en la carne y puede exhibirse externamente, sino «la circuncisión del corazón».

Esta conclusión final no deja de sorprender desde el punto de vista de toda la sección. Lo que realmente cabía esperar al final del capítulo era la condena del judío; supuesto todo lo anterior, habría que decir que el judío no es mejor que los gentiles. Realmente había que esperar una conclusión en el sentido de afirmar la condición general pecadora, de la que Pablo quiere hablar. En lugar de eso, ahora habla del contraste entre el judío verdadero y el falso. Mas ¿puede hablarse de hecho del «verdadero judío» en la época anterior a Cristo y bajo el pecado? Se ve cómo Pablo al afrontar la cuestión del «verdadero judío» va más allá del contexto precedente. Es evidente que sus afirmaciones sobre la condición universal de pecadores, en la que veía incluidos también a los judíos, se entrecruzan ahora de una forma intencionada con una visión que anticipa el nuevo orden de la pertenencia a Cristo, en el que se realiza de una forma efectiva «la circuncisión del corazón».

Ya en el Antiguo Testamento hablaron los profetas de la circuncisión del corazón. En Eze_44:7.9 el concepto permanece aún dentro de los estrechos límites del judaísmo: todavía se identifican un «corazón incircunciso» y una «carne no circuncidada». La crítica se anuncia en Jeremías: «Circuncidados para Yahveh y separad el prepucio de vuestro corazón» (Eze_4:4). «Si todas las naciones son incircuncisas según la carne, toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón» (Eze_9:26). Si el contraste entre la circuncisión externa y la circuncisión del corazón es perfectamente corriente en el pensamiento veterotestamentario y judío, no es menos cierto que en Pablo adquiere una nueva dimensión. Así, en Phi_3:3 proclama en tono polémico: «Pues nosotros somos la circuncisión, los que practicamos el culto según el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Jesucristo, y no ponemos nuestra confianza en la carne, aunque yo pudiera poner confianza también en la carne. Si algún otro cree tener razones para confiar en la carne, yo mucho más.» A los ojos de Pablo resulta, pues, claro que la verdadera circuncisión se realiza en los cristianos.

La idea flota también en los versículos finales de Rom 2. En este sentido apunta sobre todo la oposición entre espíritu y letra. Con ella no sólo0 se indica la oposición entre el interior y el exterior, o entre el espíritu y la materia, sino la oposición entre el hombre viejo y el hombre nuevo. Ese hombre nuevo, surgido en Cristo y por la fe en él, acaba por obtener el reconocimiento de Dios.



Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 2: Romanos 2,6-12
Se hace patente que Dios es juez verdadero e imparcialísimo remunerador de las obras, aun cuando en esta vida mortal no se ve que se le dé a cada quien según sus obras.6. El cual da a cada uno el pago según sus obras:7. A los que, perseverando en él bien obrar, gloria, honra e incorruptibilidad buscan, vida eterna;8. Mas a los que son rebeldes y no se contentan con la verdad, pero si obedecen a la iniquidad, cólera e indignación.9. Tribulación y angustia sobre toda alma que obre el mal, del judío primeramente y también del griego.10. En cambio, gloria y honor y paz a todo el que obre el bien; al judío primeramente y también al griego.11. Pues no hay acepción de personas en Dios.12. Pues cuantos sin ley pecaron, sin ley perecerán. Y cuantos pecaron bajo la ley por la ley serán juzgados.Después de haber enunciado el Apóstol la verdad del juicio divino, excluida la opinión contraria, aquí hace patente la verdad del juicio divino, y primeramente enuncia lo que intenta; y luego demuestra lo que se propuso: A los que perseverando. Enuncia pues en primer término la verdad del juicio divino en cuanto a dos cosas, o sea, en cuanto a las obras y en cuanto a las personas.En cuanto a las obras, ciertamente, porque en la vida presente no se retribuye según las obras, sino que a veces a los que se portan mal se les da la gracia con largueza, como al propio Apóstol Pablo, que habiendo sido primero blasfemo y perseguidor se le concedió la misericordia, como dice él en ! Tim 1,12 13. Pero no será así en el día del juicio, cuando se Hegue el momento de juzgar según justicia. Cuando llegare mi tiempo Yo juzgaré con justicia (Sal 74,3). Y por eso en otro lugar dice: Dales a éstos el pago conforme a sus acciones (Sal 27,4).En cuanto a las personas se aplica la verdad del juicio divino, porque se guarda la justa proporción de la retribución respecto de todos. Pues todos hemos de ser manifestados ante el tribunal de Cristo (2Co 5,10).Objeción.-Sin embargo, parece que la futura retribución no será conforme a las obras, porque el pecado temporal será retribuido con pena eterna.Respuesta.-Pero se debe contestar que como Agustín dice (De Civitate Dei,21), en la retribución de la justicia no se considera una igualdad de tiempo entre la culpa y la pena, porque aun conforme al juicio humano por el pecado de adulterio, que se comete en una breve hora, se inflige la pena de muerte, en la cual no atiende el legislador a la duración del golpe de muerte sino más bien a que por la muerte se excluya al adúltero perpetuamente de la sociedad de los vivos. Y así, también a su manera el hombre es castigado con pena eterna por una culpa temporal. Por lo cual no es de admirar que los pecados cometidos contra la candad, por la cual están en sociedad Dios y el hombre, se castiguen eternamente por el juicio divino. Y que esto sea justo se ve por tres razones:La primera razón es por la infinita dignidad de Dios contra quien se peca, pues tanto más gravemente se peca cuanto mayor es la dignidad de la persona contra la cual se peca, como más peca quien hiere al príncipe que quien hiere a un particular. Y así, como la culpa del pecado mortal es de cierta manera infinita, es necesario que le corresponda una pena infinita. Y así, como no puede ser infinita según la intensidad, basta con que sea infinita según la duración.La segunda de esas razones es por parte de la voluntad, por la que se peca. En efecto, quien mortalmente peca apartándose del bien inconmutable, finca su bien en el bien conmutable, como el fornicador en el deleite carnal, el avaro en el dinero. Y como el fin se apetece por sí mismo, quien apetece el fin en él se goza, queriendo obtenerlo siempre que no se le oponga alguna otra cosa. De aquí que quien peca mortalmente tiene la voluntad de permanecer perpetuamente en su pecado, si no es acaso por accidente, como cuando teme la pena o por algún otro impedimento. De aquí que es proporcionado que por apetecer el hombre según su voluntad el permanecer perpetuamente en su pecado se le castigue por él eternamente. Y, en efecto, Dios, que es el escrutador del corazón, principalmente atiende a la voluntad del que peca.La tercera razón es por parte del efecto del pecado, que es la pérdida de la gracia, de lo cual se sigue que el hombre, en cuanto de él depende, perpetuamente permanezca en el pecado, del cual no puede salir sino por el auxilio de la gracia. Y no es justo que mientras dura la culpa cese la pena, y por esto la duración de la pena es perpetua. La expresión "dar a cada uno según sus obras" no se debe entender en el sentido de igualdad con las obras, porque el premio excede al mérito, sino en el sentido de la proporción con que a los buenos se les darán bienes; y a los mejores, bienes superiores. Y lo mismo débese decir de los malos.En seguida, cuando dice: A los que perseverando, manifiesta su doctrina, primeramente en cuanto a las obras, y luego en cuanto a las personas: sobre toda alma humana. Ahora bien, en cuanto a las obras muestra la verdad del juicio divino, desde luego en los buenos y en seguida en los malos: Mas a los que son rebeldes. Acerca de lo primero débense considerar dos cosas: el mérito y el premio. Al mérito concurren tres cosas. La primera, lo paciencia, que de un modo puede entenderse ser la paciencia de Dios, de la cual ya se dijo arriba: ¿O la riqueza de su bondad y de su paciencia? (Rm 2,4), para que se entienda ser de buen obrar aquellos que lo son según la paciencia, o sea los bien ordenados, que usan debidamente de la paciencia de Dios para bien obrar; y también, de otro modo, puédese entender de la paciencia del hombre, lo que a su vez se puede entender de dos maneras. De una manera, por cuanto la paciencia entraña la tolerancia de los adversarios con ecuanimidad de corazón. Pues es necesario que nadie desista de obrar bien por los males que padezca, y esto lo expresa así: perseverando en el bien obrar. La paciencia produce obra perfecta (Sant 1,4). Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas (Lc 21,19). Puédese entender también la paciencia por longanimidad, o por mejor decir perseverancia, en cuanto que no se aparta uno del bien obrar por hastío. Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la parusia del Señor (Sant 5,7). Tenéis necesidad de paciencia (Hebr 10,36).Lo segundo es la bondad de la obra, siendo ^1 bien lo que es conforme al orden para el debido fin, y Bn cuanto concuerda con la debida regla, que es la ley de Dios y la razón humana. No nos cansemos, pues, de hacer el bien (Galat 6,9).La segunda cosa (que concurre al mérito) es la rectitud de intención de los que buscan la vida eterna, de modo que en los males que se padecen y en los bienes que se hacen no se pretenda nada temporal sino lo eterno. Buscad primero el reino de Dios (Mat 6,33). También de parte del premio se tocan tres cosas, de las que la primera es la gloria, que significa el resplandor de los santos, tanto intrínseco, del que serán henchidos en el alma, según aquello de Is 58,2: Llenará tu alma de resplandores; como exterior, con el cual resplandecerá el cuerpo: Los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre (Mat 13,43). Gozarán-se los santos en la gloria (Sal 149,5). En segundo lugar habla del honor por el cual se significa la dignidad de los santos y la reverencia que les tributará toda lo creación. Pues serán reyes y sacerdotes. Y los has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes (Ap 5,10). Y finalmente se contarán entre los hijos de Dios, según el libro de la Sabiduría (5,5): Mirad cómo son contados en el número de los hijos de Dios. Dios mío, has honrado sobre manera a tus amigos (Sal 138,17). En tercer lugar -en cuanto al premio- se toca la incorrupción porque esa gloria y ese honor no serán transitorios como el honor y la gloria de este mundo. Ellos para ganar una corona corruptible, y nosotros, en cambio, por una incorruptible (1Co 9,25).En seguida, cuando dice: Mas a los que muestra la verdad del juicio divino en los malos, en los que se ve también la culpa y la pena. Y en cuanto a la culpa se tocan tres cosas, de las cuales la primera es la contumacia de la rebeldía, la cual se puede entender primeramente del hombre respecto de los beneficios de Dios que lo llama a Sí, contra lo cual se ve al hombre rebelarse resistiéndose a los divinos beneficios. Si hoy, que vivo todavía entre vosotros, sois rebeldes a Yahvéh, ¡cuánto más lo seréis después de mi muertel (Deut 31,27). En segundo lugar se puede entender de la rebeldía del hombre contra la fe. Que se eviten las discusiones de palabras (2 Tim 2,14). Finalmente, se puede entender de pleito de los hombres entre sí, lo cual va contra la caridad, que es la madre de las virtudes. Donde hay celos y contiendas, allí hay desorden y toda clase de villanía (Sant 3,16).La segunda cosa que se indica -en cuanto a la culpa- es la dureza de ellos, que no descansan en la verdad. Lo cual puédese entender de una manera de la verdad de la fe. Si digo la verdad ¿por qué no me creéis? (Jn 8,45). De otra manera, de la verdad de la divina justicia, en la cual no descansan por no creer en la verdad del juicio divino. Y vosotros decís: no es justo el proceder del Señor (Ez 18,25). Y puédese también entender de la verdad de la vida, en la cual no descansan los que viven perversamente. El que pone en práctica la verdad viene a la luz (Jn 3,21).La 3? cosa que se toca -en cuanto a la culpa- es la maldad, diciendo: Pero sí obedecen a la iniquidad. O porque no rechazan a los que les aconsejan la iniquidad: El malo está atento a los labios inicuos (Prov 17,4); o porque creen en la impunidad de los pecadores, la cual redundaría en iniquidad divina. No digas: pequé ¿y qué de malo me ha pasado? (Eccli 5,4); o creen en la iniquidad, o sea, en la infidelidad, en alguna doctrina que sea contra la fe. Para que sean juzgados todos aquellos incrédulos a la verdad, los cuales se complacen en la iniquidad (2 Tes 2,12).Por parte de la pena se presentan cuatro cosas, las cuales se pueden distinguir doblemente. De un modo como la cólera, pena y castigo corporal que se entiende ser para después del juicio. Día de ira el día aquel (Sof 1,15). Cólera en el juicio, en el momento en que los impíos se encolerizarán consigo mismos, por los pecados que cometieron. Equivocamos el camino de la verdad (Sab 5,6). Porque la tribulación y la angustia son propias del alma separada del cuerpo antes de la resurrección. Cuando os alcancen la angustia y la tribulación (Prov 1,27). O se pueden distinguir también como recibidas, las primeras dos de parte de Dios, cuya cólera se toma en el sentido de disposición para castigar, la cual es algo espantoso para los malos. Y dicen a los montes y a las peñas: caed sobre nosotros (Ap ó,1 ó). Su cólera es por cuanto a los pecadores los juzgará indignos de la vida eterna. Y por eso en mi cólera ¡uré: ¡No han de entrar en mi reposo! (Sal 94,1 1). Otras se toman por parte del hombre. Tribulación, por cierto, viene de tribulus, abrojo, que punza, por lo que a la tribulación puede corresponder todo aquello que inflija un dolor. Amargo el clamor del día del Señor; dará de gritos entonces hasta el bravo! (Sof 1,14). Hay angustia cuando el aor todos lados; y no sé qué hacer* (Dan 13,22). ¿Acaso Dios ha de escuchar sus clamores cuando le sobrevenga la tribulación? (Jb 27,9).En seguida cuando dice: sobre toda alma humana, muestra la verdad del juicio divino en cuanto a las personas. Y primero enuncia su equidad; y luego indica la razón: pues no hay acepción de personas en Dios; y finalmente la demuestra: pues cuantos sin ley pecaron.* Esto último lo cita Sto. Tomás ad sensum; pues el texto sagrado no dice, como lo trae el Santo Doctor: et quid eligam ignoro: y no sé qué elegir o hacer, sino: si enim hoc egero, mors mihi est; si autem non egero, non effugiam manum vestram.La verdad del juicio divino en cuanto a las personas la muestra primeramente en los malos, diciendo: sobre toda alma humana que obre el mal, esto es, contra toda alma, porque así como la gloria de los santos baja del alma al cuerpo, así también la pena de los reprobos primero y principalmente radica en el alma y en segundo lugar en el cuerpo, que por la defección y culpa del alma resucita capaz de sufrir. El alma que pecare ésa morirá (Ez 18,20).Dice, pues: del judío primeramente y también del griego, porque mayor pena se les debía a los judíos en cuanto conocedores de la voluntad de Dios por la ley. Pero el servidor que conociendo la voluntad de su amo no se preparó ni obró conforme a la voluntad de éste, recibirá muchos azotes (Lc 12,47). Y de manera semejante, los cristianos por un mismo pecado, el adulterio o el hurto, con más graves penas serán castigados que los infieles. ¿Oe cuánto más severo castigo pensáis que será juzgado digno el que pisotea al Hijo de Dios? (Hebr 10,29). Pero en cuanto a la totalidad de la pena, más grave es la pena de los infieles por el pecado de infidelidad, que es gravísimo. Por lo cual se dice en 1 Pedro,3,12 que la ira de Dios permanece sobre los incrédulos.En segundo lugar muestra la verdad del juicio divino en los buenos, y desde luego habla de dos cosas que ya mencioné arriba: gloria y honor. Mas la tercera, que es la paz, la pone en el lugar de la incorrupción, que incluye la paz, y que comprende otras muchas cosas. En efecto, no puede ser perfecta la paz del hombre mientras haya el temor de perder los bienes que se poseen; y no se posee la verdadera paz del corazón sino cuando se tienen todos los bienes que se desean y sin temor de perderlos. Y se asentará mi pueblo en la hermosura de la paz (Is 32,18). Y en estas cosas les da también a los judíos la primacía, porque a ellos se les prometieron primero y en las promesas de ellos entraron los gentiles. Otros labraron y vosotros habéis entrado en sus trabajos (Jn 4,38).En seguida cuando dice: Pues no hay acepción da la razón de todo lo dicho, porque en Dios no hay acepción de personas. En verdad conozco que Dios no hace acepción de personas (Hch 10,34). Porque la acepción de personas se opone a la justicia distributiva, por la cual alguien distribuye a cada quien según la dignidad de las personas; así es que la acepción ocurre cuando independientéi ente de la dignidad se le da a alguien de más o de m, ios. Esto ocurre sin atender a la dignidad cuando no -e hace por la cualidad sino por la persona de la cual se trata. Y esto es hacer acepción, o sea, como regla de obrar, pero por la persona, como si la propia persona se tomara como razón de hacer algo; y así, por ejemplo, si alguien en atención a consanguinidad da a otro mayor parte de los bienes petrímoniotas, no se hace acepción de personas, porque la consanguinidad es razón conveniente de que se reciban esos bienes. Mas si en atención a la consanguinidad un prelado le da a otro mayor parte de bienes eclesiásticos, esto sí puede caer dentro de la acepción de las personas si no concurre alguna otra idoneidad. Porque la consanguinidad no es una razón conveniente de la distribución de los bienes espirituales. Y como Dios lo hace todo por convenientísima razón, no se da en El la acepción de las personas. Por lo cual se dice en Sabiduría 8,1 que El ordena todas las cosas con suavidad.Objeción. Sin embargo, parece que en Dios hay acepción de personas porque a algunos de los pecadores los abandona en sus pecados, y a otros los llama a Sí.Respuesta. Pero debemos decir que la acepción de personas se opone a la justicia. Luego tiene lugar en aquellas cosas que se dan por deuda, lo cual se relaciona con la justicia; y en cambio Dios no por deuda sino gratuitamente llama a los pecadores a penitencia. Pues si es por las obras, ya no es por gracia, como se dice más adelante (Rm 2,6). Y en Tito 3,5 leemos: El nos salvó, no a causa de obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia. Y tratándose de tales beneficios dados gratuitamente no sólo Dios sino también el hombre es libre de darlos a quien quiera. ¿No me es permitido, con lo que es mío, hacer lo que me place? (Mt 20,15).En seguida, cuando dice: Pues cuantos sin ley pecaron, explica la predicha razón. En efecto, que no hay en Dios acepción de personas es patente por el hecho de que cuantos pecan son castigados. De aquí que primero se refiere a los que no recibieron la ley, diciendo que quienes pecaran sin la ley, esto es, la de Moisés, recibida de Dios, sin la ley perecerían, o sea, serían condenados aunque no por transgresión de la ley. Por cuanto ninguno considera estas verdades, perecerán para siempre (Jb 4,20). Luego se refiere a los que recibieron la ley escrita, y dice que cuantos pecaron contra )a ley, esto es, después de escrita la ley, serán juzgados por la ley, o sea, por haber sido transgresores del precepto de la ley. La palabra que Yo he hablado, ella será la que lo condenará en el último día (Jn 12,48).Sin embargo, algunos tomaron ocasión de error de este modo de hablar. En efecto, por no decir et Apóstol que cualquiera que contra la ley pecara perecería por la ley, como dijera de aquellos que están sin ley que sin ley perecerán, creyeron que aquellos que después de recibida la ley pecan, serán juzgados de manera igual, o sea, personalmente, mas no perecen. Pero como dice la Glosa, ¿qué cristiano puede decir que no perecerá el judío que no crea en Cristo cuando que Cristo dice que más indulgente será con Sodoma que con ellos el día del juicio? Lo vemos en Mateo 10,15. De aquí que dice Ezequiel (33,1 1): No quiero la muerte del impío. Se usa sin embargo de tal divergencia en las expresiones porque como dice Gregorio en sus Morales sobre aquello de Job 36,6: Hace justicia a los pobres, algunos perecerán en el juicio futuro, pero sin ser juzgados: los impíos que viven sin fe ni ley de Dios. No resucitarán los impíos para juicio (Sal 1,5), porque ciertamente no hay lugar a juzgar a quien totalmente es extraño a Dios. Quien no cree ya está juzgado (Jn 3,18).Otros, que, recibida la ley de Dios y la fe, pecan, de tal manera perecerán que también serán juzgados, como con cierta discriminación que con ellos se hace. Por lo cual dice Ezequiel 34,17: He aquí que yo hago distinción entre ganado y ganado, entre carneros y machos de cabrío. Así como el Rey -dice Gregorio- a los enemigos los condena sin oírlos, mas a los ciudadanos con cuidadosa atención.

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Culpabilidad de los judíos, 2:1-11.
1 Por lo cual eres inexcusable, ¡oh hombre!, quienquiera que seas, tú que juzgas: pues en lo mismo que juzgas a otro, a ti mismo te condenas, ya que haces eso mismo que condenas. 2 Pues sabemos que el juicio de Dios es conforme a verdad, contra todos los que cometen tales cosas. 3 ¡Oh hombre! ¿Y piensas tú, que condenas a los que eso hacen y con todo lo haces tú, que escaparás al juicio de Dios? 4 ¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te atrae a penitencia? 5 Pues conforme a tu dureza y a la impenitencia de tu corazón, vas atesorándote ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 que dará a cada uno según sus obras; 7 a los que con perseverancia en el bien obrar buscan gloria, honor e inmortalidad, la vida eterna; 8 pero a los contumaces, rebeldes a la verdad, que obedecen a la injusticia, ira e indignación. 9 Tribulación y angustia sobre todo el que hace el mal, primero sobre el judío, luego sobre el gentil; 10 pero gloria, honor y paz para todo el que hace el bien, primero para el judío, luego para el gentil; n pues en Dios no hay acepción de personas.

San Pablo no dice nunca en esta historia que esté refiriéndose a los judíos. Simplemente habla de: ¡oh hombre, quienquiera que seas, tú que juzgas! (v.1); y con este innominado personaje es con quien se encara. Parece claro, sin embargo, atendido el conjunto de la argumentación, que este personaje, representante de todo un sector, es el mismo que a partir del v.17 aparece ya explícitamente con el nombre de judío. Las mismas expresiones: conforme a tu dureza y a la impenitencia de tu corazón (v.5), están como recordando otras similares alusivas al pueblo de Israel (cf. Exo_32:9; Deu_31:27; Jer_9:26; Bar_2:30; Hec_7:51). Si San Pablo no pone explícitamente desde un principio el nombre de judío fue quizás para no herir bruscamente susceptibilidades, prefiriendo ir a la sustancia de la cosa, y que sean los judíos mismos, aunque sin nombrarlos, los que se vean como forzados a reconocer que también ellos son culpables.
La conexión de este capítulo con el anterior es clara. San Pablo continúa con el mismo alegato del estado ruinoso de la humanidad, que necesita de la justicia revelada en el Evangelio. Habló de los gentiles (Hec_1:18-32); ahora va a hablar de los judíos. Estos, en contraposición a los gentiles Deu_1:32, no aprueban los vicios de los paganos, antes al contrario los condenan (v.13). Están de acuerdo con San Pablo en esas invectivas lanzadas contra el mundo gentil, considerándose muy orgullosos de no pertenecer a esa masa pecadora, que no ha recibido la Ley, convencidos de que con ésta pueden ellos sentirse seguros, sin preocuparse gran cosa de las exigencias morales (cf. Mat_23:23; Lev_18:9-14). Pues bien, esta mentalidad es la que ataca aquí San Pablo, haciéndoles ver que su situación no es mejor que la de los gentiles, cuyos vicios condenan.
El argumento de San Pablo es el de que hacen eso mismo que condenan (v.1.3), y, por tanto, son tan culpables como los gentiles; incluso puede hablarse de culpabilidad mayor (cf. v.9), pues han recibido más beneficios de Dios, despreciando las riquezas de su bondad y longanimidad para con ellos (v.4-5). El que San Pablo diga que hacen eso mismo que condenan no significa que los judíos, como pueblo, cayeran tan bajo en los vicios todos de los paganos. Lo que se trata de hacer resaltar es que, por lo que toca al dominio del pecado, están en la misma situación que ellos; pues como ellos, tampoco viven de acuerdo con el conocimiento que tienen de Dios. Es ahí donde radica el gran pecado, tanto de gentiles como de judíos. En los v. 17-23 se concretarán luego algunos vicios de los judíos, que condenan en los paganos, pero que, sin embargo, también ellos cometen.
San Pablo, en todo este alegato contra los judíos, insiste en una verdad de suma importancia: que en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, cada uno será juzgado según sus obras, lo mismo judíos que gentiles; pues en Dios no hay acepción de personas (v.5-n). El día de la ira es el día del juicio final, de que con frecuencia habla San Pablo (cf. 14:10-12; 1Co_3:13-15; 1Co_4:5; 2Co_5:10; 1Te_5:2-9; 2Te_1:6-10) y también el Evangelio (cf. Mat_10:15; Mat_11:22-24; Mat_12:36; Mat_13:39-43; Mat_25:31-46); si se dice día de ira es porque en la perspectiva presente se mira sobre todo al castigo de los pecadores, aunque sea también día de recompensa de los justos. Al decir San Pablo que Dios dará a cada uno según sus obras (v.6; cf. 1Co_3:13-15; 2Co_5:10; Efe_6:8), no hace sino repetir lo dicho por Jesucristo (cf. Mat_16:27; Jua_5:29 ), y en modo alguno se contradice con lo que afirma en otras ocasiones hablando de justificación por la fe (cf. 1:16-17; 3:22; 4:11; 5:1); pues la justificación por la fe no excluye las obras, exigencia de esa misma fe en orden a conseguir la salud (cf. 12:1-2; 1Co_13:1; Gal_5:6). Aquí San Pablo recalca como universal el principio de retribución según las obras, que vale lo mismo para gentiles que para judíos, como luego concretará en los v. 12-16.

Ni la Ley ni la circuncisión dispensan de la rectitud interior,Gal_2:12-29.
12 En efecto, cuantos hayan pecado sin Ley, sin Ley también perecerán; y los que pecaron en la Ley, por la Ley serán juzgados; 13 porque no son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley, ésos serán declarados justos. 14 En verdad, cuando los gentiles, que no tienen Ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la Ley, ellos mismos, sin tenerla, son para sí mismos Ley. 15 Y con esto muestran que los preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo testigo su conciencia, que ora acusa, ora defiende. 16 Así se verá el día en que, según mi evangelio, juzgará Dios por Jesucristo las acciones secretas de los hombres. 17 Pero si tú, que te precias del nombre de judío y confías en la Ley y te glorías en Dios, 18 conoces su voluntad, e instruido por la Ley, sabes estimar lo mejor, 19 y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que viven en tinieblas, 20 preceptor de rudos, maestro de niños, y tienes en la Ley la norma de la ciencia y de la verdad; 21 tú, en suma, que enseñas a otros, ¿cómo no te enseñas a ti mismo? ¿Tú, que predicas que no se debe robar, robas? 22 ¿Tú, que dices que no se debe adulterar, adulteras? ¿Tú, que abominas de los ídolos, te apropias los bienes de los templos? 23 ¿Tú, que te glorías en la Ley, ofendes a Dios traspasando la Ley? 24 Pues escrito está: Por causa vuestra es blasfemado entre los gentiles el nombre de Dios. 25 Cierto que la circuncisión es provechosa, si guardas la Ley; pero si la traspasas, tu circuncisión se hace prepucio. 26 Mientras que, si el incircunciso guarda los preceptos de la Ley, ¿no será tenido por circuncidado? 27 Por tanto, el incircunciso natural que cumple la Ley te juzgará a ti, que, a pesar de tener la letra y la circuncisión, traspasas la Ley. 28 Porque no es judío el que lo es en lo exterior, ni es circuncisión la circuncisión exterior de la carne; 29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y es circuncisión la del corazón, según el espíritu, no según la letra. La alabanza de éste no es de los seres humanos, sino de Dios.

Continúa San Pablo su alegato contra los judíos en un ataque cada vez más directo e incisivo. Dos elementos nuevos entran en juego: la Ley (v. 12-24) Y la circuncisión (v.25-29), cosas ambas que eran para los judíos motivo de orgullo y que consideraban algo así como reaseguro infalible que les aseguraba un puesto en el reino de Dios. Somos hijos de Abraham, gritaron orgullosamente a Jesucristo, que trataba de llevarlos al buen camino (Jua_8:33); y, más o menos, esos mismos sentimientos de orgullo revelan también las frases que aquí les aplica San Pablo (v. 17-20). Se decía por algunos rabinos, según nos cuenta el Talmud, que Abraham estaba sentado a las puertas del infierno y no permitía que entrase ninguno que estuviese circuncidado; para el caso de grandes criminales, decían que el mismo Abraham les quitaba las señales de la circuncisión (cf. 1Ma_1:16; 1Co_7:18).
Pues bien, contra esa mentalidad absurda de confianza en los ritos exteriores, sin preocuparse de la rectitud interior, es contra la que lanza sus invectivas San Pablo. Comienza recalcando el principio, señalado ya antes (v.6), de que lo que realmente pesará en la balanza divina en el día del juicio, lo mismo para judíos que para gentiles, serán las obras de cada uno, con la única diferencia de que los judíos serán juzgados de conformidad con la ley dada a ellos, es decir, la ley mosaica, mientras que los gentiles, que no han recibido ninguna ley positiva, serán juzgados de conformidad con la ley natural impresa en sus corazones (v. 12-16). Ambas leyes, la mosaica y la natural, son expresiones de la voluntad de Dios, y el pecado está en no obrar de conformidad con esa voluntad 88. Es cierto que San Pablo nunca dice explícitamente que la ley natural, en virtud de la cual los hombres son para sí mismos ley (v.14), proceda de Dios; pero claramente se deduce de todo el contexto que ése es su sentir, pues de otro modo la ley natural no intimaría sus órdenes con tanto imperio e independencia, ni tenía por qué ser módulo por el que en el día del juicio Dios por Jesucristo juzgará las acciones secretas de los hombres (v.16; cf. Jua_5:22-30; Hec_17:31; 1Co_4:5).
A continuación, San Pablo, en los v. 17-24, hace una aplicación más directa a los judíos, acusándoles de quebrantar la Ley, a pesar del claro conocimiento que tienen de ella, siendo incluso motivo de que entre los gentiles sea blasfemado el nombre de Dios (v.24; cf. Isa_52:5; Eze_36:20); pues el desprecio hacia ellos recae de algún modo sobre el Dios del que se dicen servidores. El texto gramaticalmente resulta algo confuso, pues al período iniciado en el v.1y le falta la apódosis; sin embargo, no es difícil de suplir. No está claro a qué aluda San Pablo con ese te apropias los bienes de los templos (ßåñïóõëåÀò) del v.22). Creen algunos que se trata de defraudaciones en los tributos que había que pagar al templo (cf. Mal_3:8-10), aunque otros, quizá más acertadamente, opinan que se trata de robos en templos y sepulcros paganos, contra el precepto expreso de la Ley (cf. Deu_7:5.25). De hecho, según Josefo89, parece que era éste un reproche que con frecuencia se echaba en cara a los judíos (cf. Hec_19:37).
Por fin, en los V.25-29, San Pablo precisa el verdadero sentido de la circuncisión, diciendo que forma un todo indivisible con la Ley, y que, si no se practica ésta, queda convertida en un signo meramente externo sin valor alguno espiritual. Hasta tal punto dice ser esto verdad, que si un gentil incircunciso observa la ley impresa en su conciencia, fundamentalmente correspondiente a la Ley mosaica, puede decirse más circunciso y más judío que los propios descendientes de Abraham; pues pertenece más realmente que ellos al verdadero pueblo de Dios, que juzga según las obras y no según las apariencias externas. Era éste un principio revolucionario para una mentalidad judía, al equiparar o poco menos la Ley mosaica con la ley natural, igualmente que había ya hecho en los v.14-15. Con este principio prepara ya su concepción del verdadero israelita, que concede al cristiano el derecho de reivindicar para sí las promesas hechas a Israel (cf. 9:6-8; Gal_3:29; Gal_6:16). De la circuncisión del corazón se hablaba ya en el Antiguo Testamento (cf. Lev_26:41; Deu_10:16; Jer_4:4).

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



28
(ii) El juicio de Dios contra los judíos (2,1-3,20). Pablo se dirige a un oyente imagi(-)nario que aplaude con entusiasmo su descrip(-)ción del fracaso moral de los paganos. Ese tal no es mejor que el pagano, pues, pese a una cultura moral superior, no hace lo que cabría esperar que hiciera. Por tanto, no escapará al juicio divino.
La identidad del anthrópos de 2,1-16 es ob(-)jeto de discusión. Para Crisóstomo y Teodoreto era el juez secular o la autoridad romana; para Orígenes, el obispo, sacerdote o diácono cristiano; para T. Zahn, el filósofo o moralista pagano. Pero muchos intérpretes modernos ven en él a un judío que se juzga superior al pagano debido a los privilegios de su pueblo. En 2,17 se menciona explícitamente al judío, y los w. 1-16 parecen ser sólo una preparación para esa identificación. Los w. 12-16 demues(-)tran que el conocimiento de las ordenanzas di(-)vinas no es exclusivo del judío; algunas pres(-)cripciones de la Torá son conocidas incluso para los paganos. El judío es así término im(-)plícito de comparación. Además, estos versícu(-)los sirven de apoyo a 2,9-10, donde judío y griego son puestos en pie de igualdad ante Dios; los w. 1-8 preparan para esta opinión. Por lo tanto, 2,1-16 es una crítica indirecta del judaismo que se vuelve abierta en el v. 17; al fi(-)nal obliga al judío a emitir sentencia contra sí mismo.
Al desarrollar su argumento, Pablo enuncia el principio general del juicio impar(-)cial de Dios (2,1-11), demostrando que la po(-)sesión de la ley no es garantía alguna frente a la ira divina (2,12-16) y anunciando que Dios condenará al judío lo mismo que al gentil (2,17-24) -y esto pese a la circuncisión (2,25-29)-. Véase Sab 11-15; cf. Cranfield, Romans 137-142; J. M. Bassler, Divine Impartiality (SBLDS 59, Chicago 1982). Los w. 1-11 y 17-19se consideran a menudo como un ejemplo de diatribe (-> Teología paulina, 82:12). 29 1. por eso: Normalmente, la partícula dio introduce una conclusión de lo que prece(-)de; en este caso es de transición e introduce un tema nuevo, tú que juzgas: Lit., «quien quiera que juzgas». Tal uso de anthrópos en una inter(-)pelación es característico de las diatribas en Epicteto (véanse también 2,3; 9,20). tú mismo te condenas: Lema de esta sección: tú mismo eres pecador y objeto de la ira de Dios. 2. juicio de Dios: El sustantivo krima puede significar meramente «pleito» (1 Cor 6,7) o «decisión», «juicio» (Rom 11,33); pero frecuentemente connota «condena», «sentencia adversa» (3,8; 13,2; Gál 5,10), como en este caso. Tal condena recae sobre todos los malhechores «justamen(-)te» (lit., «según la verdad»), sin acepción de personas (2,11). 3. que te sientas a juzgar: De las dos preguntas que siguen, esta primera po(-)ne de relieve la ilusión del crítico; una vez plan(-)teada, se responde sola. 4. ¿desprecias...?: No es sólo una cuestión de ilusión, sino también de desdén. Despreciar el retraso por parte de Dios en castigar el pecado -retraso que debie(-)ra conducir al arrepentimientoequivale a ma(-)nifestar la culpable negligencia propia (véanse Sab 11,23; 2 Esd 7,74). 5. atesoras ira: Es decir, razones para la reacción adversa de Dios; véa(-)se el comentario a 1,18. justo juicio de Dios: La palabra dikaiokrisia acentúa la equidad de la decisión divina que se ha de dar a conocer el día de la ira; es algo claramente distinto de dikaiosyné theou (véase el comentario a 1,17). Pablo da a entender que el judío impenitente no se da cuenta de la relación del presente con el juicio venidero de Dios. 6. dará a cada cual según sus obras: Alusión a Sal 62,13 o Prov 24,12. Pablo no toma prestada simplemente es(-)ta afirmación en un momento de arrebato re(-)tórico; es una parte importante de su enseñan(-)za. Resulta significativo que aquí, en Rom, se afírme antes incluso de abordar la justificación por gracia medíante la fe (3,23-26; cf. 14,10; 2 Cor 5,10). Pero la retribución según las obras se debe entender sobre el telón de fondo de la justificación por la fe (Kasemann, Romans 58; -> Teología paulina, 82:138). 7. vida eterna: La recompensa de quienes realizan pacientemen(-)te buenas obras es una vida que se ha de dis(-)frutar «para siempre con el Señor» (1 Tes 4,17; cf. Rom 5,21; 6,22-23). Para el trasfondo del AT, véase Dn 12,2. Es vida en el aión, «era/mundo», venidero. 8. pero para los que se bus(-)can a sí mismos: Frase difícil, a menudo mal entendida por los comentaristas. Etimológica(-)mente, eritheia se relaciona con erithos, «paga de mercenario»; Aristóteles (Política 5.3) usaba eritheia para denotar «egoísmo», «ambición egoísta», en un contexto político (véase Ba(-)rrett, Romans 47). Pero a menudo aparece en contextos de «contienda» (eris) y con frecuen(-)cia se confundía con ésta en el uso popular (véanse Gál 5,20; Flp 1,17; 2,3; 2 Cor 12,20). De ahí que algunos comentaristas entiendan que en el caso que nos ocupa significa «rebeldes» (Lagrange, Lietzmann, Lyonnet). En realidad, ambos significados encajan en el contexto: no son quienes persiguen pacientemente el bien, y su suerte es la ira divina. 9. tribulación y angustia: Expresión protológica del AT (Dt 28,53.55.57), que expresa el desagrado divino manifestado respecto a los seres humanos en esta vida (cf. Rom 8,35). Los vv. 9-10 reformulan los vv. 7-8, aplicando en orden inverso los efectos de la ira a quienes hacen el mal; ade(-)más refunden desde la óptica de judíos y grie(-)gos lo ya dicho en 1,18. sobre todo ser humano: Lit., «alma» (psyché). Según Lagrange, estos castigos han de afectar específicamente al «al(-)ma», pero ésa es una interpretación demasiado helenística. Es más probable que Pablo esté usando psyché como el nepes del AT (Lv 24,17; Nm 19,20), como un aspecto del «ser humano» (-> Teología paulina, 82:104). el judío primero y también el griego: Véase el comentario a 1,16. Puesto que ha recibido privilegios únicos en la historia de la salvación, el judío es más res(-)ponsable cuando peca; pero cuando hace lo que es correcto es el primero en recibir su recompensa. El gentil no es dejado de lado. 11. Dios no tiene favoritismos: Lit., «no hay par(-)cialidad en Dios». Pablo usa prosópolémpsia, «parcialidad», una palabra encontrada sólo en escritos cristianos, pero acuñada a partir de una expresión de los LXX, prosópon lambanein, trad. del hebr. pánim nasa, «levantar la cara». Denota el acto benevolente de alguien que levanta la cara de una persona mostrándo(-)le favor (Mal 1,8; Lv 19,15). Tal «levantar la ca(-)ra» no se encuentra en Dios.
Así, Pablo sinteti(-)za el principio subyacente tras su análisis de 2,1-11: Dios no tiene acepción de personas; pe(-)se a sus privilegios, los judíos no saldrán mejor librados que los gentiles, a menos que hagan lo que se supone que deben hacer. 30 12. sin la ley: No simplemente «sin una ley», sino específicamente sin la ley mosaica. El contexto se ocupa de los gentiles que vivían sin la ventaja de la legislación mosaica. Si pe(-)can sin conocimiento de sus prescripciones, pueden perecer sin relación con ella; su peca(-)do conlleva su propia condena, aun cuando no se les aplica la ley. En esto, Pablo va contra las nociones judías habituales, cuantos pecaron bajo la ley: La expresión en nomo (sin artículo) se refiere a la misma ley mosaica. Los comen(-)taristas han intentado en ocasiones establecer una distinción entre el uso que Pablo hace de ho nomos, «la ley (mosaica)», y nomos, «ley» (en general, o incluso ley «natural»); pero esta distinción carece de apoyo filológico sólido (pese a ZBG § 177; -> Teología paulina, 82:90). Lo que los seres humanos hacen es el criterio por el cual serán juzgados, y esto se explica en los dos versículos siguientes. 13. oyentes de la ley: El judío no es recto ante Dios simplemen(-)te porque conozca las prescripciones de la Torá por haberlas oído leer cada sábado. Pablo utiliza una conocida distinción parenética en(-)tre conocimiento y acción, los que cumplen la ley: Pablo adopta una perspectiva judía en su argumentación y se hace eco implícitamente de Lv 18,5 («quien observe estas cosas encon(-)trará vida»), serán hechos rectos: El vb. fut. permite ver la naturaleza escatológica y foren(-)se de la justificación esperada en el juicio, de acuerdo con la perspectiva judía adoptada (-> Teología paulina, 82:68). 14. cuando los genti(-)les que no tienen la ley: Este versículo y el si(-)guiente explican por qué los gentiles, sin co(-)nocer la ley mosaica, serán castigados (2,12). observan instintivamente: Lit., «por naturale(-)za» (physei), es decir, por el orden habitual y natural de las cosas (BAGD 869), prescindien(-)do de cualquier revelación positiva. Siguiendo la orientación de la physis, los gentiles elabo(-)ran normas de conducta para sí mismos y co(-)nocen al menos algunas de las prescripciones de la Torá judía, lo que la ley prescribe: Lit., «las cosas de la ley», expresión que no se debe entender de manera demasiado rígida, como si se refiriera a cada uno de los preceptos de la Torá. Pues, aunque Pablo admite que los gen(-)tiles observan «las cosas de la ley», su declara(-)ción está formulada con una oración temporal indeterminada, «siempre que...», aun cuando no tengan la ley: Es decir, la ventaja de una le(-)gislación revelada, como la tenían los judíos. son (una/la) ley para sí mismos: Porque tienen en ellos la physis como guía de su conducta, guía que es «no sólo relativa o psicológica, si(-)no absoluta y objetiva» (Michel, Rómer 78). Pablo habla de ethné, «gentiles»; no quiere de(-)cir «todos los gentiles», ni presupone de hecho la observancia perfecta de todos los preceptos. Usa physei en un contexto que hace referencia principalmente al conocimiento: aun sin la ley, los gentiles saben instintivamente lo que se ha de hacer. No le da a ese término el significado de «por naturaleza» en contraposición a «por gracia»; así, su punto de vista no es el del pro(-)blema teológico posterior de si la voluntad del pagano basta physei para obedecer la ley natu(-)ral. 15. demuestran que lo que la ley requiere es(-)tá escrito en sus corazones: Lit., «la obra de la ley está escrita». Pablo utiliza el sg. de la ex(-)presión que en otros lugares emplea en pl. en sentido peyorativo, erga nomou, «las obras de la ley» (3,20.28; Gál 2,16; 3,2.5.10), o simple(-)mente erga (4,2.6; 9,12.32; 11,6). Son las obras que prescribe la ley. Para esta expresión em(-)pleada a modo de eslogan, -> Teología paulina, 82:100. Pablo afirma tal conocimiento como una condición presente y real de la conciencia gentil, sus pensamientos arguyen sus razones a favor y en contra: Esta versión de una senten(-)cia difícil entiende que metaxy allélón, «entre unos y otros», se refiere al debate entablado entre los pensamientos íntimos en la concien(-)cia gentil; dicho debate versaría sobre la con(-)ducta de los gentiles (así Cranfield, Romans 162; Kasemann, Romans 66). Algunos comen(-)taristas entienden que se refiere a los pensa(-)mientos que critican o defienden los actos de otros, «en sus relaciones recíprocas». Esto, sin embargo, resulta rocambolesco. 16. Lógica(-)mente, este versículo sigue a 2,13; algunos co(-)mentaristas indican que los w. 14-15 son parentéticos o incluso que están desplazados. La tradición ms., sin embargo, es constante. Pa(-)blo no pretende decir que la conciencia gentil funcionará sólo en el día del juicio, sino que dará testimonio especialmente ese día. «Tal autocrítica anticipa el juicio final, como en Sab 1,5-10» (Kasemann, Romans 66). cuando Dios juzgará por Jesucristo: Los judíos de aquella época esperaban que Yahvé realizara el juicio por medio de un Elegido (1 Hen 45,3-6). Pablo aplica esta creencia a Jesús.

La locu(-)ción prep. dia Christou hace referencia a la mediación de Cristo en su papel escatológico (-> Teología paulina, 82:118). según mi evange(-)lio: La proclamación del papel de Cristo en el juicio escatológico forma parte de la «buena noticia» de la salvación que anuncia Pablo (? Teología paulina, 82:31-36). Para Pablo se tra(-)ta de un juicio salvífico. 31 17. te dices judío: En este momento se presenta al crítico imaginario con el nombre que en la diáspora se da habitualmente a los miembros del pueblo elegido. Ésta es la pri(-)mera de las dos series de cinco y cuatro frases zahirientes, alineadas paralácticamente, en las que Pablo compendia la pretensión judía: soy judío; confío en la ley; me glorío en Yahvé (cf. Jr 9,23; SalSl 17,1); entiendo su voluntad; instruido por la ley, sé lo que está bien y lo que está mal. 19-20. Cuatro sarcasmos más revelan la actitud del judío respecto a los de(-)más. Pablo no niega los privilegios de Israel (9,4-5), pero ve la mentira con demasiada cla(-)ridad en la habitual autocomplacencia judía. 21. ¿a ti mismo no te enseñas?: La compleja oración iniciada en 2,17 no ha terminado; Pa(-)blo se detiene e interpela directamente al ju(-)dío con cinco preguntas mordaces (2,21-23) que revelan la escisión existente entre la ense(-)ñanza del judío y sus obras (Sal 50,16-21). no robarás: Éx 20,15. 32 25. Pablo se adelanta a una objeción: «Quizá nosotros los judíos no observamos la ley como debiéramos, pero al menos estamos circuncidados». Pablo también rechaza este argumento, circuncisión: El «signo de la alian(-)za» (Gn 17,10-11; Jub 15,28; cf Rom 4,11) in(-)corporaba al varón al pueblo elegido de Dios y le aseguraba la vida en el mundo venidero (J. P. Hyatt, IDB 1. 629-631). Pablo no niega el va(-)lor de la circuncisión ni la herencia de Israel por ella indicada (Lv 18,5; Dt 30,16). 26. ¿no se tendrá su incircuncisión como circuncisión?: Esta valiente pregunta de Pablo, que equipara a un pagano bueno con un judío circuncidado, habría sido una abominación a oídos farisai(-)cos (cf. Gál 5,6). 27. Recuérdese 2,14-15. 28. el verdadero judío: Momento culminante del pen(-)samiento de Pablo: a las actitudes religiosas judías de su época les contrapone el principio de la motivación interior de los actos huma(-)nos -la circuncisión del corazón, ya proclama(-)da en el AT (Dt 10,16; 30,6; Jr 4,4; 9,24-25; Ez 44,9)-. Pues Dios no se relaciona con los seres humanos según las apariencias exteriores, si(-)no que, «por medio de Cristo Jesús», «juzga los secretos» que aquéllos encierran (2,16). 29. la verdadera circuncisión es la del corazón, algo del Espíritu, no de la letra: En 2 Cor 3,6, el con(-)traste entre el Espíritu y la letra es una mane(-)ra sucinta de compendiar las diferentes reali(-)dades de las dos dispensaciones, la nueva y la antigua. Ésta se hallaba regida por un código escrito, una norma extrínseca que se debía ob(-)servar y estimar; aquélla está vitalizada por el don del Espíritu dado por Dios, un principio intrínseco que reestructura a los seres huma(-)nos y cambia su conducta. Así, la idea veterotestamentaria de la circuncisión del corazón asume un matiz nuevo; no es simplemente una circuncisión espiritual del corazón huma(-)no, sino una circuncisión que brota del Espíri(-)tu de Cristo mismo, su alabanza no procede de los hombres, sino de Dios: El verdadero judío es el israelita de corazón circuncidado, que se(-)rá reconocido como tal por Dios y de él recibi(-)rá su alabanza. Alguien así no se preocupa de la alabanza de los mortales que puedan perca(-)tarse de su fidelidad a la Torá. Pablo tal vez esté jugando con el significado del sustantivo hebr. equivalente a «judío», yehüdi, derivado del nombre patriarcal Judá (Yéhüdá). Una eti(-)mología popular lo explicaba como la pasiva de hódá, «alabado». La persona de corazón circuncidado es la «alabada» a los ojos de Dios, el verdadero «judío».

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



El juicio imparcial de Dios. El propósito de Pablo en esta sección es el de colocar al judío en la misma categoría que el pecador gentil en el cap. 1. Lo hace en tres etapas. Los vv. 1-5 contienen el corazón de la acusación de Pablo: el judío (el blanco oculto detrás del tú a quien Pablo se dirige) hace las mismas cosas que hacen los gentiles y por lo tanto está sujeto al mismo juicio. Pablo continúa esto con dos párrafos en los cuales se aparta de su estilo de denuncia para explicar y desarrollar los cargos que hizo en los vv. 1-5. Defiende su acusación al judío mostrando que la imparcialidad de Dios, enseñada en el AT y en el judaísmo, exige que él no tenga favoritos sino que trate a cada persona de la misma manera, sea judío o gentil (6-11). Tampoco la posesión de la ley mosaica por parte de los judíos hace que la situación del judío sea demasiado diferente de la del gentil; porque no es el tener la ley lo que importa delante de Dios, sino el ser hacedores de la ley y, en última instancia, los gentiles también tienen, en cierto sentido, la ley de Dios (12-16).

La expresión por lo tanto en el v. 1 es, a primera vista, difícil de entender. ¿Cómo puede la condena de Pablo a los gentiles (1:18-32) conducir a la conclusión de que los judíos están bajo condena también? Algunos sugieren que se trata simplemente de una expresión de transición, carente de fuerza lógica; otros (p. ej. Cranfield) que 1:18-32 no se refiere en realidad a los gentiles sino a todas las personas. Lo más probable parecería ser una adaptación de esta última sugerencia. Mientras el lenguaje utilizado por Pablo en los vv. 20-32 indica que está pensando solamente en gentiles, los vv. 18, 19 incluyen a toda persona. Como ya hemos señalado, estos versículos constituyen el encabezamiento para todo el bloque de 1:18-3:20, y es a estos versículos a los que ahora Pablo regresa en 2:1. Debido a que la ira de Dios se revela desde el cielo contra todas aquellas personas que detienen la verdad de Dios [tú], por lo tanto, no tienes excusa. Porque cualquiera que sea que juzga a los pecadores gentiles que Pablo describe en 1:20-32, también se está juzgando a sí mismo o a sí misma. Esto se debe a que el que está juzgando está haciendo lo mismo. En tanto que no todas las personas están comprometidas en grosera idolatría y promiscuidad sexual, ninguna persona está libre de culpa con respecto a los pecados detallados en los vv. 29-31: p. ej. avaricia, aborrecimiento de Dios, soberbia. Y quizá, en el sentido más amplio, aun el judío que pone la ley, o su circuncisión, o su piedad por encima de la devoción a Dios, es culpable de idolatría. Debido a que el juicio de Dios es según verdad, es decir, siempre está en total armonía con la realidad (2), él no puede simplemente pasar por alto tal pecado (3). Toda la argumentación de Pablo en estos tres primeros versículos puede entonces resumirse en tres proposiciones: el juicio de Dios recae sobre aquellos que hacen tales cosas; aun aquel que, creyéndose justo, juzga a los otros, hace tales cosas; por lo tanto, aun el juez que se piensa justo está sujeto al juicio de Dios.

La pregunta retórica en el v. 4 expone los falsos preconceptos a partir de los cuales este juez lleno de justicia propia está juzgando a los demás. Que Pablo está hablando a un judío, y reflejando una situación real, es evidente a partir de que el sentimiento y aun muchas de las palabras que forman su pregunta están tomadas del libro judío intertestamentario Sabiduría de Salomón. Luego de reprender a los gentiles por su idolatría y sus pecados en los caps. 13-14 (un texto del cual Pablo hace un paralelo en 1:18-32), el autor de este libro dice en 15:1-2: Mas tú, Dios nuestro, eres bueno [crestos] y verdadero, paciente [makrothumeo] y que con misericordia gobiernas el universo. Aunque pequemos, tuyos somos, porque conocemos tu poder (BJ). Indudablemente que lo que Pablo está debatiendo es precisamente esta presunción de exclusión automática del juicio de Dios. El judío que no se arrepiente sinceramente no quedará libre en el juicio simplemente porque él o ella son parte del pueblo del pacto de Dios. Tal persona está, en efecto, acumulando sobre sí ira para el día ... del justo juicio de Dios (5).

El v. 6 está muy ligado al v. 5, pero en realidad introduce una nueva sección. El tema de esta sección se expresa tanto en el v. inicial como el final: No hay distinción de personas delante de Dios (11); él recompensará a cada uno conforme a sus obras (6). Pablo emplea esta misma técnica para detallar los dos posibles resultados del juicio imparcial de Dios: vida eterna para aquellos que hacen el bien (vv. 7 y 10), e ira para aquellos que pecan (vv. 8 y 9). El siguiente bosquejo muestra esta estructura:

A El juicio equitativo de Dios (v. 6)

B Vida para aquellos que hacen el bien (v. 7)

C Ira para aquellos que hacen el mal (v. 8)

C Ira para aquellos que hacen el mal (v. 9)

B Gloria para aquellos que hacen el bien (v. 10)

A La imparcialidad de Dios (v. 11)

Pablo aplica esta enseñanza acerca del juicio imparcial de Dios en forma explícita, tanto a judíos como gentiles (9, 10), revelando su propósito general de mostrar que el parámetro de Dios para juzgar a los judíos no será en nada diferente del que él utiliza para evaluar a los gentiles. Para ambos, es el hacer lo que será decisivo. Que el hacer mal incurrirá en la ira de Dios no es sorpresa y representa una enseñanza bíblica totalmente consecuente. ¿Pero qué quiere decir Pablo cuando asevera que las personas que hacen el bien obtendrán vida eterna (7; cf. v. 10)? Dado que Pablo en otro lugar deja sentado que las personas solamente pueden alcanzar la vida eterna a través de la fe (1:17; 3:20-22), él no puede estar significando que en realidad las personas pueden salvarse simplemente haciendo buenas obras. Algunos estudiosos (p. ej. Cranfield) creen que Pablo está describiendo a los cristianos, cuyas buenas obras demuestran la realidad de su nueva vida. Pero Pablo dice que es el hacer bien en sí mismo lo que trae aparejada vida. Es mejor, entonces, considerar estas declaraciones como aseveraciones generales de principio: si alguno persevera en hacer el bien (ver v. 7), esa persona obtendrá vida eterna. Pero lo que Pablo dejará aclarado en otro lugar es que, en realidad, ninguna persona, desde la caída de Adán, puede perseverar en hacer ese bien (ver 3:9-18, 23). El propósito de Pablo en este punto no es el de mostrar de qué manera una persona puede salvarse, sino dejar sentados los parámetros de la evaluación de Dios aparte del evangelio. Estos parámetros son los mismos para todos, sean judíos o gentiles, blancos o negros.

Un judío que escuchara el argumento de Pablo en este punto seguramente habría ofrecido una objeción decisiva: ¿Acaso el hecho de que los judíos son el pueblo elegido de Dios, y que han recibido su ley como una señal de su pacto, no los coloca en posición muy diferente a la de los gentiles frente al juicio de Dios? Pablo se anticipa a esta objeción y ofrece una respuesta preliminar en los vv. 12-16. Al igual que en los vv. 6-11, el propósito de Pablo es el de eliminar toda distinción entre judío y gentil en lo que respecta al juicio final de Dios. Esto lo lleva a cabo dejando dos puntos en claro. Primero, que no es simplemente el poseer la ley lo que eximirá al judío del juicio; sólo si es obedecida concretamente habrá de hacerle algún bien al judío (12, 13). Aquellos que pecaron sin la ley y aquellos que pecaron teniendo la ley (12) claramente son gentiles y judíos respectivamente. Esto no deja lugar a dudas de que Pablo utiliza aquí la palabra ley (gr. nomos) como generalmente hace, para referirse a la ley de Moisés. Tanto judíos como gentiles serán condenados por la ley (12) porque son solamente aquellos que obedecen la ley los que serán justificados delante de Dios (13). La lógica de estos versículos permite asumir que no hay persona que sea capaz de obedecer la ley de Dios tan suficientemente como para llegar a ser justa delante de él.

El segundo punto que Pablo deja en claro aquí es que los gentiles mismos poseen la ley de Dios, de modo que en realidad no hay tanta diferencia entre el judío y el gentil como el judío podría creer (14, 15). Los gentiles no tienen la ley de Moisés, pero al practicar por naturaleza el contenido de la ley, p. ej. observando algunos de los parámetros de la ley de Dios -no cometiendo homicidio, robo, adulterio; honrando a los padres- ellos revelan que son ley para sí mismos. Lo que Pablo quiere decir con esto se expresa de manera detallada en el v. 15: La obra de la ley está escrita en sus corazones. Prestando su conformidad ocasional a las demandas de la ley de Dios, estos gentiles demuestran que tienen acceso a las demandas morales de Dios. Aun sin poseer la ley escrita, tienen en su ser interior cierto conocimiento de los requerimientos de Dios, de manera que sus conciencias pueden, en cierta medida, controlar con precisión su actuar conforme a la voluntad de Dios (15b). Aquí Pablo suplementa su enseñanza respecto de la revelación natural en el cap. 1, recordándonos que toda persona tiene algún conocimiento de la voluntad moral de Dios. No obstante, como generalmente sucede con la revelación natural, este conocimiento no puede conducir a la salvación; el v. 15b no quiere decir que algunos gentiles quizá lleguen a salvarse en el juicio, sino que cada gentil tendrá algunos pensamientos que lo acusarán y algunos que lo excusarán.

El paréntesis con que la VHA encierra los vv. 14, 15 sugiere que debemos leer el v. 16 como la continuación del v. 13: la declaración de justo por parte de Dios se producirá en el día en que Dios juzgue los secretos de los hombres, por medio de Cristo Jesús; pero los vv. 14 y 15 son parte integral del argumento de Pablo. El v. 16, entonces, probablemente deba conectarse con el v. 15b: los razonamientos en conflicto de las personas serán revelados y utilizados como evidencia en el día del juicio por el Dios que tiene perfecto conocimiento de nuestros corazones (ver 1 Sam. 16:7; Sal. 139:1, 2; Jer. 17:10).

Nota. 14 Algunos estudiosos consideran que Pablo está describiendo a los cristianos gentiles en los vv. 14, 15, pero esto es improbable. Los cristianos gentiles no hacen las cosas de la ley por naturaleza; y la totalidad del argumento de Pablo tiene muchos rasgos similares a una enseñanza popular entre los griegos respecto de la ley natural que posee todo ser humano.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


NOTAS

2:6 El «Día de Yahvé» anunciado por los profetas como día de ira y de salvación, Amó_5:18+, tendrá su plena realización escatológica en el «Día del Señor», en la venida gloriosa de Cristo, 1Co_1:8+. En ese «Día del Juicio» (ver Mat_10:15; Mat_11:22; Mat_11:24; Mat_12:36; 2Pe_2:9; 2Pe_3:7; 1Jn_4:17), los muertos resucitarán, 1Ts_4:13-18; 1Co_15:12-23, 1Co_15:51 s, y todos los hombres comparecerán ante el tribunal de Dios, Rom_14:10, y de Cristo, 1Co_5:10; ver Mat_25:31. Juicio inevitable, Rom_2:3; Gál_5:10; 1Ts_5:3, e imparcial, v. Rom_2:11; Col_3:25; ver 1Pe_1:17, que sólo a Dios pertenece, Rom_12:19; Rom_14:10; 1Co_4:5; ver Mat_7:1. Dios, por su Cristo, v. Rom_2:16; 2Ti_2:1; ver Jua_5:22; Hch_17:31, juzgará a los vivos y a los muertos, 2Ti_2:1; ver Hch_10:42; 1Pe_4:5. Él, que escruta los corazones, v. Rom_2:16; Jer_11:20+; 1Co_4:5; ver Apo_2:23, y prueba por el fuego, 1Co_3:13-15, dará a cada uno según sus obras, 1Co_3:8, 1Co_3:13-15; 2Co_5:10; 2Co_11:15; Efe_6:8; ver Mat_16:27; 1Pe_1:17; Apo_2:23; Apo_20:12; Apo_22:12. Se recogerá lo que se ha sembrado, Gál_6:7-9; ver Mat_13:39; Apo_14:15. Ira y perdición, Rom_9:22, para las Fuerzas del mal, 1Co_15:24-26; 2Ts_2:8, y para los impíos, 2Ts_1:7-10; ver Mat_13:41; Efe_5:6; 2Pe_3:7; Apo_6:17; Apo_11:18. Para los elegidos que hayan obrado el bien, liberación, Efe_4:30; ver Rom_8:23, alivio. Hch_3:20; ver 2Ts_1:7; Heb_4:5-11, recompensa, ver Mat_5:12; Apo_11:18, salvación, 1Pe_1:5, exaltación, 1Pe_5:6, alabanza, 1Co_4:5, y gloria, Rom_8:18; 1Co_15:43; Col_3:4; ver Mat_13:43.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


NOTAS

2:6 El «Día de Yahvé» anunciado por los profetas como día de ira y de salvación, Amó_5:18+, tendrá su plena realización escatológica en el «Día del Señor», en la venida gloriosa de Cristo, 1Co_1:8+. En ese «Día del Juicio» (ver Mat_10:15; Mat_11:22; Mat_11:24; Mat_12:36; 2Pe_2:9; 2Pe_3:7; 1Jn_4:17), los muertos resucitarán, 1Ts_4:13-18; 1Co_15:12-23, 1Co_15:51 s, y todos los hombres comparecerán ante el tribunal de Dios, Rom_14:10, y de Cristo, 1Co_5:10; ver Mat_25:31. Juicio inevitable, Rom_2:3; Gál_5:10; 1Ts_5:3, e imparcial, v. Rom_2:11; Col_3:25; ver 1Pe_1:17, que sólo a Dios pertenece, Rom_12:19; Rom_14:10; 1Co_4:5; ver Mat_7:1. Dios, por su Cristo, v. Rom_2:16; 2Ti_2:1; ver Jua_5:22; Hch_17:31, juzgará a los vivos y a los muertos, 2Ti_2:1; ver Hch_10:42; 1Pe_4:5. Él, que escruta los corazones, v. Rom_2:16; Jer_11:20+; 1Co_4:5; ver Apo_2:23, y prueba por el fuego, 1Co_3:13-15, dará a cada uno según sus obras, 1Co_3:8, 1Co_3:13-15; 2Co_5:10; 2Co_11:15; Efe_6:8; ver Mat_16:27; 1Pe_1:17; Apo_2:23; Apo_20:12; Apo_22:12. Se recogerá lo que se ha sembrado, Gál_6:7-9; ver Mat_13:39; Apo_14:15. Ira y perdición, Rom_9:22, para las Fuerzas del mal, 1Co_15:24-26; 2Ts_2:8, y para los impíos, 2Ts_1:7-10; ver Mat_13:41; Efe_5:6; 2Pe_3:7; Apo_6:17; Apo_11:18. Para los elegidos que hayan obrado el bien, liberación, Efe_4:30; ver Rom_8:23, alivio. Hch_3:20; ver 2Ts_1:7; Heb_4:5-11, recompensa, ver Mat_5:12; Apo_11:18, salvación, 1Pe_1:5, exaltación, 1Pe_5:6, alabanza, 1Co_4:5, y gloria, Rom_8:18; 1Co_15:43; Col_3:4; ver Mat_13:43.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter II.

1 They that sinne, though they condemne it in others, cannot excuse themselues, 6 and much lesse escape the iudgement of God, 9 whether they be Iewes or Gentiles. 14 The Gentiles cannot escape, 17 nor yet the Iewes, 25 whom their Circumcision shall not profit, if they keepe not the Law.

[Who are iustified.]

1 Therefore, thou art inexcusable, O man, whosoeuer thou art that iudgest: for wherein thou iudgest another, thou condemnest thy selfe, for thou that iudgest doest the same things.
2 But wee are sure that the iudgement of God is according to trueth, against them which commit such things.
3 And thinkest thou this, O man, that iudgest them which doe such things, and doest the same, that thou shalt escape the iudgement of God?
4 Or despisest thou the riches of his goodnesse, and forbearance, and long suffering, not knowing that the goodnes of God leadeth thee to repentance?
5 But after thy hardnesse, and impenitent heart, [ Jam_5:3 .] treasurest vp vnto thy selfe wrath, against the day of wrath, and reuelation of the righteous iudgement of God:
6 [ Psa_62:12 ; Mat_16:27 ; Rev_22:12 .] Who will render to euery man according to his deedes:
7 To them, who by patient continuance in well doing, seeke for glorie, and honour, and immortalitie, eternall life:
8 But vnto them that are contentious, & doe not obey the trueth, but obey vnrighteousnes, indignation, & wrath,
9 Tribulation, and anguish vpon euery soule of man that doeth euill, of the Iew first, and also of the [ Greek: Greeke.] Gentile.
10 But glory, honour, and peace, to euery man that worketh good, to the Iew first, and also to the [ Greek: Greeke.] Gentile.
11 For there is no respect of persons with God.
12 For as many as haue sinned without Law, shall also perish without Law: and as many as haue sinned in the Law, shalbe iudged by the Law.
13 (For not the hearers of the Law are iust before God, but the doers of the Law shalbe iustified;
14 For when the Gentiles which haue not the Law, doe by nature the things contained in the Law: these hauing not the Law, are a Law vnto themselues,
15 Which shew the worke of the Law written in their hearts, their [ Or, the conscience witnessing with them.] conscience also bearing witnesse, and their thoughts [ Or, between themselues.] the meane while accusing, or else excusing one another:
16 In the day when God shall iudge the secrets of men by Iesus Christ, according to my Gospel.

[The true Iewe.]

17 Behold, thou art called a Iew, and restest in the Law, and makest thy boast of God:
18 And knowest his will, and [ Or, triest the things that differ.] approuest the things that are more excellent, being instructed out of the Law,
19 And art confident that thou thy selfe art a guide of the blinde, a light of them which are in darkenesse:
20 An instructour of the foolish, a teacher of babes: which hast the forme of knowledge and of the trueth in the Law:
21 Thou therefore which teachest another, teachest thou not thy selfe? thou that preachest a man should not steale, doest thou steale?
22 Thou that sayest a man should not commit adulterie, doest thou commit adulterie? thou that abhorrest idols, doest thou commit sacriledge?
23 Thou that makest thy boast of the Law, through breaking the Law dishonourest thou God?
24 For the Name of God is blasphemed among the Gentiles, through you, as it is [ Isa_52:5 ; Eze_36:20 ; Eze_36:23 .] written:
25 For Circumcision verily profiteth if thou keepe the Law: but if thou be a breaker of the Law, thy Circumcision is made vncircumcision.
26 Therefore, if the vncircumcision keepe the righteousnesse of the Law, shall not his vncircumcision be counted for Circumcision?
27 And shall not vncircumcision which is by nature, if it fulfill the Law, iudge thee, who by the letter, and Circumcision, doest transgresse the Law?
28 For hee is not a Iew, which is one outwardly, neither is that Circumcision, which is outward in the flesh:
29 But he is a Iew which is one inwardly, and Circumcision is, that of the heart, in the spirit, and not in the letter, whose praise is not of men, but of God.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El juicio de Dios. Pablo se vuelve ahora hacia su pueblo. Antes, se ha dirigido a los paganos en tercerapersona; a continuación lo hace en segunda persona, en forma de controversia o estilo de diatriba, es decir, imaginando un rival judío cuyas objeciones se citan para refutarlas. Parece como si este judío hubiera estado escuchando, con aire de autosuficiencia y aprobación, las condenas anteriores de Pablo contra el paganismo. Sustituyamos nosotros al «judío imaginario» del Apóstol por el «cristiano autosuficiente» que juzga a los paganos y seguidores de otras religiones y tendremos el cuadro completo. Pablo discute con este «sujeto orgulloso», y le anuncia también a él el Evangelio de la ira de Dios. Para empezar, le recuerda la imagen bíblica del «juez juzgado» (cfr. Natán y David en 2 Sm 12; la canción de la viña de Isa_5:1-7; o los jueces de la adúltera en Jua_8:7) y lo invita a que se aplique las consecuencias. Le viene a decir que también él participa de la condición humana y que es tan pecador como los demás. Toda actitud religiosa, de la tradición que sea, si no nos lleva al reconocimiento de nuestro pecado, al arrepentimiento y a la conversión, es falsa e hipócrita. Pablo lo va a resumir lapidariamente al final de su alegato: «no hay uno honrado, ni uno sensato» (Jua_3:10s).
El Apóstol quiere desmantelar esa falsa seguridad de la que alardea su imaginario interlocutor quien se ve a sí mismo «justificado» -salvado- ante Dios, gracias al cumplimiento de la Ley (cfr. Luc_18:11). ¿Está apuntando Pablo a una de las características del judaísmo de su tiempo? Lo que intenta es llevar a este sujeto a reconocer que no goza de privilegio ni de ventaja alguna a la hora del juicio de Dios, pues cada uno, pagano o judío, será juzgado según sus obras. Al fin de cuentas, la ley de la que alardean los judíos la lleva grabada toda persona en su corazón, sea de la religión que sea. La conciencia humana es la que funciona como ley (cfr. Pro_6:23). La intención final del Apóstol es poner en pie de igualdad a ambos, al pagano y al judío, ante el juicio de Dios que se lleva a cabo por medio de Jesucristo; un juicio que ya está en marcha porque llega con el Evangelio. Es el juicio de la ira, etapa que nos dispone para aceptar el «juicio de salvación». Sólo desde el convencimiento de nuestra realidad de pecadores es posible abrirse a la iniciativa de salvación de Dios por Jesucristo. Este reconocimiento de nuestro pecado no sólo atañe al individuo, sino también a la colectividad, a la «institución». La Iglesia no está solamente formada por «pecadores individuales», sino que ha pecado y sigue pecando como colectividad, como institución. ¿Cuántos siglos ha tardado nuestra «institución eclesial» en reconocer pública y oficialmente su pecado colectivo contra otras razas, religiones y pueblos?

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



1. Pablo se dirige a los judíos, primero en forma velada (vs. 1-16) y luego, abiertamente (2. 17 - 3. 20).

5. "El día de la ira", es el día del Juicio.

6. Sal_62:13. Se trata de una fórmula bíblica de la retribución personal. Ver 1Co_3:8; 2Co_5:10; 1Pe_1:17; Apo_2:23; Apo_20:12; Apo_22:12.

22. Los templos paganos, que solían contener tesoros muy valiosos, eran frecuentemente saqueados, y a veces los judíos intervenían en el saqueo.

24. Isa_52:5; Eze_36:20-22.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

San Pablo se refiere ahora a los judíos que juzgaban a los gentiles y los condenaban globalmente como pecadores. Les recuerda que sólo Dios es quien juzga a cada hombre según la conducta que haya seguido de acuerdo con su conciencia: atesorar «ira para el día de la ira» (v. 5) significa preparar con una conducta pecadora un juicio final condenatorio. Los judíos debían reconocer que también ellos eran pecadores: señal de esta condición eran las obras de penitencia que podían practicar gracias a la bondad divina que otorgaba el perdón.

Los judíos recibieron la Ley para orientar su conducta moral, pero todos recibimos, con la naturaleza racional, los principios de la ley moral natural (cfr vv. 14-15), aquella que «está escrita y grabada en la mente de cada uno de los hombres, por ser la misma razón humana mandando obrar bien y prohibiendo pecar» (León XIII, Libertas praestantissimum 8). «En lo profundo de su conciencia, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello» (C. Vat II, Gaud. et sp. 16).


Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Job 34:11; Sal 62:12; Pro 12:14; Pro 24:12; Mat 16:27; Apo 20:12-13

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Sal 62:12; Jer 17:10; Pro 24:12; Mat 16:27; 1Co 3:8; 1Co 4:5.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*1:18-4:25 Este conjunto constituye el primer desarrollo del tema anunciado en Rom 1:16 s; antes que nada se describe ampliamente la impiedad e injusticia de los humanos, sobre quienes tendría que venir, no la salvación, sino la ira divina (Rom 1:18-32; Rom 2:1-29; Rom 3:1-20).

Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[a] Sal 62:12; Pro 24:12.

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:b

b Sal 62:12.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

pagará...Sal 62:12.

Torres Amat (1825)



[14] Muchos gentiles, aunque no tenían la ley escrita, ayudados de la luz de la gracia adoraban al verdadero Dios.

[24] Is 52, 5; Ez 36, 2.

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 2.24 Is 52.5 (gr.); cf. Ez 36.20-23.

[2] 2.29 Cf. Dt 10.16; Jer 4.4.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Ap 11:18